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De 1979 a 1980, los primeros discos de bandas esenciales como The Specials, The Selecter, Madness y The Beat instalaron en Inglaterra el gran revival del ska, luego globalizado. Entre el postpunk y la new wave, la tardía versión británica de esta música jamaiquina de los años sesenta logró tomar los rankings y las radios impulsada por un puñado de grupos interraciales, enérgicos y con un característico look de trajes mod y detalles cuadriculados. Pero el furor del movimiento 2-Tone (así llamado por el sello independiente que lo inició) no repercutió inmediatamente en la Argentina del Proceso. Estallaría (transformado) sólo en la segunda mitad de la década del ochenta, durante la primavera democrática, y duraría casi exactamente hasta el comienzo del crudo invierno de una nueva crisis (por raro que resulte semejante ordenamiento estacional). Sin embargo, nada impidió que algunos LP de ska inglés, recién editados, se las arreglaran para arribar a estas costas, casi como mensajes en botellas de ron a la deriva. Parientes viajeros, grabaciones de grabaciones de grabaciones, o simples casualidades hicieron posible que la relectura británica de esta música jamaiquina aterrizara forzosa aunque aisladamente también en Buenos Aires. En la primera mitad de la década, con la transición democrática postmalvinas, no se puede decir que haya existido una escena ska porteña, pero sí que deambuló por ahí una desmembrada fauna de personajes new wavers con diversos grados de simpatía por el ska, que incluyó más significativamente, entre otros, a la mayoría de los futuros integrantes de Los Fabulosos Cadillacs. También a Luca Prodan, que había conocido las fuentes de primera mano, en Inglaterra; y al creador del mítico programa de radio “El tren fantasma”, Daniel Morano. En la Argentina, el golpe del ska se sentiría fuerte, con la intensidad de la moda, recién en la segunda mitad de los ochenta, cuando aquellos iniciales grupos ingleses ya eran historia, estaban separados o probaban suerte con otros estilos. [ II ] Un paso adelante Los primeros 80: 25

La Manera Correcta de Gritar. Ska, 2-Tone y Rude Boys en La Argentina-Daniel Flores

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De 1979 a 1980, los primeros discos de bandas ✜

esenciales como The Specials, The Selecter, Madness y The Beat instalaron en Inglaterra el gran revival del ska, luego globalizado. Entre el postpunk y la new wave, la tardía versión británica de esta música jamaiquina de los años sesenta logró tomar los rankings y las radios impulsada por un puñado de grupos interraciales, enérgicos y con un característico look de trajes mod y detalles cuadriculados.

Pero el furor del movimiento 2-Tone (así llamado por el sello independiente que lo inició) no repercutió inmediatamente en la Argentina del Proceso. Estallaría (transformado) sólo en la segunda mitad de la década del ochenta, durante la primavera democrática, y duraría casi exactamente hasta el comienzo del crudo invierno de una nueva crisis (por raro que resulte semejante ordenamiento estacional).

Sin embargo, nada impidió que algunos LP de ska inglés, recién editados, se las arreglaran para arribar a estas costas, casi como mensajes en botellas de ron a la deriva. Parientes viajeros, grabaciones de grabaciones de grabaciones, o simples casualidades hicieron posible que la relectura británica de esta música jamaiquina aterrizara forzosa aunque aisladamente también en Buenos Aires.

En la primera mitad de la década, con la transición democrática postmalvinas, no se puede decir que haya existido una escena ska porteña, pero sí que deambuló por ahí una desmembrada fauna de personajes new wavers con diversos grados de simpatía por el ska, que incluyó más significativamente, entre otros, a la mayoría de los futuros integrantes de Los Fabulosos Cadillacs. También a Luca Prodan, que había conocido las fuentes de primera mano, en Inglaterra; y al creador del mítico programa de radio “El tren fantasma”, Daniel Morano.

En la Argentina, el golpe del ska se sentiría fuerte, con la intensidad de la moda, recién en la segunda mitad de los ochenta, cuando aquellos iniciales grupos ingleses ya eran historia, estaban separados o probaban suerte con otros estilos.

[ II ]

Un paso adelante

Los primeros 80:

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Capulco Gold y Calipso de Luxe (futuros Alphonso S’Entrega) son las primeras bandas que tocan rock con fuerte influencia jamaiquina en la Argentina.

En 1976 iba a cuanto recital podía con un amigo de la ✜

secundaria que cursaba la carrera de marino mercante. Pero algo pasó en 1977, o un poco después: mi amigo se recibió, se fue de viaje y volvió cambiado. Me acuerdo que me dijo: “Beto, fui a Londres por una semana y me quedé un mes. ¡No sabés los amigos que hice y los dis-cos que traje!” The Jam, Peter Tosh, Joy Division y mu-cho reggae y ska. Ahí, a mí, que venía de escuchar Cru-cis, la cabeza me hizo ¡crac! Y empecé a escuchar toda esa música y a copiar la estética: el jean roto, la corbata finita, el pelo corto y parado, el saquito. Lo loco es que los milicos nos paraban y no entendían nada porque nos veían bien vestidos... pero estábamos relocos. Eso me salvó muchas veces.

beto morales guitarrista de capulco gold

Alphonso S’Entrega empezó en 1979, aunque con otro ✜

nombre: Calipso de Luxe. Debutamos en Vicente López, con un sonido muy malo. No se escuchaba nada. De repente lo vi a Marcelo, el saxofonista, parado en una esquina, sin soplar, y pensé “¿Qué hace este tipo? ¡Está loco!” Resulta que yo tocaba un tema y el resto del grupo, otro. Marce-lo era el único que tenía monitor así que se bajó diciendo “yo no quiero ser parte de esto...” Tuvimos nuestra sala de ensayo en el Café Einstein, un lugar con una mística muy especial, sobre todo en 1983, con el regreso de la demo-cracia, que fue un descontrol, una euforia total. Nosotros tocábamos ahí, cada viernes y algún sábado, los mismos

temas que quedarían mucho después en el primer disco, de 1986. Pero al principio el proyecto no era grabar ni na-da de eso; simplemente nos gustaba tocar en vivo. Si hasta nos llamaban de la televisión y no íbamos...

daniel morano voz y guitarra de alphonso s’entrega

Aunque no tenía la estética ska, una banda que mar- ✜

có mucho a los que seguían esta música fue Alphonso S’Entrega. Un caso raro, porque eran músicos que des-cubrieron el ska de grandes. Rinaldo Rafanelli, por ejem-plo, tenía una larga carrera en el rock nacional. Pero una vez nos contó que desde que escuchó ska por primera vez quiso formar una banda así.

checha cantante de oxidados

Nunca había tenido relación con el reggae, pero siempre ✜

fui muy curioso, así que quise aprender. Había empezado tocando rock and roll y blues con Héctor Starc y David Le-bón; después, con Color Humano, que no tenía nada que ver, pero me encantó el desafío. De ahí, Sui Generis: folk, algo que supuestamente nunca iba a tocar. Y lo hice. Hasta que volví a las fuentes: Polifemo. Los siguientes cinco años estudié música, armonía, composición. Le saqué los trastes al bajo y me fui al jazz rock... Pero entonces pasó algo: vi a The Police en la discoteca New York City.

Venía escuchando Weather Report, Hancock, Corea, Return To Forever. Y, de repente, me llevaron a ver a The Police. Para mí la new wave era una porquería; con la can-tidad de acordes que había estudiado, no quería saber nada con cosas tan simples. Sin embargo, por suerte en la músi-ca siempre hay algo escondido donde menos lo esperás, y que no tiene necesariamente que ver con la técnica. Y The

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Police me rompió la cabeza. Pensaba “¿Qué es esto? Ese ritmo...” Y me empecé a copar y formé Demo, una banda con Ricardo Mollo y dos músicos de La Torre, y sacamos un disco en 1980, que hace poco se reeditó. Si lo escuchás, está plagado de reggae tipo “Reggata de blanc”, reggae blanco. Yo recién empezaba a darles bola a Marley y Tosh, así que el bajo todavía lo laburaba desde el rock. Sin embargo ahí hay un tema, el único que canto, que se llama “Cuidado con la fría voz”, que después inspiró mucho a Ricky (Mo-llo) cuando hizo “¿Qué vez?” con Divididos. Empieza igual. Y eso que Ricardo, cuando le pasé ese material, tampoco quería saber nada; era un rockero de barrio.

rinaldo rafanelli bajista de alphonso s’entrega

La primera vez que toqué en público música jamaiqui- ✜

na fue en 1980. Te podés imaginar cómo me echaron... Yo trabajaba de cadete en una empresa metalúrgica de la zona sur, así que con unos chicos de otra fábrica armamos un trío para tocar algo tipo The Jam, The Police, bien new wave. Sin siquiera tener nombre, me enteré de un concurso de bandas que organizaba un amigo y nos anotamos. Cuando llegamos el público era rehippie y los músicos, “grandes” instrumentistas de jazz rock y fusión. Subimos y con el pri-mer tema todos se quedaron callados. Con el segundo, se nos reían tirados en el piso. Y se complicó aún más cuando llegamos a una canción que se llamaba “Yo no quiero ser soldado” y el cantante explicó: “¡Porque este país un día va a entrar en guerra con una potencia!”. Ahí nos empezaron a tirar de todo. El organizador subió, desenchufó las cosas y nos bajó del escenario. Ese día me traumó tanto que no pude volver a tocar en vivo por cuatro años.

beto morales

Stud, Látex, el Einstein, La Esquina del Sol, son algunos de los lugares donde

tocan las bandas de la new wave local, entre ellas, Alphonso S’Entrega. El

guitarrista y cantante de este grupo, Daniel Morano, es responsable de “El

tren fantasma”, influyente programa de radio, recordado como gran difusor de

música “diferente”, incluyendo parte del catálogo del sello 2-Tone.

