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1 Pontificia Universidad Católica de Valparaíso Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas Periodismo La Guerra del Pacífico y los diarios LA PARTICIPACIÓN DE LA PRENSA EN LAS NEGOCIACIONES DIPLOMÁTICAS DE 1895 ENTRE CHILE Y BOLIVIA. EL CASO DE EL MERCURIO DE VALPARAÍSO Autor: Patricio Segovia Profesor Guía: Fernando Rivas Viña del Mar, noviembre de 2008

LA PARTICIPACIÓN DE LA PRENSA EN LAS NEGOCIACIONESPatricio Segovia

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Autor: Patricio Segovia Profesor Guía: Fernando Rivas Viña del Mar, noviembre de 2008 Pontificia Universidad Católica de Valparaíso Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas Periodismo La Guerra del Pacífico y los diarios 1 Ingrid Por entregarme una inspiradora paz interior, Mi compañera de siempre en este espinoso, incierto pero apasionante submundo periodístico El Mercurio de Valparaíso Por abrirme las puertas a su maravilloso archivo histórico Agradecimientos 2

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Pontificia Universidad Católica de Valparaíso Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas

Periodismo

La Guerra del Pacífico y los diarios

LA PARTICIPACIÓN DE LA PRENSA EN LAS NEGOCIACIONES DIPLOMÁTICAS DE 1895 ENTRE CHILE Y BOLIVIA.

EL CASO DE EL MERCURIO DE VALPARAÍSO

Autor: Patricio Segovia Profesor Guía: Fernando Rivas

Viña del Mar, noviembre de 2008

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2

Agradecimientos

Ingrid Por entregarme una inspiradora paz interior,

Mi compañera de siempre en este espinoso, incierto pero apasionante

submundo periodístico

Familia Papá, mamá y hermanos

gracias por eliminar las distancias físicas y sentir sus brazos acogedores en cada segundo

Profesores

Fernando Rivas Gracias a él esta tesis nació

Eduardo Cavieres Por depositar su confianza en la investigación

Y a todos los profesores de Periodismo, que más que profesores, los recordaré como amigos…

El Mercurio de Valparaíso

Por abrirme las puertas a su maravilloso archivo histórico

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Índice Resumen...………………………………………………………. 5 Problematización……………………………………………….. 7 Prensa y lectores del siglo XIX…………………………. 9 La prensa y el (frustrado) tratado………………………. 12 Pregunta de Investigación…………………………………….. 14 Objetivo General……………………………………………….. 14 Objetivos Específicos………………………………………….. 14 Consideraciones Teóricas…………………………………….. 15 Conceptos………………………………………………… 15 Discurso y sociedad: consideraciones teóricas………. 16 Editorial e ideología: (breve) discusión teórica……….. 17 Diseño Metodológico…………………………………………… 19 Método de aproximación………………………………… 19 Corpus……………………………………………………… 21 Método de recolección y análisis……………………………… 22 Método de recolección…………………………………… 22 Procesamiento del material……………………………… 23 Análisis…………………………………………………….. 23 Consideraciones y dispositivos…………………………. 25 Desarrollo Primera parte: La buena nueva………………………............ 27 Capítulo 1. Vamos a comunicar a nuestros lectores una noticia………………………………………………… 28 Capítulo 2. Un texto sin lectores puede ser literatura, pero nunca periodismo………………………………….. 34 Segunda parte: El silencio de los engranajes………………. 43 Capítulo 3. La estrategia tras un alboroto diario……… 44 Capítulo 4. Sin comentarios…………………………….. 52 Tercera Parte: Rebelando la espera………………………..... 54 Capítulo 5.Tensión en la diplomacia chilena………….. 55 Capítulo 6. La apuesta clave de Perú………………….. 63 Palabras finales…………………………………………………. 67

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Capítulo 7. Espacio público, the elite…………..……….. 68 Capítulo 8. El Mercurio: engranaje motriz………………. 72 Bibliografía………………………………………………………. 79 Anexos y fotografías…………………………………………….. 81

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Resumen

En el presente trabajo se estudiará la participación del periódico El

Mercurio1 en las negociaciones diplomáticas de 1895 entre Chile y Bolivia. Una

negociación importante, pues, a fines del siglo XIX, Chile se vio enfrentado a una

serie de problemas limítrofes con sus vecinos: Perú y la mencionada Bolivia por el

norte y Argentina por el sur.

Chile debía impedir por todos los medios un nuevo conflicto bélico: la

revuelta interna de 1891 dejó las arcas fiscales al borde del colapso, por lo que

una aventura militar no habría resultado beneficiosa para el país.

Frente a un escenario económicamente desfavorable y rodeado por tres

naciones que apremiaban por una pronta solución, al gobierno de Jorge Montt no

le quedó otra alternativa que poner a prueba sus capacidades retóricas. ¿Qué

hizo? Jugó todas sus fichas por Bolivia y alentó la creación de un tratado definitivo

a cargo de su joven ministro de relaciones exteriores Luis Barros Borgoño.

La diplomacia chilena optó por la reserva en los detalles de la conversación.

Ninguna otra nación debía enterarse. Si los pormenores llegaban conocerse, el

gobierno creía que Perú y Argentina realizarían sus peticiones limítrofes al mismo

tiempo que Chile trataba de lidiar con Bolivia, dejando en un hilo la estabilidad

internacional del país.

Tal como se pensaba: Perú se enteró del acuerdo y movilizó a toda su

diplomacia, logrando paralizar las conversaciones entre Chile y Bolivia. 1 En 1895 hacer una precisión entre Mercurio de Valparaíso y Mercurio de Santiago no tiene justificación. Pues el primero, se fundó en el Puerto de Valparaíso el 12 de septiembre de 1827, y algo más de siete décadas después Santiago fue testigo del surgimiento de la edición capitalina, conocida solo como El Mercurio. Entonces, para efectos del presente trabajo, cuando nos remitamos al diario El Mercurio estaremos haciendo referencia a su edición administrada, escrita e impresa en Valparaíso.

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Según Óscar Pinochet de la Barra2 una de las razones que explicarían el

fracaso del tratado estaría en que sus detalles fueron conocidos por la prensa y

molestaron al Perú. A raíz de ello considera que, por primera vez, los medios (para

la época solo los diarios) pudieron tener una importante participación en las

relaciones diplomáticas entre un país y otro.

Es así como nuestro análisis abordará la participación de El Mercurio en la

negociaciones de 1895: se estudiará el discurso del medio, de los actores políticos

y del gobierno de la época.

2 Diplomático e Historiador Chileno autor de Chile y Bolivia: ¡Hasta Cuándo!. Editorial LOM. 2004

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La Guerra del Pacífico y los diarios

LA PARTICIPACIÓN DE LA PRENSA EN LAS NEGOCIACIONES

DIPLOMÁTICAS DE 1895 ENTRE CHILE Y BOLIVIA. EL CASO DE EL MERCURIO DE VALPARAÍSO

Problematización

“Desde 1884 en adelante, los gobiernos bolivianos no perdieron ninguna

oportunidad de recordar a las autoridades de Santiago que había un asunto

pendiente…” Óscar Pinochet de la Barra

Diplomático e Historiador

En 1895 se cumplía algo más de una década desde el alto al fuego entre

chilenos y bolivianos. El cese en las hostilidades no se traducía en buenas y

prosperas relaciones entre vecinos; por el contrario, ambas naciones sabían que

aún les quedaba un tema pendiente: un definitivo tratado de paz.

Después de la firma del Pacto de Treguas de 1884, que puso fin al conflicto

entre Chile y Bolivia derivado de la Guerra del Pacífico, no se retomaron nuevas e

importantes conversaciones entre ambos países. La razón de ello, es la incógnita

que significaba para Chile el resultado del plebiscito de 1894, el cual pondría fin a

los conflictos limítrofes entre esa nación y el Perú. Como es documentado en la

historiografía, ese referéndum nunca se llevó a cabo, agravando, por cierto, los

problemas chileno-bolivianos, debido a que sus mutuas relaciones diplomáticas

dependían en gran parte de aquel plebiscito.

Pese al tema pendiente con Perú, Chile decide iniciar una ofensiva

destinada a conseguir un arreglo definitivo con Bolivia. Los Plenipotenciarios de

ambas naciones emprendieron conversaciones con el fin de llegar a un acuerdo.

Es así como nace el Tratado de Transferencia Barros Borgoño-Gutiérrez de 1895

(llevaba los apellidos de los Ministros de Chile y Bolivia, respectivamente), el cual

proponía la siguiente solución:

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Chile: “Completaba la adquisición de la porción final del litoral boliviano, luego de

16 años de haber sido administrada por Chile, y pasaba a tener dominio absoluto y

perpetuo de Tocopilla y Cobija” (Pinochet de la Barra, 23).

Bolivia: Una vez solucionado el tema de Chile, “quedaba por resolver el problema

de Bolivia: el traspaso de Tacna y Arica” (Ibídem).

Sin embargo, Chile ofrecía un territorio del cual aún no se definía su

soberanía con el Perú, producto del fracasado referéndum entre ambas naciones.

Para pasar por alto este inconveniente, los Congresos de ambos países discutirían

de forma separada los correspondientes traspasos.

A Chile le urgía conseguir una pronta solución con el país altiplánico. Las

razones de tal apremio son explicadas por Óscar Pinochet de la Barra quien

señala que “un motivo habría sido la necesidad de resguardar la seguridad en el

norte, mientras los problemas limítrofes con Argentina amenazaban el sur”

(Ibídem, 21). Pinochet de la Barra explica además que las relaciones entre Chile y

Perú estaban muy débiles producto del fracasado plebiscito y, por consiguiente, le

convenía comenzar una buena amistad con el otro vecino del norte.

Si ampliamos el espectro de mirada al año 1895, los intentos de

pacificación que comienza a desarrollar el gobierno de Chile responden a la

ideología que imperaba en la política de fines del siglo XIX. Una política liberal

más preocupada por el progreso de la nación que de provocar nuevos conflictos.

Jorge Montt, Presidente entre 1891 y 1896, inaugura el período conocido como

Parlamentarista, en donde el Congreso adquiere más relevancia en la toma de

decisiones.

Una muestra del nuevo rol que adquiere el Parlamento es el hecho que

cada Ministro que nombró Montt tuvo que ser aprobado por el Congreso.

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En términos generales, se aprecia un sistema político basado en los

consensos. Es decir, las decisiones más relevantes para el país surgían de los

pactos alcanzados entre el Poder Ejecutivo y el Legislativo.

Prensa y lectores de fines del Siglo XIX

Los diarios de la época, como era de esperar, tampoco quedaron fuera de

los aires liberales que se respiraban a fines del siglo XIX. “El nuevo marco

legislativo permitió a la prensa configurarse como un periodismo liberal moderno,

con pretensiones más informativas” (Ossandón y Santa Cruz, 2001, 23). En

términos actuales, comienza a caracterizarse un ideal más mercantil que

ideológico. Sin embargo, aún cuando comienza a sumergirse en el “marco de los

cambios introducidos en la sociedad chilena por la modernización liberal-

oligárquica, se tiene la sensación que existía un agotamiento de la prensa”

(Ibídem, 27). De ahí que surjan nuevos intereses en los lectores-compradores: “El

deporte para sus cultores. Las leyes y los reglamentos para la burguesía

emergente. El cable extranjero para las colonias foráneas. El folletín, la moda, lo

domestico, la vida social y el cine para las mujeres. El arte y la cultura para los

intelectuales. La publicidad para el comercio…” (Ibídem).

Bajo este escenario político, con pretensiones liberales y modernas, El

Mercurio responde a las necesidades informativas de una elite letrada, la cual

jugaba un significativo rol en el sistema gubernamental de la época. El diario era

utilizado como una tribuna para aunar criterios dentro de un sistema que

funcionaba, como lo mencionamos anteriormente, a través de los acuerdos

políticos entre el Presidente y el Parlamento. Por tal razón se escogió El Mercurio:

por su público lector y no por ser el diario más masivo. No estaba preocupado de

los nuevos intereses que surgían en los lectores-compradores. Estaba centrado en

los intereses de los políticos de la época. Quien sí estaba preocupado en los

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nuevos gustos de una emergente clase de lectores era el diario El Ferrocarril, el

cual tenía un tiraje de 15.000 ejemplares diarios3.

El Mercurio no fue una tribuna sólo durante el gobierno de Jorge Montt. Su

historia y existencia se explican por una dependencia entre un gobierno y un

propietario determinado; y si bien no se guardan los datos de venta que tenía El

Mercurio en 1895, hay ciertos eventos que entregan luces de cómo circulaba el

diario.

.- En 1842, cuando su dueño era Recaredo Santos Tornero, El Mercurio tenía un

tiraje de 380 ejemplares, de los cuales 300 eran adquiridos por el Estado quien los

repartía en todas sus oficinas administrativas a lo largo del país; el resto era

distribuido entre Santiago y Valparaíso.

.- En el año 1871 El Mercurio apoyó decididamente la candidatura de Federico

Errázuriz desde el editorial del diario. Pero, “cuando la administración (de

Errázuriz) cambió de rumbo y hasta que terminó, Blanco Cuartín (redactor de

aquél entonces) la combatió sin descanso y a veces con acritud” (Silva, 157). La

causa del giro fueron las reformas políticas y religiosas impulsadas al término del

gobierno de Errázuriz. La orientación liberal por supuesto que no resultó ser

agradable para el conservador periódico de aquél año, por lo que no causó mayor

extrañeza la decisión de su dueño, Rafael Larraín Moxó, de no apoyar la

candidatura de Aníbal Pinto, considerada por el diario, como una hechura del

Presidente Errázuriz. “La oposición fue tanto mayor, cuanto que El Mercurio, si en

alguna ocasión ha sido netamente conservador, lo fue en esos momentos, por ser

su propietario un hombre que desde antiguo militaba en las filas del partido

conservador” (Ibídem).

Como se desprende, El Mercurio fue un activo participante en la política del

país. No obstante, a fines del siglo XIX, sus capacidades de influencia

demostradas en épocas anteriores se vieron disminuidas producto del giro 3 Ossandón C. y Santa Cruz E. “Entre las alas y el plomo”, 2001, p. 70

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ideológico que experimentó la política, y sumado a una mala administración

financiera, terminaron por hundir al periódico en una grave crisis. Su dueño,

Larraín Moxó, no tuvo otra alternativa que vender el diario.

Sin importarle por el momento que atravesaba, Agustín Edwards Ross

adquiere El Mercurio en 1879 al quedar en inmejorable posición económica y

financiera tras la muerte de su padre, Agustín R. Edwards, quien era dueño del

edificio en donde se imprimía el periódico.

Agustín Edwards Ross, propietario ahora de El Mercurio y del edificio en

donde se imprimía, planeó la única forma de sacar adelante al diario: sumarse al

vuelco ideológico que experimentó la política de la época. Raúl Silva Castro

explica este cambio de la siguiente manera.

“Dueño de la imprenta el señor Edwards y disponiendo de capitales más que suficientes para una grande y segura explotación (…), le dio un gran impulso en todo sentido y aseguró completamente sus resultados mercantiles y el credo (línea editorial) y la existencia misma de El Mercurio” (Ibídem, 165).

Edwards Ross volvió la mirada al público objetivo que había tenido el diario

por años: la política imperante, su comprador. Para salir de la delicada situación

financiera en la cual se ahogaba el diario, instauró una estrategia de orientación

progresista. Sobre todo, fijó un rumbo claro: el apoyo a los candidatos que

adscribiesen a tal ideología. Y en este ámbito Raúl Silva Castro comenta lo

siguiente:

“Con este cambio de empresa termina en la extensa vida de El Mercurio una etapa, que podríamos llamar preliminar, y comienza una nueva, la cual será ventajosa, para la claridad de la lectura…” (Ibídem).

En síntesis, y según los antecedentes presentados, es posible apreciar un

escenario político que funcionaba a través de acuerdos, en donde El Mercurio,

ocupó el rol de tribuna para aunar criterios e intereses de su público lector: la elite

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dominante, los políticos gobernantes. Clase social, que según lo revisado,

funcionó mediante acuerdos estratégicos propios del período y ambiente político

que se vivía en el Chile de fines del siglo XIX.

La prensa y el (frustrado) Tratado Según lo mencionado anteriormente, la prensa de fines del siglo XIX inicia

un despertar en la forma de entregar sus contenidos: se preocupa más de lo

mercantil que de lo ideológico. O sea, está preocupada por vender. Y para ello,

comienza a interesarse por los gustos e inquietudes de una clase emergente de

lectores. Ya no se centra sólo en las inquietudes de la clase gobernante: la

política. Se preocupa también por las inquietudes de los diversos grupos sociales

que demandan información.

El Mercurio, diario tradicionalmente político, sigue fiel a su público y no se

preocupa en gran medida de las nuevas demandas que comienzan a realizar los

grupos sociales alejados del ambiente administrativo. Más bien define su público

objetivo al igual que los diarios emergentes, escritos para un lector con gustos y

necesidades determinadas.

Es por dicha razón que se escogió El Mercurio, periódico que dentro del

despertar de los intereses y lectores, se mantuvo firme a las inquietudes de sus

compradores.

Hay que subrayar que este ambiente de despertar no era propio solo de

Chile. En general, nuestro hemisferio comienza a experimentar nuevas

inquietudes en los lectores-compradores.

El gobierno de Jorge Montt, en tanto, sintió este nuevo ambiente, y por tal

razón intentó mantener el Tratado de Transferencia en el más absoluto

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secretismo. Los motivos sobraban, y basta ver el resultado de las negociaciones

para entender sus celos:

“El tratado de Transferencia de Territorio era reservado, pero con tanto alboroto, sus términos fueron conocidos por la prensa y molestaron al Perú, que lo consideró hiriente agravio y paralizó el estudio del protocolo plebiscitario” (Pinochet de la Barra, 24).

El párrafo anterior sintetiza de espléndida manera el ambiente que se vivía

en 1895, explicando el por qué de tanto secretismo:

Chile no quería que Perú y/o Argentina se enteraran de los detalles, pues la

estabilidad internacional de Chile se vería amenazada.

Chile intentó mantener alejada a la prensa, sobre todo a la internacional, de

los pormenores del acuerdo.

Sin embargo, los diarios -en su mayoría trasandinos- comenzaron a sospechar

sobre un posible Tratado entre Chile y Bolivia. La información se filtra y Perú se

entera, lo que por supuesto, tensionó las conversaciones entre chilenos y

bolivianos.

