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LA HERENCIA DE LOS LEMESURIER Agatha Christie

La Herencia de Los Lemesurier - Christie Agatha -

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La Herencia de Los Lemesurier - Christie Agatha -

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LA HERENCIA DE LOS LEMESURIERAgatha Christie

He investigado muchos casos extraos en compaa de Hrcules Poirot, pero no creo que ninguno de ellos pueda compararse a la serie extraordinaria de acontecimientos que mantuvieron despierto nuestro inters por espacio de muchos aos, hasta culminar en el ltimo problema que le toc a mi amigo resolver. Nuestra atencin se concentr por vez primera en la historia de la familia de los Lemesurier una tarde, durante la guerra. Poirot y yo volvamos a vernos y renovbamos los viejos das de nuestra amistad iniciada en Blgica. Mi amigo haba llevado a cabo una comisin para el War Office a su entera satisfaccin y cenamos en el Carlton con Brass Hat, que le dedic grandes cumplidos. Brass tuvo luego que salir a escape para acudir a su cita con un conocido y nosotros terminamos nuestro caf tranquilamente, sin prisas, antes de imitar su ejemplo.En el momento en que nos disponamos a dejar el comedor, me llam una voz familiar, me volv y vi al capitn Vicente Lemesurier, un joven a quien haba conocido en Francia. Le acompaaba un caballero cuyo parecido revelaba pertenecer a la misma familia. As result, en efecto, y Vicente nos lo present con el nombre de Hugo Lemesurier, su to.Yo no conoca ntimamente al capitn Lemesurier, pero era un muchacho muy agradable, algo soador, y record haber odo decir que perteneca a una antigua y aristocrtica familia que databa de los tiempos de la Restauracin y que posea una propiedad en Northcumberland. Como ni Poirot ni yo tenamos prisa, aceptamos la invitacin del joven, y volvimos a sentarnos a la mesa con los recin llegados, charlando satisfechos de diversos temas sin importancia. El Lemesurier de ms edad era un hombre de unos cuarenta aos, de hombros inclinados y que recordaba mucho al hombre ilustrado; en aquel momento se ocupaba en una investigacin qumica por cuenta del Gobierno, segn dedujimos de la conversacin.Interrumpi nuestra charla un joven moreno, de buena estatura, que se acerc a la mesa presa de visible agitacin.Gracias a Dios que los encuentro! exclam.Qu sucede, Roger?Se trata de su padre, Vicente. Ha sufrido una mala cada. El caballo era joven y difcil de dominar.Dicho esto les llev aparte y ya no omos lo que deca.A continuacin los dos nuevos amigos se despidieron de nosotros precipitadamente. El padre de Vicente acababa de ser vctima de grave accidente mientras domaba un caballo joven y le restaban unas horas de vida. El muchacho se puso mortalmente plido, como si le afectara mucho la noticia. A m me sorprendi su actitud, porque unas palabras que le o proferir una vez en Francia me haban hecho creer que padre e hijo no estaban en muy buenas relaciones. Debo confesar, pues, que su emocin filial me dej atnito. El joven moreno a quien Vicente nos present como su primo, Roger Lemesurier, se qued con nosotros y los tres salimos juntos a la calle.Este caso, sumamente curioso coment Roger interesar quizs a monsieur Poirot, un as en materia de psicologa, segn he odo decir.La estudio, en efecto repuso con prudencia mi amigo.Han reparado en la cara de mi primo? Verdad que pareca trastornado? Conocen el motivo? Pues por la maldicin que pesa, de