Estábamos todos bastante locos en esa época. Teníamos ✜

un bajista, por ejemplo, con la característica de que se ac-cidentaba cada cinco días, más o menos. Y una vez se dio un golpe grave con su moto y le pusieron un yeso por seis meses. Lo esperamos, pero cuando estuvo mejor arregla-mos la fecha del regreso en Stud (un lugar donde tocába-mos mucho) y el tipo nos dijo: “No, no quiero tocar más porque la verdad es que me voy a matar si sigo así”. Y se fue a vivir a Londres. Yo tenía muchos amigos músicos, pero el único que podía aprender veinte temas en cinco días era Rino Rafanelli, que finalmente nos salvó esa noche y des-pués se quedó en la banda. El era músico en serio, nosotros teníamos otro perfil: cero estudio, cero técnica.

daniel morano

Yo tenía un amigo, Daniel Morano, que hacía el ✜

programa de radio “El tren fantasma” y decía tener una banda de reggae a principios de los ochenta. Por lo de la radio, cada tanto viajaba a los Estados Unidos y se ha-bía armado una gran discoteca. Y en uno de esos viajes volvió como con cien discos de reggae y new wave... Con mi banda Demo ya disuelta, un día lo encontré a Daniel en un boliche que se llamaba Stud y me di-jo: “Me tenés que salvar. El boludo del bajista se peleó

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conmigo y se fue a Londres. ¿Querés tocar con noso-tros?” Si esto era un martes, el show sería el viernes y yo debía aprender quince temas. Por suerte venía en-trenado y no tenía problemas de memoria (musical, de la otra sí). Pero además de pasarme sus canciones, me dio música para escuchar cómo era que se tocaba este estilo, y éso fue lo que me atrapó: repensar la mane-ra de tocar el bajo, que en el reggae es fundamental y se aborda de un modo que no tiene nada que ver con otras músicas; esos silencios y esos saltitos... Hicimos el show y sonó bárbaro. Me acordé de casi todo y lo que no recordaba, lo espiaba en la guitarra. Así que Da-niel me propuso quedarme y acepté. Lo que no sabía era que los únicos que estábamos haciendo esa música éramos nosotros y Luca Prodan, que la había traído de afuera. No existían Cadillacs ni Pericos.

rinaldo rafanelli

La primera vez que ví a un rudeboy, o un tipo con as- ✜

pecto de rudeboy, porque donde estaba no podía serlo real-mente, fue en Europa, a principios de los ochenta. Tendría 16 años y vivía más o menos desde los 10 en Frankfurt, donde mi viejo era cónsul general. Con el colegio, nos lle-varon a esquiar a un pueblito en Suiza. Y una noche, con mis compañeros, fuimos a un bar donde de pronto empe-zaron a pasar una tanda de música que no conocía. Pero cuando un tipo empilchado con sombrero, traje, pantalón un poco corto, medias blancas, salió a bailar como loco, quedé alucinado. Le pregunté al DJ por esa música y me dijo que era ska.

ignacio pardo argerich alias naco goldfinger, saxofonista de

los fabulosos cadillacs

Debía ser 1981. Vivía en Banfield, estaba en séptimo ✜

grado y era fiel oyente de “Sonrisas”, el programa de ra-dio que Graciela Mancuso conducía en El Mundo. Estaba de 22 a 3 de la mañana y, tipo a la medianoche, Pettina-to tenía una sección que se llamaba “La hora fantasma”. Gracias a Pettinato conocí bandas de las que fui enfermo muchos años, como Devo y B52’s. También conocí mucha música por “El tren fantasma”, otra rareza de la radio. Y por la trasnoche del comienzo de la Rock & Pop, cuando todavía no tenían programación y pasaban Specials y mu-cha new wave. Por el lado de la televisión, apenas empezó ATC había un programa de videoclips, “Música prohibida para mayores”, los jueves a las 21, donde siempre ponían un video de The Police y casi siempre alguno de Madness. De hecho yo empecé a escuchar reggae con The Police y ska con Madness. Algunos años después tuve la suerte de que un amigo comprara bastantes discos en el Parque Ri-vadavia, que me grababa en cassettes. Ahí me llegó todo junto: Burning Spear, Black Uhuru...

vitto genovesse guitarrista de skabú simbel

Alphonso S’Entrega se armó entre un grupo de ami- ✜

gos desde muy chicos, con Aníbal García y Adrián Laca-na, que tocábamos así como podríamos habernos juntado a jugar al fútbol o al póquer... Después se incorporó Ser-gio Nassif, que tenía una banda de la que me gustó mucho el tema “Barrio chino”, y lo invité a tocar con nosotros. Al final entró también Marcelo Pelater, el saxofonista, que fue como un icono para nosotros. En ese momento, el rock miraba para otro lado así que nos sentimos muy res-paldados por poder hacer al menos todo el circuito under de entonces, en lugares como Stud, Látex, La Esquina del

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Sol (donde nunca nos pagaron). Stud estaba a la salida del túnel de Libertador, a la derecha. Era un lugar bastante grande, como para 500 personas, donde hacíamos las fe-chas más copadas porque iba más gente del medio nuestro, muchos músicos y amigos. El dueño era un tipo grande, pelado, que tenía un local de motos al lado. Ya había gen-te que entendía lo que hacíamos y por ahí se acercaba al-guno que decía “¡Al fin algo de ska!” Estaban también Los Brocoli, que hacían pintadas de ska en la calle. Todo antes de Sumo y los Cadillcs.

daniel morano

Yo era seguidor del “Tren fantasma”, que primero esta- ✜

ba en la AM de Rivadavia y después pasó a la FM. En este programa pasaban música que no se escuchaba en ningu-na otra radio. Y cierta vez promocionaron a una banda que me llamó la atención por el nombre: Alphonso S’Entrega. En esa época, con mi hermano consumíamos Baglietto, Silvio Rodríguez, Víctor Heredia, ese tipo de cosas. Pero, por alguna razón, decidimos probar con esta banda, de la que también vimos un aviso en el Sí que decía algo como Alphonso S’Entrega, Stud Neo Bar, sábado 0 hs / El infier-no es Disneylandia al lado del Stud. El lugar era un antro del under de entonces. Y naturalmente el show empezó muy tarde y nosostros no teníamos ni idea de la onda, de la música ni del tipo de gente que iría. Cuando empeza-ron a sonar las canciones, fue imposible no sorprendernos: era una música nueva, pegadiza, liviana y pesada al mismo tiempo; una mezcla de reggae, ska y rock. Todo el mundo se divertía tanto arriba como abajo del escenario. En el bajo estaba Rinaldo Rafanelli, una leyenda. Y recuerdo especial-mente al saxofonista, Marcelo Pelater, que a mi modesto

entender era un capo total. Esa noche nos hicimos fans de la banda y comenzamos a seguirla cada vez que podíamos al Stud, a Prix D’Ami, Latex, La Capilla... Todavía tengo algunos audios que tomé con un grabadorcito Crown en esos recitales. Aún hoy los escucho y me gustan...

fabián paz

Una banda del Sur bonaerense transita una corta carrera mientras cierto

fabuloso grupo de adolescentes conoce la new wave en todas su variantes y se

va juntando, de a poco.