Pese al fracaso de la estrategia inicial y a la filtración de información a la

prensa, la administración chilena siguió adelante y trató de mantener en secreto

los detalles, el tenor y características puntuales. Para ello recurrió a su viejo

compañero de batallas: el diario El Mercurio. Desde sus hojas se intentó combatir

las críticas que provenían de la prensa internacional, la que auguraba un posible

acuerdo entre Chile y Bolivia.

Es el agitado 1895, año en el cual Chile y Bolivia intentaron conseguir un

definitivo Tratado de paz.

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Desde los antecedentes presentados a continuación surge la siguiente

pregunta de investigación: ¿Qué relación existió entre el discurso del gobierno y

el discurso de El Mercurio durante las negociaciones diplomáticas de 1895 entre

Chile y Bolivia?

Objetivo General: Caracterizar la relación discursiva que existió entre el gobierno

de Jorge Montt y el periódico El Mercurio durante las negociaciones diplomáticas

de 1895 entre Chile y Bolivia. Objetivos Específicos: .- Analizar el posicionamiento ideológico que adoptó El Mercurio, expresado

en su editorial, durante las negociaciones diplomáticas de 1895 entre Chile y

Bolivia.

.- Analizar la estrategia periodística de El Mercurio, expresada, por ejemplo,

en las noticias que publicó.

.- Analizar el discurso del gobierno de Jorge Montt durante las negociaciones

diplomáticas de 1895 entre Chile y Bolivia.

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CONSIDERACIONES TEÓRICAS

Conceptos

En la presente investigación se entenderá la noción de “DISCURSO” como

“un concepto de habla que se encontrará institucionalmente consolidado en la

medida en que determine y consolide la acción”.4 Desde esta perspectiva se

considera al discurso “como el fluir del conocimiento a lo largo de la historia”5, en

tanto tales discursos “pueden comprenderse como realidades materiales sui

generis”6. Los discursos son importantes para contribuir a determinados fines.

“Desde ellos es posible decir y hacer y cuando se exponen a los medios de

comunicación se presentan como verdades racionales, sensatas y fuera de toda

duda”7.

Siguiendo la línea anterior, por POSICIONAMIENTO IDEOLÓGICO EN EL DISCURSO, comprendemos que “el significado de una palabra no es gramatical

sino contextual, su propuesta de dialogicidad nos recuerda que estos significados

se constituyen relacionalmente, cargados de pasiones y de contenidos

ideológicos”8. Desde esta perspectiva se entenderá el posicionamiento ideológico

que adoptó El Mercurio como la postura política que siguió el medio frente a las

negociaciones de 1895 entre Chile y Bolivia.

La postura político-ideológica que pudo haber adoptado El Mercurio la

buscaremos en su EDITORIAL porque es un artículo de opinión que no va firmado

por ninguna persona pero que recoge la opinión institucional y colectiva del

periódico o revista. Ese carácter institucional otorga a este tipo de artículos una

gran trascendencia pública. Los lectores pueden conocer la opinión abierta y

4 Link, 1983, p. 60. Op. cit por Jäger, Siegfried en “Métodos de análisis crítico del discurso”, Edit. Gedisa, 2003, p. 62. 5 Ibídem. 6 Jäger, Siegfried “Métodos de análisis crítico del discurso”, Edit. Gedisa, 2003, p. 62. 7 Ibídem. 8 Rivero, Isabel. Intertextualidad, polifonía y localización en investigaciones cualitativas

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directa del medio sobre distintos temas de actualidad, así como sus

planteamientos ideológicos implícitos.

Una ESTRATEGIA PERIODÍSTICA es un conjunto de objetivos y

definiciones políticas, periodísticas y empresariales que, combinadas entre sí, le

dan un perfil al medio. Se trata de acciones prácticas que ubican a un diario o

revista dentro de un contexto sociocultural determinado, le dan una identidad y

una función en el escenario de las comunicaciones y una situación dentro del

mercado de la información9.

Discurso y Sociedad: consideraciones teóricas

A partir de la teoría del discurso planteada por Siegfried Jäger, discutiremos

su interacción y participación dentro de la sociedad, para luego llevarlo al plano de

las representaciones sociales, ya que nos interesa descifrar o conocer por qué

Chile se acercó a Bolivia, cuál era la ideología que había detrás de los actores, y

por lo tanto, su representación sobre lo que estaba pasando. Porque las

representaciones sociales dotan de sentido a la vida cotidiana de las personas,

representan la forma de conocer la realidad social y de saber cómo actuar en ella;

y por supuesto: queremos saber cómo actuó la administración de Jorge Montt en

las negociaciones de 1895. ¿Fue preponderante su ideología? ¿Qué se esperaba

conseguir con esto, mejorar la estabilidad de Chile, conveniencias económicas,

militares? ¿Cómo veía El Mercurio y el gobierno de la época lo que estaba

ocurriendo? Son preguntas que surgen y trataremos de responder utilizando estas

dos teorías

Para ahondarnos en la teoría de las representaciones sociales, nos pareció

interesante la definición que da Sandra Araya en su texto “Las Representaciones

Sociales…” al señalar que son importantes porque “posibilita entender las

9 Vilches, L 1989. op. cit. por Ossandón C. y Santa Cruz E. Entre las alas y el plomo” Ed. Lom, 2001, p44

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interacciones sociales y aclarar los determinantes de las prácticas sociales, pues

la representación, el discurso y la práctica se generan mutuamente” (Araya, 12).

La realidad en los discursos no queda simplemente reflejada. Esto significa

que los discursos determinan cierta parte de la realidad, o en palabras de Sandra

Araya (12) “a través del discurso podemos estudiar las representaciones sociales

porque permite entender las interacciones y aclarar determinadas prácticas que se

generar al interior de la sociedad”.

Por consiguiente, el análisis del discurso no trata (únicamente) de las

interpretaciones de algo que ya existe; y por ello, no se ocupa (únicamente) de un

análisis destinado a la asignación post festum de un significado, sino del análisis

de la producción de realidades que el discurso efectúa al ser trasmitido (Jäger,

67).

Al combinar ambas teorías seremos capaces de caracterizar, si existieron o

no, relaciones discursivas entre el gobierno de Jorge Montt y el diario El Mercurio,

pues, para Araya “las representaciones sociales emergen teniendo como

denominador el hecho de surgir en momento de crisis y conflicto” (Araya, 38).

Conflicto que para nuestro caso serán las negociaciones diplomáticas de 1895, y

de las cuales, podremos aprehender las representaciones sociales, discursivas,

ideológicas (a través de la polifonía y la intertextualidad) que mediaron entre el

discurso oficial y El Mercurio.

Editorial e ideología: (breve) discusión teórica

Había que llegar a un acuerdo, o, tomar una decisión: ¿Qué sección de El

Mercurio se analizará? Para dar una respuesta inicial fueron importantísimos los

datos aportados por C. Ossandón y E. Santa Cruz en su texto “Entre las alas y el

plomo”. En él se señala que a principios de 1890 se comienza a dar una nueva

práctica al interior de los diarios: “Esta es la reproducción total o parcial de

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editoriales de otros diarios, entre los cuales se privilegia El Mercurio de

Valparaíso, El Independiente, La Época” (Ossandón y Santa Cruz, 2001, 74), entre

otros. Además, podemos afirmar, que El Mercurio no sólo recogía editoriales de

diarios de circulación nacional, sino también, recogía un número importante de

editoriales extranjeras que llegaban con una o dos semanas de desfase.

Así, se configura al editorial como un espacio de opinión y debate entre las

distintas posturas ideológicas que tenía los medios. Un espacio para confrontar

ideas no solo entre connacionales, también cuestiones internacionales.

Por otro lado, y siguiendo la línea del análisis del discurso, Teun van Dijk

plantea en su texto Opiniones e ideología en la prensa (1996) que “en general se

espera que los artículos editoriales y de opinión publicados por la prensa expresen

opiniones” (Van Dijk, 9). Hay que considerar, sin embargo, que estas opiniones

variaran “según la clase y la posición del periódico” (Ibídem).

Más aún, van Dijk sostiene que los editoriales o columnas de opinión “no

son personales, sino sociales, institucionales o políticas” (Ibídem). Para el autor,

esto requiere una explicación en términos sociales, pero también en términos de

interacción discursiva, que es hacia donde apunta nuestro trabajo. “Asumiremos

por tanto que la principal función social de las ideologías es la coordinación de las

prácticas sociales de los miembros de grupos con vistas a la realización efectiva

de los objetivos y la protección de los intereses de un grupo social” (Ibídem, 13).

Prácticas sociales de un grupo: la elite-oligárquica que administraba el país

en 1895.

Realización de objetivos: formalizar un tratado de paz entre Chile y Bolivia.

Protección de los intereses: es parte de lo que investigaremos.

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“Así, en general la lectura de editoriales no sólo implica la formación de

opiniones sobre lo que se dice, sino también sobre el autor o el periódico” (Ibídem,

14) y su discurso.

DISEÑO METODOLÓGICO

Método de aproximación:

Nuestra investigación se realiza a partir de antecedentes históricos

aportados por el académico y diplomático Óscar Pinochet de la Barra, Raúl Silva

Castro, Luis Barros Borgoño (ministro de Relaciones Exteriores de Chile en 1895),

Eduardo Santa Cruz y Carlos Ossandón, quienes señalan, describen y revelan las

dependencias que pudieron existir entre periódicos y política en el Chile de fines

de siglo XIX.

Para nuestro caso en particular, Raúl Silva Castro señala en su texto,

“Prensa y Periodismo en Chile”, que El Mercurio, de alguna u otra forma, en una u

otra vereda, se relacionó con los gobiernos y la administración pública durante

gran parte de la segunda mitad del siglo diecinueve. Por lo que nuestra

aproximación se realiza a partir de esta afirmación, basándonos y sosteniéndonos

principalmente, en los datos aportados por los distintos autores mencionados.

Debido a que nuestro objeto de estudio son las relaciones que pudieron

existir entre el discurso del gobierno y el discurso de El Mercurio durante las

negociaciones diplomáticas de 1895 entre Chile y Bolivia, es necesario utilizar una

aproximación que permita un estudio apropiado del discurso y su interacción con

otras prácticas sociales y discursivas. Así, el análisis aplicado del discurso de Britt-

Louise Gunnarsson10 nos permitirá dar el primer paso, en cuanto señala que “lo

que caracteriza al análisis aplicado del discurso (AAD) es la preocupación por

10 Texto compilado por Teun van Dijk en “El Discurso Como Interacción Social” Edit. Gedisa, 2001, p. 405-441

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diversas áreas de la vida real en las que el discurso es esencial para la interacción

entre individuos”11. En otras palabras, nos permite comprender o resolver

problemas relacionados con la acción práctica en contextos de la vida real. “Su

objeto de estudio no es el lenguaje per se, sino la utilización del lenguaje en

contextos auténticos”12, que será, para nuestro caso, una supuesta13 estrategia

periodísticas (en los términos que la define E. Santa Cruz14) que pudo originarse

entre El Mercurio y el gobierno de Jorge Montt frente a las negociaciones

diplomáticas de 1895 con Bolivia

Por otro lado, pero siguiendo la premisa anterior, el lenguaje nos permite

reconocer una dimensión subjetiva y personal del sujeto. Por otro, nos muestra

una dimensión más colectiva y general. O sea, tanto la psicología como la

sociología nos aportarán categorías de análisis en nuestra investigación. Porque

nos interesa saber por qué se escribió tal o cual cosa, pero además, nos interesa

conocer qué y quién escribió tal o cual cuestión. Desde esta perspectiva, es

pertinente para nuestra aproximación lo que sostiene Dominique Maingueneau

(2005) al decir que “en el marco del ‘interaccionimo sociodiscursivo’ la acción del

leguaje constituye la unidad fundamental de análisis” (Maingueneau, 407).

En cuanto al tipo de texto periodístico en cual enfocaremos nuestra

atención dentro de El Mercurio, van Dijk señala que “en general se espera de los

artículos editoriales y de opinión publicados por la prensa expresen opiniones (…)

éstas no son personales, sino sociales, institucionales o políticas. Son

representaciones socialmente compartidas y su adquisición y empleo responde

dentro de contextos sociales” (Van Dijk, 9). Este enfoque nos permite discriminar

en favor de los editoriales que publicó El Mercurio, y que por supuesto, deben 11 Gunnarsson, Britt-Louise “El Discurso Como Interacción Social” Edit. Gedisa, 2001, p. 405 12 Ibídem. p406 13 Decimos “supuesta” porque aún no se ha definido del todo. Sólo contamos con aproximaciones que hacen referencia a la existencia de un discurso similar entre el gobierno y El Mercurio, pero todavía es muy apresurado afirmar la formulación de una estrategia comunicación entre ambas partes. 14 Estrategia periodística: es un conjunto de objetivos y definiciones políticas, periodísticas y empresariales que, combinadas entre sí, le dan un perfil propio al medio”. Vilches, L 1989. op. cit. por Ossandón C. y Santa Cruz E. Entre las alas y el plomo” Ed. Lom, 2001, p44

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hacer referencia a nuestro objeto de estudio. Pues así, podremos entender si

existieron o no relaciones a nivel discursivo-ideológico entre el diario y el gobierno

de la época. Pero no podemos dejar de lado el resto del contenido informativo del

diario, ya que la línea editorial también fija la producción periodística final.

Corpus:

Dado el carácter cualitativo-descriptivo de nuestra investigación, ya que

intentaremos caracterizar de la forma más precisa posible la relación entre El

Mercurio y el gobierno de Jorge Montt, se utilizará una muestra acotada, dirigida y

no aleatoria. Luego se escogerán los editoriales -sin perjuicio de otros artículos

periodísticos- de El Mercurio que hagan referencia a la posición que adoptó el

medio frente a las negociaciones diplomáticas con Bolivia. Producto que el fuerte

de las conversaciones se llevaron a cabo desde mayo a diciembre de 1895, será

éste el período cronológico que se observará.

Para conocer el discurso oficial del gobierno de Jorge Montt y luego re-leer

posibles relaciones con nuestra muestra dirigida y acotada de El Mercurio, se

cuenta con los siguientes textos:

Pinochet de la Barra, Óscar “Chile y Bolivia: ¡Hasta Cuándo!” editorial LOM,

2004. En el libro se repasan todas las negociaciones diplomáticas y

limítrofes existentes entre Chile y Bolivia desde 1884 hasta los actuales

gobiernos de la Concertación. Además, el historiador proporciona

antecedentes sobre el comportamiento de las distintas autoridades frente a

las conversaciones, proporcionándonos datos claves sobre el discurso

oficial.

Barros Borgoño, Luis “La negociación chileno-boliviana de 1895 “. El texto

resulta de suma importancia, pues, su autor fue Ministro de Relaciones

Exteriores de Chile durante las negociaciones de 1895. Asimismo, es citado

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reiteradamente por O. Pinochet de la Barra. Proporciona de primera fuente,

según las citas obtenidas, el discurso del gobierno, los detalles, anécdotas

y comentarios que giraron en torno a las conversaciones.

La selección discriminatoria de textos y discursos será útil en cuanto

podemos acceder a documentos que apunten a los propósitos de nuestra

investigación, evitando así, distracciones innecesarias.

Métodos de recolección y análisis:

Siegfried Jäger15 propone un método para un análisis de discurso aplicado

simple, el cual nos permitirá analizar el/los discursos y su interacción.

Método de recolección

1.- Se hará una breve caracterización del plano discursivo: la prensa escrita y el

discurso oficial.

2.- Se archivará el material base: editoriales de El Mercurio y el discurso oficial del

gobierno de Jorge Montt.

3.- Se analizará su estructura: se valorará el material procesado en relación al hilo

discursivo que ha de analizarse.

4.- Se procederá al análisis fino, por ejemplo, de uno o varios artículos o

fragmentos discursivos que sean lo más característico de uno u otro sector.

Además, se analizará la postura discursiva del periódico frente al tema superior.

5.- Luego de esto, se realizará un análisis global del sector estudiado: el periódico,

en cuanto a la totalidad de resultados fundamentales que se hayan averiguado; el

discurso oficial, ídem.

15 Jäger, Siegfried “El Discurso Como Interacción Social” Edit. Gedisa, 2001, p. 89-100

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Procesamiento del material

1.- Determinar la postura discursiva del periódico en relación con nuestro tema

2.- Marco Institucional: contexto en el cual los editoriales fueron escritos.

3.- Justificar la selección del (de los) editorial(es) en relación a nuestro tema

4.- Determinar al autor y su significación tanto para el diario como para el gobierno

de Jorge Montt, si es que lo hay.

5.- Motivo del editorial

6.- Analizar la estructura del editorial en cuanto a unidad de sentido

7.- Analizar tema(s) que aborda el editorial o fragmentos discursivos de éste.

8.- Analizar tipo y forma de argumentación en ambos discursos y las estrategias

argumentativas.

9.- Uso de simbolismos, metáforas, etcétera en ambos discursos.

10.- Vocabulario, palabras claves.

11.- Actores.

Análisis16 del material

Tras el tratamiento del material procesado, tras la justificación de los

vínculos entre los distintos planos (El Mercurio, discurso del gobierno de J. Montt)

en los que se ha procesado el material, tras la adición de los enfoques

interpretativos, el rechazo de los enfoques interpretativos de justificación

excesivamente débil, se obtendrá un conjunto completo de material procesado con

el menor número posibles de lagunas. “Con esto, hemos echado los cimientos

para proceder a un análisis global del hilo discursivo en cuestión”17.

En nuestra investigación se trabajará con dos elementos textuales, por lo

que se agregará un análisis comparativo, ya que nuestro esfuerzo se centra en

16 Ibídem p. 93 17 Ibídem

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hallar relaciones entre uno y otro discurso relativas a un plano discursivo mayor:

las negociaciones diplomáticas de 1895 entre Chile y Bolivia.

Por lo anterior, además consideraremos dos categorías conceptuales que

nos permitirán entender y analizar el resultado obtenido:

Intertextualidad: R. Barthes plantea que todo texto es un intertexto, otros

textos son presentados en él, en niveles variables, bajo formas más o

menos reconocibles. Por tanto, la intertextualidad supone la presencia de

un texto dentro de otro18.

Así, la intertextualidad la usaremos de instrumento para “leer” los editoriales

de El Mercurio, quedando visible los conflictos mediante los cuales la subjetividad,

la construcción del discurso, se configura en relación (o no) con el discurso oficial.

Polifonía: esta categoría de análisis está asociada a la idea de que, a través

del enunciado, pueden vincularse otros puntos de vista además del

emisor19.

