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La novela española tras la guerra civil. Los Santos inocentes, Miguel Delibes 1. PANORÁMICA DE LA NOVELA ESPAÑOLA Tras la guerra civil, la narrativa seguirá tres direcciones: La novela existencial, que se da a conocer a partir de 1940 y da testimonio de la existencia del hombre contemporáneo en situaciones extremas que lo ponen a prueba. La novela social, surgida alrededor de los años 50 y que da cuenta del vivir de la colectividad en estados de crisis y en los que son necesarios una solución. La novela experimental o estructural que incluye las obras de escritores en los años 60 y 70, en las que se llega al conocimiento de la persona mediante el estudio de su conciencia y su contexto social 1. 1. Narrativa tras la guerra civil Desde el punto de vista literario, el final de la guerra civil española estuvo caracterizado por una doble tendencia en el mundo de la narrativa: por un lado, la que marcaba una preferencia por la evasión y, por otro, la del testimonio. La primera de estas tendencias era condescendiente con el régimen de Franco y, en cierto sentido, permanecía alejada de los problemas de la sociedad y del hombre. La tendencia testimonial, en cambio, suponía una reacción anticonformista; la literatura de los autores adscritos a esta segunda tendencia proponían un tipo de literatura violento en el que predominaban los ambientes sórdidos, los personajes anormales, las conductas iracundas, los espacios asfixiantes y los lenguajes. A pesar de que estas obras no tenían como objetivo denunciar 1

La novela española tras la Guerra Civil: Los santos inocentes

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La novela española tras la guerra civil.Los Santos inocentes, Miguel Delibes

1. PANORÁMICA DE LA NOVELA ESPAÑOLA

Tras la guerra civil, la narrativa seguirá tres direcciones: La novela existencial, que se da a conocer a partir de 1940 y da testimonio de

la existencia del hombre contemporáneo en situaciones extremas que lo ponen a prueba.

La novela social, surgida alrededor de los años 50 y que da cuenta del vivir de la colectividad en estados de crisis y en los que son necesarios una solución.

La novela experimental o estructural que incluye las obras de escritores en los años 60 y 70, en las que se llega al conocimiento de la persona mediante el estudio de su conciencia y su contexto social

1. 1. Narrativa tras la guerra civil

Desde el punto de vista literario, el final de la guerra civil española estuvo caracterizado por una doble tendencia en el mundo de la narrativa: por un lado, la que marcaba una preferencia por la evasión y, por otro, la del testimonio. La primera de estas tendencias era condescendiente con el régimen de Franco y, en cierto sentido, permanecía alejada de los problemas de la sociedad y del hombre. La tendencia testimonial, en cambio, suponía una reacción anticonformista; la literatura de los autores adscritos a esta segunda tendencia proponían un tipo de literatura violento en el que predominaban los ambientes sórdidos, los personajes anormales, las conductas iracundas, los espacios asfixiantes y los lenguajes. A pesar de que estas obras no tenían como objetivo denunciar una situación política concreta, el ambiente de degradación que reflejaban sí constituía una especie de denuncia implícita.

a) La aparición de La familia de Pascual Duarte. Aparecida en 1942, es la primera obra de Camilo José Cela. Se desarrolla en la

Extremadura rural antes de la Guerra Civil y durante ella, su protagonista narra con crudeza y crueldad la historia de su vida condenada a muerte, en la que se presenta la violencia más cruda como única respuesta a su miserable existencia. Se trata de una producción que hoy se considera como una manifestación de incalculable valor histórico y documental, pues sorprende el hecho de que durante aquellos años tan complicados, se pudiera editar una novela que no se limitara a cantar las excelencias de los vencedores de la contienda civil, sino que, por el contrario, narrara con explícito pesimismo, violencia, dureza la historia de un hombre de extracción miserable acercando la novela a la crítica social. Sus páginas están llenas de sangre, situaciones de odio, primitivismo, pobreza, incultura y bajos instintos; características éstas que inauguraron un nuevo estilo narrativo llamado el “tremendismo”, y destacando a Cela como su mejor representante.

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b) Una novela irrepetible: Nada, de Carmen Laforet. La novela de Carmen Laforet retrata el desengaño de la protagonista cuando se instala cuando unos familiares en Barcelona y ofrece el desmoronamiento físico y moral de parte de la sociedad española en los primeros años de la posguerra. Considerada como precursora del realismo social de los años 50.

Como ocurre en La familia de Pascual Duarte, la atmósfera también se hace irrespirable. Ambas novelas pertenecen a la tendencia más importante de los años cuarenta: la novela realista existencial, en la que se distinguirán tres grandes novelistas: el ya mencionado Cela, Gonzalo Torrente Ballester y Miguel Delibes. Este último se dio a conocer cuando ganó el premio Nadal con La sombra del ciprés es alargada: narración llena de angustia, reflejada en temas como la muerte y la infelicidad, en un mundo de miseria moral y material.

1.2 La novela de los años 50: el realismo social.

A partir de las anteriores novelas, una serie de autores, inspirados por la necesidad de proclamar que el arte debe ser útil, defienden que éste debe cumplir una función ética y casi política. El espíritu de crítica de la injusticia y de la desigualdad entre clases va a determinar que los escritores del realismo social contemplen críticamente el vacío cultural de la sociedad española de la época, así como el retraso de un pueblo que se pierde en el anonimato de las grandes ciudades o en la abulia del marco rural, caldo de cultivo de la pobreza y de la opresión. Con el fin de concienciar, convertirán en tema y protagonista de sus novelas a la sociedad española, caracterizada por la soledad individual y colectiva.

