LA MUERTE DE SÓCRATES

Embed Size (px)

Citation preview

J.L.DAVID, La muerte de Scrates, 1787

LA MUERTE DE SCRATES1

Estamos en el ao 399 antes de Cristo. Con la restauracin del rgimen democrtico, Atenas se recupera lentamente del gobierno de los treinta tiranos. Es una poca difcil, enardecida, tormentosa. Dos aos antes se haba reprimido un intento de restaurar el rgimen oligrquico. Las sospechas se extienden por doquier; los enemigos, reales o imaginarios, aparecen, acechantes, en cualquier sitio... Y algunos ciudadanos han encontrado el momento propicio para saldar algunas deudas pendientes con aquel que es llamado filsofo y sabio y maestro y que pasa sus das paseando y dialogando por el gora y el foro; aquel que, an sin participar en poltica, contaba entre sus discpulos con otros que s lo hicieron y que no dejaron ningn buen recuerdo sino todo lo contrario; aquel que, como buen tbano, pica y no deja un momento de reposo ni comodidad; aquel que, por encima de las opiniones comunes y tpicas, prefiere y pretende el examen y la crtica racionales. Scrates es denunciado y procesado. Como acusadores se presentan tres honorables ciudadanos atenienses: Meleto, un joven autor trgico; Anito, un curtidor que destacaba como poltico demcrata, y Licn, profesor de jvenes atenienses. El juicio comienza con el discurso de los acusadores y la formulacin de la acusacin: Meleto, hijo de Meleto, del demo de Pithos, contra Scrates hijo de Sofronisco, de Alpece. Delinque Scrates por no creer en los dioses en quienes la ciudad cree y adems por introducir nuevos demonios; finalmente delinque tambin corrompiendo a los jvenes. Pena de muerte. La peticin de la pena no admite ambigedades: piden para el acusado, para Scrates, la pena capital, la pena de muerte. Y, ahora, como manda el proceder jurdico, tiene la palabra el acusado.

2

No s, atenienses, la sensacin que habis experimentado por las palabras de mis acusadores. Ciertamente, bajo su efecto, incluso yo mismo he estado a punto de no reconocerme; tan persuasivamente hablaban. Sin embargo, por as decirlo, no han dicho nada verdadero. De las muchas mentiras que han urdido, una me caus especial extraeza, aquella en la que decan que tenais que precaveros de ser engaados por mi porque, dicen ellos, soy hbil para hablar. En efecto, si eso es lo que dicen, yo estara de acuerdo en que soy orador, pero no al modo de ellos. Como digo, stos han dicho poco o nada verdadero. Ciertamente atenienses, es justo que yo me defienda frente a las acusaciones falsas. Desde antiguo y durante ya muchos aos, han surgido ante vosotros muchos acusadores mos, sin decir verdad alguna; desde nios os persuadan y me acusaban mentirosamente, diciendo que hay un cierto Scrates, sabio, que se ocupa de las cosas celestes, que investiga todo lo que hay bajo la tierra y que hace fuerte el argumento ms dbil. stos, atenienses, los que han extendido esta fama, son los temibles acusadores mos, pues los oyentes consideran que los que investigan eso no creen en los dioses. En efecto, estos acusadores son muchos y me han acusado durante ya muchos aos, y adems hablaban ante vosotros en la edad en la que ms podais darles crdito, porque algunos de vosotros erais nios o jvenes y porque acusaban sin defensor presente. Quizs alguno de vosotros objetara: Pero Scrates, cul es tu situacin, de dnde han nacido esas tergiversaciones? Pues, sin duda, no ocupndote t en cosa ms notable que loas dems, no hubiera surgido seguidamente tal fama y renombre, de no ser que hicieras algo distinto de lo que hace la mayora. Dinos, pues, qu es ello, a fin de que nosotros no juzguemos a la ligera. Pienso que el que hable as dice palabras justas y yo voy a intentar dar a conocer qu es realmente lo que me ha hecho este renombre y esta fama. Od pues. Tal vez va a parecer a alguno de vosotros que bromeo. Sin embargo, sabed bien que os voy a decir toda la verdad. Atenienses, no protestis ni aunque parezca que digo algo presuntuoso; las palabras que voy a decir no son mas, sino que voy a remitir al que las dijo, digno de crdito para vosotros. De mi sabidura, si hay alguna y cul es, os voy a presentar como testigo al dios que est en Delfos. En efecto, conocais sin duda a Querofonte. ste era amigo mo desde la juventud; ya sabis cmo era, tan vehemente en todo lo que emprenda. Pues bien, una vez fue a Delfos y tuvo la audacia de preguntar al orculo esto, pregunt si haba alguien ms sabio que yo. El orculo le respondi que nadie era ms sabio, acerca de esto os dar testimonio aqu este hermano suyo, puesto que l ha muerto. Pensad por qu digo estas cosas; voy a mostraros de dnde ha salido esta falsa opinin sobre m. As pues, tras or yo estas palabras, reflexionaba as: Qu dice realmente el dios y qu indica en ese enigma? Yo tengo conciencia de que no soy sabio, ni mucho ni poco. Qu es lo que realmente dice al afirmar que soy muy sabio? Sin duda, no miente pues no le es lcito. Y durante mucho tiempo estuve yo confuso sobre lo que en verdad quera decir. Ms tarde me inclin a una investigacin sobre las palabras del orculo. Me dirig a uno de los que parecan ser sabios, con la idea de que refutara all el vaticinio y demostrara al orculo: ste es ms sabio que yo y t decas que lo era yo. Ahora bien, al examinar a ste pues no necesito citarlo por su nombre, era un poltico aquel con el que estuve indagando y dialogandoexperiment lo siguiente, atenienses: me pareci que otras muchas personas crean 3

