La Guerra Por Las Vacas

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Historia de la patagonia Argentina

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  • ACADEMIA NACIONAL TOMO LIX DE AGRONOMIA Y VETERINARIA ISSN 0327-8093

    BUENOS AIRES REPUBLICA ARGENTINA

    Disertacin del Acadmico de Nmero Dr. Norberto Ras

    Una paradoja histrica La guerra por las vacas

    Sesin Pblica Extraordinaria del

    14 de Julio de 2005

  • Una paradoja histrica. La guerra por las vacas Por el Acadmico de Nmero Dr. Norberto Ras.

    Sr. Presidente Sres. Acadmicos Seoras y Seores

    El tema que vamos a abordar constituye una de las ms sorprendentes paradojas que persisten en la historia de nuestros Pases. En efecto, lo que denominamos, siguiendo a otros autores, Guerra por las Vacas, fue una contienda sauda, librada durante nada menos que trescientos cincuenta aos por nuestros antepasados, para completar la conquista de las fronteras ganaderas que se extendan por miles de kilmetros cuadrados en el sur de la Argentina y de Chile, habitadas, laxamente como estaban, por parcialidades aborgenes de cultura arcaica, como los tehuelches en las pampas y los mapuches o araucanos de Chile.

    Guerras tan prolongadas han existido a menudo en la historia. Veamos como ejemplo la Guerra de la Reconquista contra los moros en Espaa, que se prolong por espacio de ms de ocho siglos o las de los trtaros y mongoles contra los reinos nacientes en la Europa Oriental, tambin muy prolongadas. En Ibero-amrica, la Guerra de la Independencia fue violenta, porque libr unos ciento cincuenta combates, pero dur slo catorce aos, hasta la batalla de Ayacucho, y las Guerras con el Brasil o la de la Triple Alianza, menos de cinco, la por las vacas, trescientos cincuenta. A eso se debe que el libro preparado para la descripcin tenga ms de cuatrocientas pginas, a las que se suman otras muchas de ndices, b ib liografa y anexos.

    Por lo mismo, efectuar una relacin que pretenda ser legtima, de un perodo tan largo, tiene dificultades. En esta resea trataremos selectivamente algunos de los miles de episodios que lo jalonaron, por estimar que son los que con mayor exactitud revelan la esencia de los factores que intervinieron en forma cambiante a travs del tiempo.

    El propsito es lograr la comprensin de un problema vasto y sus poderosas consecuencias. Es sin duda importante honrar la memoria de quienes lo protagonizaron y enfrentaron sus penosas vicisitudes, como parte esencial de crear un pasado usable para los argentinos y las chilenos actuales.

    Esto, nos obligar a ocuparnos de un campo de batalla que ocup a dos frentes sobre dos pases, tanto el de los Andes, abarcando a Chile y Cuyo, como el de las Pampas, que se extendi sobre las grandes llanuras al oriente de los Andes, hoy argentinas, separadas las dos por la franja de la pampa semi-rida o el Mamul Mapu de los araucanos.

    Siguiendo este procedimiento y saltando a veces de uno a otro de los dos frentes sealados, que tenan actores, intereses y mtodos similares, nos referiremos primero a la llegada de Almagro y sus compaeros, desde el Alto Per, para fundar Santiago de la Nueva Extremadura, en Chile, ya que los espaoles tardaron ms en avanzar desde el Atlntico.

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  • Desde un primer momento, se advirti que los indios caan fcilmente en la esclavitud, doblegados por la ventaja tecnolgica que daba a los espaoles su posesin de armas de acero y de fuego, de caballos y perros de combate. La servidumbre de la poblacin conquistada pas a compensar por la escasez de los inmensos tesoros que haban adquirido en empresas anteriores como las de Hernn Corts en Mxico y la de Pizarro en el Imperio Incaico. Sin embargo, aunque se hicieron comunes los raids para aprisionar mano de obra para el trabajo forzado, llamadas por los sacerdotes las infames malocas , los espaoles chocaron hacia el sur del ro Biobio con indios ms belicosos y jefes decididos que frenaron su avance. El territorio de Araucana, qued por siglos como un obstculo inexpugnable para los limitados recursos blicos que pudieron movilizar los espaoles y sus sucesores, los patriotas blancos. In fin idad de com bates, numerossimas bajas entre los indios y la desolacin de muchas poblaciones de los cristianos, signaron la situacin. Grandes lde res de los mapuches como Caupolicn, Lautaro, Pelantaru y otros muchos, a pesar de sufrir cientos de miles de muertos y cautivados, mantuvieron sus territorios exentos del dominio espaol, llegando a matar en combate a grandes jefes blancos como el mismo Valdivia y el gobernados Martn Oez de Loyola, primo del santo, junto con centenares de sus soldados.

    El estilo de guerra permanente se complet finalmente cuando los indios cayeron en la cuenta de que los blancos tenan rebaos importantes de vacunos y de yeguarizos que ellos se encargaron pronto de consumir y negociar en grandes cantidades, ro

    bndolos m ediante el maln o maloqueo. Este sistema era para ellos un recurso cultural tradicional, para formas de la guerra india y para el habitual matrimonio exognico, tanto por la fuerza como por el maln nupcial negociado con los familiares de la novia.

    Despus de aos de confrontacin casi permanente, el rey de Espaa considerara que era un pobre negocio enfrentar la resistencia de los mapuches, cuando l tena un imperio inmenso para explotar. As, terminara reconocindoles la posesin de la cua de territorios de Araucana, en el pedemonte occidental de los Andes, entre los ros Biobio y Toltn, hasta la costa del mar en el Pacfico, tras parlamentos y tratados complejos con los loncos o caciques.

