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LA MUJER SALVADOREÑA EN - ORMUSAobservatoriolaboral.ormusa.org/investigaciones/...de El Salvador (ANDRYSAS), la Asociación de Parlamentarias y Exparlamentarias de El Salvador y otras

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Introducción

La problemática de la participación de la mujer en

la vida política e institucional no resulta menos

difícil que la búsqueda de fuentes para abordar

el tema. Y es que nuestro país vive envuelto

en elecciones municipales, legislativas (cada

36 meses), y presidenciales (cada cinco años);

y muchas de estas voces “autorizadas” están

inmersas en mayor o menor medida con diversos

movimientos partidarios y sus agendas se vuelcan

hacia esfuerzos proselitistas, como fue el caso de

la Asociación Nacional de Síndicas, Regidoras y

Alcaldesas de El Salvador (ANDRYSAS), que si

bien no deja de ser importante, lo es también

aprovechar todos los espacios para plantear su

plataformas reivindicativas y dedicarle tiempo a

esfuerzos como la presente investigación.

El sector privado no deja de ser menos reacio

a la investigación independiente, la Cámara de

Comercio e Industria de El Salvador, exigió una

serie de trámites y solicitudes de audiencia para

la indagación sobre la participación de la mujer

en cargos ejecutivos y conducción empresarial;

lo cual sí se logró pero sorteando la burocracia

interna y gestionando por otra vía menos formal

el dato requerido. El teléfono de la Gerencia de

Recursos Humanos del Banco Cuscatlàn jamás

dejó de sonar, pero nadie lo contestó, allí por más

que se intentó no se pudo acceder al funcionario

con el propósito de conocer la política interna

para equiparar las oportunidades de mujeres y

hombres.

Es importante decir que a lo largo de la historia

nacional, las mujeres han tenido una constante

lucha por sus derechos, y aunque hay progresos

éstos son insuficientes ante el galopante machismo

que aún golpea diversas esferas de la vida pública

y privada en El Salvador.

I. Breve reseña sobre el proceso histórico de la participación política de la mujer

Las jovencitas rebeldes, estudiantes de secundaria,

universitarias, campesinas, empleadas… que

tomaron la opción de las armas durante el

conflicto salvadoreño parecen haber atizado en

la conciencia nacional, la presencia y el rol de

LA MUJER SALVADOREÑA EN LOS PUESTOS GERENCIALES

“En El Salvador se sigue prefiriendo a los hombres para ocupar y desempeñar altos cargos, mientras que para una minoría de mujeres que llega a esas

posiciones romper este esquema aún sigue siendo difícil. El fenómeno es el mismo en el sector público como en el privado.”

Donatella Morales Revelo

64la mujer en los cambios políticos del país. Aquel

no fue un conflicto exclusivo de hombres, en

la batalla todos y todas demostraron la misma

fuerza y valentía. Ellas fueron las que coronaron

aquellas gestas de principios del siglo XX.

La participación política de las mujeres en nuestro

país comenzó a marcarse en el siglo recién

pasado y, aunque bisoña, ésta se mantiene en

un proceso evolutivo constante, quizá no como

la realidad demanda sino al ritmo que continúa

ejerciendo el poder político el hombre en nuestra

sociedad.

La historia registra diferentes etapas y momentos

en los cuales las mujeres salvadoreñas dan

muestras sobre el trabajo realizado, ya sea en

forma individual o colectiva para exigir derechos

políticos y promover su participación en las

instancias de poder público y privado.

En el país, las mujeres reclaman su derecho

de ciudadana desde el año de 1922, cuando

cientos de mujeres salen a las calles a protestar

pacíficamente para poder ejercer el sufragio y

como respuesta a sus demandas son brutalmente

ametralladas por el gobierno de esa época.

En 1930, Prudencia Ayala se postula como la primera

mujer candidata a la presidencia de la república.

Ella fue una luchadora de los derechos de la mujer

y, por tanto, exigía sus derechos políticos de ser

electa y votar. Sin embargo, su atrevimiento le

costó duras críticas y el rechazo de la sociedad

machista de entonces. Otro acontecimiento relevante

en ese mismo año fue la colaboración de cientos

de mujeres en la organización del entonces Partido

Comunista Salvadoreño.

Fue en 1939 cuando las mujeres obtienen

constitucionalmente su derecho al voto. Y aunque

tutelado por la Constitución de la República,

éste fue un privilegio para mujeres mayores

de 25 años, casadas, y para aquellas mayores

de 30 años, solteras, con estudios superiores al

sexto grado.

No fue sino hasta mayo de 1947 que un grupo de

mujeres funda la Liga Femenina Salvadoreña. La

primera batalla librada fue obtener su personería

jurídica y de allí en adelante emprenderían

sus luchas por la defensa y protección de los

derechos de la mujer, el niño y la niña. Años

después, la Liga Femenina logró la aprobación

de reformas a la Constitución de 1950 y entonces

se reconocen los derechos de ciudadanas a las

salvadoreñas. Asimismo, con las enmiendas a la

Constitución se incorpora legalmente el derecho

al voto sin restricciones.

Después de la conquista de 1950, del acceso

a cargos de dirección en el gobierno iniciado

en los años sesenta, del significativo paso a

cargos de elección popular desde la década de

los años ochenta y de la participación de la

mujer en concejos municipales, desde los años

noventa no se registran avances significativos en

la participación de la mujer en la vida política

y pública de El Salvador sino por el contrario,

alarmantes retrocesos.1

En la década de los noventa, las mujeres se

expresan «organizadamente por sus propias

necesidades e intereses estratégicos con una visión

de género que contribuye a generar espacios

1 Informe Alternativo de Monitoreo a la CEDAW de El Salvador.

65de participación política de las mujeres y la

aprobación de leyes, decretos e instituciones que

favorecen el avance del proceso de igualdad real

entre hombres y mujeres en la sociedad».2

La década de los noventa se caracterizó por

cambios importantes en el país, principalmente

por la firma de los Acuerdos de Paz en 1992,

dando «lugar al surgimiento y fortalecimiento

de los movimientos de mujeres orientados

fundamentalmente a la lucha por sus

reivindicaciones, lo que también les permitió

expresar su descontento ante lo omisión de su

aporte histórico al proceso de democratización

del país».3

Entre 1990 y el 2000 se crean otras organizaciones

de mujeres como Asociación de Mujeres por la

Dignidad y la Vida (LAS DIGNAS), el Movimiento

de Mujeres “Mélida Anaya Montes” (MAM),

Instituto de Estudios de la Mujer “Norma

Virginia Guirola de Herrera” (CEMUJER),

organismos gremiales como la Asociación

Nacional de Síndicas, Regidoras y Alcaldesas

de El Salvador (ANDRYSAS), la Asociación de

Parlamentarias y Exparlamentarias de El Salvador

y otras agrupaciones de carácter local, regional

y nacional.

Asimismo, en 1996 se funda el Instituto

Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer

(ISDEMU), como parte de los compromisos

adquiridos por el Gobierno en la Plataforma de

Acción de la Cuarta Conferencia Mundial sobre

la Mujer, de Beijing, en 1995, y se formula la

Política Nacional de la Mujer como un esfuerzo

conjunto de las organizaciones de mujeres,

sociedad civil y el ISDEMU.

El objetivo general de la Política Nacional de la

Mujer propone mejorar la condición y elevar la

posición de las mujeres salvadoreñas, logrando

que su participación en el desarrollo nacional

tenga lugar con igualdad de oportunidades

respecto de los hombres y promoviendo la

corresponsabilidad entre los géneros.

En cuando a los objetivos específicos, el número

4.2.5 se refiere a propiciar el incremento de la

participación social y política de las mujeres,

fomentando el ejercicio de sus derechos civiles

y políticos y promoviendo el liderazgo femenino,

para lograr una igualdad de acceso de poder

entre mujeres y hombres.

Sin embargo, el ISDEMU hasta la fecha no ha

logrado jugar el rol de organismo rector de la

Política Nacional de la Mujer y el Informe Alterativo

de Monitoreo a la Convención sobre la Eliminación

de todas las Formas de Discriminación contra

la Mujer (CEDAW) de El Salvador, lo expresa

así: el ISDEMU no tiene la capacidad jurídica ni

presupuestaria para definir ni implementar una

política global contra la discriminación que sea

asumida por las diferentes instancias del Estado

y de la administración pública.

“En los últimos 10 años se inicia un proceso

de reflexión, sensibilización y aceptación de la

necesidad de que las mujeres sean parte de la

sociedad y como tal debe ser considerada su

condición y posición en los procesos de desarrollo

local, regional y nacional”.4

2 Mujeres salvadoreñas en la política de los gobiernos locales: Lecciones aprendidas, Colección Género No. 1, FUNDAUNGO.

3 Alternativas para el Desarrollo, julio–agosto 2003 No. 84, Fundación Nacional para el Desarrollo.(FUNDE).

4 Idem.

66América Romualdo, coordinadora del Programa

de Proyección de la Asociación de Mujeres por

la Dignidad y la Vida (LAS DIGNAS), expresa

que en 1994 el movimiento de mujeres adquirió

distintas formas de organización pero con el

interés común de crear plataformas para exigir

la participación política de la mujer.

«Si se iba a construir un nuevo país, uno de

los puntos claves de la democracia era que las

mujeres, que somos más del 50 por ciento de la

población, tuviéramos derecho a ser representadas

en cargos donde se toman las decisiones del

país», reclama Romualdo.

En ese año se convocaron a las primeras elecciones

presidenciales de posguerra con la participación

política del Frente Farabundo Martí para la

Liberación Nacional (FMLN); en esa coyuntura

se crea la iniciativa denominada «MUJERES

94», a través de la cual se lanza una plataforma

reivindicativa común denominada «Plataforma

de las Mujeres Salvadoreñas», con el propósito

de contar con un espacio en la vida política del

país y con el objetivo de aglutinar una amplia

gama de organismos de mujeres y de aquellas

no organizadas para incidir políticamente en la

coyuntura electoral de ese año.

“Exigíamos un 50 por ciento de participación en

todos los cargos de elección popular y en los

de asignación o de elección de segundo grado”,

recuerda América Romualdo de Las Dignas.

Con la Plataforma 94 las mujeres militantes del

FMLN negociaron reformas a los estatutos de su

partido en torno a la representación y lograron

una cuota mínima del 35% de mujeres en todos

los puestos de decisión interna del partido y de

decisión popular5 .

En las elecciones de 1997 y 2000 se conforma

otra alianza, la Iniciativa de Mujeres por la

Igualdad en la Participación Política, y se diseña

la Plataforma de Mujeres 1997–2000 que incorpora

nuevas demandas, entre ellas: crear espacios de

representación política de las mujeres que sean

alternativos a los existentes y reformas al Código

Electoral. Esta plataforma prácticamente es la

continuación de la Plataforma de las Mujeres

Salvadoreñas 1994, iniciativa que surge en el

seno de LAS DIGNAS.

Sin embargo, las reformas al Código Electoral

para garantizar un mínimo del 40 por ciento

de participación de las mujeres han quedado

engavetadas y quienes toman las decisiones en

los partidos políticos argumentan que es «indigno

para una mujer llegar a un cargo por cuotas, se

debe llegar por méritos, no porque les regalen

el cargo», recuerda Romualdo.

Al respecto, la Convención sobre los Derechos

Políticos de la Mujer, condena la discriminación

que sufren las mujeres en el ámbito de las

libertades y los derechos políticos.

Por su parte, la Convención sobre la Eliminación

de todas las Formas de Discriminación de la Mujer,

reconoce en este tratado la exclusión y restricción

que ha sufrido y sufre la mujer en todos los

campos de la vida por su razón de sexo.6

5 Alternativas para el Desarrollo, julio–agosto 2003 No. 84 Fundación Nacional para el Desarrollo.

67A pesar de los esfuerzos realizados a través de las

plataformas reivindicativas, convenciones suscritas y

ratificadas por el Estado salvadoreño para promover

y potenciar a la mujer, los resultados electorales

para el periodo 2000–2003 mostraron otra realidad

en contraste con la anterior Asamblea Legislativa

(1997-2000), cuando la participación de las mujeres

alcanzó el 17% frente a un 83% de hombres de

un total de 84 diputaciones.

En la actual Asamblea 2003-2006, solamente

participa un 9.5% de mujeres frente a un 90.5% de

hombres. Ha habido pues, una drástica reducción

cualitativa y cuantitativa de participación de

mujeres en dicho Órgano del Estado7 .

Empero es importante advertir que la tendencia

a la exclusión de las mujeres parlamentarias

persiste tanto en la Junta Directiva como en la

Comisión Política, las dos estructuras internas

donde se concentra el poder real. Actualmente

sólo una Diputada forma parte de esas instancias.

Eso sí, pronto una mujer se convertirá en la

primera alcaldesa de la capital salvadoreña tras

una reñida justa con el candidato del partido de

derecha gobernante del país.

En las elecciones del 12 de marzo de 2006,

14 mujeres candidatas (16.6%) fueron electas

diputadas a nivel nacional para integrar

la Asamblea Legislativa 2006–2009 de un

total de 84 escaños. Ocho provienen del

Frente Farabundo Martí para la Liberación

Nacional (FMLN), cinco de Alianza Republicana

Nacionalista (ARENA) y una del Partido de

Conciliación Nacional (PCN).

6 Informe sobre la participación política de las mujeres en El Salvador, Las Dignas, agosto de 2004.

7 Informe Alternativo de Monitoreo a la CEDAW de El Salvador.

Gráfico No. 1

Mujeres electas a la Asamblea Legislativa, 2000–2009

0 5 10 15

2000 - 2003

2003 - 2006

2006 - 2009

Gráfico No. 1Mujeres electas a la Asamblea Legislativa, 2000–2009

Fuente: elaboración propia, LPG, 14.03.06

De igual modo se observa la misma tendencia

de discriminación hacia las mujeres que participan

en concejos municipales o gobiernos locales y en

la medida que aumenta la importancia del cargo

disminuye la presencia de las mismas.

Actualmente un 6.5% de las alcaldías están

dirigidas por mujeres; el 12 % son Síndicas y un

20% Regidoras, según datos del Informe sobre la

Participación de las Mujeres en El Salvador.

En las elecciones recién pasadas, de 262 municipios

nuevamente se eligieron a 17 mujeres para

administrar las alcaldías; 16 alcaldesas buscaron

la reelección o continuidad en los gobiernos

municipales, pero solamente nueve recibieron el

respaldo de la población electora. Sin embargo, la

participación de la mujer continuará siendo escasa

y mantendrá la misma cuota en los gobiernos

locales con relación a la elección 2003-2006.

68Esto puede considerase un indicador para orientar

y reforzar las acciones que se desarrollan, no

sólo para incrementar la participación de la

mujer sino para eliminar los obstáculos que

impiden el acceso real de las mujeres a cargos

de elección popular.

La Asociación Nacional de Síndicas, Regidoras

y Alcaldesas de El Salvador (ANDRYSAS), que

nace con visión y vocación pluralista, reúne a

todas las mujeres funcionarias municipales de

los principales partidos políticos. Esta asociación

forma parte de una red de instituciones que

realizan acciones positivas para fortalecer las

capacidades de las funcionarias y promover la

participación de las mujeres.

ANDRYSAS capacita a sus asociadas sobre

temas de desarrollo local y gestión municipal

con equidad, y a su vez tiene incidencia en los

gobiernos locales para la elaboración y negociación

de propuestas de políticas públicas municipales,

orientadas por los principios de equidad de

género y no discriminación, y además trata

de promover que más mujeres se animen a la

participación política.

Algunos municipios como Suchitoto, San

Salvador, Soyapango, Santa Tecla y Zacatecoluca,

ya cuentan con una Política de Equidad de

Género, Ordenanzas para la transparencia en la

Gestión Municipal y espacios de participación

ciudadana.

También se han creado mecanismos como

concejalías, secretarías o mesas de mujeres donde

se discuten y formulan propuestas para resolver

problemáticas que limitan la participación de

las mujeres en los diferentes espacios de toma

de decisiones.

II. Participación política de las mujeres

La autora María Candelaria Navas, en su

ponencia sobre “Elementos para elevar la

participación política de las mujeres”, se

refiere a la participación como todos aquellos

actos o quehaceres que hacen de las mujeres

protagonistas de los diversos procesos sociales

mediante su intervención en actividades socio-

económicas, políticas y culturales de la vida de

una localidad o de la nación. La participación

puede ser organizada o no, y puede implicar

interactuar con el Estado o no.

0

5

10

15

20

25

2000 - 2003 2003 - 2006 2006 - 2009

Gráfico No. 2

Número de alcaldesas electas,

2000-2009

Gráfico No. 2

Número de alcaldesas electas, 2000-2009

Fuente: elaboración propia, LPG, 18.03.06

Gráfico No. 3

Mujeres y hombres electos a la Asamblea

Legislativa (2003)

0 50 100

Hombre

MujerPropietario

Fuente: Informe sobre la participación política de las mujeres en El Salvador, Las Dignas, agosto de 2004.

69La participación política se puede entender

como la pertenencia a algún partido político,

sindicatos, estructuras de poder, vida asociativa

y movimiento sociales. Uno de los factores que

dificulta la participación política de las mujeres

es la forma en que está estructurado el sistema

político, económico y social con presencia

predominantemente masculina. Pero si no se

incluye equitativamente a la mujer no se puede

hablar de democracia y las estrategias y acciones

para impulsar su participación continuarán siendo

insuficientes.

En los últimos cuatro años se ha experimentado

un descenso de la presencia de las mujeres en

la política, solamente dos mujeres de cada diez

personas están en puestos claves del gobierno.

En la actual administración del presidente

Elías Antonio Saca, dos mujeres tienen

rango ministerial la Licenciada Darlyn

Meza y la Licenciada Yolanda de Gavidia,

en Educación y Economía, respectivamente.

Y aunque el presidente Saca cuenta con

la Licenciada Ana Vilma de Escobar en

la Vicepresidencia de la República, quien

encabeza una lista de 12 mujeres que se

desempeñan como Comisionadas de la

Gobernabilidad, Agricultura, Desarrollo Social

o presidentas de instituciones autónomas o

semi-autónomas, esa presencia de mujeres no

significa necesariamente la implementación

de políticas sectoriales hacia la mujer

salvadoreña.

La gestión presidencial de Francisco Flores, en

1999, inició con tres mujeres ministras sobre un

total de diez ministerios, lo que significó un 30%

que se redujo posteriormente al 10%.8

Dos de los tres cargos principales del Ministerio

Público son ocupados por hombres, el Fiscal

General de la República, Licenciado Romeo

Barahona, y el Procurador General de la

República, Licenciado Marcos Gregorio Sánchez

Trejo; una mujer ocupa el cargo de Procuradora

para la Defensa de los Derechos Humanos,

la Doctora Beatrice Alamanni de Carrillo,

constituyendo la participación de la mujer en

el Ministerio Público un 33.33%.

II.1 Sobre los puestos de “relleno” para las

mujeres

América Romualdo, de LAS DIGNAS, y la

Licenciada Nora Montoya, Consejal Propietaria

representante del gremio de Magistrados de

Cámaras de Segunda Instancia y Jueces de

Primera Instancia y de Paz, dentro del Consejo

Nacional de la Judicatura (CNJ), coinciden en

que la situación es preocupante y aseguran

que, desde 1994 y 1997 que las organizaciones

femeninas impulsaron plataformas para elevar

la participación política, ésta aún no se ha

logrado.

Aunado a la poca participación de las mujeres

en cargos de elección popular y de segundo

grado, también hay que tomar en cuenta que

los partidos políticos colocan a las mujeres en

puestos de «relleno», es decir en cargos donde

realmente no van a ser electas. América Romualdo,

aseguró que esta práctica ya fue denunciada por

LAS DIGNAS.

8 Informe Alternativo de Monitoreo a la CEDAW de El Salvador

70Nora Montoya, opina que no hay ningún esfuerzo

por dar el mismo acceso a las mujeres, no obstante

que se han suscrito y ratificado convenciones

y se tienen instrumentos internacionales que

respaldan esa participación.

El Salvador ratificó el 2 de junio de 1981 la

Convención sobre la Eliminación de todas las

Formas de Discriminación contra la Mujer

(CEDAW), por lo cual desde ese momento

se convirtió en Ley de la República de El

Salvador, estando comprometido el país en

adecuar leyes, adoptar medidas, definir políticas,

planes, programas y estrategias que respondan

nacionalmente al espíritu de la CEDAW, con el

objetivo de erradicar tanto del ordenamiento

jurídico como de sus prácticas institucionales,

todas aquellas acciones que directa o por resultado

signifiquen discriminación contra la mujer en el

ámbito público como privado.

Una de las entrevistadas agregó que tanto en

instituciones públicas como en privadas hay

siempre preferencias por dar cargos gerenciales o

de dirección a los hombres dejando en segundas

posiciones a las mujeres. En cuanto a los salarios,

afirma que en el sector público no se siente

la discriminación puesto que hay una Ley de

Salarios, según la cual es el cargo o el puesto

el que tiene asignado el salario y no se puede

negociar. Sin embargo, en la empresa privada si

existe disparidad entre el salario de un hombre

y el de una mujer, no obstante que ejerzan el

mismo puesto.

En cuanto a cargos de elección popular:

«Tradicionalmente las mujeres se sitúan en los

últimos puestos de la lista, aspecto que tiene

que ver con la posibilidad real de salir electas,

y no exclusivamente para servir de «relleno»

en las listas electorales, dice el Informe sobre

la Participación Política de las Mujeres en El

Salvador de Las Dignas.

El Informe señala que el primer cuello de botella

que encuentran las mujeres para el acceso a

los puestos políticos de responsabilidad, es la

dificultad para que los partidos las candidaticen;

en segundo lugar, las mujeres son tradicionalmente

colocadas en mayor proporción para puestos

secundarios como son las suplencias, tanto a

nivel de la Asamblea Legislativa como de los

concejos municipales; por último, cuando acceden

a candidaturas propietarias, generalmente se trata

de posiciones con discutibles posibilidades reales

de resultar electas.

II.2 Sobre el llamado “techo de cristal”

En El Salvador se sigue prefiriendo a los hombres

para ocupar y desempeñar altos cargos, mientras

Gráfico No. 4

Porcentaje de mujeres candidatas a la Asamblea

Legislativa, por partido político (2003)

0 50 100 150 200

Propietarias

Suplentes

ARENA

FMLN

PCN

PDC

CDU

Gráfico No. 4Porcentaje de mujeres candidatas a la Asamblea Legislativa,

por partido político (2003)

Fuente: Informe sobre la Participación Política de las Mujeres en El Salvador, LasDignas, agosto de 2004.Fuente: Informe sobre la Participación Política de las Mujeres en El Salvador, Las Dignas, agosto de 2004.

