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La Hechicera de la Casa 112

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"Si el tiempo es lento o rápido… depende de tu percepción..." La historia se va desarrollando a medida que la protagonista va relatando los hechos de forma que involucra sus propias vivencias y formas de pensar. Todo comienza cuando Galleta, su cachorro se pierde, por lo que ella decide emprender la búsqueda acompañada de su amigo Eduard. Para su sorpresa, el lugar que faltaba por revisar era aquella casa.. la 112.

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La hechicera de la Casa 112

Karla Marroquín

2012 Bubok Publishing S.L.1 ediciónIlustradora: Fátima AnayaGénero: suspenso

Para la pequeña hechicera que alguna vez habitó dentro de mí haciéndome

mantener mi verdadero yo hasta el día de hoy.

Por supuesto que a Yenny Hernández, quien nos motiva a ser mejores

diseñadores gráficos con una mentalidad más crítica y lógica.

Y claro que al pequeño Eduard, que se encuentra en alguna parte cercana a la casa 112, agradecerle la ayuda y la fuente de inspiración para concluir mí

primer libro.Y por último pero no menos

importante, a mi mamá; pues siempre aguanta cada cosa

y ocurrencia de mi diario vivir como diseñadora, y sin embargo está en todo momento para tenderme

la mano y hacerme mejor persona cada día.

Dedicatoria

ÍndiceCapítulo 1- LuzCapítulo 2- MenteCapítulo 3- TiempoCapítulo 4- DestinoCapítulo 5- Fuerza interiorCapítulo 6- La SonrisaCapítulo 7- EncuentrosCapítulo 8- EmilyCapítulo 9- Wilkins

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Luz

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Capítulo 1- LuzRecuerdo que una vez me dijeron, no juzgues a las personas por

como lucen, al final de cuentas lo material pasa, pero la esencia de la persona queda y cada vez que viene a mi mente esas palabras,

puedo traer conmigo esos sucesos acontecidos unos años atrás. Em-pezaré mi relato mientras tenga conmigo luz… y vida…

Ella vivía al final de ese pasaje, en una casa sumamen-te extraña, hecha de madera; la llamaban señora Wilkins. Todas las mañanas yo veía la forma en que sigilosamen-te se dirigía a su patio trasero. Era la vecina que más años tenía de vivir en aquella colonia donde alguna vez habité, e inexplicablemente todos los que vivían cerca, se mudaban al poco tiempo de haber llegado. Soy consciente de ello, pues vivía a dos casas de ella y podía darme cuenta cuando tenía nuevos vecinos. Hasta entonces no había motivo por el cual interesar-me más por esa anciana, y a mi parecer nunca hubiera tenido la necesidad de hacerlo; pero sucedió un día… era una mañana como todas las demás, me encontra-ba más emocionada que siempre, ya que esperaba con ansias la llegada de mi nueva mascota, un cachorro de tonos acaramelados, el cual irían al atardecer a entregár-

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melo. Oh si, aún puedo escuchar perfectamente hasta el día de hoy los ladridos enérgicos que emitía. Llegada la hora de la entrega, apareció en mi puerta un niño de cabellos cafés, algo alto y con semblante de ser una persona seria pero que igualmente caía bien a los demás. Su nombre era Eduard. Me entregó de inmediato una canasta de tamaño mediano que cargaba; emocionada miré dentro y ahí estaba lo más adorable que había visto hasta entonces: un cachorro tomando su tranquila siesta. Empecé a platicar confiadamente con Eduard, sobre su trabajo, y él sin mayor problema, me contó que era su padre el dueño del lugar y que por eso estaba en el negocio, aparte de su gusto por los animales, no tenía mayor problema en ayudarle a su padre con las entregas. En ese momento, la anciana Wilkins salió como siem-pre a su patio, pero Eduard y yo no tomamos mayor importancia, pasó inapercibida. Sin embargo esta vez fue muy distinto, fue ella quien desde su casa nos obser-vó durante largo rato; era sumamente incómodo sentir la mirada de la anciana sobre mi. A pesar de no llegar a mayor cosa, lo que sucedería los días siguientes cambiaría toda perspectiva de lo que hasta hoy había estado viviendo. Quedé con Eduard en que me ayudaría a entrenar a mi nuevo cachorro, pareciera o no, no soy muy buena en este tipo de cosas, y no me pareció una mala idea en querer empezar a conocer estas técnicas; así que ocurrió entonces…sentí como si hubiera pasado un enorme lapso de tiempo que pasé por alto vigilar a mi cachorro

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y no me di cuenta que ya no estaba con nosotros. ¿Se habría escabullido, guiado por algo que le llamara la atención? , como sea que fuere, imaginé lo peor. Junto a Eduard salimos a la búsqueda de mi cachorro, que hasta entonces su nombre sería “Galleta”, solo que no tuve el tiempo de decírselo porque ya se había ido. Alisté lo que fuera necesario: lámpara, croquetas de ca-chorro, y optimismo. De inmediato lo buscamos en los alrededores de mi casa, pensé que estaría en el ‘bosque’ que creó mi abuela… suelo llamarle así al jardín que ella tanto cuida y conserva, lleno de abundantes flores cuan-do estoy en el, recorro un pequeño instante mágico… solo que esta vez sería diferente, en cada paso podía darme cuenta que mi cachorro se iba perdiendo más y más quien sabe donde y porqué… Fué entonces cuando caímos en cuenta que no estaría cerca y que el único lugar que faltaba por revisar era el hogar de aquella anciana. No se si fué por el mero impulso, pero no me importó el hecho de que su casa se viera tan tenebrosa y extraña. Con toda seguridad nos escabullimos por el patio, casi que nos pinchamos los dedos por una cerca de mallas y alambres que había a lo largo del patio, pero igualmente logramos pasar, sin que se diera cuenta, a su casa. Normalmente las casas antiguas no me dan temor, es más siento que son el tipo de casas que más me gus-tan por su gran espacio y buena estructura, la casa de aquella anciana no distaba tanto de esta percepción, lo malo era el olor a incienso en el lugar y lo helado que estaba el ambiente, con lo que odio el frío, estaba más que incómoda.

