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LA LEY (VII): LOS INSTRUMENTOS MUSICALES
Introducción El objeto del presente estudio es determinar si hay una base bíblica que permita aprobar el uso
de instrumentos musicales en la alabanza cristiana, o si por el contrario ésta ha de restringirse
al uso de la voz humana sin acompañamiento instrumental.
Argumentos en contra de su uso Veamos en primer lugar los argumentos habitualmente presentados para rechazar el uso de
instrumentos musicales en la adoración de los cultos cristianos:
1. No hay ningún mandamiento explícito en el Nuevo Testamento para usar instrumentos.
2. Su uso en el Templo les hace pertenecer al Antiguo Pacto, y por tanto su uso ha quedado
abolido en el Nuevo, al igual que los sacrificios.
3. Si bien aparecen mencionados en los Salmos, estos reflejan el sentir de los santos bajo
el Antiguo Pacto.
4. Ni Jesús ni los apóstoles usaron instrumentos.
5. En la Iglesia, la ausencia del Esposo no es motivo de alegría, por eso la presencia de
instrumentos se restringe en el Nuevo Testamento a las escenas celestiales, cuando el
regreso del Esposo sea motivo de alegría.
6. Los instrumentos musicales fueron inventados por los hijos de Caín (Gn. 4:21).
7. Muchos grandes hombres de Dios, como Lutero o Calvino, se pronunciaron en contra
del uso de instrumentos musicales (aun del órgano) en el culto cristiano.
El uso de los instrumentos en el Antiguo Testamento
Los instrumentos en la vida civil del pueblo hebreo La música estaba inherentemente imbricada dentro de la vida social y religiosa del pueblo
hebreo. De hecho fue la música junto con la poesía las únicas artes que se practicaron
profusamente en Israel, tal y como atestiguan los Salmos.
La música con acompañamiento de instrumentos musicales es símbolo de alegría en la Biblia.
Fue usada cuando David trajo el arca a Jerusalén (2 S. 6:5; 1 Cr. 13:8; 15:16,28), para celebrar las
victorias contra los enemigos de Israel (1 S. 18:6; 2 Cr. 20:28), en la coronación de un nuevo rey
(2 S. 15:10; 1 R. 1:40; 2 R. 9:13; 11:14; 2 Cr. 23:13), en los juegos de los más jóvenes (Job 21:11s;
cp. Mt. 11:16-17) y, especialmente, en las bodas y banquetes (Gn. 31:27; Is. 5:12). Asimismo, en
la restauración futura de Israel Dios promete que habrá panderos y alegres danzas (Jer. 31:4).
No obstante, había ocasiones en que los instrumentos también eran símbolo de dolor, como
cuando eran usados en algún sepelio acompañando las elegías fúnebres (Mt. 9:23).
Los instrumentos en la vida religiosa del pueblo hebreo Dios ordenó el uso de instrumentos musicales en los rituales del Templo. Del rey Ezequías se nos
dice: “Puso también levitas en la casa de Jehová con címbalos, salterios, y arpas, conforme al
mandamiento de David, de Gad vidente del rey, y del profeta Natán: porque aquel mandamiento
procedía de Jehová por medio de sus profetas. Y los levitas estaban con los instrumentos de
David, y los sacerdotes con trompetas” (2 Cr. 29:25s). Vemos por tanto que el hecho de colocar
2
instrumentistas para acompañar los cánticos no partió por iniciativa propia de David, sino que
fue un mandato de Dios por boca de sus profetas.
La Biblia también nos dice que fue el rey David, quien había sido inventor de instrumentos (Am.
6:5) y tocaba el arpa (1 S. 16:23), el que dispuso el orden y las clases de los instrumentistas en
el servicio del Templo.
La primera mención a este ordenamiento lo encontramos cuando David trajo el arca a Jerusalén:
“Dijo David a los principales de los levitas, que designasen de sus hermanos a cantores con
instrumentos de música, con salterios y arpas y címbalos, que resonasen y alzasen la voz con
alegría” (1 Cr. 15:16-28). Una vez el arca fue traída la labor de los levitas continuó, recordando,
confesando y loando a Jehová, usando salterios, arpas, címbalos y trompetas (16:4-6,42).
Más adelante, David encargó el ministerio de la alabanza en el Templo a nada menos que cuatro
mil levitas, los cuales adorarían mañana y tarde acompañados de los instrumentos que había
hecho David mismo “para tributar alabanzas” (23:5,30). Esos instrumentos no podían ser usados
para nada más que “para el ministerio del templo de Dios” (25:6) y para alabar a Jehová por
medio de ellos (2 Cr. 7:6), entonando los cánticos de alabanza, de los cuales muchos los había
escrito también el propio David y otros Asaf (2 Cr. 29:30).
Estos levitas encargados de la alabanza debían ser mayores de 30 años (1 Cr. 23:3). De los hijos
de Asaf, Hemán y Jedutún se nos dice que fueron apartados para el ministerio de profetizar en
el Templo “con arpas, salterios y címbalos” (25:1-3). De estos se hallaron 288 levitas instruidos
en “el canto para Jehová”, los cuales se distribuyeron en 24 turnos de doce levitas. “Y todos
éstos estaban bajo la dirección de su padre en la música, en la casa de Jehová, con címbalos,
salterios y arpas, para el ministerio del templo de Dios.” (25:6-31). Aquí vemos como también
era importante la labor de los directores, Asaf, Jedutún y Hemán, dirigiendo con sus manos tanto
a los cantores como a los instrumentistas. De Quenanías se nos dice que fue también director
“porque era entendido en ello” (15:22).
Años después, Salomón amplió el número de instrumentos utilizando madera de sándalo que le
trajo Hiram (2 Cr. 9:11). Al construir el Templo, Salomón organizó un gran coro y orquesta para
su consagración, cada uno con su instrumento, más 120 sacerdotes para tocar las trompetas. De
este modo tenemos a los levitas, alabando con arpas, salterios y címbalos; y a los sacerdotes
tocando las trompetas, mientras los cantores elevaban sus voces en alabanza, tanto cuando
Salomón dedicó el Templo como cuando Ezequías restableció su culto (5:12s; 29:25ss). El orden
siempre era “conforme al mandamiento de David” y se mantuvo al menos hasta tiempos del rey
Josías (35:15).
Este uso de instrumentos en la adoración no era por supuesto exclusivo de la nación de Israel.
Naciones paganas como Babilonia hacían uso igualmente de instrumentos similares en sus
aberrantes cultos (Dn. 3:5ss).
Tras el exilio, ya en tiempos de Nehemías se nos dice que “para la dedicación del muro de
Jerusalén, buscaron a los levitas de todos sus lugares para traerlos a Jerusalén, para hacer la
dedicación y la fiesta con alabanzas y con cánticos, con címbalos, salterios y cítaras. Y fueron
reunidos los hijos de los cantores […] Y de los hijos de los sacerdotes iban con trompetas Zacarías
3
hijo de Jonatán, hijo de Semaías, hijo de Matanías, hijo de Micaías, hijo de Zacur, hijo de Asaf; y
sus hermanos Semaías, Azarael, Milalai, Gilalai, Maai, Natanael, Judá y Hanani, con los
instrumentos musicales de David varón de Dios; y el escriba Esdras delante de ellos” (Neh. 12:27-
43). La descripción de la liturgia de aquella dedicación se corresponde a la de un canto antifonal,
con dos coros que subían por lados opuestos hasta encontrarse en “la casa de Dios”.
Las exhortaciones de los Salmos Es en este contexto histórico de adoración en el templo que los salmos invitan a cantar al Señor
con instrumentos:
“Aclamad a Jehová con arpa; cantadle con salterio y decacordio” (33:2).
“Entraré al altar de Dios, Al Dios de mi alegría y de mi gozo; Y te alabaré con arpa, oh
Dios, Dios mío” (43:4).
“Despierta, alma mía; despierta, salterio y arpa; me levantaré de mañana” (57:8).
“Asimismo yo te alabaré con instrumento de salterio, oh Dios mío; tu verdad cantaré a ti
en el arpa, oh Santo de Israel” (71:22).
“Entonad canción, y tañed el pandero, el arpa deliciosa y el salterio. Tocad la trompeta
en la nueva luna” (81:2s).
“Y cantores y tañedores en ella dirán: Todas mis fuentes están en ti” (87:7).
“Bueno es alabarte, oh Jehová, y cantar salmos a tu nombre, oh Altísimo; anunciar por
la mañana tu misericordia, y tu fidelidad cada noche, en el decacordio y en el salterio, en
tono suave con el arpa” (92:1-3).
“Cantad salmos a Jehová con arpa; con arpa y voz de cántico. Aclamad con trompetas y
sonidos de bocina, delante del rey Jehová” (98:5s).