antiguo sobre la familia. Desean conocerla?S, cuntela y le quedaremos muy reconocidos.Roger Lemesurier consult un momento la hora en el reloj de pulsera.Bueno, me sobra tiempo. Me reunir con ellos en King's Cross. Bien, monsieur Poirot: los Lemesurier somos una familia muy antigua. All en el medievo un Lemesurier sinti celos de su mujer a la que descubri en situacin comprometida. Ella juraba que era inocente, pero el barn Hugo se neg a escucharla. Hugo juraba que el hijo que su mujer le haba dado no era suyo y que no percibira ni un solo penique de su fortuna. No recuerdo bien lo que hizo, creo que empared vivos al hijo y a la madre. Lo cierto es que los mat y que ella muri protestando de su inocencia y maldiciendo solemnemente a l y a todos sus descendientes. Segn esta maldicin, ningn primognito de los Lemesurier recogera jams su herencia. Bien, andando el tiempo se demostr, sin que cupiera lugar a dudas, la inocencia de la baronesa. Tengo entendido que Hugo llev siempre cilicio y que muri en la celda de un convento. Pero lo curioso del caso es que a partir de aquel da ningn primognito de los Lemesurier ha heredado. Los bienes paternos han pasado siempre de sus manos a las de un hermano, de un sobrino, de un segundn, pero jams al primognito. El padre de Vicente es segundn de los cinco hijos de su padre. El mayor muri en la infancia. Y Vicente se ha convencido durante la guerra de que es ahora l el predestinado. Pero, por imposible que parezca, sus dos hermanos menores han muerto en ella.Es una historia muy interesante dijo Poirot pensativo. Pero ahora que el padre se est muriendo, ser el primognito el heredero de su fortuna?Precisamente. La maldicin se ha desvirtuado. No puede subsistir en medio del bullicio de la vida moderna.Poirot mene la cabeza como si reprobase el tono ligero del otro. Roger Lemesurier volvi a mirar el reloj y se apresur a despedirse de nosotros.Pero la historia no haba concluido, al parecer, ya que al da siguiente supimos la trgica muerte de Vicente. Haba tomado el tren correo de Escocia y durante la noche se abri la portezuela de su departamento y cay a la va. La emocin que le produjo el estado de su padre, sumada a la enfermedad nerviosa que como resultado de su estancia en el frente padeca, debi de producirle un ataque de locura temporal. Y la curiosa supersticin que prevaleca entre la familia superviviente volvi a salir a la luz al hablar del nuevo heredero, Ronald Lemesurier, cuyo nico hijo haba muerto en la batalla de Somme.Supongo que nuestro encuentro accidental con Vicente Lemesurier el ltimo da de su vida, despert nuestro inters por todo lo que con su familia se relacionaba y por ello dos aos despus nos enteramos del fallecimiento de Ronald, invlido en la poca de su herencia de las propiedades de los Lemesurier. Le sucedi su hermano John, hombre simptico, cordial, que tena un hijo en la Universidad de Eton.Los Lemesurier eran vctimas, en efecto, de un destino implacable, ya que durante las vacaciones el joven estudiante se dispar un tiro sin querer. La muerte de su padre, acaecida casi inmediatamente despus de picarle una avispa, puso la propiedad en manos de Hugo, el ms joven de los cinco hermanos, al que conocimos la noche fatal en el Carlton.Aparte de comentar la extraordinaria serie de desgracias que caan sobre los Lemesurier, no nos habamos tomado ningn inters personal por tales acontecimientos, pero se acercaba el momento en que debamos tomar parte ms activa en ellos.