71que para una minoría de mujeres que llega a

esas posiciones romper este esquema aún sigue

siendo difícil. El fenómeno es el mismo en el

sector público como en el privado.

El llamado “techo de cristal» genera un límite

a la inserción de mujeres en puestos de alta

jerarquía y responsabilidad porque han sido

espacios manejados exclusivamente por hombres.

Para la concejal Nora Montoya, el proceso ha

sido lento pero poco a poco se va avanzando

en posiciones que históricamente han estado

ocupadas por hombres. Y cree que si una mujer

ocupa un cargo por su capacidad y por su

trabajo en iguales condiciones que un hombre,

se fortalece a las demás mujeres y se crea un

compromiso con doble responsabilidad, ya que

además de demostrar que se es capaz como

funcionaria, también lo es como mujer.

La Concejal del CNJ reconoce que la representación

femenina en la actual Corte Suprema de Justicia

es mínima, de 15 miembros que integran el

máximo Órgano de Justicia únicamente dos son

mujeres: la Doctora Victoria Marina de Avilés,

de la Sala de lo Constitucional y ex procuradora

para la Defensa de los Derechos Humanos, y la

Licenciada Mirna Antonieta Perla Jiménez, de la

Sala de lo Civil.

La representante del gremio de Magistrados y

Jueces expresó que “nos hemos conformado con

una cuota únicamente de dos mujeres, después

abrirse el proceso de elecciones de 1994”, y cita

otro caso como ejemplo, en el propio Consejo

Nacional de la Judicatura. Dos mujeres concejalas

concluyeron su periodo de tres años, pero sólo

una mujer ingresó al nuevo Pleno del Consejo

para el periodo 2005-2007. La decisión fue tomada

por la Asamblea Legislativa.

Todo ello a pesar de que desde las estrategias

en Nairobi se orienta a los gobiernos para que

aseguren una igualitaria participación en todos

los cuerpos legislativos nacionales y locales, y

se llama a la equidad en el nombramiento, la

elección y promoción a puestos de alto nivel en

los órganos ejecutivo, legislativo y judicial.

Por su parte, la Plataforma de Acción de

Beijing, llama a los Gobiernos, al sector privado,

partidos políticos, sindicatos, organizaciones no

gubernamentales nacionales e internacionales a

adoptar medidas para garantizar a la mujer igualdad

de acceso y plena participación en las estructuras

de poder. Y entre las medidas que recomienda,

se incluye establecer el objetivo del equilibrio

entre mujeres y hombres en los órganos y comités

gubernamentales así como en las entidades de la

administración pública y en la judicatura.9

Sin embargo, las observaciones de la Plataforma

de Beijing no han sido adoptadas ya que en las

magistraturas de Cámara o de segunda instancia,

las mujeres alcanzan un 9% de los cargos; en

los tribunales de primera instancia, un 30 %

son mujeres juezas; en los tribunales de paz,

un 44 % son mujeres, a nivel nacional, según

el Informe Alternativo de la CEDAW.

A excepción de la Corte Suprema de Justicia, la

tendencia en el Órgano Judicial constituye una

discriminación cualitativa ya que se determina a

mayor jerarquía, menor participación de mujeres

9 Navas, María Candelaria. Elementos para elevar la participación política de las mujeres.

72

10 Informe Alternativo de Monitoreo a la CEDAW de El Salvador11 Arly Faundes Berkhoff y Hugo Laboral, El Economista, febrero

de 2005.

en cargos de dirección y decisión. No existe

legislación que establezca acciones positivas en el

ámbito del Órgano Judicial para la participación

de mujeres.10

En el proceso de elección de candidaturas a

magistrados o magistradas a la Corte Suprema

de Justicia 2006, el gremio de abogados propuso

a 12 mujeres y 45 hombres de 57 puestos. Los

actuales candidatos y candidatas serán electas

para un periodo de 9 años. Las elecciones se

realizaron el sábado 18 de marzo (2006) y los

primeros dos puestos de los quince electos, el

primero y segundo lugar fueron ocupados por

mayoría de votos por dos mujeres, una magistrada

de cámara y una asesora de la Corte Suprema de

Justicia, el tercer lugar lo ocupó un hombre. Es

un resultado claro de las elecciones del gremio

de abogados, que igualmente, puede ser alterado

por decisión política del Órgano Legislativo.

III. Los puestos de trabajo en la empresa

Un estudio realizado por la Unidad Mujer y Desarrollo

de la Comisión Económica para América Latina y el

Caribe (CEPAL), expresa que “si bien existen ciertos

cargos considerados adecuados…, hay otros que

les están vedados.» 11

La empresa privada no está exenta de este

fenómeno, y si bien es cierto que la conducción y

dirección de la Cámara de Comercio e Industria

de El Salvador recae en la Señora María Elena

de Alfaro, presidenta por segundo período,

solamente dos mujeres más ocupan cargos de

dirección en 16 plazas.

El último censo que realizó la Cámara en 1,900

empresas asociadas tuvo lugar en 1999 y el

resultado fue revelador: sólo 50 mujeres ocupaban

cargos de dirección o ejecutivos. Desde entonces

esta gremial no ha implementado un nuevo censo

para identificar el protagonismo de la mujer en

la empresa e industria salvadoreñas.

La Cámara cuenta con un Comité de Empresarias,

integrado exclusivamente por mujeres; su objetivo

es promover el liderazgo dentro del sistema de

libertades con una visión de complementariedad y

corresponsabilidad, basado en principios, valores

y ética empresarial.

El Licenciado Roberto Artavia, rector del

INCAE, dice en su artículo de opinión “Mujer y

Liderazgo“, publicado en la Revista El Economista

de febrero de 2006, que “la igualdad de derechos

y oportunidades no es sólo un ideal feminista,

es una responsabilidad de todos y todas para

alcanzar el más pleno potencial de nuestro

capital humano“. Pero los hechos demuestran

que en la medida que sube el perfil del cargo,

la presencia de la mujer va disminuyendo y el

hombre nuevamente toma esas posiciones.

III.1 Las dobles o triples jornadas de trabajo

América Romualdo, señala que la doble o

triple carga de trabajo de la mujer y los apuros

económicos limitan el tiempo o la oportunidad

que puede tener para participar. Milena Calderón

de Escalón, diputada por el partido Alianza

Republicana Nacionalista (ARENA), confirma

este señalamiento ya que está comprobado que

uno de los obstáculos que tienen las mujeres

73para participar en cargos de elección popular

son las obligaciones en el cuido del hogar.

Por su parte, Ileana Rogel, diputada por el partido

Frente Democrático Revolucionario (FDR), afirma

que el Estado no da la asistencia, ni los recursos

suficientes para garantizar que las mujeres cuenten

con condiciones para participar en la política.

Asegura que lleva más de tres años insistiendo

en que se hagan esfuerzos por aprobar un

presupuesto con perspectiva de género, es decir

un presupuesto que permita garantizar que todos

los recursos públicos atiendan las demandas

y las necesidades de mujeres y hombres con

énfasis en los grupos sociales más vulnerables

de la sociedad.

Blanca Flor Bonilla, diputada por la fracción

del FMLN, considera que el atraso que se tiene

es en el acceso de los derechos de la mujer. Si

no hay una política más directa de apoyo para

su desarrollo integral, que cuente con ingresos

seguros para sentir estabilidad económica y pueda

dedicarse a capacitar, las mujeres difícilmente

lograrán salir de la situación de marginación y

pocas oportunidades.

IV. Conclusiones

En conclusión, las mujeres deben retomar un

papel más protagónico intensificando sus luchas

reivindicativas y el cabildeo social y político

para lograr mayor acceso a cargos de poder y

fomentar la participación política en general;

las organizaciones de mujeres deben continuar

acompañando a la mujer que se encuentra dentro

de las esferas de poder y apoyar a aquellas que

quieren acceder con más dinamismo a éstas;

de allí que sea impostergable que se instaure

un organismo coordinador capaz de conjuntar

los esfuerzos dispersos en esta vía y con el

compromiso de fiscalizar y dar seguimiento al

trabajo de las funcionarias públicas en cargos de

alcaldesas, sindicas, regidoras y diputadas, así

como a funcionarias gubernamentales.

Igual de importante es que sean fiscalizados

los funcionarios públicos, los hombres, porque

tampoco se puede dejar hacer y dejar pasar

políticas públicas que no contemplen el enfoque

de género, siendo el Estado salvadoreño suscriptor

de convenios y tratados internacionales, que

también son leyes de la república.

Se debe poner en marcha campañas de educación

cívica para informar a las mujeres la importancia

de su participación en el ámbito político, así como

incentivarlas a participar en los procesos electorales

y que los partidos políticos proporcionen más

información sobre las candidatas, los candidatos

y programas de gobierno.

Pero además, se debe modernizar el marco legal

vigente para flexibilizar la participación y la

presencia de las mujeres, permitiendo impulsar

leyes de cuota a favor de las mujeres en cargos

de representación popular para compensar

el desequilibrio que favorece al hombre en

detrimento de los derechos de la mujer y, por otra

parte, se debe implementar un estudio sobre los

procesos de globalización y apertura de mercados

y su impacto en el desarrollo socioeconómico de

la mujer salvadoreña.

En alguna medida, la toma de decisiones y la

promoción de los cambios en esta línea sortearán

74los obstáculos que impiden la participación

de las mujeres, con el propósito de salir del

estancamiento y retroceso de las conquistas de

principios y mediados de siglo XX y de las luchas

que aquellas jovencitas rebeldes impulsaron desde

los albores de la guerra salvadoreña.

V. Recomendaciones

Las organizaciones de mujeres de El Salvador

deberán impulsar una estrategia de comunicación

y educación sobre los derechos de la mujer, no

sólo a nivel de medios masivos de comunicación

social sino ante las comunidades e instituciones

públicas como la Procuraduría General de la

República y la Procuraduría para la Defensa de

los Derechos Humanos, universidades y partidos

políticos, los que a la postre son los que toman

las decisiones trascendentales desde el Órgano

Legislativo.

En la medida que la sociedad civil conozca sobre

los derechos humanos y civiles de las mujeres,

más sectores tendrán el espacio para respaldar

las iniciativas de cambio que aún esperan miles

de mujeres en nuestro país. No es posible que

viejos paradigmas, como la crianza de las niñas,

esté enfocada en los roles domésticos que como

adulta asumirá al salir del fuero familiar. En tal

sentido, en el sistema educativo nacional también

deben impulsarse cambios radicales.

Bibliografía

-Alvarenga, Ligia. Mujeres salvadoreñas en la política de

los gobiernos locales: Lecciones aprendidas, Colección

Género No. 1, FUNDAUNGO.

-Arana, Rubí Esmeralda; Santacruz Giralt, María L.

Opinión pública sobre el sistema político del país y la

participación de la mujer en la política, Colección Género

No.2, FUNDAUNGO.

-Fundación Arias para la Paz y el Desarrollo Humano.

Un paso más hacia la igualdad real, Ley de Promoción

de la Igualdad Social de la Mujer.

-Fundación Nacional para el Desarrollo (FUNDE).

Alternativas para el Desarrollo, No.84 julio–agosto,

2003.

-Instituto Salvadoreño para el Desarrollo de la Mujer

(ISDEMU). Política Nacional de la Mujer, septiembre

1997.

-Navas, María Candelaria. Elementos para elevar la

participación política de las Mujeres, ponencia, febrero

2005.

-Política Nacional de la Mujer, Instituto Salvadoreño para

el Desarrollo de la Mujer, septiembre 1997.

75

Preámbulo

El trabajo doméstico es, desde tiempos remotos

la forma más inobjetable de invisibilización de

la mujer en Latinoamérica y, por consiguiente,

en nuestro país.

“En la época colonial, según se ha investigado,

una de las formas de explotación impuesta por

las autoridades fue el repartimiento de hilazas, de

hilados o algodón, lo que recaía directamente en

las mujeres indígenas, a quienes se les obligaba en

un principio a convertirlo en hebras para mechas

de candela y, posteriormente, a producir un hilo

delgado y apretado más apropiado para tejer. En

un inicio se realizaba sólo un repartimiento por año,

pero ya en el siglo XVII eran cuatro y el algodón

se distribuía en todas las viviendas para que las

mujeres indígenas lo procesaran, lo que significa

que la explotación vino en aumento conforme se

fue ampliando y diversificando la demanda del

mercado internacional.

Por aquella carga laboral, las mujeres indígenas

recibían una paga tan mísera como arbitraria,

pero hubo algunos alcaldes y posteriormente

corregidores que impusieron la tarea de forma

gratuita y su cumplimiento pasaba por la

intimidación y el azote cuando había retrasos en

la entrega del hilo, y eso independientemente de

que la indígena recibiera paga o no. Tampoco

importaba si las mujeres eran ancianas, viudas,

enfermas o embarazadas, es decir que la carga

laboral así como el castigo recaían en todas las

mujeres por igual”.

Además de lo anterior, la tan sola presencia de

españoles en estas tierras supuso un incremento

en la carga del trabajo doméstico de las mujeres,

pues se sabe que pasaron muchos años para

que la corona española permitiera la llegada

de mujeres peninsulares a sus colonias recién

establecidas en el Nuevo Mundo. Y mientras

aquella real prohibición estuvo vigente, fueron

las mujeres indígenas las que debieron asumir

la preparación de alimentos, el aseo de ropas

y el cuido de los sitios de alojamiento de las

huestes extranjeras.

Tal como podrá inferirse, pese a los ideales

liberales que habían sustentado la Carta Magna

de la naciente república, durante esa época la

mujer ya había sido reducida abiertamente al cubil

MUJERES Y TRABAJO DOMÉSTICO EN EL SALVADOR

Jeannette Urquilla Guzmán“ El trabajo doméstico remunerado constituye una

de las primeras ofertas laborales a las que recurren las mujeres, por lo que junto a las que laboran en el comercio informal y en la maquila, requieren al mas

corto plazo de medidas pertinentes por parte del Ministerio de Trabajo”

76doméstico donde el hombre ejercería su dominio.

No hubo, pues, desde los orígenes del Estado,

un marco jurídico que abogara por la igualdad

de condiciones laborales entre hombres y mujeres

o, mejor dicho, que evitara el abuso del esclavismo

disfrazado, como en realidad debería llamarse al

trabajo doméstico, ya sea remunerado o no, dado

que además de sojuzgarla individualmente también

ha venido reproduciendo de manera implícita

relaciones sociales de subordinación de las mujeres

con respecto a los hombres, abriendo la brecha

para que con frecuencia se vean afectadas por

prácticas inhumanas como las agresiones físicas,

psicológicas y sexuales.1

Dilucidar la situación actual de las mujeres

salvadoreñas que tienen atada su existencia

a esta forma de trabajo precario, es uno de

los propósitos de este artículo, lo que no sólo

permitirá una aproximación al problema sino

también establecer líneas de acción congruentes

con el hecho de lograr el cumplimiento de

los compromisos internacionales ratificados

por el Estado salvadoreño y que se refieren,

específicamente, a eliminar la discriminación contra

las mujeres y la falta de equidad, entre otros.

Si bien el objetivo de este trabajo lo constituye

el analizar las condiciones de trabajo de las

mujeres en el servicio doméstico remunerado,

no se puede ignorar que este tiene a la base

factores socioculturales basados en el sexo,

que han sustentado social e históricamente la

asignación de roles productivos y reproductivos

y que el trabajo doméstico precisamente ha

sido considerado una extensión del trabajo

reproductivo de las mujeres y por consiguiente

poco valorado.

La legislación nacional y trabajo doméstico remunerado

A diferencia del proceso de conquista del derecho

al voto de la mujer –que comenzó en la década

del treinta del siglo pasado, pero que se concreta

hasta en 1950–, la Constitución promulgada ese

año solamente dejó en tinta los preceptos que

se referían al trabajo de las mujeres, pues en la

práctica no fueron aplicados o tuvieron poco o

nulo cumplimiento.

En esa oportunidad en la Carta Magna, cuya

redacción estuvo a cargo de intelectuales de

avanzada, se llegó incluso a prohibir el trabajo

de mujeres y menores de 18 años en condiciones

insalubres o peligrosas e introdujo el descanso

remunerado pre y post natal y el derecho a

conservar el empleo. Es más, estableció la

obligatoriedad del empleador o empleadora a

mantener salas cunas y guarderías para los hijos

e hijas de las empleadas. Mas todo ello, como

es de suponer, no se cumplió inmediatamente ni

había cumplido veinticinco años después, según

una investigación realizada en 1976.

1 Ya en 1928, Alberto Masferrer, escribía: “(…) Las mujeres ricas han logrado ya, en parte, libertarse de la esclavitud del fogón, no sólo sin ninguna simplificación de su vida, sino complicando enormemente y cada vez más, el uso de la cocina y del comedor. Pero esto lo han hecho esclavizando a otras mujeres –sus cocineras y ayudantas– a quienes han reducido así a la más triste condición humana: a emplear toda su vida en aderezar y complicar más y más los manjares locos que anhela el apetito depravado de sus amos (y amas). Así se han emancipado ellas del horror del fogón; de quemarse los brazos; de tener las uñas negras y escoriadas; de irritarse los ojos y chamuscarse los cabellos; de estar siempre, ahumadas, engrasadas, sofocadas y con el humor agrio y el ánimo infernal. Pero si el feminismo ha de ser algo noble y eficiente, no se detendrá en ser una mezquina lucha de grupos, que liberta a unas pocas arruinando a las más. Si la emancipación de la mujer ha de significar algo en la historia, será la emancipación de todas las mujeres, aunque fuera al principio en una medida muy circunscrita, pero en camino de ser más amplia cada vez. No se trataría, así, de emancipar sólo a las ricas, sino a las pobres también: a la señorita de alta posición, sí; pero también a la lavandera, a la sirvienta, a la campesina, a la obrera, a la maestra, a todas (…)”.

77Y sobre el tema que nos ocupa, la autora del

aludido estudio, señala: “Con respecto al trabajo

doméstico que en la práctica es realizado por

mujeres campesinas, que encuentran en esa

forma una vía de acceso a las áreas urbanas,

hay que reconocer que su regulación legal es

incompleta, que los derechos que el Código de

Trabajo le concede no se cumplen, la mayor parte

de las veces por desconocimiento de los mismos;

que hay una marcada resistencia a fijar salarios

mínimos en esa materia no sólo de parte de los

funcionarios encargados sino de las amas de casa,

incluso mujeres quienes abogan por la igualdad

ante la ley. Para muchas, esa igualdad llega hasta

la puerta del área de servicio de sus casas. Se

pregona en la calle, se comenta en la sala, pero

no se habla de ella ni se practica en la cocina.

La empleada doméstica está discriminada. Esta

situación denigrante de servidumbre humana

debe desaparecer, a ello contribuye el alto nivel

de desempleo que permite aceptar condiciones

de trabajo inadmisibles” 2 .

Después, en 1956, al fundarse la Fraternidad de

Mujeres Salvadoreñas, un organismo de clara

oposición al régimen de José María Lemus, la

situación de las trabajadoras domésticas vuelve a

ser retomada en los estatutos de esta agrupación:

“Que las mujeres que trabajan en los servicios

domésticos tengan derecho a gozar de seguridad

social y a ser protegidas por las leyes laborales”;

asimismo, se planteaba: “Que las mujeres puedan

asegurar el principio de “igual pago por igual

trabajo” y que el Estado establezca guarderías

infantiles”3 . Pero pese a los esfuerzos realizados

por sus integrantes, la discriminación y la

desigualdad continuaron inmutables, tal como

lo consignó el ya citado estudio de 1976.

El Código de Trabajo4 vigente dedica un capitulo

completo al tema de trabajo doméstico, Art.76

el cual literalmente plantea: El contrato de

trabajo para servicio doméstico puede celebrarse

verbalmente. Sí así fuere, el patrono estará

obligado a extender, cada treinta días, a petición

del trabajador, una constancia escrita en papel

común y firmada por aquél, en la cual se exprese:

el nombre y apellido de ambos, el tiempo de

servicio, el salario percibido en el último mes y el

lugar y fecha de expedición del documento.

El Art. 77, establece que se entenderá por

trabajadores del servicio doméstico a quienes

se dedican en forma habitual y continua a las

labores propias de un hogar o de otro sitio de

residencia o habitación particular, que no importen

lucro o negocio para el patrono. Al mismo tiempo

excluye de este rubro a trabajadores del servicio

doméstico que se dediquen a esas labores dentro

de una empresa, industriales, comerciales, sociales

y otras, quienes se regirán por las normas

generales dispuestas en el Código.

En cuanto al salario, el Art.78 establece salvo que

se haya pactado lo contrario que la retribución

del servicio doméstico comprende además del

salario convenido, la alimentación y habitación.

En relación a horarios de trabajo y descanso en

el Art 80 del mismo Código se lee: El trabajador

del servicio doméstico no está sujeto a horario,

2 Cisneros A. Rosa Judith. Condición jurídica de la mujer salvadoreña, pp. 24-25.

3 Navas, María Candelaria. Sufragismo y feminismo en El Salvador, Revista Realidad y Reflexión, Universidad Francisco Gavidia, p. 84.

4 Mendoza Orantes, Ricardo. Recopilación de Leyes Laborales, actualizadas con sus reformas. El Salvador 2001.

78pero gozará de un descanso mínimo de doce

horas diarias, de las cuales diez serán nocturnas

y continuas, y las otras dos deberán destinarse

para las comidas, además de un día de

descanso remunerado cada semana acumulables

hasta un número de tres días. Se entiende que

los trabajadores contratados a base de sueldo

mensual, tienen incorporado en este el pago

correspondiente a los días de descanso.

La persona dedicada al servicio doméstico (Art.81)

está obligada a prestar sus servicios en los días de

asueto, siempre que así se lo pida el patrono. En

tal caso tendrá derecho a un recargo del cien por

ciento en su salario diario por el trabajo realizado

en esos días. Los primeros días 30 días de trabajo

son considerados de prueba, tiempo en el cual

cualquiera de las partes puede dar por finalizado

el contrato sin responsabilidad (Art. 82).

