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LIBERTAD ¿Qué es lo que define al ser humano? No los instintos o nuestra dotación genética, tan semejantes a los de otros animales, sino nuestra capacidad de decidir e inventar acciones que transforman la realidad…y a nosotros mismos. Esta disposición llamada “libertad”, es nuestra condena y también el fundamento de lo que consideramos nuestra dignidad racional. En sus orígenes griegos el término no se refería a ninguna condición metafísica opuesta al determinismo natural, sino que designaba la situación social de quien no era esclavo y por lo tanto podía moverse y actuar según su voluntad sin obedecer a un amo: o sea que disfrutaba de la posibilidad de elegir. Para comprender lo que entendemos por libertad creemos necesarios abordar algunos conceptos expuestos sobre la misma. (del l. libertate) Ausencia de necesidad o carencia de determinación en el obrar; estado o condición del que no está sujeto a un poder extraño o a una autoridad arbitraria o no está constreñido por su obligación, de ver, disciplina, etc. 1 Guillermo Cabanellas al respecto nos dice: se trata de la "facultad humana de dirigir el pensamiento o la conducta según los dictados de la propia razón y de la voluntad del individuo, sin determinismo superior ni sujeción a influencia del prójimo o del mundo exterior" 2 . Según el diccionario enciclopédico ilustrado de la lengua española: "la libertad es la facultad que tiene el ser humano de obrar o no obrar según su inteligencia y antojo; es el estado o condición del que no está prisionero o sujeto a otro; es la falta de coacción y subordinación; es la facultad que se disfruta en las naciones bien gobernadas, de hacer y decir cuanto no se oponga a las leyes ni a las buenas costumbres" 3 . 1 Diccionario Enciclopédico Vox. Lexis 22 Nº12. Círculo de lectores. Barcelona 1976. 2 Cabanellas, Guillermo (1996) Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual.24 ED. Buenos Aires. Editorial Heliasta. Vol. V. 3 DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO ILUSTRADO DE LA LENGUA ESPAÑOLA (1954) Barcelona. Editorial Ramón Sopena, S.A. Tomo II. 2064 p. 1

La Libertad y La Psicopedagogía

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¿Qué es lo que define al ser humano? No los instintos o nuestra dotación genética, tan semejantes a los de otros animales, sino nuestra capacidad de decidir e inventar acciones que transforman la realidad…y a nosotros mismos. Esta disposición llamada “libertad”, es nuestra condena y también el fundamento de lo que consideramos nuestra dignidad racional. Etapas en la educación para la libertad. ¿Hasta dónde llega la libertad del profesional a la hora de hacer el informe psicopedagógico del niño, adolescente o adulto? ¿En nuestra elección libre la interdisciplinariedad es valedera, de qué depende?

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LIBERTAD

¿Qué es lo que define al ser humano? No los instintos o nuestra dotación genética, tan semejantes a los de otros animales, sino nuestra capacidad de decidir e inventar acciones que transforman la realidad…y a nosotros mismos. Esta disposición llamada “libertad”, es nuestra condena y también el fundamento de lo que consideramos nuestra dignidad racional. En sus orígenes griegos el término no se refería a ninguna condición metafísica opuesta al determinismo natural, sino que designaba la situación social de quien no era esclavo y por lo tanto podía moverse y actuar según su voluntad sin obedecer a un amo: o sea que disfrutaba de la posibilidad de elegir.

Para comprender lo que entendemos por libertad creemos necesarios abordar algunos conceptos expuestos sobre la misma.

(del l. libertate) Ausencia de necesidad o carencia de determinación en el obrar; estado o condición del que no está sujeto a un poder extraño o a una autoridad arbitraria o no está constreñido por su obligación, de ver, disciplina, etc. 1

Guillermo Cabanellas al respecto nos dice: se trata de la "facultad humana de dirigir el pensamiento o la conducta según los dictados de la propia razón y de la voluntad del individuo, sin determinismo superior ni sujeción a influencia del prójimo o del mundo exterior"2.

Según el diccionario enciclopédico ilustrado de la lengua española: "la libertad es la facultad que tiene el ser humano de obrar o no obrar según su inteligencia y antojo; es el estado o condición del que no está prisionero o sujeto a otro; es la falta de coacción y subordinación; es la facultad que se disfruta en las naciones bien gobernadas, de hacer y decir cuanto no se oponga a las leyes ni a las buenas costumbres"3.

Para comenzar empezamos cuestionándonos sobre: ¿existe realmente la libertad? ¿Soy capaz de libertad o soy libertad y por ello capaz de ser humano?