Capulco Gold existió durante 1984 y parte de 1985. ✜

Entonces todavía nadie hablaba de reggae y nosotros que-ríamos tocar eso, pero no teníamos músicos. Eramos de Adrogué y Banfield: mi hermano, Flavio Etcheto, Leonardo Ramella y yo. Tocamos muchas veces en vivo, pero siempre por nuestra zona o por Quilmes. ¿Influencias? Bob Marley, Peter Tosh, Black Uhuru, The Seleter, Bad Manners, The Specials... Tocamos algunas veces con los Cadillacs. Es más: ¡tocábamos mejor que ellos! Y una vez fuimos juntos a Villa Gesell. Pero en Capital tocamos una sola vez, en la Manza-na de las Luces, con Antihéroes y Tumbas NN... Creo que todos en el público eran músicos que ahora están jugando en primera. Esa noche no quemamos uno sino dos sonidos, así que terminamos tocando “al aire”. El Polaco, bajista de Antihéroes, lo grabó con un walkman. Esa cinta anda por ahí... La verdad es que nadie creía mucho en nosotros. Siempre me fue mal con el reggae. Después de tocar en un lugar, ya no podíamos volver. Decían “No, esa música de calesita no...” Después, toqué con Boombo Klat, y la

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cosa fue mejor, pero ya era un reggae como para turistas, con un cantante de Aruba, de 38 años, que sabía mucho del género, pero que ya estaba medio quemado

beto morales

Nací en 1964; crecí en los 70 y los 80 me agarraron ✜

con el pelo largo y mucho rock setentoso consumido. Y de repente se vino toda la new wave y pensé “¡Guau, qué bueno! ¡Se cortaron el pelo! ¡Se pusieron una cor-bata finita y una camisa roja!” y agradecí que la canción volviera a mutar para un lado más despojado. Tal vez fue el punk rock... Me acuerdo de un amigo DJ, de Mar del Plata, que me mostró un disco y me dejó perplejo: “Ne-ver Mind the Bollocks”, de los Sex Pistols. Eso sí que me creó la necesidad de buscar más. Claro que todos escuchábamos lo más popular de esa época, lo que nos llegó más rápido: el reggae blanco y pop de The Police. Entonces uno de ellos salía en un video con una remera de The Beat y te preguntabas qué era eso y así pasabas de una cosa a la otra. Y enseguida, por 1983, cayó en mis manos el primer disco de The Selecter. No me acuerdo si lo compré en una galería de la calle Corrientes, cerca del Obelisco, pero creo que después de mirar un vini-lo de Nick Lowe apareció esta tapa con el tipo trajea-do, sufriendo... Yo estaba terminando el secundario, los Cadillacs no existían ni remotamente y tenía procesado cierto sonido de reggae por Marley y Police, pero cuan-do escuché Selecter dije “¡Esto quiero yo!”. Es gracioso cómo uno entiende un nuevo sonido: en ese momento, por ejemplo, mi interpretación naive fue que el ska era reggae en 45 revoluciones...

flavio cianciarulo bajo de los fabulosos cadillacs

Parábamos en un bar que se llamaba Luar, en Lomas. ✜

Un día vimos ahí un cartel de alguien que vendía pia-no, saxo y otros instrumentos, así que le preguntamos al dueño quién lo había puesto y nos presentó a Flavio Etcheto, que era el lavacopas. Debía tener 16 o 17 años y era padre de mellizos, por lo que necesitaba la plata. Eventualmente terminó tocando con nosotros, en Capul-co Gold, el saxo, el clarinete, la trompeta... La batería la tocaba Ramella, que ahora es conocido como Emisor. Ellos después de Capulco armaron La Forma, mi her-mano pasó a Los Corrosivos y yo, a Antihéroes. Ahí se acabó el ska y el reggae: nos pusimos dark...

beto morales

En 1983, estaba en tercer año del secundario en el ✜

colegio San Fernando y, la verdad, no me llevaba muy bien con mis compañeros. Pero llegó un pibe nuevo con el que formamos un tándem inseparable. Se llamaba Luciano Giugno y nos hicimos amigos especialmente por la música: Ramones, B52, Bowie... ¡Le encanta-ba Riff! El siempre me hablaba mucho de otro amigo, Flavio. Me decía que era un genio, que era regrosso, y que pensaban armar una banda. De hecho en aquel momento el padre le dio a elegir entre una batería y un equipo de audio, y prefirió la batería, supuestamente para la banda, aunque al final no la tocó porque ter-minó como percusionista. Hasta que un día conocí al famoso Flavio, que entonces tenía el pelo largo: fuimos todos juntos a ver a Los Twist, Virus y RH en El Ma-rabú, de Maipú y Corrientes. Luciano habrá estado en el colegio hasta dos meses después de empezar cuar-to año, en 1984. Después lo echaron a la mierda, pe-

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ro nos seguimos viendo. Cuando le planteé que era un boludo porque se había hecho expulsar, me contestó: “¿Sabés qué pasa? Yo tengo que ir llevando alegría por los colegios, Fede...” Luciano era un delirante, hacía unos quilombos tremendos, pero por otro lado era una persona súper positiva, con mucha energía, que te podía vender cualquier cosa. Como dijo alguna vez Alejandro Taranto, manager de los Cadillacs, vos podías dejar a Luciano en bolas y sin plata en Alaska y cuando volvías a tu casa lo encontrabas en la pileta con dos minas y un trago. Por eso, después, su salida de la banda debió haber sido algo grosso para ellos, por más que musi-calmente no tuviera tanta importancia.

federico sasso sosa

Después de vivir y hacer parte del secundario en ✜

Alemania volví a la Argentina y, como me faltaban un par de materias, porque siempre fui un desastre con el estudio, entré en el colegio San Isidro Labra-dor. ¡Justo el mismo día que echaban a un tal Luciano Giugno! Apenas un recreo nos alcanzó para hablar de música y hacernos amigos.

Me comentó que tenía un grupo. Como siempre, Luciano exageró y me dijo que hacían rockabilly. Después supe que, por otro lado, a los demás de la banda, Gaby, Aníbal y Flavio, también les había vendido que yo era rockabilly. Nada que ver: en realidad escuchaba mucho unos discos de Ian Dury y Dexy’s Midnight Runners que había traído de Europa. En realidad, Luciano había dicho que la banda era rockabilly porque le gustaba el aspec-to, más que nada, y quería que todos sus amigos fueran rockers. Pero la verdad es que Flavio, Gaby y los demás

ni en pedo eran rockabilly. En todo caso, al comienzo, hacían algo de rock con onda años cincuenta y también algo de a go-go. La cuestión es que nos juntó para salir una noche. Fuimos a un boliche que se llamaba Metro, en el centro, y ahí empezamos a intercambiar música.

Enseguida, mi hermana me trajo de Londres “One Step Beyond”, de Madness. Y adentro del sobre encontré un for-mulario de inscripción para el club de fans de la banda. Lo completé y lo mandé pensando que no me iban a contestar nunca, pero a las pocas semanas me llegó un paquete con tres discos de Madness y varios prendedores.

Ya estaba totalmente enganchado. El próximo paso fue encargarle a mi viejo, en un viaje, unos zapatos que se veían en la tapa de “One Step Beyond”: los Creepers orginales.

Así empezamos a meternos con este grupo de ami-gos en el 2-Tone: Madness, Specials, English Beat. Y, a pe-dido nuestro, disquerías como El Agujerito comenzaron a atraer algunos de esos discos.

naco goldfinger

Durante la secundaria, 1983, 1984, yo ya era DJ. Me ✜

acuerdo que pasé música en el cumpleaños de 15 de la hija de la profesora de inglés y ahí conocí al primo de la cumpleañera, un pibe al que le decían El Chino. El tipo me preguntó si podía poner unos discos que había traí-do de un viaje a Inglaterra con lo padres: Specials, Sex Pistols, Wire... Yo venía escuchando funk y soul, pero esos discos me rompieron la cabeza y El Chino, a par-tir de ahí, fue mi mejor amigo. Tenía, por ejemplo, el segundo de Specials, que yo no había escuchado nunca y que, al principio, relacioné con... ¡la cumbia! No me gustó mucho y le dije “¿cómo te vas a Inglaterra y com-

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prás ésto?”. Pero igual me lo grabé y a la semana ya no podía parar de escucharlo. Conocí muy buena música con el Chino, que tiempo después se convirtió en el típico caso de chico de familia bien que termina renegando de todo y fue algo así como el junkie del barrio.

esteban anca alias simon dj

En el Einstein, la gente rompía todo y se agarraba ✜

a trompadas bastante seguido. Omar Chabán siempre metía números entre un set y otro y éso nos moles-taba bastante. Hasta que una vez, con Alphonso, tu-vimos un problema con la mujer de Miguel Abuelo, que era amigo nuestro. Apareció con un baúl cantan-do una canción que decía algo así como “A bailar es-ta ranchera con la poronga afuera” mientras escupía cebollas, se subía al escenario y jodía a la gente. ¡Un bajón total! Justo estaba junto al escenario el herma-no de nuestro saxofonista, un tipo bastante tranquilo, pero que no se comía ninguna. Ella lo empezó a joder y él la agarró, la metió en el cajón y lo ató. ¡Tuvieron que llevársela adentro del baúl!

daniel morano

Si en algún momento Alphonso S’Entrega fue van- ✜

guardia, con esos temas ahora no suena tan novedoso. Acordate que en 1980 estábamos haciendo ska, reggae y rockabilly. ¡Hace siete años! De todas formas, no creo que nuestra propuesta sea standard y si alguien nos cataloga como un grupo de ska y reggae, se queda corto. ¿Qué les parecen Los Fabulosos Cadillacs?Matan. Los vimos hace mucho y evolucionaron mucho. Me gusta su onda, y si les criticaría algo sería meterse tan de

lleno en la forma clásica del ska, tipo Madness. En cambio, nosotros hacemos un ska más personal. Está bien, somos todos diferentes, por suerte.

