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18 / PENSAR LA HISTORIA tales definen como tal- si la historia se ha convertido en elemen- to esencial de la necesidad de identidad individual y colectiva, precisamente ahora la ciencia histórica pasa por una crisis (¿de crecimiento?): en su diálogo con las aIras ciencias sociales, en el considerable ensanchamiento de sus problemas, métodos, objetos, se pregunta si no está perdiéndose. Primera Parte LA HISTORIA Los ensayos aquí reunidos aparecieron originalmente en los volúmenes 1, II, IV, V. VIlI, X, XI, XIII. XV de la Enciclopcdia Eincludi . .------------- .. _.,uu~.------ nu:rnu;':.¡.';¡¡":lno- tnIIB'RfItE.Lnr~;.ij.".. ;rtljiiiíí;rVB '¡"rus '~i?-; =1. .ii;W~¥1Hr'rjfm!'~"P..~~;~,;.',~í:~t;¡II!~~Ü~: :m¡ !i~{ :lt l !

La Historia Total y Sus Enemigos_martinez Shaw

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La Historia Total y Sus Enemigos_martinez Shaw

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PENSAR LA HISTORIA

tales definen como tal- si la historia se ha convertido en elemen-to esencial de la necesidad de identidad individual y colectiva,precisamente ahora la ciencia histórica pasa por una crisis (¿decrecimiento?): en su diálogo con las aIras ciencias sociales, en elconsiderable ensanchamiento de sus problemas, métodos, objetos,se pregunta si no está perdiéndose.

Primera Parte

LA HISTORIA

Los ensayos aquí reunidos aparecieron originalmente en los volúmenes 1, II,IV, V. VIlI, X, XI, XIII. XV de la Enciclopcdia Eincludi .

.------------- .._.,uu~.------ nu:rnu;':.¡.';¡¡":lno- tnIIB'RfItE.Lnr~;.ij.".. ;rtljiiiíí;rVB '¡"rus '~i?-; =1. .ii;W~¥1Hr'rjfm!'~"P..~~;~,;.',~í:~t;¡II!~~Ü~:

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1.La historia total y sus enemigos en laenseñanza actualCarlos Martínez-Shaw

«El pensamiento del sabio, por no caer en el error tienememoria en lopasado, por tomar lo mejor de elloy ordenarlo presente con templanza y contemplar lo porvenir concordura por tener aviso de todo».

(Diego de San Pedro, Cárcel de Amór, Sevilla, 1492)

Es muy alto el grado de consenso logrado con respectoa la fecha de nacimiento de la historia como ciencia. El pe-ríodo de entreguerras introdujo una profunda renovaciónen el concepto y en los métodos de la historia, de tal inten-sidad que puso los fundamentos que f?"mitieron otorgara la disciplina su status de ciencia so( :: L Pierre Chaunuha señalado gráficamente este mom,:~lto: "La historia,ciencia humana unificadora (fédératrice) de nuestro tiem-po, nació entre 1929 yel comienzo de los años treinta: na-ció de la angustia y la miseria de los tiempos, en la atmós-fera dolorosa de una crisis de enormes dimensiones y derepercusiones infinitas» (Chaunu, 1972, pág. 649).El punto de partida de esta auténtica reconstrucción

de la historia se encuentra en la reflexión llevada a cabodesde un triple frente: la contestación de la historia positi-vista académica emprendida por la escuela de los Anna-les; las exigencias de rigor y aY' "idad predicadas por loseconomistas y los historiadOle..01a economía, y la apor-tación teórica y empírica de los estudiosos inspirados en elmaterialismo histórico.Esta triple corriente confluyó finalmente en una doble

convicción, que terminó de articulai'la teoría y la práctica

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del.historiador: la necesidad de una historia total y la ne-cesIdad de entablar un diálogo con las restantes cienciassociales sobre la base de la unidad esencial de todos losplanos de la reaEdad social.

Primero, por tanto, historia total. Fue la escuela de losAnnales la verdadera creadora de este concepto, que re-clamaba la universalidad temática (frente a las escuelaspositivistas que sólo se ocupaban de una serie de hechosprivi17~~ados:los acontecimientos políticos, militares y di-plom~tlCos), la universalidad geográfica (frente al euro-c?nt~smo que había dominado toda la producción histo-r:-0grafi.caen nuestro continente y había hecho de la histo-na de otros ámbitos tan sólo un apéndice de la historia deEuropa, la historia de los europeos fuera de sus fronteraso la historia de la expansión europea) y la universalidadcronológica (frente a la aceptación de barreras artificialesentre los períodos, escindiendo la unidad de la vida delhombre sobre el planeta desde los tiempos más remotoshasta nue~tros d~as).Con palabras del máximo inspiradorde la tf>~na, LucIen Febvre, el objeto de la historia com-prend: L <. as diversas actividades y las diversas creacionesde los 1e nbres de otros tiempos, c:aptadas en su fecha enel marco de sociedades extremadamente variadas y'sinemb~rgo comparables unas a otras (. . .); actividades ycreaCIOnescon las que cubrieron la superficie de la Tierray la s~cesión de las edades» (Febvre, 1970, pág. 40, ediciónespanola).

L~ economí~, una de las ciencias con las que la historiaentro más rápIdamente en relación (como hemos de vermás ~del~te), introdujo en el ámbito de la historiografiasu eXlgen~la~e objetividad y su hábito de empleo de méto-dos cuantItatIvos y del uso de técnicas estadísticas bus-cando en el análisis de las series masivas de datos ia de-mostración de las leyes que regían los distintos fenóme-nos r,hist?ricos. ~e ahí que sus sugerencias pasaron prontodel amblto estncto de la economía a todas las demás áreasque se habían convertido en el territorio de la historia to-tal. Siguiendo a Pierre Chaunu, la historia cuantitativapasaba a denominarse historia serial, para significar con. este cambio de adjetivación su aplicación al conjunto de

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los hechos del pasado: la historia serial desplazaba lacuantificación a cualquier tipo de hechos históricos cuyosdatos pudieran ser presentados en series homogéneas.