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Lo extenso de su patio se debía a que no había en el ningún tipo de plantación, por lo que el panorama era bastante desolado… y deprimente; aunque obviando eso, mejor entré a la casa de inmediato para no llamar la atención por si alguien más nos veía entrar a la casa 112. ¿Qué será todo esto?- pensé en voz alta sin darme cuenta… Eduard no supo que responderme, así que hice como si no pasara nada y apresuré el paso aden-trándonos cada vez más a los pasillos, que parecían no tener fin. Luego de caminar un poco mas de dos minutos, pude darme cuenta que el suelo había cambiado y las paredes también… será que habíamos entrado a otra habitación sin darnos cuenta; no era tan probable pero tampoco imposible… en todo caso la señora Wilkins nos pudie-ra haber mandado algún tipo de hechizo haciéndonos caer en otra dimensión. La idea no era tan descabellada, pudo haber sido así mientras nos despistamos viendo las paredes con esas perforaciones de clavos, donde quizás colgaban sus cuadros y recuerdos en esa casa, o simplemente lo que les había apetecido. En efecto, las paredes comenzaron a cambiar de color a medida que avanzábamos, tornándose magenta hasta llegar a purpura topándonos con una puerta de color azul. Eduard se adelantó a abrir la puerta, aunque no muy confiado, la abrió de tal manera evitando hacer ruido. Me pareció que la luz me cegaba mientras oía a lo lejos el ruido de la calle y personas hablando de sus cosas, la confusión se apoderó de mi y entonces sentí miedo, pero no lo proyecté, actué de manera natural, sin em-

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bargo tomé del brazo a Eduard, quien me miró como si dijera, no me tomes del brazo tan fuerte. En cuanto la puerta azul estaba totalmente abierta una melodía angelical llenó el lugar y las paredes habían cambiado como si alguien quiso redecorar la habitación con papel tapiz brillante y rasgado. Era como estar en la habita-ción de una niña solo que sin la ternura que evocan esos lugares y la tranquilidad con la que se está en ellos. Sea como sea, el problema no era tanto ese, sino que había-mos perdido totalmente el rumbo de nuestro destino, o quizás era el comienzo de la aventura. A todo esto no sabía cuanto tiempo habríamos esta-do ya en la casa de ‘hechicera’, palabra con la que me refería a la señora Wilkins por parecerme alguien que practicara magia negra, es vano el recuerdo de cuando comencé a llamarla así… claro que, sin que nadie lo supiera.

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Capítulo 2- MenteLas personas vienen y van, ¿no es así?, lo que importará al final de cuentas es qué tanto hiciste por los demás, o al menos eso dicen. Nunca he creído tanto en la compasión humana; todo el tiempo he creído que las acciones no deben realizarse por lástima, pero como verás es muy difícil que eso no pase muy seguido. Y simplemente, a

nadie le importa.

El olor a dulce inundó la habitación, logrando des-pertarme y caer en cuenta que estábamos en una casa diferente, o habitación, o lo que fuere, ya no entendía nada de lo que estaba pasando. Busqué de inmediato la salida con la mirada, y así fue que pude ver que Eduard yacía en el piso como si estu-viera dormido. -Eduard, ¿qué te pasa? ¡Respóndeme!- dije de repente, las palabras las dije al aire, era más que obvio su des-mayo, sin embargo encontrándome sola en ese lugar lo obvio parecía ser ya una cuestión totalmente diferente a lo que yo conociera normal. -¿Qué se supone que hacen?- nos dijo de repente una hermosa niña de cabellos rojizos y carita de ángel –no deberían estar ahí… sino aquí conmigo, es la hora de

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tomar el té- La miré extrañada de tal invitación, aunque de todas formas después de estar ahí un buen rato, nada me pare-cía ya inusual. -No se supone que deba- le contesté de inmedia-to –me encuentro perdida y mi amigo no parece estar bien… No había terminado de hablar cuando ella se acercó, para vernos mejor. -Yo lo veo muy bien- dijo sonriendo –no te preocupes solamente está dormido – agregó mientras le colocaba una gomita dulce en la boca. Eduard al instante movió una de sus manos y abrió lentamente los ojos, se miraba como si hubiera estado durmiendo desde hace mucho tiempo. Así que lo que hice fue hablarle para que me reconociera y cayera en cuenta que seguíamos dentro de una casa… o al menos eso creía yo todavía. Nos levantamos y nos sentamos en unas pequeñas sillas afelpadas color rosa, era como estar dentro de esas casitas de muñeca de porcelana. Hasta entonces prefería seguir el juego, sin embargo mi preocupación por “Ga-lleta” no había cesado, ni tampoco mi voluntad. De pronto me di cuenta que la niña se quedó un rato observándome, su carita reflejaba inocencia pura y a la vez enojo. Era la típica mirada que yo hacía de pequeña cuando observaba a la gente que actuaba sin sentido, sin embargo no pensé que alguien más lo hiciera. No era ver a las personas despectivamente, simplemente que me gustaba mas observar que hablar. La niña cambió su mirada enojada y la habitación

