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1 La patria material de Pedro Albizu Campos y el nacionalismo revolucionario: Glosas para un estudio. Por: Raúl Guadalupe de Jesús Jean Casimir en su libro La invención del Caribe (1997), nos dice que: “ Las políticas de las metrópolis emanan de una amplia gama de opciones que, en su mayoría, son de índole económica. Por el contrario, la economía de una colonia o de una ex-colonia depende de las opciones autorizadas o toleradas por la política metropolitana. En la coyuntura colonial lo político determina lo económicoLos grupos y las sociedades colonizadas del Caribe no pueden formular explícitamente ni perseguir objetivos globales distintos a los que les dictan las metrópolis(16). Este punto de partida de Casimir nos abre a una serie de perspectivas de índole epistemológicas que se deben tomar en consideración a la hora de estudiar las sociedades colonizadas del Caribe. Sobre este último punto Casimir sostiene: Existe una retórica colonial que los propios pueblos colonizados asumen en ocasiones, y que no recoge la totalidad de sus objetivos sociales. Los esfuerzos de las políticas oficiales por destruir esos objetivos constituyen la mejor prueba de la existencia de esas opciones que permitirían escapar del dominio colonial. El colonizador sólo alcanza a ver el reverso de esas opciones. Para percibirlas necesitaría efectuar una reflexión consciente. 1 Esta contrahistoria, aún sin escribir, constituye de hecho la prehistoria del Caribe moderno. Para trazarla con exactitud hay que llamar la atención sobre los riesgos metodológicos ineherentes a toda tarea científica que se propone ir contra lo establecido (16). Resulta imposible identificar en sus orígenes los fenómenos observados en una época determinada de la historia caribeña. La retórica oficial los ha escondido. En un ambiente 1 Subrayado nuestro.

La patria material de Pedro Albizu Campos y el ... · procesos significativos que llevará al ejercicio de interpretación de los fenómenos sociales. El sujeto político dedicado

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La patria material de Pedro Albizu Campos y el nacionalismo revolucionario: Glosas para un

estudio.

Por: Raúl Guadalupe de Jesús

Jean Casimir en su libro La invención del Caribe (1997), nos dice que: “ Las políticas de las

metrópolis emanan de una amplia gama de opciones que, en su mayoría, son de índole económica.

Por el contrario, la economía de una colonia o de una ex-colonia depende de las opciones autorizadas

o toleradas por la política metropolitana. En la coyuntura colonial lo político determina lo

económico… Los grupos y las sociedades colonizadas del Caribe no pueden formular

explícitamente ni perseguir objetivos globales distintos a los que les dictan las metrópolis” (16). Este

punto de partida de Casimir nos abre a una serie de perspectivas de índole epistemológicas que se

deben tomar en consideración a la hora de estudiar las sociedades colonizadas del Caribe. Sobre este

último punto Casimir sostiene:

Existe una retórica colonial que los propios pueblos colonizados asumen en ocasiones, y que

no recoge la totalidad de sus objetivos sociales. Los esfuerzos de las políticas oficiales por

destruir esos objetivos constituyen la mejor prueba de la existencia de esas opciones que

permitirían escapar del dominio colonial. El colonizador sólo alcanza a ver el reverso de esas

opciones. Para percibirlas necesitaría efectuar una reflexión consciente.1

Esta contrahistoria, aún sin escribir, constituye de hecho la prehistoria del Caribe moderno.

Para trazarla con exactitud hay que llamar la atención sobre los riesgos metodológicos

ineherentes a toda tarea científica que se propone ir contra lo establecido (16).

Resulta imposible identificar en sus orígenes los fenómenos observados en una época

determinada de la historia caribeña. La retórica oficial los ha escondido. En un ambiente

1 Subrayado nuestro.

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colonizado, más que en cualquier otro contexto, los fenómenos sociales no alcanzan a reflejar

toda la realidad.

La reflexión consciente tiene que ir trazando los contornos y significados de esa historia

escondida, soterrada o silenciada, por la historia oficial de la colonia. Se constituye en el elemento

fundamental para la elaboración de una contrahistoria. Esta tendrá la tarea de presentar una serie de

procesos significativos que llevará al ejercicio de interpretación de los fenómenos sociales. El

sujeto político dedicado a esta labor consciente de la contrahistoria sabe que en el contexto colonial

esa tarea se convierte en un atentado contra la institucionalidad de los saberes oficiales. A ello, se

une la dificultad de seguir en tiempo real los fenómenos del mundo de la explotación económica por

todas las estructuras que empaña la madeja de relaciones sociales implicadas en el proceso social.

Federico Engels en la introducción que escribiera para el texto Las luchas de clases en

Francia, (1895) de Marx desarrolla una observación pertinente para nuestro tema:

Cuando se aprecian sucesos y serie de sucesos de la historia diaria, jamás podemos

remontarnos hasta las últimas causas económicas. Ni siquiera hoy, cuando la prensa

especializada suministra materiales tan abundantes, se podría, ni aun en Inglaterra, seguir día

a día la marcha de la industria y del comercio en el mercado mundial y los cambios operados

en los métodos de producción, hasta el punto de poder, en cualquier momento, hacer el

balance general de estos factores, múltiplemente complejos y constantemente cambiantes;

máxime cuando los más importantes de ellos actúan, en la mayoría de los casos, escondidos

durante largo tiempo antes de salir repentinamente y de un modo violento a la superficie.

Una visión clara de conjunto sobre la historia económica de un período dado no puede

conseguirse nunca en el momento mismo, sino sólo con posterioridad, después de haber

reunido y tamizado los materiales (1).

