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La Análisis para la acción colectiva desde los barrios / Metodología UNESCO México como Patrimonio Cultural Urbano: periferia

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Análisis para la acción colectiva desde los barrios / Metodología UNESCO México

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La periferia como Patrimonio Cultural Urbano

Análisis para la acción colectiva de los barrios/ Metodología UNESCO México

Documento técnicoPublicado en 2018 por la Oficina de la UNESCO en México, Presidente Masaryk 526, Polanco, 11560, Ciudad de México, México, a solicitud de la Secretaría de Desarrollo Social de la Ciudad de México

© UNESCO 2018© Secretaría de Desarrollo Social de la Ciudad de México

ISBN: 978-607-95419-4-1

Este documento está disponible en acceso abierto bajo la licencia Attribution-ShareAlike 3.0 IGO (CC-BY-SA 3.0 IGO) (http://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/igo/). Al utilizar el contenido de la presente publica-ción, los usuarios aceptan las condiciones de utilización del Repositorio UNESCO de acceso abierto (www.unesco.org/open-access/terms-use-ccbysa-sp).

Los términos empleados en este documento y la presentación de los datos que en él aparecen no implican toma alguna de posición de parte de la UNESCO en cuanto al estatuto jurídico de los países, territorios, ciuda-des o regiones ni respecto de sus autoridades, fronteras o límites.

Las ideas y opiniones expresadas en este documento corresponden a los autores; no son necesariamente las de la UNESCO y no comprometen a la Organización.

Este proyecto fue concebido, desarrollado, coordinado y editado en su totalidad por la Oficina de la UNESCO en México:

Concepción, coordinación y edición general del proyecto: Nuria Sanz, Directora y Representante de la UNESCO en México

Desarrollo editorial: Inti Muñoz, Oficina de la UNESCO en MéxicoJosé Pulido Mata, Oficina de la UNESCO

Diseño gráfico y de portada: Ananda Ramírez, Oficina de la UNESCO en México

Maquetación:Vianney González Luna

La Oficina de la UNESCO en México agradece profundamente todo el apoyo brindado por el Gobierno de la Ciudad de México a través de la Secretaría de Desarrollo Social, la Secretaría de Finanzas y la Secretaría de Cultura. Asimismo, extiende el agradecimiento de manera especial por su apoyo y aportaciones a José Ramón Amieva, Martha Laura Almaraz y a todos los promotores de participación ciudadana de la Ciudad de México, así como a Alejandra Trejo, Alejandro Mercado Celis, Pedro Ortíz Antoranz, Federico Restrepo, Maximiliano González, Luis Megan Santiago, Julieta González, Steffany Campins y Santiago Arau. De igual manera, agra-decemos a todos los participantes del Foro Internacional “La Periferia como Patrimonio Cultural Urbano”, del 17 al 19 de agosto del 2016, por su comprimiso y su activa participación.

Análisis para la acción colectiva de los barrios/ Metodología UNESCO México

La periferia como Patrimonio Cultural Urbano

Nuria Sanz | Editora

Índice

PrólogosMiguel Ángel Mancera, Jefe de Gobierno de la Ciudad de MéxicoJosé Ramón Amieva Gálvez, Secretario de Desarrollo Social

PRIMERA PARTE

Desplazando el centro: la periferia como patrimonio cultural urbanoNuria Sanz, Directora y Representante de la UNESCO en México

I) Discutir la periferia. Un esfuerzo en construcción

II) Memoria del Foro Internacional “La Periferia como Patrimonio Cultural Urbano”

III) ¿Cómo llegamos a la periferia? Ciudad, diversidad y sociedad en el entramado doctrinal histórico del patrimonio cultural

SEGUNDA PARTE

La Periferia como Patrimonio Cultural: La experiencia de MedellínFederico Restrepo

El oriente de la Ciudad De México. La periferia al centroJuan Carlos Cano

Trabajando con el 99%Tiago Mota

Respondiendo a los retos de la integración social: Sociabilidades subterráneas en favelas de Río de Janeiro

Sandra Jovchelovitch y Jacqueline Priego-Hernández

Urbanización, metrópolis y periferia: miradas desde el mercado laboralAlejandra Trejo Nieto

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El camino corto de la PeriferiaFelipe Delmont

Arquitectura Sin Arquitectos, ASA (2012-2014)Sandra Calvo

Los barrios periféricos de la Ciudad de México: razones para considerarlos como parte del Patrimonio Cultural Urbano

Angela Giglia

Hacer ciudad es darle voz al espacio públicoRozana Montiel

Nuevas geografías: periferia y metrópoli en la globalizaciónRoberta Nicchia

Globalización, ciudad y periferiasRoberto Eibenschutz

La Periferia Urbana en la globalización. Reflexiones desde la Geografía Económica y Política

Clara E. Salazar Cruz

El equilibrio de lo cotidiano. Las Periferias Patrimonio Cultural UrbanoÁngel Panero

En defensa de la economía de barrioPedro Ortíz Antoranz

TERCERA PARTE

Cinco Barrios de la Ciudad de México. Una investigación de campo

La periferia de la Ciudad de México como Patrimonio Cultural Urbano. Un modelo de conocimiento, recomendaciones, lineamientos de actuación y propuesta de plataforma digital

© Santiago Arau

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CAPÍTULO 1 / 7

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PrólogoMiguel Ángel Mancera Jefe de Gobierno de la Ciudad de México

La Ciudad de México es una de las pocas ciudades en el mundo que alberga una historia de más de 600 años, llena de riquezas naturales, culturales y sociales, además de sus múltiples contrastes; erigida sobre las ruinas de México Tenochtitlan, la capital del país es hoy en día una de las ciudades más pobladas del mundo, tiene 3.4 veces más pobladores que la ciudad de Roma en Italia.

A lo largo de nuestra historia ha quedado claro que hemos sabido combinar la tradición con innovación. Ejemplo de esto es Xochimilco y sus chinampas creadas en la época de los aztecas, la Catedral Metropolitana del siglo XIX, el Palacio de Bellas Artes del siglo XX y las grandes edificaciones arquitectónicas del siglo XXI.

A través de la historia hemos ido integrando a nuestra cultura las innovaciones y aprendi-zajes de todas y todos, pues encontramos en esos saberes un elemento que ha contribui-do para fortalecer el tejido social de nuestra capital.

La trascendencia y legado de nuestra ciudad han sido aspectos reconocidos por organis-mos internacionales como UNESCO, que en 1987 declaró Patrimonio de la Humanidad al Centro Histórico y a la Zona Lacustre de Xochimilco, dando fe de que la herencia de la humanidad está en el centro y en sus alrededores.

Es importante destacar que la Ciudad de México, tan grande y basta, no ha tenido un crecimiento homogéneo a lo largo de su historia; si algo nos caracteriza y nos enorgullece es la diversidad, porque nos ha permitido abrazar las diferencias y gozar de igualdad de derechos.

La diversidad ha sido un factor clave para el desarrollo, es lo que hace que esta ciudad sea el corazón del país, no sólo porque está ubicada en el centro, sino porque el corazón está conformado por los latidos de todas y todos, los que nacimos aquí, los que vivimos aquí, los que la visitamos, y los que han llegado y han hecho de ésta su casa, en cualquier colonia, barrio y pueblo.

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La máxima de este Gobierno es que la Ciudad de México es la Ciudad de Todas y Todos; hecho que quedó plasmado en nuestra Constitución Política, documento publicado en febrero de 2017, en donde se establece la organización de esta ciudad y el cual protege derechos fundamentales y vanguardistas para todas las personas que aquí habitamos.

El libro que hoy tienes en tus manos presenta la forma en qué Gobierno y sociedad hemos consolidado a la Capital Social del país, mediante la inclusión y participación. Este material fue posible gracias al proyecto colaborativo entre UNESCO y el Gobierno de la CDMX, cuyo objetivo era ampliar e innovar el conocimiento sobre los barrios urbanos de la Ciudad de México, su cultura, historia tradiciones, resistencia y resiliencia.

El análisis de la periferia como parte de la ciudad es cada vez más importante ya que hoy es menos visible su delimitación territorial física. Además, con esto la CDMX se alinea a la Agenda 2030, en el Objetivo 11 del Desarrollo Sostenible para aumentar la urbanización inclusiva y sostenible y al redoblar los esfuerzos para proteger y salvaguardar su patrimo-nio cultural y natural.

Para nuestra Ciudad el estudio y análisis de la periferia ha sido recurrente ya que desde hace años es una muestra clara del crecimiento demográfico y social de la Capital Social del país, además es un fenómeno característico de las grandes ciudades. Sabemos y reconocemos la importancia histórica y cultural de la periferia, ya que ahí habitan personas de diversos orígenes que consolidan una nueva cultura e identidad, es decir, un patrimonio digno de ser reconocido, valorado y preservado.

No olvidemos que la periferia es parte de nuestro patrimonio cultural y ahí se encuentra una dinámica social sin parangón, un lugar de transformaciones, donde, sin embargo, más resaltan los contrastes sociales, por lo que es preciso diseñar e implementar mecanismos para conocerla más a fondo y atender sus necesidades mediante un principio de justicia social.

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Nuestra querida Ciudad de México, corazón de la nación mexicana, ha sido por más de seis siglos el centro político, económico y cultural más importante de la región. En ella vivi-mos más de 8.9 millones de habitantes y recibimos cada día la visita de más de 4 millones de personas.

Con sus mil 485 km2, esta gran ciudad alberga una buena parte del patrimonio cultural del país. La “Ciudad de los Palacios” resguarda además algunas de las edificaciones más antiguas, una parte importante del patrimonio cultural inmaterial de México.

Nuestra cultura capitalina con rasgos materiales, intelectuales y afectivos únicos que nos caracterizan y que se manifiestan en las artes, las letras, las tradiciones y creencias, atesoran pueblos y barrios, incluso algunos con raíces anteriores a la colonia, que hoy en día conservan usos y costumbres, formas de propiedad y de organización comunitaria específica. El patrimonio inmaterial de la CDMX se compone principalmente de valores, expresiones e identidades de las comunidades que se reconocen a sí mismas como parte del legado cultural y que lo transmiten de generación en generación.

Es así que todos los que habitamos esta Ciudad, debemos velar por la preservación y la defensa de la identidad cultural, sobre todo de la de cada uno de nuestros pueblos originarios, cuyas prácticas socioculturales los distinguen claramente del resto de barrios y comunidades de la Ciudad por el vínculo ancestral indígena que está presente tanto en su organización social comunitaria como en su patrimonio a través de la propiedad comunal.

El trabajo que se presenta en esta obra es resultado de la sinergia institucional que inició con la realización de un Foro Internacional sobre el tema de La periferia como Patrimonio Cultural Urbano en agosto de 2016; así como una serie de trabajos de campo efectuados en cinco barrios y pueblos, para contar con un diagnóstico del patrimonio urbano ubicado en los límites geográficos de la Ciudad y mayor información que facilitara al Gobierno de la CDMX fortalecer el desarrollo en las comunidades y la consolidación de espacios públicos seguros para la convivencia.

PrólogoJosé Ramón Amieva Gálvez Secretario de Desarrollo Social

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De esta manera, en la primera parte de este libro se muestran las participaciones del encuentro del Foro que tuvo como principal objetivo, analizar diversas nociones de algu-nos de los barrios populares periféricos tanto de la CDMX como de otras ciudades en el mundo, en tres dimensiones, cultural, económica y social, incluyendo reflexiones sobre el contexto del paisaje urbano histórico de nuestro tiempo.

En la segunda, se muestran los resultados de las visitas de campo, dividida en dos seccio-nes, una que incluye a los pueblos originarios de San Miguel Topilejo, Tlalpan, San Mateo Tlaltenango, Cuajimalpa, y Santiago Tepalcatlalpan en Xochimilco, y la otra que incorpora los barrios de autoconstrucción de vivienda popular; la colonia Miravalle ubicada en la dele-gación Iztapalapa, y las colonias La Cruz y Cuautepec Barrio Bajo, ambas en la delegación Gustavo A. Madero.

Esta muestra de algunos de los barrios más emblemáticos de la Ciudad tuvo como criterio de selección el que contaran con dos características primordiales: 1) ser lugares en donde tradicionalmente operan los programas de la Secretaría de Desarrollo Social, específica-mente el Programa de Mejoramiento Barrial y Comunitario y el Programa de Comedores Comunitarios, ambos destinados a contribuir entre otros derechos, al fortalecimiento del tejido y la cohesión social; y 2) que estos barrios reflejaran dos tipos de desarrollo urbano de la periferia de la Ciudad de México, localidades de reciente formación producto de la ocupación de zonas previamente no habitacionales, con autoconstrucción en territorio frac-cionado y lotificado, fraccionamientos con desarrollos inmobiliarios públicos y privados; y periferias producto del crecimiento de pueblos originarios, con invasión y autoconstrucción en áreas de preservación ecológica y antiguas zonas agrícolas.

Tal y como los autores lo refieren en el texto, la riqueza de la información recabada es tal que sin duda esta publicación será la primera de muchas más concernientes al tema del patrimonio cultural urbano. Las aportaciones más relevantes de este estudio invitan a que las autoridades y especialistas continúen con el desarrollo de las investigaciones en torno a la periferia de las grandes urbes en el mundo.

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Como resultado preliminar del análisis de las cinco comunidades, destaca la confirmación de que los pueblos originarios conservan su identidad debido a un fuerte apego a sus tradiciones y su organización comunitaria y ejidal que les da cohesión; mientras que en los barrios de reciente surgimiento la organización comunitaria genera identidad y sentido de pertenencia, lo que impulsa la mejora de éstos.

La cultura constituye una dimensión fundamental del proceso de desarrollo y contribuye a fortalecer la independencia, la soberanía y la identidad de las naciones, por ello todos los esfuerzos por conocer y preservar nuestras tradiciones son indispensables para compren-dernos mejor y rescatar las herramientas necesarias para generar comunidad; es decir, permanecer unidos por una serie de elementos en común que favorecen el desarrollo humano y colectivo.

© Santiago Arau

Primera parte

© Santiago Arau

PRIMERA PARTE / 17

Desplazando el centro: la periferia como Patrimonio Cultural Urbano

Nuria SanzDirectora y Representante de la UNESCO en México

Lo periférico en las nuevas geografías de la centralidadEl centro y la periferia, como conceptos binomio que han articulado el discurso patrimo-nial y urbano durante décadas de doctrina internacional son hoy objeto de un debate profundo. Si bien dichas categorías sirvieron como constructos analíticos para entender la distribución espacial de las desigualdades económicas, urbanas y sociales del mundo contemporáneo, ha llegado el momento de considerar una relación más horizontal e intrínseca entre ellos y de preguntarnos cómo pueden establecerse correlaciones más propositivas entre ambos, en el entendido de que hay ciudad en cada trama urbana y patrimonio en cada espacio habitado.

En el caso de Ciudad de México, sus periferias han sido ambientes urbanos durante más de ocho siglos. Esta acumulación de experiencia urbana y de movilidad espacial necesita ser tratada como merece; toda una trama de núcleos fueron componiendo centros de dinámicas territoriales que enseñan a entender un complejo y sofisticado patrón de asen-tamientos humanos sitos en el gran paisaje histórico lacustre de Tenochtitlán.

La idea de un centro cultural hegemónico rodeado por sus satélites, afianzada en el Occidente industrial del siglo XX, está siendo rebasada por la necesidad urgente de acer-carse al territorio con una intención más arqueológica y cuidadosa para explorar las se-cuencias que explican la diacronía de las formas de habitabilidad. Necesitamos de forma

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igualmente urgente generar lecturas antropológicas que inviten al respeto social y cultu-ral por la mal llamada informalidad urbana, con el fin de reunir lecturas más respetuosas de la precariedad y poder extraer de ellas lecciones de solidaridad familiar o comunal.

Esta reflexión no permanece al margen del crecimiento vertiginoso de la vida urbana, que amenaza mundialmente con batir cifras en los próximos 20 años. Reflexionar desde México es hacerlo desde un país que ha superado ya índices que para el resto del mun-do serán alcanzables sólo cuando haya finalizado el programa de la Agenda 2030 de las Naciones Unidas. México cuenta con una gran memoria urbana precolonial. La partitura en la que se inscriben las relaciones centro/periferia se ha visto modificada en múltiples ocasiones con el correr de los siglos. Gracias a la lectura histórica, podemos desenmas-carar todo un campo de relaciones espaciales que nos obligan a tratar de modo más respetuoso a cada parte del gran puzzle. Hoy la relación entre cada espacialidad debe ser tratada como una relación entre pares. La economía urbana debe establecer una nueva relación con la ruralidad ante la exigencia de encontrar inminentemente formas más soste-nibles de producción, distribución y consumo, especialmente en los patrones de consumo alimentario, en la gestión del ciclo del agua y en formas de movilidad más racionales para una gran urbe que junta y desplaza a 23 millones de habitantes cotidianamente. Cuando iniciamos este trabajo no perdimos la oportunidad de preguntarnos si partir de lo central para llegar a lo periférico no se había convertido en una costumbre desfasada de acuerdo con las propuestas que, como Oficina de la UNESCO en México, ya habían surgido en las discusiones preparatorias de la reunión mundial Habitat III en 2016. Las reflexiones que tuvieron lugar en Toluca y en la Ciudad de México propiciaron un espacio desde donde pudimos enunciar propuestas desplazadas de los centros históricos y desde donde rebatimos argumentaciones sobre la marginalidad metropolitana. En ese sentido nos propusimos realizar un recorrido inverso, articular zonas urbanas sin relación de jerarquía.

Nuestras lecturas culturales adolecen generalmente de una deuda, la de explicarnos desde un discurso civilizatorio orquestado por centros de producción de conocimiento que establecen un orden desde fuera. La doctrina internacional en patrimonio cultural ha debido cambiar sus derroteros para acercarse a la irrenunciable e impostergable demanda de poner en el centro lo propio, lo cercano, lo que no es destino turístico, sino el espacio de la vecindad y solidaridad sociales.

Esta necesidad obliga a abandonar formas planeación urbana al servicio de las necesi-dades de la reproducción del capital inmobiliario. El costo no se equipara al capital social del suelo urbano. Este trabajo trata de capitalizar la densidad de experiencia urbana de forma más humanista.

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El siglo XX y sus formas de industrialización fueron fragmentando el tejido social del barrio, acumulando contradicciones vertiginosamente. A medida que nos acercábamos al siglo XXI, las ciudades compiten por ser más inteligentes tecnológicamente, sin haber escuchado atenta y suficientemente el sentir de sus habitantes. Al iniciar estos trabajos pensaba en el film La Sociología en un deporte de combate, en el que el gran antropólogo Pierre Bourdieu se enfrentaba a las opiniones y demandas ciudadanas de los miembros de la Comuna de París. En este film-documento se achicaba la soberbia de la academia frente a la reclamación colectiva de los derechos ciudadanos. A las doctrinas urbanas patrimoniales les faltó durante décadas enfrentarse a la mirada de los habitantes. Hoy es urgente acabar con la falsa suficiencia del planificador urbano. Por razones de respeto y de inteligencia social, esta contribución cree poder empezar a saldar esa deuda.

De la mano de la globalización y la revolución tecnológica de la información, una buena parte de las tensiones que lo urbano acarreaba se agudizaron: la producción industrial se retrae, los mercados financieros transnacionales impactan directamente en la vida familiar de quienes jamás han oído hablar de índices de las transacciones de Wall Street pero sienten sus consecuencias en casa, y a pesar de haber sido educados en inci-pientes formas de consumo responsable, se precipitan a comercios donde la mercancía oriental ayuda a la economía doméstica. En este siglo, nuestras ciudades se han vuelto más desiguales, el empleo ha disminuido radicalmente y los territorios de pobreza se han ensanchado y no siempre en la periferia.

Hoy, las migraciones del campo a la ciudad y de los países y regiones menos desarrolla-dos a las zonas de mayor crecimiento económico han adquirido dimensiones y velocida-des sin precedentes. Se trata de un fenómeno mundial del cual se desprenden hechos y estadísticas cada vez más dramáticas. Como fruto de esos flujos multidireccionales la mayor parte del crecimiento demográfico de nuestros tiempos ocurre en asentamientos urbanos periféricos, de alta marginalidad económica, en buena medida aislados por la carencia de sistemas públicos de movilidad eficaz y desvinculados de la ciudad planifica-da en el siglo pasado.

Los llamados barrios marginales, favelas, slums o villas miseria son escenarios que nos obligan con la misma prisa y escala a acercar la mirada a realidades urbanas de enorme complejidad social. La tecnocracia de la distribución de usos del suelo resulta inoperante ante tamaño escenario.

Si bien la humanidad ha conseguido avances en el combate a la pobreza en los últimos 50 años, es innegable que estamos muy lejos de ganar la batalla y de mejorar explícita-mente la calidad de vida urbana. Esta realidad desigual es un obstáculo para el desarro-llo sostenible del planeta y una vasta asignatura que se integra en una cadena de retos

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impostergables que no sabemos cómo resolver y para los que las tomas de decisiones técnicas y políticas no son suficientes. Si no erradicamos la exclusión social y la segre-gación espacial en los asentamientos humanos, difícilmente podremos apostar por el combate a la degradación ambiental, garantizar el equilibrio hídrico del orbe, generar alternativas económicas de largo plazo o concebir un mundo sin violencia. Está claro en-tonces que debemos aprender a construir y leer en otras formas de la centralidad, formas en las que la cooperación ciudadana colegiada puede generar estrategias de planifica-ción que atiendan a demandas formuladas de forma más cooperativa. En un contexto internacional que es política y económicamente cada vez más incierto, resulta exigencia construir un marco de análisis riguroso y a la altura del reto urbano, con la convicción de que es desde la ciudad, con todas sus partes, desde donde la cooperación internacional puede devolver al barrio su centralidad en la reflexión.

¿Cómo nos acercamos a través de estos nuevos enfoques a la búsqueda de esas alternativas? En el contexto del derecho internacional público y de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas, la UNESCO se ha propuesto hacerlo a partir de premisas aprendidas en el ejercicio de su mandato: aquellas que han aportado una reflexión articulada desde una perspectiva múltiple, la establecida entre las culturas, las ciencias, la educación y la comunicación del conocimiento.

Como se explica en esta publicación, para la UNESCO el paisaje urbano histórico es en-tendido hoy como un tejido multidimensional en el que la idea tradicional del patrimonio cultural –centralizado, edificado y fundamentalmente monumental- debe abrir paso a una concepción en que la ciudad toda es resultado de formas de acumular memorias, diver-sas y plurales, que siempre se construye desde aspiraciones compartidas. Y en ello, las centralidades se multiplican. Lo marginal, parafraseando a Carlos Monsiváis, reinventa el centro y viceversa. Hoy en la gran urbe mexicana por antonomasia, nos encontrarnos en una renovada escena policéntrica, polifónica, que se interroga por las mejores formas de gestionar su diversidad desde el recientemente estrenado texto de su Constitución.

En la brega cotidiana de la supervivencia y la resistencia a la exclusión, la multifacética periferia hace ciudad cada día. El barrio recicla y aprovecha, crea y reinventa. En lo “marginal” se tejen miradas solidarias, renovadas subjetividades y otras formas de respe-to a la diversidad. La innovación se mide en todas las formas creativas de cooperación vecinal. Lo colectivo se organiza y visibiliza utilizando cada vez más las redes digitales y las nuevas tecnologías para cambiar las cosas, para encontrarse con otros, para cons-truir un diálogo global y abrir espacios verdaderamente públicos.

El otro prisma que hemos propuesto utilizar en el presente trabajo de análisis es el que parte de la doctrina histórica internacional sobre el patrimonio y la diversidad cultural y ver hasta dónde puede sernos útil, desde la Carta de Venecia hasta los últimos acuerdos

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y convenciones. De manera especial, en estas páginas podrán advertirse enfoques que ponen a prueba en el campo los postulados de las Convenciones de 1972, 2003 y 2005 sobre el patrimonio cultural tangible e inmaterial, sobre la diversidad de las expresiones culturales y, de manera transversal, del documento Cultura, futuro urbano, una reflexión global realizada por la UNESCO en el 2015 que concluye en que la cultura debe ser el andamiaje y principal engrane del conjunto de las políticas públicas municipales. Cultura para innovar en la cultura institucional pública.

Las actividades y metodología que aquí se presentan nos han permitido observar con nitidez que los procesos comunitarios de los barrios periféricos son un vasto, complejo y diverso proceso cultural que se reorganiza en permanencia. Se trata de todo un universo en el que la vida cotidiana se nutre de encuentros, de manifestaciones de la memoria, de mecanismos de colaboración, de creación de soluciones, de renovación de las expresio-nes festivas y comunicacionales, un proceso del cual forman parte mujeres y hombres, niños, jóvenes y ancianos, nativos y migrantes. Una construcción social urbana que proponemos entender como escenario de análisis universal, resultado de una acelera-ción de la/su historia.

Para llegar al resultado que aquí se presenta, fue necesario recorrer colectivamente un camino en el que participaron el Gobierno de la Ciudad de México, a través de la Secretaría de Desarrollo Social, nuestra Oficina en México, junto a decenas de académi-cos y expertos nacionales e internacionales, cuyas reflexiones expuestas en las distintas mesas del Foro Internacional “La periferia como Patrimonio Cultural Urbano” también se incluyen en este libro.

Asimismo, un equipo de expertos mexicanos, la Oficina de la UNESCO en México y la Secretaría de Desarrollo Social mediante la Subsecretaría de Participación Ciudadana (SEDESO/SSPC) nos dimos a la tarea de recorrer cinco grandes barrios urbanos perifé-ricos de la ciudad, incluyendo tanto pueblos originarios absorbidos por la zona metropoli-tana como grandes barriadas de reciente creación. En estos territorios se trabajó gracias a una metodología multidisciplinaria que incluyó la realización de decenas de entrevistas en campo, el recorrido a pie de cientos de kilómetros, cuadras, escaleras, manzanas, centros de producción, viviendas, templos, lugares de fiesta y espacios comunitarios y artísticos. Servidores públicos, líderes vecinales, productores, creadores y cronistas de cada barrio dialogaron con los protagonistas de la vida barrial de todas las edades y orí-genes, y todos ellos con los analistas y expertos que se aproximaron a estas realidades con actitud de observación participante.

Hemos confirmado al final, qué tanto necesitamos del aprendizaje continuo y multidimen-sional, que los barrios nos dan lecciones de vida y que existen muchas formas urbanas donde la innovación cultural es posible en la adversidad, en el conveniente de que,

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como ha señalado la Organización de las Naciones Unidas en la Nueva Agenda Urbana aprobada en Quito en 2016, no debemos descansar en la tarea de “lograr un futuro mejor y más sostenible, en el que todas las personas gocen de igualdad de derechos y de acceso a los beneficios y oportunidades que las ciudades pueden ofrecer, y en el que la comunidad internacional reconsidere los sistemas urbanos y la forma física de nuestros espacios urbanos como un medio para lograrlo”. Con esas miras y propósito iniciamos este amplio estudio de caso basado en la Ciudad de México, del cual pudieran desprenderse conclusiones y propuestas. Elegimos seis ba-rrios de la periferia de la Ciudad de México en los que durante varios meses se desarro-llaron decenas de recorridos, entrevistas, reuniones vecinales y con funcionarios, a fin de ubicar, a partir de la interlocución directa, el conjunto de valores comunitarios, culturales, medioambientales y económicos que los propios actores locales consideran como su patrimonio cultural. Así, atendiendo la diversidad cultural y territorial de la megalópolis capitalina, el estudio incluyó los pueblos originarios semirrurales sureños de San Miguel Topilejo (Tlalpan) y Santiago Tepalcatlalpan (Xochimilco), el pueblo de San Mateo Tlalte-nango (al poniente, en Cuajimalpa) y los barrios de autoconstrucción de vivienda popular de Miravalle (al oriente, en Iztapalapa), La Cruz y Cuautepec barrio bajo (ambos al norte, en Gustavo A. Madero). Tras este intenso trabajo en campo, el equipo de expertos de la Oficina de la UNESCO en México ha propuesto a la Ciudad de México un conjunto de lineamientos de acción y recomendaciones, que parten de entender a la periferia de la Ciudad de México como “generadora de patrimonio cultural urbano gracias a la impronta de su cultura popular, así como de las formas de aprendizaje social y del poder creativo de sus redes barriales; razón por la cual la periferia ocupa un lugar central en la narrativa de la ciudad y de su desarrollo”. Para ello es necesario definir nuevas categorías para la acción, dando un papel protagónico a sus pobladores y “reconociendo a las redes barriales como un patri-monio en sí mismo ya que son fuente de fortaleza y dinamismo en los ámbitos económi-co, social y cultural de las comunidades”. También hemos visualizado la importancia de las prácticas identitarias, los proyectos de innovación local, la recuperación paulatina y a veces a contracorriente del espacio público, las acciones de conservación ambiental y el mejoramiento barrial y la solidaridad social, como grandes campos de oportunidad para la mejora de la calidad de vida y una mejor gobernanza. En esta publicación se dan a conocer las recomendaciones específicas tanto para los pueblos como para los barrios de nueva conformación, a través del reconocimiento, la gestión y el desarrollo de nuevas herramientas. Particularmente hemos planteado la creación de una “Plataforma digital de saberes y prácticas comunitarias para la partici-pación y colaboración de las comunidades de la periferia de la Ciudad de México”: una estrategia digital para compartir saberes y coordinar acciones entre las comunidades de

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pueblos y barrios de la periferia de la Ciudad de México, que en colaboración con las instituciones locales, produzca y comparta conocimiento, acumule y multiplique el capital social y refuerce lazos de ayuda mutua. Se trata de una forma de garantizar la partici-pación en la construcción colectiva de la información que se produce desde múltiples plataformas; sirve para para aprender de otras experiencias, para difundir las mejores prácticas y los proyectos innovadores, para establecer líneas de comunicación directa entre las comunidades y posibilita foros de discusión abiertos. La producción y el flujo de la información deben garantizar la autoestima y habilitar un vínculo fluido y flexible con el gobierno local para el fortalecimiento de las políticas públicas de la vida en comunidad.

La Oficina de la UNESCO en México agradece a las Autoridades capitalinas por su con-fianza y apoyo. Hemos querido estar a la altura de la responsabilidad global con la que siempre México ha actuado en el seno de nuestra Organización. La Ciudad de México es escenario inmejorable para demostrar que la ciudad es el futuro posible y también mejorado para la humanidad, si se mira con igual dedicación en todas y cada una de sus partes. Como muestra de esta historia urbana, el centro exige mirarse en la periferia. La periferia necesita atender con igual énfasis a todos sus centros.

© Santiago Arau

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I) Discutir la periferia. Un esfuerzo en construcción

En el marco del Convenio de Colaboración firmado en mayo del año 2016 entre la Secretaría de Desarrollo Social del Gobierno de la Ciudad de México y la Oficina de la UNESCO en México, y de cara a la discusión global que propició la Tercera Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Vivienda y el Desarrollo Urbano Sostenible, Habitat III, ambos organismos iniciaron un proceso de reflexión transversal, institucional, académica y ciudadana. El objetivo fue ampliar e innovar el conocimiento existente sobre los barrios marginales urbanos como espacios de construcción permanente de formas de organización comunitaria y reinvención del tejido social a partir de la cultura, las tradi-ciones, la resistencia y la resiliencia en un contexto cada vez más complejo, determinado por la exclusión, la dificultad económica y las nuevas dimensiones de los retos territo-riales en las grandes ciudades. Además del objetivo citado, la UNESCO en México y el Gobierno de la Ciudad pusieron en perspectiva y bajo la lupa los efectos producidos por la política social de la capital mexicana, con el objetivo de fortalecer su incidencia como factor de integración para una mejor calidad de vida, ello a partir de recomendaciones especializadas y propuestas de nuevas y mejores herramientas de gestión pública.

El proyecto se propuso incluir diversas fases de abordaje: de la reflexión académica global al trabajo de investigación en campo, desde una perspectiva que incluyó a ciuda-danos, funcionarios y expertos de diversas disciplinas. Así, los días 17, 18 y 19 de agosto del 2016 se llevó a cabo el Primer Foro Internacional “La periferia como Patrimonio Cultural Urbano”. Esta reunión se inscribió asimismo en la tarea de desarrollar un modelo de gestión para la creación de un nuevo instrumento de observación y fortalecimiento participativo de la política social en la Ciudad de México.

En el encuentro se tuvo como objetivo principal analizar diversas nociones de los barrios populares periféricos, tanto en sus dimensiones culturales, económicas y sociales como en el contexto del paisaje urbano histórico de nuestro tiempo. Ello representó una tarea fundamental para entender la vida en la ciudad de una manera holística e incluyente, que pudiera producir alternativas para una mejor calidad de vida a partir de las formas comu-nitarias y productivas, las dificultades y los desafíos del mundo en desarrollo.

La UNESCO considera que esta forma de abordar la dinámica de los barrios populares debe ser la base para reforzar nuevos enfoques en las políticas públicas, en el marco de la importancia de lo urbano-local en las problemáticas del mundo contemporáneo. El

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Foro confirmó que sistematizar, difundir y compartir estos conocimientos será importante para extraer respuestas sociales y mejorar la convivencia social en esos entornos urba-nos donde hoy habitan miles de millones de personas.

Durante tres días, un conjunto de más de 20 expertos de 9 países en materias como la antropología, el urbanismo, la arquitectura, la economía, la gestión cultural, el arte ur-bano y otras ciencias sociales, se abocaron a reflexionar en torno a las periferias dentro de los procesos de transformación de la urbanización mundial desde la perspectiva del entramado doctrinal histórico sobre el patrimonio cultural y los Objetivos para el Desarro-llo Sostenible de las Naciones Unidas. Provenientes de Brasil, Reino Unido, Venezuela, España, Italia, Portugal, El Salvador, Colombia y México, los participantes reflexionaron durante tres días en diferentes sedes, ubicadas en algunas de las zonas barriales más emblemáticas de la capital mexicana, y realizaron tres recorridos de campo, contando con el acompañamiento de cerca de 200 funcionarios de la Secretaría de Desarrollo Social y otras instancias de Gobierno de la CDMX.

El Foro produjo un importante conjunto de reflexiones sobre los retos de los barrios mar-ginales y periféricos, válido para la Zona Metropolitana del Valle de México y el conjunto de metrópolis del mundo en desarrollo. Las ponencias presentadas y las conclusiones de los diversos grupos temáticos se han sistematizado en esta publicación, además de ser presentadas por el Gobierno de la Ciudad en la Reunión Mundial Habitat III. Estos docu-mentos aportaron líneas estratégicas que definieron importantes contenidos y enfoques para las siguientes fases del proyecto, desarrollados entre los años 2016 y 2017.

Más adelante, se definió un esquema de trabajo de campo que comprendió cinco barrios populares ubicados en zonas urbanas de la Ciudad de México, en las que se concen-tran las poblaciones con más alto grado de marginación. Estos territorios fueron la base para una lectura antropológica que sirvió como principal referencia para el diseño de un conjunto de recomendaciones concretas para el Gobierno de la Ciudad de México y que aquí se dan a conocer. Para ello, la Oficina de la UNESCO en México conformó un equipo de expertos que se dio a la tarea de trabajar en un diagnóstico y en el diseño de las conclusiones. Una vez conformado el informe general con los resultados del Foro Internacional “La periferia como Patrimonio Cultural Urbano”, inició el proceso para dise-ñar una publicación de amplia divulgación. El equipo de expertos de la UNESCO trabajó en el diagnóstico las zonas barriales de acuerdo con las metodologías aplicables de las Naciones Unidas.

Los resultados de esta iniciativa llevada a cabo en la Ciudad de México, una de las megalópolis más grandes y complejas del planeta, pueden ser un importante aporte en el fortalecimiento y la aplicación de la Nueva Agenda Urbana de las Naciones Unidas: una mirada desde la diversidad, desde el territorio y las comunidades que luchan cada día por construir un mundo mejor en las condiciones más difíciles.

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Objetivos generales del proceso: la ciudad, la cultura y el desarrollo sostenibleLos procesos de transformación de la urbanización mundial han tomado un ritmo verti-ginoso en lo territorial, lo económico y lo cultural. La escala de esta forma del desarrollo humano es tal que impacta en todos los planos de nuestra vida en sociedad, modificando tanto lo local y nacional como lo regional y lo internacional.

En este contexto, entre oportunidades y contradicciones, nuestras urbes están más vivas y son más dinámicas que nunca. Ello hace necesario que entendamos el momento y sus complejidades a partir del diálogo y la construcción de nuevas lecturas desde los ámbitos de la comunidad y el espacio público. Una forma de comprensión que nos lleve a repen-sar todos los mecanismos de gestión y las estrategias para la planeación institucional y la interacción con la ciudadanía.

Para la Organización de las Naciones Unidas, las apuestas por el desarrollo sostenible deben contemplar al derecho a la ciudad como uno de sus cimientos, y al paisaje urbano —entendido como un entramado multidimensional de lo físico, lo cultural, lo ambiental y lo humano— como el andamiaje sobre el que transcurre la vida en sociedad. Esto ha quedado plasmado ya en diversos lineamientos de política internacional. En 2015, la Asamblea General de la ONU adoptó una agenda de 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS) que deberán ser cumplidos por sus Estados Miembros hacia 2030. Uno de esos objetivos es “lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles” (ODS 11), partiendo de la convicción de que “los problemas que enfrentan las ciudades se pueden vencer de manera que les per-mita seguir prosperando y creciendo, y al mismo tiempo aprovechar mejor los recursos y reducir la contaminación y la pobreza” (ODS 11).

Las Naciones Unidas se han propuesto un futuro con “ciudades de oportunidades, con acceso a servicios básicos, energía, vivienda, transporte y más facilidades para todos” (ODS 11), tomando en cuenta que casi mil millones de personas viven hoy en barrios urbanos marginales, que 95% de la futura expansión urbana tendrá lugar en el mundo en desarrollo y que se estima que, en el 2030, aproximadamente 60% de la población mundial habitará en las urbes. Asimismo, es importante visualizar que las ciudades, ocu-pando 3% del territorio planetario, producen entre 60 y 80% del consumo de energía, y 75% de las emisiones de carbono. La rápida urbanización está ejerciendo presión sobre el abastecimiento de agua, las aguas residuales, los medios de vida y la salud pública; sin embargo, la densidad relativamente alta del ámbito urbano puede generar una mejor eficiencia, formas de innovación tecnológica y, al mismo tiempo, reducir el consumo de recursos y de energía.

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Como lo señala la UNESCO en la Recomendación sobre el Paisaje Urbano Histórico aprobada en 2011, el paisaje urbano de hoy es un gran tejido histórico hecho de diversidad cultural que debe conservarse y evolucionar al mismo tiempo. Ni una ni otra tarea serán sencillas si antes no nos proponemos conocer sus formas de evolución, sus carencias y retos, las voces que le dan vida. El paisaje urbano está hecho de tránsitos, usos y lugares; de barrios, infraestructuras y monumentos; de tradiciones e instituciones; sin embargo, el paisaje urbano del siglo XXI es, en primer término, uno que ha sido construido por la gente en la brega cotidiana y colectiva, a menudo a contracorriente: el escenario de nuestras identidades culturales, nuestras navegaciones y nuestras ideas de futuro.

La Recomendación citada señala entre sus fundamentos que “el desarrollo rápido y a menudo incontrolado está trasformando las zonas urbanas y sus entornos, lo que puede fragmentar y deteriorar el patrimonio urbano afectando profundamente los valores comunitarios en todo el mundo” (UNESCO, 2011). Asimismo, afirma que “los cambios demográficos, la liberalización y la descentralización del mercado mundial y el turismo de masas, la explotación comercial del patrimonio y el cambio climático han acarreado un cambio de condiciones y que las ciudades estén sometidas a presiones y problemas asociados al desarrollo […]. En nuestra época asistimos a la mayor migración humana de la historia. En la actualidad, más de la mitad de la población mundial vive en zonas urbanas. Estas zonas son cada vez más importantes en cuanto motores de crecimiento y centros de innovación y creatividad; ofrecen posibilidades de empleo y educación y responden a la evolución de las necesidades y las aspiraciones humanas” (UNESCO, 2011). Dichas presiones y condiciones cambiantes no existían cuando se aprobaron las primeras resoluciones sobre la evolución urbana y el patrimonio hace cuatro décadas. Desde entonces, las nociones sobre cultura y patrimonio, así como las formas de gestión de todo ello han evolucionado como fruto de las iniciativas desarrolladas en el ámbito local y la cooperación internacional; sin embargo, hay mucho por hacer.

Por ello, frente a los retos que enfrentan las ciudades y en el marco de su creciente im-portancia para el desarrollo sostenible, las Naciones Unidas consideran como una tarea global de primer orden ubicar, estudiar, visibilizar y compartir aquellas experiencias que desde la comunidad y la cultura están generando alternativas económicas y de solidari-dad en los barrios urbanos marginales.

Respondiendo a su mandato en materia de Ciencias, Cultura y Educación, la UNESCO considera este proceso como la conformación de un andamiaje que reconstruye el tejido social a través del conocimiento compartido: un patrimonio cultural inmaterial y material que emerge de la vida en sociedad y que puede ser una forma de afrontar colectivamen-te los retos del siglo XXI. Un patrimonio cultural que debemos visualizar y entender como forma de construir caminos hacia una mejor calidad de vida.

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En esta aspiración se reúne un conjunto adicional de metas incluidas en los ODS. Así, es necesaria la reflexión sobre la posibilidad de “Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo” (ODS 1), tomando en cuenta que una de cada cinco perso-nas de los países en desarrollo vive con cerca de 1.25 dólares al día y que el riesgo de mayor pobreza es creciente. Esta condición afecta a las ciudades e incluye el hambre, el acceso limitado a la educación y a los servicios básicos, la discriminación social y la falta de incidencia ciudadana en las decisiones ciudadanas.

Hoy se construye un consenso mundial por promover el crecimiento económico sosteni-do, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos (ODS 8). En dicha empresa son necesarios pasos decididos también incluidos en la nueva Agenda y cuyo espacio decisivo se encuentra en la tensión que caracteriza a los territorios urbanos: garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promo-ver oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos (ODS 4); garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna (ODS 7); construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación (ODS 9); reducir la desigualdad en y entre los países (ODS 10); garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles (ODS 12); adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos (ODS 13); promover sociedades pacífi-cas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar el acceso a la justicia para todos y crear instituciones eficaces, responsables e inclusivas a todos los niveles (ODS 16); así como fortalecer los medios de ejecución y revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible (ODS 17).

Por la importancia de su política social y su proceso democrático, la Ciudad de México es uno de los casos más significativos a nivel regional y mundial en materia de desa-rrollo participativo. Es por ello que la Oficina de UNESCO en México y la Secretaría de Desarrollo Social del Gobierno de la Ciudad de México, entidad a cargo de las políticas y los programas sociales de combate a la pobreza, participación ciudadana y mejoramiento barrial de la capital mexicana, han trazado una ruta de cooperación, cuyo primer tramo inicia con la convocatoria al Primer Foro Internacional “La periferia como Patrimonio Cultural Urbano”.

Partiendo de una noción que postula que el paisaje urbano histórico es el resultado de la estratificación e imbricación de valores culturales a lo largo del tiempo, más allá de la idea de “centro histórico”, la UNESCO reivindica que este paisaje es también “el contexto urbano en sentido amplio y su marco geográfico” (UNESCO, 2013, p. 12). Construir la noción de la periferia urbana como patrimonio cultural es una tarea fundamental para entender la vida en la ciudad, sus formas comunitarias, económicas y culturales de una manera holística e incluyente. Esta noción debe ser la base para reforzar nuevos enfo-

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ques en las políticas públicas locales en el marco de la importancia de lo urbano-local en las problemáticas del mundo contemporáneo. Sistematizar, difundir y compartir este conocimiento será importante para extraer respuestas sociales y mejorar la convivencia en la Ciudad de México y en otras ciudades.

Objetivos específicos

a) Generar un conocimiento amplio de los saberes colectivos de los barrios perifé-ricos, teniendo como escenario la Ciudad de México y entendiendo éstos como un patrimonio comunitario en el marco de la economía creativa y la diversidad cultural.

b) Poner a debate los mecanismos de gestión y valoración del patrimonio cultural urbano —entendido en primer término como el conocimiento colectivo que fortalece la vida comunitaria— en los barrios periféricos y marginales de las ciudades de nues-tras naciones en el marco de los ODS de la Agenda 2030 de la Organización de las Naciones Unidas y de la Recomendación sobre el Paisaje Urbano Histórico aprobada en 2011 por la UNESCO, en la cual se establece que “el patrimonio urbano es un capital social, cultural y económico caracterizado por la estratificación histórica de los diversos valores generados por las culturas sucesivas y la acumulación de tradicio-nes y experiencias, reconocidas como tales en su diversidad”.

c) Apostar por mejores políticas sociales y de participación ciudadana, asumiendo como una tarea urgente y prioritaria la búsqueda cooperativa de alternativas para un mejor presente y un futuro incluyente, ahí donde la desigualdad y la fragmentación social han avanzado en los últimos años.

d) Ubicar las tensiones existentes en materia territorial, así como de movilidad espa-cial y social, entre las centralidades urbanas y la periferia.

e) Construir nuevas nociones para la integración social y el uso democrático de la ciu-dad en el marco de la relación entre los barrios periféricos y las centralidades urbanas, atendiendo la existencia de nuevas geografías metropolitanas en la globalización.

El planteamiento del paisaje urbano histórico interpreta la ciudad como un continuo espa-cial y temporal, en el que, hoy como ayer, incontables grupos de población han plasmado su huella. Este enfoque considera la diversidad cultural y la creatividad como activos cruciales para el desarrollo humano, social y económico. Ello representa una alternativa frente la desmembración de la ciudad en zonas de conservación separadas, que pasan a

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ser guetos de preservación histórica. Para evitarlo, la UNESCO propone la colaboración entre las ciudades promoviendo la integración de las preocupaciones medioambientales, sociales y culturales en la planificación, el diseño y la realización del desarrollo urba-no. “De esa manera se responde a las necesidades de los habitantes de hoy al mismo tiempo que se fortalecen sosteniblemente los recursos naturales y culturales de la ciudad para las generaciones futuras. Los diferentes puntos de vista —patrimonial, económico, medioambiental y sociocultural— no entran en conflicto; por el contrario, se complemen-tan, y su éxito a largo plazo depende de su interrelación” (UNESCO, 2013, p. 9). Las ciu-dades son organismos en movimiento, destinadas a evolucionar con la propia sociedad.

En la misma línea reflexiva, es importante recordar lo establecido en la última Asamblea-General de la ONU, “las ciudades son hervideros de ideas, comercio, cultura, ciencia, productividad, desarrollo social y mucho más. En el mejor de los casos, las ciudades han permitido a las personas progresar social y económicamente. [...] Son muchos los pro-blemas que existen para mantener ciudades de manera que se sigan creando empleos y prosperidad sin ejercer presión sobre la tierra y los recursos. Los problemas comunes de las ciudades son la congestión, la falta de fondos para prestar servicios básicos, la escasez de vivienda adecuada y el deterioro de la infraestructura. Los problemas que enfrentan las ciudades se pueden vencer de manera que les permita seguir prosperando y creciendo, y al mismo tiempo aprovechar mejor los recursos y reducir la contaminación y la pobreza. El futuro que queremos incluye ciudades de oportunidades, con acceso a servicios básicos, energía, vivienda, transporte y más facilidades para todos”. A través de esta iniciativa, la UNESCO y el Gobierno de la Ciudad de México se han propuesto apor-tar sus esfuerzos para enfrentar el reto a través de la educación, la cultura, el diálogo y el conocimiento colectivo que nuestras urbes han generado y generan cada día.