Las causas especiales de terminación del contrato

sin responsabilidad para el patrono, de acuerdo al

Art. 83, las siguientes:

1ª. Adolecer el trabajador de enfermedades

infectocontagiosas, a menos que las hubiere

adquirido en el lugar donde presta sus servicios,

en cuyo caso procederá la suspensión del

contrato.

2ª. Tener el trabajador vicios o malos hábitos que

pongan en peligro o perjudiquen el orden

doméstico o alteren la condición moral del

hogar.

3ª. Por cometer el trabajador actos graves de

infidelidad o insubordinación contra el patrono,

su cónyuge, ascendientes o descendientes u otras

personas que habiten permanentemente en el

hogar.

Respecto a las condiciones de salud de la trabajadora

o trabajador el Código no plantea responsabilidad

para el patrono, pero sí da el derecho en el Art.

79, para que éste pueda exigir a quien prestará los

servicios antes de iniciar los servicios o cuando lo

considere necesario los comprobantes de buena

salud y la presentación del Documento de Identidad,

cuando esté obligada/o a tenerla.

En otras palabras, el trabajo doméstico remunerado

en nuestro país es de vieja data y desde su origen

hasta la actualidad, no sólo ha sido infravalorado

sino también marginado de las leyes laborales

que más o menos protegen otras actividades u

oficios productivos cuando son realizados por

mujeres. Por ejemplo, en el país la trabajadora

doméstica no es afiliada al Instituto Salvadoreño

del Seguro Social (ISSS) ni a las administradoras

de fondo de pensiones (AFP‘s), tampoco goza de

vacaciones anuales ni días de asueto nacional y,

generalmente, trabaja más de ocho horas diarias

sin derecho a recibir pago por horas extras.

Y aunque la falta de cobertura de prestaciones

laborales es generalizada, es decir, que el

problema afecta a la mayoría de trabajadoras

del servicio doméstico en el país, existen algunas

excepciones que se desconocen debido a que las

personas son inscritas como parte del personal

de empresas que son propiedad del empleador

o empleadora. Ese es el caso de Santos Ramírez,

quien ha sido empleada doméstica durante toda

su vida y que, a sus 33 años y con tres hijas, ha

cotizado durante los dos últimos años en una

AFP, gana $162 mensuales y cotiza el 6.25% de

79deprimidos y, para colmo, si se toma en cuenta

que en muchos casos sólo la mujer es quien aporta

ingresos para el sostén familiar. De hecho, un

estudio realizado por la referida Superintendencia

con una muestra de 408 mujeres que trabajan

en el sector, reveló que un 51.2% no estaría en

la disponibilidad de afiliarse en las condiciones

salariales actuales, es decir con un salario de

$119 mensuales, aunque el estudio reveló que el

promedio salarial es de $154 por mes. En todo

caso, ello significa que mientras se mantengan

bajos salarios a nivel general, incluido el sector

en cuestión, y en ausencia de una política laboral

que garantice el cumplimiento de las leyes

vigentes, las trabajadoras del servicio doméstico

no sólo seguirán al margen de las prestaciones

laborales sino también continuarán viviendo en

condiciones de discriminación y desigualdad

económica y social en contraposición al marco

legal respectivo y a las aspiraciones implícitas

en los Objetivos del Milenio y, específicamente,

en aquellos que imponen el desafío de “Mejorar

la salud materna” y “Promover la igualdad entre

los sexos y la autonomía de la mujer”.

Hay que señalar, asimismo, que aunque es difícil

cuantificar la relación existente entre bajo trabajo

infantil y trabajo domestico, la crítica situación

económica de las mujeres trabajadoras en general

y, particularmente de aquellas que laboran en el

servicio doméstico, podría estar incidiendo en el

alto índice de trabajo infantil, sobre todo, cuando

se trata de mujeres solteras o jefas de hogar.

Un estudio dado a conocer recientemente,

en abril de 2006, realizado por el Ministerio

sus ingresos mientras que quienes la emplean

aportan el 6.75% correspondiente.

Como bien lo consigna la nota periodística,

“Santos es una de las pocas privilegiadas que,

además de cotizar en una AFP, cuenta con seguro

del Instituto Salvadoreño del Seguro Social

(ISSS)”5 . Esta trabajadora, como otras poquísimas

más, goza de ambas prestaciones debido a que ha

sido inscrita en las planilla de una empresa que

pertenece a la familia empleadora, un caso que

sin duda cabe dentro de las excepciones, pero

que dista mucho de convertirse en una regla.

La misma fuente detalla que después de siete años

de funcionar la Superintendencia de Pensiones de

El Salvador está trabajando en una alternativa

para que trabajadores y trabajadoras agrícolas

y del servicio doméstico, sean parte del nuevo

Sistema de Ahorro para Pensiones (SAP), con la

pretensión de darle cobertura a un aproximado

de 118,669 personas que en El Salvador trabajan

en el servicio doméstico, en su mayoría mujeres.

El trabajo agrícola, en cambio, registra 465,740

personas (DIGESTYC, 2005).

Víctor Ramírez, el superintendente de pensiones,

en esa oportunidad y al respecto, dijo: “A lo mejor

se requiere de alguna reforma en las leyes para

poder entrar en este rubro (…) Se van a estudiar

alternativas para ver si es posible que ingresen;

así, aquellos que puedan lo harán en condiciones

especiales de acuerdo con su capacidad”.

Sin embargo, al igual como ocurrió con el ISSS,

es posible que la mayoría de trabajadoras del

servicio doméstico no logre incorporarse a las

AFP´s debido a que los salarios son demasiado 5 Ver nota completa y testimonio en La Prensa Gráfica, edición correspondiente a lunes 20 de febrero de 2006, pp. 30-31.

80de Trabajo y Previsión Social (MITRAB) y la

Organización Internacional del Trabajo (OIT),

reveló que en Centroamérica, Panamá y República

Dominicana se registran cerca de 167,000 niñas y

niños trabajadores y que de ésta cifra, 93 mil se

encuentran laborando en las peores formas. Eso

significa que la cifra promedio por país podría

ser de 24 mil infantes, aproximadamente, lo que

por supuesto constituye un elevado número de

niñas y niños que año con años se ven afectados

por la falta de escolaridad o la deserción.

Es más, dentro de esa cantidad promedio

de menores trabajando, se ignora cuál es la

proporción que labora en oficios domésticos,

pues entre la población de bajos ingresos o en

situación de extrema pobreza es frecuente que

se “entregue” o envíe a las hijas menores de

edad a trabajar en el servicio doméstico con el fin

de incrementar los ingresos familiares. En estos

casos, indudablemente se trata de menores de 18

años, es decir sin Documento Único de Identidad

(DUI), y por lo tanto, aparte de los bajos salarios,

susceptibles de sufrir mal trato, abuso o acoso

sexual e incluso violación, pese al Convenio sobre

las peores formas de trabajo infantil adoptado

por la Organización Internacional del Trabajo

(OIT) en 1999. De hecho, el Estado salvadoreño

autoriza el trabajo infantil a partir de los 14 años

o sea a partir de la edad en que se supone ha

completado la escolaridad obligatoria, algo que

para una buena parte de la población infantil

no deja de ser una ficción.

Sin mayor riesgo a equivocarnos, se puede

afirmar que el trabajo doméstico en menores de

edad es un círculo vicioso perfecto que inicia con

una escolaridad obligatoria incompleta6 y que se

reinicia con las propias hijas o hijos, pues al no

poder continuar con sus estudios debido a que

debe trabajar 12 horas o más durante el día, cada

joven o madre adolescente a la sazón, se verá

obligada a permanecer en un empleo precario

por el resto de su vida, lo que indudablemente

impedirá a su descendencia el acceso a una

escolaridad obligatoria completa al no poder

cubrir los gastos educativos que se demanden.

En otras palabras, las hijas de una mujer que

labora en el servicio doméstico, con frecuencia

heredan no sólo la actividad sino también una

precaria forma de vida y/o viceversa.

En tal sentido, si los gobiernos en realidad tienen

voluntad política para mejorar el acceso a la

educación y buscar la autonomía de la mujer

de acuerdo con los Objetivos del Milenio, un

verdadero desafío constituye el mejoramiento

a corto plazo de las condiciones laborales y

sociales del conjunto de mujeres que trabajan

en el servicio doméstico. Ahora bien, ¿se sabe

realmente cuántas personas laboran en dicho

sector?

Población ocupada en la rama de servicio doméstico

Al respecto se identifican dos fuentes oficiales,

la EHPM-DIGESTYC y el RNPN con serias

diferencias que nos llevan a plantear la necesidad

de mejorar los registros existentes.

En el cuadro No.1 se presentan los datos

relacionados con el empleo doméstico por edad,

6 Dos de cada diez mujeres, de acuerdo a datos de la Encuestas de Hogares y Propósitos Múltiples (2002) en edad de estudiar no lo hacen debido a que se les asignan labores domésticas.

81

sexo y área geográfica, de los cuales el 90.29%

corresponde a mano de obra femenina y el 9.71%

a mano de obra masculina, cifra que llama la

atención conociendo las practicas socialmente

aceptadas en el país, por lo que queda la duda

si en este dato están incluidos aquellos servicios

de mantenimiento de casa, motoristas, cuántos de

ellos realmente están empleados en actividades

tradicionalmente conocidas como domésticas?

En cuanto al salario devengado en esta

r a m a d e a c t i v i d a d , e s t e p r e s e n t a u n a

evidente brecha salarial entre mujeres y

hombres, como puede observarse en el

cuadro número 2, de $67.24 a favor de los

hombres en el área urbana y de $33.49 en

el área rural.

La mayoría de las mujeres (29.1%) empleadas

e n e l t raba jo doméstico, han aprobado de 1

a 3 años de estudio, seguidas por un 28.4% con

CUADRO No. 1

HOGARES CON SERVICIO DOMESTICO

Fuente: Ministerio de Economía, Dirección General de Estadística y Censos. Encuesta de Hogares de Propósitos Múltiples, 2004

Fuente: EHPM,2004

4 ó 6 años de estudio; 18.3% han cursado de 7

a 9 años de escolaridad; 5.7% tienen entre 10

y 12 años de estudio, mientras que un 18.5%

no cuenta con ningún año de estudio aprobado

(cuadro No. 3)

Para nuestra sorpresa, el Registro Nacional de

Personas Naturales (RNPN), que debería tener

datos fidedignos sobre las ocupaciones, oficios

o profesiones desempeñados por la población

salvadoreña, cuenta con información no muy

útil para nuestros propósitos, pues aunque una

persona declara la actividad desempeñada, dicha

entidad estos no concuerdan con las categorías

82

de clasificación para facilitar supuestamente el

manejo de datos. Por ejemplo, una mujer que

ha dedicado toda su vida a la elaboración de

pupusas no puede ser identificada como pupusera,

sino como “ama de casa”, “empleada doméstica”

o “quehaceres del hogar”.

“(…) María Antonieta Vázquez no siente que

su DUI la identifique como lo que es y según

el mapa ocupacional de El Salvador hecho por

el Registro Nacional de las Personas Naturales

(RNPN), en este país no hay una sola pupusera.

De casi 3.5 millones de mujeres salvadoreñas,

ninguna podría ir por ahí diciendo que es

pupusera y que su documento de identidad lo

pruebe (…)”7 .

Ciertamente ése solo es un caso, cuestionable

por cierto, en la medida que dicho registro

tampoco sirve para orientar o reorientar hacia un

determinado sector políticas económicas y sociales

o programas que tuviera a bien implementar el

gobierno u organismos nacionales e internacionales.

Pero volvamos al tema en cuestión.

Aunque atrás quedó consignado que para la

DIGESTYC existen 118,669 personas que trabajan

en el servicio doméstico en el país, 108, 162 son

Fuente: Elaboración propia en base a datos de la EHPM,

mujeres, estas cifras distan mucho de los datos del

Registro Nacional de Personas Naturales (RNPN)

que revelaba un total de 853,758 mujeres8 , y eso

que se trata únicamente de personas duizadas

o con DUI lo que, desde luego, excluye a

personas que por diferentes motivos no tienen

dicho documento y probablemente a miles de

menores de edad.

7 La Prensa Gráfica, Enfoques, edición correspondiente a domingo 2 de octubre de 2005, p. 2.

8 El Diario de Hoy, Vértice, edición correspondiente a domingo 4 de diciembre de 2005, p. 9.

Cuadro No. 4

MUJERES Y QUEHACERES DEL HOGAR

Fuente: Elaboración propia con base a datos de RNPN publicados por la El Diario de Hoy (4/12/05) y La Prensa Gráfica (2/10/05).

Esas 853,758 mujeres inscritas como empleadas

domésticas, sin especificar si residen o no en el

lugar de trabajo o si están activas, de paso, nos

conducen a las siguientes preguntas: ¿Cuántas

son madres solteras o jefas de hogar? y, ¿qué

cantidad de familiares sostienen con su precario

83ingreso? Si en el mejor de los casos multiplicamos

esa cantidad por 2 familiares, la cifra sobrepasará

indudablemente el millón de personas que vive

o depende en mayor o menor medida del ingreso

de las mujeres que laboran en el sector.

Una de las preguntas que surgen al leer estos

datos es si el RNPN se basó en la caracterización

planteada en el Código laboral sobre esta

población de trabajadoras, es decir: que se

entenderá por trabajadores del servicio doméstico

a quienes se dedican en forma habitual y continua

a las labores propias de un hogar o de otro sitio

de residencia o habitación particular, que no

importen lucro o negocio para el patrono, que

excluye de este rubro a trabajadores del servicio

doméstico que se dediquen a esas labores dentro

de una empresa.

“En lo que respecta al trabajo o servicio doméstico

remunerado, especialmente el que se efectúa

con residencia en el hogar, se han señalado

las siguientes características: unión de lugar de

trabajo y vivienda en el caso de las trabajadoras

residentes; relaciones laborales que se aproximan a

las de servidumbre y que mezclan lo laboral con

lo afectivo y lo personal; y la elasticidad de la

oferta en el caso de las trabajadoras no residentes

(CEPAL, 1990). El servicio doméstico es un empleo

de llegada, puesto que las posibilidades de ascenso

están dadas sólo por un cambio de empleo y, en

contados casos, por el paso de trabajadora residente

a no residente. Debido al carácter aislado del

empleo doméstico, las trabajadoras están fuera del

circuito en el que se presentan las oportunidades

de empleo (Montero, 1992)”9 .

Así el estado de cosas, viene siendo algo sumamente

prioritario que el Estado y, particularmente el 9 Arriagada, Irma. Realidades y mitos del trabajo femenino urbano en América Latina, pp.27-28.

gobierno, destine inmediatamente una política

seria dirigida hacia el referido sector a fin de

responder a la crítica situación económica y social

en que se encuentran miles de mujeres y sus

respectivas familias. Dicha política, obviamente,

pasa por revisar el aspecto salarial y por asegurar

el acceso a prestaciones laborales que redunden

en beneficios de salud y educación para dicho

sector predominantemente femenino.

Esto, por supuesto, obliga a ver el escenario

de una manera integral, pues establecer un

mejoramiento para las mujeres que trabajan en

el servicio doméstico implica revisar lo referente

a las familias empleadoras. Es decir, estamos

frente a un problema con efecto de cascada,

y un aumento salarial en el sector conlleva

necesariamente a un incremento en los ingresos

de quienes las contratan y, en consecuencia,

a promover cambios y a ejercer presión para

ejecutar los mismos entre los grandes sectores

económicos del país. ¿Será posible entonces

combatir la pobreza y promover la autonomía

de la mujer?

El trabajo doméstico no remunerado: La invisibilización

Como bien se señala en la Introducción, el trabajo

doméstico en el fuero familiar es otra de las

formas de invisibilización que viene afrontando

la mujer desde tiempos inmemorables. Beneficia

a todos y todas, coadyuva a la adquisición de

bienes familiares, brinda cuidados a hijos e hijas,

facilita la restauración de la capacidad laboral

84de los hombres, entre otros aportes más, pero

pese a todo ello no se le otorga valor alguno

en términos sociales y económicos.

Esa invisibilización de la mujer, incluso, se

“formaliza” en las estadísticas oficiales mediante la

tasación de la Población Económicamente Inactiva

(PEI), donde se incluye a las personas dedicadas

a obligaciones familiares y quehaceres domésticos,

las cuales son realizadas predominantemente por

mujeres, es decir, por las llamadas “amas de

casa”. Tal clasificación, por tanto, no deja de ser

anacrónica e inhumana al negar la importancia

económica que tiene el aporte de la mujer en

y desde el fuero familiar.

Con ello además se deja sin valor lo enunciado

en el Art. 38 del Código de Familia, que dice

literalmente: “Los cónyuges deben sufragar en

proporción a sus recursos económicos, los gastos

de la familia. Si uno de ellos no tuviere bienes

ni gozara de emolumento alguno, el desempeño

del trabajo del hogar o el cuidado de los hijos

se estimará como su contribución a tales gastos

con el mismo significado que las aportaciones

del otro”.10

En ese sentido el Código de familia aprobado

en 1994 y vigente en la actualidad, pretende

reconocer no solo social sino económicamente el

aporte de quien realiza las labores domésticas, lo

cual no se logra, debido a que por una parte las

mujeres que son en general quienes desarrollan

las actividades domésticas desconocen las leyes,

por otra parte los tomadores de decisiones no se

han preocupado en adecuar toda la legislación

de tal manera que no haya contradicción entre

una y otra; de ahí que en el país todavía no

se vislumbra la posibilidad de incorporar el

trabajo doméstico de las mujeres a las cuentas

nacionales.

Precisamente una de las limitaciones encontradas

en la interpretación del referido articulo es

que únicamente relaciona a las mujeres que no

cuentan con un trabajo que les reporte ingresos

o no cuentan con bienes, invisibilizando siempre

a las mujeres que aun cuando tienen un trabajo

remunerado se ven obligadas -por los roles

históricamente asignados- a realizar una doble

o triple jornada.

“(…) Somos trabajadoras, sin sindicato, sin

posibilidades de negociación colectiva ni cosa que

se le parezca. El día comienza antes del amanecer

y termina mucho después de caído el Sol. En esas

12, 14 o 18 horas se busca leña, se recolecta agua,

se preparan alimentos, se lava la ropa, se plancha,

se hace limpieza, se vuelve a preparar alimentos,

se atiende a los críos, y así… se van llenando los

minutos y las horas. Si se sale a buscar el sustento

fuera de la casa, estas responsabilidades no cambian.

Seguramente las asume otra mujer que también es

madre. Cuando el día termina y la energía baja se

descansa para estar listas para seguir al día siguiente

con lo mismo, y así, una y otra vez. Con todo esto

y más, irónicamente en las estadísticas se atreven

a clasificarnos como población económicamente

inactiva. Económicamente inactiva y ¡en nuestras

manos recae el desarrollo de la humanidad! Es,

definitivamente, una categoría peyorativa hacia

las mujeres (…)”11 .

10 Código de familia, Ministerio de Justicia, San Salvador, El Salvador.

11 Barraza, Sandra de. Lo que pienso de nosotras, artículo publicado en La Prensa Gráfica, edición correspondiente a viernes 12 de mayo de 2006, p. 42

85En esa invisibilizada situación se encuentran,

según los registros del RNPN, unas 344,005

mujeres salvadoreñas que al momento de solicitar

su DUI dijeron permanecer en sus hogares y que

no deja de ser un subregistro en tanto que no

todas las mujeres mayores de 18 años de edad

cuentan con dicho documento de identidad.

Es más, de un total estimado de mujeres de

3.5 millones, incluidas las menores de edad, el

RNPN solamente registra a 1,915,376, lo que

hace suponer que existen miles de mujeres que

no han sido duizadas.

Estudios realizados en México mediante

Encuestas de Uso del Tiempo (EUT), en 1996

y 1998, revelan que mientras los hombres

dedican alrededor de 10 horas semanales a

los quehaceres domésticos la mujer lo hace

durante 35 horas, o sea, sólo 9 horas menos

del total de tiempo establecido para el trabajo

remunerado por semana (44). Por tanto, se pone

en evidencia una vez más la falta de equidad

al interior de hogares en aquellos países con

similares patrones culturales de claro tinte

androcéntrico, tal es el caso de El Salvador

y el resto de países de Latinoamérica.

Asimismo, señalaron dichos estudios: “En

cuanto al trabajo doméstico y familiar, es

interesante constatar que el hombre cuando

más tiempo dedica a esta actividad es entre

los 8 y 14 años de edad, en tanto la mujer

lo hace entre los 20 y 39 años, por ende, se

podría suponer que el hombre deja de realizar

labores domésticas en la medida que se debe

demostrar masculinidad y virilidad, ello entrada

la etapa de la adolescencia”12 .

En esto último hay que enfatizar que se refiere

a “cuando más tiempo se le dedica al trabajo

doméstico”, pero se sobreentiende que la mujer

comienza desde su infancia con ese rol y que esa

carga de actividades se incrementa en la medida

que se vuelve esposa o compañera, madre, tía

e incluso abuela. Y aun cuando la mujer “sale

a buscar el sustento fuera de la casa, estas

responsabilidades no cambian”, al volver debe

asumirlas ante la mirada inmutable del hombre.

Por eso es que se habla de la doble e incluso

de la triple jornada laboral.

La carga doméstica de miles de mujeres de

mujeres en El Salvador, se ve incrementada

cuando no cuenta con los servicios básicos y

asume la responsabilidad de proveer de agua

y leña para el consumo doméstico.

En El Salvador no existen estudios específicos sobre

uso del tiempo13 , sin embargo pueden encontrarse

aproximaciones acerca de las horas dedicadas a

las actividades domésticas por mujeres y hombres.

Cerca del 65% de las mujeres dedica más de 4

horas diarias a estas tareas -de entre las cuales,

casi un 33% le dedican 8 horas o más-, contra

casi el 24% de los hombres que no dedican

ningún tiempo a estas actividades y otro 52%

que dedica como máximo 3 horas14 .

12 Araya, María José. Un acercamiento a las Encuestas sobre el Uso del Tiempo con orientación de género, p. 39.

13 Al respecto en el cuaderno de Desarrollo Humano No. 3, del PNUD: 2004, pag.43. Se plantea que “la inclusión de indicadores del uso del tiempo y la valoración del aporte que las mujeres hacen con el trabajo no remunerado enriquecería un futuro análisis específico sobre el tema de la pobreza con enfoque de género”.