Libertad, término que en sus diversas variantes ha sido empleado para designar la condición social de quienes no padecían esclavitud o de los ciudadanos de las polis no sometidas al arbitrio de otras, así como para nombrar la capacidad el alma de revelarse o acatar la Ley de Dios, para celebrar la ausencia de coacciones del sujeto agente, para señalar derechos políticos o económicos, para ensalzar la creatividad del artista y para distinguir a determinadas naciones del mundo sometidas al capitalismo de los particulares de otras que sufren el capitalismo del estado.

Si consideramos al hombre en si mismo ¿qué lo define?, dice Guelen que es un ser práxico, es decir un ser que actúa. Que quiere hacer cosas y que hace cosas que quiere. La característica no parece demasiado distintiva, en relación al animal. ¿Acaso no es la “actividad” lo característico de toso los seres vivos? ¿Acaso “vivir” no equivale siempre, de alguna manera a “actuar”?. Aristóteles asegura que los animales no “actúan”. De modo que “actuar” debe ser algo más que alimentarse y reproducirse. “Actuar” no es solo ponerse en movimiento para satisfacer un instinto, sino llevar a cabo un proyecto que trasciende lo instintivo hasta suplir su carencia. El ser activo no sólo obra a causa de la realidad sino que activa la realidad misma, la pone en marcha de un modo que sin él nunca hubiera llegado a ocurrir. De lo que se trata es de encontrar no el origen del hombre, sino su principio (o sea, aquello a partir de lo cual comienza a ser hombre), sin duda tal principio está en la acción, es decir, en una intervención en lo real que selecciona, plantea e innova.

1 Diccionario Enciclopédico Vox. Lexis 22 Nº12. Círculo de lectores. Barcelona 1976.2 Cabanellas, Guillermo (1996) Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual.24 ED. Buenos Aires. Editorial Heliasta.

Vol. V.

3 DICCIONARIO ENCICLOPÉDICO ILUSTRADO DE LA LENGUA ESPAÑOLA (1954) Barcelona. Editorial

Ramón Sopena, S.A. Tomo II. 2064 p.

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La acción no es una capacidad optativa de los humanos, sino una necesidad esencial de la que depende nuestra supervivencia como individuos y como especie. Se puede elegir cómo y cuándo actuar, pero es forzoso actuar: ahí no hay elección posible. No estamos determinados ni programados instintivamente de tal modo que podamos dispensarnos de actuar. Tenemos bastante donde elegir a la hora de obrar, o no actuar en términos generales. Sartre afirmó que estamos condenados a la libertad, lo cual es una forma un poco truculenta de establecer que es la acción lo que define al hombre. “Es una de esas detestables palabras –señaló Paul Valéry en sus Miradas sobre el mundo actual- que tienen más valor que sentido; que cantan más que hablan; que piden más que responden”.

En la elección propiamente dicha, es donde reside el motor de la acción humana. Porque actuar requiere sin duda conocimiento (para saber hasta donde sea posible cómo están las cosas y cuál es su naturaleza) e imaginación (para diseñar virtualmente los proyectos compatibles con la naturaleza que puedan llevarnos a realizar nuestros destinos), pero consiste principalmente en desición. Actuar es en esencia elegir y elegir consiste en conjugar adecuadamente conocimiento, imaginación y desición en el campo de lo posible (sobre lo imposible, en cambio no hay deliberación, como ya señaló Aristóteles: no podemos “elegir” ser inmortales…).4

El aporte a este concepto desde Erich Fromm en “El miedo a la Libertad”5, en su obra apuesta a promover el proceso de individuación y la consecuente libertad que implican necesariamente soledad y angustia por el encuentro con sí mismo y con los otros. Hace referencia a la estructura del carácter del hombre moderno y a los problemas relativos a la interacción de los factores psicológicos y sociológicos6.

En los factores desde el punto de vista psicológicos el autor habla desde el problema psicológico de la libertad el análisis que se ofrece en el libro se funda en el supuesto de que la relación individuo - sociedad es de carácter dinámico. Las inclinaciones, las energías... humanas resultan del proceso social. La naturaleza humana es el producto de la evolución tanto biológica (inherente al individuo) como social y cultural.