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Desde el punto de vista teórico y metodológico, el sujeto político colonizado se enfrenta en el

mundo moderno y contemporáneo a una doble complejidad política; entender la dinámica del

proceso histórico cultural y económico de la colonia vinculada a la dinámica del proceso de

producción capitalista monitoreado e impuesto por la metrópolis. Esa doble complejidad política es

asumida por el sujeto colonizado para poder ofrecer la historia silenciada, la contrahistoria, que se

opone de forma consciente y racional a la historia oficial que el poder imperial ha impuesto.

En esa doble complejidad histórica y política es que debemos visualizar el papel de Pedro

Albizu Campos y el nacionalismo revolucionario en la historia puertorriqueña de la primera mitad

del siglo XX. Cuando la figura histórica de Pedro Albizu Campos emerge en los años de 1920 y

1930, ya había realizado un ejercicio de reflexión intelectual consciente sobre los efectos del

capitalismo estadounidense en la economía puertorriqueña. Ese ejercicio le permitió configurar una

contrahistoria que cristalizó en su pensamiento anti-imperialista. Albizu pudo obtener una visión

clara de conjunto sobre la historia de la explotación y el proceso de despojo del capital

estadounidense luego de haber estudiado y tamizado los materiales de esa historia.

En mi perspectiva de estudio me alejo de la ortodoxia marxista académica (que tendió a

esquematizar la historia económica colonial), de los análisis formales de la cultura y de las

tendencias irracionales del giro lingüístico, para asumir un estudio más detenido de la acción y la

reflexión del pensamiento revolucionario albizuista.2 Asumo la aventura de seguir el método del

2 Me refiero a los trabajos de Georg From, de la nueva historiografía, de los análisis textualistas de Sylvia Álvarez Curbelo y de los trabajos de Carlos Pabón al respecto. También, me alejo de la visión marxista militante sobre Albizu y la historia colonial, que en lugar de realizar un estudio materialista histórico original partiendo del conocimiento profundo de la historia colonial lo que ha hecho en cierta medida es repetir análisis mecánicos y esquemáticos que no corresponden a nuestra realidad histórica. Albizu Campos no fue marxista, y no tenía que serlo para tener un conocimiento profundo de la historia del imperialismo estadounidense, de su clase trabajadora y de su política en la colonia. Estudios que han hecho un intento serio del análisis del nacionalismo albizuista desde una perspectiva marxista son los de Manuel Maldonado Denis, “El nacionalismo en Puerto Rico: Una aproximación crítica”, en Historia y sociedad, No. 13, 1977, y Wilfredo Mattos Cintrón, “ Terciando en torno a Albizu Campos y el nacionalismo”, Claridad, (dos partes), del 12 al 21 de noviembre de 1976. No obstante, como establece Juan Manuel Carrión en el Capítulo 2, “La necesidad de nuevos enfoques en el estudio del nacionalismo puertorriqueño”, de su libro, Voluntad de nación: En sayos sobre el nacionalismo en Puerto Rico, (1996): “ … el significado de Albizu para el nacionalismo puertorriqueño, en su máxima profundidad, no lo pueden capturar del todo. Es necesario un análisis que pueda interrelacionar de cerca

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materialismo histórico desde una perspectiva heterodoxa y en correlación directa con los hechos

materiales de la vida histórico social de la sociedad puertorriqueña en la que el nacionalismo

revolucionario desplegó su accionar político. Los últimos estudios realizados sobre el pensamiento

de Albizu se han concentrado en los análisis del discurso, trabajos como los de Mario Ayala e Ivonne

Acosta son excelentes aportaciones. Sostengo que su discurso político tiene dos dimensiones: el

discurso histórico cultural formal y el discurso material sobre la explotación colonial. Nuestro sujeto

político no tuvo tiempo para la escritura detenida, hasta el momento son muy poco los ensayos

escritos con lo que contamos, en su gran mayoría a lo que podemos tener acceso es a sus discursos

de coyuntura. Podríamos argüir en términos generales que el discurso histórico cultural formal se

esboza en el discurso contrahistórico de resaltar la identidad frente a la agresión cultural

estadounidense y el discurso sobre la economía política de la explotación colonial lo desarrolla en

escritos publicados en el periódico El Mundo con el fin de esclarecer relaciones económicas

coloniales silenciadas por la historia colonial oficial. En ese sentido, sostengo que nos encontramos

ante el pensamiento anticolonial más coherente de la primera mitad del siglo XX.

Los análisis realizados sobre su pensamiento, en su gran mayoría, se han quedado en un

análisis formal culturalista y en una visión política abstracta que llevan a generalizaciones como la

de hispanofilia, fascismo, conservadurismo, delirio, etc. Explicaciones tan generales que su uso a lo

largo del tiempo las ha convertido en verdades.3 Lamentablemente, la economía del pensamiento en

el trabajo intelectual produce esas generalizaciones y abstracciones.

los factores de clase con las otras fuentes de identificación colectiva que compiten por la atención de las masas. Un análisis que pueda de esta forma apreciar el esfuerzo de Albizu, que fue luchar por dar una personalidad combativa a la nacionalidad puertorriqueña en un contexto colonial” (33). Otro estudio que podemos considerar como una aportación es el del Taller de Formación Política, La cuestión nacional: El Partido Nacionalista y el movimiento obrero puertorriqueño (aspectos de las luchas económicas y políticas de la década de 1930-40), (1982). 3 Estas glosas como la reevaluación que hago de la relación del nacionalismo revolucionario y el movimiento obrero son parte de un proyecto más amplio sobre la ideología política del nacionalismo albizuista.

