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LA HUELGA TEXTIL DE 1906-1907// EN ATLIXCO Leticia GAMBOA OJEDA Universidad Autónoma de Puebla EL CONFLICTO TEXTIL DEL INVIERNO DE 1906, que involucró a obreros y patrones de las fábricas algodoneras de Puebla, Tlaxcala y Orizaba, así como de varias otras del valle de México, Querétaro y Jalisco, no ha sido estudiado aún en toda su amplitud. Si bien es verdad que sobre la revuelta obrera de los pueblos orizabeños de R í o Blanco, Nogales y Santa Rosa se han escrito múltiples ensayos —algunos de ellos notables por su calidad—, la historiografía de este con- flicto en sus demás escenarios es marginal en unos casos, y prácticamente nula en otros. El rescate de la vasta documentación municipal de Atlix- co, lo efectuaron el Archivo General de la Nación y el Go- bierno del estado de Puebla, y el trabajo de catalogación del fondo hasta 1910, estuvo a cargo del Centro de Investigacio- nes Históricas y Sociales de la Universidad Autónoma de Puebla (UAP). Ambas instituciones me permitieron y facili- taron la consulta de los materiales relativos al desarrollo de la huelga en ese lugar, sobre los cuales se basan, fundamen- talmente, las siguientes líneas. EL CENTRO TEXTIL DE ATLIXCO En el paso del siglo XIX al XX, el municipio de Atlixco, si- tuado al poniente del estado de Puebla, se constituyó como HMex, XLI: 1, 1991 135

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LA H U E L G A TEXTIL DE 1906-1907// E N A T L I X C O

Leticia G A M B O A O J E D A

Universidad Autónoma de Puebla

E L CONFLICTO TEXTIL DEL INVIERNO DE 1 9 0 6 , que involucró a

obreros y patrones de las fábricas algodoneras de Puebla,

Tlaxcala y Orizaba, as í como de varias otras del valle de

M é x i c o , Q u e r é t a r o y Jalisco, no ha sido estudiado a ú n en

toda su amplitud. Si bien es verdad que sobre la revuelta

obrera de los pueblos or izabeños de R í o Blanco, Nogales y

Santa Rosa se han escrito múl t ip les ensayos —algunos de

ellos notables por su calidad—, la his tor iograf ía de este con­

flicto en sus d e m á s escenarios es marginal en unos casos, y

p r á c t i c a m e n t e nula en otros.

E l rescate de la vasta documen tac ión municipal de At l ix -

co, lo efectuaron el Archivo General de la Nac ión y el Go­

bierno del estado de Puebla, y el trabajo de ca ta logac ión del

fondo hasta 1 9 1 0 , estuvo a cargo del Centro de Investigacio­

nes His tó r icas y Sociales de la Universidad A u t ó n o m a de

Puebla ( U A P ) . Ambas instituciones me permitieron y facili­

taron la consulta de los materiales relativos al desarrollo de

la huelga en ese lugar, sobre los cuales se basan, fundamen­

talmente, las siguientes l í neas .

E L CENTRO TEXTIL DE A T L I X C O

E n el paso del siglo X I X al X X , el municipio de Atl ixco, si­

tuado al poniente del estado de Puebla, se cons t i tuyó como

HMex, X L I : 1, 1991 135

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136 LETICIA GAMBOA OJEDA

el ú l t imo de los cinco m á s importantes centros textileros de

M é x i c o en esa época . 1 A sus dos primeras factorías — L a

Concepc ión , fundada en la d é c a d a de 1840, y L a Carol ina,

abierta hacia 1865— vinieron a sumarse, en un lapso de

apenas tres años , otras cinco fábricas de la rama algodonera:

E l León , E l Carmen y E l V o l c á n , cuyos trabajos se iniciaron

casi s i m u l t á n e a m e n t e , en septiembre de 1899; San A g u s t í n ,

inaugurada en 1900, y Metepec, que comenzó a funcionar

en septiembre de 1902.2

C o n esta planta textil, formada por la gigante fábr ica M e ­

tepec, comparable con R í o Blanco y Santa Rosa de Orizaba,

e integrada asimismo por las grandes fábricas de E l L e ó n y

L a Concepc ión , y las cuatro restantes de medianas dimen­

siones, Atl ixco se d i s t i n g u í a por su gran producc ión de telas

y el crecido n ú m e r o de sus operarios. E l cuadro 1 nos da una

idea aproximada de la actividad textil de Atl ixco en 1906,

a ñ o que t e rminó con una huelga. Aunque las cifras de las

dos grandes fábr icas de esta zona son bajas —tal vez por

error o porque realmente trabajaran menos en ese a ñ o — ,

comparando los totales de ese cuadro con los montos estata­

les que se registran en las Estadísticas económicas del porfiriato

(7 520 obreros textiles; 5 432 000 piezas producidas, tejidas

o estampadas y 14 244 000 pesos de m e r c a n c í a s vendidas), 3

vemos que en Atlixco se concentraba el 43% de los obreros

textiles poblanos y se elaboraba el 43 % de la producc ión es­

tatal medida en piezas. Su valor representaba el 37% del va­

lor de las ventas textiles del estado.

E n diciembre de 1906, al estallar la huelga, los obreros de

Atl ixco contaban con sus propios representantes y gestores.

N o suced í a lo mismo con los textileros de otros municipios

del estado, como Cholula , Huejotzingo y Texmelucan, cuya

rep resen tac ión se de legó en los l íderes del segundo G r a n

C í r c u l o de Obreros Libres ( G C O L ) , aunque éste abarcaba

1 Los otros centros textileros más destacados eran Puebla, Orizaba, el Distrito Federal y Tlaxcala.

2 A M A , Estadísticas industriales del distrito, 1903/61/1. 3 Estadísticas económicas, 1960, pp. 108, 110 y 112 (cifras para 1906-

1907).

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LA HUELGA TEXTIL DE 1906-1907 EN ATLIXCO 137

Cuadro 1

INDUSTRIA TEXTIL DE A T L I X C O , 1 9 0 6

Producción

Fábricas Obreros Piezas Valor en pesos

Metepec 1 831 1 435 387 2 782 678 E l León 377 204 892 688 799 E l Carmen 250 200 000 550 000 San Agustín 150 150 000 300 000 L a Carolina 280 150 000 300 000 E l Volcán 200 140 000 420 000 L a Concepción 120 80 000 200 000 Totales 3 208 2 360 279 5 241 477

F U E N T E : A M A , Estadísticas industriales del distrito, 1907 /104 /1 .

sólo a los trabajadores textiles del municipio de Puebla.

Siendo los de Atlixco casi la mitad de los obreros textiles

del estado, era natural, en principio, que tuvieran sus propios

representantes en las negociaciones y en la conducción gene­

ral de la huelga. Pero esto t a m b i é n obedecía , como veremos

en seguida, a cierta diferencia en los antecedentes organiza­

tivos y de liderazgo entre Puebla y Atl ixco.

L A S ACCIONES OBRERAS DEL OTOÑO E INVIERNO DE 1 9 0 6

D e la misma forma en que los textileros de la ciudad de

Puebla y los de Atlixco desplegaron dos acciones bás icas que

no estaban destinadas a enfrentarse al gobierno sino a sus

patrones, en demanda de algunas mejoras en sus condiciones

de vida y de trabajo.

Desde 1 9 0 5 , la difícil s i tuac ión del obrero textil de la re­

g ión de Puebla-Tlaxcala h a b í a originado varios conflictos

que el 31 de octubre hicieron que los empresarios nombraran

una comis ión "para indagar el malestar que el obrero revela

con sus huelgas", e indicar "los medios apropiados que re­

medien estos males". Después de realizar sus averiguaciones,

los comisionados informaron que los obreros deseaban tres

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138 LETICIA GAMBOA OJEDA

cosas: la reducción de las horas de trabajo, el aumento de

los salarios y el buen trato en la fábr ica . E n sus sugerencias

la comis ión ag regó los siguientes t é rminos :

1- Fijar como día de trabajo de 6 a.m. a 8 p.m., dando 45 minutos de descanso para el almuerzo y 45 para la comida.