    Por mucho tiempo, hasta fines del siglo XIX, los caciques araucanos reivindicaran estos convenios, a pesar de que ello significaba interponer una cua hostil dividiendo en dos a Chile. Por lapsos prolongados sera necesario comunicarse por mar entre el valle Central y el norte de Chile y los territorios como Chilo y otros, de ms al sur.

    Durante esos siglos quedaran desoladas poblaciones y estancias chilenas y cuyanas, donde fueron aniquilados sus pobladores, como por ejemplo, entre muchas Villarrica, en 1553, tras un homrico sitio. La villa recin podra volver a levantarse de sus ruinas en 1881, despus de una desolacin que se constituira en smbolo de la resistencia araucana.

    A la vez, desde el comienzo se haban do poblando desde Chile, a travs de los Andes, los oasis de Mendoza, de San Juan, La Rioja y otros, donde pronto hubo cultivos de riego y unas 33 estancias ganaderas. Se re

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  • pitieron los intentos de resistencia denodada de los indios lugareos, en su mayora huarpes algarroberos, que fueron siempre sojuzgados duramente por los espaoles, imponindoles diversas formas de lo que se denominara terror colonial , en forma similar a lo que haran todas las potencias colonialistas europeas (Portugal, Gran Bretaa, Francia, Holanda, Alemania) en sus aventuras imperiales de esos tiempos. A la inversa, los malones desolaron con frecuencia las estancias ganaderas, en las que procuraran vacunos y yeguarizos como el principal objetivo.

    Como ejemplo de lo acontecido en la poca, vale mencionar la desolacin por los indios aucas o rebeldes de la incipiente villa de San Luis de la Punta de los Venados. En esa ocasin slo se salvaron los pobladores blancos que tuvieron tiempo de refugiarse tras los fuertes muros del Convento de la Orden de Predicadores y adems, se perdieron todos los rebaos.

    Mientras estas tragedias se sucedan, paralelamente se manifestaban hechos trascendentes pero ms livianamente recogidos por la historia, a pesar de su gran importancia. Por ejemplo, el hecho de que la conquista espaola fuera cumplida masivamente por varones, con muy escasa presencia de mujeres de la misma raza, hizo que en todos los poblados conquistados por ibricos aparecieran prontamente anillos de descendientes mestizos, nacidos de los verdaderos harenes establecidos con la servidumbre indgena y luego, con las africanas, tradas como esclavas y pronto codiciadas sexualmente por los patrones. Dicho fenmeno sera ms notable en las colonias ibricas que en las de otras potencias imperiales,

    aunque tambin hubo casos de mestizaje en colonias francesas, inglesas y holandesas. A esta masa demogrfica nueva se uniran los negros escapados de la servidumbre, delincuentes y criminales varios, desertores de los ejrcitos o navios, y otros renegados. Esta descendencia que sera pronto mayoritaria, sera conocida como de vagos y malentretenidos, g de mozos sueltos sin uso ni beneficio, porque los padres cristianos en muy pocos casos se preocuparan de darles ocupacin legtima y quedaran circunscriptos a formas de vida marginales, formando parte de la gran masa de la poblacin dominada. A las mujeres casi no se les prestara atencin, porque eran usualmente ocupadas como servidumbre de las familias blancas o quedaran como pobladoras de las ranchadas, en las que la concepcin de la vida familiar era bastante primitiva.

    A la vez, otro fenmeno caracterstico de los primeros tiempos de la conquista sera el cataclism o pestilencial introducido inadvertidamente por los caucsicos, procedentes de Viejo Mundo. En aquellos pases existas dolencias infecciosas graves para las cuales los blancos haban adquirido formas de inmunidad que los aborgenes no conocan.

    Ello provoc verdaderas hecatombes en los poblados indgenas, hasta hacer que los conquistadores se asombraran de encontrar despoblados en sus segundas visitas, los villorrios indgenas que haban visto muy habitados en las primeras. Tal sucedi con las to lderas querandfes, timbes, guenoas y otras, en la Cuenca del Plata, y se han estudiado graves reducciones de hasta el 80 % de la poblacin indgena en comarcas de Chile, del Incario, del Ca

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  • ribe y de Mxico, y en otros puntos de Amrica.

    Sera notable la referencia del general San Martn en sus tratos con los pehuenches del sur de Mendoza, sealando que lo que ms dao les haca eran la viruela y la sfilis, ambos exponentes del cataclism o pestilencial, sumados a la tuberculosis, las gripes, la tos convulsa, la difteria, el sarampin, la escarlatina y otras del mismo jaez.

    A todo esto hay que agregar un fenmeno que alcanzara gran repercusin reforzando la conexin entre los frentes de los Andes y de las Pampas.

    Se trata de la expansin rpida y violenta de los araucanos, desde sus lares habituales en la Araucana chilena, hacia las inmensas extensiones casi desiertas en las pampas que adems, pronto estaran pobladas por enormes rebaos asilvestrados de cimarrones y baguales, que ofreceran cacera mucho ms productiva y hasta ms gloriosa que la alvajina a que estaban acostumbrados y que ahora la condicin de jinetes les facilitaba.

    Esta migracin hacia las pampas, a veces transitoria y a veces permanente, que se hara creciente, sera auspiciada por los propios caciques de Arauco, que destacaran a sus hijos hacia las pampas para que se hicieran valientes". Ello significaba arrear animales hacia Chile, enfrentando la oposicin, no slo de los huincs o extranjeros cristianos, sino tambin de las tolderas tehuelches ocupantes del lugar, que se vean desplazadas, muertos sus jefes y cautivadas sus mujeres y sus hijos.