El problema es que el hombre, cuanto más gana en libertad, entendiendo libertad como la aparición del individuo alejado de su primitiva unidad con los demás y la naturaleza, y cuanto más se “transforma en individuo”, tanto más se ve en el dilema de unirse al mundo a través del amor y del trabajo creador, o bien buscar alguna forma de seguridad. Al buscar dicha forma de seguridad es cuando el hombre acude a ciertos vínculos que destruirán la anhelada libertad y la integridad de su “yo” individual.

Inicialmente, el bebé humano posee unos instintos que le unen a su madre; también, en las sociedades primitivas el individuo está muy unido al clan. Es decir, en las primeras etapas de la vida hay una necesidad de seguridad y orientación que implican una falta de individualidad. Posteriormente, sucede el proceso de individuación por el cual la persona va desarraigándose de sus vínculos primarios. Cuando lo consigue, debe encontrar la orientación y la seguridad que necesita mediante procedimientos diferentes a la etapa preindividualista, pues ya no es posible volver a unirse a los vínculos primarios.

Desde el aspecto sociológico tomando a la Sociedad Contemporánea los medios de comunicación ejercen una gran influencia en el individuo de hoy. La publicidad hace que la persona se sienta cada vez más pequeña e impotente, matando su capacidad crítica, pues se dirige hacia la emoción, no hacia la razón. El hombre se siente aislado en el ámbito social: desarrolla una serie de mecanismos, busca otros vínculos para evadirse: autoritarismo, destructividad y conformismo autómata.

4 Savater, Fernando: “El valor de elegir”. Editorial Ariel. 20045 Erich Fromm “El miedo a la Libertad”. Editorial Paidós Estudio. Edición 19846 Ídem

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MECANISMOS DE EVASION

Durante varios siglos se ha mantenido la idea de individualidad, con pensamientos, sentimientos, conciencia moral, libertad y responsabilidad individuales como ideal humano, pero con la individualidad viene la soledad, la alienación y la impotencia, haciendo que la libertad sea difícil de obtener y cuando la tenemos tendemos a alejarnos de ella, nos disponemos a despojarnos de nuestro yo individual, ya sea por miedo de la sumisión a nueva formas de autoridad o por una forma de conformismo con respecto a las normas sociales.

Las principales formas colectivas de evasión en nuestra época están representadas por la sumisión a un líder y el conformismo que prevalece en nuestra democracia. El sentido que tiene el miedo a la libertad es el tener más seguridad, tener la certeza de controlar las consecuencias y tener seguridad ante el futuro.

Una de las formas de evasión es el AUTORITARISMO que consiste en la tendencia a abandonar la independencia del yo individual para fundirse con algo exterior a uno mismo, con el fin de adquirir la fuerza de la que el yo individual carece. La AUTORIDAD INTERNA (conciencia o superyó) y AUTORIDAD EXTERNA (de tipo inhibitorio y racional). En la actualidad parece como si ninguna de las dos ejercieran funciones, pues todos somos “completamente libres”. Pero la que reina es la autoridad anónima, que se disfraza de sentido común, ciencia, etc. Pero la gente no se da cuenta de que está siendo determinada y así se cree que obra por su propia voluntad.

“Tan sólo si el hombre logra dominar la sociedad y subordinar el mecanismo económico a los propósitos de la felicidad humana, si llega a participar activamente en el proceso social, podrá superar aquello que hoy lo arrastra hacia la desesperación: su soledad y su sentimiento de impotencia …..Triunfa sobre las fuerzas del nihilismo en los hombre aquella fe que es la más fuerte de las que sea capaz el espíritu humano, la fe en la vida y en la verdad, la fe en la libertad como realización activa y espontánea del yo individual”.7

Nos parece interesante compartir “Ética para Amador” de Fernando Savater, cuyo objetivo es estimular el desarrollo de librepensadores.

Es el propio autor el que le habla a su hijo fundamentalmente del tema de la ética, de cómo se puede llevar una vida más o menos aconsejable, de saber cómo responder ante los diversos obstáculos o problemas que se presentan en las vidas de los seres humanos. El libro tiene dos temas fundamentales que son la libertad de la que se dedica a reflexionar durante la mayor parte del libro y la buena vida, todo va encaminado a conseguir darse la buena vida, es decir conseguir vivir lo mejor posible. Otros temas se encaminan hacia estos dos temas fundamentales.

En un principio comienza hablando de que la ética es el saber mas necesario del hombre y muestra la dificultad que plantea. Hace referencia sobre los bueno y lo malo que tiene relación con la ética y con el vivir bien. También se nos plantea la diferencia entre el hombre y el resto de seres vivos. La principal diferencia, a parte de que los hombres podemos razonar y el resto no, es que el hombre posee libertad, tiene capacidad para elegir qué hacer, qué comer, con quién estar, cómo comportarse, etc., mientras que los animales no tienen elección, pues sus actos están dictados por la Naturaleza, es decir, los animales actúan haciendo caso y siguiendo a sus instintos.