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II) Memoria del Foro Internacional “La periferia como Patrimonio Cultural Urbano”

La inauguración tuvo lugar en el Auditorio Santa Teresa de Loyola de la Universidad Iberoamericana (UIA) en Santa Fe, Ciudad de México. La ceremonia fue presidida por el Secretario de Desarrollo Social de la Ciudad de México, José Ramón Amieva, la Directo-ra y Representante de la Oficina de la UNESCO en México, Nuria Sanz, y el Rector de la UIA, David Fernández Dávalos.

Se destacó la importancia de conocer desde una perspectiva académica las formas de hacer comunidad que se viven en los barrios marginales de todas las ciudades de México. Por su parte, el Secretario Amieva señaló que, para el Gobierno de la Ciudad de México, y particularmente para la implementación de sus políticas sociales, el Foro representaría una oportunidad de estudio e interacción que arrojaría luces y diagnósticos necesarios tras casi dos décadas de gobierno democrático en la capital mexicana.

Reconoció que desde hace 10 años la Ciudad de México cuenta con las características que la convierten en una megalópolis, de acuerdo con los estándares emitidos por la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Al multiplicar su extensión y su población “la Ciudad de México ya cumple con esas características; los números verdaderamente son increíbles, somos una ciudad de ya casi 9 millones de habitantes, en donde a ciertas horas del día se duplica la cantidad, alcanzando casi los 18 millones”, dijo.

“En esta etapa de desarrollo ―dijo―, el Gobierno de la Ciudad de México ha genera-do políticas públicas a través de diversos programas sociales que buscan preservar un esquema de crecimiento sostenible que debe ir relacionado con temas como alimentación, salud, protección social, movilidad, medio ambiente, agua, haciendo especial énfasis en las relaciones entre la sociedad, su espacio y su forma de relacionarse.” Además resaltó que este crecimiento genera la ampliación de la periferia, por lo que es necesario reconocer la existencia no solamente del territorio sino dela sociedad que está en esa zona, la forma que tiene de interrelacionarse y de construir la ciudad y garantizar el derecho a ésta.

“Todo esto implica que el reconocimiento de la periferia debe tomar en cuenta esta inercia de crecimiento, atender la realidad que se da en la zona periférica y ofrecer

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o” también lo que ahora han denominado soluciones locales, esta parte de la localidad para problemas globales, como es precisamente garantizar un estado de bienestar para las personas que viven en la periferia.”

Al respecto, reiteró que el Programa Comunitario de Mejoramiento Barrial genera esta inclusión y el derecho a la Ciudad entre las personas, su espacio y su forma de interrela-cionarse, “este Programa consiste precisamente en que nosotros recibimos los recursos públicos, los recursos del pueblo, y se los devolvemos al pueblo; ellos deciden en un acuerdo de comité qué es lo que desean hacer en su espacio, presentan el proyecto, y nosotros hacemos entrega de los recursos, a través de la mano de obra y de la capaci-dad constructiva y de diseño que tienen esos espacios”, dijo.

En su intervención como ponente inaugural, Nuria Sanz expuso una relación de las formas en que la idea de periferia había ampliado paulatinamente su presencia como un componente de la comprensión del paisaje urbano histórico a lo largo de la conformación de los instrumentos, acuerdos, recomendaciones y convenciones relativas al patrimonio cultural. Así mismo señaló: “Hoy, casi un 60% de la población mundial vive en ciudades. Actualmente, las zonas urbanas son una combinación viva de la historia, la civilización, la diversidad y la cultura. La urbanización ha sido una fuerza que ha cambiado casi todo: las formas de pensar y de actuar, formas de utilizar el espacio, estilos de vida, las relaciones sociales y económicas, y patrones de consumo y producción. [...] Las ciuda-des, como espacios de innovación económica y productiva, proporcionan oportunidades para mejorar el acceso a los recursos y servicios, así como las opciones en los campos sociales, jurídicos, económicos, culturales y ambientales. [...] Sin embargo, las ciudades son también espacios donde la pobreza multidimensional, la degradación ambiental y la vulnerabilidad a los desastres y el impacto del cambio climático están presentes. Hoy en día, más de dos tercios de la población mundial vive en ciudades con mayores niveles de desigualdad que hace 20 años. Por lo anterior, la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible y Vivienda, Hábitat III, en octubre de 2016 será una oportunidad única para repensar la política urbana y para que todos construyamos un nuevo modelo de desarrollo urbano capaz de integrar todas las facetas del desarrollo sostenible, la equidad, el bienestar y la prosperidad compartida”.

La primera mesa de trabajo fue dedicada al tema “Nuevas geografías: periferia y metró-poli en la globalización”. En su intervención, el urbanista mexicano Roberto Eibenschutz abordó la tensión existente en los territorios urbanos debido al crecimiento de la espe-culación urbana y las formas en que ello genera desplazamientos de las personas más pobres a los barrios degradados periféricos. Asimismo, abundó en la necesidad de cons-truir un nuevo paradigma urbano fundado en la justicia social y la intervención pública a fin de producir una ciudad densa, diversa y humana. En el mismo sentido, la académica del Colegio de México Clara Salazar señaló el conjunto de fricciones existentes entre las

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comunidades auto organizadas y el poder inmobiliario. Una tensión que se vuelve global y que suele contar con el poder político como actor que favorece a la iniciativa privada y no a las poblaciones

El arquitecto catalán radicado en México y director de la revista Arquine, Miquel Adriá se-ñaló que “la ciudad y la metrópolis sigue siendo el lugar en el que los humanos seguimos queriendo vivir. La sufrimos eventualmente, pero sólo desde una lectura que trate de leer a fondo todo ese código genético, sin tratar de simplificarlo en posiciones antagónicas y simples podremos imaginar y crear una ciudad mejor”.

Roberta Nicchia, urbanista e ingeniera ambiental italiana, dedicó su ponencia a explicar fenómenos urbanos y económicos que están ocurriendo en la globalización para concluir señalando que “la construcción y la transformación de la ciudad pueden retomar su papel de proceso social que históricamente tuvieron hasta la revolución industrial, cuando se volvieron un asunto tecnicista y totalmente incorporado en las lógicas del mercado. Cuando el propósito de la planeación urbana está decidido por las comunidades y no por el mercado, el enfoque cambia de la ganancia económica a una racionalidad más inte-gral, basada en la satisfacción de las necesidades básicas de las comunidades mismas.

© Gabriela Velázquez / UNESCO México

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De esta manera, se vuelven centrales en la agenda urbana temas hoy en día marginales, como la desigualdad y la pobreza, la inclusión social y la participación en el proceso de toma de decisiones, la recalificación ambiental, asegurar viviendas dignas y servicios básicos para todos”.

Tras un receso, el conjunto de participantes se trasladó al barrio de Tizapampano en la Delegación Álvaro Obregón. Ésta es una de las comunidades marginales que crecieron en una zona de alto riesgo por estar asentadas en una barranca. Al cabo de varios años de gestión colectiva, en Tizapampano se ha logrado implementar el Programa de Mejo-ramiento Barrial del Gobierno de la Ciudad de México. Con ello se han logrado mejorar las condiciones de vida de sus habitantes, mitigar los corredores peligrosos y reordenar el paisaje urbano.

Durante la tarde se reanudó el Foro con la mesa “Los barrios periféricos: identidad y diversidad cultural”. En ella, la antropóloga mexicana de la UNAM Paula López Caballero expuso las experiencias de gestión colectiva estudiadas en la zona rural de la Ciudad de México, particularmente en el Barrio de Milpa Alta. Consideró de interés para la reflexión las formas de organización en los pueblos originarios indígenas del Valle de México y los mecanismos de ciudadanía construidos en la zona. Ello ha llevado a la comunidad a incidir en las decisiones de gobierno, en las políticas públicas y en la legislación de la capital mexicana.

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Por su parte, la antropóloga de la Universidad Autónoma Metropolitana Ángela Giglia expuso que “el sentido de lo local, el arraigo y el pertenecer a una localidad, no tienen que ver necesariamente con la cultura tradicional y comunitaria, sino también con la globalización, la movilidad y las elecciones individuales. En ambos casos lo local no se encuentra contrapuesto a lo global, ni tampoco se define a partir de éste. Existen como es sabido redes globales abocadas a la reproducción de identidades tradicionales, y existen arraigos locales electivos de sujetos cosmopolitas y modernos que muy poco to-man en cuenta la realidad global como algo que tenga que ver con sus vidas cotidianas. Le relación entre practicas urbanas y espacios materiales sigue siendo importante, en la medida en que nos permite aprender la metrópoli de manera diferencial y darle sentido a la experiencia urbana concreta y cotidiana”.

En su turno, la politóloga y artista visual mexicana Sandra Calvo presentó una muestra de su trabajo interdisciplinario “Arquitectura sin arquitectos”, desarrollado en Bogotá Colombia entre los años 2012 y 2014, expuesto en diversas ciudades. Calvo destacó el valor de la autoconstrucción como forma de reconocimiento de la comunidad y alternati-va para hacer ciudad. Finalmente, José Paredes Pacho, historiador y director del Museo del Chopo de la UNAM, hizo una relación histórica de las expresiones culturales juveniles surgidas en la Ciudad de México en los últimos 35 años, así como una descripción de la manera en que éstas han trascendido la marginalidad para insertarse en las vanguardias cultura de la juventud urbana. Cuestionó que se considerara a la periferia como una “anomalía” y exhortó al entendimiento de las formas solidarias, creativas y cooperativas que el arte urbano ha producido en los barrios periféricos como forma de convivencia.

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El segundo día de sesiones se llevó a cabo en Xochimilco, Sitio de Patrimonio Mundial en el que se conservan diversas formas de vida comunitaria y agricultura vinculadas a los últimos canales lacustres vivos en el Valle de México. La primera mesa del día se dedicó al tema “Pobreza urbana, periferias y centralidades: la movilidad económica, física y social”. En su intervención, Federico Restrepo, ingeniero colombiano que fue un actor institucional clave en el actual proceso de transformaciones que vive la ciudad de Medellín, apuntó que el principio de la integración social en las ciudades debe fundarse en una articulación política que incluya a los ciudadanos, a los empresarios y a la academia en una sinergia democrática. Restrepo mostró el caso de Medellín como un ejemplo de que integrar a los diferentes sectores de la población es posible cuando se conjuntan las visiones económicas, urbanísticas y sociales en un propósito común. En esta apuesta son imprescindibles el espacio público, la educación, la nueva movilidad y la cultura para rever-tir la violencia, la desigualdad y la ilegalidad enraizadas por mucho tiempo. Destacó el valor de “la ética, el rigor para la identificación de los problemas, la planeación para improvisar, a trasparencia para el manejo incorruptible de lo público; el sentido de lo colectivo para mirar el territorio como un proyecto multidimensional, la comunicación pública para la pedagogía y la rendición de cuentas que entiende que los recursos públicos son sagrados”.

En siguientes intervenciones la académica del Colegio de México, Alejandra Trejo, postuló que “el patrimonio urbano como una categoría inclusiva que involucra aspectos materiales y elementos intangibles bajo la mirada del mercado laboral posibilita su gestión y protec-ción a través de una doble vía: un impulso el desarrollo humano que fomente y refuerce las capacidades cognitivas y técnicas de los trabajadores que viven en la periferia; el impulso de empleos locales que generen riqueza y refuercen las capacidades de la fuerza laboral. Ambas vertientes son susceptibles de incorporarse como parte de las políticas de desarrollo local”. En tanto, el arquitecto y urbanista venezolano Felipe Delmont afirmó que “las amenazas que enfrenta nuestro ecosistema en el mundo finito, son retos existencia-les que replantean de manera fundamental lo que une a los humanos entre ellos y con la naturaleza. Es por eso que su salvaguarda pasa por reinscribir la ciudad en su Paisaje Urbano Histórico como razón y fuente de vida responsable y en consecuencia sostenible. Pasa por rescatar, no la ciudad histórica, sino la ciudad en su historia: La Ciudad de los Caminos Cortos, factura y goce del hombre a su escala”.

Tras realizar un recorrido por los canales y la zona de agricultura basada en las “chinam-pas”, los participantes visitaron uno de los barrios del pueblo de Xochimilco. Ahí constataron la manera en que interactúan la autoconstrucción, el medio ambiente que resiste diversas formas de contaminación y las alternativas locales de economía productiva basadas en la agricultura tradicional que incorpora distintas formas de innovación.

Por la tarde se llevó a cabo la segunda mesa de trabajo, que tuvo como título “Periferia, es-pacio público y forma urbana”. El arquitecto portugués Tiago Mota y la arquitecta mexicana

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Rozana Montiel expusieron diversos proyectos realizados de vivienda social en el ámbito local periférico y marginal. En ellos, las dinámicas participativas y sociales fueron un factor que logró transformar espacios degradados y fragmentados en mejores lugares para vivir y disfrutar del espacio público, lo cual abona en la certeza de que una arquitectura participati-va puede ser factor de una mejor calidad de vida en el contexto de la exclusión y la pobreza urbanas. Por su parte, la arquitecta y editora salvadoreña Ethel Baraona quien dedicó su ponencia a “el arte de leer las ciudades” como un requisito para apostar por formas urbanas y espacios públicos más incluyentes y justos, tomado en cuenta el reto descrito por Iván Illich “Cada ciudad tiene su historia y su cultura, sin embargo, hoy en día cada paisaje urba-no sufre la misma degradación. Todas las autovías, todos los hospitales, todas las aulas de clase, todas las oficinas, todos los grandes complejos y todos los supermercados se pare-cen [...] A menos que reformemos la sociedad, no escaparemos a la progresiva homogeni-zación de todos, al desarraigo cultural y la estandarización de las relaciones personales”.

Finalmente, el politólogo y curador Pedro Ortíz Antoranz describió las maneras en que la informalidad en la Ciudad de México ha producido formas culturales y económicas en el espacio público de las que es posible aprender. Al apuntalar la idea de una “informalidad positiva”, destacó la necesidad de un nuevo paradigma dónde la “globalización desde abajo” y la “ingeniería popular” se incorporen a las formas de hacer una ciudad más habitable.

El tercer día de trabajo tuvo lugar en la “Fábrica de Artes y Oficios de Oriente” (FARO), espacio gestionado por la Secretaría de Cultura de la Ciudad de México en la Delegación Iz-tapalapa, una de las zonas barriales periféricas más pobladas del mundo. La quinta y última mesa temática tuvo el título “Ciudad, comunidad y periferia: los retos de la integración social”.

La investigadora y psicóloga social méxico-británica Jacqueline Priego abrió la sesión exponiendo el trabajo realizado en la Favelas de Río de Janeiro en torno a diversos pro-yectos de reforzamiento del tejido comunitaria. Esta lección, consideró, confirma que “los andamios psicosociales, tradicionalmente considerados como provistos por las familias nucleares, pueden ser proporcionados por una variedad de instituciones sociales y ONG. Son las acciones y las estructuras de apoyo que sostienen al ser humano como una fuerza para la integración individual y social. Los andamios psicosociales son al mismo tiempo una fuente de resiliencia y de protección de las trayectorias de vida”. En su turno, el antropólogo brasileño Gustavo Lins Ribeiro expuso diversos casos de estudio y parti-cularmente el de Brasilia. Explicó el proceso que llevó a que la capital brasileña, desde su concepción a mediados del siglo XX, siempre tuviera zonas habitacionales pobres que no fueron incorporadas en la planeación, de manera que la ciudad moderna “produjo las periferias”. Con el tiempo, expuso, “estas ciudades ‘satélites’ se van diferenciando y se transforman en centros urbanos más o menos autónomos del centro (Brasilia) con servicios y clases medias propias. La migración continúa y también crea ciudades en las fronteras, generando periferias más allá de su propio territorio”.

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Finalmente, el arquitecto y urbanista de Santiago de Compostela Ángel Panero, señaló la importancia de comprender el Paisaje Urbano Histórico: “testimonio de una forma de vivir, en sus edificios, en la tecnología y el conocimiento con la que están construidos y transformados, en sus espacios públicos, en su relación con el territorio, están las claves de su éxito urbano, de su contrastada capacidad para albergar la diversidad con éxito en el tiempo. La desigualdad entre periferia y centralidad es la expresión de nuestra cultura urbana dominante. La marginalidad de la periferia es producto de los déficits de implanta-ción, de construcción, de infraestructuras, de urbanismo que nos ha llevado al riesgo de la ‘no ciudad’. El cambio en la forma de hacer ciudad y gestionarla requiere una radical reforma de la administración pública”, concluyó.

Tras esta mesa, el conjunto de los ponentes trabajaron tres grupos temáticos separa-dos para reflexionar en torno a dos grandes preguntas planteadas por la Directora de la UNESCO en México, Nuria Sanz: ¿por qué podemos considerar a la periferia como patri-monio cultural?, y ¿cuáles son las recomendaciones que podemos hacer a la Secretaría de Desarrollo Social de la Ciudad de México para la creación de un Observatorio de la Política Social en el marco de la discusión sobre la Constitución de la Ciudad de México? El Foro Internacional “La periferia como Patrimonio Cultural” terminó con la ceremonia encabezada por el Secretario de Cultura de la Ciudad de México, Eduardo Vázquez Martín, funcionarios de la Secretaría de Desarrollo Social y Nuria Sanz de la UNESCO. En ella fueron leídas las conclusiones del Foro.

Conclusiones de los grupos de trabajo¿Por qué la periferia es un patrimonio cultural?

Vivimos una crisis global determinada por retos y condiciones tales como la explosión de adelantos tecnológicos que tiene consecuencias importantes y permanentes en nuestras vidas, la crisis económica cuyo principal efecto es la caída interminable del empleo formal y la crisis ambiental, cuya principal expresión es el calentamiento global. Esta crisis ha sido generada en buena parte por los mecanismos dominantes en la evolución urbana. En este marco estamos frente a la urgencia de construir soluciones locales.

Estas soluciones hoy se construyen desde abajo y desde los barrios urbanos. Las perife-rias son el producto de un esfuerzo social colectivo legítimo, una epopeya de la población originaria, migrante y marginada que es un espejo de las dinámicas sociales, identitarias y económicas que conciernen a la mayoría de la población. Las periferias son el principal escenario de la producción social del hábitat, de la diversidad cultural y de la solidaridad comunitaria. La creatividad y el conocimiento producidos en las periferias se han traduci-do en formas urbanas, espaciales y de convivencia que son el núcleo del paisaje urbano histórico vigente y futuro.

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En los barrios periféricos persiste una apuesta por la dignidad de sus pobladores, por el sentido de lo colectivo en el que se da valor y respeto a lo establecido y construido por ellos mismos: el espacio público como sitio de encuentro ciudadano, de visibilidad, de intercambio de conocimiento, de aprendizaje, sitios para fortalecer la convivencia y para romper el aislamiento. Esto crea o provoca una centralidad dentro de la periferia, dentro de su propio entorno. Para los habitantes de las urbes, es importante hacer sentir a los pobladores de la periferia ‘“más ciudadanos” o tan ciudadanos como los demás.

La idea de patrimonio se hace operativa en la periferia a través del reconocimiento de la “arquitectura sin arquitectos” y del “diseño sin diseñadores” como valores culturales; siendo también el caso de expresiones de la cultura intangible como los mercados y las fiestas barriales, espacios públicos espontáneos que los habitantes se apropian a través de manifestaciones como la música y la gastronomía.

Es fundamental preservar los saberes prácticos de las poblaciones locales como lo son las tradiciones artesanales. La periferia es un sustrato. En México hay una periferia

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de 600 años que subyace en la historia de las ciudades de hoy. Los sustratos pueden leerse sin importar su antigüedad: una transferencia de conocimientos que permanece y evoluciona.

Debemos conocer el origen de la periferia. ¿De dónde viene la población? Los conoci-mientos y tradiciones viajan con la gente, se mezclan y se comparten para luego tradu-cirse en múltiples formas de enraizamiento. Así podremos comprender mejor por qué en la periferia existe un ejercicio pleno de la ciudadanía que bien puede aportar lecciones a los retos urbanos de nuestra era. Es ahí donde se visibiliza que no hay ciudadanos de primera y segunda clase. En la periferia urbana es posible entender el patrimonio como aprendizaje.

Este aprendizaje es multidimensional. Implica la forma en que las comunidades se integran en otros entornos, mantienen su bagaje cultural, lo insertan en el entorno nuevo y adoptan parte de las expresiones de la diversidad cultural con las que se imbrican. Ello implica tecnologías autogeneradas para producir economías de subsistencia, microeco-nomías que se adaptan en diversos contextos arquitectónicos. Se trata de la existencia de una verdadera ingeniería popular que genera innovación en invención de orden colec-tivo para afrontar toda clase de riesgos y desafíos.

La importancia de la capacitación y de las políticas para el aprendizaje para toda la vida son claves del presente y el futuro de las periferias. Este concepto debe formarse en un sentido de ida y vuelta para instituciones y ciudadanos: enseñar aprendiendo y aprender enseñando, lo cual implica reconocer la multiplicidad de niveles de conocimiento que los barrios populares han producido y producen. La periferia representa un vasto capital social que les potencia como posibles nuevas centralidades por su valor cultural, un valor que es necesario conservar, alentar y difundir.

A manera de conclusiones se enlistan los siguientes puntos:

• Es indispensable trascender los prejuicios inherentes a la visión dicotómica de la relación entre centro y periferia, tal y como ha planteado el discurso dominante.

• La periferia también es ciudad, y siendo la ciudad expresión máxima de cultura hu-mana, la periferia es hoy la forma predominante de experiencia urbana, indisociable de la ciudad completa y legítimamente representativa de una forma de habitar.

• La capacidad de innovar y crear, expresión del genio de los seres humanos, está presente en todas partes. En la periferia hay centralidades con valores culturales, históricos, ambientales, sociales y políticos que complementan la vida urbana.

• Las periferias son testimonios de diversidad que enriquecen la tarea común de hacer ciudad.

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Recomendaciones a la SEDESO para la creación de un Observatorio de la Política Social en el marco de la discusión sobre la Constitución de la Ciudad de México

Contexto

La imagen devaluada y anómala de la periferia es un producto de la historia de la des-igualdad, cuyo mantenimiento lleva a políticas urbanas autoritarias y, por tanto, equivoca-das. Es necesario dar valor a la capacidad de las comunidades periféricas para transfor-mar el entorno combatiendo las carencias endémicas a las que han sido condenadas. La puesta en valor de la producción cultural de la periferia depende de su entrada y acceso pleno a los servicios públicos y prestaciones de la vida urbana.

De acuerdo con las carencias y prioridades de cada comunidad, hay que invertir en infraestructura básica, espacio público y servicios. Es necesario apoyar, legitimar y dar asistencia pública a la iniciativa de los ciudadanos en la cultura de la autoconstrucción y a su capacidad de encontrar soluciones innovadoras y creativas a sus carencias, así como implementar políticas para mejorar la calidad y la habitabilidad de las viviendas y del espacio público, minimizando los riesgos de los asentamientos.

Las formas contemporáneas de dar visibilidad y circular los valores del patrimonio cultural deben cambiar y democratizarse. Es necesario impulsar estrategias y definir mecanismos para poner en evidencia y socializar la producción y valor cultural de las periferias. Se propone fortalecer la estructura organizativa y capacidad de decisión de las comunidades, que deben ser consultadas e involucradas activamente en cualquier acción de gobierno en el ámbito de sus territorios. Por ello es necesario elaborar un diagnóstico de vulnerabilida-des y carencias en cada comunidad, generando indicadores cuantitativos y cualitativos que permitan soportar y priorizar las políticas públicas urbanas.

En este sentido es imprescindible construir y afianzar un conjunto de derechos sociales vinculados a la nueva realidad urbana: el derecho a la vivienda, al uso de los lugares, a la movilidad y la proximidad, a los espacios culturales, a la autoconstrucción para mejorar las condiciones de vida considerando la asistencia técnica en un plano de igualdad sin menoscabo de la creatividad y la autogestión ciudadanas.

Las leyes deben modificar la desigualdad y las actuales condiciones en que habitan las poblaciones urbanas empobrecidas desde una perspectiva de derecho a la producción social del hábitat, a la libertad creativa y al más amplio libre albedrío individual y colectivo en la tarea de edificar y hacer ciudad.

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Metodologías y procesos

Un Observatorio de la Política Social debe ser una herramienta ciudadana para la trans-parencia y la democracia. Para ello el primer paso es identificar a todos los actores que hacen cotidianamente la ciudad: todos los actores de la sociedad civil, las iniciativas y organizaciones sociales de base y las diversas comunidades. Es necesario geo referen-ciar la desigualdad, las inversiones públicas y los impactos de las políticas económicas a través de indicadores e índices inclusivos

Así mismo es importante reformar los mecanismos de la administración y los instrumentos de planificación que no contemplan la dimensión integral de los problemas urbanos y/o que carecen de la fuerza institucional necesaria. Se requiere medir las dinámicas y evoluciones de las plusvalías en el suelo urbano, el estado y las transformaciones en la propiedad del territorio. La información sobre la dinámica urbana debe ser transparente y legible.

La conformación de un observatorio es un recurso de toda la sociedad. En él deben participar en paridad las instituciones públicas (instituciones de gobierno, legislativas y académicas) y la sociedad civil de manera inclusiva, plural y espacialmente representa-tiva de toda la población. El Observatorio debe compartir sus procesos de diagnóstico y

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de producción en códigos abiertos. Asimismo, debe existir tanto un criterio de representa-ción espacial de toda la población como formas de interacción en la toma de decisiones a través de mecanismos participativos.

Sólo al entender la importancia de medir los procesos sociales sabremos cuáles son los retos a enfrentar. Ello implica identificar las procedencias, hábitos, culturas, demografías que determinan la vida urbana. La tarea debe tener como objetivo encontrar parámetros e indicadores que se conviertan en herramientas de gestión adaptables en la forma de un sistema transferible.

Las estadísticas tradicionales deben ser una parte del proceso; sin embargo, a éstas debe sumarse el análisis de las subjetividades individuales y colectivas, acercarse a lo social desde el entendimiento desde lo interpersonal y no sólo lo interprofesional. Para ello es deseable una mirada interdisciplinaria que incluya a los pobladores, las profesiones y las instituciones para la creación de sinergias, permeabilidades y voluntades políticas.

Esta tarea debe fundarse en un acercamiento participativo para colectar la información, las historias de vida y las historias de barrios. La metodología debe permitir la denuncia de las cosas que no funcionan y las propuestas. El barrio debe ser la unidad de análisis y el objeto la construcción de la información desde abajo.

Categorías por tomar en cuenta

Información y datos:• Los instrumentos de medición deben ser permeables y transferibles.• La construcción de un banco de datos debe incluir las miradas ciudadanas.

Aspectos políticos:• Debe asegurarse la interdisciplinaridad y un modelo horizontal de trabajo.• Procurar la mayor diversidad posible de interlocutores, más allá de sus afinidades y

pertenencias políticas. • La planificación debe fortalecer los procesos ciudadanos y ser una herramienta de

resolución de problemas.• Debe tenerse como base una visión geográfica transmetropolitana.

Aspectos técnicos:• Respeto a los conocimientos especializados.• Tener en cuenta a la academia para crear sinergias.

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Aspectos legislativos:• Fortalecer la relación entre la academia y las políticas públicas. Acercar el conoci-

miento al sistema legislativo.• Procurar que la legislación tome en cuenta el conocimiento producido por la academia.

Educación:• Evitar la compartimentación del conocimiento.• Construir un “Banco de los saberes ciudadanos” acerca de la Ciudad de México.

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Logísitica:• Crear una o varias sedes físicas permanentes del Observatorio.• Crear una oficina móvil, que funcione como un ágora.• Asegurar que se exprese la diversidad urbana.• Procurar la multifuncionalidad.• Crear sistemas de interoperabilidad.• Crear un archivo de información especializada y abierta.

Sobre la gestión:• Quienes participen deben tener capacidad de gestión comunitaria• Asegurar que en los equipos de trabajo exista experiencia en la gestión de sistemas

académicos, políticos y económicos.• Incluir perfiles locales y de especialistas mexicanos que comprendan y actúen dentro

de las complejidades de la Ciudad de México.• Debe contarse con un equipo suficiente y especializado, reglas de operación, meca-

nismos de rendición de cuentas y espacios de decisión colegiada y consulta.

Comunicación:• El observatorio deberá contar con campañas y plataformas permanentes de comuni-

cación social en plataformas digitales, redes sociales, medios escritos y electrónicos.

Desarrollo del proyecto

Nuria SanzFelipe DelmontÁngel PaneroInti Muñoz

Participantes

Miquel AdriáEthel BaraonaSandra CalvoJuan Carlos CanoRoberto EibenschutzÁngela GigliaGustavo Lins RibeiroPaula López CaballeroRozana MontielTiago Mota SaraivaRoberta NicchiaPedro Ortíz AntoranzJosé Luis Paredes PachoJacqueline PriegoFederico RestrepoClara SalazarAlejandra Trejo

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¿Cómo llegamos a la periferia? Ciudad, diversidad y sociedad en el entramado doctrinal histórico del patrimonio cultural

En la actualidad, es cada vez más claro que hablar del patrimonio ya no significa hablar sólo de los monumentos edificados y, menos aún, sólo de los centros históricos de las ciudades o de las centralidades culturales determinadas por el poder político, económico o religioso. Si bien las obras maestras construidas y los principales espacios simbólicos fundacionales de las comunidades humanas han concentrado la atención de Estados y gobiernos con la aplicación de medidas y recursos para la conservación patrimonial en todo el mundo, el conjunto de reflexiones y acuerdos internacionales relativos a la nece-sidad de proteger nuestros legados y bienes comunes siempre ha contenido ―explícita o contextualmente― la importancia de entender lo patrimonial como el desarrollo de un entramado que da cuenta de nuestra cultura: un tejido social en evolución conformado por centralidades y ámbitos considerados, acaso injustamente, como periféricos.

A ello hay que agregar que en el siglo XXI los procesos de transformación de la urbaniza-ción mundial han tomado un ritmo vertiginoso en lo territorial, económico y lo cultural. La escala de esta forma del desarrollo humano es tal que impacta en todos los planos de nuestra vida en sociedad, modificando tanto lo local y nacional como lo regional y lo internacional. En tal contexto, entre oportunidades y contradicciones, nuestras urbes están más vivas y son más dinámicas que nunca, siendo el paisaje cultural un campo en evolución cada vez más amplio. Ello hace necesario que entendamos el momento y sus complejidades a partir del diálogo y la construcción de nuevas lecturas desde los ámbitos de la comunidad y el espacio público. Una forma de comprensión del patrimonio que nos lleve a repensar los todos los mecanismos de gestión y las estrategias para la planeación institucional y la interacción con la ciudadanía.

Para la Organización de las Naciones Unidas las apuestas por el desarrollo sostenible deben contemplar al derecho a la ciudad como uno de sus cimientos y al paisaje urbano —entendido como un entramado multidimensional que implica lo físico, lo cultural, lo am-biental, lo político y lo económico— como el andamiaje sobre el que transcurre la vida en sociedad. Esto ha quedado plasmado ya en diversos lineamientos de política internacional.

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En 2015, la Asamblea General de la ONU adoptó una agenda de 17 Objetivos para el Desarrollo Sostenible (ODS) que deberán ser cumplidos por sus Estados parte hacia 2030. Uno de esos objetivos es “lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles”, partiendo de la convicción de que “los problemas que enfrentan las ciudades se pueden vencer de manera que les permita se-guir prosperando y creciendo, y al mismo tiempo aprovechar mejor los recursos y reducir la contaminación y la pobreza” (ONU, 2015).

Las Naciones Unidas se han propuesto un futuro con “ciudades de oportunidades, con acceso a servicios básicos, energía, vivienda, transporte y más facilidades para todos” (ONU, 2015), tomando en cuenta que casi mil millones de personas viven hoy en barrios urbanos marginales, que 95% de la futura expansión urbana tendrá lugar en el mundo en desarrollo y que se estima que 2030 aproximadamente 70% de la población mundial habitará en las urbes. Asimismo, es importante visualizar que las ciudades, ocupando 3% del territorio planetario, producen entre 60 y 80% del consumo de energía y 75% de las emisiones de carbono. La rápida urbanización está ejerciendo presión sobre el abasteci-miento de agua, las aguas residuales, los medios de vida y la salud pública; sin embargo, la densidad relativamente alta del ámbito urbano puede generar una mejor eficiencia, formas de innovación tecnológica y al mismo tiempo reducir el consumo de recursos y de energía.

Es importante leer esta realidad a la luz de la Recomendación sobre el Paisaje Urbano Histórico, adoptada por la UNESCO en 2011. Este instrumento amplió los horizontes en los que hoy se cifra, como decíamos, la noción del patrimonio cultural. El paisaje urbano de hoy es un gran tejido histórico hecho de diversidad cultural que debe conservarse y evolucionar al mismo tiempo. Ni una ni otra tarea serán sencillas si antes no nos proponemos conocer sus formas de evolución, sus carencias y retos, las voces que le dan vida. El paisaje urbano está hecho de tránsitos, usos y lugares; de barrios, infraes-tructuras y monumentos; de tradiciones e instituciones; sin embargo, el paisaje urbano de nuestro tiempo es, en primer término, uno que ha sido construido por la gente en la brega cotidiana y colectiva, a menudo a contracorriente: el escenario de nuestras identi-dades culturales, nuestras navegaciones y nuestras ideas de futuro.

La Recomendación señala entre sus fundamentos que “el desarrollo rápido y a menudo incontrolado está trasformando las zonas urbanas y sus entornos, lo que puede fragmen-tar y deteriorar el patrimonio urbano afectando profundamente los valores comunitarios en todo el mundo” (UNESCO, 2011). Asimismo, que “los cambios demográficos, la libera-lización y la descentralización del mercado mundial y el turismo de masas, la explotación comercial del patrimonio y el cambio climático han acarreado un cambio de condiciones y que las ciudades estén sometidas a presiones y problemas asociados al desarrollo. [...]

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En nuestra época asistimos a la mayor migración humana de la historia. En la actuali-dad, más de la mitad de la población mundial vive en zonas urbanas. Estas zonas son cada vez más importantes en cuanto motores de crecimiento y centros de innovación y creatividad; ofrecen posibilidades de empleo y educación y responden a la evolución de las necesidades y las aspiraciones humanas” (UNESCO, 2011). Estas presiones y con-diciones cambiantes no existían cuando se aprobaron las primeras resoluciones sobre la evolución urbana y el patrimonio hace cuatro décadas.

Desde entonces, las nociones sobre cultura y patrimonio, así como las formas de gestión de todo ello han evolucionado como fruto de las iniciativas desarrolladas en el ámbito local y la cooperación internacional; sin embargo, hay mucho por hacer. Por ello, ante a los retos que enfrentan las ciudades y en el marco de su creciente importancia para el desarrollo sosteni-ble, Naciones Unidas considera como una tarea global de primer orden el ubicar, estudiar, visibilizar y compartir aquellas experiencias que desde la comunidad y la cultura están gene-rando alternativas económicas y de solidaridad en los barrios urbanos marginales.

Respondiendo a su mandato en materia de Ciencias Sociales, Cultura y Educación, la UNESCO considera este proceso como la conformación de un andamiaje que reconstru-ye el tejido social a través del conocimiento compartido: un patrimonio cultural intangible y tangible que emerge de la vida en sociedad y que puede ser una forma de afrontar colectivamente los retos del siglo XXI. Un patrimonio cultural que debemos visibilizar y entender como forma de construir caminos hacia una mejor calidad de vida.

En esta aspiración se reúnen un conjunto adicional de metas incluidas en los ODS de la ONU. Así, es necesario poner en la mesa la posibilidad de “Poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo” (ONU, 2015), tomando en cuenta que 1 de cada 5 personas de los países en desarrollo vive con cerca de 1,25 dólares al día y que el riesgo de mayor pobreza es creciente. Dicha condición afecta a las ciudades y va acompañada del hambre, el acceso limitado a la educación y a los servicios básicos, la discriminación social y la falta de incidencia ciudadana en las decisiones políticas.

Hoy se construye un consenso mundial que busca promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos. En dicha empresa son necesarios pasos decididos también incluidos en la nueva Agenda Mundial y cuyo principal espacio decisivo se encuentra en la tensión que carac-teriza a los territorios urbanos: garantizar una educación inclusiva, equitativa y de calidad y promover oportunidades de aprendizaje durante toda la vida para todos; garantizar el acceso a una energía asequible, segura, sostenible y moderna; construir infraestructuras resilientes, promover la industrialización inclusiva y sostenible y fomentar la innovación; reducir la desigualdad en y entre los países; garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles; adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y

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sus efectos; promover sociedades pacíficas e inclusivas para el desarrollo sostenible, facilitar el acceso a la justicia para todos, creando instituciones eficaces, responsables e inclusivas a todos los niveles; así como fortalecer los medios de ejecución y revitalizar la Alianza Mundial para el Desarrollo Sostenible (ONU, 2015).

Por todo lo anterior, hoy es importante como nunca antes hacer un recuento que arroje luz sobre las formas en que las dimensiones de lo urbano y lo social se incorporaron a lo largo del tiempo en la doctrina internacional de la conservación y preservación de lo histórico-patrimonial. Una nueva lectura que nos ayude a comprender que, en adelan-te, el patrimonio cultural estará cada vez más determinado por las nuevas formas de convivencia humana a través de inéditos flujos y relaciones complejas, muchas veces disímbolas y no homogéneas. Relaciones en las que, a su vez, podremos encontrar claves transversales y sostenibles para un futuro mejor. Para ello, mirar en el espejo de la historia debe ser un punto de partida.

La Carta de Atenas, aprobada por la Conferencia de la Comisión Internacional de la Coo-peración Intelectual (CICI) en 1931 y la Oficina Internacional de Museos, ya consideraba la conservación de las obras maestras dignas de ser patrimonio cultural de la humanidad como algo propio de los “Estados defensores de la civilización”. Aun cuando este docu-mento precursor centró una buena parte de sus contenidos en la conservación del valor histórico y estético de lo tangible, los especialistas académicos, maestros de la restaura-ción y funcionarios involucrados en lo relativo al patrimonio han trazado desde entonces líneas que buscan imbricar lo meramente estético y arquitectónico con la continuidad vital de lo patrimonial en el creciente marco del destino moderno.

Los primeros años de la década de los 30 del siglo XX eran un momento marcado por los estragos de la Primera Guerra Mundial, aunque también por los avances de la ciencia y el creciente papel del progreso industrial como el motor económico del planeta. Pareciera que desde entonces la idea misma de modernidad acompañará tanto la reflexión teórica como el derecho aplicable al patrimonio cultural; lo hará, a un tiempo, como tensión y polémica, como derrotero y como aparente condena. Nada más propio de la modernidad. Esto queda claro cuando la misma Carta de Atenas hace referencias al conflicto entre lo público y lo privado, al papel del Estado y las instituciones, a la necesidad de construir consensos sobre aquello que deben ser las tareas comunes.

Más allá de haber sentado las bases contemporáneas de la restauración y la conserva-ción de monumentos históricos, el valor de la Carta de Atenas también puede encontrar-se en su concienzuda reivindicación de la ciencia y el debate científico, en la difusión de nuevas ideas sobre el papel de la historia, así como en la manifiesta convicción de que la mejor política sobre el patrimonio cultural “viene del afecto y del respeto del pueblo […] considerando que este sentimiento puede ser favorecido con una acción apropiada de

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las instituciones públicas”, haciendo, a su vez, votos para que la niñez y la juventud sean educadas en el “entendimiento del significado” y en el interés “en la protección de los testimonios de todas las civilizaciones” (CIC, 1931).

La Carta de Atenas produciría una larga y decisiva influencia, así como debates y polé-micas, otras cartas y posteriores manifiestos, una marea teórica y práctica en torno al patrimonio que se vería interrumpida por la más cruenta de las contradicciones moder-nas imaginables en la época: la Segunda Guerra Mundial.

Tras este trauma planetario, la posguerra produciría nuevas instituciones y órdenes eco-nómicos y políticos. En esa misma coyuntura se dará la fundación de la Organización de la Naciones Unidas, en 1945, y, sólo un año después, la creación de su primer organismo especializado: la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO). Aquel sería un nuevo punto de partida en el que ―transversalmente a las batallas diplomáticas por la paz mundial― la cooperación y el diálogo internacional producirían el más vasto conocimiento sistemático existente hasta hoy en materia de políticas públicas y retos del desarrollo. Esto iría sumando nuevas comprensiones sobre la vastedad y diversidad del patrimonio cultural, pero también, y de forma cada vez más poliédrica e incluyente, el entendimiento de lo urbano.

Después de un largo y nada sencillo proceso de consolidación y de haber afirmado los ámbitos de su mandato en distintas Convenciones, a finales de 1962 la Conferencia General de la UNESCO aprueba la “Recomendación relativa a la protección de la belleza y el carácter de los lugares y paisajes” (UNESCO, 1962). Éste es el primer instrumen-to específico que compendia las deliberaciones que desde la Segunda Guerra habían protagonizado los defensores del patrimonio cultural, y es también el primero en poner en orden conceptos actualizados y ampliados en torno al patrimonio como un espacio humano en movimiento.

La Recomendación del 62 abreva de otros acuerdos y declaraciones como la Carta de Ate-nas de 1931 y todos aquellos producidos en la tarea urgente de rescatar y proteger los bie-nes culturales afectados por la guerra; sin embargo, es prolija en el asentamiento de nuevas directrices y conceptos. Se trata de un documento que ―tal vez, al aún tener detrás la estela bélica― ahonda en el impacto humano en el entorno físico, al abrir señalando que

en todas las épocas, la acción del hombre ha causado a veces daño a la belleza y al carácter de lugares y paisajes que constituyen el ambiente natural de su existencia, empobreciendo de esta suerte el patrimonio cultural y estético e incluso vital de regiones enteras en todas las partes del mundo”, para luego llamar a la acción con-siderando que “por su belleza y carácter, la protección de paisajes y lugares […] es

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necesaria para la vida del hombre, para el que son un poderoso regenerador físico, moral y espiritual y contribuyen a la vida artística y cultural de los pueblos como lo muestran muchos ejemplos universalmente conocidos. (UNESCO, 1962)

Donde antes se hablaba preponderantemente de monumentos, ahora se habla de “lugares y paisajes”, tanto naturales como creados por la humanidad. Lugares y paisajes que “constituyen un factor importante de la vida económica y social”, para cuya conser-vación es menester “tener en cuenta las necesidades de la vida colectiva, su evolución y el rápido avance del progreso técnico” (UNESCO, 1962). Más aún, la Recomenda-ción del 62 podría considerarse la primera declaración mundial sobre la necesidad de integrar paisaje y patrimonio en la planeación urbana, por lo que se convirtió en el primer instrumento del derecho internacional que considera cardinal entender holísticamente el territorio; tarea que requiere de la ordenación urbanística y la armonía edilicia, contem-plar la dimensión infraestructural, emprender una amplia tarea educativa y científica y asegurar tanto un andamiaje institucional y participativo como un equilibrio incluyente en todo territorio habitado por la humanidad, comenzando por las ciudades.

En 1964, el II Congreso Internacional de Arquitectos y Técnicos de Monumentos Históricos, convocado por el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS, por sus siglas en inglés), aprueba la Carta de Venecia (ICOMOS, 1964). En el histórico documento se concretarían y ampliarían en términos conceptuales las definiciones ya delineadas en la Recomendación de la UNESCO de 1962, al señalarse que las “obras monumentales de los pueblos continúan siendo en la vida presente el testimonio vivo de sus tradiciones seculares” (UNESCO, 1962).

Esta tesis, claramente más horizontal y democrática (además de literalmente “secular”), parte del propósito de realizar un examen que profundizara en el sentido de la Carta de Atenas de 1931; revisión que ocurre en un mundo que ha cambiado drásticamente tras la Segunda Guerra Mundial, la consolidación del estado de bienestar y el avance del progreso industrial en buena parte del hemisferio occidental y fuera de él. Un mundo en el que las ciudades juegan un papel cada vez más central y los avances tecnológicos se amplían. Un planeta en el que, sin embargo, se vislumbran tensiones y amenazas como la guerra y la pobreza.

Abrevando de un evidente espíritu que es sensible a la necesidad de apostar por nocio-nes de igualdad y reconocimiento común, la Carta de Venecia ensancha los horizontes de lo que debe considerarse patrimonio, al definir en su primer artículo que

La noción de monumento histórico comprende la creación arquitectónica aislada así como el conjunto urbano o rural que da testimonio de una civilización particular, de

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una evolución significativa, o de un acontecimiento histórico. Se refiere no sólo a las grandes creaciones sino también a las obras modestas que han adquirido con el tiempo una significación cultural. (ICOMOS, 1964)

La Carta abunda en consolidar la idea de que la conservación debe tender a “salvaguardar tanto la obra de arte como el testimonio histórico” y que esta tarea debe tener una función útil para una sociedad en la que se conciban nuevos marcos de actuación, que contemplen la evolución en los usos y las costumbres de las comunidades (ICOMOS, 1964).

Al insistir en el contexto humano y territorial que irá determinando las nociones sobre el patrimonio, la Carta de Venecia señala, con mayor énfasis que cualquier convención previa, que “el monumento es inseparable de la historia de que es testigo y del lugar en el que está ubicado” (ICOMOS, 1964) y reitera la importancia de la interdisciplina en toda tarea restauradora. Así, la investigación histórica, la arqueología y la antro-pología acompañarán de manera indeclinable el trabajo que antes correspondía casi únicamente a arquitectos y restauradores. Esta visión inclusiva de todas las ciencias, de las técnicas modernas y las artes, luego se irá ampliando, como veremos más ade-lante. Irá, asimismo, conformando la convicción de que los legados culturales no son unívocos y que la conservación es una empresa en que la primera responsabilidad es comprender la superposición de valores históricos y etapas ―tanto relacionados como, en ocasiones, disímbolos― del devenir humano. Al tener conciencia de las huellas diversas que nos ha dejado el pasado y su impronta en el presente, se hará posible evitar la falsificación o la impostura.

En 1968, al fragor de una coyuntura en que los procesos urbanos evolucionaban y crecían de manera muchas veces descontrolada, una Recomendación adicional relativa a “la conservación de los bienes culturales que la ejecución de obras públicas o privadas pueda poner en peligro” sería emitida por la UNESCO (1968). Aquel era un tiempo en que la expansión de las ciudades como centros de la economía mundial generaba presiones que habían modificado por completo los enfoques del urbanismo. En el mundo desarrollado y en los países periféricos, la zonificación especializada de usos y activi-dades urbanos – de la vivienda masiva para distintos sectores sociales a la actividad industrial- se había consolidado. De la misma forma, el uso del automóvil como principal medio de transporte determinaba la planeación, la infraestructura y la traza urbanas. Esto queda claro al reconocerse en dicho documento que “el papel que juega la industriali-zación hacia la cual avanza la civilización mundial, en el desarrollo de los pueblos y en su completa realización espiritual y nacional, (están) cada vez más amenazados por los trabajos públicos y privados que resultan del desenvolvimiento de la industria y la urbani-zación” (UNESCO, 1968).