    La Guerra por las Vacas abarc, por lo tanto, diversos episodios de lucha entre indios, como fueron las batallas de Languieo, de Senguer y de Piedra Sotel, en Chubut y algo des

    pus la de Choele Choel sobre el Ro Negro y otras, en las que triunfaron los mapuches, con gran mortandad de tehuelches. Se registraron, adems, asesinatos como los muy comentados de los caciques chilenos Rondeao y Meln con muchos de sus borogas, a manos de los tambin chilenos huilliches de Callfucur, o la masacre de los pehuenches a manos de .los huilliches, al sur de San Rafael, en Mendoza, y otros muchos, que fueron verdaderos genocidios entre indios.

    A la vez, la saa de la guerra hara que hubiera masacres de indios bajo los sables de algn regimiento, como las de los borogas en el Arroyo del Pescado y poco despus, en Languiy, cerca del actual 9 de Julio, y las varias que hubo en la proximidad de Baha Blanca., tanto a manos de los borogas y pincheirinos realistas como de la guarnicin patriota porte- a del fuerte.

    Nos referimos a esta migracin araucana que ira creciendo con el tiempo, como la creacin de la Magna Araucana en las pampas, siempre conectada y con poblacin de la propia Araucana al oeste de la cordillera, hasta el fin mismo de la guerra. Es una adecuacin del viejo concepto de 400 aos a.C., cuando las ciudades de la Grecia clsica hicieron lo mismo con sus m igraciones en el Asia Menor, Sicilia y el sur de Italia, creando lo que se denomin la Magna Grecia.

    Estamos forzados por la limitacin del espacio a detenernos slo en unos pocos aspectos de la terrible y sostenida confrontacin, en la que las fuerzas militares de los cristianos tenan casi siempre la ventaja de su superior armamento y disciplina, pero los toquis o caciques de guerra,

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  • mantenan la iniciativa de atacar en puntos especficos que ellos elegan, con excelentes caballos y que podan batir concentrando fuerzas mucho ms poderosas que las asentadas en los fuertes para oponrseles.

    De esta manera, segn los informes de los cnsules britnicos y estadounidenses de la poca, los diversos malones hechos a lo largo de ms de 1.300 kilmetros de extensin de la frontera en las pampas, lograran llevarse hacia las tolderas, a veces renunciando a una parte de lo recogido en sus algaras por la persecucin de militares y hacendados, un promedio de 100 a 200.000 cabezas vacunas y muchas decenas de miles de yeguarizos ao tras ao. Esto representaba una extraccin verdaderamente invalidante sobre el capital semoviente criado en las estancias.

    Eso, sin contar el elevado nmero de bajas entre muertos y cautivos en la poblacin rural de los campos atacados, que las invasiones hacan a veces espaciadas por meses y hasta por aos, pero que, otras veces, eran efectuadas en varias oportunidades en un mismo ao.

    Un aspecto interesante, nunca debidamente esclarecido, es cmo se las arreglaban los arreadores indios para que rebaos de tantos miles de cabezas como los que se pudo comprobar que haban reunido los malones de Ancafil, de Raylef, o de Callfucur, adems de los formados al reunirse los de muchos malones menores a cargo de bandas ms pequeas, para cruzar las travesas secas de la Pampa Central. En efecto, los historiadores de nuestros das, tras cuidadosas consultas y exploraciones, han llegado a la conclusin de que las aguadas del Mamul Mapu (tierra de los caldenares en la Pampa

    Central), que interpona sus ridas travesas entre los campos verdes de la pampa hmeda y los grandes ros Colorado y Negro, para llegar a la cordillera, no tenan agua para arreos tan numerosos.

    La explicacin que nosotros aventuramos, difcilmente comprobable porque los indios no escriban ni daban acceso a extraos en esos territorios profundos, es que hoy conocemos los territorios cuando ya los ros cordilleranos que bajan de la cordillera en Mendoza, se han aprovechado para el riego de los oasis de esa provincia. Eso deja casi agotado el Chadileuv-Desaguadero, que en los siglos anteriores corra con mucha ms agua, alimentando ricamente las napas freticas que alumbraban abrevaderos ms generosos en su descenso hacia el Ro Colorado.

    Con el paso del tiempo, el hecho que el rey de Espaa autorizara a los caciques araucanos a mantenerse como poseedores de las tierras de la Araucana en Chile, y que por el contrario , las inm ensas extensiones pampeanas estuvieran llenas de rebaos pastoreados laxamente por los blancos debido a las extensiones tan grandes que deban cubrir con muy poca gente, hizo que la poblacin araucana se multiplicara en la Magna Araucana de las pampas, en un proceso que se ha denom inado "araucanizacin. Buena parte de los ms clebres loncos y toquis de las pampas seran nacidos en Chile, como fueron Pablo Levenopn, los Yanquetruz tanto el ranquel como el tehuelche, Meln, Rondeao, Callfucur y otros muchos.

    Podramos extendernos tambin en el surgimiento y desarrollo de la personalidad gauchesca, ya que ella result un componente fundamen

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  • tal para la ganadera inicial, en la Guerra por las Vacas, y porque ha sido promovida despus como paradigma de la nacionalidad argentina, pero ello merece un estudio aparte y se tratar en otra oporunidad.