2— Fijar como tipo de jornal, para cada centro industrial de Puebla, Atlixco y Tlaxcala, los más altos salarios que hoy se pa­gan en cada uno de esos centros.

3— Prohibir que en las fábricas se maltrate a los obreros.4

E n lo que respecta a la jornada laboral, la s i tuación en

At l ixco no era tan mala como en Puebla. Mientras a l lá du­

raba 13 horas efectivas diarias, en la Angelópol i s se prolon­

gaba una hora m á s . Incluyendo los minutos de in ter rupción

para tomar alimentos, en Atl ixco la jornada totalizaba 14

horas y en Puebla 15. Respecto a los salarios, según los in­

formes de los administradores el promedio diario en Atlixco

era en 1906 de $1.10, 5 sin considerar, claro está, los des­

cuentos por multas, piezas rotas y producción defectuosa, n i

las rebajas que de repente pod í an hacer los patrones por

otros motivos, como aquella de la v í spe ra de la huelga, sobre

la cual se adujo un alza en el precio del a lgodón.

C o n un ingreso diario de poco m á s de un peso como tér­

mino medio, los obreros de Atl ixco dif íci lmente podían cu­

brir todas sus necesidades. N o tenemos datos de precios en

1906 pero sí conocemos los de mayo de 1907, sobre once

productos cotizados en Atl ixco s egún los precios, 6 por kilo

o por litro, de la lista de la p á g i n a siguiente.

Suponiendo familias obreras de tres miembros, como era

el t a m a ñ o medio de las de E l L e ó n , 7 puede estimarse un

consumo semanal aproximado por familia de $3.04 en rela­

c ión con la anterior lista de productos, consumo equivalente

4 R I V E R O QUIJANO, s.f., p. 127, apéndice 1: "Informe comisión sobre

malestar obrero". 5 A M A , Estadísticas industriales del distrito, 1906 /135 /2 ; 1907 /164 /1 . 6 A M A , Noticia de los valores comerciales, 1906 /191 /5 . 7 En 1905 vivían en E l León 160 familias obreras con 556 miembros:

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LA HUELGA TEXTIL DE 1906-1907 EN ATLIXCO 139

Producto Pesos

Frijol Arroz Papa

0.09 0.18 0.10 0.48 0.19 0.70 0.50 0.12 0.10 0.45 0.68

Carne de res Harina Chiles secos Café Piloncillo Leche Aceite J abón

al 46% del salario percibido en 1907 y que era el mismo de

1906 ($6.60 semanales en promedio). 8 Considerando que

esta "canasta" no incluye otros productos esenciales (como

verduras y hortalizas, tortillas y pan, ca rbón o l e ñ a ) , no

puede asegurarse que todo el salario restante quedara para

el pago de otras necesidades, como el alquiler de la vivienda

y el vestido. E n todo caso, las mismas limitaciones de este

cá lcu lo hacen pensar que no menos de la mitad del ingreso

obrero en Atl ixco se iba en el rubro de alimentos. Aunque

no tenemos hasta ahora elementos que permitan la compa­

r a c i ó n con Puebla, ni con la s i tuación en otras zonas fabriles

cercanas, es posible que el caso de Atlixco sea ilustrativo de

la condic ión de vida de los d e m á s textileros poblanos.

U n obrero de Atlixco llamado Á n g e l P é r e z , trabajador de

L a C o n c e p c i ó n , descr ibió sucintamente, en plena huelga, la

condic ión de su gremio. A la pregunta de un reportero sobre

el motivo del descontento respondió con otra: "Trece horas

diarias de la m á s ruda tarea, con re t r ibuc ión mala y trato

nada benévo lo , ¿ q u i é n las soporta?" 9 De a q u í que inten-

en promedio 3.47 miembros por familia, cifra que redondeamos a 3. A M A , Padrón vecinal de El León, 1905/109/2.

8 A M A , Estadísticas industriales del distrito, 1907/164/1. 9 E l Imparcial (9 dic. 1906).

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140 LETICIA GAMBOA OJEDA

tando aliviar su s i tuación, una parte de los obreros textileros

del valle se comprometiera en dos tareas: organizarse para

luego lanzarse a la lucha.

POR UNA ORGANIZACIÓN AUTORIZADA

Los esfuerzos conducentes a la o rgan izac ión del proletariado

textil fructificaron en Puebla y en Atlixco con diferencias de

escasos meses. A mediados de 1906 se formó en la capital

poblana la Gran L iga Nacional Obrera "Esteban A n t u ñ a -

no" , que s in tomát i camen te llevaba el nombre del empresa­

rio pionero de la industria textil mexicana y t en ía como uno

de sus principales directores a Pascual Mendoza , ex obrero

textil que se v a l í a de la palabra hablada y escrita con gran

elocuencia y cuyo fervor católico era del dominio p ú b l i c o . 1 0

E n Atl ixco no hubo, en cambio, el antecedente de una or­

gan i zac ión ni de un l íder similar, aunque esto no significa

que entre su poblac ión obrera no hubiera s impa t í a s patrona­

les y creencias religiosas, ni que no existieran t a m b i é n in­

fluencias pol í t icas de otro signo. L a gran concent rac ión de

trabajadores en una reducida zona trajo consigo un cosmo­

politismo geográfico y un abanico ideológico-polí t ico casi

comparables a los de Orizaba, el otro núc leo textil parecido

a At l ixco. Entre 1899 y 1909, una muestra de 626 obreros

domiciliados en los caser íos fabriles de Atlixco revela que 9

de cada 10 eran inmigrantes, originarios de 78 localidades

de 12 estados de la R e p ú b l i c a , si bien los provenientes del

propio estado de Puebla eran 57%, preferentemente de su

capital. 1 1 Hasta cierto punto, la variedad del origen geo­

gráfico implicaba cultura, experiencias e ideas t a m b i é n

diversas, y en consecuencia comportamientos y posiciones

distintos. Por ello, la gama era amplia: desde el obrero apo­

lít ico hasta el militante de tiempo completo, imbuidos de los

principios de la iglesia ca tól ica o q u i z á t a m b i é n de la meto­

dista e influidos por corrientes pol í t icas tan opuestas como

el reformismo o el magonismo.

1 0 El Amigo de la Verdad (10 y 19 dic. 1905); El Paladín (19 ago. 1906). 1 1 G A M B O A O J E D A , 1989, pp. 76-80.

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LA HUELGA TEXTIL DE 1906-1907 EN ATLIXCO 141

A principios de octubre de 1906 la L iga "Esteban Antu-

ñ a n o " se t ransformó en el segundo G r a n C í r c u l o de Obre­

ros Libres, un iéndose as í los trabajadores de Puebla a los de

Orizaba, aunque sus organizaciones continuaron siendo in­

dependientes.1 2 E n julio h a b í a desaparecido práct icamente el

primer G C O L de R í o Blanco —apenas fundado en abril—,

tras la repres ión gubernamental en contra de su directiva,

secretamente vinculada a la Junta Revolucionaria del Parti­

do Liberal Mexicano en Saint Louis Missour i . Para el 12 de

agosto, fecha en que se re ins ta ló formalmente en R í o Blanco

el G C O L , su radicalismo inicial se h a b í a debilitado; del obje­

tivo básico de "organizar a todos los trabajadores del pa í s

para luchar contra el capitalismo y la dictadura de Porfirio

D í a z " , se h a b í a pasado a perseguir ú n i c a m e n t e " e l bienes­

tar del obrero", haciendo " e l mejor uso de las leyes que nos

r igen" , según lo expresó su nuevo dirigente J o s é Morales.