que ese hombre era sabio, y, especialmente, lo crea l mismo pero que no lo era. A continuacin intentaba yo demostrarle que l crea ser sabio pero que no lo era. A consecuencia de ello, me gan la enemistad de l y de muchos de los presentes. Al retirarme de all razonaba a solas que yo era ms sabio que aquel hombre. Es probable que ni uno ni otro sepamos nada que tenga valor, peor este hombre cree saber algo y no lo sabe, en cambio yo, as como, en efecto, no s, tampoco creo saber. Parece pues, que al menos soy ms sabio que l, en que lo que no s tampoco creo saberlo. A continuacin, me encamin hacia otro de los que parecan ser ms sabios que aqul y saqu la misma impresin, y tambin all me gan la enemistad de l y de muchos de los presentes. Lo que yo deca antes, a saber, que se ha producido gran enemistad hacia m por parte de muchos; sabed bien que es verdad. Y es esto lo que me va a condenar si se me condena, la calumnia y envidia de muchos. Es lo que ya ha condenado a muchos hombres buenos y los seguir condenando. No hay que esperar que se detenga en m. Quizs alguien diga: No te da vergenza, Scrates, haberte dedicado a una ocupacin tal por la que ahora corres peligro de morir? A ste yo, a mi vez, le dira unas palabras justas: No tienes razn, amigo, si crees que un hombre que sea de algn provecho ha de tener en cuenta el riesgo de vivir o de morir, sino el examinar solamente, al obrar, si hace cosas justas o injustas y actos propios de un hombre bueno. Cmo no va a ser la ms reprochable ignorancia la de creer saber lo que no se sabe? Yo, atenienses, tambin quiz me diferencio en esto de la mayor parte de los hombres, y, por consiguiente, si dijera que soy ms sabio que alguien en algo, sera en esto, en que no sabiendo sobre algo tambin reconozco el no saberlo. Pero s s que es malo y vergonzoso cometer injusticia y desobedecer al que es mejor, sea dios u hombre. En comparacin con los males que s que son males, jams temer ni evitar lo que no s si es incluso un bien. Ahora, atenienses, no trato de hacer defensa en mi favor, como alguien pudiera creer, sino en el vuestro, no sea que al condenarme cometis un error. Si me condenis a muerte, no encontraris fcilmente a otro semejante colocado en la ciudad y del mismo modo que un caballo grande y noble pero un poco lento por su tamao necesita ser aguijoneado por una especie de tbano, yo creo que el dios me ha colocado junto a la ciudad para una funcin semejante, y como tal, despertndoos, persuadindoos y reprochndoos uno a uno, no cesar durante todo el da de posarme en todas las partes. No llegaris a tener fcilmente otro semejante, atenienses, y si me hacis caso, me dejaris vivir. Pero, quizs, irritados, como los que son despertados cuando cabecean somnolientos, dando un manotazo me condenaris a muerte a la ligera. Despus, pasaris el resto de la vida durmiendo, a no ser que el dios, cuidndose de vosotros, os enviara otro. Comprenderis, por lo que sigue, que yo soy precisamente el hombre adecuado para ser ofrecido por el dios a la ciudad.