    Siguiendo con el mtodo de presentar solamente aspectos aislados del conflicto que sirvan como referencia general, podramos detenernos en m uchos de los in fin ito s malones lanzados por los caciques para abastecerse de ganado, de esclavos blancos y de otros objetos de la rapia, as tambin como a los contramalones lanzados por las primitivas milicias, luego elevadas a la condicin de cuerpos formales, como los Blandengues o Caballera de Frontera, y los Dragones y Hsares regulares o Veteranos. Ellos fueron dispuestos como guarnicin de los fuertes que, tras algunas iniciativas primitivas, fueron constituyendo una cadena de pequeas fortificaciones que se extendan en una amplia curva en las pampas, desde la costa del Atlntico hasta el Fuerte San Carlos, en Mendoza, o sea la vastedad de los citados 1.300 kilmetros.

    Entre los muchos episodios que pueden describirse, podemos escoger el maln de 1824, que invadi mandado por los veteranos caciques Ancafil y Pichimn, con la ayuda de algunos gauchos renegados que les servan de guas hacia las estancias con ms ganado.

    En esa oportunidad la columna principal del maln, ingres por los campos de Magdalena donde recogieron un rebao que los clculos de la poca estimaron en ciento cincuenta mil animales. Perseguidos por los Blandengues del fuerte, el terreno inundado y las nubes de mosquitos hicieron difcil la tarea, a la que se ha

    ban unido los comandantes Arvalo y Cajaraville. En una noche lluviosa, se les uni tambin Juan Manuel de Rosas con un piquete de sus Colorados del Monte, bien armados y montados, con los cuales como vanguardia, dieron alcance al enorme arreo cerca de la laguna del Araz.

    All se trab un encuentro por varias horas, porque los indios estaban frenados en su retirada al insistir en llevarse su inmenso botn de vacas. En ataques sucesivos los soldados infligieron a los indios fuertes bajas, incluyendo a su cacique Ancafil, con lo que los dems decidieron desbandarse. El enorme rebao recuperado, al marchar de regreso ostentando las marcas de todas las estancias de la zona, se extenda desde Dolores hasta las mrgenes del ro Salado.

    Los indios en sus deliberaciones al volver del maln, achacaron el contraste a los guas renegados. Algunos de ellos fueron degollados, en tanto que el principal, llamado el "gaucho Jos Luis Molina, pudo zafar gracias a su excelente caballo que lo puso en el fuerte Kakel Huinkul, donde su comandante, el mayor Cornell, tuvo que defenderlo nuevamente, ahora de los pobladores blancos que quisieron lincharlo por su colaboracin con los caciques en el maln precedente. Finalmente, lleg el indulto concedido por Rivadavia a Molina por sus brillantes condiciones, que l confirm algo ms tarde cuando fue destacado cerca de Patagones para enfrentar la amenaza de los brasileos, ahora en guerra con el Ro de la Plata. En esa ocasin Molina con unos veinticinco gauchos fueron decisivos para el triunfo del Cerro de la Caballada, en el cual una flotilla anglo-brasilea fue ntegramente apresada.

    Importa sealar que la Guerra por las Vacas en muchas oportunida

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  • des se entrelaz inextricablemente con otros conflictos existentes entre los mismos indios o entre los grupos polticos blancos que pronto se empearon en la Guerra de la Independencia y luego, en la Guerra Civil en ambos pases. As por ejemplo, vale la pena mencionar que despus de la batalla de Maip, que coloc en el Directorio de Santiago a Bernardo O'Higgins, el ejcito realista y su partidarios chilenos se retiraron hacia el sur del pas, donde la mayora de los araucanos se volcaron decididamente de su lado, por considerar preferible el triunfo en la guerra del rey que les haba garantizado la posesin de los territorios de Araucana, cosa que los patriotas no les aseguraban. As empez la que se denomin Guerra a Muerte, caracterizada por terribles violencias, hasta que fueron decisivamente derrotados por los patriotas y la mayora de sus cabecillas muertos o indultados en acuerdos de paz.

    Sin embargo, varios grupos realistas se haban internado en los campos semidesiertos al este de la cordillera, como los tristemente famosos herm anos huasos Pincheira, acompaados de las indiadas con las que haban estrechado alianzas, como eran los borogas. En pos de ellos, comisionados por el gobierno chileno, pasaron los Andes hacia las pampas los escuadrones de algunos combatientes indios patrio tas como Venancio Conhuepn, apoyado por un destacamento de coraceros y algunos mandos chilenos que tendran destacada participacin en diversos combates en territorio de lo que ya era Provincias del Ro de la Plata o Argentina.

    El intento era dar fin a los grupos realistas que podan intentar retornar a Chile para derrocar a O'Higgins, que contaba con el apoyo

    del Ejrcito de los Andes. El general patriota chileno Jos Miguel Carrera y sus hermanos, enrgicos enemigos de O'Higgins y de San Martn, tambin efectuaron muy graves desolaciones en las pampas en procura de volver a posesionarse del poder en Santiago.

    Los combates fueron muchos y encarnizados, intentando represalias contra el escuadrn chileno de Carrera, que unido a una fuerte coalicin de mapuches, cum pli un trem endo maln que desol la villa de Salto, con unos 300 muertos de sus pobladores y otros tantos mujeres y nios arreados cautivos al desierto.

    Los combates en las pampas arreciaron en forma casi continua, terminando frecuentemente con la dispersin de los escuadrones indios batidos y la recuperacin de todo o parte del rebao robado. Tambin en esa poca se produjo la conocida derrota de Toldos Viejos, en la que un cuerpo de ejrcito al mando del coronel Andrs Morel fue desbandado con fuertes bajas por un escuadrn de setecientos conas mandados por el cacique Mulato, con el apoyo de los fusileros pincheirinos que mandaba en este caso el jefe God.