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El discurso contrahistórico le sirve al sujeto político rebelde como antídoto contra cierta

astucia de la historia colonial que mueve a los dirigentes de los partidos políticos de ‘izquierda’4 a

llamar a la calma en tiempos de inestabilidad social, mientras que los dirigentes de los partidos de

derecha “escrutan” el horizonte queriendo exponer las intenciones liberales del colonialismo.5

Albizu no llamó a la calma ni descifró el horizonte para rendirle pleitesía al colonialismo

estadounidense. El 31 de enero de 1923 comienza su acción reflexiva explicando, que ya en los

Estados Unidos, él había realizado varias conferencias en las que reflexionaba sobre las pequeñas

nacionalidades y el imperialismo de los grandes poderes. En sus primeras deposiciones sobre la

realidad colonial de la Isla, mostró pleno conocimiento de los partidos políticos coloniales e hizo las

distinciones entre lo que es una federación de estados y lo que es una confederación. Sostuvo que el

conocimiento de la personalidad de un pueblo es base fundamental para el desarrollo económico

independiente6 de los países.

En enero de 1923, Albizu sostuvo que el planteamiento de la lucha de clases dividía las

fuerzas del país frente a las políticas del imperio, incluso, adujo que “… el naciente Partido

Nacionalista de Puerto Rico … lastimosamente divide las fuerzas regionales.”7 Hablamos de un

momento histórico en donde Albizu Campos todavía era parte del Partido Unión y su discurso se

orientaba hacia la unificación de la acción política de los puertorriqueños. Una etapa de nuestro

sujeto político que podemos delimitar momentáneamente de 1923 a 1932. Mi postura de estudio es

que el pensamiento de Albizu se transformaba en la medida en que su accionar-reflexivo se cruzaba

4 Con ello me refiero al independentismo quintacolumnista de principios de siglo XX, enarbolado por el Partido Unión y luego reformulado por el Partido Liberal. 5 Franzt Fanon. Los condenados de la tierra. Fondo de Cultura Económica, México, 1987. p. 61 6 La independencia o el derecho de los países a la autodeterminación no elimina la interrelación de los países o la asociación de los mismos en confederaciones, federaciones o cualquier tipo de vinculación. Para el nacionalismo revolucionario los aliados lógicos de la independencia de la Isla eran los pueblos del Caribe e Hispanoamérica. El nacionalismo revolucionario hacia una clara distinción entre el pueblo de los Estados Unidos y su gobierno. De hecho, los vínculos del nacionalismo albizuista con los comunistas norteamericanos en la posguerra así lo evidencian. Ver la biografía de Marisa Rosado, Las llamas de la aurora ( ). En el pensamiento de Albizu la economía de las naciones independientes tiene que partir o tomar en consideración para su pleno desarrollo el espacio geográfico y la personalidad de los pueblos. 7 El Mundo, 31 de enero de 1923, Obras Escogidas, Benjamin Torres, p.13.

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con el acontecer histórico. En un proceso dialéctico de ruptura y de continuidad, podemos trazar

varios momentos de este accionar-reflexivo: de 1923 a 1932, de 1933 a 1937 y de 1948 a 1952.

Estos momentos hay que analizarlos de forma dinámica y compleja. Observando como el sujeto

político va incidiendo y transformándose en su actuación dentro del proceso histórico.8

Hechas estas precisiones, las glosas que presento constituyen un acercamiento primerizo a la

visión político económica o de la economía política del albizuismo revolucionario, su visión material

de la patria, de la comunidad cultural ligada al espacio insular antillano.

La patria material de Albizu

En las colonias de explotación como es la nuestra, lo político prima sobre lo económico, lo

que no quiere decir que lo económico no sea un factor importante, si no que una comunidad sin

poderes políticos se ve limitada en el ejercicio de sus funciones económicas. Para 1923-1924,

Albizu todavía creía que la colonia tenía algunos espacios que podía aprovechar para el desarrollo

económico, sobre todo en materia agrícola. Los políticos coloniales podían aprobar legislación en

materia agraria que pusiera freno a la rapacidad de las centrales azucareras y otras industrias

estadounidenses en la Isla. Sin embargo, no se atrevían. Decía Albizu que pregonaban fuertes

discursos en las tribunas, ofreciendo “… el espectáculo más excepcional: el pueblo es la acción, sus

líderes, la reacción; el pueblo, la vanguardia, sus líderes, la impedimenta. Todo esfuerzo de nuestros

líderes parece haberse limitado a organizar huestes que después de organizadas, le han cogido miedo

y han resuelto entregarse con su ejército para no incurrir en la malevolencia.”9

Para el 24 de abril de 1924, Albizu le escribe una carta a Antonio R. Barceló a propósito de la

Alianza que se estaba discutiendo entre los partidos políticos. Aplaude la invitación a la unión de

todas las huestes políticas y cumpliendo con su deber cívico ofrece sus ideas para esa unión.

8 Esa transformación del pensamiento revolucionario de Albizu Campos en el proceso histórico tiene que ver con el hecho de que en la colonia estadounidense, como en el propio territorio del imperio, se desarrollaban otras tendencias políticas radicales como el movimiento comunista. En las filas del nacionalismo revolucionario hubo militantes comunistas que mantuvieron ciertas relaciones políticas con ese movimiento en los Estados Unidos y en el Caribe. Ver al respecto los trabajos sugerentes de la historiadora puertorriqueña Sandra Pujals. 9 El Mundo, 17 de mayo de 1924, La Disolución del Partido Unionista y el Nacionalismo Portorriqueño, Obras Escogidas, Benjamin Torres, p.30.

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Propone que a dicha acción se invite al Partido Socialista, como entidad legalmente constituida y

representada en la legislatura. Sostiene que no invitarlo sería un error capital porque “… echará

abajo el noble fin que se persigue, y en lugar de consolidar a la Patria en una hermosa unidad,

surgirán divisiones más hondas para perjuicio del país”10.

Luego, propone una plataforma política para la discusión de todas las fuerzas políticas del

país. En materia económica propuso: “1. Retrotraer nuestras tierras a manos Puertorriqueñas, 2.