Esta categoría nos permitirá “leer” puntos de vista referentes al tema de

nuestro estudio, complementándose con el concepto de intertextualidad, ya que si

bien éste nos permitirá “leer” textos dentro de otro texto, la polifonía nos permitirá

captar conceptos, ideologías, juicio, etc., que no aparezcan literalmente en los

textos, pero que sí lo hagan mediante el punto de vista que se le da a tal o cual

tema.

18 Diccionario de análisis del discurso. Ed Amorrortu, 2005, p. 337 19 Ibídem p. 448

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Consideraciones y dispositivos

Siguiendo con Siegfried Jäger20, plantea que “los discursos no son

fenómenos que tengan una existencia independiente”. Constituyen elementos y

son el requisito para la existencia de los llamados dispositivos. Por ejemplo, “un

dispositivo es el contexto, en constante evolución, de elementos de conocimiento

contenidos en el habla y el pensamiento”, en la acción y en la materialización.

Dispositivos:

a) Las prácticas discursivas que vehiculan el conocimiento primario.

b) Las acciones, entendidas como prácticas no discursivas, son elementos

que vehiculan el conocimiento.

c) Las manifestaciones y materializaciones que representan las prácticas

discursivas realizadas a través de prácticas no discursivas, razón por la

cual las manifestaciones sobreviven es únicamente gracias a las prácticas

discursivas y no discursivas.

Los dispositivos -el discurso, la acción y las manifestaciones y

materializaciones- “son susceptibles de experimentar cambios históricos, por lo

que se debe considerar que éstos rotan unos con otros y se hallan recíprocamente

imbricados”.

Por lo tanto, el análisis de los dispositivos, dentro de un contexto evolutivo

de conocimiento, debe considerar -al menos- lo siguiente:

La reconstrucción del conocimiento en las prácticas discursivas:

Quién manifestaba el discurso, por qué, dónde, qué ocultó, la importancia

del emisor(es), etcétera.

20 Jäger, Siegfried “El Discurso Como Interacción Social” Edit. Gedisa, 2001, p. 93-96. Las citas que se presentarán a continuación fueron sacadas de las páginas 93-94-95.

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La reconstrucción de las prácticas no discursivas:

Movimientos políticos y de cargos al interior del gobierno de J. Montt, al

interior del diario, etcétera.

En síntesis, se trata de reconstruir el conocimiento, en un sentido muy

amplio de la palabra, que se plasma en textos, la forma en que se presenta, la

forma en que dicho conocimiento sale a la luz o se disfraza, la forma de su

revestimiento argumentativo, etcétera.

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Primera parte

“La Buena Nueva”

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Capítulo 1. Vamos a comunicar a nuestros

lectores una noticia…

Desde sus inicios, El Mercurio de Valparaíso “se aparta de los usos

habituales que hasta entonces habían sido habituales en la prensa chilena” (Silva

Castro, 130). El alejamiento del corte doctrinario y el surgimiento de una estrategia

periodística centrada en la noticia y en la objetividad, reflejan en el diario los

nuevos aires modernos, liberales y empresariales que embriagan a la prensa del

siglo XIX. Ahora, cuando se piense en prensa, surgirá la idea de un “mediador

entre los individuos y la sociedad” (Ossandón y Santa Cruz, 2005, 128), y será el

propio periodista quien asuma dicha función, relegando al olvido el uso de diarios

con fines solo ideológicos o iluministas tan habituales como esporádicos durante la

primera mitad de la independiente vida criolla.

Bajo esta visión del periodismo como mediación social, el periodista será el

(supuesto) encargado de entregar la visión de la totalidad del acontecer -tanto de

Chile como del mundo- y con ello activar las relaciones y prácticas sociales, de

construir opinión y ser su portavoz y, “en un sentido tal vez más trascendente,

configurar con ello un sentido común cristalizado” (Ibídem, 129).

Este giro se enmarca dentro de los cambios culturales que desarrolla la

sociedad chilena, con todas sus particularidades y complejidades, al asumir un

rasgo común a los procesos de modernización: la cultura desplaza su centro de la

esfera privada hacía la esfera pública. En su base se encuentran los procesos de

crecimiento de la población, el desplazamiento hacía centros urbanos -y por

consiguiente la transformación de las ciudades- y el desarrollo del aparato

educacional. Al decir de Ossandón y Santa Cruz: “La cultura sale a las calles, a las

plazas y teatros, entremezclándose con la ciudad, la economía, el gobierno, los

movimientos sociales y políticos…” (Ossandón y Santa Cruz, 2001, 36).

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De esta manera, ambos autores recién citados concluyen que bajo este

nuevo escenario:

“Se hace posible que se constituya en nuestro país, embrionariamente al menos, un campo cultural, es decir, el desarrollo de un sistema de comunicación social institucionalizado, que hace uso de medios tecnológicos para producir bienes simbólicos para públicos diversificados y en proceso de masificación” (Ibídem).

Un sistema de comunicación que tendrá por base la noticia, en cuanto

existen como tales, de manera objetiva e independiente y que el periodista no hará

nada más que registrarlas. En otras palabras, dejará que hablen por sí mismas.

Son parte de los nuevos bríos que comienzan a apoderarse del quehacer

periodístico pasada la segunda mitad del siglo XIX, y de cuyos cánones no escapó

El Mercurio, logrando incluso blandir su estandarte. Ejemplo de lo que hasta ahora

hemos mencionado es la entrega informativa que realizó el diario el día viernes 10

de mayo de 1895, cuando da a conocer el acuerdo alcanzado entre Chile y Bolivia,

el cual pondría fin a la débil tregua de 1884.

Así comienza: “Vamos a comunicar a nuestros lectores una noticia de

importancia que no podrán menos que recibir con júbilo cuantas personas aman

sinceramente la paz americana…” (El Mercurio, noticia, mayo de 1895).

“Se nos asegura que la buena armonía de nuestro país con la vecina del norte ha quedado definitivamente sellada por un tratado de paz que se ha firmado últimamente por la presunta de ambos (…) Una de las cláusulas fundamentales del tratado, que se nos asegura ha sido firmado hace poco, establece la acción por parte de Chile al gobierno de Bolivia, de un puerto y una pequeña zona territorial inmediatamente al norte del territorio propio de Chile entre Tarapacá y Arica, cerca de Camarones. A consecuencia de la paz chilena-boliviana será la próxima celebración de un tratado comercial en el que estipula la liberación recíproca para la internación de mercaderías de Chile en Bolivia y Bolivia en Chile…” (Ibídem)

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Términos como “vamos a comunicar” y “se nos asegura” dejan entrever el

nuevo rol que se (auto)impone la prensa. Una función que obligará al periodista a

tomar cierta distancia frente a los hechos que postula como tales, a través del uso

eficiente de técnicas periodísticas propias de la modernización de la prensa en su

papel más bien mediador que doctrinario, y que tendrá como eje central la

objetividad “que no es otra cosa que contar los hechos tales como son” (Filippi,

editorial Revista Ercilla 2000 semanas).

Y es que en este desplazamiento de la cultura desde la esfera privada a la

pública, las lógicas de entendimiento hacía el diario también cambian. Ya no es un

mero instrumento o canal de otras lógicas (sea éstas en valoraciones netas: solo

ideológicas o religiosas, o más conocida como “prensa de trinchera”), sino que

ahora es un actor que opera sobre el contexto desde una estrategia propia, y

desde esa perspectiva, interactúa con dinámicas que provienen de otros ámbitos o

prácticas sociales que surgen de los propios intereses del potencial público lector.

Es decir, durante este período “los diarios y revistas buscan su instalación en el

medio sociocultural y el mercado, presentando un cierto perfil y segmentando un

cierto público” (Ossandón y Santa Cruz, 2001, 46). En síntesis, en las salas de

redacción rondará una pregunta clave: ¿qué le interesa leer/conocer a mi lector?

Surge entonces, y a la par, un nuevo posicionamiento del periodista: es

ahora una especie de “testigo preferente de la historia” en términos de Santa Cruz

(2005, 127), y que “significaba en la práctica que la noticia debía ser escrita en

forma breve, precisa y escueta, sin adjetivos y opiniones” (Ibídem), asegurando la

neutralidad en su relato y a la vez su compromiso con la verdad y el servicio

público.

Tal es este auto-compromiso que asume el periodista, que el reporte

anteriormente señalado concluye de la siguiente manera:

“Entregamos la noticia sin comentarios a nuestros lectores, que no dejarán de aplaudirla, en cuanto ella implica la superación de un factor bélico en el

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concierto sudamericano en que los malos agoreros habían dado en imaginar” (El Mercurio, noticia, mayo de 1895).

“Entregamos la noticia sin comentarios”, o sea, objetivamente, pues es ella

quien está relatando por sí misma y no el periodista. Él sólo se limitó a ser un

testigo de la historia, un mediador, quien se puso en el lugar de su potencial

público -a nuestros lectores, que no dejaran de aplaudirla- y les informó sin más

sobre “una noticia de importancia que no podrán menos que recibir con júbilo

cuantas personas aman sinceramente la paz americana”, <o sea usted, mi querido

lector>, habría pensado el redactor del informe.

Estos nuevos elementos, junto a la incipiente publicidad que copará parte

importante del diario, “terminarán por arrinconar lo doctrinario al espacio reducido

del editorial, creyendo despolitizar así el resto del cuerpo del periódico”

(Ossandón, 31).

El Mercurio y la noticia

Si hoy en día nota cierta dificultad para encontrar un lugar que le permita

abrir y hojear/ojear El Mercurio de Santiago sin tener alguna dificultad por su

tamaño, imagine que la versión de 1895 era dos veces mayor, y si comparamos

éste con su actual versión porteña las cifras se estiran a cuatro. Su interior era

literalmente un mar de letras: su tipografía no superaba el tamaño ocho. Las

carillas estaban divididas en ocho columnas, destinando la página uno y tres a la

incipiente publicidad de fines de siglo. Y hasta ese entonces, nada de color, ni

mucho menos fotografías. En cuanto a su periodicidad, el diario publicaba entre

cuatro y seis páginas por día, exceptuando los domingos y festivos.

Si conjugamos los datos recién presentados, El Mercurio podría resultar un

diario complejo de leer en la actualidad. Aparte de utilizar una letra pequeña, a la

ausencia total de color y fotografías y a su amplio tamaño, cabe destacar que su

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contenido era ligado tema tras tema. Por ejemplo, si había una abundante batería

de noticias nacionales, éstas eran puestas una después de otra en la sección

denominada Interior; perjudicando al cuerpo Exterior, el cual venía a reglón

seguido, pero con menos espacio para publicar. Así también podía producirse el

efecto contrario. Es decir, los contenidos no estaban separados por espacios tipos,

como la prensa contemporánea, sino que uno u otro quedaba a merced del tema

anterior o posterior.

En síntesis, el lector se encontraba con un pantanoso charco de tinta negra

al momento de abrir El Mercurio. Pero no olvidemos quiénes eran los que

adquirían el diario: los políticos de la época, los funcionarios públicos, los

miembros de la elite con tiempo y muebles suficientemente amplios para leerlo.

El Mercurio y el editorial El editorial era muy parecido a lo que hoy conocemos como columna de

opinión o editorial en la prensa actual. En ese espacio, el diario se jugaba su

opción política por un tema, fijando el rumbo general del lineamiento ideológico de

su contenido.

Tal como señala Teun van Dijk (1996, 9), los artículos editoriales o de

opinión expresan, precisamente, opiniones. Sin embargo, éstas no son personales

sino sociales, políticas o institucionales. En la práctica, dichos textos operan como

tribuna discursiva del medio: sólo ahí se esperaría que el diario comente bajo un

punto de vista-ideológico algún asunto de su interés.

La separación entre hechos y comentarios también es una práctica propia

del proceso de modernización que emprende la prensa criolla de fines de siglo en

su nuevo rol como mediador entre los individuos y la sociedad: “La prensa liberal

moderna logró una articulación clave entre el autodesignado rol de vocero

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(noticias) y orientador de la opinión pública (editorial)” (Ossandón y Santa Cruz,

2005, 128). Sin embargo, ambos autores citados van más allá. Plantean que las

estrategias comunicacionales, en el sentido amplio, operan de una manera más

trascendental en, sobre y desde procesos socioculturales más profundos, tales

como la formación de identidades e intercambios y producción simbólica. Pero a

su vez, recalcan que la transmisión de información propia de toda estrategia es

tanto transmisión de conocimientos como -y sobre todo- de formas de conocer e

interpretar (Ibídem, 46).

De ahí que sea imprescindible detenerse y explicar brevemente qué función

cumple el editorial, y en especial, cómo era el de El Mercurio.

Trataba temas única y exclusivamente político-económicos. Su extensión

era impensada para la prensa de hoy. Con facilidad sobrepasaban los cinco mil

caracteres, algo más de dos páginas tamaño carta en letra número12. En la

actualidad, se escribe en promedio dos mil caracteres; incluso algunos medios de

circulación nacional echaron al olvido el editorial21. ¿Y quién se dedicaba a escribir

tal extensísimo cuerpo? Mención aparte merecerá el redactor de El Mercurio,

Hermógenes Pérez de Arce, de quien nos detendremos con mayor atención en los

próximos capítulos22.

21 Las Últimas Noticias y La Cuarta no publican editorial. 2008. 22 Antes de continuar: Consideramos pertinente comenzar el presente trabajo con la construcción de una atmósfera relativa a la prensa de fines del siglo XIX. Con los datos aportados, el lector podrá ver a la prensa desde una perspectiva retroactiva. Así, esperamos, facilitar el entendimiento del análisis que se presentará a continuación dentro de un período de estallido de formas que vive el Chile en los albores de la modernidad.

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Capítulo 2. Un texto sin lectores puede ser literatura,

pero nunca periodismo23

Llamamos “La Buena Nueva” a la primera aproximación entre el Tratado de

Transferencia de 1895 y la estrategia comunicacional que sostuvo El Mercurio. La

noticia publicada el 10 de mayo es el punto inicial del período, el cual se

caracteriza por la constante entrega informativa y el número importante de

editoriales que se dedicaron al tema. Podemos adelantar, que hasta ese entonces,

nada hacía sospechar del malogrado fin de las conversaciones.

El año 1895 se perfiló como el momento preciso para iniciar el

acercamiento. En 1892 fue electo Presidente de Bolivia Mariano Baptista, quien en

1882 negoció con Eusebio Lillo el canje del litoral por Tacna y Arica.

Aprovechando su lazos con Chile, envió a Santiago a uno de sus mejores

plenipotenciarios, Heriberto Gutiérrez. Con el aval de ser ministro del señor

Baptista:

“Tuvo el éxito que no consiguieron sus antecesores, y es así que, a principios de 1895, contando con el interés y la comprensión del ministro de Relaciones Exteriores Luis Barros Borgoño, inició negociaciones para solucionar los problemas existentes entre ambos países y estrechar una amistad gravemente dañada por la guerra de 1879” (Pinochet de la Barra, 24).

Tras intensas y largas conversaciones se fijó el día 18 de mayo de 1895

para presentar los primeros borradores del acuerdo. Veamos, entonces, qué opinó

El Mercurio, desde que da a conocer la noticia hasta la fecha estipulada para que

ambos países presentaran sus propuestas.

23 J.M Casasus y L. Núñez 1991, op. cit. por Ossandón C. y Santa Cruz E. “El estallido de las formas”, 2005, p. 129

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El periódico consideró de suma importancia la crónica, y que sus lectores

desearían saber cuanto antes el punto de vista del medio. No olvidemos que El

Mercurio considera a su público como “sinceros amantes de la paz americana”. El

primer editorial se publica el lunes 13 de mayo bajo el título “Nuestros Negocios

Internacionales” (El Mercurio, editorial, 1895).

Esto es parte de su contenido:

“Desgraciadamente los acontecimientos no han sido favorables para una pronta solución (…) Para llegar a una solución final han menester desenvolverse reposadamente, en manos de gobiernos perfectamente estables y sin hallarse conmovidos por las amenazas o temores de agitaciones interiores…” (Ibídem).

Pero, ¿por qué tras 11 años del cese en las hostilidades, al menos a través

de las armas, era el momento ideal para llegar a un acuerdo y no antes? ¿Son

sólo motivaciones de buena crianza entre ambos países? Para el diplomático e

historiador Óscar Pinochet de la Barra el apremio de Chile tenía otras razones. El

cambio de la política para con Bolivia durante el gobierno del almirante Jorge

Montt habría sido producto de los problemas limítrofes con Argentina en el sur, y

por el norte, el conflicto pendiente y no solucionado entre Chile y Perú tras no

celebrarse el plebiscito de 1894 sobre Tacna y Arica (Pinochet de la Barra, 25).

Pese a las inminentes dificultades, todo se dejó en manos del joven ministro

de Relaciones Exteriores Luis Barros Borgoño de 36 años, historiador, abogado,

miembro del poder judicial y diplomático; sin embargo, Chile se siente acorralado:

problemas por el norte y por el sur hacían pender de un hilo su estabilidad

internacional.

Así lo recuerda el propio Ministro de la época: “El Gobierno, después de

detenido examen, ha resuelto en consejo adoptar la política de hacer cuanto de él

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dependa, dentro de los límites de honor internacional ya indicados, para satisfacer

a Bolivia esa natural aspiración” marítima (Barros Borgoño, 8).

Las palabras de buena crianza de Barros Borgoño continúan al decir que si

Bolivia se llegase a quedar sin Tacna o Arica, producirán en dicha nación “una

situación gravísima y que no puede ser indiferente para Chile ni para los espíritus

amantes de la paz y la tranquilidad americana” (Ibídem, 17), palabras casi

calcadas a las que utilizó el reportero en su noticia del 10 de mayo. Recordemos:

“Vamos a comunicar a nuestros lectores una noticia de importancia que no podrán menos que recibir con júbilo cuantas personas aman sinceramente la paz americana…”

A pesar del feliz acercamiento, hay un problema que estaría preocupando

aún más a la cancillería criolla:

“Definir nuestra situación clara y solidamente en el Pacífico importan facilitar grandemente nuestras cuestiones de ultra cordillera. Es verdad que, para la solución tranquila de nuestras cuestiones de límites con la Argentina, se puede confiar en la declaración de confraternidad internacional que acaba de ser solemne el Presidente de la república Argentina, pero no lo es menos que la prensa de aquél país se mantiene constantemente apasionada en contra de Chile” (El Mercurio, editorial, mayo1895).