La democracia ateniense no cuenta con una clase especial de juristas ni de jueces. Los tribunales estaban formados por ciudadanos que eran elegidos por sorteo. Del censo de ciudadanos, se elegan 501 y stos actuaban como jueces. 4

Una vez terminado el primer discurso de defensa del acusado, se produca la primera votacin entre los jueces. 281 votan contra Scrates; 220 lo han considerado inocente. Ahora, el acusado tiene una segunda oportunidad. Para evitar la condena a muerte puede proponer una pena, un castigo alternativo. Al hecho de que no me irrite, atenienses, ante lo sucedido, es decir, ante que me hayis condenado, contribuyen muchas cosas y, especialmente, que lo sucedido no ha sido inesperado para m, si bien me extraa mucho ms el nmero de votos resultante de una y otra parte. En efecto, no crea que iba a ser por tan poco, sino por mucho. La realidad es que, segn parece, si slo treinta votos hubieran cado de la otra parte, habra sido absuelto. As pues, proponen, para m, la pena de muerte. Bien, y yo, que os propondr a mi vez, atenienses? el destierro? salir de la ciudad y vivir yendo expulsado de una ciudad a otra? S con certeza que, donde vaya, los jvenes escucharn mis palabras, como aqu. Si los rechazo, ellos me expulsarn convenciendo a los mayores. Si no los rechazo, me expulsarn sus padres y familiares por causa de ellos. Quizs diga alguno: Pero no sers capaz de vivir alejado de nosotros en silencio y llevando una vida tranquila? persuadir de esto a algunos de vosotros es lo ms difcil. Si digo que es imposible para m llevar una vida tranquila, no me creeris pensando que hablo irnicamente. Si, por otra parte, digo que el mayor bien para un hombre es precisamente ste, tener conversaciones cada da acerca de la virtud y de los otros temas de los que vosotros me habis odo dialogar, y si digo que una vida sin examen no tiene objeto vivirla para el hombre, me creeris an menos. Sin embargo, la verdad es as, como yo digo, atenienses, pero no es fcil convenceros. Tras este nuevo discurso, una nueva votacin. Los jueces parecen ofendidos por la actitud de Scrates; no ruega, no suplica y no se acepta como culpable. En la nueva votacin, 361 votan a favor de la condena a muerte. La suerte del acusado est echada. Por no esperar un tiempo no largo, atenienses, vais a tener la fama y la culpa, por parte de los que quieren difamar a la ciudad, de haber matado a Scrates, un sabio. Pues afirmarn que soy sabio, aunque no lo soy, los que quieren injuriaros. En efecto, si hubierais esperado un poco de tiempo, esto habr sucedido por s mismo. Veis, sin duda, que mi edad est ya muy avanzada en el curso de mi vida y muy prxima mi muerte. Pero tambin os digo lo siguiente. He sido condenado por no querer deciros lo que os habra sido ms agradable de or: lamentarme, llorar o hacer y decir muchas otras cosas indignas de m y que vosotros tenis la costumbre de or a otros. Pero ni antes cre que era necesario hacer nada innoble por causa del peligro, ni ahora me arrepiento de haberme defendido de este modo. Ahora, al final, slo os pido una cosa. Cuando mis hijos sean mayores, atenienses, castigadlos causndoles las mismas molestias que yo a vosotros, si os parece que se preocupan mucho del dinero o de otra cosa cualquiera antes que de la virtud, y si creen que son algo sin serlo, reprochadles, como yo a vosotros, que no se preocupan de lo que es necesario y que creen ser algo sin ser dignos de nada. Si hacis esto, mis hijos y yo habremos recibido un justo pago de vosotros. Pero es ya hora de 5

marcharnos, yo a morir y vosotros a vivir. Quin de nosotros se dirige a una situacin mejor es algo oculto para todos, excepto para el dios.

