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D espués del primer sa- ludo nuestra charla se fue hacia un tema pasado y vivido en aquellos lugares y que hoy todavía sigue candente. De las paredes de la bodega cuelgan los recuerdos, en los cajones duermen los textos, los apuntes y los diarios lle- nos de notas. Alguna vieja foto sujeta con chinchetas en un tablero de corcho es testi- go de alguna de las muchas visitas que por allí pasaron. Hoy todos son ya mayores. Por todo lo escuchado en estos meses, lo recibido para leer, los apuntes y aclaracio- nes que sobre los márgenes de copias de manuscritos y contratos de época, ha ido realizando este singular mo- delista de su puño y letra, mientras en silencio trataba de razonar consigo y con quien lo escribió en su día, tratando en todo momento de pensar como él. Todas estas confesiones que he te- nido la oportunidad de dis- frutar, creo que deberían ser puestas a disposición para su divulgación entre los innume- rables amigos del modelismo y la construcción naval. No es correcto que vuelvan al baúl de los recuerdos es- perando esa hora que inexo- rablemente llegará, en la que muchos de nuestros trabajos se verán reducidos a un ato de papeles, depositados con cierta tristeza, para el recicla- do en el contenedor azul. Quizás hayan sido las ho- ras de tertulia las que hayan despertado el gusanillo de 12 · MÁS NAVÍOS En estos dos últimos meses he tenido la oportunidad de volver a revivir unos viajes que hace veintiún años los hice una vez a la semana, durante tres años. Subir y bajar a la colina de Gurutze, en autobús o a pie hasta la casa de uno de los modelistas navales en activo que más textos haya leído sobre construcción naval, redactados en castellano antiguo; todo ello en mi modesto entender pues igual hay otro y está escondido. Fotos y textos: Jesús Mª Lizarraga Gurrea ARTÍCULO La nao ballenera y los Escudo antiguo Diputación Guipúzcoa Escudo moderno Diputación Guipúzcoa y logotipo con los tres pimientos verdes

La nao ballenera y los pimientos verdes - Bienvenido a ...€¦ · los apuntes y los diarios lle-nos de notas. ... den maletas y se desesperan en aeropuertos, rellenan re-clamaciones

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Después del primer sa-ludo nuestra charla se fue hacia un tema pasado y vivido en

aquellos lugares y que hoy todavía sigue candente. De las paredes de la bodega cuelgan los recuerdos, en los cajones duermen los textos, los apuntes y los diarios lle-nos de notas. Alguna vieja foto sujeta con chinchetas en

un tablero de corcho es testi-go de alguna de las muchas visitas que por allí pasaron. Hoy todos son ya mayores.

Por todo lo escuchado en estos meses, lo recibido para leer, los apuntes y aclaracio-nes que sobre los márgenes de copias de manuscritos y contratos de época, ha ido realizando este singular mo-delista de su puño y letra, mientras en silencio trataba de razonar consigo y con quien lo escribió en su día, tratando en todo momento de pensar como él. Todas estas confesiones que he te-nido la oportunidad de dis-frutar, creo que deberían ser puestas a disposición para su divulgación entre los innume-rables amigos del modelismo y la construcción naval.

No es correcto que vuelvan al baúl de los recuerdos es-perando esa hora que inexo-rablemente llegará, en la que muchos de nuestros trabajos se verán reducidos a un ato de papeles, depositados con cierta tristeza, para el recicla-do en el contenedor azul.

Quizás hayan sido las ho-ras de tertulia las que hayan despertado el gusanillo de

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En estos dos últimos meses he tenido la oportunidad de volver a revivir unos viajes que hace veintiún años los hice una vez a la semana, durante tres años. Subir y bajar a la colina de Gurutze, en autobús o a pie hasta la casa de uno de los modelistas navales en activo que más textos haya leído sobre construcción naval, redactados en castellano antiguo; todo ello en mi modesto entender pues igual hay otro y está escondido.