daniel morano, respondiendo a una entrevista de marcelo

fernández bitar, en un número de la revista cantarock de 1987

El grupo que se había formado en el 80 bajo el nom- ✜

bre de Calypso de Luxe, quiso “permanecer alejado de la maquinaria” todo el tiempo que fuera posible, inten-tando de ese modo evitar que los tilden de “vendidos”. Ser under en este momento ya no es el lento calvario de otros tiempos. Hoy las compañías discográficas con-sideran a los grupos subte en una de las vidrieras de más codiciada explotación. (…) En cuanto a la música del grupo, el primer álbum fue un trabajo aceptable, fresco y sobre todo ponderable por el estilo alcanzado contando con muy pocos elementos. Los ritmos ba-sados en el ska y el reggae alcanzaron una simpleza y prolijidad que sólo permite afirmar que el primer paso dado por la banda fue más que correcto.

nota sobre alphonso s’entrega,

de la revista pelo, de junio de 1987

Me interesó mucho estudiar cómo pensaba un ba- ✜

jista jamaicano. Base, base... Nada de esa necesidad de mostrarse... Esa disciplina me sirvió mucho para la música en general. Y casualmente, después de estudiar así el género, tuve como alumnos a los tres bajistas de Los Pericos. Primero Ale Perico, después Hernán y fi-nalmente Gastón. Y también a un bajista de Los Into-cables... Todo de casualidad, obviamente.

rinaldo rafanelli

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Sumo, en su etapa más underground, es el grupo al que no pocos futuros rude

boys siguen de cerca y admiran. Para muchos, es el descubrimiento del reggae.

Seguía a Los Twist y los tomaba en serio, cuando ✜

todo el mundo los tomaba en joda. Si alguna vez hasta le dije a Daniel Melingo, con mucho respeto: “Ni us-tedes se tomaban en serio a Los Twist; ustedes se to-maban en serio a Charly García”. Pero yo iba a verlos y me gustaba su imagen, su Fender Jaguar; era “la” banda new wave. También era importante ver a Sumo y a la Hurlingham Reggae Band. Todavía recuerdo escuchar a Sumo abrir con “Peace and Love” en La Esquina del Sol. Nunca volví a sentir esa cosa negra, densa, en otra banda de acá en vivo. El pelado obviamente había esta-do donde tenía que estar.

flavio cianciarulo

Habré visto a Sumo una decena de veces. Pero tenía ✜

un problema: era menor de edad y el público de la ban-da era universitario, de veintipico. Yo era un teenager, el único que escuchaba Sumo en el aula, pero iba a los shows con algunos amigos del barrio. Y Sumo era peda-gógico: cuando tocaba reggae entendías cómo funcio-naba una banda de ese estilo. Yo iba especialmente a ver a Dafuncchio, no a Mollo. Lo miraba y comprendía que era posible divertirse tocando acordes. Luca falleció el 27 de diciembre del 87. No casualmente, lo que entien-do como período clave del ska y el reggae en Argentina empezó cinco meses después. No sé si el público de las bandas posteriores iba a ver a Sumo, pero tengo claro

que muchos de los músicos sí. Los Cadillacs, por ejem-plo, tenían 16, 17 años e iban a todos los shows.

vitto genovesse

Luca tenía toda una formación musical. Lo conocí en ✜

el Einstein, donde tocábamos mucho: un día Sumo, otro Alphonso S’Entrega. Las dos bandas llegamos a ir a tocar juntas a Trenque Lauquen. Imaginate el viaje: el chofer pa-raba a cada rato porque nos quería matar a todos. Even-tualmente, una chica que vivía en mi casa empezó a salir con Luca, que vino un día, se quedó otro y así se instaló con nosotros como seis meses. Era una persona muy cerra-da con la que podías compartir... ginebra. Eramos de dos mundos distintos, aunque nos cruzábamos en una parte: la música, porque nos gustaban los mismos grupos.

daniel morano

Yo era fanático de Sumo. Nunca volví a ver un grupo ✜

argentino que me pusiera la piel de gallina como esa ba-se de reggae, ese humo... Luca sabía de qué iba. Lógico: cuando vivía en Inglaterra, mientras acá recibíamos un disco por mes, él veía bandas todas las noches. Una vez en La Esquina del Sol, antes de tocar, estábamos los Cadillacs con Luca enviciando un poco el asunto. Y cayó la cana. Se llevaron a Luciano por un lado, a Flavio y Gaby por otro, y a mí me metieron en un calabozo oscuro con Luca. Ni nos veíamos las caras, pero hablamos muchísimo de música, de los mods, de la movida en Londres; hicimos muy buena onda. Pero otra vez, estábamos tocando en la Feria de las Naciones y apareció Luca totalmente puesto. Quiso subir al escenario y un plomo nuestro lo paró. Luca lo empujó y yo terminé saltando por el plomo. Cuando bajé al cama-

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rín, el pelado estaba a las puteadas. Me encaró y me tiró algo así como “¡vos no sos ningún rude boy!”. Agarré un chop de cerveza y... se lo partí en la cabeza. Una semana después murió y me dolió mucho porque no era la forma en que quería terminar con Luca Prodan. Si hoy todavía escucho “White Trash” y me emociono...

naco goldfinger

De adolescente, me encantaba la parte reggae de Su- ✜

mo, aunque no tanto su costado rockero. Sumo me llevó directamente al reggae y el ska. Claro que al principio no tenía acceso a Ernest Rangling o Monty Alexander sino que escuchaba lo que había. El 2-Tone fue la puerta de acceso para después pasar a lo que algunos llaman ska jazz, pero que en realidad es simplemente el ska original. En verdad el 2-Tone era el híbrido. ¡Si fue Rangling el que inventó el contratiempo de la guitarra! Pero muchas veces lo más co-nocido de un género es también lo más berreta. Por ejem-plo, le he mostrado un disco de Rangling en casa al músico de jazz Néstor Scaglione, que se fue inmeditamente a bus-car un cassette al auto para que se lo grabara, diciendo que no sabía que con el reggae se podía tocar así...

marcelo carcacho alvarez guitarrista de los oxidados

El Pollo y Bam Bam, saxo y percusión de los Into- ✜

cables, iban en tren de Sáenz Peña a Chacarita para en-sayar en la gloriosa sala de Thames cuando vieron a un personaje pelado, con campera de cuero, sentado en el piso del vagón. Comentaron entre ellos lo mal que es-taba este muchacho y cómo le copiaba la onda a Luca. Y al llegar a la estación, se bajaron con sus instrumentos y este flaco también. Y de repente escucharon: “¡Hey, hey,

esperen! ¿Ustedes tocan en una banda?” Sólo ahí se die-ron cuenta de que... ¡era Luca! Le respondieron que sí, que tocaban en una banda de ska y que iban para el en-sayo. Lo invitaron (¡imaginate caer con Luca al ensayo!) y él les preguntó si habría faso en la sala. Desde ya que le aseguraron que sí. Luca les preguntó también cómo se llamaba la banda. Y cuando le dijeron, se sorprendió: “Qué buen nombre, Doscientos Cables!” Pero Bam Bam le aclaró: “No, no, Los Intocables”. “Ah... Me gustaba más Doscientos Cables”. Caminaron un poco más juntos, pero enseguida Luca paró un taxi, los saludó y se fue.

ariel levit bajista de los intocables

Con Luca Prodán hablé en dos oportunidades. La pri- ✜

mera, en la vieja discoteca Fire, en 1984, mantuvimos una amena charla durante unos veinte minutos. Era un tipo de muy buen nivel educativo y, cuando quería, de buenos mo-dales. La segunda vez que hablé con él fue cuando empe-cé a salir con Mónica Stromp, la “rubia tarada” y su amor imposible (más para ella que para él). Me llamó por telé-fono y me dijo: “Hola, Daniel, soy Luca y tengo algo para decirte: fuck you”, y me cortó. Igual, ella pensaba todo el tiempo en él, así que la relación duró sólo dos meses. Un día cualquiera, llamo a la agencia de Daniel Grinbank y me atiende Fernando Moya:

-Hola, Fer, ¿cómo estás?-Mal, porque se acaba de morir un artista mío.-¿Quién?-Luca.Me quedé frío. Al toque lo llamé al Bahiano y nos fui-

mos para el conventillo de la calle México, donde había fa-llecido pero ya se lo habían llevado. Por ahí andaban unos

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cuantos del “ambiente”... Después, en el set de despedida de Sumo, sin Luca, en el Chateau Carreras, la vi a Mónica junto a la batería, haciendo coros y abrazada a la campera de cuero negra del pelado. Ese día llovía y, para colmo, en la madrugada se había matado el Negro Olmedo.