14 Cuaderno de Desarrollo Humano, No.3, PNUD 2004, pag.76

86Hay que visibilizar a la mujer en y desde el fuero familiar

En los albores del siglo XXI, otorgar valor

económico al trabajo doméstico debe ser el

paradigma de toda sociedad moderna y, en

particular, de aquellos países comprometidos

con los Derechos Humanos, pues la negativa

a hacerlo es continuar reforzando patrones

culturales sexistas en la medida que estimula

entre los hombres la idea bisoña de que tal

actividad al interior de los hogares no constituye

aporte alguno por parte de las mujeres, lo que

con frecuencia es detonante de otras formas de

discriminación y de falta de equidad e incluso de

violencia doméstica en contra de las mismas.

Una manera obvia de aproximarse al valor

económico y social del trabajo doméstico es

respondiendo a preguntas como: ¿Qué tanto

habría que pagar por el lavado y planchado

de ropa? ¿Cuánto cobraría una persona por la

preparación de los alimentos? ¿Cuánto costaría

el aseo general de una vivienda? En esto hay

que tener claro que, según lo plantea María José

Araya, la única actividad que podría quedar sin

valor económico y social es aquella que tiene que

ver directamente con el cuidado personal pues

ello involucra lo afectivo y propiamente familiar

y, por tanto, es una actividad indelegable y no

susceptible de remuneración.

En tal sentido, la misma socióloga, dice: “(...) Una

posibilidad de trabajo a emprender en nuestras

sociedades tercermundistas, y que podría generar

políticas públicas adecuadas y a corto plazo que

liberarán a la mujer del ámbito doméstico, sería

contribuir a realizar un exhaustivo conocimiento

sobre la distribución de las actividades (tanto

remuneradas como no) en el hogar familiar

y la relación que mantienen con el nivel de

ingresos y las decisiones de gastos al interior

de los mismos.

Así como el funcionamiento de los hogares

depende del trabajo doméstico, éste a su vez

se interrelaciona con el nivel de ingresos y las

decisiones sobre consumo que se tomen en el

hogar familiar, es decir, se interpenetra con el

tema de poder. Obtener un panorama global

de cómo se distribuye el trabajo al interior del

hogar según nivel de ingresos y demás variables,

puede ser una vía para conocer la realidad

del hogar y apuntar desde este conocimiento

mediante políticas familiares a una distribución

más equitativa de las labores hogareñas con

la intención de fomentar su valoración social,

sentando a su vez las bases para que en

un tiempo cercano sea posible su valoración

económica (…)”15 .

Conclusiones

A partir de los datos e información que atrás

se han manejado en relación a las mujeres que

laboran en el servicio doméstico, remunerado

o no, a manera de conclusión consignamos lo

siguiente:

El trabajo doméstico remunerado en El Salvador

ha sido y continúa siendo la oferta de empleo

más abundante y la más precaria para la mayoría

de mujeres, cuyas características son el bajo nivel

15 Obra citada, p. 56.

87de escolaridad y la falta de preparación para

desempeñar otra actividad mejor pagada. Y tan es

así que, de 1,915,376 mujeres con DUI, el 44.5% se

ha registrado como empleada doméstica, es decir

se trata de una cantidad alarmante muy cercana

a la mitad de la población femenina total que

cuenta con dicho documento de identidad.

Aunque el Código de Trabajo contempla la

regulación del empleo doméstico en aspectos

como términos de contratación, alcances del

trabajo doméstico, retribución, horario de trabajo,

prestaciones, tiempo de prueba y causales para la

terminación del contrato, no existen mecanismos

ministeriales de vigilancia o fiscalización para

velar por el cumplimiento de esos derechos

laborales, situación que no deja de ser una

secuela más de la infravaloración del trabajo de

las mujeres de este sector y que debe abordarse

mediante iniciativas y políticas públicas que

pugnen por la igualdad de género en el plano

laboral en general.

Queda claro asimismo que el trabajo doméstico

remunerado constituye una de las primeras ofertas

laborales a las que recurren las mujeres, por lo que

junto a las que laboran en el comercio informal

y en la maquila, requieren al más corto plazo de

medidas pertinentes por parte del Ministerio de

Trabajo (MITRAB) y la instancia responsable de

implementar la Política Nacional de la Mujer, y las

instancias empresariales, que permita contar con

una política de empleo diferente, que promueva

formas decentes de trabajo de las mujeres.

En cuanto a la actividad doméstica no remunerada

que es mayoritariamente femenina, hay que

señalar la imperiosa necesidad de avanzar hacia la

valoración económica del conjunto de actividades

que la conforman, pues al invisibilizarla refuerza

la discriminación e infravaloración de la mujer

por parte de los hombres y reproduce tal idea

en las hijas e hijos. Es decir, que mientras no

sea visibilizada la mujer en el fuero familiar

seguirá estando cuesta arriba el avance hacia la

igualdad de géneros, pues al presumirse que la

mujer no contribuye con nada a la formación de

los bienes patrimoniales de la familia e incluso

a su propia manutención, se refuerza la cultura

machista y androcéntrica que posteriormente se

vuelve mucho más compleja.

Finalmente, y como bien lo dice una articulista que

hemos citado, “somos trabajadoras, sin sindicato,

sin posibilidades de negociación colectiva ni cosa

que se le parezca”, el imperativo de velar por

el respeto a los derechos de la mujer debería

ir aparejado a esfuerzos de tipo formativo y

organizativo, dirigidos a cerca de un millón

de mujeres que, independientemente del alto

oleaje de adversidad en su contra, al momento

de registrarse en el RNPN no vacilaron en decir

junto a su nombre y apellido, su ocupación:

empleada doméstica.

Todo lo anterior, pasa desde luego por analizar

concienzudamente el tema desde una forma

integral, pues paradójicamente, aunque haya

fuerte tendencia hacia la discriminación de la

mujer o, dicho en otras palabras, elevados índices

de inequidad de género, queda en evidencia que

en buena medida es la mujer la que mueve al final

de cuentas los hilos del desarrollo. En síntesis: un

país no podrá alcanzar el desarrollo económico

y social mientras una parte importante de su

población permanezca infravalorada, marginada

88y excluida por los tentáculos de un sistema y

una cultura marcadamente sexistas.

Bibliografía

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el Uso del Tiempo con orientación de género, Unidad

Mujer y Desarrollo, CEPAL, Santiago de Chile, 2003.

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urbano en América Latina, Unidad Mujer y Desarrollo,

CEPAL, Santiago de Chile, 1997.

-Barraza, Sandra de. Lo que pienso de nosotras, artículo

publicado en La Prensa Gráfica, edición correspondiente

a viernes 12 de mayo de 2006, San Salvador, El

Salvador.

-Cisneros A. Rosa Judith. Condición jurídica de la

mujer salvadoreña, edición auspiciada por la Asociación

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2ª. Edición, 1978.

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El Salvador.

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a domingo 4 de diciembre de 2005, San Salvador, El

Salvador.

-El Diario de Hoy, edición correspondiente a viernes 28

de abril de 2006, San Salvador, El Salvador.

-La Prensa Gráfica, Enfoques, edición correspondiente

a domingo 2 de octubre de 2005, San Salvador, El

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-La Prensa Gráfica, edición correspondiente a lunes 20

de febrero de 2006, San Salvador, El Salvador.

-Masferrer, Alberto. El dinero maldito, Canoa Editores,

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-Mendoza Orantes, Ricardo. Recopilación de Leyes

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2001.

-Ministerio de Educación, Historia de El Salvador, tomos

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-Navas, María Candelaria. Sufragismo y feminismo en

El Salvador, Revista Realidad y Reflexión, Universidad

Francisco Gavidia, 2005.

-PNUD, Cuadernos de Desarrollo Humano, No.3, El

Salvador, 2004.

89

Introducción

El tema que se abordará enseguida es uno de los

que a nivel nacional se le otorga poca relevancia

y, por consiguiente, tiende a pasar inadvertido

a pesar del impacto que tiene en la vida del

mismo sector y del país en su conjunto.

Este artículo aborda la realidad sociolaboral de

las mujeres trabajadoras del sexo (en adelante

MTS) en El Salvador, sector del que no se posee

suficiente información, especialmente datos

oficiales pues a nivel gubernamental no existe

instancia que trabaje directamente con ellas,

salvo en el tema de salud, cuya atención reciben

en unidades de salud a las que generalmente

acuden a realizarse chequeos médicos sin librarse,

en la mayoría de veces, de enfrentar actitudes

discriminatorias.

Se abordará la temática específicamente en lo

relativo a la situación económica, laboral, de

salud, educativa y otras más que permitan tener

una visión mas integral de la realidad que afronta

este sector de mujeres salvadoreñas.

Es conveniente aclarar que el artículo se ha

circunscrito a la temática específica de mujeres

trabajadoras del sexo, sin incluir al grupo de

travestis que también ejercen dicha actividad y a

menores explotadas sexualmente, por considerar

que dichos grupos al igual que las MTS merecen

un estudio particular que permita profundizar

en su problemática.

Para la elaboración de este escrito se buscaron datos

en algunas instancias, como la Secretaría Nacional

de la Familia (SNF), sin embargo se obtuvo como

respuesta el hecho de no trabajar el tema y no

atender a este sector. Asimismo, se investigó en

el Instituto de Desarrollo de la Mujer (ISDEMU),

donde se conoció que dentro de sus programas no

existe ninguno destinado a atender a las MTS.

En tal sentido, las fuentes consultadas y los

datos retomados provienen de la única institución

REALIDAD SOCIOLABORAL DE LAS TRABAJADORAS DEL SEXO EN EL SALVADOR

“…sus derechos humanos no son cumplidos debidamente y ni siquiera aparecen formando parte

de los datos reportados como población económicamente activa (…) por lo que constituye un sector invisibilizado y en clara situación de

exclusión sociolaboral.”

Yesenia Segovia

90no gubernamental dedicada a la promoción

y defensa de los derechos humanos de las

MTS, Asociación de Mujeres Flor de Piedra,

y que trabaja con dicho sector desde hace

más de 14 años.

Es esa información la que ha permitido tener una

aproximación a la situación socioeconómica del

referido sector en cuanto a ingresos, condiciones

en que realizan su trabajo, aspectos vinculados

a su salud y otros más. Asimismo, se incluyen

datos del censo realizado por la Asociación Flor

de Piedra en enero del 2005 y del diagnóstico

sobre la situación de las trabajadoras del sexo

hecho en 2003.

Para tener un panorama de la situación de

violencia que enfrenta este grupo de mujeres se

tomó en cuenta el registro de casos de asesinatos

de MTS que desde 2005 ha consignado la misma

institución como parte de sus propios archivos.

Finalmente, se incluyen algunas conclusiones a las

que se llegó a partir del proceso de indagación

y análisis de los diferentes componentes que

abarcó la temática en estudio.

I. Realidad sociolaboral de las trabajadoras del sexo en El Salvador

I.1 Generalidades que definen al sector

Para estudiar la situación sociolaboral de las

mujeres en El Salvador es necesario hacer un

análisis diferenciado por sector visibilizando la

realidad de cada uno de ellos como grupos en

situación de exclusión social, ya que ello facilita

y permite percibir con precisión la magnitud y

el impacto económico sobre los mismos.

Precisamente uno de esos sectores menos

visibilizado y mayormente excluido es el de

las MTS, mujeres mayores de edad que ante

la falta de alternativas laborales y después de

haber agotado posibilidades de empleo mal

remunerado y en ambientes de explotación

laboral se han visto forzadas a vender servicios

sexuales en parques, calles o negocios, como vía

para proveer a sus hogares de lo mínimo para

sobrevivir. Para el caso, muchas de las mujeres

que hoy son MTS, en algún momento trabajaron

en maquilas, espacios que prefirieron abandonar

al encontrarse frente a la precariedad económica

y enormes necesidades familiares.

No obstante de que la existencia del trabajo sexual

en la sociedad salvadoreña tiene un carácter

histórico y que se incrementa en la medida que

aumentan los niveles de desempleo, la realidad

social, laboral y familiar de las mujeres que lo

ejercen es desconocida casi por la mayoría de

personas e instituciones y, por consiguiente, los

niveles de exclusión en que se encuentran no son

registrados en las estadísticas oficiales ni en los

informes de pobreza que se divulgan.

De la misma manera, sus derechos humanos no

son cumplidos debidamente y ni siquiera aparecen

formando parte de los datos reportados como

población económicamente activa; pero además,

tampoco su labor es considerada como subempleo,

por lo que constituye un sector invisibilizado y

en clara situación de exclusión sociolaboral.

Sin embargo, pese a su precariedad económica

muchas de ellas pueden exiguamente llevar

ingresos a sus hogares y tener una mínima

capacidad adquisitiva, incluyendo el pago de

91impuestos, servicios de energía eléctrica, agua y

más, todo como producto de ejercer una actividad

donde con frecuencia son victimas de violencia y

discriminación social sin que instancias estatales

asuman la protección de sus derechos.

Paradójicamente por no ser el trabajo sexual

una actividad legalizada, la situación de las

MTS no aparece en ninguna de las estadísticas

nacionales de pobreza, ni siquiera existen datos

oficiales de su condición de salud, educación,

seguridad e ingresos económicos tal como ya

se ha apuntado.

Se indagó en instancias como la Secretaría

Nacional de la Familia (SNF), respecto a si

contaban con algún programa dirigido hacia

dicho sector y si disponen de estadísticas u otra

información al respecto, pero no poseen ninguna

información ya que como institución no realizan

trabajo con las MTS.

En tal sentido, la interrogante es: Si la SNF tiene

como misión velar por el bienestar de la familia

salvadoreña, ¿por qué no dispone de programas

específicos de atención dirigidos a MTS y sus

familias, donde se incluyan alternativas laborales

que permitan tener un salario acorde al costo de

la canasta básica familiar?

También, se indagó en el Instituto de Desarrollo de

la Mujer (ISDEMU) y el resultado fue similar: no

disponen de datos estadísticos porque simplemente

no realizan ningún tipo de labor con MTS.

I.2 Las estadísticas que se conocen

En marzo de 2003, la Asociación de Mujeres Flor

de Piedra, única institución a nivel nacional que

labora directamente en la promoción y defensa de

los derechos de las MTS, elaboró un diagnóstico1

sobre la situación del sector en el que las edades

de las investigadas osciló entre los 18 a 50 años,

en el área de San Salvador.

Si se observa, las edades son extremas entre

jóvenes forzadas a iniciar a temprana edad esta

labor hasta adultas mayores, cuya paupérrima

situación económica la obliga a mantenerse en

dicha actividad ante la falta de empleos -y en

su defecto la existencia de un subempleo mal

remunerado y en condiciones infrahumanas-,

difícilmente podrían acceder a una plaza, sobre

todo, si se toma en cuenta la discriminación

existente por razones de edad y de género.

La escolaridad de estas mujeres es baja (ver

anexo #2), pues en su mayoría no sobrepasan

el sexto grado, aunque en algunos casos han

logrado completar estudios de Educación Básica.

Asimismo, son pocas las que pudieron concluir

el bachillerato y sólo una mínima parte ingresó a

la universidad, pero no pudo seguir estudiando

para concluir una carrera universitaria por lo

que las expectativas quedaron truncas.

En 2005, Flor de Piedra actualizó el censo de

las MTS en los departamentos donde realiza su

trabajo: San Salvador, Santa Ana, Sonsonate y La

Libertad, registrando un total de 518 mujeres que

ejercen dicha actividad (ver anexo #1).

1 Asociación de Mujeres Flor de Piedra. Investigación Diagnóstica: Situación de las Trabajadoras del Sexo del Centro de San Salvador, Marzo, 2003.

92Es necesario aclarar que estos datos reflejan

solamente la cantidad de mujeres a las que la

ONG tiene acceso y, específicamente, donde

Flor de Piedra realiza su labor, por lo que no

se conocen otros datos, ni oficiales o de otra

fuente, en relación a la cantidad total de MTS

en el país.

De alguna manera el subregistro de datos hace

difícil disponer de una radiografía exacta de

la situación socioeconómica de las MTS, como

tampoco conocer el posible incremento de mujeres

incorporadas al trabajo sexual como alternativa

al desempleo.

De igual forma no se cuenta con datos que

reflejen la realidad de mujeres que posiblemente

estén empleadas, pero que ante la falta de un

salario que les permita satisfacer plenamente

la canasta básica familiar se ven forzadas a

realizar el trabajo sexual para obtener ingresos

adicionales.

Asimismo, el incremento de mujeres en el trabajo

sexual es un hecho que puede constatarse tan

sólo al indagar la cantidad de negocios tipo

Night Clubs o centros nocturnos que existen en

zonas residenciales como también en el centro

de San Salvador, sin embargo, en cada uno de

éstos sitios se da una “diferenciación” de clase en

cuanto a la clientela que asiste a dichos lugares.

Ejemplo de lo anterior es el tipo de clientes que

visitan las zonas céntricas de la ciudad de San

Salvador, los que en su mayoría son vendedores

informales, estudiantes de centros escolares

cercanos y, en general, hombres con poco nivel

académico y bajos ingresos económicos y en

menor medida hombres profesionales o con otro

estatus económico y social.

En cambio los centros nocturnos que funcionan

en zonas de “mejor prestigio” son visitados por

clientela constituida por hombres con mayor

nivel académico, incluso con un mejor nivel

adquisitivo que les permite pagar las tarifas

establecidas en tales sitios.

En el fenómeno del trabajo sexual se da también

otra modalidad representada por las relaciones que

se promueven a través de anuncios publicitarios

que cotidianamente aparecen en los periódicos

nacionales, en los que se ofrecen servicios de

compañía dirigidos especialmente a turistas (como

modalidad de turismo sexual) y en los que basta

hacer cita a través de un número telefónico.

Detrás de todo ese escenario, como ya se

mencionó antes, aparece la explotación sexual

comercial de niñas, niños y adolescentes que

funciona en el clandestinaje y que por estar

respaldada por redes con enorme poder en el

país, hace difícil que se disponga de datos que

permitan tener una información más amplia de

dicha realidad.

Toda esa carencia de información sobre la

problemática del trabajo sexual y de la explotación

sexual comercial de menores, resta credibilidad a

los datos oficiales en los que aparece la supuesta

mejoría de condiciones de vida de la población,

y mientras no se investigue la realidad de

sectores como las MTS tales cifras estarán lejos

de la realidad.

Es importante enfatizar que la mayoría de estas

mujeres se vio forzada a optar por el ejercicio

de esta actividad ante los elevados niveles de

93desempleo en el país, pues o no encontraban

trabajo en ninguna instancia donde lo solicitaban

o eran contratadas en empleos cuyos salarios eran

bajos e insuficientes para cubrir las necesidades

de su grupo familiar.

I.3 Situación económica de las trabajados del

sexo

El Salvador es un país donde la mayoría de

personas enfrenta una precaria situación económica

que se agudiza en la medida que el modelo

económico golpea con más fuerza a determinado

grupo, sector, zona o región, haciendo cada vez

más asfixiante la pobreza de la población.

Como ha venido planteándose, las MTS realizan

una labor muy particular. Sin embargo, a pesar

de sus largas jornadas laborales sus ingresos

son bajos, pues la mayoría de ellas obtiene un

promedio de 200 a 300 dólares al mes; en menor

proporción, están aquellas cuyos ingresos alcanzan

los $400. Pero si se toma en cuenta el costo de

la canasta básica familiar, es obvio suponer que

estas mujeres no alcanzan a cubrirla totalmente

y por tanto su situación de pobreza y la de sus

familias es crítica.

Este sector realiza su actividad laboral sin tener

un horario definido, la mayoría de ellas trabaja

todos los días de lunes a domingo y le sigue

un grupo que labora de cuatro a seis días a la

semana en horarios diurnos y algunas en horas

nocturnas. Esto ocurre así, ya que en la medida

que extienden su jornada laboral tienen mayores

posibilidades de obtener más clientes aunque ello

implique un mayor desgaste físico y mental.

En la mayoría de los casos es la MTS la única

que sostiene al grupo familiar conformado hasta

por más de cinco integrantes. Aquí hay que

tomar en cuenta que este sector no dispone

de un salario fijo, sus ingresos son diarios, y

éstos han venido disminuyendo cada vez más

principalmente después de la dolarización.

Es interesante el efecto en cadena que la

dolarización ha ocasionado para las MTS, pues

si sus clientes perciben menos ingresos tienen

menos posibilidades de visitarlas con mayor

frecuencia y el ingreso de ellas depende de la

cantidad de clientes que atienden a diario, por

lo tanto, si aquellos están desempleados o con

salarios bajos el impacto para las MTS y sus

familias es negativo, ya que al disminuir sus

ingresos su capacidad adquisitiva se reduce y

su calidad de vida se deteriora cada vez más.

Ante el panorama socioeconómico del sector en

cuestión y al respecto de los Objetivos del Milenio,

surge la interrogante sobre la posibilidad de que éstos

sean alcanzados, sobre todo el que aspira a “erradicar

la pobreza extrema y el hambre” y que se plantea

como meta “reducir a la mitad, entre 1990 y 2015, el

porcentaje de personas cuyos ingresos sean inferiores

a 1 dólar por día”. Para el caso particular de las MTS,

si bien sus ingresos diarios son mayores que un dólar,

los mismos siguen siendo bajos si se compara con los

gastos que deben sufragar por el hecho mismo de ser

madres solteras, en la mayoría de los casos, y únicas

proveedoras del hogar. En otras palabras, estas mujeres

difícilmente podrán superar sus niveles de pobreza.

I.4 Ingreso económico y su impacto en la salud

de las MTS

En cuanto a la salud este sector, es de los menos

94privilegiados pues no gozan de ningún tipo

de seguridad social y por su misma condición

económica se les hace difícil acceder a servicios

de salud en centros u hospitales nacionales y

mucho menos privados.

Las principales enfermedades laborales que

padecen son las de tipo respiratorio debido a las

condiciones en que realizan su labor: en calles

y/o parques expuestas al humo, polvo, viento y

lluvia, igual ocurre con las que están en cuartos o

habitaciones por su ubicación en zonas céntricas,

vulnerables a la contaminación ambiental. También

están más propensas a desarrollar enfermedades

graves como el cáncer cérvico-uterino, cáncer

de mamas etc, Pero no sólo su salud física se

ve afectada sino también su salud mental, pues

constantemente padecen de dolores de cabeza,

manejan niveles altos de estrés, depresiones,

alteración de su sistema nervioso y otras dolencias

asociadas con su estado emocional.

Retomando los Objet ivos del Milenio y,

específicamente el 6º, que plantea el combate al

VIH/SIDA y otras enfermedades, y que en su meta

7 espera “haber detenido y comenzado a reducir

para el año 2015 la propagación del VIH/SIDA”.

