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La Iglesia Mexicana y las Iglesias Católicas Apostólicas Independientes de América. Luis Arturo Sánchez Domínguez Resumen: Esta ponencia, que mostrará los resultados de una investigación realizada entre 1995 y 1997, reseña la forma en la que de manera recurrente aparece la iniciativa de crear de una iglesia nacional mexicana y su resultado final con el reconocimiento oficial de una iglesia independiente, señalando su consolidación en relación a seis manifestaciones milagrosas. Se trata de seis milagros eucarísticos que acompañan su lucha e independencia de la Iglesia Católica Apostólica Romana en México. Se mostrarán, por un lado, las condiciones militantes y beligerantes de este movimiento conservados de la liturgia romana que incorporó en su discurso del pasado histórico, místico y mágico de México ; y por el otro, las alianzas entre ésta y otras iglesia independientes de América, identificando su necesidad de mutuo reconocimiento. La idea de crear una iglesia nacional fue producto de una larga historia de disputas por el poder político entre la religión y el Estado. La Iglesia Católica Apostólica Mexicana es hoy una iglesia independiente, registrada y reconocida como asociación religiosa por el gobierno de México desde 1993. Se consolidó a finales de los años 70, justificado su existencia en el designio de lo sobrenatural con la presencia del cuerpo y la sangre de Cristo. Para algunos de los asistentes a sus servicios, muy pocos detalles les hacen saber que participan en una iglesia no autorizada por la jerarquía Católica Apostólica Romana en México. 1

La Iglesia Mexicana y las iglesias Católicas apostólicas independientes de América

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Luis Arturo Sánchez Domínguez. Ponencia del III Encuentro internacional de Estudios Socio-Religiosos, Cuba 2001.

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La Iglesia Mexicana y las Iglesias Católicas Apostólicas Independientes de

América.

Luis Arturo Sánchez Domínguez

Resumen:

Esta ponencia, que mostrará los resultados de una investigación realizada entre 1995 y 1997, reseña la

forma en la que de manera recurrente aparece la iniciativa de crear de una iglesia nacional mexicana y su

resultado final con el reconocimiento oficial de una iglesia independiente, señalando su consolidación en

relación a seis manifestaciones milagrosas. Se trata de seis milagros eucarísticos que acompañan su

lucha e independencia de la Iglesia Católica Apostólica Romana en México. Se mostrarán, por un lado,

las condiciones militantes y beligerantes de este movimiento conservados de la liturgia romana que

incorporó en su discurso del pasado histórico, místico y mágico de México ; y por el otro, las alianzas

entre ésta y otras iglesia independientes de América, identificando su necesidad de mutuo

reconocimiento.

La idea de crear una iglesia nacional fue producto de una larga historia de disputas por

el poder político entre la religión y el Estado. La Iglesia Católica Apostólica Mexicana es

hoy una iglesia independiente, registrada y reconocida como asociación religiosa por el

gobierno de México desde 1993. Se consolidó a finales de los años 70, justificado su

existencia en el designio de lo sobrenatural con la presencia del cuerpo y la sangre de

Cristo. Para algunos de los asistentes a sus servicios, muy pocos detalles les hacen

saber que participan en una iglesia no autorizada por la jerarquía Católica Apostólica

Romana en México.

"Los Domingos está llena, los sacerdotes visten sotana, unas monjas con hábitos

atienden las oficinas y no advierten nada a la hora de apartar el templo para una boda.

En las paredes hay imágenes con la Virgen de Guadalupe, santos, ángeles y hasta el

Papa con su líder José Camargo.

Sólo unos leves detalles marcan la diferencia: durante la misa los sacerdotes dan

siempre la espalda a la gente, consagran la hostia en latín, el rito de la misa es un

poco distinto, algunas mujeres entran con velos en la cabeza y sí uno se fija bien,

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puede notar los colores patrios en ángeles con alas verdes blancas y rojas o escudos

con águilas reales comiendo serpientes.”1

Los antecedentes de una iglesia nacional mexicana.

