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LA MANO DE OBRA EN LAS MINAS ROMANAS DEL OCCIDENTE DE ASTURIAS Narciso Santos Yanguas Universidad de Oviedo _ La conquista romana del Norte per ŭ nsular y su presencia en el mismo de manera más o menos estable a través de un control territorial que no comportaría una ocupación militar contirtuada por parte de amplios contin- gentes sino ŭnicamente el establecimiento de ciertos destacamentos de tro- pas en centros considerados clave (generalmente n ŭcleos de hábitat inclí- gena que adquieren unas características excepcionales), traería consigo una influencia notable sobre el poblamiento castrerio del Suroccidente astu- riano, en especial sobre el suelo ocupado por la población de los pésicos (los concejos de Cangas del Narcea, Allande, Tineo, Valdés y Salas). Este influjo, palpable de un modo particuiar en el campo económico (explotación y aprovechamiento de los recursos mineros), conllevaría un proceso de romar ŭzación de la población indígena mediante la presencia de elementos de alteración, transformación y carnbio sobre sus estructuras de orgarŭzación i . Como consecuencia de ello las comunidades septentrionales hispanas irían desplazando e, incluso, eliminando las formas de vida pro- pias de la cultura castreria prerromana a través de un proceso lento, cons- tante y continuado a lo largo de las dos prirneras centurias de nuestra era. De cualquier forma hay que partir del hecho de que la romar ŭzación, entendida como la aculturación de las sociedades indígenas por parte ro- 171

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LA MANO DE OBRA EN LASMINAS ROMANAS

DEL OCCIDENTE DE ASTURIAS

Narciso Santos YanguasUniversidad de Oviedo

_

La conquista romana del Norte perŭnsular y su presencia en el mismode manera más o menos estable a través de un control territorial que no

• comportaría una ocupación militar contirtuada por parte de amplios contin-• gentes sino ŭnicamente el establecimiento de ciertos destacamentos de tro-

pas en centros considerados clave (generalmente nŭcleos de hábitat inclí-gena que adquieren unas características excepcionales), traería consigo unainfluencia notable sobre el poblamiento castrerio del Suroccidente astu-riano, en especial sobre el suelo ocupado por la población de los pésicos (losconcejos de Cangas del Narcea, Allande, Tineo, Valdés y Salas).

Este influjo, palpable de un modo particuiar en el campo económico(explotación y aprovechamiento de los recursos mineros), conllevaría unproceso de romarŭzación de la población indígena mediante la presencia deelementos de alteración, transformación y carnbio sobre sus estructuras deorgarŭzacióni . Como consecuencia de ello las comunidades septentrionaleshispanas irían desplazando e, incluso, eliminando las formas de vida pro-pias de la cultura castreria prerromana a través de un proceso lento, cons-tante y continuado a lo largo de las dos prirneras centurias de nuestra era.

De cualquier forma hay que partir del hecho de que la romar ŭzación,entendida como la aculturación de las sociedades indígenas por parte ro-

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mana, no supone una ruptura total con respecto a las tradiciones autóctonasde la región, aun cuando arrastraría en todos los casos una transform.aciónpaulatirta y gradual en el marco de sus estTucturas2.

La anexión romarta del territorio ocupado por los pésicos del Surocci-dente asturiano daría origen a una transformación gradual de su organiza-ción, hecho que se manifestaría tanto a nivel econórnico como socio-polí-tico. El alcance de dicho proceso se observa a través de la puesta en funcio-narrŭento de las técnicas correspondientes a la minería aurífera (implanta-ción del sistema hidráulico con todo lo que ello comportaba...), sin olvidarel significado de las vías de comunicación como base para facilitar la explo-tación y aprovechamiento de tales recursos3.

Dejando de lado la problemática y alcance de la producción aurffera (zo-nas de explotación, mecanismos técnicos...), así como los interrogantes susci-tados en tomo a la evacuación de los productos obtenidos en las cortas mine-ras en dirección a la capital del Imperio4, vam.os a centrar nuestro análisis enlas características que nos presenta la m.ano de obra que serviría como fuerzade trabajo (especializada o no) en el contexto de dichas explotaciones mineras.

Desde el punto de vista cronológico podemos afirmar que, a partir delŭltimo tercio del siglo I de nuestra era, coincidiendo con la revitalizacióndel Noroeste peninsular llevada a cabo por los Flavios, lo que incidiría en laaceleración del proceso de murŭcipalización, el furtcionamiento de los con-

ventus jurídicos como urŭdades subprovinciales hasta cierto punto autóno-mas, la concesión del ius Latii (edicto de latirŭdad)..., se adaptarían definiti-vamente los mecarŭsm.os técnicos de aprovechamiento minero en el Suroc-cidente de Asturias, donde un siglo más tarde (en torno al año 170) todavíacontinuaban explotándose ciertas zonas auríferas del concejo de Allande,así como el suelo cercano de Cangas del Narcea, de acuerdo con lo que sedesprende de las excavaciones del recirtto castrerio de San Chuis (o del cas-tro de Larón), así como de la inscripción de La Arnosa, hallada en las inm.e-diaciones de este ŭltimo5.

qué motivos obedece el cese de las actividades extractivas en laszonas mineralizables de oro correspondientes al cuadran.te nordoccientalhispano? Tal vez este interrogante halle su explicación en problemas vincu-lados a la mano de obra, pero sin duda hemos de ariadir a ello la ausenciade rentabilidad en los centros de explotación minera, dado que las regionessusceptibles de aportar ciertas cantidades de oro se habrían reducido gra-dualmente con el paso de los arios 6; además, hemos de tener en cuenta quela conservación de la inf-raestructura hidráulica, a lo que hay que unir el

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manterŭmiento, tanto de la marto de obra como del personal técnico, admi-nistrativo y militar en los enclaves de poblamiento próximos a los centrosde explotación mirtera, no podían justificar a finales del siglo 11 unos gastosque, en modo alguno, recibirían compensación en lo pocos kilogramos deoro que se obtendrían de ellos cada año.

En este contexto halla su explicación el nacimiento de la provinciaHispania nova Citerior Antoniniana por parte del emperador Caracalla en elprimer tercio del siglo III; la nueva circurtscripción territorial abarcaría lostres conventus jurídicos del Noroeste peninsular correspondientes a la Ta-rraconense, en cuyo suelo estaban ubicados los distritos mineros de oroaprovechados por los romanos en el transcurso de las décadas anteriores7.La nueva entidad provincial adquiriría, además de los intereses político-ad-ministrativos o rrŭlitares (o quizás en conexión con ellos), un matiz clara-mente económico por cuanto suporŭa un intento de reactivación de las ta-reas mineras (posiblemente el ŭltŭno a nivel del gobierno central romano)con el objetivo de poner nuevamente en aprovechamiento dichos recursos8.

Sin embargo, tales intereses económicos fracasarían, lo que arrastraríahacia un debilitamiento de las explotaciones auríferas, e im-nediatamentedespués a la pronta desaparición de la recién creada provincia, que apenastendría vigencia a lo largo de un par de décadas; como resultado de ello elterritorio que englobaba dicha provincia pasaría a estar nuevamente bajo elmando ŭnico del legado propretor de la provincia Hispania Tarraconense9.

Una vez delimitado el ámbito temporal en que se llevarían a cabo lasactividades económicas vinculadas con la minería del oro, nuestro análisisse va a centrar en las características correspondientes a la fuerza de trabajoempleada en dichas tareas, no sólo desde el punto de vista de su n ŭmerosino también desde la perspectiva de la situación social (status socio-jurí-dico) de los diferentes colectivos que la integraban. Se trataría de un contin-gente de personas bastante elevado desde el momento en que se ha calcu-lado de martera aproximada el volumen de millones de metros c ŭbicos detierra mineralizable removidos10, necesarios para poder conseguir las canti-dades anuales de oro consignadas por Pl ŭŭo el Viejo con respecto al Noro-este perŭnsular en su conjunto (Historia Natural 33,4,78: 20.000 libras de oro= 6.500/7.000 kgs), a pesar de que la producción correspondiente al distritode Asturia sería la más abundante, sin duda por englobarse en dicho territo-rio la región minera de Las Médulas leonesas.

Artte todo hemos de partir del hecho de que resulta sumantente difícilprecisar el tanto por ciento, ni siquiera aproximado, de la fuerza de trabajo

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esclava con respecto a la libre, teniendo que desechar la hipótesis de quie-nes piensan que la solución vendría dada por la presencia masiva de martode obra típicamente romana (ciudadanos libres del exterior que prestaríansu fuerza de trabajo a cambio de un sueldo), cuya vida transcurriria alrede-dor de los destacamentos militares. Indudablemente su nŭmero variaría deacuerdo con la mayor o menor intensidad irnprirr ŭda al proceso de produc-ción en los distintos yacirrŭentos mineros, sin poder concretar la preponde-rancia de hombres libres frente a los esclavos ni viceversa, como se ver ŭahaciendo tradicionalmente en el sentido de que miles y rr ŭles de indígeriassometidos serían obligados a trabajar como esclavos en el interior de las mi-nas (cuando en realidad las explotaciones mineras subterráneas de irtteriorserían minoritarias con respecto a las de cielo abierto).

Como p-unto de referencia podemos partir de un análisis geográfico-territorial concreto y con entidad suficiente en el marco del Suroccidente deAsturias, el constituido por el actual concejo de Allande: la población quehabitaba dicho suelo, diseminada por más de una veirttena de recintos cas-treños, rondaría las 3.000 personas libres (orgarŭzadas en civitates, como lodemuestra la civitas Paesicorum de la zona de Arganza-Tineo) 11; sin duda seañadiría, como marto de obra utilizada en las labores mineras, un grupo degentes que hallarían acogida en poblados abiertos de vigencia temporalcorta, surgidos al amparo de las actividades vinculadas al aprovechamientode las cortas mineras de oro. De acuerdo con ello hay que contar, al menos,con la presencia de un millar de personas que aportarían su fuerza laboralen los tajos mirteros de la región durante un periodo de tiempo aproximadode un centenar de años, pudiéndose conseguir en las zonas mineralizablesde dicho concejo alrededor de unas mil libras anuales de oro (en torno aunos 300/350 kgs de media), especialmente en la fase de máximo aprove-charniento y siguiendo las pautas marcadas por el conjunto total de los lo-gros económicos reflejados en el texto pliniano.

Por lo que respecta a la mano de obra, de características y status jurídicoheterogéneos, entre las personas que aportarían su fuerza de trabajo en la ex-plotación de los recursos mineros hay que contar con elementos enrolados enlas urŭdades rrŭlitares del ejército romano estacionado en territorio ibérico,especialmente en el arco nordoccidental hispano, así como con el colectivo decondenados a trabajos forzados (damnati ad metalla), sin olvidar la presenciade un nŭmero, más o menos sigrŭficativo, de esclavos, y junto a ellos perso-nas en situación de semilibertad, a los que se ur ŭrían grupos de indígenas se-milibres, al igual que un conjunto de individuos libres, autóctonos y foráneos

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(como el uxamense de la lápida de La Arnosa-Cangas del Narcea), y un nŭ-mero destacado de indígenas, cuya presencia y participación en dichas activi-dades laborales sería utilizada como un medio de promoción social...