Fotos y textos: Jesús Mª Lizarraga Gurrea

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ULO La nao ballenera y los pimientos verdes Primera parte

Escudo antiguo Diputación Guipúzcoa

Escudo moderno Diputación Guipúzcoa y logotipo con los tres pimientos verdes

querer difundir los trabajos y los conocimientos, también pudo comenzar con alguna idea sembrada sobre la utili-dad o inutilidad de nuestros trabajos de aficionados, so-bre las discusiones con nues-tras familias o amigos que siempre creyeron que per-díamos el tiempo. También pudo pesar mucho la idea de aportar a nuestra cultura nuevos descubrimientos, so-bre las dudas de ciertas ideas falsas o estrafalarias vertidas hoy por quienes mandan u ordenan sin saber el porqué

de las mismas. Lo más co-rrecto y sencillo es creer que el fruto ya está maduro, la semilla sembrada en un leja-no día terminó de germinar.

No resulta fácil el presentar en pocas líneas a Jesús Mª Perona; antiguo remero de Orio, ebanista de profesión en su juventud en una de las mejores fábricas de mue-bles de estilo en su comarca, amante de su pueblo y de sus aportaciones a la cultura na-val. Por eso quizás sea mejor empezar como quien cuenta una historia y en el transcurso

de la misma ir conociendo al-go de sus trabajos o mejor di-cho uno de ellos, el que más le ha marcado de por vida y el que le hizo abandonar el mero modelismo de aficiona-do para adentrase en el duro camino de la investigación, el que durante años realizó en una especie de garaje mul-tiuso en el que incluso había guardado un piano de cola. La Nao Ballenera Vasca y así de paso rendir homena-je a quien fue su maestro o nuestro maestro en estas li-des. D. Miguel Laburu y con

él a todos los miembros del Grupo de Historia, Investiga-ción y Modelismo Naval de la Sociedad Oceanográfica de Guipúzcoa; hoy Funda-ción con el mismo nombre e inquietudes.

Todos los pueblos, aún teniendo un origen común perdido en la niebla de los tiempos, siempre han aspi-rado a conocer la particulari-dad del suyo sin caer nunca en la cuenta de que todos proceden de la misma pare-ja. Por razones antropológi-cas difíciles de explicar en

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La nao ballenera y los pimientos verdes Primera parte

estas breves líneas podemos comenzar la historia de cual-quiera de ellos basándonos en sus leyendas y en sus mi-tos. Leyendas y mitos trans-mitidos por vía oral, siempre de difícil credibilidad pero que poco a poco va pasan-do a pintura impresa en pa-redes, siguiendo por la letra sobre papel y dando a ésta valor de documento para crear lo que hoy conocemos como Historia.

De esa Historia quisiera hoy decir algo para empezar, de la Historia de Guipúzcoa, de sus gentes, de sus trabajos, de su paso por las páginas de la Historia, que hoy con la moda de la revisión histórica y alianzas en el aire alguno se preguntará, ¿de qué histo-ria?. Por eso mismo, haré un pequeño inciso poniendo un ejemplo para decir que en la actualidad y por motivos políticos, parte de la Historia de nuestra provincia repre-sentada en nuestro escudo ha sido maquillada, depila-da y sometida a liposucción para dejarnos un escudo que parece el anuncio de algún cocinero minimalista.

Dicen los especialistas que es un logotipo, más bien pare-ce un plato con tres pimientos verdes al que solo le falta el perejil de Arguiñano. Si toda nuestra historia está ahí no sé donde queda aquello de que estamos aquí antes que As-drúbal y pocos días después

de Noe. Todo lo que antes estuvo en el blasón ha des-aparecido y con ello parte de nuestro pasado, hasta el tex-to en latín del que estábamos orgullosos. La futura explica-ción de quienes éramos que-da reducida a un catálogo de jardinería porque sobre esos tejos son muchos los pueblos de la cornisa cantábrica que cuentan las mismas historias, por lo que se oye muchos tomaban esas infusiones de las bayas del tejo cuando las cosas iban a ir mal.. Nuestro milenario escudo de hoy dice poco, habla poco de nosotros y eso que los escudos en mu-chos países son considerados como las auténticas tarjetas de visita.

Hablo del escudo minima-lista que figura en los mem-bretes de cartas, logotipos de puertas oficiales y en algu-nos folletos de propaganda; parece como si les costase poner el que oficialmente cir-cula por la casa que aunque depurado, todavía conserva el texto latino y los dos vár-dulos o guardianes a los que las Juntas Generales llaman salvajes; por lo menos toda-vía en él nos queda algo por explicar antes de que seamos víctimas del pleonasmo que nos invade. Nos queda su simbolismo.