Componen el grupo de los novelistas del 50 una serie de escritores que orientan sus mensajes hacia el compromiso social, vinculados por ello a dos tendencias:

a) los que practican el realismo testimonial: sus novelas se caracterizan por la sencillez estilística y la objetividad perspectivista. Las historias se presentan sin que se escuche la voz del narrador (practica una “literatura magnetofónica”, según Díaz-Plaja) y sin que el estilo entorpezca el desarrollo de la acción. Novelas sobresalientes de este estilo resultan en primer lugar La Colmena (1951) de Cela que nos cuenta a través de retazos la vida de múltiples personajes de Madrid durante los primeros años del franquismo; y, en segundo lugar El Jarama (1955) de Sánchez Ferlosio, libro que inicia el llamado objetivismo presentando la realidad sin emitir juicios de valor ni expresiones sentimentales o emotivas.

Pertenecen a este grupo de novelistas Ignacio Aldecoa, Rafael Sánchez Ferlosio, Juan García Hortelano y Carmen Martín Gaite, entre otros.

b) los que practican un realismo crítico: sus novelas relatan la vida del obrero, del campesino y, en general, las historias del proletariado oprimido. Esta tendencia procede de las ideas de la estética marxista, que subordina la creación literaria a la propaganda y al didactismo social. Son componentes de este grupo Jesús López Pacheco, Armando López Salinas, Juan Goytisolo y Alfonso Grosso. En esta época Delibes escribe el libro que le llevó a la fama, El camino (1950), con el que inauguró un acercamiento a la vida rural, tema clave de toda su producción. Poco después, en 1962, publicará Las ratas, para algunos críticos su obra maestra. En

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ella combina el realismo crudo con lo poético del mundo rural, mundo que se presenta como el único lugar en que es posible la plena comunión del hombre consigo mismo para eliminar sus frustraciones.

1.3 La novela de los años 60 y 70: la renovación estética.

El realismo social comienza a agotarse desde el momento en que se empieza a echar de menos un lenguaje más rico y más imaginativo, se hace necesario buscar nuevas formas de expresión y nuevas técnicas narrativas, prevaleciendo la experimentación en lo que se refiere a técnicas narrativas. Sin embargo, no termina por desaparecer el inconformismo de la etapa anterior, pues se continúa con una actitud de denuncia social, aunque, eso sí, atenuada por el culto a la forma artística.

La novela que marca el nuevo rumbo de la narrativa española es Tiempo de silencio (1962), de Luís Martín Santos. De 1966 son tres novelas claves para la consolidación de la corriente: Cinco horas con Mario, del propio Delibes; Señas de identidad de Juan Goytisolo; y las Últimas tardes con Teresa de Juan Marsé. La gran diferencia entre los autores de esta corriente, experimentalistas, y los de la década previa, pertenecientes al realismo social, es la concepción ideológica de la literatura. La literatura ya no es concebida como una herramienta de conciencia social en la que la palabra está al servicio de la idea; ahora el ejercicio literaio, la literatura se justifica en sí misma, lo que no impide es transmita una visión pesimista y escéptica de lo que narre, aunque su fin último sea la renovación de la prosa española.

Las características fundamentales de la novela experimental de estos años incluirán, entre otras características, la diversidad de enfoques, el manejo del lenguaje con absoluta libertad, la estructura compleja, la abundancia de monólogos interiores, digresiones del autor que proporcionan a la obra una ausente lógica conexión gramatical y/o estructural…

Pero Delibes, pronto abandonó esta experimentación lingüística volviendo hacia el intimismo y el realismo de sus novelas anteriores ubicando sus novelas en ambientes urbanos y de nuevo, rurales. La crítica política aparece especialmente, aunque en clave alegórica en la Parábola del naúfrago (1969), alegato contra los regímenes dictatoriales que anulan la voluntad del ser humano y también una mirada crítica, en el campo de la educación, en El príncipe destronado (1974).

La narrativa a partir de la muerte de Franco (1975) volverá a la concepción clásica del relato, recuperando el interés por el argumento, el personaje individual y un lenguaje más sencillo y natural. Delibes publica varias novelas durante este último cuarto del XX. En El disputado voto del señor Cayo (1978) y en Los santos inocentes (1981) vuelve a reivindicar los valores del mundo rural. Será en esta última e donde el autor formalice ya de una manera explícita de denuncia la injusticia social en la que los desheredados y explotados que protagonizan la novela viven, convirtiéndoles en símbolos de los humillados de los parias de La Internacional, pero desde una perspectiva cristiana, tal y como manifiesta el mismo título.

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2. MIGUEL DELIBES: Los santos inocentes.

2.1. El autor y su obra.

Hijo de un catedrático de la Escuela de Comercio de Valladolid, nació en esta ciudad en 1920. Durante la guerra civil, estudiaba Comercio y modelado y escultura en la Escuela de Artes y Oficios. Al terminar la contienda, se matricula en la facultad de Derecho, reanuda los estudios de Comercio y comienza a trabajar como caricaturista en El Norte de Castilla. En 1944 se convierte en redactor de dicho diario y un año más tarde gana la cátedra de Derecho Mercantil, sustituyendo a su padre en la Escuela de Comercio. Durante la preparación de las oposiciones, se dio un hecho que habría tenido poca trascendencia, si no hubiera sido porque el propio escritor alude a él, desde siempre, como definitivo en su carrera de escritor: el manual en el que estudiaba le contagió ese estilo que todos los lectores admiran en su prosa: «Yo aprendí a escribir leyendo el Manual de Derecho Mercantil, de Garrigues», ha declarado en más de una ocasión. En 1946 se casó con Ángeles de Castro.