En situaciones, como el consumo de drogas, es cuando al hombre se le plantea el “problema” de la libertad, de elegir entre tomar o no tomar drogas sabiendo que son perjudiciales o tomarlas o no tomarlas por el simple hecho de tener un momento de “felicidad”.

7 Erich Fromm “El miedo a la Libertad” (Capitulo VII: Libertad y Democracia. Pagina 262). Editorial Paidós Estudio. Edición 1984.

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Para que sepamos diferenciar entre lo bueno y lo malo, entre lo que nos conviene y lo que no nos conviene y para que no nos equivoquemos demasiadas veces en las elecciones que tengamos que hacer en nuestra vida, está la ética.

Cada vez que tengamos que tomar una decisión, ya sea para hacer o decir algo, por costumbre, obligación o capricho, debemos pensar dos veces lo que vamos a decir o hacer, porque además, no siempre cada uno de estos motivos tiene el mismo peso en la decisión que tomamos. No es lo mismo tomar una decisión porque te obligan, a tomar una decisión porque te da la gana. En estas situaciones, debemos plantearnos si estamos de acuerdo con lo que nos mandan, si nosotros lo consideramos bueno o conveniente o si nos obligan a hacer algo con lo que no estamos de acuerdo y nos parece malo. Aquí se nos vuelve a presentar la libertad: elegir entre lo que me mandan aunque me parezca poco conveniente o elegir lo que verdaderamente yo pienso y me parece bueno. Y cuando actuamos porque nos apetece, debemos reflexionar y valorar el perjuicio que puede ocasionar mi acción con mi propio beneficio.

Hay veces en que nos volvemos demasiado egoístas y no vemos más allá de nuestras narices. Nos encabezamos o encaprichamos en conseguir nuestro propio beneficio y la mayor satisfacción personal para nosotros, sin pararnos a pensar en las demás personas. Sin plantearnos si los métodos que he utilizado para beneficiarme a mí, han podido perjudicar a las demás personas de mí alrededor. Por eso debemos ser conscientes de que nuestras acciones también pueden repercutir a las personas que nos rodean y que queriendo o sin querer les pueden afectar positiva o negativamente. De ahí el refrán “No quieras para los demás lo que no quieras para ti”. Por ello, debemos ser responsables de nuestros actos y saber cuando hemos obrado bien o mal, para que en el caso de haber obrado mal, ser maduro y hacerse responsable de las consecuencias o perjuicios que hayas podido ocasionar con tus acciones; pero como no siempre resulta fácil saber si se ha obrado bien o mal, una forma de saberlo, es haciendo caso ha nuestra conciencia, esto funcionará si la persona es buena y está acostumbrado a actuar de buena fe a lo con contrario de la persona que suele ser mala que es muy difícil que su conciencia le diga algo. Si se nos remuerde la conciencia, eso querrá decir que no hemos obrado como debíamos y que no nos sentiremos a gusto con nosotros mismos, ya que somos conscientes de que hemos hecho algo mal y consecuentemente deberemos intentar poner una solución al problema que hemos ocasionado.

Estos remordimientos aparecen porque tenemos libertad. Si no pudiéramos decidir entre unas cosas u otras, y sólo pudiéramos elegir entre una cosa, no nos podríamos sentir culpables, pues no teníamos o contábamos con otra opción para actuar de otra forma.

Otra cuestión que plantea el libro es que nos anima a hacer lo que queramos, pero siempre sin dejar de pensar en las consecuencias de nuestras decisiones. Este hacer lo que quieras nos ayudaría a llevar una buena vida, pero como somos personas y tenemos libertad y capacidad para elegir, debemos tener una visión de futuro (aunque sepamos que antes o después vamos a morir), y saber que hacer lo que en un determinado momento nos apetece (que nos llevaría a hacer lo que quisiésemos), en un futuro, nos puede llevar a un arrepentimiento, por no haber pensado bien lo que íbamos a hacer.

Habla del elegir entre tener una vida con “felicidad” procedente de las cosas, o tener una vida feliz, con personas que te proporcionan esa felicidad, a tu alrededor. Las personas que eligen la primera opción, seguramente cuando sean mayores y se den cuenta de que les queda poco tiempo para disfrutar de la vida, se arrepentirán mucho de no haber compartido su vida con otras personas a las que podía haber hecho felices y ellos a uno mismo, en vez de haber compartido su vida con cosas, que no les proporcionaban una felicidad verdadera.