Industrialización del país, 3. Desarrollar la vida marítima y comercial para hacer de Puerto Rico un

país esencialmente marítimo según indica su condición de Isla, 4. Levantar el estándar de vida de

nuestros trabajadores.”11 Y continúa con sus propuestas políticas donde planteaba exigir al Congreso

del imperio un régimen transitorio con los siguientes elementos: “1. Gobernador electivo sin traba de

ninguna clase, 2. Abolición de la Corte Federal para unificar nuestro sistema judicial, 3. Creación de

un Tribunal Supremo con jurisdicción final en todos los casos excepto aquellos que envuelvan la

interpretación del derecho constitucional americano y del derecho internacional público.”12 Y en esa

alianza recabar un: “Compromiso formal de todos los partidos actuales para que nuestra Legislatura

apruebe una Resolución Conjunta solicitando del Congreso de Estados Unidos que convoque al

pueblo de Puerto Rico a convención constituyente.”13

El proceso político en la colonia no estuvo a la altura para recoger o hacer suyas estas

propuestas. Sostuvo que lo que el Partido Unión como el Partido Republicano hicieron con la

propuesta de Alianza fue entregarse a la plutocracia extranjera. Algunos de los dirigentes

aliancistas, como José Tous Soto, eran abogados de las centrales azucareras. Estas propuestas de

índole económica para la república de Puerto Rico se van a exponer con mayor precisión en una

serie de artículos titulados “Independencia económica”, publicados entre los años de 1930 y 1931 en

los periódicos El Nacionalista de Puerto Rico, en El Mundo y en El Imparcial.

10 El Mundo, 26 de abril de 1924, Obras Escogidas, Benjamin Torres, p.25-26 11 Ibid. 12 Ibid. 13 Ibid.

8

En esos artículos, Albizu esbozó parte fundamental de su pensamiento económico para la

república. Hace un diagnóstico de la economía colonial en la isla:

El comercio y la industria de Estados Unidos tienen un monopolio absoluto del mercado de

Puerto Rico. Monopolio que existe en virtud de la ley arancelaria impuesta al país, y

también, porque la nación portorriqueña carece de poderes para defenderse de él. El poder

político de Estados Unidos se utiliza en nuestra tierra para acaparar nuestra riqueza ya sea

agraria, industrial o comercial.

El resultado es el siguiente: el vendedor norteamericano impone precio especial para Puerto

Rico, que es casi siempre el 10 porciento, el 15 por ciento y hasta el 20 por ciento a veces,

más alto del que rige para las mismas mercaderías en Estados Unidos, y hasta dos veces más

alto que el establecido para esa mercadería destinada a otras naciones. Por ese sólo concepto,

Puerto Rico paga un tributo anual a Estados Unidos cuyo promedio no baja de $10, 000,000,

sin tomar en cuenta que la mercadería que se lanza sobre el mercado de Puerto Rico es de

segunda o tercera clase, o sea de pacotilla.

Este es el tributo que pagamos por su ocupación militar.14

Cuando Albizu habla de la plutocracia extranjera, habla de los industriales azucareros y de

otras ramas, y de los industriales locales dependientes del mercado estadounidense. Señala que

existen intereses nativos y de nacionalidad no norteamericana que poseen empresas dedicadas al

cultivo de la caña y a la elaboración de azúcar, y que a su vez se benefician del cabotaje libre.

Aclara que son una pequeña minoría atacada por el fisco y por los norteamericanos azucareros o

bancarios, que luchan por quedarse con sus fincas. La lucha, entre ambas partes, es desigual; es

innecesario hablar de sus consecuencias. Albizu nos dice:

Pero este grupo representa los intereses nativos y no norteamericanos más desorientado en

cuanto a la bondad del cabotaje libre. Se oponen tenazmente a un cambio de situación

14 Ibid, p.112.

9

política… porque cualquier de estas soluciones políticas terminaría con el régimen

irresponsable imperante, y se unen a los intereses invasores, bajo banderillas atractivas como

la autonomía para mantener el statu quo.15

El conocimiento exhaustivo que Albizu tenía de la economía política imperialista en Puerto

Rico y de la economía y la política norteamericana, hace que su accionar reflexivo evolucione de una

postura legal jurídica a una concepción revolucionaria armada, vinculando ambas visiones en su

ideología política. El sujeto político asumiría su proceso de radicalización dirigido por un

conocimiento profundo de la realidad histórica colonial. No es producto de la desesperación si no

del estudio sosegado y sereno de la materialidad del país usurpado. Nota que la industria frutera se

asemeja a la azucarera, pues el 60 porciento del capital invertido es norteamericano: son los

invasores los que se benefician del arancel. Después del azúcar, la industria más importante era la de

los tejidos y costuras hechos a mano. Explica:

El capital, en su mayor parte, es también norteamericano, único beneficiado del cabotaje

libre.

Son nuestras mujeres las explotadas por esa industria.

Nuestras mujeres obreras como los hombres están sujetos a la misma vil explotación de este

capital invasor, sin que haya poder político alguno para contrarrestar esa explotación.

Es decir, que , ni por concepto de salario, deriva Puerto Rico, ningún beneficio del cabotaje

libre. Es nuestra masa obrera otra gran mina que ha encontrado el yanqui a su paso16.

Apunta que el Partido Socialista no se ocupó de este problema, que depende del status

político, y en lugar de defender a las masas obreras se solidarizó con el régimen colonial, predicando

y defendiendo la “solidaridad permanente” entre Puerto Rico y los Estados Unidos.