Scrates es definitivamente condenado y llevado a prisin donde debe esperar el cumplimiento de la sentencia. La ejecucin no puede llevarse a cabo inmediatamente por hallarse Atenas en una celebracin religiosa. Los atenienses haban enviado a Delos el barco de Teseo para conmemorar el triunfo de ste sobre el Minotauro y durante ese viaje no poda verterse la sangre de nadie. Scrates debe pasar 30 das en la prisin aguardando el regreso del barco y el cumplimiento de la pena. Aprovecha estos das para seguir dialogando con sus amigos y discpulos. Pero algunos de stos no se resignan a la suerte de su maestro, no quieren permanecer impasibles ante semejante injusticia. Es el caso de Critn, uno de sus discpulos ms jvenes, que una vez ms, va a visitar a Scrates a la crcel, esta vez con un firme propsito. SCRATES. - Por qu vienes a esta hora, Critn? No es pronto todava? CRITN. - En efecto, es muy pronto. SC. - Qu hora es exactamente? CRIT. - Comienza a amanecer. SC. -Me extraa que el guardin de la prisin haya querido atenderte. CRIT. -Es ya amigo mo, Scrates, de tanto venir aqu; adems ha recibido de m alguna gratificacin. Pero, querido Scrates, todava en este momento hazme caso y slvate. Para m, si t mueres, no ser una sola desgracia, sino que, aparte de verme privado de un amigo como jams encontrar otro, muchos que no nos conocen bien a ti y a m creern que, habiendo podido yo salvarte, si hubiera querido gastar dinero, te he abandonado. Y, en verdad, hay reputacin ms vergonzosa que la de parecer que se tiene en ms al dinero que a los amigos? Porque la mayora no llegar a convencerse de que t mismo no quisiste salir de aqu, aunque nosotros nos esforzbamos en ello. Ciertamente, tampoco es mucho el dinero que quieren recibir algunos para salvarte y sacarte de aqu. Adems, no ves qu baratos estn estos sicofantes y que no sera necesario gastar en ellos mucho dinero? Est a tu disposicin mi fortuna que ser suficiente, segn creo. Adems, si te preocupas por m y crees que no debes gastar lo mo, estn aqu algunos extranjeros dispuestos a gastar su dinero. Uno ha trado, incluso, el suficiente para ello, Simias de Tebas. Estn dispuestos tambin Cebes y otros muchos. De manera que, como digo, por temor a esto no vaciles en salvarte; y que tampoco sea para ti dificultad lo que dijiste en el tribunal, que si salas de Atenas, no sabras cmo valerte. En muchas partes, adonde quiera que t llegues, te acogern con cario. Si quieres ir a Tesalia, tengo all huspedes que te tendrn en gran estimacin y que te ofrecern seguridad, de manera que nadie te moleste en Tesalia. Adems, Scrates, tampoco me parece justo que intentes traicionarte a ti mismo, cuando te es posible salvarte. Te esfuerzas porque te suceda aquello por lo que trabajaran con afn y, de hecho, han trabajado tus enemigos deseando destruirte. 6

Adems, me parece a m que traicionas tambin a tus hijos; cuando te es posible criarlos y educarlos, los abandonas y te vas, y, por tu parte, tendrn la suerte que el destino les depare, que ser, como es probable, la habitual de los hurfanos durante la orfandad. Pues, o no se debe tener hijos, o hay que fatigarse para criarlos y educarlos. Me parece que t eliges lo ms cmodo. Se debe elegir lo que elegira un hombre bueno y decidido, sobre todo cuando se ha dicho durante toda la vida que se ocupa uno de la virtud. Pero toma una decisin; por ms que ni siquiera es sta la hora de decidir, sino la de tenerlo decidido. No hay ms que una decisin; en efecto, la prxima noche tiene que estar todo realizado. Si esperamos ms, ya no es posible ni realizable. En todo caso, djate persuadir y no obres de otro modo. Algunos discpulos y otros amigos han ideado y preparado un plan de huida. Todo est dispuesto SC. - Querido Critn, tu buena voluntad sera muy de estimar, si le acompaara algo de rectitud; si no, cuanto ms intensa, tanto ms penosa. As pues, es necesario que reflexionemos si esto debe hacerse o no. Porque yo, no slo ahora sino siempre, soy de condicin de no prestar atencin a ninguna otra cosa que al razonamiento que, al reflexionar, me parece el mejor. Entonces, a partir de lo acordado hay que examinar si es justo, o no lo es, el que yo intente salir de aqu sin soltarme los atenienses. Y si nos parece justo, intentmoslo, pero si no, dejmoslo. Nosotros no tenemos otra cosa que hacer, sino examinar, como antes deca, si nosotros, unos sacando de la crcel y otro saliendo, vamos a actuar justamente pagando dinero y favores a los que me saquen, o bien vamos a obrar injustamente haciendo todas estas cosas. Y si resulta que vamos a realizar actos injustos, no es necesario considerar si, al quedarnos aqu sin emprender accin alguna, tenemos que morir o sufrir cualquier otro dao, antes que obrar injustamente. Afirmamos que en ningn caso hay que hacer el mal voluntariamente, o que en unos casos s y en otros no, o bien que de ningn modo es bueno y honrado hacer el mal, tal como hemos convenido muchas veces anteriormente? O, ms bien, es totalmente como nosotros decamos entonces, lo afirme o lo niegue la mayora; y, aunque tengamos que sufrir cosas an ms penosas que las presentes, o bien ms agradables, cometer injusticia no es, en todo caso, malo y vergonzoso para el que la comete? Lo afirmamos o no? CRIT. -Lo afirmamos. SC. -Luego de ningn modo se debe cometer injusticia. CRIT. - Sin duda. SC. -Por tanto, tampoco si se recibe injusticia se debe responder con la injusticia, como cree la mayora, puesto que de ningn modo se debe cometer injusticia. CRIT. - Es evidente. SC. - Se debe hacer mal, Critn, o no? 7