Una maana nos anunciaron a mistress Lemesurier. Era mujer activa, de buena estatura, de unos treinta aos de edad y que a juzgar por su aspecto posea resolucin y una dosis respetable de sentido comn. Hablaba con leve acento extranjero.Monsieur Poirot, creo recordar usted a Hugo Lemesurier; l le vio hace aos, pero no lo ha olvidado.Recuerdo perfectamente el hecho, madame. Nos vimos en el Carlton.Eso es. Bien, monsieur Poirot, pues estoy muy preocupada.Respecto de qu, madame?Pues respecto de mi hijo mayor. Porque tengo dos hijos: Ronald, de ocho aos, y Gerald, de seis.Contine, seora. Por qu le preocupa su hijo Ronald?Monsieur Poirot, en el espacio de los seis ltimos meses pasados ha logrado escapar a la muerte por tres veces seguidas: la primera vez estuvo a punto de ahogarse en Cornwall, este verano; la segunda vez se cay por la ventana de la nursery; la tercera vez estuvo a punto de ser envenenado.El rostro de Poirot expresaba de manera demasiado elocuente, tal vez, lo que estaba pensando, porque mistress Lemesurier dijo apresuradamente.Naturalmente, comprendo que usted me toma por una boba que convierte en montaas un granito de arena...No, seora. Cualquier madre se sentira tan trastornada como usted por tales acontecimientos, pero lo que no veo es en qu puedo servirla. No soy le bon Dieu para mandar a las olas; ponga barrotes de hierro en la nursery y en cuanto a la comida, qu podra compararse al cuidado de una madre?Pero, por qu le suceden tales cosas a Ronald y no a Gerald?Se trata de una pura casualidad, madame... le hasard!De verdad cree usted eso?Qu cree usted, madame, qu cree su marido?Una sombra nubl el rostro de mistress Lemesurier.Hugo no quiere escucharme. Supongo que habr usted odo hablar de la maldicin que pesa sobre nuestra familia. Segn ella, el primognito no puede heredar. Hugo cree en esa leyenda. Conoce al dedillo la historia de los Lemesurier y es supersticioso en grado superlativo. Cuando le comunico mis temores me habla de la maldicin y asegura que no podemos escapar de ella. Pero yo he nacido en los Estados Unidos, monsieur Poirot. All no creemos en maldiciones, aunque nos gusten porque tienen cachet, porque dan tono, comprende? Hugo me conoci cuando tomaba yo parte en una comedia musical y me dije que eso de una maldicin es un encanto, algo indescriptible para expresarlo con palabras, a propsito para narrarlo junto al fuego en una cruda noche de invierno, pero cuando se trata de un hijo... es otra cosa, porque yo adoro a mis hijos, monsieur Poirot, y hara cualquier sacrificio por ellos.De manera que se niega a creer en la leyenda de la familia?Puede una leyenda cortar un tallo de hiedra?Qu es lo que dice, madame? exclam mi amigo con expresin de profundo asombro reflejado en el semblante.Digo, puede una leyenda, una fantasa si prefiere denominarlo as, cortar un tallo de hiedra? No me refiero a lo sucedido en Cornwall, porque aunque Ronald sabe nadar desde los cuatro aos, cualquier chico puede encontrarse en apurada situacin en un momento dado. Los dos hijos mos son muy traviesos y por ello un da descubrieron que podan encaramarse por la pared sirvindose de la hiedra como de una escalera. Un da en que Gerald no estaba en casa, la hiedra cedi y Ronald cay a tierra. Por fortuna no se hizo nada serio. Pero yo sal y examin la hiedra. Estaba cortada, monsieur, cortada deliberadamente.Se da cuenta de la gravedad de lo que insina, madame? Dice que el hijo menor estaba en aquel momento fuera de casa?S.Lo estaba tambin cundo el envenenamiento de Ronald?No, los dos estaban en ella.Es curioso murmur Poirot. Dgame, qu servidores tiene usted?Miss Saunders, el aya de los nios y John Gardiner, el secretario de mi marido.Mistress Lemesurier hizo una pausa levemente confusa.Y quin ms, madame?El comandante Roger Lemesurier, a quien conoci usted tambin aquella noche del Carlton, viene a vernos con frecuencia.Ah, s! Es pariente de ustedes?Un primo lejano. No pertenece a esta rama de la familia. Sin embargo, creo que es el pariente ms prximo de mi marido. Es muy afectuoso y le queremos todos. Los chicos le adoran.Fue l, quiz, quien les ense a trepar por la hiedra?Bien pudiera ser, porque les incita a hacer travesuras.Madame, le pido mil perdones por lo que dije antes. El peligro es real y creo poder servirla. Le propongo que nos invite a pasar unos das con ustedes. Tendra inconveniente a ello su marido?Oh, no. Pero dudar de su eficacia. Me irrita ver que se sienta tranquilamente a esperar a que fallezca su hijo.Clmese, madame! Nosotros todo lo hacemos metdicamente.

