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SENTINEL LA HECHICERA DEL PANTANO 10 Noviembre 1993 Por: Ismael Zamora Corona

La Hechicera del Pantano,(1993)

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SENTINEL

LA HECHICERA DEL PANTANO

10 Noviembre 1993

Por:Ismael Zamora Corona

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SENTINEL

PROLOGO

Esta es la leyenda de una mujer quien vivía en le pantano que poco a poco se fue convirtiendo en la Laguna de Yuriria, hay quien dice que tuvo que mudarse con el tiempo, otros aseguran que habita en la rivera del Río Lerma.

Como cualquier relato fantástico, esta es una mera leyenda… hasta que usted, estimado lector se encuentre con “Ella”, y ahí, cuando la conozca, tal vez el que se convierta en leyenda sea usted.

Ismael Zamora C.

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La gente de aquel pueblo asentado en el valle siente respeto por una mítica mujer, todos hablan de ella, sin embargo no ha habido aún quien ose decir conocerla en persona. Ir en su búsqueda dentro del pantano ha sido el reto que pocos audaces han aceptado, atreverse a verla es el máximo reto, ¿será acaso monstruosa o bella?; ese es el misterio que a muchos ha atrapado.

Todos saben que la anciana ahí vive, donde una blanca cúpula limita su comarca, verde es su inexpugnable lar al cual pantano nombran ahora; allá, en el extremo poniente del valle nombrado por los conquistadores Huatzindeo; algunos escépticos se han aventurado a ir en busca de la leyenda pensando en volver y hacerse famosos, no obstante, todos esperaron en vano a quienes la buscaron, con llanto oraron por su regreso, mas nunca regresaron.

El Sol vuela de nuevo sobre los pensamientos de la gente del valle, hoy enriquecerá la leyenda la visita del viajero, Dios guarde la naturaleza y a la Hechicera del pantano de los incrédulos. Un niño se le acerca al visitante y le cuenta de los atractivos de la zona: la cascada del río grande, la laguna que le roba terreno al pantano, las cuevas, los túneles. Luego lo lleva hasta donde la anciana Doña Tere canta melodiosamente, es el corrido acerca de una mujer milenaria quien habita los pantanos desde tiempos inmemoriales, el viajero no acepta la folclórica saga que los labios sabios le cuentan a ritmo de canción, ríe pensando en que es una alegre ocurrencia de los abuelos del valle para hacer alejarse a los niños de los peligros del pantano.

- Nada sobrenatural por ahí vaga - dice el forastero en un tono que es casi raya en la burla – es la superstición del populacho.

- Muchos otros han dudado también y el reto de ir a buscarla han aceptado, ¿usted lo haría?, ¿por qué no lo intenta? - la anciana le reta con su mirada profunda.

- ¿Qué ganaría usted “abuelita”? - Nada material, pero si no regresa, tendré más que cantar, y si vuelve, obtendré un héroe para una nueva

oda. - Iré al pantano que tanto temen, conoceré a la mujer y le vendré a cantar mi hazaña “abuela” pase lo que

pase, lo juro por Dios. - Quien por Dios jura cumple aún después de la muerte- aquello sonó como advertencia hecha oración en

los oídos del escéptico.

Toma su arco el extranjero, una navaja, varias flechas y su recelo lo hace dudar un momento, pero sonriendo a las bellas mujeres que lo observan se convence de lo fácil que será ganar la peculiar apuesta; los viejos reunidos en la esquina de la plaza lo ven prepararse y le dicen desde lejos: "Hasta nunca"; las solteronas que regresan de misa se lamentan de la perdida de tan buen mozo, los jovenzuelos hacen sus apuestas y los niños brincan tras de el viajero mientras toma el camino real hacia el pantano.

Los arboles refrescan el andar del viajero, poco a poco va cambiando el entorno a un verde más obscuro, el hombre escéptico entra a la cúpula misteriosa envuelto en un heroísmo falso, andar en esas tierras es como caminar entre las nubes pues la espesa niebla desaparece la fisionomía del suelo, viajar en los limites del pantano y la laguna es cambiar de mundo; a cada paso la neblina se va disipando dejando ver una flora y fauna que asombraría a cualquiera que sepa apreciar la biodiversidad, lo que él no sabe es que la naturaleza también lo observa a él; un conejo lo ve con extrañeza desde su madriguera, pues el arquero no pertenece a aquella naturaleza pura. Una triste mujer también ve acercarse al viajero, se lleva ambas manos al pecho cómo sosteniendo una ligera esperanza, sin embargo, él... tensa su arco, apunta con decisión – “Que fácil es” - su saeta letal mata un jilguero sólo por demostrar su superioridad ante aquel ecosistema que no logra comprender, se ufana de haber matado al avecilla colgándola de su cinturón.

Unas rosas rojas junto al agua se mecen majestuosas a ritmo del suave viento, él se acerca únicamente para cortar una, el quejido que recorre los árboles lo estremece todo conmoviendo al pantano y sus seres; él ve a

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todos lados sin mirar, mil explicaciones suenan en su cabeza para calmar el miedo. Entre la maleza brilla una cruz, parece hipnotizante, el viajero va en busca del origen de esa luz, se acerca curioso y ambicioso, ¿todo lo que brilla es oro?; tras el humo blanco Ella aparece lentamente, cae el arco al barro y él retrocede. No estaba preparado para presenciar un milagro tal.