daniel picas saxofonista de los pericos

El primer rude boy que vi en Buenos Aires fue Fidel ✜

Nadal, en shows de bandas punk: Alerta Roja, Violadores, y también de Sumo. Ahí andaba Fidel, todo elegante, con sobretodo; era un bicho raro. Creo que los primeros que empezaron a escuchar algo de ska en Argentina no eran ru-de boys sino gente del ambiente punk post Malvinas. Había una banda que solía ser algo así como soporte o el precalen-tamiento de Alerta Roja y Los Violadores. Se llamaba RH y tocaba no uno sino varios ska, aunque nunca fue considera-da dentro de la movida. Después vendrían los shows de los Cadillacs en Stud, en La Capilla. Ir a un recital era la antí-tesis de ir a la discoteca, y no sólo por el hecho de que en los shows había menos chicas que en el boliche...

esteban anca

En Alphonso nadie tenía ganas de cargarse un per- ✜

sonaje. A mí me gustaba el “club”, el entretiempo, tocar en vivo, la gente. Después, los discos, los reportajes, sin-ceramente no me interesaban mucho. Ya para el seguno disco el panorama se nos complicó porque, por contrato, teníamos que cumplir con ciertas cosas y no lo hacía-mos. Tocamos dos o tres veces en Badía, pero nos anun-ció muchas veces más. En una me llamó Emilio Cartoy Díaz, que era el productor, para puterame porque no nos habíamos presentado. Y yo estaba dormido... Eventual-

mente llegó la disolución. Primero, porque ya no existían esos lugares donde nos sentíamos cómodos para tocar. Segundo, porque a Marcelo, el saxo, lo metieron preso. Estuvo dos años en Caseros por toxicomanía y al final ni lo juzgaron: era inocente. Para él fue trerrible y a nos-tros nos desintegró. Ahora que pasó el tiempo, siempre están las ganas de volver. Pero qué sé yo...

daniel morano

Si algo aporté en Alphonso fue profesionalismo, decir ✜

“paremos, toquemos a tiempo y afinado, tengamos un plo-mo para cargar los equipos...” También traje arreglos para muchas partes medio descuidadas...

Ese tipo de cosas. Y se armó un producto de la pu-ta madre, aunque quizás demasiado adelantado. Pensá que lo nuevo apenas se estaba gestando en el Einstein, de Omar Chabán, y en Zero, de un pibe que se llama-ba Justo. Recién empezaba Soda Stereo, que hacía una cosita medio ska, modernosa... La gente que venía a los shows por ahí ni sabía qué era Alphonso, pero que-ría escuchar esta nueva música que se estaba haciendo en Buenos Aires: la sensualidad del reggae y la alegría explosiva del ska. Así fuimos llenando Fire, Stud, Ca-ras Más Caras, La Capilla, Latex...

Los shows eran una fiesta arriba y abajo del esce-nario. Hicimos dos álbumes. Del primero pegaron “Ba-rrio chino” y “El manisero”, pero el segundo pasó medio desapercibido, aunque para mí tenía más personalidad. Ya estábamos medio separados. El trabajo en Alphonso es de lo mejor que hice, pero la banda fue como un fan-tasma: cuando existíamos no había nadie más haciendo reggae y ska; cuando eso se puso de moda, Alphonso ya

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no estaba. No quiero decir que fuimos la primera de to-das, pero me parece que sí.

rinaldo rafanelli

Entre 1984 y 1986, la Argentina recibió todo junto y ✜

sin anestesia: punk, ska, new wave, new romantic, dark... Y nosotros, en Romana Patrulla, éramos una máquina de consumir música. Pero si tengo que mencionar una in-fluencia definitiva entre todas sería “Black Market Clash”, el disco de The Clash con Mikey Dread. Llegamos al ska por el punk, de manera casi casual. En cinco años el único ska jamaiquino al que accedimos fue una copia de cassette a cassette a cassette del compilado “Intesified”. Ante esa falta de información uno tenía que llenar los espacios en blanco: así, a veces, sólo por una foto asumíamos que un grupo tenía determinada postura ideológica.

carlos laje

Nos gustaba mucho la música que pasaba el programa ✜

de radio “El tren fantasma”: XTC, The Jam, Madness, Joe Jackson, Specials... Yo vivía a dos cuadras de Radio Ri-vadavia, así que una noche nos fuimos con un amigo, re-lookeados ska, al estudio. Se ve que le caímos simpáticos al conductor porque ahí nomás nos hizo una nota.

alejandro pribluda guitarra de satélite kingston

Empecé con “El tren fantasma” en Radio Rivadavia en ✜

1974, los sábados de 22 a 4 y los domingos de 23 a 5. Yo elegía la música: ska, reggae, Miles Davis, Coltrane, Beat-les, Stones, Genesis... ¡Todo! Así que debía tener un filtro de selección que funcionaba bien por alguna razón. Tam-bién producía los separadores que decía el locutor Wilmar

Caballero, hasta que se fue a vivir a Comodoro Rivadavia. Después se incorporó Omar Cerasuolo, un locutor que había venido de Radio Nacional.

Lo que más me gustó de Omar fue que no enten-día nada. Le dábamos los textos y al leerlos puntuaba diferente y eso nos causaba más gracia... En un año, aunque venía de otro palo, Omar entendío la pelícu-la, se enganchó, se sumó a nuestro humor y le agregó valor. ¡Se bancó hasta que le vaciáramos un matafue-gos encima! Pero la verdad es que lo grabábamos tres horas y salían al aire sólo diez minutos con las cintas que yo editaba. Cuando volvimos a hacer “El tren” en 1998, lo llamé a Cerasuolo, pero en Continental, donde trabajaba, no lo dejaron participar. Así que lo hice online con un locutor norteamericano que no hablaba español. Lo mejor es que “El tren fantasma” siempre anduvo bien de anunciantes, siempre ganó plata. Pude empezar porque mi padre era el dueño de Rivadavia, pero estuve 17 años al aire porque funcio-nó. Después me fui a Rock & Pop y seguí hasta 1987, 1988. Poco antes había armado Prix D’Ami, en la ca-lle Arcos, quizás en 1986 o 1985 ... No estoy seguro: la cronología no es mi fuerte. Ya para cuando abrimos el Prix de Monroe yo estaba muy metido en el tema de la animación computada, así que saqué la plata de ese negocio y armé una productora.

daniel morano

El grupo de amigos se convierte en banda de rock, obsesionada con el ska de

Madness y Specials: llega Cadillacs 57 y, después, LFC.

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En el 2-Tone encontramos un lugar de pertenencia dife- ✜

rente a todo: elegante y marginal. Con Luciano Jr y Naco, personajes esenciales, vivimos juntos toda esa revolución interna. Nos sentíamos muy cerca del punk y escuchá-bamos The Clash y The Jam, pero teníamos otra actitud: decíamos “sí, el mundo es una mierda, pero vamos a ves-tirnos bien y a salir”. De hecho me acuerdo, por ejemplo, que estuvimos los tres, de traje, entre medio de los pocos punks en el debut de Todos Tus Muertos. Al fin y al cabo éramos chicos de clase media con un buen pasar, sin lujos ni privaciones; sería falso no admitirlo. Pero estábamos desorientados, sin saber qué hacer de la vida.

flavio cianciarulo

Enseguida nos identificamos con los rude boys. Escu- ✜

chábamos ska todo el día, estábamos en la calle, nos peleá-bamos. Eramos más que nada un grupo de amigos al que le gustaba salir a patear tachos. Caíamos en los boliches con los discos de ska bajo el brazo. ¡Nunca ganábamos nada! Imaginate: en esa época empezaba la onda Siouxie and the Banshees, Echo and the Bunnymen, bien dark. ¡Las minas nos miraban como a unos marcianos!

Fire era uno de esos lugares adonde llevábamos los vinilos. Los DJ, el Chaqueño y Carlos Alfonsín, nos ponían dos o tres temas y nosotros bailábamos. Antes pasábamos por la Llao Llao, frente a la estación de Bel-grano, a empinarnos con cerveza o moscato y vino blan-co. Y después caminábamos hasta Fire y terminábamos a las 5, 6 de la mañana. ¿Si alguna vez llegábamos a un boliche y encontrábamos otra gente con la misma on-da? Jamás. No había otros rude boys. Había tipos con mucha onda, sí, como Los Casanovas, pero que eran

rockabilly. Con ellos en Inglaterra nos hubiéramos ma-tado, pero acá nos hicimos buenos amigos. Al fin y al cabo, éramos muy pocos como para pelearnos.

naco goldfinger

Fire, en una esquina frente a la cancha de River, funcio- ✜

nó entre 1985 y 1988, más o menos; no recuerdo bien las fechas. Ahí iban los Cadillacs, antes de grabar; Los Casa-novas... Así que, aunque era un lugar más bien new wave y medio dark y aunque no soy fanático del ska, pasaba una tanda de cinco o seis temas de Madness y Bad Manners, y también algo de rockabilly, porque veía grupitos de pibes de esas tendencias y porque me lo pedían.