Albizu descartaba la autonomía por entender que está mantenía el régimen colonial intacto,

descartaba la estadidad por lo improbable y por las diferencias culturales de ambas comunidades

15 Ibid, p.113. 16 Ibid, p.114.

10

nacionales, y sostenía que la independencia con protectorado seguiría siendo una agresión

imperialista. La Independencia con plenos poderes era la solución responsable para el país. Albizu

rechaza la independencia con protectorado realizando un análisis minucioso de la enmienda Platt que

regía los destinos de Cuba como así rechazaba el tan cacareado concepto de autonomía, porque la

autonomía tenía que ser definida como un régimen transitorio hacia la independencia plena. Llega a

esa conclusión haciendo un análisis de los procesos autonómicos de los territorios del Reino Unido:

Canadá, Australia, África del Sur, Nueva Zelanda y el Estado Libre de Irlanda. “La lucha por la

autonomía política ha sido siempre una lucha por la autonomía arancelaria y el derecho de la libre

contratación con otras naciones. La tarifa arancelaria no solamente determina un método fácil y

eficaz para allegar fondos al fisco si no que también fija el comercio y la industria del país, y la

expansión que puedan tener en el mercado internacional. En una palabra, el poder arancelario regula

los intereses más vitales de la nacionalidad.”17 Albizu sabía que esa no era de la autonomía que

hablaban los partidos políticos en la colonia. Y sabía que dentro de la Constitución de los Estados

Unidos un régimen autonómico como el de Canadá no puede implantarse18.

La plutocracia de las corporaciones norteamericanas, fundamentalmente azucarera, tenía

atada a su dependencia a los pocos industriales del país. Y esa plutocracia azucarera era la

responsable de las condiciones de miseria que sufría la clase trabajadora puertorriqueña, y era

responsable de la quiebra de las industrias del país La esclavitud azucarera impuso en la política

puertorriqueña un metabolismo especial, decía Albizu, “Ahora los abrazos están costando mucho

azúcar. Se cotizan en Wall Street. Hay diabetes. …Se nos están hinchando los políticos desde las

piernas hasta la cabeza. Inyecciones de melao intravenosas”19.

Nos dice Albizu:

17 Ibid, p.121.

18 Por ello, les dijo a los políticos puertorriqueños de su época: “ Los que hablan de autonomía solamente con el propósito de desorientar la opinión de su país, con el fin de que el presente estado de cosas no cambie, para que persista el cabotaje libre entre Estados Unidos y Puerto Rico y la continuación de los privilegios de que gozan los intereses invasores, jamás han pensado en el significado del término autonomía.”

19 Conferencia en el Teatro Municipal, p.36.

11

Existe aquí una industria azucarera. El 65 porciento de ese capital es de americanos; un 15

porciento es de otros extranjeros, y el resto es de puertorriqueños, gran parte hipotecado a

extranjeros. ¿Qué interés tienen los puertorriqueños en la industria de la azúcar? ¿Qué interés

pueden tener? Y los pocos que tienen azúcar, ¿qué van a perder con la independencia? Lo

primero que tendrían sería el mercado de su azúcar, y ellos no producirían suficiente azúcar

para el mercado nuestro, porque nosotros no vamos a producir azúcar para el mercado

exclusivo de Puerto Rico. El azúcar no se usa sencillamente para tomar café. Puerto Rico

tiene toda la materia prima para preparar toda clase de frutas y otros productos, chocolate,

etc., para elevar el precio del azúcar. Ahora mismo estamos importando azúcar que pagamos

hasta un dólar la libra. El mismo azúcar que nosotros exportamos, volvemos a importarla,

pagándola más cara20. ¿Dónde esta la inteligencia? Somos muy imbéciles a hacer esto, pues

pagamos el azúcar que exportamos al bajo precio de tres centavos, al volverla a importar, al

precio de un dólar. ¿Por qué no podemos nosotros producir eso mismo en Puerto Rico – y

producimos los mejores licores – y en lugar de ser importadores, ser exportadores? Si

cosechamos nuestro propio azúcar, y después se exporta y recorre unas cuatro mil millas,

vuelve a importarse y se vende a un dólar libra, ¿por qué nosotros no lo hacemos?21

Albizu tenía clara conciencia de la estructura de explotación colonial que los invasores nos

han impuesto. Sabía que la estructura económica de la República tenía que estar fundamentada en el

policultivo y en un régimen democrático de la propiedad. Entendía que el latifundio era un peligro

para la república. Ponía como ejemplo que al lado del azúcar se podían sembrar habichuelas y arroz,

entre otros productos, para que el país tuviera todos los recursos alimentarios necesarios y que no

hubiera ruina.

El Informe del Instituto Brookings y la situación de la banca en la colonia estadounidense

20 Eso es tan cierto, señores, que aquí importamos chocolates y caramelos traídos de Estados Unidos y Europa, caramelos que pagamos a $ 70 libra, puro azúcar con una gotita de limón por libra. 21 Ibid, p.38-39.

12

El Instituto Brookings es una institución que existe desde 1916 en los Estados Unidos con

sede en Washington. Es una especie de usina de ideas o lo que hoy se conoce como un Think Tank ,

que para finales de la década de 1920 sometió un informe sobre medidas a tomar en la colonia ante la

crisis generalizada de la sociedad de mercado. En comentarios que Pedro Albizu Campos expresa

para el periódico El Mundo el 28 de mayo de 1930, sostiene cómo el poder imperialista

estadounidense una vez establecida su fuerza militar, impuso sus mecanismos de persuasión

propagandísticos, por medio de la coacción y la coerción, sobre los distintos sectores sociales de la

sociedad colonial puertorriqueña (98-99). En estas páginas nos dice sobre la operación del sistema

bancario lo siguiente:

El propietario ingenuo, atraído por la propaganda extranjera, creyó que las sucursales de los

bancos extranjeros estaban respaldadas por montones de millones de dólares y en ellas

depositó sus economías con las cuales el invasor refraccionó sus propias empresas, y retirado

ese dinero del mercado, se llevó el tipo de interés, imposibilitando la rehabilitación del nativo.

El colono se hizo esclavo de las empresas explotadoras y, tarde o temprano tenía que entregar

su ganancia al acreedor que le acechaba.