Finalmente, el materialismo histórico aportó su con-cepto de la totalidad social, su reflexión sobre los modos derelación establecidos entre los diversos planos de la rea-lidad social y su concepto de la historia como ciencia quese ocupa de los procesos de constitución, funcionamiento ycambio de las formaciones sociales. En su más delicadaelaboración, se trataba del concepto de historia intQgrdo-ra, sugerid.o por Pierre Vilar como un paso más allá en ladefinición de la historia total: «La investigación históricaes el estudio de los mecanismos que vinculan la dinámicade las estructuras -es decir, las modificaciones espontá-neas de los hechos sociales de masas- a la sucesión de losacontecimientos en los que intervienen los individuos y elazar, pero con una eficacia que depende siempre, a más omenos largo plazo, de la adecuación entre los impactosdiscontinuos y las tendencias de los hechos de masas"(Vilar, 1980, pág. 47).

La historia total adquiere así carta de naturaleza, defi-ne su objeto, elabora su teoría y reclama la percepción deltiempo como su dimensión esenCÍ .i -,el monopolio del pa-sado como el auténtico territorio f el historiador. y por esecamino afronta un nuevo reto: la ampliación ilimitada desu campo de análisis le impone la relación con las restan-tes ciencias sociales, a fin de utilizar sus métodos, peroconservando su irrenunciable especificidad. Son los pro-blemas sabiamente diseccionados por Pierre Vilar; «En ladificil aproximación a la totalidad histórica, puede y debeservirnos toda investigación que se inspire en los métodos'más recientes de los psicólogos, de los sociólogos y de loseconomistas. Siempre y cuando el historiador no olvide supropia labor, consistente en establecer síntesis, en distin-guir los episodios históricos que forman un todo, en no re-ducir la historia al largo plazo que deshumaniza ni al cor-to plazo que impide ver el crecimiento y el probrreso;laborque consiste, en definitiva (. .. ) en el estudio de los meca-nismos que relacionan los acontecimientos con la dinámi-ca de las estructuras» (Vilar, 1969, pág. 21).

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dedad ha dado a los ambientes donde ha establecido suobra» (Gambi, 1973). O a la definición de Philippe Pinche-mel: «La geografia puede ser definida -y es última para-doja- comouna ciencia humana cuyo objeto de estudio esel hombre. Su originalidad radica en "explicar la huella dela energía humana en la superficie del suelo", como decíaRoger Dion" (Pinchemel, 1968).

D{~spuésde la Segunda Guerra Mundial nace una nue-va ciencia social, la demografia, preocupada desde sus co-mienzos por la contradicción observable entre la baja ten-dencia de la natalidad en los países avanzados y la explo-sión demográfica en los países atrasados. También aquílos intereses de la demograña y de la historia alcanzaronun punto de confluencia. Los demógrafos buscaron en elpasado los orígenes y las causas de la inflexión de la fecun-didad en las sociedades europeas; al tiempo que se intere-saron por buscar las características demográficas de lassoci .(~~.desdel pasado, que compartían con las actualeeun 1,a ~ecido nivel de atraso, para aislar las variablessign,fLcativas en la desviación de sus comportamientos.Los historiadores, por su parte, tomaron conciencia de laimportancia de la población como una variable básica dela vida económica y como una infraestructura insoslaya-ble de la vida social, antes incluso de ampliar sus observa-ciones al terreno de los mecanismos reguladores, el con-trol de la natalidad, las estrategias familiares, etcétera.

Así se fue creando un terreno común de colaboración,que pasó a denominarse, según el punto de partida del in-vestigador, demografía histórica o historia de lapobla-ción, al tiempo que esta última rama adquiría carta de na-turaleza en el mundo historiográfico yestablecía sus rela-ciones con los ámbitos especializados de la historia econó-mica, la historia sodal o la historia de las mentalidadescolectivas. En palabras de Adolphe Landry, «hay una de-mografia histórica que es una parte de la historia general,exaetamente igual que la historia política o la historiamilitar,) (Landry, 1945, pág. 10).

Probablemente el más fructífero de los intercambiossea el que se ha venido dando entre la economía y la histo-ria. El punto de partida no fue, sin embargo, muy prome-

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tedor. La ciencia económica del siglo XIX manifestó unadecidida vocación antihistoricista, especialmente en el se-no de las escuelas neoclásica y marginalista, que se defi-nieron por la búsqueda de teorías de 'carácter universal(válidas para todo tiempo y lugar), por la utilización de unlenguaje matemático o altamente formalizado, por la exi-l!encia de un elevado nivel de ahstracción, por el despreciohacia la observación empírica y por el rechazo de los fuc.;-tares extraeconómicos a la hora de construir sus modelos.Por su parte, la historia positivista ignoraba casi por com-pleto los hechos económicos que no entraban a formarparte de sus estrategias explicativas.

Un primer ensayo de aproximación, el intentado porlas llamadas primera y segunda escuelas históricas ale-manas de economía, no produjo el resultado deseado,. porque la reivindicación de la observación empírica parala elaboración de la teoría económica derivó hacia la apa-rición de una historia de los hechos económicos aqu~jadadel mismo estrecho positivismo que padecía la historiageneral de la época.

Fue preciso llegar, por tanto, i "'ícríodo de entregue-rras para que se produjese el def l1 jvo y fecundo acer-camiento, por medio de los llamados segundo y tercerencuentros de la economía y la historia. El segundo en-cuentro se originó por iniciativa de los historiadores, quepidieron a los economistas sus teorías para la correcta in-terpretación del comportamiento de las variables econó-micas, y sus técnicas estadísticas, para el correcto análisisde los datos económicos del pasado. La iniciativa fue im-pulsada por la convicción de que los hechos económicoseran esenciales para la explicación de la evolución social,y de que la teoría económica ayudaba a comprender lacompleja articulación de los fenómenos que se gestabanen el campo de la producción y distribución de los bienes.Como efecto derivado, los historiadores experimentaronmayor interés por la cuantificación de los datos masivos ytransfirieron esta preocupación a los restantes planos dela realidad social, abriendo la vía a una historia serial quese recreaba en el tratamiento de los hechos que se produ-cían en la vida social, política e incluso cultural.