“Despiértate, salterio y arpa” (108:2).
“Cantad a Jehová con alabanza, cantad con arpa a nuestro Dios” (147:7).
“Alaben su nombre con danza; con pandero y arpa a él canten” (149:3).
Especialmente significativo en su exhortación al uso de instrumentos musicales en la adoración
a Dios es el Salmo 150:
“Alabad a Dios en su santuario;
Alabadle en la magnificencia de su firmamento.
Alabadle por sus proezas;
Alabadle conforme a la muchedumbre de su grandeza.
Alabadle a son de bocina;
Alabadle con salterio y arpa.
Alabadle con pandero y danza;
Alabadle con cuerdas y flautas.
Alabadle con címbalos resonantes;
Alabadle con címbalos de júbilo.
Todo lo que respira alabe a JAH.
Aleluya”
4
El uso de la música para buscar la comunión con Dios Sin embargo, es posible encontrar el uso de instrumentos musicales fuera del contexto del
Templo. Es bien conocido el poder de la música para mover el alma y las emociones del ser
humano. La música puede transmitir emociones como la tristeza, la alegría, la épica o la paz
como ninguna otra arte puede transmitir. Hay algo en la música que llega hasta lo más profundo
del ser humano. ¿Es aceptable que dejemos que la música produzca en nosotros ese efecto?
Esto no ha de ser malo necesariamente en sí mismo. Por supuesto, un creyente nacido de nuevo
evitará músicas y ritmos (y también letras) de canciones que despierten la sensualidad de
nuestra vieja naturaleza. Ritmos como el reggaetón y las canciones de pop más sensuales, que
incitan a despertar nuestras más bajas pasiones, han de ser evitadas como cuando José escapó
de la presencia de la mujer de Potifar. Recordemos que como creyentes no debemos presentar
nuestros “miembros al pecado como instrumentos de iniquidad” (Ro. 6:13) y que es
precisamente a esto a lo que nos incitan ciertos bailes y canciones del mundo. Este mal uso de
los instrumentos musicales es condenado en la Escritura: “Gorjean al son de la flauta, e inventan
instrumentos musicales, como David; […] Por tanto, ahora irán a la cabeza de los que van a
cautividad, y se acercará el duelo de los que se entregan a los placeres” (Am. 6:5,7).
Sin embargo, la música también puede ser usada para hallar un estado de ánimo correcto. Así
por ejemplo, la música tocada en el arpa por David era el medio por el cual Saúl podía encontrar
alivio del sufrimiento causado por el mal espíritu (1 S. 16:16,23; 18:10).
También se puede utilizar para buscar un estado de ánimo en el que entrar en la presencia de
Dios. En un pasaje muy pertinente para el tema que tratamos, Eliseo es requerido por Josafat,
rey de Judá, y por Joram, rey de Israel, para consultar a Dios acerca de una campaña militar
contra Moab. Y Eliseo, tras menospreciar al rey de Israel por su impiedad, pide: “Mas ahora
traedme un tañedor. Y mientras el tañedor tocaba, la mano de Jehová vino sobre Eliseo” (2 R.
3:15). Lo singular del hecho es que Eliseo no pidió a un cantor, sino a un instrumentista, a fin de
entrar en comunión con Dios y buscar su mensaje.
No es el único caso en que profecía y música van unidas. Samuel le dice a Saúl tras ungirle por
rey en Israel, que al entrar en cierta ciudad “encontrarás una compañía de profetas que
descienden del lugar alto, y delante de ellos salterio, pandero, flauta y arpa, y ellos profetizando”
(1 S. 10:5). En estos pasajes vemos cómo el uso de instrumentos no era por tanto privativo del
Templo en el culto a Dios, sino que los profetas también realizaban su labor de servicio a Dios
trayendo su Palabra al pueblo acompañándose de instrumentos musicales.
Los instrumentos musicales en el Nuevo Testamento
Contexto histórico El culto de los primeros cristianos no fue una réplica del culto celebrado en el Templo, sino más
bien del de la sinagoga. Las sinagogas fueron creadas tras la destrucción del Templo de Salomón
a manos de los caldeos. Este era un tiempo de duelo para el pueblo de Israel. En ellas no se
usaban instrumentos musicales, pues al ser ellos símbolos de alegría y gozo (Is. 24:8) no eran
considerados aceptables en un culto que se basaba en el arrepentimiento y el dolor por la
destrucción de Jerusalén (Sal. 137:1-4). El contexto histórico en el que nos encontramos en este
periodo era el de las Lamentaciones de Jeremías, no el del Cantar de los Cantares de Salomón.
5
Dice Edersheim que el culto litúrgico en las sinagogas de tiempos de Jesús “consistía de oración
y de la recitación de la bendición aarónica (Nm. 6:24-26) por los sacerdotes… No había servicio
de «alabanza» en las sinagogas”1. Al no haber alabanza, eran innecesarios los instrumentos.
Esta ausencia de instrumentos en las sinagogas continúa hasta el día de hoy, salvo en ocasiones
especiales, como una boda.
Los primeros cristianos, judíos todos ellos, habían crecido en ese ambiente y por eso sus
primeras reuniones de iglesia tomaron la forma y el orden de la sinagoga. No obstante, debemos
estudiar si el criterio por el que los instrumentos no eran aceptados en una sinagoga sigue siendo
válido para un culto cristiano. Evidentemente, la base de una celebración de la Mesa del Señor
no es el dolor por el juicio de Dios y el arrepentimiento por el pecado que ha propiciado dicho
juicio, sino todo lo contrario: es el gozo de la salvación; es el recuerdo de la muerte de Cordero
por el cual hemos quedado a salvo de la ira de Dios; es la gratitud por la gracia y la misericordia
de Dios que no nos ha pagado el mal que merecíamos, sino el bien que no merecíamos.
Entramos en la presencia de Dios no con miedo y temor por su juicio inminente, sino con gozo
y alegría por la salvación y el perdón que nos ha otorgado. Por tanto, si en la sinagoga el uso de
los instrumentos como símbolo de alegría podría ser cuestionado, no ocurre así en un culto
cristiano, cuyo ambiente es y ha de ser radicalmente distinto.
Dice William Barclay comentando Santiago 5:13: “En la sinagoga ortodoxa judía no hay música
desde la caída de Jerusalén el año 70 d.C., porque, cuando hacen el culto, recuerdan una
tragedia; pero en la Iglesia Cristiana, desde sus comienzos hasta ahora, no falta la música de
alabanza, porque los cristianos recuerdan un amor infinito, y disfrutan una gloria presente”2.
Exhortaciones a la alabanza en el Nuevo Testamento En el Nuevo Testamento también hay exhortaciones a la alabanza entre el pueblo cristiano,
como las había en el Antiguo Testamento para la nación de Israel. La diferencia está en que en
el Nuevo Testamento no hay una indicación explícita sobre el uso de instrumentos musicales en
el culto de la iglesia, ni hay mención alguna de que tal fuera la práctica en las iglesias en el tiempo
apostólico. Según el diccionario de Vine, el griego del Nuevo Testamento usa tres verbos
distintos que se traducen en nuestras biblias como “cantar”3:
1. “adō” (Ef. 5:19; Col. 3:16; Ap. 5:9; 14:3; 15:3). Este verbo se traduce como “cantar” en
su sentido más general.
2. “hymnéō” (Mt. 26:30; Mr. 14:26; Hch. 16:25; He. 2:12). Se usa específicamente para el
canto de salmos e himnos.
3. “psallō”: “¿Está alguno alegre? Cante alabanzas” (Stg. 5:13). En griego clásico
significaba cantar acompañado de un instrumento de cuerda. Pero, ¿mantenía aún ese
sentido en tiempos de los apóstoles?
El tercer verbo (“psallō”) es por tanto el que nos interesa analizar en este estudio. En ocasiones
se traduce como “cantar”, pero en otras se traduce como “alabar”:
1 Edersheim, p. 279. 2 Barclay, p. 964. 3 Vine, p. 141.
6
“Alabaré a Jehová conforme a su justicia, y cantaré (psallō) al nombre de Jehová el Altísimo”
(Sal. 7:17, LXX 7:18).
“Cantad (psallō) a Jehová, que habita en Sion; publicad entre los pueblos sus obras” (Sal.
9:11, LXX 9:12).
“Te alabaré, oh Jehová, entre los pueblos; a ti cantaré salmos (psallō) entre las naciones”
(Sal. 108:3, LXX 107:4).
“Por tanto, yo te confesaré entre los gentiles y cantaré (psallō) a tu nombre” (Ro. 15:9,
citando el Sal. 18:49).
“Cantaré (psallō) con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento” (1 Co. 14:15).