En 1947 escribe su primera novela, con la que consigue al año siguiente el Premio Nadal. Se trata de La sombra del ciprés es alargada. Pero la consagración del narrador se manifiesta con El camino (1950), una novela de amplísima aceptación y enorme éxito. Todavía se siguen leyendo en numerosos institutos y colegios las peripecias toscas y angelicales de tres muchachos (Daniel el Mochuelo, Roque el Moñigo y Germán el Tiñoso). La acción de la novela transcurre en el recuerdo del primero de estos personajes, la noche antes de su marcha a la ciudad.

Se hace muy difícil hacer una selección de las mejores obras de Delibes, pero destacan aquellas en las que la acción transcurre en el campo, en plena naturaleza: El camino –anteriormente citada-, Las ratas (1962) y Los santos inocentes (1981).

Otros títulos son Mi idolatrado hijo Sisí (1953), La hoja roja (1959), Cinco horas con Mario (1966), Parábola del náufrago (1969), Las guerras de nuestros antepasados (1975), etc. Delibes se ha definido a sí mismo en alguna ocasión como “un cazador que escribe”. Pues bien, muchas de sus obras tienen que ver con el mundo de la caza. Así los propios títulos son, en ocasiones, marcas testimoniales de esta afición arraigada: Diario de un cazador (1955), Diario de un emigrante (1958), El libro de la caza menor (1964), Aventuras, venturas y desventuras de un cazador a rabo (1979), etc. Además del Nadal, ha recibido el Premio de la Crítica (1953), el Premio Príncipe de Asturias (1982), el Premio Nacional de las Letras Españolas (1991) y el Premio Cervantes (1994).

2.2 Título y origen de la novela.

El título contiene una clara alusión evangélica, que entraña ya una postura, una toma de posición implícita de parte del autor acerca de la historia que va a referir. Nos remite a la matanza de todos los niños menores de dos años ordenada por Herodes.

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Esto está en consonancia con las convicciones profundamente cristianas de Delibes y sugiere que es a partir de ellas que se sitúa frente al tema.

Los santos inocentes son aquí Azarías y los suyos que, en lugar de ser asesinados por la espada, son muertos cada día mediante la degradación a que sus opresores los someten. El suyo no es martirio de una hora, sino de toda una vida. Esta equiparación resulta especialmente significativa porque da a estos pobres seres, cotidianamente ultrajados, una jerarquía moral que sus amos les niegan en el transcurso de la novela, sirva de ejemplo como cuando se burlan de las ansias de Nieves por comulgar.

La novela es desde el mismo título, por lo tanto, y por parte del novelista, un acto de justicia, una reparación, un desagravio, sobriamente respetuoso. El final de la novela es, en este sentido, sintomático.

Los santos inocentes, obra social, fue empezada en 1963, al menos en sus primeros capítulos que publicó en el cuento denominado “La milana” en donde aparecen ya los personajes de la novela. Pero esta no salió hasta 1981, cuando estábamos en plena transición política, en libertad absoluta. La preocupación por los pobres existía, la denuncia de la injusticia también, pero, como hemos señalado antes, el autor parte del sentimiento católico. La novela permaneció veinte años dormida hasta que la consumó. Un novelista social tardío, podíamos indicar, en un momento en que la corriente social estaba superada. Incluso también la corriente estructural de los sesenta ya estaba superada. Sin embargo hay elementos de ambas modalidades en Los santos inocentes. (No hay guión para empezar los diálogos, estilo híbrido)

2.3. Intención y tema del libro.

Su una intención es marcadamente social, aunque sin abandonar el tono lírico y emotivo, por su marcada intención estética. La lealtad sin límites y la obediencia ciega de los trabajadores, santos inocentes, de la finca en que se desarrolla la historia contrastan con la arrogancia, la chulería y el egoísmo del señorito, un personaje a quien nada interesa más que la caza y su propia satisfacción. Por eso la novela llega a causar rabia y dolor. Por eso la reacción del lector es de intensa irritación frente a las arbitrariedades del cacique y de cariño incondicional hacia Azarías y su familia. Así, pues, la finalidad de Los santos inocentes es denunciar los abusos de los caciques frente a los humildes campesinos.

En consecuencia, el tema de la novela sería el desamparo social que sufren los campesinos ante las injusticias del mundo latifundista. Así, la obra se nos presenta como una novela que inspira compasión hacia los humildes, los explotados (sobre todo Azarías y Paco el Bajo), mientras que los señores son los explotadores. Los personajes se convierten en símbolos de la injusticia: por un lado el señorito Ivan de la crueldad y el egoismo; y por otro, el viejo Azarías de la marginación, la inconsciencia, la debilidad y el primitivismo.

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2.4. Argumento y estructura.