El proyecto de una iglesia nacional aparece repetidas veces desde la Independencia en

1810, hasta la Constitución de 1917. Los constantes enfrentamientos entre la jerarquía

eclesiástica con el Estado fueron el motivo, y aunque nunca se concreto como una

religión de estado, esta idea si tuvo un relativo éxito.

En 1859, cuando aparecieron las Leyes de Reforma, diversos grupos

propusieron la creación de iglesias cismáticas. Un ejemplo es Melchor Ocampo quien

promovió el Culto Reformista apoyado por miembros del bajo clero. Con ayuda del

padre Rafael Díaz Martínez logró establecer dicho culto en los templos de la Merced y

La Santísima, pero estos servicio religioso desaparecieron en 1861.2

Las iniciativas cismáticas también se generaron en algunos otros estados como

en Tamaulipas. En el periódico El Monitor Republicano del 15 de julio de 1861, se

dieron a conocer los estatutos de la primera Iglesia Católica Apostólica Mexicana,

conformada por dos parroquias en aquel estado. Su principal propósito, expresado en

dicha publicación, era combatir el fanatismo religioso desde el mismo clero. Poco se

sabe sobre el éxito de esta iglesia y de su párroco Ramón Lozano, pero el hecho es

que constituye el primer caso registrado en México y en toda Latinoamérica.3

Su aparición se encuentra íntimamente relacionada con el sentir internacional en

materia religiosa que discutía el poder temporal de la iglesia, la condenación del

celibato eclesiástico, el pago de servicios religiosos y la aceptación del matrimonio civil.

Como proyecto de Estado, el que más se acercó a la formalización de la iglesia

nacional fue Maximiliano de Habsburgo: fue el último en tratar de concretar un

patronato eclesiástico con Roma para tutelar las actividades religiosas en México; y con

1 Marcela Turati, “Los 70 más buscados sacerdotes “falsos”, Reforma, México, lunes 23 de Agosto de 1999, pág. 16-A.2 "Carta dirigida al Pbro. Rafael Díaz Martínez por Don Melchor Ocampo", Veracruz, México, 25 de octubre de 1859. Documento reproducido en: Arnulfo Hurtado, Pbro., El cisma mexicano, Editorial Buena Prensa, México, 1956, págs. 13-14.3 Abraham Téllez Aguilar, "Una iglesia cismática mexicana del siglo XIX", en: Historia moderna y contemporánea 13, IIH-UNAM, México, 1990, pág. 254.

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él, se perdió la última oportunidad de convertir a la religión católica en oficial y exclusiva

del Estado.4

Durante la revolución mexicana, el General Plutarco Elías Calles promovió esta

idea. Siendo gobernador de Sonora reemplazó a los religiosos con otros que aceptaron

formar una iglesia independiente. Uno de sus colaboradores fue Joaquín Pérez Budar,

quién como capellán del panteón Francés invitó a los sacerdotes disidentes a ser parte

de la nueva iglesia.5

En 1920 fue electo como presidente el General Obregón. Con su llegada se

agudizaron los problemas religiosos dado que en su elección existió un compromiso

político con los protestantes. Dos de sus colaboradores, Luis N. Morones y Ricardo

Treviño, tuvieron dentro de sus tareas la de establecer la iglesia mexicana. Así, la

segunda Iglesia Católica Apostólica Mexicana se inició el 18 de febrero de 1925 cuando

fue tomado por la fuerza el templo de La Soledad del barrio de San Lorenzo, en el

Distrito Federal. El Patriarca de la nueva iglesia fue antes mencionado Joaquín Pérez.

