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La pasión por el arte lo llevó a ser uno de los decoradores más reconocidos de Argentina. La reina Máxima de Holanda y la presidenta Cristina Fernández de Kirchner figuran entre quienes lo eligen. En su casa, muestra cómo celebrar la Nochebuena con sofisticación y buen gusto El prestigioso ambientador abre las puertas de su pied-à-terre en Palermo MARTIN ROIG “LA NAVIDAD ME SIGUE ALEGRANDO EL ESPIRITU COMO CUANDO ERA CHICO” En el living de su casa hay objetos que reflejan su amor por el arte. Los perros de Fo que están sobre la mesa pertenecieron a su abuela, Sara Cernadas de Ocampo, y son algunas de sus piezas favoritas. “En estas paredes conviven elementos de valor con baratijas, pero todos tienen algún significado para mí”, confiesa.

La pasión por el arte lo llevó a ser uno de los ... · su vida. Todas las tardes, cuando salía del Colegio Champagnat, estudiaba piano con maestros de la talla de Pía Sebastiani,

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Page 1: La pasión por el arte lo llevó a ser uno de los ... · su vida. Todas las tardes, cuando salía del Colegio Champagnat, estudiaba piano con maestros de la talla de Pía Sebastiani,

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La pasión por el arte lo llevó a ser uno de los decoradores más reconocidos de Argentina. La reina Máxima de Holanda y la presidenta Cristina Fernández de Kirchner figuran entre

quienes lo eligen. En su casa, muestra cómo celebrar la Nochebuena con sofisticación y buen gusto

El prestigioso ambientador abre las puertas de su pied-à-terre en Palermo

MARTIN ROIG“LA NAVIDAD ME SIGUE ALEGRANDO EL

ESPIRITU COMO CUANDO ERA CHICO”

En el living de su casa hay objetos que reflejan su amor por el

arte. Los perros de Fo que están sobre la mesa pertenecieron

a su abuela, Sara Cernadas de Ocampo, y son algunas de sus

piezas favoritas. “En estas paredes conviven elementos de valor con

baratijas, pero todos tienen algún significado para mí”, confiesa.

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La mesa de Navidad deja en evidencia la teatralidad, marca registrada de sus ambientaciones. La decoró con

dos árboles dorados que compró en el Barrio Chino de Belgrano y un arreglo de rosas amarillas. La vajilla de porcelana fue un regalo de casamiento de sus padres. Los caminos que hacen de manteles son de terciopelo y combinan con el color de las paredes. Amante de las

antigüedades, Martín colgó entre las dos bibliotecas un espejo convexo antiguo, representativo de los diseños

federales norteamericanos (1790-1840).

“Para decorar la mesa mezclé elementos de calidad y piezas

históricas, como el juego de copas de Baccarat que los Roig trajeron

cuando vinieron de Cataluña”

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“Me gusta incorporar algunos detalles divertidos en mis mesas. En esta ocasión

usé como servilleteros unos broches antiguos en forma de libélula que compré

en Londres”

M uchos pensaron que se convertiría en médico –estudió Medicina hasta

cuarto año– y que seguiría los pasos de su padre, un reconocido traumatólogo. Pero no, Martín Roig supo desde chico que el arte estaría siempre presente en su vida. Todas las tardes, cuando salía del Colegio Champagnat, estudiaba piano con maestros de la talla de Pía Sebastiani, Antonio de Raco y Fedora Aberastury y con solo 17 años comenzó a dar clases y ofreció sus primeros conciertos como un pianista prodigio. Pero en 1997 llegó el pedido de una amiga para que ambientara su casamiento y, en ese momento, su vida cambió para siempre: se

dio cuenta de que su verdadera vocación estaba en la ambienta-ción y la decoración.

Desde entonces, se convirtió en una marca registrada, a tal punto que entre sus clientes fi-guran la reina Máxima de Ho-landa, Susana Giménez, Marce-lo Tinelli y la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien lo eligió para que se ocupara de la “Gala del Bicentenario” en el Salón Blanco de la Casa Rosada, el 25 de mayo de 2010, y desde entonces se encarga de ambien-tar y organizar todas las galas de Estado y los eventos más impor-tantes que preside la mandata-ria. “Cada celebración es única para mí y de cada una aprendo

La mesa del comedor, de tres metros de largo, es un diseño propio y las

sillas son modelo Tiffany. En la otra página, arriba: las réplicas de Papá

Noel que Martín les regaló a cada comensal, compradas en Nueva York. Derecha, abajo: los cubiertos –signé

Plata Lappas– en madera y metal dorado son un diseño de la década del 70. Los platos de pan son dorados a la hoja y los heredó de su abuela. Abajo,

centro: las copas tienen grabado el escudo de la familia Roig.

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“El piano es el objeto más importante de la casa. Cada vez que tengo un

rato para desconectarme me siento frente a él y

toco lo primero que sale de mi mente”

algo nuevo siempre”, confiesa desde su casa, donde recibió en exclusiva a ¡Hola! para hablar de su vida y su pasión por lo que hace.

