La mujer adultera, Decamerón. Caballero Abril 1966

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  • 7/23/2019 La mujer adultera, Decamern. Caballero Abril 1966.

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    E L D E C A M E R O N D E C A B A L L E R O : u n a c o l e c c i 6 n d e f a b u l o s o s c l a s l c o s p i c a r e s c o s '

    Enlaciudad del Pratoexistiaenotro tiempo una ley contraas mujeres, que era no menos injusta que cruel, pues conde-aba sinexcepcionaser quemadas vivasaaquellas que hubie-n sido sorprendidas por sus maridos en flagrante delito dedulterio 0 que se abandonasen por dinero a otros hombres.Mientras aquella ley estaba en vigor, sucedio que unaovenmasenamoradaque ninguna otray quesellamabaFelipae sorprendida una noche en su alcoba por Rinaldo deuglieri, su marido, en brazos de Lazarino de Quasdagliotti,oble y bello gentilhombre de aquella ciudad, a quien dichaujer amaba como a ella msma.Antesemejanteafrenta, el marido, todo indignado, bastanteizo con no precipitarse sobre los dos amantes para' darleslUerte. El temor que sintio por su persona Ie contuvo. Masquello que no se atrevio a hacer el quiso que 10 hiciera laey, que al ordenar que su esposafuera quemada viva Ie ven-aba de laofensa que acababa derecibir,Por 10 cual, y comotuviera bastantes pruebas para demos-rar la infidelidad de que habia sidoobjeto, marcho en cuantocio ademandar a su esposay hacer que fuera detenida,intomar consejode nadie.Los parientes y amgos de Felipa aconsejaron a esta queo comparecieraante el tribunal, pero ella, que tenia un granorazoncomotodas las que saben amar, prefirio morir valien-emente confesandolaverdad, que no huir y vivir vergonwsa-

    enteenel destierro, mostrandoseindignadel amanteencuyosrazoshabia sido sorprendida aquella noche.Dirigiose, pues, al tribunal, acompafiada por algunosombres y mujeres que la aconsejaban no hiciese semejanteosa. Pregunto al juez, una vez que estuvo ante el, y conno sereno y firme, que queria.El juez sepuso a mrarla y admrando su belleza y distin-uidas maneras, juzgo, por su firmeza, que debia tener unado espiritu. Se intereso por ella y temo que confesaral hecho por el que se Ie acusaba, pues no tendria el otromedio que condenarla a muerte.No obstante, como no podia dejar de preguntarle porquee Ie acusaba, Ie dijo:-Senora, he aqui que Rinaldo, vuestro marido, se quejavosy dicehaberossorprendido conotro hombre cometiendodulterio. Quiere que se os aplique con todo rigor una leyue hemoscreado, eondenandoos por tanto a muerte. Yo no

    La MujerAdiilteraDE "EL DECAMERON", POR .JUAN BOCCACCIO

    puedo decidir nada hasta que vosno hayais confesado vuesdelito. Ved, pues, 10 que habeis de contestar y si estais dis-puesta a decir que es verdad 10 que vuestro marido osirnputa.La joven, sin vacilar 10 mas mnimo, repuso bromeando:-Cierto es, senor, que Rinaldo es m marido y queestanoche me ha encontrado en brazos de Lazarino, en com-pafiia del cual me ha podido hallar otras veces, pues Ie amocon todo m corazon. No pretendo negarlo. Pero vos sabeis,estoy segura, que las leyes deben ser hechas por aquellos aquienes conciemen. No ha sucedido eso con aquella por laque voy a ser castigada. Dicha ley es muy rigurosa tan solocon las mujeres, que en amor pueden por cierto dar gustoa muchos, y ademas ha sido hecha sin consultar a ningunamujer, pues ninguna ha dado su consentimento para ponerlaen vigor. Debe, por tanto, ser considerada en buen derechocomo viciosae injusta. Si la cumpHsa costa de m vida y devuestra conciencia, esosoloavos concieme, pero antes de pro-nunciar vuestra sentencia, os suplico que me concedais unagracia y'es la de que pregunteis a m marido si alguna vezy en tantas ocasiones como ha tenido a bien solicitarlo, mehe negado a satisfacer sus deseos,Rinaldo, sin esperar a que el juez le hiciera la pregunta,repuso que su mujer no se habia negado nunea a sus deseos.La joven entonces prosiguio:-Y ahoraospregunto, senor juez, desque una vez que mmarido ha tornado de m cuanto Ie era necesario y Ie venia'en gana, no puedo yo disponer del resto? dEs que deberlahaberselo arrojado a losperros? dNo es mas razonable que se10 hayadado aun gentilhombre que me adora, que no dejarloperder 0estropear?Aquel juicioprodujo tanto ruido y la senoraFelipa sehizotan celebre, que casi todos los habitantes de Prato asistierona los debates. AI escuchar tan divertido pleito, todos losasistentes, despues de reir mucho, estuvieron unanimes en quela mujer tenia razon. De tal suerte, que aquella ley tan rigu-rosafue modificada por consejo del juez ertel sentido de quesolo se aplicase contra aquellas mujeres que por un motivosordido de interes enganaran a sus maridos.

    Con 10 cual Rinaldodejo la sala del juiciotodo confusoporsu fracaso en su loca empresa. Y su mujer, muy alegre ysatisfecha, regreso triunfante a su casa, segura de haber esca-pado'a la pira. 0

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