Uso de adō y psallō
Los verbos “adō” y “psallō” aparecen usados de forma conjunta en numerosos pasajes. Veamos
primeramente dos pasajes paralelos del apóstol Pablo:
“No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu,
hablando (laleō) entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando
(adō) y alabando (psallō) al Señor en vuestros corazones” (Ef. 5:18s).
“La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a
otros en toda sabiduría, cantando (adō) con gracia en vuestros corazones al Señor con
salmos e himnos y cánticos espirituales” (Col. 3:16).
Siendo que un significado de “psallō” en tiempos del griego clásico era el de tocar un
instrumento música, principalmente uno de cuerda como el arpa, el uso de este verbo por parte
de los apóstoles, ¿podría ser una referencia al uso de acompañamiento instrumental en la
alabanza de la iglesia? Los hermanos contrarios a este uso entienden “psallō” (“alabando”) en
Ef. 5:19 como “tañendo en vuestros corazones”4. Es decir, las cuerdas de instrumento que se
tocan al alabar a Dios son las cuerdas del corazón. No obstante, esto más que una traducción
parece una interpretación; tal que por otra parte no se aplica al verbo anterior, “cantando”
(“adō”). En el pasaje paralelo de Colosenses, Pablo usa este verbo en relación con el corazón:
“cantando (adō) con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos
espirituales” (Col. 3:16). Si interpretamos que al “alabar” debemos usar únicamente como
instrumento el corazón, ¿por qué no entender lo mismo de cantar, cuando es evidente que el
instrumento que se usa son las cuerdas vocales? Es evidente la contradicción si lo interpretamos
de esta manera y que cuando Pablo exhorta a cantar y alabar con el corazón, se está refiriendo
a la actitud de sinceridad, no al medio empleado.
Si comparamos ambos pasajes en paralelo como hemos hecho arriba, vemos una misma línea
de pensamiento en Pablo con tres secciones paralelas. Una primera en que se destaca la llenura
del Espíritu y la de la Palabra; una segunda que enfatiza el que debamos hablar entre nosotros
“con salmos e himnos y cánticos espirituales”; y una tercera que nos exhorta a cantar y alabar al
Señor en nuestros corazones. En Colosenses Pablo sólo usa el verbo “adō”, mientras que en
Efesios usa “adō” y “psallō”. La cuestión es: ¿Los entendía Pablo como sinónimos, con lo cual
realmente expresa la misma idea en Efesios y Colosenses? ¿O quizá en Efesios está añadiendo
4 Por ejemplo, W. Barclay en su comentario a Stg. 5:13.
7
un matiz distinto al incluir el segundo verbo? ¿Podría estar refiriéndose a cánticos con
acompañamiento instrumental? Ejemplos similares del uso de ambos verbos dentro de una
misma frase nos los encontramos en el Antiguo Testamento (traducción de la LXX):
“Oíd, reyes; escuchad, oh príncipes; yo cantaré (adō) a Jehová, cantaré salmos (psallō) a
Jehová, el Dios de Israel” (Jue. 5:3).
“Cantaré a Jehová (adō), porque me ha hecho bien; [y cantaré (psallō) al nombre de Jehová
el Altísimo]” (Sal. 13:7; LXX 12:6).
“Engrandécete, oh Jehová, en tu poder; cantaremos (adō) y alabaremos (psallō) tu poderío”
(Sal. 21:13; LXX 20:14).
Hay otros muchos pasajes similares en los Salmos (27:6; 59:16; 68:4; 68:32; 101:1; 104:33).
Vemos por tanto que Pablo está usando una estructura muy usada en poesía hebrea, la de
enlazar dos conceptos relacionados. ¿Pero se trata de un paralelismo, con dos verbos
significando básicamente lo mismo, o el segundo añade algún matiz nuevo (en este caso, el de
tocar un instrumento)? Pues realmente no hay consenso en las traducciones. Por ejemplo, el
mismo pasaje de Jueces 5:3 que hemos copiado arriba según la versión RV60 y que traduce
ambos verbos como “cantar”, se traduce así en otras versiones modernas:
“¡Oíd, reyes! ¡Escuchad gobernantes! Yo cantaré, cantaré al Señor; tocaré música al Señor,
el Dios de Israel” (NVI).
“¡Escuchad, reyes! ¡Prestad oídos, príncipes! A Yahvé voy a cantar. Tocaré el salterio para
Yahvé, Dios de Israel” (Nueva Biblia de Jerusalén).
“¡Oíd, reyes! ¡Atended, príncipes! Voy a cantar al Señor; para el Señor Dios de Israel, voy a
tocar” (La Palabra).
“¡Oíd, oh reyes, nobles escuchad; que voy a cantar a YHVH, a cantar salmos a YHVH, al Dios
de Israel!” (Biblia Textual).
Un pasaje de los salmos que puede ser esclarecedor es:
“Pronto está mi corazón, oh Dios, mi corazón está dispuesto; cantaré (adō), y trovaré
salmos (psallō). Despierta, alma mía; despierta, salterio y arpa; me levantaré de
mañana. Te alabaré entre los pueblos, oh Señor; cantaré (psallō) de ti entre las naciones”
(57:7-9; LXX 56:8-10).
En este salmo aparece de nuevo la estructura adō - psallō, y a continuación menciona el uso de
instrumentos (salterio y arpa). Finalmente David vuelve a usar el verbo “psallō” para concluir. Si
bien puede haber dudas acerca del significado concreto de “psallō” en otros pasajes, por el
contexto de estos versículos parece claro que en tiempos de la LXX era el verbo más adecuado
para expresar la idea de tocar música que acompañara la alabanza, como por otra parte reflejan
muchas traducciones de este salmo. Si Pablo entonces estaba citando de otro salmo que usaba
una estructura similar, es posible que entonces él compartiese ese mismo significado que parece
darle la LXX. Sin embargo, no tenemos nada concluyente que nos permita afirmar una cosa o la
contraria. Como mucho, suposiciones sobre bases más o menos sólidas de razonamiento. Sin
embargo una cosa sí es clara: siempre que en los Salmos se usa la expresión cantar con o tocar
un instrumento (v. g. 147:7; LXX 146:7), el verbo usado por la LXX es, sin excepción, “psallō”.
8
Así pues, en general vemos una gran disparidad de criterios y traducciones, no sólo en textos del
Nuevo Testamento sino incluso en los del Antiguo. Aun dentro de una misma versión, el verbo
“psallō” aparece unas veces traducidas como tocar o tañer, y otras como cantar o salmodiar. Si
las traducciones de la Biblia no nos aclaran el significado de este verbo, veamos entonces si lo
pueden hacer las obras especializadas en el griego del Nuevo Testamento.
El significado de “psallō” en el Nuevo Testamento
Acerca del significado de “psallō” en el siglo I d.C. (la época en que se escribió el Nuevo
Testamento), hay también disparidad de opiniones entre los expertos en griego. Todos ellos
concuerdan que ese verbo se refería en tiempos del griego clásico5 al acto de pulsar las cuerdas
de un instrumento como el arpa. La controversia surge cuando se trata de dilucidar si ese verbo
seguía manteniendo ese significado en el griego “koiné” del tiempo apostólico o para entonces
había evolucionado hasta significar simplemente “cantar”, sin ningún matiz de acompañamiento
instrumental.
El léxico de Thayer afirma que ese sentido se perdió y así “psallō” en el Nuevo Testamento
significa “cantar un himno, celebrar las alabanzas de Dios con cánticos”6. El léxico de referencia
para el griego del Nuevo Testamento es sin embargo el de Bauer (o BDAG en su tercera edición7),
el cual afirma que su significado de tocar un instrumento de cuerda “persistió al menos hasta el
tiempo de Luciano”8. Siendo que Luciano de Samosata vivió en el s. II d.C., es inmediato suponer
que ese sentido original aún seguiría siendo usado un siglo antes, en tiempos apostólicos. No
obstante esta referencia a Luciano, el BDAG prefiere la traducción de “hacer una melodía” en
vez de “tocar”, aunque no basándose en criterios lingüísticos, sino de interpretación: “Aunque
el Nuevo Testamento no se opone explícitamente a la música instrumental, en vista de la
oposición cristiana a los cultos mistéricos, así como de la oposición farisea a los instrumentos
musicales en la adoración… es probable que tal sentido como hacer melodía sea mejor aquí”.
Lamentablemente, este es un caso en el que la posición teológica fija el significado de la Palabra,
en vez de ser al revés, aun en un libro de referencia como el BDAG. Pero obligado por la
referencia de Luciano, BDAG no es tan categórico como Thayer y reconoce que otras autoridades
(cita al léxico de Liddell-Scott-Jones, a Alexander Souter y a James Moffatt) sí favorecen la
traducción de “tocar”, aunque añade que “puede que estén descansando demasiado en el
significado más antiguo de psallō”.