Con un escudo medieval a la vista se pueden contar muchas historias, historias que llenarían páginas y pa-

ginas de letra impresa. El escudo es como si fuese un telegrama. Pocas palabras y mucho contenido afectivo.

Ahora me llega la hora hamletiana. ¿Y si lo que he escuchado y voy a contar resulta que también nos lo están cambiando y encima cobrando?.

Estas son mis dudas a la hora de tratar el tema de hoy, la Nao Ballenera Vasca hundida en Red Bay y la que realizó en 1986 el modelista que entrevisto.

Primero veamos si puedo explicar lo de los tres pimien-tos verdes del escudo en plan logotipo que veo en puertas oficiales. Porque igual tienen su mensaje y no lo vemos. Comenzaré por descartar su alusión a los tres Reyes Ma-gos, tampoco creo que sean la representación de las tres virtudes, ni de las tres ma-rías famosas que todos res-

petamos cuando saltamos de roca en roca cogiendo carraquelas, tampoco nada que ver con el mus. ¿Y si fuese algo más profundo y trascendental el mensaje que nos tratan de transmitir?.

Vendrá en mi ayuda al-go que en su día escribió el gran pensador D. Baltasar Gracián y Morales, nacido en Calatayud, prestigioso escritor de nuestro Siglo de Oro; fue jesuita y lo digo por honradez de quien hoy os lo cuenta y no por quitar o po-ner méritos a quien escribió la famosa obra El Criticón, que algunos la comparan con El Quijote y La Celestina. Lo que sí fue este hombre, un hábil especialista en el do-minio del juego de palabras y asociaciones ingeniosas entre éstas y las ideas. Otro gran hombre, Martín Descal-zo, también glosó sobre el mismo tema.

No piensen que quiero to-car el tema religioso, sé que esta temporada se lleva el relativismo y el agnosticis-mo aunque los que lo llevan no sepan explicarlo y creo que en un papel de fumar les sobra sitio para contarlo poner fecha y firma. Quiero que recordando el párrafo anterior volvamos a los pi-mientos verdes. ¿Y si esas fi-guras representasen algo en nuestra vida o en nuestras vidas. Todo pueblo ha sen-tido un gran respeto por sus muertos, eso es innegable; todas las culturas antiguas nos hablan de ello. Entonces

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el primer pimiento verde po-dría representar la necesidad que tenemos de hablar con los muertos, de experimentar lo que ellos nos quieren decir y que en forma de escrito lo dejaron para que nosotros lo leyésemos.

El segundo pimiento verde, bien podría ser el hablar con los vivos, ¡algo tendrán que decirnos!. Si a Eisntein o Mo-zart los hubiesen encerrado en una habitación y no los hubiesen dejado salir nunca, de ellos hoy no sabríamos nada; aunque no queramos todos somos hijos de quienes nos precedieron. Ellos tuvie-ron que hablar con alguien, tuvieron que ser enseñados, el genio estaba, pero había que descubrirlo. Hay que ha-blar, hay que viajar, pero no al estilo de hoy. Hoy se sale de viaje y te importa poco la cultura del país al que llegas, antes de bajarte del autobús o del avión ya has gastado media tarjeta de memoria de la digital que todo el mundo lleva en la cintura o los muy pijos colgada al cuello. Sin esfuerzo alguno por tu parte te das cuenta, la máquina te dice que has consumido la mitad de la batería llamando a Mary Loly o a Luis Jorge para contarle cómo es la gen-te, el calor que hace y decirle que la playa es igual que la de tu pueblo pero con palme-ras. Lo más duro de toda esta movida es que se asemeja a la de los peces en un acuario ir de derecha a izquierda o de izquierda a derecha; la dura

conclusión final, es que eres un besugo más o un tonto que no se da cuenta.

Llegas al destino elegido o impuesto por las modas con tus neuras, tu genio, tus manías y volverás a casa con ellas porque no has sido ca-paz de conversar con alguien, de vivir esa experiencia con alguien, de poder contársela a alguien. Tú siempre has sido fiel al dicho aquél «el viajar enseña muchísimo», puede que sea verdad pero la mayoría de viajeros, pier-den maletas y se desesperan en aeropuertos, rellenan re-clamaciones y no aprenden porque no se fijan en nada, ¿no crees que si fuese cierto que el viajar enseñase mu-chísimo los revisores de tre-

nes, azafatas y pilotos serían catedráticos o aspirantes al Nóbel?.