A través de estos párrafos se deja entrever cierta desconfianza en la vecina

del este y en especial en sus chovinistas diarios. El nuevo posicionamiento al que

escala la prensa no es propio sólo de Chile. En general, el hemisferio se empapa

de los aires modernos que inundan a periódicos y revistas de fines de siglo. Y

prueba de ello, es el resquemor con el cual El Mercurio hace referencia a un

importante sector de la prensa trasandina en el mismo editorial:

“Puede llegar el día en que la juiciosidad e hidalguía del gobierno argentino para regir las relaciones internacionales se vean arrastradas por las influencias de los alborotos inconscientes de la multitud, extraviada y apasionada con las atrocidades, propagandas de una parte tan considerable de la prensa” (Ibídem).

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Y este tipo de aprehensiones no corren por cuenta única y exclusiva de El

Mercurio. En su estudio, Barros Borgoño comenta lo siguiente:

La prensa diaria de Buenos Aires “se hallaba empeñada en manifestar al país la conveniencia de una franca y resuelta aproximación política comercial de la Argentina a Bolivia. Toda tendencia o manifestación del gobierno en tal sentido, era motivo de aplausos y de elogio (…)” (Barros Borgoño, 19). Pero, ¿qué interés podría tener Argentina en las negociaciones chileno-

bolivianas? Como ya se ha dicho, la vecina del este también mantenía litigios

limítrofes pendientes con Chile en el sur. Podemos adelantar, por ahora, que

siempre será más cómodo sentarse a discutir con un país debilitado en dos

flancos (norte y sur), que con una nación que ya solucionó al menos una diferencia

territorial. Y bien lo sabía el gobierno de Buenos Aires.

Las negociaciones comienzan bajo un ambiente enrarecido. El Mercurio y el

gobierno de Jorge Montt se dan cuenta de ello. Ambos emprenden un importante

acercamiento en el plano discursivo, que saben cómo y por qué se inicia, pero que

desconocen completamente su desenlace. Finalmente, el primer editorial que

publica el diario termina señalando que una pronta solución: “Será una prenda de

paz permanente para el porvenir asegurada con las garantías de convivencias

recíprocas para el desarrollo comercial internacional (…)” (El Mercurio,

editorial, mayo1895).

Mientras, el acorralado Ministro de Relaciones Exteriores de Chile señalaba

en uno de sus tantos discursos que “es en el comercio, con sus múltiples y

recíprocos intereses, el lazo más firme de unión entre los países, y la garantía

más sólida de la paz” (Barros Borgoño, 110) en un claro intento por poner paños

fríos a un posible acuerdo entre Bolivia y Chile, el cual, sin siquiera conocerse sus

detalles, ya causaba cierto resquemor.

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El gobierno, El Mercurio y la prensa Argentina

No pasaron muchas horas para que la prensa trasandina se lanzara en

picada contra la administración de Montt, en parte por las razones anteriormente

señaladas, y con frases de gruesísimo calibre:

“No es humano que sus vencidos, el Perú y Bolivia, sean sus amigos: lo natural es que sean sus enemigos…”

“Es humano y es racional que esas dos naciones deseen desastres para el vencedor y la reconquista de sus bienes perdidos, que enriquecen a su afortunado adversario…”

La Prensa de Buenos Aires, 24 de mayo de 189524 “El hecho culminante que resalta de toda la negociación es la

positiva hegemonía de Chile en el Pacífico y la consolidación de la conquista. No puede ocultarse a nadie el significado extraordinario que ese hecho tiene en el equilibrio americano”

El Tiempo de Buenos Aires, Mayo de 189525

El Mercurio, que desde un comienzo apoyó la dirección del último

Comandante de la Escuadra durante la Guerra del Pacífico, no puso mayores

reparos a la idea de levantar una especie de contención comunicacional frente a

los epítetos que bañaban los comentarios de la prensa Argentina, que al igual que

su gobierno, no miraba con buenos ojos el acercamiento diplomático entre Montt y

Baptista. ¿La trinchera para tal propósito? Nada más ni nada menos que el

editorial del diario, cuerpo utilizado preferentemente para aunar criterios dentro de

la clase política de la época. Es así como el segundo artículo de opinión fue

titulado “Diplomacia Inexplicable” (El Mercurio, editorial, mayo 1895), en clara

alusión a los dichos de los diarios argentinos, que sustentaban sus palabras,

precisamente, en su propio gobierno:

“Desde algunos tiempos atrás vienen los diarios argentinos hablando con insistencia de un pacto boliviano-argentino, según el cual Bolivia le habría

24 Tomado de Barros Borgoño, 23. 25 Ibídem.

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cedido a la República de Argentina una fracción de territorio comprendido entre las zonas ocupadas hoy por Chile…”

Con respecto a los periódicos opina lo siguiente:

“Atribuyéndoles los diarios argentinos una misteriosa influencia a citado pacto, que supone gestionado secretamente y con especial cuidado de sustraerlo del conocimiento de la cancillería chilena, y se le llega dar toda importancia un triunfo a la cancillería argentina…”

Pero El Mercurio no tarda en calificar como un “desacierto” tales acuerdos,

argumentando que:

“No es territorio lo que le falta sino lo que le sobra a la Argentina; y siendo las cosas así, no se divisa por donde encontrarle explicación satisfactoria al anhelo de venir a buscar aventuras haciéndose representante de negocios que le son extraños y se derivan de acontecimientos en cuya solución definitiva no tienen derecho a representación otras naciones que no hayan derramado sangre en la Guerra del Pacifico”.

En otras palabras, se intenta poner límite al número de actores y dejar fuera

a aquellos que no intenta más que “enredarse en asuntos ajenos, harto delicados

y espinosos por su propia naturaleza…” (El Mercurio, editorial, mayo 1895). O sea,

así se explicaría la estrategia de la diplomacia chilena: un problema a la vez.

Pese a la punzante prensa trasandina, se mantenía la esperanza de que tal

cesión no existía, pues Chile había depositado parte importante de su confianza

en la nación altiplánica, y por su bien, intentaba hacer lo mismo con la

administración bonaerense: “El último mensaje presidencial argentino (…) está

manifestando elocuentemente, y con honrada franqueza, que en la cancillería

argentina no se desconoce que lo mejor, lo más seguro y más provechosas

políticas internacionales es la de cada uno su casa y Dios en la de todos”, cierra el

editorial (Ibídem).

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Pero un asunto era el discurso oficial y otro muy distinto fue lo publicado por

la empecinada prensa argentina. Los ataques no cesaron y el temor de un fracaso

colmó la paciencia de la diplomacia chilena, obligándola a tomar una drástica

medida.

Hace cinco días que El Mercurio publicó la noticia, tras lo cual el 15 de

mayo se escribe un editorial titulado “Reservas Diplomáticas”. Un artículo clave y

que delineará una estrategia comunicacional muy particular entre el gobierno y el

periódico de Edwards. En sus primeras líneas ya se evidencia la preocupación

sobre un eventual colapso de las conversaciones, producto de las agudas

declaraciones de un importante sector de la prensa extranjera:

“Con algunos detalles se viene publicando, desde varios días atrás, la noticia de un arreglo diplomático entre Chile y Bolivia (…) No sabríamos hasta que punto son exactos los rumores echados a circular a este respecto; pero sean como fuesen, es indudable que las publicaciones que se están haciendo no favorecen sino que dañan la acción diplomática de nuestra cancillería…” (El Mercurio, editorial, mayo 1895).

Y es que -precisamente- la confianza no brota de manera espontánea entre

los países en conversación, más bien escasea por donde se mire, y cualquier

comentario fácilmente podía echar por tierra los débiles lazos construidos hasta el

momento. Esto bien lo sabe cancillería, quienes, se han desgastado más en el

entorno de las negociaciones con Bolivia, que en la negociación misma. Según

relata el mismo editorial, en el Ministerio se piensa que alrededor de los diálogos

“revolotean otros intereses opuestos a los nuestros, que quizás no estarían

distantes de desear la prolongación de nuestra precaria relación con aquella

nación (Bolivia)” (Ibídem). El artículo de opinión continúa en la misma línea al

declarar que “cuando de parte de alguno de los vecinos existen estas asechanzas

o suspicacias, la acción diplomática, para no verse inoportunamente estorbada, se

encuentra compelida a usar de su actividad con la mayor reserva posible”

(Ibídem).

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Quizá, la comisión encabezada por Barros Borgoño jamás sospechó los

alcances totales que tendrían el Tratado en el concierto internacional. De ahí que

El Mercurio haga una somera crítica a la publicidad del presunto arreglo, sin

siquiera saber si éste llegará a buen puerto:

“En tal situación hay cierta candorosidad de nuestra parte en estar

exhibiendo nuestras gestiones diplomáticas bajo techo de vidrio, cuando todavía las negociaciones no han llegado a una definitiva y final solución...” (Ibídem).

Un mensaje que podría estar dirigido, más que al gobierno, a los

congresistas que a esas alturas ya estaban al tanto de la existencia del Tratado.

El gobierno de la época deseaba que los conflictos limítrofes del norte se

solucionaran rápidamente. Barros Borgoño consideraba a la región en pleito como

una válvula de seguridad ante los problemas internacionales que aquejaban a

Chile: “Es un acto de previsión patriótica (…) nos encontramos en presencia de

una eventualidad trascendental para la política americana y para la paz de la

república” (Barros Borgoño 17).

Mientras, El Mercurio aporta en la re-construcción de lazos al calificar de

“importantísimo” el acercamiento entre los gobiernos de Baptista y Montt, y que

las reservas en sus detalles son aún más necesaria:

“Cuando se trata de conciliar unas relaciones precarias cuyas relaciones resbaladizas desearían algunos de nuestros vecinos que se perpetuaran para tenernos siempre bajo la amenaza de que por ese lado podrían encontrar apoyo cualquier movimiento agresivo contra Chile” (El Mercurio, editorial, mayo 1895).

Sin embargo, el diario no pierde ocasión para enfrentar a la prensa y al

gobierno argentino, señalando que “afortunadamente en Chile, ningún partido

explota la política interior agitando nuestros negocios internacionales, todo ello, se

honra con el sentimiento más elevado de patriotismo en lo relativo a nuestras

relaciones exteriores” (Ibídem), reafirmando a su vez, su rol de mediador al interior

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de la política criolla. Por último, el editorial del 15 de mayo y clave para entender

los próximos pasos de la comisión encabezada por el joven plenipotenciario

Barros Borgoño concluye de la siguiente manera:

“¡Y es tan fácil ser reservado cuando la opinión pública cree tal respeto a nuestras relaciones exteriores que ni siquiera manifiesta las exigencias de la curiosidad!” (Ibídem).

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Segunda parte

“El silencio de los engranajes”

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Capítulo 3. La estrategia tras un alboroto diario

Claramente, los primeros días de conversaciones entre Bolivia y Chile no

fueron tal como se esperaban. Jorge Montt, Luis Barros Borgoño y compañía se

vieron envueltos, sin quererlo, en un desgastante conflicto mediático con

Argentina. Y en medio de esta lucha a base de retórica y tinta estaba El Mercurio

como trinchera. Pero la contienda era desigual: el número de periódicos

trasandinos que lanzaban sus plumas en contra de la administración chilena

superaban, considerablemente, a los batallones levantados a este lado de la

cordillera. Entonces, ¿qué pasos siguió la cancillería criolla ante tal escenario,

considerando que en sólo tres días más, el Tratado sería conocido por los

Parlamentos de cada país? Pues bien, una de las medidas adoptadas estuvo

estrictamente ligada al diario dirigido por Hermógenes Pérez de Arce: tras varios

días de intensa participación en la generación de opinión a través de su editorial,

El Mercurio se silenció. Dejó de escribir sobre el asunto y se dedicó únicamente a

recoger artículos de la prensa trasandina relacionados con el pacto de

transferencia chileno-boliviano.

El día jueves 16 de mayo de 1895 el periódico de Edwards abre su sección

Telegramas (espacio destinado a recoger diversos artículos de rotativos

extranjeros) con una noticia del periódico La Prensa de Buenos Aires, titulada

“Chile, Bolivia y la República de Argentina, un peligro desvanecido”. La nota

especula en torno al Tratado, y si bien reconoce “la reserva que se mantiene en el

tenor de la convención” (El Mercurio, Telegramas, 16 de mayo 1895), no mengua

en sacar sus propias conclusiones acerca del destino final del hito de San

Francisco, el cual Argentina reclama como suyo gracias a un acuerdo firmado

entre ese país y Bolivia:

“Racional es suponer que Bolivia no ha firmado tratado alguno con Chile y con menos cabo que el suscrito con la República Argentina, y por lo tanto,

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ha de haber quedado definitivamente consagrado nuestro dominio a los territorios que nos ha adjudicado al mencionado ajuste” (Ibídem)

Pero en un hecho que ya hemos calificado de recurrente y habitual, la

misma noticia no malgasta la ocasión para enviar un mensaje a la administración

de Montt, y recordarle que una vez solucionado su problema con la nación paceña

debe voltear, obligadamente, su mirada al otro lado de Los Andes:

“Pero en lo que no cabe, y no puede caber duda, es que el Pacto chileno-boliviano deja a salvo nuestro derecho precedentes de tratado argentino-boliviano, que comprende la comarca ocupada por Chile en fuerza del pacto de Treguas y que habrá de desocupar como consecuencia del reciente” Tratado de Transferencia (Ibídem). Es sin duda un claro intento por poner presión a Santiago al mismo tiempo

que discute una solución con Bolivia

Pese al desfavorable escenario que preocupa a Chile, su particular

estrategia de silenciar cualquier comentario en torno al arreglo entre La Paz y

Santiago estaba dando resultado: “La reserva en que se mantiene el tenor de la

convención no permite avanzar apreciaciones al respecto” (El Mercurio,

Telegramas, 16 mayo 1895), alega el informe de La Prensa de Buenos Aires.

Pasaron un par de días26 y las agitadas aguas parecieron calmarse,

entregando cierto respiro a la pluma mercurial; pero la trascendental fecha llegaría

tarde o temprano. Es así como la mañana del 18 de mayo de 1895 El Mercurio

publicó una extensa sección de Telegramas, la cual casi bordeó los seis mil

caracteres, copando parte importante del diario. Mientras, los parlamentarios de

Chile y Bolivia, en sesión especial, se enteraban de los detalles del Tratado de

Transferencia Barros Borgoño-Gutiérrez.

26 El 16 de mayo se recogió la noticia de La Prensa de Buenos Aires y al día siguiente El Mercurio no publicó nada sobre el arreglo.

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Esta vez, el periódico de Edwards no sólo recogió noticias, también

transcribió un editorial de La Prensa de Buenos Aires titulada “La ineptitud

argentina” (El Mercurio, Telegramas, 18 de mayo 1895). El tajante y crítico artículo

comienza con la siguiente pregunta: “El reciente tratado chileno-boliviano es una

derrota vergonzosa nuestra, ¿qué hace la diplomacia nacional?” (Ibídem).

“Las noticias telegráficas que hemos publicado ayer de Valparaíso dan cuenta del más brillante triunfo diplomático obtenido por Chile desde la Guerra del Pacífico. Nuestros vecinos acaban de asegurar la tranquilidad del Pacífico con una habilidad suma que merece el más caluroso elogio aun desde sus propios adversarios” (Ibídem).

Cabe recordar que el editorial es un espacio crucial al interior de un medio:

es ahí donde se juega su opción política, segmentando un perfil y fijando,

ciertamente, un camino a seguir para el resto del contenido informativo. Es así

como el diario La Prensa se sincera y declara en su columna de opinión que

“nadie nos tachará, queremos suponerlo, como de muy tiernos para con Chile, y

¡bien! Nos sacamos el sombrero ante un país tan bien gobernado por estadistas

de buena ley que lo conducen de victoria en victoria (…)” (Ibídem). Pero a no

engañarse, el sarcasmo y la ironía corren por las venas negras de la tinta diaria de

aquél entonces. El editorial, con más frustración hacia su propio gobierno -quien

no habría hecho nada para detener el acuerdo- que con argumentos de peso,

continúa señalando que:

“Chile (…) resuelve un gravísimo problema: liquida los resabios de la Guerra del Pacífico, se quita de la nuca la espina punzante de un Perú irredento y en lugar de contentarse con una nueva Alsacia Lorena convierte a ésta en otra Niza y Saboya” (Ibídem).

El artículo dispara en todos los sentidos, incluso se refiere ácidamente a

quien, hasta ese entonces, era su socio por el norte:

“Puesto que la misión boliviana ha sido siempre el puerto de Arica que estaría cerca de la Paz y por obtener el cual, sacrificaría cualquier cosa. De ahí que el tratado haya podido firmarse sin dificultad, ratificando a Chile la

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ocupación del litoral y cediéndole la región minera de Huanchaca y Lipez27” (Ibídem). Según esta afirmación, Argentina perdería la posibilidad de ser quien

construya el ferrocarril desde La Paz con salida a mares atlánticos, quedándose

Chile con la estratégica ruta comercial. Ciertamente, las zonas de Lipez, Porcos y

Chichas importaban a Santiago no sólo por su riqueza; representaban también un

importante punto limítrofe para dicho país. De ser cierto su dominio en esas tierras

se convertiría en el vecino de Argentina tanto por el norte como por el este,

cumpliendo una de sus misiones tras el Tratado: asegurar su tranquilidad político-

militar en aquella franja.

El editorial de La Prensa es un texto agudo, punzante, propio de un sector

que se siente traicionado por Bolivia. No extraña, entonces, los duros términos

utilizados para referirse a la nación gobernada por Mariano Baptista y sus

funcionarios:

“Cuando el plenipotenciario Ichazo (embajador de Bolivia en Argentina) nos cantaba amores para que nuestros congresos votaran en sesión secreta los fondos para la construcción del ferrocarril prolongación del Jujui, revelamos que en Montevideo y Paraguay había cantado respectivamente igual sonata y agregando que el proyecto argentino era una quimera” (Ibídem). Incluso, señala que Bolivia “se echó a los brazos de Chile, su enemigo

tradicional y que aguarda solo el momento para sacarle una nueva tajada (…) por

caprichos que son propios de la diplomacia Coya, la cual busca su interés donde

lo encuentra” (Ibídem). No obstante, los dardos no son dirigidos únicamente hacia

el exterior. El periódico se guarda todas las palabras de buena crianza para

referirse a su propio Ministro de Relaciones Exteriores, a quien describen como

una persona que “ha demostrado ser de una candidez que rayana en otra cosa

peor” (Ibídem), de ser un diplomático sin olfato y finura para encabezar

negociaciones y de dedicarse únicamente a “escribir volúmenes que parecen

índices de casas editoras (…). Mientras las relaciones exteriores de este país 27 Zonas ricas en el oro blanco de la época: el salitre.