Desde el punto de vista técrŭco tal vez el elemento más sigrŭficativohay que identificarlo con la participación de militares en la puesta en explo-tación de los yacimientos mineros 12: la actividad de los integrantes de estosdestacamentos de soldados se centraría en la puesta en funcionamiento detales aprovecham.ientos y en la implantación de los mecanismos técnicosadecuados; además de ello, estarían encargados a un mismo tiempo delcontrol y supervisión del manterŭrrŭento de las minas como peritos e inge-rŭeros técnicos13.

El nŭmero de explotaciones mineras aprovechadas porios romanosen el territorio correspondiente a las provincias imperiales es incalculable,destacando sobre todo las labores a cielo abierto; la orgar ŭzación, puesta enexplotación y gestión de tales yacirrŭentos suponían una estructura bas-tante compleja, elaborada y concreta, en la que la participación del ejércitosuporŭa un factor relevante de acuerdo con la documentación antigua 14. Eneste sentido, a medida que en las ŭltimas décadas se ha tendido a aclararcada vez más el sentido y alcance de los destacamentos militares romanosasentados en los enclaves castrenses del Imperio, la problemática vinculadaa la participación de tales tropas en el aprovechamiento de los recursos mi-neros ha ido adquiriendo un significado nuevo, que nos permite poner enrelación el papel desempeñado por el Estado romano con el jugado por elemperador, así como las consecuencias de nivel económico...13.

El historiador Tácito nos informa de que, en tiempos de Claudio, Cur-tio Rufo se sirvió de los legionarios a su mando para llevar a cabo la b ŭs-queda de filones de plata enclavados dentro del ager Mattiacus de las regio-nes germánicas 16. En cuanto a las provincias hispanorromanas, aunque lasreferencias a la explotación regular de los recursos mineros des.cle tiemposrepublicanos resultan abundantes 17, mucho menos es lo que conocemosacerca del status jurklico y las condiciones técrŭcas y humanas im.plicitas endichas actividades laborales (solamente Plinio en los libros 33 y 34 de suHistoria Natural nos ofrece un panorama sucinto de dichas condiciones y delas relaciones sociales entabladas).

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La regulación adnŭnistrativa, los contratos de explotación, las formasde propiedad y usufructo, el régimen de aprovechamiento, las condicionestécrŭcas (apuntalamiento de las bocaminas...) y laborales... solamente nosson conocidas, aunque sea parcialmente, en el caso de la Penffisula Ibéricaen la lex metalli Vipascensis, hallada en las tablillas broncíneas de Aljustrel(Portugal) 18, o en las elaboradas en cera descubiertas en Alburnus Maior, enterritorio correspondiente a la provincia de Dacia 19. En ninguno de estosdocumentos aparece reseriado el papel desemperiado por los soldados, aexcepción de una referencia tangencial en el primero de ellos en la que,losmilitares parecen contar con el derecho de entrar libremente en las termas(Lex metalli Vipascensis 1,3).

Será, sin embargo, la epigrafía no jurídica la que nos permita conocerel nivel y características de las relaciones entre las unidades militares roma-nas y los aprovechamientos mineros en el marco del territorio provincial; enel caso hispano (y en el contexto del Noroeste perŭnsular) las inscripcionesde Villalís y Luyego en el conventus Asturum, cuyo sentido es completadopor las aparecidas en Tres-minas (Villa Pouca de Aguiar) 20 en el conventusbracaraugustano, configuran un elemento destacado desde el momento enque constituyen un sintoma evidente de la ocupación y presencia militar ro-mana en la región21.

El establecimiento de destacamentos militares halla su explicación enel hecho de que la existencia de damnati ad metalla (condenados al trabajo enlas minas) y de un colectivo integrado por la mano de obra esclava requeri-ría su intervención como medio de control, al igual que sucedería con los la-drones, cuya avaricia se vería excitada por la proximidad al metal preciososacado de las rninas. Resulta poco probable pensar en la participación de lossoldados como fuerza de trabajo en las duras labores extractivas de las cor- •

tas mineras, por lo que su presencia se relacionaría con una función técnica,centrada en la puesta en furtcionamiento y adaptación de los mecanismosadecuados, así como en su en.serianza a los indígenas y asalariados de lasdistintas explotaciones22; tales actividades se derivan del corpus de epigra-fía imperial romana perteneciente al cuadrante nordoccidental hispano, quepone de relieve la presencia continuada de militares en los distintos distri-tos nŭneros de la zona a lo largo de todo el siglo 11 de nuestra era.

Por lo tanto, los componentes de dichas urtidades militares, ademásde la supervisión y control del territorio y de las cortas mineras correspon-dientes, cumplirían otras funciones: si tenemos presente el tipo de explota-ción predominante utilizado en las minas de oro del territorio de los astu-

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res, la famosa ruina montium, que con tanta profusión nos describe Plinio(Historia Natural 33,74) y en la que la participación de la fuerza hidráulicaconstituiria el sistema fundamental, parece lógico pensar que los soldadosse erigirían en el grupo de ingerŭeros técrŭcos especializados en dichas ta-reas, cuyos mecanismos irían enseñando a los propios trabajadores de losdistintos tajos mineros con el fin de que asimilasen las técrŭcas de laboreo23.

Estas circunstancias nos llevan a pensar en una diversificación de lastareas realizadas por los elementos militares integrantes tanto de los cuer-pos legionarios como de las unidades de tropas auxiliares; en este sentidolos monumentos epigráficos de Villalís reserian la presencia simultánea detropas legionarias y auxiliares, dependiendo estas ŭltim.as de la legión VIIGemina: en este contexto se erunarcan los emplazarnientos campamentalesde la cohorte I de los celtíberos en Cidadela, Sobrado dos Monxes (La CO-ruña)24, cuyos orígenes parecen remonar a la época flavia, y de la cohorte Igálica (CIL II, 2553 = A. E. 1910,4 = ILS 9127), que corrobora el siglo 11 comoetapa de estacionarrŭento. - -

La supervisión y control del territorio (con urtos objetivos económi-cos y administrativos a un mismo tiempo), lo que implicaba la protecciónmilitar contra toda dase de agresión posible, no constituirían más que al-gunos de los elementos propios de la actuación de los soldados romanos, alos que había que añadir la ayuda técrŭca, la concentración y evacuación de

• los productos mineros (básicamente de oro) en dirección a la capital del• Imperio o a las distintas cecas irnperiales y talleres de emisión, sin olvidar

su conexión con las tareas adrninistrativas 25. En el fondo esta utilización delas unidades militares romartas no haría más que reflejar las obligacionesdel Estado, que, en el contexto de los siglos altoirnperiales, habia pasado aconvertirse en el eje vertebrador en la dirección y achninistración de losclistritos mineros.

Por consiguiente hemos de pensar en la combinación de todo este tipode funciones, así como en las relaciones establecidas entre las tropas, asen-tadas sin duda en los recintos castrerios próximos a los centros de aprove-charniento minero, y los furtcionarios imperiales encargados de la organiza-ción y funcionarrŭento de cada uno de los distritos (los procura tores y losprocuratores metallorum)26. En este caso conocemos que los soldados de lasexplotaciones mineras de plata de Vipasca c-urnplirían funciones administra-tivas, de la misma martera que sucedería con Cogatinius Iuvenis, beneficiariusde la legión I Minervia, asentada en Germania inferior (CIL XIII, 1797): for-maba parte del entorno del procurator de las minas de hierro galas y su pre-

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sencia en Lugdunum nos lleva a pensar que estaría vinculada a una funciónadministrativa, dependiente del gobiemo central romano.

Ahora bien, todas estas actividades de carácter administrativo, espe-cialización técrŭca, supervisión y control territorial de las regiones minerali-zables no se hallan atestiguadas rŭ a lo largo de las décadas del Alto Impe-rio ni en todos los distritos mineros del Noroeste peninsular; en nuestrocaso la docum.entación se relaciona tir ŭcamente con el periodo que transcu-rre entre los años 130 y 191. En el territorio peninsular ibérico no todas laszonas de explotación mirtera de oro han aportado elementos claros de unapresencia nŭlitar continuada, lo que no sería de extrariar al pertenecer a unaprovincia imperial y con ejército propio como era la Hispania Citerior Ta-rraconense; en contrapartida los soldados que vemos en Vipasca se corres-ponden con un distrito minero enclavado en una provincia hispanorro-mana inerrne, la de Lusitarŭa.

Es por ello que el desplazamiento de la mano de obra necesaria paralas tareas rrŭneras desde sus lugares de alojanliento (recintos castrerios, po-blados de nueva planta, centros de hábitat abiertos construidos a base demadera como barracones...) y la adaptación de las técnicas mineras y delinstrumento laboral preciso respondería a unas circunstancias y e)dgenciasno meramente económicas y técnicas27. De ahí que se haya llegado a pensarque la implantación de los adelantos técnicos, concebida como signo de unaracionalidad llevada a sus ŭltimas consecuencias, se convertiría en algo to-talmente inseparable de la actuación propia del poder central y de la orga-nización de la sociedad romana de la época28.

El control territorial que emartaba de la autoridad imperial no consti-tuía más que uno de los presupuestos que formaban parte de un complejoentrarnado de mecanismos distintos; en este contexto los vínculos y relacio-nes entre los cuerpos militares romanos y el aprovechamiento de los recur-sos mineros serían expresión de la posición central y dominante del empe-rador, quien se marŭfestaba a la vez como propietario de los distritos mine-ros, guardián y supervisor de los aprovechamientos de tales recursos pŭbli-cos, general en jefe del ejército y dispor ŭendo de la autoridad en sus manos,a pesar de lo cual no podemos olvidar que se trataría de un sistema de orga-nización politico-admfrŭstrativa en el que el servicio militar no quedaría cir-curtscrito al manejo de las arrnas y a las actividades estrictarnente milita-res29.

En este sentido, aunque se trata de un aspecto sobre el que volvere-mos más adelante, hemos de decir que los destacamentos militares (integra-

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dos por apenas unas docenas de soldados) desemperiarían un papel furtda-mental en los recintos de población utilizados como puntos de recepción delos productos mirteros obtenidos en los diferentes distritos; éste sería el casode Coaria por ejemplo con respecto a los yacimientos auríferos de la cuencadel Navia-Ibias, o de San Chuis con relación a los extraídos en las márgenesdel Arganza-Narcea (Bachicón de Fresenedo, Carcoas de Cereceda, explota-ciones de Sienra, Iboyo-Faidiel, Chanquerona de Villaveser...), puesto quedesde dichos enclaves se evacuarían esos productos mineros cada ciertotiempo, bien a través de rutas marítimas bien sirviéndose de las vías terres-tres, en ambos casos en dirección a Roma30.