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cambió de color parecía ser que las habitaciones cam-biaban con los sentimientos de la pequeña niña, pero porqué… Nada tenía coherencia, la niña comenzó a hablar y explicar que las habitaciones podían predecir lo que se sentía en ellas y dependiendo de eso cambiaba de co-lor. Era algo increíble, por supuesto que dude de ello al principio; después la plática se tornó un poco más seria, no recuerdo muy bien lo que ella me decía porque me distraje viendo la habitación que cambiaba de colores. Eduard se veía fuera de sitio como si hubiese visto un fantasma, cuando volví a ver a la niña ella había desapa-recido. Me asusté porque si ella había desaparecido, los próximos en hacerlo podríamos ser nosotros. Visualicé una pequeña salida que daba al corredor, las cosas ya parecían tornar otro rumbo, y vinieron hacia mí, sentimientos que jamás había tenido. Cuando estábamos en el corredor escuchamos un ladrido proveniente de una de las habitaciones; fuimos rápidamente a buscar, entramos y vimos la habitación de un color amarillo, pero no era un amarillo común era un amarillo fuerte como de enojo. Adentro en una esquina nos encontramos con una jovencita como de nuestra edad muy parecida a la niña de la habitación an-terior solo que algo no parecía común en ella. Se acercó a nosotros nos preguntó que si nos gustaba el color de la habitación, no supe que contestar pero Eduard dijo algo que me dejo perpleja, dijo que el color no daba con ella y que no le agradaba. La joven sonrió y el color se tornó un amarillo más alegre se escucharon de nuevo los ladridos pero esta vez más alejados le dije a Eduard

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que avanzáramos rápido, porque ese ambiente ya no me estaba gustando. La joven nos detuvo dijo que tenía algo que contar-nos, apenas y se le entendía; mientras se desvanecía parecía que trataba de ayudarnos, lo único entendible fue su última frase “las personas nunca revelan su natu-raleza verdadera sean cuidadosos”. Salimos rápidamente no pude evitar pensar que ella era muy parecida a mí, era una sensación rara pero no podía describirla era como si me pudiera ver a través de ella, pero tenía que concentrarme en buscar a “Galle-ta”; no podía distraerme. Subimos a la segunda planta y los ladridos se escuchaban un poco más cerca; mi mirada se desvió un poco mientras subíamos y resbale. Eduard logró sujetarme a tiempo y no me lastimé, pero ví en lo que me levantaba a una dama muy elegante en-trar a una habitación; ella nos miraba fijamente y lo pri-mero que pensé fue pedir perdón y no pude controlar mis nervios casi lo grite ¡DISCULPE SEÑORITA! Ella sonrió y nos hizo unas señas extrañas, para luego entrar a una habitación; yo tuve miedo de seguirla pero Eduard no dudo, se veía como si estuviera hipnotizado…

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Capítulo 3- TiempoTe has preguntado como sería todo si cambiaras cosas del pasado, si claro, sería genial, lo se muy bien. Es más algunas veces me he preguntado como hacer para repetir las mismas experiencias en

otro ambiente, otra escena, otro lugar o circunstancia. Si, es muy rara mi imaginación, estoy consciente de eso, pero al parecer en este lugar podría encajar muy bien. Pero… ¿qué significa en sí

cambiar las líneas del tiempo? Tal vez al momento que estas en la línea de tiempo beta, solo desaparecerás de este mundo…

Si el tiempo es lento o rápido… depende de tu percepción. Y en estos momentos lo que pienso es… que la teoría de la relatividad

es tan romántica… pero a la vez tan triste…

En el camino ví una foto de la señora Wilkins parecía muy tranquila y alegre, no pude evitar sonreír cuando vi esa fotografía, estaba sobre un mueble ya gastado, de finos detalles ornamentales, de esos que te dicen que antes la mano de obra era tan increíble, y que ahora las personas no pueden igualar aunque quisieran. Al re-gresar mi mirada noté que Eduard había desaparecido rápidamente sin darme tiempo de digerir el hecho de que me encontraba sola. Entré en la habitación pero no encontré a nadie, eso me produjo escalofríos, no pude

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haberme equivocado de puerta, pues esa era la más próxima a nosotros en ese pasillo, sería hasta increíble pensar si Eduard caminara tan rápido, lo cual dudo mucho, porque a lo largo del pasillo podría verlo, o al menos a su sombra. La habitación cambió a color negro, me sentía atrapa-da no sabía que hacer. Al poco tiempo cuando intenté salir corriendo de ese oscuro lugar apareció de nuevo la niña frente a mí, ella llevaba un collar muy curioso con un emblema en forma de centauro; se acercó y me susurró. -No te preocupes, yo te ayudaré- el collar calló y ella desapareció, puede sonar extraño pero esto me tranqui-lizó. Sentí que podía confiar en esas palabras, así que recogí el collar y me lo puse. Sabía que Eduard estaba bien, así que revisé la habita-ción que estaba continua, era de un color muy lindo, un morado como de alguien muy alegre y a la vez solita-rio… Vi a la dama de nuevo, con un semblante alegre me dijo palabras que sonaron raras: tienes que conocer quien eres en realidad y aprender que las diferencias nos enseñan a ser auténticos. El tiempo que compartas con alguien dejaría de interesar si nunca nos detuvimos a escuchar. Me quedé callada no sabía que decir era algo que no lograba entender. No tuve más opción que quedarme ahí parada frente a ella, observé como llevaba puesto un traje muy peculiar, de esos que normalmente no utilizaría, era una falda con delicados encajes de color salmón, la cual le llegaba a las rodillas y un blazer negro.