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siguen, pues, manejadas de esta manera, razón tendrán en el extranjero de reírse,

como hoy se ríen en lo que llaman ‘La ineptitud argentina’” (Ibídem), cierra el

artículo. La pluma tras la jugada

No es casualidad que El Mercurio haya publicado una extensa sección de

Telegramas justo el día en que el Congreso de Chile se ponía al tanto del arreglo

entre ese país y Bolivia. Una arriesgada jugada que buscaba informar a los

parlamentarios sobre los comentarios que pululaban al otro lado de la cordillera, y

que sin duda, fueron escogidos minuciosamente: los más fuertes, hirientes y

ofensivos escritos de la prensa argentina. ¿La razón? Simple y sensata: construir

un escenario lo más desfavorable para Chile, para así persuadir a los honorables

en favor del Tratado Barros Borgoño-Gutiérrez.

Pero, ¿quién fue el encargado de armar tan magna apuesta? Pues bien, el

mismo hombre detrás de los extensos y políticos editoriales de El Mercurio:

Hermógenes Pérez de Arce, redactor del diario.

“En la historia de El Mercurio se cuenta la redacción de Hermógenes Pérez

de Arce como una de las más importantes, y conviene explicar por qué”, relata

Raúl Silva Castro, autor de Prensa y Periodismo en Chile (Silva Castro, 343).

Asumió trascendental función el 1º de octubre de 1892, y sólo la muerte puso fin a

su tarea el 26 de agosto de 1902.

Durante la década que estuvo a cargo del periódico, su pluma no se

caracterizó por ser brillante, a diferencia de sus antecesores; pero había en él “una

aptitud de adaptación que es, según parece, el secreto de su éxito” (Ibídem):

“Aquilató la trascendencia que había cobrado El Mercurio como órgano decisivo en la opinión pública, y se dio cuenta del feliz enlace logrado entre

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ésta y el diario en virtud de la fidelidad con que servían las columnas periodísticas, día por día, al anhelo de progreso y el convencimiento de que es el orden quien permite alcanzarlo (…)” (Ibídem).

Las coléricas editoriales escritas en los rotativos argentinos rara vez fueron

contestadas con el mismo frenesí por parte de El Mercurio; aunque en ocasiones

los motivos sobrasen. Y es que el señor Pérez de Arce era, precisamente, un

hombre de consejo, de criterio reposado, tranquilo, de ánimo frío, partidario del

consenso antes que los arrebatos (Silva Castro, 344), características que traspasó

al pie de la letra en cada editorial que publicó. Si bien, los primeros meses de

conversación fueron muy agitados -período que hemos denominado “La buena

nueva”-, mantuvo un tranquilidad estoica. Sus palabras intentaron en todo

momento conciliar los divergentes puntos de vista que estallaban en la política

interna de Chile. Por ejemplo, en el primer editorial sentó las bases para que el

Tratado se llevase a cabo: “Una solución final han menester desenvolverse

reposadamente, en manos de gobiernos perfectamente estables” (El Mercurio,

editorial, mayo, 1895), concluyó, agregando que si bien urge una “solución lo más

pronto posibles”, debe ser “sobre la base de tratados que sean una prenda de paz

permanente” (Ibídem).

En plena batalla de declaraciones cruzadas entre Chile y la Argentina (ver

página 12), Pérez de Arce era capaz de sacar un conciliador as bajo la manga. En

el editorial del 15 de mayo realizó un análisis de la situación diplomática que

enfrentaba Chile a fines del siglo XIX, reconociendo sus conflictos con Buenos

Aires, Lima y La Paz; sin embargo, remata sus últimos párrafos señalando que

“nuestra situación diplomática no es difícil, pero sí delicada y exige mucha

circunspección para llegar a la solución satisfactoria de los problemas que

tenemos entre hermanos” (El Mercurio, editorial, mayo1895). ¿Entre hermanos? O

sea -y pese a todo- propone el sueño de la política liberal, y que no es otra cosa

que aunar criterios en el comercio: una prenda de estabilidad entre iguales.

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En la prensa actual, la regla general dice que las funciones editoriales y de

dirección de un medio están en manos diferentes, consonantes en la línea, pero

con obligaciones distintas. El primero, fija el rumbo ideológico-informativo-

noticioso; mientras que el segundo, se encarga de que esa ideología sea rentable

en el mercado de la información. En El Mercurio de 1895 ambas tareas estaban a

cargo del redactor, cargo único y de confianza elegido por el propietario. De ahí

que el trabajo de Hermógenes Pérez de Arce, y de los redactores en general de

aquél entonces, fuera titánico y de relevancia suprema para el éxito o fracaso de

un diario. A fin de cuentas, eran responsables de conseguir la publicidad necesaria

para costear los gastos de impresión, y por otro, decidían qué noticias publicar y a

qué argumento ideológico se afiliaba el periódico.

Silva Castro recuerda que durante la administración de Pérez de Arce, el

diario mantuvo una doctrina coherente entre las relaciones del periódico y su

público (Silva Castro, 344). En otras palabras, apoyó decididamente las directrices

de la política nacional, dejando de lado cualquier atisbo de pequeñeces

partidarias. Ciertamente avanzó en primera línea en materia internacional,

enarbolando el nombre de Chile como potencia sudamericana. Incluso en

ocasiones, sus editoriales tenían un suave aroma a propaganda política, con un

destinatario muy definido: “Chile tiene que desempeñar una gran misión en el

Pacífico y para ello debe ponerse a la cabeza de un movimiento internacional

encaminado a entrelazar a todas las Repúblicas del Pacífico en los vínculos de

libertad comercial e industrial (…)” (El Mercurio, editorial, mayo, 1895). Pero al

mismo tiempo, insiste una vez más en la disputa retórica con Argentina, que a fin

de cuentas, es una disputa por el liderazgo de la parte sur del continente:

Chile velaría por “las conveniencias de todas las naciones de este lado de los Andes, (exceptuando la Argentina) desde el istmo de Panamá hasta el estrecho de Magallanes aparezcan confundidas en una comunidad interesante tan estrechamente unida que lleven a crear una solidaridad internacional capaz de hacer imposible, entre ellas las desavenencias que lleguen a resolverse por medio de las armas, la comunidad de intereses internacionales es la prenda más segura de paz para el porvenir” (Ibídem).

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Antes de iniciar la segunda parte de su estrategia comunicacional, El

Mercurio da su último aliento antes del silencio, sentando por cierto, los

argumentos de tal apuesta: “Nuestro deber imprescindible es combatir los

malévolos propósitos con una poderosa contracorriente formada por las simpatías

generadas que tienen que ganarse en toda América del Sur nuestra política

internacional, ampliamente liberal y generosa…” (El Mercurio, editorial, mayo,

1895).

A esas alturas, la paciencia de Pérez de Arce no estaba para juegos

retóricos, y sin muestras de condescendencias, sincera sus más íntimos

pensamientos hacia la prensa argentina, señalando que el Tratado ha causado

más impresión allá que en los propios periódicos chilenos y que “los insultos mal

disimulados a peruanos y bolivianos y los elogios irónicos” (Ibídem) hacia la

cancillería encabezada por Barros Borgoño han copado parte importante “de la

prensa más belicosa de Argentina” (Ibídem). “El editorial de El Tiempo de Buenos

Aires ha sido fundada para insultar a Chile y tocar la trompeta de guerra”, clama

ofuscado el redactor.

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Capítulo 4. Sin comentarios…

El editorial que cierra el período denominado “La buena nueva” llevó por

título “Los Estados Unidos del Pacífico” y fue publicado el martes 28 de mayo. El

artículo es una respuesta directa, párrafo por párrafo, letra a letra, a un editorial

escrito en un rotativo argentino, el cual afirmaba que Chile estaría detrás de la

constitución de una gran confederación de los Estados Unidos del Pacífico, en la

que dicha nación “representaría el papel de Prusia en el actual Imperio Alemán”

(El Mercurio, editorial, mayo, 1895):

Pérez de Arce señala que, sumado a estas palabras, la prensa argentina se

aventura en una profecía que “ojalá fuera cierta:

Chile, dados estos horizontes, estaría destinado a ser la primera nación no solo del Pacífico, sino de Sudamérica entera. Pueblo sobrio, viviendo en territorio poco feraz, honesto, trabajador y ambicioso, tiene todos los caracteres exteriores de la Inglaterra industriosa e infatigable, y que, nación de límites estrechos, gobierna, sin embargo, los más vastos territorios del mundo” (Ibídem).

Frente al escenario en el que se presenta a Chile como una nación superior

en medio de un barrio “no muy agraciado”, la prensa bonaerense no duda en

entregar consejos a sus vecinos, para que “de países pobres, débiles, sin fuerzas

navales para su respeto, sin administración seria ni organización económica

correcta, se construya, en un porvenir más o menos lejano, un Estado correcto y

sabiamente organizado, rico, poderoso y respetado en todo el mundo” (Ibídem).

Y es que tras el argumento está la idea de que Chile es superior en directa

proporción a la precariedad de sus países limítrofes. Pero Argentina no se queda

ahí y va más allá: divide a Sur América en dos, este y oeste. Al lado del Pacífico,

Chile sería quien enarbola la bandera del progreso, mientras que si Bolivia, Perú y

Ecuador no proponen algo que los lleve a trabajar unidos, estarían condenándose

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eternamente a la superioridad de Santiago. Salvo, claro está, que sigan los

consejos de Buenos Aires.

El tenso ambiente discursivo lleva a ambas naciones a sacar a la luz

pública viejos resabios de grandeza, y con el mismo argumento, Pérez de Arce

responde -esta vez- desenredando los conflictos por la hegemonía en el Atlántico:

(En cuanto a la insinuación que Bolivia, Perú y Ecuador solo tendrían

garantizado su porvenir confederándose a Chile) “Otro tanto podría decirse de Colombia y Venezuela y aún del Paraguay y el Uruguay, si respecto de estos últimos no hubiera dos colosos interesados en que estas dos naciones sean de Suiza y la Bélgica de las América del Sur en el oriente de Los Andes y del Atlántico” (El Mercurio, editorial, mayo, 1895).

Esta sería la última disputa retórica entre el diario de Edwards y los

periódicos bonaerenses, tras lo cual, la discusión del Tratado de Transferencia

entre Chile y Bolivia deja a El Mercurio -por largos 120 días- sin comentarios…

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Tercera parte

“Rebelando la Espera”

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Capítulo 5. Tensión en la diplomacia chilena

No es casualidad ni error ortográfico el título de este apartado. Durante los

meses de silencio literalmente se dejó caer un hostigamiento inusual sobre el

Tratado. La prensa foránea no descansó hasta conocer sus detalles o hasta saber,

a diplomacia cierta, si se llevaría a cabo o no.

En este capítulo echaremos un vistazo a los artículos recogidos por El

Mercurio, a sus escasas editoriales y a la opinión del Ministro de Relaciones

Exteriores de la época sobre el complejo escenario que enfrentó la diplomacia

chilena.

El invierno no fue motivo para enfriar las relaciones entre la prensa

argentina y la cancillería criolla. El 3 de julio, el periódico comandado por

Hermógenes Pérez de Arce recogió diferentes notas de diarios argentinos que

hacían alusión a Telegramas enviados de Sucre a Santiago y de Santiago a

Sucre, en los cuales se señalarían los avances en las conversaciones sobre el

Tratado. Curiosamente, y pese al secretismo que Chile imprimió al arreglo, el

informe llega a manos de los rotativos bonaerenses.

Así comienza:

“El señor encargado de los negocios de la República de Bolivia, doctor P. Moscoso y Rodas, ha recibido ayer los siguientes telegramas de Santiago y Sucre que confirman las noticias sobre el tratado chileno-boliviano” (El Mercurio, Telegramas, 3 de julio de 1895)” Con esto, se intenta graficar la veracidad de la fuente. Es decir, la

información que es presentada a continuación por la prensa argentina no es

inventada. Provendría de un canal oficial. De hecho ni los apartados fueron

modificados:

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“Sucre 23 -Oficial- El último tratado chileno-boliviano firmado en Santiago, no modifica en nada ni el texto ni el espíritu de nuestro tratado con la República de Argentina. Santiago 24 -Oficial- Chile reconoce derechos argentinos sobre territorio que le fueron cedidos por Bolivia.” (Ibídem)

Los comentarios que se suscitan a continuación son el fiel reflejo de la

ofuscación que existe en la prensa diaria de Buenos Aires, y que quizá es, incluso,

más fuerte que al interior de la propia administración Argentina. Se señala que

mientras esto ocurre, “la diplomacia Argentina nada sabe, ni observa sobre esas

negociaciones internacionales” (Ibídem). Continúa en su acto de patriotismo al

decir que son únicamente los diarios quienes siguen de cerca los intereses de

Argentina, puesto que el “gobierno, que tolera la ineptitud reconocida de su

representación en los países en que esas negociaciones se realizan, sigue a

oscuras en ese asunto” (Ibídem). Y es que al parecer, la cancillería trasandina

pretende otra jugada: todavía ni siquiera nombra a su nuevo embajador tanto en

Chile como en Bolivia. “Triste papel en que cabe en este momento al gobierno

(argentino) en nuestras relaciones diplomáticas”, concluye con impotencia la

noticia.

Vale la pena hacer un alto y resumir la breve pero tensa negociación

chileno-boliviana, inundada de comentarios altaneros y poco ortodoxos disparados

por las trincheras comunicacionales levantadas durante todo el año 1895.

El 18 de mayo se firmó en Santiago un acuerdo encabezado por los

Ministro de Relaciones Exteriores de Chile y Bolivia. En él se reconocía la

soberanía chilena sobre los territorios que se extienden al sur del río Loa hasta el

paralelo 23º de latitud sur. De esta forma, se completa la adquisición de los

puertos de Tocopilla y Cobija, los cuales se anexarían a los de Mejillones y

Antofagasta, que ya habían sido incorporados en 1879. Bolivia por su parte,

quedaría condicionada al plebiscito entre Perú y Chile, el cual -de ser favorable

para esta última nación- significaba el inmediato traspaso de Tacna y Arica a la

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República de Bolivia, “a excepción de la zona que va de la Quebrada de

Camarones a la Quebrada de Vitor que quedarían para Chile” (Pinochet de la

Barra, 23).

Todo parecía confluir en el mejor escenario: países estables y sin alborotos

internos.

Las fichas estaban jugadas. Y Chile lo apostó todo. El buen ánimo en los

gobernantes de aquella época se puede sintetizar de la siguiente manera:

“El resto del año 1895 se debatió en los parlamentos de ambos países una

solución que, parecería, pondría punto final a tantas preocupaciones”

(Ibídem).

Pero a sólo dos meses desde este ambiente de optimismo, lo cierto es que

el escenario había cambiado rotundamente.

El Mercurio de Valparaíso publica el 18 de julio de 1895 una noticia de la

Prensa de Buenos Aires bajo el título “Todavía el tratado chileno-no-boliviano” (El

Mercurio, Telegramas). Ahí se vuelven a señalar supuestas filtraciones sobre el

acuerdo, que recordemos, es de carácter secreto.

“Chile sostiene sus derechos sobre la puna de Atacama, en donde están situados Pastos Grandes, Catua y otros territorios cedidos por Bolivia a la república Argentina… Si la discusión sobre la propiedad de esos territorios concluyera por el reconocimiento de la propiedad pretendida por la Argentina, Bolivia indemnizará a Chile con la entrega de la parte de la provincia de Lipez…” (Ibídem). En los días posteriores todo comentario recogido por el diario porteño

apuntaron en esa línea. La tirantez entre Chile y Argentina estaba rozando los

límites de la diplomacia. Cabe recordar que Santiago viene saliendo de una guerra

civil, y al poseer alicaídas arcas fiscales un nuevo conflicto militar desde luego que

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jugaría en su contra. De hecho, esta es una de las potentes razones para el

acercamiento con La Paz, punto que destacamos al inicio de este trabajo.

En tanto que presionada por la propia prensa, la cancillería bonaerense

decidió tomar importantes cartas en el asunto y envió a Bolivia a uno de sus

mejores hombres para ocupar el cargo de embajador: Dardo Rocha. “El gobierno

argentino destacó en Sucre a uno de sus más sobresalientes políticos, y no -

precisamente- para apoyar los convenios” (Pinochet de la Barra, 24).

Chile teme que las negociaciones queden en nada. Incluso, diarios

bolivianos comentan la llegada de Rocha, quien entre aplausos y gritos de apoyo

se habría asentado en la capital altiplánica. Su llegada despierta curiosidad. Los

rotativos se quejan que “la prensa oficial (de Bolivia) censura la petición del

vecindario de Cochabamba para que se hiciera público el Tratado” (El Mercurio,

Telegramas, 17 de julio de 1895)” de Transferencia.

Y en medio de todo este alboroto, El Mercurio publica un editorial titulado

“La Paz Armada”. En él se hace referencia al gasto militar que está realizando

Argentina. Un gasto, que para la cancillería chilena, está llevando a la ruina los

mutuos intereses económicos que existen entre ambas naciones.

Luis Barros Borgoño comienza a ver cómo su trascendental misión poco a

poco se va desvaneciendo. Además, las informaciones que llegan desde Bolivia

no son nada alentadoras:

“Se nos asegura que existe disidencia de opiniones entre los Ministros con probabilidad de resolverse en el sentido que se devuelvan los protocolos a nuestros representantes en Santiago, para que reabra la negociación diplomática, a fin de que se modifiquen algunas de sus cláusulas” (El Mercurio, Telegramas, 13 de agosto de 1895. Diario “Comercio de la Paz”)

El Ministro juega su última y desesperada apuesta. Una estrategia que

buscaría hacer frente a los inusitados comentarios que revolotean alrededor de las

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conversaciones, cual éxito ya pende de un hilo muy delgado. Así lo recuerda el

propio Barros Borgoño:

“Se han estado dando a la publicidad, en los últimos días, artículos de diversa índole y que aprecian en términos contradictorios el alcance e importancia de los pactos de mayo (...) En el interés que una cuestión de esta entidad pueda ser apreciada justamente por la opinión pública, hemos considerado oportuno hacer una exposición detallada de los diversos antecedentes de la materia” (Barros Borgoño, 7).