La cabina de DJ daba a la calle. Y recuerdo ver, des-de ahí, a los Cadillacs llegar una noche en un Volkswa-gen escarabajo descapotable, todos con sus sombreros... ¡Unos personajes! En Fire, que era del dueño de la revis-ta 13/20, sentí que se estaban gestando varias movidas. Ahí tocaron, por ejemplo, Sumo y también Soda. Por la ubicación, era un boliche con público de clase media para arriba, del Centro, de Belgrano, de Devoto... No venía gente de otro lado. Me acuerdo, de hecho, que había muchos chicos del Liceo Francés, que escuchaban The Cure, Bauhaus, pero también venían Charly García, Daniel Melingo, Luca, Divina Gloria...

Después trabajé en Punta del Este y me fui a Brasil. Pero volví a Buenos Aires y me propusieron laburar en una disco nueva, sobre Libertador: Freedom. Freedom fue más dark todavía y ahí ya no puse nada de ska, pe-ro los rude boy venían igual. Si me copaba ponía dos o tres reggaes, pero más que nada para los amigos. Por ahí andaba Guillermo Bonetto y el Bahiano trabajó un

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tiempo como relaciones públicas. Y los Cadillacs lle-garon a tocar aunque no recuerdo nada del show, salvo que el manager era Poppy Manzanedo.

Investigaba mucho. Algunos discos los compraba yo (a veces al Ruso Verea, que en ese tiempo se dedi-caba a vender vinilos), otros me los traían pibes meló-manos. Y eventualmente, en 1990, abrí mi propia dis-quería, en la galería Churba, de Cabildo y Juramento: Downtown, que tenía todo tipo de música y un sector especial de reggae. Por ahí pasaron todos los personajes del ska que podés llegar a conocer. Cuando la galería cerró, nos mudamos a la calle Ciudad de la Paz, pero en menos de dos años vendí mi parte y me fui a vivir a Costa Rica. Y ahí estoy, hasta ahora, como DJ en un boliche de reggae en Puerto Viejo, en el Caribe.

miguel chaqueño lalli

En 1984, 1985, ya teníamos discos de Specials y ✜

Madness, aunque costaba bastante conseguirlos. Pero no teníamos ni idea de que existía otro ska anterior al inglés, de Jamaica, cosa de la que me enteré mucho des-pués, en los noventa, cuando, por el contrario, mucha gente conoció Skatalites sin saber qué era el ska britá-nico. Los primeros vinilos de ska me los pasó Cristian Caraciolo, un amigo que después cantó en Staff, una banda medio dark que tuvimos, y que a la vez se los había pedido a un tal Martín, un pibe rockabilly que ahora es conocido como tatuador y vive en Los Ange-les. Su familia viajaba y se los había traído de afuera. Lo gracioso es que Cristian, que me pasó esos prime-ros discos de Specials, terminó como camarógrafo de Pettinato en “Duro de domar”. Un día Cristian le pasó

un tema que había grabado medio en joda, Peti lo es-cuchó y le pareció tan gracioso que se lo dio al musica-lizador para que lo pusiera en el programa. Era “Dame tetotas”, un tema dedicado a Luciana Salazar que fue todo un hit internacional... Pero Cristian nunca lo re-gistró, así que no vio un peso...

federico sasso sosa

Con la llegada de la democracia me hice fan del ✜

rock nacional, como mucha otra gente. Tocaba la gui-tarra desde chico y era capaz de quedarme todo el fin de semana en casa, en Berazategui, escuchando y sa-cando temas de esa época. Pero un día me llegó, no sé cómo, el “London Calling”, de The Clash, y me partió la cabeza. Enseguida, con unos pibes, empezamos a ir todos los fines de semana a unos sótanos del Centro donde tocaban bandas punk como Los Laxantes, Día D y Los Violadores, y también Los Twist y Sumo. De a poco me di cuenta de que había otra gente que le gus-taba lo mismo que a mí. Y entonces escuché “Sandi-nista!”, el siguiente disco de The Clash, y ahí, con los temas reggae, dije “¿Y ésto qué es?”

Cuando pegamos “One Step Beyond”, de Madness, con mis amigos nos volvimos locos, nos sacábamos fotos haciendo las mismas poses... Un día, un pibe llamado Rasti me hizo escuchar en su casa el primero de Specials, que, creo, le había mandado un hermano suyo que vi-vía en España. Me recontraenganché con eso. Entonces me dijo que si tanto me gustaba ese disco, tenía que ir a ver a una banda de acá: Los Alcaloides. Ese grupo poco después se llamó Los Intocables.

jorge mono bossi guitarrista de insurrectos

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Con Luciano Jr, la única manera que conocíamos de ✜

enganchar minas con onda era ir al bar de la esquina del colegio francés Jean Mermoz, en Belgrano. Ahí encon-trabas unas francesitas con los pelos de colores... Un día llegamos al bar con mi Vespa y ahí estaban Sergio Rotman, que entonces era mod, y Federico Moreno, un amigo suyo que también tenía mucha música. ¡Se ve que hacían lo mismo que nosotros para enganchar minas! Es como que nos miramos y nos reconocimos: Sergio, con una parka; nosotros, con la moto. Sergio habrá dicho “Guau, ¿y estos de dónde salieron?” Y nos saludamos sólo con un “hola, hola”, pero desde enton-ces empezamos a hacer onda. Después supe que Ser-gio tocaba el saxo, así que, como la banda necesitaba un caño, un día lo encaré en la calle y nos invitó a un show de su grupo, Día D, en Vicente López.

naco goldfinger

En esa época, detectabas a un tipo con una remera de ✜

Madness a una cuadra y cruzabas la calle corriendo pa-ra ver quién era. De la misma forma, también sabíamos que en alguna situación se hablaba de nosotros, que en ese momento nos considerábamos rude boys a ultranza. Con los primeros Cadillacs ya en la sala de ensayo, un día fuimos con Naco y Luciano, vestidos casi de postal, hasta Vicente López para ver una banda de punk rock que parecía ser filo ska: Día D, integrada por Sergio Ro-tman, Gigio, Basano, Martín Aloé, Ricciardi; básicamen-te lo que luego sería Cienfuegos. Hicieron medio set y en el intermedio, según me contó Rotman mucho des-pués, los músicos comentaban en el camarín: “¿Vieron a esos tres chabones?”. El set de Día D era básicamente

de punk rock “inteligente”, como diría hoy, con uno o dos ska clasheros, como “Domingo rojo”, que alguna vez quise hacer con los Cadillacs.

flavio cianciarulo

Eventualmente Luciano y Flavio armaron su grupo. ✜

Me acuerdo que me dieron el primer ensayo grabado en un cassette Magnatape, en casa de Flavio, que creo que tenía una versión de “Blue Moon”. Después yo también formé mi propia banda con mi hermano. Hacíamos algo así como música a go-go y nos llamábamos Los Pijamas, que era el nombre de un grupo que había tenido Flavio; nos gustó y se lo afanamos. Yo tocaba la guitarra; ¡era la-mentable! El primer show de los Cadillacs que vi fue el del Ilse, Instituto Libre de Segunda Enseñanza, un cole-gio en la zona de Tribunales, todavía con Rotman como único viento y con Gallardo en la batería. Entonces el estilo todavía era más próximo a The Clash, aunque con ese sonido de órgano Poly 800 de Mario Siperman, que era buenísimo. Cuando empezaron a tocar con trom-peta y saxo, me partieron la gorra. De ahí en más con mi hermano fuimos a verlos a todas partes por un buen tiempo. Por ejemplo, a Ponciano, frente a la cancha de River, cundo se cambiaron el nombre de Cadillac 57 a Los Fabulosos Cadillacs. ¡Todavía tengo el afiche! Otra vez fuimos a verlos con Los Casanovas y se armó un qui-lombo terrible. La gente directamente arrancó la puerta y entró todo el mundo sin pagar. A partir de los shows en Blues creo que pasó algo. Después del segundo dis-co ya tocaban tanto que era imposible seguirlos y ya no había manera de entrar a los shows.

federico sosa

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En cuarto año del Nacional Buenos Aires, yo ya toca- ✜

ba con Los Encargados. Había entrado en reemplazo de Hugo Fogelman, cuando le tocó hacer la colimba en Río Gallegos. Por esos años también conocí a Flavio (Cian-ciarulo) por Diego Scornick, amigo en común, ex com-pañero del colegio, que se había cambiado al Ilse, donde él estudiaba. Ellos venían a los shows de Los Encargados en el Einstein, Cero, todo ese circuito.

mario siperman tecladista de los cabulosos cadillacs

Mario Siperman era “mi amigo músico” y estaba en Los ✜

Encargados, que para mí no eran tecno sino new wave, muy Devo, y tocaban en lugares como el Café Einstein. Lo co-nocí por un amigo en común, Diego Scornik, con el que yo iba al Ilse, que era como un (Colegio Nacional) Buenos Aires II, donde caían muchas larvas del Buenos Aires porque el Ilse tenía el mismo programa pero era más permisivo. Mario, que hizo el Buenos Aires como correspondía, un día me invitó al estudio Moebius, donde los Encargados esta-ban grabando y donde después haríamos “Bares y fondas”. Recuerdo que ahí lo vi a Richard Coleman metiendo una guitarra en esa especie de nave espacial que para mí era un estudio de ese fuste, y pensé: “Tengo que armar una ban-da”. Y al primero que se lo propuse fue Mario.