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Estoy más que segura que ese aspecto la hacía ver como muñequita de porcelana. Después de unos minutos ella estiró la mano y me dió una libreta. Me extrañé que lo hiciera, ya que ¿cómo saber en quien confiar en ese lugar? … lo que estaba escrito era muy triste, hablaba de como ella nunca supo quien era hasta que fué muy tarde. Más allá de una simple libretita era un diario con sus memorias en donde decía como fácilmente se había dado por vencida en muchas cosas, que le faltaba coraje. No supo qué hacer y nadie le ayudó pero que cuando lo notó no pudo hacer mucho para cambiar su destino y terminó siendo muy solitario; pensó que todo estaba terminado que no podría hacer nada. Describía una soledad enorme y realmente entendí el significado de las palabras escritas, la miré y le agradecí puesto que enten-dí las palabras que me dijo al entrar. Con una lágrima, que salió de mi subconsciente y de forma inesperada, le dije que encontraría a Eduard y a “Galleta”. No era posible que los perdiera a ambos en un solo día… ¿día?... si… día… ya ni tenía consciencia del tiempo que llevaba ahí dentro ni del que pasaría afuera con mi familia y amigos. ¿Será que me están bus-cando o no se han percatado que no estoy en casa desde las nueve de la mañana?; es raro que me fugue de casa, imaginar que mis padres se creen una novela y un drama creyendo que me fui en busca de mi destino causa gra-cia… ¡pues es lo que estoy haciendo! Cuando dejé a mis pensamientos tranquilos, noté una puerta que antes no estaba; intenté abrirla pero estaba cerrada con un tipo de cerradura diferente, o eso es lo

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que parecía. En efecto estaba consciente que mi vida no sería la misma al atravesar esa puerta, era extraño, como si supiera por inercia, o tal vez por costumbre, que los cambios eran inevitables y que los hechos que vendrían estarían siempre encadenados unos con otros. Porque… ¿qué cosa puede ser mas incalculable que el mismo tiempo y los hechos?

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Capítulo 4- Destino¿Y si te pregunto si crees en el destino?… ¿importará eso real-mente?... como he dicho y he creído siempre, las personas llaman

karma a lo que les pasa de malo o bueno, tal vez no se dan cuenta que uno mismo debe buscar y encontrarse, no esperar nada a cambio de la ‘suerte de la vida’. Como es de esperarse, aquí me

encuentro de nuevo cuestionándome todo…

Decidí, antes que todo fuera a empeorar, que proba-blemente lo haría, guardar la libreta en uno de mis bol-sillos; pero por presionarla, algo salió de ella. Se trataba de una fotografía de una pareja, ambos se retrataban felices, y la señora parecía estar encinta. No comprendí el motivo por el cual la fotografía me parecía familiar; por lo que regresé al corredor principal. Escuché a alguien pedir ayuda, me aventuré a saber de quien se trataba y caminé a paso lento pero seguro, algo así como en puntillas, para evitar más problemas. Cuando por fin encontré la fuente de esa voz pidien-do ayuda, me di cuenta que estaba en una habitación de color verde amargo. Localicé con la mirada a un niño, de ojos color miel, y cabellos negros sentado como esperando a alguien.

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Corrió hacia mí al verme, y lo primero que dijo es que tenía que encontrar a su hermana lo más pronto posi-ble; supe con claridad que no era otra ilusión. Era un niño de carne y hueso que yacía dentro de la casa desde quien sabe cuando; cuando pregunté su nombre apare-ció ante nosotros una mujer algo mayo como de 35-40 años, se le notaba en su cara algo arrugadita, que le preocupaba algo, comenzó a gritar y esto provocó que saliéramos corriendo. Traté de tranquilizar al pequeño pero no sabía su nombre y a la vez no sabía si era un buen momento para preguntarlo. Recordé que mencionó algo sobre su hermana, algo como si se hubiera perdido y quedado atrapado en esta casa… la 112. Decidimos subir a la segunda planta, escuché de nue-vo los ladridos de Galleta, así que entré en la habitación más lejana donde creí que lo encontraría; era una habi-tación blanca de soledad, mi sorpresa fue encontrarme con una nota que decía: “duele estar así, tengo que olvidar, no quiero pensar en eso tan doloroso.”

El pequeño niño, se acercó y me sonrió.

-Por cierto, me llamo Thomas- dijo de repente, pare-cía que continuaría hablando pero se quedó hipnotizado viendo el medallón. Me pregunto si sabría lo que era o simplemente lo invadía el sentimiento de curiosidad como a todo niño de su edad. No puedes privarles ser curiosos, y tampoco puedes dejar que hagan lo que quieran… Lo que hice entonces, fue ponerle el medallón a él, no

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creí que fuera tan importante el hecho de que lo tuvie-ra; cuando me agaché un poco para ponérselo visualicé una llave muy extraña tirada sobre uno de esos muebles ornamentados que habían en toda la casa. Deduje que sería la llave de aquella habitación extraña así que la tomé y bajamos de nuevo en busca de esa puerta.

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Capítulo 5 - Fuerza interior.Cuantas veces hemos sentido lástima por nosotros mismos…

pues, ese tipo de conductas no las puedo comprender demasiado bien, tenemos que tener algo de auto valor… no digo que esté mal hacerlo alguna vez, sin embargo pasar lamentándose nos detiene

en la búsqueda de nosotros mismos… porque es nuestro corazón y todo lo que en el habita, lo que nos hace estar fuertes…

Los pasillos parecían tener otro aspecto, eran un poco mas vivaces que antes, se podía ver mejor entre toda esa oscuridad. Llegamos a la habitación para probar esa llave, la introduje de manera nerviosa y ansiosa pues necesita-ba salir ya de ese lugar. Solté mi desesperación con un ¡NO! Pues la llave no encajaba no sabía que más hacer. Escuchamos unos ladridos en la segunda planta, y empecé a creer que todo esto ya era un juego que nunca acabaría hasta que la señora Wilkins así lo quisiera, pa-recía ser que las personas fuéramos un juego… y tal vez así lo es, puede que solo ignoramos el hecho de que nos tratamos entre sí como piezas de algún juego, haciéndo-nos a nosotros mismos las fichas vulnerables. No puedo evitar enojarme pensando en ello, no hay peor cosa que