Argumento:Azarías es un campesino, deficiente mental, que lleva a cabo sencillas tareas

rurales en la Jara, un cortijo enorme. Cuando el dueño lo expulsa, se va a vivir con su hermana, la Régula, casada con Paco, el Bajo, y madre de dos hijos y dos hijas, una de las cuales, la Niña Chica, es una muchacha que lleva una vida vegetativa, debido a una parálisis cerebral. De cuando en cuando, emite unos alaridos sobrecogedores, y Azarías la calma diciéndole las mismas palabras que dice al búho o a la grajeta amaestrados: «Milana bonita». Azarías ama apasionadamente a su sobrina y sus pájaros. Por otra parte, su cuñado, Paco el Bajo, insustituible ayudante del señorito Iván en sus cacerías, se quiebra una pierna al caer de un árbol mientras ayudaba a éste. La nula consideración del cacique hace que Paco se lesione por segunda vez, ya que aquél no le ha permitido guardar el descanso prescrito por el médico. Como el señorito se queda sin “secretario” y no quiere ni puede prescindir de la caza, pide que lo acompañe Azarías. En una ocasión en que no consigue abatir ningún pájaro, Iván observa cómo cruza el cielo una bandada de grajos. En esa bandada va la “milana” de Azarías. Éste, inocentemente, emite el «quiá» con que suele llamar a su grajeta, y, cuando ésta baja a posarse sobre el hombro de su dueño, cae abatida por un disparo de Iván. Azarías queda desconsolado: «La Niña Chica llora porque el señorito me ha matado la milana», dice Azarías al escuchar uno de los alaridos de su sobrina. Cuando vuelve a salir por la tarde, se lleva cabo la terrible venganza del inocente: la muerte de Iván a manos de Azarías.

Estructura:

Los santos inocentes es una novela que consta de seis largos párrafos que constituyen cada uno una secuencia o capítulo, a los que el autor llama “libros”. La razón de esta denominación responde a que cada uno de ellos presenta independencia argumental. Cada unidad textual funciona como una narración autónoma, que no necesita de las otras cinco para cobrar sentido pleno, pero que, sin embargo, adquiere una más cumplida significación como parte integrante de la totalidad.

La obra responde al esquema tradicional de la novela: planteamiento, nudo y desenlace. Desde el punto de vista del desarrollo lineal de los hechos, la estructura externa de la obra es la siguiente:

-En los tres primeros libros o capítulos («Azarías», «Paco, el Bajo», «La milana») son presentados los personajes humildes (y también “humillados”), sobre todo los dos principales, Azarías y Paco el Bajo, desde una doble perspectiva:

a) Social, a través de la cual resalta la miseria en que transcurre la vida de los oprimidos en el injusto contexto social del latifundio y marcada por una especie de determinismo biológico (subnormalidad) o histórico (pobreza) que les induce a la sumisión.b) Existencial, que resalta la hombría de bien que, sin embargo, preside el

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comportamiento de los oprimidos, los cuales se afanan en la búsqueda de calor humano (Azarías), o en intentar la redención para sus hijos (Paco y su mujer, Régula, quieren que su hija reciba una educación, único modo de escapar de su vida mísera en el cortijo). Sus ilusiones fracasan en un cuadro marcado por la frustración.

El libro tercero dota de coherencia a las historias contadas en los dos primeros libros a través de un engarce múltiple: entre personajes (Azarías se integra en la familia de Paco, el Bajo), temático (el amor al prójimo entre los humildes), espacial (convivencia en un mismo cortijo), etc.

- El cuarto libro («El secretario») es el de la presentación en escena del señorito Iván, que se sitúa en las antípodas de los personajes humildes. Iván, que sería el antagonista de la novela, es la representación de la tiranía, de la arrogancia y del paternalismo egoísta y campechano.

-Los dos últimos libros («El accidente» y «El crimen») vuelven a tratar asuntos ya contados. Toma especial relevancia el enfrentamiento entre la pasión irracional por la caza de Iván y el amor infinito que Azarías siente por la vida de su milana que desemboca en la tragedia con que concluye el capítulo final.

Respecto a la estructura interna, el propio Delibes señala los tres elementos imprescindibles en todo relato: un hombre, un paisaje, una pasión. En este sentido, el autor pretende poner de relieve:

- El perfil humano de los personajes, y especialmente del Azarías, eje sobre el que gira el relato. Pero el autor muestra también su maestría al dibujar los caracteres de Paco, el Bajo, y del señorito Iván a los que también cabe considerar como personajes de primer plano.

- El marco en el que sitúa los hechos. El cortijo es el universo espacial en el que ubica la historia. Es un paisaje rico en matices que revela una estructura social semifeudal y arcaica, y también una vinculación estrecha entre el ámbito y las vidas de los hombres que lo pueblan. El paisaje es distinto para cada personaje, según sea amo o siervo. El cortijo pone de relieve una situación injusta en la que “los inocentes” se llevan la peor parte. Para ello, el autor se detiene en los elementos que lo conforman y en la relación de los personajes con aquél.

- El enfrentamiento de pasiones. Delibes enfrenta dos concepciones del mundo: la de los señoritos, basada en el desprecio por la naturaleza y por los hombres, y la de los humildes, fundada en la integración en el medio en que viven y en la nobleza de sus actitudes. Pero el elemento vertebral de la historia es, como antes hemos apuntado, el

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dramático enfrentamiento entre pasiones (pasión por la caza / pasión por la milana) que concluye en el crimen final.

2.5. Personajes

Se trata de una novela de personaje, pues, tras la atención dedicada al personaje central, el autor no desatiende en ningún momento el diseño de los demás personajes, sean del nivel secundario o terciario. Nos encontramos en esta novela con la situación de una familia formada por el matrimonio, Paco y Régula, los hijos Quirce, Nieves y la niña chica, hija pequeña con subnormalidad profunda y el tío deficiente Azarías. Todos ellos trabajan para el señorito Iván, al igual que el capataz D. Pedro y su mujer Pura. Los retratos de los personajes están perfectamente caracterizados. Pueden distinguirse:

- personajes de primer plano: Azarías, Paco el Bajo y el señorito Iván;

- personajes de segundo plano: la familia de Paco, la del señorito Iván y los encargados del cortijo;

- personajes de tercer plano: el resto de los sirvientes, el señorito de La Jara, los invitados de los dueños, Manolo el médico.