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No obstante, la Recomendación del 68 insistiría en la urgencia de armonizar la conserva-ción de la herencia cultural con las transformaciones que reclamaba el desarrollo social y económico, y en la necesidad de hacer mayores esfuerzos para que ambos requerimien-tos se cumplieran dentro de una amplia y constructiva comprensión, con referencia a una planificación apropiada. Esto se ejemplifica en la afirmación de que era, por tanto, “deber de los gobiernos de asegurar la protección y la conservación de la herencia cultural de la humanidad tanto como de promover el desarrollo social y económico” (UNESCO, 1968).

El texto de 1968 apuesta por la necesidad de que las sociedades comprendan su diver-sidad para, así, fortalecer la conciencia de su propia dignidad. Era claro entonces que desde el ámbito de la cooperación internacional se construía, paso a paso, un consen-so —frecuentemente a contracorriente del poder económico dominante— en el que bienestar de la población dependía de que la vida comunitaria se desenvolviera dentro de un medio habitable y armónico con la conservación del patrimonio que debía incluir ya no sólo a las construcciones relevantes, sino también a los “conjuntos de edificios tradi-

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cionales” y a “los barrios históricos de zonas urbanas y rurales urbanizadas” (UNESCO, 1968). Esto abarcaba explícitamente el entendimiento de que “el marco circundante” de los bienes culturales era parte del paisaje histórico todo.

La Recomendación concluye haciendo un llamado puntual y normativo a contener la destrucción de los tejidos urbanos históricos producida por la realización de obras de infraestructura y desarrollo inmobiliario, tanto privadas como públicas. Asimismo, y de manera inéditamente precisa, pide a los gobiernos del mundo asegurarse de tener una política institucional para cuidar el equilibrio entre el patrimonio cultural y la urbanización en la que se contemplen la legislación, el financiamiento, las medidas administrativas, los métodos de conservación y salvación de los bienes culturales, las sanciones para los infractores, el asesoramiento para la ciudadanía y los programas educativos sobre el tema. La inclusión de las zonas periféricas en la idea del patrimonio cultural urbano, aún incompleta, quedaría sellada en el siguiente apartado de la Recomendación de 1968:

La conservación de los monumentos debería ser una condición esencial en cualquier plan de urbanización, especialmente si se trata de ciudades o distritos históricos. (Asimismo) Deberían dictarse disposiciones análogas relativas a los alrededores y al marco circundante de los monumentos y de los lugares registrados, con objeto de conservar el conjunto de que forman parte. Deberían permitirse modi-ficaciones de las reglas y normas relativas a las nuevas construcciones, que podrían quedar en suspenso cuando se tratase de edificaciones en una zona de interés histórico. (UNESCO, 1968)

Reunida en París en 1972, la Conferencia General de la UNESCO, aprobó la Conven-ción para la Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural (UNESCO, 1972a). Este es el marco de derecho internacional aplicable más importante que ha existido y es actualmente la norma principal a seguir por todos los Estados parte en materia de conservación y gestión del patrimonio.

La Convención del 72 es explícita al establecer que tanto el patrimonio cultural como el natural del mundo existen —desde entonces— en un contexto de permanente amenaza, “no sólo por las causas tradicionales de deterioro sino también por la evolución de la vida social y económica que las agrava con fenómenos de alteración o de destrucción aún más temibles” (UNESCO, 1972a). En sus considerandos, el documento señala que “la protección de ese patrimonio a escala nacional es en muchos casos incompleto, dada la magnitud de los medios que requiere y la insuficiencia de los recursos económicos, científicos y técnicos” y que “ciertos bienes del patrimonio cultural y natural presentan un interés excepcional que exige se conserven como elementos del patrimonio mundial de la humanidad entera” (UNESCO, 1972a).

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De la misma manera que anteriores documentos y resoluciones de Naciones Unidas, la Convención del 72 subraya la persistencia y el aumento de las presiones y tensiones que las formas del desarrollo mundial producían en la vida social y, particularmente, en el medio ambiente y el patrimonio cultural. Ante esta situación, la UNESCO haría un en-fático llamado a que los Estados tomaran medidas y a que, ahí donde estos no pudieran hacerse cargo de la totalidad de las tareas, la comunidad internacional asumiera la tarea de completar el esfuerzo a través de la cooperación.

La Convención representa, así mismo, el punto de inflexión donde el marco legal interna-cional establecería criterios jurídicos y definiciones científicas de largo aliento, vigentes hasta hoy. Esto se expresa al señalarse en ella que “es indispensable adoptar nuevas disposiciones convencionales que establezcan un sistema eficaz de protección colectiva del patrimonio cultural y natural de valor excepcional organizada de una manera perma-nente, y según métodos científicos y modernos” (UNESCO, 1972a). Lo anterior quedaría plasmado en su primer capítulo de la siguiente forma:

A los efectos de la presente Convención se considerará “patrimonio cultural”:

Los monumentos: obras arquitectónicas, de escultura o de pintura monumentales, elementos o estructuras de carácter arqueológico, inscripciones, cavernas y grupos de elementos, que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia. Los conjuntos: grupos de construcciones, aisla-das o reunidas, cuya arquitectura, unidad e integración en el paisaje les dé un valor universal excepcional desde el punto de vista de la historia, del arte o de la ciencia. Los lugares: obras del hombre u obras conjuntas del hombre y la naturaleza, así como las zonas incluidos los lugares arqueológicos que tengan un valor universal excepcional desde el punto de vista histórico, estético, etnológico o antropológico. (UNESCO, 1972a)

La Convención del 72 culminaría una larga tarea de sistematización de criterios que se plasmaron en marcos normativos sobre la asistencia y la cooperación internacionales, así como en la sostenibilidad y carácter vinculante de las políticas públicas nacionales en la materia. De manera paralela a la Convención, la UNESCO adoptaría la “Reco-mendación sobre la Protección, en el Ámbito Nacional del Patrimonio Cultural y Natural”. Este documento sería un complemento específico sobre la aplicación práctica local de los postulados de la Convención. Los principales planteamientos de la Recomendación darían pie a un prolongado proceso de implementación y evolución de la doctrina interna-cional en materia de patrimonio que llega hasta nuestros días y que puede encontrarse en los siguientes postulados:

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En una sociedad cuyas condiciones de vida se transforman con acelerada rapidez, es fundamental para el equilibrio y el desenvolvimiento pleno del hombre conser-varle un marco de vida a su medida en el que se mantenga en contacto con la naturaleza y con los testimonios de civilización que dejaron las generaciones ante-riores y, para ello, es conveniente dar a los bienes del patrimonio cultural y natural una función activa en la vida de la colectividad integrando en una política general lo realizado en nuestro tiempo, los valores del pasado y la belleza de la naturaleza […]. Esa integración en la vida social y económica ha de ser uno de los aspectos fundamentales del acondicionamiento del territorio y de la planificación nacional en todos sus grados. El patrimonio cultural y natural, que constituye un elemento esencial del patrimonio de la humanidad y una fuente de riqueza y de desarrollo armónico para la civilización presente y futura, está amenazado por peligros parti-cularmente graves, nacidos de nuevos fenómenos inherentes a nuestra época. [...] El estudio, el conocimiento y la protección del patrimonio cultural y natural en los diferentes países del mundo favorecen la comprensión mutua entre los pueblos […]. El patrimonio cultural y natural constituye un todo armónico cuyos elementos son indisociables (UNESCO, 1972b).

Sólo cuatro años después y en consonancia con el pulso constante que la reflexión lo cultural y lo urbano arrojaba, en 1976 la Conferencia General de la UNESCO, en su 19.a reunión celebrada en Nairobi, consideró necesario adoptar la “Recomendación relativa a la Salvaguardia de los Conjuntos Históricos y su Función en la Vida Contemporánea” (1976). La Recomendación del 76 vuelve a ensanchar el debate y los alcances que debían caracterizar al andamiaje conceptual sobre el patrimonio, en una época dónde los fenómenos evolucionaban más rápidamente y muchas de las estructuras para el desa-rrollo concebidas durante la segunda mitad del siglo XX mostraban fisuras e insuficien-cias. El texto inicia hablando de ello:

Los conjuntos históricos forman parte del medio cotidiano de los seres humanos en todos los países, [...] constituyen la presencia viva del pasado que los ha plasmado y [...] garantizan al marco de vida la variedad necesaria para responder a la diversidad de la sociedad y […], por ello mismo, adquieren una dimensión y un valor humano suplementarios; [...] ofrecen a través de las edades los testimonios más tangibles de la riqueza y de la diversidad de las creaciones culturales, religiosas y sociales de la humanidad, y [...] su salvaguardia y su integración en la vida de la sociedad contem-poránea es un factor básico del urbanismo y la ordenación del territorio. [...] Frente a los peligros de uniformización y de despersonalización que se manifiestan con fre-cuencia en nuestra época, esos testimonios vivos [...]adquieren importancia vital para los hombres y para las naciones, que encuentran en ellos la expresión de su cultura y, al mismo tiempo, uno de les fundamentos de su identidad. (UNESCO, 1976)

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En sus recomendaciones concretas, el texto de 1976 plantea que los Estados parte deben actuar para revalorar los conjuntos urbanos en toda su amplitud adoptando urgentemente una política global de revitalización del tejido urbano en el contexto de la planificación nacional, regional y local. Un proceso que sólo será posible al resolver la carencia mayoritaria en el nivel nacional de “una legislación suficientemente eficaz y flexible sobre el patrimonio arquitectónico y sus relaciones con el acondicionamiento del territorio” (UNESCO, 1976). Una vez más, surgen nuevas configuraciones de la política sobre el patrimonio: el escenario es multidimensional, va de lo global a lo local a través de la planeación y se extiende a una red de conjuntos urbanos que pueden ser conside-rados históricos. Un paso transformador que surtiría efectos en las siguientes décadas.

También en 1976, la Asamblea General de la ONU convocó la Primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Asentamientos Humanos (Habitat I), realizada en Vancou-ver, como una manera de abordar la expansión de un crecimiento urbano que se advertía fuera de control, especialmente en los países en desarrollo. Discutir el presente y el fu-turo de los asentamientos humanos comenzará entonces a ser un tema de primer orden en la agenda mundial. Ahí quedaría claro que las formas del desarrollo urbano estaban deteriorando directamente otras dimensiones de la convivencia humana, de lo económi-co a lo sociocultural y lo medioambiental. La urbanización determinaba cada vez más las relaciones humanas, Se recomendó entonces a los estados parte desarrollar estrategias y políticas para planificar el uso y la tenencia del suelo, atender la explosión demográfi-ca, la infraestructura, los servicios, la vivienda y el empleo poniendo en el centro de las políticas públicas a las comunidades marginales. Este mandato de ONU-Habitat quedó plasmado en la Declaración de Vancouver sobre los Asentamientos Humanos (1976).

Ante los aires del fin del siglo y entre la tensión por el por el cambio en ciernes de los modelos económicos, reunida en la Ciudad de México en el verano de 1982, la Con-ferencia General de la UNESCO adoptó un marco que daría sentido plural, integral y democrático a la política cultural concebida durante más 35 años de experiencia en el diálogo y la cooperación. Fiel a su espíritu crítico, la “Declaración de México sobre las Políticas Culturales” (UNESCO, 1982) del organismo parte de un diagnóstico incisivo que se propone cambiar las cosas. Un marco que comienza por poner al día una definición conceptual consensual y contemporánea de la cultura:

El mundo ha sufrido hondas transformaciones en los últimos años. Los avances de la ciencia y de la técnica han modificado el lugar del hombre en el mundo y la naturaleza de sus relaciones sociales. La educación y la cultura, cuyo significado y alcance se han ampliado considerablemente, son esenciales para un verdadero desarrollo del individuo y la sociedad. En nuestros días, no obstante que se han acrecentado las posibilidades de diálogo, la comunidad de naciones confronta tam-

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bién serias dificultades económicas, la desigualdad entre las naciones es creciente, múltiples conflictos y graves tensiones amenazan la paz y la seguridad; [...] en su sentido más amplio, la cultura puede considerarse actualmente como el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que carac-terizan a una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las le-tras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias. [...] A través de ella el hombre se expresa, toma conciencia de sí mismo, se reconoce como un proyecto inacabado, pone en cuestión sus propias realizaciones, busca incansablemente nuevas significaciones, y crea obras que lo trascienden. (UNESCO, 1982)

Al definir la noción de Identidad Cultural el texto del 82 concibe un conjunto de valores fundado en la tradición y las formas de expresión que determinan la existencia huma-na. Así, la afirmación de la Identidad Cultural “contribuye a la liberación de los pueblos. Por el contrario, cualquier forma de dominación niega o deteriora dicha identidad […]. La identidad cultural es una riqueza que dinamiza las posibilidades de realización de la especie humana, al movilizar a cada pueblo y a cada grupo para nutrirse de su pasado y acoger los aportes externos compatibles con su idiosincrasia y continuar así el proceso de su propia creación” (UNESCO, 1982). Para la Conferencia de México todas las cul-turas forman parte del patrimonio común de la humanidad; la identidad de un pueblo se reinventa y enriquece en contacto con las tradiciones y valores de los demás; así mismo, “la cultura es diálogo, intercambio de ideas, experiencias, apreciación de otros valores y tradiciones” (UNESCO, 1982), y cuando estas condiciones están ausentes o negadas, la cultura “se agota y muere en el aislamiento” (UNESCO, 1982).

La Declaración del 82 también termina por enterrar cualquier herencia jerarquizadora de lo cultural al postular que lo universal no puede imponerse por ninguna cultura en particu-lar. La cultura es indisociablemente diversa y abreva de la experiencia vital de todos los pueblos. La diversidad y la pluralidad son valores en diálogo, no obstáculos. El mundo y sus instituciones estaban llamados a actuar en consecuencia: respetando y apreciando a las minorías y a los otros, reconociendo “la igualdad y dignidad de todas las culturas, así como el derecho de cada pueblo y de cada comunidad cultural”. Hacerlo, era una con-dición ineludible para luego entender la dimensión cultural del desarrollo; una dimensión cuya raíz es la “capacidad de cada individuo y de cada pueblo para informarse, aprender y comunicar sus experiencias” (UNESCO, 1982), base la convivencia solidaria, la realiza-ción y el bienestar colectivos y la preservación de la naturaleza que solo podría conse-guirse a través de la igualdad de oportunidades de acceso a la educación, la memoria histórica, la democracia y la cultura:

La cultura procede de la comunidad entera y a ella debe regresar. No puede ser privilegio de elites ni en cuanto a su producción ni en cuanto a sus beneficios. La

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democracia cultural supone la más amplia participación del individuo y la sociedad en el proceso de creación de bienes culturales [y] en la toma de decisiones que conciernen a la vida cultural. (UNESCO, 1982)

Es también la Conferencia de México la que construye la acepción más nítida respecto a lo que aquí nos ocupa: el entendimiento igualitario de lo periférico y lo marginal como patrimonio cultural, más allá de las centralidades históricas. La Declaración del 82 afirma así que el patrimonio cultural de un pueblo comprende las obras de sus habitantes, artis-tas, arquitectos, músicos, escritores y sabios, “así como las creaciones anónimas, surgi-das del alma popular, y el conjunto de valores que dan un sentido a la vida” (UNESCO, 1982). Es decir, las obras materiales y no materiales que expresan la creatividad popular: la lengua, los ritos, las creencias, los lugares.

En 1987, reunido en Washington, ICOMOS aprobaría un documento fundamental en ese sentido: la Carta Internacional para la Conservación de las Poblaciones y Áreas Urbanas Históricas. La llamada “Carta de Washington” es contundente al postular que “todos los conjuntos urbanos del mundo, al ser el resultado de un proceso gradual de desarrollo, más o menos espontáneo, o de un proyecto deliberado, son la expresión material de la diversidad de las sociedades a lo largo de la historia” (ICOMOS, 1987). Más adelante que la misión de comprender y preservar el patrimonio cultural concierne todos “los núcleos urbanos de carácter histórico, grandes o pequeños, comprende todo tipo de poblaciones (ciudades, villas, pueblos, etc.) y, más concretamente, los cascos, centros, barrios, barriadas, arrabales, u otras zonas que posean dicho carácter, con su entorno natural o hecho por el hombre” (ICOMOS, 1987).

ICOMOS afirma así que más allá de su utilidad como “documentos históricos”, los referidos núcleos son expresión de los valores de las civilizaciones urbanas tradicionales y contemporáneas. Lugares usados y habitados por las sociedades del mundo que se hallan amenazados por la degradación, el deterioro y por “la destrucción provocada por una forma de desarrollo urbano surgida de la era industrial que afecta a todas las socie-dades” (ICOMOS, 1987).

Durante los siguientes años el debate continuó intensamente. En 1994 ICOMOS apro-baría el Documento de Nara sobre Autenticidad. Este nuevo instrumento –redactado en Japón por un importante grupo de expertos mundiales de la conservación, expre-samente preocupados por los efectos que venían de la mano de los nuevos modelos económicos y del desarrollo en el marco de la globalización- plantea como preámbulo “desafiar el pensamiento convencional en el ámbito de la preservación, así como debatir medios y maneras de ampliar nuestros horizontes para aportar un mayor respeto hacia la diversidad cultural y patrimonial en la práctica de la preservación” (ICOMOS 1994). Los redactores de Nara se propusieron poner al día los postulados del anterior documento

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rector de los criterios de ICOMOS: la Carta de Venecia de 1964. Ello queda claro en el refrendo y abundamiento en torno a las dimensiones histórica y social del patrimonio, a la apuesta por el diálogo interdisciplinar y al papel de las comunidades en un entorno que se reconoce diverso y dinámico. Así, el texto de Nara reivindica que

La diversidad de culturas y de patrimonios en nuestro mundo es una fuente irreem-plazable de riqueza, tanto espiritual como intelectual, para toda la humanidad. La protección y favorecimiento de la diversidad cultural y patrimonial en nuestro mundo debería promoverse de manera activa como un aspecto esencial del desarrollo humano.

La diversidad del patrimonio cultural existe en el tiempo y en el espacio, y requie-re respeto para las otras culturas y para todos los aspectos de sus sistemas de creencias. Cuando los valores culturales parecen estar en conflicto, el respeto por la diversidad cultural exige el reconocimiento de la legitimidad de los valores culturales de todas las partes.

Todas las culturas y las sociedades están enraizadas en formas y medios parti-culares de expresión tangibles e intangibles que constituyen su patrimonio y que deberían ser respetados. [...] La responsabilidad para con el patrimonio cultural y su gestión corresponde, en primer lugar, a la comunidad cultural que lo ha generado, y después a la que se preocupa por el mismo. (ICOMOS 1994)

En esta línea, los planteamientos de Nara se afianzan en el convencimiento de defi-nir la autenticidad del patrimonio en función primordial de los significados culturales y contextos históricos en el que dichos patrimonios fueron creados. Autenticidad que, sin embargo, se imbrica con los significados y funciones que lo patrimonial desempeña en la contemporaneidad. Así, las fuentes que documentan y explican el valor excepcional de las creaciones humanas deben responder a dichas premisas: “no es posible basar juicios sobre el valor y la autenticidad con criterios inamovibles. Al contrario, el respeto debido a todas las culturas requiere que los bienes del patrimonio deban juzgarse y tomarse en consideración dentro de los contextos culturales a los que pertenecen […] [Es necesario] desarrollar una comprensión mayor de los valores representados por los propios bienes culturales, así como respetar el papel que desempeñan tales monumentos y emplaza-mientos en la sociedad contemporánea” (ICOMOS 1994).

Es importante no perder de vista que el Documento de Nara abunda en definiciones que buscan dar visibilidad al concepto de “lo otro” que evoluciona y es parte intrínseca del patrimonio frente a la permanencia de nociones que entienden el legado histórico como una noción irrefutable o univoca, centralista: la autenticidad del patrimonio se cifra en los monumentos y el entendimiento holístico de sus emplazamientos: el patrimonio adquiere

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entonces nuevas geografías y en ellas hay centralidades múltiples y por tanto múltiples periferias que dialogan y se interconectan en el espacio y el tiempo.

En 1996 se llevaría a cabo la Segunda Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Asentamientos Humanos en Estambul (Habitat II) con el objeto de evaluar el progreso al-canzado por los Estados miembros para enfrentar cuestiones sobre urbanización desde la Declaración de Vancouver (Hábitat I) adoptada 20 años antes. Durante la conferencia los gobiernos participantes reconocieron un deterioro mundial de los asentamientos y de las condiciones de vida que alcanzaba dimensiones críticas en las naciones en vías de desarrollo. La urgencia de una acción inmediata dio como resultado la proclamación un plan estratégico en el que se afirmó que “las ciudades deben ser lugares donde las per-sonas puedan vivir con dignidad, buena salud, felicidad y esperanza” y que eran tareas impostergables “asegurar vivienda adecuada para todos y garantizar el desarrollo ade-cuado de los asentamientos humanos en un mundo urbanizado” (ONU-Habitat, 1996).

La llamada “Agenda Hábitat” –nombre que se dio a dicho plan estratégico- reivindicó la necesidad apremiante de fortalecer las capacidades financieras de las autoridades loca-les, lo cual sería una vía para buscar soluciones a los desafíos del crecimiento sin freno de las ciudades. Asimismo, se reiteró que la iniciativa privada empresarial debía asumir más responsabilidades para ayudar a enfrentar los problemas de los asentamientos hu-manos, correspondiendo al esfuerzo desarrollado en los ámbitos públicos y ciudadanos. En este sentido, la Declaración de Estambul sobre los Asentamientos Humanos afirmó:

Una cuarta parte de la población mundial de las zonas urbanas vive por debajo del umbral de la pobreza. Muchas ciudades, con problemas ambientales, un crecimiento rápido y un desarrollo económico lento, no han logrado generar suficiente empleo, proporcionar vivienda adecuada ni satisfacer las necesidades básicas de los ciu-dadanos […]. En las ciudades y los pueblos radica la posibilidad de aprovechar al máximo los beneficios de la mundialización y paliar sus consecuencias negativas. La buena gestión de las ciudades puede brindar un entorno económico capaz de ge-nerar oportunidades de empleo y de ofrecer distintos bienes y servicios. [...] [sin em-bargo] Uno de los factores críticos es que la mayor parte de las personas que viven en condiciones de pobreza todavía carecen de seguridad jurídica en la tenencia de sus viviendas y que otras carecen incluso de una vivienda básica. Por tanto, existen aún graves impedimentos al desarrollo sostenible de los asentamientos humanos.

[...] Reconocemos que las graves limitaciones financieras originan serios problemas en relación con una vivienda adecuada, la disponibilidad de vivienda y los asenta-mientos humanos en los países que reciben corrientes de refugiados que huyen de países vecinos a causa de conflictos, desastres naturales o causados por el ser humano, y otras calamidades.

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[...] Reconocemos también las deficiencias en las políticas urbanas y de vivienda que han limitado las posibilidades de participación y asociación y han dificultado la transformación de las mejores prácticas en buenas políticas. Estamos asimismo profundamente preocupados por el hecho de que muchas mujeres todavía no par-ticipan plenamente, en condiciones de igualdad, en todas las esferas sociales, y al mismo tiempo padecen en mayor medida los efectos de la pobreza.

[...] Reconocemos además que en todo el mundo el proceso de urbanización ha dado por resultado concentraciones metropolitanas que sobrepasan los límites administrativos de las ciudades originales, abarcan dos o más unidades administrati-vas, tienen autoridades locales con capacidad y prioridades diferentes, y carecen de coordinación (ONU-Habitat, 1996).

De esta manera, Habitat II trazaría con nitidez el difícil horizonte que las ciudades tenían por delante en vísperas del nuevo siglo: un escenario de inciertos retos económicos; una creciente desigualdad que afectaba más duramente a las mujeres y los excluidos; un inminente desequilibrio ambiental. Todo este panorama se asentaba en primer lugar en las ciudades que crecían sin un sostén productivo, servicios ni planeación en los albores del debilitamiento de las funciones sociales del Estado que ha caracterizado al siglo XXI. La ciudad y sus periferias urbanas volvían a aparecer como receptáculos de las nuevas contradicciones modernas, aunque también como entramados humanos que podían ser fuentes de alternativas.

En 1998, la UNESCO realizaría la Conferencia Intergubernamental sobre Políticas Cul-turales para el Desarrollo en Estocolmo. Este encuentro sería, en los estertores del siglo XX el más importante evento de puesta al día y reflexión en torno a la definición de los fines y características de la política cultural mundial desde la Conferencia realizada en México en 1982. En su declaración final la cumbre realizada en Suecia afirmó que

en un marco democrático la sociedad civil irá adquiriendo progresivamente una importancia en el campo cultural [...]. Una de las funciones de las políticas culturales es garantizar que exista espacio suficiente para que las fuerzas creadoras progresen en todas partes [...] [en el marco de] los acelerados procesos de transformaciones socioeconómicas, tecnológicas y culturales y las crecientes diferencias existentes a nivel nacional e internacional. [...]El desarrollo sostenible y el auge de la cultura dependen mutuamente entre sí; uno de los fines principales del desarrollo humano es la prosperidad social y cultural del individuo dado que el acceso y la participación en la vida cultural, son un derecho inherente de las personas de toda comunidad.

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Los Gobiernos están obligados a crear las condiciones necesarias para el pleno goce de este derecho de conformidad con el Artículo 27 de la Declaración Universal de Derechos Humanos; la finalidad principal de las políticas culturales es fijar los ob-jetivos, crear las estructuras y obtener los recursos adecuados para crear un medio humano favorable. El diálogo entre las culturas se presenta como uno de los prin-cipales desafíos culturales y políticos del mundo actual y constituye una condición indispensable para la coexistencia pacífica. La creatividad cultural es la fuente de progreso humano y de diversidad cultural; al ser un tesoro de la humanidad resulta esencial para el desarrollo. Las tendencias que emergen en la actualidad, sobre todo la globalización, vinculan más aún a las culturas y enriquecen la interacción en-tre ellas pero podría igualmente ser contraproducente a nuestra diversidad creativa y pluralismo cultural. La aceptación de la diversidad cultural contribuye a identificar y consolidar los lazos entre las comunidades que están arraigadas en valores que pueden ser compartidos por los diferentes componentes socioeconómicos de la sociedad nacional. (UNESCO, 1998)

Las discusiones de Estocolmo reiterarían con claridad un abanico de concepciones y acuerdos de cara a los retos culturales del siglo XXI en la clara línea de reconocer y reforzar la capacidad creativa contemporánea de las comunidades como forma de con-vivencia y desarrollo humano en un ámbito de paz y no- violencia. Ya entonces era una realidad la creciente predominancia de los nuevos códigos y formas propiciados por la revolución tecnológica de la información, así como el efecto que esto iba teniendo sobre las relaciones sociales y las dimensiones necesarias de las políticas culturales.

En ese sentido, en 1998 se reafirmaban necesidades como enriquecer el sentimiento de identidad y participación de individuos y comunidades, factores para la búsqueda de un porvenir digno y seguro. En esa apuesta, las políticas culturales tenían la misión de “me-jorar la integración social y la calidad de vida de todos los miembros de la sociedad sin discriminación” (UNESCO, 1998). Así, en un mundo definido por la interdependencia, la actualización de las políticas culturales debía concebirse “simultáneamente en los planos local, nacional, regional y mundial” (UNESCO, 1998), teniendo el objetivo específico de aumentar decididamente las formas de acceso de todas las clases sociales a la cultura, a fin de combatir la exclusión y la marginación para favorecer la democratización cultural.

La Declaración aprobada entonces determinó que las políticas culturales debían “tener en cuenta el conjunto de elementos que determinan la vida cultural: la creación, la conser-vación y la difusión del patrimonio cultural” (UNESCO, 1998). Para ello, era necesario equilibrar sinérgicamente esos factores en términos de la eficacia de su aplicación, lo cual requería un marco legislativo y una política pública fuertes. Esta tarea debía inscribirse en el trabajo para hacer posible una participación plural en la vida cultural, lo que implicaba

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tratar con igual respeto a todos los sectores sociales dando “especial importancia a las iniciativas locales que reflejen la diversidad de los perfiles culturales” (UNESCO, 1998).

De manera relevante, la Conferencia referida pondría por primera vez en la mesa global de la política cultural la dimensión urbana y sus complejidades al propugnar en sus ob-jetivos por el establecimiento de “políticas urbanas culturales” encaminadas al desarrollo de una “vida cultural local, creativa y participativa” en el contexto del conocimiento y la comprensión de la diversidad y “fortaleciendo el contenido cultural en la educación formal y no formal” (UNESCO, 1998). A ello se agregó el acuerdo de reestructurar las políticas y las prácticas a fin de conservar y acentuar la importancia del patrimonio tangible e intan-gible y promover las industrias culturales, en un marco de renovación y aplicación de los convenios y recomendaciones de la UNESCO referentes a la conservación la protección de la cultura tradicional y popular.

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Es importante anotar que otros objetivos asumidos fueron “incluir y asegurar la pro-tección de edificios, sitios, conjuntos y paisajes de valor cultural en planos urbanos y regionales de desarrollo, programas y políticas; lograr una participación directa de los ciudadanos y las comunidades locales en los programas de conservación del patrimonio y establecer una lista de las mejores prácticas para las políticas de patrimonio” (UNES-CO, 1998). En ese sentido, también se plantearía como objetivo mundial renovar la definición tradicional de patrimonio, a fin de que este fuera

entendido como todos los elementos naturales y culturales, tangibles e intangibles, que son heredados o creados recientemente, (ya que) mediante estos elementos, grupos sociales reconocen su identidad y se someten a pasarla a las generaciones futuras de una manera mejor y enriquecida. (Así, es necesario) reconocer la apa-rición de nuevas categorías en el área de patrimonio cultural, tal y como el paisaje cultural, el patrimonio industrial y el turismo cultural; fortalecer el estudio, el inventa-rio, el registro y el catalogamiento del patrimonio, incluida la tradición oral, para posi-bilitar el diseño de instrumentos adecuados y eficaces para la ejecución de políticas de conservación tradicionales y científicas al mismo tiempo. (UNESCO, 1998)

Al hacer un recuento de las conclusiones asumidas por la UNESCO y sus Estados miem-bros en Estocolmo, podemos ubicar con claridad que, además de posicionar a la política cultural como prioridad de las naciones, aparecen en ello –con más precisión que nunca- lo urbano y su diversidad, lo formal y lo informal como formas paralelas de la vida social y el territorio en tanto espacios de memoria y evolución cultural permanente, factores y concep-tos que comenzaban a afianzarse decididamente en la agenda mundial del desarrollo.

Al iniciar el nuevo siglo, la Declaración Universal de la UNESCO sobre la Diversidad Cul-tural de 2001 sería un paso más en esa dirección al establecer nuevas definiciones y pa-rámetros para una definición amplia de la cultura y sus expresiones, tomando en cuenta que lo cultural ocupaba creciente y claramente un lugar central en las nuevas reflexiones sobre las identidades, la integración social y las formas económicas producidas por el ca-pital del conocimiento. La puntualización de la Declaración de 2001 es clara y su carácter inclusivo le confiere vigencia hasta hoy: “La cultura debe ser considerada el conjunto de los rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las artes y las letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias” (UNESCO, 2001). Esta definición estaría en el centro de una construcción teórica en la que la globalización se consolidaba de la mano de la acelerada evolución de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, las cuales, pese a represen-tar un desafío para la diversidad cultural, entrañaban también inéditas posibilidades para una vasta interacción entre las comunidades del planeta: en ello estaba el principio de un renovado espacio colectivo:

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La cultura adquiere formas diversas a través del tiempo y del espacio. Esta diversi-dad se manifiesta en la originalidad y la pluralidad de las identidades que caracte-rizan a los grupos y las sociedades que componen la humanidad. Fuente de inter-cambios, de innovación y de creatividad, la diversidad cultural es tan necesaria para el género humano como la diversidad biológica para los organismos vivos. En este sentido, constituye el patrimonio común de la humanidad y debe ser reconocida y consolidada en beneficio de las generaciones presentes y futuras” [...] Resulta indis-pensable garantizar una interacción armoniosa y una voluntad de convivir de perso-nas y grupos con identidades culturales a un tiempo plurales, variadas y dinámicas. Las políticas que favorecen la integración y la participación de todos los ciudadanos garantizan la cohesión social, la vitalidad de la sociedad civil y la paz. Definido de esta manera, el pluralismo cultural constituye la respuesta política al hecho de la diversidad cultural. Inseparable de un contexto democrático, el pluralismo cultural es propicio para los intercambios culturales y el desarrollo de las capacidades creado-ras que alimentan la vida pública. [...] La diversidad cultural amplía las posibilidades de elección que se brindan a todos; es una de las fuentes del desarrollo, entendido no solamente en términos de crecimiento económico, sino también como medio de acceso a una existencia intelectual, afectiva, moral y espiritual satisfactoria. [...] Los derechos culturales son parte integrante de los derechos humanos, que son univer-sales, indisociables e interdependientes. El desarrollo de una diversidad creativa exige la plena realización de los derechos culturales. (UNESCO, 2001)

La Declaración de 2001 define al patrimonio cultural como una fuente de la creatividad, cuyo origen primario está en las tradiciones culturales, pero se desarrolla plenamente en el diálogo entre culturas. Ésta es la razón por la cual el patrimonio, en todas sus formas, debe ser preservado y transmitido como testimonio de la experiencia y de las aspiracio-nes humanas, con el objeto de alentar la creatividad en toda su diversidad y que éste sea base de una imbricación permanente. Una sinergia que solo es posible entendiendo que “las fuerzas del mercado por sí solas no pueden garantizar la preservación y promoción de la diversidad cultural, clave de un desarrollo humano sostenible. [Y que] Desde este punto de vista, se debe reafirmar la preeminencia de las políticas públicas, en colabo-ración con el sector privado y la sociedad civil” (UNESCO, 2001). Así una vez más, lo periférico, lo local y lo comunitario adquieren un lugar cada vez más importante en una conversación mundial que ya ha trascendido cualquier idea de prevalencia de un solo discurso, de una sola centralidad o de un pensamiento único.

El siglo XXI tiene en la historia de la doctrina sobre el patrimonio de la UNESCO a la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, aprobada en París en 2003, su más importante construcción. Ahí, se afirman los consensos que entienden

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que los procesos de mundialización y de transformación social por un lado crean las condiciones propicias para un diálogo renovado entre las comunidades, pero por el otro, también traen consigo fenómenos de intolerancia, graves riesgos de deterioro, desapa-rición y destrucción del patrimonio cultural inmaterial, debido en particular a la falta de recursos para salvaguardarlo. En la Convención de 2003 se entiende por “salvaguardia” las medidas encaminadas a garantizar la viabilidad del patrimonio cultural inmaterial, “comprendidas la identificación, documentación, investigación, preservación, protección, promoción, valorización, transmisión -básicamente a través de la enseñanza formal y no formal- y revitalización de este patrimonio en sus distintos aspectos”. Así, el entramado doctrinal sobre lo patrimonial –que es diverso, material e inmaterial, ancestral y moderno; rural, ambiental y urbano- se densifica y se amplía una vez más. El 2005 es un año decisorio en el diálogo y los acuerdos mundiales sobre el patrimonio urbano. Tiene lugar la Conferencia Internacional “Patrimonio Mundial y Arquitectura Contemporánea - Ordenar el paisaje urbano histórico” en Viena, convocada por el Centro del Patrimonio Mundial e ICOMOS, en la que se aprobó un memorando a favor de “una relación integrada y armoniosa entre la conservación y la evolución arquitectónica y urbana a fin de preservar la integridad de los paisajes históricos”.

En China es acordada la Declaración de Xi’an sobre la Conservación del Entorno de las Estructuras, Sitios y Áreas Patrimoniales de ICOMOS, la cual establece la necesidad de responder de forma adecuada a la transformación de las ciudades, los paisajes y los itinerarios patrimoniales, producida por los cambios en los modos de vida, y el desarro-llo, así como la necesidad de reconocer y mantener adecuadamente la presencia de las estructuras, los sitios y las áreas patrimoniales en sus respectivos entornos, con el fin de disminuir la amenaza que representan éstos procesos de transformación contra el patrimonio cultural en toda la riqueza de su autenticidad, su significado, su integridad y su diversidad. ICOMOS afirma en 2005:

El entorno de una estructura, un sitio o un área patrimonial se define como el medio característico, ya sea de naturaleza reducida o extensa, que forma parte de - o contribuye a - su significado y carácter distintivo. Más allá de los aspectos físicos y visuales, el entorno supone una interacción con el ambiente natural; prácticas sociales o espirituales pasadas o presentes, costumbres, conocimientos tradicio-nales, usos o actividades, y otros aspectos del patrimonio cultural intangible, que crearon y formaron el espacio, así como el contexto actual y dinámico de índole cultural, social y económica. Las estructuras, los sitios o las áreas patrimoniales de diferentes escalas, inclusive los edificios o espacios aislados, ciudades históricas o paisajes urbanos, rurales o marítimos, los itinerarios culturales o los sitios arqueoló-gicos, reciben su significado y su carácter distintivo de la percepción de sus valores

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sociales, espirituales, históricos, artísticos, estéticos, naturales, científicos o de otra naturaleza cultural. E, igualmente, de sus relaciones significativas con su medio cul-tural, físico, visual y espiritual. Estas relaciones pueden ser el resultado de un acto creativo, consciente y planificado, de una creencia espiritual, de sucesos históricos, del uso, o de un proceso acumulativo y orgánico, surgido a través de las tradiciones culturales a lo largo del tiempo. (ICOMOS, 2005)

En Xi’an se definió con nitidez la urgencia de comprender, documentar e interpretar los entornos para definir y valorar la importancia patrimonial de cualquier estructura, sitio o área; que la definición del entorno requiere comprender la historia, la evolución y el carácter de los alrededores del bien patrimonial: un proceso que debe tener en cuenta múltiples factores que sólo son posibles a través de la aproximación a los sitios. Así, incluir el entorno en la comprensión requiere de la la acción multidisciplinaria y la utiliza-ción de diversas fuentes de información. Dichas fuentes incluyen fondos documentales y archivos, descripciones artísticas y científicas, historias orales y conocimientos tradicio-nales, los puntos de vista de las comunidades locales y de las relacionadas con el bien, así como un análisis de las perspectivas visuales. Las tradiciones culturales, los rituales, las prácticas espirituales y los conceptos, así como la historia, la topografía, los valores del medio natural, los usos y otros factores contribuyen a crear el conjunto de valores y dimensiones tangibles e intangibles del entorno. La definición del entorno debe conjugar armoniosamente su carácter, sus valores y su relación con el bien patrimonial.

En esta misma línea, en Xi’an se apostó por que los instrumentos de planeamiento urbanístico incluyeran medidas de control del impacto de los cambios rápidos o progresi-vos del entorno: las siluetas, las vistas y las distancias adecuadas entre cualquier nuevo proyecto público o privado y las estructuras, los sitios y las áreas patrimoniales, “factores fundamentales a tener en cuenta para evitar las distorsiones visuales y espaciales o los usos inadecuados en un entorno cargado de significado” (ICOMOS, 2005). Así, el desa-rrollo dentro del entorno de las estructuras, los sitios y las áreas patrimoniales deberían contribuir a interpretar positivamente su significado y su carácter distintivo. Finalmente, en esta nueva declaración, ICOMOS definía dos conceptos cardinales a) que “gestionar el cambio del entorno de las estructuras, los sitios y las áreas de valor patrimonial no significa necesariamente evitar u obstaculizar el cambio” y b) la necesidad ineludible de “trabajar con las comunidades locales, interdisciplinarias e internacionales e internacio-nales para la cooperación y el fomento de la conciencia social sobre la conservación y la gestión del entorno” (ICOMOS, 2005).

De manera preponderante, también en 2005 se llevó a cabo la Convención de la UNES-CO sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales en París. Ahí se reafirmó “que la diversidad cultural es una característica esencial de la

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humanidad, [...] un patrimonio común que debe valorarse y preservarse en provecho de todos, [...] y constituye, por lo tanto, uno de los principales motores del desarrollo sos-tenible de las comunidades, los pueblos y las naciones”. En este nuevo instrumento se establece que la diversidad cultural debe prosperar en un contexto democrático y justo como factor de la paz, el desarrollo, la erradicación de la pobreza y el cumplimiento de los derechos humanos, afirmando que “la cultura adquiere formas diversas a través del tiempo y el espacio y que esta diversidad se manifiesta en la originalidad y la pluralidad de las identidades y en las expresiones culturales de los pueblos y sociedades que for-man la humanidad” y reconociendo “la importancia de los conocimientos tradicionales como fuente de riqueza inmaterial y material, en particular los sistemas de conoci-miento de los pueblos autóctonos y su contribución positiva al desarrollo sostenible” (UNESCO, 2005).

Sintetizados todos en la apuesta global por construir el derecho a la Diversidad Cultural de todas las personas y todas las sociedades. Las discusiones transcurridas entre el fin del siglo XX y los primeros años del siglo XXI, terminan por integrar las aspiracio-nes globales de un mundo más justo y pacífico, menos desigual y ambientalmente sostenible en la idea entera de conservación del patrimonio cultural. Y esta batalla sólo podría darse ahí dónde ahora comenzaba a vivir la mayoría de los habitantes del planeta: las ciudades.

A partir de la preocupación por las múltiples dificultades que enfrentan las Ciudades del Patrimonio Mundial en la tarea de conciliar la conservación y el desarrollo, el Comité del Patrimonio Mundial en su 29ª reunión en Durban, África del Sur (julio de 2005) solicitó la creación de un nuevo instrumento normativo para proporcionar directrices actualizadas para integrar mejor la conservación del patrimonio urbano en las estrategias de desarro-llo socioeconómico.

De 2006 a 2010, se organizaron ocho Talleres de expertos internacionales en Jerusalén (de 2006), UNESCO en París (2006 y 2008), San Petersburgo (2007), Olinda, Brasil (2007), Chandigarh, India (2007), Stone Town, Zanzíbar (2009) y Río de (2009). Como principal reto para la conservación en las ciudades históricas, se identificaron nuevas amenazas y desafíos que no estaban presentes cuando fue adoptada la última Re-comendación de la UNESCO sobre el tema: la Recomendación de 1976 Relativa a la Salvaguardia y el Papel Contemporáneo de los Conjuntos Históricos.

Como es sabido, el 10 de noviembre del 2011 la Conferencia General de la UNESCO adoptó la nueva Recomendación sobre los Paisajes Urbanos Históricos por aclamación: el primer instrumento sobre los entornos históricos urbanos emitido por la UNESCO en 35 años. Esta Recomendación es una nueva herramienta para integrar las políticas

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y prácticas de conservación del medio ambiente y el espacio público, integrando los objetivos generales del desarrollo urbano y el respeto de los valores y tradiciones de los diferentes contextos culturales heredados.

En ella, se recomienda, además, que los Estados miembros y las autoridades locales determinen los pasos críticos para aplicar el enfoque del Paisaje urbano Histórico a partir de las siguientes acciones: llevar a cabo estudios amplios y nuevas cartografía de los recursos naturales, culturales y humanos de la ciudad; integrar los valores del patrimo-nio urbano y su estado de vulnerabilidad en un marco más amplio del desarrollo de la ciudad, el cual debe proporcionar diversos indicadores de áreas sensibles del patrimonio cultural que requieran de mejores formas de gestión y planeación, así como Priorizar acciones para la conservación y el desarrollo.

Un signo democrático de la Recomendación de 2011 es su llamado a construir consen-sos mediante la planificación participativa y la consulta ciudadana e institucional acerca de los valores que se han de proteger, con el objetivo de transmitirlos a las generaciones futuras y determinar los atributos que conforman estos valores. También el evaluar la vulnerabilidad de estos atributos frente las tensiones socioeconómicas y los impactos del cambio climático, establecer las asociaciones apropiadas y marcos de gestión local para los proyectos de conservación y desarrollo, así como reforzar la coordinación de las diversas actividades entre los diferentes actores, tanto públicos como privados. Transpa-rencia y ética de la responsabilidad compartida han sido agregados al entramado.

En resumen, esta nueva mirada define al Paisaje Urbano Histórico como la totalidad del territorio de las ciudades: un tejido cultural en movimiento; un entramado de valores y conocimiento del que forman parte todas las comunidades humanas. Actualmente la UNESCO trabaja arduamente en la aplicación de la Recomendación sobre el Paisaje Urbano Histórico y en el seguimiento de las Directrices Prácticas de la Convención del Patrimonio Mundial a través de diagnósticos permanentes, desarrollo de indicadores, acciones educativas y de cooperación.

A finales de 2015 se llevó a cabo la Conferencia Internacional “Cultura para las ciudades sostenibles” en Hangzhou, China. Esta fue una plataforma para compartir experiencias y proponer estrategias para fortalecer las iniciativas de desarrollo urbano basadas en la cultura, de lo local a lo global. Ahí se aprobaron propuestas para ser incorporadas en la ”Nueva Agenda Urbana”, en el contexto de la aplicación de la Agenda 2030 para el De-sarrollo Sostenible y de cara Conferencia Hábitat - III ( Quito , Ecuador, 2016) . En 2015 la Asamblea General de la ONU aprobó Agenda 2030 de Objetivos para el Desarrollo Sostenible. La UNESCO tiene el mandato de trabajar en los 17 Objetivos. El Objetivo 11 define a las ciudades y su devenir como el cruce de caminos más importante para la construcción de un mejor futuro.

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Hoy, casi 60% de la población mundial vive en ciudades. Actualmente, las zonas urbanas son una combinación viva de la historia, la civilización, la diversidad y la cultura. La urbanización ha sido una fuerza que ha cambiado casi todo: las formas de pensar y de actuar, formas de utilizar el espacio, estilos de vida, las relaciones sociales y económi-cas, y patrones de consumo y producción. Las ciudades, como espacios de innovación económica y productiva, proporcionan oportunidades para mejorar el acceso a los recur-sos y servicios, así como las opciones en los campos sociales, jurídicos, económicos, culturales y ambientales.

En 2016, de 1052 Sitios inscritos en la Lista del Patrimonio Mundial, 280 son o están en ciudades. En estos entornos urbanos habitan casi 200 millones de personas. Todo el Sistema de Naciones Unidas trabaja permanentemente en la construcción de soluciones contemporáneas para los retos urbanos del planeta. El marco en el que la UNESCO pone en práctica su mandato en materia cultural, educativa, científica y de preservación del patrimonio histórico y natural, tangible e intangible es un vasto cuerpo del derecho internacional.

Desde hace varios años, el Programa Mundial de Ciudades Patrimonio es uno de los seis programas temáticos aprobados y supervisados por el Comité del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Su objetivo es ayudar a los Estados Partes en los desafíos de la protección y la gestión de su patrimonio urbano. El Programa está estructurado en un proceso de dos vías: el desarrollo de un marco teórico para la conservación del patrimo-nio urbano, y la prestación de asistencia técnica a los Estados Partes para la aplicación de nuevos enfoques y esquemas.