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Por su parte, los economistas dieron también un pasoadelante, protagonizando el tercer encuentro. A esta ac-ción se vieron empujados por la necesidad de contextuali-z~r ~o~fenómenos económicos dentro de su «perspectivahlstonca», porque el pasado ofrecía toda una serie de an-tecedentes y paralelos significativos, y porque los procesosque se daban en el terreno de la economía s610 podían ob.s~rvars~ a largo plazo si se querían extraer leyes de fun-ClOnamlento a partir de las regularidades o las disconti-nuidades apreciadas. Del mismo modo, los hechos econó-micos se ve~ afectados por una serie de factores que se ge-neran en dIferentes campos, pues así como las condicio-nes materiales influyen en el curso de los acontecimientospolíticos y sociales, muchas acciones o procesos extraeco-nómicos tienen su repercusión directa o indirecta en el te-rreno de la economía. .

De esta forma, las posiciones acabaron por confluir.r~~d.e la historia, Vitorino Magalhaes-Godinho podía a fi r.na' que «la historia económica es, en el fondo, la ecor10-rr~i'.lP?lítica de los sistemas y de las formas que han desa-parecIdo» (Magalhaes-Godinho, 1951, pág. 52). Y desde lae:onomía, ~ohn Hicks llegaba a la conclusión de que «hayhilos que dIs~urren de la economía a otros campos socia-les, a la política, a la religión, a la ciencia y a la tecnología:se desarrollan allí y regresan al campo de la economía»(Hick.s, 1969, pág. 167). En síntesis, con palabras de JeanBou':,er, «la eco.nomía es el estudio de los hechos de pro-ducclOn y cambIO en el tiempo» (Bouvier, 1977, pág. 11).. No menos radical fue durante el siglo XIX la separa-

CIón entre la sociología y la historia. Ambas disciplinas senegaban el reconocimiento de modo recíproco y se conten-taban con establecer un «Yalta» que repartiese entre ellaslos objetos de análisis: el presente para la sociología y elpasado para la historia.

Sin embargo, esta situación cambiaría esencialmenteen el siglo XX ~ac~as al esfuer,zo de un grupo de sociólogos~on.alm~ d~ ~Istonadores. ASI, Werner Sombart adoptó laoptIca histonca, remontándose a los orígenes para llevar acabo su análisis de la burguesía y del capitalismo. Por suparte, Max Weber también hubo de proceder a una en-

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cuesta histórica para determinar :el momento y la causade la aparición del «espíritu del capitalismo», que encon-tró, como es bien sabido, en la formación de la ética protes-tante. Otros dos sociólogos, ambos convencidos del carác-ter diacrónico de toda ciencia de la sociedad, ejercieronuna influencia directa sobre los historiadores que estabanconsiguiendo el sta.tus científico para su disciplina: ÉmileDurkheim inspiró primordialmente a los investigadoresde la escuela de los Annales, mientras que Franc;ois Si-miand haCÍa lo propio con aquellos otros que se movían enlas coordenadas del materialismo histórico.

Al mismo tiempo, naturalmente, los historiadores acu-dían a la sociología para el aprendizaje de sus métodos ypara apoyar la reivindicación del carácter de ciencia so-cial que debía asumir la nueva historia que estaban cons-truyendo. Una historia que cada vez se empeñaba más enexplicar las cuestiones recientemente compendiadas porPeter Burke: «.. .la historia de las relaciones sociales, lahistoria de la vida privada, la historia de las solidaridadessociales y los conflictos sociales, la historia de las clasessociales, la historia de los grupc',';ociales ... " (Burke,1987, pág. 35). t

A partir de ahí, la sociología y la historia fueron decli-nando su actitud de concurrencia y privilegiando la com-plementariedad de sus investigaciones. Es el ideal formu-lado por Georges Gurvitch: «La sociología y la historia secomplementan en el terreno de la explicación (. .. ) La solasalida de la crisis, en la explicación sociológica, reside enuna colaboración fraternal, en la cual toda reserva men-tal, imperialista, sería excluida tanto de un lado como delotro» (Gurvitch, 1956, pág. 3). Y corroborado, desde la otraorilla, con más énfasis aún, por Fernand Braudel: «Socio-logía e historia constituyen una sola y única aventura delespíritu» (Braudel, 1968, pág. 115).

También la antropología ocupó, desde su mismo naci-miento, un espacio deshabi (-'1clopor las demás ciencias so-ciales y CO~luna firme ve:.-' .... :1de definir su objeto contrala historia. Así, las corrientes funcionalistas se ocuparonde las sociedades exóticas, esencialmente extraeuropeas(y abandonadas, por tanto, de una historia eurocentrista),