A s í , se preparaba el terreno para que el gobierno recibiera

la noticia de este viraje y diera su venia y apoyo a la organi­

z a c i ó n . 1 3 E l reformismo y la subord inac ión no eran ajenos

a la liga "Esteban A n t u ñ a n o " , Pascual Mendoza y J o s é

Morales convinieron en volverla una gran sucursal del Gran

C í r c u l o de Obreros Libres, cambiando su denominac ión .

L a l í n e a moderada y cercana al gobierno t a m b i é n se adoptó

en Atl ixco, pero ah í no se rebau t izó ninguna organ izac ión .

A comienzos de octubre se fundaron en Atlixco dos sucur­

sales del G C O L : la sexta, para aglutinar a los trabajadores

de Metepec, y la octava para los de E l León . Cuando sus di­

rigentes comunicaron el hecho a Ignacio Machorro, el jefe

pol í t ico del distrito, fueron muy claros en su posición respec­

to al gobierno:

[. . . ] nos hemos constituido en Sociedad, cuyo fin y propósito son la filantropía en la forma más humanitaria, según los senti­mientos y posibilidades de todos los asociados.

A l poner en conocimiento de U d la existencia de esta Socie-

1 2 ANDERSON, 1976, pp. 107-108 . 1 3 G A R C Í A D Í A Z , 1981 , pp. 9 2 - 9 8 ; LIST ARZUBIDE, 1935 , pp. 14-16; El

Paladín (26 ago. 1906) .

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142 LETICIA GAMBOA OJEDA

dad, es de nuestro deber expresarlo, que no nos proponemos por ningún motivo tratar de asuntos políticos pública ni privadamente', no sólo la Sociedad considerándola colectivamente, sino respeto [sic] de cada socio en particular.

Hemos formado nuestros Estatutos teniendo en cuenta que para la marcha y éxito de esta agrupación, llevamos a la prácti­ca el requisito de no inmiscuirnos en política, y si coadyuvando en todo aquello que responda al buen orden y seguridad de nuestras instituciones, como prestándonos para dar pruebas de adhesión al orden político que actualmente nos rige.

Por tal motivo, creemos, que la Autoridad al tomar conoci­miento de nuestra agrupación nos considerará asociados pacífica­mente [subrayado en el original] y que no le somos de ningún modo subversivos.14

M á s vehementes y reiterativos no pod ían ser. Aprove­

chando el ensayo de una pol í t ica laboral recién adoptada

por el gobierno de Díaz , reconociendo el derecho de los

obreros para organizarse y aun para hacer la huelga, 1 5 los

l í d e r e s de Atlixco no vacilaron en bajar la cabeza frente

a la autoridad. Por lo pronto se olvidaron de todas las arbi­

trariedades cometidas antes por Machorro contra los obre­

ros, con tal de que ahora autorizara la existencia de su

a g r u p a c i ó n . 1 6 Esta q u e d ó reconocida i m p l í c i t a m e n t e ,

cuando el jefe polít ico les expresó que t endr í an "las garan­

t í a s que la ley les otorga", y que notificaba el asunto al

gobernador M u c i o P. M a r t í n e z . E l cuadro 2 indica los car­

gos de que constaban las mesas directivas y los nombres

de sus ocupantes.

Distintos tipos de padrones nos permiten decir algo sobre

la identidad de algunos de estos l íderes : Teodoro Cristales

era originario de Puebla y se d e s e m p e ñ a b a ya desde 1898 en

L a Carol ina y m á s tarde en E l L e ó n , como tejedor. T a m ­

b i é n como tejedores, Onofre Armijo y Migue l Armenia ha-

1 4 A M A , Melesio Mendoza y otros al jefe político, 4 de octubre de 1906, 1906/137/3 (subrayados nuestros, salvo lo indicado).

1 5 ANDERSON, 1970, pp. 517 y 520. 16 El Paladín (13 y 16 jul . y 26 oct. 1905).

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LA HUELGA TEXTIL DE 1906-1907 EN ATLIXCO 143

Cuadro 2

DIRIGENTES DEL GCOL EN A T L I X C O , 1906

Sexta sucursal Octava sucursal Metepec Cargos El León Cargos

Melesio Mendoza Presidente Antonio Espinosa Presidente Onofre Armijo Vicepresidente Merced Vázquez Vicepresidente José Prado Secretario Alfonso Reséndiz Secretario Miguel Armenia Vocal Teodoro Cristales Vocal Antonio Hernández Vocal Julián Lozada Vocal Atanasio Yáñez Vocal Manuel Palacios Vocal

F U E N T E : A M A , 1906/137/3.

b í a n trabajado en E l León en \9QJ y al año siguiente en M e ­

tepec. Alfonso R e s é n d i z era, por su parte, natural de Q u e r é -

taro, ha l l ándose en Tlalpan hacia 1899 y en Atlixco hacia

1904, donde h a b í a ejercido, en E l León , primero el oficio de

tejedor y luego el de medidor. E n cambio, J u l i á n Lozada era

un obrero muy recientemente contratado en E l León , pues

no hay rastro suyo antes de 1906. A l fundarse las sucursales

todos t en ían entre 26 y 30 años de edad y sab ían leer y escri­

b i r , 1 7 como declararon los d e m á s , cuyos nombres no halla­

mos en n i n g ú n padrón vecinal, a pesar de que dijeron vivir

en los caser íos , salvo los presidentes, que radicaban, ambos,

en la ciudad de Atl ixco. T a l vez se tratara, en aquellos casos,

de obreros muy nuevos en sus comunidades y hasta es posi­

ble que a ellas llegaran con el solo fin de impulsar la funda­

ción de las sucursales.

Ignoramos si en las otras fábricas se establecieron sucur­

sales del G C O L . Todo indica que esto no sucedió y que fue

a t r avés de la d i n á m i c a de la propia lucha como el proleta­

riado textil atlixquense se coordinó, encabezado por Anto­

nio Espinosa de E l León , en cuyo domicilio de la calle de la

Piedra realizaba sus juntas la directiva del G C O L .

1 7 A M A , Padrones vecinales, electorales y militares, 1898/409/3; 1905/109/2; 1905/112/3; 1906/141/1. '

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144 LETICIA GAMBOA OJEDA

POR UNA HUELGA TOLERADA

C o n la tác i ta anuencia gubernamental a los C í r c u l o s de

Obreros Libres, el descontento de los textileros comenzó a

manifestarse con m á s frecuencia y agresividad. Ahora ya no

t e n í a n por q u é soportar los abusos patronales sin mostrar

abiertamente su inconformidad, pues las cosas h a b í a n cam­

biado; estaban organizados y c re ían contar, si no con el res­

paldo del gobierno, al menos con su neutralidad. De este

modo, en el otoño de 1906 "casi no pasaba una semana sin

que hubiera una huelga en los centros textiles de Orizaba o

de Pueb la" . 1 8

Los empresarios poblanos vieron con aprehens ión la apa­

r ic ión de los C í r cu los de Obreros Libres . 1 9 Si el gobierno

los toleraba ellos no estaban dispuestos a hacerlo, porque eso

minaba su poder absoluto sobre los trabajadores. E n las fá­

bricas, donde el G C O L pre tend ía inmiscuirse, d e b í a ratifi­

carse el ca rác t e r indiscutible del poder de los empresarios,

y a fin de recuperarlo en las villas fabriles, donde el G C O L

inf lu ía , h a b í a que erradicar a los l íderes del movimiento. E l

medio para lograr todo esto fue un reglamento discutido el

20 de noviembre por los dueños de las fábricas algodoneras

de Puebla y Tlaxcala, que eran casi los mismos en ambos es­

tados. Aunque en este reglamento aflojaban las riendas al

retomar dos de las sugerencias de la comisión nombrada en

1905 (relativas al horario y al maltrato), las apretaban m á s

al incorporar varias disposiciones, como descuentos salaria­

les por roturas de canillas y lanzaderas cuando, a juicio de

la empresa, h a b í a n sido cometidas intencionalmente por los

obreros. Otras medidas eran la prohibic ión de introducir pe­

r iódicos , volantes y manuscritos a las fábr icas , la inmediata

desocupac ión de las viviendas de las c o m p a ñ í a s por parte del

obrero que fuese despedido, y la prohibic ión de recibir hués ­

pedes en dichas viviendas sin el consentimiento del admi­

nistrador. 2 0

1 8 A N D E R S O N , 1970, p. 523. 1 9 A N D E R S O N , 1976, p. 138.