Otro punto que ayuda a llevar una buena vida son los placeres, entendiendo como placer aquello que nos proporciona una satisfacción y felicidad más o menos especial. Aunque todos los placeres de la vida son buenos, siempre y cuando no se abuse de ellos, debemos ser conscientes de que unos nos convienen más que otros.

A consecuencia de llegar hasta este punto, algunas personas son partidarias de las prohibiciones. Pero éstas no son necesarias porque ya que tenemos libertad debemos saber usarla y decidir cuando parar o cuando seguir.

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Refiere a que la ética nos sirve para intentar mejorarse a uno mismo y nos dice que es el arte de elegir lo que más nos conviene y vivir lo mejor posible, aquí se relaciona la ética con la política, que es el arte de organizar lo mejor posible la convivencia social.

También diferencia entre la política y la ética; la ética se ocupa de lo que uno mismo hace con su libertad y para la política lo que cuentan son los resultados de las acciones.

La ética no puede esperar a la política porque nadie puede llevar una vida buena en una situación política injusta por ejemplo nadie puede ser feliz si en su situación hay racismo, nacionalismo; es decir ideales que discriminan al hombre, ideologías fanáticas.

Llegamos a la conclusión que la LIBERTAD se expresa en cada acto de elección responsable bajo ciertas normas éticas.

Aquí trataremos desde S. Freud “El malestar en la Cultura”.Creemos significativo volver a E. Fromm donde en “El Miedo a la Libertad” hace referencia

al punto de vista de Freud acerca del tema conflictual entre los impulsos y la cultura. “Freud aceptaba la creencia tradicional en una dicotomía básica entre hombre y sociedad, así

como la antigua doctrina de la maldad de la naturaleza humana. El hombre, según él, es un ser fundamentalmente antisocial. La sociedad debe domesticarlo, concederle unas cuantas satisfacciones directas de aquellos impulsos que, por ser biológicos, no pueden extirparse; pero en general la sociedad debe purificar y moderar hábilmente los impulsos básicos del hombre. Como consecuencia de tal represión de los impulsos naturales por parte de la sociedad, ocurre algo milagroso: los impulsos reprimidos se transforman en tendencias que poseen un valor cultural y que, por lo tanto, llegan a construir la base humana de la cultura. Freud eligió el término sublimación para señalar esta extraña transformación que conduce de la represión a la conducta civilizada. Si el volumen de la represión es mayor que la capacidad de sublimación, los individuos se tornaran neuróticos y entonces se hace preciso conceder una merma en la represión. Generalmente, sin embargo, existe una relación inversa entre la satisfacción de los impulsos humanos y la cultura: a mayor represión, mayor cultura (y mayor peligro de trastornos neuróticos. La relación del individuo de la sociedad, en la teoría de Freud es en esencia de carácter estático: el individuo permanece virtualmente el mismo, y tan sólo sufre cambios en la medida en que la sociedad ejerce una mayor presión sobre sus impulsos naturales (obligándole así a una mayor sublimación) o bien le sucede mayor satisfacción (sacrificando de este modo la cultura.8

El tema principal del libro para Freud son las exigencias pulsionales y las restricciones impuestas por la Cultura.

Para este autor, CULTURA no significa ilustración o formación intelectual, sino el conjunto de las normas restrictivas de los impulsos humanos, sexuales o agresivos, exigidas para mantener el orden social. Aunque en el mundo cultural haya un sinfín de valores positivos, como la exaltación de la convivencia con sus múltiples relaciones sociales, o la producción y el goce del arte, sin embargo, estos mismos valores provienen de una sublimación, y en general, de una renuncia a la satisfacción de las pulsiones libidinosas que provocan siempre una indefinida inquietud.

La cultura produce malestar, cuando ha llegado al triunfo sobre la naturaleza y ha creado maravillas para la satisfacción del espíritu, el individuo pide mayor libertad. Pero la cultura no puede acceder a ello por la sencilla razón de que su objeto es suplantar esa libertad y convertirse en único sujeto digno de ella.

“El trabajo psicoanalítico nos ha enseñado que son justamente estas frustraciones (denegaciones) de la vida sexual lo que los individuos llamados neuróticos no toleran. Ellos se crean, en sus síntomas, satisfacciones sustitutas, que, empero, los hacen padecer por sí mismas o

8 Erich Fromm “El miedo a la Libertad” (Capitulo I: La libertad como problema Psicológico. Pagina 31 - 32). Editorial Paidós Estudio. Edición 1984.