SUS PRIMEROS PASOS–¿Cómo te iniciaste en el mundo

de la ambientación?–Creo que no tengo una fecha con-

creta para marcar formalmente mis ini-cios como ambientador, ya que desde niño me encantaba pensar escenarios e imaginar fiestas majestuosas. Mi prime-ra experiencia llegó en 1997, cuando una gran amiga, que en ese momento trabajaba en la revista Para Ti, me llamó para pedirme que me ocupara de la or-ganización de su boda: convocar a los músicos, armar la ceremonia, decorar el salón... Fue una fiesta enorme, todo un desafío para mí. Pero desde ese día me di cuenta de que el sentido común y la templanza son fundamentales para que todo salga siempre bien.

–¿Cuál fue tu secreto para el éxito?–Creo que lo más importante fue

mi capacidad para poder visualizar cualquier evento. Ser capaz de imagi-nar una ambientación completamen-te única y que refleje la personalidad del anfitrión. Con los años, sin embar-go, fui aprendiendo que mi trabajo se asemeja mucho al proceso de armado de la escenografía de un espectáculo. Pero lo más importante siempre es tener un ojo muy afilado para poder cubrir muchos frentes a la vez. Por su-puesto que también tuve la suerte de trabajar con personas con experien-cia de las que aprendí mucho.

–¿Qué es lo que jamás debe faltar en una fiesta?

–Sin duda, la clave del éxito está en la “actitud” de festejo de los an-fitriones y de los invitados. Después, obviamente, viene una larga lista de temas, pero lo principal es no dejar nada librado al azar. Cuidar todos y cada uno de los detalles y, sobre todo,

“Soy un amante de Bach, a quien descubrí a los 7 años cuando tomaba clases con Fedora Aberastury,

mi primera profesora”

Arriba: junto a uno de sus tres pianos. “Este fue el último que compré y el que uso para ensayar. Desde muy chico aprendí que es mucho mejor hacerlo en uno relativamente nuevo, ya que la resistencia es mayor”, cuenta. En la otra página: detrás del piano de media cola, de la marca japonesa Kawai, cuelga un enorme tapiz chino que alguna vez fue el cubrecama de su abuela materna. Es de seda bordada y está firmado por un artista de la corte imperial del siglo XIX.

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“Mi estilo es simple, monocromático, con predominancia de líneas rectas, paredes oscuras y decorado con elementos ligados a mi historia familiar,

personal y profesional”

El living está custodiado por dos leonas de bronce patinado que pertenecieron a Ghaith Pharaon y que el magnate saudita tenía en su oficina de Buenos Aires. Del lado derecho, se puede

apreciar la primera obra que Martín compró a los 18 años. Se trata de Figura femenina en la noche, una creación de Horacio

Blas Mazza de fines de los años 70. A la izquierda se ve una obra de Renata Schussheim, otro de sus cuadros favoritos.

hacer sentir cómodo a todo el mundo, que la gente pueda disfrutar de una expe-riencia diferente.

–¿En qué te inspirás cuando tenés que ambientar un lugar?

–Definitivamente, en la personalidad del anfitrión. Desde nuestro primer en-cuentro, me encanta escucharlo y saber qué es lo que soñó e imaginó para su fiesta: las personas no se comunican solo con palabras, sino con sus movi-mientos y sus emociones. Después, con el paso de los días hago una devolución y empiezo a hilvanar todo lo que sentí e intuí. Lo único que siempre pido des-de el principio es que depositen en mí toda la confianza.

–¿Cómo celebrás la Navidad? –En familia y con amigos invitados,

porque en mi casa siempre fueron todos bienvenidos. Desde chico esperaba con mucha ilusión armar el árbol y preparar

el pesebre, ayudar a mi madre a darle el toque navideño a toda la casa en gene-ral. Creo que esas fueron mis primeras ambientaciones. [Risas]. Después, en lo de mis abuelos maternos, una casona en Belgrano, aprendí a poner la mesa de la mano de mi abuela, que tenía un gusto exquisito y me enseñó muchas de las co-sas que hoy sé sobre ambientación.

–¿Qué es lo que más te gusta que te re-galen? ¿Y qué te gusta regalar?

–Lo que más valoro es el tiempo del otro, porque un encuentro con alguien a quien querés es el mejor regalo. Me en-canta que me obsequien libros y discos de cualquier género. Siempre trato de buscar algo que tenga que ver con la per-sonalidad de quien va a recibir el regalo, generalmente es un libro o una caja de bombones del mejor chocolate.

–¿Cuál es el recuerdo más lindo que tenés de las fiestas?

–Bajar al sótano de la casa de mi abue-lo para buscar las cajas con el pesebre y todos los adornos. Ese ritual maravilloso continuaba con un armado que incluía lagos hechos con espejos y montañas de papel crêpe con infinidad de animali-tos y un frondoso árbol de 3 metros de alto. Era una fecha fantástica, en la que hasta una prima de mi abuela ¡se disfra-zaba de Papá Noel!

–¿La Navidad es un momento para des-conectarte del mundo?

–No estoy seguro, ya que soy una perso-na a la que le cuesta desconectarse por la llegada de una fecha en especial. Aunque debo admitir que cuando empiezan a apa-recer las vidrieras decoradas, me doy cuen-ta de que la Navidad me sigue alegrando el espíritu como cuando era un chico.•

Texto y producción: Rodolfo Vera Calderón Fotos: Daniel Karp