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mientras que las corrientes estructuralistas reclamabanla sincronía como única dimensión de unas «sociedadesfrías», es decir, estancadas, sin evolución. Y de este modo,en palabras de Maurice Godelier, la antropología pasaba aser «el cubo de la basura de la sociología y la historia».Sin embargo, también en este caso los antropólogos

iniciaron su acercamiento a la historia a partir de doscomprobaciones: la inexistencia de sociedades completa-mente estáticas (de sociedades «sin historia») y la necesi-dad del análisis de largo plazo para detectar las repeticio-nes periódicas que constituyen las estructuras de funcio-namiento. De este modo, era posible la colaboración, en el.sentido que explicaba E. E. Evans-Pritchard: «los histo-riadores escriben historia, por decirlo así, hacia adelante,y nosotros intentamos escribirla hacia atrás» (Evans- Prit-chard, 1974, pág. 61).Por su parte, los historiadores tuvieron conciencia de

que los métodos empleados por los antropólogos para eleo;,ldio de las sociedades atrasadas del presente podal1a )1" ..:arseal estudio de las sociedades del pasado, que ernna r "lsadas por definición. De esa forma, la historia intro-dl:~oentre sus preocupaciones una serie de temáticas quele habían sido reveladas por la antropología: las socieda-des rurales, las cuestiones de parentesco o linaje, las for-mas de la contestación primitiva o el inmenso universo delas manifestaciones que, bajo el nombre genérico de «cul-tura popular», rebasaban el estrecho marco de la culturadominante que hasta allí había mantenido su exclusi-vidad como objeto de investigación. Tal confluencia pusoincluso las bases para la aparición de algunas de las ra-mas que en los últimos tiempos han conocido un desarro-llo más espectacular como campo privilegiado de la inves-tigación historiográfica: la historia de la cultura mate-rial, la historia de la vida cotidiana o la historia de lasmentalidades, que ya no puede ser concebida, en palabrasde Michel Vovelle, «comoun territorio extranjero, exótico,sino como la prolongación natural y el punto final [la finepointe] de toda historia social» (Vovelle, 1985, pág. 19).De ese modo aparecía un territorio de frontera que mu-

chos han llamado «antropología histórica», Sobre todo, se

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generaba una actitud tendiente a abolir esa misma fron-tera, en el sentido señalado por Maurice Godelier, quepredicaba la necesidad de {,una sola ciencia, que será a lavez teoría comparada de las relaciones sociales y explica-ción de las sociedades concretas aparecidas en el cursoirreversible de la historia; y esta ciencia, combinando his-toria y antropología, economía, política, sociología y psico-logía, será ni más ni menos lo que los historiadores entien-den por historia universal (historia total, diríamos noso-tros), o lo que los antropólogos intentan y ambicionan ~onla denominación de "antropología general"» (Godeher,1976, pág. 295).La historia tradicional se ocupaba esencialmente de

los acontecimientos de la vida política, pero reservaba unespacio apendicular para inventariar los hechos ocurridosen otros campos que se considera~an dignos de ser recor-dados. Así nacieron una serie de especialidades, como lahistoria del arte, la historia de la literatura, la historia delpensamiento o la historia de la ciencia.Ahora bien: estos apéndices, que se incluían al final

de la narración histórica realmen~:; ;mportante, no dQja-ban de ser sino fatigosos repertoric J~' e obras y de autores,que más de una vez suscitaron las vehementes arremeti-das de Lucien Febvre: «Ya tenemos también a Courbettratado de la misma manera que la máquina de vapor.Títulos, telas y fechas, fechas, telas y títulos. Mañana, eljoven Durand, de Mende, que jamás vio un Courbet (nitampoco un re calentador Farcot), y el joven Dupont, deBéziers, que está bien dotado para la historia (dotado deuna memoria caballuna, se defiende mal en francés, enfilosofia, en latín, en griego y ni se aclara en matemáticas,lo que irremediablemente le consagra a CHo,ese ganapánde quien nadie quiere saber nada), futuros "historiado~es"ambos, leerán, releerán, repetirán en voz alta, con fUrIOSOcelo, esos ocho títulos y esas ocho fechas» (Febvre, 1970,pág. 154).Por su parte, los cultivadores de estas ramas no hacían

mucho por mejorar la situación. Limitándonos a una deellas, la crítica de arte nació, en efecto, al margen de todapreocupación histórica, ya que se trataba de formular va.

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.'loraciones o de establecer categorías estéticas atempora-les sobre obras que parecían creadas en un limbo, a salvode todo contacto con el ámbito social donde habían sidoconcebidas y ejecutadas. Así, la crítica de arte no era másque filosofia del arte, mientras que la historia del arte nosuperaba los estrechos límites del más descarnado positi-vismo.

La confluencia fue posible, una vez más, mediante laaparición de nuevas escuelas, que trataron de explicar laobra de arte en conexión con las corrientes culturales desu tiempo o con las exigencias sociales de los diversos gru-pos y de las diversas épocas: la historia social del arte o lasnuevas interpretaciones de los seguidores' de Aby War-burg abrieron una vía para el entendimiento. Por su par-te, los historiadores renunciaron a considerar a la obra dearte como una creación autónoma que no merecía másqUAuna mención en el catálogo final, para pasar a into.-gI Ú ~l arte como uno de los elementos que configuran hre ü dad social. En palabras de un estudioso de la histor:~_del arte, Ranuccio Bianchi Bandinelli, en este caso, «másque de interdisciplinariedad, deberemos hablar de estre-cha colaboración en una única materia de investigación:la historia» (Bianchi Bandinelli, 1976, pág. XXVII).

Y de este modo la nueva historia, la historia científica,la historia total, pasaba a hacer a las creaciones artísticas,pero también, naturalmente, a las literarias, las filosófi-cas o las científicas, objeto de un tratamiento dialéctico.Por una parte, empezaba a considerarlas fruto de unoscondicionamientos económicos, sociales, políticos y cultu-rales, mientras que por otra intentaba determinar su in-flujo sobre las acciones y los sueños de los hombres de sutiempo. De esta manera, la creación cultural pasaba a ex-plicarse dentro de un contexto histórico y a explicar la evo-lución de esa misma sociedad.