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ver a las personas sentir lastima por ellos mismos. De repente ese enojo y esa fuerza de mis pensamien-tos, me dio el impulso para continuar, comencé a cami-nar cada vez más y más llevando a Thomas de la mano quien solo me miraba confiando en que lo llevaría a su hermana. -¿No te parece muy extraño este medallón?- dijo Tho-mas –las líneas que posee son muy extrañas, pero a la vez muy bonitas-. Es muy extraño, podía saber de qué hablaba como si yo hubiese visto el medallón durante años, entendía que esas líneas geométricas significaban algo así como un balance. Un balance que me hacía muy bien. Recuerdo que la niña me dijo algo sobre este collar, no puedo saberlo con claridad, porque estaba ocupada viendo las paredes coloridas. Fuimos de puerta en puerta buscando a Galleta, hasta entonces ya estaba olvidando mi propósito en esa casa, y Eduard no aparecía de igual manera. Al fín pudimos abrir una puerta del corredor, creo que era la única accesible, todo era un misterio en aquel lugar. Esa habitación parecía no tener un color natural, era un color frío y a la vez cálido, no puedo explicarlo. Encontramos más fotografías de aquella pareja con su hija, se reflejaba en ésta, una felicidad enorme; creí que era la señora Wilkins y sus padres. Había en la habitación un montón de cosas normales para una niña: muñecas, peluches, vestidos, nada im-portante para nosotros; me sentí hasta cierto punto tan rara de que esas cosas no despertaran en mí sentimiento alguno, es como si estuviera muerta en vida… aunque a

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veces puedo recordar mi infancia… la veo tan borrosa, difícilmente puedo relatar con mayor fluidez lo que solía hacer, las personas que convivían conmigo, los juegos que tendría que jugar cualquier niño a su corta edad… es algo frustrante sabes, es incómodo y también irónico que las demás personas puedan decirme lo feliz o lo triste de su infancia, sin embargo me cuentan las cosas como si estos hechos manejaran todo el futuro de sus vidas, clavándose en recuerdos, olvidando ser libres y felices...

Sin saberlo Thomas y yo teníamos frío, así que sa-limos de ese lugar porque no soporto ese clima tanto como quisiera hacerlo, y ojala pudiera saber como salir de ahí, pues había pasado tanto o quizás poco tiempo, pero ni Galleta ni Eduard aparecían por ningún lado. Como sea, teníamos que continuar, esta vez decidimos ser más cautelosos y no entrar a las habitaciones de gol-pe, ya que todas estas experiencias no habían sido más que confusas y me alejaban de mi camino. Thomas vió una pequeña caja en una esquina entre el pasillo y una de las habitaciones, era muy extraña, como si alguien la había dejado ahí intencionalmente o la estaba a punto de esconder. La abrimos y encontra-mos que la cerradura estaba forzada, había en ella unas fotografías de una niña con un cachorro muy parecido a Galleta, fue tanta la impresión que me asusté y dejé caer la fotografía por accidente. Thomas estaba confundido, y si él estaba así, imagína-te como me encontraría yo… en ese lapso de mi sub-consciente salieron mágicamente estas palabras

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– Galleta no está muy lejos, puedo sentir como su pe-queño cuerpo respira entre estas paredes todavía – Empecé a caminar como si estuviera hipnotizada o guiada por un sueño inconsciente, me detuve frente a la habitación con llave que se supone abriría con la ayuda de Eduard, solo que esta vez sería diferente, pude abrirla sin ningún inconveniente; sentía como mi mano parecía tener fuego interno, estaba como quemándome ese sen-timiento de fuerza y a la vez de adrenalina causada de la misma ansiedad. ¡Al abrir la puerta encontré a Galleta! Nunca perdí la esperanza pero comenzaba a cansarme que la señora Wilkins nos tuviera como fichas de juego. Ya sé que tengo poco tiempo de tener a “Galleta” creo que no ha sido ni un día, pero me alegraba verlo totalmente sano. -Ahora quien faltaba es Eduard- suspiré mientras tomaba asiento, ya estaba olvidando la promesa hecha a Thomas; su hermana de seguro estaría perdida en un lugar así.

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Capítulo 6 – La sonrisa¿Sabías que quien sonríe no es quien tiene menos problemas sino quien más necesita apoyo para no desmoronarse? Dicen que no tengo tan bonita sonrisa, si, tal vez nunca la tenga pero eso no tendría que importarme… pocas veces en la vida he sonreído, el detalle está en que no puedo fingir estar bien y simplemente mis

emociones salen de mi inconscientemente… se reflejan muy bien en mi rostro como líneas de un artista que expresa en lienzos lo que

no puede en palabras…

-¡¿Emily, dónde estas hermanita?!- exclamó Thomas, con aire de preocupación, por lo que se notaba eran muy apegados ellos dos, ya sé que no es de extrañarse pues son familia, pero no en todos los casos es así. Lo que hicimos luego fue regresar a la habitación de aquella niña, por alguna extraña razón era el único lugar en toda la casa que me hacía sentir cómoda y estable. Al estar ya en la habitación Thomas dijo estar cansado y querer descansar un momento; le dije que no me pa-recía buena idea que el durmiera en un lugar así… pero claro, como podría negárselo también, era un niño y no tenía tanto aguante para el desvelo como yo. -Está bien puedes dormir, pero debes prometer no sa-

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lir de esta habitación, ¿entiendes?- le dije con voz calma-da. A lo que él respondió que sí, alentándome a seguir mi búsqueda dejándolo solo, pues no le daba temor alguno, solamente quería descansar y ya. Así que me fui de ahí, junto con Galleta en la búsqueda de Eduard, yo seguía con la firmeza de encontrarlo, no podía simple-mente irme luego de que me apoyara. Las habitaciones y todas esas fotografías que encon-traba en cada rincón eran muy familiares para mí, me importó poco entrar a cada una de las que pudiera para revisar esos álbumes, con lo que no contaba era que vería recortes de periódicos viejos. Fue escalofriante ver recortes de noticias que hablaban sobre un suceso extraño: la desaparición de una pequeña niña, el vera-no de ese año. Espera ¿qué?, si el verano, no estaba yo en verano ahora también?... dejando de lado eso seguí leyendo esos recortes. Describían a la pequeña de esta forma: “su comportamiento nunca despertó más interés del que fuese necesario. No era más que una niña tran-quila, e inocente como cualquiera de su edad, su carita de ángel era inconfundible. La pequeña de cabellos roji-zos desapareció sin ninguna razón, quien podría hacerle algo así a la pequeña Emily” Cuando leí el nombre, no sé que cara he de haber puesto, me quedé pasmada del impacto, ¡¡cómo pue-de haber tanta coincidencia con ese nombre, no me lo puedo explicar!! Esta casa, más que casa parecía un rompecabezas gigante, uno muy cuidado por lo que veo, y a la vez viejo pero hermoso; decidí dejar esos recortes a un lado, salí al pasillo y me aventuré a subir a la segunda planta,