CRIT. - De ningn modo se debe, Scrates. SC. -Y responder con el mal cuando se recibe mal es justo, como afirma la mayora, o es injusto? CRIT. - De ningn modo es justo. SC. -Luego no se debe responder con la injusticia ni hacer mal a ningn hombre, cualquiera que sea el dao que se reciba de l. Jams es bueno ni cometer injusticia, ni responder a la injusticia con la injusticia, ni responder haciendo mal cuando se recibe el mal. -Considralo de este modo. Si cuando nosotros estemos a punto de escapar de aqu, o como haya que llamar a esto, vinieran las leyes y el comn de la ciudad y, colocndose delante, nos dijeran: Dime, Scrates, qu tienes intencin de hacer? No es cierto que, por medio de esta accin que intentas, tienes el propsito, en lo que de ti depende, de destruirnos a nosotras y a toda la ciudad? Te parece a ti que puede an existir sin arruinarse la ciudad en la que los juicios que se producen no tienen efecto alguno, sino que son invalidados por particulares y quedan anulados? Qu vamos a responder, Critn, a estas preguntas y a otras semejantes? Acaso les diremos: La ciudad ha obrado injustamente con nosotros y no ha llevado el juicio rectamente? Les vamos a decir eso? CRIT. - S, por Zeus, Scrates. SC .- Pero entonces ellas diran: Tenemos grandes pruebas, Scrates, de que nosotras y la ciudad te parecemos bien. En efecto, de ningn modo hubieras permanecido en la ciudad ms destacadamente que todos los otros ciudadanos, si sta no te hubiera agradado especialmente, sin que hayas salido nunca de ella. An ms, te hubiera sido posible, durante el proceso mismo, proponer para ti el destierro, si lo hubieras querido, y hacer entonces, con el consentimiento de la ciudad, lo que ahora intentas hacer contra su voluntad. Entonces t te jactabas de que no te irritaras, si tenas que morir, y elegas, segn decas, la muerte antes que el destierro. En cambio, ahora, ni respetas aquellas palabras ni te cuidas de nosotras, las leyes, intentando destruirnos; obras como obrara el ms vil esclavo intentando escaparte en contra de los pactos y acuerdos con arreglo a los cuales conviniste con nosotras que viviras como ciudadano.Qu vamos a decir a esto, Critn? No es cierto que estamos de acuerdo? CRIT. - Necesariamente, Scrates. SC. No es cierto -diran ellas- que violas los pactos y los acuerdos con nosotras? Hasta tal punto a ti ms especialmente que a los dems atenienses, te agradaba la ciudad y evidentemente nosotras, las leyes. Pues a quin le agradara una ciudad sin leyes? Ahora no vas a permanecer fiel a los acuerdos? S permanecers, si nos haces caso, Scrates, y no caers en ridculo saliendo de la ciudad. Si t violas estos acuerdos y faltas en algo, examina qu beneficio te hars a ti mismo y a tus amigos.. T mismo, en primer lugar, si vas a una de las ciudades prximas, Tebas o Megara, pues ambas tienen buenas leyes, llegars como enemigo de su sistema poltico y todos los que se preocupan de sus ciudades te mirarn con suspicacia 8