Los personajes están organizados de la siguiente manera:

LOS SEÑORES Y LA CLASE MEDIA

LOS CAMPESINOS LAS AVES DOMESTICADAS

• Señorito Iván • Señora marquesa. • Señorita Miriam • señoritos Lucas y Gabriel(profesores de la ciudad) • Don Pedro, el “Périto” ydoña Purita, su mujer. • Carlos Alberto, el

niñocomulgante. • El Obispo. • Ministro, embajador y señorito René. • El médico.

• Azarías. • Paco, el Bajo, • La Régula (mujer de Paco) • Rogelio, Quirce, Nieves y la Niña Chica (hermanos entre sí, hijos de Paco y Régula) • Dámaso, el pastor. • Lupe, la porquera

(la dela de Dacio). • Dacio, el porquero. • Crespo, el guarda mayor.• Facundo, el porquero. • Maxi, el chófer. • Leticia, la de Cordobilla. • Antonio Abad, el pastor (está fuera)

• “Milana”-1(Gran Duque, el búho)• “Milana”-2 (la grajeta)________________En cierto modo, Azarías y la Niña Chica comparten reacciones y afectos con los seres de este grupo. El primero es como uno de sus milanas; éstas, por su parte, se humanizan al estar domesticadas.____________________(El cárabo es otro pájaro, pero no forma parte del escenario de la novela ni es un ave domesticada; se trata de una especie de lechuza que vive en el monte: su presencia en la obra depende de Azarías)

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• Remedios. • Pepa. • Abundio. • Ceferino, el porquero. • El Ireneo (sólo aparece en los sueños de Azarías)

AZARÍAS: mano justiciera. (La INOCENCIA). El tonto, el inocente, el primitivo, el marginado, el débil, paradójicamente el instrumento de la justicia. Hermano de Régula, a sus 61 años ha sido echado del cortijo de La Jara por su inutilidad y falta de higiene. Su hermana le acoge y le cuida. Destaca por su extraña relación con la milana y por su trato cariñoso con la niña subnormal, únicos seres con los que se relaciona de manera cariñosa, tal vez sintiendo el desprecio de las personas que le rodean. Sólo el animal le aporta una comprensión, aunque sea de tipo primario, que no le dan las personas. Azarías es el único que se atreve a desafiar al señorito Iván hasta el punto de acabar con él por su falta de sentimientos.

La prosopografía o descripción física del personaje gira en torno a su apariencia por condición económica y social, a su aspecto y aseo. Lleva la ropa rota y remendada, anda descalzo y sucio, orina en sus manos, tiene piojos y hace sus necesidades en cualquier lado.

La etopeya o descripción psíquica tiene en cuenta la conducta instintiva y mecánica del personaje, que siempre hace lo mismo, repitiendo con regularidad matemática sus labores en el cortijo por ejemplo el cómputo de las válvulas del coche. Simple y primario se mantiene al margen de todo lo que suponga aprendizaje a través de una preparación consciente y disciplinada. Su perturbación le hace sufrir alucinaciones que le llevan a ver a su hermano muerto por Franco en la guerra civil. Acumula todos los rasgos que caracterizan a los marginados. Se constituye en verdadero protagonista.

PACO EL BAJO: (La RESIGNACIÓN) el padre, está totalmente sometido al señorito Iván. Acepta sin pestañear todas las humillaciones y ante él parece que deja de ser persona y se convierte en un perro faldero (“ni el perro más fino te haría mejor servicio”, tú eres el amo de la burra”). Sufre un proceso de cosificación: “se infla como un globo” “cayó al suelo como un fardo”. No es esperpéntico porque el autor conecta con los personaje. No se ríe de ellos, antes bien se pone de parte de ellos.

Y así es, puesto que termina haciendo el trabajo del perro de caza (animalización y degradación presente en todos los personajes) lo cual le lleva a quedarse cojo por un accidente y por la falta de humanidad del dueño del cortijo. Paco no tiene personalidad ante él. Antepone incluso el bienestar de su familia, acepta su aislamiento durante cinco años en La Raya y priva a Nieves de la posibilidad de estudiar por complacerle. Pretende que también se someta su hijo Quirce pero él no

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lo hace y muestra una rebeldía incontrolable. Sin embargo, hay que destacar que pese a todos estos rasgos, Paco es un hombre inteligente. Es un superviviente nato que se adapta a las circunstancias por muy negativas que sean. Percibe la conveniencia de estudiar, y lo hace de forma autodidacta y rudimentaria, pero no llega a rebelarse contra el señorito.

El SEÑORITO IVÁN: (La OPRESIÓN), El que mata, ciega a los palomos, le quita la mujer a Pedro y malogra la salud de Paco. Habla con desprecio “Cachomaricón, mariconada). Se presenta como la personificación de la crueldad, el egoísmo, la inconsciencia y la sensualidad desbordada, el cacique caprichoso, arbitrario y egoista, capaz de anteponer su afición por la caza a la salud de Paco, quien, por ello, queda cojo. No le importa la vida de sus empleados y dispone de ellos a su antojo. Una persona manipuladora que fomenta la vanidad de su sirviente para abusar de él convirtiéndolo en un perro de caza. Ni siquiera puede ser noble con el capataz, pues llega a acostarse con su mujer e incluso se fuga con ella. Es el antagonista, el personaje en el que confluyen los rasgos negativos: desprecio por la naturaleza, por los demás, etc.