2 0 A G N , Gobernación, 817, Cartel del Reglamento Interno.

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LA HUELGA TEXTIL DE 1906-1907 EN ATLIXCO 145

E l reglamento pareció a los obreros "tan injusto como

descabellado", ind ignándo les sobre todo la ú l t i m a de las

disposiciones antes seña l adas . Dec í an que si pagaban con

puntualidad a los patrones el alquiler impuesto "por esas

cloacas inmundas", bien pod ían alojar en ellas " á quien les

d é la gana" . 2 1 E n síntesis , como la imp lan tac ión del regla­

mento " e q u i v a l í a a un empeoramiento de las condiciones de

trabajo, as í como a una l imi tac ión de la libertad personal de

los obreros", 2 2 un d ía después de aparecer pegado en las

puertas de las fábricas , es decir a partir del 4 de diciembre,

la huelga estalló en la m a y o r í a de las mismas. Para el d í a 5

u n diario informaba que en el estado de Puebla eran 20 las

f á b r i c a s paralizadas por la huelga y 7 en el de Tlaxcala. 2 3

A excepc ión de Metepec, el reglamento patronal deb ía re­

gir en las d e m á s fábricas de Atl ixco. Los accionistas de la

C o m p a ñ í a Industrial de Atl ixco, S . A . , propietaria de esa gi­

gantesca fábr ica , t en ían otros intereses ajenos a la región

Puebla-Tlaxcala. Se identificaban con los accionistas de

otros oligopolios de la industria textil, puesto que en algunos

de ellos t a m b i é n participaban. A l instalar en el estado de

Puebla una fábr ica tan grande, con funcionamiento de en­

clave, hicieron fuerte competencia a los empresarios de la

r e g i ó n , afectando su economía y ganándose su animadver­

s ión . Sólo cuando éstos tuvieron que enfrentar problemas

considerados de extrema gravedad —como el que implicaba

la huelga—, dejaron de ver a aqué l los como sus rivales e, in­

cluso, entraron en convenientes alianzas. 2 4

Los obreros de Metepec no secundaron entonces la huel­

ga, sencillamente porque esta fábr ica no estaba comprendi­

da en el reglamento que la desencadenó . Por eso la represen­

t ac ión de los huelguistas de Atlixco recayó principalmente en

Antonio Espinosa, el presidente de la sucursal de E l León .

L a huelga no fue declarada en Atlixco por el conjunto de

2 1 La Lucha Obrera (16 dic. 1906). 2 2 G A R C Í A D Í A Z , 1981, p. 127. 23 El Imparcial (5 dic. 1906). 2 4 Las rivalidades entre C I A S A y los empresarios poblanos no des­

aparecieron hasta 1926, según documentos del Archivo del Centro Indus­trial Mexicano.

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146 LETICIA GAMBOA OJEDA

obreros de las seis fábricas incluidas en el reglamento, aun

cuando desde los primeros d ías de diciembre todas ellas sus­

pendieron sus labores. L o que en algunas ocurr ió sin mayor

d i l a c i ó n fue el paro patronal, como un recurso para que­

brantar la huelga impidiendo la solidaridad económica entre

los trabajadores. Esta medida afectó t a m b i é n a las pocas fá­

bricas algodoneras de Puebla y Tlaxcala donde no estalló la

huelga, salvo a Metepec. A h í estalló la huelga patronal el 24

de diciembre debido a un acuerdo m á s amplio de embestida

patronal, concertado por una parte entre los empresarios de

Puebla y Tlaxcala agrupados en el flamante Centro Indus­

trial Mexicano, y por la otra, entre los accionistas m á s pro­

minentes de las grandes empresas textileras del pa í s , acuer­

do que no sólo provocó el paro de Metepec sino t a m b i é n el

de las fábricas de tales c o m p a ñ í a s , localizadas en Orizaba,

el valle de M é x i c o , Jalisco y Q u e r é t a r o . 2 5

Tenemos noticia del paro patronal en Atlixco gracias al

escrito de Antonio Espinosa al jefe polí t ico, fechado el 5 de

diciembre, afirmando que de las fábr icas inactivas "unas [lo

estaban] por los obreros y otras por los dueños de ellas". 2 6

Es difícil saber a ciencia cierta en q u é fábr icas estalló la huel­

ga y en cuá les otras el paro. B a s á n d o n o s en fuentes hemero-

grá f i ca s podemos, no obstante, inferir que la huelga afectó

por los menos a cuatro fabricas: E l León , E l V o l c á n , E l Car­

men y L a C o n c e p c i ó n . 2 7

Desde el inicio del movimiento, los obreros de Atlixco

buscaron, como los de Puebla, si no la aprobac ión al menos

la tolerancia del gobierno. E n el mismo escrito del 5 de di­

ciembre, Espinosa aseguraba al jefe Machorro que los obre­

ros deseaban "estar en todo sujetos al respeto de nuestras

Autoridades Constituidas". Coincidiendo con los represen­

tantes obreros de Puebla y Tlaxcala, los l íderes de Atlixco

t e n í a n la convicción de que la huelga sólo ser ía consentida

25 El Imparcial (6 dic. 1906); E l País (24 dic. 1906); E l Diario (25 dic. 1906).

2 6 A M A , Antonio Espinosa y José Prado al jefe político, 5 de diciem­bre de 1906, 1906/139/1.

2 7 Salvo indicación contraria, el resto de este apartado se basa en los diarios del mes de diciembre de 1906, citados en la nota 25.

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LA HUELGA TEXTIL DE 1906-1907 EN ATLIXCO 147

si se otorgaba un peso decisivo al punto de vista guberna­mental, para lo cual era preciso ejercer un amplio control so­bre la masa huelguista.

D e l peso que dieron a las opiniones del gobierno fueron muestra sus continuos cuidados por consultar primero al gobernador poblano y después al propio presidente D í a z . T a m b i é n fue s in tomát ico que en la primera asamblea cele­brada el 7 de diciembre en el teatro Guerrero de la A n g e l ó -polis, se hallara en el escenario el jefe de la pol ic ía M i g u e l Cabrera . E n esta asamblea, a d e m á s , según el diario oficioso del r é g i m e n , cada orador "vitoreaba" a Porfirio D í a z , al gobernador y al jefe polí t ico de Puebla.

Respecto al control de la masa huelguista, una muestra del esfuerzo desplegado por los dirigentes para obtenerlo pudo verse en otra asamblea realizada el 15 de diciembre, en la cual el representante por Tlaxcala, Santiago Cor t é s , p i d i ó a los concurrentes seguir teniendo una "conducta pa­c í f i ca ' ' a fin de "poder estrechar amigablemente la mano de los capitalistas". Y en efecto, la tónica imperante entre los huelguistas de Puebla, Tlaxcala y Atl ixco, fue la observan­cia del " m á s riguroso orden y la corrección m á s completa' ' , reconocida por la prensa nacional.

Junto a los dirigentes de Puebla y Tlaxcala, Antonio Es­pinosa par t i c ipó en la d i rección del movimiento huelguista, acudiendo a las juntas de la directiva y a las asambleas, sus­cribiendo el reglamento que la parte obrera opuso a los pa­trones, 2 8 e interviniendo en las mismas gestiones ante el presidente D í a z . Pero a d e m á s de Espinosa, en la coordina­c ión del movimiento en Atlixco estuvieron t a m b i é n otros l í­deres, como J o a q u í n C r u z , maestro de E l V o l c á n , Melesio Mendoza , presidente de la sucursal de Metepec, y M i g u e l Ro ldan , un tejedor de la ciudad de M é x i c o que l legó a tra­bajar a E l L e ó n a fines de 1905 y que en la huelga fungió x o m o "inspector delegado por A t l i x c o " .