    Dicha derrota provoc el contragolpe encabezado por el entonces teniente coronel Federico Rauch, veterano del ejrcito napolenico, quien realiz dos penetrantes incursiones hasta Epecun, bien al fondo de la pampa, provocando graves prdidas en los malones y recuperando un gran nmero de cautivas que los indios llevaban consigo.

    Lamentablemente, los indios aucs batidos se vengaron ferozmente de las tribus de indios amigos que haban servido de apoyo a Rauch. Ni bien el ejrcito regres a Tandil para reponerse de la incursin, los aucs

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  • atacaron a los tehuelches y a los pampas de Catriel, haciendo gran matanza, que incluy al anciano cacique Cayupilqui, en lo que sera otro genocidio entre indios, aunque alrededor de la presencia de los cristianos.

    La sucesin de m illares de bajas de todo tipo, segua creciendo al retirarse los malones ms grandes o tambin en las batallas campales que se producan incluyendo desde puesteros y chacareros aislados, hasta los trescientos y ms que quedaban abandonados en los campos, castrados o con el pecho abierto para extraerles el corazn, el hgado o los riones. Era el hbito de comer crudo el caritum, forma de antropofagia ritual heroica que practicaban muchos grupos indios, en lo que crean apropiarse de la fuerza y el coraje de sus enemigos vencidos.

    Adems, haca tiempo se saba que muchas cautivas capturadas por los indios en las pampas terminaban vendidas como esclavas en Valdivia plaza que, por irrisin, era mencionada como un Argel improvisado, en el que haba un perenne mercado de esclavos.

    El sistema de seores bandoleros organizado por los indios en las pampas, bastante similar al de los seores feudales de la Edad Media en Europa, provea a la poblacin indgena, predominantemente mapuche y hablando araucano desde comienzos del siglo XIX, una economa abundante, pero era una sangra permanente y dolorosa para los habitantes de las pampas.

    Buen tiempo tomara resear, por ejemplo la Campaa al Ro Colorado, planeada y ejecutada en buena parte por Juan Manuel de Rosas, en tres columnas, con el concurso de Juan Facundo Quiroga, el caudillo

    riojano recientemente derrotado por el general Jos Mara Paz, en La Tablada y en Oncativo, pero ahora designado comandante en jefe.

    Vale la pena sealar que al negociarse esta campaa, el Dr Maza, Ministro de Gracia y Justicia de Buenos Aires y futuro mrtir de la Mazorca, haba iniciado tratos con el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile, con el fin de que una cuarta Divisin del ejrcito chileno atravesara los Andes neuquinos, como haban hecho en ocasiones anteriores, para atacar a los indios por la retaguardia, encontrndose con las divisiones argentinas en la confluencia de los ros Neuqun y Negro. El estallido de la revolucin del Comandante General de Armas de Chile, general Jos S. Centeno, encabezando a los partida rios de O'Higgins, impidi la participacin de fuerzas chilenas, con lo que tambin disminuyeron las perspectivas de extender su soberana a Neuqun cuando el tema se actualiz por la derrota final de los araucanos en los aos de 1879 al '83.

    Puede describirse lo acontecido con las tres Divisiones que actuaron, tanto la del Centro, mandada por el general Jos Ruiz Huidobro, como la de la Derecha, al mando del general Jos Flix Aldao, pero estas tuvieron resultados relativos, debidos principalmente a la sequa que desolaba los campos, salvo por la victoria de Las Acollaradas contra los ranqueles, en que perecieron varios h ijos de Yanquetruz y slo le quedaron unos sesenta guerreros con capacidad de combatir, aunque los aportes desde la cordillera y de la Araucana y la natalidad propia pronto llenaran los claros en sus escuadrones.

    Nos queda referirnos a la Divisin Izquierda, mandada personal

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  • mente por Juan Manuel de Rosas con sus comandantes ngel Pacheco, Delgado, Ramos y otros, que destruyeron numerosas poblaciones indias en pleno invierno y liberaron muchos cautivos, entrando hasta el sur de Mendoza.

    Para dar a entender lo duro de la guerra, se puede mencionar la orden enviada por Rosas a su subalterno Ramos, diciendo:...para evitar el exceso de prisione

    ros, en lo sucesivo, tratndose de adultos, slo se debe retener a los de ms importancia". A los dems, se ordenaba dejarlos atrs con una guardia, ladendolos al monte, o sea lejos de la rastrillada para fusilarlos en algn rincn apartado. La orden continuaba argumentando que no convena tomar prisioneros. Era mejor, en el ardor del combate, matarlos en caliente, por no tener como custodiarlos seguros .

    Este es evidentemente uno de los episodios que pueden calificarse de genocidio a cargo de los blancos, que seran comentados posteriormente por los defensores de los indios, olvidando los que fueron, a la inversa, hechos entre ellos mismos.

    Lo que interesa subrayar es que, como haba sido la regla, el ejrcito despus de sus triunfales avances y la fuga a su frente de todos los combatientes indios, tendra que retirarse nuevamente a sus bases, sin poder consolidar el dominio de los cristianos del inmenso campo de batalla, para cuya ocupacin permanente no haba poblacin, ni empresarios, ni siquiera ganados suficientes.