Hay que decir que difícilmente dicho objetivo podrá

llegar a alcanzarse mientras las trabajadoras del

sexo, por la necesidad económica que las tiene en

tal labor, permanezcan vulnerables a ser infectadas

por el VIH por la misma naturaleza de la actividad

que realizan y muy a pesar de los niveles de

conciencia de autocuido que ellas han desarrollado

la realidad de riesgo está latente.

Sin embargo, desde el Estado no se toman medidas

preventivas reales y adecuadas sino al contrario,

las campañas de prevención de VIH/SIDA que

suelen impulsarse están cargadas de estigma

hacia el sector y en lugar de informar muchas

veces distorsionan la información.

Y si a eso se le agrega lo ya planteado en relación

a su precaria situación económica, misma que

no les permite recibir una atención de salud con

calidad, vale la pena reflexionar sobre el alcance

que pueden tener los referidos Objetivos del

Milenio cuando el modelo económico seguirá

siendo excluyente de este y otros sectores

sociales.

I.5 La situación de violencia que afrontan las

MTS

El sector de las MTS probablemente figure

como una de las principales víctimas de la

violencia estructural, pues dicha labor se

convierte en una alternativa ante la inexistencia

de empleos y quien la ejerce debe enfrentar una

serie de peripecias que van desde la violencia

económica del modelo hasta la violencia de

género expresada desde diferentes espacios.

En relación a lo anterior, otra de las realidades

presentes en el escenario en que las MTS

realizan su actividad, es la vulnerabilidad ante

la violencia; acá vale distinguir que este sector

debe enfrentar casi cotidianamente situaciones de

violencia de género provenientes de diferentes

entornos:

a) Entorno intrafamiliar por parte de la pareja,

quien ejerciendo poder comete agresiones

físicas, psicológicas y sexuales en su contra

afectando su estima personal; algunas

95mantienen esa violencia en silencio debido a

la percepción de discriminación que tienen de

su entorno y muchas han asimilado la idea

de que por ser MTS no tienen derechos a una

vida sin violencia o se sienten desprotegidas

por las instancias del Estado, ya que cuando

han querido interponer una demanda no han

recibido la atención debida y eso ha generado

en ellas un sentimiento de frustración ante

la labor que realizan tales instancias.

b) Entorno laboral por parte de clientes y

dueños/as de negocios; algunos de sus clientes

ejercen maltrato contra ellas, por ejemplo,

cuando no quieren pagarles o pretenden

obligarlas a prácticas sexuales que no han sido

pactadas previamente. Asimismo, por parte

de alguno/as dueños/as de negocios reciben

maltrato expresado en gritos, cobros muy

altos por el alquiler del cuarto o habitación

donde hacen su trabajo sin considerar que

la misma está en mal estado e incluso las

herramientas de trabajo tales como la cama,

cubrecamas, etc.

c) Maltrato por parte de integrantes de los

cuerpos policiales, quienes ejerciendo abuso

de poder cometen agresiones psicológicas e

incluso físicas contra MTS en su lugares de

trabajo y principalmente cuando están en

calles y parques quedando tales actos en la

impunidad.

d) En los últimos tres años, aproximadamente,

otra fuente de agresión contra las MTS lo

han constituido las pandillas o “maras” que

se lucran del trabajo de ellas al imponerles

el pago de “renta”, viéndose forzadas a

cancelar a diario lo que se les demanda

para no exponerse a ser agredidas e incluso

asesinadas.

Dentro del clima de inseguridad y terror

imperante en el país, las MTS aparecen como

un sector muy susceptible de ser víctima de

ataques provenientes de cualquier grupo o

persona e incluso de que se cometa crimen en

su contra y quede en la total impunidad. Entre

1998 y lo que va de 2006 (febrero), se reporta

un total de 39 MTS asesinadas en condiciones

no esclarecidas y sin que al respecto se halla

hecho una investigación exhaustiva por parte

de las autoridades correspondientes por lo que

se desconoce la autoría de dichas muertes.

Únicamente por citar algunos casos: en septiembre

del 2004 asesinaron a una MTS de tan sólo 19

años, quien fue decapitada y su cuerpo hallado

en San Martín. En abril del 2005, otra MTS que

ejercía su labor en la plazoleta Zurita y que estaba

embarazada, fue baleada en el autobús cerca de

la Avenida Independencia de la ciudad de San

Salvador, muriendo su bebé cinco días después

a consecuencia del mismo hecho.

En otras palabras, en la medida que los asesinatos

quedan en la impunidad la vulnerabilidad

del sector se acentúa, pues la percepción de

desprotección genera una atmósfera social en

la que pareciera que se puede sacar provecho

para ensañarse contra estas mujeres.

I.6 Un breve comentario sobre la condición legal

de las MTS

En el contexto jurídico el trabajo sexual no es

96una figura que aparece legalmente reconocida,

pues el código correspondiente no incluye ningún

apartado que le dedique espacio y mucho menos

que hable sobre el reconocimiento de los derechos

laborales para este sector.

Sin embargo, a nivel de una ordenanza municipal

de la ciudad de San Salvador, sí se hace alusión

al ejercicio del trabajo sexual. El artículo 36 de la

misma establece como contravención la compra

y venta de servicios sexuales en la vía pública

imponiendo multas e incluso arresto temporal.

En otras palabras, dicha actividad no aparece

como figura legal en instrumentos que puedan

servir para proteger y respaldar los derechos

de las mujeres que la ejercen, pero sí aparece

retomada como una forma de ejercer sanción

contra las mismas en una ordenanza municipal

que es aplicada por cuerpos metropolitanos que

con frecuencia actúan arbitrariamente por la

ambigüedad del referido artículo según casos

que se conocen.

II. Nuevas posibilidades laborales para el sector

Ante el panorama expuesto, particularmente ante la

falta de empleo o la existencia de éste con salarios

bajos que impiden mantener al grupo familiar, y los

factores específicos que caracterizan al sector como

una adversa realidad educativa, años de ejercicio

del trabajo sexual, percepción de marginación social,

difícilmente las MTS encontraran unas puertas

abiertas que ofrezcan mejores condiciones para un

desarrollo con dignidad.

Y lo más preocupante es la posible tendencia

de aumento del fenómeno, es decir de mujeres

jóvenes y adultas que vayan ingresando o han

ingresando al mundo del trabajo sexual, ante la

desesperación de no encontrar empleo y con una

realidad familiar de carencias y necesidades básicas

no resueltas. Basta con hacer uso de la técnica de la

observación estructurada y dirigida en algunas zonas

de San Salvador donde es evidente la presencia de

muchas jóvenes y adultas ejerciendo la actividad

Lamentablemente mientras no se produzcan

cambios estructurales, la realidad de exclusión

social de grupos como las MTS seguirá en

aumento sin que existan al menos instituciones

estatales encargadas de investigar la situación

de dichos sectores para disponer de datos que

permitan conocer la magnitud del problema y a

partir de ello buscar propuestas que dignifiquen

la vida de las mujeres.

II.1 Iniciativas propias del sector frente a su

situación

Si bien se ha planteado un panorama desfavorable

y precario sobre la situación que afrontan

las trabajadoras del sexo, como sector desde

hace algunos años están en la búsqueda de

posibilidades que les permitan proyectarse

hacia nuevas alternativas de autoempleo, que

si bien no resuelve su condición de pobreza les

permitiría al menos tener un ingreso adicional y

sentirse asimismo capaces de desempeñar otras

actividades laborales.

Es así como algunas de ellas han decidido

capacitarse en áreas como la informática, el

aprendizaje de oficios alternativos como la

elaboración de artesanías y otras intentando

dedicarse a la venta de comida, etc.

97Por otro lado, es importante destacar el impulso

de acciones indispensables para el fortalecimiento

de iniciativas propias, como la creación de la

Organización de Trabajadoras del Sexo (OTS),

iniciativa que les permite desarrollar y fomentar

un espíritu de cuerpo entre ellas para su misma

protección y autodefensa a través de mecanismos

de la incidencia política en instancias como la

Policía Nacional Civil (PNC), Procuraduría para

la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH),

así como otros espacios en los cuales hacen

notar sus demandas y la reivindicación de sus

derechos humanos. También es importante resaltar

los liderazgos que muchas de ellas han venido

desarrollando y que les fortalece y empodera

para proyectar su accionar en la búsqueda de

mejores condiciones laborales para su sector.

III. Conclusiones

En El Salvador el trabajo sexual y,

principalmente su incremento, constituye

uno de los efectos directos del modelo

económico. A tal actividad se ven forzadas

principalmente las mujeres de escasos

recursos económicos y de menor nivel de

escolaridad, quienes han tenido que ejercerla

como opción ante el desempleo aunque su

ejercicio las coloque en una situación de

desventaja y tengan que enfrentar todos los

efectos derivados de la violencia a la que

están expuestas.

Existe poca investigación sobre la realidad

socioeconómica de las MTS, lo que hace

difícil visibilizar con mayor precisión su

situación. Y mientras su realidad se mantenga

oculta tendrán mayores desventajas, ya que

sus derechos humanos seguirán siendo

vilipendiados sin que puedan disponer de

suficientes alternativas para la reivindicación

de los mismos.

Estas mujeres no disponen de un empleo

seguro que les garantice estabilidad económica

y emocional, no cuentan con seguridad social,

no poseen niveles educativos altos, por tanto la

precariedad de su vida es una clara evidencia

de la situación de injusticia social imperante en

un país donde la riqueza está concentrada en un

pequeño grupo dominante mientras la mayoría

se encuentra en paupérrimas condiciones de

pobreza.

Con la entrada en vigencia del Tratados de Libre

Comercio entre El Salvador y EUA, conocido

también como CAFTA por sus siglas en inglés,

resulta previsible una agudización de la situación

socio-económica de la mayoría de la población

salvadoreña, con un impacto negativo directo en

la economía que aumentará el comercio informal,

el trabajo sexual y el fenómeno migratorio en

general. En síntesis, de este modo se continúan

construyendo las condiciones adversas que sirven

de marco para que más mujeres se dediquen al

trabajo sexual, como actividad laboral cada vez

más común y acentuada en el país, que está muy

lejos de desaparecer del escenario latinoamericano

y del mundo.

98Bibliografía

-Asociación de Mujeres Flor de Piedra. Investigación

diagnóstica: situación de las trabajadoras del sexo del

centro de San Salvador, Marzo, 2003.

-Asociación de Mujeres Flor de Piedra. Censo de

Trabajadoras del Sexo, 2005.

-Villacorta, Azahara. Historias Putas: hablan las

Trabajadoras del Sexo del centrote San Salvador en

lucha por su Dignificación, Asociación de Mujeres Flor

de Piedra, El Salvador,

99

13

2729

37

31

43

31

17

32

16

1

19

1º2º3º4º5º6º7º8º9ºBachilleratoUniversidadNS/N

Anexo #2.

Tabla de Frecuencia. Escolaridad de Trabajadoras del Sexo

Total 296 TS. Fuente: Censo Asociación d e M ujeres Flor de Pi edr a.

Anexo #2.

Tabla de Frecuencia. Escolaridad de Trabajadoras del Sexo

Total 296 TS. Fuente: Censo Asociación de Mujeres Flor de Piedra.

ANEXOS

Anexo # 1: Zonas de trabajo.

Fuente: Censo de Flor de Piedra 2005

Departamento MunicipioCant idad deTrabajadoras del Sexo

Soyapango 43

Apopa 65

Aguijares 59San Salvador

San Martín 30

Santa Ana Centro 172

Sonsonate Centro 52

Lourdes , Colón 33

Puerto de l a Libert ad 27La Libertad

Santa Tecla 37

Total 518

ANEXOS

Anexo # 1: Zonas de Trabajo.

Fuente: Censo de Flor de Piedra 2005

100Anexo # 3

REGISTRO DE CASOS DE MTS ASESINADAS

Fuente: Asociación de Mujeres Flor de Piedra

101

Introducción

Hace 5 años se estimaba que escala planetaria

habían unas 160 millones de personas viviendo

fuera de sus países de origen, un 3% del total

de la población mundial en aquel momento,

cifra que si hubiese sido posible ubicarla en

un mismo territorio le habría dado origen a la

sexta nación más poblada del mundo colocada

detrás de China, India, Estados Unidos, Indonesia

y Brasil.

Sin embargo, en todos los países y, en este

caso El Salvador, el fenómeno migratorio no

constituye una actitud generalizada ya que la

mayoría de habitantes nunca llega a abandonar

su lugar de residencia y mucho menos el país

de origen. No obstante eso, la emigración ha

estado presente desde los comienzos de la

historia humana. En nuestro país, por ejemplo,

se registran los primeros casos migratorios desde

mediados del siglo XIX, es decir poco tiempo

después de lograda la Independencia. El mismo

autor de la letra del Himno Nacional, Juan José

Cañas, abandonó el territorio salvadoreño para

aventurarse en California durante la llamada

fiebre del oro estadounidense.

Desde la experiencia de aquel reconocido personaje

se percibe que el motor de las migraciones siempre

ha sido la búsqueda de mejores condiciones de

vida o, dicho en palabras de su tiempo: el afán de

fortuna. Y ya en el nuestro, ese motivo principal no

ha variado mucho aunque haya adquirido diversos

matices o ángulos de percepción. ¿Qué factores

obligan a las personas a emigrar? Como bien lo

señalan diversas investigaciones, la emigración

es un fenómeno natural y previsible motivado

por la existencia de diferencias abismales entre

los países de origen y de destino, ya sea en

materia de recursos económicos, oportunidades

de empleo, crecimiento demográfico, seguridad

social, vigencia en el respeto de los derechos

humanos, etc.

En el caso salvadoreño el mayor oleaje migratorio

ha sido motivado por una guerra civil de doce

años, la persecución política, la pobreza, escasez

LA MIGRACIÓN EN EL SALVADOR:¿QUÉ PAPEL JUEGAN LAS MUJERES?

“… en la feminización de las migraciones, tienen una enorme incidencia factores

como la violencia de género en sus diferentes manifestaciones y la paternidad irresponsable,

a lo que indudablemente se suman el desempleo, la falta de equidad y discriminación laboral…”

Jorge Vargas Méndez

102de fuentes de trabajo y los frecuentes desastres

causados por los terremotos e inundaciones,

siendo un factor menos determinante de la

emigración salvadoreña el educativo o el viaje

para realzar estudios. Todo ello en su conjunto

ha llevado a una gran cantidad de personas a

residir o establecerse fuera del territorio nacional,

de entre 2.5 a 3.3 millones según el Informe de

Desarrollo Humano El Salvador 2005, y de igual

manera empuja diariamente a un promedio de 300

personas a buscar otros derroteros, principalmente,

en territorio estadounidense pese a los controles

migratorios cada vez más infranqueables.

Como contrapartida de esa emigración salvadoreña

es cada vez más notoria la inmigración procedente

de otros países, principalmente de la misma región

centroamericana, lo que bien puede deberse a la

falta de mano de obra local como producto del

desequilibrio generado por la emigración o bien

por los efectos negativos del envío de remesas. En

todo caso, eso es algo que también intentaremos

dilucidar en el desarrollo del presente artículo

y, principalmente, haciendo énfasis en el papel

que están desempeñando las mujeres desde los

diversos ángulos del fenómeno migratorio.

I. La migración salvadoreña de nuestro tiempo

De la región centroamericana, El Salvador se

ha convertido en los últimos años en uno de

los países con mayor índice de inmigrantes, al

menos en los Estados Unidos. Y para muestra

basta traer a colación el registro actual del

programa denominado Status de Protección

Temporal (TPS) según el cual cerca de 235 mil

compatriotas reciben ese beneficio, una cifra

que resulta bastante dilatada al compararse

con alrededor de 3,600 nicaragüenses o con la

inmigración hondureña beneficiaria del TPS,

unas 70 mil personas aproximadamente, y cuya

permanencia en los Estados Unidos depende de

que el referido programa sea renovado o no en

los próximos meses de 2006.

Esa posible mayoría de inmigrantes a la que

hemos aludido también se puso de manifiesto

cuando para el año fiscal 2004 de los Estados

Unidos, el gobierno de este país otorgó un total

de 29,795 tarjetas de residencia permanente a

igual número de compatriotas, de acuerdo con

registros publicados por la Oficina de Ciudadanía

y Servicios de Inmigración (USCIS). Esa cifra,

asimismo, fue superior a la que correspondió

al año fiscal 2003, cuando la cantidad de

residencias permanentes llegó a un total de

28,296 connacionales. La mayoría de tarjetas

de residencia permanente ha sido tramitada

mediante la Ley de Ajuste Nicaragüense y Alivio

Centroamericano (NACARA), calificando 19,081

compatriotas en el 2003 y 19,791 en 2004. En

ambos años, el resto logró su “green card” o

tarjeta verde de residencia permanente mediante

peticiones familiares o laborales.

Y según aseguró el embajador salvadoreño en

Washington D.C., René León, la posibilidad de lograr

residencia permanente la tienen cerca de 225 mil

familias, pero únicamente 97 mil se han acogido al

programa migratorio amparado en la Ley NACARA,

no habiendo realizado el trámite respectivo unas 128

mil familias salvadoreñas, lo que desde luego nos

sugiere la posibilidad de que a futuro sea beneficiada

una cantidad igual o mayor a la de 2004, es decir,

la correspondiente al año fiscal 2005.

103Ahora bien ¿qué pasa con esa cifra de 128 mil

compatriotas que no tramitan la ciudadanía

estadounidense? Quizás la interrogante la despeja

el mismo embajador René León, cuando dice: “La

Ley NACARA no ha logrado llegar ni al 30 por

ciento de su cupo. Hay varios salvadoreños que se

acogen al TPS cuando pueden perfectamente bien

acogerse a los beneficios de la Ley NACARA y

aplicar de una vez a una residencia permanente”.

Pero al mismo tiempo aclara que el principal

problema para aplicar a NACARA, es que cada

compatriota debe contratar un servicio de abogacía

cuyo costo ronda los 3 y 4 mil dólares1 .

De lo anterior se colige que la causa del rechazo

a realizar el trámite podría ser estrictamente

económica, sobre todo, si tomamos en cuenta que

una buena parte de compatriotas envía de forma

permanente remesas en dólares a sus familiares

que permanecen en El Salvador. Aunque también

no hay que descartar la posibilidad de que esa

actitud obedezca al temor de proporcionar datos

o la información personal que posteriormente

sirva para la ubicación y deportación.

Pero volvamos a las cifras. Según los registros de

la USCIS, desde 1932 la residencia permanente

ha sido concedida a 609,258 salvadoreños y

salvadoreñas, o sea a más de medio millón

de compatriotas, una cifra de inmigrantes

legales que se incrementa con las ciudadanías o

naturalizaciones que desde principios de la década

del noventa han recibido 183,936 compatriotas.

Asimismo, se observa que la celeridad y la cifra

de ciudadanías otorgadas desde 1991 muestra un

ritmo alentador para quienes la solicitan, pues

sólo en el año fiscal 2003 recibieron la ciudadanía

estadounidense 8,738 compatriotas y para 2004 -que

juramentaron al año siguiente- la cantidad fue de

9,602, lo que convirtió a El Salvador en el país

centroamericano con más ciudadanías otorgadas

durante ese año fiscal estadounidense. La mayor

parte de las naturalizaciones de 2004, por cierto,

se realizaron en los estados de California, Nueva

York, Florida, Texas y Nueva Jersey.

Los datos anteriores nos permiten afirmar, en

principio, que en los Estados Unidos hay 793,194

connacionales viviendo legalmente, una cifra que

al sumarle cerca de 235 mil personas beneficiarias

del TPS supera fácilmente el millón de migrantes

(1,028,194), un subtotal que se constituye en parte

importante de una comunidad salvadoreña mucho

más amplia y que permanentemente envía dólares

a sus familias residentes en El Salvador.

Sin embargo, esa cifra es apenas la punta del

iceberg del fenómeno migratorio en el país, pues

el IDH 2005 estima que la comunidad salvadoreña

residente en los Estados Unidos alcanza el 95%

de un total migratorio que oscila entre 2.5 y 3.3

millones de personas, por lo que en adelante

intentaremos una indagación más acuciosa a fin

de obtener una aproximación más realista.

I.1 ¿Dónde y cómo se distribuye la comunidad

salvadoreña en el exterior?

Un promedio de 300 personas emigran cada día

del país o sea unas 9 mil durante el mes. Pero

cada mes son deportadas desde los Estados

Unidos y México entre 2 mil y 3 mil personas,

1 La Prensa Gráfica, edición correspondiente al lunes 11 de julio de 2005, p. 2-4.

104lo que significa que mensualmente unas 6 mil

logran superar los obstáculos migratorios de

ambos países y llegan a su destino o se quedan en

territorio mexicano. Esa cantidad de deportaciones

mensuales, no obstante, se disparó en noviembre

de 2005 cuando la cifra llegó a 4,724 haciendo

un total de 43,335 durante el 2005, o sea con

un promedio mensual de 3,611.

De esa cantidad anual de personas deportadas,

35,882 fueron realizadas por autoridades

migratorias mexicanas mientras que desde los

Estados Unidos se repatriaron 7,154 personas.

Las restantes 299 deportaciones se efectuaron

desde Belice, Guatemala y Canadá, según datos

revelados por Jorge Santiváñez, director de

Migración y Extranjería2 .

Si nos basamos en los anteriores datos, tenemos

que 6 mil emigraciones efectivas al mes hacen un

total anual de 72 mil personas y si colocamos el

año 1992 como punto de partida, que fue cuando

comenzó la cuarta etapa migratoria según el IDH,

obtenemos un total de 1,080,000 compatriotas.

Es decir que actualmente residen en los Estados

Unidos alrededor de 2.5 millones de hombres y

mujeres que proceden de El Salvador, incluida

la cifra de residentes, las ciudadanías otorgadas

y la población beneficiaria del TPS, lo que nos

sugiere la preponderancia de una mayoría ilegal

que bien podría rondar el millón y medio.