La Régula representa el amor a los demás y su disposición a servir. Le afecta la cosificación: no tiene huellas dactilares porque hacía pleita.

La Niña Chica es un personaje extraordinario. Subnormalidad profunda, es la imagen de la degradación humana. Sin embargo, va a ser objeto de afecto por parte de Azarías, que le regalará con la expresión más dulce destinada a las milanas. Lo que más sobrecoge de ella es su berrido lastimero que paraliza las acciones amatorias de Paco. Cuadro lírico y poético con Azarías.

Don Pedro el Périto. Hombre esclavo de los celos y de la impotencia. Representa la bisagra de quien se siente oprimido por el señor y, al mismo tiempo, se ve obligado a oprimir a los que están un escalón más abajo.

Doña Pura es ejemplo de frivolidad absoluta, representa la vaciedad y superficialidad de quien encuentra en la captura del buen partido la única salida a sus propia realización personal.

La señorita Miriam es la figura que encarna la conciencia social de los acomodados.

La Marquesa representa el lado femenino de Iván con una actitud refrenada por su condición femenina pero con un paternalismo semejante (limosna anual, cabrito para comer).

El Quirce simboliza la insumisión de los humildes.

A Delibes se le ha achacado cierto maniqueísmo en la pintura de los personajes, pues los rasgos que denotan bondad se atribuyen a los personajes humildes, mientras que los que denotan maldad se atribuyen a los amos. Pero el autor

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esquiva la oposición frontal entre buenos y malos con la inclusión de otros personajes más complejos como:

- Don Pedro, el Périto, concentra la doble condición de opresor y víctima. Oprime a Nieves pero es víctima de su esposa y del señorito Iván.

- La señorita Miriam posee conciencia social. Pregunta si no se puede preparar a Nieves para hacer la comunión, justifica ante su madre la presencia de Azarías en el cortijo y se horroriza del aspecto y la vida de la Niña Chica.

- René, el Francés, también posee su conciencia social. No vuelve al cortijo después de la trifulca que se armó por su opinión sobre la cultura de los humildes.

- Quirce es el único que manifiesta una voluntad de ruptura con la situación de sumisión y no se doblega ante el señorito Iván.

2.6. Tiempo y espacio.

Tiempo: No existe una fecha explícita que indique el año en que transcurre la novela,

pero hay una referencia al concilio Vaticano II (1962-65) y también sabemos que es el inicio de la mecanización y la migración masiva a las ciudades. Se alude al plan Badajoz y a los regadíos del Guadiana y el Zújar(Abendújar) del año 1952 así como al uso del tractor para labores agrícolas. Todos estos hechos sitúan la acción en torno a los primeros años de los sesenta.

Los primeros capítulos se relatan con una evidente libertad en el uso del tiempo. Se trata de hechos lejanos aunque imprescindibles para justificar los sucesos finales. Su ritmo narrativo es muy pausado porque lo que resalta es una serie de anécdotas que se inscriben en un conjunto de hechos repetidos. Los dos accidentes de Paco, su sustitución por Azarías como secretario, la muerte de la segunda milana y el asesinato de Iván, sucesos que ocupan los libros quinto y sexto, se desarrollan en tres semanas aproximadamente. Es el tiempo que dura "la pasa de palomas", fechas en las que el señorito se instala por dos semanas en el cortijo. Esos son los hechos memorables del "último año" de la vida en el cortijo, pero el libro también pretende hacer un recorrido por la vida de los personajes. y para ello muchas veces suele haber desorden cronológico o retrocesos temporales, pues lo importante es acomodar el tiempo a las vivencias y peripecias de los personajes. Es muy amplia la proporción de tiempo que se dedica a Azarías y más reducido, pero no menos relevante, es el tiempo dedicado a Paco, el Bajo. En otros personajes, el tiempo se concentra en hechos puntuales, como en la huida de la mujer de Pedro.

En verdad, desde el punto de vista de la organización de la novela, destaca el uso subjetivo del tiempo:

-La novela está estructura en tres partes: las dos primera presentan una configuración episódica (vida rutinaria de los personajes) y la tercera presenta una

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configuración dramática (relato de los sucesos más importantes en los dos últimos libros o capítulos, donde sí se relata de manera lineal y siguiendo el orden lógico-temporal de los acontecimientos).

-Se emplea la repetición y la variación de los sucesos.

-Es una novela de personaje y el autor no escatima recursos narrativos para completar el perfil humano de sus criaturas. Por ello, si procede, no le importa romper conscientemente la linealidad del relato, jugando con el tiempo al reiterar sucesos, hacer retrocesos temporales o contar anécdotas fugaces. Así ocurre en los cuatro primeros capítulos, pues importa más el dibujo del personaje que los hechos que protagoniza.

Espacio:

Si bien no se dice de modo exacto el lugar donde transcurre la novela, podemos determinar que no parece sobrepasar los límites de Castilla, región en la que sitúa la gran mayoría de sus narraciones. La razón estriba en el deseo de dibujar la realidad del latifundio, profundizando en su organización social (amos y siervos). En la novela se nombra varias veces el cortijo, espacio más característicos de otras regiones españolas: Andalucía y Extremadura. Por ciertos topónimos, aunque algunos son inventados, y por la a detallada flora y fauna descritas profusamente en la novela, se ha dicho que el lugar de la novela coincide con la del campo extremeño, cercano a Portugal. En cualquier caso, la novela responde a un claro concepto de realismo.