La noche les envuelve súbitamente, magia los retiene, el tiempo ya no es dimensión, es una sensación de abandono total en un éxtasis profundo, en un instante un brillo de sabiduría cruza la mirada escéptica de quien dijo vencería al mito, por un segundo ha logrado mirar al mundo con respeto, en un segundo ha comprendido todo lo que había negado de la vida; después de asimilar esta dolorosa verdad, ante la brillante cruz un cadáver cae, mientras el viajero no aparta la mirada de esa mujer.

La anciana mujer de azuloso manto se acerca al viajero, Ella es la Hechicera del Pantano; el aventurero la ha encontrado, el miedo le llena al punto de la asfixia, ahora está tan cerca de la leyenda, pero él no puede tocarla, le sonríe la dulce anciana.

- ¿Por qué no pueden venir a mí sin que un hijo mío deba morir?- gime ella, en sus manos yace el ave sin vida, Ella lo acaricia con ternura y se vuelve polvo entre sus finos dedos, esas manos de donde cae el polvo gris van contra toda lógica humana, no corresponden a la edad que el bello rostro muestra – No me entristece su muerte sino la forma, espero comprendas mis palabras y no sólo las escuches, no eres lo que crees ser.

- Soy… soy…- Eres.

Una serpiente a él se acerca sigilosa, siente algo parecido a lo que se imagina es la muerte; sin embargo, la sierpe se sigue de frente, cómo atravesando lo inexistente, lo ha ignorado de una manera tal. La osadía ahora es confusión y cobardía en el viajero, mira a la hermosa maga, Ella en cuyo seno el sufrir nunca acaba; Ella mira la rosa roja cortada, la lleva junto a la cruz y la empapa de la sangre vertida en el fango para luego sembrarla de nuevo, el viajero sigue inmóvil ante tantas imágenes imposibles, mira los árboles que por la noche sus ojos abren, escucha el ronroneo de las ramas.

Ya él conoce ahora la magia natural del pantano, ahora comprende la tan renombrada saga; la Hechicera le ha hecho ver lo errado de su creer en este eterno segundo que aún no acaba pues el tiempo sigue quieto; la dimensión del tiempo regresa por fin, él se siente tan cansado y aturdido, al tratar de recargarse en un árbol cae otra vez al suelo, al verlo así, la anciana triste sonríe mientras lo ve transformarse internamente, él se pone de pie para encararla, aún conserva odio en sí, trata patear una roca y nada toca su pie, la sibila sonríe nuevamente. Con insultos el osado la ataca, Ella lo mira afligida tras su mirada azul.

- ¿Eres un ente... un fantasma... maldita anciana? - Ella llora tiernamente, decepcionada le contesta:- El ente eres tú – y señala hacia la luz, él voltea a la cruz, aquello que yace a su pie es su cuerpo, la lápida

debajo de la cruz ya tiene su nombre grabado además de su fecha de nacimiento seguida de la fecha de hoy separadas por un asterisco, como si lo hubiese estado siempre esperando, se ve a sí mismo, trata tocarse pero es nada ya.

Por si fuera poco él recuerda la promesa, aquella que juró cumplir nombrando a Dios de testigo, enloquecido se oculta entre la suave tibia verde maleza, en verdad, de corazón desea no salir de su escondite, aprieta los parpados como tratando de no despertar de este sueño infernal, se siente tan indefenso como el jilguero que mató, desearía volverse polvo gris como él. De pronto, siente aire cálido que se filtra debajo de los brazos, temeroso, abre lentamente los ojos, ésto nunca lo ha visto así antes en su vida, el valle ha agrandado cada uno de sus trazos, de pronto se siente libre, voltea a todos lados, la hechicera ya no está ahí, huye agradecido con Cristo por todo lo que observa, se siente tan ligero ahora que, extiende los brazos como un recién nacido, expande sus pulmones, lleno de alegría se dirige al pueblo raudamente, nada lo detiene, nada ya lo sorprende.

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El sol ya inició de nuevo su recorrido cíclico, y la gente ha iniciado sus labores cotidianas en la ciudad de Chochones; en la plaza la anciana Doña Tere charla con unos niños junto a la fuente, les dice todo lo agradecidos que deben estar con Dios por el nuevo día, que deben vivirlo con alegría en sus corazones y respetando la naturaleza; unos ojillos la observan con ternura, ojos antes grandes, ahora pequeños; el viajero cumple lo prometido, se posa junto a ella y relata con canciones lo visto en el pantano, su canto sube al cielo alegremente. Ella le extiende su mano al jilguero y lo coloca en su hombro, es sabia y ha entendido lo que ha ocurrido, su canto alegra la mañana en la plaza del Carmen, la anciana Doña Tere ora agradeciendo a la Hechicera por el milagro.

El sol vuela de nuevo, la anciana en el pueblo disfruta del regalo de Dios; un milagro en el humano por la Hechicera del pantano. - Miren niños, esta ave junto a mí, canta alegre porque esta lleno de agradecimiento; si ustedes son agradecidos también pueden cantar.

Al pueblo ha llegado otro viajero amante de la naturaleza, no puede menos sino admirarse por la leyenda de la Hechicera y su belleza, contada de los labios de la anciana en forma de canción; cómo bello es el alegre canto del jilguero que permanece a su lado. Canto que inició desde el día cuando el osado no regresó, el ave se despide de la gente y va de regreso al pantano, donde alguien le espera contenta.

Esta noche ocurrirá que la Hechicera no llorará... por hoy.

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