Sin embargo, la referencia a Luciano quizá no sea del todo definitiva. El léxico de Liddell-Scott-
Jones (LSJ), referencia en griego clásico, dice respecto a este autor (y de otros, como Josefo o
Plutarco) que escribía en griego clásico más bien que en “koiné”, lo que convertía sus escritos
en anacrónicos. De ser esto así, no podemos tomar entonces su uso de este verbo como
representativo de su tiempo. De hecho, un lexicógrafo como Sophocles descarta a estos autores
en su “Léxico Griego de los Periodos Romano y Bizantino” por este motivo y concluye que
5 El periodo del griego clásico se extendió desde el 900 a.C. (Homero) al 330 a.C. (Alejandro). 6 Thayer, p. 675, “psallō”. 7 Bauer-Danker-Arndt-Gingrich 8 Bauer, p. 1096, “psallō”. Es de notar que la edición original en alemán de Bauer (1910) entendía este verbo simplemente como “cantar; la referencia a Luciano fue añadida por Gingrich y Arndt en su traducción al inglés (1957).
9
“psallō” significa, en todos los autores de estos periodos que analizó, simplemente cantar, sin
alusión alguna al acompañamiento de instrumentos musicales.
Otro experto en griego, W.E. Vine, nota primero su significado original en el griego clásico para
después excluirlo en el Nuevo Testamento e incluso en el Antiguo (LXX), donde afirma significar
simplemente “cantar”. Así, dice en la entrada de su Diccionario acerca de ALABAR: “psallō,
primariamente, puntear o rasgar (la cuerda de un arco), y por ende, tocar (un instrumento de
cuerdas con los dedos). En la LXX, cantar salmos, denota, en el Nuevo Testamento, cantar un
himno, cantar alabanzas”9.
Sin embargo, A.T. Robertson favorece ambas traducciones. En su comentario a Stg. 5:13 dice lo
siguiente: “Cante alabanzas (psalletō). Presente de imperativo en voz activa de psallō,
originalmente tañer una cuerda como en un arpa, cantar alabanza a Dios, sea con instrumentos
o sin,… «Que siga haciendo melodía»”10. Aquí vemos que Robertson coincide con la traducción
recomendada por Bauer. Sin embargo, en su comentario a 1 Co. 14:15 dice lo siguiente acerca
del uso de “psallō”: “Significaba originalmente pulsar o rasgar cuerdas, y luego cantar con
acompañamiento (Ef. 5:19), y aquí, evidentemente cantar sin referencia al instrumento”11. Por
tanto, si bien acepta que en este versículo de 1 Corintios se puede entender el verbo como una
referencia al canto llano o “a capella”, en el versículo de Efesios considera que se trata en cambio
de una referencia al canto acompañado de instrumentos para diferenciarlo de “adō”. Este
erudito en griego afirma así creer que el uso por parte de Pablo de “psallō” tras “adō” no repite
simplemente el mismo significado, sino que lo complementa al implicar canto acompañado.
Hay también otros expertos en griego que entienden que el significado primario de “psallō”
seguía vigente en tiempos del Nuevo Testamento y por tanto traducen este verbo con el sentido
de “tocar un instrumento de cuerda”. Aparte de los ya citados Moffatt, Souter y Liddell-Scott-
Jones, podemos citar los siguientes:
James Strong, el autor de la famosa concordancia bíblica y de la clasificación de las
palabras griegas que lleva su nombre, traduce “psallō” (número de referencia Strong
5567) como: “rasgar o tocar, i.e. tocar en un instrumento de cuerdas (celebrar la
adoración divina con música y odas de acompañamiento)”12.
El léxico analítico del Nuevo Testamento de Robinson y House traduce “psallō” como
“toco en el arpa (u otro instrumento de cuerda)”13.
Francisco Lacueva, reconocido experto español en el griego del Nuevo Testamento, se
expresa con vehemencia al respecto en su comentario a Ef. 5:19: “Al decir «cantando y
salmodiando» el apóstol exhorta a practicar dicho culto con música coral e instrumental
(cp. Salmo 150). Quienes por un falso puritanismo se niegan a usar instrumentos músicos
(¡ni siquiera un pequeño armonio!) en el culto eclesial, están desobedeciendo al
apóstol”14.
9 Vine, p. 38. 10 Robertson, p. 649. 11 Id., p. 452. 12 Strong, Diccionario Strong de palabras griegas del Nuevo Testamento, p. 94. 13 Robinson y House, p. 374. 14 Lacueva, Comentario…, p. 1687.
10
Edward Robinson, en su léxico del Nuevo Testamento, también favorece la traducción
de “tocar”.
Charles Hodge, en su comentario a Efesios, dice que mientras “adō significa hacer
música con la voz; psallō significa hacer música por cualquier medio; literalmente, tocar
un instrumento de cuerda”15.
Algunos autores evangélicos llegan a afirmar: “Todos los lexicógrafos y teólogos concuerdan en
que al comenzar el período del Nuevo Testamento «psallō» había venido a significar «cantar»”16.
Como hemos visto, nada más lejos de la realidad que afirmar tal unanimidad. Algunos estudiosos
y eruditos del griego del Nuevo Testamento son de la opinión de que para el tiempo apostólico
el verbo “psallō” había perdido su significado clásico y había evolucionado hasta significar
simplemente cantar, siendo prácticamente sinónimo de “adō”; pero esta no es una opinión
compartida por todos y hay importantes eruditos que son de la opinión contraria.
Conclusión
A la luz de todos estos comentarios, citas y referencias, y al no haber un consenso unánime entre
los eruditos acerca del significado neotestamentario de “psallō”, podemos concluir por el
momento que no hay base suficiente para afirmar que el uso que Pablo y Santiago hacen de este
verbo pueda considerarse apoyo suficiente para afirmar que ambos apóstoles sancionan el uso
de instrumentos musicales durante la alabanza en los cultos; aunque tal cosa no puede ser
descartada por completo, pues lo contrario tampoco puede afirmarse categóricamente. Lo
máximo que puede afirmarse es que el Nuevo Testamento ni menciona ni prohíbe
explícitamente el canto con acompañamiento instrumental en nuestras reuniones.
¿Podemos deducir entonces de este aparente silencio que los instrumentos están prohibidos en
los cultos cristianos? ¿O nos da este silencio libertad para actuar en conciencia? ¿Podemos usar
instrumentos musicales en nuestra alabanza, si no hay una mención explícita en el Nuevo
Testamento? Creemos que sí y daremos razones de esto más adelante.
Los instrumentos en el Cielo Para concluir este breve estudio de las menciones al uso de instrumentos en la Biblia, pongamos
nuestra atención en cómo se describe la adoración en el Cielo. Las escenas celestiales son ricas
en alabanzas y adoración, y en ellas aparecen instrumentos musicales. En diversos pasajes, tanto
del Antiguo Testamento como del Nuevo, se menciona el uso de instrumentos musicales en el
Cielo. Vayamos nuevamente al Salmo 150: “Alabad a Dios en su santuario; alabadle en la
magnificencia de su firmamento” (v. 1). Aquí el salmista exhorta a toda criatura de Dios, en la
tierra (en el templo) o en el cielo a alabar a Dios. Y como vimos, en sus exhortaciones siguientes
lo hace animando al uso de instrumentos musicales en la alabanza, tanto terrenal como celestial.
En Ezequiel se nos dice que Lucifer era un ser tan magnífico que “los primores de tus tamboriles
y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación” (Ez. 28:13). Y en el Apocalipsis
se nos dice que los veinticuatro ancianos (símbolo de la Iglesia) y los cuatro seres vivientes “se
postraron delante del Cordero; todos tenían arpas” (Ap. 5:8). En el canto de los 144.000, Juan
dice: “y la voz que oí era como de arpistas que tocaban sus arpas. Y cantaban un cántico nuevo
15 Hodge, p. 305. 16 Escuain, Op. cit.
11
delante del trono” (14:2s). También, aquellos que sufrieron la Gran Tribulación y vencieron
estaban en pie sobre un mar de vidrio, cantando el cántico de Moisés y el del Cordero “con las
arpas de Dios” (15:2s).
No obstante, puede que esta alusión a las arpas en la alabanza celestial no sea más que un
símbolo como otros usados en Apocalipsis. Pero aparte de que la referencia al uso de
instrumentos es confirmada por el pasaje de Ezequiel, no todas las referencias que hallamos en
Apocalipsis las podemos tomar como un símbolo. La Esposa es un símbolo de la Iglesia de Cristo
pero, ¿lo es el jinete que viene a combatir a la bestia? Si las arpas son símbolos, ¿lo son también
las multitudes que alaban a Dios? Y si son símbolos, ¿de qué lo son? Pero aun si fueran símbolos,
el mero hecho de ser usados para describir la alabanza en el Cielo nos muestra que el uso de los
instrumentos musicales no sólo no es desaprobado por Dios, sino que los emplea (aun si fuera
simbólicamente) para describir el ideal de alabanza pura y santa que Él desea que le dediquemos
en el Cielo.