flavio cianciarulo

Llegan el debut de LFC en Capital y un verano fundacional en Mar del Plata

La primera vez que nos juntamos a hacer música con ✜

los futuros Cadillacs fue en el cuarto de la casa de Car-

los Kleppe, el baterista original. Estábamos Flavio, el Vaino, el dueño de casa, que no podía tocar justamen-te porque era un departamento, y yo, tirado en la ca-ma con un organito Casio blanco que tengo hasta hoy. Todavía, de ska, nada: hacíamos algo más parecido al twist, en todo caso; tanto que empezamos llamándonos Cadillac 57. Ese día armamos “El Correcaminos”. Des-pués nos fuimos hacia el ska y el mod soulero. Hicimos un par de ensayos caseros más con Gaby y Luciano, y tocamos en el cumpleaños de Diego de la Lastra, un amigo del Vaino, en una casa en la esquina de Arenales y Billinghurst. Me acuerdo hasta de los temas: “Blue Moon”, “Put Your Head On My Shoulder” y “El Corre-caminos”. Después Luciano nos hizo tocar en Victoria, en una fiesta de unos chetos medio pesados, rugbiers, de esos que se emborrachan y se ponen bastante den-sos. Había uno que se subía al escenario con una flau-ta dulce y nos arruinaba todos los temas. A Luciano lo bardeaban mal porque tenía un saco a cuadros. Su viejo tenía una casa de ropa de hombre y, para el siguiente show, en el colegio Ilse, ¡Luciano le robó un saco a cua-dros para cada uno! Entre típicas banditas de colegio, aparecimos nosotros, impecablemente lookeados como dandys. Del subdesarrollo, pero dandys.

mario siperman

Fuimos varias veces a Mar del Plata. Una vez, viajamos ✜

con Luciano en mi Vespa. Otra, con Gaby, Luciano y Fla-vio, en un jeep sin techo. Después me compré una combi y le pusimos dos parlantes enormes, tipo sound system. Gaby trabajaba en un quiosco y Flavio laburaba con el ma-rido de la madre, así que esperábamos a que terminaran el

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Flavio y Vainilla, en una de las primeras presentaciones de Los Fabulosos CadillacsFoto: Juan Picas (gentileza Mario Siperman)

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viernes a la tarde y nos íbamos para la costa escuchando Madness a morir y con una heladera con cerveza, Fernet y Coca Cola. Muy buenos viajes, inolvidables...

naco goldfinger

Cinco o seis meses después de esa primera vez en lo de ✜

Kleppe, nos fuimos a una casa que mi familia tiene en Mar del Plata y ahí la banda terminó de armarse. Teníamos otro baterista, Hernán Gallardo, y también vino Naco, pero no pudo tocar porque todavía no sabía. Todos los equipos en-traron en un Renault 12, salvo el bombo de la batería, que Luciano trajo en un Citroen. En Mar del Plata conocimos al Ruso Aslor, un delirante que tenía un bar y que se estaba quemando la plata de la familia. Nos hizo tocar en su bar y después nos organizó una fecha en una discoteca que se llamaba Aloha. Hasta nos alquiló un Cadillac para llegar al lugar, sólo que no era 57 sino de la década del treinta, muy loser, de los que se usan para casamientos. ¡Y nos puso una alfombra roja en la vereda!

El Ruso obviamente se fundió, pero esas dos cosas que organizó de algún modo nos hicieron sentir que ya tenía-mos una banda para salir a tocar en serio, que no éramos más sólo un par de amigos en el living de una casa.

Para seguir con la serie de golpes de suerte que nece-sita una banda para trascender, volvimos a Buenos Aires y al otro día me llama el dueño de La Esquina del Sol, que que-daba en Palermo y era el lugar clave del under para tocar. Increíblemente, el tipo me dice que esa noche iban a tocar Los Twist pero que Daniel Melingo acababa de avisarle que se habían separado. “¿Quieren tocar ustedes?”, me pregun-tó unas tres horas antes del show. Me volví loco, ubiqué a todos y lo hicimos. Obviamente, la mitad del público de

Los Twist se había ido, pero nos vio mucha gente en la que logramos cierto entusiasmo. Estaban por ejemplo Charly García y Tom Lupo, haciendo un móvil para la radio. De golpe, nos venía de arriba un toque de glamour.

mario siperman

La banda ya empezaba a tocar. Por ejemplo en Mar ✜

del Plata, en el bar del Ruso Arlor. Nos habíamos ido a Mar del Plata, pero cada uno estaba con su familia y no me podía instalar con ellos, así que no tenía dónde parar. Entonces viví en una casilla junto a la rampa de skate que tenía Willy, de Massacre Palestina, que en ese momento tenía un cresta rosa. ¡Me despertaban a la mañana cuando empezaban a andar! ¡Rum, rummmm! Ya me picaba todo, pero me quería quedar en Mar del Plata porque, además, me había enganchado una chica muy linda que se llamaba Vicky Olivares. Así que, co-mo había ido con la Fusca y la moto, vendí la moto y me pude pagar un hotel.

Aún no formaba parte de la banda. Bueno, sí, pero sólo como amigo. Subía al escenario a bailar; boludeaba. Hasta que, unos cuatro meses después de que entró Ser-gio, me compré el saxo. Bueno, en realidad no lo com-pré... “Conseguí” uno que siempre veía en la vidriera de una casa de instrumentos en Martínez. Con ese caño toqué muchos años... ¡Hasta que me lo robaron! Tomé clases cuatro meses con Aldo Montilla, todo un perso-naje. Llegaba a casa a las tres de la tarde, nos tomába-mos un whisky antes de tocar y, después, nos fumábamos uno. Ensayando en lo de Luciano, en Don Torcuato, me salió más o menos bien un solo en un tema instrumen-tal. De pedo: debo haber tomado cuatro, cinco cerve-

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zas, y quedó. Ahí me empecé a autosebar y logré tocar como miembro estable. Igual, Sergio tenía mucha más participación y yo metía algún solito, algún rulito por ahí. Pero a los tres meses de tocar, ya estaba grabando. ¡Y así suena! Bueno, en realidad suena mucho mejor de lo que podría ser por tan poco tiempo. Mi primer show fue en un boliche en Martínez, tocando sólo un par de temas: un instrumental y “Basta de llamarme así”. Me encantaba tocar los temas de Flavio, que es un tipo más apasionado, romántico, para componer. Pero para bailar me gustaban los ska más cuadrados; cuando se pudría... Lo sentíamos mucho; la verdad es que lo sentíamos. Eso era lo lindo de los Cadillacs: que sentíamos todo, las pil-chas que usábamos, las canciones, todo.

naco goldfinger

Con Mario habíamos dado el primer paso y los Ca- ✜

dillacs ya estábamos en la sala de ensayo, con un aire a Los Twist que pronto quedó tapado por el 2-Tone. Y cuando con Naco y Luciano vimos a Día D me enamoré del toque refinado de Ricciardi. Le decían “El Ramone” porque antes tocaba en un grupo más punk y tenía el corte de pelo y la campera ramoneros. De hecho, para los viejos punks, Fernando Ricciardi todavía hoy es “El Ramone”. También necesitábamos un brass y nos gustó Rotman. Así que a los pocos días fuimos a buscarlo a la casa, cerca de donde había tocado, y le dijimos: “Mirá, tenemos una banda, nos gusta Madness y hacemos ska”. A la semana vino a ensayar a nuestra sala en Tucumán y Larrea. Con Rotman adentro, enseguida llegó Ricciardi también y ya estábamos listos para salir.

flavio cianciarulo

En Los Encargados me sentía medio sapo de otro ✜

pozo, así que en un momento opté por quedarme con los Cadillacs; elegí tocar con amigos con los que salía, con los que estaba más cómodo. Y también por la ener-gía de la música, en contraposición con la onda Brian Eno, Kratfwerk... la frialdad de las máquinas de Los Encargados. Mucho después fui algo así como “el tipo tranquilo” de los Cadillacs, pero en los primeros shows era un descontrolado. Creo que los primeros discos de Madness y Specials llegaron al grupo de amigos vía Naco, que había vivido en Alemania porque el viejo era em-bajador. Naco te recibía en la casa a las dos de la tarde con saco de tres botones y sombrero... En un punto fue una especie de mentor ideológico de la banda. Antes de los Cadillacs, nunca había tenido un saxo, pero de a poco y sin mucho esfuerzo terminó tocando.