Tras la ocupación violenta de ese templo fueron reubicados en el Templo de Corpus

Christi, frente a la Alameda Central.6

Esta nueva iglesia se fortaleció con el patrocinio y la sucesión apostólica de la

Iglesia Vieja Romana7, tomando el nombre de Iglesia Católica Apostólica Ortodoxa

Mexicana. En esta iglesia se ordenó a una decena de religiosos con títulos

rimbombantes para diferentes estados de la república, bajo los ideales de las históricas

iglesias nacionales europeas.8

En 1931 murió el patriarca Pérez y fue substituido por Don Eduardo Dávila

Garza. Bajo la dirección de éste, la iglesia mexicana consagró a más de 15 nuevos

sacerdotes, los cuales le protestan fidelidad al Estado a condición de ser dotados de

4 Patricia Galeana de Valadés, Relaciones Iglesia-Estado durante el segundo imperio, IIH-UNAM, México, 1991.5 José Camargo Melo, Mons., En la mira de los ciegos: una Hostia Sangrante en México D.F., Publicación de la Iglesia Católica Apostólica Mexicana. México, 1987, pág. 77.6 "Proceso original del asalto al templo de La Soledad en marzo de 1925, por le padre Monge y otros", Documento del archivo de la Liga Nacional en Defensa de la Libertad Religiosa (primera parte), Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM, México (archivo microfilmado).7 Creada en Holanda de 1741, la Iglesia Vieja Romana fue una de las primeras iglesia católicas independientes de Europa.8 Jesús Gutiérrez García, Pbro., Christus, México, octubre de 1955, pág. 825.

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recintos para oficiar; pero, terminado el conflicto Cristero de 1926, el Estado no tomó

más en cuenta a las comunidades religiosas, haciendo de su labor un caso aparte.

El 12 de diciembre de 1933, Eduardo Dávila fue coronado Primer Papa

Mexicano, pero su pontificado pasó por una gran cantidad de problemas a pesar de

contar con el apoyo de la Iglesia Católica Liberal Mexicana, con sede en los Estados

Unidos y la ya mencionada Iglesia Vieja Romana.9 Su consagración como Obispo no ha

podido establecerse con claridad y no se tuvieron noticia de él y su iglesia mexicana

hasta 1980, cuando fue consagrado como sucesor el Padre Mercedario José Camargo

Melo, en el centro de la controversia de los milagros de la hostia sangrante de 1978.

El santuario eucarístico.

Como se ha visto la idea de crear una iglesia católica mexicana fue producto de

pugnas internas entre las altas jerarquías y el curas más pobres, pero su

contemporánea vitalidad esta relacionada con el poder sobrenatural del rito eucarístico,

que tiene la cualidad de convencer a los creyentes y contradecir las decisiones

humanas de la iglesia.

La vida religiosa de una colonia de clase media y baja al oriente de la Ciudad de

México se transformó con la llegada de un nuevo cura que terminó la construcción y la

decoración de su parroquia.

El sacerdote José Camargo Melo—ordenado después de los cambios litúrgicos

del Concilio Vaticano Segundo— mando construir una imagen mecánica de la Virgen

de Guadalupe en la que aparecía una hostia en sus manos en el momento de la

consagración, de forma muy semejante a la asociación medieval de la madre

humanidad con Cristo del siglos XVI.10

Bajo su dirección las celebraciones religiosas del templo de Nuestra Señora de

Guadalupe, conocido como La Lupita, se realizaron como grandiosos espectáculos,

buscando conmover a los creyentes con el impacto visual, con un esquema semejante

al del siglo XIII cuando se inició la devoción al sacramento eucarístico.11

9 Arnulfo Hurtado, Pbro., op. cit., págs. 50-59.10 En el siglo XVI, el Concilio de Trento afianzó la doctrina de la iglesia asegurando la verdadera y real presencia de Cristo en la eucaristía.11 Desde finales de la Baja Edad Media fueron conocidos los milagros en los que el pan se transformaba

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Un Jueves Santo 1978 aconteció el milagro. La iglesia mexicana sostiene que en

esta fecha, día de la institución de la eucaristía y conmemoración de la anunciación y

encarnación del verbo, “una hostia consagrada se convirtió material y físicamente en

carne y sangre, como lo demostraron evidentemente los estudios de altísima técnica

científica de nuestro tiempo, ante la fe de los notarios 58 y 35 del Distrito Federal”.12

La hostia expuesta ese Jueves Santo presentó unos pequeños puntillos rojos

que fueron entendidos como un milagro de la transustanciación.13 El padre Camargo

mantuvo en secreto por algún tiempo este hecho antes de informar a las autoridades

del Arzobispado de México, aprovechando la espera para realizar una serie de análisis

clínicos al milagro con el fin de probar que era científicamente verdadero; pero, sus

acciones generaron la desconfianza del Arzobispado, que al enterarse del proceso optó

por no constatar el hecho, recomendando no difundir lo acontecido y continuar con las

averiguaciones.