    Pasando a otros de los innumerables episodios que jalonan los trescientos cincuenta aos de la guerra, podemos mencionar el ingreso en las pampas desde el sur de Chile, de

    la gran familia Cur con sus huilliches y, principalmente, su participacin en el asesinato en Massall de los caciques borogas Rondeao y Meln, probablemente con muchos de sus tribeos. Aunque aparece como muy probable que Juan Manuel de Rosas haya sido el instigador de dicho crimen y en el reclutamiento de los asesinos, se hicieron evidentes esfuerzos para disimularlo y se movilizaron aunque tardamente, los regimientos de Baha Blanca para, supuestamente, perseguir a los asesinos, pero siempre sin concretarlo.

    Tras varios incidentes, los coroneles blancos sospecharon que los varios ataques dirigidos contra los ranqueles haban fracasado porque los borogas aliados les hacan saber de antemano los propsitos del ejrcito. Por eso, la guarnicin de Baha Blanca, apoyada por el escuadrn de Conhuepn cay sobre la toldera boroga en Arroyo del Pescado, haciendo gran matanza. Por segunda vez, el ataque en las proxim idades de Languill, cerca del actual 9 de Julio, termin de liquidar el grupo y la cabeza de su jefe, el renombrado Caniuquir fue llevada enastada en una lanza hacia Baha Blanca.

    Los indios de Venancio que haban sido de una lealtad reconocida, testigos de la saa con que se haba conducido el ataque, se sublevaron en masa, matando a dos oficiales y unos setenta soldados, adems de uno de los hijos de Venancio.

    Poco despus, la misma toldera de Venancio, cerca del Fuerte de Baha Blanca, fue asaltada por una horda compuesta por varios cientos de indios unidos en una confederacin para vengar a los borogas. Estos procedieron a matar a Venancio y a buen nmero de sus leales, antes de

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  • seguir desolando y robando en direccin a Tapalqu, donde estaban asentados parientes y amigos del gran cacique muerto. All lograron robar en las tolderas, pero cuando se retiraban fueron alcanzados por la guarnicin mandada por Pedro Ramos, con lo que se libr un feroz combate, que se denomin la Primera Batalla de Tapalqu, dejando ms de doscientos conas muertos, contra veintisis soldados y cinco indios aliados.

    Algo despus, en un nuevo combate sobre Pozo Pampa, los indios volvieron a ser batidos con nuevas prdidas. En ambos casos se les haban arrebatado grandes arreos robados y conjuntos de cautivos. El gobierno premi con medallas a los combatientes.

    Podramos seguir reseando episodios trgicos que baaban en sangre a sectores amplios del gran campo de batalla. Adems, en esos tiempos se vivieron episodios importantes como las batallas de Caseros, que termin con la Tirana de Rosas, y las de Cepeda y Pavn, que cumplieron la unificacin de las diversas provincias y crearon un mbito para la nueva Constitucin inspirada por Alberdi y concretada con el concurse de Gutirrez y un ncleo distinguido de ciudadanos. En la mayora de estos conflictos participaron escuadrones indios y, en varios casos, dieron pbulo para que los conas aumentaran su agresiv idad, ahora con Callfucur aliado de Urquiza, contra Buenos Aires, lanzado en fuertes malones, que volvieron a sembrar de muertos muchos campos.

    Por ejem plo, en 1855, una enorme invasin desol buena parte del centro de la provincia de Buenos Aires. El gran lmen Callfucur, tras pacientes negociaciones haba con

    seguido que se sublevaran las pobladas tolderas mansas ubicadas cerca de Tapalqu y Azul. Entre ellas haba pampas viejos, de pronunciada estirpe pm pida, adem s de grupos mapuches y de otros orgenes que se haban distanciado de Callfucur despus del crimen de Massall, aunque todos ya hablaban araucano y haban olvidado el viejo gunnu iajitch de los tehuelches pmpidos originales.

    Para contraatacar a este maln se registraran acciones importantes cuando Bartolom Mitre, el Ministro de Guerra y Marina de la provincia, comand un avance sobre las tolderas sublevadas de Catriel, mientras el coronel Daz atacaba a Cachul, en camino para confluir con l. El ataque termin en gran frustracin cuando las tropas interpretaron que la retirada de los lanceros era una derrota decisiva y se desordenaron para saquear los toldos abandonados, sin prever el contraataque indio que seguira de inmediato.

    Solamente la ineptitud de los jefes indios les impidi lograr una victoria decisiva cuando los regimientos se refugiaron en la Sierra Chica desde donde, esa noche, pudieron efectuar una sigilosa retirada hasta la villa de Azul, mientras los guerreros aucs festejaban entusiasmados lo que se imaginaban sera una total victoria.

    La poca registra una sucesin de choques de ncleos importantes del ejrcito y las milicias, ahora llamadas Guardia Nacional, contra numerosos escuadrones de lanceros, que terminaron con cientos de muertos en las filas de los cristianos y considerables prdidas materiales, hasta que nuevas paces lograron traer algo de tranquilidad.

    Una vez ms sealamos que estamos procediendo a una extrema sntesis de una guerra feroz que pro

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  • voc mucha sangre, sudor y lgrimas. A todo esto, mientras continuaban los esfuerzos de la nacin para tomar una forma definitiva, tambin se producan en el resto del mundo circunstancias especiales que incidiran profundamente sobre el curso de la Guerra por las Vacas. As hay que mencionar que entre 1861 y 1865, mientras en los Estados Unidos se libraba la Guerra de Secesin, y casi a la vez la Guerra de la Triple Alianza entre nosotros, adems de las ofensivas contra las bandas de montoneros que seguan obstruyendo la integracin de una nacin, se haban inventado y todos los ejrcitos modernos incorporaban aceleradamente las armas de fuego interior, que diversas fbricas producan en los Estados Unidos, Gran Bretaa, Francia, Alemania y Suiza. Eran los renom brados fusiles y carabinas Remington, W inchester, Spencer, Sisse Veterly, Comblain y otros. El uso de estas armas incrementara de tal manera el podero de los regimientos, que los escuadrones indios con su armamento tradicional pasaran a ser decididamente arcaicos. A la vez, los avances masivos de la navegacin a vapor, del telgrafo y los ferrocarriles introducan elementos decisivos para la paz y para la guerra, en la enorme extensin de las pampas.