El gobierno le tasaba su finca al más alto precio posible, y a los intereses invasores les

permitía, y les sigue permitiendo, la ocultación de toda clases de bienes, les fija precio a los

bienes declarados, y les tolera no pagar las contribuciones ya estipuladas, exonerándolas de la

aplicación del apremio y remate en pública subasta (99-100).

Ante esta situación apremiante, los expertos del Brookings Institution, recomienda medidas

drásticas ante la crisis, proponen la eliminación de los poderes públicos coloniales y que no se le

ponga limitaciones al latifundio. Dice Albizu al respecto:

Que se restrinja el poder municipal, que se aumente el poder directo centralizador desde

Washington, etc., son medidas necesarias a nuestra salvación, de acuerdo con la opinión de

estos expertos.

13

Lo importante es que el latifundio se legalice. La restricción de los quinientos acres que

desaparezca porque ya no existe. Los legisladores coloniales nunca la pusieron en vigor.

Sea Puerto Rico una factoría. Se necesitan peones, capataces y policías baratos. Una factoría

no necesita legislatura ni poder político.

Hay que economizar. Supriman los organismos superfluos. Cuando toda la riqueza

portorriqueña pase a los invasores éstos, tendrán, por vez primera, que cargar con el peso del

presupuesto. Ya no habrá nativos para cubrir sus erogaciones.

El poder público será francamente un departamento de la administración de la factoría (102).

La rapacidad con que el capital latifundista estadounidense, avalado por sus expertos,

arremetió contra la riqueza de los propietarios y la clase trabajadora puertorriqueñas fue de tal

magnitud que para finales de los años de 1920, el desempleo y la hambruna amenazaban a gran parte

de la población.22 No obstante, los beneficiarios del régimen colonial fueron las grandes

corporaciones azucareras ausentistas como: The South Porto Rico Sugar, la Central Aguirre

Associates, la Fajardo Sugar Co., y la United Porto Rican Sugar Co. A partir de 1918, el tabaco se

convirtió en el segundo producto de importancia, además se producían y se exportaban frutas

citrosas. La industria de la aguja tomó importancia luego de loa años de 1920. En estas ramas de

producción los salarios eran muy bajos. 23

Eran los hombres y mujeres puertorriqueñas las que mantenían este sistema de explotación.

Albizu no se equivocaba en ello. Una anécdota relatada por Diffie y Diffie en su libro Porto Rico: A

Broken Pledge, (1931), ejemplifica lo que el líder revolucionario denunciaba en la época. Los autores cuentan

el incidente relatado por el Dr. Thomas Benner, quien fue rector de la Universidad de Puerto Rico, luego de

aprobada la ley Jones en 1917 cuando una comisión legislativa puertorriqueña visitó al Congreso y un

miembro de éste cuerpo le comunicó a la delegación isleña lo siguiente:

22 Francisco Watlington Linares. “ La Plata: Prototipo histórico de la planificación para el desarrollo agro-rural de Puerto Rico”, en Google Académico. De hecho, la gran depresión y las medidas recomendadas por el Instituto Brookings dieron al traste con proyectos de planificación agro-rural como el estudiado por Watlington. 23 Francisco A. Catalá Oliveras, “La economía de Puerto Rico, 1898-1998” en Google Académico.

14

Es bueno ser franco. No favoreceré ninguna ulterior extensión de autogobierno para Puerto Rico hasta

que no se muestre en su legislación más cordialidad hacia los intereses americanos en la isla.

¿Qué quiere decir por intereses americanos en la isla?, se le interrogó.

La inversión americana allí, claro (160).

La anécdota recoge el espíritu de las verdaderas intenciones de los Estados Unidos para con

Puerto Rico. Por ello, Albizu hacia énfasis en que la propaganda imperialista se encubría de

democracia cuando lo que perseguían era el mantenimiento y reproducción del régimen colonial de

enclave de explotación. Sus críticas a los expertos del Instituto Brookings fueron acertadas, el líder

revolucionario les llamó la atención a que fueran francos como el congresista de la anécdota.

El economista puertorriqueño Francisco Catalá Oliveras en el ensayo ya citado establece que

el Instituto Brookings en su informe justificaba sus recomendaciones partiendo del siguiente

postulado: “ Si la situación de las masas del pueblo isleño en el período anterior a 1928 se califica de

deplorable, entonces la correspondiente a ese mismo pueblo en los trece años siguientes no tendría

otro calificativo que el de crítica” (12).

Los propietarios nativos ya venían siendo expropiados por las plantaciones azucareras,

proceso que se aceleró desde la aprobación de la Ley Hollander, el 2 de enero de 1901, sometida al

Consejo Ejecutivo por el Tesorero de Puerto Rico llamado G.H. Hollander.24 La riqueza de los

propietarios nativos fue degradada y usurpada por la banca extranjera en el país.25 La Ley Hollander

“… imponía tres tipos de contribución: el primero sobre la propiedad mueble e inmueble, el segundo

24 La ley de contribuciones aprobada el 2 de enero de 1901, nos dice Félix Córdova Iturregüi en un trabajo inédito sobre los efectos de esta ley que “… fue una pieza legislativa muy bien elaborada con el claro objetivo de alterar rápidamente tanto la distribución de la tierra, como la utilización que a este importante recurso económico se le daba en Puerto Rico. Una explicación rigurosa con respecto a la naturaleza de esta ley constituye un aspecto principal para la comprensión del proceso de dominación imperialista en Puerto Rico” (72). 25 Edwin Irizarry Mora en su libro Economía de Puerto Rico: Evolución y Perspectivas, (2001) partiendo del Census of Puerto Rico, U.S. Department of War, y en el trabajo de Sol Luis Descartes, Basic Statistics on Puerto Rico, (1946) nos reseña como en 1899 las tierras agrícolas tenían una proporción de 72, 146 cuerdas la producción de azúcar y 197,031 en la producción de café, y como esas proporciones cambiaron para 1935 a 254, 154 cuerdas dedicadas a la producción azucarera y 182, 312 cuerdas dedicadas a la producción cafetalera.