En el ámbito territorial hispanorromano la presencia de soldados enlos yacimientos mineros, de acuerdo con la docurnentación contemporánea,se reduciría al periodo que transcurre entre los emperadores Adriano• ySeptimio Severo; su origen puede hacerse remontar al momento del estable-cimiento definitivo del sistema militar de los Flavios, es decir una vez edifi-cados los campamentos de las legiones (en realidad una sola; la legión VIIGemina), y de las tropas auxiliares, trazados y construidos las vías de co-murŭcación y los puentes correspondientes a cada urta de ellas, adaptado yestablecido el sistema hidráulico propio de los aprovechamientos mine-ros... 31 . Este periodo histórico-econthnico se cerraría con la presencia de unemperador cuya actitud con respecto al ejército y a la política militar en ge-neral dejarían mucho que desear, suporŭendo una ruptura, al menos par-cial, con respecto a la dinastía de los Antoninos32.

En las provincias hispanas, y más en concreto en las circunscripcionesterritoriales del Noroeste peninsular, la función desemperiada por las ur ŭ-dades militares romanas, al igual que sucedía en Egipto, no se relacionaríacon la defensa frente a los peligros exteriores más que en una pequeria me-dida; se trataba de un ejército de carácter interprovincial (con la legión VIIGemina como nŭcleo de gravitación principal desde tiempos de los Fla-vios), cuyos objetivos estarían en relación con la protección de los interesesdel emperador en todos los territorios bajo su jurisdicción, así como de losmecarŭsmos propios de la administración de dicho suelo33.

Este hecho, quizá totalmente claro a los ojos de sus conternporáneos,sería sin duda la causa de que Plinio el Viejo no haya hecho mención al-guna, en su excursus acerca del proceso de aprovechamiento de los recursosmineros de oro, de la presencia de soldados en las cortas r ŭ en los distritosmetalíferos del arco nordoccidental hispano; en este sentido el naturalistaera consciente de que las zonas mineralizables de oro estaban directamente

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bajo la jurisdicción imperia134, por lo que la presencia de grupos de solda-dos con vistas al control de los aprovechamientos de tales recursos econó-micos pudo constituir la base para urta intensificación de las labores en lostajos. En este sentido, al contrario de lo que piensan algunos autores 35, laausencia de cualquier irtdicio de este tipo durante el siglo 111 obedecería alabandono de las tareas conectadas con los centros de aprovechamiento au-rífero, cuyo rendimiento había dejado de ser rentable por varias causas.

Por su parte un segundo colectivo de personas, que integraban lamano de obra correspondiente a los yacimientos mineros del Suroccidenteasturiano, estaría constituido por los condenados a trabajos forzados en lasIrdnas (damnati ad metalla); su presencia, más o menos numerosa, junto conlos individuos que aportarían mano de obra esclava hace suponer que elmineral extraído en los tajos atraería hacia dichos lugares de explotación acuadrillas de ladrones y salteadores de caminos, por lo que se requeriría lapresencia de unidades militares con el fin de controlar a estos condenadospor la justicia y al personal laboral no libre, así como para supervisar los re-sultados de las explotaciones auríferas, la concentración de tales productosen enclaves seguros (el centro de población más representativo de cada dis-trito o cuenca n-ŭnera, que contaría con un destacamento de soldados no ex-cesivamente amplio) y la supervisión de la evacuación de los mismos en di-rección a la capital del Imperio.

La condena a las actividades en los centros mineros (damnatio ad meta-11a) aparece reseriada en el derecho romano como el castigo más riguroso in-mediatamente después de la pena de muerte 36. Hace ya casi un siglo queMommsen consideró que fue en tiempos de Tiberio, en concreto en el ario23 de nuestra era, cuando se implantó esta nueva pena, que la porŭa en co-nexión con la pérdida del derecho de ciudadartía entre las condenas infligi-das a las clases superiores de la sociedad romana 37; aunque no existen da-tos concretos al respecto resulta sintomático el hecho de que la aparición deesta nueva pena judicial coincida en el tiempo con el momento en que elemperador pasa a controlar un distrito minero de cierta relevancia en el ám-bito de las provincias hispanorromanas (en concreto Sexto Mario es despo-jado de sus explotaciones de Sierra Morena, que pasan a ser confiscadas porTiberio en dicha fecha).

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Desde la época del primer emperador romano encontramos ya algu-nas minas explotadas a iniciativa del mismo, como era el caso de Egipto,donde los Ptolomeos se habían servido en las décadas anteriores de los con-denados para llevar a cabo dichos trabajos 38, siendo igualmente Augusto, sihemos de creer en las referencias de Floro (2,25,12 y 33,60) quien pondría enfuncionanrŭento por primera vez los mecanismos necesarios para la explota-ción intensiva de los yacinŭentos de oro aprovechados en época romanatanto en la provincia de Dalmacia como en la de Hisparŭa Citerior Tarraco-nense (en concreto en el Noroeste perŭnsular).

Hay que tener en cuenta, sin embargo, que la condena a las minas en-cubría, desde las décadas finales del siglo 11 y los inicios de la centuria si-guiente, una doble realidad, distinguiéndose en el plano jurídico entre ladamnatio ad metallum y la damnatio in opus metalli39; esta diversificación ven-dría dada por la cliferencia existente entre la gravedad de los lazos que irn-plicaban una mayor o menor libertad de movimientos de los condenados.En cualquier caso la pena que se conectaba con el trabajo de las minas pa-rece haberse aplicado ŭrŭcamente a los componentes del grupo de los humi-liores y de los esc.lavos, mientras que los integrarttes de la milicia no podíanser sometidos a ella.

Los condenados a mirtas serían considerados de hecho como esdavos,a pesar de que, para distinguirlos de los esclavos al servicio del supremomagistrado del Imperio (esclavos imperiales), en ning ŭn momento podíanadquirir la denominación de servi Caesaris, siendo calificados siempre comoservi poenae. Podemos preguntamos si tales condenados ŭnicamente erantrasladados como mano de obra a los centros mineros bajo control directodel emperador40 : las fuentes jurídicas (Ulpiano en concreto) (Digesto48,19,8,4) parecen ac.larar la cuestión, dado que los goberrtadores provincia-les, delegados del poder ŭnperial, no podrían enviar a los condenados a di-chas penas más que a los distritos mirteros propiedad del emperador.

.,Existieron damnati ad metalla en Vipasca? La ŭnica ley rrŭnera romanade territorio provincial hispano no hace alusión algurta a este colectivo depersonas, destacártdose el hecho de que los esclavos que no habían cum-plido las ordenanzas propias del centro minero eran expulsados »del territo-rio del distrito de Aljustrel y obligados a no aparecer más por ning ŭn otrolugar de minas (podían ser vendidos a otro dueño, quien los llevaría enca-denados)41.

Ahora bien, a pesar de que no exista seguridad acerca de la presenciade esta mano de obra integrada por condenados judiciales en las minas de

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plata de Vipasca, tenemos conocŭniento de la presencia de elementos milita-res, incluso tratándose de una provincia hispanorromana (Lusitania) sincontingentes de soldados estacionados de manera estable en dicho territo-rio; la presencia de tales militares pudo ser de carácter temporal o llevarse acabo de forma continuada, en cuyo caso contarían con un campamento es-table para su alojamiento. Con respecto a la primera posibilidad tal vez ten-gamos que conectar este hecho con la existencia en el distrito minero lusi-tano de colectivos de damnati ad metalla, cuya actividad era preciso contro-lar; en cuartto al segundo caso hemos de pensar, más que en una función decontrol (del territorio y de la marto de obra), en la presencia de beneficiarios,quienes, junto al procurator provincial y los procuratores metallorum, se ocu-parían de los distintos niveles de explotación de los yacimientos mineros(puesta en furtcionamiento de los mecanismos técr ŭcos, sistema hidráulico,obtención de los productos mineros correspondientes, control de esos pro-ductos extraídos, evacuación de los mismos cada cierto tiempo a través delas vías terrestres o marítimas...)42.

Por consiguiente, hemos de partir del hecho de que durartte el siglo Ide nuestra era se contempla la presencia de soldados-mirteros en los distri-tos del Noroeste peninsular, induido el Suroccidente de Asturias, cuya acti-vidad estaría centrada igualmente en el control de la mano de obra esclavautilizada en los tajos; sin embargo, nos encontramos con una diferenciacióntemporal clara: mientras que los esclavos encargados de las tareas minerasaparecen registrados ya en el siglo I, el grupo de los condenados .a minas noadquieren carta de naturaleza como mano de obra significativa más que a

•partir de los inicios de la centuria siguiente, momento que coincide precisa-mente con la etapa de máximo aprovechamiento de los recursos auríferosdel Suroccidente asturiano43.

Este hecho hemos de relacionarlo sin duda con la existencia de variosniveles de castigo", mostrándose el segundo de ellos (la damnatio in opusmetalli) como condena menos grave en tiempos de Adriano, lo que haría po-sible que el poder imperial remitiese a las minas desde ese momento unafuerza de trabajo más abundante procedente de estas condenas judiciales. Aeste respecto, y cuando ya las explotaciones mineras de oro del arco nor-doccidental hisparto había decaído enormemente (hasta el punto de llegar adesaparecer muchas de ellas), resulta sorprendente, y al mismo tiempo sig-nificativo, el hecho de que el mayor porcentaje de marto de obra que encon-tramos en los distritos mineros durante los siglos III y IV corresponda, deacuerdo con la documentación contemporánea, a los damnati ad metalla, tal

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vez como consecuencia de que dichas actividades habían dejado de ser yaun actractivo para los hombres libres de la época, al revés de lo que sucede-ría en el transcurso de las dos centurias altoimperiales. Es en este contextoen el que puede comprenderse el edicto de Constantino, fechado en el ario325 (Código Teodosiano 15,12,1), de acuerdo con el cual quedaba terrninante-mente prohibido a los condenados su utilización en los sacrificios cruentos,siendo desplazados en contrapartida a los centros mirteros a ŭn en explota-ción en aquella época.

IV

Por lo que se refiere al contingente de hombres libres que tomaríanparte en las tareas mineras podemos partir, como punto de referencia, delhecho de que los asalariados de esta categoría que mejor conocemos en elmundo laboral romano se corresponden con personas de status libre quetrabajaban en dichos yacimientos mineros: en concreto se trata de tres per-sonajes que aportaban su trabajo como mineros en los pozos de producciónaurífera de la región romana de Dacia en el transcurso del siglo lif de nues-tra era45. Entre los integrantes de esta fuerza de trabajo libre hemos de des-tacar, ante todo, en el caso del Su.roccidente de Asturias, al grupo de indíge-nas sometidos (probablemente en una situación jurídica de semilibertad),así como a un conjunto sigrŭficativo de hombres libres, bien fuese autócto-nos bien procediesen de fuera de dicho territorio, cuyo mejor, y ŭrŭco, ex-ponente en territorio asturiano lo constituye el uxamense Lucio ValerioPóstumo, de acuerdo con la lápida funeraria encontrada en La Arnosa(Cangas del Narcea), en el contexto histórico del recinto castrerio de Larón ylas explotaciones romartas de Los Muraca1es46.