    A lgunos de los caciques araucanos ms lcidos de Chile, comenzaron a ver con preocupacin la situacin. Aunque continuaba el trfico de ganado robado, proveyendo recursos superiores a todo lo conocido tradicionalmente por las parcialidades mapuches en su vieja etapa de cazadores-recolectores, el futuro se les presentaba oscuro.

    Por eso, el poderoso jefe arribano Mail Bueno intent aliarse con el general Justo Jos de Urquiza,

    enviando como huentrenl o embajador a su hijo, a travs de su alianza con Callfucur. Sin embargo, esos contactos no tuvieron respuesta.

    Muchos episodios adicionales podramos incluir como demostracin de la saa de esta guerra. Agregaremos la decisin del ya anciano Callfucur que se dispuso a castigar las malicias sufridas por algunos de sus allegados a manos de jefes militares, para lo cual lanz una invasin que recogi un enorme rebao de unas 200.000 cabezas en las proximidades de la laguna La Verde. All lo enfrentaron Rivas, Borges y otros jefes militares, en la gran batalla de San Carlos, con el apoyo de los escuadrones de Coliqueo y de Catriel y muchos civ iles de los pagos vecinos. Callfucur tuvo que retirarse perdiendo varios cientos de lanceros y unas setenta mil cabezas del arreo recogido, lo que no impidi que su chusma auxiliar tuviera tiempo de llevar hacia las Salinas Grandes ms de cien mil.

    El gran cacique muri el 4 de junio de 1873 cuando algunos le calcularon unos ciento ocho aos de edad, luego de haber intentado varios malones de venganza contra las parcialidades de Coliqueo y de Catriel, que haban combatido por los blancos, contra l.

    En la dcada de 1870, se registraran acontecimientos que permitan optimismo en la larga confrontacin con los indgenas. Por una parte, el armamento y preparacin del ejrcito argentino haban sido muy reforzados, aunque persistieran numerosos problemas de aprovisionamiento y hasta de corrupcin, que seran enrgicamente denunciados por Alvaro Barros, an a costa de soportar arrestos y demoras de aos en el otorgamiento de sus bien ganados despa

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  • chos como coronel graduado.Por otra parte, las operaciones

    m ilitares rechazaban a las tribus aucs a territorios cada vez ms agrestes hacia el in te rio r de la Pampa Semirida Central, donde les era ms difcil mantener sus siempre superiores caballadas y lograr abastecimiento para sus chusmas. Esto, si por un lado incrementaba su tendencia al cuatrerismo de mantenimiento, por otra parte los debilitaba en su aptitud de combate.

    Pasado el perodo de la estrategias defensiva auspiciada por el Ministro de Guerra Adolfo Alsina, con su famosa zanja, tras su muerte precipitada por su abnegada dedicacin a la guerra, lo sucedera en el ministerio Julio Argentino Roca, el general ms joven del ejrcito argentino, con galones ganados en diversas luchas anteriores.

    Bajo su conduccin y con los progresos evidentes producidos, se cumpliran diversas acciones preparatorias y finalmente se desencadenara la Campaa del Desierto, autorizada por el Congreso a alcanzar la ribera izquierda de los grandes ros de la pampa.

    Entre los ltim os caciques aucs derrotados estuvieron los renom brados m estizos ranqueles Baigorrita y Lucho, que perecieron combatiendo, adems de los que se rindieron y fueron distribuidos en diversas reducciones, como Pincen, Nam uncur, Sayhueque, Foyel, Reuque Cur y otros muchos.

    Mientras estos sucesos ocurran en el Frente de las Pampas, tambin en los Andes haban proseguido enfrentamientos entre los caciques araucanos, que conservaban inclume su dominio sobre el territorio de la Araucana y el ejrcito chileno, que

    nunca haba logrado sobre ellos ms que victorias parciales, siempre seguidas de retiradas.

    A esta altura es preciso referirse a las profundas derivaciones que tendra la aproximacin del fin de la Guerra por las Vacas, principalmente sobre las relaciones fronterizas entre los dos pases, que la dominacin de los araucanos sobre un amplio sector del lmite aproximado sobre la cordillera, haba mantenido en un limbo.

    Del lado chileno haba fuerzas con poder poltico importante, interesadas en m antener el com ercio delictuoso de miles de cabezas de ganado robado en las pampas que, no slo abastecan la demanda bajando el precio de la carne y los cueros en el mismo Chile, sino que eran exportadas a buena parte de la franja costera del Pacfico hacia el norte.

    Compartan esta posicin los pobladores prximos a la Araucana que medraban directa o indirectamente del negocio, sino tambin gente influyente como el m ismo procer O'Higgins, el ex-presidente general Manuel Bulnes y su hijo el coronel homnimo, el alcalde de Chilln y otros como Basilio Urrutia, Domingo Salvo y Jos Mara Ziga, que tenan muchos partidarios, tanto entre los blancos como entre los caciques como Purrn, Agustn , Hueten, A illa l, Udalmn y varios ms, que eran los intermediarios obligados del comercio ilcito. Este numeroso grupo para conservar la situacin del comercio que los favoreca, obtuvieron que el gobierno chileno negociara con caciques que tenan algunas de sus tolderas instaladas en Mendoza y Neuquen, a los que ellos asignaron sueldos y ventajas diversas.