En conclusión, cabe afirmar que a partir del segundotercio del siglo XX la historia adquirió su status definitivocorno ciencia social. Y que esta consideración está estre-chamente vinculada a la elaboración de los conceptos detotalidad social, historia total o historia integradora, asícomo, en consecuencia, a la incorporación de todos los di-

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versos planos que componen la realidad social como objetode estudio. Por último, la historia :::ientífica,que ha renun-ciado al monopolio del tiempo -su dimensión más carac-terística- en favor de su colaboración con las restantesciencias sociales, reclama para sí el monopolio del pasado.De este modo, la única historia posible es aquella que sedefine como la ciencia que estudia todos los hechos delhombre en el pasado, aquella que quiere ser, en palabrasde Fernand Braudel, el compendio de «todas las cienciassociales en el inmenso campo del pasado» (Braudel, 1968,pág. 116). O aquella que, siguiendo ahora a Pierre Vilar,«debería ser reconocida como la única ciencia a la vez glo-bal y dinámica de las sociedades; en consecuencia, como laúnica síntesis posible de las otras ciencias humanas» (Vi-lar, 1974, pág. 122).

La nueva historia, la historia científica, la historia to-tal, ha ido abriéndose camino en la enseñanza en todos losniveles, desde la escuela y los institutos hasta la universi-dad. No quiere ello decir que no sup-~j~tan también, entodos los niveles, bolsa..~cdElen$~fi-ª!r;,:positivista, la cual

I predica todavía ui,íá'historia narra ~.Iasin c~ítica de losdatos:uña-hIst~~i;"d~" acontecimieI~~os (évenementiellecomo gustaba decir Lucien'Febvre), una historia limitad~a ,!,':~,~~hq~pqH~icos, una historia que se propone éomoproducto a adquirir mediante el mero ejercicio memorísti-co. Este primer enemigo de la historia actual es, sin em-

, bargo~üii'residuo del pasado, un fruto de la falta de prepa-\ ra£i~?-,~~.~ii~~ª~a"ac6mpaií!ldade la falta de voluntad de, actualización, de la ausencia de lecturas y de reflexión so-brela propia~ateria y la propia función conlo"clocente.Suacción sólo es atribuible a la negligencia, y su remedioúnicamente puede provenir de la toma de concieiiCía'ú dela presión del entorno profesional. Por ello, no es necesa-rio proceder a una argumentación sistemática, ya que, ca-rente de fundamento teórico, sólo sobrevive en la práctica.

Los enemigos que se oponen a la enseñanza de una his-toria adornada con todos los requisitos de una ciencia so-cial se justifican teóricamente por la imposibilidad de con-ciliar las cualidades y los contenidos de dicha historia conlas exigencias de la didáctica. Y,de este modo, admiten un

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..d.~~Q!c.i.QJmtrelap!.~c~i~~.4q~5'!P.:te,Qpr.p.Il.lªQQ..YJª teor.í~.yla investigación históricas, por el otro: los historiadoresháC"eñ uña histOna;-pe'rofos docentes-Úenenque enseriarotra muy" C4~tmti-Ahoraoiei1:li5 primero que hay que de-cl):esque esas dos historias no son términos comparables,porque mientras la primera es la única historia realmentecientífica, la segunda nos retrotrae a los tiempos de la his-toria positivista, fragmentada y ensimismada de antañoque entre todos nos hemos esforzado en olvidar.

r..... Los tres enemigos fundamentales pasibles de ser aisla-i dos pueden ser etiquetados inicialmente, para mayor co-l modidad, como el presentismo, el localismo y el reduccio-nismo. El primero -aceaw.-;-sobre todO,"eñ-fas instlmciaséWcativas ofiCiales; el segúndó vivé-acantonado princi--;;¡.lmente-eñlü-s niveles inferiores de la eñseñañz3., y el~e cero-esta -iñfiltrado en particular én-los niveles meóosr mperiores._. _. ..' --.----

El~p¡ésentismo.puede definirse como la tendencia alimitar lii--enséii~~a de la historia sólo a los períodos másrecientes-o Sus razánes soúgroseiamente'utilltaristas. Porun lado, se trata <fe- preveniref fra-¿;s~ escolar compri-miendo los contenidos, ya que los programas están muysobrecargados. Por otro, la historia sólo se concibe comoguía para orientarse en_etmE!i.«fo a~ua[ po;:'Ío que las re-ferencias a épocas remotas sólo pueden ser entendidas co-mo un lujo cultural~algó- ~úiícoiño"híadquisición de unosrudimentOs-de -hebreo para ~ntenaer mejor la Biblia tra-ducida al castellano, o el aprendizaje de la geografía físicadel país cuyas playas vamos a visitar el próximo verano.

/Por tanto, el profesor ha de sacrificar los tiempos lejanos" en aras de un mejor conocimiento de los tiempos posterio-'¡ res a la Segunda Guerra Mundial por parte de los estu-id'I lantes.

Ahora bien: tal concepción reposa sobre la insosteniblepretensión de que el conocimiento de los hechos es posiblesin atender a su densidad temporal. Por el contrario, esbien sabido, en primer lugar, que el pasado y el presenteformag_~ .contJ.1}l:l_um indisoluble, es decir que la réalidadactual es una consecuencia de lo acontecido en el pasado yno se la entiende si no se recurre a una explicación genéti-

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ca. Por poner ejemplos sencillos, nadie creería posibleentender la explosiva situación andaluza en el siglo XXsin referirse allatifundisr;. .':: la desigual distribución dela tierra, fenómenos am¡Jdci que tuvieron origen en elmodo en que se desarrolló la reconquista cristiana delterritorio, entre los siglos XlII y XV, Y en la forma en quese realizó la desamortización de la tierra a lo largo delsiglo XIX. Tampoco nadie creería posible explicar la co-rriente fundamentalista que barre al mundo islámico an-te nuestros ojos sin tener en cuenta la doctrina de Maho-ma, la consolidación del dogma religioso musulmán o lacontroversia entre shiísmo y sunnismo, cuestiones, todasellas, que se remontan al siglo VII de nuestra era. Porque,como decía Marc Bloch, «la incomprensión del presentenace fatalmente de la ignorancia del pasado" (Bloch,1952, pág. 38).