Despus de hacer el equipaje a toda prisa, tomamos al da siguiente el camino del Norte. Poirot se sumi en sus reflexiones. Sali de su ensimismamiento para preguntar bruscamente:Se cay Vicente Lemesurier de uno de estos trenes?Y acentu levemente el verbo.Qu es lo que sospecha? interrogu sinceramente sorprendido. No le han llamado la atencin, Hastings, esas muertes casuales de los Lemesurier? No le parece que todas ellas han podido ser preparadas de antemano? Por ejemplo, la de Vicente; luego la del estudiante de Eton. Un accidente es casi siempre algo ambiguo. Suponiendo que este mismo nio, hijo de Hugo, hubiera fallecido como resultado de su cada por la ventana, qu cosa tan natural y tan poco sospechosa? Porque, quin sale beneficiado de su muerte? Su hermanito, un nio de siete aos. Es absurdo!Quiz pretenden, ms adelante, desembarazarse de l tambin suger yo alimentando una idea vaga de quin o quines lo pretendan.Poirot movi la cabeza. La sugerencia no le satisfaca, era evidente.Envenenamiento por ptomana murmur. La atropina presenta casi los mismos sntomas. S, nuestra presencia all es indispensable. Hay que descubrir... o bien... evitar o...Mistress Lemesurier nos recibi con entusiasmo. En seguida nos llev al estudio de su marido y nos dej en l. Hugo haba cambiado mucho desde la primera guerra. Sus hombros se inclinaban todava ms hacia delante y su rostro tena un curioso tinte gris plido. Poirot le explic el motivo de nuestra visita y le escuch con atencin.Es muy propio del sentido comn de Sadie! dijo al final. De todos modos, monsieur Poirot, le agradezco que haya venido; pero lo escrito, escrito est. La vida del trasgresor es dura. Nosotros, los Lemesurier, lo sabemos, ninguno de nosotros escapar a su destino.Poirot le habl de la hiedra cortada, pero el hecho caus poca impresin a Hugo.No cabe duda que fue obra de un jardinero poco cuidadoso... S, s, tiene que haber un instrumento, pero el fin es simple; y no se demorar mucho, spalo, monsieur Poirot.ste le mir con atencin.Por qu dice eso?Porque yo mismo estoy sentenciado. El ao pasado fui a ver a un mdico y padezco una enfermedad incurable. El fin est prximo, pero antes de que yo fallezca se llevarn a Ronald. Gerald le heredar.Y si le sucediera algo tambin a su segundo hijo?No le suceder nada; nada le amenaza.Pero, y si le sucediera? insisti Poirot.Mi primo Roger sera su heredero.Alguien vino a interrumpir nuestra conversacin. Era un caballero alto, de arrogante figura, de cabello rizado, color de cobre, que entr llevando unos papeles en la mano.Bien, deje eso, Gardiner y no se preocupe dijo Hugo Lemesurier Mi secretario, mster Gardiner.El secretario salud, nos dedic unas palabras agradables de bienvenida y desapareci. A pesar de su gallarda haba algo en l que repela y cuando me confi a Poirot, ms adelante, mientras pasebamos por los hermosos jardines, convino en ello con no floja sorpresa por mi parte.S, s, Hastings, tiene usted razn. No me gusta. Es demasiado guapo. Ah, ya estn aqu los pequeos.Mistress Lemesurier avanzaba hacia nosotros con los dos nios al lado. Eran dos guapos muchachos, moreno el menor como la madre, de cabello rubio y rizoso el mayor. Los dos nos estrecharon la mano, como dos hombrecitos, y en seguida se dedicaron a Poirot. Luego fuimos presentados a miss Saunders, mujer indescriptible, que formaba parte del grupo familiar.