A pesar del acuerdo, el milagro se hizo público, por lo que el Arzobispado

resolvió informar a nivel nacional la no constancia del milagro, pidiendo de inmediato la

remoción de su cargo al padre Camargo Melo.

El milagro rápidamente se difundió entre los fieles. Por las tardes, en el interior

del templo, fueron proyectadas diapositivas con la imagen del vaso que contenía los

restos de la hostia. En esas reuniones también se mostraban los certificados clínicos

realizados a la sangre y se enseñaba la tradición religiosa de la eucaristía rescatando

el misterio sobrenatural olvidado en este siglos tras la aparición del Concilio Vaticano

Segundo.14 Realizaron misas especiales para recibir el sacramento en La Lupita, que la

voz popular aseguraba "curaba todas las enfermedades".15 También se hicieron

en carne ensangrentada. (Peter Browe, "Die Eucharistischen Wunder des Mittelalters", Bresluer Studies zur Historischen Theologie NF 4, Breslau, Müller and Seiffert, 1938. Citado por Caroline Walker Bynum, "El cuerpo femenino y la practica religiosas de la Edad Media", en: Michel Feher, Romana Naddaff y Nadia Tazi (comp.), Fragmentos para una historia del cuerpo, primera parte, Taurus, México 1991, pág. 166)12 José Camargo Melo, 1994, Señales definitivas, Revista de la ICAM, México, pág. 113 El misterio por el cual las especies del pan y el vio se transforman en el cuerpo y la sangre de Cristo.14 Fue un Concilio que reformó la liturgia de la Iglesia Católica, entendiendo que este tremendo sacrificio de la eucaristía podría mostrarse tan grande que no todos los cristianos lo aceptara en su humanidad y atrocidad, prefiriendo interpretarlo como un símbolo o como una figura. ( Piero Camporesi, "La hostia consagrada un maravilloso exceso", en: Michel Feher, Romana Naddaff y Nadia Tazi (comp.), Fragmentos para una historia del cuerpo, primera parte, Taurus, México, 1991, pág. 163-225.15 El Concilio Ecuménico de Florencia de 1438 a 1445 dio cuenta de los placeres y beneficios físicos de

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carteles que anunciaban el milagro, para ser colocados en las ventanas de los hogares

de los feligreses.

En 1979, El Papa Europeo Gregorius XVIII, Patriarca del Palmar de Troya de la

Orden de los Carmelitas de la Santa Faz, respondió a la carta de una mujer mexicana

que le habló del milagro de la hostia sangrante de México. En esta carta el Santo Padre

se mostró prudente ante los hechos, pero le ofreció de inmediato una consagración

como Obispo al sacerdote y la posibilidad de que su templo formara parte de su

hermandad. Anexó en su respuesta los datos del Padre Antonio Celis el cual afirma

sigue como ellos la tradición de la Misa Tridentina y es parte de su seguidores en

México.16 El padre Celis fue miembro de la Iglesia Mexicana del templo de Corpus

Cristi. Tras la muerte de Patriarca Pérez, muchos de los sacerdotes cismáticos se

dispersaron por toda la república entre ellos Mos. Eduardo Dávila. Se dice que Dávila

intentó reintegrar a la iglesia mexicana y ordeno como Obispo Sucesor a Alejandro

