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LA IMPONENTE Y EN OCASIONES CONTRADICTORIA REALIDAD DE LAS EMPRESAS MISIO-
NERAS ENTRE LAS POBLACIONES INDíGENAS DE LOS TERRITORIOS DE FRONTERA APA-
RECE DE FO RMA ELOCUENTE EN ESTAS P ÁG INAS. DESTACA LA ESTATURA E XCEPCIONAL
DE K INO , SALVATIERRA y SUS COMPAÑEROS Y SUCE SORES, RELIG IOSOS IMPULSADOS
POR EL AR DOR Y LA SINCERIDAD DE SUS AFECTOS. ESTOS RIGUROSOS CIENTíFICOS
QUE ERAN TAMBIÉN EX PLORADORES AGUERRIDOS HICIERON A PORTACIONES SOBRESA-
LlENTES AL CONOCIMIENTO Y A LA CONSTRUCCiÓN DEL ESPACIO SOCIAL NOVOH ISPA-
NO. SUS PROY ECTOS SE ENCONTRAB AN EN PLENO IMPULSO ASCENDENTE CUANDO
FUERON SUSPENDIDOS DE GOLPE , Y ELLOS ENV IADOS A L DESTIERRO . LAs INCOM-
PRENSIBLES AC ECHANZAS DE LA HISTORIA FUERON SIEMPRE INTERPRETADAS POR E S-
M · l L' P t 'll TOS HOMBRES DE FE COMO LOS RENGLONES T ORCIDOS DE LA PROVIDENCIA ~gue eon- 01' ~ a
e ,Ufüm;, fu, geogmfi, d, " "p,m""" lo, oi'"
COIII/JIfJ¡¡U.I'tI fu mi ... iúlI
Chiri!l"lJl/i .
Baja ('o/ifornill ..... 'ur.
Príail/u fU/ln/or:
IglI(/r;o 'I'i,. .... wh. , .... '..1.
Sallriayo {} /11 lIIi ... ió I/ di)
San Jaroho l' / I
Californi" . Lríll/il/fI IS
del ('ndex PieloriclI f'
Mexi('anm:, ( 'iI, / i70.
Biblio/¡'/'f/ Su('iol/nl dt,
¡nlle¡,,¡/¡/ ifl/ ( ·/¡ ml.
de dos jesuitas visionarios, Eusebio Francisco
Kino y Juan María Sa lvatierra. Pero fu e geo
grafía de la esperanza en un sentido muy dis
tinto del que le dieron algunos ecologistas que
en la década de 1960 soñaban con mantener
la sin contaminar, como una especie de enor
me parque nacional. Los padres Kino y Salva
tierra buscaban transfornlarla en un territorio
donde se hiciera bri ll ar la luz del evangelio pa
ra los nativos tan destituidos de bienes mate
ria les como necesitados de socorro espiritual.
IH< California, concebida como geografía de la
esperanza, lIegaria a existir como realidad do
tada de rostro y corazó n inconfundib les. Su
rostro se fue confo rm ando a través de la pre
sencia visib le y tangi ble de los establecimien
tos misionales: iglesias y otros edificios, cam
pos abiertos a la agricultura y s istemas de
irrigación, huertos y pequeños obrajes. El ros
tro de la misiones de Cali fornia, tanto de la
Alta como de la Baja, es testimonio perma
nente de un encuentro con innumerables
consecuencias, ni todas buenas ni todas ma
las, pero todas intensamente humanas.
IH< El co razón de las misiones ca lifornianas es
su dimensión invisible. Es el lado esp iritual de
la historia: la suma de inspiraciones y motiva
ciones de tal empresa. El corazón de las misio
nes ca lifornianas, o si se prefiere su a lma, se
halla en los muy ab undantes escritos de los
misioneros: cartas, informes, peticiones, cró
nicas e historias. Los ideales, esfuerzos, éxitos
y fracasos de estos pioneros pueden estudiar
se y sentirse si nos adentramos en ell os.
(j.;
L \ [I[Fíl ' [L E:\T [l \[1\ \I'\ [J[ 'I I[{\[ \
La entrada a Californ ia no fue tarea fácil. Her
nán Cortés había ll egado en 1535 y se había
estab lecido por un tiempo en lo que ll amó
Tierra de Santa Cruz. ahora bahía de La Paz.