Esta situación entronca con un hecho constatado en la misma épocaen el distrito mirtero de Aljustrel (Vipasca), donde encontramos a un grupode asalariados utilizados en las tareas de obtención de plata, que son califi-cados como mercenarii; entre este colectivo se hallaría sin duda un conjuntode indígenas, quienes, como contraprestación a su fuerza de trabajo, recibi-rían, al margen de un cierto grado de consideración o promoción social osocio-política, un sueldo. Por consiguiente, la participación de mercenarioscorrespondientes a las poblaciones indígenas septentrionales en el marco dela administración y econorrŭa rornanas del Alto Imperio se llevaría a efectode dos marteras distintas: o bien como elementos enrolados en los diferen-

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tes cuerpos de tropas auxiliares, que dependían de las ur ŭdades legionariascorrespondientes47, o bien como mano de obra utilizada en las explotacio-nes mineras de oro de los distritos de la región45.

Podemos preguntarnos a este respecto cuáles serían las causas queprovocaron esta presencia casi masiva de fuerza laboral libre en las activi-dades mineras. Desde el siglo I d.n.e. la documentación escrita antigua hacereferencia a la presencia de componentes de algurtos grupos étrŭcos despla-zados a otras regiones o provincias cercanas con el fin de participar en talesactividaes económicas; es el caso, por ejemplo, de los orgenom.escos trasla-dados a las minas de Sierra Morena de acuerdo con las indicaciones de Pli-nio el Viejo y Floro. Con respecto a esta población del Norte peninsular(cántabra y no astur, a pesar de ocupar una parte del Oriente asturiano ac-tual), y a otras similares de la provincia de Dalmacia y Britanrŭa, sabemosque una de sus ocupaciones, desde la etapa artterior a la presencia romana,se relacionaba con las labores mineras, por lo que en modo alguno podemosconsiderarlo como una obligación de nuevo curio49.

Esta política encaminada a desplazar a individuos correspondientes agrupos tribales conocedores de la tradición minera hacia distritos en los quese ponen en explotación nuevos recursos (en nuestro caso de oro) la volve-remos a encontrar en el siglo 11 con motivo del aprovechamiento de los yaci-mientos de la región de Dacia50; además, disponemos de una referencia in-directa, en la que Tácito nos asegura (Agricola 31) que la derrota de los cale-dorŭos conllevaría su paso a la situación de esclavos al no disponer de re-cursos mineros para ser explotados por los romanos (siendo utilizados losindígenas como mano de obra) una vez anexionado el territorio, lo que nosda a entender que la situación en los tajos mineros era mucho mejor que lapropia de los esclavos (y así debió ser comprendido por parte de las pobla-ciones indígenas del Noroeste peninsular en el transcurso de los arios delAlto Imperio).

Si tenemos presentes las condiciones desfavorables que encerraban laproducción minera de época romana (disposición para desplazarse a ciertasdistancias, peligros vinculados a las labores mineras de interior o de cieloabierto, condiciones geoclimáticas de altitud, Iluvia, frío, nieve...), la admi-rŭstración imperial se daría cuenta rápidamente de que el trabajador másadecuado para sus intereses no podía ser otro que el asalariado libre al reci-bir urta paga por su esfuerzo. Ahora bien, estas personas, de status libre, enmuchas ocasiones provendrían de centros urbanos de cierta entidad, en losque durante esos siglos el paro como fenómeno económico-social había he-

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cho su aparición y se dejaba sentir con fuerza, aun cuarxdo los parados seríanutilizados por lo general en labores de corta duración, a cuyo final pasarían aengrosar nuevam.ente la cola de desocupados en la plaza del mercado51.

De cualquier forma el trabajo en las cortas mineras revestiría unosrasgos excepcionales en el contexto del mundo laboral antiguo: la mano deobra libre asalariada solamente parece haber sido utilizada, y eso parcial-mente, en el ámbito de la construcción si excluimos el entomo laboral cons-tituido por las actividades en las minas 52; en cierto sentido las explotacionesmineras no dejaban de constituir urta especie de quiste extraño en el árrtbitodel mundo económico antiguo, caracterizado básicamente por el predomi-rŭo del sector agropecuario sobre el resto.

Con el fin de suavizar las condiciones negativas de este trabajo de-sempeñado por personas libres el Estado romano trataría de mejorar, a •olargo del siglo 11, las condiciones laborales en los centros mineros, así comode facilitar la comodidad de desplazamiento hasta los tajos, favoreciendode este modo el trazado de la red viaria que pondría en comunicación losnŭcleos de hábitat (recintos castrerios y otros tipos de poblarr ŭento) con losdistritos de aprovechamiento minero 53. En este sentido a los ciudadanos li-bres irtteresados en el trabajo en las rnirtas se les concederían ciertas prerro-gativas, como el aprovechamiento de las escorias de las minas en beneficiopropio, tal y como nos aparece reflejado en la regulación de las explotacio-nes de Vipasca54.

En este contexto se enm.arca igualmente la presencia de termas o ba-ños en el árrtbito del funcionamiento de dicha mirta, algo que la propia ad-ministración imperial consideraba como un derecho de quienes tomabanparte en dichas actividades laborales55. Por otro lado, aunque la ley mineralusitana da cuenta, en algunos de sus apartados, de las medidas de seguri-dad tomadas en relación con los pozos mineros (apuntalamiento de las ga-lerías mecliante el empleo de pivotes de madera, depuración del aire con elfin de no hacer sufrir los pulmones de los rrŭneros, control militar de losproductos extraídos para no ser asaltados en el transcurso de su evacuacióndurante el día, cálculo aproximado de las horas de trabajo diarias deacuerdo con los turnos de los equipos de trabajadores...), no permite cono-cer, ni de forma aproximada, la cantidad de salario que recibían estos m.er-cenarios de Vipasca como compensación a sus esfuerzos. En contraste losyacirnientos auríferos de la región de Dacia aportan ciertas indicaciones se-gŭn lo que se nos consigna en las tablillas de cera correspondientes a dichodistrito minero56.

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En la zona de aprovechamiento minero de Dacia, puesta en explota-ción intensiva tras la conquista de la región por parte del emperador Tra-jano, se utilizó como mano de obra población proveniente de una serie decomurŭdades autóctonas, entre ellas los pirustos de Dalmacia57: de los trescontratos de trabajo corresponientes a la explotación minera de AlburnusMaior dos de ellos registran un sueldo (pago como merces a tales mercenarii)de unos 5 a 7 ases por día, que tal vez podamos considerar como el salariomedio abonado a un trabajador libre en los yacimientos de aprovecha-miento minero (de oro y plata especialmente) durante las décadas de me-diados del siglo 11 (desde el ario 120 al 180 aproximadamente, que coincidecon la fase de mffidmo aprovecherniento de los recursos auríferos en el Su-roccidente de Asturias)58.

La presencia de trabajadores de status libre en los centros rrŭneros dela provincia hispanorromana de Lusitania, así como en los de Dacia en esarrŭsma época, nos lleva a pensar que este tipo de fuerza de trabajo sería uti-lizado sin duda con cierta intensidad en otros muchos enclaves de aprove-charniento rninero del mundo roinarto durante el siglo 11, en especial en loscentros auríferos del cuadrante nordoccidental hispano.

En suelo hispanorromano, además del distrito de Vipasca, tenemosconstancia de ello en la actividad desplegada, aunque fuese de forma tempo-ral, en las reservas mineras de Río Tinto59, donde los docum.entos epigráfi-cos testimonian la presencia de, al menos, dos personas libres identificablescon trabajadores de las minas60. Además, este tipo de trabajos en manos dehom.bres libres estaría igualmente arraigado en el distrito minero de Tres-nŭrtas en el Norte de Portuga161, así como en la mirta El Centerŭllo, en la pro-vincia de Jaén62, o en las explotaciones de la región del Turienzo en León63.

Sin embargo, a partir del siglo 111 esta mano de obra libre parece desa- •

parecer bruscamente en las minas del Imperio romano o, al menos, su pre-sencia no es consignada en la documentación antigua (literaria o epigrá-fica), coincidiendo con urt momento en que la circulación monetaria experi-mentaría cambios sustanciales. Esta situación no puede resultar extraria enlos distritos mineros correspondientes a los tres conventus jurídicos del No-roeste peninsular si tenemos en cuenta la sensible reducción que se lleva acabo en la producción minera desde las décadas finales del siglo II y du-rante la centuria siguiente, hasta el punto de que los esfuerzos de Caracallapor revitalizar dichas actividades resultarían baldíos.

En cualquier caso podemos afirmar que la fuerza de trabajo aportadapor personas libres en los centros mineros romartos (del siglo 11 sobre todo)

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nos pone en conexión con un problema comŭn en el mundo laboral anti-guo, el de la concurrencia entre el trabajo de los libres y el propio de los es-clavos". Como norma general la marto de obra libre ŭrŭcamente tendría ca-bida en una situación económica excepcional, como podían ser la construc-ción, el comercio y transporte marítimos, la recolección de las cosechas...,en todos los casos con un matiz temporal evidente. No obstante, el empleode esta fuerza laboral en las minas del Alto Imperio (más en el siglo 11 queen el I segŭn todos los indicios), acabaría por convertirse en un hecho co-mŭrt y generalizado en el territorio provincial romarto que dispor ŭa de re-cursos mineros.

Los centros de explotación aurífera del Occidente de Asturias conta-rían con un contingente de personas libres, como lo documenta la inscrip-ción funeraria correspondiente al uxamense de La Arnosa (Cartgas del Nar-cea), aunque desconozcamos los años de trabajo que emplearía en dicha ac-tividad con anterioridad a su muerte (Lucio Valerio Póstumo murió a laedad de 50 años segŭn su propia lápida) rŭ tampoco se nos cortsigue en rŭn-gŭn documento la jorrtada laboral de tales trabajadores horas o más deacuerdo con el sistema de turnos que parece desprenderse del centro mi-nero de plata de Vipasca?).

En cualquier caso creernos que la fuerza de trabajo fundamental noestaría constituida ni por estos individuos ni por los damnati ad metalla nipor los militares (pocos en nŭrnero, pero cuya participación sería realmentesigrŭficativa en las cortas de explotación) sino por los propios indígenas as-tures; ahora bien, estos elementos autóctonos no forrnarían parte del colec-tivo de los esclavos o sometidos sino que, a partir de urta situación de semi-libertad, y contando con el hecho de que tendrían asegurada su subsistencia(alimentación) como compensación a su participación en las actividades mi-neras, lograrían una promoción socio-politica, tal vez la ciudadanía latina,que implicaba su ascenso a la condición de hombres libres, en e. 1 marco desus propias comunidades.