Este cálculo de la población salvadoreña en

territorio estadounidense tiende a coincidir con

los datos que a principios de 2002 daba a conocer

en un ensayo Eduardo B. Colindres, en una tabla

sobre el flujo migratorio salvadoreño basada en

datos del Ministerio de Relaciones Exteriores y

que a continuación copiamos3 :

Sin embargo, sigue siendo un riesgo adoptar como

fidedigno dicho registro debido a que la mayor

parte de las migraciones se efectúa de manera

furtiva, al margen de los controles migratorios del

Tabla No. 1

Salvadoreños(as) registrados(as) en Consulados

Fuente: Ministerio de Relaciones Exteriores

2 La Prensa Gráfica, edición correspondiente al miércoles 4 de enero de 2006, p. 39.

3 Revista Entorno, Universidad Tecnológica de El Salvador, edición febrero-marzo 2002, La migración salvadoreña, p. 44.

105país expulsor y de los países de destino, lo que

nos estaría indicando que en cada país o región

de destino las cifras son mucho mayores que las

que llegan a ser del dominio público.

No obstante lo anterior, esos datos oficiales sobre

la población salvadoreña en los Estados Unidos,

se aproximan a los que consignan las periodistas

Florencia Couto y Lilian Martínez en un artículo

donde, sin señalar fuentes, sostienen que en el

estado de California, que incluye ciudades como

San Francisco y Los Ángeles, viven alrededor

de 1,300,000 compatriotas; en Washington se

encuentran 150 mil; en Nueva York residen 420

mil y en las ciudades de Boston, Chicago y Miami,

entre 60 y 80 mil connacionales en cada una,

haciendo en conjunto una cifra de poco más de

2 millones de personas4 . Esos datos, desde luego,

excluyen a otras ciudades importantes donde

también se encuentra una cantidad significativa

de familias salvadoreñas.

En tal sentido, nos inclinamos a creer que, al

menos en ese país del norte, la cantidad de

salvadoreños y salvadoreñas estaría cerca de

los 2.5 millones, pero con una fuerte tendencia

a ser mucho mayor.

Eso sí, a nuestro juicio, un parámetro aceptable

para llegar a una cifra más realista puede ser

la cantidad diaria de salidas registradas por

Migración, restar las deportaciones, y multiplicar

el resultado por 30 días o por 12 meses para

obtener una cantidad aproximada de emigraciones

efectivas durante un año. Y aun con todo ello, u

otros criterios que se adopten, la cuantificación

de la comunidad salvadoreña en el exterior

seguirá siendo un problema.

Un caso emblemático lo constituyen los y las

compatriotas que permanecen en territorio

mexicano. Por ejemplo, mientras que Colindres,

con datos del Ministerio de Relaciones Exteriores

consigna que en el 2002, en México, vivían 3,265,

un estudio de Eduardo Sancho señala que la cifra

era de 30,265 para el año 2000, o sea dos años

antes, e incluso utilizando la misma fuente5 . Y

curiosamente en esos datos que incluye Sancho

aparece exactamente la misma cantidad de

compatriotas en los Estados Unidos que registra

Colindres, una coincidencia que también se

observa en el caso de Belice, mientras que en

el resto de países que incluyen ambos autores

se evidencian enormes discrepancias. En otras

palabras, se basaron en una fuente que en el

lapso de dos años no había actualizado datos

o que, en el peor de los casos, puede estar

presentando serias deficiencias.

De hecho, según los cálculos de un empresario

salvadoreño radicado desde hace años en México

y dirigente de una asociación de connacionales

en aquel país, sólo en el D.F viven alrededor

de 30 mil connacionales. Esto, de paso, hace

muy posible que esa cantidad se duplique o

triplique al seguir la ruta migratoria que desde

la frontera guatemalteca atraviesa el territorio

mexicano rumbo hacia los Estados Unidos.

Un caso bastante ilustrativo lo encontramos

en Juan Edenilson Calero Ávalos y 12 mujeres

salvadoreñas, quienes terminaron regularizando

su situación migratoria en Chiapas tras haber

4 El Diario de Hoy, Suplemento Vértice, Año 7, Número 417, Las mejores ciudades para vivir, edición correspondiente al domingo 6 de noviembre de 2005, p.5.

5 Cuaderno de investigación, Año 1, No. 1, 2004, Hacia un nuevo enfoque de la migración globalizada, Universidad Francisco Gavidia, p. 21.

106constituido una familia y renunciar al intento

de llegar a los Estados Unidos. El día que este

grupo de migrantes recibió sus documentos

para quedarse en México, Calero Ávalos dijo:

“Definitivamente me quedé a vivir en estas

tierras, pero iré los diciembres a Ilopango”6 . (El

énfasis es nuestro)

Otro caso que poco se conoce y que es muy

importante en tanto que forma parte de la

diáspora nacional y porque permite rastrear

una cifra global más realista es la comunidad

residente en Noruega. Ésta, según el registro

de la embajada salvadoreña en Suecia, está

integrada por 42 compatriotas, pero esa cifra se

queda pequeña de acuerdo con los cálculos de

quienes se han radicado en ese país del norte

de Europa desde los años ochenta. Según sus

estimaciones, sólo en Oslo, la ciudad capital, se

encuentra una cantidad similar a la registrada

por la embajada salvadoreña, pero en la ciudad

de Trondheim, la tercera en importancia, viven

alrededor de 100 connacionales. Y como esa

diáspora fue provocada por el conflicto bélico que

vivió el país, se puede afirmar que se trata de

familias que llegaron constituidas o de personas

que emigraron buscando la reunificación de las

mismas y, por tanto, es bastante probable que

sea una comunidad constituida por igual número

de mujeres y hombres.

De esta diáspora conviene destacar dos testimonios

que nos serán muy útiles más adelante. Uno de

ellos es de Gabriel Barrios, quien dice: “Al

principio llegaron cuatro salvadoreños huyendo

del conflicto armado, luego venimos nosotros. Los

compatriotas a su vez trajeron a sus familiares

por reunificación, y poco a poco la comunidad

ha ido creciendo con los nuevos nacimientos”.

Y sobre el desarrollado que ha alcanzado el

núcleo salvadoreño en ese país, Carlos Ayala,

señala: “Hay ingenieros, doctores, maestros,

traductores, profesores de idiomas y pequeños

empresarios”7 . De paso, nótese el nivel educativo

que han alcanzado en aquel país que, según

la ONU, ocupa el primer lugar de desarrollo

humano.

Igual tendencia al subregistro puede esperarse

respecto a la población salvadoreña radicada

en Belice, Nicaragua y Costa Rica, a donde la

mayoría de inmigrantes llegó a consecuencia de

la guerra civil que experimentó el país durante

más de 12 años. Hacia Nicaragua seguramente

continuó la emigración ilegal de combatientes

de la guerrilla que causaban baja y numerosas

familiares rurales que huían de la persecución

política y militar, incluso después del ascenso

al poder de Violeta Chamorro, pues en El

Salvador la guerra continuaba. Toda esa diáspora,

indudablemente, no se incluye en los registros

oficiales y lo más probable es que la mayoría

ya haya regularizado su situación migratoria de

alguna manera.

Por consiguiente, hay que enfatizarlo, no

constituye riesgo alguno asegurar que la totalidad

de la diáspora nacional pueda alcanzar los 3.3

millones de compatriotas a escala planetaria,

tal como lo estima el IDH 2005, cuya mayoría

prácticamente se ha desvinculado por completo

de su tierra natal y de sus familias afectando

6 La Prensa Gráfica, edición correspondiente a sábado 17 de diciembre de 2005, p. 33.

7 La Prensa Gráfica, edición correspondiente a lunes 2 de enero de 2006, p. 45.

107con ello más a la mujer salvadoreña. En todo

caso, esto último, es uno de los tópicos que

intentaremos dilucidar a continuación.

II. La mujer salvadoreña y su papel en el fenómeno migratorio

El papel de la mujer en el fenómeno migratorio

es un tema que puede ser abordado desde

diversos ángulos, pero no obstante ello y a

fin de delimitarlo, se intentará en adelante su

abordaje a partir de las siguientes interrogantes:

¿En qué medida participa ella en la diáspora?,

¿Por qué causas emigra?, y, finalmente, ¿qué

labores realiza y cómo se proyecta la mujer

salvadoreña en el exterior?

Tal como ha quedado planteado atrás, es

totalmente imposible precisar la cantidad exacta

de compatriotas que han emigrado. Y por lo

mismo, no se puede conocer en qué medida

ha participado la mujer salvadoreña en dicho

fenómeno. Eso sí, a partir de algunos estudios

realizados recientemente se percibe claramente

que en los últimos años la mujer salvadoreña

ha venido abandonando su actitud pasiva o de

dependencia respecto al hombre, para participar

cada vez más en la diáspora y asumir ella misma

el reto de buscar mejores derroteros.

Ese cambio de actitud en la mujer puede estar

respondiendo a por lo menos dos aspectos:

por un lado, al interés de ella en alcanzar

a su pareja que ya reside en el exterior,

particularmente en los Estados Unidos; y, por

el otro, al desarrollo progresivo de una conciencia

favorable a la autodeterminación, la autoestima, la

autorrealización y el empoderamiento, estimulada

u obligada sin duda por una precaria economía

familiar y por un hombre que, habiendo emigrado

antes, se olvidó por completo de ella e incluso

de su núcleo familiar.

En el desarrollo de esa conciencia, además, hay

que agregar los cambios que en el conjunto

social han promovido los derechos humanos

y, particularmente, los derechos inherentes a la

mujer o, dicho en palabras de Martín-Baró, “la

imagen que las personas van adquiriendo unas

de otras está condicionada muy esencialmente

por los valores vigentes en la sociedad o grupo

social en que se encuentra”.

Eso explicaría, en parte, por qué hasta 1985 del

total de migrantes que atravesaba la frontera

estadounidense-mexicana, menos de un 20%

correspondía a mujeres, según estudios de

Catherine Donato, socióloga de la Universidad

Rice, en Houston. Mientras que, como ella misma

estima, en la actualidad las mujeres constituyen

cerca de un 35 ó 45% del total de personas

que cruza la frontera de manera ilegal. Su

investigación, por cierto, coincide con académicos,

instituciones defensoras de la inmigración y

agentes de la Patrullas Fronteriza8 .

Si de ambos porcentajes adoptamos como

parámetro el intermedio, es decir el 40%, como

resultado tenemos que de cada 1000 migrantes 400

son mujeres. Y si asumimos que la migración total

anual ronda las 72 mil personas, eso nos estaría

indicando que unas 28,800 mujeres abandonan el

país anualmente. Un dato que refuerza lo anterior

8 El Diario de Hoy, artículo del New York Times, edición correspondiente a sábado 21 de enero de 2006, p. 28.

108es el que la Embajada de los Estados Unidos en

San Salvador dio a conocer hace pocos meses: en

El Salvador hay cerca de 19 mil estadounidenses

y alrededor de 15 mil son menores de edad, hijos

e hijas de compatriotas, que en su mayoría viven

de manera ilegal en diferentes ciudades de la

Unión Americana.

Esa referencia demuestra claramente que son

varios miles de infantes que nacen de mujeres

salvadoreñas, mismos que de acuerdo con las

leyes migratorias de aquel país adquieren la

ciudadanía estadounidense, pero que son traídos

debido a lo carísimo que es contratar quién los

cuide y porque ni el padre ni la madre tienen

tiempo para asumir ese papel al trabajar durante

largas jornadas. Aunque también se registran

casos como el que en esa oportunidad señaló el

cónsul general James Herman: “Algunas mujeres

viajan a Estados Unidos con el objetivo exclusivo

de que su hijo nazca en ese país”9 .

La cifra posible de mujeres que emigran

anualmente y que acabamos de consignar, no

obstante, se distancia de los datos que para

2004 tenía la Dirección General de Estadísticas

y Censos (DIGESTYC) sobre salidas y entradas

de hombres y mujeres mediante vía aérea,

marítima y terrestre. Pero ello, lejos de restarle

importancia, más bien puede estarnos indicando

como contrapartida la cantidad de mujeres que

salen de manera ilegal10 .

La tabla No. 2 señala claramente que durante

2004 hubo una diferencia marcada entre el total

de salidas y entradas femeninas, de la que

supuestamente se colige que 14,961 mujeres

ya no retornaron. En cambio, la diferencia

9 La Prensa Gráfica, edición correspondiente a lunes 25 de julio de 2005, p. 8.

10 La tabla ha sido tomada de Diana Santillán y María Eugenia Ulfe, Destinatarios y usos de remesas ¿Una oportunidad para las mujeres salvadoreñas?, p. 15.

entre el total de salidas y entradas masculinas

señala que 87,744 hombres se quedaron fuera

del territorio salvadoreño, lo que nos lleva a

presumir de que, en ese total de salidas con

registro, es decir 102,705 personas, un buen

porcentaje correspondió al flujo migratorio.

En todo caso, hay que hacer la salvedad de

que esta cifra incluye a personas extranjeras y

nacionales que por motivos de trabajo, estudio o

turismo entran y salen del país, y que habiendo

ingresado a finales de 2003 salieron al año

siguiente. Ese movimiento migratorio, de paso,

es algo que tiende a incrementarse durante las

vacaciones de semana santa, fiestas locales y

de fin de año.

Tabla No. 2

Entradas y salidas de personas 2004

Fuente: www.digestyc.gob.sv

Por tanto, a nuestro juicio, sigue vigente el

estimado de 72 mil emigraciones por año.

Coincidentemente, aunque sin especificar de

dónde toma el dato, Amparo Marroquín Parducci

dice: “Las estadísticas registran una emigración

anual de unos 72 mil salvadoreños”11 .

Respecto a la emigración de mujeres, según los

registros de la DIGESTYC un total de 14,961

mujeres no regresó en 2004. Y si partimos de

109que el total anual estimado de emigraciones

femeninas ronda las 28,800, eso significa que

cerca de un 51% de ellas lo hizo de manera ilegal

en ese año, reiterándose el supuesto de que la

mayoría de personas, en este caso las mujeres,

emigra de manera ilegal y preferentemente hacia

los Estados Unidos.

Desde luego que la cantidad exacta de mujeres

emigrantes y el respectivo porcentaje es

imposible de conocer, pero sobre la base de

cruzar los anteriores datos tampoco se está

lejos de la realidad al afirmar que alrededor

de 78.9 mujeres dejan el país diariamente, o

sea 2,367 al mes, una cifra que varía de un

mes a otro dependiendo de que la mujer que

ha decidido emigrar reúna mediante el ahorro,

la venta de bienes o el préstamo, el dinero

necesario para emprender la travesía.

Sin embargo, constituye un gran aporte para

dilucidar el tema en cuestión la investigación

realizada por Sarah Gammage y John Schimitt

y publicado por la CEPAL a mediados de 2004,

del que hemos tomado prestados los datos

que se incluyen en la tabla No. 3 que nos

ilustra sobre la distribución de la comunidad

salvadoreña en los diferentes Estados de la

Unión Americana12 .

I I .1 ¿Por qué causas emigra la mujer

salvadoreña?

La emigración, en general, es un fenómeno

complejo motivado por razones económicas,

sociales y políticas y, en consecuencia, supone

la búsqueda de mejores condiciones de vida

y de autorrealización, una aspiración humana

que está muy lejos de alcanzarse en países que,

como El Salvador, conservan casi a perpetuidad

elevados índices de pobreza, desempleo, bajos

salarios, limitado acceso a la educación y

una polarización política y social que no sólo

retarda la democratización de la sociedad sino

que también impide ver, por encima de los

intereses individuales y de grupo, los intereses

y aspiraciones de todo el conjunto social.

En el caso específico de las mujeres, los

estudios realizados indican que desde hace

20 años éstas han incrementado su diáspora

y al pasar de menos del 20% al 35 o 45% en

la actualidad, le han dado al fenómeno en

cuestión un nuevo matiz para el análisis: la

feminización de las migraciones.

A simple vista puede presumirse que la emigración

femenina obedece a las mismas causas que tienen

los hombres. Pero eso no es del todo preciso. Antes

bien, habría que analizar además factores como

el mundo privado de las mujeres, violencia de

género o paternidad irresponsable, y este último

independientemente de que el hombre se encuentre

físicamente o no en el núcleo familiar y el país.

Pese a la actitud pasiva o tímida que los sucesivos

gobiernos han asumido respecto a promover y

hacer cumplir la normativa vigente que protege

a la mujer contra toda forma de violencia -y

que ha sido, incluso, ratificada por el Estado

salvadoreño-, a diferencia de hace dos décadas

ahora es cada vez más frecuente su denuncia

11 Revista ECA 679-680, mayo-junio 2005, UCA, Tres veces mojado. Migración internacional, cultura e identidad en El Salvador, p. 466.

12 El libro en alusión se titula “Los inmigrantes mexicanos, salvadoreños y dominicanos en el mercado laboral estadounidense, las brechas de género en los años 1980 y 2000, Unidad de Desarrollo, CEPAL, 2004.

110Tabla No. 3

Comunidad salvadoreña en EUA y su distribución por Estado, 1990 y 2000

(Ponderado por persona, miles de personas)

Fuente: Cálculo propio de Sarah Gammage y John Schimitt con tabulaciones especiales de la PUMS (Public

Use Micro Simple 5%) del Censo Decenal de 1990, y de la PUMS 1% del Censo Decenal de 2000.

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111ante la violencia física, sexual, psicológica,

etc., que sufren por parte de los hombres, algo

que antes quedaba totalmente en el ámbito de

lo confidencial y la impunidad. Es decir que

entre más se ha venido apropiando de sus

derechos, más ha venido ella misma poniendo

al descubierto o evidenciando las condiciones de

subordinación y violencia en las que ha vivido y

que indudablemente también han podido incidir

en su determinación de emigrar.

Ya a finales de la década del ochenta, un estudio

realizado en San Salvador revelaba que cerca

del 57% de las mujeres casadas o acompañadas

eran víctimas de maltrato físico por parte de

sus esposos o compañeros de vida13 . Más de

una década después un organismo de mujeres

daba a conocer cifras alarmantes de denuncias:

“La Organización de Mujeres Salvadoreñas por

la Paz (ORMUSA), recibe un promedio de entre

25 y 30 casos mensuales de agresiones físicas,

sicológicas y sexuales. Estas dos últimas continúan

siendo las menos reportadas y las más graves:

mujeres que están siendo violadas en el seno

de sus hogares por sus padres, padrastros o

compañeros de vida”14 .

De la misma fuente, léase un fragmento del

testimonio dado por una mujer que ha vivido

en carne propia la agresión de pareja, pero que

un día decidió poner fin a su tragedia: “Si yo

tenía relaciones sexuales y hacía lo que quería,

no me golpeaba; si no, me rompía la ropa y me

dejaba bajo llave. Nunca pude escapar porque si

lo intentaba me decía que me iba a matar a mí

o a mi hijo (…) Ya no lo perdono. Si lo hago

otra vez, quizás me mate”.

En el mismo estudio y edición del citado rotativo

se incluían cifras sobre denuncias de violencia

intrafamiliar registradas por los Juzgados de

Familia de la Corte Suprema de Justicia en 2002,

es decir, durante el año anterior: agresiones

físicas: 2,632 casos; agresiones psicológicas: 1,468;

y casos de violencia sexual: 213. No obstante,

como contrapartida la referida investigación

también reveló que 9 de cada 10 mujeres

afirmaban su rechazo a la violencia procedente

de sus parejas.

De paso, hay que señalar que estudios como los

aludidos han contribuido también a colocar en

la agenda de la opinión pública la deplorable

situación de la mujer salvadoreña y al visibilizarla

han generado conciencia sobre la necesidad

de rechazarla y combatirla. Y tan es así que

una investigación reciente realizada en todo

el país reveló que la mayoría de mujeres

rechaza la violencia física en su contra por

infidelidad (84.7%), e incluso la agresión de ellas

mismas hacia las mujeres que pretenden a sus

parejas conyugales (80.0%)15 . ¿Puede la violencia

intrafamiliar y la percepción que de ella tiene

la mujer incidir en su decisión de emigrar? Por

supuesto que sí.

En cuanto a la paternidad irresponsable, a

partir del análisis que sigue es posible inferir

que en buena medida se trata de un problema

vinculado a la emigración de los años ochenta

y principios de los noventa, cuando la diáspora

en su mayoría estaba constituida por hombres,

13 La ruta crítica de las mujeres afectadas por la violencia intrafamiliar en el municipio de Guazapa, Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social (MSPAS), Las Dignas, OPS/OMS, p. 7.

14 El Diario de Hoy, El perfil de la mujer salvadoreña, edición especial correspondiente a viernes 30 de mayo de 2003, p. 30.

112lo que gradualmente hizo que una cantidad

significativa de hogares salvadoreños pasaran

a la jefatura de mujeres hasta alcanzar en la

actualidad un 35.7% (CEPAL, 2005).

Marta M. se casó a finales de los años ochenta

y rápido quedó embarazada. Tuvo un hijo. Al

poco tiempo su esposo decidió irse para los

Estados Unidos con la promesa de que, una vez

establecido, le enviaría dinero mientras lograba

mejores condiciones para enviar por ella y su

pequeño. Durante los primeros meses el hizo

efectivo el envío de dólares, pero después se

olvidó por completo de su familia. Ahora ella

se dedica a trabajar por turnos como obrera en

una panadería; su hijo, por razones obvias, desde

hace años abandonó sus estudios quedándose

semi-analfabeta; y mientras tanto, el esposo,

con otro hogar en Estados Unidos, tiene años

de no enviar ni una carta. Pero según Marta ha

indagado, aquel hombre ocasionalmente sí envía

dinero, pero para la madre y las hermanas de

él. Eso sí, Marta sin duda clasifica como jefa

de hogar, al igual que miles y miles de mujeres

salvadoreñas.

Claro está que la paternidad irresponsable

no se puede atribuir de manera exclusiva

a la emigración masculina, tal como se

reseña más adelante, pero sobre la base de

las siguientes cifras es posible auscultar en

qué medida constituye parte del problema,

mismo que , como ya apuntamos, puede

estar determinando el oleaje migratorio de las

mujeres.

De 1,626,036 hogares que existen en el país, según la

Encuesta de Hogares y Propósitos Múltiples (EHPM),

sólo 362,189 recibieron remesas durante el 200416 . Y

si sabemos que la feminización de la migración es

reciente, eso nos permite asegurar que la mayoría

de compatriotas que vive y trabaja en los Estados

Unidos es predominantemente masculina y que,

sin temor a equívocos, fácilmente esa cantidad

puede superar el millón de salvadoreños.

Lo anterior, en consecuencia, nos muestra que

la cantidad de hogares que recibe remesas en el

país es extremadamente inferior a la cantidad

de hombres que ha emigrado, sobre todo hacia

la Unión Americana, pues ni siquiera se ven

favorecidos los 500 mil hogares y se está muy

lejos de llegar al millón. Eso, desde luego, es

un indicio de que la paternidad irresponsable

causada por la emigración masculina podría ser

significativa y, hasta cierto punto, un motivo

para feminizar la diáspora.