Podemos concluir así que en el Cielo los instrumentos musicales forman parte central de la
adoración celestial de todos los seres y criaturas hacia Dios y el Cordero. ¿No debería entonces
hacerse la voluntad de Dios “así en la tierra como en el cielo”? En su comentario anteriormente
citado a Ef. 5:19, Lacueva dice lo siguiente: “Para los enemigos del uso de la guitarra en el culto,
diremos que el vocablo castellano procede de una raíz semita que se halla en el árabe “quitar”,
y ha pasado a nuestra lengua a través del griego «kithára» (instrumento que se toca en el Cielo.
Véase Ap. 5:8; 14:2 y 15:2, donde el original emplea ese vocablo) y del latín «cíthara»”.
Los argumentos en contra del uso de instrumentos rebatidos Volvamos ahora a los argumentos contrarios al uso de instrumentos musicales en los cultos
cristianos que planteamos al inicio y tratemos de discernir a la luz de la Escritura si tienen alguna
validez o si por el contrario el uso de acompañamiento instrumental en la alabanza de los cultos
no está reñido con la doctrina neotestamentaria.
Argumento 1: No hay mandamiento explícito en el Nuevo Testamento Ya hemos visto que si bien hay un verbo (“psallō”) que pudiera entenderse que implícitamente
supone el uso de un acompañamiento instrumental, en realidad este significado no es
compartido por muchos expertos con lo que en realidad concluimos que en las cartas apostólicas
no tenemos una mención explícita a su uso en la iglesia primitiva. Pero el hecho de que no
aparezca una mención a los instrumentos ¿es motivo suficiente para descartarlos? Cuando la
Biblia calla respecto de un tema podemos adoptar una de dos actitudes:
1. Si la Biblia calla, no se puede hacer (o lo que es lo mismo: el cristiano sólo puede
practicar aquello que explícitamente está aprobado en las Escrituras).
2. Si la Biblia calla, hay libertad para decidir en conciencia.
Los que rechazan el uso de instrumentos suelen adoptar la primera posición y citan al respecto:
“para que… aprendáis a no pensar más de lo que está escrito” (1 Co. 4:6). Pero en realidad este
pasaje puede volverse en contra de quien así lo usa, pues ¿no es acaso “pensar más de lo que
está escrito” prohibir algo que el Nuevo Testamento no prohíbe? ¿No lo es impedir a los
hermanos realizar una actividad (en realidad, un servicio al Señor) sobre la cual el Nuevo
Testamento calla?
12
Por otra parte, creemos que observar la primera posición es adoptar un punto de vista legalista
acerca de la vida cristiana. La vida del cristiano no es una lista de cosas que se pueden hacer y
cosas que no se pueden hacer. Ese era el Antiguo Pacto, pero el Nuevo es libertad; “solamente
que no uséis la libertad como ocasión para la carne” (Gá. 5:13). Si tenemos dudas respecto a si
podemos realizar cierta actividad o no, debemos recordar el mandamiento del apóstol: “Si, pues,
coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Co. 10:31). La
pregunta por tanto respecto a los instrumentos musicales no ha de ser: “¿Están permitidos o
no?”, sino “¿Glorifican a Dios o no?”. A la luz de pasajes como el Salmo 150 parece claro que la
respuesta es afirmativa. Pero esta pregunta se la debe hacer siempre cada músico antes de
ponerse a tocar un instrumento para alabar a Dios en la congregación: “¿Estoy glorificando a
Dios, o a mí mismo?”. Como cualquier otro ministerio público en la iglesia, se le debe
encomendar a hermanos fieles y consagrados, que sean plenamente conscientes de la
solemnidad de su ministerio y evitar así que sientan la tentación de convertir el ministerio de
alabanza en un concierto destinado a su propio lucimiento. Sin embargo, no es tampoco ésta
una pregunta distinta a la que nos debemos hacer sea cual sea nuestro ministerio en una iglesia.
Si predicamos la Palabra, ¿lo hacemos buscando la gloria de Dios o la nuestra propia? Si
preparamos una obra de teatro o recitamos una poesía, ¿buscamos el aplauso o que la gente
glorifique a Dios? Del mismo modo, los instrumentistas deben evitar siempre cualquier atisbo
de vanagloria y buscar sólo apoyar al canto congregacional, sin procurar ensombrecerlo con su
natural virtuosismo.
En relación con lo anterior, no se puede usar como argumento contra los instrumentos el peligro
de que su excesivo sonido pueda ahogar las voces de la congregación. Eso es confundir el abuso
con el uso. Que algunas congregaciones “atronen” con sus instrumentos, no significa que el uso
racional de los mismos esté prohibido. ¡Por el mismo motivo podríamos prohibir la megafonía!
En definitiva, no podemos afirmar que, como no hay ninguna instrucción en el Nuevo
Testamento para usar los instrumentos, ni se mencionan cuáles se pueden usar, es mejor no
usar ninguno. Esto sería lo mismo que limitar la libertad del cristiano, poniendo prohibiciones al
creyente que no aparecen en la Biblia. Y si somos incapaces de encontrar un solo pasaje que
explícitamente apoye su prohibición y aun así la mantenemos, estaríamos utilizando nuestras
ideas preconcebidas para imponer mandamientos de hombre. Por otro lado, ¿qué sentido
tendría que los apóstoles diesen una lista de instrumentos permitidos y no permitidos? ¡Eso
sería ponernos de nuevo bajo la ley! Es cierto que la adoración es un ejercicio espiritual y que
“los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad” (Jn. 4:23). Pero si está
escrito que debemos cantar en el Espíritu y con entendimiento (1 Co. 14:15), ¿dónde está que
no sea posible tocar un instrumento en ese mismo Espíritu y con entendimiento? ¿O sólo es
carnal tocar instrumentos? ¿No puede ser sensual también una voz humana, si así lo pretende
en una canción? El hecho de que debamos cantar espiritualmente y con entendimiento no está
reñido con el uso o no de instrumentos. La restricción no debiera estar en los instrumentos en
sí, sino en el uso que de ellos hagamos, siempre con orden y discernimiento espiritual y
buscando la gloria de Dios, no la nuestra.
Son muchos los artículos contrarios a los instrumentos que afirman que, al igual que cuando
Dios ordenó a Noé hacerse “un arca de madera de gofer” (Gn. 6:14) estaba descartando otros
tipos de madera, cuando el Nuevo Testamento dice “cantar” (sin acompañamiento) está
13
descartando cualquier otro tipo de alabanza (es decir, con el acompañamiento de instrumentos
musicales). Pero esto es incorrecto porque en primer lugar, como ya vimos, no podemos afirmar
que el término para “cantar” en el Nuevo Testamento excluya el uso de instrumentos. En
segundo lugar, porque a diferencia de la instrucción a Noé, Dios nunca ordena cantar “a capella”
exclusivamente en el Nuevo Testamento; con lo que usar instrumentos en la alabanza no
contradice ninguna indicación divina. En tercer lugar, porque son numerosas las citas bíblicas
que mencionan instrumentos musicales en la adoración a Dios, aun en el Nuevo Testamento
(Apocalipsis). Y en cuarto lugar, porque no podemos usar una ilustración para imponer
mandamientos nuevos, sobre los que no hay una base doctrinal más explícita; un uso incorrecto
como ese permitiría prohibir y permitir a voluntad de su autor.
En conclusión, no podemos elevar a doctrina aquello sobre lo que el Nuevo Testamento calla.
De hacerlo así, deberíamos eliminar también otras actividades sobre las que el Nuevo
Testamento también calla absolutamente, como las escuelas dominicales para niños, las
reuniones de mujeres o las campañas evangelísticas con reparto de tratados y folletos.
Argumento 2: Su uso ha quedado abolido en el nuevo pacto Quizá el argumento más usado para justificar la prohibición de usar instrumentos musicales sea
el de que su uso en el culto pertenecía al orden del Templo y por tanto formaba parte del Antiguo
Pacto, que ha sido abolido. Puesto que nosotros pertenecemos al Nuevo Pacto, no debemos
regirnos por el orden y las costumbres del Antiguo. De igual modo que los sacrificios de animales
ya no son necesarios, el uso de instrumentos es inadecuado para el culto cristiano.