L a presencia de Melesio Mendoza en el primer mit in ve­rificado en la ciudad de Puebla era signo de la solidaridad

2 8 E l texto íntegro del reglamento propuesto por los obreros apareció en El Diario (11 dic. 1906).

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148 LETICIA GAMBOA OJEDA

que los trabajadores de Metepec tuvieron desde el principio

con la lucha obrera y especialmente con la de sus c o m p a ñ e ­

ros de Atl ixco, a los que brindaron su ayuda e c o n ó m i c a

mientras siguieron trabajando, según se desprende de varios

hechos.

Si por un lado consideramos que los obreros inactivos de

Atl ixco demandaron " a los representantes de la Sucursal es­

tablecida en esta Ciudad [que] sin pé rd ida de tiempo se [les]

impartieran auxilios [ e c o n ó m i c o s ] " , 2 9 y por el otro tenemos

en cuenta que los trabajadores de E l León h a b í a n estallado

la huelga, aquella sucursal de la que se hablaba en la frase

anterior no pod ía ser sino la de Metepec. Resulta por lo

d e m á s significativo que justamente a partir del 24 de di­

ciembre, cuando pa ró dicha fábrica , un contingente de tra­

bajadores emigrara de Atl ixco, diciendo que se iban porque

la ayuda que se les daba h a b í a cesado.

Cuantificando el alcance de la solidaridad de los obreros

de Metepec con los d e m á s textileros de Atlixco, pod r í amos

decir que su auxilio r ep resen ta r í a aproximadamente el 25%

de los salarios de estos ú l t imos . Si como aseguró El País, los

obreros en activo estuvieron cediendo un d ía de su raya se­

manal para sostener a los huelguistas, en el caso de Metepec

los salarios pagados por entonces reportaban a diario 2 314

pesos, poco m á s de la cuarta parte de los jornales semanales

pagados en las restantes fábricas del lugar ($9 030). 3 0

Fue a partir de la clausura de Metepec cuando el proleta­

riado textil de Atl ixco comenzó a movilizarse para conseguir :'£;fondos y otro géne ro de donativos de variada procedencia.

A s í , en los ú l t imos d ías de diciembre, los obreros organiza­

ron diversos espectáculos para recaudar dinero: una corrida

de toros y varias funciones de pres t id ig i tac ión. Recurrieron

t a m b i é n al endeudamiento, logrando distintos p rés t amos

que llegaron a la r a q u í t i c a suma de 856 pesos. Consiguieron

asimismo el otorgamiento de cantidades menores, como los

2 9 A M A , Antonio González y otros al jefe político, 6 de febrero de

1907, 1907/160/5. 3 0 A M A , cálculo basado en las estadísticas industriales del distrito,

1906/135/2.

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LA HUELGA TEXTIL DE 1906-1907 EN ATLIXCO 149

100 pesos que les diera una rica hacendada de la región , la

v i u d a de Maurer , o los 100 pesos que les regalara la Socie­

dad Independiente "Benito J u á r e z " .

A d e m á s de la colecta de dinero, los obreros de Atlixco reci­

bieron los donativos en especie de distintas personas, as í

como los servicios y medicamentos gratuitos de un médico , y

hasta los que les brindaron varios peluqueros. Hacia la No­

chebuena se les obsequiaron seis reses, un tercio de sal, tres

canastas de pan, varios botes de leche y cuatro cargas de

m a í z . Para el Año Nuevo recibieron de varios hacendados

otras cargas de granos: m a í z , frijol, haba, garbanzo, arroz y

a lve r jón . Esta ayuda por parte de ciertos hacendados, comer­

ciantes y profesionistas, sugiere que la lucha gozaba de apro­

b a c i ó n entre las capas acomodadas de la reg ión; sin embar­

go, m á s adelante veremos que esto no puede afirmarse del

todo. C o m o apuntó El Diario, la co laborac ión de particulares

obedec ió b á s i c a m e n t e a una razón: a la " c o r r e c c i ó n " con

que los obreros de Adixco se conduc í an en el conflicto.

A fines de diciembre, el mismo per iódico seña l aba que

era en Atl ixco donde los huelguistas h a b í a n obtenido m á s

ayuda. N o obstante, la miseria que p a d e c í a n era muy gran­

de e, incluso, se m a n t e n í a hasta muchos d ía s después de rea­

nudadas las labores. E n febrero a ú n adeudaban los présta­

mos conseguidos, y el ú l t imo de los escritos enviados por

entonces al jefe político h a b í a sido presentado "s in las bole­

tas que acrediten la solvencia de los que suscriben por Con­

t r i b u c i ó n Personal".

S i por la huelga y el paro generalizado el hambre obligó

a los obreros a pedir prestado, fiado y regalado, t amb ién

or i l ló a muchos de ellos a emigrar. De Atlixco par t ió el 24

de diciembre una caravana de 300 a 500 gentes, compuesta

por hombres, mujeres y n iños , en busca de otras fuentes de

subsistencia. E n su viaje a pie pasaron la Navidad, llegando

el 28 en la m a ñ a n a al pueblo de T i z a p á n . Dijeron que en su

trayecto algunos hacendados y rancheros les dieron ayuda.

Improvisaron sus campamentos en las ce rcan ía s de la fábri­

ca L a Hormiga , con la in tención de pedir trabajo en ésta y

en las fábr icas p r ó x i m a s . Pero al d í a siguiente de su arribo

los dispersaron los rurales, " en p revenc ión de cualquier in-

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150 LETICIA GAMBOA OJEDA

cidente que alterara el orden". Unos se fueron entonces para

Contreras y otros enfilaron rumbo a la ciudad de M é x i c o . 3 1

Por esos d ías se iniciaron en dicha ciudad las audiencias

solicitadas a don Porfirio por los l íderes obreros. U n a vez

que D í a z aceptara arbitrar el conflicto, la idea de los repre­

sentantes de Puebla, Tlaxcala y Atl ixco era presentarle las

dos reglamentaciones contrarias para que diera su opinión

y, s e g ú n El Imparcial, para que la de los obreros fuera acep­

tada "desde luego". Confiando en las palabras del presi­

dente, quien en la primera entrevista les dijo que si bien los

obreros no ob tendr ían un triunfo completo cuando menos sí

v e r í a n satisfechas algunas de sus demandas, Pascual M e n ­

doza se apresuró a enfatizar la postura de la diligencia obre­

ra, declarando que "estaban resueltos a seguir los consejos

del señor General D í a z , y a respetarlos, como si se tratase

de un fallo inapelable". C o n estas palabras los huelguistas

se colocaron la soga al cuello, creyendo ingenuamente que

la mano del presidente no la a p r e t a r í a .

C o m o se sabe, el resultado de las entrevistas entre Díaz

y los representantes de obreros y patrones quedó plasmado

en un laudo de fecha 4 de enero de 1907, ampliamente di­

fundido en los periódicos del siguiente d í a . E l documento

c o m p r e n d í a nueve ar t ículos , en su m a y o r í a desventajosos

para los obreros. Cuatro eran los m á s perjudiciales: uno so­

bre el derecho de los administradores para fiscalizar median­

te libretas personales la "buena conducta, laboriosidad y

aptitudes del operario"; otro que es tab lec ía la censura ofi­

cial sobre los per iódicos obreros para que no publicaran

"doctrinas subversivas"; y dos complementarios, seña lando

el compromiso de los trabajadores " a no promover huelgas,

y menos intempestivamente", ya que sus quejas deb ían pre­

sentarlas por escrito y aguardar obligatoriamente la respues­

ta hasta por 15 d ías , " y si cuando és ta se les dé a conocer

no quedaren satisfechos, podrán separarse del trabajo".