Orozco, quien también reapareció con el milagros de la hostia sangrante reclamando

su sitio.17

Una de las primeras acciones emprendidas por el párroco José Camargo y su

feligresía fue el gestionar el reconocimiento Papal del milagro (ya que el Arzobispado

de México lo había negado) pero tampoco contaron con el apoyo de las autoridades

eclesiásticas. La insistencia en su veracidad llevó a Camargo Melo hasta Roma para en

audiencia colectiva entregar personalmente al Santo Padre la información que él mismo

había escrito y recopilado en un libro llamado Una Hostia Sangrante en México Distrito

Federal. 18

A la par de sus gestiones se generaron una tras otra las manifestaciones

milagrosas, que de pequeñas gotas cambiaron a grotescos trozos de carne y sangre

comer y beber el cuerpo de Cristo, asegurando que la eucaristía diviniza por participación. ( José Ferraro, Teología de la liberación: ¿Revolucionaria o reformista?, Ediciones quinto Sol-UAM, México, 1992, pág. 130)16 "Carta a la señora Doña María Renner de Cuevas del Papa Gregorius XVIII", 27 de abril de 1979, Reproducida en: José Camargo Melo, Duro de creer: una Hostia Sangrante, Publicación de la Iglesia Católica Apostólica Mexicana, México, 1991, págs. 828-832.17 José Flores T., "Expulsaremos de los templos a los sacerdotes rebeldes", en: Quehacer político, México, mayo 19 de 1991.18 José Camargo Melo, Pbro., Una Hostia Sangrante en México D.F.; lo que dijo la mitra , hechos y pruebas científicas, Editado por la Iglesia Católica Apostólica Mexicana, México, 1979.

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seca. Camargo explicó que estas señales apoyaron la continuidad de su trabajo y

contribuyeron a reanimar el interés inicial de la comunidad en los momentos que

decaía.

El 5 de junio de 1980, sucedió la segunda manifestación divina un Jueves de

Corpus Cristi. Durante ese año Camargo fue a Roma cinco veces para dar aviso del

milagro y pedir apoyo. En sus viajes fue acompañado por miembros de la comunidad

los cuales conocieron de cerca el milagro de Lanciano, asumiendo una actitud de

inconformidad al saber que ese milagro si fue reconocido por la iglesia, aunque en el

siglo XIII.19

Regresando de Roma, conoció según su declaración a Eduardo Dávila,

aceptando la consagración como Obispo para defender el milagro, acto seguido,

seleccionó a los jóvenes más piadosos de la comunidad para iniciar su propia

comunidad de religiosos y religiosas. Sus primeros seminaristas recibieron su

instrucción en los Estados Unidos con el apoyo de Mons. Marcel Lefebvre, uno de los

sacerdotes más conocidos al oponerse a los cambios litúrgicos del Concilio Vaticano

Segundo. Los seminaristas mexicanos no terminaron su formación allá por que el

ahora Obispo Camargo fundó su propio Seminario en el estado de Morelos, después

de lo cual, informó a Roma de su retiro definitivo de la iglesia.

El hecho milagroso se convirtió en acto de fe para la comunidad: el no defender

su iglesia era sinónimo de ser ateo, pero el verdadero a poyo a la iglesia mexicana

estaba en la fe en los milagros y los cambios que ellos traían a sus vidas.

Por otra parte, la Iglesia Católica Romana emprendió una la lucha legal

por el inmueble que estaba bajo la tutela del padre Camargo. Con el apoyo de

la Secretaría de Gobernación clausuró el templo e instaló una capilla provisional a

unas cuantas casas de éste. Al tiempo en que se hacían las averiguaciones en

torno al inmueble de La Lupita, se iniciaría la disputa por otras dos parroquias en las

que ahora oficiaban los nuevos sacerdotes de la iglesia mexicana. Los nuevos curas

cismáticos ofrecieron sus servicios en comunidades que no contaban con un

19 Los milagros eucarísticos más famosos son: Lanciano del 700 y 1273; Gerona, 1297; Cebrero, 1300; Siena, 1330; Andorra, 1331, Cimballa, 1348; Brúcelas, 1369; Turín, 1453; Alcalá, 1936; Stich 1971 y México 1978, aunque se conocen al rededor de 130 casos en donde el cuerpo de Cristo tomó la forma real de carne y sangre.