En primer lugar diremos que aunque es cierto que el uso de instrumentos estaba recogido en el
orden del Templo, pues Dios así lo había mandado, tal uso no era exclusivo ni estaba limitado al
Templo. Ya hemos visto como Eliseo, cuando buscó la comunión con el Señor, pidió un tañedor
para que tocara. Así mismo, los profetas profetizaban con el uso de instrumentos musicales. De
hecho, no sólo que los instrumentos no eran exclusivos del uso del Templo, sino que no eran
siquiera parte de la ley del Pentateuco. David usaba instrumentos en su alabanza a Dios (era
compositor de Salmos) y recibió instrucciones para incluir determinados instrumentos en su
Templo. Por lo tanto, se usaban en el culto de la anterior dispensación, pero no formaban parte
de la ley tal y como fue dada por Moisés. Al menos, no encontramos una sola mención al
respecto en el Pentateuco, aparte de la mención a las trompetas de plata que llamaban a
congregarse en las fiestas solemnes (Nm. 10:10; 29:1).
En segundo lugar, diremos que si el cristiano tiene libertad para alabar al Señor con (o sin, pero
también con) instrumentos, no es porque nos basemos o tomemos como modelo el orden del
Templo, sino porque así se nos exhorta a la adoración en los Salmos. En todo caso, si hay un
orden de un Templo que debemos seguir, es el del “perfecto tabernáculo, no hecho de manos”,
el Cielo mismo. Ya hemos visto que en el Cielo se adorará con instrumentos, tal y como se
exhortaba en los Salmos. Por lo que si como creyente debemos poner nuestra vista en cómo se
celebra la alabanza en algún Templo, este ha de ser el verdadero y no el de Salomón (aunque
para el tema que nos ocupa, de hecho en ambos se usen instrumentos).
En tercer lugar, no es correcto afirmar que puesto que somos nuevas criaturas (2 Co. 5:17),
estamos bajo un nuevo pacto (2 Co. 3:6) y todas las cosas han sido hechas nuevas (Is. 43:19),
nuestra adoración también ha de ser nueva en el sentido de distinta a como lo era en el Antiguo
14
Pacto, esto es, sin instrumentos musicales. Esta argumentación es una falacia, porque no hay
relación entre unas cosas y otras. Además, si en el Cielo usaremos instrumentos musicales en
nuestra adoración, ¿acaso allí todo será menos nuevo? ¿Seremos nosotros criaturas menos
nuevas por llevar arpas en nuestras manos?
Y en cuarto lugar, si los instrumentos del Templo eran símbolos de lo que vendría en el nuevo
pacto, ¿de qué concretamente eran símbolos? Se ve claramente esta respuesta para los
sacrificios, ofrendas, vestiduras levíticas y rituales del Templo (ver epístola de Hebreos). Pero a
diferencia de los sacrificios y ofrendas del Templo, que son explícitamente abolidos en el Nuevo
Testamento (He. 10:18) así como el orden sacerdotal levítico (7:18), de los instrumentos no se
dice nada acerca de su abolición para el culto. Que el autor de Hebreos, que tan en detalle habla
de los rituales del Templo que luego anuncia caducos, calle acerca de los instrumentos musicales
se puede entender como que no los consideraba exclusivos y representativos del Antiguo Pacto,
ni símbolos de ninguna realidad espiritual que al ser manifestada los haga perecederos y
temporales como los sacrificios o los levitas. Si los instrumentos musicales han quedado abolidos
será porque eran sombra de una realidad que ya se ha manifestado. ¿Se puede aportar algún
versículo bíblico que nos diga cuál es? Lo cierto es que no, con lo que su supuesta abolición
queda desmentida.
David Thomson titula su estudio contrario al uso de instrumentos en la iglesia: “Regresando a
las sombras”. Sin embargo, la pregunta que le podríamos hacer a este hermano, y que no
responde en su extenso estudio, es: ¿Las sombras de qué? Los sacrificios levíticos son abolidos
porque eran sombra del sacrificio de Cristo y por tanto ya no son más necesarios. El día de
reposo era un símbolo del verdadero descanso que iba a traer Cristo y por tanto ya no es vigente
para el cristiano. Y así podríamos seguir con muchos otros elementos del antiguo pacto, como
las fiestas, la circuncisión o la regulación en cuanto a los alimentos impuros, “todo lo cual es
sombra de lo que ha de venir” (Col. 2:17). Pero los instrumentos musicales usados en el Templo,
¿de qué eran sombra? ¿Cuál era la realidad espiritual a la que apuntaban y que ya ha sido
manifestada en el nuevo pacto? La respuesta, si somos sinceros, es que no eran sombra de nada,
pues la Biblia no dice que anunciaran la llegada de ninguna realidad espiritual que al haberse
manifestado ya con la venida de Cristo, los convierta en caducos. Por eso mismo, decir que el
uso de los instrumentos musicales implica “un regreso a las sombras”, al no poder probar en
qué consisten esas sombras a las que se supuestamente se regresa, resulta no ser más que una
conjetura en el mejor de los casos o una falsedad en el peor.
Argumento 3: Los salmos reflejan el sentir de los santos bajo el antiguo pacto Ya hemos citado que los Salmos exhortan al pueblo de Dios en numerosas ocasiones a alabar a
Dios con diversos instrumentos. Sin embargo, muchos autores niegan que esas menciones sean
normativas para el cristiano, pues fueron hechas bajo la ley a personas bajo la ley: “Los salmos
presentan las expresiones de un corazón regenerado, pero bajo la ley; anhelando una comunión
más y más entrañable con Dios, pero vinculado al Antiguo Pacto de obras. […] Son de gran
importancia para conocer a Dios y Sus propósitos desde el punto de vista histórico y profético. Y
tienen aplicación a muchas de las experiencias del cristiano. Pero su carácter está por debajo de
la experiencia cristiana; no son el himnario de la Iglesia, sino de la Nación de Israel, y tiene como
propósito dar expresión a sus diversos sentimientos y experiencias en su caminar con Dios,
históricamente, y para el tiempo de la Gran Tribulación, así como en el establecimiento del culto
15
milenial, en el contexto de un ritual establecido por ordenamiento divino, y centrado en el Templo
de Jerusalén, el santuario central dispuesto por Dios para el pueblo de Israel y, en el milenio, para
todas las naciones”17. Son citados en ocasiones varios ejemplos de exhortaciones de los Salmos
que son evidentes que ya no aplican al cristiano:
Los salmos imprecatorios, donde se exhorta a aborrecer a los enemigos y a buscar su
mal (Sal 109:6-15; 137:8-9; 139:21-22).
El sacrificar animales (Sal. 118:27).
El celebrar fiestas judías (Sal. 81:3).
De esta forma se afirma que al igual que las anteriores exhortaciones han quedado abolidas para
el creyente en el nuevo pacto, así también las referidas al uso de instrumentos ya no son válidas
para nosotros hoy.
Es cierto que hay oraciones imprecatorias muy fuertes en los salmos. ¿Pertenece este sentir a la
dispensación de la ley? ¡Por supuesto! Y todo esto quedó abolido por Cristo cuando dijo: “Pero
yo os digo: Amad a vuestros enemigos…” (Mt. 5:38-48). Ya no estamos en la dispensación del
“ojo por ojo y diente por diente”, sino en la de “a cualquiera que te hiera en la mejilla derecha,
vuélvele también la otra”. Pero esto nuevamente quedó explícitamente abolido por Cristo y
sustituido por algo mejor. Ahora bien, ¿dónde abolió el uso de instrumentos en la adoración y
lo sustituyó por alguna otra cosa?
De igual modo que las oraciones imprecatorias, tanto los sacrificios de animales como las fiestas
judías han sido explícitamente abolidos en el Nuevo Testamento, y sustituidos por algo mejor.
Los primeros puesto que se nos dice que eran sombras del sacrificio de Cristo. Y las segundas,
por ser “sombra de lo que ha de venir” (Col. 2:16). De hecho el mismo salmo que exhorta a
celebrar “fiesta solemne”, aclara: “Porque estatuto es de Israel, ordenanza del Dios de Jacob”
(Sal. 81:3s). Se trataba de un mandamiento dado exclusivamente a Israel y que además,
repetimos, es explícitamente abolido en el Nuevo Testamento. Pero nuevamente, ¿dónde está
la misma abolición para el uso de instrumentos musicales? En cambio, mientras estas y otras
exhortaciones recogidas en los Salmos eran dirigidas a Israel, la exhortación a alabar a Dios con
diversos instrumentos que hallamos en el Salmo 150 era dirigida a “todo lo que respira”.
Una cosa es que en los Salmos haya referencias a rituales levíticos que han quedado
explícitamente abolidos en el Nuevo Testamento y otra bien distinta es que toda referencia en
ellos a prácticas veterotestamentarias de los israelitas piadosos sea anatema para los cristianos.
No es necesario incluir los salmos (en su conjunto) como parte de la ley que quedó abolida para
el cristiano. Tampoco es necesario espiritualizar todo lo que aparece en ellos. El creyente puede
gozarse igualmente en la ley levítica, aunque él ya no esté bajo ella (Ro. 7:22). Del mismo modo,
puede usar instrumentos musicales, aunque se usasen bajo el viejo régimen, ya que ninguna
abolición pesa sobre ellos.