Sin embargo, las ciudades son también espacios donde la pobreza multidimensional, la degradación ambiental y la vulnerabilidad a los desastres y el impacto del cambio climático están presentes. Hoy en día, más de dos tercios de la población mundial vive en ciudades con mayores niveles de desigualdad que hace 20 años. Por lo anterior, la Tercera Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible y Vivienda, Hábitat III, en octubre de 2016 ha sido una oportunidad única para repensar la política urbana y para que todos construyamos un nuevo modelo de desarrollo urbano capaz de integrar todas las facetas del desarrollo sostenible, la equidad, el bienestar y la prosperi-dad compartida.

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Segunda parte© Santiago Arau

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La periferia como Patrimonio Cultural Urbano: la experiencia de Medellín, ColombiaFederico Restrepo PosadaExdirector de Planeación de Medellín

Resumen

Para hablar del proceso de transformación política, social, económica y urbana de Medellín, es necesario hacer referencia a los Proyectos Urbanos Integrales (PUI). Son intervenciones en aquellas zonas marginadas de la ciudad, pobladas de familias enteras de inmigrantes del campo hacia la gran ciudad, atraídos quizás por expectativas de mejores oportunidades en la gran urbe, o expulsadas por un conflicto armado eterno que en nuestro país ha afectado principalmente sus entornos. Poblaciones, que en Mede-llín, llegan a ocupar espacios imposibles, que pagan el precio del desarraigo, aquél que produce la ruptura de sus raíces familiares y culturales, que induce desde el principio, en sus procesos de adaptación y consolidación y como parte de su tragedia, inmensos problemas de convivencia y de violencias urbanas, de hacinamientos y carencias de servicios, equipamientos sociales y espacios públicos, y sometidos a la ausencia del Estado, al abuso, al maltrato y a la extorsión de los combos o pandillas criminales y de especuladores ilegales de la tierra, tragedias éstas, que les hacen olvidar por momentos sus regiones de origen. Es por eso, por su resiliencia y por su capacidad de resistir en un territorio ajeno, que enriquecen esos entornos imposibles de ciudad, con su cultura, con su arte y con su saber popular, que se van acomodando y van construyendo otra ciudad en la periferia. Crean barriadas sin trazos definidos, llenos de senderos, de escalas interminables, de viviendas precarias, de materiales y colores variopintos, de redes de energía que emulan telarañas en medio de bosques primitivos. Es allí, en esas perife-rias, donde actuamos y propusimos un nuevo modo de intervención desde lo público. Una transformación desde la política, o más bien, una transformación política, que forma ciudadanos y construye ciudadanía generando alternativas a las estructuras tradiciona-les. Que le apuesta a la creación de entornos de confianza. Que propone el respeto y el reconocimiento de lo construido y que promueve la recuperación de la autoestima, el talento, el orgullo y la dignidad de las personas en esas periferias. Que valora y consulta sus entornos y saberes, para aprender de ellos y hacerlos partícipes de sus propias soluciones. Que embellece sus espacios con estética y arquitectura. Que propicia la convivencia y dignifica la movilidad, la calle y el espacio público como sitios de encuen-

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tro ciudadano. Que focaliza sus actuaciones donde están los problemas sin privilegiar bastiones electorales. Todo ello a partir del rigor en la identificación de los problemas, de planificar para no improvisar, de apelar a la transparencia y a la rendición pública de cuentas y al manejo incorruptible de los dineros públicos, de promover la asociación y el sentido de lo colectivo a través de procesos de planeación y presupuesto participativos. Son estas intervenciones que denominamos PUI, las que han permitido que barriadas como las de la periferia de una Medellín otrora violenta y amedrantada, que castraba su futuro y se ensimismaba en sus tragedias, hayan resurgido de sus temores y frustracio-nes para engendrar su propio futuro y pasar “del miedo a la esperanza”.

Los problemas

Al hablar de Medellín como referente de transformación política, urbana, económica y social, nos debemos remitir a un pasado doloroso, resumido en tres grandes problemas a resolver, que comparten a su vez, las mismas raíces: profundas desigualdades so-ciales con una deuda social histórica acumulada, violencias con arraigos muy hondos y cultura de la ilegalidad y la corrupción en el territorio, que inducen a enfrentar los miedos, a negar nuestro futuro y a permanecer impasibles e impotentes ante esa suerte de status quo perverso. En este documento, se resumen elementos de esa, nuestra experiencia en Medellín y en su periferia, que nos ha significado un cambio de paradigma en la ciudad al pasar del miedo a la esperanza.

La solución de todos estos problemas, parte de una profunda transformación política, urbana, económica y social, cuyos fundamentos, escribo a continuación.

La transformación política

Es sobre este ambiente en el que hace 17 años un grupo de personas, independientes y ajenas a la actividad política, que nunca habíamos participado en la gestión de lo público y conscientes de que son los políticos quienes toman las decisiones más trascendentales en una sociedad, propone un nuevo modelo de gestión, un Modelo Ciudadano del Poder, en el que se aplicarán con rigor los principios éticos y se priorizara la inversión pública en las zonas más vulnerables, cuantificados mediante índices de desarrollo y de calidad de vida más precarios, en clara contraposición a un Modelo Clientelista del Poder, que buscando perpetuarse en el mismo, focaliza la inversión sobre la base de alimentar bastiones electorales y de satisfacer intereses particulares y oscuros que año tras año, contribuían a no solo a lograr su propósito, si no a aumentar las inmensas brechas socia-les de la ciudad, sumida en un caos sin futuro aparente y sin solución factible. Ello nos permitió además, en medio de este proceso de transformación de la Política, proponer

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el fortalecimiento la de ciudadanía, apostándole al talento de las personas a través de la educación, al orgullo y a la recuperación de la autoestima de las comunidades más excluidas y al fortalecimiento de la institucionalidad, de la política y de la gestión pública.

Conceptos fundamentales en este modelo de gestión y de transformación política, com-prenden una apuesta a la dignidad, como una reivindicación a las poblaciones más mar-ginadas, que las respeta, las reconoce, las entiende en sus competencias y sus capacida-des, las forma y educa para generar confianza. Un modelo en el que se parte de principios que rompen con esquemas maquiavélicos como el del “fin justifica los medios”, en lugar de “los medios justifican el fin”, en el que se antepone el rigor para identificar los proble-mas, en el que se planifica para no improvisar, en el que se apela a la transparencia y a la rendición de cuentas como parte del manejo incorruptible de lo público, en el que se hace sagrado el cuidado de los recursos públicos, en el que se desarrolla el sentido de lo colec-tivo para mirar el territorio como un proyecto multidimensional y multisectorial que a todos pertenece, en el que se geo-referencia el territorio, se mide y se palpa para entenderlo en todas sus dimensiones, en el que se reivindica la estética y la belleza como vehículos para la inclusión, el respeto, y la dignidad de las personas y en el que se promueven espacios de participación ciudadana como hito fundamental para la construcción de confianza.

Una gestión de lo público que permite diagnosticar, entender, medir y geo-referenciar la ciudad mediante indicadores como los de Desarrollo Humano y de Calidad de Vida, en una ciudad en la que conviven la más alta riqueza con la pobreza extrema. En el que la gobernabilidad parte del fortalecimiento de los sistemas de planeación y presupuesto participativos, que empodera la ciudadanía en la toma de decisiones y que fortalece y dignifica los mecanismos de control social o control ciudadano como insumo fundamental para esa nueva gobernabilidad.

Son todos éstos los elementos esenciales de esa nueva propuesta de gestión de lo públi-co y de esa transformación de la política.1

La transformación urbanaAl focalizar las inversiones en la periferia entendiendo y pretendiendo resolver los proble-mas en aquellas comunidades que llegaron a ocupar espacios imposibles, que pagaban el precio del desarraigo que produce la ruptura de sus raíces familiares y culturales, que inducía desde el principio, en sus procesos de adaptación y consolidación, inmensos problemas de convivencia y de violencias urbanas, de hacinamientos y carencias de servicios, de equipamientos sociales y de espacios públicos, y sometidos además, a

1 Véanse los siguientes enlaces: <https://bit.ly/1QrK5Fb> y <https://bit.ly/1ThVkl4>.

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la ausencia del Estado, al abuso, al maltrato y a la extorsión de los combos o pandillas criminales y de especuladores ilegales de la tierra, tragedias éstas, que les hacían olvi-dar por momentos sus regiones de origen y que los inducía al refugio en sus viviendas precarias, dando la espalda a la calle, al desuso del espacio público, al abandono del parque, que renunciaba a los encuentros ciudadanos, a la construcción de conviven-cia… a no mirarse a los ojos. Se propone entonces, en una apuesta a la dignidad y a la inclusión con innovación y creatividad, con estética y belleza, y teniendo en cuenta el arraigo y los saberes populares mediante espacios de participación ciudadana, el acceso a sistemas de transporte público funcionales, a colegios y bibliotecas que respondan a la cobertura y calidad de la educación, a parques y espacios públicos que induzcan el encuentro ciudadano y propicien espacios de convivencia.

La transformación económicaLa ausencia de oportunidades de empleo, de trabajo decentes, sometidos por un lado a la demanda de la economía criminal asociada al micro tráfico y a la micro extorsión que agobiaba sus espacios y por el otro, al cambio de la vocación económica en una ciudad mediterránea, que con la globalización, se vio obligada a reinventarse, a pasar de una industria basada en la manufactura pesada y contaminante, a una basada en el cono-

Panorámica del Parque Biblioteca España en la Comuna Nororiental de Medellín. Foto: Alcaldía de Medellín

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Centro de desarrollo en Ciencia y Tecnología Ruta N. Foto: Alcaldía de Medellín

cimiento y en el alto valor agregado de sus productos. Ello condujo entonces a plantear nuevos procesos de formación con énfasis en la capacitación para el trabajo, a potenciar competencias en las nuevas áreas del conocimiento, a incentivar el emprendimiento en todas las escalas de la economía con la creación de los Centros de Desarrollo Em-presarial Zonal – CEDEZO, para dinamizar la economía barrial y dar oportunidad a las nuevas generaciones de esos entornos y evitar la posibilidad de que estos sectores de la población le apostasen a la ilegalidad como alternativa de vida. Un reto que también pro-mueve la innovación y el desarrollo de la tecnología como nuevos vehículos para hacer de Medellín una ciudad más competitiva, más innovadora y comprometida a resolver sus propios problemas con la creatividad desarrollada.

La transformación socialDesde lo social, hay que atender inmensas carencias en los sectores de la salud, la educación, la seguridad y la convivencia ciudadanas mediante programas integrales, como el de “Buen Comienzo”,2 que provee el suplemento alimenticio balanceado a los

2 El documento “Medellín una ciudad para los niños y las niñas” puede verse en el siguiente enlace:

<https://bit.ly/2HDRmFm>.

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Niños en la Comuna 2 de Medellín. Foto: Alcaldía de Medellín

niños y jóvenes desde la edad gestante hasta el fin del ciclo de educación básica. Como el programa “Mínimo Vital del Agua”,3 que le da acceso a ese líquido esencial a las comunidades en pobreza extrema en convenio con Fundación EPM, su empresa insignia de servicios públicos. Así también es necesario adoptar una política pública de Educa-ción,4 que recoge programas como los de “Jóvenes con Futuro”, el “Fondo EPM para la Educación Superior”, programas de calidad, con alto impacto en las comunidades más vulnerables.

El vehículo: los Proyectos Urbanos Integrales (PUI)Lograr un impacto positivo en los indicadores de desarrollo y calidad de vida en la perife-ria de Medellín requería de intervenciones integrales con todas las herramientas del de-sarrollo puestas en un mismo territorio, comenzando por aquellas zonas más marginadas de la periferia, con Índices altos de pobreza y deuda social histórica, con bajos Índices de

3 Véase el siguiente enlace: <https://bit.ly/2HfXOPb>.

4 Véase el siguiente enlace: <https://bit.ly/2etCrB2>.

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Niños en la Comuna 2 de Medellín. Foto: Alcaldía de Medellín

Priorización de la Inversión en la periferia de Medellín. Fuente: Alcaldía de Medellín

Desarrollo Humano,5 en los que existiera una intervención desarticulada del Estado, una baja calidad y un alto déficit de vivienda, unas condiciones precarias y bajos estándares del espacio público y un deterioro del medio ambiente natural.

Para ello, se propusieron los Proyectos Urbanos Integrales (PUI) como instrumentos de intervención urbana multidimensional en lo físico, económico, social e institucional, con objetivos asociados con la articulación de las acciones de parte de todos los órganos de intervención de la municipalidad, como las secretarías sectoriales y las gerencias de los institutos y empresas descentralizadas, y mediante alianzas, con las organizaciones comunitarias, el sector privado, las ONG y organismos nacionales e internacionales. Son necesarias la construcción y la adecuación del espacio público y los equipamientos sociales de acuerdo con las necesidades, así como la promoción de programas habita-cionales en las zonas de alto riesgo recuperables mediante intervenciones estéticas y de calidad.

5 Véanse los siguientes enlaces: <https://bit.ly/2etCrB2> y <https://bit.ly/2K4ElmI>.

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El oriente de la Ciudad de México. La periferia al centroJuan Carlos CanoCano / Vera Arquitectura

Desde hace ya tiempo, sabemos que la cantidad de personas que viven en las ciuda-des ha superado a la cantidad de personas que viven en el campo. También, sabemos que este proceso es irreversible, a menos que suceda una catástrofe, y que nuestro futuro es eminentemente urbano. Las ciudades atraen, las condiciones económicas prevalecientes hacen que las oportunidades se multipliquen en sitios donde la densi-dad de población es más alta y que la producción de muchas zonas rurales dependa de la demanda urbana.

Tanto el crecimiento desbordado de las ciudades como el abandono del campo han sido ampliamente estudiados y, en tiempos recientes, el énfasis ha estado en atender lo que sucede en el mundo rural contemporáneo. Rem Koolhaas, por ejemplo, que se ha ca-racterizado por su actitud pragmática ante el fenómeno de la creación de las megaurbes globales, ha insistido que la clave para el crecimiento futuro de las ciudades se encuen-tra en el crecimiento sistematizado de las zonas rurales. La organización sustentable de los recursos generados en el campo y el desarrollo de nuevas tecnologías, tanto de producción como de comunicación, transformarán de manera radical las relaciones entre lo urbano y lo rural, entre la densidad agobiante y el lento pero constante abandono hu-mano, y quizá ésta sea una vía para proponer soluciones que puedan mantener estable el frágil equilibrio ecológico actual.

Entre estos dos polos complementarios, ha surgido una condición de habitabilidad huma-na, el entramado de crecimientos desordenados que conforma las periferias urbanas de las megalópolis. Bordes indecisos y cambiantes, espacios intrigantes que ya no constitu-yen solamente una frontera entre lo urbano y lo rural, es más, quizá ya ni siquiera estas categorías sirvan para nombrar a estas periferias suburbanas que se forman mediante fragmentos sumados en ocasiones con cierta lógica pero también de manera aleatoria y disruptiva.

Si entendemos hoy en día el fenómeno demográfico como las tensiones entre lo urbano y lo rural, como los flujos cada vez más constantes de una hipermovilidad poblacional, podríamos pensar que la periferia es una condición temporal que muta conforme a sus

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necesidades inmediatas y no necesariamente el apéndice de un centro urbano. La perife-ria es una nueva forma de habitar las ciudades, la periferia es el centro.

El caso de la Zona Metropolitana del Valle de México es paradigmático en este sentido. Entender el crecimiento que se ha dado en la periferia oriente de la Ciudad de México es fundamental para darse cuenta cuál es el futuro cercano de su crecimiento. En este sentido, hoy vivimos un momento clave con la construcción del nuevo aeropuerto. Esta operación urbana es una de las más grandes en la historia de la ciudad. En unos años, el oriente de la Ciudad de México será la zona más dinámica de la región y quizá del país. Lo que se haga hoy en día determinará si esa zona continúa sumida en el caos actual o se convierte en una zona con un potencial de desarrollo ejemplar.

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Trabajando con el 99% Tiago MotaAteliermob

Contrario a la creencia popular, una crisis financiera no significa necesariamente la disminu-ción de las necesidades arquitectónicas. Esto es particularmente significativo en países con estrés económico, como Portugal, donde está basado Ateliermob, Italia, Grecia y España, a menudo identificados en la Unión Europea por el acrónimo racista “PIGS”.

Durante el régimen de austeridad, las medidas del Gobierno de Portugal llevaron a cambios drásticos en el entorno construido de todo el territorio del país. En 2013, la tasa de desem-pleo alcanzó el 16,2% y dos años más tarde el número de familias en incumplimiento de pagos de vivienda llegó a 154,000, a un ritmo de 71 nuevos casos por día.1

Aunque no por las mejores razones, las familias comenzaron a mudarse. El estallido de la burbuja del mercado de la construcción y el creciente número de edificios abandonados y ruinas provocaron entonces una importante reorganización de la propiedad inmobiliaria en Portugal. Hoy, los centros históricos de la mayoría de las ciudades del interior están vacíos, a la venta, y en Lisboa y Oporto, el pico turístico y el vórtice de alquiler a corto plazo -que aún permiten a muchos sobrevivir a la crisis- están estrangulando el mercado de alquiler.

Con el mercado inmobiliario en ebullición y el territorio atravesando por cambios tan pro-fundos, es falso y descuidado declarar, aunque muchos lo han hecho, que no hay trabajo arquitectónico en Portugal. El problema no es la falta de trabajo, sino los medios para pagar el trabajo de un profesional calificado. Esta fue nuestra declaración desencadenan-te. Los arquitectos deben jugar un papel más importante en la vida de las personas. Los arquitectos deben verse como una herramienta para mejorar las condiciones de vida de las personas.

¿Cómo pueden los arquitectos trabajar con personas que no tienen, ni lo tendrán en un futuro cercano, dinero para pagar por nuestro trabajo? Esa fue la pregunta emergente durante los últimos años. Creemos que los profesionales de la arquitectura deberían tener un rol central en el proceso, organizando y administrando aplicaciones financieras y financiamiento.

1 “Crédito à habitação: 154 mil famílias em incumprimento em Março”, Idealista/News, ht-

tps://www.idealista.pt/news/financas/credito-a-habitacao/2015/05/13/27353-credito-a-habita-

cao-154-mil-familias-em-incumprimento-em-marco (octubre 27 de 2016).

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El proceso de construcción convencional dicta una relación entre tres partes: propietario, diseñador y constructor. Ahora debe surgir una cuarta parte: el financiador.

Estos son los fundamentos del programa “Trabajando con el 99%”, que ha sido desarrolla-do por Ateliermob durante los últimos 5 años. Desde entonces, iniciamos un programa de arquitectura social con la intención de proporcionar servicios arquitectónicos a personas de bajos recursos. Para ello, preparamos solicitudes para obtener financiamiento nacional y de la Unión Europea y trabajamos para atraer diferentes redes de patrocinio. También hemos fundado una cooperativa con la misma designación. El primer estudio de caso “Trabajando con el 99%” fue el trabajo que desarrollamos en el barrio de Prodac en Lisboa.

Aunque se presenta en la Declaración de Derechos Humanos y en el marco constitucional nacional, el derecho universal a una vivienda digna está lejos de lograrse en Portugal. Hoy más que nunca, en el contexto financiero actual es importante que las políticas de vivienda sean fundamentales en el debate sobre los derechos humanos. El barrio de Prodac surge de la iniciativa de una cooperativa de autoconstrucción (PRODAC) como una solución para los residentes de barrios marginales.

En 1971, el gobierno local cedió a la cooperativa un terreno, acordando que las personas (más o menos 600 familias) de tres barrios marginales de la clase trabajadora, ubicados alrededor de la estación principal de trenes, podrían construir sus propias casas a cambio del pago de una renta mensual. Durante las últimas cuatro décadas, los habitantes lucharon por el derecho a ser reconocidos como dueños legítimos de las casas. Trabajando estre-chamente con la Asociación de Vecinos y la Municipalidad, desde 2012, ateliermob jugó un papel para superar este desafío, desarrollando aplicaciones de financiación, produciendo procesos de licencia y mediando la relación entre la comunidad y las autoridades.

Los permisos de Prodac North (72 casas unifamiliares) comenzaron a emitirse y el proceso de Prodac South (458 viviendas) aún está en curso. Este proceso fue reconocido con el premio Future Cities durante la 13ª Bienal Internacional de Arquitectura de Venecia, en 2012. En una segunda fase, ateliermob produjo cuatro solicitudes de financiamiento exito-sas para continuar trabajando en ambos vecindarios, pero esta vez en el espacio público. El financiamiento hoy se está aplicando en un conjunto de mejoras del espacio público, definidas en un proceso participativo, y mediante el ensamblaje de una Unidad de Trabajo de Habitantes, que pone en práctica estos cambios utilizando sus conocimientos de cons-trucción y obteniendo un ingreso adicional.

Otros proyectos como Terras da Costa Community Kitchen (2012-14) —con Colectivo Ware-house— surgen de esta experiencia. Después de dos años trabajando con la comunidad, las autoridades locales y socios de financiamiento privado, la cocina de la comunidad, una idea surgida de un proceso ascendente, hizo posible la muy necesaria llegada de agua corriente al

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vecindario. Hoy en día, el proceso de realojamiento se está diseñando y discutiendo de forma inclusiva y participativa, considerando un proceso de autoconstrucción parcialmente asistido. Esperamos que la construcción del nuevo barrio comience el próximo año.

Ateliermob también se ha enfocado en cómo trabajar, con comunidades e instituciones loca-les en áreas potencialmente gentrificadas, minimizando sus marcas, y en áreas próximas a ser gentrificadas, produciendo redes y planes contra la gentrificación. Actualmente estamos desarrollando este trabajo, así como intervenciones de espacio público, en tres áreas de Lisboa: Intendente, Marvila Velha / Beato y también en Prodac.

Al trabajar directamente en los barrios, con el apoyo de las autoridades y organizaciones locales, pretendemos producir una perspectiva pragmática sobre cómo las identidades de estos espacios sufren con las políticas de renovación y su consiguiente efecto de gentrifi-cación. Buscamos comprender cómo se pueden mejorar estas políticas para dar forma al espacio en beneficio de sus habitantes actuales.

Siguiendo ideas similares, seleccionamos la exposición Tanto Mar, Portugueses fuera de Portugal (2013-14) como resultado de un proceso de investigación sobre la fuga de cere-bros de Portugal en el campo de la arquitectura. Tanto Mar apunta a registrar el trabajo de los ciudadanos portugueses fuera del país en la arquitectura social. Además de la expo-sición, hubo dos mesas redondas y el proyecto tiene ahora una base de datos en línea y continua en <www.tantomar.pt>.

Como parte de la representación oficial portuguesa en la 14ª Bienal de Arquitectura de Ve-necia en 2014-Homeland, Noticias de Portugal, Ateliermob también fue invitado a desarro-llar su contribución en torno al tema de la Arquitectura Informal, como un estudio sobre los barrios informales en Portugal, con especial énfasis en Monte Xisto en Matosinhos.

Respecto al sistema legal portugués, estamos particularmente interesados en desarrollar y probar un método de intercomunicación y colaboración entre dos enfoques de planifica-ción: el equipo local, basado en el vecindario y el equipo de planificación central, municipal o gubernamental. El primero tiene todas las ventajas de trabajar estrechamente con las comunidades, aunque tiende a particularizar los problemas. Y el segundo tiene la vista macro, el poder, las herramientas y el sistema de red, aunque carece del conocimiento y la experiencia del trabajo en campo.

Esta experiencia nos ha llevado a creer que ambos equipos, por la diversidad de sus com-ponentes, son extremadamente necesarios y deben ser igualmente desarrollados. También en el marco jurídico, Ateliermob ha estado investigando sobre el tema de la autoconstruc-ción y sus contornos legales. ¿Cómo se puede redefinir y enmarcar la autoconstrucción como un potenciador de la calidad de vida —con técnicos locales que guían y apoyan a la

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comunidad—, en lugar de ser percibido —como suele serlo— como un criterio de desigual-dad o un obstáculo para un proyecto?

El trabajo que hemos estado desarrollando llevó a la construcción de métodos, procedi-mientos replicables y diversos procesos participativos de abajo hacia arriba que inconscien-temente o deliberadamente transforman nuestras prácticas de diseño de construcción para-lela producen una mejor relación con la sociedad. En este esfuerzo se ha logrado construir una metodología de trabajo: una práctica basada en una mezcla híbrida entre precisión e informalidad centrándonos, sobre todo, en las personas.

Entendemos la arquitectura como un servicio público. Ya sea que estemos diseñando una casa privada o un espacio público, el resultado construido de dicho proceso siempre pertenece a la esfera pública. Desde la oficina hasta el espacio público, queremos extender los límites de la arquitectura para que su relevancia sea reconocida en la vida cotidiana de todos y sus herramientas puedan ser utilizadas por todos para transformar y mejorar vidas.

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Respondiendo a los retos de la integración social: sociabilidades subterráneas en favelas de Río de Janeiro*

Sandra JovchelovitchLondon School of Economics

Jacqueline Priego-HernándezBournemouth University

Pensar Brasil en el imaginario global usualmente evoca nociones como convivialidad, festividad y alegría. Aunque la crisis política que experimenta actualmente imponga desafíos, el pasado reciente del país se asocia también con un crecimiento económico notable y con la implementación de programas de desarrollo social exitosos, que han logrado una mejora considerable en diversos aspectos socioeconómicos de la población, incluyendo tasas de analfabetismo y pobreza extrema. En este contexto han florecido organizaciones comunitarias de base en las comunidades más marginalizadas y con menos servicios de las ciudades brasileñas, conocidas localmente como favelas. Estos actores son generalmente jóvenes, negros, habitantes de las favelas, quienes recuperan la identidad brasileña y trabajan con el arte y la cultura para ofrecer opciones de vida po-sitivas, oportunidades de desarrollo personal y profesional, así como apoyo psicosocial, a la niñez y juventud en las favelas. Es sobre estos territorios e iniciativas que este capítulo discutirá, enfatizando la apertura de fronteras geográficas, sociales y simbólicas por medio de las tecnologías sociales que, a su vez, responden a los retos de la integración social en las periferias urbanas.

El proyecto: Sociabilidades Subterráneas

El presente texto tiene como base la investigación Sociabilidades Subterráneas (Jovche-lovitch & Priego Hernández, 2013; 2015), una iniciativa de múltiples actores, dirigida por The London School of Economics and Political Science, en colaboración con la UNESCO

* Este capítulo es una versión abreviada de publicaciones previas de las autoras (Jovchelovitch &

Priego-Hernández, 2013, 2015).

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Oficina en Brasilia. Este proyecto mapeó la metodología de trabajo de organizaciones de base en favelas de Río de Janeiro, específicamente AfroReggae y Central Única das favelas (CUFA). Dichas organizaciones son ejemplo primordial de los nuevos actores en las favelas, y actuaron no solo como objeto de estudio, sino como participantes con voz activa en todas las decisiones del proceso de investigación.

Teniendo como auspiciadores a las fundaciones de beneficencia del banco brasileño Itaú, Itaú Social e Itaú Cultural, este esfuerzo de investigación reunió a la academia, organizaciones multilaterales y el tercer sector en una colaboración basada en la comu-nicación, apertura y reciprocidad constantes (Aveling & Jovchelovitch, 2014). Durante tres años, mientras se desarrollaban la recolección y el análisis de datos por medio de métodos mixtos (para una perspectiva metodológica más amplia, véase Jovchelovitch & Priego-Hernández, 2013), y posteriormente durante la devolución de los resultados, se organizaron seminarios de diálogo en los que estos múltiples actores participaron activa-mente, aportando entonces una mayor confiabilidad a nuestras conclusiones, así como validez comunicativa (Priego-Hernández, 2015).

El contexto

Sabemos por estudios sociales que la población en favelas creció exponencialmente desde la década de 1990, en comparación con la población en general de Río de Janei-ro, de manera que 20% de sus habitantes viven en estas comunidades (IBGE, 2011). Al mismo tiempo, sabemos que el índice de desarrollo humano de Río de Janeiro es bastante desigual dependiendo del barrio del que estemos hablando (Cavallieri & Peres Lopes, 2008), con puntajes altos y bastante bajos dentro de la misma ciudad, presen-tando una yuxtaposición de clases sociales, modos y expectativas de vida. Estudios revelan también que aunque la tasa de homicidios en el estado de Río de Janeiro se ha reducido, la tasa de homicidios de personas negras continúa siendo más del doble que la de personas de otra raza o color (Waiselfiesz, 2011).

Enfrentando o, mejor dicho, enriqueciendo este contexto, desde la década de 1990 nuevos actores sociales se organizaron para resistir las rutas negativas de socialización impuestas por el narcotráfico y la creciente violencia. Entre estos actores se encuentran AfroReggae y CUFA y, más recientemente, una nueva generación de figuras comu-nitarias que se vale de las redes sociales y tecnologías de comunicación para agitar, organizar acción colectiva positiva y ofrecer oportunidades de cambiar las trayectorias de vida de sus comunidades. ¿Quiénes son estos nuevos actores y cómo se constituyen en asociaciones organizadas? Estos actores son principalmente habitantes de la favela, nacidos y criados allí. Son principalmente jóvenes negros, que quieren contar su propia historia y fomentar oportunidades para que ellos y las nuevas generaciones cuenten

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con alternativas que vayan más allá de la violencia y el crimen. Estas organizaciones movilizan a la comunidad en acciones de mejoramiento colectivo de la ciudad en faenas comunitarias, les proveen de clases e iniciativas vocacionales, artísticas y deportivas, y les ofrecen redes alrededor de Brasil y conexiones con el mundo en términos materiales y simbólicos. No podemos clasificarles solamente como “organizaciones no guberna-mentales”, porque no son sólo eso, ya que tienen un fuerte componente de activismo, así como un agresivo abordaje mediático y de mercado.

Estas organizaciones son un ejemplo de las iniciativas de trabajo desarrolladas orgáni-camente desde la base de la comunidad en las ciudades, y de cómo este trabajo puede influenciar las intervenciones de políticas públicas inteligentes. Como veremos en la siguiente sección, sus iniciativas responden directamente a la Agenda de Desarrollo Sos-tenible y a la Nueva Agenda Urbana debatida en Hábitat III, promoviendo actividades en la interface entre el individuo, la comunidad y la ciudad, lo que se traduce en la gradual inclusión y creciente resiliencia de estos grupos urbanos.

Los hallazgos

La base de datos de Sociabilidades Subterráneas es amplia, comprendiendo más de doscientas entrevistas a profundidad con habitantes de las favelas, así como más de una veintena de narrativas contadas por la policía de Rio de Janeiro, por líderes y colabora-dores de las organizaciones estudiadas. En este texto discutimos cómo la experiencia exitosa de estas organizaciones y sus tecnologías sociales puede ser usada en otros contextos e incidir en políticas públicas y prácticas de intervención social, para lo cual nos basamos en los puntos de vista y experiencias de todos estos informantes.

La sistematización de los datos arrojó tres hallazgos principales que apuntan al proceso por medio del cual AfroReggae y CUFA contribuyen a la transformación social en contex-tos urbanos, así como su influencia en derribar fronteras físicas y simbólicas dentro de la ciudad, viabilizando la integración social de estas comunidades. Los hallazgos de la in-vestigación indican que las intervenciones estudiadas tienen el potencial de ser utilizadas en otros contextos porque se basan en elementos universales de la experiencia humana que van más allá de dar atención a las necesidades básicas. Estos elementos son el ser humano como protagonista, el poder de la imaginación y el valor del diálogo como una herramienta para abordar las diferencias y el conflicto (Jovchelovitch & Priego-Hernán-dez, 2015). El enfoque basado en estos elementos permite entonces un abordaje del desarrollo social de modo ‘humanizado’ (Clammer, 2014), buscando no sólo coadyuvar a la sobrevivencia sino a vivir y vivir bien, con posibilidades de desarrollar a las personas al máximo de su potencial.

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El ser humano como protagonista: combinando los niveles social, comunitario e individual

La investigación encontró que las intervenciones de AfroReggae y CUFA son exitosas porque responden a las necesidades locales de atención a nivel individual. Siendo desarrolladas orgánicamente dentro de las favelas, estas intervenciones se basan en experiencias de sus líderes y activistas, quienes han vivido en carne propia las conse-cuencias de la violencia, la pobreza y la exclusión de múltiples ámbitos de la vida urbana. De manera importante, encontramos que las trayectorias de vida de los habitantes de las favelas entrevistados corresponden a las de los líderes de las organizaciones estudia-das: vidas caracterizadas por dificultades de diversa índole, que han experimentado momentos extremadamente difíciles y pérdidas excepcionales, principalmente de familia y amigos muertos a causa de la violencia y del narcotráfico. En medio de este duro ambiente, el apoyo comunitario se hace presente en la figura de familiares, figuras de au-toridad moral en la comunidad o activistas sociales en organizaciones de base, quienes tienden una mano en momentos cruciales de extrema vulnerabilidad. Estos momentos de apoyo coadyuvan para redescubrir propósitos y proyectos de vida, y para proveer motivación contra las adversidades. Las personas que son apoyadas estarán en posición de apoyar a otros miembros de la comunidad en un futuro.

La manera en que estas organizaciones de base ‘tienden una mano’ a habitantes de la comunidad es proveyendo un paquete de apoyo psicológico y social. De esta manera, estas organizaciones proporcionan andamios psicosociales (Jovchelovitch & Priego Her-nández, 2013), un término que designa el apoyo que la familia y otras instituciones pue-den dar al combinar sustento emocional incondicional y manejo de límites de conducta. Como su nombre lo indica, estos andamiajes actúan como una plataforma, dando apoyo a las personas desde la niñez hasta la vida adulta. Estas estructuras de soporte psicoso-cial impulsan la capacidad de acción y búsqueda de transformación personal y social de quienes se encuentran en un contexto problemático. De manera importante, este apoyo es proporcionado tanto por figuras clave dentro de la familia, por ejemplo las madres y abuelas, como por instituciones como AfroReggae y CUFA, quienes al agitar y organizar a sus comunidades han fomentado el establecimiento de modelos a seguir positivos, que se distancian simbólicamente del contexto de violencia al que buscan transformar.

A nivel social, las tecnologías sociales que estas organizaciones implementan fomentan el capital social (Putnam, 2006) y la resiliencia (Coutu, 2000), coadyuvando a la positiva inserción de los habitantes de favelas en los proyectos urbanos actuales, ofreciéndoles oportunidades de desarrollo artístico, formación de competencias y capacitación para el empleo. Estas organizaciones trabajan a nivel social y, simultáneamente, se enfocan en las personas, en el individuo y su valor, así como su potencial para ser protagonista de su propia historia.

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Encontramos cuatro puntos en los que concretamente se manifiestan los andamios psi-cosociales en las dinámicas de intervención de estas organizaciones:

1. Los líderes y activistas mantienen una relación de padre y madre sustitutos con las comunidades, ofreciéndoles apoyo emocional y cuidados, además de enseñar a la juventud reglas y restricciones.

2. Las organizaciones invierten mucho en la capacitación de jóvenes que, futura-mente, actuarán como andamios de otros jóvenes en situaciones similares en la comunidad.

3. Los miembros de la comunidad identifican personas clave dentro de las organizacio-nes locales –aquel que les dio apoyo, orientación, estímulo y, cuando es necesario, les enseñó reglas básicas de comportamiento.

4. Los líderes y activistas reintroducen la confianza en el otro y ofrecen modelos de identificación para miembros de la comunidad que muchas veces no experimenta-ron relaciones familiares estables y que frecuentemente sienten enojo, desespera-ción y desilusión.

Ejemplos prácticos de estas intervenciones son las becas de estudios condicionadas al desempeño escolar y la colaboración en las organizaciones, que son una forma concreta de “sustentar” a los participantes. Otro ejemplo es la liga de basquetbol callejero, así como deportes en general, que introducen a los participantes a una combinación de creatividad, monitoreo del propio cuerpo, búsqueda de éxito y experiencia en las reglas que rigen el juego.

El poder de la imaginación

El segundo elemento es el poder de la imaginación para rechazar el estigma y la discri-minación frecuentemente impuestos en habitantes de las favelas. Las organizaciones estudiadas trabajan a nivel no solo material sino simbólico, recuperando elementos de la identidad carioca y brasileña para contrarrestar estas barreras.

Nos referimos aquí a la imaginación como la capacidad humana de ir más allá del presente inmediato y jugar con posibles realidades. La imaginación involucra la proyec-ción de esperanza y anticipación de un futuro que responda a los retos del presente, así como la configuración de elementos de nuestra vida en ese futuro. Dado que el arte y la creatividad constituyen un componente crucial para la regeneración en las favelas, la imaginación es un concepto central para quien quiera implementar el modelo de interven-ción de estas organizaciones.

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Ejemplos concretos incluyen, primero, la manera en que AfroReggae y CUFA imple-mentan el contar historias, tanto la suya como la de la favela, al mundo. Ellos se valen del imaginario brasileño para contar historias en las artes: en la danza, por ejemplo, tienen en cuenta elementos como la Capoeira, y a través del grafiti, con el cual decoran espacios públicos. ‘Yo soy favela’ es el grito con el que el grupo musical de percusiones Afrolata cuenta su historia cuando se presenta tanto en Europa como en la favela.

Del mismo modo, estas organizaciones utilizan la imaginación al mandar mensajes sobre quiénes son, literalmente de la favela para el mundo. ‘Yo cuento mi propia historia’, nos dijeron en las entrevistas. Esta historia es contada a través de los medios de comunica-ción masiva y redes sociales, donde estos activistas retan de frente los estereotipos y prejuicios frecuentemente ligados a ser favelado, como peyorativamente se designa a residentes de la favela.

La imaginación es estimulada, por ejemplo, por medio del proyecto Rapensando, imple-mentado por CUFA, en el que se invita a los participantes a repensar, por medio del rap, el papel de la juventud en la sociedad, valiéndose de los recursos que se encuentran en su propia cultura. Del mismo modo, con el patrocinio de entidades como Petrobras, ofre-cen a la juventud un espacio para practicar ejercicio físico, expresar sus ideas y conocer nuevas personas. Por su parte AfroCirco, implementado por AfroReggae, surgió como una asociación entre ellos y Cirque du Soleil. Los miembros de la comunidad reciben entrenamiento en ballet, percusión y movimientos acrobáticos, a los que ahora les han colocado su impronta, que les distingue y les ha permitido presentarse tanto en Brasil como internacionalmente. De esta manera, ofrecen a los jóvenes de la favela oportunida-des para expandir sus redes y cruzar fronteras tanto simbólicas como materiales.

El valor del diálogo y de la travesía de fronteras urbanas

El tercer elemento es el valor del diálogo, entendido en un sentido muy amplio. Como parte del paquete de apoyo psicosocial implementado por las organizaciones de base en Río de Janeiro, el escuchar y dar voz a las ideas es una constante. La comunicación de manera física, simbólica y urbana es una de las estrategias para resolver los conflictos. Las organizaciones de base trabajan para derribar barreras y establecer el diálogo entre diferentes actores. Por ejemplo, han implementado programas para reunir en un mismo lugar a agentes de la policía y a habitantes de la comunidad, dos grupos que históricamen-te han estado en conflicto. En estos programas se trabaja aproximando a los dos grupos de manera que se involucren uno con el otro, entendiendo y valorando sus diferencias.

De manera importante para los objetivos de este capítulo, las organizaciones de base en las favelas promueven también el diálogo a nivel geográfico, buscando mejorar la comunicación entre la ciudad y la favela. Los residentes de las comunidades estudiadas

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están conscientes de las barreras materiales y simbólicas que les separan de la ciudad como un todo. Estas organizaciones se basan en el derecho a la ciudad (Harvey, 2003) para reclamar espacios de comunicación entre las periferias y la ciudad como un todo, evitando la formación de guetos y ofreciendo oportunidades de movilidad y esparcimiento a habitantes de comunidades marginalizadas.

Aquí es relevante introducir el concepto de cartografías psicosociales (Jovchelovitch & Priego Hernández, 2013), una definición inspirada por Rolnik (1989), combinando perspectivas psicosociales y geográficas para expresar cómo la experiencia vivida por las personas puede ser capturada en territorios que son tanto espaciales como psicoso-ciales, que contienen lenguajes y patrones de conducta que definen un cierto paisaje, y que precisan ser entendidos y abordados para la implementación efectiva de prácticas de transformación social en el contexto de las organizaciones de base.

En el caso de las favelas estudiadas, encontramos que las barreras entre la ciudad y la comunidad pueden ser más o menos porosas dependiendo de un número de factores, que son:

• La diversidad de instituciones presentes en las comunidades (número de iglesias, escuelas, puestos de seguridad y salud), que proveen apoyo comunitario.

• La ubicación geográfica de las comunidades dentro de la ciudad (no es lo mismo estar cerca de la playa, por ejemplo, que en medio de la ciudad).

• La presencia de conectores urbanos que provean comunicación con la ciudad (algu-nas favelas están “cerradas”, con pocos espacios que les conecten con el resto de la ciudad).

• Las oportunidades de esparcimiento, frecuentemente relacionadas con la ubicación geográfica.

• Las representaciones que aún se mantienen sobre las comunidades y que tienen que ver con eventos históricos clave que las definen en el imaginario de la ciudad.

Dependiendo de estos factores, el diálogo entre la ciudad y la favela, manifestado en las interacciones sociales de sus habitantes, se ve mejorado o no. Es en esta interface donde entran las intervenciones de estas organizaciones: AfroReggae y CUFA trabajan por la regeneración de los espacios públicos, buscando incrementar espacios de comu-nicación entre las favelas y la ciudad como un todo. Ejemplos concretos del diálogo que estas organizaciones fomentan entre la favela y la ciudad, y entre la favela y el país de manera más amplia, incluyen el Viaducto y el centro cultural Waly Salomão.

El Viaducto es un buen ejemplo de un conector urbano, que conecta la comunidad de Madureira a otras partes de la ciudad. Este espacio fue recuperado por CUFA por medio de asociaciones con entidades del sector público y privado. Pasó de ser una zona que

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las personas evitaban, ocupada por traficantes y usuarios de drogas, a un amplio espa-cio de encuentro, abierto tanto a la comunidad como a la ciudad en general. Aquí CUFA desarrolla una amplia variedad de actividades y talleres. El centro cultural Waly Salomão, por su parte, es el centro principal de las acciones culturales de AfroReggae. Dentro de este centro, en particular, se encuentra una plaza llamada Tropicalismo, donde se ofrece un programa de educación, cultura y esparcimiento tanto a la favela como a la ciudad. Por medio de la danza, el teatro, la música y el cine, la favela se produce, reinventa y presenta al mundo. Este importante conector urbano ha sido visitado por figuras como Madonna, Caetano Veloso y Mitch Winehouse.

Consideraciones finales

En este trabajo presentamos algunos de los más importantes resultados de nuestro estu-dio en las favelas de Río de Janeiro. Sus conclusiones centrales muestran que:

1. Factores sociales e individuales interactúan para dar forma a las elecciones y toma de decisiones en las rutas de socialización. Nuestros hallazgos muestran de ma-nera decisiva, sumándose a un creciente cuerpo de evidencia en psicología, salud pública, neurociencias y ciencias sociales, que el contexto social da forma a los resultados individuales. Las trayectorias individuales no son algo que los individuos deciden por sí solos. Por lo tanto, ubicar las causas de la pobreza y la margina-ción en los pobres y los excluidos es profundamente equivocado. La evidencia de una amplia gama de disciplinas, desde las ciencias sociales al desarrollo social y la neuropsicología, muestra que los contextos pueden viabilizar o imposibilitar las trayectorias de vida. En vista de esta evidencia, las políticas públicas importan y son esenciales en la construcción de ambientes de apoyo, teniendo el poder de cambiar vidas individuales para mejor.

2. Los andamios psicosociales, tradicionalmente considerados como provistos por las familias nucleares, pueden ser proporcionados por una variedad de instituciones sociales y ONG. Son las acciones y las estructuras de apoyo que sostienen al ser humano como una fuerza para la integración individual y social. Los andamios psi-cosociales son al mismo tiempo una fuente de resiliencia y de protección de las tra-yectorias de vida. Hemos encontrado que la presencia o ausencia de andamios psi-cosociales es el principal predictor de resultados conductuales en las favelas de Río de Janeiro. Organizaciones como AfroReggae y CUFA proporcionan estas acciones y estructuras de apoyo psicosocial: trabajan como padres sustitutos, ayudando a las familias, educando y apoyando a las niñas y las mujeres, así como desarrollando una identificación positiva, fortaleciendo modelos masculinos y la figura del padre, y empujando al sector público a actuar. Al hacerlo, aportan a la estructura de la socie-

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dad y a las acciones del Estado la voz innovadora y crucialmente importante de un sector de la sociedad civil que ha sido históricamente excluido y marginado.

3. Las organizaciones de desarrollo social de base y los movimientos sociales ofrecen lecciones y direcciones a las cuales vale la pena prestar atención, ya que ellos juegan un papel único en el desarrollo social y deben ser colaboradores activos en el diseño e implementación de políticas sociales. Esta es una lección central de nuestro trabajo, la cual guía el esfuerzo de sistematización expresado en nuestra investigación sobre el trabajo de las organizaciones de las favelas. Por medio de la combinación de una profunda conexión con sus comunidades de origen, una capa-cidad audaz y poco convencional para la creación de programas para el desarrollo social y el deseo de actuar políticamente en el ámbito público, las organizaciones de la favela demuestran la importancia de combinar las experiencias de la sociedad civil con la voluntad política de la Estado. Proponemos aumentar la exposición, descripción, estudio y elaboración del poder de influencia de las organizaciones de base que hemos estudiado porque estamos convencidos de que la incorporación de sus experiencias y lecciones produce políti-cas públicas “inteligentes” y reduce las posibilidades de fracaso. Usando metodolo-gías innovadoras y contextualizadas que se basan en la identidad y el conocimiento local, la atención a nivel individual y las colaboraciones no convencionales, las organizaciones de base ofrecen información, vías de contacto con poblaciones de difícil acceso y un historial de entrega eficiente de resultados. Asimismo, se oponen al estigma y las representaciones sociales más amplias de personas que viven en condiciones de pobreza y marginación. El poder generador de estos movimientos de desarrollo social de base y ONG pro-viene de las comunidades de las que forman parte y representan. Este poder basa su eficacia en el capital social y la sabiduría de personas que tienen que vivir una vida difícil, enfrentando pobreza y violencia, y sin embargo siguen con resistencia, resiliencia y esperanza acerca sí mismos, sus comunidades y su futuro.

4. Por último, el estudio de los resultados del comportamiento en contextos de privación muestra que las sociabilidades subterráneas son móviles y con agencia; el estudio del desarrollo humano y el comportamiento en condiciones de privación pone en evidencia que:

a) existe resiliencia y capacidad humana en los territorios de exclusión, y b) las trayectorias de vida pueden ser transformadas por una ética del cuidado y con inversión en políticas sociales; las personas pueden cambiar sus vidas, y de hecho las cambian, a través de entornos favorables.