Otros ar t ícu los eran vagos o imprecisos y otros m á s , aunque

h a c í a n determinadas concesiones, t a m b i é n las limitaban.

Só lo el punto 2 del ar t ículo segundo era abiertamente favo-

3 1 GONZÁLEZ N A V A R R O , 1957, p. 517.

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LA HUELGA TEXTIL DE 1906-1907 EN ATLIXCO 151

rabie, pues abo l ía los descuentos por "pago de m é d i c o " y de "fiestas religiosas o profanas", y es tablec ía la obliga­c ión de contratar los servicios de un médico en cada factoría . E l laudo guardaba empero absoluto silencio sobre las tien­das de raya, cuya desapar i c ión ped í an los huelguistas. T r a ­tando, como dice Rodney Anderson, "de aplacar a los tra­bajadores sin mayor menoscabo para los industriales", con este documento Porfirio D í a z esperaba poner t é rmino al m á s grave conflicto laboral que en su dilatado ejercicio del poder se le h a b í a presentado.

E L TEMOR EN CONTRA DEL "MONSTRUO COLECTIVO"

Desde luego, no todos los huelguistas de Puebla y Tlaxcala estuvieron conformes con el laudo presidencial. Cuando Pascual Mendoza lo l eyó el domingo 6 de enero en el teatro Guerrero, la primera reacc ión de la multitud reunida fue de rechazo, desa tándose una acalorada discusión y un estrepi­toso desorden. Mendoza logró sin embargo hacerse escu­char, invocando el honor comprometido y la fe religiosa del auditorio. E n el inicio de la huelga, con propósitos t odav í a oscuros, el arzobispo de Puebla, doctor R a m ó n Ibarra y G o n z á l e z , h a b í a tenido cierta in tervención en el conflicto. Mendoza , ante la asamblea, apeló a la promesa de acatar la reso luc ión oficial hecha al arzobispo y al propio presidente D í a z de la asamblea, y recur r ió por ú l t imo al chantaje, ofre­ciendo su renuncia irrevocable como director del segundo G C O L , para presionar m á s todav ía a la asamblea. E l l íde r l og ró finalmente "tocar las fibras del sentimiento religioso y el fanatismo de los trabajadores y por ende se transforma el criterio que p reva l ec í a , aceptando sin m á s d iscus ión el laudo presidencial" , 3 2

De acuerdo con el relato de Panfilo M é n d e z , un tejedor que par t ic ipó en la huelga en At l ixco , 3 3 los obreros recibie­ron el 5 de enero un telegrama de sus dirigentes, donde se

3 2 A R A I Z A , 1975 , II, p. 111. 3 3 SALAZAR, 1972 , pp. 24-26 .

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152 LETICIA GAMBOA OJEDA

dec í a , como en los cables girados a los otros lugares, que

D í a z h a b í a dado una solución favorable a los trabajadores,

quienes deb ían regresar a las fábricas el lunes 7. Pero en la

noche llegaron a Atl ixco los principales diarios con el laudo

inserto, que los huelguistas leyeron con asombro, pregun­

tándose qu ién m e n t í a : los per iódicos o sus l íderes . Cuando

el domingo regresaran éstos, de inmediato convocaron a una

asamblea que tuvo lugar en el teatro Lafragua. A h í informa­

ron de sus gestiones, "quedando comprobada la horrible

burla que se h a b í a hecho al gremio". Citemos el testimonio

de M é n d e z sobre la asamblea:

Todos los asistentes parecían petrificados al terminar el informe de la delegación; tan manifiesto era el desencanto de los huel­guistas. El delegado Espinoza, queriendo salir del mal paso [ . . . ]d i jo :

Yo quiero que digan si aceptan el reglamento o no, pues el señor Jefe Político, que está presente, tiene instrucciones del se­ñor Presidente de la Repúbl ica de informarle quiénes son los que aceptan y quiénes no.

A esta pregunta siguió el mismo silencio. Entonces un miembro de la Directiva, pero que no pertenecía a la delega­ción, Onofre Armijo, visiblemente conmovido [. . .] exclamó:

¡Compañeros!: el fallo del señor presidente está muy lejos de ser un triunfo para nosotros; pero tengamos en cuenta nuestra falta de recursos para continuar la huelga; aceptémosle, y que nos sirva de experiencia para asociarnos mejor en el porvenir.

E l delegado Espinosa aprovecha esta oportunidad y repite su pregunta; cuatro o cinco voces de inconscientes manifiestan es­tar de acuerdo con el laudo. Eso bastó. Los delegados y las au­toridades se levantaron dando por terminado el acto.

Reconociendo verdades, el vicepresidente del G C O L de

Metepec, Onofre Armi jo , tuvo una actitud honesta en la

asamblea. N o as í Espinosa, el m á x i m o dirigente en aquella

coyuntura, quien, evidentemente comprometido con la po­

sición de levantar la huelga a como diera lugar, a m e n a z ó

veladamente a los trabajadores con la denuncia de los re­

nuentes, lo que pod ía e n t r a ñ a r la cárcel , la depor tac ión o el

enrolamiento forzoso en el ejérci to.

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LA HUELGA TEXTIL DE 1906-1907 EN ATLIXCO 153

C o n todo, el descontento de muchos trabajadores brotó en la tarde de ese mismo domingo, cuando un grupo mani­festó a sus dirigentes su rechazo al laudo y su de te rminac ión de no regresar al trabajo. Como éstos no lograran conven­cerlos, decidieron ir todos a la casa del jefe Machorro para comunicarle la nueva resolución. A l escucharla, el cacique a m e n a z ó con "colgar uno por uno" al "grupo de escandalo­sos", palabras que avivaron la furia de los trabajadores, im­p u l s á n d o l o s a lanzarse sobre el z a g u á n donde aqué l estaba parado, unos desenvainando sus cuchillos y otros apoderán­dose de las piedras de la calle. C o n el rostro l ív ido , el jefe pol í t i co se re t ractó en el acto, jurando a los inconformes que el laudo no iba a fijarse en ninguna fábr ica del distrito a su mando, por lo que todos podían entrar "libremente" a tra­bajar al otro d í a . Sin quitarles los cuchillos ni las piedras, Machor ro d e s a r m ó completamente a los obreros. C o n su promesa y su gran astucia echó por tierra el argumento que esgrimieron para negarse a reanudar sus faenas.

Pese a que Ignacio Machorro —dijo M é n d e z — cumpl ió su juramento "no fijando el laudo porfiriano en el interior de ninguna fábr ica de A t l i x c o " , las actividades no se norma­l izaron sino hasta el transcurso de la tercera semana de ene­ro. E n ello inf luyó la emig rac ión , el descontento y, en algu­nos casos, el ocultamiento o la huida de trabajadores. E l lunes 7 los obreros de E l Carmen se negaron de plano a en­trar a la factor ía y en E l V o l c á n no se presentó el 25% de los operarios. E n E l León las labores se regularizaron hasta la siguiente semana, cuando finalmente se completaron los trabajadores "de velada" . 3 4

Para atraer a los trabajadores, en la fábr ica San Agus t ín se comenzaron a facilitar "vales para la tienda y dinero en efectivo" a los operarios que lo p e d í a n ; pero por indicación de Machorro desde el 8 de enero la medida se ampl ió y se modi f icó . L a amp l i ac ión consistió en dar diariamente a los obreros de todas las fábricas 50 centavos, y la modif icación

3 4 A M A , lista de operarios que trabajan en El Volcán, 7 de enero de 1907; Miguel Serrano al jefe político, 8, 9, 11 y 14 de enero de 1907, 1907/158/4. El País (8 ene. 1907).