Por espacio de varios das llevamos una existencia cmoda y agradable, siempre vigilante aunque sin resultado. Los chicos vivan de manera normal sin carecer de nada. Al cuarto da de estancia en la finca vimos aparecer al comandante Roger Lemesurier. Vivaracho y despreocupado, haba variado muy poco, tratando de todo con la misma ligereza. Era, evidentemente, un gran favorito de los chicos, porque le acogieron con exclamaciones de alegra y le arrastraron en seguida al jardn para jugar a los indios bravos. Me di cuenta de que Poirot le segua sin llamar la atencin.Al da siguiente, lady Claygate, cuya propiedad lindaba con la de los Lemesurier, invit a todo el mundo, chicos inclusive, a tomar el t. Mistress Lemesurier quera que les acompasemos, pero sin embargo pareci aliviarla de gran peso la negativa de Poirot que, segn dijo, prefera quedarse en casa.En cuanto partieron todos, puso manos a la obra. Su actitud me record la de un terrier inteligente. Creo que no qued sin registrar un solo rincn de la propiedad; sin embargo, se hizo tan serena y metdicamente que a nadie llamaron la atencin sus idas y venidas. Mas era evidente, al final, que no se senta satisfecho. Tomamos el t en la terraza con miss Saunders, que no haba querido tampoco formar parte de la reunin.Los chicos deben estar disfrutando murmur. Confo en que se portarn como es debido, en que no pisotearn los parterres de flores ni se acercarn a las abejas...Poirot se qued con el vaso que iba a llevarse a la boca en la mano. Era como si acabara de ver un fantasma.Las abejas? repiti con voz de trueno.S, monsieur Poirot, las abejas. Tres colmenas. Lady Claygate est orgullosa de ellas.Abejas! exclam Poirot. Luego se levant de un salto y empez a pasear por la terraza con las manos en la cabeza. Por ms esfuerzos que hice no pude imaginar por qu se agitaba tanto a la sola mencin de aquellos insectos.En este momento omos rodar un coche. Cuando el grupo se ape ya estaba Poirot en el umbral de la puerta.Han picado a Ronald exclam excitado Gerald.No ha sido nada dijo mistress Lemesurier. Ni siquiera se ha hinchado. Le pondremos en la picadura un poco de amonaco.A ver, hombrecillo. Dnde ha sido? pregunt Poirot.Aqu, en este lado del cuello repuso dndose importancia Ronald. Pero no me duele. Pap dijo: Estte quieto. Se te ha posado encima una abeja. Me estuve quieto y pap me la quit de encima, pero sent un alfilerazo. Ya me haba picado y no llor porque ya soy grande e ir a la escuela al ao que viene.Poirot examin el cuello del nio y luego se retir. Cogindome por el brazo murmur a mi odo:Esta noche, mon ami, ser esta noche! No diga nada... a nadie.Como se neg a mostrarse ms comunicativo, confieso que pas el resto del da devorado por la curiosidad. Se retir temprano y segu su ejemplo. Mientras subamos la escalera me cogi por un brazo y me dio instrucciones.No se desvista. Aguarde algn tiempo, apague luego la luz y venga a reunirse conmigo.Obedec y le encontr esperndome cuando lleg la hora. Me encarg con un gesto que guardara silencio y nos dirigimos, de puntillas, al ala de la casa donde se hallaba la de los nios. Ronald ocupaba una habitacin propia. Entramos en ella y me situ en un rincn oscuro. El nio respiraba bien, normalmente y dorma tranquilo.Duerme profundamente, verdad? susurr.Poirot hizo sea de que s.Le han narcotizado murmur.Para qu?Para que no llore cuando...Cundo? repet al ver que haca una pausa.Sienta el pinchazo de la aguja hipodrmica, mon ami! Silencio! No hablemos ms, aunque no espero ningn acontecimiento prximo.Pero Poirot se engaaba. Diez minutos despus se abri la puerta sin ruido y alguien entr en la habitacin. O una respiracin anhelosa, unos pasos que se aproximaron a la cama, luego un sbito clic! La luz de una pequea lmpara de bolsillo cay sobre el rostro del pequeo durmiente. La persona que la asa segua invisible en la sombra. Dej la lmpara en tierra; con la mano derecha sac la jeringuilla y con la izquierda toc al nio en el cuello. Poirot y yo dimos un salto al