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La luz y la sombra
Integrando la dualidad para llegar a la unidad
1
Todas las mujeres estamos conectadas a la dualidad de luz y
sombra a través de nuestro ciclo menstrual, que cambia, al igual que
cambia la luna en el cielo, sin necesidad de que ambas cosas coincidan
de manera exacta.
La mujer es cíclica, en esa ciclicidad la luz y la sombra van de la
mano, ya que no pueden existir la una sin la otra. De la vida a la
muerte navegamos esa ciclicidad, no es excluyen, sino que se
contienen ambas a sí mismas y la otra parte, dentro una unidad.
Ambas forman parte de vivir en el “no hay afuera”.
Estas dos fases, luminosa y sombría, son ciclos de expansión y
contracción, la misma expansión y contracción que podemos ver en
nuestra respiración, estamos hacia adentro y hacia afuera todos los
segundos de nuestra vida. Es el ciclo de la neuma, inspiración y
espiración. Nuestro corazón también tiene ese ciclo de expansión y
contracción, donde se llena y se vacía. La luna en el cielo se llena y se
vacía, la misma Tierra se llena y se vacía.
Ser cíclicas es formar parte de infinitos círculos concéntricos que
se relacionan entre sí, aportando y nutriendo de manera constante.
No se puede renunciar a una de las dos partes que nos componen,
como no se puede renunciar a la fase de la espiración en la respiración
porque tampoco habría inspiración.
2
La preovulación y la ovulación sería la parte luminosa de la
mujer, unida a la luna creciente y la luna llena, luz en el cielo, luz en
nuestro cuerpo y nuestra psique, y si llevamos más allá esa
correspondencia, podríamos ver en la Tierra, la parte luminosa de la
primavera y el verano, como la parte que da vida.
Es el momento de poner en acción lo que hemos soñado y
planificado en la muerte, en la parte más sombría del ciclo, comienza
a formarse la vida.
3
La premenstruación y la menstruación, son nuestra parte de
sombra, la luna mengua en el cielo hasta desparecer por completo y
oculta su luz. En la Tierra, el otoño y el invierno nos lleva a la marea
de la muerte, o, más bien, a la ocultación de la vida, ya que la vida
nunca muere del todo, tan solo se oculta, al igual que la luna nueva
es la ausencia de la luz lunar, pero no muere, tan solo se oculta.
Como hembras mamíferas, no seguimos el ciclo de sangrado y
celo de las mamíferas, justo, al contrario, nuestro ciclo de sangrado
nos aleja de la concepción, y, podemos ver, que nuestra sexualidad,
aunque cíclica también, puede estar disponible todo el tiempo, y no
solo como una herramienta meramente reproductiva.
4
Muchas de nosotras ya hemos entrado en el calendario circular
del tiempo, midiendo nuestros ciclos a través de la menstruación y de
la luna, hallando coincidencias ocultas durante años, que nos han
hecho mucho más poderosas, independientes y comunitarias al
mismo tiempo. El tiempo circular es un tiempo sagrado que no
depende de poner o quitar fechas en el calendario y puede ser un
tiempo particular para cada una, no hay que cumplir un calendario
lunar exacto, no se trata de la perfección de la circularidad, se trata de
descubrir la propia circularidad y ciclicidad que no tiene que
parecerse a ninguna que cumpla una norma.
La oscuridad ha sido demonizada durante milenios, fijando los
cultos de los Dioses, con la Gran Madre y Sus cultos ya desplazados,
en el sol su ciclo. Todo lo relacionado con la sombra fue ocultado,
condenado. Así nos condenaron a nosotras también, a renunciar a esa
parte nuestra, a salir de la ciclicidad inherente y a culpar a nuestra
menstruación, nombrándola de miles de maneras despectivas,
podemos ver que en inglés se hace referencia a ella como “the curse”,
la maldición. Nuestro gran don dual y la vez completo en sí mismo,
fue expoliado de nuestras vidas, y nuestro espíritu y nuestra psique,
maltratadas de forma sistemática, ya que no podemos dejar esa
ciclicidad, aunque nos desconecten de ella, al igual que una leona no
puede dejar de ser lo que es, una predadora, aunque viva en un
zoológico. Podrán tenerla cautiva, pero no podrán inhibir sus propios
instintos y, en cuanto esté libre, podrá ser lo que siempre ha sido.
5
Igualmente nos pasa a nosotras, cuando nos liberamos de la
oscuridad como algo feo, sucio, maldito o negativo y aceptamos la
oscuridad y la sombra que vive en nosotras, y que vemos reflejadas
en la luna y en la Tierra, comenzamos a vivir en lo sagrado, y nos
convertimos en activistas de la vida. Bendecir esa oscuridad como un
don y no como una maldición, alejará muchas de las heridas que
ahora estamos sufriendo.
Los arquetipos menstruales de la mitad oscura, como la bruja,
la curandera, la chamana, la vieja, la sabia, han sido demonizados
durante centurias, se las ha quemado, perseguido, torturado y puesto
en los cuentos populares como el origen de todos los males, seres a
los que había que destruir.
Bruja sigue siendo un insulto de lo más utilizado, decir que eres
una curandera, da pie a que te pongan la etiqueta de “vendehumo” o
timadora. Los dones inherentes de la bruja como arquetipo, que todas
nosotras despertamos en nuestra menstruación, no se han erradicado,
tan solo están dormidos. Ser una anciana, una vieja en nuestros días,
es, primeramente, estar fuera de la sociedad, apartada y aparcada,
desoída del todo, cuando antes ser anciana era ser sabia, era ser
escuchada por todo lo aprendido y todo lo vivido. Ahora la escucha
de nuestras abuelas se ha transformado en sordera por parte de la
sociedad.
6
Sin embargo, ser joven o ser madre, que parece lo más
luminoso, también tiene su sombra. Está siendo explotado por la
sociedad en la que vivimos, como los grandes valores de consumo.
Ser joven es algo que vende, hacerte mayor, pero sin que se note es
seguir enganchada a la juventud, rechazando en lo que te estás
convirtiendo. Sigue siendo el rechazo a nuestra parte oscura y
sombría, una manera más de ignorar el camino que nos lleva a la
muerte.
Así que, la luz y la sombra no tienen una frontera de definida,
y se incluyen la una a la otra, como el símbolo del yin y el yang
oriental. Somos duales y mucho más. Toda esa luz y esa oscuridad
tienen muchos matices de cambios de color, como la luz de la luna,
que cambia de manera gradual, creciendo hasta la plenitud y
decreciendo lentamente hasta la oscuridad. Como la Tierra, que pasa
de la nieve a los primeros brotes, y de los árboles floridos a los frutos,
de la cosecha al granero y volvemos al invierno.
Mas allá de la dualidad, está la inherente e infinita ciclicidad.
Aceptar la dualidad hace que se abran infinitas puertas de conciencia,
que se descorran los velos de los infinitos mundos. Se trata de un paso
de trascendencia.
Mariam Cárcel
Sacerdotisa de la Gran Madre
Partera del alma