considerndote destructor de las leyes; confirmars para tus jueces la opinin de que se ha sentenciado rectamente el proceso. En efecto, el que es destructor de las leyes, parecera fcilmente que es tambin corruptor de jvenes y de gentes de poco espritu. Acaso vas a evitar las ciudades con buenas leyes y los hombres ms honrados? Y si haces eso, te valdr la pena vivir? O bien si te diriges a ellos y tienes la desvergenza de conversar, con qu pensamientos lo hars, Scrates? Acaso con los mismos que aqu, a saber, que lo ms importante para los hombres es la virtud y la justicia, y tambin la legalidad y las leyes? No crees que parecer vergonzoso el comportamiento de Scrates? Hay que creer que s. Pues bien, si te vas ahora, te vas condenado injustamente no por nosotras, las leyes, sino por los hombres. Pero si te marchas tan torpemente, devolviendo injusticia por injusticia y dao por dao, violando los acuerdos y los pactos con nosotras y haciendo dao a los que menos conviene, a ti mismo, a tus amigos, a la patria y a nosotras, nos irritaremos contigo mientras vivas, y all, en el Hades, nuestras hermanas las leyes no te recibirn de buen nimo, sabiendo que, en la medida de tus fuerzas has intentado destruirnos. Procura que Critn no te persuada ms que nosotras a hacer lo que dice. Sabe bien, mi querido amigo Critn, que es esto lo que yo creo or. Sabe que esto es lo que yo pienso ahora y que, si hablas en contra de esto, hablars en vano. Scrates rechaza la huida que le proponen. Por tanto, slo queda esperar el momento de cumplir la sentencia. EQUCRATES: Estuviste t, Fedn, con Scrates el da aquel en que bebi el veneno en la crcel, o se lo has odo contar a otro? FEDN: Estuve yo personalmente. EQUCRATES: Y qu es lo que dijo antes de morir?. Cmo fueron las circunstancias de la muerte? Qu fue lo que dijo o hizo? Qu amigos fueron los que estuvieron con l? O no les dejaron los magistrados estar presentes, y acab sus das solo y sin amigos? Procura entonces relatarnos todo con la mayor exactitud posible, si es que no tienes algn quehacer que te lo impida. FEDN: Por cierto que al estar yo all me sucedi algo extrao. Pues no se apoderaba de m la compasin en la idea de que asista a la muerte de un amigo, porque se mostraba feliz, no slo por su comportamiento sino tambin por sus palabras. Voy a intentar exponerte todo minuciosamente desde el principio. Te dir, pues, que ya los das anteriores solamos ir sin falta, tanto yo como los dems, a ver a Scrates reunindonos al amanecer en el tribunal donde se haba celebrado el juicio, pues estaba cerca de la crcel. All esperbamos siempre a que se abriera la prisin, charlando los unos con los otros, porque no se abra muy de maana. Una vez abierta entrbamos a visitar a Scrates, y las ms de las veces pasbamos el da entero con l. Pero en aquella ocasin nos habamos reunido an ms temprano, porque el da anterior, cuando salimos de la prisin, a la cada de la tarde, nos enteramos de que la nave haba regresado de Delos. En vista de ello, nos dimos los unos a los otros el aviso de llegar lo ms pronto posible al lugar de costumbre. Llegamos, y salindonos al encuentro el portero que sola abrirnos, nos dijo que esperramos. - Le estn quitando los grilletes a Scrates y dndole la noticia de que en este 9

da morir. Mas no tard mucho rato en volver y nos invit a entrar. Entramos, pues, y nos encontramos a Scrates que acababa de ser desencadenado, y a Jantipa, su mujer, con su hijo en brazos y sentada a su lado. Al vernos, Jantipa rompi a llorar y a gritar: - Ay, Scrates! sta es la ltima vez que te dirigirn la palabra los amigos y t se la dirigirs a ellos. Scrates, entonces, lanz una mirada a Critn y le dijo: - Critn, que se la lleve alguien a casa. Y se la llevaron, chillando y golpendose el pecho, unos criados de Critn. Scrates, por su parte, sentndose en la cama, dobl la pierna, se la restreg con la mano, al tiempo que la friccionaba. As seguimos dialogando, hasta que en un momento, Scrates se levant y se fue a una habitacin para lavarse. El sol estaba ya cerca de su ocaso y despus de esto ya se habl poco. Vino el servidor de la prisin y, detenindose a su lado, le dijo: -Oh, Scrates, no te censurar a ti lo que censuro a los dems, el que se irritan contra mi y me maldicen cuando les transmito la orden de beber el veneno que me dan los magistrados. Pero t, lo he reconocido en otras ocasiones durante todo este tiempo, eres el hombre ms noble, de mayor mansedumbre y mejor de los que han llegado aqu, y ahora tambin s que no ests enojado conmigo, sino con los que sabes que son los culpables. As que ahora, puesto que conoces el mensaje que te traigo, salud!, e intenta soportar con la mayor resignacin lo necesario. Y, rompiendo a llorar, se dio la vuelta y se retir. Scrates entonces, levantando su mirada hacia l, le dijo: -Recibe tambin t mi saludo. Y dirigindose despus a nosotros, agreg: -Qu hombre tan amable! Durante todo el tiempo que he pasado aqu vino a verme, charl de vez en cuando conmigo y fue el mejor de los hombres. Y ahora, qu noblemente llora. As que, hagmosle caso, Critn, y que traiga alguno el veneno. Al orle, Critn hizo una seal con la cabeza a un esclavo que estaba a su lado. Sali ste, y despus de un largo rato, regres con la copa del veneno. Al verle, Scrates le pregunt: -Y bien, buen hombre, t que entiendes de estas cosas, qu debo hacer? -Nada ms beberlo y pasearte le respondi-, hasta que se te pongan las piernas pesadas, y luego tumbarte. As har su efecto. A la vez que dijo esto, tendi la copa a Scrates. ste la cogi con gran tranquilidad, sin el ms leve temblor y sin alterarse en lo ms mnimo ni en su color ni en su semblante, lo bebi conteniendo la respiracin, sin repugnancia y sin dificultad. Hasta ese momento, la mayor parte de nosotros fue lo suficientemente capaz de contener el llanto; pero cuando le vimos beber y cmo lo haba bebido, ya no pudimos contenernos. A m tambin, y en contra de mi voluntad, me caan las lgrimas a raudales. Critn, antes que yo no haba sido capaz de contener las lgrimas. Y Apolodoro, que ya con anterioridad no haba cesado un momento de llorar, rompi a gemir entonces, entre lgrimas y demostraciones de indignacin, de tal forma que no hubo nadie de los presentes, con excepcin del propio Scrates, a quien no conmoviera. Pero entonces nos dijo: 10