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devienen fuentes de sufrimiento por depararles dificultades con el medio circundante y las sociedad. Lo segundo se comprende con facilidad; lo primero nos pone frente a un nuevo enigma. Ahora bien, la cultura exige otros sacrificios, además de la satisfacción sexual.

El interés de la comunidad de trabajo no la mantendría cohesionada, en efecto, las pasiones que vienen de lo pulsional son más fuertes que unos intereses racionales. La cultura tiene que movilizarlo todo para poner límites a las pulsiones agresivas de los seres humanos, para sofrenar mediante formaciones psíquicas reactivas sus exteriorizaciones. De ahí el recurso a métodos destinados a impulsarlos hacía identificaciones y vínculos amorosos de meta inhibida; de ahí la limitación de la vida sexual y de ahí, también, el mandamiento ideal de amar al prójimo como a sí mismo, que en la realidad efectiva sólo se justifica por el hecho de que nada contraría más a la naturaleza humana originaria”9.

Al dejar de ser individuales y pertenecer a una cultura ésta es la culpable de la renuncia a las satisfacciones instintuales del ser humano.

Si pensamos en qué consiste y cuál es el origen de este malestar del hombre en la cultura es que «La felicidad no es un valor cultural», la cultura implica la sustitución del principio del placer por el principio de la realidad y esta substitución crea malestar. Por una parte, el hombre ha de reprimir su agresividad o impulsos destructivos y, por otra parte, ha de sublimar10 su sexualidad hacia objetivos de interés común. Los afanes e intereses culturales han introducido excesivas restricciones en la satisfacción de las pulsiones humanas, han inhibido la sexualidad y exigen transformación de impulsos libidinosos en actividades sustitutivas, a saber, en horas de trabajo bien disciplinado. La cultura lleva a sustituir la satisfacción inmediata por una satisfacción retardada, a sustituir la libertad y la ausencia de represión por seguridad.

Si la cultura no sólo impone sacrificios tan grandes a la sexualidad, sino también a la tendencia agresiva del hombre, comprenderemos mejor que a éste le sea difícil de encontrar la felicidad en la cultura. El hombre primitivo lo tenía mejor, porque desconocía cualquier limitación de los instintos. En cambio, la garantía de poder gozar largo tiempo de esta felicidad era muy escasa para él. El hombre civilizado ha trocado una parte posible de felicidad por otra de seguridad. Pero no hemos de olvidar que en la familia primitiva sólo la cabeza gozaba de una tal libertad de los instintos los otros vivían sometidos a esclavitud.

La renuncia, restricción y desvío de la libido, además de crear malestar, hace que ella sea impotente para frenar las poderosas tendencias agresivas existentes entre los hombres. Y, estando debilitada la libido, la cultura provoca que el hombre dirija hacia si mismo esta tendencia agresiva, fortaleciendo el superyó o conciencia moral. El yo tiene una tarea de difícil realización, entre las órdenes del mundo exterior, el superyó y el ello. El yo tiene que conciliar las exigencias de la realidad exterior que lo envuelve, los impulsos agresivos del ello y la estricta autoridad del superyó. De la tensión entre el yo y el superyó nace el complejo de culpabilidad o sentimiento de culpa, sentimiento que mantiene el malestar del hombre en la cultura. La cultura ha creado las instituciones, las normas y leyes, los sistemas políticos para controlar la destructora agresividad humana, haciendo posible así un constante progreso, pero no la felicidad.

Tanto en la vida personal como en la vida de les colectividades operan dos impulsos interconectados y en conflicto; pero es innegable el predominio del impulso destructivo o de muerte. El libro, pese a todo, acaba con una tímida esperanza:

“Y ahora cabe esperar que el otro de los dos “poderes celestiales”, el Eros eterno, haga un esfuerzo para afianzarse en la lucha contra su enemigo igualmente inmortal. ¿Pero quién puede prever el desenlace?

PARA TENER EN CUENTA9 Sigmund Freud “Obras completas “. El porvenir de una ilusión. El malestar en la Cultura y otras obras (1927 – 1931). Volumen 21. Amorrortu Editores. (Capítulo V página 105 y 109)10 SUBLIMACION: proceso postulado por Freud para explicar ciertas actividades humanas que aparentemente no guardan relación con la sexualidad, pero que hallarían su energía en la fuerza de la pulsión sexual. Se dice que la pulsión se sublima en la medida que es derivada hacia un nuevo fin no sexual, y apunta hacia objetos socialmente valorados. Diccionario de Psicoanálisis. Laplanche – Pontalis. Edición 2006. Editorial Paidós.