Esta hipótesis de trabajo, planteada por nosotros hace unos años 65, secentra en un doble hecho: por una parte un n ŭm.ero más o menos amplio depersonas, en situación de semilibertad o semiesclavitud, recibirían, tras laprestación de su fuerza de trabajo durartte varios años, el status de libertad,

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pasando a engrosar ese colectivo de individuos que parecen haber consti-tuido la mano de obra fundamental en los yacimientos rr ŭneros del Alto Im-perio y que contarían con la aprobación y apoyo de la misma administra-ción imperial (los mercenarios libres de los tajos mineros que recibirían unsalario por su trabajo).

Pero es que, junto a ello, los individuos libres trabajadores de las rrŭ-nas que ya gozaban del privilegio patrimorŭal de la libertad adquirirían uncierto nivel de privilegio ciudadarto, sin duda el más bajo, configurado porla ciudadanía latina, como pago a sus actividades laborales en las cortas rni-neras; esta solución nos recuerda, aunque sea de lejos, salvando las distan-cias y en condiciones distintas, a lo que sucedía con los componentes de lastropas auxiliares, quienes, tras haber cumplido el periodo temporal de suservicio militar (la honesta missio de hasta 20 ó 25 años), recibían el derechode ciudadanía latina en compañía de su mujer y descendientes además deuna compensación económica66.

Ahora bien, aunque en el caso de los soldados licenciados de las uni-dades de tropas auxiliares los diplomas rr ŭlitares resultan sumamente ex-plícitos, conociéndose igualmente a través de ellos los lugares en que talespersonas se establecerían tras su licenciamiento 67, este hecho no se encuen-tra regulado (hasta la fecha) en ninguna normativa legal r ŭ laboral romanacorrespondiente a la puesta en explotación y funcionamiento de las minas;en este sentido el documento más completo con el que contamos para el te-rritorio hispano, la lex metalli Vipascensis, correspondiente al aprovecha-miento de los recursos argentiferos de Aljustrel (Portugal), no menciona enning-uno de sus párrafos esta posibilidad de promoción social de los indíge-nas en el marco de sus propias comunidades.

De lo que acabamos de exponer parece deducirse que la mano de obralibre constituiría el porcentaje más elevado dentro de las actividades labora-les de las minas de oro rornanas del Occidente de Asturias, aunque no po-damos excluir la participación, en menor grado, de grupos de esclavos, con-denados a trabajos forzados en las cortas mineras, indígenas sometidos porlos romanos (tal vez todos ellos al cabo de unos años adquirirían el gradode libertad o el de ciudadanos latinos)...; esta presencia mayoritaria dehombres libres se relaciona sin duda con una mayor rentabilidad por suparte con respecto a los otros colectivos (excluido el de los militares utiliza-dos como peritos e ingerŭeros técrŭcos, en el fondo mano de obra especiali-zada), puesto que, frente al grupo de los esclavos por ejemplo, asurrŭríanuna serie de riesgos y peligros que se relacionaban con el sueldo (salario)

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y/o la promoción social que sus actividades implicaban y que se les conce-derían como pago a sus esfuerzos.

En relación con la mano de obra empleada en las explotaciones mine-ras se conecta igualmente el problema suscitado por los lugares de aloja-miento de la misma; dichos enclaves de poblamiento serían utilizados enmuchas ocasiones más como centros de descanso, cumpliendo las funcionesde edificios-dormitorios, que como residencia estable de aquellos indivi-duos que aportaban su fuerza de trabajo en tales actividades. En este sen-tido, además de los emplazam.ientos correspondientes a los recintos de há-bitat castrerio, cuyo nŭmero se vería aumentado y reforzado, a la par quetransformado, en época romarta altoimperial, al tiempo que sus estructurasconstructivas serían remodeladas a consecuencia de la influencia romana63,tal vez haya que buscar solución a estas necesidades en la existencia de re-ductos de población que diferían, al menos en parte, de los propios de lacultura castreria de los indígenas del Suroccidente asturiano.

En primer lugar hemos de considerar que algurtos tesos existentes enel ámbito territorial de ciertas explotaciones mineras de oro o en lugaresmuy próximos a las mismas, cuyo origen (y construcciones) remontan atiempos romanos como resultado de esas mismas actividades laborales, noresolverían más que parcial y- temporalmente dicho problema: casi todosellos surgirían como consecuencia de las labores de removida y desmontede las zonas mineralizables de oro, lo que ocasionaría todo un complejo sis-tema de fosos, aprovechados en la configuración de este tipo de estableci-mientos. Las propias necesidades de alojamiento de la mano de obra exigi-rían la presencia de nŭdeos de población de carácter abierto, que se confor-marían a base de barracones o tendejones de madera, así como aprove-chando otra dase de construcciones erigidas con ese mismo material (cober-tizos).

Este tipo de construcciones parece haber arraigado de forma mayori-taria en algunas zonas concretas del concejo de Allande, en las que hasta lafecha no se han detectado indicios de la presencia de recintos castreños enel entorno de un nŭrnero abundante de explotaciones mineras de oro, tal ycomo cabría esperar de acuerdo no sólo con su cantidad sino taMbién con elvolumen de terreno removido: las regiones de acogida de este tipo de hábi-tat se identifican con el valle del Arganza (posiblemente también en la partede su recorrido por el concejo de Cartgas del Narcea), y de martera más pal-pable aŭn en el distrito mirtero correspondiente al valle del río del Oro y elValledor (asentamientos antiguos en torno a Villalain y Robledo como ex-

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ponentes de lugares de alojamiento de la marto de obra destinada al apro-vechamiento de las grobas —fanas— de color rojizo de la región) o en elPuerto del Palo-Montefurado, destacando sobre todos los existentes en laregión irŭnera de Bustantigo.

De cualquier forma no debemos olvidar que las propias actividadesmineras vinculadas con las ingentes labores y técnicas hidráulicas utiliza-das para el desmonte de los terrenos auríferos darían origen a una serie defosos excavados en el suelo, que serían aprovechados para configurar n ŭ-deos de poblamiento sirnilares a los castreños: se formarían así las coronas,cuyos exponentes más claros se corresponden con el territorio astur deregión leonesa (Corona de Corporales en Truchas...), aunque disponemosde indicios igualrnente de su presencia en el Suroccidente asturiano69.

En este contexto es posible afirmar que, desde una fecha bastantetemprana, existen indicios acerca de que algunos de los recintos de pobla-ción indígena serían habilitados por los romanos como nŭcleos de asenta-miento de ciertos destacamentos militares: una de las primeras referenciasde las fuentes escritas aparece reseñada en Dión Casio (54,5,3), quien nosasegura que, en el ámbito histórico de las guerras astur-cántabras corres-pondientes a las actividades militares dirigidas por Publio Carisio, el le-gado de Augusto logra abortar con cierta facilidad uno de los levantarnien-tos de los astures u.na vez que consigue rechazarlos "de un lugar fortificadoque estaban asediando", posiblemente uno de los antiguos recintos castre-ños habitados en un pr-incipio por población indígena, pero que habría pa-sado a convertirse en enclave rnilitar romanom.

Si tomamos como punto de referencia un territorio concreto del Occi-dente asturiano, como el concejo de Allande, observamos que durante laetapa altoimperial cada uno de los trazados de la red viaria de comurŭca-ciones en vigencia durante aquellos arios dispondría de uno de estos encla-ves ocupado por destacamentos militares más o menos numerosos; estosasentamientos poblacionales, en su origen de carácter indígena, adquiriríanuna impronta militar y se vincularían con los nŭcleos de hábitat de la cul-tura castreria que ofredan mejores condiciones estratégicas, al tiempo queestaban en conexión con los nudos de comurŭcación más significativos y seerigirían en centros de confluencia de los productos auríferos obtenidos enlos yacimientos mineros correspondientes a cada uno de los distritos convistas a su evacuación, cada cierto tiempo, hacia la capital romana: comoejemplo cabe recordar el papel desempeñado por el recirtto castreño de SanChuis en la margen izquierda del río Arganza, en territorio del concejo de

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Allande, que cumpliría unas funciones similares a las del centro poblacio-nal de Besullo (en el concejo de Cangas del Narcea) con respecto a la mar-gen derecha de esa misma corriente fluvial, o los objetivos que llevaría acabo uno al menos de los dos poblados fortificados antiguos existentes enlos alrededores de Berducedo (tambiért en el concejo de Allande).

En sintesis podemos decir que los n ŭcleos de población creados denueva planta, a lo que contribuiría el descubrimiento y explotación de nue-vos yacimientos mineros, así como el desplazamiento de una abundantemano de obra destinada a trabajar en los mismos, imitarían las formas cons-tructivas típicamente romanas existentes desde la época anterior, aunque seaplicasen ya algunas técnicas romanas de edificación novedosas; sin dudaeste tipo de poblanrŭento de raigambre tradicional favorecería la perviven-cia de las estructuras sociales propias de la orgar ŭzación castreria y la débily lenta integración de estas comunidades indígenas en la orgar ŭzación ro-marta.

Ahora bien, como resultado de las actividades mineras dèl oro tendríalugar un cambio brusco en cuanto al procesd de producción de las poblacio-nes indígenas del Occidente de Asturias; podemos partir del hecho de queno tendría lugar un debilitarrŭento acusado del secto ganadero, hasta tiem-pos romanos prioritario entre dichas comunidades, manter ŭéndose a un ni-vel similar al de tiempos prerromanos, mientras que la preemirtencia pasa-ría, a partir de las décadas finales del siglo I d.n.e., al sector m.inero, aunqueteniendo presente que los beneficios obtenidos de dichos recursos económi-cos no revertirían en ningŭn caso directamente sobre los integrantes de di-chas poblaciones71.

Por su parte la presencia de contingentes de población extraña al Su-roccidente de Asturias (bien se tratase de militares bien de mano de obraminera) acarrearía un arraigo y desarrollo de la.-propiedad privada, debili-tándose y acabando por desaparecer casi de martera defir ŭtiva los lazos detipo comunitario que habían venido caracterizando durante los siglos ante-riores el carácter de las estructuras económicas de la población castreña. To-mando como base estas alteraciones producidas en el campo económico esposible afirmar que se derivarían para los indígenas de la región toda urtaserie de consecuencias y cambios de orden socio-político durante el AltoImperio (más acusadamente durartte el siglo 11 que en el I). En este sentidola administración romaria aceptaría, y potenciaría de buena gana, las for-mas de hábitat tipicamente indígenas (poblados fortificados o recirttos cas-treños), ya que se dieron cuenta rápidamente de que este hecho no entorpe-

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cía en modo algurto sus intereses politico-admir ŭstrativos (control y organi-zación del territorio) ni sus objetivos económicos.

Esta realidad histórica parece contrastar con las palabras de Floro(2,33,58-59) en el sentido de que, entre las medidas tomadas por el prirneremperador romano tras la finalización de las guerras astur-cántabras, hayque destacar el asentarrŭento de las poblaciones indígenas septentrionalesen zonas llan.as; quizás este historiador latino quiera referirse con ello alproceso de integración de los componentes de tales comunidades en elmarco de la orgarŭzación político-administrativa romana, dado que estaclase de centros de hábitat, que se asirr ŭlan con nŭcleos de carácter rniii-tar/campamental, constituirían los lugares de población en los que tendríaacogida la asamblea del pueblo o tribu, convirtiéndose al mismo tiempo encapitalidad de los diferentes grupos o comunidades.