mario siperman

La persona con la colección más amplia de long plays ✜

de ska en esa época era Aníbal García, baterista de Al-phonso S’Entrega y responsable de la musicalización del excelente programa radial “El tren fantasma”. En cuanto a Ignacio Pardo Argerich, alias Naco Goldfinger, su pa-dre era diplomático de carrera, por lo que había vivido en Londres y en Frankfurt y sabía mucho de ska, pero de fines de los años setenta en adelante; mientras que García te podía hablar del ska jamaiquino original.

daniel picas

A Naco lo conocimos en el público de los Cadi- ✜

llacs. Una vez fuimos a Taxi Concert, pero encontra-mos el lugar cerrado, quién sabe por qué. Nos fui-

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mos caminando por Barrancas de Belgrano y justo nos cruzamos con Naco, que esperaba el colectivo. Yo lo encaré: “Che, vos siempre vas a ver a los Cadillacs, ¿no?” Y él enseguida me aclaró, “sí, pero no soy fan; son amigos míos”. Al poco tiempo estaba tocando con ellos. También conocimos como público a Daniel Pi-cas, que terminó como manager.

federico sasso sosa

Yo era un rude boy y vivía como tal y me divertía ✜

como tal y me mandaba las cagadas, fisuraba, lloraba y me reía como tal. Me gustó la onda, la filosofía y hasta hoy sigo siendo muy parco con respecto a otra música. Escucho, sí, mucho jazz, pero dentro del rock todavía les digo “modernitos” a Soda Stereo. Madness tenía esas melodías extraordinarias, la estética, cada detalle de esas tapas... Pero creo que me identificaba más con Specials, con esa cosa de tipos callejeros, más guarros. Y yo, si bien no soy callejero, tengo un espíritu de quilombo, de barrio... Me sentía totalmente iden-tificado con la cultura rude boy, pero no sólo con usar una gorra sino con la actitud. Por ejemplo, si veía un skinhead, me bajaba del escenario para cagarlo a trom-padas. De hecho en Berazategui una noche lo agarré a Judas con una navaja y casi lo mato. Fue un quilom-bo infernal. Flavio lo había invitado no sé por qué, de buena onda, pero cuando me avisaron dije “¿cómo que está Judas?” y lo encaré con la sevillana. Lo quería ma-tar. No me cabían los skinheads. Traeme un rocker y podemos charlar, pero no me traigas un skinhead. Con Los Casanovas, de hecho, nos cagábamos de risa. En sus shows los jodíamos gritando “¡rude boys, rude boys!”

y no los dejábamos tocar, pero después nos íbamos to-dos a comer juntos una pizza a El Cuartito. Pero con los skinheads no negociaba.

naco goldfinger

A Rotman le decían El Mod, pero ya se le había pa- ✜

sado un poco eso. Es como que asimilaba la informa-ción en tiempo real. Por ejemplo, cuando llegó a los Cadillacs, acababa de volver de Europa, donde se había encontrado en pleno post punk, así que andaba con el pelo parado y con un pin de The Cure, que todavía era algo raro. Nosotros estábamos totalmente metidos en el 2-Tone; Naco tenía ediciones del sello con el cen-tro plateado y negro, el “Skinhead Moonstomp”, todo Madness... Pero Rotman fue la gran fuente de infor-mación, tenía la posta, lo que nos faltaba. Mirábamos la escena de Jimmy en la disquería, de “Quadrophenia”, y nos decía: “¿Ven al que entra ahí con casco y con saco? Ese es un mocker. Fíjense cómo lo mira Jimmy”. Des-pués empezó a trabajar en un Tower Records que era trucho, porque no tenía la franquicia legal, pero que era maravilloso porque ahí estaban Rotman y también Gustavo De Cesare, gran conocedor de música, el tipo que después trajo, entre otros, a Peter Hammill. Sergio un día nos trajo el VHS de “Take It Or Leave It”, la pe-lícula de Madness. Fue una revelación. Terminamos de verla y nos sentimos absolutamente identificados. Pero de manera profunda, eh, no sólo porque nos gustara la música. No, cada uno de nosotros dijo “Yo soy ese”, como los nenes que juegan a identificarse con un per-sonaje. Medio infantil, sí, pero profundo al fin.

flavio cianciarulo

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Tenía una Vespa 67 original, celeste metalizada, con ✜

espejitos como las de “Quadrophenia”, y con la L, que pa-rece de Londres, pero que es de “learning”; te la ponen en Inglaterra el primer año que manejás. Se la había com-prado a un mecánico de Villa Bosch. Estaba linda, pero la choqué, la hice mierda. Un papelón: estaba en pedo, de traje y sombrero, y me llevé puesto un auto. Y abandoné la escena del crimen... Recién al día siguiente volví a bus-car lo que había quedado. Pero después tuve otras Vespa, más modernas, y hasta una moto de carrera.

naco goldfinger

Eramos de San Fernando, una zona donde había va- ✜

rios músicos. Zeta, de Soda Stereo; Alejandro Fiori, de Los Encargados; Quique, el cantante de Los Laxan-tes... Y nosotros, que debíamos tener 15 años, íbamos y les tocábamos timbre, a ver qué estaban haciendo... Por ejemplo, un día fuimos a lo de Zeta y, charlando, le preguntamos si había oído hablar de Los Fabulosos Ca-dillacs. Nos dijo que sí, que le habían comentado que el cantante era un chabón repodrido, que salía en los te-mas a gritar, sin letra ni nada. Y era verdad, algo de eso había, sobre todo en temas como “Día D”.

federico sasso sosa

A los 13 empecé a escuchar reggae. Sobre todo el re- ✜

ggae más comercial, en la FM de Radio del Plata, o por algún cassette que de vez en cuando lograba comprar: Marley, Peter Tosh... Un par de años después descubrí el ska. Me gustaban mucho The Selecter, Bad Manners, Madness. Una noche una amiga me dijo: “Vamos a un bar nuevo donde toca un grupo que quiero ver”. Quedaba en

Marcelo T de Alvear y Montevideo, se llamaba Blues y la banda resultó ser Los Fabulosos Cadillacs. Me encantó, así que fui a su próximo show, les hablé y terminé siendo una especie de manager aunque no por mucho tiempo, sólo unos seis meses. En ese momento nadie imaginaba que iban a llegar adonde llegaron; el plan era simplemen-te conseguir fechas. El arreglo típico, lo recuerdo bien, era el 70 por ciento de la recaudación para la banda y el 30 para el lugar, con la banda bancando el costo del sistema de sonido. Pero si metías más de 200 personas, podías renegociar un “90-10” y si pasabas las 300, quizás llegabas a quedarte toda la plata de las entradas porque el lugar ganaba suficiente con la barra.

daniel picas

Aunque ya habíamos debutado, un show importante ✜

fue el de Subterock, un festival de nuevas tendencias en Paladium, en 1985. Nosotros salimos con todo el fervor rude boy, al palo, a demostrar. Pero había otras buenas bandas, como RH, que era new wave, como Nylon pero más tapada, con un gay que cantaba con unos huevos infernales. También estaban Los Alkaloi-des, que después serían Los Intocables, aunque todavía estaban más rockabilly. Después de ese recital vi por primera vez una foto mía en la revista Pelo.

flavio cianciarulo

Hace un año que están tocando juntos, pero son ami- ✜

gos desde antes de formar el grupo. Flavio lo explica así: “Es que si vos sos amigo mío tenés que estar conmigo; si no sabés tocar, vení igual, y aprendemos juntos”. Este par-ticular sistema de funcionamiento es ampliado por Gaby:

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“Somos uno de los pocos grupos de acá que se manejan con ese esquema, en el que, además de juntamos para to-car, nos juntamos para divertirnos”.

Los grupos que más les gustan, casi con unanimidad, son: Style Council (el grupo de Paul Weller, ex Jam), The Specials, Bob Marley, The Cure y Colorfield. Encuadrados en la “ska music”, cuyo máximo exponente es el grupo Mad-ness, creen que su onda va cambiando espontáneamente y acercándose a la musica soul y a la del tipo FM yanki.

Aunque ahora constituyen un grupo subte, la rea-lidad de los Cadillacs difiere un poco de la de los de-más grupos que circulan por los pubs porteños. Es que tienen una posibilidad bastante concreta de editar su primer larga duración.

Luciano, el play boy ‘57, tiene algo que agregar:

“A muchos de los chicos que empezaron hace poco ya se les subieron los humitos y transaron lo suyo a cam-bio de la difusión masiva. Nosotros queremos ser un grupo estable y acabar con esa historia del grupo que dura un par de años y al diablo. Además, queremos romper con la mitología de la música nacional, con todo lo que se hizo aquí”.

Una aspiración poco modesta para estos Cadillacs que usan sombreritos y trajes a la antigua usanza, se ca-lifican como “chicos rudos” y hacen una música -a pesar de lo que diga mucha gente- nada divertida. “A nosotros no nos interesa divertir a nadie; si el que escucha las le-tras se divierte con nosotros es un idiota”.

de una nota de javier febre, en el suplemento sí,

del diario clarín, en agosto de 1985