-Qu es lo que hacis, hombres extraos? Si mand fuera a las mujeres fue precisamente por esto, para que no importunasen de este modo. Estad, pues, tranquilos y mostraos fuertes. Y, al orle nosotros, sentimos vergenza y contuvimos el llanto. l, por su parte, despus de haber paseado, cuando dijo que se le ponan pesadas las piernas, se acost boca arriba, pues as se lo haba aconsejado el hombre. Al mismo tiempo, el que le haba dado el veneno le cogi los pies, le apret fuertemente y le pregunt si lo senta. A continuacin hizo lo mismo con las piernas, y yendo subiendo de este modo, nos mostr que se iba enfriando y quedndose rgido. Y le sigui tocando y nos dijo que cuando le llegara al corazn se morira. Tena ya casi fra la regin del vientre cuando, descubriendo su rostro pues se lo haba cubierto-, dijo stas, que fueron sus ltimas palabras: - Criton, debemos un gallo a Asclepio, pagad la deuda y no la pasis por alto. - Descuida, que as se har le respondi Critn-. Mira si tienes que decir algo ms. A esta pregunta de Critn, ya no contest sino que, al cabo de un rato, tuvo un estremecimiento y la mirada se le qued inmvil. Al verlo as, Critn le cerr la boca y los ojos. Y as fue el fin de nuestro amigo, de un varn que, como podramos afirmar, fue el mejor, el ms sensato y justo de los hombres de su tiempo.

(una seleccin de textos de Platn: Apologa de Scrates, Critn, Fedn)

11

HAN DICHO DE L.."Scrates no discurra sino de asuntos humanos, estudiando qu es lo piadoso, qu lo sacrlego; qu es lo honesto, qu lo vergonzoso; qu es lo justo, qu lo injusto; qu es sensatez, qu insensatez; qu la valenta, qu la cobarda; qu el Estado, qu el gobernante; qu mandar y quin el que manda, y, en general, acerca de todo aquello cuyo conocimiento estaba convencido de que haca a los hombres perfectos, cuya ignorancia, en cambio, los degrada, con razn, hacindolos esclavos." (Jenofonte) De pequea estatura, vientre prominente, ojos camalenicos y nariz exageradamente respingona, la figura de Scrates era motivo de chanza. Alcibades lo compar con los silenos, los seguidores ebrios y lascivos de Dioniso. Platn consideraba digno de ser rememorado el da que se lav los pies y se puso sandalias, y Antifn, el sofista, deca que ningn esclavo querra ser tratado como l se trataba a s mismo. Llevaba siempre la misma capa, y coma y beba lo ms barato. Pero lo sorprendente es que un hombre as acabara siendo considerado por los griegos -que crean que la belleza del alma armoniosa se reflejaba en la armona del cuerpo- como modelo del decoro filosfico. Tras Scrates, el primer heleno que fue feo, admitieron que un cuerpo silnico puede estar dirigido por un alma hermosa. El poder de su Oratoria y la facultad de expresarse pblicamente eran su fuerte para as poder conseguir la atencin de las personas. Pero la voz de Scrates resucita de los escritos y suena una vez y otra, y eso a los muchachos y menos formados los encanta una vez y otra y les hace abrrseles los ojos y palpitar en una pasin de razonamiento viva. Porque es que, en el trance en que el mundo los tiene de aceptar con el principio de realidad, de someterse para su propio bien futuro a las ideas que los mayores les inculcan, suena una voz que a cada una de esas ideas dominadoras pregunta "Qu es?", y descubre razonando amablemente las contradicciones y mentira de que estn formadas, y eso es como un aliento de liberacin en que aletean aunque sea un breve rato sus corazones" (Agustn Garca Calvo) El oficio de partear tal como yo lo desempeo, se parece en todo lo dems al de las matronas, pero difiere en que yo lo ejerzo sobre los hombres y no sobre la mujeres, y en que asisten al alumbramiento, no los cuerpos, sino las almas. La gran ventaja es que me pone en estado de discernir con seguridad, si lo que el alma de un joven siente es un fantasma, una quimera o un fruto real. Por otra parte, yo tengo de comn con las parteras que soy estril en punto a sabidura, y en cuanto a lo que muchos me han echado en cara diciendo que interrogo a los dems y que no respondo a ninguna de las cuestiones que se me proponen, porque yo nada s, este cargo no carece de fundamento. Pero he aqu por qu obro de esta manera. El Dios me impone el deber de ayudar a los dems a parir, y al mismo tiempo no permite que yo mismo produzca nada. sta es la causa de que no est versado en la sabidura y de que no pueda alabarme en ningn descubrimiento que sea una produccin de mi alma. En compensacin, los que conversan conmigo, si bien algunos de ellos se muestran muy ignorantes al principio, hacen maravillosos progresos a medida que me tratan, y todos se sorprenden de este resultado, y es porque el Dios quiere fecundarlos. Y se ve claramente que ellos nada han aprendido de m, y que han encontrado en s mismos los numerosos y bellos conocimientos que han adquirido, no habiendo hecho yo otra cosa que contribuir con el Dios a hacerles concebir" (Platn, sobre la mayutica) Scrates pensaba que slo aqul que se examina a s mismo y a los dems de manera constante es un ser humano digno. Pero tambin esa actividad perenne tena un precio: poda ser paralizante, dolorosa, peligrosa. Dilua el sentido comn establecido, tan necesario socialmente, era polticamente subversiva, socavaba los cimientos tradicionales e instauraba la 12