A este respecto disponemos en el Suroccidente asturiano de un docu-mento preciso en el que se nos confirm.a la capitalidad de los pésicos: a tra-vés de la lápida encontrada en Arganza (en territorio del concejo de Tineoaunque en un enclave muy próximo a los de Allande y Cangas del Narcea),cuyo campo epigráfico (TVTELAE C(ivitatis) P(aesicorum) PLACIDVSPLACIDIVS EX VOTO) nos documenta la presencia del centro territorial-administrativo en torno al cual se orgar ŭzaba el suelo correspondiente a di-cha población, se hace posible comprender el marco en el que se llevaría acabo el proceso de integración en el modelo romano por parte de las pobla-ciones septentrionales hispartas72.

Avanzando en esta apreciación es posible afirmar que la existencia derecintos de población castreria, que dispondrían de destacamentos militaresde mayor o menor entidad en su interior, quizás se halle en el origen delproceso de municipalización del territorio ocupado por las poblaciones in-dígenas del Occidente de Asturias (San Chuis, Coaria, Arganza...); es eneste contexto en el que parece comprenderse mucho mejor la afirmación deFloro antes mencionada, quien asegura que en dichos centros de caráctermilitar los componentes de los grupos sociales suprafamiliares celebrabansus reuniones politicas y las asarnbleas destinadas a supervisar el funciona-miento admirŭstrativo de los diferentes poblados, pasando a convertirse di-chos enclaves en una especie de capitalidades de cada una de las regiones yorganizándose el territorio en torno a ellas.

Cada una de las vías de comunicación más significativas dispondríade uno de estos nŭcleos de poblamiento, que al mismo tiempo se significa-rían por todo un conjunto de hechos destacados:

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—ante todo su situación estratégico-territorial privilegiada;—pero también su acogida a grupos de militares encargados de con-

trolar las zonas respectivas;—además su función como receptáculo de los productos logrados en

los diferentes distritos mineros de aprovecharniento del oro;— por otro lado su vinculación con una vía de comunicación de gran

irnportancia y alcance, cuando ellos rnismos no eran centros de confluenciade carrŭnos de gran significado; y

— por ŭltimo, su realce como centros adrrŭnistrativos para un grupode comurŭdades más o menos arnplias.

Tal vez sea posible pensar a este respecto que, a medida que nos aden-tramos en las décadas finales del siglo I d.n.e., el espíritu rebelde de los indí-genas astures en general, y de los pésicos en particular, se iría debilitandopaulatinamente como consecuencia irunediata de su integración en el marcode la orgarŭzación politico-admirŭstrativa romana, a lo que hay que añadirsu participación en las actividades económicas vinculadas a la minería deloro en el Occidene asturiano, lo que supondría para bastantes componentesde estas poblaciones una especie de promoción social, o cuando menos suinclusión en un proceso de diferenciación social cada vez más acusado.

VII

Corno conclusión podemos afirmar que, con respecto a la problemá-tica vinculada a las características de la mano de obra utilizada en las explo-taciones mineras, con el fin de poder comprender el sentido que adquiere lafuerza de trabajo de las cortas y tajos de aprovechamiento aurífero, hay quepartir del hecho de que, en el marco de la econorr ŭa romana altoimperial, laesclavitud pasó a convertirse en la base y furtdamento del modo de produc-ción propio de aquellos siglos en la cuenca mediterránea (incluidas las pro-vincias hispartorrromanas); como resultado de ello en el trartscurso de la se-gunda nnitad del siglo I d.n.e. y en la centuria siguiente el colectivo de losesdavos se configuraría, en el interior de cada urta de las circunscripcionesprovinciales del Imperio romano, como el elemento predominante en lasactividades económicas, a pesar de que no sea tan dara su participación enlas tareas mineras, de acuerdo con lo que hemos analizado en las páginasprecedentes, dado que el empleo de fuerza de trabajo libre redundaría enuna mayor rentabilidad en los yacimientos mineros.

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Las actividades conectadas al aprovéchanŭento de los recursos mine-ros de oro en época romana se prolongarían en el territorio correspondienteal Suroccidente de Asturias al menos durante un siglo (entre los arios 70 y180 aproximadamente con mayor intensidad); si a ello ariadinms la gran,cantidad de vestigios conservados (fanas, grobas, ruina montium, cortas delterreno por la acción del hombre..., además de toponirrŭa, morteros utiliza-dos en la decantación del oro...) resulta fácil deducir la presencia de ungran nŭmero de personas participartdo en dichas labores.

Podernos preguntarnos en primer término: trataría de mano deobra cualificada? Sin duda el grupo de obreros encargados del desmontedel terreno con picos, así como de la retirada de las piedras grandes o pe-queñas (los estériles) de la cabecera y recorrido de las explotaciones, no sez

rían especialistas; sin embargo, los encargados de preparar las cortas para laaplicación de la ruina montium que se produciría a continuación y quienesterŭan a su cargo excavar los acueductos y canales para la conducción delagua necesitarían unos conocimientos técnicos más o menos profundos, ad-quiridos en ocasiones simplemente con la experiencia de un trabajo conti-nuado.

En este sentido hay que tener en cuenta que un gran contingente deelementos indígenas, entre ellos algunos prisioneros de guerra sometidospor las armas (sin duda en mayor canfidad en la fase inmediata a la artexiónromana del territorio de los astures), al margen de una visión un tanto ro-mánfica que se nos ha verŭdo ofreciendo de este hecho, se hallarían al frenede las obras básicas relacionadas con las labores mineras, es decir, estaríanempleados en las actividades no cualificadas correspondientes a la extrac-ción y aprovechamiento del mineral, puesto que la adrninistración romanadispondría de un cuerpo de técrŭcos encargados de la planificación de lasobras.

Para llevar a cabo los trabajos técnicos exisfirían capataces e ingenie-ros, identificados con especialistas en los sistemas hidráulicos propios de laactividad nŭnera, que en nuestro caso se corresponderían en gran medidacon los integrantes de las urtidades n ŭlitares destacadas en la zona; ahorabien, desconocemos si este grupo de personas era de origen romarto en sutotalidad o, por el contrario, hemos de contar también con la presencia deindígenas preparados para dichas tareas, algo que resulta lógico pensar quesucedería una vez transcurridos unos arios desde el momento de la puestaen funcionanŭento de los mecanismos técrŭcos apropiados para los aprove-chamientos auríferos.

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Posiblemente en el ámbito de estas explotaciones mineras las laboresmás pesadas serían realizadas de forma mayoritaria por mano de obra es-clava o semilibre, cuyas condiciones y régimen de vida resultarían enorme-mente penosas, en especial para quienes estarían obligados a trabajar en losminados de interior o en la preparación de los t ŭneles necesarios para lapuesta en funcionamiento de los mecarŭsmos técnicos hidráulicos corres-pondientes a la ruirza montium (en cualquiera de los casos se trataría de unalabor enorrnemente peligrosa como consecuencia de los continuos despren-dirrŭentos de tierra, que sepultarían a algunos obreros).

A partir de estas condiciones desfavorables es posible plantearse unestudio acerca de la mortalidad en el ámbito de las cortas mineras deacuerdo con la siniestralidad laboral, puesto que el n ŭmero de accidentessería elevado; quizás ésta pudo ser urta de las causas que contribuyeron aldebilitamiento de las actividades laborales en las explotaciones auríferas alproducir la desaparición en cantidad considerable de la mano de obra em-pleada en dichas tareas tras varios años de trabajo (posiblemente el periodode vida laboral de estos trabajadores de las minas sería corto, tal vez apenasuna docena de años o, a lo sumo, similar al del servicio militar).

Desgraciadamente sobre estos aspectos de la mortalidad laboral nues-tros elementos de juicio son prácticamente nulos, puesto que no existe do-cumentación alguna al respecto si hacemos excepción de los tópicos que lesdedican los autores latinos, muchos de ellos ya de tiempos bajoimperiales,momento en el que un gran nŭmero de minas habían dejado de aprove-charse con relación a los siglos anteriores; estas referencias literarias (Lu-cano, Silio Itálico, Marcial, Claudiano, partegiristas latinos del Bajo Irnpe-rio...) se circurtscriben a los esfuerzos sobrehurnartos y al trabajo enorme-mente duro de los indígenas astures en la profundidad de la tierra en la quehabrían de introducirse para lograr el preciado metal, así como a los incon-venientes derivados de las condiciones desfavorables que habían de sopor-tar (muchas horas de trabajo, respiración de aire malsano...), a pesar de quela gran mayoría de las actividades mineras se llevasen a cabo a la luz del día(a cielo abierto).

La aportación predominante entre esta mano de obra de las explota-ciones mineras correspondería a los indígenas, posiblemente en mayor can-tidad aun durante las primeras fases de aprovechamiento de los recursosauríferos, en cuyo caso podemos pensar induso en la existencia de gruposde personas sujetas por el derecho de guerra; algurtos de estos contingentes

' de fuerza de trabajo serían trasladados a los cliferentes tajos y distritos de

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extracción, en los que se orgarŭzarían de acuerdo con el rnodelo de vida queles era familiar. En una etapa histórica posterior, sin embargo, adquiriríanla condición de libres, e incluso alcanzarían el rŭvel de promoción social deciudadanos latinos como contraprestación a sus esfuerzos laborales alargo de varios años.

régimen alŭnenticio de estas poblaciones permitiría a los indíge-nas utilizados en las tareas mineras emplear su fuerza de trabajo duranteun periodo de tiempo prolongado? En el caso del Suroccidente de Asturiasno disponemos por desgracia de restos que nos permitan conocer los ele-mentos integrantes de dicha alimentación, pero si recurrimos a la cercanaregión de León se deducen algurtos aspectos sigr ŭficativos: las excavacionesde la Corona de Quintarŭlla parecen sugerir que los cereales constituirían labase de la subsistencia de sus pobladores; por otro lado, un nŭmero redu-cido de huesos de arŭntales, así como algunos molares de bóvidos, sin indi-cios de caza a pesar de la abundancia de ciervos, permiten pensar que loshabitantes de dicho enclave no estaban'allí para la práctica de actividadescinegéticas sino con el objetivo de contribuir con su esfuerzo a las tareas mi-neras (algo similar parece deducirse de los restos cerámicos encontrados enel recirtto poblacional de San Chuis). Por consiguiente, si tenemos en cuentaque la alimentación sería bastante pobre en calorías (la bellota y los frutossecos pudieron ser mayoritarios en el marco de la econorrŭa de recolecciónque caracterizaba a los astures transmontanos), la resistencia física de estamano de obra no pudo ser grande, por lo que este hecho redundaría igual-mente en una mortalidad elevada.