Séneca, nuestro Séneca tiene unos escritos formida-bles sobre la estupidez de los viajes. No colecciones posta-les y metros de película; trata de comprender y entender los sitios que visitas y las gentes que conoces; procura ver las cosas con los ojos del prójimo, que es tu hermano aunque te parezca chino o malayo, igual tus ancestros no están tan lejos como pen-sabas y al final del viaje entre copa y copa cantáis el Astu-rias Patria querida.

El tercer pimiento verde podría ser el más interesante, el de la reflexión, seguro que no sabes quién eres, la prue-ba es que para demostrarlo tienes que recurrir al DNI. Una simple foto y unos nú-meros. Te has parado algu-na vez a pensar quién eres, ¿serás capaz de morirte sin haber hablado media hora contigo mismo?. Si es así, de verdad nunca te enterarás de que la vida que tienes es única y, que merecía la pena vivirla de otra manera.

Sobre este tercer pimiento, no quisiera que pensasen al leerlo que son ocurrencias de una persona que hace tiempo

dejó atrás su juventud, lo que pasa es que uno recuerda los cuentos de su niñez que si entonces fueron solo cuen-tos para dormir, de mayor se convierten en lecciones.

El cuento de entonces rela-ta poco más o menos lo que yo proponía cuando habla-ba de la reflexión. «Una vez unos muchachos, una no-che en la que la luna estaba más brillante, oyeron unos pasos. Se levantaron, salie-ron de la tienda y siguieron al misterioso personaje que se adentraba en el bosque. Llegó hasta el claro en cuyo centro estaba el lago de plata y sobre él cruzaba un viejo tronco de árbol desgastado de tanto pisarlo. El individuo caminó teniendo cuidado de no resbalar y cuando llegó a la mitad, se volvió hacia el agua, ésta devolvió su ima-gen. La planidud y la tran-quilidad de las aguas hicie-ron que se viese como en el mejor espejo y, al reflejado le fue contando sus penas, sus alegrías y sus proyectos. Realizado esto volvió a la al-dea con el mismo sigilo con el que había salido». Los jó-venes se enteraron que allí acudían los mayores y los guerreros a encontrarse con-sigo mismo.

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Yo no pediría que hicié-semos el indio, pero sí que respetásemos esa sana cos-tumbre de encontrarnos con nosotros de vez en cuando, criticarnos o animarnos y de paso invitarnos a un café.

Después de todo, pensán-dolo bien creo que igual es esa la Historia de nuestro actual escudo de Guipúzcoa, porque no quisiera pensar que hubiesen borrado nues-tra Historia para que nos la escribiesen otros y para col-mo nos la estuviesen ven-diendo a plazos.

Con estos pequeños pen-samientos al aire quisiera remontarme ya al comienzo de mi historia. La famosa Ex-po de Sevilla de 1992 en la que se quiso conmemorar el 500 aniversario del descubri-miento de América; al menos oficialmente. Todo el mundo quiso colaborar en tan magna Exposición, se crearon foros de trabajo con las consabidas cenas, hubo Comunidades Autónomas que gastaron pas-ta gansa a manta. El grupo de Modelistas de la entonces Sociedad Oceanográfica de Guipúzcoa, hoy Fundación, quiso participar con lo que mejor tenía y conocía, la lle-gada de los vascos a América. Su historiador D. Miguel La-buru y las conversaciones con la investigadora canadiense Selma Huxley. podrían dar fruto y llegar a concebir en una primera aproximación la nao ballenera hundida en Red Bay, de esta mane-ra poder darla a conocer en el Pabellón que montaría la Comunidad a la que pertene-cían los contratos, la nao y la historia.

Decididos a todo, la gran pregunta se dibujó en el ai-re. ¿Cómo eran y cómo se construían en el País Vasco las naves que durante el si-glo XVI llegaron a los bancos de Terranova?. Barcos que también sirvieron a las arma-das de guerra de los reyes de Castilla bien en los convoyes de Indias o en singladuras comerciales.