duda en los fundamentos de la convivencia. No confirma comportamientos, conductas o significados, sino que los critica y los pone en cuestin una y otra vez. Es una purga continua para la polis. (Rafael del guila) Scrates peda a sus jvenes interlocutores que todas las opiniones, antes de erigirse en referencia, fueran puestas en tela de juicio racional. Ahora bien, el restaurado rgimen democrtico de Atenas estimaba que el anlisis crtico no deba jams extenderse a determinados valores y jerarquas considerados como soporte del entramado social. En consecuencia, dicho rgimen conden a Scrates, juzgando que minaba en los jvenes la firmeza irreflexiva que garantizara su condicin de buenos ciudadanos. Scrates seguira hoy constatando que cuando lo socialmente legtimo se identifica con lo socialmente admitido se sirve una coartada legitimadora de la brutalidad y la crueldad. Constatara que muchas de las batallas patriticas, deportivas, econmicas o de reconocimiento entre las que nos consumimos constituyen en realidad falsos problemas. Constatara todo ello y convencido de que la funcin de la filosofa no es apuntalar los prejuicios (por tiles que sean para el sostn del edificio social) sino contribuir a desmantelarlos; negara radicalmente que Espaa, o Europa, o el mundo va bien y sostendra como un nio que los velos que cubren la pretendida majestad no sirven quizs para tapar la desnudez. La democracia ateniense conduce a Scrates a la muerte porque, como todo poder, teme el carcter intrnsecamente perturbador de la palabra verdica. Pero al hacerlo as, muestra el verdadero camino de la filosofa, que, precisamente por su compromiso con la razn har siempre de la lucha contra la estulticia, en el aqu y ahora de sus manifestaciones sociales, su tarea esencial. (V. Gmez Pin) No hay pensamientos peligrosos: pensar es en s mismo peligroso; igualmente peligroso para todos los credos pues por si mismo no genera un nuevo credo. Los atenienses saban bien que el viento del pensamiento es un huracn que barre todos los signos establecidos a travs de los cuales los hombres se orientan, trayendo desorden a las ciudades y confusin a los ciudadanos. (H. Arendt) Con Scrates inicia su andadura el individuo tico, un individuo que convierte su conciencia en pura libertad y que frente a la vida de la polis proclama su valor absoluto. Pro esta razn la acusacin de Atenas era justa pues reaccionaba ante un principio que juzgaba funesto para su supervivencia. Ninguna polis puede reconocer un principio que se site por encima de s misma y de su existencia; ninguna polis puede reconocer una autoridad superior a su propio principio de orden poltico de convivencia, ni siquiera aquella autoridad derivada de la conciencia moral individual. (Hegel) De dnde procede esa enfermedad que aparece en la ms bella planta de la Antigedad, en Platn? es que la corrompi el malvado Scrates?, habra sido Scrates, por tanto, el corruptor de la juventud?, y habra merecido su cicuta? (Nietzsche)

13