Además, en las etapas invemales, coincidiendo con el momento enque la nieve, el frío y el hielo se adueñaban de las cotas más altas, el trabajoen las rrŭnas enclavadas en estas elevaciones montañosas quedaría suspen-dido, puesto que resultaba sumamente difícil mantener los canales helados;de esta manera el cese de las actividades en las cortas mineras en el trans-curso de la temporada invernal podía suponer o bien un descanso durantealgŭn tiempo (meses incluso) con el objetivo de que la mano de obra utili-zada el resto del año en dichas labores repusiese fuerzas o bien un trasladotemporal a otros centros o tajos de rnenor altura, donde contirtuarían pres-tando su f-uerza de trabajo.

posible evaluar esta mano de obra como numerosa o abundante?Tomando como punto de partida el volumen de metros cŭbicos de tierradesmontada, así como el trabajo medio desarrollado por un obrero ocupadoen las tareas de remover el terreno mineralizable, se calcula que trabajarían

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en Las Médulas leonesas entre 10 y 15 mil personas (C. Domergue por ejem-plo ha llegado a la conclusión de que en la Valduema existiría una pobla-ción mirtera de unos 4-6 mil trabajadores aproxirnadamente). Sin embargo,la problemática que plantea el Occidente de Asturias es mucho más com-pleja: para poder conocer el n ŭmero de mineros que trabajaban en dichosyacirnientos auríferos hemos de contar, ante todo, con el volumen de tierraremovida, aspecto que hasta la fecha no ha sido objeto de una evaluaciónglobal en dicha circunscripción (hemos adelantado más arriba que ert elconcejo de Allande se removerían unos 50 millones de metros c ŭbicos dearenas auríferas, a pesar de que dicho cálculo resulta problemático).

Este hecho hay que relacionarlo con el n ŭmero aproximado de empla-zamientos de población castreña existentes en el territorio de dicho concejo(más de una veintena de ellos); no obstante, hemos de obrar con suma cau-tela al evaluar el nŭmero de habitantes de los mismos, tanto individual-mente como en su conjunto, sobre todo conociendo que algunos de ellos noestarian vinculados directamente a las tareas mirteras. Esta prudencia en elanálisis deriva igualmente del hecho de que muchos de ellos estarían habi-tados en un periodo comŭn amplio; desconocemos, por tanto, la vigenciatemporal concreta de cada uno de ellos, observando además que algunossólo se hallarían poblados ampliamente durante la fase de aprovecha-m.iento de los centros nŭneros más próximos a los mismos, terŭendo queconformamos en otros casos con conocer ŭrŭcamente su emplazamiento.

Los centros de poblamiento del concejo de Allande aportarían un co-lectivo en torno a unos 3-5 rrŭl habitantes, a los que habría que añadir lamano de obra libre utilizada en las actividades mineras, que contaría comorecintos de acogida y descanso con esas edificaciones a base de madera(tendejones o cobertizos) erigidos en lugares próximos a las cortas mineras.Ahora bien, si tenemos presente el pasaje de Plir ŭo en el que se refiere a lapoblación global de los astures (Historia Natural 3,3,28), que cifra en 240.000hombres libres, y que entre las poblaciones que enurnera se hallan los pési-cos junto con los gigurros, lancienses y zoelas, tal vez en el momento de ma-yor auge demográfico el territorio correspondiente a dicho concejo durartteel Alto Imperio acogería alrededor de 5.000 personas, a pesar de que la me-dia anual rondaría los 3-4 millares.

Cuárttas de dichas personas serían empleadas como mineros en loscentros de aprovechamiento aurífero en época romana? Si tenemos encuenta que en la actualidad los trabajadores de la minería del carbón (antra-cita) en el concejo de Cartgas del Narcea no alcanzan la cifra de 2.000 (aun-

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que hace algunos arios, en el momento de explotación más intensa, sobrepa-sarían con creces dicho n ŭmero), podemos pensar que, incluso en el mo-mento de mayor actividad laboral en los tajos antiguos del territorio allan-dés, la cantidad de personas que participarían en esas tareas sería algo me:nor, y eso considerando que tales labores se llevarían a cabo en etapas histó-ricoas diferentes de acuerdo con la puesta en explotación de cada una de lasregiones o distritos mineros (parece lógico pensar que, a lo largo del pe-riodo histórico en que se desarrollan estas actividades conectadas a la mine-ría del oro, en torno a un centenar de arios al menos, la mano de obra em-pleada en las cortas y lavaderos correspondientes al concejo de Allande so-brepasaría el millar de personas).

Por lo tanto, no podemo estar de acuerdo con quienes piensan que lasformas de vida de los pésicos, que habitaban dicho territorio del Surocci-dente asturiano, apenas experimentarían alteraciones o cambios en sus es-tructuras (F. J. SANCHEZ-PALENCIA y V. SUAREZ: "La minería antiguadel oro en Asturias", El libro de la mina,-Gijón, 1985, pp. 239-240), ariadién-dose además el hecho, de acuerdo con estos autores, de que sus costumbresy tradiciones se verían perpetuadas a excepción de urt ligero incremento encuanto al instrumental propio de la vida diaria (restos materiales algo másabundantes).

En este contexto hemos de considerar que una cosa es la evoluciónmaterial experimentada en el seno de dichas poblaciones y otra muy dis-tinta las transformaciones que se producirían en el marco de las estructurassociales, en cuyo caso el proceso de destribalización y desaparición de loslazos gentilicios sería bastante acusado; a ello se uniría, por otra parte, unadiferenciación cada vez más marcada ert estamentos o clases sociales, a pe-sar de que sigamos encontrando todavía durante el siglo 111 en algunas zo-nas de la Esparia septentrional inscripciones en las que se mencionan gentes

o gerŭtivos de plural, signo evidente del arraigo y pervivencia de la organi-zación gentilicia.

Por consiguiente, es posible que tengarnos que admitir, con respecto aestas comurŭdades, urta realidad socio-económica acorde con los siguientesparámetros: en el marco de las explotaciones mineras de oro del Surocci-dente asturiano en tiempos romanos no puede hablarse, como ha sido cre-encia comŭn hasta hace pocos arios, de la presencia exclusiva de mano deobra esclava o esclavizada, que pudo ser más numerosa en los primerosmomentos de puesta en explotación de tales yacirrŭentos. La realidad histó-rica parece corresponderse mucho mejor con la presencia de una población

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que, más de buena que de mala gana, prestaría su fuerza de trabajo a la ad-rninistración romana como mercenarios (a cambio de un sueldo), por lo quedichos individuos experim.entarían una alteración progresiva en su organi-zación en cuanto a la elevación de su rŭvel de vida (e incluso en relación conuna promoción politica al poder adquirir un cierto privilegio ciudadano), apesar de que este proceso se desarrollase de forma lenta.

La situación creada parece responder con claridad al carácter de ladominación romana (simple presencia de los mecar ŭ.smos administrativosromartos en la región y control territorial sobre la misma), así como a la ex-plotación económica aplicada sobre las poblaciones castreflas del Noroesteperŭnsular vinculadas a los centros de aprovechanŭento del oro Las activi-dades nŭneras se llevarían a efecto por la fuerza ŭnicamente hasta el mo-mento en que los indígenas aceptasen el nuevo orden socio-económico ypolítico creado por el Estado romano, de manera que no les quedaría otraelección (con las ventajas que ello les supondría) que someterse a las nor-m.as romanas; como resultado de esto, a pesar de la pérdida de su tradicio-nal libertad y modo de vida, cercenado por la actuación de la administra-ción romana, elevarían su nivel de vida, en especial con respecto al utillaje einstrumental propio de la vida diaria (agropecuario, industrial, domés-tico...).

Ello nos lleva a pensar que el Estado romano solamente trataría dedesplazar a las poblaciones indígenas de acuerdo con sus intereses econó-nŭcos y político-administrativos, sirviéndose para ello de algunos destaca-mentos militares con el fin de mantener sometido el territorio por ellos ocu-pado. No obstante, en el caso concreto del concejo de Allande este desplaza-miento de la población no implicaría en ning ŭn caso grandes distancias,dado que se reduciría casi exclusivamente a los contingentes de mano deobra necesarios para el aprovechamiento de los recursos auríferos de la re-gión; como hemos analizado más arriba, tampoco se les exigiría un cambiode hábitat radical con respecto al tradicional castreño, aurtque el Estado ro-mano introdujese nuevos elementos de organización político-administra-tiva en el seno de dichas comurŭdades (básicarnente a través del proceso deorganización del territorio a la manera romana mediante la creación de lascivitates, lo que equivalía a la conversión de alguno de los centros de pobla-ción más representativos en nŭdeos de estructuración politico-administra-tiva del suelo anexionado).

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Notas

(1) G. FORNI: "Dalle difficoltá di assoggettarrtento agli effetti della romanitá: si-nossi asturo-caleca", Actas del Congreso internacional sobre el bimilenario de Lugo,

Lugo, 1977, pp. 47 y ss.(2) J. M. VAZQUEZ VARELA y F. ACUÑA CASTROVIEJO: "Pervivencia de las

formas culturales incHgenas", La romanización de Galicia, La Coruña, 1976, p.79.

(3) N. SANTOS y E. CARTES: "Vías de comurŭcación y romanización del Occi-dente de Asturias", Actas del 11 Congreso Peninsular de Historia Antigua, Coim-bra, 1993.

(4) Ver, entre otros, F. J. SANCHEZ-PALENCIA: "Explotaciones aurfferas en elconventus Astururrt", Indigenismo y romanizacián en el conventus Asturum, Ma-drid-Oviedo, 1983, pp. 69 y ss.; C. DOMERGUE: "L'eau dans les mines d'orromaines du Nord-ouest de l'Espagne", L'homme et l'eau en Méditerranée et au

Proche Orient, Lyon, 1986, 3, pp. 109-y ss.; y N. SANTOS: "La evacuación deloro de Asturias ert dirección a Roma", Actas del 11 Congreso peninsular de Histo-

ria Antigua, Coŭnbra, 1993.(5) C. GARCIA MERINO: "Las tierras del N.O. de la Peninsula Ibérica foco de

atracción para los emigrantes de la Meseta en época romana", HAnt 3, 1973,pp. 23-24.

(6) C. DOMERGUE: "Les exploitations auriféres du N.O. de la Péninsule Ibéri-que sous l'occupation romaine", La mineria romana e iberoamericana, León,1970, pp. 174-175.

(7) CIL II, 2661 = ILS 1157.(8) N. SANTOS: "La provincia Hispania nova Citerior Antortiniana", Boletin Bri-

gantium n° 4, 1983, pp. 47 y ss.(9) Existen ciertas discrepancias con respecto a esta interpretación: cf. F. DIEGO

SANTOS: "Nuevas consideraciones sobre la provincia Hispania nova CiteriorAntorŭniana", BIDEA n° 116, 1985, pp. 835 y ss.

(10) Más de dos centertares de millones; de ellos en el concejo de Allande unos 40-50. Cf. N. SANTOS: "La evacuación del oro de Asturias en dirección a Roma",p.