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Adicionamos como tema de interés, como apéndice.

Etapas en la educación para la libertad

 La educación contribuye para que el hombre conquiste, poco a poco, su autonomía a través de una serie de estadios, que marcan los niveles escolares.

La primera infancia (0-3 años) es un período significativo en la educación para la libertad, gracias a la autoafirmación de sí mismo mediante el pararse, el caminar y la primera ligera oposición al final del primer año. Según Spitz, psicoanalista, el primer "no" gesticulante del niño es el origen de la iniciativa y de la personalidad. El niño no acepta imposiciones y se rebela con el llanto y las pataletas.

La segunda infancia (4–6 años) se caracteriza por la obstinación e independencia, al comenzar el cuarto año de vida, dando lugar a una fuerte crisis de independencia y de negativismo, como única manera de afirmarse como sujeto y persona. Los mayores han de aceptarle y él ha de ir comprobando las limitaciones e inseguridades que le rodean y de las que es portador.

La tercera infancia (7-11 años) no es una etapa en la que pueda hablarse de una auténtica educación de la libertad, sino de lo que se denomina "espontaneidad dirigida". El niño no posee aún el pensamiento universalizador y abstracto que le capacite para las elecciones maduras. Sin embargo, es un período en el que puede hacerse una preeducación de la libertad mediante la adquisición de hábitos de orden, disciplina, regularidad, aceptación de la autoridad, responsabilidad de sus propios actos, respeto de los demás... El niño ejercita su iniciativa de múltiples maneras, siendo una de las principales el juego, donde crea, se recrea y autorrealiza. La tensión de los juegos entre sus reglas e iniciativas es un entrenamiento eficaz de las antinomias libertad – autoridad, libertad – disciplina, espontaneidad – normatividad.

La pubertad (12-14 años) con sus cambios somáticos y sexuales conlleva el sentimiento de disgusto e incomodidad ante la disciplina, acatada únicamente con la condición de que el educador haya ganado al púber afectivamente. El púber confunde la libertad con el libertinaje e irresponsabilidad, si no se aprovechan las circunstancias y se le hace profundizar en la naturaleza de la libertad, a la que ha de llegarse basándose en madurez y compromiso.

La adolescencia (15-18 años) es el periodo más importante para educar la libertad. El adolescente rehuye toda postura rígida, porque tamiza las órdenes en el filtro de su propio pensamiento. La misión del educador consistirá en convencerle de que la libertad es fruto del carácter equilibrado y del hombre inteligente. Los sentimientos sociales del adolescente brindan muchas oportunidades para inculcar el respeto por la opinión ajena, a la vez que para apelar a su responsabilidad y su compromiso con la comunidad.11

La elección del concepto LIBERTAD surgió a partir de la necesidad de plantearnos la responsabilidad que tenemos de atender el llamado del otro, del que está bien cerca nuestro o bien apartado de uno pero que igual nos necesita; planteamos nuestra necesidad de sentirnos útiles, de ser parte de otro u otros que también atienden nuestro llamado.

Creemos que en la medida en que seamos nosotros mismos, auténticos y nos aceptemos como individuos dadores y no sólo espectadores, podremos asumir la responsabilidad de dar al otro su "libertad" (cualquiera sea la que el otro elija utilizar).

Teniendo en cuenta el objeto de estudio de la psicopedagogía que es el vinculo que establece el niño con el objeto de aprendizaje. Siendo que la Psicopedagogía se ocupa de las características del aprendizaje humano: cómo se aprende, cómo ese aprendizaje varia evolutivamente y está condicionado por diferentes factores, cómo y por qué se producen las

11 CORETH, Emerich: ¿Qué es el hombre? –Esquema de una antropología filosófica. Editorial Herder – España – 1982

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alteraciones del aprendizaje, cómo reconocerlas y tratarlas, qué hacer para prevenirlas y para promover procesos de aprendizaje.12

Abarca aspectos preventivos (el asesoramiento y orientación en los aprendizajes sistemáticos y asistemáticos) y terapéuticos (el diagnóstico y tratamiento de los problemas de aprendizaje).

Queda pensar en nosotros cómo nos plantearnos la libertad frente a una situación diagnóstica.