propio tiempo. La lmpara rod por el suelo y luchamos con el intruso en la oscuridad. Su fuerza era extraordinaria. Por fin le vencimos.La luz, Hastings. Tengo que verle la cara... a pesar de que temo saber demasiado bien a quien pertenece.Lo mismo me sucede a m, me dije mientras buscaba la luz a tientas. Haba sospechado un momento del secretario acuciado por la antipata que me inspiraba, pero ahora estaba seguro de que el hombre que se beneficiara de la muerte de los dos nios era el monstruo cuyos pasos habamos estado siguiendo.Uno de mis pies toc la lmpara. La cog y la encend. Su luz brill de lleno en el rostro de... Hugo Lemesurier, el propio padre del pequeo!Estuvo en un tris que se me cayera la lmpara de la mano.Imposible! dije con la voz velada. Imposible! Lemesurier haba perdido el conocimiento. Entre Poirot y yo le trasladamos a su habitacin y le dejamos sobre la cama. Poirot se inclin y le quit con suavidad un objeto de la mano. Luego me lo ense. Me estremec. Era la jeringuilla.Qu hay en ella? Veneno? cido frmico si no me engao. cido frmico?S. Obtenido, probablemente, de la destilacin de hormigas. Ya recordar que es qumico. Luego se hubiera atribuido la muerte del nio a la picadura de la abeja.Dios mo! exclam. A su propio hijo! Y usted lo sospechaba?Poirot por toda respuesta, hizo gravemente un gesto afirmativo.S. Est loco, naturalmente. Imagino que la historia de su familia se convirti en l en verdadera mana. Su deseo intenso de heredar la fortuna de los Lemesurier le condujo a cometer una serie de crmenes. Posiblemente se le ocurrira la idea al viajar por primera vez con Vicente. No poda permitir que la prediccin resultase vana. El hijo de Ronald haba muerto ya y el mismo Ronald era un moribundo. La familia est compuesta de individuos dbiles. l prepar el accidente de la pistola, y, lo que hasta ahora no haba sospechado, la muerte de su hermano John mediante este mismo procedimiento de inyectarle en la yugular cido frmico. Entonces se realiz su ambicin y se convirti en dueo de las propiedades agrarias de la familia. Pero su triunfo fue de breve duracin porque sufra una enfermedad incurable. Adems alimentaba una idea fija, una idea de loco: la de que su hijo no podra heredar. Sospecho que el accidente del bao se debi a l. Seguramente animara al pequeo a que llegase cada vez ms lejos. Al fracasar esta tentativa cort la hiedra y despus envenen el alimento de Ronald.Es diablico! murmur con un escalofro. Y qu hbilmente planeado!S, mon ami, no existe nada tan sorprendente como la extraordinaria inteligencia de los locos. No hay nada que pueda compararse a ella, slo la excentricidad de los cuerdos.Y pensar que sospech hasta de Roger, este buen amigo...Era natural, mon ami. Nosotros sabamos que acompa a Vicente en su viaje al Norte. Sabamos tambin que despus de Hugo y de los hijos de Hugo era el legtimo heredero. Pero los hechos dieron al traste con estas suposiciones. No se cort la hiedra ms que cuando el pequeo Ronald estaba en casa... el inters de Roger hubiera exigido que los dos hermanitos perecieran. De la misma manera que fue slo Ronald el envenenado. Y hoy, cuando volvieron a casa y me di cuenta de que solamente bajo palabra de su padre haba que creer que Ronald fue picado por una abeja, record la otra muerte y supe quin era el asesino.Hugo Lemesurier muri varios meses despus en una casa de salud a la que fue trasladado. Su viuda volvi a casarse con mster Gardiner, el secretario de los cabellos color de cobre. Ronald hered los acres de su padre y contina floreciendo.Bien, bien observ dirigindome a Poirot. Otra ilusin que se desvanece. Usted ha concluido con la maldicin que pesaba sobre los Lemesurier.Quin sabe? repuso pensativo el detective. Quin sabe...Qu quiere decir?Voy a contestar, mon ami, con una sola y significativa palabra: rojo!Sangre? interrogu aterrado, bajando la voz instintivamente.Qu imaginacin tiene tan melodramtica, Hastings! Me refera a algo ms prosaico: al color de los cabellos del pequeo Ronald.