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La Navidad del Sr. José Día 24 de diciembre. Son las dos de la tarde en el interior de la gran nave industrial de turrones, chocolates y golosinas “José y Asociados”. A esa hora una comisión de trabajadores acude al despacho del Gerente y dueño mayoritario de la empresa. Muy educadamente solicitan un permiso laboral colectivo durante esta tarde, más el sueldo de la semana hasta el jueves por la mañana: necesitan siquiera unas horas y algunos recursos para organizar dignamente la Nochebuena en cada de sus familias… -…Ese es nuestro humilde deseo, Don José, solamente eso –Palabras finales del portavoz de los trabajadores confiteros. -¡Pero qué Nochebuena ni ocho cuartos! –Brusca respuesta del Dueño y Patrón de la turronería- ¡A trabajar se ha dicho! ¿Me oyen? Nuestra mejor navidad es el trabajo que produce abundantes dividendos por estas fechas. Y si no, ¿de qué van a comer ustedes? -Pero, don José, es que… –Replica tímidamente una mujer de cierta edad, con arrugas de viejos sacrificios. -¡Nada de nada, señora! Todos trabajaremos hasta las seis de la tarde, como suscribe el contrato laboral; luego, pueden hacer lo que quieran con su santa navidad. ¿Está, claro? Ante una respuesta tan rotunda y autoritaria, muda queda la comisión de trabajadores, lo aceptan resignados con tal de no perder su puesto de trabajo; a ojos caídos se dispersa el grupo, cada uno hacia el rincón de su faena. Son las dos y cinco de la tarde del gran día de la Nochebuena cristiana. Las horas van engordando sus números y el trabajo colectivo empuja hacia adelante al gran río de productos navideños: turrones, cajas de anguilas, sobados,

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Relato pensado, querido y deseado para este día veinticuatro de Diciembre: el día de Dios con nosotros...

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La Navidad del Sr. José

Día 24 de diciembre. Son las dos de la tarde en el interior de la gran nave industrial de turrones, chocolates y golosinas “José y Asociados”. A esa hora una comisión de trabajadores acude al despacho del Gerente y dueño mayoritario de la empresa. Muy educadamente solicitan un permiso laboral colectivo durante esta tarde, más el sueldo de la semana hasta el jueves por la mañana: necesitan siquiera unas horas y algunos recursos para organizar dignamente la Nochebuena en cada de sus familias…

-…Ese es nuestro humilde deseo, Don José, solamente eso –Palabras finales del portavoz de los trabajadores confiteros.

-¡Pero qué Nochebuena ni ocho cuartos! –Brusca respuesta del Dueño y Patrón de la turronería- ¡A trabajar se ha dicho! ¿Me oyen? Nuestra mejor navidad es el trabajo que produce abundantes dividendos por estas fechas. Y si no, ¿de qué van a comer ustedes?

-Pero, don José, es que… –Replica tímidamente una mujer de cierta edad, con arrugas de viejos sacrificios.

-¡Nada de nada, señora! Todos trabajaremos hasta las seis de la tarde, como suscribe el contrato laboral; luego, pueden hacer lo que quieran con su santa navidad. ¿Está, claro?

Ante una respuesta tan rotunda y autoritaria, muda queda la comisión de trabajadores, lo aceptan resignados con tal de no perder su puesto de trabajo; a ojos caídos se dispersa el grupo, cada uno hacia el rincón de su faena. Son las dos y cinco de la tarde del gran día de la Nochebuena cristiana.

Las horas van engordando sus números y el trabajo colectivo empuja hacia adelante al gran río de productos navideños: turrones, cajas de anguilas, sobados, guirlaches, polvorones y mazapanes van saliendo de la fábrica camino de las grandes superficies, a las tiendas en los pueblos de provincia o hacia los comercios callejeros, atestados de compradores en esa mágica tarde camino de La Nochebuena…

Cuando ya asoman los primeros guiños de esa noche invernal, suena el teléfono celular en el despacho principal de la empresa. Por la vía directa y exclusiva alguien se comunica con el personaje más rico, autoritario e influyente de todo el polígono industrial…

-¿Diga?... ¡Aaaah!... ¿Eres tú, María? ¿Cómo va ese embarazo? ¿Qué no estás en casa? ¿Y dónde…? ¿Camino del hospital? Pero… ¿En la clínica?... ¿Y va a nacer ya?... ¡Cómo!... ¿Qué ya ha nacido?... ¿Nuestro primer hijo ha nacido ya?... ¡¡Dios, qué sorpresa tan grata, qué maravilla de tarde, qué feliz me siento contigo y con él, y cuánto lamento por los dos no haber podido estar