Se conocían cosas de oí-das, unas veces vistas y algu-na otra leídas. La iconografía era abundante y en cuanto a los escritos, pues honrada-mente, hasta que no llegó la Sra. Selma Huxley a Oñate, allí dormían el sueño de los justos. El pecio de Red Bay, el famoso San Juan es quien ha despertado toda una historia que no parece ter-minar. Selma tuvo la suerte de poder contactar con otro paciente investigador y ena-morado del mar, Miguel La-buru, amistad que duró toda la vida de uno de ellos, en el transcurso de la cual cambia-ron muchas veces sus impre-siones entre lo leído y lo que pudo ser realidad.

Los antiguos maestros o carpinteros de ribera eran muy prácticos pero nada científicos ni en geometría ni en cálculos. Sin embargo eran diestros en sus oficios y además tenían la garantía del conocimiento transmiti-do de padres a hijos como herencia y tesoro que había que guardar. Similar al que hubo con el acero de Toledo cuando nadie pensaba en los análisis metalográficos de la austenita o la ledeburita. To-

do resumido en observación, experiencia y herencia.

Aquí y hoy si queríamos algo, teníamos que empezar ya. Se dibujaron planos se-gún contratos de la época, se fijaron los arqueos recomen-dados, contratos de embar-ques y aprovisionamiento, número de personas por ofi-cios que se enrolaban; poco a poco D. Miguel comenzó ha hacer realidad los trazos del papel, su fiel discípulo Sr. Perona discutía con él la obra hasta que un día la investiga-dora canadiense llegó a casa de Miguel para decirle: – «Mi-guel, no siga, en Red Bay es-tán sacando la quilla, la parte de la roda no es así».

Allí se interrumpió el traba-jo de Miguel, era inútil seguir y, a partir de ese momento hace un alto en su trabajo, deja las herramientas y se dedica a reestudiar y revisar más archivos, más consultas a expertos navales y más discusiones sobre la extraña quilla sobre la que Azcárraga, modelista de la SOG, elabo-ró una teoría que el propio Laburu expuso en una re-unión de expertos en Ville-franche (cerca de Lyon) a donde llevó una colección de

fotos de lo que aquí se había vuelto a empezar a construir de acuerdo a los pocos datos que Canadá facilitaba.

Sus conocimientos los cifra-ba en García de Palacio, Es-calante de Mendoza, Alonso de Chaves que fueron quie-nes con sus escritos y criterios se mantuvieron las ideas de construcción hasta pasada la mitad del XVII, los documen-tos de la colección de Vargas Ponce así lo acreditan. Estas eran nuestras fuentes.

Por más datos que se pu-sieron encima de la mesa fue difícil determinar con exacti-tud la figura real de una nao de aquellas. Los dinteles nos dieron perfiles, unos suge-ridos, otros con cierta evi-dencia, los contratos daban dimensiones pero no formas. El pecio no daba baos; cierto es que se tuvo que especular un poco con los datos reales que se conocían. La historia que se tenía delante era pre-ciosa, capaz de enamorar a un amante del mar y de este pueblo. Se elige como mo-delo a seguir la nao del dintel de Orio. Se tuvo que valorar y tomar decisiones aunque de momento chocasen con otras respetables, ellos o no-

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sotros tendríamos razón. La historia lo dirá. En nuestra nao no habrá ni toldilla, ni chupeta ni elementos super-fluos; igual que en los dinte-les (palabras de Miguel).

Después de santiguarnos los creyentes en la obra, el resto de los cofrades entonó la canción del pirata. Jesús Mª Perona pone manos a la obra. Con nuevos planos y más datos sacados de con-tratos y una vez valorados se comienza a construir en 1986 para terminarla en 1989, siendo testigo de la obra el li-bro sobre la misma publicado por la Caja de Ahorros Muni-cipal de San Sebastián el 4 de Mayo de 1989. La madera que se empleó fue casi de la misma época que la hundida; la vieja solivería de la Iglesia de San Nicolás de Orio, con motivo de unas obras de consolidación de la cubierta fueron sustituidas sus viejas vigas de roble, serradas y ba-jadas con cuerdas por uno de los laterales con ayuda de los hermanos del constructor y del sacristán de la parroquia, Saneadas y tronzadas en ta-blones comenzaron a formar parte de la mencionada nao.

Madera de más de 400 años, seca y dura como la piedra, preciosa después de lijada y pulida, con una ter-minación parecida al mármol y con el gran inconveniente de no poder ser humedecida para curvarla dada la seque-dad que tenía.