Brasil, en la misma medida que la ciudad de Río de Janeiro, sigue siendo una sociedad dividida: las desigualdades sociales son muy amplias y resuenan altamente en las fave-las. A pesar del impresionante progreso, los indicadores continúan contando una historia

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en la que la muerte temprana por los homicidios, los bajos ingresos, el analfabetismo, y el embarazo adolescente tienen una incidencia clara en la ciudad. La desigualdad sigue poniendo en peligro las expectativas de vida y el desarrollo en las comunidades expuestas a la pobreza y la adversidad del contexto. Sin embargo, el modelo de desa-rrollo inclusivo creado en Brasil en las primeras décadas del siglo XXI sigue inspirando y desafiando la brecha de la desigualdad (Marmot y cols., 2012). El clima propicio de Brasil para las políticas sociales va de la mano con su clima propicio para la participación ciudadana, con protestas, debate y discusión. Esta evolución, argumentamos, debería verse como positiva y expresiva de la vitalidad de la esfera pública brasileña y su amplia gama de nuevos actores sociales, los cuales nos remiten a la difícil reflexión sobre un dilema fundamental de este siglo XXI, tanto en el Sur como en el Norte global: cómo su-perar la dicotomía entre, por un lado, sociedades justas y sostenibles impulsadas por una ética del cuidado y la atención a la vida humana y, por el otro, una sociedad dedicada exclusivamente al crecimiento económico. El modelo brasileño de crecimiento integrador seguirá siendo una posibilidad desafiante y estimulante contra esta dicotomía.

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Urbanización, metrópolis y periferia: miradas desde el mercado laboralAlejandra Trejo NietoCentro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales, El Colegio de México

Resumen

Este documento tiene por objetivo exponer y discutir tendencias urbanas recientes en las ciudades mexicanas —particularmente en la Ciudad de México—. Desde la perspectiva del mercado laboral urbano se identifica un número de tensiones en materia territorial entre las centralidades urbanas y la periferia. Además de evidenciar que ocurren una se-rie de fenómenos y de que toman lugar distintos procesos urbanos que tienden a restar atributos a las periferias, el trabajo explora la existencia de elementos que le asignen a la(s) periferia(s) una condición de patrimonio urbano.

Las características del proceso de urbanización y crecimiento urbano en las ciudades mexicanas han conllevado incontables complejidades en el territorio. Una expresión de la urbanización acelerada es la metropolización que denota el crecimiento demográfico y económico de las ciudades y su expansión más allá de sus fronteras administrativas y que lleva frecuentemente a la formación de centros urbanos de gran escala o que se caracterizan precisamente por su elevada complejidad. Una manera de concebir a las áreas o zonas metropolitanas es a través de entender la configuración espacial del mer-cado de trabajo urbano. En especial, la relación entre lugar de residencia (localización de los trabajadores) y la ubicación de los centros de trabajo (localización de empresas y negocios) define la estructura urbana. En términos económicos estas localizaciones definen también las centralidades y periferias.

La urbanización mexicana reciente se ha caracterizado por un crecimiento y expansión urbana que han trasladado a la población lejos de los puestos de trabajo, los servicios ur-banos y la infraestructura, lo que resulta en pérdidas de productividad y menores niveles de bienestar, generando periferias económicas que suponen el quiebre de mecanismos tradicionales de inserción social y económica.

El patrimonio urbano puede definirse como el conjunto de elementos presentes en la ciudad procedentes de generaciones anteriores y en los que cada sociedad reconoce un

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valor cultural o emocional, físico o intangible, histórico o técnico (ICOMOS, 1965). En el contexto ya descrito, la concepción de la periferia como patrimonio urbano se vuelve una tarea problemática. Las periferias de las grandes ciudades son vistas en el imaginario colectivo como lugares con pobreza, grises, indiferenciados, y como un mosaico de pro-blemas. Desde la Administración Pública se tiende a perpetuar esta idea al minusvalorar, ignorar o debilitar la presencia de patrimonio urbano en la periferia, bien por omisión o por conveniencia tácita (o incluso activa) de intereses específicos, por ejemplo, el de inmobiliarias y especuladores que operan en las periferias, donde es más fácil obtener mayores beneficios en menor tiempo que en los siempre restrictivos centros históricos por sus normativas, niveles de protección, o por la presión de la opinión pública. Este documento propone que es posible identificar rasgos de la periferia como patrimonio urbano en su carácter intangible y técnico, a través de las habilidades y cualidades de las que es portadora la población y fuerza laboral que reside en ella.

Introducción

El patrimonio urbano puede entenderse como el conjunto de elementos presentes en la ciudad y procedentes de generaciones anteriores y en los que cada sociedad reco-noce un valor cultural o emocional, físico o intangible, histórico o técnico (ICOMOS, 1965, citado en Antequera, 2015). Los centros históricos de las ciudades son por lo general focos de atención, cuidado e, incluso, protección por parte de organismos públicos y privados o de instituciones vinculadas a la gestión del patrimonio (Sardi-ñas, 2010). El interés en los centros históricos se ha sustentado precisamente en la presencia de elementos o valores definidos como patrimonio urbano. A lo largo de la historia las ciudades se han vuelto más complejas y variadas, las estructuras urbanas adoptan multiplicidad de formas y funciones. Los territorios donde toman lugar el crecimiento y dispersión urbana tiende a ser objeto de denominaciones de amplio uso de acuerdo con criterios diversos pero esas áreas tienen en común ser los espacios que rodean o circundan la ciudad central. Una de estas acepciones es la de periferia a la que se suman otras como suburbanizaciones, periurbanizaciones, área suburbana, o suburbios.

El papel que juegan las periferias urbanas, como partes constitutivas de las ciudades, en la definición del patrimonio urbano merece una reflexión cuidadosa por parte de académicos, planeadores, hacedores de políticas públicas, entre otros. Este documento tiene por objetivo, en primer lugar, exponer y discutir tendencias urbanas recientes en las ciudades mexicanas —particularmente en la Ciudad de México—. En segundo término, desde la perspectiva del mercado laboral urbano, se identifica un número de tensiones en materia territorial entre las centralidades urbanas y la periferia. Además de evidenciar que ocurren una serie de fenómenos y de que toman lugar distintos procesos urbanos

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que tienden a restar atributos a las periferias, el trabajo explora finalmente la existencia de elementos que le asignen a la(s) periferia(s) una condición de patrimonio urbano. Se sugiere que es posible identificar rasgos de la periferia como patrimonio urbano en su carácter intangible y técnico, a traves de las habilitades y cualidades de las que es porta-dora la población y fuerza laboral que reside en ella.

Urbanizacion, expansión urbana y metropolizaciónMéxico experimentó uno de los procesos de urbanización más acelerado entre los países pertenecientes a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) durante la segunda mitad del siglo XX (Figura 1). En el año 2015 la mexicana se ubica como una sociedad predominantemente urbana con cerca del 80 por ciento de su población residiendo en zonas urbanas y se prevé que en el año 2050 se encuentre con un grado de urbanización cercano a 90 por ciento (OCDE, 2015).

A través del sistema urbano, desde luego, se presentan variaciones en el grado y carac-terísticas de la urbanización. Históricamente, la urbanización y el sistema urbano se han caracterizado por la alta primacía de la ciudad principal - la Ciudad de México.

El crecimiento urbano y la acelerada urbanización han tenido una expresión territorial muy clara: la expansión urbana. Ésta ha resultado de una serie de fenómenos como la conurbación de viejos pueblos, el impulso inmobiliario en la construcción de vivienda social en áreas alejadas del centro, construcción de conjuntos habitacionales cerrados, desarrollo de vivienda autoconstruida en suelo barato, o asentamientos irregulares en zonas no aptas o no permitidas para el desarrollo urbano (áreas de conservación o en zonas de riesgo).

La expansión territorial de las ciudades por medio de esta diversidad de dinámicas de suburbanización y periurbanización, varias de las cuales representan fenómenos sin precedente, ha incitado el surgimiento de las llamadas nuevas periferias. Las nuevas periferias mexicanas tienden a presentar características propias, por ejemplo, mostrar una densidad de población más alta que el promedio de la ciudad (OCDE, 2015). El grado y tipo de expansión urbana llega dimensiones metropolitanas. Esto es, la urbanización en este país ha tomado la forma de creciente metropolización de sus ciudades lo que ha incrementado la complejidad de las ciudades y del sistema urbano (Trejo, 2013).

La metropolización se puede entender como una expresión de la urbanización y producto de la relocalización intraurbana de la población o de las actividades económicas a

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zonas alejadas de la ciudad central. La metropolización implica una doble tendencia: la concentración de las personas y actividades económicas en las grandes ciudades, y una desconcentración de la población y la economía con una expansión de la ciudad central de su periferia que va más allá de los límites administrativos (Douay, 2008). El fenómeno metropolitano comprende también la distribución espacial del mercado de trabajo dentro de la ciudad (Sobrino, 2003, citado en SEDESOL et al. 2012).

El origen del fenómeno metropolitano en México data de la década de 1940 periodo que marca el arranque del mayor impulso industrializador. La expansión física de las ciuda-des comenzó a superar sus límites administrativos alcanzando dos o más municipios o estados y resultando en la conformación y crecimiento de las áreas metropolitanas. En ese momento, las ciudades de México, Monterrey, Torreón, Tampico y Orizaba presen-taban ya indicios de la expansión metropolitana (SEDESOL, et al. 2007; Moreno 2005). En 2012, de acuerdo con la delimitación oficial basada en datos censales de 2010, había cincuenta y nueve zonas metropolitanas en el país. El conjunto metropolitano consta de un total de 367 municipios, representa el 8 por ciento de la superficie del país, da cabida a casi 64 millones de habitante (57 por ciento de la población total) y genera cerca de tres cuartas partes de la producción nacional (SEDESOL, et al. 2012). A la metropoliza-ción se agrega el desarrollo de una megalópolis en el sub-sistema urbano en el centro del país, a saber, la unión del área de influencia de dos o más zonas metropolitanas, en este caso la Ciudad de México, Toluca, Puebla, Cuernavaca, Querétaro y Pachuca.

Así el crecimiento urbano de México se ha producido en gran parte en la periferia de las zonas metropolitanas a costa del despoblamiento (o del descenso de los niveles de den-sidad poblacional) de las zonas centrales de las ciudades (OCDE, 2015). Sin embargo, la expansión urbana y el crecimiento de tipo metropolitano no van necesariamente acompa-ñados por un proceso de institucionalización de gobiernos de esos territorios. La elabo-ración de políticas públicas de índole urbana, así como la planeación y gestión requieren tomar como referencia analítica y de acción la zona metropolitana y no solo aquel territorio que forma parte de los límites político-administrativos de la ciudad principal.

Una manera de delimitar en el territorio a las áreas o zonas metropolitanas es mediante la definición de la estructura espacial del mercado de trabajo urbano. Una de las defini-ciones operativas de zona metropolitana equivale a una de los conceptos del mercado de trabajo urbano: área geográfica económicamente integrada dentro de la cual los individuos pueden residir y encontrar empleo dentro de una distancia razonable o pueden cambiar de empleo fácilmente sin cambiar de residencia. La relación entre el lugar de re-sidencia (localización de los trabajadores) y la ubicación de los centros de trabajo (locali-zación de empresas y negocios) define la estructura urbana, por ello estas localizaciones definen también centralidades y periferias (Isunza y Soriano 2008) al menos desde una perspectiva económico-territorial.

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El mercado de trabajo urbano: centralidad económica y periferiaEl mercado de trabajo tiene un ámbito espacial que se relaciona con múltiples aspec-tos de la ciudad: su estructura demográfica, la localización residencial y la distribución espacial y sectorial de la actividad económica. Todos estos elementos son definitorios de la centralidad urbana (Isunza y Soriano 2008).

En México, la centralidad económica de los centros históricos contrasta con el creci-miento periférico de carácter casi exclusivamente residencial experimentado por las ciudades. La urbanización ha implicado la descentralización territorial de la población que ha estado acompañada de un pobre desarrollo de infraestructura en las periferias y de la escasez de servicios urbanos, o un menor acceso a ellos por su precio o lejanía. En lo social hay espacios de segregación y lejanía que limita las redes sociales de los habitantes. Se conforman núcleos de población desintegrados funcional y socialmente. En el plano económico la población se enfrenta a una restricción fundamental: la lejanía a los empleos.

El balance espacial entre trabajo-vivienda (jobs-housing balance) es un precepto que sugiere que la proximidad y la accesibilidad a los puestos de trabajo desde los lugares de residencia se traducen en una mayor eficiencia urbana, elevada productividad y bien-estar de la población. Cuando hay una lejanía física y escasos canales de accesibilidad a los empleos se erige una periferia económica que supone el quiebre de mecanismos tradicionales de inserción social y económica ante el limitado acceso a trabajo remu-nerado y las grandes distancias a recorrer para trabajar (aunque también para estudiar o consumir). Al desbalance espacial entre trabajadores y empleos se suma la falta de acceso a infraestructura y servicios, unida a la degradación física y ambiental de los lugares residencia.

En las ciudades mexicanas se presentan problemas de acceso al empleo por la lejanía de los lugares donde viven los trabajadores y los lugares donde se concentra los em-pleos. El problema se agrava en las zonas metropolitanas, y la zona metropolitana del valle de México personifica el más claro ejemplo. En la segunda mitad del siglo veinte, la Ciudad de México experimentó la más acelerada urbanización y expansión urbana. El carácter metropolitano de la ciudad se identifica desde los años cuarenta cuando la mancha urbana se extendió más allá de las fronteras del Distrito Federal sobre el vecino Estado de México. La presencia de distintos factores y procesos se reflejó en el des-plazamiento de actividades industriales pero sobre todo de los desarrollos de vivienda desde el núcleo central de la ciudad hacia la periferia metropolitana y regional, la alta industrialización de la capital, la continua expansión territorial de la actividad industrial hacia el norte y norponiente de la ciudad mediante la localización de plantas industriales en los municipios mexiquenses vecinos, la unión geográfica de desarrollos habitaciona-

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les en varias delegaciones del Distrito Federal y municipios colindantes del Estado de México. Asimismo, la población de menores recursos buscando vivienda en territorios de bajo costo tendió a alejarse del centro de la Ciudad de México, particularmente al oriente en Chimalhuacán (que posteriormente se dividió para la creación del municipio de Ne-zahualcóyotl) y al norte de la ciudad en Ecatepec, mientras que la población de mayores ingresos accedió a nuevos proyectos habitacionales en la Ciudad Satélite (Naucalpan) que se conectó a través del Anillo Periférico con el centro de la ciudad.

En los años ochenta la mancha urbana de la Ciudad de México experimentó un creci-miento descontrolado. Las políticas de desconcentración y los sismos de 1985 así como el aumento en los precios del suelo urbano —sobre todo en las delegaciones centrales de Cuauhtémoc, Benito Juárez, Venustiano Carranza y Miguel Hidalgo— motivaron un mayor desplazamiento de población y de cierta actividad económica hacia la periferia metropolitana. La mayoría de la industria se movió paulatinamente hacia los municipios de Ecatepec, Cuautitlán, Cuautitlán Izcalli y Tepotzotlán. Con ellos, hacia finales de siglo, se intensificó el proceso de expansión metropolitana y el crecimiento demográfico principalmente en la periferia. Para 2010, la Ciudad de México en su zona metropolitana se extendía a través de 60 municipios conurbados de los estados de México e Hidalgo, alber-gando una población mayor a 20 millones de personas (18% de la población nacional).

Mientras los empleos se concentran primordialmente en las delegaciones centrales, la fuerza laboral se ubica en los municipios conurbados, cada vez más lejos. La centrali-dad económica está claramente definida en tanto que otras concentraciones no son tan extensas ni dispersas.

Por otro lado, ¿se puede entender la periferia más allá de considerarse como una condición de la expansión urbana y centralidades económicas? Desde una perspectiva temporal se aprecia una evolución en el entendimiento de la periferia: de la periferia entendida como la confluencia entre periferia física y económica (lejanía física más dis-tancia económica) a la periferia concebida en su carácter social (segregación y exclusión social de barrios y distritos). La periferia social designa sectores donde, aunque se haya difuminado el alejamiento en el espacio, se ha ampliado el alejamiento en la estructura social. Existen barrios que se convierten en enclaves desconectados; casos donde el mantenimiento o desarrollo de tejidos empresariales locales, básicos para la dotación de empleo y ambientes productivos, se truncan. De ahí que socialmente hay más de una periferia, aquellos espacios en los que tienen lugar la diferenciación social y económica independientemente de su localización dentro de la ciudad, es decir, pueden tener una localización geográfica central o periférica. Sin embargo, las periferias de localización pe-riférica muestran una sumatoria de contradicciones y barreras, donde se acumulan todos aquellos elementos –sociales, económicos y espaciales- no deseables (Alguacil, 2000).

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Centrémonos en las consecuencias económicas. De acuerdo con la OCDE (2015) las ciudades mexicanas no exhiben una productividad acorde a su potencial y experimentan niveles de productividad por trabajador menores comparadas con urbes de otros países de la OCDE. Las ciudades mexicanas no han aprovechado ese potencial de crecimiento económico debido a graves problemas estructurales que les impiden lograr que la urba-nización se traduzca en desarrollo económico. Uno de los problemas tiene que ver con el tipo de urbanización, acompañado de una fuerte expansión. Según la OCDE, en la última década las ciudades mexicanas mostraron la tercera mayor tasa de expansión urbana entre los países miembros. Los patrones de expansión han trasladado a la población lejos de los puestos de trabajo y los servicios urbanos, lo que resulta en pérdidas de pro-ductividad y menores niveles de bienestar, i.e. las ciudades mexicanas no han proporcio-nado las condiciones que conecten a los habitantes con las oportunidades económicas. Las centralidades económicas permanecen fuertemente circunscritas a la ciudad central. La situación parece agravarse en el tiempo, Trejo (2016) encuentra un franco deterioro de la productividad laboral en las zonas metropolitanas de México.

Fraccionamiento “La Trinidad” Zumpango, Estado de México. © Mariscotti Medina

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Derecho a la no movilidad (cotidiana)

El problema del mercado laboral de las periferias, además del tipo de actividades econó-micas en las que se especializan tales espacios (comercio minorista principalmente), es la escasez de empleos que faciliten la cercanía desde los lugares de residencia. La leja-nía a los empleos provoca elevadas necesidades de movilidad la cual se ve limitada por la pobre infraestructura, altos costo de pasajes y tiempos de viajes. La importancia de la movilidad en la estructuración de la ciudad y en el funcionamiento diario de las ciudades y de la vida cotidiana de las personas forma parte de la complejidad de los espacios urbanos que hoy día habitamos.

En las ciudades mexicanas se identifican importantes conflictos de movilidad que dan cuenta de una estructura urbana tal que va en detrimento de la población que vive aleja-da de los centros económicos, lo que en no pocos casos lleva a condiciones de pobreza y de vulnerabilidad. Se genera un aumento de los tiempos de viajes, dificultades para ac-ceder a otros barrios, al transporte público, a bienes y servicios en general, restricciones de conectividad y de acceso a los empleos aspectos que tienden a ser invisibilizados por los gobiernos locales y metropolitanos. En muchos casos, se trata de población sin acce-so al automóvil privado, y que ven afectada su integración espacial, social y económica.

Se estima que en la zona metropolitana del valle de México de manera acumulada las personas pierden en promedio 16 horas semanales en traslados a sus lugares de estudio o trabajo. Además del tiempo perdido, cada traslado suele implicar otra serie de problemas y riesgos, en su seguridad por ejemplo (CDHDF, 2013). No obstante, la fuerza laboral se tiene que trasladar a sus empleos lo que les impone altos costos monetarios y de tiempo, además de afectaciones en sus relaciones familiares y en su salud. A pesar de un paradigma de creciente propagación —el derecho humano a la movilidad—, la complejidad, dimensiones, y deficiencias de la estructura urbana de metrópolis como la Ciudad de México, un esquema de derecho a la no movilidad por motivos de trabajo resulta bastante inspiradora.

Este principio no atenta contra la noción de garantizar la suficiencia e integración de un modelo de transporte o un sistema de movilidad, tampoco con la preocupación y posibi-lidades de alcanzar una movilidad social o cultural, pero reduce sobre todo las presiones sobre la población que necesita moverse forzosamente para poder participar en la activi-dad productiva y acceder a una fuente de ingresos que se encuentra demasiado alejada en el territorio. El principio de derecho a la no movilidad cotidiana implicaría que la población trabajadora pueda encontrar un empleo acorde a sus necesidades y aptitudes cercano a su lugar de residencia. Es decir, la movilidad cotidiana por motivos de trabajo debería ser una elección no una necesidad.

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La fuerza laboral en las periferias como patrimonio urbano intangibleEl precepto de patrimonio urbano ha cobrado gran fuerza en las políticas públicas de muchas ciudades. En la Ciudad de México las políticas públicas comienzan a reivindicar de manera sistemática la recuperación del patrimonio urbano como elemento de interés público. En una definición general pero completa y dinámica el patrimonio urbano se conceptualiza como el conjunto de elementos presentes en la ciudad procedente de ge-neraciones anteriores y en los que cada sociedad reconoce un valor cultural o emocional, físico o intangible, histórico o técnico (ICOMOS, 1965, citado en Antequera, 2015). Dado el contexto descrito ¿es posible pensar en una periferia como territorio de oportunidad y como patrimonio urbano? En realidad, la construcción del concepto de periferia como patrimonio urbano se vuelve una tarea problemática. Las periferias de las grandes ciudades son vistas en el imaginario colectivo como lugares con pobreza, grises, indiferenciados, y como un mosaico de problemas (Figura 6). Desde la Administración Pública se tiende a perpetuar esta idea al minusvalorar, ignorar o debili-tar la presencia de patrimonio urbano en la periferia, bien por omisión o por conveniencia tácita (o incluso activa) de intereses específicos, por ejemplo, el de inmobiliarias y espe-culadores que operan en las periferias donde es más fácil obtener mayores beneficios en menor tiempo que en los siempre restrictivos centros históricos por sus normativas, nive-les de protección, o por la presión de la opinión pública (Antequera, 2015). De tal forma que los elementos protegidos del patrimonio urbano siguen centrándose primordialmente en aspectos visuales, estéticos o artísticos (de tipo tangible) usualmente ubicado en el centro histórico, menospreciando aquellos aspectos simbólicos o identitarios, vinculados a la memoria colectiva y la vida cotidiana de la población local (intangibles).

Sin embargo, es posible identificar rasgos de la periferia como patrimonio urbano en su carácter intangible y técnico, a través de las habilidades y cualidades de las que es porta-dora la población y fuerza laboral que reside en ella. En la zona metropolitana del valle de México casi 60% de la población se localiza en los municipios conurbados, y parte de ella se constituye en una fuerza laboral que se traslada en gran medida a trabajar al Distrito Federal. Si bien la periferia se caracteriza por la fuerte presencia de población no originaria del lugar, los trabajadores son portadores de elementos intangibles y técnicos, producto en algunos casos de su formación profesional, de sus capacidades técnicas o cognitivas o hasta de sus rasgos culturales incorporados en el proceso productivo o actividad económi-ca en la que son susceptibles de participar laboralmente y que son factibles de constituirse como patrimonio urbano. De tal forma, el patrimonio inmaterial e intangible de la fuerza trabajadora consiste en sus saberes, conocimiento y memoria.

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Otra forma de dimensionar a la fuerza de trabajo en las periferias es mediante la pers-pectiva de aspectos culturales definidos por la subjetividad y percepción de los grupos sociales, y que están en función de sus valores culturales. Esta noción es bastante sugerente porque en la identificación de procesos culturales se resaltan también lugares de especialización económica, de producción cultural y de servicios administrativos, y además, porque la elaboración y empleo de ciertas técnicas y herramientas de produc-ción, así como hábitos de consumo marcan, sin duda, un efecto sobre el entorno, el cual en múltiples ocasiones no se toma en cuenta.

Esta lectura de la fuerza trabajadora como patrimonio merece una exploración más profun-da a la luz de los fenómenos urbanos tan peculiares en desarrollo que han llevado a este posicionamiento de importantes masas de población en las periferias de las ciudades.

Comentarios finales

Hoy las tendencias de urbanización, expansión y ordenación territorial llevan a compren-der la periferia como un espacio geográfico que se construye desde múltiples fenómenos y procesos que se han superpuesto en el tiempo dándole un carácter y un significado pa-trimonial de cierto valor. Una de dimensiones sobre la cual es de interés profundizar, es la relacionada con el mercado de trabajo dentro de las zonas metropolitanas derivadas de los procesos de urbanización en el país.

En el caso concreto de la zona metropolitana del valle de México, actualmente la pobla-ción tiende a localizarse y concentrarse en áreas de la periferia principalmente en los municipios conurbados de los estados de México e Hidalgo. Aproximadamente 56% de la población total se encuentra en estos municipios, mientras los empleos se concentran primordialmente en las delegaciones centrales del Distrito Federal, ahora Ciudad de México.

El patrimonio urbano como una categoría inclusiva que involucra aspectos materiales y elementos intangibles bajo la mirada del mercado laboral posibilita su gestión y protec-ción a través de una doble vía: un impulso el desarrollo humano que fomente y refuerce las capacidades cognitivas y técnicas de los trabajadores que viven en la periferia; el impulso de empleos locales que generen riqueza y refuercen las capacidades de la fuer-za laboral. Ambas vertientes son susceptibles de incorporarse como parte de las políticas de desarrollo local. En la perspectiva expuesta en este documento se proponen algunas alternativas tendientes a guiar acciones de conservación y valoración del patrimonio intangible en las llamadas periferias urbanas:

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• Fortalecer los esquemas de coordinación metropolitana entre los tres niveles de gobierno, pero sobre todo entre municipios del Estado de México y la Ciudad de México.

• Medidas de fomento económico que conformen mercados locales de trabajo. • Diversificación de actividades de alto valor económico o cultural.• En general incentivar cualquier medida que fortalezca las estrategias de sobrevivien-

cia económica• Apoyar los vínculos económicos, sociales y ambientales positivos entre las zonas

urbanas, periurbanas y rurales mediante el fortalecimiento de la planificación del desarrollo nacional y regional.

• Por último, propugnar por el derecho a la no movilidad cotidiana refiriéndose a que la movilidad cotidiana por motivos de trabajo debe ser una elección no una necesidad; con ello, acercar los empleos a la población trabajadora.

Fraccionamiento “La Trinidad” Zumpango, Estado de México. © Mariscotti Medina

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El camino corto de la periferiaFelipe DelmontArquitecto y urbanista, consultor UNESCO

Cause the times they are changing.

Bob Dylan

Voy a hablarles de cuatro experiencias que jugaron un papel fundamental en la manera que tengo de entender la historia de la ciudad, su futuro, y su relación con el Paisaje Urbano Histórico. Experiencias en lugares periféricos, de donde surge mi noción de La Ciudad de los Caminos Cortos, modelo que propongo para la sostenibilidad, no sólo de la ciudad y su paisaje, sino de nuestra especie. Vivimos tiempos de cambios indetenibles y embriagados por nuestra capacidad de ordenar la naturaleza que nos rodea, nos estamos desnaturalizando. No es un capri-cho literario de Jane Jacobs, desde su polémica desfachatez de periodista de nuevo mundo, el título de su primer libro Muerte y vida de las grandes ciudades1 en primera edición hace mas de medio siglo. También es significativo que Francoise Choay, desde su muy prudente erudición de académica de viejo mundo, haya titulado su último libro La tierra que muere.2 Dos pensadoras, de una misma generación aunque de continentes distintos, ambas ya desaparecidas aunque mas vigentes que nunca, que han guiado mi trabajo y reflexión, acerca de la ciudad y su paisaje, a eso que hemos dado en llamar el ordenamiento urbano y territorial. Jacobs y Choay tenían razón de alertarnos: la ciudad y su tierra se mueren y con ellas la urbanidad. Salvarlas pasa por rescatarlas donde aun sobreviven aunque precariamente: en la periferia.

1. Maracaibo - San Felipe. Desmitificar la ciudad planeada El Proyecto de la Urbanización San Felipe en Maracaibo, Venezuela, que asumí en 1980 recién graduado de arquitecto, ya me señalaba la ruta del camino corto. Mi especiali-dad era entonces la prefabricación y concebí un sistema para la ejecución del proyecto junto a una empresa estatal francesa que buscaba nuevos horizontes de cooperación

1 Jacobs, Jane (1961). The Death and Life of Great American Cities. (Edición original publicada por

Random House, Inc., Nueva York. Traducción española de Ángel Abad, Muerte y vida de las grandes

ciudades. 2. edición 1973 (1. ed. 1967), ) Ediciones Península, Madrid.

2 Françoise Choay / ISBN : 2213662541 / Éditeur : FAYARD (2011).

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internacional en nuestras tierras. Se trataba de edificios de hasta 4 pisos, armados con cajas preensambladas que montábamos unas sobre otras. El objetivo era construir unos 20.000 apartamentos en 4 años, en una nueva “urbanización”, que dibujé sobre casi 350 hectáreas situadas en la periferia sur de la ciudad. Al cabo de un año, las parcelas y sus calles estaban listas. De última tecnología, la planta de prefabricación, colocada en medio de la urbanización, producía, con el trabajo de unos 600 obreros, un edificio de 16 apartamentos cada dos días. (la gran elipse negra en la pantalla). Ya teníamos 80 edificios montados (la pequeña elipse roja) cuando una noche, sucedió la invasión. En menos de dos días, los mismos que nos tomaba montar un edificio, los invasores arma-ron centenares de casuchas, e inmediatamente se instalaron a vivir allí, en las parcelas preparadas para recibir los bloques de colores. La tierra recién urbanizada disponía de todos los servicios de infraestructura: vialidad, agua, luz y cloacas. Los “ocupas”, familia o conocidos, estaban organizados y decididos a defender a capa y espada lo que con-sideraban era ahora su lugar de vida. (En primer plano nuestras aceras, en el segundo, la cerca del “esto es mío”, y adentro, el rancho de zinc pintado. Observen el color de la pintura… es fácil suponer que muchos de los “invasores” trabajaban en la propia planta de prefabricados). Propuse rápidamente negociar casucha por apartamento. Como eran tiempos de elección presidencial, era requisito evitar el uso de la fuerza por la Guardia Nacional. Mientras buscábamos una solución, los ocupas se multiplicaban. Por todas partes montaban láminas de zinc o clavaban tablas, simplemente ignorando los aparta-mentos que les prometíamos. En poco menos de un mes, ocuparon las 350 hectáreas. Finalmente la planta fue clausurada.

En la oportunidad de una visita, hace 10 años, es decir 20 años después, pude evaluar la evolución de los dos asentamientos.

La urbanización formal de “interés social”, construida por el Estado, estaba en franco deterioro. Las áreas comunes eran tierra de nadie. La gente puesta allí solo soñaba con irse. Mientras tanto se instalaba en la precariedad. No se integraba ni se organizaba en comunidad. Lo común era la pobreza. Los que podían se iban. Otros más pobres los sus-tituían. En el lugar reinaba la inseguridad. Aparentemente esta arquitectura de condomi-nios sociales en serie sólo ofrecía más pobreza.

La urbanización informal, la de la barriada, progresaba en cambio en permanente auto-construcción, prácticamente sin limitaciones de crecimiento hacia dentro o hacia arriba. Por la necesidad de adaptarse siempre a nuevas circunstancias, por dar cabida a más gente, a más vida y urbanidad, por resolver sus problemas o simplemente por sobrevivir y prosperar si se puede, que es lo mismo. Según los logros, necesidades y ca-pacidades propias de cada familia, las transformaciones son constantes. Por hacerse de una economía surgen abastos, pulperías, peluquerías, pensiones, consultorios, negocios de víveres, de comida, de construcción, de comunicación, de culto, de entretenimiento,

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talleres mecánicos, herrerías, carpinterías… por “generación espontánea”. Una econo-mía “tradicional” que, desde la periferia, se conecta con la ciudad, pero también con el territorio que la provee. Son su razón de ser. Sus formas urbanas son ricas, productivas y originales, sobretodo porque son mixtas en sus actividades y población. Son células generadoras de urbanidad. Una microeconomía sin la que no hay macroeconomía, se-gún acertadamente sostiene el economista insigne de la economía liberal, Robert Lucas, premio Nobel para más señas.

Muy recientemente pude constatar que la urbanización informal sigue consolidándose. Y que, por su parte, la formal, después de tocar fondo hace 10 años, liberada finalmente de la camisa de fuerza normativa y represiva de las autoridades impotentes, se ha venido recuperando. Todo esto a pesar del crónico deterioro de la economía del país. La urbani-dad de la barriada ha ido penetrando la urbanización formal, poco a poco. En las plantas bajas, los habitantes han abierto tiendas, talleres y negocios apropiándose de la tierra de los condominios, y es así como las fachadas de todos los niveles reflejan por primera vez una franca mejoría.

En Venezuela casi 90% de la población es urbana. Más de la mitad vive en la ciudad espontánea, la informal. Lo queramos o no, un fenómeno como este, mas que un proble-ma, propone una solución para el futuro. Eso me lo enseñó San Felipe en Maracaibo.

2. Caracas - Barrio Agricultura de Petare. Legitimar la ciudad informalEn esa misma época, quiero decir 10 años atrás y esta vez en Caracas, me dejé tentar por un concurso nacional organizado por el gobierno bolivariano en sus albores. Se trataba de habilitar Petare, la barriada más grande de la periferia de Caracas y la cuarta más grande del mundo. El plan era integrarla a la ciudad formal. En Petare viven unas 400 mil personas, y entre ellas 100 mil viven en el sector que escogimos. Una población que desde hace medio siglo construye progresivamente sus casas, su único patrimonio. Gente que generalmente no tiene cuenta en el banco y que invierte todos sus ahorros en los ladrillos de sus ranchos.

Propusimos un proceso de habilitación física por etapas, en sinergia con la habilitación social y democrática del barrio: subdividido en diminutas comunas, cada una a cargo de su terruño, inscritas, eso sí, en un plan general y coherente. Entendiendo que el vecinda-rio es el caldo donde se cocina la ciudad.

Proyectamos puentes y escaleras habitados, para interconectarlos horizontal y vertical-mente. Es de comentar que los barrios informales de Caracas se han desarrollado en las

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colinas de la periferia de la ciudad, a lo largo de las quebradas, a partir de la vialidad ur-bana en pie de monte, de abajo hacia arriba, siguiendo el camino corto y oportuno de la escorrentía del agua de lluvia. Por eso es frecuente que cada hondonada o cima quede aislada sin contacto con sus vecinas. El habitante del barrio sube y baja diariamente a lo largo de escalinatas de tierra o de concreto, el equivalente a 50 pisos en promedio.

Esta es la razón que guía la propuesta de construcción de edificios/puente que permiten conectar, horizontalmente, a través de cada uno de sus niveles, las laderas entre fila y fila de las quebradas, y verticalmente, el todo, por sus grandes ascensores, que permiten la circulación de personas y mercancías. La calzada superior -o techo del edificio/puente- sirve a su vez para el paso de vehículos. Cada apartamento, ya que todos tienen frente a una calle/galería, es tienda potencial ante la circulación pública en todos los niveles de los edificios. El barrio queda así conectado, no sólo mejorando su accesibilidad, sino pro-moviendo su transitabilidad, condición sine qua non de urbanidad o de economía social. Estos “puentes/ciudad” constituyen por lo demás un banco de apartamentos para acome-ter operaciones/gaveta, que permiten realizar desalojos puntuales, construir espacios públicos o de infraestructura de servicios o consolidar, casa por casa, el tejido barrial. La mimetización de las nuevas construcciones con las existentes, se logra al amparo del módulo estándar y uniforme del rancho. Con esto nuestra propuesta perseguía, no sólo reducir el impacto visual y vivencial de la intervención, sino legitimar ante los ojos del propio habitante, el barrio, su cultura y la fuerza de su arquitectura popular.

El proyecto sin embargo, no trascendió más allá del papel. Luego de largas e intensas lluvias la montaña se vino abajo. Sucedió la tragedia de una avalancha general de tierra y rocas sobre el litoral caraqueño, que dejó más de 20.000 muertos. Ante la urgencia, las autoridades nos solicitaron ir a trabajar en la zona devastada, que, por cierto, poco afectó los cerros de las barriadas, sino la planicie aluvional de la costa, ocupada por urbaniza-ciones formales con frente al mar y la playa.

3. Maracaibo – Barrio Rafael Urdaneta. La fábrica de urbanidadEn el 2000, regresé una vez más a trabajar en Maracaibo luego de haber ganado el con-curso para habilitar un barrio de la periferia rural, Rafael Urdaneta, una isla en la campi-ña, producto también de una invasión. Esta vez armamos oficina en el propio barrio y ahí también colgué mi hamaca. Trabajamos duro, junto a la gente. No queríamos errar como lo hicimos la primera vez en lo que es hoy el barrio San Felipe de Maracaibo. Cada paso del proyecto se hizo en concierto con la comunidad. Recogimos opiniones, las transcri-bimos en propuestas de trazados, centro comunal, plazas, casas, respetando costum-bres y memorias. Los ingenieros iban y venían con planteamientos de infraestructuras

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y servicios. Cada propuesta o contrapropuesta fue discutida y aprobada en asambleas generales, abiertas y multitudinarias. Mientras tanto, un pequeño grupo de vecinos, más motivados que los demás, se reunía todas las tardes por su cuenta en nuestra oficina. Preguntaban mucho y se impacientaban ante la lentitud del proyecto. Les propuse que buscaran su propia solución a los problemas más urgentes. Así podíamos trabajar más tranquilos nosotros también, sin interrupciones. Teníamos la compleja tarea de elaborar un proyecto de habilitación radical y completa del barrio: atendiendo vialidad, servicios de infraestructura y superestructura, rehabilitación de edificaciones, y el proyecto de nuevas casas que elaboramos según el modelo local de la casa rural tradicional, de probado buen manejo del clima y el entorno. Finalmente dibujamos una plaza central que acogía un centro comunal. Una plaza tropical con servicios cívicos flotando a 4 metros de altura entre pasarelas, pues en Maracaibo la temperatura promedio de los registros históricos es de casi 30 grados.

Y así, mientras proyectábamos y planeábamos, este grupo de vecinos comprometidos se abocó a encontrar una solución al problema de la falta de agua. Consultas por aquí y por allá, ideas y propuestas, en 15 días, bajo nuestra inquieta supervisión y con unos pocos recursos substraídos del proyecto oficial, cavaron ellos mismos, repartiéndose la labor por turnos, un pozo. ¡Y encontraron agua a 50 m de profundidad! En poco tiempo y de la misma manera construyeron un tanque, que pronto desbordaría de agua, a 15 metros de altura. No podíamos negarle los recursos. Dispusieron de una precaria, aunque eficaz, red de distribución de agua, casa por casa, con un comunitario de gestión y manutención del sistema. El cobro era mensual y estricto. No satisfechos pero sí envalentonados por el logro, se atrevieron a soñar y realizar una red de gas doméstico. La madera y el car-bón escaseaban tanto o más que el agua. Lograron conectar la red a un pozo de petró-leo clausurado que, aunque seco, seguía siendo rico en gas. Lo hicieron sin autorización alguna, pero con la anónima asesoría de nuestro equipo de profesionales. Es oportuno comentar aquí que eran pocos los San Rafaeleros que no hubiesen alguna vez trabajado en nuestra gran industria petrolera.

El éxito de sus logros y gestión fue tan rotundo que, no sólo los mantuvo muy ocupa-dos, sino cada vez más desinteresados en nuestro proyecto habilitador y oficial. Esto no impidió que termináramos el proyecto. Sin embargo, hoy duerme un sueño profundo, en alguna gaveta del INAVI, el Instituto Nacional de la Vivienda. Nunca se realizó. El progra-ma de habilitación de barrios quedó suspendido. El gobierno súbitamente decidió volver a la producción industrial de viviendas y de votos, en la abierta periferia de las ciudades. A pesar de todo pero gracias al emprendimiento de su gente y a la mínima disponibilidad en el terreno de un puñado de profesionales, Rafael Urdaneta dispone todavía hoy de un servicio público de agua y gas que aunque precario, tiene mucho futuro. Resultó inevi-table hacerme de nuevas convicciones luego de esta experiencia.

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Es definitivamente el habitante común y diverso, el que hace ciudad. Hoy en día esto pareciera sólo posible en la periferia informal de nuestras ciudades. Pero representa una oportunidad de retomar el Paisaje Urbano Histórico, democráticamente, de manera sostenible, a partir de la Ciudad de los Caminos Cortos -compacta, transitable, conecta-da y versátil-, incluso cuando la ciudad es metrópolis. La ciudad de la urbanidad -el goce, el trabajo y el descanso a corta distancia-, emprendedora libre y responsable, fabrica su propia autonomía.

Por eso y más que nunca, es imperativo disponer de un marco normativo y jurídico que facilite la capacidad de emprender, edificar, resolver y crear del habitante, como persona corporal. Un marco hoy en día secuestrado so pretexto de reducir el riesgo o de proteger al ciudadano. Porque a fuerza de normas se coarta al ciudadano de toda iniciativa. Con requerimiento de títulos, diplomas, o licencias, papelería burocrática para autorizaciones, “permisos” y financiamientos, ajustados a normas caducas o innecesarias y, cada vez más, exigiendo o imponiendo costosos seguros, se cercena su iniciativa y creatividad alejándolo cada vez más de la ciudad. Es así como se le entrega a monopolios empresariales con estas patentes de corso, no sólo la exclusividad del riesgo, en aras de mayores garantías, sino la exclusividad del hacer y emprender. La facultad de edificar de nuestra especie, la del simple ciudadano, hacedor por excelencia de ciudad y urbanidad; su actuar e interactuar con su propio entorno físico y social, son las bases de una economía del trabajo que, en su sentido más noble, le pertenece por natura y derecho a cada quien. Para que esa facultad de trabajo se posibilite, ante una economía deshumanizada y global del desempleo, hay que deconstruir el marco legal y administrativo pernicioso que sistemáticamente “hamsteriza” al ciudadano. Desmontar el marco legal, pieza por pieza, sin colapso ni derrumbe, para reconstruirlo paulatinamente, sustituyéndolo por un marco que habilite al ser humano, al habitante, a su escala y en uso de todas sus facultades, como el histórico y legítimo constructor de ciudadanía y ciudad que es.

4. Luang Prabang - la ciudad sin el poder. La Ciudad de los Caminos CortosHabía una vez un príncipe… Fa Ngum, que al verse desterrado del imperio Khmer se instaló al norte de Laos, en tierras sin dueño, territorio de montañas y selva, altiplano “rugoso” e inexpugnable, en lo que se conoce como ZOMIA. Allí pudo fundar a salvo el reino de Lan Xang Hom Khao, del “Millón de Elefantes y la Sombrilla Blanca”.

El millón de elefantes, animal difícil de someter, simboliza los pueblos indoblegables ocultos en aquellos inaccesibles terruños de libertad donde se funda Luang Prabang,

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simbolizada en la sombrilla blanca que los cobija. Plaza pequeña y vacía en medio de dos grandes ríos, el Mekong y el Nam Khan.

Allí, el príncipe que no quería ser gobernado, reinó gracias a sus buenas relaciones con multitud de jefes locales. No podía el príncipe gobernar de otra manera en esa acci-dentada geografía, refugio de pueblos diversos. Carecía de los arrozales propios de tierras planas con que acumular riqueza y alimentar un ejército para unificar los pueblos convirtiéndolos en uno solo. De suerte que fue su espíritu libre y tolerante lo que le valió el respeto de sus vecinos de ZOMIA. Lo adoptaron como digno representante de su diferencia, independencia y libertad.

Su Palacio era el sitio de todos y de nadie. “La sombrilla blanca” abrigaba la confluencia de los ríos y su gente que intercambiaba productos y opiniones, compartía sus maneras o simplemente se mezclaba, como las aguas. Luang Prabang se hizo el lugar donde se aglomeraban los pueblos diversos en barrios llamados Bans: la ciudad de todos, ciudad sin el poder, Ciudad de los Caminos Cortos. Mal podía la frágil sombrilla erigirse como símbolo de conquista, explotación o dominación, ni siquiera de desarrollo.

Tiempo después, engolosinado con el poder, el príncipe decidió trasladarse a una región más dócil y productiva, la llanura de Vientiane, hoy capital del país. Los Lao Lum dueños de los arrozales, le dieron el poder de reunir un ejército que pronto aunque brevemen-te, dominó los pueblos expuestos en la llanura, aguas abajo en la ribera izquierda del Mekong, al pie del altiplano inexpugnable de ZOMIA. Al millón de elefantes ya no los co-ronaba aquella simple sombrilla blanca, dulce símbolo de amparo y confort. Un déspota ambicioso y armado, posado sobre los elefantes y bajo la sombrilla, simbolizaba ahora su creciente poder. Imagen ya no de la ciudad de nadie y de todos, al servicio sostenible de un paisaje de múltiples terruños, sino de una capital pretenciosa, aunque obediente y sumisa, edificada como instrumento de explotación insostenible de los recursos de un país que ya no era paisaje sino un ambicioso siempre más y más allá. Sin embargo, Luang Prabang siguió siendo de nadie y de todos. En su emblema, la silla sobre los elefantes permaneció vacía bajo la sombrilla blanca, erecta en el perfecto equilibrio que le daba la voluntad de sus pueblos/elefantes de compartir un reino con la naturaleza.

Más tarde sobrevino el “protectorado” francés que en el siglo XIX le otorgó corte y pro-tocolo a un rey, invento de L’Ecole des Beaux Arts de Paris, con Palacio, historia, trajes y símbolos, escuela y casa para el maestro, prisión para los malos y hospital para los enfermos. Mucho esfuerzo y dinero, urbanismo y edificaciones para una colonia francesa que ingenuamente creía gobernar con sólo una docena de funcionarios. Nunca hicieron falta porque en realidad, Luang Prabang y su paisaje se seguían gobernando solos. En orden y sin poder, gentes diversas seguían habitando la ciudad. Embajadoras respe-tuosas y libres, de un amplio territorio de donde provenían sus distintas economías y patrimonio, lenguas y culturas, historias y saberes, creencias y diferencias.

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Según James C. Scott,3 renombrado profesor en ciencias políticas de la universidad de Yale, esos pueblos prófugos, “cimarrones”, aprendieron a convivir en paz y tolerancia, desarrollando el arte de no ser gobernados. Pueblos, erróneamente designados como “primitivos” o “salvajes”, que históricamente escogieron vivir al margen del estado, y así lograron la proeza cultural de establecer un orden al margen del poder por permanecer libres y en paz evitando la esclavitud, la recluta, el trabajo forzado, la epidemia, la guerra o el adoctrinamiento.

Lo había entendido casi medio siglo antes, el antropólogo francés Pierre Clastres: “Lo que nos muestran los salvajes, es el esfuerzo permanente por impedir a los jefes, ser je-fes. Es el rechazo de la unificación. Es el trabajo de conjuración del todos somos uno, del Estado. La historia de los pueblos que tienen una historia es, como se dice, la historia de la lucha de clases. La historia de los pueblos sin historia es, como se dirá con la misma verdad, la historia de su lucha contra el Estado”. Llama Clastres, “pueblos sin historia”, a estos pueblos rebeldes y prófugos, en contraposición a los “pueblos con historia”, que son los pueblos del poder “civilizador” y coercitivo.

En cualquiera de las numerosas micro-comarcas de la región de ZOMIA cohabitan di-versas etnias, en armonía aunque sin mezclarse, desde tiempos remotos hasta ahora. Sus gentes visten, hablan y rezan de forma diferente, viven en casas de arquitectura diversa aunque siempre livianas, fáciles de armar y desarmar, móviles. Es así como desaparecen de un día para otro, y pueden escapar fácilmente o eventualmente agre-garse a la ciudad.