Cambio de planes. Los “artículos de diversa índole” son claramente las

noticias escritas en diarios bonaerenses. ¿Contradictorios? Desde la lógica en que

Chile ha manejado el Tratado -secretismo-, las apreciaciones recogidas carecerían

de fundamento o en gran parte estarían erradas. Podríamos sostener que la

estrategia de silenciar los detalles del arreglo causaron dos efectos: por un lado,

se logró mantener en las penumbras; pero por lo mismo, esto provocó inventos o

especulaciones en cuanto a su tenor, al no disponer de primera fuente dicha

información.

A juicio de la diplomacia chilena, las “especulaciones” estarían ocasionando

más daño al Tratado, que la propia apuesta de mantener sus detalles bajo siete

llaves. Barros Borgoño y su equipo sinceran el Tratado de Transferencia. No en

sus pormenores, pero sí en sus términos generales.

Pero el efecto dominó ya estaba desencadenado. Al tanto de la existencia

oficial de un acuerdo, Dardo Rocha, embajador argentino en Sucre, puso a prueba

todos sus conocimientos de buen orador y persuasor.

Barros Borgoño también recuerda28 en su estudio que Dardo Rocha “fue

recibido con aplausos y halagos por la corriente política boliviana que consideraba

mejor negociar con la creciente Argentina para una salida soberana al mar”

(Barros Borgoño, 19). El Ministro, al igual que El Mercurio, señala en sus

28 Ver página 32

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60

memorias que “toda tendencia o manifestación del gobierno en tal sentido, era

motivo de aplausos y de elogios” (Ibídem) por parte de la prensa. Todo, mientras

las conversaciones estaban bien avanzadas y el Congreso boliviano sometía a la

aprobación el Tratado de mayo celebrado con Chile.

Frente a un inminente fracaso, y a un escenario que cada vez se pone más

cuesta arriba, Barros Borgoño justifica su decisión al creer que “la opinión pública

estaba madura” para aceptar la negociación. Es él quien, a su vez, define la

situación que atraviesa la cancillería como “grave y delicada”, y que de no ser

solucionada a la brevedad, condicionaría la propia seguridad de Chile (Ibídem).

El Mercurio, por su parte y en la misma línea del Ministro de Relaciones

Exteriores, rompe su silencio y resume los sentimientos, apreciaciones y

pensamientos que hay detrás de la política chilena. En su editorial del 5 de

septiembre, cuyo título fue “Diplomacia de Nouveaute”, deja en claro toda la

incomodidad que existe frente al actuar de Dardo Rocha.

Su traducción sería algo así como “La nueva diplomacia” y señala que:

“Muy a nuestro pesar hemos entrado en este género de comentarios, porque, dados los delicados negocios pendientes entre Chile, Bolivia y la Argentina, cúmplele a la prensa el deber de no remover tópico alguno que pudiera ser mortificante para los países vecinos o ser motivo de desagrado en el cultivo de sus relaciones internacionales” (El Mercurio, editorial, mayo 1895).

Tras esta declaración de principios, sale en defensa de Barros Borgoño y su

trabajo, temiendo los pasos que pueda tomar quien fuera el promotor y gestor del

Tratado de Transferencia. Y si bien no señala con nombre y apellido al culpable

del terremoto diplomático que enfrenta la cancillería chilena, sí califica su actuar

como “lamentable y populachero” y de dejar en el olvido toda enseñanza

aprendida en la academia:

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61

“Lamentamos que los diplomáticos salgan de Buenos Aires a Sucre y de Sucre a Buenos aires acompañados en su travesía del son de cascabeles y timbales, con que parece que algo se les trastorna la cabeza, para poner en el olvido las más elementales reglas de circunspección y discreta reserva, y dar a sus actos diplomáticos cierto colorido de populachera locuacidad que conspira contra los tradicionales hábitos de reserva de sus respectivas cancillerías” (Ibídem).

Aquel hombre, sin duda, sí tiene nombre y apellido: Dardo Rocha, quien

estaría poniendo en práctica una “nueva forma de hacer diplomacia”. En términos

actuales, estaría realizando una especie de lobby muy desafortunado para Chile.

Para graficar lo anterior, El Mercurio incluye en su columna de opinión una

nota enviada a Chile desde Bolivia, en la cual se señala que “la venida del

plenipotenciario argentino ha disipado muchas nubes negras…” (Ibídem). Y es que

la apuesta de Argentina estaría dando resultados caóticos para Santiago; puesto

que si bien el Tratado fue aprobado por el gabinete Boliviano, un grupo de

congresales juró a sus electores no aprobarlo: “Es decir, juraron sobre lo que no

conocían, con una ligereza de muchachos díscolos” (Ibídem), apunta el editorial.

Frente a la decisión adoptada por un grupo de parlamentarios, Bolivia

decide aplazar la discusión final para octubre, argumentando que hay que pulirlo y

enmendarlo en ciertas partes poco claras (Ibídem). Pero el Presidente Baptista,

quien también fue uno de los gestores del Tratado, envía un claro mensaje a sus

congresales con el fin de no dilatar más el acuerdo:

“¡Legisladores, aprobad el tratado chileno-boliviano, y cumpliréis un alto y sagrado deber de bolivianismo! ¡Oh! No os opongáis los del sur, porque al fin somos hermanos” (Ibídem).

Pero la situación parece fuera de control incluso para el propio Presidente

boliviano, luego de que su Ministro en Argentina declarara a la prensa bonaerense

que en la eventualidad de una guerra entre Chile y la Argentina, Bolivia ayudaría a

esta última (El Mercurio, Telegramas, 5 de septiembre de 1895).

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62

Un enredo de proporciones que terminaron por colmar la paciencia del

cansado Ministro Barros Borgoño, quien dilapidó todos sus esfuerzos en el

entorno de las negociaciones, que en la negociación misma.

A comienzos de septiembre, un desgastado Plenipotenciario decide dar un

paso al costado y cede el mando de la Cancillería chilena. Un alejamiento costoso

para las pretensiones de Santiago, pero más aún para el sueño boliviano de una

salida soberana a las aguas del Pacífico.

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63

Capítulo 6. La apuesta clave de Perú

Tras la salida de uno de los gestores del acuerdo, el clima comunicacional y

diplomático entre Chile y Argentina no varió en nada. Incluso El Mercurio desliza

cierta impotencia a través de uno de sus pocos editoriales publicados luego del

alumbramiento del Tratado a la opinión pública internacional.

“Criterio político” llevó por título la columna de opinión del 16 de septiembre

de 1895. En él se acusa la irresponsabilidad de la administración argentina, la cual

pondría fianzas al actuar de los periódicos al “extremo de pretender que las

excitaciones violentas de los diarios impriman su sello a las negociaciones

diplomáticas, arrebatándolas al poder constitucional a quien le están confiadas” (El

Mercurio, editorial, septiembre de 1895).

De cierta manera, toda la tensión gira en torno al nombre de Dardo Rocha,

plenipotenciario argentino en Sucre, y que para El Mercurio fue nombrado por la

presión ejercida por diarios bonaerenses en contra de su propia cancillería29: Los

periódicos están “más atentos en agitar las presiones que a formar en el público

un criterio tranquilo (…) para apreciar los negocios internacionales” (Ibídem),

concluye el editorial.

Pero el rotativo de Edwards intenta, una vez más, recoger buenos

comentarios acerca del Tratado. Y es así como publica un escueto Telegrama del

Industrial de Antofagasta en el cual se asegura que “el gobierno (boliviano) tiene

ahora la más completa seguridad de que el tratado de paz con Chile será

arreglado sin oposición de los liberales” (El Mercurio, Telegramas, septiembre de

1895). Un suspiro de aliento para sus lectores, que duda cabe.

29 Ver página 30

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64

Durante los meses de septiembre, octubre y noviembre la discusión que

publicó El Mercurio fue siempre la misma: por un lado, los dardos argentinos

apuntando hacia El Tratado; y por otro, los Telegramas esperanzadores

provenientes del altiplano boliviano. Editorialmente, el diario volvió a silenciar sus

pensamientos.

Pero todo cambió en un abrir y cerrar de ojos.

Perú -un actor un tanto tímido hasta el minuto- irrumpe en medio de las

conversaciones entre chilenos y bolivianos, debilitadas, por cierto, a esas alturas

del año por el intenso lobby argentino.

Óscar Pinochet de la Barra describe así la jugada:

“El tratado de Transferencia de Territorio era reservado, pero con tanto alboroto, sus términos fueron luego conocidos por la prensa y molestaron al Perú, que lo consideró de hiriente agravio y paralizó el estudio del protocolo plebiscitario” (Pinochet de la Barra, 24).

¿Qué significó en la práctica? Como el Tratado estaba dividido en dos

partes, Chile ya no podría ceder territorio alguno a Bolivia sin antes solucionar

-primero- el destino final de Tacna y Arica. Si Santiago confiaba en un resultado

positivo en el plebiscito a desarrollarse en las nortinas tierras, ahora las

esperanzas quedaban en nada: Perú había congelado toda viabilidad de

referéndum.

La discusión volvía, increíblemente, a foja cero. Conciente de este enorme

perjuicio para el sueño boliviano, el propio Presidente de ese país, Mariano

Baptista, viajó al Perú y llegó personalmente hasta el Congreso… pero nada

consiguió.

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65

Corrían los primeros días de diciembre y otro actor relevante de la

estrategia comunicacional y diplomática del Tratado de Transferencia daba un

paso al costado: Hermógenes Pérez de Arce deja la dirección y redacción de El

Mercurio. La frustración, el cansancio y la impotencia que manifestaba en sus

comentarios de fines de año son luces claras que justifican su alejamiento.

Y es que el escenario se tornó extremadamente complejo. Si Chile no

lograba anexar Tacna y Arica, no podría a su vez transformarlas en monedas de

cambio con Bolivia. Aún cuando La Paz, ya había firmado un protocolo secreto

que ante dicho escenario aceptaría como indemnización Caleta Vitor más otras

compensaciones pecuniarias. Pero Lima aseguró lo contrario y colocó trabas

drásticas a cualquier salida diciéndole a Baptista que Chile tampoco podría

quedarse con Vitor (Ibídem).

De aquí en adelante, todo fue una tragicomedia de protocolos con más o

menos beneficios para uno u otro país. Incluso en ocasiones, los políticos chilenos

calificaron de “exorbitante” la generosidad demostrada hacia Bolivia (Ibídem). Y

aún así, nada se consiguió.

No es de extrañar, entonces, que la discusión se haya enfriado

rápidamente. Las mejoras al Tratado no eran discutidas con urgencia por los

Congresos de ambos países. El Mercurio, por su parte, sintió la salida de Pérez de

Arce y con ello también dio vuelta la página. “En cien años de negociaciones

portuarias, jamás se llegó tan cerca de la meta como entonces”, recuerda Pinochet

de la Barra (Pinochet de la Barra, 26).

Mientras los Congresos se ponían de acuerdo, los años pasaron y con ello

los políticos que apoyaban el Tratado también. El almirante Jorge Montt dejó la

Presidencia en manos de Federico Errázuriz Echaurren, quien, como péndulo de

reloj, cambió la política marítima con Bolivia. Una política restrictiva y que también

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66

fue seguida por su predecesor, el Presidente Germán Riesco, y su ministro de

Relaciones Exteriores, Eliodoro Yáñez.

En Bolivia El Partido Conservador, favorable al acuerdo, cedió el mando al

Partido Liberal, “partidario de aplazar la lucha por esa salida al Pacífico para

tiempos promisorios” (Ibídem, 33).

Es así como el 20 de octubre de 1904, Bolivia firmó su renuncia definitiva a

una salida soberana al Pacífico. El Presidente boliviano, Ismael Montes, recuerda

los pormenores del Tratado de Paz:

“El gobierno cree, pues, haber cumplido su deber, un deber doloroso y sin

gloria” (Ibídem, 34).

“El Tratado de 1904 no fue obra de un negociador aislado ni de un

momento infeliz de nuestra diplomacia. Fue el nudo en que se recogieron

sucesos adversos, desengaños repetidos, precipitaciones angustiosas,

necesidades urgentes, ilusiones muertas”

Daniel Sánchez, político y escritor boliviano30

“Si todo tiene su minuto preciso para llegar e irse, no cabe duda que Chile,

Perú y Bolivia dejaron pasar ese minuto. Un acuerdo habría dado a los tres

países la tranquilidad que tanto necesitaban y una vida de relación amistosa

y próspera”

Óscar Pinochet de la Barra, diplomático e historiador chileno31

¿Habrá Bolivia renunciado para siempre a una salida soberana a los mares

del Pacífico? Eso, está por verse…

30 Op. Cit. Por Pinochet de la Barra, 34 31 Pinochet de la Barra, 27

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67

Palabras finales

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Capítulo 6. Espacio público

the elite

El Chile de fines del siglo XIX es un país en tránsito. En la década del `70 el

liberalismo se consagró al mando de la política nacional. La elite oligárquica-liberal

comienza a instaurar su forma de ver la política, la cultura, la economía y en

general a la sociedad. No era el momento para las propuestas, sino de llevar a

cabo el proyecto, podríamos sintetizar.

A través de las líneas de El Mercurio y el discurso oficial del gobierno de

Jorge Montt, se va proyectando y estructurando la idea de progreso. Un plan

ambicioso y que buscó modelar a la sociedad chilena. Un movimiento

encabezado, precisamente, por la elite, quien propuso al país una forma de ser,

nada más pretencioso -a fin de cuentas- que un ser como nosotros. Cabe

destacar, sin embargo, que no fue una actitud aislada. En general, fue una

conducta compartida por otros grupos dominantes latinoamericanos.

La elite oligárquica estaba convencida de “haber realizado la función de clase dirigente que les incumbía al transformar sus países, de salvajes como eran, en países que sin negar su matriz latina en general e ibérica en particular, tienden a desarrollarse a la inglesa” (Ossandón y Santa Cruz, 2001, 22).

La implementación de modelos económicos, culturales y políticos

practicados por algunos países europeos, hizo pensar en Chile que el capitalismo

consagraría la inclusión del país en la modernidad. Desde esta lógica, mantener

conflictos bélicos no estaría acorde con una nación que debía dejar el salvajismo

para dar el salto definitivo al progreso.

La elite comandó el proceso por el simple hecho de creer que nadie más

podía hacerlo, y provocó en su clase la satisfacción de entregar a la nación un

orden que ya había sido probado en otros países como Inglaterra y Francia. Es

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69

decir, la oligarquía miraba a Europa y copiaba sus comportamientos, para que el

resto de los chilenos imitara, precisamente, esas conductas modernas.

La elite ya no discute el modelo político-social. Hay un convencimiento que

el capitalismo-liberal es la forma correcta de administrar el país. Una

naturalización que también modifica la práctica periodista de la época. La

información comienza a ganar terreno en los diarios sobre otras problemáticas o

comentarios de carácter doctrinario. Y es que al menos, en ese espacio público de

debate, ya hay un consenso, precisamente porque sus propietarios son parte de la

elite.

El proyecto iluminista y auto-impuesto que comenzó a desarrollar la

oligarquía, trajo consigo el interés de otros grupos sociales por ser como ellos. La

elite lee diarios. La elite participa de fiestas y celebraciones. La elite compra

determinados productos. No obstante existe una brecha. Quiero leer periódicos tal

como lo hace la elite, pero no tengo dinero para comprar, por ejemplo, El Mercurio,

y en realidad no me siento atraído por los temas que trata.

Una analogía que podría ser útil para entender el fenómeno que enfrentan

los diarios de fines de siglo. Surgen nuevos intereses al interior de una emergente

clase de lectores que no encuentra cabida en el imperante mercado informativo de

la época. Aunque no podemos desconocer que esto fue sólo el comienzo.

La implementación del modelo capitalista, respaldado desde sus inicios por

la elite, provocó reivindicaciones sociales por parte de los grupos que vieron como

la modernización no llegaba a su puerta. Así se configura un nuevo nicho de

lectores y diarios que sí dan tribuna a sus ideas, las que no estaban enfocadas a

problemas internacionales, sino a las dificultades cotidianas que debían enfrentar.

Sin embargo, el progreso no estaba en discusión. Era el camino para la

inclusión de la sociedad chilena en la economía y la cultura universal. La

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70

educación jugaría un trascendental papel: el 68% de los chilenos eran analfabetos.

Pero Santiago y Valparaíso vivían realidades distintas a las de otras ciudades del

país. Por ser importantes polos comerciales y sociales, su población tenía un

acceso privilegiado a nuevas formas de conocer y aprender. Y los diarios también

se hicieron parte de este incipiente centralismo, ya que fueron distribuidos

básicamente en estas dos urbes. Santiago, por ejemplo, en 1895 tenía una

población de poco más de 250 mil habitantes, de los cuales el 50% sabía leer y

escribir. Se puede inferir que el potencial público de lectores podía llegar a las 120

mil personas. Un mercado, sin duda, atrayente para los diarios, considerando que

durante esa época las empresas periodísticas comienzan a interesarse por vender

y satisfacer las necesidades de sus lectores.

Si en las primeras décadas del siglo XIX los periódicos surgían solo con

fines político-doctrinarios, la Ley de Imprenta promulgada en 1872 instauró las

más amplias libertades para comprar imprentas y edificar verdaderos talleres de

tipográficos. Todo como parte del proyecto modernizador de las ciudades, y a

fines de la centuria, los diarios en circulación llegaron a más de 100, aunque cada

vez más condicionados por las lógicas del mercado.

En este verdadero ambiente de despertar que vivió la población chilena, la

imitación de los comportamientos europeos gracias a su poder económico, generó

en la elite nuevas costumbres, normas y formas de vida que tendieron a apartarla

del resto de la sociedad, ya que al mantener la hegemonía de los medios, la

identidad oligárquica fue la vitrina para el resto de la sociedad emergente.

Su imagen europeizada y lujosa se contradecía con los deplorables

estándares de vida y educación que enfrentaba la mayoría. Si la elite intentaba

comunicar que ser moderno, ser chileno, es ser como nosotros, la disonancia fue

tal que provocó un verdadero estallido social, que ni la clase dirigente, ni el liberal

régimen político pudieron solucionar.

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No fue mera casualidad que en Valparaíso, cuna de El Mercurio, surgieran

las primeras concentraciones de obreros que lucharon por reivindicar sus

condiciones laborales y de vida. Aquí la elite se había alzado como el modelo de

chileno frente a los ojos extranjeros que desembarcaban en el puerto, y que

provenían, precisamente, de sociedades modernas.