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sobre herencia y el tercero aplicaba varios arbitrios” (718). La historiadora María Dolores Luque en

su ensayo histórico “Los conflictos de la modernidad: la élite política en Puerto Rico, 1898-1904”

sostuvo que:

Muchos municipios de diversas partes de la Isla –como Mayagüez, Ponce, Río Piedras,

Yauco, Guayama, Vega Baja, Caguas, Utuado, San Sebastián -, la Sociedad de Agricultores,

la Cámara de Comercio, La Liga de Propietarios, entre otros, protestaron vigorosamente

contra el proyecto y pidieron enmiendas al mismo. Asimismo la prensa del país se unió a este

coro de voces (719).26

La denuncia del nacionalismo revolucionario sobre los efectos de la penetración imperialista

estadounidense ha sido recreada por los estudios historiográficos contemporáneos. El nacionalismo

albizuista conocía los mecanismos de expoliación del poder corporativo invasor y ante la crisis

generalizada del capitalismo, con la depresión de los años treinta, entendía que era el momento en

que la patria, todos sus sectores sociales, se organizaran para rescatar la soberanía puertorriqueña

como único remedio paliativo para enfrentar la crisis social, política y económica que se abría paso

con el desplome de la economía de mercado. El accionar político del nacionalismo albizuista no era

producto de un acto desesperado27, el Partido Nacionalista y su dirigencia conocían muy bien las

condiciones materiales de la colonia sobre la que operaban.

26 “Argumentaron que el país no se había recuperado de la crisis económica de la década de 1890 (caída de los precios del azúcar y del café a nivel internacional, la contracción del crédito, encarecimiento del costo de vida) la cual se había agudizado profundamente por los efectos de la ocupación norteamericana. A saber la Isla perdió los mercados de Cuba y España adonde se exportaban mayormente el café y el tabaco. España, al perder las colonias, clasificó los productos procedentes de ellas como extranjeros y les impuso tarifas arancelarias y Cuba protegió el café y el tabaco de la competencia que le ofrecía la producción de Puerto Rico. Por otra parte al no establecerse el cabotaje los productos puertorriqueños pagaban altos aranceles en el mercado norteamericano” (719). 27 El juicio que realiza Juan A. Corretjer en El líder de la desesperación, (1972) donde señala que Albizu “… privado de una burguesía a la cual darle dirección política, y sin apoyarse en los trabajadores desarrolla una estrategia fundada en la desesperación de las masas víctimas de la depresión en los años 30” (9), nos parece un acercamiento inapropiado desde el punto de vista marxista ya que tiende a extrapolar la experiencia de procesos revolucionarios de otros contextos y tiempos históricos que no se ajustan a las condiciones materiales objetivas ni subjetivas de la formación social en las colonias. Los procesos revolucionarios en el Caribe han estado determinados primariamente por condiciones políticas que han desatado revoluciones particulares que se apartan de las visiones de lo que es un proceso revolucionario en Occidente, y que han trastocado toda la base material productiva. De ahí, que Napoleón no

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Una evidencia que fundamenta el argumento anterior, veamos la reacción del Partido

Nacionalista sobre la situación bancaria del país el 7 de marzo de 1933. En un comunicado emitido

en esta fecha y publicado en El Mundo, el Partido Nacionalista se dirige al Presidente del Senado,

Rafael Martínez Nadal en cumplimiento de una resolución de la Junta Nacional del partido. El

nacionalismo considerando los efectos del ciclón San Ciprián solicitó a la legislatura colonial una

moratoria general y la suspensión de todos los pagos de la deuda pública. El gobernador John

Beverly, jefe de la intervención decretó una moratoria solo para los bancos estadounidenses: “Ese

decreto benefició exclusivamente a los bancos extranjeros, porque los bancos del país, se

encontraban con solvencia para atender sus compromisos” (241). No obstante, Beverly ante la

orden ejecutiva del Presidente de los Estados Unidos suspende su proclama del 4 de marzo, la orden

ejecutiva “… declara suspensas las operaciones bancarias durante los días seis, siete, ocho y nueve

de este mes” (241), y continúa la resolución nacionalista:

Esta orden ejecutiva del señor Presidente del poder norteamericano se ha hecho

inmediatamente extensiva a Puerto Rico, sin que mediara consulta o solicitud previa de

entidad alguna puertorriqueña.

Es ley histórica que se repite. Las naciones intervenidas como la nuestra sumarán su riqueza a

la del poder que la domina para beneficio exclusivo de éste.

…La legislación del Congreso Norteamericano que aplicada a Puerto Rico beneficie

exclusivamente a Estados Unidos, se hará extensiva a Puerto Rico sin consultarnos para nada;

pero las leyes, que posiblemente pudieran proteger a Puerto Rico no son por supuesto

extensivas a este país (242).

entendiera cómo pudo desarrollarse la revolución haitiana. La teoría revolucionaria anti-imperialista del nacionalismo revolucionario albizuista no necesitaba de unas clases sociales formadas a la usanza de Occidente, tal como las define de forma abstracta el marxismo, para iniciar un proceso anticolonial de transformación el nacionalismo revolucionario quizás debió definir con mayor precisión el carácter de movimiento de liberación nacional que se proponía construir, sus bases sociales y sus formas de implantar la lucha armada. Estos temas los desarrollo en otro trabajo más amplio sobre la teoría de la revolución en el nacionalismo albizuista.

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La resolución nacionalista pasa a evidenciar su argumento al exponer que los préstamos

solicitados al congreso por la Corporación de Reconstrucción Financiera y la Corporación de Crédito

Agrícola28 fueron denegados. Pues es “… infantil pretender que la finanza norteamericana nos

facilite la más leve ayuda para salir de sus garras. Ya lo dijo el juez Evans a la luz del concepto que

del derecho tiene Estados Unidos, Puerto Rico es país doméstico en los internacional, y es extranjero

en los nacional norteamericano” (242).