Pero, además, en segundo lugar, la propia actuación enel mundo de hoy viene condicio".,::'da por nuestro másamplio o más estrecho conocimien \. del pasado. N o es ne-cesario recurrir al viejo concepto ckJroniano de la historiacomo magistra vitae para comprender que ésta es capazde responder a muchas de las preguntas que el hombre seformula constantemente. Es una noción que estaba pre-sente entre los propios fundadores griegos de la historio-grafia, como se comprueba en Tucídides: "La falta de colormítico de esta historia parecerá un tanto desagradable,pero me confonnaría con que cuantos quieran enterarsede la verdad de lo sucedido y de la verdad de las cosas quealguna otra vez hayan de ser iguales o semejantes segúnla ley de los sucesos humanos, la juzguen útil".2 O comoapuntó más tarde Polibio: "Si de unas circunstancias si-milares pasamos a considerar las nuestras, obtendremosindicios y previsiones con vistas a averiguar el futuro; estonos capacita, unas veces, para preservarnos, y otras, paramanejarnos con más confianza ante las dificultades quese presenten, siempre que establezcamos un paralelo con

2 'fucídides, Historia de la Guerra del Peloponeso, libro 1 (ed. de Ro-dríguezAdrados, Madrid, 1967, pág, 107).

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..los hechos pretéritos».3 En suma, incluso si reducimos elalcance general de las frases de los grandes maestros he-lénicos citados, privándolas de su generoso aliento huma-nístico, no cabe duda de que el conocimiento de la historiaotorga facultades para enfrentarse en mejores condicio-nes con las propias circunstancias. Es lo que creía el ilus-trado inglés Samuel Johnson: «El actual estado de cosaseE consecuencia del anterior; y es natural preguntarsecuáles fueron los orígenes del bien que disfrutamos o delmal que sufrimos. Si obramos únicamente para nosotrosmismos, no es prudente inhibirse del estudio de la histo-ria, y no es justo si se nos ha confiado el cuidado de otros»(Johnson, 1991). y es, por último, la conclusión de LucienFpbvre: «La historia responde a las preguntas que el hom-]. ti:' de hoy se plantea necesariamente. Explicación (les ,í:, laciones complicadas en cuyo ambiente el hombre !'ledr.¡)atirá menos ciegamentf::lsi conoce su origen» (Febvre,1965).

Pero, en tercero y último lugar, sólo el conocimiento delpasado permite conocer la verdad del presente. En uncuento de fantasmas de Henry James, «La esquina ale-gre», el propietario de un inmueble se lo muestra a unaacompañante, pero con ciertas reservas, ciertas restriccio-nes: «Le dejó ver sólo el presente, mientras paseaban porlas grandes habitaciones vacías, desocupadas y sin mue-bles». Es decir, le ocultó el pasado y, por tanto, una parteimprescindible para el conocimiento de la realidad, pueslos hechos que habían ocurrido en un momento anterior,hechos que mantenían su fantasmal virtud, condiciona-ban la actualidad del edificio.

Al margen del magnífico testimonio literario, se pue-den aducir incontables ejemplos de nuestros días. El pre-sidente Ronald Reagan avanzó especiosas y siempre dife-rentes razones para su agresión contra Nicaragua, para laintervenci6n en Granada o para la invasión de Panamá,como si cada una de sus injustificables acciones militaresrespondiera a un móvil particular. Sin embargo, la contex-

3 Polibio, Historias, libro XII (ed. de M. Balasch Recort, Madrid,1981, pág. 503).

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tualizaci6n en el tiempo permite comprender que todasellas se enmarcan en una actuaci6n sistemática tendientea afirmar la hegemonía de Estados Unidos en el área enun claro ejercicio de voluntad. imperialista, ya que si nosadentramos en el pasado veremos que las acciones bélicascontra sus vecinos vienen de lejos y constituyen unanítida expresión de lo que llamaríamos «regularidad his-tórica», como demuestra la mera secuencia de los hechos:Cuba y Puerto Rico en 1898, Guatemala en 1953, SantoDomingo en 1960, etc. El presidente Ronald Reaganpuede mentirle a la opinión pública, siempre que sea unfenómeno generalizado la ignorancia de la historia.

En suma: elm:.~-ª!lJltiªmº j;rnpiClt:lel cOllQCÍmieJ}tode latotal~<!.~ª-ª~!.P.r9~~.~g)?:i.~~9rico,ofrece una visión Il1utiladade la!El_ftlidad,.permite el enga,Í}Qy, por tanto, merma lacapac.iclll_clª~r~,ª~~}.QJ:lyre"-"es.ta frente. aJos hechos queafectan al ciudadano. L", _ ~_amaciónde la unidad de lahistóriánoes~ entonces, una reivifljcación teórica de losestudiosos, sino una exigencia de ~1.(n'mación integral delos jóveIles.-------.. '

,..ELIQc.ªli~Jllo)naceen rel~c~.9n~g,~elcºny~pto piage-tiano del «pensamiento concreto», que impone la absolutaprioriaad'-ae-'UfápY-oxiffiación a la realidad inmediatacomo'~étodo-dlaáctic~: elexc1usivo recurso al empirismoy l:il-iñdúctlsmo comó'base del conocimiento, y el principiode Heimatkunde (es decir, la secuencia de lo cercano a lolejano) para organizar los contenidos de la enseñanza.Constituye el fundamento de una renovación pedagógicaque se ha aplicado esencialmente en los niveles inferioresde la educación y que ha adoptado las denominaciones deestudio del medio (en general), didáctica del entorno (refe-rida a la geografia) o «historia local» (a falta de un apelati-vo mejor, entre comillas, para evitar confusiones con lahistoria local practicada por los investigadores).

Los generosos prop6sitos de la ,construcción de JeanPiaget movilizaron a grupos de docentes progresistas quevieron en su método la posibilidad de superar los sistemasimperantes en la escuela tradicional, de implantar unaenseñanza verdaderament¿ activa y de promover unaaproximación afectiva a la realidad circundante. Sin em-

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bargo, los re3ultados han sido en gran medida decepcio-nantes, cuando no francamente negativos.