Esta suerte de aldeas, también llamadas Ban, pasa raramente de 200 hogares, en cuyo caso se subdivide para formar otra aldea. Preservando siempre la tierra que lo sustenta. El Ban constituye la unidad base del sistema de ocupación del territorio, estrechamente ligado a una economía rural. Cada Ban tiene una junta de jefes elegida por sufragio universal. Ejercen una democracia directa en asambleas abiertas, donde discuten problemas comunes.

En Laos no existe palabra para decir “ciudad”. Lo que mas se le acerca es Meuang que significa dominio o poder, y por extensión, gobierno o Estado. El Meuang es entonces la pretensión de gobernar una casual concentración de Bans/barrios que en realidad con-servan individualmente, en el campo como en la ciudad, la estructura urbana y política que les confiere autonomía en su relación con el territorio. Cada barrio-Ban es ciudad y campo en la ciudad. Un “orden fuera del poder” que tanto han cultivado los habitantes de ZOMIA. Por eso la Ciudad/Meuang no pierde su escala humana.

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3 The Art of Not Being Governed: An Anarchist History of Upland Southeast Asia. Yale University

Press, 2009.

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Ciudad de los Caminos Cortos : Todo en todas partes está cerca: el goce, el trabajo y el descanso, generalmente a distancia de la sola fuerza muscular. Los flujos se apaci-guan entonces. Y, sin su violencia, la calle recupera su industriosidad y convivialidad. La ciudad es toda centro, en una compacta y homogénea heterogeneidad. Vive de su campiña, bosques y ríos y por lo tanto los respeta . Por eso Luang Prabang no tiene peri-feria urbana. Cada Ban en la ciudad es el alter ego de un pueblo, un elefante de los que se cobijan bajo la sombrilla blanca de su emblema. Un mundo urbano que es espejo de un mundo rural: el adentro en sinergia con el afuera claramente delimitados. Un Paisaje Urbano Histórico que los contiene a ambos, conformando en su geografía un “país”, en el sentido mas antiguo de la palabra: como ecosistema de vida, economía local, sostenible a escala humana.

Luego de 15 años de trabajo en la salvaguarda y puesta en valor de Luang Prabang, desarrollando desarrollando, métodos de intervención urbana e instrumentos de orde-namiento “a la medida” tales como el PSMV-Plan de Salvaguarda y Puesta en Valor, el PLU-Plan Local Urbano y el SCoT-Esquema de Coherencia Territorial, el éxito obtenido -por el que probablemente estoy aquí ante ustedes-, no me satisface del todo. Me queda la sospecha de haber servido de planeador o de “infraestructor” al servicio de un poder cada vez más hegemónico que lo que quería es “ordenar” su paisaje. Sin embargo, la experiencia me reveló que nos encontramos frente a nuevos e inéditos retos ambienta-les, económicos y políticos. Las amenazas que enfrenta nuestro ecosistema en el mundo finito, son retos existenciales que replantean de manera fundamental lo que une a los hu-manos entre ellos y con la naturaleza. Es por eso que su salvaguarda pasa por reinscribir la ciudad en su Paisaje Urbano Histórico como razón y fuente de vida responsable y en consecuencia sostenible. Pasa por rescatar, no la ciudad histórica, sino la ciudad en su historia: La Ciudad de los Caminos Cortos, factura y goce del hombre a su escala, sueño posible gracias al “Here comes everybody” de la nueva era cibernética de la información democratizada. Pasa por recoger la ciudad y re-contenerla, esta vez sin murallas ni pe-riferia, con límites abiertos pero francos, que nos permitan contemplar la lenta y gozosa recomposición del paisaje. Un paisaje que siempre será Urbano.

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Arquitectura Sin Arquitectos, ASA (2012-2014) Sandra CalvoArtista visual

Arquitectura sin Arquitectos (ASA) es resultado de una intervención participativa de sitio específico en un asentamiento informal ubicado en Ciudad Bolívar, Bogotá, Colombia. Junto con una familia de la zona, Puente Moreno Velandia, realicé un ejercicio colaborativo de proyección y ampliación de la vivienda familiar. La práctica artística pasó por distintas etapas: sustituimos el techo de lámina por un techo de concreto para dar solidez a la casa y permitir su posterior expansión; proyectamos los espacios futuros con una instalación de hilo de algodón a escala 1:1; en hilo negro trazamos los espacios consensuados por la fa-milia y con hilo rojo los espacios en discordia. La instalación se integró a la casa real como si fuera una suerte de Autocad en vivo; como un dibujo o un plano fantasmagórico sobre el paisaje. La parte de la casa proyectada se ensambló en un solo conjunto con la parte de la casa todavía en construcción, así como con el área actualmente habitada. ASA es un proyecto artístico y etnográfico sobre la arquitectura de los asentamientos informales, un homenaje a las habilidades y destrezas manuales y constructivas de sus habitantes, su capacidad para el autoaprendizaje, el adhoquismo, la autoorganización, la apropiación y la resistencia. A su vez, se hace eco de sus contradicciones, esperanzas y decepciones, de las incertidumbres y posibilidades que afectan a las viviendas, barrios y ciudades que habitan.

I

A diferencia de la vivienda formalizada, que suele cumplir con un programa de cierta lineali-dad y predictibilidad: primero planeo, luego construyo y luego habito, en el caso de la vivien-da de invasión u ocupación informal sucede una virtual simultaneidad de todas las etapas de su ciclo de vida: “Ocupo, mientras habito, mientras resisto, mientras me desalojan”.

Este motto o lema es la piedra angular del presente proyecto y trata de sintetizar dicha concurrencia, que se traduce en un estado de crisis permanente de la vivienda, mismo que convive muy de cerca y de manera simultánea con el acentuado arraigo y profundo sentido del habitar de estas familias.

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II

ContextoVilla GloriaCiudad Bolivar, Bogotá, Colombia

Villa Gloria, Ciudad Bolívar es un barrio ubicado al sur de Bogotá, Colombia. Al igual que muchos barrios periféricos en Latinoamérica es parte de un asentamiento que ha sufrido un crecimiento desmesurado e irregular. Las viviendas están construidas en terrenos ines-tables que no están habilitados: no cuentan con luz, agua y drenaje, y mucho menos con servicios escolares, médicos o culturales. Este tipo de asentamientos se gestan paralela-mente a las grandes aglomeraciones urbanas; aquí, las familias son quienes autoconstru-yen sus hogares, pavimentan sus aceras, colocan su alumbrado. Son familias pioneras, que sin tener consciencia de ello, llevan a cabo una tarea que requiere de un conocimiento especializado. La improvisación es, sin duda, el impulso que les permite generar edificacio-nes que —en muchas ocasiones— son precariamente habitables o de existencia efímera.

A esto debemos sumar que en estos barrios hay pocas garantías legales, y los permisos para la construcción y las escrituras son casi inexistentes. La corrupción y la extorsión por parte de los funcionarios públicos está presente en cada uno de los momentos de la cons-trucción de la vivienda, se vive al margen de las reglas. De ahí que sus habitantes vivan la zozobra permanente de ser expulsados de sus propias casas. La oportunidad de una propie-dad legal o formal es casi imposible, la mayoría de los predios permanecen en una especie de obra negra, a medio construir, en un estado de “ruina futura” o de apuntalamiento.

Este proyecto aborda la problemática de estas viviendas, estructuras frágiles, en tensión, e inestables, susceptibles a todo tipo de vaivenes que pueden hacer que se cimbren y sean desalojadas de un momento para otro. Sin embargo, es en estos espacios donde florece el autoaprendizaje, la ingeniería popular y la autorganización; es en esta situación donde la casa deviene en una estructura fluida, dinámica, activa, dúctil, y modular.

III

Echar la losa o levantar la cruz

Junto a la familia Puente Moreno Velandia, quienes se proponían autoconstruir su casa en el barrio de Villa Gloria, un asentamiento informal de la periferia de Bogotá, realicé un ejer-cicio de proyección de la vivienda. La idea de esta intervención colaborativa consistía en encontrar un método que visualizara las posibilidades y dificultades que tiene una familia al proyectar, construir y habitar su espacio en un entorno tan vulnerable y problemático.

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La primera práctica colaborativa fue la sustitución de un techo de lámina por un techo de concreto o fundición de la losa donde no sólo colaboró la familia que habitaría la casa, sino también familiares, amigos y vecinos. Esta es la fase más importante de la auto-construcción a la que se le conoce con el nombre de “echar la losa o levantar la cruz”, momento fundacional en la autoconstrucción: se retiran las láminas o las lonas que han servido de techo temporal y se sustituyen por una placa de concreto sólida que le da ca-rácter de estabilidad, de pertenencia, de asentamiento “fijo” a la vivienda. Se genera una estructura participativa, un tequio1 —carga de materiales, mezcla del concreto, nivelación del terreno, colocación de malla y ladrillos, préstamo de herramientas, preparación de los alimentos, etcétera— y, en último término, la celebración de la finalización del techo.

IV Sobre la afectividad y el intercambio mutuo

Al levantar la cruz se generó la parte afectiva del proyecto: relaciones de confianza y de intercambio mutuo. Un aspecto importante de mi trabajo tiene que ver con esta faceta. No creo en los proyectos neutrales. Trato con personas.

Avanzada la construcción de la casa y nuestra relación personal, me mudé a Villa Gloria, dormía con las niñas, me bañaba y cocinaba con ellas, era parte de la familia, esto me permitió un acercamiento único. Se generaron las condiciones idóneas, un clima propicio para poder filmar, proyectar, volver a filmar, y volver a proyectar. Se mostraron participa-tivos, y siempre dialogamos mucho sobre los temas y los contenidos. Pudimos mostrar esos detalles que hacen de la casa un personaje. El agua, por ejemplo, que siempre juega un papel fundamental en el hábitat, apareció en sus distintas performativas: en su escasez, con autonomía de temperatura, con la diligencia de hacernos saber a cada momento que es indispensable para gestar la vida mínima de una familia; la ausencia de refrigerador, fabricar una estufa, hacer un espejo de tocador con pedazos de retroviso-res encontrados; la imposibilidad de una capacidad de ahorro semanal, la colaboración de una economía familiar donde contribuye en el trabajo desde el más pequeño al más grande, etcétera.

Tengo un regalo hermoso en mi casa hecho por ellos. Una ventana de hierro firmada por la familia con una dedicatoria: “Que sea lo primero que coloque cuando tenga una casa”.

1 En México se conoce como tequio a la faena o trabajo colectivo que todo vecino de un pueblo debe

a su comunidad.

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VLa casa de hilo

Una vez construido el techo, le propuse a la familia la proyección del segundo nivel toda-vía por construir. Ideamos un método para tomar las decisiones del crecimiento de ésta y, con hilos de algodón se proyectaron los espacios futuros. Utilizamos un código para dividir los futuros espacios domésticos: con hilo negro traza-mos los espacios consensuados por la familia y en hilo rojo los espacios en discordia. El resultado fue una casa en hilo a escala 1:1 a la manera de un autocad en vivo, que sugirió la ubicación y tamaño de cada parte de la casa que se pretendía construir.

Esta suerte de escultura flexible, que invitaba a ser transitada, permitió la circulación en torno a cada sección, y propició diversas lecturas que desbordaron la mera finalidad práctica de la proyección arquitectónica. La casa de hilos atrapa el espacio, desmateria-liza lo físico, es un cruce entre dibujo y escultura: el trazo más el dibujo nos da el esbozo y el plano arquitectónico. La idea de elaborar una escultura sin peso y resuelta en el campo visual genera sutileza, espacios atrapados en negativo. Es a la vez un dibujo, una escultura y un hacer arquitectónico. Trazo, espacio y habitáculo. Al mismo tiempo, los hilos en el aire tenían otro significado; muestran una obra en estado de apuntalamiento, un gesto escultórico en equilibrio infinito e inestable. En ella se puede percibir metafóricamente la fragilidad de la casa al ser transitada, la vibración de sus paredes, ventanas, escaleras y altos techos de hilo. La etérea estructura —de alguna forma— simboliza la esperanza y la fragilidad de sus sueños, lo que está en juego, vidas enteras de esfuerzo.

La estructura de hilo se eleva como homenaje al contínuo proceso de proyección que acontece en la cabeza y en las conversaciones de los inquilinos: mientras habitan, construyen el lugar; hacen crecer con sus propias manos su refugio; enfrentan todas las incertidumbres y reveses que se van presentando en el camino.

Los hilos de algodón también pueden ser leídos como los hilos que unen a las personas; representan los vínculos afectivos que se van generando entre los familiares, los amigos y los vecinos que participaron en la fundición del techo de concreto.

Se trata entonces de un dibujo, una escultura y un hacer arquitectónico que representa los vínculos, las pulsiones, los conflictos y acuerdos, no solo sobre la vivienda, sino sobre la idea de patrimonio, el significado de herencia y explora, permanentemente, la posibilidad de brindar una mejor calidad de vida a su familia.

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Esta instalación in situ y de naturaleza efímera servía como una guía para una futura construcción sólida, pero modelar en hilo y a escala natural no tuvo por objeto producir una arquitectura “real” sino un simulacro o proyección de una visión sobre el habitar de la familia que se vería acompañada y enriquecida por sus relatos y testimonios.

VI

Leyenda local

La vida contiene la casa y la casa contiene la vida, pero no a la manera de un contene-dor idealizado y funcional; desde su ocupación hasta su desalojo, aquí no hay diferencia entre la vida y la casa; no se separa la vida de la arquitectura; ésta se entreteje con la arquitectura. Cuando construyes una casa de hilos no estás construyendo literalmente una casa, estás construyendo una pequeña leyenda local que activa las narraciones, los afectos, las proyecciones, es una excusa para despertar una nueva percepción, un nuevo sentimiento, una nueva conciencia.

Aquí, el espíritu de la casa no se le delega a un especialista. A medida que este juego se despliega, los inquilinos intervienen en el diseño; hay todo un margen de libertad para construir la casa a su antojo. Los ocupantes de estos sitios hacen cosas que no se atreverían a hacer los inquilinos de una casa “formal”. Se ejerce la potestad de modificar o de construir su propia casa. La libertad aquí no tiene nada de utópico: la arquitectura es limitada y mínima, así como las posibilidades con las que se autoconstruye, sí, pero se ejerce de forma consciente sus posibilidades, su enunciación física.

En este sentido, Arquitectura sin arquitectos hace eco, como sugiere el politólogo James C. Scott, del papel de la inteligencia práctica, la intuición, la metis, en la esfera de la eco-nomía informal. En ésta última se da forma a objetos y espacios por medio de una suerte de ingeniería inversa o ingeniería popular, que atiende —mediante adhoquismos— pro-blemas que no pueden resolverse con la aplicación de rutinas rígidas y preestablecidas. Tal es el caso de los fenómenos de la vivienda informal, la autoconstrucción de vivienda popular y asentamientos irregulares, que se mantienen en permanente apertura, entre un estado de inicio y otro de abandono o incompletitud. En éstas subsiste una lógica de los pequeños pasos, abierta a la sorpresa y a la inventiva, reversible y revisable. Arquitec-tura sin arquitectos es una obra en estado de apuntalamiento perpetuo, en estado de equilibrio inestable.

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Los barrios periféricos de la Ciudad de México: razones para considerarlos como parte del Patrimonio Cultural UrbanoAngela GigliaUAM Iztapalapa

Identidad y diversidad de los barrios periféricos

El propósito de este escrito es contribuir a la reflexión sobre la periferia como parte del patrimonio cultural urbano. Para empezar, es importante precisar a cuál periferia nos estamos refiriendo. Cuando hablamos de barrios periféricos, como los que se mencionan en la convocatoria de nuestra reunión, nos referimos generalmente a los barrios carac-terísticos del llamado urbanismo popular, el cual es una forma de producir la ciudad por parte de la población de menores recursos, y mediante procesos colectivos que están al margen o afuera de la legalidad, en territorios que por sus características jurídicas, físicas o geográficas no resultan adecuados para construir. En estos asentamientos coexisten identidad y diversidad, en combinaciones variables. Identidad porque todos comparten un proceso de producción parecido aracterizado por la ausencia de urbaniza-ción previa y la irregularidad jurídica en el proceso de urbanización. Diversidad porque los resultados finales del proceso pueden variar enormemente dependiendo de las características geomorfológicas del lugar y de los actores y los recursos involucrados en el proceso de urbanización. Se tiene que resaltar al respecto un dato que a menudo se pasa por alto, es decir que la producción irregular e informal del hábitat en la Ciudad de México no es una característica exclusiva de los sectores populares, sino que la llevan a cabo también los sectores medios y altos. Lo que denominamos como ciudad informal no es privativa de los sectores populares sino también de sectores de mayores recursos, quienes de manera análoga a lo que hacen los pobres, emprenden la construcción de una casa en un terreno alejado de la ciudad central en ausencia de la infraestructura pre-via y en ausencia de autorización formal para construir. La extensión de la urbanización informal a todos los sectores sociales nos muestra que esta forma de producir la ciudad es muy reconocida y practicada en México, al grado de ser vista para muchos como la forma más usual de hacerse de una vivienda.

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Esta precisión sobre el carácter interclasista del urbanismo informal sirve para destacar que en las páginas que siguen nos ocuparemos especialmente de aquel urbanismo infor-mal que es protagonizado por los pobres urbanos, ya sea aquellos recién inmigrados del campo a la ciudad ya sea aquellos que forman parte de la población trabajadora urbana en busca de un techo donde vivir. A este urbanismo le denominamos urbanismo popular y sus productos son los barrios periféricos asentados en muchas partes de la metrópoli de México, de cuyo panorama constituyen un elemento característico.

Antes de contestar la pregunta sobre el porqué el urbanismo popular debe ser consi-derado como parte del patrimonio cultural urbano, es oportuno también que definir lo que entendemos con patrimonio cultural. Estarán de acuerdo si digo que se trata de un conjunto de bienes a los cuales se reconoce un valor colectivo y que por lo tanto hay que preservar y cuidar. Su valor colectivo deriva de que estos bienes son importantes para representar lo que somos como sociedad, es decir de qué estamos hechos y de dónde venimos, como sociedad y como ciudad. Son una parte de nuestra memoria colectiva y una base para nuestro futuro, de allí la necesidad de cuidarlos y de tenerlos presentes, en lugar de olvidarlos o negarlos. Me inclino por una idea de patrimonio como algo vivo que no sólo tiene que ser preservado, sino también tiene que ser mantenido en relación con el resto de la sociedad. El patrimonio cultural tangible no debería estar separado de la vida cotidiana de una sociedad, sino vinculado con ella y puesto en condición de durar, es decir proyectado hacia un futuro posible.

Sobre la base de estas definiciones preliminares, surgen entonces diversas razones por las cuales los barrios periféricos del urbanismo popular tienen que ser considerados como una parte importante de nuestro patrimonio cultural y como tal deben ser cuidados e impulsados hacia un mejor futuro. No se trata evidentemente de preservarlos única-mente en las condiciones en las que ya se encuentran, condiciones a menudo fuerte-mente marcadas por las carencias y la marginación de la vida urbana. Se trata más bien de impulsar a los barrios periféricos a convertirse en lo que ya tienden a devenir casi siempre por su propio impulso: ciudad en el sentido pleno, es decir una configuración socio cultural y espacial compleja y heterogénea tanto en sus funciones como en sus significados colectivos.

Primera razón: los barrios periféricos son la ciudad que tenemosLa primera razón para considerar a los barrios periféricos como parte del patrimonio cultural urbano es en apariencia una simple cuestión cuantitativa, pero en efecto reviste una enorme importancia por las implicaciones que tiene. El urbanismo popular es el hábitat cuantitativamente más presente en la ciudad de México, es en suma el modelo

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dominante en el panorama urbano. Este hecho cuantitativo es el resultado de un desa-rrollo histórico de nuestra metrópoli en el cual el hábitat popular es el tipo de espacio que resulta como ganador, imponiendo su lógica de producción y su morfología a lo largo y ancho del territorio metropolitano. Esto quiere decir que sus características distintivas im-pregnan todo el espacio metropolitano, inclusive el que no ha sido construido de manera informal, sino que deriva de procesos de planificación y diseño urbano.

Cuando irrumpe a mediados del siglo pasado como un fenómeno incontrolable y dis-ruptivo con respecto a la ciudad moderna que se pretendía construir, el hábitat infor-mal es leído inicialmente a partir de una visión dicotómica, que oponía el orden de la ciudad moderna planificada al desorden de matriz rural que caracterizaría la manera de asentarse de los pobladores pobres procedentes del campo (Connolly 2013: 525). Sin embargo, después de más de cinco décadas de haberse iniciado ese proceso, hoy podemos decir que este urbanismo ha permeado el conjunto de la ciudad y es hoy en día el urbanismo dominante no solo en términos cuantitativos sino cualitativos, en el sentido de que su manera de funcionar permea las practicas socio-espaciales propias de otros tipos de hábitat imponiendo su cultura al conjunto del espacio urbano. Esto tiene que ver sobre todo con la manera como se organizan las relaciones entre el espacio privado y el espacio público, dos tipos de espacio que en el urbanismo popular no tienen el mismo significado ni la misma constitución histórica que en el urbanismo de la ciudad moderna, diseñada desde la iniciativa y desde la visión de lo público. La prevalencia cuantitativa del urbanismo popular en la ciudad, genera como resultado que no exista en la memo-ria colectiva urbana la idea de las instituciones como promotoras e impulsoras de la producción del espacio urbano (ibid., 505). Lo que encontramos en la memoria colectiva son más bien los esfuerzos de los pobladores por producir la ciudad desde abajo con sus propios recursos. La intervención de las instituciones para proveer a los barrios de los servicios más básicos es aleatoria, como una intervención posterior que no es ni prede-cible ni automática, sino que necesita de largos procesos de negociación y movilización para llevarse a cabo.

En el urbanismo popular la ausencia de planeación del espacio urbano hace que esta distinción entre lo público y lo privado, entre la calle y las casas y entre lo que se puede y se debe hacer en estos dos tipos de espacios, sea relativamente fluida o más compleja que en los espacios definidos desde la planeación arquitectónica funcionalista. Esto se observa a simple vista caminando por las calles de los barrios periféricos, en donde las banquetas frente a las casas son usadas de múltiples maneras por los habitantes. Se pueden dejar allí todo tipo de materiales, fabricar jardineras y sembrar las plantas que se prefieren, inclusive utilizar ese espacio para sepultar a las mascotas de la casa. Este modo de usar la acera en frente de la casa particular, a la manera de una extensión de esta última, no es privativo de los barrios populares sino que tiende a ser el modo do-

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minante de concebir el espacio del frente de la casa en la ciudad de México. El ejemplo más evidente son los tambos que se usan para apartar el lugar del coche propio, como si el lugar de la calle en frente de la casa de uno fuera también de propiedad de quienes viven en la casa. A este propósito cabe subrayar – como ya lo escribimos - que “la idea de que se valen las intervenciones personales y sui generis en el espacio urbano no es en absoluto privativa de los habitantes de las colonias populares y de los sectores de más bajos recursos. Por lo menos éstos, como hemos visto, pueden sustentar esta convicción en el hecho de haber producido un fragmento de la metrópoli con sus propias manos. “Pero la idea de que el espacio público esté a merced de las intervenciones y ocurrencias de cada quien, se encuentra de modo generalizado en las representaciones y en las prácticas de y en el espacio urbano por parte de habitantes de clases medias y altas” (Duhau y Giglia, 2008: 505).

La no distinción y la superposición entre el espacio privado y el espacio público tienden hoy en día a convertirse en una característica general del espacio urbano, indepen-dientemente de que su origen haya sido la del urbanismo popular o no. En particular, lo que denominamos como el estatuto ambivalente del espacio público, es decir el que el espacio público “es visto al mismo tiempo como público y como propio, como un espacio que, según las circunstancias y los intereses, puede ser considerado disponible para objetivos particulares o más bien destinado a la realización del interés general” (ibid. 506), es un hecho que caracteriza de modo generalizado la relación con el espacio público urbano en todo tipo de hábitat, hasta el grado de que tiende a ser reconocido por la autoridad. Es el caso del programa denominado Adopta una banqueta, que otorga un descuento en el pago del predial a aquellos vecinos que se hagan cargo del mejoramien-to de su banqueta, evidentemente siguiendo ciertos criterios y parámetros (que es fácil imaginar que no siempre son respetados al pie de la letra). Lo que hacer este programa es reconocer la existencia y normalizar la intervención de cada habitante sobre la acera correspondiente a la fachada de su propiedad, que es exactamente lo que caracteriza la imagen urbana de los barrios y colonias populares en donde - en ausencia de planifica-ción previa al proceso de asentamiento – cada quien ha tenido que fabricar su propia banqueta según sus posibilidades y su estilo propio, evidentemente en detrimento de una imagen urbana homogénea (fotos). Este programa, pese a sus buenas intenciones, transmite en efecto un mensaje que equivale a una suerte de admisión de impotencia de las instituciones locales para mantener en buen estado el espacio público y al mismo tiempo se resuelve en una normalización y legalización de un hecho cultural consolida-do que emana del urbanismo informal en cuanto patrimonio cultural colectivo, es decir la convicción de que la banqueta en frente de mi casa es un espacio donde tengo un derecho de primacía y de exclusividad, como si fuera mío. Otro caso es el del programa denominado Tu ciudad te re-quiere en donde los vecinos de una calle, de acuerdo con las autoridades, se involucran para limpiar un área verde, o el programa de recuperación

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de espacios públicos mediante la realización de grafiti en donde el graffiti, como medio de expresión surgido de manera alternativa en los barrios marginales se convierte en una estrategia para la recuperación de los espacios públicos reconocida y apoyada desde las autoridades de gobierno.

Esta misma ambivalencia (o indistinción) entre lo público y lo privado que es propia de los barrios populares es retomada en el diseño de los espacios públicos actuales, en los cuales prevalece el principio del espacio compartido es decir la no distinción entre los espacios para vehículos y los espacios para el peatón, lo que remite una vez más a los criterios constitutivos de las colonias populares en las cuales por efecto de las carencia y la falta de planeación las banquetas no existen durante muchos años y por lo tanto la calle es un lugar en donde todo tipo de vehículos deben saber cómo coexistir en condi-ciones de seguridad para todos, lo mismo transita un peatón, un niño corriendo detrás de su pelota o con su triciclo, una bicicleta que una carriola o una carretilla que transporta fierros de desechos a un lado de un camión de redilas de grandes dimensiones o un taxi y un pesero. En las calles de las colonias populares todos estos vehículos transitan sin tener espacios exclusivos en forma de desniveles o carriles reservados, por lo que se deben mutuamente una actitud de atención y cuidado mutuo si no quiere atropellar o ser atropellados. Justamente esta misma actitud de cuidado mutuo para compartir el espacio está a la base de los diseños recientes de place making que se practica hoy en día en la ciudad de México y en muchas otras ciudades sobre la base de un planteamiento cono-cido como espacio compartido cuyo inventor e impulsor es un ingeniero de transito ho-landés (fotos). En suma, el urbanismo popular surgido como un fenómeno marginal y por algunos considerado hasta como aberrante, como algo que se tenía que contrarrestar a como diera lugar, no sólo ha crecido y se ha consolidado, sino que ha permeado con su lógica otros tipos de espacios. Por lo tanto, si se quiere entender el orden metropolitano propio de la ciudad de México, es decir el conjunto de las reglas y reglamentos - formales e informales - que organizan la convivencia en el espacio, no se puede soslayar al urba-nismo popular como uno de los principales factores estructurantes de ese orden urbano.

Segunda razón: el urbanismo popular es un hecho social colectivo La segunda razón para considerar a los barrios populares como parte del patrimonio urbano colectivo reposa en que el urbanismo informal es un hecho social de gran enver-gadura y por lo tanto expresa al mismo tiempo una forma de organización social y una forma de ver el mundo y de estar en el mundo, veremos de qué manera.

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En cuanto hecho social colectivo, responde a ciertas pautas recurrentes y repetitivas y por lo tanto está muy lejos de ser un fenómeno casual o “espontaneo”, sino todo lo contrario. Su carácter masivo, en el cual participaron millones de personas a lo largo de varias décadas (baste recordar que entre 1940 y 1980 la ciudad de México creció de poco más de un millón a 8 millones de habitantes) nos dice que se trata de un fenómeno socio cultural colectivo que responde a una lógica social, y como otros hechos sociales está vinculado al conjunto de la sociedad de la cual emana. Al ser una expresión esencial de la sociedad en la que se producen, los territorios periféricos podrán están al margen en términos geográficos, pero no están al margen de la sociedad ni de sus instituciones, aunque entretengan una relación compleja y contradictoria con éstas.

Baste recordar al respecto que desde hace varias décadas las colonias populares han sido objeto de diversos intentos de control, encauzamiento y regularización en los cuales lo que está en juego es la relación política de las autoridades con sus pobladores. Estos habitantes son reconocidos en su derecho a tener un techo y un patrimonio heredable. Pero son reconocidos más aun dentro de una relación de tipo clientelar, como votantes a los cuales pedir que cambien por su voto los servicios y apoyos recibidos en el trans-curso del largo proceso de urbanización de los barrios. Desde la época de las llamadas “colonias proletarias” surgidas a partir de los años treinta del siglo pasado, el intento del gobierno por encauzar y normar el fenómeno del urbanismo popular ha estado presente. La interlocución con los pobladores fue planteada desde ese entonces como un hecho colectivo dentro del marco del estado corporativo, en el cual el reconocimiento como po-bladores individuales era imposible y tenía que pasar a la fuerza por las Asociaciones pro mejoramiento (Azuela – Cruz Rodríguez 1989). En otras palabras, coherentemente con la estructura corporativa del estado mexicano, desde sus orígenes los pobladores fueron tratados como grupos de habitantes y sus derechos no fueron reconocidos en términos individuales.

El que se trate de un fenómeno social implica que el proceso de construcción de los ba-rrios periféricos no tiene casi nada de casual o de espontaneo – como se escucha decir a veces por ejemplo cuando se evoca la imagen de los pobladores como “paracaidistas” es decir personas que aterrizaron en un lugar por azar, sin poder determinar exactamen-te su ubicación - sino que se trata de un fenómeno que responde a patrones repetitivos que a su vez remiten a necesidades colectivas de grandes masas de población, que se encontraban empujadas por las mismas fuerzas sociales hacia las mismas soluciones. A este respecto, la imagen menos adecuada para describir el poblamiento popular es justo la de los paracaidistas. Mientras que estos no pueden prever donde van a ir a parar, en el caso de los pobladores populares su llegada masiva en ciertos días a cierto predios situados en cierta localidad, no era nunca el resultado del azar y no sucedía de manera espontánea o casual, sino que era posible sólo después de un proceso de organización

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que involucraba a centenares de familias y no hubiera podido llevarse a cabo si organi-zación y sin liderazgos efectivo y una estructura de organización vertical, especialmente en una época en la que no había teléfonos celulares ni otras formas de comunicación rápida como para improvisar la llegada de centenares de familias a una misma zona. El caso tal vez más importante de esta manera de asentarse es el de la zona de los pedregales de Santo Domingo en Coyoacán. Se trata de familias organizadas a las que los líderes enviaban a ciertos predios sobre la base de una noción bastante clara de lo que se encontrarían y en algunos casos con la anuencia de los dueños de los predios. La invasión de predios previamente visualizados es uno de estos patrones recurrente que implicaba un conjunto de arreglos previos a la invasión con diversas instancias de la autoridad local. Otro patrón recurrente que todavía se practica hoy en día, aunque ya de manera muy escasa, es el de la compra de lotes sin fraccionar o fraccionados de manera irregular en terrenos que no estaban destinados a ser urbanizados, como en el caso muy sonado de ciudad Nezahualcoyotl y que luego se ha reproducido en otros municipios del oriente cada vez más alejados.

En cuanto remite a cierta forma de organización social, el urbanismo popular (e in-formal) nos habla de nuestra relación con las reglas, con la autoridad y con el orden. Nos muestra como el establecimiento de relaciones de compraventa al margen de la legalidad es un hecho masivo basado en supuestos normativos que por lo menos en parte no coinciden con los supuestos legales, mostrándonos de este modo el carácter generalizado de lo que Antonio Azuela denomina la “actualización del derecho”: el hecho de que las leyes existen de formas distintas según el uso que se hace de ellas. Además, la manera de poner en prácticas las reglas es una forma de construir mundos en los cuales lo formal y lo informal, lo legal y lo legal no están tan rígidamente separados sino que su relación es más compleja que la de una simple y llana dicotomía. Si pensamos que los asentamientos del urbanismo popular son hoy en día la ciudad que tenemos, tenemos que reconocer que lo irregular o lo informal “forman parte constitutiva del orden urbano y del modo de gobernar la ciudad” (Connolly, 2013: 542). Por lo tanto, lo formal y lo informal tienen que ser estudiados como conceptos relacionales e históricos, no como esencias que es posible definir de manera tajante. En ese sentido un elemento constante del urbanismo popular es la manipulación de las reglas formales con base en los arreglos posible entre los diversos actores en el juego basados a su vez en la confianza y en el hábitus. De este modo el urbanismo popular es un fenómeno basado en la irregularidad ante la ley, pero no en un estado de ausencia de la ley, todo lo contrario. El horizonte del derecho como hecho social y jurídico está presente en todas las transacciones que se hacen para la compraventa de los terrenos, en las cuales se considera que un simple papel escrito y firmado, entre dos personas, mientras las firmas no sean falsas, tiene un valor legal. Y por lo tanto lo que puede parecer un simple papel sin valor legal (porque no ha sido revisado por un notario ni lleva algún sello oficial que pueda avalarlo) es más que

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suficiente para establecer una relación de derecho entre un comprador y un vendedor. Pensemos en los millones de transacciones de este tenor que han sido realizadas para la adquisición de un lote de tierra al margen de la legalidad pero no afuera de todo marco jurídico, y veremos que existen en todas ellas un ingrediente fundamental que no ha sido estudiado como se debería. Este ingrediente se llama confianza. Puede no haber legalidad pero sí hay confianza entre quienes estipulan los acuerdos. La presencia de la confianza en situaciones en las cuales hay una dosis fuerte de incertidumbre nos remite al tejido de relaciones que existe entre los actores involucrados, a las valoraciones que los actores hacen de la situación y de su circunstancia, a su hábitus como diría Bourdieu, es decir a su lectura – razonada y razonable - de la situación, una capacidad de lectura que es resultado de nuestra cultura y nos hace actuar de una forma aceptablemente ajustada a la realidad de las circunstancias. De allí que los barrios periféricos sean el resultado de esta cultura y de esta relación con las reglas como parte fundamental del patrimonio urbano.

Tercera razón: los barrios periféricos son una forma de estar en el mundo En cuanto hecho cultural que expresa el orden propio de una sociedad, el urbanismo informal nos remite también a una manera específica de concebir la relación con el espa-cio y la producción del mundo humanizado. En efecto al origen de los barrios periféricos está el esfuerzo colectivo por producir un mundo con base en una cierta cultura o mezcla de culturas, algunas procedentes del ámbito rural y otras no, generando poco a poco un espacio ordenado, cuyo orden no es él de la ciudad moderna, sin embargo merece igualmente ser definido como un orden socio espacial peculiar que además, como vimos antes, es el que predomina en el contexto de nuestra metrópoli.

De las muchas maneras en que los seres humanos habitan el planeta, la que consiste en ir a fincar en un terreno que dista muchos kilómetros de la ciudad y que se encuentra en condiciones de irregularidad y de peligrosidad en cuanto a sus características geomor-fológicas no tiene por qué ser considerada como la más normal. ¿Qué es lo que mueve millones de pobladores para ir a establecerse en lugares tan alejados? Por supuesto está la necesidad y la estructura del mercado del suelo que no les permite adquirir otro tipo de vivienda en otra ubicación. Pero existe también en el fondo de la colonización popular del espacio una suerte de inquebrantable confianza en el progreso de la urbanización, ade-más de algunas nociones compartidas entorno a la construcción de un mundo común. Se trata de producir un barrio, mediante un proceso de construcción permanente, en el cual la edificación del espacio va de la mano de la creación de un tejido de redes de relacio-nes extremadamente densas y capilares, capaces de renovarse y de generar y regenerar un cierto orden socio-espacial, y con éste también una definición del ámbito local y un

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sentido de pertenencia al territorio, una cierta idea del “nosotros” que no siempre está presente en otros tipos de espacios pero que ha sido colectivamente producida en el caso de mucho barrios periféricos de autoconstrucción.

Mientras que la ciudad contemporánea tiende cada vez más a organizarse en torno al desempeño de una sola función y a partir de una lógica fragmentada y defensiva, la ciudad informal popular que surge de los procesos de autoconstrucción suele ser la más heterogénea en cuanto a la procedencia y las características de sus habitantes, y suele presentar en sus espacios una flexibilidad y una mezcla de funciones - residenciales, comerciales, recreativas, productivas – que la convierten en un tipo de orden urbano ca-paz de evolucionar y adaptarse al cambio, siempre y cuando su localización no sea muy alejada y su proceso de consolidación haya podido realizarse de manera razonablemen-te exitosa. No sucede lo mismo en otros contextos urbanos los cuales tienden cumplir un ciclo y a deteriorarse de manera casi irreparable, como es el caso de los grandes conjuntos de vivienda masiva de interés social. En cambio, el urbanismo popular se de-fine como “progresivo” justamente por esta capacidad de mejora y de progreso que lleva implícita en su lógica constitutiva. A este respecto dos autores que vale la pena recordar aquí por sus estudios sobre el valle de Chalco Lindon y Hiernaux hablan de los idearios de progreso de los pobladores del oriente del área metropolitana. Con este término se refieren al impulso por ir a colonizar, considerando que el asentamiento en un nuevo territorio no es sólo una manera de hacer un hogar, sino una oportunidad de emprender un negocio - generalmente una tiendita u otra actividad comercial en la propia vivienda. Esta oportunidad micro-empresarial existe justamente porque el espacio es nuevo y por lo tanto necesita de muchos pequeños negocios para llegar a ser una ciudad.

Estas características lo convierten en un tipo de contexto urbano en el cual la calle es usado por una gran variedad de actores capaces de coexistir de manera pacífica sobre la base de una actitud a la negociación de los usos y de los tiempos de uso del espacio, ya sea de manera compartida o alternado ciertos usos en ciertos tiempos y otros usos en otros momentos de día. En los días cotidianos la calle es usada como espacio de tránsito, de trabajo y de estar entre los que se conocen como gente de la cuadra. Y en los días de fiesta es usada como espacio de encuentro, ya sea en ocasión de celebra-ciones religiosas, ferias o fiestas familiares que se abren a los vecinos, de retas de futbol o de basquetbol, que permiten el encuentro con otros de la zona o de zonas limítrofes. Los predios particulares sirven no sólo como espacios residenciales sino como almace-nes, talleres o laboratorios para la producción de diversos productos. Funcionan también como espacios semi-abiertos y semipermeables en donde un cliente puede entrar y encontrarse en un lugar que no es del todo público, pero no es tampoco la parte más íntima de la casa, la que queda reservada a sus habitantes. De manera análoga el espa-cio al interior de los predios revela la complejidad del desarrollo familiar y los arreglos y tiempos distintos que han hecho posible que diversas generaciones se desenvuelvan en

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su interior no sólo habitando el espacio sino acondicionándolo para diversas actividades laborales.

En estos barrios además desde su fundación las mujeres tienen derecho a estar – distin-to a lo que sucede en otros tipos de espacios públicos - porque de lo que se trata es de construir el barrio para la familia. Espacios donde la conjunción de necesidades primarias que tienen que ser resueltas de forma colectiva y la no separación tajante entre los espa-cios público, privado y doméstico, propicia una situación en la cual las mujeres no están recluidas en sus casas (las cuales en los primeros años son sólo pequeños refugios) sino que se ven proyectadas casi automáticamente al espacio social ya sea en forma de la participación en las movilizaciones para conseguir los servicios, ya sea simplemente en la forma de una frecuentación cotidiana del espacio común y colectivo en el cual se tejen una gran cantidad de redes de apoyo. Estas redes sociales, junto con el proceso de acondicionamiento del espacio tanto familiar como barrial, son las que definen la confor-mación de un territorio y de un sentido de pertenencia al territorio, como pilares básicos de la estructura social urbana.

Conclusión: los barrios perifericos y la memoria local urbanaEn suma, desde su proceso de fundación y mediante el conjunto de estas actividades de apropiación colectiva del espacio, en los barrios populares periféricos se lleva a cabo un proceso socio-espacial fundamental que consiste en la producción misma de la localidad. Es el fenómeno mediante el cual los seres humanos delimitan el territorio propio dentro de lo que consideran como el mundo conocido. En todas las culturas ciertos rituales, fiestas o peregrinaciones cumplen con esta función fundamental que es la de definir lo lo-cal como ámbito de lo propio, el espacio al que se pertenece. Se trata de una dimensión de la existencia que no es estable, ni es fijada de una vez por todas. En cambio, es una realidad que como nota Appadurai es bastante frágil y constantemente sometida al riesgo de la desaparición o de la redefinición. Este fenómeno de producción de la localidad y de la dimensión local como de un ámbito cargado de significados compartidos se lleva a cabo de manera especialmente efectiva y elocuente en los barrios periféricos populares. Primero hay que fundar la colonia, después de fundarla hay que delimitarla y cuando se empieza a luchar por los servicios es cuando se produce una ulterior definición de hasta dónde vamos a llevar la corriente o el drenaje, es decir hasta donde llega “nuestro espa-cio”. Esta noción colectiva de lo local que es tan frágil, en el caso del urbanismo popular es continuamente producida y reproducida, creada y recreada mediante todas estas prácticas de apropiación y este tejido denso de relaciones. Cuando se pregunta – como lo hicimos hace algunos años en diversas colonias populares de la metrópoli (Duhau y

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Giglia 2008) – si la colonia es céntrica y bien comunicada, un porcentaje alto de habitan-tes contesta que sí, después de todo lo que pasó para llegar a ser lo que es, la colonia es céntrica. Una respuesta que es también una manera de decir que la colonia (el barrio) se ha vuelto un centro para sus habitantes. Se trata en suma de uno de los contextos urbanos en donde más fuertemente se produce y se reproduce el sentido de pertenencia y el arraigo local y su puesta en relación con otros mundos, si es cierto que lo local solo es definible en relación con un conjunto de otros espacios en la metrópoli.

Considero que estas razones, a las que seguramente se podrán añadir otras, son más que suficientes para considerar a los barrios populares como patrimonio de la huma-nidad. Me atrevo a sostener que tendríamos que repartir del urbanismo popular si se quiere repensar la habitabilidad de la ciudad. En otros términos, repartir de un uso flexible y compartido de los espacios urbanos en oposición a las tendencias hacia la pri-vatización y separación de los espacios. Repartir de los usos intensivos de la calle como espacio donde transitar a pie, y del vecindario como espacio donde se pueden resolver las necesidades básicas de la vida cotidiana sin tener que desplazarse en un vehículo privado. Repartir de la pluralidad de funciones del espacio urbano y de la capacidad para negociar los usos compartidos y los usos exclusivos a lo largo del espacio y del tiempo de la metrópoli. Repartir también de los barrios como lugares de sociabilidad y de memo-ria colectiva sin las cuales no puede haber ciudad.

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Hacer ciudad es darle voz al espacio públicoRozana MontielRozana Montiel | Estudio de Arquitectura

Hacer ciudad depende mucho de nuestra voluntad de darle voz al espacio público. El mayor reto que tenemos como arquitectos es aprender a diseñar con la comunidad y no sólo para la comunidad. En mi experiencia, el patrimonio intangible que hay que rescatar en la periferia urbana son las prácticas sociales del espacio público. Un espacio público activo es la clave para hacer ciudad.

Hablaré de cuatro de mis proyectos para ilustrar esta idea. Dos de ellos fueron comisio-nados desde la institución y otros dos se hicieron desde la comunidad. Los cuatro tienen en común la problematización del rol y función del arquitecto.

Xalpa

Las imágenes que ven aquí son de la Unidad Habitacional Xalpa, en la zona periférica de CDMX, en Azcapotzalco.

Las rejas, muros y barreras son la constante más conspicua que he descubierto en mi trabajo de investigación con unidades habitacionales. Desde la perspectiva del diseño puro está claro que los enrejados fragmentan las áreas comunes, interrumpen los flujos del espacio público, degeneran en espacios subutilizados y abandonados, y sin embar-go, son la inercia más fuerte en el contexto de la vivienda social.

Fue todo un proceso descubrir que estas rejas, en realidad, son la esperanza en la rehabilitación del espacio público. Digo esperanza porque, en su forma más cruda, las barreras son un intento desesperado de apropiación del espacio público: los residentes ponen rejas en su declaración de civilidad. El espacio público no son sólo áreas comunes marginales entre edificios; se construye con prácticas cívicas cotidianas al centro de una comunidad. A falta del hábito de la convivencia pública, los habitantes colocan rejas y letreros para demarcar líneas de respeto.

En las intervenciones que realizamos en Xalpa logramos que los habitantes voluntaria-mente renunciaran al 90% de los enrejados que habían colocado a lo largo de los años. Sin duda ese fue el logro más grande, pero no hubiera sido posible si, como arquitectos y

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diseñadores, no hubiéramos respetado primero la razón de ser de dichas barreras. La sec-torización de la unidad era una estrategia de habitabilidad implementada por los vecinos. Las rejas administraban su seguridad, circulación, interacción, y áreas comunes. En lugar de combatir las barreras trabajamos con ellas para entender las historias que habría detrás de ellas.

La labor de mi despacho fue, primero que nada, escuchar las necesidades de los habi-tantes, observar y entender su logística y problemáticas, y después idear herramientas de diseño que facilitaran la organización comunitaria y pusieran la satisfacción de sus necesidades en un primer plano.

Llevo más de 10 años diseñando e implementando metodológicamente lo que llamo situacciones. Se trata de acciones urbanas diseñadas específicamente para un espacio que con bajísimo presupuesto ayudan a la gente a converger en comunidad. La clave de cualquier situacción está en ayudarle a la gente a cambiar radicalmente su percepción del espacio, o en permitirle reapropiarse imaginativamente del mismo.

En Xalpa, implementamos en un espacio subutilizado una lona con la leyenda USARÍA ESTE ESPACIO PARA… y pusimos marcadores negros para que la gente nos diera su respuesta. Ese evento generó expectativa y consenso, pero más importante aún, le permitió visualizar sus necesidades.

La constante fue ver un deseo general de áreas recreativas que permitieran la conviven-cia adecuada de los diferentes segmentos de la población. A menudo veíamos toldos improvisados para extender el espacio público hacia las áreas comunes, con motivo de fiestas y reuniones.

Seguimos esa veta y nuestra estrategia de diseño principal fue transformar la vertical por la horizontal; cambiar las barreras por techos que “empacan” mucho programa, atractivo para diferentes segmentos de edad a lo largo de todo el día. Con materiales sencillos re-significamos el espacio. Así, el espacio privado se convirtió en una extensión del espacio público.