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párroco fijo, apoyándose en grupos con poder local como mayordomos y

cofrades para consolidar el culto. De esta manera aumento el número de

creyentes en los milagros y nuevas parroquias se incorporaron a la iglesia

mexicana.

El tercer milagro fue un 9 de marzo de 1984, presenciado por el ahora Obispo

José Guadalupe Alcalá Gallegos, el cual avivó la participación en los 20 meses de las

disputas por el templo de Guadalupe con la iglesia romana.

Una cuarta hostia se convirtió en sangre un Jueves Santo de 1986, en presencia

del grupo de religiosas de la iglesia mexicana, las monjas de la Hermandad de la

Preciosa Sangre.

El proceso legal llevó a Camargo Melo a la cárcel en 1991 acusado de despojo y

de usurpación de personalidad. Al final de las averiguaciones, fue puesto en libertad y

declarado inocente. El fallo fue a favor de la Iglesia Mexicana y de su Obispo Monseñor

Camargo Melo, puesto que fue fácilmente probada la existencia de su denominación

desde 1925 y el apoyo de su comunidad con más de 7 mil firmas lograron la

adjudicación del inmueble a su favor. El arzobispado pagó su acusación con una

disculpa y un cheque en blanco a favor de Camargo y de su iglesia mexicana.

Las iglesias independiente de América

El apoyo político de las iglesia independientes de América para con la Iglesia Mexicana

fue dado por la Iglesia Católica Apostólica Brasileña y la Iglesia Católica Apostólica

Disidente de la Argentina.

La Iglesia Disidente de la Argentina al saber de la existencia de los milagro de la

hostia sangrante de México y la situación de su santuario estableció relaciones con la

Iglesia Mexicana, bajo la iniciativa de formar un frente común como Iglesia

latinoamericana.

En 1989, Mons. Bruno Tinivelli Fagelli de Buenos Aires, Argentina, estuvo en México

para la consagración como Obispo de José Roberto Álvarez Barajas, el cual había sido

ordenado por Mons. Camargo en 1983.

Posteriormente, el 22 de junio de 1991, El padre Pedro Álvaro Andrade Aregui,

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visito la hostia sangrante y recibió en señal de amistad un relicario con la hostia 1986

(la 4º Manifestación) y un tubo de ensayo que contuvo el liquido que le fue extraído a

esa hostia y que después de algunos días seguía mostrando elementos sanguíneos.

De regreso en Argentina el periódico Flash reseñó su vista a México con el titulo "Una

hostia Azteca produce milagros"20 En esta nota el Padre Pedro declaró su apoyo a la

iglesia mexicana en su disputa con la iglesia romana por la posesión de más de 100

templos, resaltando la posibilidad de que la hostia sangrante fuese llevada a Roma.

Esta iglesia argentina se ha dedicado a atender problemas sociales. Apoyan a

un promedio de 600 personas entres niños, discapacitados, madres solteras y

enfermos en 6 casas hogar. Según las declaraciones del prelado argentino, la hostia ya

estaba haciendo milagros entre su feligreses.

Para la bodas de plata de Monseñor Camargo Melo, 9 de julio de 1991, llegaron

a México: Mons. Bruno Tinivelli Fagelli, representante de Argentina; Mons. Justo Roque

González, representante del a Iglesia Católica Apostólica Norteamericana; Mos.

Joswaldo Pereira de Oliveira de la ciudad de Fortaleza, Brasil y el Patriarca de la

Iglesia Católica Apostólicas Nacionales, Mons. Don Luis Frenando Castillo Méndez de

la ciudad de Brasilia.

La Iglesia Católica Apostólica Brasileña fue creada por Mons. Carlos Duarte

Costa. En 1936, el padre Duarte solicito al Papa Pío XI aprobara una serie de

modificaciones a la liturgia y a la administración general de la iglesia Brasileña, cuando

era Vicario General de la Arquidiócesis de Río de Janeiro. Su propuesta fue rechazada

a pesar de que años más tarde el Concilio Vaticano II incluyera muchas de sus ideas.