En primer lugar, el «pensamiento concreto» parte deuna conc~pción falsa y pesimista-oel universo mental in-fantit~El.niño tiene témprano ácceio"a una informaciónsofprendentemente amplia, que ensancha sin cesar elcampo de sus intereses, el cual raras veces se identifica enforma automática con el entorno inmediato. Máxime enun momento de extremada facilidad de acceso a los men-sajes prodigados desde los medios de comunicación demasas, preferentemente audiovisuales. Es decir que si yaen nuestra generación el Corsario Negro podía despertarnuestra atención de modo más vivo que la problemáticadoméstica, hoy día, Batman o Luke Skywalker tienen enelllniverso infantil una existencia mucho más real que l,')S

personajes de la mitología estrictamente local. Nohay qües( n renderse, como señalaba hace unos años un pedagüg0ca~:ilán, de que los niños dibujen antes leones ojirafas queperros o gatos.

En segundo lugar, la enseñanza cimentada en tales ba-ses no s610corre el riesgo de caer en la trampa del neoposi~tivismo, sino que ya ha caído en ella. Así, si en la geografíadel entamo ya es un hecho la sustitución del recitado delos afluentes del Amazonas por la enumeración de los pro-ductos agrícolas del Bergueda sin omitir el más mínimoguisante, en la «historia local» se ha llegado a reemplazarl~ lista de los reyes godos ~or la de los alcaldes del pueblo,sm que en algunas ocaSlOnes parezca haberse ganadomucho con el cambio. Para no alargar más el comentariode una consecuencia demasiado evidente, en muchos ca-sos no se ha hecho otra cosa sino volver a la vieja historiaévenementielle, intensificando incluso el proverbial abu-rrimiento de épocas pretéritas mediante la observaciónexhaustiva de un espado microscópico, en un ejercicioparecido al del nouueau roman francés.

En tercer lugar, la acumulación de datos sobre un ám-bito concreto o sobre una realidad puntual, por definiciónespecífica e irrepetible, produce resultados intransferi-bles, que no admiten su integración en un marco generalde referencia. La mera percepción de unos datos no supo-

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ne una auténtica comprensión de la realidad si la infor-mación recogida no es interpretada a la luz de un utillajeconceptual. El conocimiento así adquirido es irremedia-blemente discontinuo y fragmentado, carente por t::mto decapacidad para «reconstruir el mundo». Es más: sin reco-nocer el valor metodológico del distanciamiento no es po-sible alcanzar las categorías -sumando árboles no se lle-ga a la noción de bosque.

Por último, last but not least, el estudio del medio haservido de _~ºªrtªgªjI~te~ectual paraefdespHeguede lasmásestr~~.g!l,~ ..!~.~dencias-iUlcionalÍstas o regionalistas.La fáÍta d~_Í?:t~~l!~~QjijleJ(isdatos en marcos de referen-cia il!illi:aºr~s._p~ITIlitea<::entuarlos rasgos particulares olos'«hechos diferenciales» frente a las características com-p~g~~9"freñte-aiasco!'rÍentes universale$ en que natu-ral~.e!?:~~s~eI,lc.y'adran. Las consecuencias más deplora-bles de tal aproximación son el provincianismo o la corte-dad de horizontes, la autocomplacer.cia o la pérdida de ca-pacidad de autocrítica, el aislamie':¡. 1y la desconsidera-ción hacia el extramuros del propio :Dl1iverso.

En resumen: l~ .~plicación de los principios analizadossupone abrirlas puertasa1"'neopositivismó.,-fefómar a lahistoIi~~i?iJli~~~!.i!!e.ªe:'geríerar una visió~~i;~p~~ irag-men~_~~~dªlª_r~ª1jdad y amparar reflejos parliculanstasde arrogancia, de insulandad y de falta de solidaridad. Unmovimiento bien intencionado puede producir efectos ne-gativos si se pierden de vista los avances recientes de lateoría y deJareflexión históricas.~.- --'-,

El-..ieJlg.~~iº!l:is.IJ.1o'.seapoya igualmente en considera.ciones 4~"C!.r.g~J}pedagógico,plucfamañdü la historia totalcomomero d~siderátüm;-i'-;oTe"'de at!,!nd~:r:en la prác- 1

tic~~£óJrqi~~=sl~J9~d.ocen~(~..;.8ólo_se puede explicar una 1

parte de la :materia histórica, previaméíite'seleccionadaconforme_aytit~rios que varían según el medioy el nivel: JI«hecho_s_:~!~vlUltes»,«ejes expl~_(;a~ivos»,«perfil de la épo-c~~~_,Labor:ª~_selección y de red~<;:G,i911de la materia quees, naturalmente~-responsabilidad del docente.

Tampoco en este caso el principio general parece discu-tible, puesto que no sólo la enseñanza de la historia en elmarco de un proyecto docente, sino cualquier explicación

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histórica, exige la selección de los hechos verdaderamentesignificativos, entresac~d;s'c~~~~~o ~uidado-aelocéanodelosdatos anecdóticos e irrelevantes. Es ésta, precisa-mente, la principal labor del historiador, que-ha'de-sei~-nela los'héchos pero liádeTntrodüCifilliprincipio de orden enel maremágnum de datos del pasado de los que ha que-dado testimonio. Pues, como dijo Marc Bloch, «si se ol-vidara ordenar racionalmente una materia que nos esentregada en bruto, sólo se llegaría, en fin de cuentas, anegar el tiempo y, por ende, la materia misma» (Bloch,1952, pág. 114). Noción que sería completada y perfeccio-nada por Edward Hallett Carr, para quien incumbe al his-toriador «la doble tarea de descubrir los pocos datos rele-vantes y convertirlos en hechos históricos, y de descartark.[ muchos datos carentes de importancia por ahistóri.x~s»\~'n, 1972, pág. 20).