Solamente durante el primer semestre de 2004, la

Fiscalía General de la República (FGR), contabilizó

6,789 demandas por cuotas alimenticias y de

éstas, cerca del 90 por ciento fue contra padres

irresponsables y el restante 10% contra madres,

unos 6,110 hombres y 679 mujeres17 .

Aunque seguramente esos casos corresponden

a personas que viven en el país, en tanto que

no toda la paternidad irresponsable se debe a

la emigración, ello nos permite aproximarnos a

una cifra de mujeres que año con año aumenta el

índice de jefas de hogar, lo que al mismo tiempo

15 Resultados de la Encuesta Nacional de La Prensa Gráfica, publicados en Enfoque, Año 7 No. 385, edición correspondiente al domingo 23 de octubre de 2005, p. 4.

16 Informe de Desarrollo Humano El Salvador 2005, PNUD, p. 76. 17 El Diario de Hoy, Familia en crisis, edición correspondiente al

lunes 15 de noviembre de 2004, pp. 2-6.

113las vuelve más susceptibles de emigrar. Sólo en

San Salvador se registraba para 2003 un 42%

de hogares al mando de mujeres. Es más, en el

recién citado reporte periodístico, se lee: “Según

el supervisor general de la investigación Fesal

2003, Juan Carlos Salguero, la desintegración es

una crisis que tiene que ver con factores como la

emigración y la falta de madurez emocional de

los padres para afrontar una relación conyugal”.

(El énfasis es nuestro)

Como corolario de lo anterior otra investigación

efectuada recientemente con una muestra de

1,247 entrevistas a personas que residen en los

Estados Unidos (61% hombres y 39% mujeres),

reveló que las remesas en dólares están dirigidas

principalmente a sus madres (47.3%) y padres

(28.9%), mientras los menores porcentaje

corresponden a hermanos o hermanas (23.7),

hijos o hijas (19.8) y esposas o compañeras de

vida (10.3)18 .

Por considerar oportuna la referida noticia

para el tópico que nos ocupa, transcribimos lo

siguiente: “Rosa Irma Martínez, de 53 años, se

fue hace cinco años a Estados Unidos. Sus tres

hijos quedaron al cuidado de sus padres en El

Salvador. La salvadoreña que está amparada bajo

el Estado de Protección Temporal (TPS), viajó al

país en diciembre gracias a un permiso especial

que le otorgaron las autoridades migratorias de

Estados Unidos para visitar a su madre enferma.

Cada mes, Martínez envía a El Salvador 300 de

los 1 mil 800 dólares que gana en una planta

procesadora de alimentos en Missouri. El dinero

sirve para sufragar la manutención y estudios

de sus hijos.

El 81.1% de los compatriotas en el extranjero

envía dinero para sus familiares, según la encuesta

realizada por la LPG Datos en el Aeropuerto

Internacional El Salvador entre el 2 y 8 de enero.

El 57.2% de los entrevistados envía un promedio

de 335 dólares una vez al mes.

Algunos, como Nubia Flores, quien sostiene a

su madre en El Salvador, envían más de 400

dólares mensuales. El monto mínimo registrado

en el estudio fue de 20 dólares, el máximo, de 10

mil. Así como Flores, la mayoría de salvadoreños

envía dinero para sus padres y hermanos. Esto

se debe principalmente a que la mayoría vive

con su esposa e hijos en Estados Unidos. El

69% de los entrevistados dijo, por ejemplo, que

tiene al menos a un hermano viviendo aquí;

el 54.6% dejó atrás a su madre; y el 40.3 a su

padre. Solo el 19.8% tiene hijos en El Salvador,

y el 10.3% a su esposa. Hay que recordar que

todos los compatriotas tienen estatus legal en

Estados Unidos y que tal condición les permite

solicitar visa de inmigración para sus familiares

más cercanos, que son, precisamente, la esposa

y los hijos”.

Respecto a lo último, se debe tener en cuenta

al menos dos aspectos importantes: por un

lado, que la mayoría de connacionales que se

encuentra en Estados Unidos está de manera

ilegal y por lo mismo no puede regresar de

visita a El Salvador; y por el otro, que no todos

los hombres aceptan públicamente, para el caso

en una encuesta, que tienen hijos o hijas que no

reconocen o que, incluso, ignoran su paradero

en el país.

18 La Prensa Gráfica, edición correspondiente al viernes 13 de enero

de 2006, p. 30.

114En todo caso, los estudios y datos hasta aquí

consultados nos permiten sostener que en la

feminización de las migraciones, tienen una

enorme incidencia factores como la violencia de

género en sus diferentes manifestaciones y la

paternidad irresponsable, a lo que indudablemente

se suman el desempleo, la falta de equidad y

discriminación laboral, los bajos salarios y la

falta de oportunidades educativas, entre otros

aspectos más.

Y esto último que acabamos de aseverar es algo

perfectamente percibido por las mismas mujeres:

“Yo sólo saco mi carrera y me voy para Estados

Unidos. Allá todo es limpio, todo es seguro, se

gana buen dinero y si se trabaja se sale adelante.

En este país, en cambio, la vida es muy difícil,

no hay oportunidades de empleo y hay mucha

delincuencia, dice Carmen Elena Urrutia, de 25

años, estudiante de ingeniería. Y como ella al

menos cuatro de cada diez encuestadas están

considerando emigrar a ese país en un futuro

cercano. La mayoría de quienes así lo afirman

todavía está estudiando carreras universitarias

o ahorrando algún dinero para viajar en el

momento que puedan, no cuentan aún con un

empleo remunerado y no tienen hijos. Según el

análisis, la mayoría de mujeres piensa que en

Estados Unidos hay una vida más igualitaria

entre los sexos. De hecho, 74% de ellas cree

que (allá) los hombres y las mujeres comparten

responsabilidades económicas en el hogar. Ellas

afirman conocer de primera mano cómo es la

vida en Estados Unidos, de hecho el 68% tiene

un pariente viviendo en ese país, casi siempre

un hermano. Una de las ventajas de vivir allá

es que los hombres han aprendido a participar

en las labores propias del hogar, como cocinar,

lavar la ropa e incluso atender a los hijos. Otro

aspecto es que la intención de emigrar ya no está

siendo considerada sólo como una opción de

supervivencia, sino como una forma de alcanzar

mejor desarrollo económico y personal. Un 66%

piensa que la calidad de vida de las mujeres

salvadoreñas que se han ido a vivir a los Estados

Unidos es mejor que la que tienen quienes viven

en El Salvador. De hecho son las mujeres con un

mayor nivel educativo y socioeconómico y las

más jóvenes –alrededor de los 25 años– quienes

están optando viajar a Estados Unidos (…)”19 .

(Los énfasis son nuestros)

Tal como podrá percibirse en la cita anterior,

cada vez es más generalizado el cuestionamiento

que las mujeres tienen respecto a la falta de

equidad de género tanto en el mundo privado

como en el público y, para el caso, en el ámbito

laboral, lo que ha sido bastante documentado en

diversos estudios realizados sobre el empleo de

las mujeres en la industria maquilera y en el

sector informal de la economía.

Por consiguiente, existen fuertes indicios para

sostener que factores como la violencia intrafamiliar,

la paternidad irresponsable y la feminización de

la pobreza, entre otros, constituyen eslabones de

causa y efecto estrechamente vinculados a la

feminización de las migraciones de los últimos

tiempos y, por lo mismo, un serio obstáculo

para alcanzar desde y como país los Objetivos

de Desarrollo del Milenio y, particularmente, el

que se refiere a promover la igualdad entre los

sexos y la autonomía de la mujer.

19 El Diario de Hoy, El perfil de la mujer salvadoreña, edición ya citada, p. 20.

115II.2 ¿Qué labores realiza la mujer salvadoreña

emigrante?

Pese a que en los últimos años se ha reducido

la brecha salarial existente entre hombres y

mujeres, eso no ha hecho que éstas desistan de

su emigración. Sin duda porque cada vez es más

dominante la idea de que, independientemente

de los salarios, en el país es imposible alcanzar

mejores condiciones de vida o cierto estatus

económico y social. Y esto es algo que tiene

que ver con la difusión cada vez más notoria y

rimbombante de noticias sobre compatriotas que

han prosperado en Estados Unidos y que retornan

ocasionalmente en calidad de turistas.

La prensa escrita, por ejemplo, destacó

recientemente que en San Alejo, departamento

de La Unión, un grupo de compatriotas que

vino de visita tuvo un lugar privilegiado en la

celebración de las fiestas patronales del municipio.

Igual experiencia se tuvo en Cojutepeque,

departamento de Cuscatlán. Y en San Pedro

Masahuat, departamento de La Paz, el Concejo

Municipal ha acordado dedicar en adelante un

día especial en sus fiestas tradicionales a la

comunidad sampedrana residente en los Estados

Unidos. Es decir, en los últimos años ha cambiado

la percepción que se tenía de las emigraciones

y ahora regresar de visita es obtener un estatus

social gratificante que indudablemente se suma

al económico.

Por todo ello es que la mujer, al igual que

el hombre, decide emigrar de países como el

nuestro. “Ellas, dice Catherine Donato, vienen

a encontrar trabajo en la pujante economía

informal y clandestina, a través de una vasta

red de amigos y parientes que ya tienen empleo

en Estados Unidos como mucamas, cocineras,

ayudantes de cocina, obreras de fábrica y niñeras.

En estos empleos, ellas pueden percibir el doble

o triple de lo que ganarían con sus salarios. La

realidad económica de la inmigración ilegal es

compleja”.

Y ciertamente en Estados Unidos se percibe mejor

salario, pero no es el doble ni el triple sino el

séxtuplo de lo que se gana en El Salvador. En

este país una persona que trabaja en la maquila

devenga un salario mínimo mensual de $151.20; si

trabaja en la industria gana $154.80; en el sector

comercio y servicio percibe $158.40; y si labora en

la agricultura apenas gana $74.06. Si comparamos

estos salarios con el que mensualmente devenga

la compatriota de la planta procesadora de

alimentos, en Missouri, rápidamente percibimos

que la disparidad salarial es enorme entre ambos

países y que, incluso, es casi doce veces el salario

mínimo mensual de una mujer que trabaja en

el sector industria de El Salvador.

Es más, uno de los estudios de opinión citados

anteriormente, revela que las mujeres en los

Estados Unidos, en su mayoría trabajando en

oficios domésticos y como niñeras, llegan a

devengar $20 dólares por hora. Es decir que al

trabajar 44 horas semanales una mujer puede

ganar $880 dólares, es decir cerca de $3,520 al

mes, un ingreso sumamente atractivo que en

El Salvador no llega a ganar ni una profesional

universitaria durante el mismo lapso. Incluso, en

el peor de los casos, cuando una persona gana

$2 dólares la hora, lo que es raro en Estados

Unidos, el salario mensual puede traducirse en

$352,00 al mes.

116

Tabla No. 4

Comunidad salvadoreña y empleo en Estados Unidos

Fuente: LPG (13-enero-2006, p. 28)

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La guerra y las necesidades económicas de

su familia obligaron a Eriselda Rodríguez a

abandonar el Cantón El Jute, Chalatenango.

Desde los 13 años se vio obligada a aportar a la

economía familiar y coadyuvar a la manutención

de ocho niños y niñas menores que ella, por

lo que debió trabajar en oficios domésticos en

el país hasta que por fin logró emigrar a los

Estados Unidos; en este país, primero trabajó

limpiando casas y cuidando niños; y luego,

encontró empleó como mesera en un restaurante

donde gana el salario mínimo, $6.75 por hora,

haciendo un salario mensual de $1,296 dólares.

Pero, recientemente, con sus ahorros y el de su

pareja, ha abierto una cafetería denominada “La

Palma Grill”, quizás rememorando aquel pueblo

de su departamento de origen20 . ¿Podría Eriselda,

con apenas 4 años de educación básica, realizarse

de igual manera en El Salvador?

20 Resumen de testimonio publicado en La Prensa Gráfica, edición correspondiente a sábado 3 de diciembre de 2005, p. 24.

He ahí, pues, otro poderoso estímulo de la

emigración salvadoreña y, en particular de la

mujer, como respuesta a una realidad laboral

adversa en su país de origen, así como también

a un bajo nivel de escolaridad alcanzado, lo que

también determina el tipo de empleo que busca

una vez estando en territorio estadounidense.

La misma investigación de LPG, la más reciente,

y acaso la única en su tipo realizada sobre la

diáspora salvadoreña en la Unión Americana,

indica que sólo un 9.8% culminó sus estudios

universitarios, el 9.2% no logró completarlos y

que el 2.6% cuenta con educación superior no

universitaria. En cambio, como fiel reflejo de la

realidad nacional en la materia, la base piramidal

se ensancha conforme se desciende de nivel

educativo. Y así tenemos que mientras un 29.4

realizó estudios de Educación Media, un 44.6%

de la población emigrante cuenta solamente con

117Educación Básica y dentro de este porcentaje,

la mayoría (25.1%) apenas tiene seis años de

escolaridad o menos.

Aunque la participación de mujeres en la muestra sólo

fue de un 39%, dadas las características excluyentes

del sistema educativo nacional es bastante

probable que la mayoría de emigrantes con

bajo nivel educativo esté conformado por las

mismas mujeres.

Paradójicamente, son esas mujeres con bajo

nivel educativo las que están ganando los

mejores salarios al emplearse en actividades

de limpieza o como camareras y niñeras,

al igual que aquellas con cierta nivel de

formación y que trabajan como enfermeras,

docentes y obreras. Estas mujeres entrevistadas

por LPG indicaron que sus salarios oscilan

entre los $12 y $13 dólares por hora, o sea

entre $2,112 y $2,288 mensuales al trabajar

44 horas por semana, aunque 6 de cada 10

personas entrevistadas señalaron que laboran

40 horas en promedio (tabla No.5).

Fuente: LPG (23-enero-2006, p. 51)

Tabla No. 5

Empleo más común y salarios de

comunidad salvadoreña en EEUU

desarrollo personal, lo que se ve reforzado al no

contar con certificados o títulos validados que les

permitan continuar su educación, el aprendizaje

del inglés por ejemplo, y mucho menos ingresar

a las universidades. En este aspecto también

influye negativamente el estatus migratorio,

pues la mayoría de mujeres ingresa a territorio

estadounidense de forma ilegal y por lo mismo

se ven forzadas a permanecer en empleos que,

a guisa de claustro “voluntario”, las protege del

acoso de autoridades migratorias.

Esa misma suerte de falta de acceso a la

educación heredan los hijos e hijas de mujeres

indocumentadas, situación que ha movido a

grupos que trabajan por sus derechos a solicitar

al congreso de Arizona su respaldo a una

propuesta de ley que daría educación a hijos

e hijas de inmigrantes ilegales, algo que desde

luego ha encontrado oposición entre personas y

asociaciones antiinmigrantes. Mas aun con todo

esa adversidad, según Urban Institute alrededor

de 65 mil inmigrantes indocumentados que han

vivido al menos por cinco años en los Estados

Unidos, egresan cada año de la escuela media-

superior.

Sobre cómo determina el nivel educativo la

calidad del empleo y el ingreso de la comunidad

salvadoreña y, particularmente de la mujer,

consideramos de gran valía la investigación

ya citada de Sarah Gammage y John Schimitt,

de la que hemos extraído los datos de la tabla

No. 6 los cuales tienen cierta coincidencia

con los resultados del estudio realizado por

LPG, particularmente en lo que respecta a las

ocupaciones más comunes.

Esa situación, aunque ventajosa en cuanto a

ingresos, tiende a perpetuar la permanencia

de las mujeres en actividades de limpieza y

cuido de infantes e impide al mismo tiempo su

118Tabla No. 6

Población salvadoreña en EUA – Primeras diez ocupaciones, año 2000

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No obstante lo anterior, es decir la falta de

acceso a la educación pública y que se percibe

a partir de las ocupaciones más comunes, el

vasto influjo cultural constituye un signo positivo

para quienes residen en los Estados Unidos. Y

se trata de un fenómeno que está provocando

cambios conductuales, incluso, entre personas

con bajo nivel educativo. Y así, hablar inglés,

aunque sea con dificultades, se impone como

una exigencia cultural y laboral para quienes

recién llegan, pero paulatinamente se vuelve

una herramienta de cierto dominio.

De hecho, los niños y las niñas que nacen en

Estados Unidos de padre y madre inmigrantes,

sean ilegales o no, prefieren hablar el inglés antes

que el idioma de sus mayores. Y los y las jóvenes,

al imbuirse de esa cultura, muestran mayor interés

por el estudio, lo que al mismo tiempo motiva

a sus mayores a generarles condiciones para

lograrlo. Asimismo, la comunidad inmigrante está

desarrollando un hábito de lectura, de periódicos

en primer lugar, seguido de revistas y libros. Lo

mismo ocurre con el hábito de informarse sobre

lo que ocurre en el país que habitan y el país

de origen, por lo que resulta indispensable en

cada hogar artefactos como la televisión, la radio,

el teléfono y, actualmente, la computadora para

acceder a la Internet21 .

En otras palabras, pese al bajo nivel educativo que

caracteriza a la mayoría de mujeres salvadoreñas

en los Estados Unidos, el entorno cultural y los

beneficios potenciales de orden migratorio que

pudiera recibir a futuro, posibilitan mejores

condiciones para su desarrollo y para que alcance

Fuente: LPG (23 de enero del 2006)

21 Urquiza, Waldemar. Influencia de la cultura estadounidense sobre la cultura salvadoreña, Cuaderno de Investigación, Año 1 No.1, 2004, Universidad Francisco Gavidia, pp. 69-95.

119una vida digna a mediano o largo plazo, algo

que en su país expulsor o de origen todavía

no se vislumbra, incluso, ni con la entrada en

vigencia del CAFTA o Tratado de Libre Comercio

(TLC) con los Estados Unidos, de acuerdo con

el análisis de especialistas.

Respecto a esto último, el mismo Banco Mundial

a mediados de mayo de 2005, aseguró que el TLC

perjudicará a un 5% de la población salvadoreña y

en particular a la que vive de producir alimentos

como frijoles, pollo y productos lácteos. Y

recordando la triste experiencia de México tras

la firma del TLCAN con Estados Unidos en

1994, un experto de Carnegie Endowment for

International Peace, señaló que, de 1994 a 2004,

1.3 millones de agricultores mexicanos tuvieron

que abandonar el campo debido a la caída de

precios que provocó el ingreso masivo de trigo,

maíz y otros alimentos procedentes de los Estados

Unidos, algo que podría explicar el ascendente

flujo migratorio que ha mexicanizado a varias

ciudades de EUA durante el mismo decenio.

Ya en marzo de 2004, Roberto Artavia, rector

del INCAE, había dicho en San Salvador: “Los

perdedores del TLC, van a ser las PYMES y

los pobres. Tenemos que tenderles puentes de

política social y solidaridad”. Y eso es algo

que puede suceder con la masiva llegada de

diversos productos a bajo costo que le quiten

el pequeño margen de ganancias que sostiene,

por ejemplo, al sector informal de la economía al

que eufemísticamente se le llama microempresa,

y donde se sabe que participa mayoritariamente

la mujer salvadoreña, pues del total de personas

que participa en el sector informal, el 57.0% está

conformado por mujeres22 .

Por su parte, la Comisión Económica para

América Latina y el Caribe (CEPAL), a través

de su director adjunto de su sede en México,

Jorge Máttar, ha asegurado que el TLC aumentará

la dependencia de la región con respecto a los

Estados Unidos, aun cuando implique algunos

beneficios para determinados sectores.

En contraposición también ha habido algunas

apologías sobre el TLC y sus bondades en frenar

la emigración salvadoreña, sobre todo, por parte

del gobierno y algunos sectores económicos

salvadoreños, pero los efectos generados entre

la población rural mexicana obligada a emigrar

hacen creer lo contrario o, al menos, ponen en tela

de duda lo que puede ocurrir en El Salvador.

II.3 ¿Cómo se proyecta la mujer salvadoreña en

el exterior?

Aun con todo lo previamente planteado y pese a

cargar consigo las secuelas de la exclusión social

y la falta de equidad desde su país de origen,

algunas mujeres salvadoreñas protagonistas de la

diáspora están descollando en el país receptor y en

diferentes esferas de la vida pública, demostrando

con ello que en El Salvador también pudieron haberlo

lograrlo si hubiesen tenido las mismas condiciones

y oportunidades que los hombres.

Ese paso, pequeño en lo individual pero enorme

para las connacionales en lo plural, indica además

que ellas no tienen que estar pendientes de resolver

sus problemas económicos, pues tal como lo indican

22 Lara López, Edgar. Panorama laboral de las mujeres salvadoreñas, ponencia dada a principios de 2006.

120Diana Santillán y María Eugenia Ulfe, el hecho de

destacar o brillar en el liderazgo ha sido algo casi

exclusivo de los hombres, particularmente, de los

mejor establecidos económica y legalmente.

Sin embargo, el repunte de la mujer salvadoreña

radicada en el exterior actualmente tiene no

pocos nombres y entre ellas se encuentra Mirian

Karoglanian, empresaria en EUA y dirigente de la

Asociación Internacional de Mujeres Salvadoreñas

(AIMSA), cuyo trabajo busca promover el

desarrollo personal y profesional de sus iguales

en el extranjero. También destacan en el mismo

país del norte: Gladis García, empresaria y

miembro de la Cámara de Comercio de El

Salvador-Los Ángeles; Gina Levy, la cónsul

honoraria de El Salvador en tierras angelinas;

Norma Roque, periodista de Canal 34 Univisión;

Noemí Kusnicki, consultora de publicidad para

una revista local, entre otras más.

Ana Sol Gutiérrez, por su parte, es una legisladora

de origen salvadoreño que está apostándole a

propuestas de ley que favorezcan a inmigrantes

y que promueve, junto a su colega compatriota

Víctor Ramírez, ante la Asamblea General de

Maryland. Igual aspiración tiene Mirna Argumedo,

nacida en Santa Ana, quien habiendo emigrado

en 1981 ahora busca un cargo como concejala

en Costa Mesa, en el Condado de Orange,

para las elecciones de noviembre de 2006; esta

mujer salvadoreña, además, es propietaria del

restaurante “El Chinaco” y miembro del Comité

de Derechos Humanos en el Estado de California.