Así fue como tabla a tabla, consulta a consulta, robando

horas al sueño, a las vacaciones y con un seguimiento fotográ-fico de más de ciento treinta fotos; hoy se puede disfrutar de ese modelo a escala 1/20 construido por D. Jesús Mº Perona en el cual invirtió un metro cúbico de madera de roble sin limpiar, unas 20.000 piezas y 9.000 clavos de cabeza cuadra-da trabajados uno a uno, 2.870 metros de hilo para trenzar el aparejo, 170 motones y cuadernales y 1.800 horas de trabajo.

Perona; fruto de su juven-tud, cree que todos los mo-delistas del grupo se deberían involucrar en un trabajo cuya magnitud se sale de las esca-las a las que están habitua-dos. El modelo se sale de la capacidad de nuestras coci-nas, del cuartucho de traba-jo en el trastero o del garaje compartido. Monta todo en una bajera donde tiene que compartir trastos almacena-dos por otros usuarios. Hace años dejó la ebanistería, hoy le queda el oficio que apren-dió y las ganas de hacer su barco, su nao.

Ante la envergadura del trabajo tuvo que dotarse de algo más que el cuchillo de Rambo. Con un motor viejo de lavadora construye una lijadora de banda de la que sacará gran partido. Ayuda-do por algún amigo constru-ye una sierra de cinta con

volantes de madera, cierto que alguna de las partes tie-ne que recurrir al herrero y a la soldadura. Le falta un ta-ladro vertical que se lo regala un mecánico que se jubila. Con estas tres máquinas y el resto de herramientas de car-pintero y tallista comienza a trabajar. El resto compra en ferretería o le son regaladas por gentes que conocen a quienes ya no las usan.

Trabaja fuera de horas, monta todo en plan didácti-co, para mejor explicar a los amigos y curiosos se pintan de color distinto las varengas, los genoles y los ligazones a modo de muestra. Algunos sábados se reúnen en la calle a las puertas de su im-provisado taller un grupo de modelistas que poco a poco se van enterando de cómo eran por dentro los barcos que ellos siempre presenta-ron vistos por fuera. Tienen oportunidad de ver cómo se empernan las piezas, las llaves, los curvatones, los dormidos y los trancaniles. Las maderas se abrazan, las colas de milano y los rayos de Júpiter permiten ver el cómo. Los barcos, al mos-trar su esqueleto, dejan de ser esos preciosos muebles barnizados para convertirse en ciudades con vida, luga-res donde decenas de hom-bres deben compartir días y más días de navegación con duras noches sin más luz que la de una vela o un mísero candil.

Llegan a ver lo que nunca hicieron, mon-tar una varenga sobre otra enlazándolas por medio de colas de milano, la necesidad de utilizar los clavos de cabeza cuadrada junto a los tubillones o clavos de madera como los llaman otras culturas. Todo para formar el gran espi-nazo que se enden-tará en la eslora. Las varengas a su vez se unirán por medio del

mismo lazo con los genoles y esta obra de arte en cuanto a unión se perderá al unirse los anteriores con sus respec-tivos ligazones. Se muestra la forma de unión entre quilla, sobrequilla y varenga por me-dio de largos clavos de final en forma de aguja de coser a través de cuyo ojo se metería una pieza de hierro en forma de triángulo rectángulo, romo en su parte más aguda, que permitiese mediante golpes de maza ir tensando la unión de los tres maderos, posterior-mente un golpe o varios de maza doblaría esta especie de cuña para impedir que salie-se y disminuyese la presión. Cumplía la misma función que nuestras actuales arande-las de presión.

Poco a poco la obra va creciendo y las gentes, algu-nos vecinos se convierten en comentaristas de lo que van viendo, llevan a otros amigos y la Nao sigue creciendo. Se puede decir que todos espe-ran el sábado para coincidir con la llegada del fotógrafo que acude puntualmente para testificar el avance de la obra. Los vecinos son los que hacen de cicerones a los nuevos. Se une además un periodista amigo, Luis Pe-dro Peña, autor de numero-sos libros de montaña quien además escribe una vez a la semana una página sobre este deporte en el periódico local, Diario Vasco. Se inte-resa tanto por el trabajo que le dedica varios artículos,

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alguno de ellos con cierto gracejo debido a una equi-vocación.