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he escuchado que los mejores recuerdos se encuentran en el ático… jamás pensé recordar eso en un momento como ese, es lo que había oído siempre en las películas y series de televisión que regularmente veía en mi casa, además que, mi casa ni siquiera tenía uno, nuestros re-cuerdos reposaban en nosotros mismos. A nadie parecía importarle revisar los álbumes de fotos o platicar en la mesa mientras cenábamos, es como que yo solo viviera ahí sin contacto alguno, por mí sola hacía los quehace-res, mi propia comida y demás, no porque odiara que lo hicieran por mí… solamente era porque yo siento que soy perfectamente capaz de hacerlo, así soy, lo sé es muy rara mi forma de ser.

Puede hasta sonar extraño, pero así era la forma de vivir para mí, y no esperaba cambiarla, de esa manera me sentía cómoda, sin importarme que… no sonriera demasiado y a menudo…

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Capítulo 7 – Encuentros.Normalmente las personas dicen encontrarse a sí mismos por

medio de retiros espirituales, puede ser que sea cierto, no puedo dar fe de eso, nunca asistí a uno en mi vida… la verdad creo me voy descubriendo a medida voy avanzando en mi camino, realizando nuevas cosas y enfrentándome a nuevos retos, y es que la vida no

es predecible, y mi perspectiva cambia constantemente.No confío mucho en las personas, puede que eso sea malo hasta

cierto punto, sin embargo, no puedo llegar a demostrar senti-mientos por la otra persona si realmente no los siento… simple y sencillamente no puedo realizar aquello que la religión llama un

mandato del Señor… querer a tus enemigos… en estos momentos lo que creo es, que la religión no es más que un pretexto…

Me percaté que Galleta me observaba, no había no-tado que su mirada era muy tierna, lo tomé entre mis brazos, el pobre acabando de llegar a mí y ya andaba perdido; nos escabullimos al ático, era una pequeña ha-bitación oscura sin embargo no sentía temor estar ahí. Ensimismada en mis pensamientos, no me di cuen-ta que Galleta empezó a ladrar sin ninguna razón, fue hasta que escuché unos ruidos como si alguien dejara caer algo de metal, al parecer mi cachorro sentía la pre-sencia de alguien más en ese lugar, como si lo conociera o mejor dicho lo asustara, ya ni sé que pensar en una situación así… -¡Galleta, regresa en este momento!- exclamé, cuando vi que se liberó de mis brazos y salió corriendo. Corrí tras el, hasta que se detuvo en una pequeña intersección

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que hacían unas esquinas, escuché la respiración de alguien, pudiera ser que estaba alucinando o no fuera una persona sino algún eco del lugar… dicen que suele pasar eso, quedan guardados los sonidos, y por eso es que dicen que “las paredes hablan”. Para mi sorpresa, la persona a las que escuchaba era Eduard, no tenía idea de cómo pudo aparecer en ese lugar de la casa, parecía estar desorientado, y medio adormitado. Desde que desapareció pudo haber esta-do en este lugar, o se habrá perdido y dormido por el cansancio. No había tiempo de hacer hipótesis basadas en puras especulaciones, él no se veía bien, traté de hacerlo ha-blar y lo único que hizo fue quedarse dormido otra vez. Algo le estaba robando sus energías vitales, y vi que ese algo probablemente era la casa… no, no probablemen-te, puedo asegurar que la casa afectaba a todos menos a mí, sin mencionar que por ratos se tornaba muy fría, de-masiado para mí, y ese clima me hace sentir incómoda.

-¡¿Pero qué cosa es esta?!- exclamé de repente, pues sentí entre mis piernas, una especie de brazos como de pulpo que empezaron a enrollarme completamente los pies. No pude despegarme de ella, por más que lo inten-te - ¡¡Parece telaraña gigante!! ¡¡ ¿Oh no ahora que esta pasando?!!- dije casi chillando, pero logré tranquilizarme y no moverme a menos que supiera que estaba pasando, lo que era casi imposible de comprender. Los “brazos de pulpo” como los llamé se acercaban cada vez más a mi, empezando a atarme completamente por las extremidades, me elevaron un poco del suelo, no

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podía hacer nada más que ver a mi alrededor, mi habla se había ido, con dificultad, observé que Eduard se le-vantaba y me miraba aterrorizado, a todo esto Galleta se había echado en el suelo, y chillaba porque tenía miedo. De repente lo que parecían telarañas al verlas más de cerca, noté que eran sombras llenas de pensamientos, recuerdos, y demás visiones que al pasar sobre mí como si fueran escenas de película, hicieron que me confun-diera, no entendía por qué sabía perfectamente acerca de esos sucesos, como si fuera el diario de mi vida; es-taba casi a punto de desmayarme pero logré resistir, sin mencionar que casi vomito por las nauseas que empecé a sentir. Las “sombras telarañas” como las empezaría a llamar enseguida, me ataron totalmente, dejando mis brazos un poco alzados y mis piernas juntas. Eduard me veía realmente preocupado, y yo sentía que me debilitaba. Vi como él, empezó a buscar algo con lo cual liberarme, pero yo estaba más que segura que eso estaría difícil de conseguir… -Ven, sal de ahí, tienes que venir a saludar a tus tíos- dijo una voz femenina muy familiar. -Si, ya salgo mami- respondió una pequeña niña de-masiado parecida a la que me encontré cuando me metí en este lugar. -Vaya que niña más bonita, porque será que casi no nos quiere hablar- bromeaban unos hombres al fondo de la sala. Yo solamente estaba ahí de espectadora, nadie podía verme y nadie podía por ende, escucharme. Peculiarmente esas escenas familiares me daban un

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poco de nostalgia, ¿por qué será que de repente ya no puedo recordar lo que hace poco viví con mis padres y esas escenas si? Es raro… me consideraba una persona muy fuerte, y ahora siento que me desmorono, que ya no puedo estar en pie, esas escenas iban reproduciéndose, pasando incluso por cumpleaños, unos buenos, otros… no tanto, malos momentos y sin embargo unos malos.