Meses después, el conquistador fracasó y
abandonó esa larga y angosta penínsu la, tie
rra semidesértica cruzada por una cord ill era,
paradój icamente dotada ele gran biodiversi
dael. Aunque es una tierra enormemente se
dienta, casi toelas sus fronteras son de agua:
las azules elel mar ele Cortés, las del inmen
so Pacífico y las del río Colorado.
IH< Los ojos de los primeros europeos, que en
los siglos XVI y XV II contemplaron estas tierras,
al llegar a sus costas de arena blanca e impo
nentes acantilados, hallaron indios desnudos,
de ga llarda prestancia hombres y mujeres,
reco lectores de sem ill as y frutos, cazadores y
pescadores. La mayoria de los encuentros fue
pacífica y amistosa, aunque tamb ién hubo
enfrentamientos hostiles y vio lentos. Así su
cedió en una tierra en donde no existían pue
blos o a ldeas, ni s iqu iera caseríos.
IH< Sin emba rgo, a partir de 1697 las cosas em
pezaron a cambiar. El sueño ele una palabra
lo hizo posible. Dos gigantes, ambos nacidos
en otra penínsu la - la italiana-, los jesuitas
Kino y Salvatierra habían estado pidiendo el
respaldo de la Corona española . La escasez
de recursos financieros fue la razón principal
de una seri e de respuestas negativas. El P.
Kino había estado en California en 1683, en
compañía elel a lmirante Isidro de Atondo y
Antillón. Se estab leció entonces un asenta-
(,'fI/IZlI{f'1 ( '/tirlyllfj lfi .
. I /)(fj'",
'-.,'rli! .}o .... é d(J1 ('nllo al
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PiClnrieu:-: Jlrx il'illltl ::i.
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BihlilJ!('(' ,f .\"(/(·/Ol/(¡/ di'
/0 Rl'jJ/íMi"" ('//1'('11.
miento misionero en un sitio que llamaron
San Bruno. La misión sobrevivió menos de
dos años. La falta de avituallamiento forzó
a Atondo y Kino a regresar a tierra firme.
'"' Si a la Corona tal intento le costó más de
doscientos mil pesos, para Kino fue el preám
bulo de un sueño. En tales circunstancias, Ki
no y Salvatierra tenían pocas probabilidades
de obtener apoyo. Sin embargo, sucesos im
previstos cambiarían la situación. Filibusteros
ingleses amenazaban al galeón de Manila en
las costas de California. Circulaban además
rumores de avances de colonos rusos proce
dentes de Siberia y también de preparativos
de los británicos para apoderarse de lo que
llamaban la Nueva Albión, en el norte de Ca
lifornia . Las circunstancias resultaban pro
picias para los sueños de Kino y Salvatierra.
Asistidos por otro jesuita nacido en Honduras,
el P. Juan de Ugarte, lograron que se crease
un fondo para mantener las misiones de Cali
fornia, conocido como el Fondo Piadoso de
las Californias, y con él en mano los jesui
tas por fin obtuvieron la tan deseada licencia
real para entrar en su geografía de la espe
ranza. Y no sólo eso, sino que también se les
conced ió el derecho de controlar la empresa
entera, lo cual significaba estar a cargo de to
do en las misiones: su economía, su protec
ción militar y lo referente a su trabajo.
u E:lfPRE:S\ .1E~ L·íT[(,;\
El P. Salvatierra -dado que Kino no pudo
acompañarle- se hizo a la mar desde el río
Yaqui, en la costa de Sonora, ella de octu
bre de 1697. Con un grupo de seis soldados y
poca gente más, cruzó el Mar de Cortés en un
solo día. Llegaron luego a la bahía de San
Dionisia para tomar posesión del territorio.
Tras la celebración de una misa, entronizaron
la imagen de Nuestra Señora de Loreto que
aún se venera en la vieja iglesia de la misión.
Aquí puede percibirse el corazón de la em
presa o, mejor dicho, de la aventura utópica:
establecer el reino de Cristo entre los paupé
rrimos aborígenes de California. En cuanto al
rostro de la empresa, Salvatierra y sus com
pañeros tuvieron entonces que ponderar sus
necesidades y buscar cómo satisfacerlas.