Según escribió Mons. Camargo Melo, Duarte Costa fue engañosamente destituido en

1937, cuando sin saberlo firmo su renuncia, misma que fue aceptada en Roma y como

consecuencia fue nombrado Obispo Titular de Maura. En aquel lugar tuvo un capilla

donde oficio misas, realizó matrimonios y administro sacramentos. En esa época fundo

una revista llamada Mensajero de nuestra Señora Niña. Tras su colaboración en la

presentación de un libro llamado El poder Soviético, el cual fue escrito por un

20 "Hostia azteca que produce milagros", Flash , año XII, nº 581,Argentina, 12 de julio de 1991. Aparece reproducido en: José Camargo Melo, Mons., 1992, El cielo ya no es su aval,: ¿la justicia dijo no!, Editado por la Iglesia Católica Apostólica Mexicana, México, pág. 332.

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representante de la Iglesia Anglicana, tuvo problemas con las autoridades vaticanas las

cuales lo tacharon como comunista. Fue encarcelado por algún tiempo y con la ayuda

del gobierno de México logró ser liberado.

En 1944 fue suspendido de su rango episcopal y tiempo después excomulgado.

El día 13 de julio de 1945, el padre Duarte dio a conocer la creación de la iglesia

brasileña. El 15 de agosto, ordenó como su primer Obispo a Salomón Ferraz, para la

Diócesis de Sao Paulo, pero este religioso regreso tiempo después a la iglesia romana

con la aceptación del papa Juan XXIII, el cuál, el 8 de diciembre de 1959 lo nombraría

Obispo Titular de Eleuterna y Obispo Auxiliar del Cardenal de Sao Paulo.

El segundo Obispo consagrado en la iglesia nacional brasileña fue Jorge Alves

de Souza, el 2 de febrero de 1946, seguido por Antidio José Vargas, el 8 de diciembre

de 1946. El cuarto Obispo ordenado fue Don Luis Fernando Castillo Méndez, el 3 de

mayo de 1948. Luis Fernando fue nombrado Patriarca de Caracas y Primado de

Venezuela, por haber sido el encargado de la Iglesia Católica Apostólica de Venezuela.

En 1950, Luis Fernando fue perseguido por el gobierno venezolano y

encarcelado. Se dice que se las arreglo para mandar desde la prisión una carta al

Embajador de México y otra a las Naciones Unidad, por quienes fue liberado y ayudado

a salir del país hacia Brasil, en donde fue nombrado Obispo Diocesano de Brasilia.

Monseñor Duarte nombro también a otros obispos como por ejemplo:

Diamantino Augusto Pereira de Costa (1945); Pedro Dos Santos Silva (1956); Pedro

Luis Hernández quien fue nombrado Obispo de Paz para la iglesia nacional boliviana y

Orlando Arce-Moya como Obispo de Santiago de Chile en la iglesia nacional chilena.

Tras esta serie de ordenaciones, Mons. Duarte Costa regreso a la iglesia

romana, y fue nombrado por Juan XXIII, Obispo Auxiliar del Cardenal de Madrid en

España. Las iglesias nacionales que en torno a Mons. Duarte Costa se formaron solo

reconocen a 8 Obispos de los cuales para 1991 solo vivían dos: Pedro Dos Santos

Silva y Luis Frenando Castillo Méndez.

Con la visita de estos altos dignatarios de iglesias nacionales en México y tras

conocer la situación de la iglesia mexicana y su problema en torno a la sucesión

apostólica de Mons. Eduardo Dávila, se organizó una magna ceremonia de

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reconsagración para el 18 de julio de 1991, en la cual Mons. Camargo Melo y su

equipo de curas cismáticos serían re-consagrados compartiendo la sucesión

apostólica con la iglesia brasileña. El quinto milagro fue el 12 de septiembre de 1991,

cuando ya se habían incorporado a esta iglesia seis diferentes templos en el Distrito

Federal. Concluido el proceso legal se solicitó su registro oficial como asociación

religiosa. En la entrega de esta solicitud estuvo presente Mons. Luis Frenando Castillo

Méndez la cual se realizó el 25 de marzo de 1993.