La pequeña era muy imaginativa, soñaba con habita-ciones que te decían tu estado de ánimo, ahora creo que puedo entender porque la casa tiene esa modalidad en sus habitaciones, lo que aun no podía entender es por-que pasaba eso si la casa estaba físicamente ahí y no en la mente de la pequeña. De repente la escena familiar se disipo como el mis-mísimo viento, la niña quedó solamente en medio de un vacío, observé con cuidado como ella parecía ha-cer magia, liberando colores de sus manos, era casi un espectáculo, que disfrutaría más si no fuera porque me siento atrapada en este lugar. Ella había logrado crear magia, por medio de su misma imaginación y vivacidad, la pequeña era una hechicera en progreso, suena raro, para mí no es más que algo maravilloso. ¿Te imaginas? Transformar todo lo que sientes en alguna forma o color increíbles. Para ella esto parecía ser mejor que expresarlo con palabras, es interesante, yo pensaba justamente eso mismo, nunca he sido buena hablando, creo que puedo ser un aburrida en algunas ocasiones. Como sea que fuere, lo que alguna vez he querido es volar muy alto, soñar despierta, y ser

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un alma libre en este mundo. La niña giró su mirada hacia mí, sentí de repente unos escalofríos tremendos, sonrío gentilmente y dijo estas palabras -Estas muy cerca de concluir este viaje… Emily- luego se fue corriendo como si fuera a jugar a las escondidas conmigo. Me quedé paralizada, me dijo esas palabras tan de repente, y jamás le dije a nadie mi nombre, y no quería hacerlo, no quería causar más confusión a nadie, había muchas Emily dentro de esa casa. Totalmente desconcertada, la oscuridad de la habita-ción me atrapaba cada vez más, hasta entonces no había comprendido, que esa niña era mi pasado, que la joven que vi luego al entrar en la casa era mi futuro, y que actualmente, estaba dejándome envolver por mis recuer-dos, olvidando vivir el presente como debería de ser, espontáneo, igual que yo. Tal vez mis dos yo estaban tratando de comunicarme algo, ese algo consistía en, seguir adelante, no dejar que en la vida las cosas malas me atrasen, a fín de cuentas, qué es la vida, sino un cúmulo de vidas pasadas y futu-ras.

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Capítulo 8 – EmilyLas veces que hemos renegado de nuestros nombres… esas veces, no deberíamos ni de existir, porque negamos lo que somos, eso no es bueno. Al parecer lo he hecho muchas veces, lo admito, quisiera

llamarme diferente, pero me di cuenta que, me llame como me llame, no son esas letras las que me dan el carácter ni la forma,

eso lo hago yo misma, y es así como me quiero quedar…

-¿Te encuentras bien?, ¡respóndeme por favor!, di algo, no nos hagas esto- dijo una voz masculina a lo lejos, es desconcertante, ya no sabía en que parte de mi vida estaba, sólo sé que esa voz me sonaba muy familiar. Era esa voz dulce y tranquila, que me ayudaba a tran-quilizarme siempre. Me sentía como en un sueño, entre dormida y consciente, entre lo real y lo inexplicable, sin embargo me sentía tranquila, podía oír siempre esa voz y no importaba lo demás. Logré medio abrir los ojos, vi a mí alrededor, estaba Eduard junto con Galleta, creo que pude hablar o qui-zás fue especulación mía, pues veía que Eduard movía los labios sin emitir sonido, estaba mareada pero alcance a notar que lo que me envolvía se desvanecía como el humo, y se dispersaban las dudas. Yo era Emily y debía

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salir de ese lugar a encontrar más respuestas. Cuando por fín entré en razón hablé con Eduard, recuerdo per-fectamente esa plática… -¿Qué está pasando Eduard?- -Tu desmayo fue repentino, pero no despertabas y me preocupé demasiado. Vamos es hora de salir de una vez por todas de aquí- -Si, tienes razón. Ya tengo hambre… jaja- -Solo a ti se te ocurriría bromear así en este momento. Vamos, levántate. Es hora del paseo con Galleta, jamás tuvimos tiempo de enseñarle eso a él, y a ti también. -Vamos, creo que ya sé como salir de aquí, fíjate bien, las paredes de esta casa han cambiado. Es probable que todo haya vuelto a la normalidad, como cuando entra-mos por la puerta trasera- -Veo lo que dices, pero no veo la puerta de salida- -Calma, todo a su tiempo. Hay que ir en busca de ella… por cierto, aparte de ti, ¿quién más estaba hablán-dome antes que despertara? -Mmm es muy curioso que preguntes, un niño vino y se acercó a ti, te colocó ese medallón que cuelga de tu cuello. Luego pronunció estas palabras: nunca te olvi-des de donde vienes, y tampoco olvides a donde vas… espero verte de nuevo, pequeña hermanita… -¿Hermanita? No tengo hermanos, aunque ahora que lo mencionas, ese niño al que dejé durmiendo en una de las habitaciones mencionó que buscaba a su hermana- -Esto da un poco de temor, aunque no tanto como parece, recuerda que todo en esta casa son sucesos extraños tras sucesos todavía más extraños- -Créeme, no es tan raro como parece, espero contarte