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154 LETICIA GAMBOA OJEDA

en que dicha ayuda, a cuenta de los jornales, se h a r í a ínte­

gramente en dinero, 3 5 evidentemente para no irritar m á s a

los textileros con los repudiados vales. De esta manera, M a ­

chorro fue un elemento clave en el reinicio de los trabajos

fabriles, que propició tanto con su juramento como con el

señue lo de la ayuda económica . Sabiendo que la miseria em­

bargaba a los obreros, ordenó tirar monedas como anzuelo

para que los peces sedientos regresaran a las peceras. E n de­

fensa del interés de los industriales y no por benevolencia,

con ambas medidas se congrac ió m o m e n t á n e a m e n t e con la

clase obrera atlixquense.

A l llegar a Atlixco la noticia de la revuelta obrera en O r i -

zaba, la jefatura pol í t ica dictó las " ó r d e n e s conducentes

para prevenir o castigar los delitos" que pudieran cometer

los trabajadores. N i confortados ni satisfechos con esta dis­

pos ic ión , un grupo de comerciantes y algunos patrones mo­

vieron por separado sus influencias, logrando un redobla­

miento del control militar de la zona.

E l 10 de enero, 25 comerciantes se dirigieron al jefe políti­

co para pedirle que ante la " s i t u a c i ó n excepcional" recu­

rriera urgentemente al gobierno del Estado, p id iéndole "las

fuerzas que comprenda necesarias para que cobijen bajo su

autoridad y respeto la vida e intereses de los ciudadanos de

este Dis t r i to" . 3 6 Pero enterados q u i z á de la opinión de M a ­

chorro, en el sentido de que tales temores no ten ían " r a z ó n

de ser", en esa misma fecha le enviaron otro escrito, esta

vez firmado por 54 comerciantes, cuyo contenido merece ser

ampliamente transcrito:

Convencidos estamos del tino y buen criterio con que ha venido afrontando U d . los peligros del movimiento huelguista. Satisfe­chos también del tacto político con que ha tocado Ud . la frente del "monstruo colectivo" para contener su brutal empuje, el cual estuvo a punto de conmover en próximos pasados días, nuestros intereses morales y pecuniarios [, . . ] Aun no se ha conju-

3 0 A M A , Julio Fernández al jefe político, 8 de enero de 1907, 1907/158/4.

3 6 A M A , Vi l l a Hermanos y otros al jefe político, 10 de enero de 1907, 1907/158/4.

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LA HUELGA TEXTIL DE 1906-1907 EN ATLIXCO 155

rado el peligro que nos asecha [. . . ] El mal ejemplo es desastroso cuando se presenta en momentos propicios, y una atmósfera sa­turada de brutales pasiones y de rencores fermentados. El ejem­plo de Rio Blanco, pudiera cundir entre las masas que nos rodean, y un

ccgolpe de mano" seria inevitable, puesto que el pequeñísimo res­guardo de esta plaza sería insuficiente para rechazar un atenta­do contra el comercio y las familias. Hemos visto el valor civil y personal que Ud . ha desplegado en las circunstancias anóma­las que se le han presentado, pero sería temeraria una lucha desi­gual. Nuestros propios [. . . ] elementos tampoco bastarían para ayudarlo a Ud. a la defensa de nuestros intereses sociales, por­que en dichos elementos no hallaría U d . disciplina ni táctica militar. Estas consideraciones nos impelen a suplicarle a U d . que se digne ocurrir al Superior Gobierno del Estado, en de­manda de un auxilio que nos resguarde, sin que por esto deje­mos de contribuir con nuestro contingente.37

Esta segunda carta del comercio local revelaba miedo,

desprecio, prisa y planes violentos para contener al "mons­

truo colectivo". Para evitar lo que estimaban un inminente

ataque a sus personas e intereses, los comerciantes incluso

ofrecieron su propio "contingente" de improvisados defen­

sores. U n a de las primeras firmas, en ambos escritos, era la

del español Secundino V i l l a , dueño de la tienda de raya de

E l León .

Aunque con menos alarma y exage rac ión , los mismos

planes se expresaban en otra carta, t amb ién del 10 de enero,

que el francés A d r i á n Reynaud —uno de los representantes

de los empresarios poblanos durante el conflicto, copropieta­

rio de la fábr ica E l L e ó n — envió a su colega Fél ix Mar t ino ,

importante accionista de la C I A S A (Metepec), radicado en la

ciudad de M é x i c o . C o n el antecedente del mot ín en Orizaba

y reconociendo que en Puebla h a b í a "bastante tropa para

sofocar cualquier desorden", solicitaba a D í a z gestionar el

e n v í o de soldados a Tlaxcala y Atl ixco, pues los que ah í se

t e n í a n no bastaban. Calculaba que habiendo de 15 a 20 ru­

rales en Metepec y de 3 a 5 en las otras fábricas de Atl ixco,

3 7 A M A , Flaviano España y otros al jefe político, 10 de enero de 1907, 1907/158/4 (subrayados nuestros).

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el conjunto era insuficiente para enfrentar a m á s de 3 000

operarios. "Conviene pues — p e d í a en concreto— que vea

U d . a Don Luis Barroso y le suplique hable con el Señor C o ­

rral y obtenga envío de tropas federales bastante numerosas

para sofocar cualquier movimiento" . 3 8

Fue a ra íz de estas presiones y no de signos graves de agi­

t ac ión obrera que en Atlixco se estableció t a rd í amen te una

"especie de estado de si t io", parecido al que desde el d í a de

la revuelta espon tánea se h a b í a establecido en Orizaba. A

partir del 11 de enero se giraron una serie de disposiciones

tendientes a ejercer una vigilancia y un control estricto sobre

el proletariado atlixquense. Algunas de esas órdenes se dir i­

gieron al agente de seguridad púb l i ca , para que notificara a

las p u l q u e r í a s de la ciudad, a los "vendajes o changarros"

y a las "fondas y figones" la obl igac ión de observar ciertas

medidas durante los d ía s 12, 13 y 14. De esta manera, " L a

B u l l a " , " E l Esfuerzo", " E l Imperio del A m o r " , " E l Delito

del A m o r " , " L a R e v o l u c i ó n " , " E l Br ind i s" , " E l Rey que

R a b i ó " y otras 26 p u l q u e r í a s de nombres menos ocurrentes,

acataron junto con 75 expendios de licor y 15 fondas, la or­

den de cerrar el sábado a las 5 de la tarde y el domingo y

lunes a las 12 del d í a ; de negar la venta de sus productos a

todo "alcoholizado", y de no consentir reuniones de m á s de

tres individuos. 3 9

Otra medida fue la estrecha vigilancia en los caseríos de

las fábr icas y en éstas mismas. Los informes de Migue l Se­

rrano, uno de los jueces de paz de E l León , regularmente

enviados al jefe polít ico durante los primeros d ías de labo­

res, formaron parte, por ejemplo, de dichas medidas, vigen­

tes hasta fines de enero. Francisco Bocardo, el otro juez de

paz de E l León , env ió a Machorro un informe fechado el 22

de enero donde le comunicaba:

[. . . ] el domingo 20 del presente andubo en esta el C . Alfonso Recendiz y andubo con varios obreros de esta si andubo tratan-

3 8 A G N , Gobernación, 817, Adrián Reynaud a Félix Martino, 10 de enero de 1907.

3 9 A M A , el jefe político a Cristóbal Pulido, circulares del 11 de enero de 1907, 1907/158/4.

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do lo de la huelga no lo se, se lo comunico a U d por que como es uno de los que pertenecen a la mesa de obreros pueda ser que haya traido algo.40

Por supuesto, la m á s efectiva medida fue la movi l i zac ión de las fuerzas armadas. De una orden del 12 de enero se des­prende que en las ce rcan ías de cada fábr ica se apostaron nuevos grupos armados, pues tanto hombres como fábricas h a b í a n recibido la orden de encabezar estos grupos, encar­gados de la defensa de los "intereses sociales". Las fuerzas locales se engrosaron, a d e m á s , con 42 hombres procedentes del cercano municipio de Atzitzihuacan, quienes llegaron los d í a s 12 y 13 para "prestar auxi l io" . Asimismo, 25 ele­mentos del Primer Cuerpo Rura l de la Federac ión fueron estacionados desde el 16 de enero en Metepec, a lojándolos el administrador de la fábr ica . 4 1 E n estas circunstancias, ninguna chispa de rebel ión obrera pod ía volverse llamara­da; a h í estaban los medios para apagarla draconianamente, como en Orizaba.