La sexta hostia ensangrentada fue consagrada por Mons. Roberto Álvarez

Barajas en una casa particular, y con la cual se reafirmó el poder de la Iglesia Mexicana

como verdadera y predilecta de Dios, pues coincidió con su reconocimiento oficial

en 1993. Después de esta fecha la iglesia mexicana declaró no tener

intención de ponerse bajo las ordenes de nadie, actuando de forma

independiente, a tal grado que algunas de sus parroquias obtuvieron su

registro individual y sus diferencias en años sucesivos han hecho peligrar su

existencia, este fue el caso de la Iglesia de San José en el municipio de

Ecatepec en el Estado de México.

Su particulares circunstancias se han convertido en su visón e interpretación

religiosa. La iglesia considera que desde la fundación de México, y aún mucho antes la

voluntad de Dios ha sido la guía de los mexicanos. En su afán nacionalista ha hecho

del pasado histórico su testamento, de forma semejante al antiguo testamento judío

que explica el pasado de la iglesia romana. En la administración de los sacramentos y

la misa realizan los ritos y ceremonias cristianos católicos definidos por Pío V en el

Concilio de Trento, ya que esas formulas si consideraron su valor sobrenatural, y en

consecuencia, critican al Concilio Vaticano Segundo y la Confederación Episcopal

Latinoamericana de 1968, en donde la Iglesia Católica ofreció una nueva interpretación

religiosa.

Reconocer como propia la bandera nacional en lugar de la bandera vaticana, a

Cristo como su pastor en lugar del Papa y a la eucaristía como ritual sobrenatural y no

una simple ceremonia simbólica. Defienden el no corromper la real presencia de Cristo

en la eucaristía y no profanan el altar al pedir en él la lectura de las Santas Escrituras a

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las mujeres.

Colofón

Las iglesias cismáticas más importantes de las que se tiene noticia en México, con

excepción de la Iglesia encabezada por Camargo Melo, manifestaron una posición

novedosa para los creyentes y para la política con el Estado.

Los apoyos políticos de estas iglesias fueron en su mayoría de grupos que

compartían intereses liberales pero no la autonomía religiosa, la cual necesitó un

corpus más elaborado que los simples intereses políticos de los involucrados.

La Iglesia Católica Mexicana que hoy conocemos pluraliza el espacio religioso

del catolicismo al constituirse como una secta, manteniendo de forma conservadora los

lineamientos de la iglesia romana previos a las modificaciones teológicas del Concilio

Vaticano Segundo. Esto puede entenderse como una visión más intolerante y

conservadora ante los cambios y la diversidad cultural contemporánea. El impacto

popular de la iglesia mexicana responde, a diferencia de los otros casos de iglesias

mexicanas, a los acontecimiento milagrosos: hechos sobrenaturales que apoyan la

veracidad de las creencias ejemplificadas con la presencia y predilección de Dios en

las "Hostias Sangrantes".

Así, lo católico, lo mexicano, el líder carismático, la liturgia olvidada y los milagros

conforman un argumento global que constituye la doctrina de la iglesia mexicana. Es el

resultado de unificar las diversas motivaciones y los conocimiento en torno a los

milagros dándoles una interpretación política.

Para la Iglesia mexicana y para las otras iglesias católicas independientes, el rescate

de la historia nacional es un recurso para ganar legitimidad y reconocimiento como

institución social. Con su separación de la iglesia romana tomó vital importancia la

legitimidad de sus acciones, legitimadas por los milagros y a través de la sucesión

apostólica. El establecer contactos con otros iglesias independiente de América fue un

recurso para reafirmar su posición y en caso necesario establecer un frente común

ante la persecución y descalificación de la iglesia romana, para la cual es inaceptable

que exista una iglesia que ejerza su principios fundamentales de forma independiente.

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Bibliografía

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