Sin embargo, la práct~~_<i_Q~.~,tlte..sg__p.:r:esta.anumero-sos errores. Primero, nos hallamos de nuevo ante el fan-tasñnraelneopositivismo, pues con frecuencia no se reali-za unaseleceión.de lQsh~ch9lSS.igÍ1ificáiívó's;sino-quesólose considera significativa una d~terrnhl~lda: ciase de he-chos; quepUedem ser los viejos aconteCimientos.deJa his-toda política, pero quetambiél~pueden sér las variableseconóni1cas o las creaciones espirituales a las q~~se con-cede virtUalidad"para una explicación universaL

Segundo, una historia parcial, sectorial, corre másriesgos de a!ejarse de la realidad que una historia que secontempla a sí misma y en primera instancia con volun-tad integradora. El P?sado debe considerarse desde mul-titud de puntos de vistapa~a demostrar, preci~amente, lacoherencia de todos lóscaracteres distintivos de una épo-ca, ya sean éstos económicos, políticos o culturales. Sólo laconvincente captación de la consistencia recíproca, de laperfecta interrelación de todos los factores, permite com-prender los mecanismos que articulan la permanencia ogeneran el cambio en el seno de las sociedades.

La realidad es múltiple y compleja. Por ello, si bien lasimpliciaacfeu'1aexposiciorieOnstituye siempre un valorpedágÓgIco-,.siiéxc6EJoimplica el riesgo de la devaluaciónde los contenidosy'de-ía: distorsiÓn de íos hechos. Del mis-

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mo modo, la elaboración previa (se ha hablado incluso de«masticación» previa de la materia histórica)puede con-vertirse en la vía para el dogmatismo interpretativo, parala tergiversación deliberada; an suma, para la manipula-ción de la historia. El engafio ahora no reinaría en la calleo en los medios de comunicación, sino que se produciría yadesde las propias aulas.

Por último, la práctica del reduccionismo implica, casisin excepción, el predominio de la historia tradicional so-bre los nuevos desarrollos de la moderna investigació~, yaqué'los .liechós'sacnficados son los más recientemente in- . \corporados'poriósestüdiosos, desde la historia de las mu-jeresodelas clases marginadas hasta la historia de la vi-da-.cotidjana, de la 'cultura popular o de las mentalidadescoleéHV:~s:Y no sólo porque son menos conocidos, sino por-que son considerados menos relevantes, por muy evidenteque sea la trascendencia que para una colectividad tienenlas fiestas, el amor, el sexo, el mie, ::h. el sentido de la muer-te, la religiosidad o la falta den.iJ)osidad, los múltiplesfantasmas que pueblan la imaginación colectiva.

.En definitiva, los excesos del reduccionismo constitu-yen la vía para la desvirtuación, la mutilación e incluso lamanipulación de la realidad, cuando no la coartada idealpara el inmovilismo y la exclusión de las más actualesconquistas de la ciencia historiográfica. La historia totalno sólo consiente su perfecta inserción en los moldes peda-gógicos, sino que además es la única que permite una en-señanza correcta, completa y crítica de nuestro pasado.

Los historiadores han definido la esencia de su objeto,que no es otro que el estudio de las sociedades humanasen el pasado: su estructura, evolución y cambio en todoslos lugares, en todos los tiempos y en todas las dimensio-nes. y los historiadores saben también que sólo el mante-nimiento de estas exigencias en la escuela, el instituto y launiversidad hace posible que la historia cumpla las fun-ciones que se ha trazado en su voluntad de servicio a loshombres y las mujeres de hoy.

Porque la historia universal es una necesidad en unmundo que se siente recorrido por pulsiones y corrientesque actúan en todo el planeta, ya sea en el ámbito de la

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economía, la política o la vida cultural. Porque la historiatotal es una necesidad de una sociedad que trata de cono-cer el pasado para intervenir en el presente, y de transfor-mar el presente para participar de alguna forma en laconstrucción del futuro. Porque la historia es una necesi-dad y casi un requisito indispensable para el ejercicio coti-diano de la ciudadanía y la libertad.

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2. Memoria, historia e identidad. Unareflexión sobre el papel de la enseñanza dela historia en el desarrollo de la ciudadanía

Alberto Rosa Rivera

Memoria colectiva, historia e identidad son palabrasque se refieren a conceptos centrales en la vida individualy colectiva. Puede decirse que apelan a algunas de lasgrandes preguntas que nos hacemos de manera recurren-te cuando reflexionamos sobre nuestra vida individualo colectiva. En lenguaje llano, podríamos decir que la me-moria es lo que nos permite plantearnos de dónde veni-mos; la identidad nos conduce a la pregunta sobre qué eslo que somos, mientras que la hü: ,c"Ía nos hace reflexio-nar sobre adónde apunta nuestro i:J-~stino,hacia nuestrofuturo, al mismo tiempo que vincuÍa tres regiones tempo-rales -el pasado, el presente y el futuro- en las que sedespliega nuestro ser individual y colectivo.

,Nuestro propósito aquí no va a ser aventurar respues-tas sustantivas a estas grandes preguntas. Nuestro inten-to va a ser mucho más modesto: vamos a tratar de refle-'xionar sobre las preguntas mismas, y lo vamos a hacersituándonos en la encrucijada entre la psicología, las cien-cias sociales, las humanidades y la filosofía; y ello no sólocon la intención de deslindar conceptos abstractos, sinoguiados, además, por un ánimo práctico: iluminarnos enel intento de educar para una ciudadanía responsable.

Con este propósito, vamos a desarrollar un recorridoen el que examinaremos estORtres conceptos (memoria,historia e identidad) a la luz de lo que la ciencia contempo-ránea nos dice, para aventurar, al final, algunas conclu-siones que nos puedan orientar ante el desafío de formar alas nuevas generaciones en la participación activa en lavida pública. Una vida pública en la que los entornos departicipación de los ciudadanos están sufriendo modifica-

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