L A INVOLUCIÓN DE LA ORGANIZACIÓN OBRERA

E n el ú l t imo punto de su laudo Porfirio D í a z se retractó de una parte de su reciente pol í t ica laboral: la del derecho de huelga. L a otra parte, sobre la o rgan izac ión de los trabaja­dores, se mantuvo en cuanto a forma pero no en el conteni­do. Los C í r c u l o s de Obreros Libres se esfumaron por la re­p re s ión que en distintos grados se ejerció contra sus bases y dirigentes.

D e l oficio de Francisco Bocardo a Machorro, citado an­tes, se infiere que al menos hasta el 20 de enero Alfonso Re-s é n d i z , quien fuera secretario del G C O L de E l León , h a b í a

4 0 A M A , Francisco Bocardo al jefe político, 22 de enero de 1907, 1907/158/4.

4 1 A M A [firma ilegible] a M . Solís, T. Pérez, A . Vinales, T . López, F. Suá rez , C . León y D . Flores, circulares del 12 de enero de 1907 [firma ilegible] al agente de seguridad pública en Metepec, 1907/158/4.

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158 LETICIA GAMBOA OJEDA

permanecido en la clandestinidad. A los dos d í a s , los nom­

bre de Antonio Espinosa, J o a q u í n Cruz y A . Roldan (por

M i g u e l Roldan), se apuntaron en una lista negra de los "ca­

becillas principales" de la huelga, remitida al ministro de

G o b e r n a c i ó n R a m ó n Corral , por parte del prominente em­

presario Luis Barroso Arias, uno de los fundadores de Mete­

pec. E n febrero, varios obreros de cuatro fábr icas escribie­

ron al jefe polí t ico para exponerle el asunto de la deuda

c o n t r a í d a durante la huelga; pero ya no lo hicieron a nom­

bre del G C O L . Entre los 16 firmantes, sólo uno — J u l i á n L o -

zada— h a b í a sido de la directiva de E l León . Finalmente,

consultando los padrones disponibles de 1908 y 1909 (no los

hay sobre 1907), el ún ico nombre de a l g ú n dirigente que ah í

aparece es el de Alfonso R e s é n d i z , quien se m u d ó de E l

L e ó n a Metepec. 4 2

E n la ciudad de Puebla, el 12 de enero, el segundo G C O L

fue de hecho liquidado, al prosperar la iniciativa de Pascual

Mendoza para cambiar su nombre al de G r a n Confedera­

ción Nacional de Obreros "Esteban A n t u ñ a n o " ; pero sobre

todo liquidado por el terminante acuerdo de la mesa directi­

va de esta a g r u p a c i ó n , respecto a la prohibic ión de las huel­

gas. 4 3 As í , la liga anterior resucitaba bajo una denomina­

c i ó n l igeramente d i s t in ta , p r o m o v i d a por l í d e r e s

arrepentidos o acobardados de su pasado m á s inmediato.

U n a sociedad llamada C í r c u l o Fraternal de Obreros

( C F O ) se fundó en Atlixco en noviembre de 1907 con el le­

ma: " U n i ó n , Patria y Progreso". Sus principales directores

eran Leandro Aguilar , Panfilo M é n d e z , Luis Agui lar y V i c ­

toriano Santiago, dos de los cuales v i v í a n en Metepec. E l

C F O significaba un paso a t rás con respecto a los Cí rcu los de

Obreros Libres, ya que sus fines se limitaban a "auxiliarse

r e c í p r o c a m e n t e en las vicisitudes de la vida y trabajar para

formar una caja de ahorros y con ella proteger al socio en

los casos de necesidad y conflicto". Descansando "en el mu-

4 2 A G N , Gobernación, 817, Luis Barroso Arias al Ministro de Gober­nación, 24 de enero de 1907, anexo: "Nombres de los cabecillas prin­cipales".

4 3 G A R C Í A D Í A Z , 1981, pp. 153-154.

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LA HUELGA TEXTIL DE 1906-1907 EN ATLIXCO 159

tualismo cooperativo y sobre todo en el ahorro ya sea individual

o colectivo", los socios del C F O t en í an dos " g a r a n t í a s " pri­

mordiales: auxilios por enfermedad (méd ico , medicinas y

alimentos) e in t e rmed iac ión ante la empresa y las autorida­

des "para tener pac í f icamente una r e p a r a c i ó n " en caso de

recibir "molestias" en el trabajo, ya fuese " a u m e n t á n d o l e s

horas reba jándoles jornal o sea denigrando su dignidad por

a l g ú n empleado". 4 4 Aunque Rodney Anderson seña la que

a principios de 1908 el l íde r del C F O era Samuel R a m í r e z ,

u n militante magonista que sin mayor éxito h a b í a disputado

a J o s é Morales el control del G C O L en Orizaba, no por ello

c a m b i ó el ca rác te r de aquella a g r u p a c i ó n ; en realidad, el

que h a b í a cambiado desde la disputa con Morales era R a m í ­

rez. Poco antes de la huelga y en su presunta calidad de nue­

vo director del G C O L , R a m í r e z h a b í a comunicado a don

Porfir io su disposición " a mantener no sólo el orden entre

sus asociados, sino a proseguir con el mismo celo la adhes ión

que h a b í a tenido su antecesor para con las autoridades".

M á s todav ía , R a m í r e z l legó a condenar la revuelta de O r i ­

zaba, girando un telegrama desde Puebla el 9 de enero al go­

bernador de Veracruz, donde le dec ía : "Informado distur­

bios R í o Blanco y dadas las s impa t í a s de obreros, voy a

calmar los án imos pues de seguir deshonran a la pat r ia" . 4 5

E n los ú l t imos años del porfiriato, no todos los conflictos

laborales en Atlixco siguieron un curso " p a c í f i c o " . E n oca­

s ión de una petición ignorada, los obreros de Metepec ape­

drearon la fábr ica y en forma igualmente espon tánea estalla­

ron después varias huelgas. Por su parte, algunos de los

promotores de las e f ímeras sucursales del G C O L en Atlixco

volvieron con el tiempo a las andadas, o m á s propiamente,

con la c a í d a del r é g i m e n porfiriano: en 1911 Alfonso R e s é n ­

diz fungía como secretario de la Sociedad Cooperativa de

Obreros Libres, formada por textileros de los estados de

Puebla y Tlaxcala; en 1918 Teodoro Cristales era el secreta­

rio del interior de la Fede rac ión de Sindicatos Obreros de

4 4 A M A , volante del 19 de noviembre de 1907; reglamento del Cen­tro Fraternal de Obreros, s.f., 1 9 0 7 / 1 6 0 / 1 .

4 5 A N D E R S O N , 1976, pp. 2 0 0 - 2 0 1 ; G A R C Í A D Í A Z , 1981 , pp. 124 y 152.

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160 LETICIA GAMBOA OJEDA

Puebla (FSOP), impulsora de la huelga general m á s impor­

tante en la historia del proletariado textil poblano; y en ese

mismo año , cuando esta huelga llevaba dos meses, Onofre

Armi jo viajó a Saltillo, Coahuila, como delegado de la FSOP

al congreso constitutivo de la Confederación Regional Obre­

ra Mexicana . 4 6 Otra gran batalla, nuevas organizaciones y

la presencia de l íderes conocidos, eran señales del á n i m o in­

quebrantable de aquellos textileros que once años a t rás ha­

b í a n probado el amargor de una dura derrota.

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