Argumento 4: Ni Jesús ni los apóstoles usaron instrumentos Se ha observado que al igual que no hay mención al uso de instrumentos musicales entre los
primeros cristianos, ni Jesús ni los apóstoles los usaron cuando alabaron a Dios. De hecho, se
pone el ejemplo de la Última Cena: “Y cuando hubieron cantado el himno, salieron al monte de
17 Escuain, op. cit.
16
los Olivos” (Mt. 26:30); y el de Pablo y Silas en la cárcel de Filipos: “Pero a medianoche, orando
Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios” (Hch. 16:25). No hay mención alguna al uso de
instrumentos musicales en tales citas. ¿Pudieran significar entonces estos ejemplos que ni Cristo
ni sus apóstoles aprobaban su uso?
Es cierto que de Cristo nunca se nos dice que usara instrumentos musicales. El verbo usado por
Mateo en este pasaje es “hymnéō”, que significa cantar himnos (o salmos), no “psallō”
(independientemente del significado que pudiera tener este verbo entonces, lo que ya hemos
discutido). Por tanto, nada parece indicar, al menos por el verbo usado, que hubiera
instrumentos musicales acompañando el salmo. Pero del mismo modo que no se nos dice que
usaran instrumentos durante la celebración de la Pascua, sí se nos dice que cantaron “el himno”
(Salmos 115-118 o Hallel). ¿Deberíamos nosotros entonces cantar el Salmo 118 cada vez que
repartamos los símbolos en la Mesa, como hicieron Jesús y sus discípulos? En el ejemplo de
Hechos el verbo usado es también “hymnéō”, pero hubiera sido extraño en todo caso que los
guardias hubieran proporcionado instrumentos musicales a unos presos, y que estos los
hubieran podido tocar con sus pies metidos en el cepo (Hch. 16:24).
Debemos entender que de la Biblia podemos sacar dos fuentes de enseñanza. Una consiste en
las enseñanzas y mandamientos claros e inapelables que en ella se encuentran. La otra es por la
vía del ejemplo. Así, acerca del Domingo tenemos un mandamiento para llevar nuestra ofrenda
el primer día de la semana (1 Co. 16:2), pero no hay ningún mandamiento explícito que diga que
ese ha de ser el día de la semana en que debamos celebrar la Mesa del Señor. Si lo hacemos es
porque leemos que los primeros discípulos así lo hacían (Hch. 20:7). Sin embargo, debemos
tener cuidado de no elevar lo que vemos como ejemplo de conducta en algunos casos al rango
de doctrina, especialmente en temas sobre los que calla la Biblia. Si lo hacemos así, ¿por qué no
coger el ejemplo completo? En el caso del partimiento del pan el primer día de la semana, ¿por
qué no hacerlo también por las noches como hicieron ellos, en vez de por las mañanas?
De igual modo debemos proceder con los ejemplos de Jesús y de los apóstoles. Si en la
institución de la Mesa del Señor no se usaron instrumentos fue porque no son necesarios para
la celebración de la Pascua. Además, no se trataba de un culto de iglesia, sino de una reunión
íntima, casi familiar, de Jesús y sus discípulos. Si usamos este argumento para impedir el uso de
instrumentos en nuestras reuniones de iglesia, con más razón deberíamos proceder de igual
modo y prohibirlos en nuestras reuniones familiares y de amigos. Así, el uso de instrumentos
quedaría relegado apenas al uso privado y personal. Esto nos llevaría a un extremo absurdo,
pues nadie realmente prohíbe el uso de instrumentos musicales en reuniones privadas. Por
tanto, debemos tener mucho cuidado al usar los ejemplos como base de nuestras ideas y
doctrinas, pues podemos correr el peligro de abusar de ellos. Un ejemplo más: si decidimos
aplicar el modelo de la primera Cena para las nuestras hoy en día, deberíamos notar que al igual
que no hubo instrumentos aquella noche, tampoco hubo mujer alguna participando de los
símbolos.
Argumento 5: Al simbolizar alegría, no son adecuados en ausencia del Esposo Otro argumento en contra del uso de instrumentos en el culto cristiano es que dichos
instrumentos representan alegría, pero que por ello mismo son sólo adecuados para la
adoración en el Cielo. Mientras tanto, al estar el Esposo ausente, tales demostraciones de alegría
17
son inadecuadas en la Iglesia terrenal y deben guardarse para las Bodas del Cordero, pues en el
Cielo sí son apropiados para su uso por la alegría y el gozo por la salvación completada.
Este es un argumento similar al que impide el uso de instrumentos musicales en las sinagogas.
No obstante, decir que la alegría es algo que debe estar ausente de las reuniones de los
cristianos es forzar demasiado el argumento que rechaza el uso de instrumentos musicales. Las
reuniones de partimiento del pan de los primeros cristianos se caracterizaban precisamente por
la “alegría y sencillez de corazón” (Hch. 2:46). Pablo relaciona precisamente la alabanza con la
alegría: “Y otra vez dice: Alegraos, gentiles, con su pueblo. Y otra vez: Alabad al Señor todos los
gentiles” (Ro. 15:10s). Igualmente Santiago, como ya vimos: “¿Está alguno alegre? Cante
alabanzas” (Stg. 5:13)18.
Puesto que los instrumentos son símbolo de alegría, su ausencia denota lamento y dolor. Así,
cuando el rey Darío entristeció porque Daniel había sido arrojado al foso de los leones, “se
acostó ayuno; ni instrumentos de música fueron traídos delante de él, y se le fue el sueño” (Dn.
6:18). Asimismo, la ausencia de instrumentos musicales es sinónimo de juicio en la Biblia:
“Se ha cambiado mi arpa en luto, y mi flauta en voz de lamentadores” (Job 30:31).
“Junto a los ríos de Babilonia, allí nos sentábamos, y aun llorábamos, acordándonos de Sion.
Sobre los sauces en medio de ella colgamos nuestras arpas […] ¿Cómo cantaremos cántico
de Jehová en tierra de extraños?” (Sal. 137:1-4).
“Descendió al Seol tu soberbia, y el sonido de tus arpas” (Is. 14:11).
“Cesó el regocijo de los panderos, se acabó el estruendo de los que se alegran, cesó la alegría
del arpa” (Is. 24:8).
“Aborrecí, abominé vuestras solemnidades, y no me complaceré en vuestras asambleas. Y si
me ofreciereis vuestros holocaustos y vuestras ofrendas, no los recibiré, ni miraré a las
ofrendas de paz de vuestros animales engordados. Quita de mí la multitud de tus cantares,
pues no escucharé las salmodias de tus instrumentos. Pero corra el juicio como las aguas, y
la justicia como impetuoso arroyo” (Am. 5:21-24).
“Y voz de arpistas, de músicos, de flautistas y de trompeteros no se oirá más en ti” (Ap.
18:22).
La pregunta que nos debemos hacer ahora es: ¿Encaja una reunión o culto cristiano con un
ambiente de juicio por parte del Señor que justifique la ausencia de instrumentos? ¿Está acaso
nuestro Rey entristecido, como Darío, para no querer oír instrumentos de música? Las reuniones
de los cristianos no surgen como reacción a un juicio por parte de Dios, como las sinagogas, sino
a todo lo contrario: son la expresión del gozo y la gratitud por la salvación que nos ha sido dada.
Y ese gozo y gratitud se canalizan de forma natural en la alabanza al Dios que nos salvó. Se nos
puede aplicar también a nosotros lo que Dios dice de un Israel redimido: “Este pueblo he creado
para mí; mis alabanzas publicará” (Is. 43:21).
18 Si bien la alabanza y la alegría están íntimamente relacionadas, no ocurre necesariamente igual con la adoración. Es posible adorar aun cuando se está profundamente triste (Job 1:20). La alabanza es una actividad exterior, mientras que la adoración es una actitud interior que debe permanecer y manifestarse sea cual sea nuestro estado de ánimo.
18
Argumento 6: Los instrumentos fueron inventados por los hijos de Caín En Génesis leemos: “Y el nombre de su hermano fue Jubal, el cual fue padre de todos los que
tocan arpa y flauta” (Gn. 4:21). Jubal fue hijo de Lamec, y descendiente Caín. Que fueran los
descendientes de Caín los inventores de los instrumentos musicales es insuficiente como motivo
para rechazarlos. Un hermano de Jubal, Jabal, inventó la ganadería, y otro, Tubal-Caín, la forja
de metales. ¿Deberíamos rechazar la ganadería o la metalurgia como algo maligno, simplemente
porque fueron inventadas por descendientes de Caín?