“El Saloncito”

Un encuentro afortunado en Xalpa fue el de una covacha de lámina que ya era empleada como cobertizo por algunos de los residentes para dar clases de regularización escolar, un club de tejido etc. A pesar de las goteras, el sotechado había mantenido vivo un nú-cleo de actividades comunitarias que valía la pena rescatar. Reemplazamos la covacha

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por un saloncito cálido e iluminado que ampliara el potencial de esa iniciativa, como sala de lectura y biblioteca. Conseguimos que el Fondo de Cultura Económica (FCE) donara una colección de libros infantiles para echarlo a andar. Muy pronto ese espacio, en con-junción con el techo del área común, se convirtió en un pequeño centro cultural comuni-tario al interior de la unidad habitacional.

Nuevamente, el logro más importante a nivel de diseño fue el efecto poderosísimo que esta intervención tuvo en la gente: los vecinos vieron con claridad la razón de cuidar su espacio. Las mujeres se levantan temprano a barrer, algunos vecinos han organizado sesiones de cine al aire libre. Los niños llegan a jugar a una hora y los jóvenes a hacer ejercicio a otra, mientras que los adultos mayores se reúnen en diferentes clubes por la mañana.

Creamos un espacio auténticamente sustentable porque reaprovechamos lo que ya había. Vimos la brasa y avivamos la flama. Sin la disposición de la gente no hay espacio que se sostenga. Lo que hicimos fue “darle su lugar” a un interés preexistente en la comunidad. Al volver habitable y cálido un espacio previo, reconocimos, junto con la comunidad, su propia valía, y los habitantes se volcaron con orgullo en el cuidado y en el mantenimiento del espacio.

Ninguna cantidad de demoliciones, restauraciones o nuevas tecnologías puede restituirle energía y viabilidad a un espacio si antes no rescata la voluntad social preexistente. Para ello hay que escuchar al azar e investigar a fondo el tipo de carácter que tiene cada espa-cio, yendo al sitio muchas veces, si es necesario. Los espacios con tipologías peculiares como el de esta covacha suelen resolverse catastróficamente a nivel de diseño cuando sólo se estudian a partir de planos y alzamientos en la oficina o desde Google Earth.

Así que mis primeras observaciones para repensar los mecanismos de gestión urba-na son:

1. No pelear con las barreras, sino trabajar con ellas para permitirle hablar al espacio público.

2. Reutilizar lo que hay, escuchar el azar, y estudiar el carácter del sitio

Cancha, Veracruz

Cancha fue la rehabilitación de un espacio público para una unidad habitacional de apro-ximadamente 25,000 habitantes, ubicada a las afueras del puerto de Veracruz. La unidad cuenta con numerosos espacios abiertos que nunca fueron pensados como espacio público y se convirtieron en espacios residuales.

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Uno de estos espacios disponía de una cancha que permanecía en desuso por no estar protegida del sol, la lluvia y las altas temperaturas propias del sitio. El objetivo del pro-yecto fue introducir una cubierta habitable para reactivar la cancha y su entorno.

La falta de equipamiento urbano hizo necesario pensar la cubierta de la cancha como algo más que un techo. Se diseñó una cubierta multiusos a manera de pórtico, cuyo programa quedó inserto en los entre-espacios de las columnas. Incluye miradores, áreas de juego, biblioteca, salón de usos múltiples, baños y, a manera de mobiliario, gradas, hamacas y columpios que le dan nuevos usos a la estructura. También se integró un gimnasio al aire libre, foro y amoblamiento en un ágora frontal que permite el uso diurno y nocturno del espacio. La incorporación de vegetación local recuperó la sombra como elemento vital en este espacio público de clima cálido y creo un hábitat distinto en el paisaje habitacional.

El resultado ha sido un modelo estructural replicable que responde al uso deportivo, pero también a usos alternos: recreativo, educativo, religioso y contemplativo. La cancha es un lugar de encuentro e interacción entre vecinos para usos diversos que funciona como centro comunitario.

Los niños que antes vagaban solos, sin lugar a donde ir, por la unidad habitacional fue-ron los primeros en hacer suya la cancha, jugando futbol, basquetbol, yo-yo, ocupando la sala de lectura. Cuando les preguntamos qué les gustaba del sitio su respuesta fue unánime “Al fin hay un lugar dónde estar”.

En este caso, la estrategia de diseño convenció al desarrollador de que la cancha era más que un techo, un espacio con enorme potencial, sobre el que se podía apoyar el éxito de su desarrollo urbano. Como consecuencia, tomó la iniciativa de invitar al biólogo que estudiaba la reserva ecológica circundante para que en un salón de la cancha impartiera a la comunidad un mayor conocimiento sobre las propiedades medicinales de las plantas locales.

La semilla para lograr una transformación ambiental progresiva la sembró el diseño de un lugar con una atmósfera ambientalmente congruente que potencia la interacción social entre los habitantes. En un plano más simbólico, la cancha es un andamiaje que reconstruye el tejido social y, por consecuencia, la relación de la comunidad con su entorno.

Mis observaciones para encontrar nuevas estrategias de planeación institucional en materia urbano-ambiental son las siguientes:

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1. Un espacio ambientalmente congruente genera conciencia ambiental por sí solo.2. Resignificar materiales sencillos puede crear un sentido de pertenencia al lugar.

Miravalle

A través del programa de investigación urbanXchanger en colaboración con el despacho SMAQ de Berlin, Claudia Rodriguez y Daniel Jaramillo contactamos a la comunidad de Miravalle en la Ciudad de México. Miravalle está en la periferia este de la ciudad, al pie del Volcán de Guadalupe. La comunidad tiene acceso a la red centralizada de distribu-ción de agua una vez a la semana. La gente almacena el agua en botes y tanques; y la compra el agua de pipas porque el agua embotellada de marcas comerciales es muy cara. A pesar de la escasez, no existe en la comunidad una cultura de reciclaje, cosecha de agua de lluvia o infraestructura para la infiltración de la misma.

Lo primero que llamó nuestra atención es que, aunque la comunidad vive en las faldas del volcán de Guadalupe, la gente le había dado completamente la espalda al mundo natural circundante. Así que nuestro primer paso fue organizar una SITUACCIÓN que convocó a la comunidad de Miravalle a hacer una caminata a la cumbre del volcán. La acción urbana fue contundente: por primera vez —relataron los líderes comunitarios—miraron su hogar desde la perspectiva del volcán y nos dieron las gracias por devolverle el valle y la mirada a Miravalle. La caminata al volcán fue el punto de partida para el redescubrimiento de la comunidad pero también para encontrar soluciones creativas al problema del agua. El cambio empezó con un cambio de percepción.

Junto con la comunidad nos dimos cuenta de un domo subutilizado que techaba un área pública flanqueada por un comedor comunitario, un centro de salud y una biblioteca. Por medio de una intervención de bajo costo, reciclamos el domo como una estructura para recolectar agua de lluvia. El domo fue diseñado con una disposición pedagógica que demuestra el proceso de filtración por el cual se abastece de agua potable al comedor comunitario, a la vez que invita al público en general a pedalear en una bicimáquina para bombear el líquido a una toma de agua potable pública.

El impacto social de esta intervención se resume en los siguientes puntos:

1. Descentraliza el abastecimiento de agua.2. Sienta un precedente comunitario en el uso sustentable del agua.3. El domo es una estructura pedagógica operada por la comunidad, que podría deto-

nar la integración del reciclaje y cosecha de agua de lluvia a la cultura vernácula de construcción en el ámbito doméstico.

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4. Es un hito público visible que, simbólicamente, representa poder de conciencia y autogestión, así como soluciones autónomas sustentables en la comunidad de Miravalle.

5. Por último, combate el sentimiento de impotencia generalizado de que el agua “te llega” a la casa; le devuelve a la gente responsabilidad y control sobre el manejo del agua como recurso local.

De esta intervención derivó otro proyecto que actualmente se exhibe en el Arsenal de la Bienal de Venecia. Walk the Line es un proyecto colaborativo hecho en conjunción con Tatiana Bilbao, Derek Dellekamp y Alejandro Hernández, que tiene como objetivo reportar en el frente de la bienal los avances hechos en la comunidad de Miravalle para construir un camino que atravesará el Parque Corrales. El proyecto real costará aproxi-madamente lo mismo que su exhibición en Venecia. El camino de 360 metros de largo servirá para iluminar y rehabilitar un área que se ha convertido en foco de delincuencia, mejorará la seguridad, comunicación y circulación en el barrio, y reactivará un espacio público potencialmente recreativo. De esta manera, como arquitectos podremos mostrar lo que realmente implica “andar nuestras propias palabras”, o como se dice en inglés, lo que es walk the talk.

Nuevamente, para detonar la respuesta de la comunidad, convocamos a una situacción que le permitió a la gente trazar con cal la guía del camino, y otra en la que simbólicamente todos sujetaron un cable con luces a lo largo del parque y lo levantaron en alto por unos momentos. La vista fue espectacular, y apabullante la participación, porque incluso los sec-tores marginales de la comunidad, los que se veían como parte de ese foco de violencia, por encontrarse alcoholizados o en estado de estupefacción frecuente, se integraron jovial-mente a la línea de luz y colaboraron solidariamente con la comunidad para este evento.

Mis observaciones respecto a la interacción ciudadana que da derecho a la ciudad son:

1. El cambio empieza con un cambio de percepción: lo sutil es la piedra de toque para construir una conciencia radical.

2. La integración social se logra a partir de proyectos públicos que verdaderamente son significativos para todos.

Conclusión

El arquitecto inevitablemente funge como una figura mediadora entre institución y comu-nidad. Este es un trabajo para el que, quizás, profesionalmente no se nos ha preparado. Los obstáculos con los que nos hemos enfrentado provienen de ambos frentes, el institu-cional y el comunitario, top-down y bottom-up.

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A veces los vacíos y absurdos legales dejan en el limbo proyectos comunitarios, en otras, se vuelve difícil la transmisibilidad de las herramientas de diseño con las que podemos contribuir a una comunidad. La creencia general es que el diseño es superfluo e innecesario en lugar de pensarlo como parte integral de la función que desempeña en el mejoramiento de la calidad de vida. Trabajar con comunidad también rompe con la lógica económica de la autoría arquitectónica; al final del día, el diseño no es algo que un arquitecto se pueda adjudicar fácilmente. De este proceso surgen dos preguntas:

1. ¿Cómo podemos hacer evidente, como dice el artista Theaster Gates, que la belle-za no es un lujo sino un servicio básico?

2. ¿Es necesario cambiar el énfasis del arquitecto-autor al arquitecto-facilitador para poder trabajar con comunidad?

Nuestro trabajo como arquitectos o urbanistas es lograr que el espacio público hable por sí mismo, darle voz a la comunidad para la que diseñamos. No imponemos soluciones las descubrimos junto con la gente para la cual trabajamos.

Trabajando con comunidades urbanas periféricas puedo aseverar que el patrimonio intangible más valioso ocurre día a día en el espacio público. Las prácticas sociales de los espacios públicos son los que verdaderamente mantienen viva a la ciudad. Crear espacios públicos activos es la pieza clave de la sustentabilidad.

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Nuevas geografías: periferia y metrópoli en la globalizaciónRoberta NicchiaGrupo de Investigación en Planificación Urbana y Regional, Universidad de Trento

Introducción

Según los datos de Naciones Unidas, la población mundial en el 1950 era solamente 30% urbana. Éste porcentaje subió hasta llegar a 54% en el 2014. Estos datos nos indican que en los últimos 60 años hubo un proceso de urbanización masivo a escala mundial que, según las proyecciones de las Naciones Unidas, seguirá aumentando. Este proceso de urbanización afecta principalmente las ciudades de Asia, América Latina y África, mientras en otras partes del mundo parece haberse estabilizado.

El fenómeno más sorprendente de este crecimiento acelerado es la formación de nuevas estructuras post-urbanas, que superan el concepto de ciudad que se ha utilizado a lo largo del siglo XX. Las megalópolis y las “mega city regions” son grandes aglomeraciones urbanas, con una población que supera los 10 millones de personas. En 1950 sólo había dos grandes ciudades: Londres y Nueva York. En 1975 se unieron la Ciudad de México y Shanghái. Hoy en día hay más de 50, en su mayoría localizadas en los países del Tercer Mundo

Dentro de este marco, la presente contribución al tema del Foro “La periferia como patri-monio cultural urbano” se ha estructurado básicamente en tres puntos:

a) enmarcar la cuestión “periferia y metrópolis” dentro de los principales procesos de urbanización que se están llevando a cabo hoy en día a escala global;b) análisis breve de los principales efectos de estos procesos de urbanización en los sistemas urbanos locales, yc) proponer algunos puntos de discusión relativamente a lo que los técnicos, en cuanto depositarios de un conocimiento experto, podrían hacer.

Teoría de la divergencia y teoría de la modernizaciónQuisiera iniciar mi discurso abordando dos teorías económicas que, según algunos aca-démicos, explican los actuales procesos de urbanización a escala global.

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La “teoría de la divergencia” sugiere que, hasta la Revolución Industrial, todos los pueblos que habitaban la tierra estaban atrapados en la “trampa malthusiana”: o sea básicamente en una economía de subsistencia, en la que cíclicamente innovaciones tecnológicas producían el crecimiento de la población y del ingreso per cápita hasta un pico, después de lo cual se producía una disminución en los ingresos per cápita hasta que un nuevo avance tecnológico produjera otro aumento de la población y así sucesiva-mente. La Revolución Industrial se identifica como un momento decisivo para el destino de la humanidad en relación con el desarrollo socio-económico: los países colonizado-res, procesadores de materias primas, industriales, empiezan a enriquecerse cada vez más a expensas de sus colonias, países productores de materias primas, principalmente basados en una economía agrícola. De esta forma se explica la “divergencia” de la Revo-lución Industrial entre los países del Primer y el Tercer Mundo.

La segunda teoría es la “teoría de la modernización”, que postulaba que los países del Tercer Mundo tenían economías menos desarrolladas, pero podría potencialmente alcanzar el mismo nivel que el mundo occidental. El “Rostovian take-off model” (también llamado “etapas de crecimiento de Rostow “) es una de las principales contribuciones a esta “teoría de la modernización”. Se basa en la idea de que el camino hacia la moder-nización económica es el mismo para cada país y se compone de cinco etapas bási-cas. Según Rostow, los países pasan por cada una de estas etapas de forma lineal, a partir de una condición en la que la estructura del Estado está dominada por la llamada “sociedad tradicional”, donde la mayor parte de la población está involucrada en el sector primario, principalmente agricultura de subsistencia. Esta primera etapa es seguida por un crecimiento masivo de la industrialización, la cual es reemplazada posteriormente por las actividades terciarias en un contexto dominado por una economía integrada y basada en vínculos de interdependencia (Rostow, 1960).

Con referencia a la “teoría de la modernización”, la mayoría de los países del Tercer Mundo se consideraban, a principios de la década de 1950, todavía en el inicio de la mo-dernización y su crecimiento económico se habría producido siguiendo el mismo camino de desarrollo que los países occidentales. El sector moderno habría reemplazado progre-sivamente el sector tradicional, y lo mismo habría ocurrido con una economía monetaria en sustitución de la economía de subsistencia.

La industrialización y la urbanización son dos elementos importantes de esta concepción del proceso de “modernización”: las naciones del Tercer Mundo, en el inicio de la moder-nización, tenían que concentrar las inversiones - y por tanto población - en una o unas pocas ciudades grandes, los llamados “polos de crecimiento” o “centros de crecimiento”. Dentro del enfoque de la modernización, la concentración urbana y el crecimiento de las megacity se consideraron como una función del desarrollo (Mera, 1973). Del mismo

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modo, la migración rural-urbana y la transferencia de mano de obra de la agricultura rural a la industria urbana fue percibido como un proceso positivo. La idea central de esta teoría es que las ciudades muy grandes ayudan a una nación a concentrar sus escasos recursos financieros de manera eficiente. En una segunda etapa del proceso de moderni-zación, la riqueza resultante de esta estrategia tendría automáticamente que extender los beneficios del desarrollo también fuera de las grandes áreas metropolitanas a través de los así definidos “trickle-down effects”, efectos en cascada. De esta manera, se hubiera invertido la polarización espacial y aliviado los efectos del inevitable “desarrollo desigual” y los desequilibrios sociales inevitables producidos por la primera fase (Wheaton and Shusido, 1981). Se esperaba una convergencia del Primer y del Tercer Mundo, de acuer-do con una perspectiva etnocéntrica, centrada en el mundo y la cultura occidental.

“Urban primacy”, “megalopolis”, “hypercities”, “mega-city regions” y “urban corridors” El fracaso de la “teoría de la modernización” es reconocido hoy en día internacional-mente. Los “trickle down effects” nunca han tenido lugar y el impacto negativo de estas teorías en los sistemas urbanos locales, y de las políticas económicas y urbanas que han descendido de ellas, es completamente visible.

En primer lugar la urbanización en Asia, África y América Latina se caracteriza por la pri-macía urbana, “urban primacy”, que ha sido definida como una condición en la que una sola ciudad domina otras ciudades dentro del sistema urbano intranational.

Este proceso de polarización permanente ha producido el fenómeno bien conocido del crecimiento de las megalópolis, con poblaciones de más de 8 millones de habitantes, y la forma aún más espectacular de las hypercities, que son el patrón más extraordinario del desarrollo urbano del siglo pasado. Con más de 20 millones de habitantes, las “hiperciu-dades” superan cualquier forma urbana conocida hasta el siglo XX y representan nuevas estructuras post-urbana (Davis, 2006).

Por otra parte, las ciudades se van fusionando entre sí y crean regiones metropolita-nas extendidas. Estas nuevas configuraciones toman la forma de mega-city regions y corredores urbanos, que son, generalmente, las partes más dinámicas de cada sistema nacional. Las “mega-city regions” son agrupaciones urbanas policéntricas rodeadas por las periferias, zonas de influencia de baja densidad. Son unidades económicas naturales que resultan del crecimiento, la convergencia y la extensión espacial de áreas metropoli-tanas y otras aglomeraciones geográficamente conectadas (UN-Hábitat, 2008). En estos nuevos patrones de urbanización, el desarrollo urbano y regional se funden. La distinción

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entre lo urbano y lo rural se ha desvanece con la expansión de las ciudades a lo largo de los corredores de transporte que rodean y engloban los pequeños centros urbanos y los pueblos, que sufren grandes transformaciones in situ. Algunos geógrafos han propuesto el concepto de “Megalópolis del Centro de México (MCM)” para describir el desarrollo contemporáneo peri-urbano en torno a la Ciudad de México (Aguilar y Ward, 2003). Estamos asistiendo a la consolidación de un sistema urbano policéntrico, donde las tasas de crecimiento de la población metropolitana son más bajas y coinciden con una mayor intensidad de circulación de mercancías, personas y capitales entre el centro de la metrópolis y su zona de influencia, con menos límites compactos entre zonas urbanas y rurales, y con una deslocalización de las actividades manufactureras hacia la periferia metropolitana y aún más allá, hacia las zonas peri-urbanas, la “zona gris” que rodea la megalópolis.

Periferia y metrópoli en la globalización

Contrariamente a las expectativas de los teóricos de la modernización, que describen las mega-ciudades como el cuna de la producción industrial moderna y de la prosperidad de la población urbana, las megalópolis contemporáneas deben hacer frente a enormes problemas a nivel local.

Las consecuencias negativas de las políticas espaciales que determinaron la concentra-ción de industrias, riqueza y casi cualquier forma de inversiones públicas en sólo uno o un pequeño número de grandes centros metropolitanos, son visibles hoy en día en casi cualquier megalópolis contemporáneas.

Las megalópolis contemporáneas se caracterizan por fenómenos de “sobreurbanización” y “dualismo urbano”. Overurbanization, generalmente se define como la tendencia para la urbanización a exceder el desarrollo económico, ya sea industrial o general. Esta pre-tende ser una condición estructural en las principales ciudades del Tercer Mundo y deno-ta saturación de los mercados laborales, oportunidades truncadas en las zonas rurales, servicios públicos sobrecargados, aislamiento de grandes segmentos de la población urbana y rural de los frutos del crecimiento económico, y retrasado crecimiento econó-mico debido a los altos costes de desarrollo urbano (Gugler 1982; Bairoch, 1988; Lipton, 1977). Estrechamente conectado con la “sobreurbanización”, el “dualismo urbano”, es la coexistencia de dos sistemas urbanos diferentes, expresión de una fuerte segregación socioespacial de la población: la ciudad formal y la ciudad informal. Estos dos sistemas se diferencian en términos de patrones de asentamiento, morfología urbana, tipologías de vivienda, procesos de construcción; estructuras de propiedad de la tierra; servicios e infraestructuras, sistemas de transporte; densidad de población; tipologías y redes de empleo distintas. La ciudad formal y la ciudad informal son dos sistemas urbanos con

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características muy diferentes, espacialmente separados dentro de las metrópolis, pero íntimamente relacionados y interdependientes (Amin, 1976).

En segundo lugar, las megalópolis contemporáneas se caracterizan por el fenómeno de la “favelizaciòn”. El informe de las Naciones Unidas del 2003 sobre los Asentamientos Humanos subraya que el enorme aumento actual de la población urbana equivale a una crisis de magnitud sin precedentes en el suministro de vivienda urbana. Todos los años, la población urbana del mundo está aumentando en alrededor de 70 millones. Todas estas personas tienen que estar provistas de vivienda, empleo y servicios urbanos. Ni los gobiernos nacionales ni el sector privado han sido capaces de satisfacer la crecien-te demanda de vivienda básica y se estima que el sector formal es capaz de cubrir no más del 20% de la necesidad de vivienda. Como consecuencia, el sector informal está proporcionando la mayor parte de nuevo empleo y de vivienda en ambientes que han llegado a ser conocido como asentamientos informales. Aquí, más de la mitad de la población en muchas ciudades y pueblos de los países en desarrollo actualmente viven y trabajan. El fenómeno es tan masivo que dentro del Tercer Mundo “favelización” se ha convertido en sinónimo de urbanización. Aproximadamente mil millones de personas, el 32% de la población urbana del mundo, vive en barrios pobres y no tienen acceso a una vivienda adecuada, agua potable o saneamiento. Barrios pobres y pobreza urbana no son sólo una manifestación de una explosión demográfica o incluso de las vastas fuerzas impersonales de la globalización. El crecimiento exponencial de la “ciudad informal” debe ser visto como el resultado de un fracaso de las políticas, de las leyes y de los sistemas de suministro de vivienda, tanto nacionales como locales (UN-Habitat, 2003).

La interacción problemática entre la actividad antrópica y el medio ambiente en las megalópolis es un problema alarmante. La expansión espontánea y acelerada de las áreas urbanas, tiene un fuerte impacto en términos de manipulación de la morfología de los territorios y esa explotación de los recursos naturales, hasta alterar definitivamente el equilibrio ecológico en un entorno mucho más amplio que el de las ciudades mismas, transformando ambientes y paisajes para distancias considerables a su alrededor (Dou-glas, 1983, 1986; Hardoy et al. 2001). Por otra parte, la falta de saneamiento, combinado con un abastecimiento de agua insalubre y la falta de higiene, afecta la salud de muchos habitantes de barrios pobres cada año. Además, la localización al azar de la población ocurre a menudo en tierras peligrosas que no fueron desarrolladas por el mercado for-mal, por no ser saludables o incluso por presentar riesgo hidrogeológico.

El último efecto negativo relacionado con el crecimiento urbano acelerado de las megaló-polis se refiere a la exclusión social y política de una parte relevante de la población. En todos los países del mundo, el acceso a la “ventaja urbana” (urban advantage), o sea a los beneficios relacionados en términos de oportunidades, empleo y servicios ofrecidos por la ciudad, está determinado por diversas organizaciones e instituciones. El problema

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en los países en desarrollo es que la mayoría de estas instituciones son débiles o disfun-cionales, exponiéndose a la influencia indebida de intereses particulares, nacionales o extranjeros. En algunas ciudades, faltan las instituciones públicas, necesarias para priori-zar los intereses de la sociedad en general, en cuyo caso los intereses privados llenan el vacío y actúan como sustitutos de las instituciones. Como resultado, hay en las mega-lópolis un gran número de personas que no se benefician plenamente de la “ventaja urbana”, no participan en la toma de decisiones y no gozan de los derechos y libertades fundamentales mientras que otros viven en lugares decentes y saludables, con pleno ejercicio de su ciudadanía. Los habitantes de barrios pobres no sólo son grupos urbanos más vulnerables, excluidos de los procesos de toma de decisiones, sino que a menudo se convierten abiertamente en “targets”. Su marginación se incrementa por el estigma social relacionado al lugar en que viven, así como por la persistencia de legislación dis-criminatoria, como las leyes contra la vagancia y contra la mendicidad, en combinación con otros métodos de interpretación sesgada de la ley penal, leyes anti-squatting, abuso de leyes anti-terroristas, nuevas estrategias de vigilancia y políticas de “cero tolerancia” (UN-Habitat, 2008).

Las ciudades intermedias

Quisiera también introducir un fenómeno relacionado con las dinámicas de urbanización a escala global: el crecimiento de las ciudades intermedias.

Según las proyecciones de las Naciones Unidas, más de mil millones de personas se desplazarán de áreas rurales a las ciudades del Tercer Mundo para el 2030. Más del 40% de este crecimiento urbano será en los centros urbanos pequeños e intermedios con población de menos de 500.000 personas. Asistimos, entonces, a una inversión del trend de polarización y a la difusión de la urbanización dentro de los sistemas urbanos nacionales.

Esto pasa por algunos procesos globales que están cambiando profundamente la orga-nización de los sistemas urbanos nacionales. La modernización de las infraestructuras de transporte y comunicaciones, la globalización y la reestructuración de las economías nacionales en la forma neoliberal y la descentralización administrativa, son solo algunos de los procesos que están fomentando el crecimiento de los centros urbanos intermedios y, al mismo tiempo, imponen la adopción de nuevos paradigmas de interpretación para ellos. La vieja jerarquización entre ciudades primarias, secundarias y terciarias, propues-ta por la “central places theory” por Christaller (1933), teoría que ha dominado a lo largo de todo el siglo XX, está superada por el paradigma de las “ciudades como nodos de sis-temas urbanos reticulares”, (città come nodi di reti) propuesta por el geógrafo De Matteis (1997), que explica mejor la nueva tendencia de los centros urbanos a organizarse en redes multidireccionales, de una manera más fluida y no jerárquica.

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Los centros urbanos intermedios están menos preparados para gestionar el rápido cre-cimiento urbano, porque – en comparación con los centros urbanos principales - tienen menos recursos financieros, menos servicios e infraestructura urbana, el nivel técnico de las oficinas de planificación urbana locales es generalmente más bajo, la capacidad administrativa insuficiente y los sistemas de recolección y gestión de datos no existen o están incompletos, casi siempre no digitalizados (UN-Habitat, 2003). Además, investiga-ciones recientes muestran que los fenómenos antes analizados con respecto al creci-miento urbano de las megalópolis (dualismo urbano, favelización, degradación ambiental, exclusión social y política), aun a escala reducida, se producen también en las ciudades intermedias y van aumentando con la progresión de la urbanización (Nicchia, 2011).

Cabe destacar que, hasta ahora, la investigación y los proyectos de desarrollo urbano se han centrado principalmente en las metrópolis, mientras que las ciudades intermedias carecen casi por completo de investigación, planificación y proyectos. Por otro lado, en estos contextos estamos, probablemente, a tiempo para experimentar formas de organi-zación socioespacial más justas, formas innovadoras de gobernanza y de participación de la sociedad civil y una relación más sostenible con la tierra y los recursos naturales.

Unas propuestas conclusivas

Después del resumen de los principales procesos de urbanización que se están llevando a cabo hoy en día a una escala global, así como de los principales efectos de estos procesos en los sistemas urbanos locales, se proponen algunos puntos de discusión y algunas propuestas de acción para los técnicos, que actúan a diferentes niveles en la planificación y gestión urbana.

Pensar globalmente y actuar localmente. Si estamos de acuerdo en que los procesos masivos y acelerados de urbanización y sus efectos en los sistemas urbanos locales son el producto de teorías (como la “teoría de la modernización”, por ejemplo) y de políticas y programas internacionales y nacionales generados por ellas, entonces las soluciones a estos problemas no pueden ser soluciones locales. Necesitamos de programas de cooperación internacional, que se enfoquen en reequilibrar el “desarrollo desigual”, como lo ha definido Samir Amin, entre las diferentes regiones del mundo. En particular, hay algunas experiencias positivas de “cooperación descentralizada para el desarrollo”, que demuestra cómo la cooperación entre administraciones locales a nivel internacional pue-de producir resultados interesantes, siempre y cuando las necesidades y las prioridades de los programas sean definidos por las comunidades locales dentro procesos de toma de decisiones inclusivos y democráticos.

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A nivel nacional, necesitamos construir sistemas urbanos más equilibrados, a través del fortalecimiento de las redes de ciudades intermedias. Esta estrategia tiene como objetivo promover el crecimiento económico junto con la equidad social y revertir la tendencia de polarización de las principales ciudades. La investigación académica empezó reciente-mente a enfocarse en este asunto. También algunas políticas se van difundiendo inter-nacionalmente, por ejemplo, el proceso de descentralización administrativa, que están transfiriendo autonomía política y administrativa a las ciudades intermedias, aunque este proceso debería ser acompañado por la transferencia necesaria de recursos financieros y capacidad técnica, sin los cuales el riesgo es la parálisis de los gobiernos locales.

A nivel urbano/local se proponen dos puntos principales en donde enfocar la atención. El primero es promover un enfoque holístico en cada transformación del entorno construido. El paradigma de la sostenibilidad y del desarrollo urbano integrado – internacionalmente reconocido como marco de referencia de las políticas y de los programas urbanos - nos impone dicho enfoque. En cada transformación del entorno construido es necesario con-siderar aspectos diferentes al mismo tiempo, como fortalecer la equidad social, valorizar el patrimonio cultural, preservar los recursos naturales, fortalecer la economía local y los procesos democráticos e inclusivos en la toma de decisiones. Lo que necesitamos es experimentar una nueva organización de la estructura administrativa y de sus proce-dimientos, y buscar nuevos instrumentos de planeación urbana que puedan superar las divisiones sectoriales que actualmente limitan la promoción del desarrollo urbano integrado. En relación a este asunto, es interesante el aporte de la Cátedra UNESCO de la Universidad de Lleida, que ha propuesto recientemente el “plan base”. Se trata de un instrumento innovador de planificación urbanística, física y estratégica, que incluye los principios y criterios del desarrollo sostenible, como el enfoque holístico para lograr el de-sarrollo urbano integrado (Llop Torné, 2010). Este instrumento ha sido propuesto dentro del Programa de trabajo CIMES “Ciudades Intermedias – Urbanización y Desarrollo”.

El segundo punto de atención a nivel urbano/local se refiere a la democracia y a la cons-trucción de procesos inclusivos. La planeación urbana no debería de ser el producto de un esfuerzo técnico, sino un complejo proceso en el que equipos integrados de técnicos, en tanto detentores de un conocimiento experto, sirven como facilitadores de una trans-formación de un entorno, fomentando la participación activa de los beneficiarios directos y de toda la comunidad. De esta forma, la construcción y la transformación de la ciudad pueden retomar su papel de proceso social que históricamente tuvieron hasta la Revolu-ción Industrial, cuando se volvieron en un asunto tecnicista y totalmente incorporado en las lógicas del mercado. Cuando el propósito de la planeación urbana está decidido por las comunidades y no por el mercado, el enfoque cambia de la ganancia económica a una racionalidad más integral, basada en la satisfacción de las necesidades básicas de las comunidades mismas. De esta manera, se vuelven centrales en la agenda urbana temas hoy en día marginales, como la desigualdad y la pobreza, la inclusión social y la

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participación en el proceso de toma de decisiones, la recalificación ambiental, asegurar viviendas dignas y servicios básicos para todos. Con referencia a este punto, la “Ley de Vivienda” del Distrito Federal y los programas de vivienda y de mejoramiento barrial fomentados por el Gobierno de la Ciudad de México representan una buena práctica de gobernanza inclusiva. Ellos reconocen y apoyan lo que está definido de una manera muy elocuente como el “Proceso de Producción Social del Hábitat”, y son el espejo de una administración que se abre a las reivindicaciones de los movimientos urbanos po-pulares y que sabe valorar el trabajo de las ONG y de los técnicos locales socialmente involucrados.

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Globalización, ciudad y periferias*Roberto Eibenschutz Exdirector General del Fondo Nacional de Habitaciones Populares y Exsecretario de Desarrollo Urbano y Vivienda en el Gobierno del Distrito Federal

Para empezar quiero agradecer la invitación de la UNESCO, particularmente de la Sra. Nu-ria Sanz y manifestar mi sorpresa de que la Organización nos invite a hablar sobre la peri-feria, ya que estamos acostumbrados a que se preocupe de los centros, y particularmente de los centros históricos, de los sitios y los monumentos, poniendo gran énfasis en sus valores estéticos y culturales tangibles e intangibles. Entonces es una sorpresa agradable ver, como nos lo expresó ella misma en su intervención, como la UNESCO está abrién-dose a esta visión mucho más amplia, mucho más compleja de lo que es el patrimonio, y es con esta visión que quisiera aproximarme a la idea de la periferia como patrimonio. El concepto de periferia, en su versión más simple de diccionario, se define como un espacio que rodea a un núcleo cualquiera, una definición terriblemente simple, ya que nos habla de un vínculo entre el núcleo y la periferia, no podemos entender la periferia sin la presencia del centro y tampoco podemos entender el centro sin la presencia de la periferia.

Son dos elementos que están íntimamente ligados, no solamente en términos físicos, geométricos, que existen y que son importantes, estos espacios físicos adaptados que corresponden a una dimensión muy concreta, pero también este espacio es el vínculo en donde se dan las relaciones entre actividades y flujos, entre espacio periférico y centro. Son espacios que están relacionados y determinados uno por el otro, lo que sucede en la periferia no podemos entenderlo si no entendemos cómo está funcionando el centro, y cuando hablo del centro en este esquema, el gran tema para el que hemos sido convo-cados es el de la periferia en la metrópoli y en la globalización. Tenemos distintas escalas de centros y de metrópolis, y la globalización está abarcando a todo el sistema mundial de ciudades, está visión única del desarrollo que pone al mer-cado como eje y a la competencia, ahora llamada competitividad, como el camino para resolver las carencias y necesidades de la población, está teniendo efectos que afectan a nuestras ciudades en sus propios territorios y el funcionamientos de estas periferias está siendo determinado no sólo por lo que pasa entre el centro y la periferia de nuestras ciudades, sino también por lo que pasa entre los grandes centros de las decisiones mun-

* Transcripción de la ponencia presentada durante el Foro “La periferia como Patrimonio Cultural Urbano.

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diales, globales y lo que pasa en estos espacios periféricos que son nuestros territorios de países subordinados y nuestras metrópolis del subdesarrollo.

Es importante tener presente este vínculo y entender que estamos hablando de algo que no se puede separar ni el centro de la periferia, ni la escala global de la local, ni la dimensión física que es la dimensión tangible, concreta cuantificable, de la dimen-sión intangible, que comprende lo social, lo cultural, y lo político; pero es importante también que hablemos de las distintas dimensiones de la periferia, no podemos hablar de la periferia como si habláramos de una dimensión única y homogénea, tendríamos que hablar de las periferias en plural como dimensiones distintas que podemos caracterizar y yo hablaría por lo menos de dos grandes dimensiones que pudiéramos identificar y que se han mencionado en la literatura, que son por una par-te lo que se denomina la rur-urbanización y por otra parte la sub-urbanización, o sea, la primera hablando del medio rural, de la vida rural, de la cultura rural que afecta al centro, y por la otra parte, la vida urbana en la gran ciudad que invade el medio rural; son dos corrientes que se dan de manera simultánea que tienen distintas manifes-taciones y que ocupan espacios, en ocasiones diferenciados, pero en ocasiones espacios comunes que se yuxtaponen y que generan periferias muy complejas, muy diversas y que podemos observar.

Se pueden citar algunos ejemplos que ilustran esta situación: Viniendo simplemente a Santa Fe podemos observar como hay espacios donde aparecen de repente barrancas donde hay zonas rurales y después grandes edificios, en fin; son mezclas de manifesta-ciones urbanas con manifestaciones rurales que tienen distintos orígenes y comparten el mismo espacio.

Un caso muy interesante, si hablamos de la rur-urbanización, que a mí me gustaría recordar, es lo que sucede en el Valle de Toluca, en el Valle norte de Toluca hacia Ixtlahuaca y Atlacomulco se trata de un valle plano, muy amplio que si lo viéramos en helicóptero, nos cuesta mucho trabajo clasificar, es una zona muy extensa que si la vemos con ojos urbanos, decimos esto es el crecimiento de la ciudad de Toluca muy disperso con una densidad muy baja, en grandes lotes sin orden ni estructura. Si lo vemos con ojos rurales, decimos este es un poblado rural, tremendamente denso con una gran concentración de población en parcelas pequeñas; pero si bajamos al piso y vemos cómo vive la gente en este lugar, nos sorprende que la vida de estos pobla-dores presenta también esta situación de mezcla rural-urbana. La población en esta zonas vive de alguna manera, en una vida doble; tienen su casa en un medio aparente-mente rural, tienen algunos animales domésticos, viven en parte de estos animales do-mésticos, tienen tal vez una milpa, algunos huertos, y consumen su propia producción, pero también tienen un trabajo en una oficina en la ciudad de Toluca, son secretarias,

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son profesores en alguna escuela y combinan su actividad urbana con su actividad ru-ral, y esto les permite una vida más o menos equilibrada en términos económicos pero también en términos culturales.

Este tipo de combinación de vida es muy especial y muy distinto por ejemplo a lo que se da en otra manifestación de la sub-urbanización como pueden ser los grandes conjuntos urba-nos que se están dando en el medio rural y que aparecen como hongos; es decir, conjun-tos amurallados, cerrados, de en ocasiones miles de viviendas que son solamente vivien-das que generalmente están hechos para gente que no vive en el campo, que no vive del campo, que no tiene actividades primarias y que se desplaza cotidianamente a la ciudad para resolver el acceso a servicios, educación, salud, trabajo, abasto, etc. Esta situación - la ocupación de espacios rurales con actividades urbanas, está destruyendo la naturaleza, está expandiendo innecesariamente a las ciudades, está atomizando el crecimiento urbano y generando espacios muy difíciles de estructurar, muy difíciles de dotar de equipamiento, sin estructura y con altísimos costos para la gente que vive en estos lugares.

Hay zonas de transición donde se dan mezclas de unas y otras formas de ocupación, en que la población dependiendo de sus características y de su economía puede vivir en mejores o peores condiciones. Podemos hablar incluso de algo que estamos muy acostumbrados a ver en los espacios urbanos, que es el fenómeno de la gentrificación: algunos barrios que ven desplazada su población original por población de mayores ingresos que ocupa los espacios y aprovecha la buena localización; ahora resulta que estamos también gentrificando el campo, es decir, aparecen clubs de golf, clubs cam-pestre, clubs exclusivos con grandes residencias con todos los servicios, pero que tienen una vida urbana y que están generando una periferia distinta, novedosa que goza de todas las ventajas urbanas que por supuesto se mueve en automóvil y que colabora a la congestión de las vialidades y a la contaminación de nuestras ciudades.

Estoy señalando solamente algunos ejemplos de la diversidad de la periferia, que es importante entender ya que es aquí donde se manifiestan las nuevas forma de convi-vencia generadas por la globalización en la que estamos inmersos. La polarización de la sociedad, la concentración del ingreso en pocas manos nos están llevando a mani-festaciones en las que, quienes concentran el ingreso tienen oportunidades de ocupar espacios privilegiados; mientras quienes no tienen ingreso no tienen más remedio que ocupar estos espacios marginados, lejanos de las ciudades en donde se concentra la oferta de vivienda para las clases menos favorecidas, o ocupar espacios en zonas llama-das “irregulares” en este mundo de la informalidad, que habría que recalificar como nos invita Nuria, como únicas opciones porque no estamos dando oportunidades dentro de la ciudad para que esta población pueda resolver sus necesidades. A pesar de que se trata de población urbana que vive en condiciones urbanas y requiere espacios en la ciudad, la ciudad no está ofreciendo los espacios mínimos para que esta población se desarrolle.

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En conclusión yo podría decir que el modelo que hemos adoptado, este modelo globali-zado es un modelo inequitativo, injusto, que incrementa la desigualdad y los costos del desarrollo y que no esta dando opciones para la población de menores recursos.Sí, tiene algunos aspectos positivos, aporta conocimiento, aporta tecnologías, reduce los tiempos y la comunicación es enormemente mejor de lo que era antes, pero los costos de la globalización son enormes y están siendo pagados por la población más desfavorecida.

Genera en nuestras ciudades crecimiento urbano especulativo, dispersión, atomiza-ción, uso ineficiente del espacio y deterioro ambiental. Algunas de estas cosas pudieran recuperarse, pero el deterioro ambiental, así como la estructura dispersa y desordenada parece que son irrecuperables, y esto es algo que debiera preocuparnos enormemente.

Finalmente quiero señalar algunas líneas de solución. ¿Qué hacer para enfrentar estas situaciones? Yo diría que necesitamos plantear una nueva política de suelo. Este viernes Clara nos está invitando a un seminario en el Colegio de México donde platicaremos más de estas cosas, pero yo apuntaría cuatro líneas que me parece son importantes para construir una nueva política de suelo que nos permita tratar de manera distinta a estas periferias:

• Primero, reconocer la función social de la propiedad, que garantice el acceso al suelo a la población de menores recursos.

• Segundo, una política fiscal que controle los excesos del mercado inmobiliario y capte la plusvalía en beneficio de la sociedad.

• Tercero, una planeación territorial participativa y eficiente que realmente incorpore los deseos, las posiciones y los intereses de todos los actores de la sociedad.

• Cuarto una política que determine un uso intensivo del suelo de conservación para actividades afines a la conservación que impidan la expansión urbana en las zonas que verdaderamente deben ser conservadas y que son la garantía de mantener estos espacios naturales, realmente como un patrimonio natural y que son irrecupe-rables. Muchas gracias.

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La periferia urbana en la globalización. Reflexiones desde la Geografía Económica y PolíticaClara E. Salazar CruzCentro de Estudios Demográficos, Urbanos y Ambientales (CEDUA), El Colegio de México

Introducción

El concepto de periferia no remite sólo a un territorio en relación con un centro urbano, a una localización, a un sitio, o a un lugar. Remitirse a la periferia desde las ciencias socia-les, es observar una escala geográfica definida en relación con su condición económica, social, cultural o política. Así, por ejemplo en América Latina, el concepto de periferia fue desarrollado a fines de los sesenta por los economistas de la CEPAL, Raúl Prebisch y Celso Furtado, para explicar un orden mundial que comprendía un centro industrial hege-mónico y una periferia agrícola subordinada. A partir de ello se desarrollaron un centenar de trabajos que dieron cuenta de las condiciones de inequidad en que se reproducía la población en dos contextos territoriales interdependientes: el centro y la periferia.

La reflexión sobre este patrón centro-periferia se ha reproducido a nivel territorial para señalar diferencias en las características de los ámbitos rural y urbano, ya se trate de las actividades económicas predominantes, las particularidades sociodemográficas de la población, los recursos naturales de los que éstas disponen, etc. Dado que las ciudades se expanden y las poblaciones con características rurales se incorporan en actividades urbanas, la especificidad de la periferia se desdibuja cuando se intentan establecer lími-tes territoriales entre lo rural y lo urbano.

En este contexto, la periferia aparece como un concepto polisémico, que al ser observa-do genera reflexiones y percepciones muy diferentes. Estas pueden ir desde la explica-ción del orden mundial caracterizado por relaciones de hegemonía y subordinación entre un centro industrial y una periferia agrícola subordinada (Wallerstein, 1993), hasta la construcción de imaginarios colectivos que se desplazan desde el entusiasmo y la ideali-zación, hasta la hostilidad absoluta, o el temor movilizado por la diferencia y la diversidad

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que contiene (Hiernaux, 2012:92-96). Así, cuando se observa la periferia en términos de la geografía cultural, los analistas se enfocan en exponer las representaciones discursi-vas y simbólicas producidas por su población y que se expresan tanto en la música, en las artes y en la literatura, como en la construcción misma del lugar.

En este trabajo se presta atención a la periferia urbana desde la Geografía Política y Económica. La primera, hace referencia a cómo, en el interciso entre lo rural y lo urbano, que interpretamos como periferia, se lleva a cabo el ejercicio de la “dominación” y la “manipulación” (Scott, 2001) en la globalización. La segunda, se refiere al funcionamien-to del mercado de tierras. Estas dos geografías no permiten dar cuenta no sólo de la heterogeneidad social presente en ese territorio, sino también de cómo se reproducen en él, relaciones económicas desiguales y se recrean condiciones específicas de exclusión y segregación.

Lo anterior me posibilita no referirme a la periferia como una “geografía de moda”. La significancia del lugar exige ofrecer elementos que permitan presentarla como un proyecto político. Así, cuando haga referencia a la periferia urbana en el contexto global, me remitiré entonces, a las alteraciones que este territorio experimenta, frente a las estrategias económicas aplicadas en él para facilitar la inserción de grandes capitales inmobiliarios que logran incrementar sus márgenes de ganancia justificados desde la ideología dominante.

Lo que quiero destacar entonces, son algunas ideas de cómo la periferia urbana queda inserta en los nuevos comportamientos mercantiles del capitalismo avanzado (Pírez, 2014; Salazar, 2016) y algunos de los riesgos que ello representa. Así, en este capítulo presentamos algunas reflexiones sobre las trasformaciones a las que está expuesto el recurso tierra localizado en la periferia urbana, en el contexto de una economía global, así como la significancia que esto tiene para millones de pobladores de escasos recursos que en México se insertan en la vida urbana ocupando ese territorio.

Con el ánimo de caracterizar lo que entiendo por contexto global desde la Geografía Económica (relativa al funcionamiento del mercado) y la Geografía Política (entendida como las relaciones de poder alrededor de la distribución y acceso a los bienes y recur-sos), he organizado esta presentación en dos momentos:

En el primero presentaré el carácter hegemónico de la economía global que se impone en la periferia urbana. Parto del supuesto de que la tendencia abusiva del mercado de apropiarse y transformar el territorio, y la expansión vertiginosa de la actividad financie-ra, están alterando la conformación de la periferia, al transformar los bienes materiales y culturales que en ella se producen, sus agentes y sus protagonistas (Medialdea y

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Sanabria, 2012). En el segundo acápite, quisiera puntualizar en los procesos instituciona-les formales que posibilitan un proceso de expoliación de la periferia emprendido por el funcionamiento del mercado de tierras.

La inserción de la economía global en la periferia urbanaHasta principios de los años ochenta, la periferia urbana había sido identificada, en muchas metrópolis latinoamericanas como el refugio de los pobres (Schteingart, 1989; Duhau; 1994; Salazar, 2012; Connolly, 2013). En México, la transformación de la tierra de un uso rural a urbano para la población pobre, se ha apoyado fundamentalmente en el acceso al suelo a través de una economía con rasgos solidarios. Es decir, los propie-tarios de la tierra, generalmente pertenecientes a los núcleos agrarios, han vendido la tierra a pobladores de escasos recursos a precios que no corresponden a la lógica del mercado capitalista, es decir a la búsqueda de acumulación de riqueza. Las transaccio-nes realizadas entre vendedores y compradores de escasos recursos se han carac-terizado por pactos de precio que responde a circunstancias colaterales y escenarios fraternos. Así constituida, esa periferia urbana ha llegado a ser valorada como el espacio de reproducción del hábitat popular.