Los dos cortijos que aparecen en la novela, el de La Jara (en el que sirve Azarias durante muchos años de su vida) y el del Pilón (propiedad de la señora Marquesa, madre de Iván, y en el que se desarrolla gran parte de la acción), están minuciosamente descritos, mediante un léxico de gran precisión y profusión de detalles. El autor presta atención, selectivamente, a aquellos elementos que permiten . expresar mejor la condición social de las personas o muestran los vínculos entre los hombres y la naturaleza. El cortijo de la madre del señorito Iván presenta dos zonas claramente diferenciadas: un gran espacio natural y, dentro de él, una zona de viviendas. El primero se dedica a la agricultura, al pasto del ganado y, fundamentalmente, al gran escenario de la caza. La zona de viviendas es una zona cerrada, protegida por una tapia y un portón que debe abrir Régula; por esta razón hay que suponer que la vivienda de Paco se halla muy cercana a la entrada. Junto a la tapia hay unos arriates con geranios que abona Azarias. Cerca de la casa de Paco están los aseladeros (para las gallinas) y el tabuco para las milanas. También hay en el cortijo una corralada (espacio abierto) en la que se reúnen los sirvientes para celebras la llegada de la señora Marquesa y que está rodeada por las casas de pastores, gañanes, porqueros, guardas, apaleadores, etc.

En el interior del cortijo se hallan los tres edificios principales: la Casa Grande, vivienda de los propietarios; la Casa de Arriba, en la que viven el encargado, don

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Pedro, y su esposa, doña Purita; y una pequeña capilla en la que el obispo celebra la misa de la Primera Comunión. La casa junto a la verja, que recibe este nombre porque las veces de portería, casa en la que habita la familia de Paco, que está situada junto al portón principal del cortijo y que Régula debe abrir cada vez que llega un coche. En definitiva, el espacio tiene una gran importancia en la novela porque, aparte de ser un elemento que dota de cohesión a los distintos episodios, y de transmitir una fuerte impresión de realidad, revela la estructura jerárquica del latifundio. Por ejemplo, las viviendas de los señoritos y del encargado del cortijo con- trastan vivamente con la sencillez de la vivienda de Paco, el Bajo; y más aún con la que tenia antes en la Raya, un chamizo blanco con emparrado y somero cobertizo".

Por último, hay que resaltar que el paisaje tiene una gran importancia porque expresa una doble actitud del hombre ante la naturaleza: los inocentes se hallan integrados en él, mientras que los señoritos lo degradas con sus abusos.

2.7. Narrador

La presentación gráfica de las voces del narrador y los personajes obligó a Delibes a resolver un problema técnico: tuvo que transcribir el habla de los personajes en estilo directo pero incorporándolo al discurso del narrador. Para distinguir gráficamente uno de otro determinó introducir un salto de línea en cada parlamento directo y un sangrado de la primera línea del mismo, manteniendo el discurso del narrador al margen izquierdo. Todo ello afectaba a la puntuación: la de suprimir el punto en el cuerpo textual de los libros y reservarlo para el cierre, sustituyéndolo por la coma y por el punto y coma.

En la novela existe un narrador que está fuera de la acción (narrador testigo) pero demuestra una gran cercanía al mundo que narra y un conocimiento detallado del marco en el que sitúa los hechos. Se presenta como un observador directo que posee una completa documentación. No es sólo un narrador omnisciente sino un narrador testigo cuyos rasgos son:

- utilización de la tercera persona narrativa- minuciosidad y detallismo- constante presencia de elementos valorativos

Además el narrador no se limita a contar objetivamente los hechos, sino que se sitúa en una posición de simpatía (narrador acorde) que le hace identificarse con el personaje protagonista (humilde y desfavorecido), es decir, que se produce una asunción por parte del narrador de los pensamientos y modos de hablar de algunos de sus personajes. La presencia del narrador acorde es perceptible en:

- el título, - en que su simpatía hacia los desheredados exige la adopción del mismo

registro con el que ellos se comunican. Por ello, el lenguaje adquiere el tono de oralidad constante.

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- En su lirismo, plasmación del mundo de los sentimientos.

En último lugar también hay que señalar como punto de vista narrativo la particular perspectiva de los personajes, expresando éstos con su propia lengua, sus propias voces, las vivencias en la realidad en la que se encuentran con el uso particular y coloquial del lenguaje que realizan.

2.8. Técnicas narrativas y estilo.

Dentro de las técnicas narrativas y estilísticas del autor, analizaremos en concreto tres: su uso particular del lenguaje, el modo en el que el narrador ofrece su relato al lector (señalado anteriormente) y los usos literarios que manifiestan su estilo. Estos tres recursos, básicamente se asientan en el uso del habla coloquial, contagiado al narrador, y en un empleo acertado del diálogo como técnica narrativa y a los que además, en el caso de Delibes, hay que añadir:

- el empleo singular de los signos de puntuación (mencionado en el apartado de narrador), puesto que solo aparece un punto al final de cada libro. No utiliza nunca las reglas convencionales ortográficas, es decir, no utiliza nunca una entrada con guión, ni utiliza comillas y tampoco siempre transcribe indirectamente mediante fórmula de verbos dicendi (dijo, respondió…)

- la mezcla del estilo indirecto libre con el directo libre. Hay fragmentos que no son “directo” porque el texto carece de las marcas ortográficas adecuadas; tampoco es puramente “indirecto” porque carece de la conjunción introductora que. Tampoco puede considerarse totalmente “indirecto libre” porque presenta verbos en dicendi que fijan las intervenciones; pero en determinadas intervenciones dialogadas, los personajes introducen sus palabras mediante la postración de una acción que es llevada a cabo por el personaje a quine se concede la palabra sin más mediación que la simple yuxtaposición del diálogo:

[…] ¿otra vez por aquí? […] y tantas veces le preguntaban,y el Azarías ¿Qué tiempo te tienes tú, Azarías?