Se produjo una especie de efecto en cadena. Las colonias inglesas que se

asentaron en el país sirvieron de espejo para la elite, quienes a su vez, lo fueron

para el resto de la sociedad chilena. Salvo que, entre la primera y la segunda, las

diferencias económicas no eran gravitantes como para iniciar una lucha social…

“Todos estos complejos procesos se desarrollan en una sociedad en la cual ni el tipo de economía y de crecimiento económico, ni el tipo de estado y régimen político, reconocían a la gran mayoría otro papel que no fuera el de clases subalternas, brazos desde el punto de vista económico y masas sin participación activa, desde el punto de vista político” (Ibídem, 25). Las amplias libertades instauradas por el sistema político, permitieron el

surgimiento de pequeños y medianos comerciantes; como es el caso de Recaredo

Santos Tornero, que tras su fugaz paso por El Mercurio en 1842, instauró en

Valparaíso la Librería Española, el primer establecimiento de este genero que se

abrió en el país. Los hijos de este grupo social tuvieron la oportunidad de asistir a

la universidad, que por esos años, tenía la noble misión de formar a los políticos

chilenos. Una vez más, la oligarquía se transforma en un modelo a seguir por

parte de una naciente clase burguesa, que a fin de cuentas, imita y quiere ser

parte de la elite.

Conflictos y contradicciones que permitieron la configuración de nuevos

espacios públicos y formas de sociabilidad que decantaron en circuitos

comunicacionales y culturales con sus propios grados de autonomía e identidad

de clase, propiamente tal (Ossandón y Santa Cruz, 2001, 26).

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Capítulo 7. El Mercurio, engranaje motriz

Echada por tierra toda aspiración de un arreglo de paz entre Chile y Bolivia

bien vale la pena responder ciertas preguntas que rondaron detrás de las

conversaciones. Las relaciones que existieron entre el gobierno de Jorge Montt y

El Mercurio no se pueden resumir únicamente al plano discursivo. Pues,

comprendimos a lo largo de la presente investigación que la noción de discurso es

un concepto de habla que se encuentra institucionalmente afianzado en la medida

que determine y consolide la acción. Acción que para estos efectos guardó estricta

relación con lo que decía El Mercurio y la visión política del gobierno de la época.

Es decir, un fluir de conocimientos que tuvieron un cauce común en cuanto

permitieron comprender lo que estaba ocurriendo en Chile y la trascendencia

misma del frustrado acuerdo. Porque tal como plantea Siegfried Jäger (2003), los

discursos son importantes para conseguir determinados fines, ya que desde ellos

es posible decir y hacer, y cuando se exponen a los medios de comunicación, se

presentan como verdades racionales, sensatas y fuera de toda duda” (Jäger, 62).

Pero, y siguiendo esta lógica, ¿fue preponderante la ideología de El Mercurio

expresada en su cuerpo informativo?, ¿qué esperaba conseguir el diario?

Vamos por parte. Para entender el posicionamiento ideológico de El

Mercurio durante las conversaciones, hay que aclarar que el significado de una

palabra no es gramatical sino contextual. Lo que se plasmaba en sus hojas eran

significados cargados de pasiones y de contenidos, precisamente, ideológicos. No

obstante, relacionados con un discurso mayor: la forma de ver la política en el

Chile de fines de siglo. Por tanto, a estas alturas, no habría muchos

cuestionamientos al señalar que la ideología de El Mercurio y la ideología del

gobierno fueron cercanas. De hecho, cuando Hermógenes Pérez de Arce dejó el

trascendental cargo de editor y director periodístico no quedó cesante. Jorge Montt

propuso su nombre al Parlamento para encabezar el Ministerio de Hacienda.

Simplemente no hubo reparos. Y en diciembre de 1895, cuando las esperanzas ya

se las había llevado el viento, se transformó en el titular de la cartera. Podría

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73

interpretarse como una especie de espaldarazo a su trabajo al mando de la

trinchera comunicacional.

A través del discurso de El Mercurio se pudo (re)leer la representación

social que tenía el periódico sobre el Tratado de Transferencia. Así también su

ideología. Y es que, precisamente, se pensó el editorial como un espacio para que

el público conociera la opinión directa y abierta del medio sobre un asunto en

particular; y esta a su vez, determina el punto de vista para el resto del contenido

informativo.

Analizar desde esta lógica el cuerpo discursivo de El Mercurio, nos permitió

descifrar su contenido y separar los argumentos del plano mayor, como es la

ideología. Es decir, cuestionarse por qué dijo lo que dijo es cuestionarse a fin de

cuentas las pasiones personales y sociales que conllevaron al medio a publicar

una verdad que fue presentado sin cuestionamientos y naturalizada. Y esto, a su

vez, permite aplicar la ingeniería inversa y llegar a de-construir su ideología.

Por ejemplo, cuando El Mercurio apunta que:

El Tratado de transferencia “será una prenda de paz permanente para el

porvenir asegurada con las garantías de convivencia recíprocas para el

desarrollo comercial internacional” (El Mercurio, editorial, mayo 1895)

Y Luis Barros Borgoño, ministro de RR.EE. de la época, señala que:

“el comercio es el lazo más firme de unión entre los países, y la garantía

más sólida de paz” (Barros Borgoño, 110)

No pueden considerarse meras coincidencias discursivas. Sino más bien,

son prácticas socialmente aceptadas por el grupo: la oligarquía liberal.

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74

A fin de cuentas, intentamos justificar que durante el análisis de los dos

cuerpos discursivos (El Mercurio y el discurso del gobierno de Montt) fue posible

determinar ciertas relaciones e interacciones que no fueron casuales: provinieron

de una práctica mayor y generada al interior de la clase social que se adhirió a una

ideología determinada.

A nuestro juicio, existieron reuniones de coordinación entre la

administración de Montt y el diario de Edwards. No por nada el señor Pérez de

Arce fue nombrado Ministro de Hacienda.

La asignación de significados entre ambos planos discursivos es producto

de la construcción de realidades que éstos realizaron cuando fueron transmitidos.

Más aún, cuando partimos de la base que la representación del Tratado fue

determinada por prácticas sociales y discursivas, que generadas mutuamente,

dieron forma a una matriz conceptual ampliamente compartida por los dos actores

de este análisis.

Señalamos en un comienzo que los discursos no son fenómenos que

tengan una existencia independiente (Jäger, 93). Constituyen, a su vez,

dispositivos que vehiculan el conocimiento primario, tales como el contexto en el

cual se enmarca el discurso, contenido, por ejemplo, en la acción y materialización

de posibles eventos.

Ciertas prácticas no discursivas también son elementos que permiten

comprender por qué se dice lo que se dice, y que sobreviven gracias a la

materialización discursiva que se puede hacer de ellas. Pero hay que tomar

consideraciones o estirar las desconfianzas. Por ejemplo, cuestionarse por qué los

emisores ocultaron información relevante al plano discursivo mayor, que para

nuestro caso fue el Tratado de Transferencia Barros Borgoño-Gutiérrez. Si bien ya

reconstruimos algunas prácticas no discursivas, como la rotación de cargos de

Hermógenes Pérez de Arce, también hubo otras.

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Los rotativos argentinos estaban convencidos que el acuerdo escondía,

más que un interés de seguridad nacional, un interés netamente económico. El ex

Presidente de Bolivia, Aniceto Arce, estaba a la cabeza del Partido Conservador, a

la sazón al mando del país paceño. Arce era un empresario minero, con varios

yacimientos a su haber y por tanto financista del partido. Como ya se mencionó, el

Partido Conservador estaba de acuerdo con el arreglo. Quienes paradójicamente

ponían trabas eran los Liberales. Los diarios argentinos argüían que el Partido

Conservador solo estaba de acuerdo con el Tratado porque le convenía a su

presidente, pues, mientras esos terrenos estaban bajo administración boliviana

fueron letra muerta, y a penas Chile se hizo cargo de los nortinos diques mineros

sus ganancias se vieron multiplicadas, gracias a la construcción del ferrocarril y a

la excelente posición estratégica y comercial del puerto de Valparaíso.

Simplemente, El Mercurio no se hizo cargo de esta discusión.

Si bien sólo puede ser una anécdota al interior de las conversaciones, no

podemos desconocer que el gobierno de Jorge Montt realizó todo cuanto de él

dependía para que el Tratado de Transferencia fuera un éxito.

Para intentar caracterizar las relaciones discursivas no basta solo con

quedarse en únicamente en este plano, muy importante, pero que nos limita a la

hora de comprender la forma en que fue presentada la información y su

revestimiento argumentativo.

Bien vale la pena volver a reiterar que las columnas de opinión no son

personales, sino sociales, institucionales o políticas. Desde esta lógica, asumimos

por tanto, que los editoriales publicados tuvieron como principal función coordinar

las prácticas sociales de la elite gobernante. El fin último sería, entonces, la

realización efectiva de los objetivos; es decir, el acuerdo de paz. Pero a su vez,

proteger los intereses del grupo social, también sería parte de las funciones,

materializada por ejemplo, en el eventual beneficio económico para Chile en la

explotación de yacimientos mineros del norte grande.

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La lectura de los editoriales no sólo implica la formación de opiniones sobre

lo que se dice, sino también del periódico, su propietario y a fin de cuentas de su

ideología. Un discurso que estuvo ligado en todo momento con una matriz mayor,

consonante y preponderante con el gobierno de Montt.

El diario y algo más

La modernización de la prensa permitió la creación de verdaderas

empresas periodísticas, cuyas funciones no se limitaban sólo a la impresión de

diarios. Desde los talleres de El Mercurio, por ejemplo, salían folletines románticos

y libros breves para regalar a sus suscriptores o venderlos a bajo precio.

Tras el alejamiento del corte doctrinario, la prensa moderna inauguró

nuevas secciones: la crónica, los boletines informativos breves y la reproducción

parcial o total de editoriales de otros diarios ya sea nacionales o extranjeros; una

tendencia que comprobamos a los largo de este análisis. Desde esta lógica, se

generaron nuevos espacios de debate e interacción discursiva entre los rotativos

de fines de siglo. Los lectores, entonces, podían conocer la opinión abierta y

directa de otros medios, saber sus puntos de vista y dirimir, así, sus propios

argumentos.

En el caso particular de El Mercurio, sus lectores eran principalmente los

funcionarios públicos. El tiraje del periódico era comprado casi por completo por el

gobierno, quien lo repartía a lo largo del país y en todas sus oficinas

administrativas. Un dato no menor, ya que este hecho significaba, en la práctica, la

existencia misma del diario, asegurando un ingreso mensual fijo y que le permitió

cubrir los gastos propios de su publicación.

Un escenario estratégicamente favorable, pues generó una opinión unívoca

al interior del Estado. Los funcionarios públicos tenían un acceso libre y gratuito al

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diario, instrumentalizando sus influencias más allá del mero carácter informativo

de los periódicos en general y de El Mercurio en particular.

Todo confluyó para que en 1895 el diario de Edwards diera su prueba de

graduación, transformándose en un verdadero actor diplomático capaz de

instaurar sus propias prácticas comunicativas al apoyar deliberadamente la acción

del gobierno. A raíz de esto, se posicionó por sobre las diferencias políticas que

surgían al interior de la clase gobernante, invitándolos en todo momento al

consenso y la paz, necesarios para alcanzar el anhelado progreso con el cual

soñaba la elite.

Por Fin

A lo largo del presente trabajo, se pudo apreciar cómo Chile vivió un

verdadero estallido de formas durante los últimos años del siglo diecinueve.

Período de cambios estructurales en la cultura, economía y política de la sociedad

y que fue el caldo de cultivo para iniciar un importante acercamiento diplomático

con Bolivia. El escenario político apuntaba al desarrollo del país, basado en un

modelo que exigía buenas relaciones internacionales; ya que el libre intercambio

de mercancías, se erguía como el principio fundamental del sistema capitalista. No

por nada el Tratado Barros-Borgoño incluía un manifiesto comercial para la

exportación e importación de productos entre ambos países.

Óscar Pinochet de la Barra realizó una importante recopilación de todos los

acercamientos que han existido entre Santiago y La Paz. Unos más

trascendentales que otros; sin embargo, no se amilana en concluir que fue el año

1895 cuando se estuvo más cerca de conseguir un acuerdo definitivo. Pero habría

sido la misma efervescencia mediática la que clausuró toda posibilidad.

Estaríamos, entonces, frente a la primera vez en que los diarios fueron utilizados

no sólo como tribunas doctrinarias en lo nacional, sino que también, para

enarbolar la bandera de su país cuando el momento político-diplomático lo

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ameritase. Claro que desde esta ocasión, con prácticas periodísticas establecidas

por la modernidad.

El Mercurio fue parte de un engranaje motriz que se puso en marcha.

Trabajó y publicó de forma coordinada y premeditada con la administración Montt.

La Argentina ya lo estaba haciendo, consiguiendo buenos resultados para su

administración que luchó a la par con los medios de ese país para que Chile no

consiguiera la paz con Bolivia.

Sin duda fue un ejercicio desgastante para la elite de la época. Tanto

Hermógenes Pérez de Arce como Luis Barros-Borgoño dejaron sus puestos

claves luego de presenciar que el esfuerzo de todo un año se caía ante sus ojos.

Y es que Buenos Aires levantó una verdadera maquinaria comunicacional y

diplomática; y no solo al interior de su territorio. En Bolivia destacó a uno de sus

mejores hombres y no precisamente para apoyar el tratado. Incluso, cuando el

propio Presidente Baptista llegó al Congreso nada pudo hacer para remediar la

actitud negativa de los parlamentarios.

En Chile, en cambio, observaron con estupor la actitud de Buenos Aires de

gastar y gastar recurso para impedir la consagración del acuerdo. Y con justificado

temor, los diplomáticos criollos veían como Argentina renovaba su poderío militar.

Una desafiante estrategia a la que Montt no podía aspirar: sus reservas fiscales

estaban críticas tras la revuelta interna de 1891.

Todo un escenario crítico para Chile pero atrayente para estudiar. La

situación presentada a lo largo de esta investigación -que podríamos resumir

como prensa-político-diplomático- marcó un antes y un después en la forma en

que Chile hizo frente a sus futuras relaciones exteriores.

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Anexos

Artículos de El Mercurio

Viernes 10 de mayo de 1895 Tratado Definitivo de Paz con Bolivia (Del Constitucional de Santiago) Vamos a comunicar a nuestros lectores una noticia de importancia que no podrán menos que recibir con júbilo cuantas personas aman sinceramente la paz americana. La noticia en cuestión afecta de un modo directo nuestras relaciones con Bolivia, que parecen van estar en un período definitivo de amistad pactada. Se nos asegura que la buena armonía de nuestro país con la vecina del norte ha quedado definitivamente sellada por un tratado de paz que se ha firmado últimamente por la presunta de ambos. Así, pues, en vez de concluir con la renovación de las operaciones bélicas ininterrumpidas en Tacna, que definitivamente con la paz definitiva esta tulle el pacto de tregua, este concluye con la paz afirme que debe ser nuestro más definitivo y claro anhelo. Una de las cláusulas fundamentales del tratado, que se nos asegura ha sido firmado hace poco, establece la acción por parte de Chile al gobierno de Bolivia, de un puerto y una pequeña zona territorial inmediatamente al norte del territorio propio de Chile entre Tarapacá y Arica, cerca de Camarones. A consecuencia de la paz chilena-boliviana será la próxima celebración de un tratado comercial en el que estipula la liberación recíproca para la internación de mercaderías de Chile en Bolivia y Bolivia en Chile. Por nuestra parte nos felicitamos muy sinceramente de esta solución definitiva del Estado de Guerra de 1879-80 entre Chile y Bolivia, y entregamos la noticia sin comentarios a nuestros lectores, que no dejaran de aplaudirla, en cuanto ella implica la superación de un factor bélico en el concierto sudamericano en que los malos agoreros habían dado en imaginar.

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Extractos de editoriales

Lunes 13 de mayo de 1895 Nuestros Negocios Internacionales Desde la terminación de la guerra del pacífico quedó la cancillería de Chile con no pocas cuestiones de gran interés que aguardaban su solución de los acontecimientos posteriores al tratado de Ancón y de la mayor o menor actividad que se empleara para no dejar que las cosas fueran postergadas mes a mes y año por año. Desgraciadamente los acontecimientos no han sido favorables para una pronta solución. La Guerra civil en Chile y en el Perú tenía que presentar una situación esencialmente incompatible con la gestión de negociaciones diplomáticas de primer orden, que para llegar a una solución final han menester desenvolverse reposadamente, en manos de gobiernos perfectamente estables y sin hallarse conmovidos por las amenazas o temores de agitaciones interiores. Hoy que los disturbios interiores han terminado en Perú, que Bolivia goza de un prolongada tranquilidad y que la cancillería de Chile no tiene por qué verse perturbada por circunstancias de nuestra política interior, creemos que se presenta la época favorable para iniciar las firmes gestiones diplomáticas encaminadas a definitivamente a solucionar los problemas derivados de la G.P. Definir nuestra situación clara y sólidamente en el Pacífico importan facilitar grandemente nuestras cuestiones de ultra cordillera. Es verdad que, para la solución tranquila de nuestras cuestiones de límites con la Argentina, se puede confiar en la declaración de confraternidad internacional que acaba de ser solemne el Presidente de la república Argentina, pero no lo es menos que la prensa de aquél país se mantiene constantemente apasionada en contra de Chile en que la propaganda de odiosidad está en gran parte alimentada por las confederaciones de nuestras situaciones indefinidas en el pacífico y con la esperanza de que en conflicto serio, estaría difícil encontrar apoyo en contra de Chile en el Perú y Bolivia. Lo que menos podemos hacer por ahora, es prestar muy preferente atención a las gestiones diplomáticas estables para definir, con toda claridad y solidez, nuestra situación internacional con el Pacífico, propendiendo a dar solución lo más pronto posibles sobre la base de tratados que sean una prenda de paz permanente para el porvenir asegurada con las garantías de conveniencias recíprocas para el desarrollo comercial internacional entre las tres repúblicas.