Nuestra propuesta es reflexionar sobre el siguiente comentario… Este tiempo nos abre a nuevos aprendizajes, inéditos en la historia de la humanidad. Surge con fuerza un nuevo y poderoso vehículo de transmisión de información y conocimiento. La informática, “la red de redes”, y da comienzo a nuevos espacios imaginarios y simbólicos: las realidades virtuales que ortopedizan la mente humana. Esto hace avanzar el fantasma de la dependencia humana hacia engendros cibernéticos cada vez más sofisticados.

¿Cómo afectarán estos avances tecnológicos los aprendizajes y enseñanzas, en que lugar se situarán los psicopedagogos en la compleja y creciente relación entre humanos y máquinas? Esta problematización de evidente envergadura fue extraída de Aprendizaje hoy de Marina Müler “Balance y perspectivas de la psicopedagogía en la bisagra del milenio”.

Por lo tanto, en nuestra función deberemos generar y generarnos espacios para pensar sobre nuestro hacer, en el por qué y para qué del hacer, en el cuándo y cómo y desde qué estrategias abordar las situaciones que se nos presentarán a partir de lo expuesto…

Interrogantes personales A partir del trabajo realizado surgieron varios interrogantes los cuales podrían o no tener una

respuesta, o bien tener varias respuestas.Pensado desde nuestro futuro rol de Psicopedagogas nos planteamos:

¿Hasta dónde llega la libertad del profesional a la hora de hacer el informe psicopedagógico del niño, adolescente o adulto?

Encontrándonos con padres y docentes que frente a un niño que “no sabe” y “no puede”, lógicamente atribuyen al profesional que consultan un saber indiscutible (si bien ello es necesario para que se instale alguna opción diagnóstica y/o terapéutica), en el cual el peligro está en suponer que nuestra formación nos da un Saber con características de “certeza” y desde ahí nos precipitamos en diagnósticos y pronósticos apresurados, en reeducaciones sintomáticas en las que el trabajo con padres se reduce a la indicación y al consejo. Si realmente nos convencemos que lo que le pasa al sujeto está en él y no en los libros nos acercamos a cada paciente desde una posición de búsqueda, apertura, de investigación. Sostener un espacio de libertad responsable nos garantizaría de alguna manera no perder la posibilidad de dudar de las clasificaciones y diagnósticos apresurados, convirtiendo a cada paciente en único y particular. La palabra del psicopedagogo no será inocua, sus efectos pueden ser terapéuticos o iatrogénicos ya que ponemos en palabras diagnósticos, pronósticos, indicaciones que cobran dimensión estructurante, es decir, producen efectos. Desde nuestra palabra podemos abrir o cerrar caminos y esto independientemente de nuestra intención, sino del efecto que produce la misma según quien la escuche. Nuestro peligro es caer en cocientes, edades mentales, clasificaciones, rótulos, como si fuera cerrar diagnósticos y sellar destinos.

12 Marina Müller “Aprender para Hacer” Capitulo 18

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Karina García

¿En nuestra elección libre la interdisciplinariedad es valedera, de qué depende? Debemos saber que nuestra profesión tiene un límite, esto marca la necesidad de la interconsulta, del trabajo interdisciplinario, cuya posibilidad es inversamente proporcional a la omnipotencia de los profesionales. Trabajar con otros no es compartir un tiempo y un espacio físico, es compartir un espacio de pensamiento y acción donde cada uno pueda escuchar y escucharse, pensar y pensarse. Retomar lo que hasta ayer era verdad inamovible y ponerlo en duda, desconfiar de los saberes cerrados, entrar en conflicto con el pensamiento del otro sin temer la perdida del propio pensamiento. El trabajo interdisciplinario no debe implicar la atomización y fragmentación del paciente, que en su recorrido por distintos consultorios, atravesado por distintas miradas, escuchas e intervenciones pierda su condición de Sujeto. Por esto es que debemos pensar en compartir una

ETICA de la clínica, que apunte a: no saltear al sujeto que se asoma tras los síntomas, no atender enfermedades sino enfermos, que nos obligan a ampliar la mirada para considerar de qué manera los Otros significativos están implicados en lo que al paciente le pasa, no silenciar los síntomas con test y ejercicios, esforzarnos para encontrar la particularidad de cada caso delineado en una historia única e irrepetible.Deberemos recordar que hay síntomas parecidos, pero no hay dos pacientes iguales.

“La libertad no es más que otra palabra para decir que no hay nada que perder”.

Eric Fromm

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