Similares iniciativas busca impulsar también la

compatriota Liz Figueroa mediante su destacado

papel en la política estadounidense.

Y mientras tanto, después de 15 años de

haber llegado en calidad de indocumentada,

Maximina Pereira, oriunda del departamento

de Morazán, continúa fortaleciendo sus

dos negocios prósperos: Maxis Fashion, un

taller de costura, y P&I Maintenance, una

empresa que ofrece servicios de limpieza a

residencias de Washington D.C., Maryland

y Virginia. Pese a que esta mujer llegó sola

y sin tener familia o personas conocidas en

EUA, trabajando en una maquila y en limpieza

de residencias, poco a poco se abrió paso

hasta convertirse en una empresaria exitosa

que ha creado fuentes de empleos en el país

que la recibió.

En la reciente fundación del Comité Sonrisa al

Niño Salvadoreño, en Long Island, participó en

un esfuerzo mixto la compatriota Paula Opico,

originaria del departamento de La Paz. Pero no

sólo eso. El comité surgió de su iniciativa luego

de estar enviando ayuda de manera anónima

a familias de escasos recursos económicos que

viven en su departamento de origen.

También se observa igual ímpetu entre algunas

mujeres salvadoreñas radicadas al otro lado del

continente. En Italia, por ejemplo, la Comunidad

de Salvadoreños Ascensión, en Milán, está

presidida por Silvia Tobal desde hace diez años,

y por su reelección se puede intuir la calidad

de liderazgo que ejerce entre la comunidad

salvadoreña.

Asimismo, hay que destacar la figura de la

compatriota Cecilia Gómez, oriunda de Jocoro,

departamento de Morazán, y radicada en

121Australia. Esta mujer no sólo trabaja en el

Parlamento de la provincia de Victoria, sino

que, además, tras haberse incorporado al partido

Laborista Australiano participó recientemente

en las elecciones de este país como aspirante

a una de las tres plazas de concejales para la

alcaldía de Brimbank, ciudad donde reside. Y

aunque el resultado no le fue favorable, pues

quedó en cuarto lugar o a un escaño de lograrlo,

ha motivado a sus connacionales a participar en

los próximos eventos electorales y ella misma se

encuentra animada haciendo proselitismo para su

partido de cara a las elecciones parlamentarias de

2006, mientras espera una nueva oportunidad en

las siguientes elecciones para concejales. “Lo haré

con el orgullo de representar y poner en alto el

nombre de El Salvador en esta tierra”, dijo23 .

Y por supuesto que estos casos reseñados no

deben ser los únicos, mas sí los que hemos logrado

rastrear, y ello nos indica que el papel de la mujer

en el exterior está adquiriendo preponderancia,

y por consiguiente deberá cambiar la percepción

que se tiene de la emigración, pues cuando ella

sale de su país de origen –según Santillán y Ulfe

basadas en una entrevista– se le llama “abandono

del hogar o de la familia”, mientras que cuando

es el hombre quien emigra se le denomina

“cumplir con el rol de hombre proveedor y

jefe de familia”, algo que tal como lo hemos

visto, no es del todo cierto. En otras palabras,

los anteriores ejemplos nos están indicando

claramente que la mujer emigra porque busca

su desarrollo, su autorrealización o mejor dicho:

una vida con dignidad, un derecho largamente

negado y que, una vez lo ha logrado, la lleva a

dirigir su mirada hacia la tierra natal pues las

mujeres mencionadas participan, en su mayoría,

en actividades para potenciar su proyección

e incluso para gestionar recursos económicos

que luego envían a El Salvador. Y esto es algo

que las mismas autoras lo confirman, cuando

señalan: “En algunas asociaciones de oriundos la

participación de mujeres es cada vez más activa,

no solo en los Estados Unidos, sino también en

la asociación contraparte en la comunidad de

origen salvadoreña”.

Hay que señalar, no obstante, que esa búsqueda

de una vida digna en el exterior por parte de la

mujer salvadoreña, no siempre tiene el mismo

desenlace. Y como contraposición se conocen

casos de mujeres que en su tránsito hacia los

Estados Unidos, e incluso ya estando adentro

de éste país, suelen ser víctimas de grupos

mafiosos dedicados a la trata de mujeres para

su prostitución y/o esclavitud.

“En el transcurso de 2002 al menos cuatro

sentencias dictaron los tribunales estadounidenses

contra convictos que prostituyeron a niños,

niñas y mujeres de distintas nacionalidades en

Maryland, Texas, Georgia y Florida (…) Los

desastres naturales y los provocados por la

acción humana, la extrema pobreza y la falta de

empleo, son algunas de las causas que obligan

a mujeres y hombres a la aventura de dejar sus

países de origen (…) En otras palabras, debido

a esa situación es posible que lejos de reducirse

la esclavitud de las mujeres de la región, es

probable que aumente, pues en secreto a voces

se sabe que en algunos lugares de Guatemala

23 La Prensa Gráfica, edición correspondiente al sábado 3 de diciembre de 2005, p. 57.

122y México la esclavitud resurge frente a las

precarias condiciones económicas con que viajan

emigrantes indocumentados. Y así, en Tecún Umán

(Guatemala), los contrabandistas de personas,

los dueños de bares y hoteles, se aprovechan de

las necesidades de las mujeres para prostituirlas

y ofrecerlas en venta, y lo mismo sucede en

Tapachula y otros lugares de México (…) Este

drama vivido por las mujeres centroamericanas

en su afán por alcanzar el sueño americano, se

resume en palabras del clérigo Ademar Barrilli:

Les comentan sobre trabajar en restaurantes, pero

en realidad el trabajo es en bares. Después de que

alguna muchacha trabaja por un tiempo sirviendo

bebidas, el dueño la denuncia a la policía para

que la arresten por no tener documentos. La

meten a la cárcel y él paga la fianza. Luego le

dice que para pagar la deuda de la fianza tiene

que trabajar de prostituta. La deuda nunca se

acaba, por lo que la muchacha se vuelve una

esclava”24 .

En el caso más reciente “casi un centenar de

mujeres de Centro y Sudamérica fueron rescatadas

de bares en Houston”. De acuerdo con la nota

periodística, una salvadoreña contactó a uno de

los mafiosos en calidad de “coyote”, quien se

ofreció llevarla a Estados Unidos a cambio de

$8 mil dólares aclarándole que podría pagarle

trabajando como mesera. Sin embargo, ya en el

destino previamente pactado, el sujeto incrementó

la deuda a $12 mil y comenzó el drama. Según

dijo la mujer, no estaba obligada a prostituirse

pero al negarse a “salir” con un cliente tenía

que pagar una “multa” de $500 dólares a los

propietarios del antro. Otra salvadoreña, del

mismo grupo inmigrante, dijo que “muchas

mujeres intentaron huir, pero el miedo a las

amenazas, contra ellas y sus familias, se los

impedía”25 .

En otras palabras, estos casos y otros similares,

como el trabajo forzado, constituyen el lado

oculto y dramático de la diáspora, afectando

principalmente a la mujer, lo que demuestra al

mismo tiempo la vulnerabilidad de sus derechos

y la imperiosa necesidad de una política regional

que inicie de una vez por todas un proceso

tendiente a humanizar el fenómeno migratorio,

dada la imposibilidad de frenarlo desde cada

país expulsor y, necesariamente, a partir del

propio desarrollo económico.

Respecto a lo último se debe tener en cuenta que

actualmente es cada vez más notorio el debate

sobre la política migratoria en los Estados Unidos,

donde según estimaciones la inmigración ilegal

asciende a 11 millones de personas de diversas

nacionalidades, procedentes sobre todo de México,

Centro y Sudamérica, y que en estos momentos

se gestionan diferentes iniciativas de ley como la

denominada Protección Fronteriza, Antiterrorismo

y Control de la Inmigración Ilegal, también

conocida como HR4437, un proyecto que de ser

aprobado por el Senado volverá más estricta la

seguridad en la frontera sur estadounidense y

que, no siendo la solución, hará más peligrosa

la travesía.

Tampoco se debe olvidar que también está

aumentando la oposición a la inmigración en EUA,

probablemente debido al acelerado aumento de la

24 La esclavitud sigue golpeando… más a la mujer, artículo del autor, Revista Bernarda, abril-mayo 2004, No.2, 2ª. Época, ORMUSA, pp. 10-13.

25 La Prensa Gráfica, edición correspondiente a sábado 3 de diciembre de 2005, p. 56.

123población hispana en los últimos años, pues entre

2000 y 2004 creció cerca de un 17% mientras que

la población no hispana apenas logró crecer el 1%.

De hecho, uno de cada cuatro infantes que nacen

en EUA, corresponde a una madre inmigrante con

estatus migratorio legal o ilegal, según el Centro

para los Estudios de Inmigración (CIS).

En Carolina del Norte, por ejemplo, una

investigación que requirió tres años, ha revelado

que la población hispana ha pasado de 200

mil a cerca de 600 mil y que un 45% son

personas indocumentadas o ilegales. Asimismo,

indica el estudio, que uno de cada tres nuevos

empleos es ocupado por latinos(as). Y aunque

esta población fortalece la economía estatal en

términos de consumo y contribución fiscal, los

cuestionamientos han comenzado a aparecer: “(…)

Los bajos salarios contribuyen para contener los

costos laborales de negocios y al final mantienen

bajos los precios al consumidor (…) Sin embargo,

muchos trabajadores hispanos están ilegalmente en

el país, y grupos laborales argumentan que esos

trabajadores desplazan o mantienen en niveles

bajos los salarios de trabajadores estadounidenses

poco calificados (…)”26 .

Sin duda problemas como estos que hemos

señalado están detrás del nuevo escenario

migratorio que se configura en la Unión Americana

con la gestión de medidas más restrictivas al

tiempo que estimulan expresiones como los

Minuteman, que acosan a jornaleros en el Norte

de Virginia, y otros grupos civiles de cazailegales

que operan en algunos tramos de la frontera

mexicano-estadounidense.

Por su parte, presionados por autoridades

estadounidenses, los gobiernos de países

e x p u l s o r e s t a m b i é n e s t á n o r i e n t a n d o

esfuerzos a fin de frenar el auge migratorio,

principalmente, mediante la búsqueda y

captura de grupos dedicados al tráf ico

de personas. La Pol ic ía Nacional Civi l

(PNC) de El Salvador, para el caso, registra

mensualmente un promedio de 28 capturas

mensuales relacionadas con la comisión de

ese ilícito, pero aun con todo ello el flujo

migratorio se mantiene y amenaza con

incrementarse, seguramente porque las causas

o motivaciones entre sus poblaciones siguen

inmutables, enraizadas, y no dan signos de

desaparecer.

III. Un breve vistazo hacia la inmigración en El Salvador

Cuando un grupo humano requiere de elementos

exógenos para mantener su propia dinámica o realizar

sus actividades económicas, es porque experimenta

un descenso en la cantidad de sus integrantes, un

desequilibrio, pero cuando el fenómeno no obedece a

una mortandad, causada por epidemias por ejemplo,

ni al descenso en la tasa de natalidad, entonces la

causa debe buscarse en una posible emigración de

sus miembros originales.

A simple vista eso podría estar ocurriendo en El

Salvador, pero al parecer eso no es así. De acuerdo

a la opinión de especialistas, la inmigración

en nuestro país, que procede generalmente de

Guatemala, Honduras y Nicaragua, se debe

26 El Diario de Hoy, edición correspondiente a viernes 13 de enero de 2006, p. 24.

124paradójicamente al creciente envío de remesas

desde los Estados Unidos, lo cual está afectando

negativamente la disposición al trabajo entre

personas receptoras que aún pertenecen a la

Población Económicamente Activa (PEA).

Una empresa atunera española que opera en

el departamento de La Unión, para el caso,

ha encontrado dificultades para mantener su

producción debido a que en las poblaciones

aledañas las personas se niegan a trabajar por

un ingreso mensual inferior al que reciben

en remesas. Manuel Calvo, un vocero de esa

empresa, señaló que al reclutar personal en la

zona, le decían: “No, si a mí me pagan entre 600

y 700 dólares (acepto el empleo); realmente no

me interesan 180 dólares, porque eso ya me lo

manda mi familia desde Estados Unidos”27 .

Este hecho de reciente percepción podría

considerarse un efecto negativo de las remesas,

pero eso sería no colocar el problema en su

justa dimensión pues por sí solo ha puesto en

cuestionamiento un tema largamente obviado por

los sectores productivos y los sucesivos gobiernos,

pese a que está estrechamente ligado al mismo

fenómeno migratorio: los bajos salarios.

Katherine Andrade Eekhoff, socióloga de la Facultad

Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) en

San Salvador y especialista en el tema remesas,

señala: “Tienen el lujo de no vender su mano

de obra tan barata, sobre todo en el campo”.

Recordemos que el salario mínimo en el sector

agrícola es de apenas $74.06 dólares mensuales, $2.81

al día, según la Cámara Agrícola y Agroindustrial

de El Salvador (CAMAGRO). Pero de igual forma

se perciben bajos salarios en el resto de sectores

productivos tal como atrás lo hemos señalado,

por tanto es hasta previsible que igual reacción o

negativa a trabajar se observe en zonas urbanas

o semiurbanas de los departamentos con mayor

recepción de remesas, entre ellos: La Unión, San

Miguel, Morazán y Usulután.

Esa situación, junto a la dolarización de la

economía que supone abundancia de tal moneda

desde 2001, es lo que está estimulando la

inmigración desde países fronterizos, sobre todo

en aquellos donde la moneda tiene poco valor

adquisitivo y donde hay mayor desempleo y

salarios ligeramente inferiores a los de El Salvador,

pues en la región, y particularmente entre las

comunidades más pobres y rurales, se ha inoculado

la falaz idea de que los dólares son bondadosos

procedan de donde procedan. Sumado a lo anterior

también debe mencionarse como estimulante de

la inmigración el estatus legal que los habitantes

de la región tienen en el país, pues el artículo

10 del Código de Trabajo establece que las y los

centroamericanos de origen se consideran como

salvadoreños(as) aunque deben tramitar el permiso

correspondiente para trabajar.

Todo ello podría explicar por qué, sólo entre

enero y septiembre de 2005, ingresaron al país

116,963 nicaragüenses y 152,686 hondureños(as),

en calidad de turistas por supuesto, con el

propósito de evadir el trámite del permiso para

laborar y su respectivo costo. Estas cifras se

vieron sustancialmente aumentadas a finales del

mismo año con el ingreso de miles de obreros

agrícolas, también llamados braceros, que de

27 La Prensa Gráfica, edición correspondiente a lunes 19 de septiembre de 2005, p. 4.

125ambos países llegaron a trabajar durante la

temporada de cosecha de café, algodón y caña

de azúcar, generando una escasez de mano de

obra en sus países, particularmente en Nicaragua,

donde los caficultores ya empezaron a preocuparse

y a considerar un posible aumento de salario a

fin de contrarrestar la emigración temporal que,

incluso, alcanza a afectar la cosecha cafetera de

Costa Rica a donde antes viajaban los braceros

nicaragüenses.

Al igual que resulta imposible precisar la

emigración salvadoreña, no se puede cuantificar

la inmigración en El Salvador debido al fuerte

flujo que se realiza de manera ilegal. Ni

la misma CAMAGRO lo sabe. Aunque las

autoridades migratorias salvadoreñas estiman

que ilegalmente trabajan en diferentes áreas

productivas unas 40 mil personas de origen

centroamericano, sin especificar cuántos hombres

y cuántas mujeres. “Así como los salvadoreños

llegan a Estados Unidos a realizar los trabajos

que los estadounidenses ya no quieren hacer, los

nicaragüenses vienen a El Salvador a trabajar

en las labores que los salvadoreños ya no

realizan”, dijo Ricardo Esmahan, presidente de

CAMAGRO28 .

Eso sí, parece seguro que en la zona nororiental

salvadoreña es mayor la presencia de inmigrantes

procedentes de Nicaragua y Honduras, pues ya

a principios de septiembre de 2005, al participar

en una marcha pro-ilegales en el departamento

de La Unión, Oswaldo Villanueva, de origen

nicaragüense, al admitir la escasa participación

en la actividad por parte de compatriotas y

hondureños(as) por temor a la deportación,

declaraba al rotativo El Diario de Hoy: “Somos

miles los que hemos venido en busca de trabajo

porque tenemos que mantener a nuestras familias

(…) Queremos que el gobierno salvadoreño

nos dé permisos temporales de trabajo, ya que

estamos aquí como ilegales”. La noticia también

aseguraba en esa edición que “la mayoría de

nicaragüenses y hondureños hombres se dedican

a la construcción; las mujeres se ocupan de oficios

domésticos y la cocina”.

En cambio, la mayor presencia de inmigrantes

procedentes de Guatemala es probable que se

encuentre en la zona occidental y el Gran San

Salvador, donde con frecuencia se conocen casos

de mujeres dedicadas, además de las anteriores

ocupaciones, a laborar en establecimientos de

comida y bares. Incluso, un reciente caso de trata

de mujeres descubierto por la PNC, reveló que dos

mujeres guatemaltecas habrían sido introducidas

por el paso fronterizo de San Cristóbal para

su prostitución en las fiestas tradicionales de

Santiago de la Frontera y San Antonio Pajonal,

ambos municipios del departamento de Santa

Ana29 . Y en San Salvador, en un establecimiento

de bebidas alcohólicas, el autor de este escrito

intentó entrevistar a una empleada con acento

guatemalteco que afirmaba ser originaria de

Ahuachapán, pero que desconocía el nombre del

supuesto municipio de origen. En general, cuando

la persona inmigrante procede de Guatemala

y está de manera ilegal, suele afirmar que

procede de uno de los departamentos de la

zona occidental.

Tal como puede percibirse, tanto la mujer

28 El Diario de Hoy, Vértice, Año 7, Número 418; Varela, Geraldine; Ortiz, Yensy. Cosecha con mano extranjera, edición correspondiente a domingo 13 de noviembre de 2005, pp. 3-8.

126salvadoreña emigrante como la inmigrante que

procede de la misma región, en su mayoría sigue

el mismo patrón al momento de emplearse,

esto es: oficios domésticos, cocina y meseras,

actividades que indudablemente están precedidas

por factores como el bajo nivel educativo y la

falta de equidad laboral en el país de origen.

Y por tanto, no es un riesgo generalizar para

el conjunto de ellas, el resto de motivaciones

o factores que atrás hemos reseñado y que

corresponden a las compatriotas que permanecen

en EUA.

No ocurre lo mismo, al menos en cuanto a

condición laboral o económica, con las mujeres de

otras nacionalidades que viven en el país y que

conforman un verdadero mosaico por la variedad

de orígenes. Incluso, al respecto, tampoco hay

una cifra exacta, pero en cifras redondeadas las

autoridades de Migración afirman que en el país

residen legalmente unas 14 mil personas, entre

hombres y mujeres procedentes de Europa, Asia,

África y del resto del continente americano. Es

decir, que la inmigración en El Salvador, podría

rondar las 60 mil personas, incluidas las que

permanecen ilegalmente y que han llegado de

la región centroamericana.

IV. A guisa de breve Conclusión

Lo anteriormente expuesto nos conduce a asegurar

que el fenómeno en estudio no solamente ha

cambiado en los últimos años con la llamada

feminización de las migraciones, sino que también

han cambiado las causas que lo motivaban,

particularmente entre las mujeres salvadoreñas. Y

si en un principio el hombre emigró por razones

estrictamente económicas y debido a los efectos

del conflicto armado que culminó en 1992, las

mujeres han aumentado su diáspora en los

últimos diez años por algo más que problemas

económicos familiares, ubicándose por ejemplo, la

violencia intrafamiliar, la paternidad irresponsable

y la falta de equidad familiar, social y laboral,

cuyos efectos en su desarrollo han comenzado

a ser visibilizados y ponderados por ella misma

a tal punto de motivarla a la diáspora pese a

los riesgos que la travesía implica.

En otras palabras, hay un correlato o relación

en cadena entre la emigración masculina, la

jefatura de mujeres en los hogares salvadoreños,

la irresponsabilidad de padres en la manutención

de hijos e hijas (incluso de quienes no envían sus

remesas), la feminización de la pobreza debido

a condiciones laborales adversas (maquila y

sector informal, por ejemplo) y el repunte de

la emigración femenina.

De donde se colige que si existe voluntad

política por parte del gobierno e interés entre

los sectores productivos del país por frenar el

flujo migratorio de las mujeres, la alternativa

está en implementar al corto plazo una política

integral que beneficie a la mujer en los diferentes

aspectos o ámbitos, en cuyo caso deberían

tomar mayor protagonismo instancias como el

Instituto Salvadoreño de Desarrollo de la Mujer

(ISDEMU), mismo que deberá abandonar su

papel pasivo y asistencialista; el Ministerio de

Trabajo (MITRAB), que debe actuar con mayor

vigor en la defensa de los derechos laborales

que se le vulneran a la mujer y pugnar por

29 El Diario de Hoy, edición correspondiente a sábado 21 de enero de 2006, p. 56.

127mejores condiciones salariales y laborales que

beneficien a las mismas, así como también

otras instancias más que con un desempeño

eficiente y en cumplimiento del marco normativo

correspondiente promuevan y ofrezcan mejores

condiciones para la mujer salvadoreña desde

una perspectiva de igualdad y equidad de

género.

En términos generales, todo parece indicar que

la batalla para los próximos años por parte del

gobierno, instituciones internacionales y ong’s que

trabajan a favor de la mujeres, seguirá siendo

alcanzar la igualdad con respecto a los hombres

en temas tan prioritarios como la educación, la

salud y las condiciones laborales, pues aunque

la brecha se ha reducido en los últimos años

todavía queda mucho por hacer a futuro.

Asimismo, y en tanto que el fenómeno migratorio

es incontenible y seguirá su curso, un imperativo

para los gobiernos de países expulsores de su

población es la implementación de una política

migratoria que la humanice, con el propósito de

evitar que la travesía se vuelva un riesgo, sobre

todo, tomando en cuenta el riesgo diferencial que

afecta más a las mujeres y que atenta contra sus

derechos humanos, lo que podría reducirse con

solo velar por el pleno cumplimiento del marco

legal vigente relacionado con las migraciones, pues

no sólo se trata de aplaudir un ingreso anual de

remesas cada vez mayor, sino de corresponder con

hechos y medidas políticas a esa gran diáspora

que, en su mayoría, sigue siendo “la que nadie

sabe de dónde es, la eterna indocumentada”, es

decir... la comunidad salvadoreña.

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