    Adems, las reclam aciones del gobierno argentino hechas en

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  • 1873, haban sido contestadas diciendo que las leyes de Chile permitan celebrar contratos sobre objetos lcitos entre personas con capacidad de contratar por lo cual el gobierno no poda interferiras. Cabe preguntarse si el comercio de ganado robado poda ser considerado "objeto lcito".En el ao 1879, Chile se haba comprometido en la Guerra del Pacfico, contra Per y Bolivia, que lo oblig a trasladar las guarniciones de la frontera interior contra las tribus mapuches para combatir en el norte, donde se concentr por varios aos la atencin de gobierno, el ejrcito y pueblo chileno.

    Por eso, cuando en 1880 el coronel Napolen Uriburu, jefe de la IVa Divisin de la Campaa del Desierto, en el sur de Mendoza, excediendo las instrucciones del Congreso, atraves los ros, ocup todo el territorio de Neuqun y cort la comunicacin tradicional de los araucanos entre la Araucana y la Magna Araucana, no hubo reaccin y el ejrcito argentino pudo continuar la exploracin y ocupacin los siguientes aos de la totalidad de la Patagonia, que ya haba sido visitada y descripta por exploradores argentinos, como el Perito Moreno, Piedra Buena y otros.

    En 1880, el ejrcito argentino en su avance, haba eliminado el sistema de cacicazgos araucanos al este de la cordillera, logrado la aceptacin de las leyes argentinas por los pocos comerciantes chilenos que an recorran la zona, y abierto el camino para la radicacin de colonos y ganados argentinos y cosmopolitas en toda la inmensa extensin de campos arrancados al dominio de los indios.

    El gobierno y el ejrcito chilenos tuvieron que continuar combatiendo contra los araucanos hasta 1883,

    cuando lograron finalmente doblegar sus ltimas resistencias. Su lucha se haba hecho en verdad suicida. No obstante, la totalidad de las parcialidades mapuches se levantaron para combatir, olvidando sus diferencias antiguas, intentando por ltima vez m antener su soberana sobre Araucana, pero el podero ya abrumador de los blancos los derrot con relativa facilidad. Los ltimos choques fueron verdaderas hecatombes, en los que los ros corrieron rojos de sangre, al decir de los comentaristas de la poca.

    En 1882 haba podido volver a levantarse la poblacin de Villarrica, desde su desolacin al comienzo de la Guerra por las Vacas, y pronto la poblacin araucana, sin sus caciques, compartira la ocupacin del territorio con la poblacin blanca y mestiza, frecuentemente como agricultores pobres, teniendo que ser asistida por el ejrcito chileno durante aos, con millares de raciones, para paliar sus necesidades.

    Como corolario, que permita hacerse una dea global de la magnitud de la Guerra por las Vacas, puede consignarse una estimacin del costo que represent.

    Estudiosos chilenos mencionan que en los primeros siglos de la confrontacin en el Frente de los Andes, hasta que se cre all la ficcin de guerra, los araucanos perdieron unos quinientos mil combatientes, de lo cuales unos cien mil pueden asignarse a la Guerra por las Vacas, diferencindolas de la inicial Guerra de Conquista. A esto hay que sumar los miles de prisioneros a quienes los espaoles amputaron ambas manos, nariz y orejas, antes de enviarlos de vuelta a sus tribus, como imposicin del terror colonial" que escarmentara

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  • a los rebeldes. A eso deben sumarse aproximadamente diez mil espaoles que murieron contemporneamente en la cantidad de enfrentamientos y desolaciones.

    En el Frente de las Pampas, por su parte, y tambin en el Frente de los Andes durante el perodo independiente, se produjeron infinitos malones, contramalones, y verdaderas batallas, como las dos de Tapalqu, la de San Carlos, la de Las Acollaradas, la del Araz, la desolacin del Alamito y muchas otras, cada una de los cuales dej vctimas que pueden estimarse groseramente en unos cien por ao en la poblacin blanca y el doble en los escuadrones indgenas. Estos hechos se mantuvieron por espacio de ms de tres siglos, incluyendo perodos de relativa calma sumados a aquellos en que la lucha se exacerbaba. Sumados todos dan un resultado conjunto estimable de ms de doscientos mil muertos, a lo que deben adicionarse miles de heridos y los muchos que quedaron invlidos, adems de las prdidas materiales enormes en cuatrerismo, secuestros y de

    solaciones.Ninguna otra guerra de las que

    soportaron los argentinos y los chilenos en sus historias alcanz dimensiones semejantes. Recientemente se ha hecho una evaluacin de las bajas sufridas por el ejrcito patriota en el transcurso de los ciento cincuenta combates librados por la Independencia, y ella se estima en la cifra de trece mil ochocientos muertos, a los que se debe agregar una cifra algo mayor en las fuerzas realistas, o sea un total de unos treinta mil como mximo. Como se ve, la diferencia es abismal.

    Hecho este sucinto racconto de trescientos cincuenta aos de guerra con su inevitable acompaamiento de muerte y desolaciones, cabe preguntarse el porqu del olvido profundo de las sin duda infinitas pruebas de coraje, resistencia y espritu de sacrificio, tanto de los aborgenes con sus formas arcaicas, como de los pobladores blancos, que invirtieron su empeo en convertir a la Argentina y Chile en los pases relativamente modernos que hoy son.

    Muchas gracias a Uds. por la atencin dispensada.

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