La Parabola de La Verdadera Ciencia de La Vidaanexo Ayuda Memoria Mayo

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  • 8/17/2019 La Parabola de La Verdadera Ciencia de La Vidaanexo Ayuda Memoria Mayo

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    LA PARABOLA DE LA VERDADERA CIENCIA DE LA VIDA[

    Cuentan que en una ciudad entre las ciudades, donde se enseñaban todas las

    ciencias, vivía un joven que era hermoso y estudioso. Y aunque nada faltara a la

    felicidad de su vida, le poseía el deseo de aprender siempre más. Un día,

    merced al relato de un mercader viajero, le fué revelado que en cierto país muy

    lejano eistía un sabio que era el hombre más santo del !slam y que él soloposeía tanta ciencia, sabiduría y virtud como todos los sabios del si"lo reunidos.

    Y se enter# de que aquel sabio, a pesar de su fama, ejercía sencillamente el

    oficio de herrero, que su padre y su abuelo habían ejercido antes que él. Y

    cuando hubo oído estas palabras entr# en su casa, co"i# sus sandalias, su

    alforja y su báculo, y abandon# inmediatamente su ciudad y sus ami"os, y se

    encamin# al país lejano en que vivía el santo maestro, con objeto de ponerse

    bajo su direcci#n y adquirir un poco de su ciencia y de su sabiduría. Y anduvodurante cuarenta días y cuarenta noches, y después de muchos peli"ros y

    fati"as, "racias a la se"uridad que escribi#le $lah, lle"# a la ciudad del herrero.

     $l punto fué al %oco de los herreros y se present# a aquel cuya tienda le habían

    indicado todos los transe&ntes. Y lue"o de besarle la orla del traje, se mantuvo

    de pie delante de él en actitud de respeto. Y el herrero, que era un hombre de

    edad, con el rostro marcado por la bendici#n, le pre"unt#' ()*ué deseas, hijomío+( l otro contest#' (-$prender ciencia( Y el herrero, por toda respuesta, le

    puso entre las manos la cuerda del fuelle de fra"ua y le dijo que tirara. Y el

    nuevo discípulo contest# con el oído y la obediencia, y al punto se puso a estirar 

    y aflojar la cuerda del fuelle, sin interrupci#n, desde el momento de su lle"ada

    hasta la puesta del sol. Y al día si"uiente se dedic# al mismo trabajo, así como

    los días posteriores, durante semanas, meses y todo un año, sin que nadie en la

    fra"ua, ni el maestro ni los numerosos discípulos, cada uno de los cuales tenía

    una tarea tan ruda como la suya, le diri"iesen una sola ve% la palabra, y sin que

    nadie se quejase ni siquiera murmurase de aquel duro trabajo silencioso. Y de tal

    suerte pasaron cinco años.

    Y un día el discípulo se aventur# muy tímidamente a abrir la boca, y dijo'

    (-/aestro( Y el herrero interrumpi# su trabajo. Y en el límite de la ansiedad,

    hicieron lo mismo todos los discípulos. Y el herrero, en medio del silencio de la

    fra"ua, se encar# con el joven, y le pre"unt#' ()*ué quieres+(

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    l otro dijo' (-Ciencia( Y el herrero dijo' (-0ira de la cuerda( Y sin pronunciar una

    palabra más, reanud# el trabajo de la fra"ua. Y transcurrieron otros cinco años,

    durante los cuales, desde por la mañana hasta por la noche, el discípulo tir# de

    la cuerda del fuelle sin interrupci#n y sin que nadie le diri"iese la palabra ni una

    sola ve%. 1ero cuando al"uno de los discípulos tenía necesidad de un informe

    acerca de al"o, le estaba permitido escribir la demanda y presentársela al

    maestro por la mañana al entrar en la fra"ua. Y sin leer nunca el escrito, el

    maestro lo arrojaba al fue"o de la fra"ua o se lo metía entre los plie"ues del

    turbante. 2i arrojaba al fue"o el escrito, sin duda era porque la demanda no

    merecía respuesta. 1ero si colocaba el papel en el turbante, el discípulo que se

    lo había presentado encontraba por la noche la respuesta del maestro escrita

    con caracteres de oro en la pared de su celda.

    Cuando transcurrieron die% años, el viejo herrero se acerc# al joven y le toc# en

    el hombro. Y por primera ve%, desde hacía die% años, solt# el joven la cuerda del

    fuelle de fra"ua. Y descendi# a él una "ran ale"ría. Y el maestro le habl#,

    diciendo' (3ijo mío, ya puedes volver a tu país y a tu morada llevando en tu

    cora%#n toda la ciencia del mundo y de la vida. -1ues todo eso adquiriste al

    adquirir la virtud de la paciencia(

    Y le di# el beso de pa%. Y el discípulo re"res# iluminado a su país, entre sus

    ami"os4 y vi# claro en la vida.

    Y eclam# el rey 2chahriar' (-5h 2chehra%ada -cuán admirable es esa parábola

    -Y c#mo me da que pensar( Y por un instante permaneci# absorto en sus

    pensamientos. 6ue"o añadi#' (-7ate prisa ahora -oh 2chehra%ada a contarme la

    historia de 8amar y de la eperta 3alima(

    1ero 2chehra%ada dijo' (-1ermíteme -oh rey que todavía retrase el relato de esa

    historia, porque esta noche no se siente mi espíritu inclinado a ella, y permíteme

    empe%ar antes la historia más amable, más lo%ana y más pura que cono%co(

    Y dijo el rey' (7esde lue"o, -oh 2chehra%ada estoy dispuesto a escucharte,

    porque también mi espíritu esta noche se inclina a las cosas amables. -Y

    además, esa espera me hará aprovechar la parábola de la paciencia(