'"' Necesitaban barcos para mantener el con
tacto con el macizo continental y recibir de
allá todo tipo de aprovisionamientos, y, so
bre todo, otros misioneros que fuesen a
ayudar. Salvatierra tenía que elegir el sitio
19."'cio Tirsc/¡ , S.J.
Plantas oril/lldl/'< d., la
Baja Califo",i",
Lámina I del Code,
PictoriclIs Mcx i{·anu :-:.
c../110,
BiblWleta Sociol/ I/ I dr
,.¡UplÍblica Checa,
para la nueva misión, La elección era siem
pre un problema. El luga r adecuad o tenía
que esta r al abrigo de los elementos, los
tem pora les y los posibl es ataques de los in
dios. Un sitio apropiado era donde hubiese
agua y se pudiese cu lt ivar la tierra. Los j e
sui tas pronto cayeron en cuenta de que en
contrar terrenos fértiles yagua no era cosa
fácil en la penínsul a.
IH' Éste y muchos otros problemas fueron
pronto percibidos a l esta blecer la misión de
Loreto. No sería empresa fáci l construir un a
cap illa y luego un a ig lesia con sus anexos,
una casa para los misioneros, viviendas para
los indios, para uno o dos soldados y algunos
criados, una esc uela, un huerto y, de ser po
sible, acequias u otros sistemas de irrigación.
IH, Siguiero n a Sa lvatierra otros visionarios
jesuitas. El italiano Francesco Maria Piccolo
y el hondureño Juan de Ugarte estuvieron en
tre los primeros. El carácter plurinaciona l de
la Compañía de Jesús quedó de manifi esto.
Pronto otros de sus miembros se ofrecieron
para trabajar en la geografía de la esperanza.
IH' Record emos a los italianos Sig ismundo
Tarava l e Ignacio María Napoli, a los mexi
canos J aime Bravo, Clemente Guillén y Juan
Bautista Luyando, a los españoles Miguel del
Barco, Lucas Ventura y Victori ano Arnés, a l
escocés Willi a m Gordon, a l bohemio Wen
ces laus Linck, a l croata Ferdinand Consag,
a los alemanes Johannes Bischoff, Benno Du
crue y Franz Xaver Wagner, as í como al al
saciano Johannes Jakob Baegert.
67
IH< Era sin duda un a utopía. Hombres edu ca
dos en las más famosas universidades del
mundo pronto ll ega ron a esa tierra sem iá rid a
para trabajar junto con hombres que seguían
viviendo en una especie de pa leo lítico fosili
zado. En cuanto a los recursos a su disposi
ción, los de los indios, mencionados en forma
sumaria, no pasaban de ser piedras, cactá
ceas y algunos animales silvestres, incluyen
do peces. Asimismo, los recién ll egados, que
lograron impl antarse ahí donde muchos
otros que antes lo in tentaran habían fa ll ado,
también tenían recursos mínimos.
IH' En tales circunstancias, ¿triunfaría o fra
casaría la empresa misionera jesuita en la
California peninsular? Ésa es la pregunta cru
cia l difícil de responder. La interrogante ha
recibido diversas respuestas, a lgunas con
t radictorias.
ml'.\ 1IODEH\(1 (¡['F. Hli (' [T HII\
\\'rl(;l'\~ J-1 . \Z , \\.\~
Por un momento abandon emos los tiempos
históricos e insta lémonos en nuestro presen
te. Veamos un mapa moderno, uno que abar
que desde el paralelo 22 y medio hasta el pa
ralelo 42 de lat itud norte, es dec ir, de San
José del Cabo a San Francisco y Sonoma, una
distancia comparable a la que hay entre Ma
drid y Moscú. ¿Q ué percibimos en ese moder
no mapa de las Californias?
IH< Notamos que hay numerosos poblados cu
yos topón imos correspo nden a nombres de
santos. Muchos son los nombres de sa ntos
particu larmente venerados por tres promi
nentes órdenes reli giosas, jesuitas, francis
canos y dom inicos. Podemos añad ir con jus
ticia que los misioneros de esas tres órdenes
fueron los fundadores, los auténticos pa
dres de las Ca lifornias. Podemos loca liza r
Loreto en la costa del Mar de Cortés. Loreto
es un a advocación de la Virgen María espe
cialmente venerada por los jesuitas ita lia nos
como Salvatierra, Kino, Piccolo y Napo li.
lo reto fu e y es la Madre de las Ca li fornias .