¿Y los muchachos? otras tantas respondía,y ella, cabalmente un año más que el se-

en la escuela están, […] ñorito […]

El uso libre de los dos estilos contribuye a la identificación del narrador/personaje citada antes, que actuará así de modo directo como testigo de la denuncia social, objeto último de la novela.

El éxito y la efectividad de la denuncia social radica, por una parte, en la decisión de adoptar un punto de vista omnisciente en tercera persona para la formalización del relato, y, a su vez, el desdoblamiento en dos subnarradores, subjetivo y objetivo, a los

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que hay que añadir la voz directa de los personajes. Por otra, en la búsqueda de lo literario a partir del empleo de registros orales y coloquiales, lo que sitúa en un mismo plano y uniformiza las diferentes voces de los narradores en un estilo único.

Usos literarios:

Aunque en la obra predomina el lenguaje de base oral (de carácter rural), en numerosos fragmentos de la novela el autor utiliza la lengua culta, elaborando el discurso y dando un tratamiento literario al lenguaje.

La utilización de una variadísima gama de verbos para introducir el diálogo, señalando sutiles matices:

Musitar, dar el parte, plañir, añadir, avenirse, desbarrar, exultar, apelar, abrir la boca, balbucir, terciar, asentir, lamentarse, murmurar, escupir, reconvenir, porfiar, afelpar la voz, sentenciar, mascar palabras, rezongar, refunfuñar, suspirar, dispararse, falfullar, apremiar, echar pestes por la boca, bramar, desahogarse, ratificar, puntualizar, entreabrir los labios, gritar, chillar, sollozar, mascullar, etc.

La gran elaboración que presentan ciertos fragmentos, presidida por la intención de precisión y claridad. La precisión, sobre todo, es uno de los aspectos que Delibes más aprecia en sus textos. El siguiente párrafo es una muy buena muestra de ese afán de precisión:

“... pero el Azarías ya había tomado entre sus brazos a la criatura y, mascullando palabras ininteligibles, se sentó en el taburete, afianzó la cabecita de la niña en su axila y agarrando la grajilla con la mano izquierda y el dedo índice de la Niña Chica con la derecha, lo fue aproximando lentamente al entrecejo del animal, y una vez que le rozó, apartó el dedo de repente, rió, oprimió a la niña contra sí y dijo suavemente, con voz acentuadamente nasal…”

La presencia de fragmentos descriptivos, intercalados en el curso de un episodio narrativo. Las descripciones van unidas, con mucha frecuencia, al paisaje, pintado a menudo siguiendo un criterio realista:

“... y con los años, se le iba tomando ley a la Raya de lo de Abendújar, y al chamizo blanco con el emparrado, y al somero cobertizo, y al pozo, y al gigantesco alcornoque sombreándolo, y al rebaño de canchos grises desparramados por las primeras estribaciones, y al arroyo de aguas tibias con los galápagos emperezados en las orillas...”

Son también muy numerosos los fragmentos en que el autor utiliza la descripción para retratar a los personajes, tanto de su físico como de su conducta. El retrato más completo y representativo quizás sea éste de la Niña Chica:

“... y ante su insistencia, la Régula se incorporó y regresó con la Charito, cuyo cuerpo no abultaba lo que una liebre y cuyas piernecitas se doblaban como las de una muñeca de trapo, como si estuvieran deshuesadas, pero el Azarías [...] sujetó delicadamente

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su cabecita desarticulada contra su brazo fornido...”

La forma externa del texto: un poema en versículos: La ausencia de los signos que señalan la pausa larga (punto y seguido, punto y aparte, dos puntos) produce en el lector la sensación de que, como pretendió Miguel Delibes, está ante un largo poema en versículos, en el que las formas de expresión –narración, diálogo, descripción- parecen distribuirse con un ritmo ordenado, cadencioso, sobrio.

El estribillo: La repetición de la frase “milana bonita”, condensación de toda la ternura que destila lo narrado, aparece como un estribillo que convierte al resto de la narración en una glosa para explicar su contenido lírico.

Estilo:

Desde el punto de vista de la historia narrada, del tratamiento argumental y de la exposición social y existencial, la obra discurre por unas vías muy normales y no genera ningún tipo de confusión, consignándose como una novela de corte tradicional. La complejidad radica en la disposición formal de la superficie.

Combina perfectamente la oralidad de los personajes y el uso literario de la lengua en un discurso continuo sin las pausas de los puntos ortográficos, salvo las existentes al final de cada uno de los capítulos. El autor, motivado por razones de tipo estilístico, evita el punto en toda la obra, permitiendo solo cinco puntos y aparte como delimitadores de los bloques narrativos y un punto final conclusivo. Lejos de la exigencia ortográfica será solo una imposición lógico-estructural la que determine la excepción de la puntuación. Esta licencia o ejercicio experimental se justifica en todo momento por la inercia del relato, progresiva y lineal.

El narrador renuncia a la objetividad para colocarse en una posición cercana a los personajes inocentes. Su compasión por los desheredados hace que el libro adopte un tono lírico. Todos los elementos se subordinan al ritmo de la compasión, de forma gradual, pero intensa, lo que justifica que la novela tenga la forma de un largo poema en versículos. Suprimió los puntos porque al adoptar la forma de poema, “el punto que en medio de la narración da cadencia y ritmo me parecía que esta vez iba a romper el ritmo que yo perseguía”.

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