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ahí mismo en ese momento irrepetible!!... Oye, María, ¿y cómo vamos a llamar a nuestro hijo primogénito?... ¿Cómo dices?... ¿Queee?... ¿Que se va a llamar Jesús? Pero…, María, si yo me llamo José y tu papá… ¿Como Jesús de Belén? ¡Aaah ya!.. El que nació de otra María… ¿Qué nació para qué?... ¡Oooh, ya, para salvarnos de…! ¿Y dices que nuestro Jesús nos va a salvar a nosotros?... Claro: los dos el mismo día, con veintiún siglos de diferencia… ¡¡Wuaooo, María, eres única, genial como pocas!! Mira, pitando voy hacia allá una vez que resuelva algunos detalles técnicos en la empresa, porque el negocio es el neg… ¡Bueeno, como tú digas, mi amor!... ¡Está bien, me has convencido definitivamente! Allí nos vemos, mi querida María; será la mejor Nochebuena de toda nuestra vida… ¡ya lo creo que sí!... ¡¡Muahhh, te quiero tanto tanto, que no sé cuánto te quiero!! ¡Adiós, María, y cuida bien a nuestro hijo primogénito!

Al cerrar su celular, Don José se queda pensativo durante un buen rato: pensativo y ensimismado; se siente molesto consigo mismo, y luego pecador, un gran pecador egoísta: del fondo de su cerebro va surgiendo una corriente desbordada de arrepentimiento; entonces se mira en el gran espejo del lujoso despacho: descubre que esa persona es él mismo, pero ya no quiere ser como ella; se palpa primero la frente, luego aprieta su mano sobre el corazón y… unas lágrimas brotan de sus ojos. Sólo ha llorado dos veces en su vida: durante el entierro de su mamá y el día de la boda con María, su esposa y compañera para siempre. Y ésta es la tercera…

Desde el segundo piso de su despacho contempla toda la planta de producción: a los trabajadores afanados en todo tipo de dulces navideños. Se siente extraño por dentro, ruin, miserable y abusador como pocos: peor que él no habrá muchas personas en esa ciudad; con su nombre de José no hace honor al hombre bueno y generoso que lo representa: el padre de Jesús de Nazaret; no se siente digno de su hijo Jesús, el primogénito de los demás hijos que pueden venir más adelante.

Retorna otra vez su mirada a la planta industrial de los dulces navideños: siente más lástima por él mismo que por todo el numeroso grupo de operarios; y se decide de una vez:

-¡Atención, atención, trabajadoras y trabajadores, presten atención! –Una voz vibrante suena a través de los altavoces- A todos y a todas les deseo ¡¡Muy felices Navidades! ¡Feliz Navidad para todos ustedes junto a sus queridas familias!

El personal en masa levanta sus ojos en olas paralelas hacia la gran ventana del despacho presidencial. No se creen lo que están escuchando, ¡esas palabras no son verdad!, pero acaban por creérselo cuando vuelven a escuchar la misma voz:

-Amigos y amigas, compañeros de trabajo en esta empresa de todos nosotros, ésta es mi orden terminante: “cese la producción de una vez”. ¿Me escuchan? Detengan todas las máquinas y cintas transportadoras hasta el

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próximo lunes… ¡Eso mismo! Además, cuando todo el material esté replegado y organizados los sistemas de seguridad, pasen por este despacho uno por uno…

Como sonámbulos llenos de incredulidad, los trabajadores obedecen las órdenes impartidas por una persona que no es la misma de este mediodía.

Aunque parezca la misma, don José ni de lejos es la misma persona.

/ … /

La sorpresa continúa pintada en las caras de los empleados y empleadas cuando atraviesan la puerta principal de la empresa turronera camino de sus casas…

-¡El jefe se ha vuelto loco! –Exclama uno- Nunca había hecho una cosa parecida en todos estos años.

-Eso es cierto –lo apoya otro-, nunca he visto nada parecido en Don José.

-¿Cómo ha podido cambiar tanto en tan poco tiempo? –Se extraña el tercero.

-¡Hmmm!... Debe ser la Navidad –Interviene el cuarto.

-¡Jope! La Navidad a veces nos regala sorpresas especiales –Recalca el quinto.

-Si es por eso –Interviene una muchacha-, estoy encantada con Don José, por él, y con todos nosotros, por nosotros.

-Yo creo que ésta va a ser la primera gran Navidad de Don José –Un trabajador veterano que sigue al grupo.

-Entonces, compañeros… ¡Feliz Navidad para él y Feliz Navidad para todos nosotros! –Volviéndose gozoso el que va en cabeza

-¡Feliz Navidad!... ¡Feliz Navidad!... ¡Feliz Navidad!... –Contentos y nerviosos se gritan unos a otros entre bromas, pellizcos y apretones de manos, mientras se van perdiendo a través de la noche mágica del día 24 de diciembre…