Para el nacionalismo revolucionario la orden ejecutiva era el paso previo para imponer la

moratoria bancaria por tiempo indefinido.

Mientras a los bancos se les exonera de la obligación de devolver los depósitos, se les protege

en su derecho de acreedores prestamistas. Seguirán las ejecuciones de casas de comercio,

fincas y hogares por incumplimiento de pago de las obligaciones contraídas con los bancos

(242).

La Junta Nacional interpela a la legislatura recomendándole que apruebe una moratoria en el

pago de toda obligación a los bancos extranjeros utilizando los medios legales de los que disponía.

Sin embargo, la legislatura insular acoge la orden ejecutiva. La resolución nacionalista crítica la ley

bancaria que regía en los Estados Unidos y en la Isla. Sostuvo que bajo esa ley si un banco pequeño

abre sus puertas pasa a convertirse en una sucursal del banco más poderoso, que era el

estadounidense, convirtiéndose en banco de redescuento. El banco de redescuento para permitir la

existencia del banco pequeño requería como garantía sus acciones y depósitos.

Sostenían los nacionalistas que de quebrar el banco pequeño el banco de redescuento no

perdía nada, al contrario ganaba porque obtenía para sí las acciones y los depósitos. Si el banco de

redescuento se iba a la quiebra se arruinaban los bancos pequeños y sus depositantes.

28 Ver el trabajo de Watlington Linares en la cita 22.

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Entonces, los grandes intereses que dominan las finanzas compran las tierras, vehículos de

transportación, minas, franquicias, etc., a precios irrisorios. El pánico financiero resulta para

aquel infeliz pueblo norteamericano una ruina, pero es uno de los métodos eficaces con que

cuenta la oligarquía bancaria yanqui para mantenerse en el poder por tiempo indefinido (243).

Los nacionalistas sostuvieron que en otros países este proceder bancario no se permitía

porque consideraban los ahorros del pueblo como algo fundamental para el bienestar social.

Sostuvieron que ante la ausencia de un Banco Nacional, que es imposible en la colonia

estadounidense, el National City de Nueva York funcionaba como banco de redescuento. La

resolución explica la forma de operar de este banco. Pues era un banco con fuertes vínculos con el

Congreso, que solo podía operar en la ciudad de Nueva York, no en otra ciudad estadounidense, y

en el extranjero. Al considerarnos extranjeros en lo doméstico el National City29 podía operar en la

Isla, y era el banco de redescuento de los depositantes insulares y de las acciones de la riqueza local,

en ese sentido, para defender los intereses de los puertorriqueños, los nacionalistas demandaban la

existencia de un interventor oficial designado por la Comisión Económica de la legislatura insular.

La peroración de la resolución guardaba esperanzas en la acción de la legislatura a favor de

los intereses del país y establece que el nacionalismo cumplió con su deber al hacer sus

señalamientos críticos y sus recomendaciones.

Las intervenciones públicas del nacionalismo albizuista sobre temas particulares de la política

imperialista en los años treinta muestran un manejo de lo político inteligente y sofisticado. El

nacionalismo interpeló a los políticos coloniales indicándole rutas de resistencias, vías institucionales

para refrenar las acciones del capital invasor contra la riqueza y propiedad de los puertorriqueños.

La racionalidad de la argumentación nacionalista le reconocía validez a los funcionarios electos por

29 Para una información más detallada de las ejecutorias del National City ver el trabajo del historiador haitiano Guy Pierre, “La supremacía del National City Bank en el sistema bancario del Caribe y su impacto en el crecimiento económico de la región (1900-1940)”, en el libro La formación de los bancos centrales en España y América Latina (siglos XIX y XX), (1994), donde se explica las ejecutorias del NCB en Haíti, Cuba, República Dominicana y Puerto Rico.

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los puertorriqueños, eran ellos los llamados a enfrentar las agresiones imperialistas en el terreno de lo

político. Las decepciones en ese terreno comienzan abrir nuevos senderos de acción en el

nacionalismo organizado. Entendiendo que el acto de la argumentación racional no conmovía a los

políticos coloniales electos y mucho menos al poder imperialista estadounidense, el nacionalismo,

sin abandonar el terreno de la discusión política, se decide por la acción armada como táctica para

defender los intereses materiales de la nación puertorriqueña. Este último aspecto es un tema para

desarrollar en otro momento.

Peroración

Estas ideas de la economía política de la república quedaron plasmadas en el programa

político del Partido Nacionalista de Puerto Rico. El nacionalismo revolucionario no llamó a

enfrentar a los invasores por una mera desesperación irracional e ilógica, cuando Albizu sostuvo que

hay que enfrentar a los invasores era partiendo de un conocimiento material de la patria que había

que fundar. Sus constantes interpelaciones a los funcionarios electos por los puertorriqueños para

que actuaran, dentro de la medida de sus posibilidades, a favor de los intereses políticos, económicos

y sociales de la sociedad puertorriqueña muestra el buen manejo de lo político por parte del Partido

Nacionalista y su dirigencia. El nacionalismo revolucionario de Pedro Albizu Campos fue la

respuesta más coherente, consecuente y decidida al colonialismo estadounidense en la primera mitad

del siglo XX.

Esta respuesta, fundamentada en un conocimiento material de la patria, ha sido ignorada por

la historiografía y las ciencias sociales de la colonia, y más que ignorada, atacada y calumniada por

tergiversaciones e interpretaciones equivocadas de la historia. Es hora de volver al estudio de ese

pensamiento anticolonial, no para hacer del mismo un dogma o una ortodoxia a seguir de forma

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ciega, sino para verlo en su justa perspectiva, en su contexto y observar su pertinencia a la luz del

acontecer y el devenir históricos.