Cuando está lo suficien-temente avanzada la cons-trucción se monta en una furgoneta para trasladarla a la playa de Ondarreta (conti-nuación de la conocida Con-cha ) para vararla y dejarla en un entorno parecido al que tuvieron sus hermanas mayores en algún momen-to. Algunas fotos que se ha-cen tienen un realismo que permiten por unos instantes retroceder siglos.

Luego vienen los añadidos, las figuras humanas para dar sensación de grandeza, la arti-llería, meramente defensiva o para asustar, ya que la nao era una embarcación de carga.

Las supuestas medidas de la Nao realizada fueron: Qui-lla 1722, Eslora 2870, Man-ga 918, Puntal 861 y arqueo 450 Tm, que reducidos a la escala son 86-143-46-44 cm y 39 kilos.

De bauprés a botavara 223 cm y de quilla a perilla 215 cm. Número de personas a bordo, según cartillas y notas unos ochenta para una nao de 400 toneles de porte.

Modelo montado en forma de diorama con arrastre de ballena por botes balleneros a costado de babor con obra muerta totalmente cerrada. Está en estudio añadirle un diorama sobre el troceado y tratamiento de la carne y la grasa.

Este trabajo quiso ser lleva-do a la expo de Sevilla 92. El

Sr. Lechuga, uno de los co-misarios de la Feria, en una de sus visitas a la SOG y a la vista del trabajo y el acom-pañamiento fotográfico de su construcción, manifestó al secretario Sr. Susteta el inte-rés por llevarse la obra. No se le dio tiempo ni a indicar el sitio en que sería expuesta. Ignoramos el transcurso de la visita, conocemos el resulta-do, a pesar de la ilusión que todos los modelistas tenían por verla marchar. Regó tan-to la semilla del proyecto que lo consideró como una hija suya, a la que no permitió que nadie la sacase a bailar y para evitar tentaciones la condenó a vivir siempre bajo una campana de cristal. De-cisión que no valoramos hoy

al suponer que en su día tuvo que tener motivos más que suficientes para dejar ence-rrado en una urna el trabajo y la investigación de casi diez años. En esa urna no solo se encerró a la nao, con ella se enterraron muchas ilusiones de entonces. La nao nunca ha salido de la casa.

Por todos esos trabajos y desvelos, maestro y alumno nunca pidieron nada, reci-bieron las ayudas impaga-bles a título personal de unos grandes amigos, el que fue Diputado General D. Javier Aizarna,el alcalde de San Se-bastián D. Jesús Mª Alcain, los Consejeros del Gobier-no Vasco D. Carlos Blasco, todos ellos hoy ya no están entre nosotros pero los recor-damos. También debemos gratitud a otro Consejero D. Javier Lasagabaster y a nuestro actual Presidente D. Vicente Zaragüeta en quien confiamos como último esla-bón de una larga cadena.

Por eso, con el ejemplo de las personas anteriormen-te citadas, quienes por más grande que fuera el puesto que ocuparon mayor fue la persona; verdaderos ena-morados de la mar de sus mayores y que desde sus puestos no tuvieron a me-

nos el charlar y hasta cenar amigablemente con el grupo de modelistas compartiendo ilusiones, proyectos y hasta ayudas, cuesta mucho creer que instituciones culturales de hoy, de nuestro queri-do Gobierno Vasco, hayan ignorado quien o quienes fueron los pioneros en es-tos trabajos y que nunca se hayan dignado a tenerlos en cuenta a quienes sin pedir nada hicieron todo. Abrieron un camino a los que venían por detrás, hoy nos entristece que a pacer en los restos de nuestros barcos no solamen-te vengan los Odyssey Mari-ne Exploration con sede en Tampa, Florida, a llevárse-los y que luego el Gobierno Central, otro incompetente en esto, tenga que reclamar lo rescatado o escribir sus protestas en una barra de hielo; son como aullidos del lobo a la luna que nunca al-canzará; a nosotros nos están vendiendo a plazos la Nao que recibió sepultura en Red Bay y, seguimos aullando; pero esta vez de pena.

PS:- Para terminar quisiera hacerte una gran pregunta. ¿Te has fijado si de verdad el escudo de tu provincia sigue siendo el mismo que conoció tu abuelo?

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