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todo cuando salgamos de este lugar-

Recuerdo que al terminar de decir eso, revise el me-dallón, tal vez hubiere alguna pista de como salir de esa casa, noté algunas fotografías esparcidas en unos muebles, éstas se habían tornado blancas, sin imágenes, tomé unas y las guardé en mi bolsillo. Ya no fue necesario buscar más pistas, la salida estaba justo delante de nosotros, nos miramos sonriendo, y caminamos hasta la puerta, junto con Galleta. Pensé que la luz me iba a segar en el momento en que abrimos la puerta, habíamos pasado tanto tiempo en el encierro que nuestras pupilas ya se habían acostumbra-do a ese ambiente. -¿Rayos que es este lugar?- dijo Eduard, pues en efecto el patio de esa casa había cambiado, parecía más cuidado, y menos tenebroso a como lo vi en un princi-pio. Caminamos juntos hasta llegar a la calle que conec-taba esa casa con la mía. Me di cuenta que las fotos que había guardado en mi bolsillo no estaban más, al parecer nada puede salir de ese lugar… Al llegar a mi casa, y por fin tomar un poco de aire, me percaté que todo estaba diferente, las casas no estaban decoradas de la forma que solía verlas. Y para rematar, en mi casa no habitaba nadie; eso no era lógico, entré y en efecto no había nada que ver dentro. Me angustié al pensar que habría sido de mis padres, nada iba bien ni mucho menos normal. Salí de mi casa y regrese a la casa 112, Eduard me siguió junto con Ga-lleta, estaba preocupado también. Me detuve frente a la entrada, y vi una pequeña placa con el apellido Wilkins;

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es probable que si decía el apellido es porque mis padres vivían en ese lugar. Era confuso, empezaba a nublarse mis recuerdos de hace poco tiempo, inclusive las caras de mis padres no las recordaba tan bien, eso me asustó, porque quien podría olvidarse de sus padres tan rápido, eso es literalmente imposible, ni aun pasando varios años se logra. Mmm ¿y si eso era justamente lo que había ocurrido? Me temo que lo sabría entrando de nuevo a ese lugar. Una vez dentro, miré a dos personas conversando en la sala, en efecto eran mis padres, pero los noté cambia-dos, un poco más jóvenes, creo que no pueden verme ya que no me vieron cuando entré con Eduard y Galleta. La casa estaba sumamente limpia, arreglada y decora-da, vi que la ropa que ellos usaban no era tan común, no hubo necesidad de preguntar nada, era más que obvio que habíamos saltado a otra línea de tiempo, en que probablemente no haya nacido, y por eso no pueden verme. Que emocionante saber que podía estar en otro tiem-po, pero no era momento de jugar sino de preocuparse en regresar las cosas a la normalidad, aunque después de ese día era difícil pensar en otra cosa.

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Capítulo 9- WilkinsEl apellido… será que nos define por clases sociales. ¡Cuan im-portante es para unas personas mantener su apellido! Para otras es cuestión de orgullo, poder o respeto. Sin embargo en mi caso,

era cuestión de suerte, si alguna vez podía mencionar mi apellido sin remordimiento o sin recordar de mala forma todo lo que ha

pasado desde que encontré la casa 112.

Respiré profundamente, y pensé en algo que tal vez ayudaría: si yo tenía algo de magia dentro, así como me lo indicaron los recuerdos, era posible decir que yo podía cambiar las cosas y regresar a la línea de tiempo a la que pertenezco, con mis padres. Creo que cada quien es dueño de sus destinos, no es cuestión de dejarlo a la suerte de la vida misma. Llamé a Eduard y le dije q me tomara de las manos, vi que se puso nervioso, quizás pensó algo que no era, así que sonreí porque era muy cómico ver eso. Cerré los ojos y empecé a pensar muy fuerte en donde quería es-tar, era posible que si lo pensaba muy a fondo lo alcan-zaría. En efecto no funcionó, eso era extraño, y era más preocupante no saber ni recordar porqué de pequeña lo hacía con tanta facilidad.

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Entonces me percaté que no estaba usando la imagi-nación para nada, había olvidado lo que era eso, como si por crecer tendrías que dejar a tu niño interno. Lo intenté de nuevo, y esta vez usé toda la imagina-ción que fuera posible, Eduard solo me miraba extraña-do pero no me preguntaba nada, estaba confiando en que lograría sacarnos de esa línea del tiempo. Sentí que nos elevábamos del suelo, pero no quise abrir los ojos, pudiera ser que solo yo lo que lo imagi-naba, como sea no presté más atención a eso, escuché que Eduard me daba ánimos, eso me tranquilizó, no estaba sola, de hecho creo que después de ese día ya no lo estaría… Lo siguiente que recuerdo, es que estábamos tendidos en el suelo, intenté abrir los ojos lentamente pues la luz del sol caía fuerte. Escuchaba el sonido de los pájaros cantando, y las pequeñas chicharras que emanan su canto hasta morir, puedes creer que romántico. En fín, Galleta entusiasmado, se acercó a mí para lamerme la cara, pero como me di cuenta de su plan me aparté de inmediato, Eduard solo se rio y me dijo: -Vamos, es hora del entrenamiento- diciendo esto me tendió la mano para ayudarme a levantarme. Estos días, minutos, o segundos, quien sabe cuan-to pudo haber pasado dentro de la casa 112, han sido lo más inusuales de mi vida, pero eso mismo los hace especiales, porque por alguna razón eran necesarios para hacerme caer en cuenta la magia interna que tenía y había olvidado… todo sería diferente a partir de ahora, sin embargo mi amiga, o amigo, aún estoy en mi camino por construir ese futuro.

Tipografías utilizadas: dandelion in the spring, elementary Gothic Bookhand