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LA GUERRA QUE NO FUE

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Ilustraciones del cuento La guerra que no fue realizadas por los alumnos/as de 3º del Ceip La higuerita.

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Hace mucho, mucho tiempo, existía una mina muy profunda.

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Con el mineral de hierro que sacaban de la mina, Maese Antón fabricaba las espadas del país.

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Aunque al rey le gustaban mucho sus espadas,

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Maese Antón quería fabricar una espada perfecta.

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Una tarde, cuando se echaba una siestecita bajo su árbol favorito,

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Vio en el cielo una gran bola de fuego.

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Asustado, se acercó al agujero que la bola había hecho al caer,

“¡Este pedrusco tiene mucho hierro!”, exclamo Maese Antón.

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A Maese Antón le costó un gran trabajo transportar el meteorito hasta su taller.

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En el taller, fundió el pedrusco hasta conseguir la mejor mezcla para fabricar una nueva espada.

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Tanto le gustó el resultado, que corrió a ofrecer la nueva espada al rey..

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El rey alucinó después de probarla.

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Confió tanto en ella que decidió utilizarla para invadir el país

vecino, pensando apoderarse de una playita que siempre le había

gustado mucho.

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El país vecino quiso defenderse de la invasión y preparó a su ejército para la lucha.

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Cuando los dos reyes se encontraron cara a cara en el campo de batalla, se lanzaron a comprobar la dureza de sus espadas. Sin embargo, después del primer choque, les resultó imposible separarlas.

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¡Las espadas parecían haber quedado pegadas! Pero no estaban pegadas. Estaban abrazadas, abrazadas entre sí por unos minúsculos brazos de acero.

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Las demás espadas pensaron que era mucho mejor para la salud abrazarse que golpearse.

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Los dos ejércitos decidieron retirarse cada uno por su lado.

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Las espadas quedaron abandonadas sobre el campo.

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Cuenta la leyenda que aquel lugar quedó bautizado con el nombre de:“La pradera de las espadas abrazadas” Durante siglos sirvió como lugar de reunión para las personas que amaban la paz y aborrecían la guerra.

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De todas formas, si vais hoy a visitar el lugar, os encontraréis con que han construido un gran centro comercial encima.

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Pero eso es lo de menos.

Lo que de verdad importa es que por debajo, enterradas en

las profundidades de la tierra, las espadas han aprendido

a entenderse entre ellas y se pasan los días charlando.

Charlando y extrañándose cuando recuerdan las tonterías por

las que los hombres se pelean, allá arriba, en la superficie.