Es hoy en día un pueblo y una bahía pinto
rescos, visitados por gente de todo el mundo.
IH, Al poniente de Loreto, en la sierra, está
la misión más hermosa de California: San
J avier Viggé Biaundó, dedicada a san Fran-
Iglllu,'-o '1 'i r..; /·h., ..... '.J.
( 'f/I ¡fllmia N/Z/u uJ/ /{/I
( 'ur! rx Pi elori{' u:-:
~ll'x kallu ~ . Ca .l lifl.
B¡hI¡ofecf( Xo(" ¡ollol tlr
cisco Javier - íntimo amigo de san Ignacio de
Loyo la, inciador de la Compañ ía- fue ter
minada por el P. Miguel del Barco en 1758.
Si hubiese sido edificada en Puebla o Gua
najuato, hoy sería sin duda una de sus joyas
patrimonia les. Hace muy poco la orga ni za
ción Adopte una Obra de Arte restauró fe
li zmente sus retablos.
IH, Si San Javier es el rasgo más bello del
rostro de las misiones de California, también
podemos ver ahí, y en el trabajo de quien la
construyó, un símbolo del corazón de las mi
siones. La obra del P. Del Barco Historia na
tural y crónica de la Antigua California es
una auténtica mina para quien quiera ente
rarse de los recursos naturales, la etnología, la
lingüística, las pinturas rupestres y la historia
de la península. En ella, al habl ar de la últi
ma misión fundada por los jesuitas, la de
Santa María Cabuja-Camang, el P. del Barco
nos da la clave para entender cuáles eran sus
ambiciones: "Establecida la misión de Santa
María en Cabuja-Camang, proseguía aq uí
con felicidad la reducción de los gentiles a
la verdadera fe de Jesucristo. Nunca faltaban
catecúmenos en la instrucción, y, bautiza
dos unos, cua ndo se hallaban aptos para es
te sacramento, entraban otros genti les en su
luga r a alistarse por catecúmenos en preten
sión del santo bautismo. Hubieran sido mu
chos más los bautizados s i el P. Andrés hu
biera tenido víveres en bastante abundancia
para mantener más catecúmenos".
IH' Y refi riéndose particularmente al P. Vic
toriano Arnés, enca rgado de los indios co
chimíes que v iv ían en Cabuja-Camang, Del
Barco insiste en la que era su principa l
preocupación : logra r el bienestar espiritual
y temporal de los indios. Cuando Del Barco
vuelve su ate nción a lo escrito por el fil ó
sofo alemán Cornelio Paw sobre las misio
nes, rechaza sus apreciaciones con el co
mentario siguiente: "Esto no quiere cree r el
anón imo moderno auto r de las Averigua
ciones philosophicas sobre la América, hom
bre sin fe y sin reli g ión, y que, como no cree
en más vida que la presente ni otros bienes
que los temporales, no se persuade que aún
hay en el mundo quienes to men sobre s í
grandes trabajos y empresas heroicas sino
por fines terrenos. Su obra está ll ena de false
dades, tan crasas que moverán la ri sa y el
desprecio de cuantos tengan algún conoci
miento de la América; o acaso la indigna
ción de que sa lga a la pública luz un a obra
que, en vez de ilustra r el entendimi ento con
verdades, le ofusca con errores, abusando,
de esa suerte, de la pública fe y credulidad
de los lectores".
'"' Continuando con nuestro moderno mapa,
podremos identifica r más sitios cuyos nom
bres corresponden a otros sa ntos j esuitas.
Uno es San Luis Gonzaga, hoy un pequeño
asentamiento en pleno desi erto. Ahí, el alsa
ciano P. Johannes Jakob Baegert trabajó con
los indios guaycuras y construyó un a igle
sia sencill a pero bien hecha . El P. Baegert era
tan pesimista respecto de la empresa ca lifor
niana que en sus Noticias sobre la pen(nsula
americana de California, obra redactada en
alemán y publicada en Mannheim en 1771,
com ienza por ase ntar que no valía la pena
escribir ni una palabra acerca de ell a. Según
rel ata, en la península no hab ía más que pie
dras, ausencia de agua y poca gente, a su pa
recer, casi indistinguibl e de las bestias. Esta
introducción del P. Beagert no es exactamen
te una descripción halagüeña de California.