Incidentalmente, deducimos del hecho de que tres de las primeras cosas inventadas por el
hombre fueron la ganadería, la industria (metalurgia) y la música, que para el hombre no es
suficiente con tener provistas sus necesidades materiales para sentirse completo, sino que Dios
le ha creado también con un sentido estético que precisa del arte (la música en este caso) para
ser satisfecho.
Si Dios sanciona el uso de instrumentos musicales en su alabanza en el Templo y exhorta en los
Salmos al pueblo de Dios a usarlos en la adoración, ¿debemos pensar que lo habría hecho si los
considerara censurables debido a su origen cainita? El mismo Caín aparece como constructor de
la primera ciudad y se usa en contraposición con Dios, quien construyó un jardín. Sin embargo,
Dios también está construyendo una ciudad: Jerusalén, la celestial (He. 11:10,16). ¿Debemos
concluir entonces igualmente que la ciudad, como concepto en sí mismo, es mala por el simple
hecho de su origen? Dios no usaría nada (instrumentos musicales o una ciudad) cuyo mismo
concepto fuera pecaminoso por su origen. Debemos por tanto aprender como Pedro: “Lo que
Dios limpió, no lo llames tú común” (Hch. 10:15).
Argumento 7: Muchos grandes hombres de Dios se pronunciaron en contra Muchos eminentes siervos de Dios se opusieron al uso de instrumentos musicales en los cultos.
John Wesley (fundador del Metodismo) dijo que no se oponía a que sus iglesias tuvieran
instrumentos musicales “con tal que ni se vean ni se oigan”. Lutero llamaba al órgano “un
emblema de Baal”, John Knox lo calificaba de “caja de pitos”, y Calvino los consideraba parte de
las sombras a las que no debíamos regresar. Grandes predicadores como Spurgeon jamás usaron
instrumentos en sus cultos.
Ya vimos que las primeras iglesias siguieron el modelo de las sinagogas de las cuales salieron los
primeros cristianos. Con el transcurrir de los años, los Padres de la Iglesia se opusieron a los
instrumentos musicales debido al uso que se hacía de los mismos en los primeros siglos en los
templos paganos, los teatros y los circos romanos. De hecho, había instrumentos musicales
identificados con el culto de ciertos dioses en concreto. Por ejemplo, a Hermes o Mercurio se le
consideraba el inventor de la lira. Si alguien pasase cerca de una casa en aquel tiempo y oyese
un canto religioso acompañado de una lira, pensaría que se estaba adorando a aquel dios. Para
evitar esta confusión, los primeros cristianos evitaron el uso de los instrumentos. Muy
probablemente, con el paso de los siglos se perdieron de vista estas razones originales y
simplemente se adoptó el canto sin acompañamiento como el modelo bíblico para el creyente.
Es evidente que en un contexto donde se prime el abuso de la música, desvirtuando el uso con
que Dios otorgó ese don a los hombres, se producirá un movimiento de reacción en sentido
contrario, prohibiendo todo uso de instrumentos para impedir que se caiga en el abuso y el
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desorden. Esta es la misma motivación por la que en determinados países con graves problemas
de alcoholismo entre su población, los misioneros optaran por prohibir a los creyentes el
consumo de bebidas alcohólicas, como vino o cerveza. Es una prohibición que tampoco hallamos
en la Biblia, pero que se entiende que fuera necesaria por el contexto cultural e histórico en que
se originó, sin que deba entenderse de aplicación universal para la Iglesia de Cristo. Por esto
mismo, si el uso de instrumentos en el culto corre el peligro de ocupar un lugar indebido o
incluso de suplantar totalmente el canto de la congregación, entonces se puede pensar en poner
restricciones a los mismos, entendiéndose tales restricciones como reglas específicas para
contrarrestar una determinada situación, pero nunca como de aplicación universal para toda
iglesia cristiana en todo lugar y en todo tiempo.
Por el lado contrario, la eliminación del uso de instrumentos puede provocar el resultado
indeseable en la adoración de que el canto “a capella” no sea todo lo afinado y sincronizado que
debiera. Indudablemente, el uso de instrumentos musicales para dar la tonalidad adecuada,
marcar las entradas y el ritmo, y acompañar a las voces en las transiciones y modulaciones, es
de una gran ayuda para la alabanza en las congregaciones. Hay iglesias donde no se usan
instrumentos y sus miembros son capaces de cantar con belleza y potencia sin el uso de ellos.
Pero desgraciadamente no siempre es esto así. Puesto que no estamos atados por las razones
que en otros tiempos o latitudes movieron a algunos hermanos a prohibir o restringir el uso de
instrumentos en las iglesias, es mejor recurrir a un buen acompañamiento que cantar
titubeando o desafinando. Nuevamente, Lacueva dice así en su comentario a Ef. 5:19: “No es
que sea en sí absolutamente necesario, pero sí es sumamente conveniente; basta con observar
la «discordancia» que suele darse en el canto cuando no hay nadie que pueda dirigir el canto con
órgano, piano o guitarra”19. Recordemos siempre que el salmista nos llama no sólo a cantar un
cántico nuevo a Jehová, sino a hacerlo bien, “tañendo con júbilo” (Sal. 33:3).
Finalmente, si bien respetamos las opiniones de los grandes siervos de Dios, que merecen
nuestra consideración y estudio, no estamos sujetas a ellas, sino únicamente a la Palabra de
Dios. La Escritura es la única regla válida para determinar lo que Dios aprueba y lo que no, y no
la tradición o las opiniones humanas. Cuanto más eminente sea el siervo de Dios que emita una
opinión, tanto más debemos nosotros recibirla con consideración y respeto, pero al final toda
opinión humana se ha de escudriñar a la luz de la Palabra (Hch. 17:11). Que las opiniones
humanas no son infalibles se ve en el hecho de que respecto al uso de instrumentos musicales
en los cultos nunca han sido unánimes en su contra, pues muchos otros grandes siervos de Dios
sí estaban a favor del uso de instrumentos en la iglesia, como Dwight L. Moody y otros que
hemos citado en este estudio. Por consiguiente, lo que para un cristiano ha de ser regla de fe no
son las opiniones o impresiones personales de los demás, ya sea un siervo de Dios, sino lo que
Dios mismo nos dice en su Palabra, “comprobando lo que es agradable al Señor” (Ef. 5:10; cp. 2
Co. 5:9).
Conclusión Con todos los pasajes bíblicos y razones expuestos en este breve estudio, creemos haber
demostrado con la Palabra que la adoración con instrumentos en los cultos bíblicos no sólo no
es inadecuada, sino que es además la forma en que Dios ordena realizarla en las Escrituras. El
19 Lacueva, p. 1687.
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canto con instrumentos musicales fue ampliamente usado en el templo desde los tiempos de
David, pero no exclusivamente, pues también era también usado por los profetas para traer la
Palabra de Dios. Los Salmos exhortan a todo ser viviente a alabar a Dios, también mediante el
uso de diversos instrumentos musicales. Así, la música con instrumentos ha sido históricamente
usada por el pueblo de Dios para:
1. Buscar su comunión
2. Profetizar
3. Alabar
Aun cuando no encontramos una referencia explícita a su uso en las epístolas del Nuevo
Testamento, hay base para suponer que el uso de “psallō” pueda referirse al mismo, aunque no
es del todo firme. No obstante, no hay un solo argumento de los analizados en este estudio que
pruebe que su uso es desautorizado por los apóstoles o el mismo Señor. Y si bien en los primeros
siglos de la Iglesia está documentado que la alabanza era “a capella” y el uso de instrumentos
condenado por los primeros Padres, tal práctica era circunstancial por el contexto histórico en
que vivían y por los orígenes de las primeras iglesias, conformadas a partir del modelo de la
sinagoga. Creemos por todo ello que aquellos que tienen una opinión distinta son los que han
de demostrar:
1. Que los instrumentos han sido explícitamente abolidos en el Nuevo Testamento.
2. Que Dios no se agrada de la adoración con instrumentos musicales.
3. Que los Salmos en su conjunto, y no sólo partes de ellos, ya no son de aplicación para
nuestra vida actual ni nuestro contexto histórico.
Amamos a nuestros hermanos que difieren en cuanto al uso o no de instrumentos en las
reuniones y respetamos sus opiniones al respecto. Un canto congregacional “a capella”, si se
hace bien, es algo hermoso pues no sin razón se ha descrito a la voz humana como el
instrumento más perfecto de todos. Dios nos ha creado a todos diferentes, para que con nuestra
variedad podamos alabar a un Dios que se caracteriza por su multiforme sabiduría y no por su
uniformidad. Aprendamos pues a respetarnos y amarnos, sin juzgarnos los unos a los otros ni
romper los sagrados lazos de comunión en base a nuestras diferencias de opinión en temas no
fundamentales.
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