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Chile no tiene para qué pensar intereses de ningún género allende los andes. Su campo de acción de hoy y grandeza futura está en el pacífico y no por la conquista ni la absorción de intereses a sus vecinos, sino por el exonerado cultivo de las relaciones comerciales con Bolivia, Perú y Ecuador, hechas cada día más intensas, más fáciles y numerosas por medio de tratados que tienden al libre cambio de productos ya sea del Pacífico un mercado libre y común para Chile, Bolivia, Perú y Ecuador, tal como si estas cuatro repúblicas formaran una confederación aduanera o Zollverein para facilitar todos sus negocios de un territorio a otro y borrar moralmente, puede decirse, las fronteras para los movimientos mercantiles en industriales, entre ellas que tienen tantos puntos de contacto y de recíprocas conveniencias para trabajar íntimamente unidas, en el sentido de crecer y hacer poderosa para el porvenir bajo la base de la comunidad de intereses internacionales. Martes 14 de mayo 1895 Diplomacia inexplicable Desde algunos tiempos atrás vienen los diarios argentinos hablando con insistencia de un pacto Boliviano-Argentino, según el cual Bolivia le habría cedido a la república de Argentina una fracción de territorio comprendido entre las zonas ocupadas hoy por chile, con arreglos y prescripciones del tratado de tregua que puso término al tratado de guerra entre Chile y Bolivia. Atribuyéndoles los diarios argentinos una misteriosa influencia a citado pacto, que supone gestionado secretamente y con especial cuidado de sustraerlo del conocimiento de la cancillería chilena, y se le llega dar toda importancia un triunfo a la cancillería Argentina. Si tal cesión de territorio existiese, y este efectivamente estuviera ubicado en la zona actualmente ocupada por chile, por un término indefinido, según lo prescrito en un tratado internacional en que Bolivia aceptó la ocupación de Antofagasta, no habría razón para considerar como un triunfo, si no como un desacierto diplomático. No se explica que ni por parte de Bolivia ni por parte de argentina se hubiese incurrido en un acto tan desatinado como este. Vamos a ver lo que ganaría Bolivia o la Argentina con un pato de esta naturaleza y de tales condiciones como las ya indicadas. Bolivia tiene pendiente con Chile el problema de transformar el actual tratado de treguas en un tratado definitivo permanente de paz. Todo su anhelo está en que al ajustar la paz pueda conseguir un punto en el Pacífico, una puerta propia de entrada y salida para un movimiento internacional de comunicaciones de naciones soberanas. Esta es la suprema aspiración de Bolivia. Ahora bien: estando pendiente las gestiones para convertir la actual tregua en un tratado de paz ¿es verosímil que Bolivia cometiera el desatino de atarse las

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manos para tratar con Chile haciéndole a Argentina concesiones incompatibles con los respetos debidos a las situaciones internacionales creadas por el pacto de treguas? No es posible aceptar que Bolivia hubiera incurrido en tal desacierto. No se puede creer que en la cancillería boliviana dominara una convicción tan herrada del porvenir y de los grandes intereses de aquella nación. Menos explicable es todavía que la república Argentina, es decir su cancillería, no ignorando los derechos que tiene chile de la ocupación indefinida del territorio de Antofagasta hubiera gestionado la cesión de una parte de él, y sabiendo que Bolivia tiene en este respecto compromisos contraídos con Chile, en que no sería prudente la intrusión de otra nación, ni habría por parte de ésta hidalguía en venir a perturbar pactos diplomáticos en que la argentina no es parte ni tiene comprometidos ningún interés, ni derecho alguno que se le haya desconocido. No es territorio lo que le falta sino lo que le sobra a la argentina; y siendo las cosas así, no se divisa por donde encontrarle explicación satisfactoria al anhelo de venir a buscar aventuras haciéndose representante de negocios que le son extraños y se derivan de acontecimientos en cuya solución definitiva no tienen derecho a representación otras naciones que no hayan derramado sangre en la guerra del pacifico. Ellas están obligadas, para evitar en el futuro análogos sacrificios y calamidades similares hacer toda clase de esfuerzos para conseguir la justa de tratado de paz definitivos, bajo la base de recíprocas conveniencias que sean las más estables garantías de la cordialidad de las naciones del pacífico, llamadas en tantos intereses comunes y tan estrechas las relaciones de toda clase llamadas a trabajar unidas por un progreso común que el porvenir no ha de conocer fronteras para ensancharse y pasar de nación a nación, tal como si no saliera de los propios límites de estados confederados para el desarrollo de sus riquezas, industrial y comercial. No hay como explicarse satisfactoriamente que la cancillería argentina hubiese aceptado y a un beneficio inventario la cesión de un territorio que no esté libre de compromisos internacionales, mientras esté vivo el tratado de treguas indefinido pactado entre Chile y Bolivia. ¿Qué ganaría la argentina con venir a hacerse parte de un problema que no le afecta, de un litigio que no le pertenece, y la solución aún pendiente de una guerra que no fue la Argentina sino Chile quien estuvo en el peligro de ser hundido en la ruina por dos naciones coaligadas para cerrarle el camino del norte y aniquilarla? No hay contestaciones algunas que puedan dar atestación a la pregunta. Por eso no podemos creer que exista un tratado en que la Argentina haya aceptado de Bolivia la cesión de un territorio tan gravemente comprometido en empeños internacionales, cuya solución definitiva se espera en el día no lejano.

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Hay justificados motivos para estimar inverosímil la cesión del territorio ocupado por Chile; y si fuese efectiva, aquel tratado no debería considerarse como un triunfo, sino como un desacierto de la diplomacia Argentina del cual no deberá sacar provecho sino las dificultades propias de enredarse en asuntos ajenos, harto delicados y espinosos por su propia naturaleza, para que dejen de embolarse más con la intrusión de un tercero a quien su oficio en la aventura le había presentado como ocasión de gran provecho, está en que ciertamente no lo haría don Quijote en las bodas de Camacho. Inclinémonos a creer que no existe esta cesión de territorio tan celebrada por los diarios de ultra-cordillera, porque a más de las razones ya expresadas, el último mensaje presidencial argentino -cuya parte relativa a chile se nos ha comunicado por telégrafo- está manifestando elocuentemente, y con honrada franqueza, que en la cancillería argentina no se desconoce que lo mejor, lo más seguro y más provechosas políticas internacionales es la de cada uno su casa y Dios en la de todos. Miércoles 15 de mayo de 1895 Reservas Diplomáticas Con algunos detalles se viene publicando, desde varios días atrás, la noticia de un arreglo diplomático entre chile y Bolivia con el objeto de reemplazar el actual tratado de treguas por un pacto definitivo de paz. No sabríamos hasta que punto son exactos los rumores echados a circular a este respecto; pero sean como fuesen, es indudable que las publicaciones que se están haciendo no favorecen sino que dañan la acción diplomática de nuestra cancillería. Para nadie es un secreto que el entorno de nuestros negocios internacionales con Bolivia revolotean otros intereses opuestos a los nuestros, que quizás no estarían distantes de desear la prolongación de nuestra precaria relación con aquella nación. En tal situación, hay motivos nos escasos de fundamentos para temer que se miran con poca simpatía -sino que con malévola prevención- todo lo que tienda a afianzar nuestras relaciones con Bolivia, bajo la base de sustituir el tratado accidental de tregua por uno de paz permanente, garantizado para el porvenir en el vinculo de recíprocas conveniencias. Cuando de parte de alguno de los vecinos existen estas asechanzas o suspicacias, la acción diplomática, para no verse inoportunamente estorbada, hallase compelida a usar de su actividad con la mayor reserva posible, no porque tenga ningún plan tenebroso que ocultar a las demás naciones sudamericanas, sino porque el éxito de la gestión empeñada exige evitar una publicidad que no facilite sino que perturbe las acciones diplomáticas atisbadas con oídos mal

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prevenidos por algunos de los que tienen alquilado balcón para estar contemplando, no con mucha indiferencia ni candor como nos manejamos con nuestras relaciones internacionales del pacífico. En tal situación hay cierta candorosidad de nuestra parte en estar exhibiendo nuestras gestiones diplomáticas bajo techo de vidrio, cuando todavía las negociaciones no han llegado a una definitiva y final solución. En todo tiempo y sobre todas las materias se ha considerado que la reserva es una condición indispensable para evitar, si no el fracaso, por lo menos los entorpecimientos en las negociaciones diplomáticas de alguna importancia. Tanto más necesaria es esta reserva cuando se trata de conciliar unas relaciones precarias cuyas relaciones resbaladizas desearían algunos de nuestros vecinos que se perpetuaran para tenernos siempre bajo la amenaza de que por ese lado podrían encontrar apoyo cualquier movimiento agresivo contra Chile. Estos puntos importantísimos de nuestra política internacional no son para lanzados a la publicidad cuando están en vía de arreglos gestiones de que se espera fundamente un éxito favorable. Por esta misma razón puede verse entorpecidas por parte de quienes contemplan con disimulada, y a veces franca complacencia nuestras dificultades diplomáticas con las naciones del Pacífico, a causa de las negociaciones que quedaron por resolver en el tratado de Ancón y en el creado con Bolivia. Nuestra situación diplomática no es difícil, pero sí es delicada y exige mucha circunspección para llegar a la solución satisfactoria de los problemas que tenemos entre hermanos. Ningunas miras misteriosa tenemos que buscar en nuestra diplomacia. Empero, aun así, necesario nos es prescindir la reserva, mientras las gestiones no lleguen al término final de compromisos ratificados por ambas partes. No hacerlo así equivaldría a facilitar nosotros mismos inmisiones extrañas que nos vendrían a allanar sino a entorpecer nuestras relaciones diplomáticas. No tenemos porqué afanarnos en dar al público conocimiento anticipadas negociaciones en vías gestiones, aún no ratificadas por los poderes públicos de ambos estados. Afortunadamente en Chile, ningún partido explota la política interior agitando nuestros negocios internacionales, todo ello, se honra con el sentimiento más elevado patriotismo en lo relativo a nuestras relaciones exteriores. Nada hay que los compela a festinar la publicidad de nuestras negociaciones diplomáticas. Guardemos la reserva necesaria para su éxito feliz. ¡Y es tan fácil ser reservado cuando la opinión pública cree tal respeto a nuestras relaciones exteriores que ni siquiera manifiesta las exigencias de la curiosidad!

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Miércoles 22 de mayo de 1895 Nuestros arreglos con Bolivia Las explicaciones dadas en el senado por el señor ministro de relaciones exteriores no dejan lugar a duda alguna respecto a estar completamente salvadas toda las dificultades que hasta ahora se habían presentado para poner, mediante un tratado de paz, término definitivo a la situación precaria creada por la tregua indefinida ajustada entre Chile y Bolivia, como medio provisional de hacer cesar el estado de guerra y tender un puente para llegar a la paz firme y permanente. El señor ministro ha anunciado al país desde el recinto del senado que la situación internacional de chile se presenta hoy mucho más despejada por estar ya firmado el tratado de paz y comercio con Bolivia con lo cual la situación anómala e incierta creada por el pacto de tregua de 1884 ha sido convertida en estado de cosa regular y definitivo, a cuya sombra podría consolidarse y estrecharse cada vez más los lazos de amistad franca y sincera. Anuncia el señor ministro que las relaciones comerciales entre los dos países queda asimismo determinadas por el principio de la más amplia libertad y goce de todas aquellas franquicias que cumple otorgarse recíprocamente a pueblos hermanos y limítrofes. Cuando del lado del Atlántico hay tanto empeño en que sus órganos de publicidad fomentar una corriente de antipatías en contra de Chile, nuestro deber imprescindible es combatir eso malévolos propósitos con una poderosa contracorriente formada por las simpatías generadas que tienen que ganarse en toda América del sur nuestra política internacional, ampliamente liberal y generosa. Chile tiene que desempeñar una gran misión en el pacífico y para ello debe ponerse a la cabeza de un movimiento internacional encaminado a entrelazar a todas las repúblicas del pacífico en los vínculos de libertad comercial e industrial, en que las conveniencias de todas las naciones de este lado de los andes, desde el istmo de Panamá hasta el estrecho de Magallanes aparezcan confundidas en una comunidad interesante tan estrechamente unida que lleven a crear una solidaridad internacional capaz de hacer imposible, entre ellas las desavenencias que lleguen a resolverse por medio de las armas, la comunidad de intereses internacionales es la prenda más segura de paz para el porvenir.

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Martes 28 de mayo 1895 Los Estados unidos del Pacífico Nada menos que este título da un diario Argentino a una pretendida hegemonía económica que se dice ejercer Chile a este lado de los Andes y de la cual, según aquél diario, no hay más que un paso a la constitución de una gran confederación de los Estados Unidos del Pacífico, “en los cuales Chile representaría el papel de Prusia en el actual imperio alemán”. Y todavía agrega estas palabras, que ojalá fuera una profecía: “Chile, dados estos horizontes, estaría destinado a ser la primera nación no solo del pacífico, sino de Sudamérica entera. Pueblo sobrio, viviendo en territorio poco feraz, honesto, trabajador y ambicioso, tiene todos los caracteres exteriores de la Inglaterra industriosa e infatigable, y que, nación de límites estrechos, gobierna, sin embargo, los más vastos territorios del mundo”. Pero en el artículo al que vamos haciendo referencia hay más que una profecía hay un consejo muy bien intencionado que les señala a las naciones del pacífico cuál es el camino que deben tomar para que, de países pobres, débiles, sin fuerzas navales para su respeto, sin administración seria ni organización económica correcta, se construya, en un porvenir más o menos lejano, un Estado correcto y sabiamente organizado, rico, poderoso y respetado en todo el mundo. ¿Hay algo más tentador? A Bolivia, al Perú, y aún al Ecuador, se les dice: sois pobre, sois débiles, estáis mal administrados; vuestra organización económica está ni siquiera en pañales; vuestro organismo político todavía no ha podido tomar la consistencia de una vida normal; no tenéis estabilidad interior ni fuerzas navales para haceros respetar en el exterior. Todas vuestras conveniencias os aconsejan uniros para formar una poderosa confederación bajo la hegemonía de Chile, haced lo que en Alemania han hecho Sajonia, Hanover, Baviera, Baden, Wnrtemberg, Brunswick, etcétera. Uníos a Chile y seréis ricos, fuertes, poderosos y respetadas en América y Europa. Esto equivale aconsejar a las América del sur que reaccionen contra el sistema de su organización política fraccionada en pequeños estados independientes pero sin personalidad apreciable en el mundo internacional, sin haber conseguido hasta hoy estabilidad en el orden interior ni un régimen normal y bien acreditado en una organización administrativa y económica. Así respecto de Chile, Bolivia, Perú y Ecuador no se divisan cuál sería las dificultades que les impedirían construir entre ellos una unidad aduanera del pacífico en el que desaparecieran las fronteras para el comercio internacional, estas cuatro naciones cuya actividad tendería atener mercados comunes, todos los puertos convenidos desde Ecuador hasta el corredor en condiciones de perfecta igualdad para todos ellos.

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Lunes 3 de julio de 1895 Noticia recogida de la prensa de Buenos Aires del 25 de mayo El señor encargado de los negocios de la república de Bolivia, doctor P. Moscoso y Rodas, ha recibido ayer los siguientes telegramas de Santiago y Sucre que confirman las noticias sobre el tratado chileno-boliviano: Sucre 23 –oficial- el ultimo tratado chileno-boliviano firmado en Santiago, no modifica en nada ni el testo ni el espíritu de nuestro tratado con la república de Argentina. Santiago 24-Chile reconoce derechos argentinos sobre territorio que le fueron cedidos por Bolivia… Entre tanto, la diplomacia Argentina nada sabe, ni nada observa sobre esas negociaciones internacionales. El gobierno argentino, que tolera la ineptitud reconocida de su representación en los países en que esas negociaciones se realizan, sigue a oscuras en ese asunto. Nada hace tampoco por salir de esa situación deplorable. Apenas si se anuncia que piensa volver a su puesto el ministro argentino en Chile: ni se habla de llenar la legación argentina en Bolivia. Triste papel en que cabe en este momento al gobierno en nuestras relaciones diplomáticas. Jueves 5 de septiembre de 1895 Diplomacia de Nouveaute Muy a nuestro pesar hemos entrado en este género de comentarios, porque, dados los delicados negocios pendientes entre Chile, Bolivia y la Argentina, cúmplele a la prensa el deber de no remover tópico alguno que pudiera ser mortificante para los países vecinos o ser motivo de desagrado en el cultivo de sus relaciones internacionales. Lamentamos que los diplomáticos salgan de Buenos aires a sucre y de sucre a buenos aires acompañados en su travesía del son de cascabeles y timbales, con que parece que algo se les trastorna la cabeza, para poner en el olvido las más elementales reglas de circunspección y discreta reserva, y dar a us actos diplomáticos cierto colorido de populachera locuacidad que conspira contra los tradicionales hábitos de reserva de sus respectivas cancillerías.

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Lunes 16 de septiembre de 1895 Criterio político El criterio político está expuesto a muy graves errores en la apreciación equitativa de los negocios internacionales, y por lo tanto haría una buena obra en no pretender entrar tan afondo en ellos; en no llevar las cosas, como en la argentina, hasta el extremo de pretender que las excitaciones violentas de los diarios impriman su sello a las negociaciones diplomáticas, arrebatándolas al poder constitucional a quien le están confiadas. En todos los países del mundo se encuentra discreción, reserva, sagacidad y muy circunspecta consideración de los grandes intereses internacionales. Cosa que ordinariamente falta en los arranques impetuosos a que no pocas veces obedecen los órganos de publicidad, más atentos a agitar las pasiones que a formar en el público un criterio tranquilo y circunspecto para apreciar los negocios internacionales. Miércoles 30 de septiembre de 1895 Rivalidad fantástica El fracaso que han sufrido las pretensiones de la diplomacia argentina en Bolivia, en su inconsulto afán de perturbar la celebración de un tratado de paz con Chile, a dado lugar a que los diario argentinos hagan sobre el particular apreciaciones de buen sentido y tacto de hombre de estado por una parte, y por otra de ligereza, fantasía y superficialidad insustanciales con que se habla a la multitud. Entre los primeros está La Nación de Buenos Aires con su criterio reposado y razonable, encaminado a guiar la opinión pública por las vías propias de una nación seria y respetable. Entre los segundo se encuentra LA PRENSA de buenos aires, empeñada en inclinar a su país a las aventuras de un calavera con muy pocos adarmes de juicio para apreciar los negocios internacionales. 13 de diciembre de 1895 La paz con Bolivia La paz, he ahí lo que chile anhelaba desde hacia largos años: un tratado de paz y de amistad que viniese a reanudar los antiguos lazos de fraternidad que ligaron a los dos pueblos. Por fin el tratado Barros-Gutiérrez ha venido a reemplazar al pacto de tregua que firmaron en 1884 los plenipotenciarios Salinas y Boeto por parte de

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Bolivia, y Vergara Albano por parte de Chile. Ha demorado largos años, es verdad, pero nunca llega demasiado tarde ¡Fuera fecundo este ejemplo! La noticia de la aceptación unánime, salvo dos votos en contra, de parte del Congreso de Bolivia del tratado de paz, llega también en momentos oportunos para contribuir a calmar y serenar los espíritus inquietos que recelaban del futuro internacional. Fotografías