'"' Muy distinta será la impres ión que dej a
la obra del P. Juan Bautista Luya ndo, un me
xicano que edificó otra misión que por algún
t iempo sería la avanzada de la actividad je
suita. Esa misión rec ibió el nombre del fun-
FI/I/dl/dll/J/I"I"
Pin'offlf' J/ Jli!/!I!!
Il!fl/lil/lu1ujJfJf('/
I? .l/i(J/II4 rll'I /J/lI"I'/1
{JI! ¡¡:jS,
dador de la orden, San Ignacio (y ciertamen
te lo merecía). El sitio es un precioso oasis con
ab undante agua y buen a tierra. Su nombre
indíge na lo expresa : kadacaamang significa
"arroyo de cañas". La misión de San Ig nacio
ofrece una visión más equilibrada del rostro
de las misiones californianas. El P. Luya ndo,
lejos de ser pesimista como Baegert, entregó
toda su herencia a esa empresa.
IH\ Los avances misionales continuaron. Al
sur de Loreto, además de la misión de San
Luis Gonzaga, se establecieron otras en Co
mondú, Los Dolores, La Paz, Santiago y To
dos Santos. Al norte, las nuevas fundacio
nes incluyero n La Purísima, Santa Rosalía de
Mulegé, Guadalupe y la ava nzada de San
Ignacio. Cerca de la mitad de la pen ínsul a
estaba ya en el ámbito de la cristia ndad, co
mo diría Herbert Bolton . Otras tres misiones
se esta bleciero n más allá. Fueron las últi
mas fundaciones antes del exili o de los je
su itas. Las construcciones de dos de ell as,
Santa Gertrudis y San Borja (otro santo je-
suita), se co nservan aún. El bohemio P. Wen
ceslaus Linck, quien fundó San Borja, tam
bién fue un notable ex plorador que realizó
una ex pedi ción a la desembocadura del río
Colorado, de la cual esc ribió una crónica.
EX I'LO B.II '1 (1:\ \' 1'.\ In!)l; H.\ I:í.\
La exploración y la elaboración de mapas
fueron para los j esuitas tareas de primera
importancia. Sólo así podían conocer y da r
a conocer el rostro físico de los territorios
de sus empeños. Otro jesuita de tiempos
modernos, el P. Ernest J. Burrus, se ha ocu
pado de este tema en dos libros suyos: Kino
and the Cartography oJ Northwestern New
Spain , publicado por The Pioneer's Histori
cal Society en Tucson, 1965, y La obra carto
gráfica de la Provincia mexicana de la Com
pañia de Jesús, publicada en Madrid en 1967.
La cartografía jesuítica fue el espejo en el que
se vieron retratados el rostro y el corazón de
las misiones. El rostro puede ser percibido a
través de los topó nimos ; el co razón, en quie-
!Y/III,.iu ,/,ir:w¡' .. :",' . .I.
, .... 'IIJI/iIlYU.!";/I/¡1I1I !I '-/¡
,/, ,1 ( 'ndt'X Pil'!ol'i{,lI :'
:'.I t'Xi(·i1IJ II :'. ('/l. / ; ¡(J.
(, 1 f¡' f'Jllihlil'l/ ( '11('1'11 .
¡¡ti;!.
nes son así invocados: San Ignacio, San Ja
vier, San Borja, San Luis Gonzaga, miem
bros ilustres de la familia jesuita, y también
las advocaciones de la Virgen María: Lore
to, Guadalupe, La Purísima, del Pilar, de la
Paz y de los Dolores, a las que se suma el
nombre de un santo siempre defensor de las
empresas españolas: Santiago.