(11) A. GARCIA LINARES y N. SANTOS: "Nueva lápida romana hallada en Ar-ganza (Tineo-Asturias)", MHA 10, 1989, pp. 151 y ss.

(12) P. LE ROUX: "Exploitations miniéres et armées romaines: essai d'interpreta-tion", Mineria y metalurgia en las antiguas civilizaciones mediterráneas y europeas,

Madrid, 1989, 2, pp. 171 y ss.

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(13) N. SANTOS: El ejército romano y la romanización de los astures, Oviedo, 1981, p.252.

(14) R. W. DAVIES: "The Daily Life of the Roman Soldier under the Principate",ANRW 2,1 1974, pp. 299 y ss.

(15) R. Mc/vfULLEN: "The Legion as a Society", Historia 33, 1984, pp. 440 y ss. Cf.B. CAMPBELL: The Emperor and the Roman Army, Oxford, 1984.

(16) Ann. 11,20,3. Para las inscripciones de soldados descubiertas en dichos para-jes remitimos a G. ALFÓLDY en ES 5, 1968, pp. 17-27.

(17) J. S. RICHARDSON: "The Sparŭsh Mines and the Provincial Taxation in theSecond Century B. C.", IRS 66, 1976, pp. 139 y ss.

(18) C. DOMERGUE: La mine antique d'Aljustrel (Portugal) et les tables de bronze de

Vipasca, Paris, 1983. Cf. A. D'ORS: Epigrafía jurídica de la España romana, Ma-

drid, 1953, pp. 71 y ss.(19) H. Ch. NOESKE: "Studien zur Verwaltung und Bevdlkerung der dakischen

Goldbergwerke in rómischen Zeit", BI 177, 1977, pp. 271 y ss.(20) C. A. FERREIRA: "Aspectos da mineragao romana de ouro en Jales e Tresrni-

nas (Tras-os-montes)", XII CAN, Zaragoza, 1973, pp. 553 y ss.(21) P. LE ROUX: L'armée romaine et l'organisation des provinces ibériques d'Auguste

l'invasion de 409, Paris, 1982, p. 272.(22) C. DOMERGUE: "Introduction á l'étude des mines d'or du Nord-ouest de la

Péninsule Ibérique dans l'Antiquité", Legio VII Gemina, León, 1970, pp. 268-275.(23) C. DOMERGUE: "A propos de Pline, Naturalis Historia 33, 70-78 et pour

illustrer sa description des mines d'or d'Espagne", AEA 45-47, 1972-1974, pp.499 y ss.

(24). J. M. CAAMAÑO: "Excavaciones en el campamento romanod de Cidadela(Sobrado dos Monxes, La Coruña)", NAH 18, 1984, pp. 235-254.

(25) P. LE ROUX: L'armée romaine et l'organisation des provinces ibériques, pp. 270-274.

(26) N. SANTOS: La romanización de Asturias, Madrid, 1992, pp. 231-232.(27) W. NIPPEL: "Policing Pline", IRS 74, 1984, pp. 20-21.(28) P. VEYNE: "Foucault révolutionne l'histoire", Comment on écrit l'histoíre, Pa-

rís, 1978, pp. 220 y ss.(29) P. LE ROUX: "Exploitations miniéres et armées romaines", p. 174.(30) N. SANTOS: "La evacuación del oro de Asturias en dirección a Roma", pp.(31) A. B. BOSWORTH: "Vespasian and the Provinces. Some Problems of the

Early 70's A.D.", Athenaeum 51, 1973, pp. 49 y ss.; y A. MONTENEGRO: "Pro-blemas y nuevas perspectivas en el estudio de la España de Vespasiarto",HAnt 5, 1975, pp. 7 y ss.

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(32) E. BIRLEY: "Septimius Severus artd the Roman Army", ES 8, 1969, pp. 63 y ss.Cf. B. CAMPBELL: T'he Emperor and the Roman Army, pp. 401 y ss., y apéndiceI, pp. 431-435.

(33) J. C. MANN: "The Frontiers of the Principate", ANRW 2,1 1974, pp. 518 y ss.(34) L. WIERCHOWSKI: Heer und Wirtschaft. Das rómische Heer der Prinzipatzeit als.

Wirtschaftsfaktor, Bonn, 1984, pp. 101 y ss.(35) P. LE ROUX: "Exploitations miniéres et armées romaines", p. 180.(36) G. BOULVERT: Domestique et fonctionnaire sous le Haut-Empire romain, Paris,

1974, p. 47.(37) "Le droit pénal", Manuel des antiquités romaines, París, 1907, pp. 290-292.(38) F. MILLAR: 'The Emperor in the Roman World, Londres, 1977, p. 182.(39) Digesto 48,19,8,6 (Ulpiano).(40) F. MILLAR: "Condemnation to hard Labour in the Roman Empire, from the

Julio-Claudians to Constantine", PBSR 52 (N.S. 39), 1984, pp. 142-143.(41) D. FLACH en Minería y metalurgia en las antiguas civilizaciones mediterráneas y

europeas 2, p. 182. -(42) P. LE ROUX: "L'armée de la Péninsule Ibérique et la vie économique sous le

Haut-Empire romain", Armées et fiscalité dans le monde antique, Paris, 1977, pp.365 y ss., y mapa de la p. 372.

(43) N. SANTOS: La romanización de Asturias, p. 234.(44) El Digesto (48,19,29) distingue entre damnatio ad metallum y damnatio in opus

metalli.

(45) S. MROZEK: "Le travail des homrnes libres dans les mines romaines", Mine-

ría y metalurgia en las antiguas civilizaciones mediterráneas y europeas 2, p. 162.(46) C. GARCIA MERINO: "Las tierras del N.O. de la Peninsula Ibérica, foco de

atracción para los emigrantes de la Meseta en época romarta", pp. 23-24.(47) En el caso de los astures no desplazados a otras provirtcias romanas de la

gión VII Gemina. Cf. N. SANTOS: El ejército romano y la romanización de los as-

tures, Oviedo, 1981.(48) Arrtbas tareas pasarian a convertirse en procedimientos válidos para una pro-

moción social de tales individuos ert el marco de sus comunidades o gruposde origen respectivos.

(49) A. BLANCO y J. M. LUZON: "Mirteros antiguos esparioles", AEA 39, 1966,pp. 73 y ss.

(50) H. Ch. NOESKE: "Studien zur Verwaltung und Beviilkerung der dakischenGoldbergwerken irt ramischer Zeit", p. 342.

(51) S. MROZEK: "Uber die Arbeitsbedingungen in riimischert Bergwerken des 2.Jahrhunderts u. Z.", Das Altertum 14, 1968, pp. 168-169.

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(52) R. McIV1ULLEN: "A Note on Roman Strikes", CJ 58, 1963, p. 261.(53) N. SANTOS y E. CARTES: "Vías de comunicación y romanización del Occi-

dente de Asturias", pp.(54) D. FLACH: "Die Bergwerksverordnung von Vipasca", Chiron 9, 1979, pp. 399

y ss.(55) C. DOMERGUE: La mine antique d' Aljustrel (Portugal) et les tables de bronze de

Vipasca, p. 85.(56) S. MROZEK: "Die Goldbergwerke im rrimischen Dazien", ANRW 2,6 1977,

pp. 102 y ss.(57) C. DAICOVICIU: "Les castella Dalmatarum de Dacia. Un aspect de la colonisa-

tion et de la romanisation de la pronvince de Dacie", Dacia N.S. 2, 1958, pp.160 y ss.

(58) M. CORBIER: "Salaires et salariat sous le Haut Empire", Les dévaluationsRome, Roma, 1980, 2, pp. 79 y ss.

(59) J. M. LUZON y D. RUIZ: "El poblado trŭnero romano de Riotinto", Habis 1,1970, pp. 125 y ss.

(60) G. D. B. JONES: "The Roman Mines at Riotinto", IRS 70, 1980, pp. 146 y ss.(61) F. DE ALMEIDA: "Minas de ouro na Gallaecia portuguesa", Legio VII Gemina,

pp. 287 y ss.; y C. A. FERREIRA: "Aspectos da mineragao romana de ouro enJales e Tresminas", pp. 553 y ss.

(62) J. M. BLAZQUEZ y J. VALIENTE: Cástulo 3, Madrid, 1981.(63) C. DOMERGUE: "Introduction á l'étude des rnines d'or du Nord-ouest de la

Péninsule Ibérique dans l'Antiquité", p. 277.(64) Ver, por ejemplo, G. NENCI: "Il problema della concorrenza fra mano

d'opera libera e servile nella Grecia classica", ASNP Ser. 3a 8, 1978, pp. 1287 yss.

(65) N. SANTOS: "La evacuación del oro de Asturias en dirección a Roma", p.(66) G. ALFÓLDY: "Zur Beurteilung der Militárdiplome der Auxiliarsoldaten",

Historia 17, 1969, pp. 215 y ss.(67) M. T. RAPSAET-CHARLIER: "Le lieu d'installation des vétérans auxiliaires

romains d'aprés les diplrimes militaires", AC 47, 1978, pp. 557 y ss.(68) J. L. MAYA: "La cultura castreria asturiana: su etapa romano-provincial",

Lancia 1, 1983, mapa de la p. 238.(69) C. DOMERGUE: "Les mines d'or du Nord-ouest de l'Espagne. Les coronas,

technique d'exploitation ou habitat?", Papers in Iberian Archaeology, Oxford,1984, pp. 370 y ss.

(70) N. SANTOS: "Publio Carisio y las guerras astur-cántabras", BIDEA 104,1981, pp. 851-852. Ver igualm.ente "La romanización de los astures meridio-

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Page 34: LA MANO DE OBRA EN LAS MINAS ROMANAS DEL … · Universidad de Oviedo _ ... desprende de las excavaciones del recirtto castrerio de San Chuis (o del cas-tro de Larón), así como

Memorias de Historia Antigua XIII-XIV

nales: un ejemplo característico", Homenaje a A. Galmés, Oviedo-Madrid, 1985,2, pp. 189 y ss.

(71) Quizás se daría urta situación sŭnilar a la existente en la actualidad en el con-cejo de Cangas del Narcea, donde la cortfluencia entre el sector gartadero y elraŭtero (antracita) es mucho más acusada que en el caso de Tineo y sin punto'de comparación con lo que sucede en el de Allande, donde en época romartasería sŭrtilar.

(72) A. GARCIA LINARES y N. SANTOS: "Nueva lápida romana hallada en Ar-ganza (Tineo-Asturias)", pp. 158-160. Se puede pensar igualmente que el de-dicante de este monumento pudo ser un minero dedicado a las actividades delas explotaciones próximas al lugar en que se ha descubierto, teniendo encuenta que la onomástica del mismo (Plácido Placidio), aunque en ocasionesalterada (Placidio Plácido) se ertcuentra atestiguada con relativa frecuencia enel Noroeste peninsular (CIL II, 2523; 2469; 2655; 2640; 4394; 5637...). Cf. N.SANTOS: El ejército y la romanización de los astures, pp. 242-243.

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