('( I \S 1·:( ' l ' E\( ' l.\S 11 I ,:~i()(; 11.í 1: i( '. \S
'", Es cierto que no todo en la historia de las
misiones fue color de rosa. Hubo levanta
mientos de indígenas, como el de 1734 en el
que dos jesuitas, Lorenzo Carrasco y Nico
lás Tamaral, junto con algunos nativos,
perdieron la vida. Pero también es cierto
que a la postre la geografía de la esperanza
entró en un proceso de cambio. ¿Para bien
o para mal? La respuesta depende del cris
tal con que se mire. Cuando el P. Salvatie
rra llegó a California, había alrededor de
cuarenta mil indígenas. En la época de la
expulsión de los jesuitas por decreto del rey
Carlos IIl, en 1767, sólo sobrevivían unos
siete mil.
IH' Enfermedades antes desconocidas para
los aborígenes y el régimen al que se les so
metió fueron las causas principales de tal
catástrofe demográfica. Los indios pericúes,
guaycu ras y cochimíes habían vivido miles de
años en libertad, sin obligaciones, só lo cam
biando de s itio, recolectando semillas y fru-
Ignacio Tir:·:.,-/¡, , .... ' . ./.
Camer(J rll/WI'ftill y
latote. leopardo fI /m/o
de A dríl/.
LlÍlll il/a .\I ·¡ d,'/ ('",1",
PictoriclIt' Jll'xi('ll1111:-i.
Ca. J 7711.
Biblioteca Sarlfl//ft! di}
111 ReplÍblica ('//('I'I/'
tos, cazando conejos o venados y pescando
cuanto se hallaban junto al mar. Vivir con los
padres era muy distinto. Tenían ell os una
campana que repicaba a lo largo del día: los
despertaba temprano por la mañana, los lla
maba a misa, luego a desayunar, después al
catecismo y más tarde a trabajar. A mediodía
la campana ll amaba al ángelus en honor de la
Virgen Maria, luego a comer y por la tarde se
guía tañendo para no pocas actividades más.
'"< Los repiques de la campana de la misión,
descritos vívidamente en un informe del P.
Sigismundo Taraval, sin duda afectaron la
salud psíquica de los nativos. La reglamenta
ción estricta del tiempo y las enfermedades
tra ídas por so ldados, marineros y otros son
elementos que contribuyen a comprender el
co lapso demográfico. El propio P. Taraval da
un ejemplo elocuente. Cuando trabajaba en la
recién fundada misión de San Ignac io Kada
caamang, se enteró que había un grupo de
indios cochimíes asentados en la isla de Ce
dros. Deseando cristianizarlos, decidió trasla
darlos a su misión en la península. Allí, una
epidemia de viruela que por entonces azo
taba la región mató a la mayoría, si no es
que a todos los indios ll egados de la isla.
P.-\RTlm DE L{)~ .IE~lTr.\~
El 3 de febrero de 1768 tuvo lugar la partida
de los j esuitas al ex ilio. Se llevó a cabo ba-
il
jo la supervis ión del capitán Gaspar de Por
tolá, al frente de una fuerza armada, por si
se oponía res istencia al decreto de expulsión.
El camb io pudo observarse en el abandono
de las misiones, que quedaron provisional
mente en manos de soldados, pero ante todo
en los so llozos y ll antos de los indios. El P.
del Barco resume lo ocurrido: "Encargó el
gobernador que los padres, antes de sa lir de
sus respectivas misiones, hicieran a sus in
dios pláticas o sermones, en que les exhor
tasen a permanecer en quietud, no sólo en
ci rcu nstancias presentes de ausenta rse sus
amigos padres, sino también bajo la direc
ción de los padres franciscanos, y con el nue
vo gobierno que se iba a establecer. Hicié
ro nlo así los padres y los indios no dieron
señal alguna de alboroto, y sólo mostraron
con lágrimas su sentimiento de que se les
fueran su padres, y especialmente al salir és
tos de las misiones fueron tales sus llantos y
gri tos que no podía dl'jar de enternecerse el
co razón más duro". i H S
'"< MIGUEL LEÓN-PORTILLA, filósofo y escrilor, dirigió
el Instituto de In vest igaciones Histó ricas de la UNAM. Es
consejero de las academias mexicanas de la Lengua, de
Ciencias y de la Historia, de la Sociedad Mexicana de An
tropologia y es miembro de El Colegio Nacional. Merece
dor de múltiples distinciones, ha escrito más de una trein
tena de libros e innumerables articulos.