Para mediados de los ochentas, y en la medida en que el suelo urbano se hace escaso, la periferia, empieza a ser dotada también de bienes y servicios para las élites; su presencia empieza a imponerse allí mediante la conformación de espacios cerrados, que impactan la geografía social del lugar, profundizando la segregación espacial. Para los noventa, esa periferia es colonizada también por conjuntos habitacionales, mal identificados como “vivienda social”.1 Ya no se trata entonces de una periferia en relación con el centro. Ahora esa periferia ha perdido su carácter homogéneo. Por un lado, se introducen en ella, islas de riqueza y exclusión que rompen la continuidad de ese tejido social mediante el cual la población excluida por el mercado del centro de la ciudad había buscado superar la pre-cariedad de las condiciones de vida. Por otro lado, se enclavan allí más vivienda precaria, sólo que en esta ocasión, se trata de grandes superficies de vivienda cerrada por muros producida por el sector inmobiliario formal. Con un agravante: financiada por el Estado.

Estos procesos de heterogeneidad de grupos sociales en la periferia producen una refun-cionalización simbólica de la misma. Se trata de una pluralidad no inclusiva; es una diver-sidad que se impone en el territorio exacerbando la diferencia de clase. La conformación

1 La vivienda social remite a vivienda de rentas bajas producidas, por el Estado u organizaciones sin

fines de lucro, para un usuario no solvente para adquirir un lugar para habitar.

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de esta periferia expresa nuevas asimetrías de poder y los desbalances que, a través de la inversión económica selectiva, impiden su integración.

Tal disparidad excluye a la población local de menores recursos de participar en los es-pacios de las élites. Los nuevos emprendimientos cerrados, los lujosos centros comercia-les, los grandes corporativos con calles privatizadas, imposibilitan la diversidad cultural, y antes que contribuir a la interacción de todas las poblaciones del lugar, desarticulan la periferia. Tal como lo señala Haesbaert (2011:52),

son los propios circuitos de la globalización capitalista los que promueven, muchas veces, la exacerbación de las diferencias, buscando también alimentar nuevos nichos de mercado y, en el caso de las identidades más estrictamente territoriales, “vender” el propio espacio, a través del marketing de paisajes

Esto significa que cuando las élites irrumpen en la periferia, presentan prácticas de con-sumo que no están al alcance de los pobladores de ese territorio, y por lo tanto no logran constituir “culturas híbridas” en el sentido de García Canclini (1997). Cuando las élites penetran en esta periferia urbana, lo hacen negando, invisibilizando y excluyendo al otro. Esto a pesar de que la población que habita esa periferia no es poca, ni es inocua, pero parafraseando a Bartra (2013:14), “su poder simbólico es mucho mayor que su fuerza táctica para dominar el territorio”.

Retomando la escala global, quisiera anotar además, que la producción de esta periferia urbana se inserta hoy en lo que Sassen ha llamado las “complejas capacidades organi-zacionales de nuestro siglo” (Sassen, 2015:14). Una de las innovaciones señalada por la autora, se produce en plano económico: la financiarización. Este creativo y complejo mecanismo económico permite incrementar de manera exorbitante los márgenes de ganancia de los inversionistas, sin que estos tengan que enfrentar ningún principio de responsabilidad (Jonas, 1995).

Hay que decir que parte de la superficie rural que se ha transformado en “vivienda social” en la periferia de nuestra metrópoli, desencadenó una crisis habitacional mayúscula cuyos mayores perdedores han sido los sectores de ingreso moderado que confiaron sus ahorros a las vivienderas. La falta de regulación por parte del Estado en la producción de vivienda, y la entrada de promotores del negocio inmobiliario al mercado bursátil, contribuyó a que los constructores de vivienda entregaran a los usuarios finales una mercancía desvalorizada, y a que los promotores financieros convirtieran más tarde las hipotecas en acciones. En estos casos, la ganancia obtenida mediante la transformación de la superficie rural a urbana, en la periferia de la ciudad se compuso de dos partes: la primera provino de la plusvalía generada por la urbanización; la segunda, emanó por la vía financiera, y devino de bursatilizar la deuda de los compradores de vivienda.

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Para concluir este punto, quiero llamar la atención sobre dos aspectos. El primero es que, en el nuevo circuito económico global, el sistema financiero no permanece subordi-nado a la creación de valor en la periferia urbana. A través de la financiarización el capital desarrolla la capacidad de convertir la tierra en acciones, poniéndolo a su servicio para transformarla cada vez más en objeto de especulación financiera (Pírez y Salazar, 2016). El segundo aspecto es que la especulación con la tierra de la periferia urbana no se pro-duce en el vacío. Para que el capital logre apropiarse del recurso tierra a bajo precio, re-quiere de un marco jurídico que apuntale sus negocios. Esto me lleva al segundo acápite de este trabajo: a presentar algunos mecanismos jurídicos que facilitan el funcionamiento de un mercado de tierra en la periferia urbana en México.

Transformaciones jurídicas y mercado de tierras Desde mi perspectiva, son tres las transformaciones jurídicas institucionales implemen-tadas en México desde principios de los noventa que transforman el funcionamiento del mercado de tierras.

1. Las reformas de 1992 (Carlos Salinas de Gortari), al artículo 27 constitucional y a la Ley Agraria que permiten la privatización del suelo ejidal.

2. Las reformas de 2013 (Enrique Peña Nieto) que posibilitan la adquisición de tierras por extranjeros en las llamadas zonas restringidas, es decir una franja con profundi-dad de 100 km de las fronteras y de 50 km en las playas.

3. La reforma energética de 2014 (Enrique Peña Nieto) que da prioridad a la inversión extranjera en explotación de hidrocarburos sobre la propiedad de las comunidades agrarias.

La primera reforma se vio acompañada de la individualización de los derechos de la pro-piedad de las comunidades agrarias. Los argumentos esgrimidos para permitir la entrada de la también denominada “tierra social” al mercado fueron fundamentalmente dos: 1) que los campesinos estaban vendiendo sus tierras en condiciones de desigualdad y que si las incorporaban al mercado formal iban a obtener mayores ganancias que las que lograban a través de las ventas informales, y 2) que la compra-venta informal de tierra existía porque la tierra de la periferia era escasa, pero que si se permitía que esa tierra entrara al mercado contribuiría a disminuir la informalidad urbana.

Los resultados de nuestras investigaciones en la periferia urbana de la Zona Metropolita-na de la Ciudad de México (ZMCM) contradicen esas aseveraciones. Por un lado, hemos constatado que los sujetos agrarios no necesariamente han obtenido un sobreprecio por negociar sus tierras localizadas en la periferia urbana en el mercado formal (Salazar, 2014).

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En las primeras ventas de tierra, los promotores inmobiliarios pagan por ella a los campesi-nos, el mismo precio que pagan los pobladores de menores ingresos. Esto porque la tierra es vendida en su condición rural, sin inversión en capital y trabajo. Es sólo después de que el inversionista ha urbanizado la periferia urbana, es decir cuando ha hecho una inversión in-tensiva de capital, que el precio de la tierra rural que queda se incrementa. En consecuencia, sólo cuando los sujetos agrarios logran realizar una segunda venta de tierra, logran obtener un sobreprecio por ella.

El hecho de un aumento en el precio de la tierra puede ser percibido como un proceso positivo, pero sólo lo es parcialmente. En primer lugar, porque un incremento en el precio de la tierra de la periferia urbana significa que la población de menores ingresos, que tradicionalmente la había comprado a precios solidarios para autoconstruir su vivienda, tiene mayores dificultades para acceder a ella. Ahora tiene que comprar la tierra a precio de mercado. En segundo lugar, porque la venta de tierra por parte de los ejidatarios redu-ce paulatinamente la posibilidad de que las comunidades agrarias realicen inversiones en ella que les permita capitalizar y generar riqueza.

Al respecto podría pensarse que los sujetos agrarios actúan libremente ante el mercado. Pero ellos actúan en función de la lógica de la necesidad (Abramo, 20110). Simplemente necesitan el dinero porque no tienen recursos para invertir en la productividad de la tie-rra. Vender una hectárea puede ser considerada una medida individual. Pero esa acción repetida hasta sumar miles de hectáreas, se convierte en un comportamiento social.

La condición de desigualdad entre propietarios y potenciales compradores de tierra en la periferia urbana presiona a los primeros no sólo a vender, sino a aceptar precios no redituables para ellos. Por un lado, los sujetos agrarios, aunque sean propietarios, no han contado con el capital económico y social requerido para imprimirle a su tierra un carácter productivo. Por otro lado, una parte de los promotores inmobiliarios saca ventaja del des-conocimiento que tienen los sujetos agrarios sobre el valor económico que es posible ex-traerle a la tierra. Expresiones como “Es fácil engañar a los ejidatarios. Ellos sólo saben el concepto de mucho dinero”, para una persona que no ha tenido dinero, mucho, es relativo”, deja entrever la existencia de negociaciones ventajosas basadas en un acceso desigual a la información. Hemos encontrado, tanto en trabajo de campo como en la revisión pe-riodística, diversas formas de acumulación por desposesión de tierras a las comunidades agrarias en la periferia urbana. Algunas de ellas presentan apariencia de legalidad, como son intentos de ocupación de predios abalados con documentos apócrifos, mientras otras exhiben abiertamente el ejercicio de la coerción, mediante amenazas e intimidación.

Por ejemplo, el pueblo indígena Otomí de San Francisco Magú, con apenas 15,000 habi-tantes, localizado en el municipio Nicolás Romero en la ZMCM, ha presentado denuncias en contra de una constructora que llegó a limpiar un terreno colindante con el pueblo,

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con la finalidad de desarrollar un proyecto inmobiliario de 10,000 viviendas. La disputa, más allá de la apropiación por la tierra, implica la desposesión de bienes comunes a la comunidad. El predio en cuestión alberga una presa que ha abastecido de agua al pueblo por generaciones, y en él se producen plantas alimenticias y medicinales de uso ancestral que forman parte de la herencia cultural del pueblo.

Lo que se quiere destacar aquí es que una vez permitido el establecimiento de una dinámica de expoliación de la periferia urbana, los pobladores de ella quedan expuestos a perder los recursos naturales que siembran y que al ser consumidos directamente de la tierra, y no a través del mercado, les permite aumentar su solvencia. También quiero puntualizar que los pequeños propietarios de la tierra en la periferia urbana se ven forza-dos a entrar en procesos de negociación y a aceptar bajas compensaciones económicas por sus tierras. Lo más grave es que este principio de acumulación por desposesión ha quedado establecido firmemente en la tercera reforma a la que haré referencia: la Ley de Hidrocarburos, publicada en el Diario Oficial de la Federación el 11 de agosto de 2014.

Dicha ley da prioridad a las actividades de exploración y extracción de hidrocarburos sobre cualquier labor que implique el aprovechamiento de la superficie de los terrenos afectos a aquellas. Además declara las actividades señaladas de “interés social y orden público” [sic]. Tal declaratoria se pone fácilmente en duda cuando se constata que prote-ge el interés de empresas privadas transnacionales sobre los intereses de los connacio-nales propietarios de la tierra.

Lo expresado en los artículos 100 a 107 de la citada ley, obliga a los campesinos a aceptar la explotación de hidrocarburos en su propiedad. El rechazo a la explotación de hidrocarburos no está contemplada en la ley; no hay defensa ante ello. De acuerdo a esta ley, los propietarios de la tierra “negociarán con quienes deseen explotar los recur-sos energéticos de su terreno’ y, … ‘en caso de que no se concrete un acuerdo entre las partes, el asignatario o contratista podrá promover ante el juez de distrito o tribunal agra-rio competente la constitución de la “servidumbre legal de hidrocarburos”. En caso de que el acuerdo no se resuelva en estas instancias, la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, SEDATU, puede ordenar los pagos al propietario de la tierra a través de una servidumbre legal (art. 107). Tratándose de propiedad privada puede convenirse además, la adquisición de la tierra2 (art. 101).

Paradójicamente, lo expresado en la ley contradice la postura que se sostuvo en la reforma de 1992; es decir, que se respetarían los derechos de las comunidades agrarias

2 Al efecto, podrán emplearse las figuras de arrendamiento, servidumbre voluntaria, ocupación super-

ficial, ocupación temporal, compraventa, permuta y cualquier otra que no contravenga la ley.

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y que los derechos de propiedad bien definidos serían el incentivo para la inversión y acumulación de su riqueza. La paradoja radica en que la inversión y la acumulación de riqueza empobrecerá a los propietarios de la tierra. La nueva Ley de Hidrocarburos muestra otra realidad: haber regularizado el 96% de la propiedad social en el país, no ha sido una condición suficiente para evitar que los actores poderosos del mercado logren impulsar por las vías jurídicas, la acumulación por desposesión a las comunidades agrarias.

La última reforma constitucional a la que me voy a referir es la de 2013, que abre la posibilidad de que los extranjeros adquieran bienes raíces en zonas restringidas.3 Si bien el articulo 27 condiciona la adquisición de esas tierras para uso exclusivo de vivienda única, y que no tenga uso comercial, industrial, o agrícola u otro que implique explota-ción económica, esto no impide la promoción, la adquisición de concesiones y la compra de tierras en los litorales mexicanos4 por empresas extranjeras. La promoción de las mismas en diferentes sitios de internet, sugiere que predios que son comprados indivi-dualmente, pueden, sumados, hasta llegar a constituir grandes extensiones de tierra. Éstas, adquiridas por familias extranjeras altos ingresos pueden llegar a convertirse en unidades residenciales cerradas que excluyen no sólo a la población local de disfrutar de las inversiones públicas que ello representa, sino también, los segrega a adquirir tierras baratas en periferias alejadas, reproduciendo la dinámica de la periferia precaria.

En un sentido amplio, la ley permite que el destino de capitales extranjeros de inversión ya sea con el fin de acceder a recursos naturales o con objetivos turísticos está conlle-vando un proceso de expoliación. Y en México, este mercado de suelo es un aconteci-miento facilitado por las instituciones del Estado, no sólo mediante las transformaciones jurídicas sino también estimulado mediante la inversión pública.

Lo expuesto significa que este mercado virtual de tierras, las áreas periféricas a los centros urbanos, no son objeto del desarrollo urbano. Son objeto única y exclusivamen-te de la especulación. Para este mercado, la naturaleza del suelo adquiere una nueva dimensión. Utilizando la metáfora propuesta por Bauman (2003), se trata de un mercado líquido que expresa la transitoriedad, la desregulación y la liberalización. Un mercado

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3 A esta reforma se suma, la ya existente posibilidad de que los extranjeros adquieran amplias super-

ficies de tierra al interior de la república con fines inmobiliarios.

4 Tal como ha documentado Sassen la posibilidad de que gobiernos y empresas privadas compren

tierra en otros países representa una tendencia de larga duración que se convierte en un indicador de

un cambio sistémico mayor, un cambio que va más allá de los viejos patrones de adquisición de tierra

establecidos (Sassen, 2015: 95).

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que no requiere de vínculos humanos. Las nuevas formas de comunicación que asume el mercado no necesita interlocutores directos. Tampoco requiere de autoridades locales. Para establecer una relación comercial alrededor del suelo nacional es suficiente el ros-tro de la web. Y en ésta, todo puede suceder: desde la conformación de una estructura de negocios altamente redituable para “inversionistas” experimentados, hasta la probabi-lidad de una estafa, para individuos sin experiencia.

El nuevo ambiente virtual en que se desenvuelve el mercado de tierras se muestra provocador y portador de experiencia, nos acerca al mundo global. Pero va más allá. Tal como señala Bauman (íbíd), desvincula la transacción comercial entre el vendedor y el comprador, anticipa el control de los contratos, y trunca las relaciones cara a cara que crean empatías y dependencias, que crea responsabilidades. Y lo más importante: la tierra queda desposeída de su función social. Es decir desligada de formas de acceso no mercantil, desprendida de inversiones de carácter redistributivo que aseguren el con-sumo, la conectividad y la fácil movilidad. Dificulta el acceso universal a las playas para toda la población mexicana.

Los desprendimientos del mercado que desterritorializan las transacciones afectan la gestión urbana. Ésta se sale de control. Este tipo de mercado convierte el imaginario colectivo en predatorio. Por un lado genera una predisposición de las comunidades agra-rias a vender tierras en las que no han podido invertir capital, constituyéndose en presas del mercado. Éste conmina a los sujetos agrarios descapitalizados a desear vender la tierra, sujetándolos a sus estrujantes y cambiantes reglas del mercado. Por otro lado, produce en los consumidores potenciales de altos ingresos, una atracción por el suelo a cualquier precio, inducida por la exclusividad y el alto confort que redituará los incremen-tos prometidos en la renta. Así en este doble juego, se fortalece el ambiente flexible de las transacciones y se debilita la posibilidad del estado de “intervenir sobre las libertades y derechos de propiedad a fin de evitar el abuso de ellos” (Cabrera, 2008).

En resumen, el nuevo mercado de tierras que involucra las periferias urbanas, utiliza las tecnologías de comunicación, es decir el internet, sin ningún pudor, para vender las playas de México como modelo de negocio. Y este modelo de mercado facilita la expan-sión de las inversiones multimillonarias en las mejores playas. Los mexicanos quedan excluidos poco a poco de ellas.

La venta de terrenos a extranjeros en zonas prioritarias, se suma a la ya emprendida comercialización de predios en las periferias urbanas. Una de las recientemente comen-tadas y oscuras negociaciones en áreas urbanas, es la adquisición de 192 hectáreas de suelo en Cancún para la construcción de Dragon Mart, un enorme almacén/ galería para productos chinos. La inversión indiscriminada de capital extranjero aceptada y no regula-da por la ley, parece conllevar no sólo el efecto ya perverso de amenazar la producción y

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venta de artesanías locales, sino también el riesgo de no poder controlar el origen legal del dinero.5 Las inversiones realizadas para el mencionado proyecto han sido asociadas a versiones tan disímiles como el lavado de dinero, la participación del gobierno chino y también la participación, en un 90%, de empresarios mexicanos. Lo que se quiere desta-car es que la flexibilización del mercado de tierras y la ausencia de control por parte del Estado nos lleva a vivir en un estadio de incertidumbre.

Antes de pasar a unas reflexiones finales, quisiera alertar que la normatividad urbana no parece contribuir con su papel regulador en este contexto. Ha sido más bien, a través de la aplicación de la legislación ambiental, que se ha logrado poner freno a los abusos del mercado en las tierras que desean ser incorporadas a las áreas urbanas. En 2014, la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente (Profepa), impuso una multa de $7 millones 233 mil 675 pesos al proyecto Dragon Mart, por remoción de vegetación, y abrió una investigación a los funcionarios que ejecutaron las autorizaciones estatales y munici-pales. Hasta el momento, no se ha podido constatar que se hayan fincado responsabili-dades, pero el proyecto sigue siendo promovido por internet.

Reflexiones sobre el mercado de tierra en las periferias urbanasHemos mencionado que Sassen hace énfasis en dos efectos directos de la existencia de un mercado global de tierras: las expulsiones de población y el deterioro ambiental. La autora sostiene que millones de campesinos en todo el mundo han sido despla-zados de su hábitat como resultado de la adquisición de tierras por empresas que han absorbido grandes plantaciones de productos para biocombustibles o para zonas mineras (Sassen, 2015).

Al acotar nuestra reflexión al mercado de tierra para la urbanización, no podemos ase-verar que éste conlleve un proceso de desplazamiento de población a gran escala. Sin embargo, tenemos evidencia de que el mercado de suelo en la periferia de las ciudades o cerca de ellas ha entrado en una fase de acumulación de capital que conlleva proceso de expoliación de la tierra.

Quisiera terminar esta reflexión remarcando que el mercado actual de tierras no se agota en la adquisición de este recurso para la obtención de ganancia a través de su transformación del suelo rural en urbano. Este mercado se expande desterritorializada-mente debido al complejo entramado jurídico que lo sustenta, en el cual no todos los

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5 Véase: <http://eleconomista.com.mx/estados/2015/06/30/proyecto-dragon-mart-no-muerto>.

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agentes gozan de la misma protección. Obligar a los propietarios de la tierra a rentarla o enajenarla, es desconocerlos como actores sociales y políticos para la construcción de un modelo de desarrollo incluyente, que permita avanzar en la redistribución equitativa de los beneficios económicos.

La naturaleza del mercado de tierra rural con fines urbanos se ha venido transformado en las últimas décadas. Por una parte, debido a que los mecanismos de la nueva confi-guración económica aseguran al inversionista mayor rentabilidad en el sistema financiero que en el productivo. Por otra, al papel que juega el Estado en ello. En un contexto en el que la tierra rural se convertirse cada vez más en objeto de especulación del mercado, la urbanización planificada no cumple, en la periferia de las ciudades, su función de fluir progresivamente hacia la construcción de un territorio incluyente. Es decir, la planifica-ción deja de ser sólo un recurso para sustentar la vida urbana y se transforma en un instrumento para incrementar el margen de ganancia de quienes se lo pueden apropiar sin hacer cumplir la función social del suelo.

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El equilibrio de lo cotidiano. Las Periferias Patrimonio Cultural Urbano*Ángel Panero PardoArquitecto y urbanista, consultor UNESCO

Agradezco sinceramente la oportunidad de pensar sobre la periferia, y celebro la iniciativa de la directora de la oficina UNESCO en México, doctora Nuria Sanz, y de la Secretaría de Desarrollo Social de la Ciudad de México. Hemos tenido la oportunidad de escuchar ponencias muy interesantes, y también lo agradezco, porque cada una de ellas me ha ido estimulando, como a los perros de Pavlov, y provocándome diversas emocio-nes que voy a intentar plasmar en la ponencia. No es fácil, pero ajustándome al tiempo concedido, intentaré sintetizar conceptos muy complejos, que tienen además mucha trascendencia ideológica, política y también económica. En definitiva, cuando hablamos de ciudad, cualquier área de la ciudad, estamos hablando de la vida de las personas, de nuestras propias vidas, por eso, a pesar de la complejidad, nos interesa tanto asumir el riesgo de decir incluso lo que pueda no resultarles a ustedes interesante. Muchas gracias por su atención.

Llevo más de veinte años trabajando como arquitecto vinculado a un área geográfica muy concreta de la ciudad de Santiago de Compostela, que es el centro, el centro históri-co. Podríamos decir que mi labor se desarrolla esencialmente por tanto en la antítesis ur-bana de la periferia. Santiago de Compostela es una ciudad patrimonio de la humanidad desde 1985, con una serie de peculiaridades que no voy a extenderme ahora explicando. Estas peculiaridades son muy específicas, pero en el fondo, desde el punto de vista de la gestión urbana, creo que existe un extraordinario paralelismo con la gestión de cualquier otra parte de cualquier ciudad; y por tanto también la periferia.

Partiendo de esta tesis, puntualmente iré exponiendo algunas ideas que no me dará tiempo a desarrollar con la precisión requerida, pero que luego podremos entrar a con-trastar. Tengo que decir que me cuesta mucho hablar en público -aunque pueda parecer que no es así porque hablo de cuestiones que me generan una extraordinaria pasión- así que, normalmente, cuando me indican que me reducen el tiempo de exposición, me llevo cierta alegría y aguardo con expectación el turno de preguntas en el que son ustedes quienes deben tomar la palabra, y eso es siempre muy productivo.

* Transcripción de la ponencia presentada durante el Foro “La periferia como Patrimonio Cultural Urbano.

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En esta ocasión me ocurre lo contrario, realmente hoy me gustaría hacer una disertación improvisada de 4 o 5 horas, contándoles mi experiencia en un lugar tan aparentemente ajeno al que es motivo de nuestro encuentro, y con el que creo les podría convencer de que hay muchas similitudes. Intentaré hacerlo con cierta rapidez.

No he podido resistirme a utilizar un título que utilizo recurrentemente desde hace tiempo y que es, en cierta medida, soporte del discurso que voy a exponer: el equilibrio de lo cotidiano. Yo, como ha dicho la doctora Nuria Sanz, efectivamente soy urbanista, tengo que reconocer para que no se ofendan los colegas urbanistas que puedan estar presentes o incluso los arquitectos, que soy un urbanista decepcionado, incluso también un arquitecto decepcionado. Este desconsuelo se ha ido produciendo a lo largo de mi ex-periencia profesional. Las herramientas que aprendemos en las escuelas de arquitectura y que utilizamos cuando tenemos la oportunidad-como es mi caso, pues tuve la fortuna de incorporarme muy joven a una dinámica de trabajo muy intensa en el desarrollo de un proyecto de ciudad muy importante- muy pronto se descubren bastantes ineficaces. Son, me atrevería a decir, absolutamente ineficaces para manejar la esencia de nuestro trabajo, que no es otra que la gestión, la coordinación de la diversidad de las realidades cotidianas de todas las personas que habitamos en vecindad las ciudades. Son muy ineficaces como soporte metodológico, porque el verdadero sustento de la realidad urbana no es ni más ni menos que el conjunto de las vidas cotidianas de sus habitantes, en un contexto en el que, como vamos a ver luego, yo digo con cierto realismo, hoy en día no es más que un feroz teatro de operaciones de la competencia por el poder, por el espacio y por el dinero.

Cuando vemos una imagen aérea del centro histórico de la ciudad de Santiago de Compostela, podemos observar la plaza principal, la plaza del Obradoiro con la catedral encarada a poniente, en la que está el sepulcro del apóstol Santiago. Esa es la sintética expresión urbana del final del Camino de Santiago. Aquí tuve yo la suerte de empezar a trabajar en una estructura de gestión urbana muy bien organizada, muy bien estruc-turada con la ambición de cambiar el destino de una ciudad en un momento especial y muy significativo en su historia. Pero lo que quiero destacar es que yo llegué como un paracaidista, un joven paracaidista con apenas 4 o 5 años de experiencia profesional, un paracaidista que quería vincular su carrera profesional con la conservación del patrimo-nio, y la ciudad de Santiago y su contexto en ese momento, sin duda parecía el destino apropiado. Lo más reseñable de dicho contexto es que estaba extraordinariamente bien estructurado desde el punto de vista político, es decir, había un motor político con un rumbo perfectamente definido y había un proyecto político y un proyecto urbano para la ciudad perfectamente diseñado, y esto resulta esencial, porque hoy estoy firmemente convencido de que el destino de las ciudades depende de la voluntad colectiva de sus habitantes, y esa decisión colectiva sólo se puede materializar en el proyecto político de los representantes políticos que las gobiernan. Digo esto porque, a veces, los técnicos

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tenemos la tentación de pensar que el destino de las ciudades depende de nuestra pra-xis o de nuestro ingenio, y creo que no es así. Por eso hacen falta políticos con capaci-dad y compromiso suficiente, no sólo para producir proyectos para la ciudad, sino para soportarlos en el tiempo. Soportarlos y defenderlos en el tiempo, la experiencia demues-tra que es casi más difícil que producirlos. Los proyectos de ciudad requieren tiempo.

En esta ciudad con un extraordinario patrimonio monumental, la primera reflexión impor-tante es que yo no llegué a trabajar en esos monumentos distinguidos que todos visita-mos cuando hacemos turismo. Antes, al contrario, empezamos a trabajar en todos estos pequeños edificios anónimos, en muchos casos intrascendentes, esas otras escalas menores que rellenan el hueco entre los monumentos, que son las viviendas. Comencé a trabajar apoyando un ambicioso proyecto de transformación de la ciudad histórica que estaba esencialmente basado en la recuperación de viviendas, el lugar de los ciudada-nos habitantes, que son el verdadero soporte de la ciudad.

De manera que la primera evidencia que me impulsó a pensar en lo cotidiano, es que normalmente, y esto explica también el descuido de las periferias, los arquitectos, como también los historiadores o los arqueólogos, tenemos tendencia a vincularnos con las ar-quitecturas singulares y monumentales, preferimos ser arquitectos de la catedral de San-tiago que no de una anónima vivienda en una callejuela perdida, en la que se produce el milagro cotidiano de la habitación en vecindad; lo mismo les sucede a los historiadores que hacen sus tesis sobre los grandes monumentos, o a los arqueólogos que sueñan con escavar pirámides y hacer trascendentales descubrimientos. Por eso yo celebro que hoy aquí estén convocados, además de ciudadanos, sociólogos y antropólogos, o incluso economistas, porque todos ellos tienen menos tentación a recrearse con la gran trampa del monumento. Dicho esto, y quizás por la falta de tiempo de forma un poco brusca, debo añadir que inmediatamente, como joven arquitecto que deseaba vincular su carrera a la rehabilitación urbana, me di cuenta de que el patrimonio era intrascendente, insuficiente para manejar la extraordinaria complejidad de la vida cotidiana de quienes lo habitan y dan sentido. Esta imagen de la escalera que conduce a quienes quieren abrazar al Apóstol Santiago en la catedral, en el que podemos observar el hermoso des-gaste del mármol de los peldaños por el paso de miles, millones de personas, me sirve para ilustrar esta cuestión. Sobre cómo se deben restaurar estas escaleras podríamos convocar interesantes congresos, encendidos debates todos los años. Pero esa gran producción teórica resultante es absolutamente ineficiente, desde mi punto de vista, para la cuestión fundamental que no es otra que el uso cotidiano por el que millones de personas pueden acceder y abrazar la escultura del Apóstol. Esto me fue llevando poco a poco a pensar que el patrimonio o las técnicas de aproximación al patrimonio, luego veremos fundamentalmente por qué, son claramente insuficientes para aproximarse a las cuestiones que tienen que ver con la ciudad y su uso. Es importante que advierta que no estoy hablando del patrimonio cultural que le asignamos a objetos únicos de gran valor,

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estoy hablando de viviendas, edificios, calles, barrios y ciudades, todos lugares con esa complejidad del uso que todos ustedes conocen. En efecto, el concepto de patrimonio que nos enseñaron es absolutamente insuficiente para entender la ciudad, porque el patrimonio urbano es anónimo, es un resultado inconsciente e inevitable de la vida ciuda-dana, se produce queramos o no. Nos puede gustar más o menos, pero las ciudades lo generan como consecuencia inseparable de las actividades de quienes las habitan, y es el fruto de cualquier actividad humana con repercusión y permanente transformación en el paisaje, en el paisaje urbano histórico si me permiten usar terminología UNESCO.

Esto significaba que los asuntos de la ciudad, parece una evidencia, pero realmente en la vida real no está tan claro, definitivamente tienen que ver con los ciudadanos. Natural-mente, si estamos hablando de la ciudad, debemos admitir que las ciudades son lo que son sus habitantes y si queremos actuar sobre las ciudades, tenemos que romper ciertas barreras intelectuales para intentar aproximarnos a la realidad cotidiana de sus habitan-tes, a la forma en la que viven y a los problemas que tienen con el ánimo de resolverlos; esta consideración de la realidad cotidiana de las personas no está metodológicamente prevista en el cuerpo teórico del urbanismo, no sabemos cómo se puede manejar. Yo tampoco tengo respuesta, ojalá pudiera darla hoy aquí, pero en su aparente complejidad, intuyo que es bastante más fácil de lo que parece, porque la realidad cotidiana de nues-tras vidas es bastante previsible. Por ejemplo: yo camino mucho porque voy caminado a trabajar, y cada día me cruzo con las mismas personas, año tras año. Cuando cambio la ruta comienzo a cruzarme con otras personas, y vuelvo a empezar en esa especie de confluencia cotidiana. Esto significa que, en el fondo, nuestras vidas son bastante senci-llas, bastante previsibles, es decir, aquello que puede parecer inabordable, cómo gestio-namos la vida cotidiana de cientos, millones de personas, pues es posible que no lo sea tanto, y, sobre todo, es posible que no lo sea en un mundo como en el que estamos, en el que hemos sido capaces de producir herramientas de gestión de datos diversos muy poderosas. En mi experiencia, esta mecánica de aproximación a lo cotidiano, solamente tenía un camino, que es el camino de la proximidad y el contacto personal. En realidad, mi experiencia al servicio de la administración pública durante esos primeros 10 años de trabajo, consistía en entrar todos los días en 5 o en 6, a veces 10 viviendas, día a día, y entrevistarme con sus habitantes, tomando nota de sus problemas con un objetivo muy importante: ganar su confianza. Primero hay que ganar su confianza, este era nuestro objetivo, y la confianza no se gana cuando entra uno en casa de alguien y le dice “tiene usted aquí en la cocina un capitel que no puede tocar”, o “este tabique es importantísimo en la definición tipológica de la vivienda, y por tanto nunca podrá moverlo”. La siguien-te cuestión es que cuando uno entra en estas casas, tiene que romper con otra de las directrices que están genéricamente establecidas en los mecanismos de protección del patrimonio desde la administración pública; no se entra a establecer límites y cautelas, se tiene que entrar a dar respuestas, hay que dar soluciones; no podemos limitarnos a enumerar aspectos legales o normativos, no podemos limitarnos simplemente a decir

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“no se puede, no se puede”. Tenemos que dar soluciones para conquistar esa confianza, tenemos que ser capaces de resolver los problemas de los habitantes.

Esta aproximación a la realidad de los habitantes, que me parece realmente estratégica desde el punto de vista de la aproximación a los problemas que debemos encarar en las ciudades, acaba siendo determinante, porque como se puede demostrar, nos puede inclu-so colocar con mucha facilidad fuera de la ley. En efecto, en las sociedades desarrolladas nos manejamos con base en dos dogmas esenciales: uno es el dogma del patrimonio que está formulado desde el buenismo intelectual con el ánimo de garantizar su protección, y resulta que en el caso de los contextos urbanos, me atrevo a decir y estoy resumiendo mucho, lo que ha garantizado realmente es la destrucción del patrimonio. El otro es el dog-ma de la normativa, que también está pensado desde un punto de vista garantista en una sociedad desarrollada, pero que coloca unas extraordinarias trabas para manejar lo que podríamos llamar expresión cotidiana de las actividades de las personas en las ciudades.

Me resulta difícil acreditar ahora una conexión lógica entre lo que estoy diciendo y las formas de ciudad en la periferia, pero espero convencerles antes de acabar de que esa conexión existe, y existe especialmente en las periferias que podríamos denominar precipitadas. En todo caso, creo que lo que resulta evidente es que es necesaria una reforma radical en la forma de hacer ciudad y de gestionarla y por tanto de la forma en la que se manifiesta o en la que se hace presente la administración pública en los entornos urbanos. Porque al final la administración pública es el principal agente responsable del cómo se hace ciudad.

El corazón de la mancha urbana de Santiago de Compostela, su ciudad histórica, es hoy ciudad viva, escenario de vida cotidiana, y, por tanto, contradictoriamente con lo que podríamos pensar de un sitio reconocido como Patrimonio de la Humanidad, debemos admitir que inevitablemente está evolucionando en un proceso en cambio continuo y transformación permanente. Ese es precisamente su valor como Patrimonio Urbano de la Humanidad. Yo creo que esta idea de evolución urbana en permanente transformación es muy difícil de entender desde el estricto punto de vista de la con-servación del patrimonio, pero en mi opinión es esencial para garantizar la continuidad de los procesos de recuperación urbana de las ciudades históricas. Tenemos que comprender, y admitir con normalidad, incluso en los centros históricos Patrimonio de la Humanidad, que las ciudades son el resultado de una evolución y cambio constante. Esto en ocasiones es difícil de admitir cuando trabajamos con ciudades históricas, pero si ustedes ven una fotografía de cualquier paisaje histórico de su ciudad y la comparan con otra de hace 10 o 15 años, no hace falta irse más lejos, observarán que hay sutiles transformaciones. Es la expresión de un valor esencial de la ciudad, el de ser capaz de transformarse y adaptarse en cada época con eficacia a las vidas de las personas en

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vecindad, a la muy difícil cohabitación de los seres humanos en proximidad y en vecin-dad; y esto, que en relación con el patrimonio es muy difícil de entender, también lo es en relación a la forma en la que hoy generalizadamente están creciendo las ciudades. Lo que estamos entendiendo como periferias, y voy a intentar acreditarlo a continua-ción, es en el fondo la expresión prístina y genuina de nuestra cultura urbana hoy. En alguna de las presentaciones anteriores, que me han parecido muy, muy hermosas, se ha apuntado que la forma en la que se está haciendo ciudad mayoritariamente, no es más que el resultado de lo que somos y de lo que queremos, de nuestras prioridades y nuestros criterios. Si queremos cambiar la ciudad, tenemos que cambiar profundamen-te lo que pensamos y nuestra forma de vivir.

Precisamente reconociendo el carácter dinámico de las ciudades, en la recomendación de la Conferencia General del 10 de noviembre de 2011, la UNESCO introduce el término PAISAJE URBANO HISTÓRICO, que define como la zona urbana resultante de una estra-tificación histórica de valores y atributos culturales y naturales, lo que trasciende la noción de “conjunto” o “centro histórico” para abarcar el contexto urbano general y su entorno geo-gráfico. Y este concepto de Paisaje Urbano Histórico creo que puede ser una herramienta de extraordinaria utilidad para aproximarnos a la compleja gestión del patrimonio urbano en un contexto de evolución y transformación permanente. El Paisaje Urbano Histórico es el testimonio de la forma de vivir en los edificios y los espacios públicos, pero también de la tecnología y del conocimiento con la que están construidos y se han transformado, de su relación con el territorio, de su economía…yo me atrevo ahora a decir que el Paisaje Urbano Histórico es una de las claves del éxito urbano de las ciudades históricas.

Las periferias, como los centros históricos o cualquier otra área urbana, lejos de ser analizadas con el prejuicio de sus problemas y conflictos, tienen que ser analizadas como una realidad en la que debemos encontrar las claves para impulsar fórmulas de gestión eficientes en el contexto de la ciudad completa. Yo creo que, tanto en el centro como en la periferia, debemos deshacernos de la tiranía que impone la realidad física de su apariencia, para concentrarnos en la realidad cotidiana de las personas que habitan, producen o transforman esas partes de la ciudad.

Lo importante, desde mi experiencia, es que las ciudades históricas como en la que yo tra-bajo, son ciudades con contrastada capacidad para transformarse y albergar la diversidad con éxito a lo largo del tiempo. La reflexión que realizo cuando miro hacia las periferias es que, sin dejar de ser la genuina expresión de nuestra cultura urbana contemporánea, son expresiones de ciudad con graves carencias. Desde mi punto de vista, lo que estamos produciendo, porque no estamos dejando que pueda suceder otra cosa, son embolsa-mientos urbanos con grandes déficits, deliberadamente estigmatizados y condenados a la marginalidad. Creo que esto es muy importante reconocerlo antes de continuar.

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Yo vengo de una ciudad que tiene apenas 100 mil habitantes, en el centro histórico ha-bitan 11 o 12 mil, un pueblito pequeño, lo que me obliga a realizar un esfuerzo tremendo para cambiar la escala y encontrar equivalencia de ideas entre el centro que yo conozco y las periferias de las megaciudades a las que nos estamos refiriendo aquí. Pero es un ejercicio estimulante y quiero creer que conceptualmente posible. Por ejemplo, en mi pequeña ciudad hace tiempo que pensamos que hay que eliminar las delimitacio-nes, debemos difuminar los límites que tanto les gusta dibujar a los urbanistas en las ciudades, tenemos que obligarnos a hablar de ciudades completas, tal y como hemos venido diciendo estos días, tenemos que hablar no de áreas metropolitanas, tenemos que hablar de regiones urbanas. Estamos en un cambio de escala extraordinario, en un proceso vertiginoso de urbanización del mundo, y por tanto, desde mi punto de vista es muy importante ser capaz de trascender de esas delimitaciones que se hacen en los tableros con el AutoCAD cuando hacemos urbanismo.

Esto significaría, por ejemplo, que las declaraciones de Patrimonio de la Humanidad deberían extenderse a todo el Planeta que es lo que realmente está en riesgo ahora mismo; tenemos un planeta que se desmorona y para abordar este problema existencial, no tenemos más remedio que impulsar soluciones integradas a escala territorial. Ya no es suficiente con gestionar las ciudades, ni mucho menos su centro o su periferia, porque el éxito aparente se nos puede terminar escapando entre los dedos si no somos capaces de hacer políticas territoriales en el conjunto del planeta.

Resumiendo, podemos ilustrar la aproximación a la recuperación urbana de los centros históricos patrimoniales con tres enfoques que sirven también cuando nos referimos a las periferias. El primer enfoque debe orientarse desde la perspectiva del medio ambiente y la habitabilidad, que nos obliga a trabajar dos cuestiones que son trascendentales en la historia de la transformación permanente de las ciudades, y que están relacionadas porque una depende en parte de la otra. La primera se refiere a la relación de la ciudad con el medio ambiente y con el territorio. Cómo se produce, cómo se modifica, cómo se consolida y, por supuesto, cómo se destruye. Y la segunda, la habitabilidad, tiene que ver con la vida cotidiana de las personas y cómo se ha conseguido incrementar las condicio-nes de vida de los ciudadanos transformando la ciudad en la historia. En el caso de las ciudades históricas, la importancia de hablar de habitabilidad en lugar de rehabilitación, es que empezamos a hablar de parámetros más fáciles de manejar que aquellos otros culturales en los que es más difícil ponerse de acuerdo. La rehabilitación es un concepto cultural, que además es por suerte muy diverso en el mundo y puede ser muy diverso incluso localmente, pero la habitabilidad no; todos sabemos que en torno a los 20 o 21 grados y al 60 o 70 por ciento de humedad, nos encontramos muy bien; por eso hay que hablar de habitabilidad, el gran desafío de la vida cotidiana que yo creo que está en la esencia incluso de la apariencia y de la forma que toman las arquitecturas y las ciudades en el tiempo.

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El segundo enfoque que resulta fundamental debe producirse desde la economía y el empleo, porque realmente las ciudades son grandes productoras de economía y de empleo. Las personas vienen a las ciudades buscando un futuro mejor, es decir, vienen buscando economía y vienen buscando empleo. En definitiva, vienen obligados por la necesidad de encontrar una vida mejor para ellos y sus familias. Esto es muy importante y hay que tenerlo presente. Hubo presentaciones ayer interesantísimas en las que se ha-bló de algo que me gustó especialmente, que fue el derecho a la no movilidad. Hay que conseguir mejorar el déficit que tienen las periferias en relación con la conectividad, pero sin olvidar el derecho a la no movilidad. ¿Cuánto tiempo dedican cada día los habitantes de las periferias a desplazarse para llegar a sus centros de trabajo?

El tercer enfoque sería el que se produce desde la cultura y el patrimonio, que es muy amplio, muy diverso, pero que es el más fácilmente reconocible y en el que no merece la pena extenderse mucho.

La habitabilidad nos pone automáticamente en contacto con el presente y del futuro de la humanidad. Nos obliga a plantear cómo gestionamos, cómo producimos, cómo almace-namos la energía y qué consecuencias tiene producirla. Porque la habitabilidad requiere energía. Es decir, podríamos acabar hablando estrictamente de energía para hablar de ciudad. El discurso de la energía es un discurso inevitable y urgente. Y necesariamente va a protagonizar la reflexión sobre la ciudad con enorme intensidad a muy corto plazo, provocando los extraordinarios cambios que se adivinan. No es posible mantener en el tiempo formas de vida urbana con la flagrante falta de productividad y la ineficacia colectiva que se detecta en ciudades como, por ejemplo, Ciudad de México con traslados diarios de más de 4 horas, que resultan insoportables. Espero que dentro de unos años nos preguntemos sorprendidos cómo éramos capaces de soportar la vida en una ciudad con los niveles de congestión que tiene hoy en día la Ciudad de México.

Bien, en realidad también la ciudad de la periferia es la ciudad de los ciudadanos a la in-temperie, que es un término muy ilustrativo que utilizó ayer Pedro Ortíz, porque realmen-te los ciudadanos están abandonados a su suerte. En el caso de las ciudades históricas, lo que nos encontramos son ciudadanos que no pudieron escaparse en su momento, bien porque no tenían recursos o bien porque son ancianos y tiene especiales vincula-ciones con el lugar en el que habitan. Y esto mismo sucede en las periferias, realmente las periferias o las ciudades de aluvión, estos crecimientos desorganizados de la ciudad de los nadie, porque no son nadie, no nos importan, nos dan absolutamente igual, el mercado, la economía hegemónica está encantada porque es un almacén extraordina-rio de mano de obra sometida. ¿Cuál es la relación de las ciudades realmente con sus periferias? Aquí vemos un dibujo de 1780 de la ciudad de Santiago, ese centro histórico que veíamos antes y esta otra fotografía aérea de 1990, del momento en el que se hizo el último plan especial de la ciudad, pone en evidencia algo que no estamos acostum-

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brados a manejar en términos patrimoniales. En efecto, normalmente nos fijamos en lo construido en ambas imágenes y como corresponde en una ciudad que es Patrimonio de la Humanidad, hay una evidente permanencia en lo construido. Pero me gustaría llamar su atención, porque es muy importante, sobre la también evidente permanencia de lo no construido, es decir en la relación de la ciudad con el territorio, que es un valor tras-cendental, porque de él depende que podamos impulsar en el futuro políticas urbanas eficaces. En el caso de Santiago, si se fijan ustedes, en el sur, se produjo el ensanche de los años 70, un ensanche desarrollista –al punto que se le llama en lugar de ensanche, “estreche”, porque son bloques de 7 u 8 plantas sobre calles de apenas 15 metros- que vino a destruir la relación de la ciudad con el territorio en ese punto sur. Créanme si les digo que los problemas de la Ciudad de Santiago de Compostela están más vinculados con ese ensanche que con la ciudad histórica, por cuestiones que hoy no tengo tiempo de desarrollar. Lo importante es concluir que tenemos que ser capaces de alejarnos y empezar a hablar de ciudad y de territorio, esto está ya generalizadamente admitido y es inseparable de cualquier objetivo en el proceso de manejo y gestión de la ciudad.

De poco sirve impulsar procesos de recuperación urbana puntualmente centrados en áreas concretas, centros o periferias, sin compensarlos en la ciudad completa. Por ejemplo, en Santiago, mientras se desarrollaba este proyecto de ciudad basado en la recuperación de su centro histórico, proyecto muy bien estructurado gracias al liderazgo político del alcalde de la ciudad en esa época, al otro lado de la frontera del término municipal, a apenas 5 ki-lómetros de la plaza del Obradoiro y la Catedral, en apenas 10 años surgió en el desorden esta aglomeración urbana que ilustran las fotografías de antes y después. Es tremendo. Esto nos tiene que hacer pensar que las soluciones tienen que venir desde una perspec-tiva suficiente, tenemos que ser capaces de apartarnos y hacer análisis que en muchos casos van incluso a trascender no ya los términos municipales sino también las regiones.

En la perspectiva de la ciudad de Santiago del año 1832, realizada por un pintor paisajista, sorprende que renunciando a recrearse en las escenografías barrocas características de la ciudad, el artista haya decidido dejar que la ciudad se insinué al fondo, en la nebulosa y en un muy intencionado segundo plano. Yo creo que es evidente que el artista nos está hablando de ciudad y territorio, casi ilustrando el moderno concepto de huella ecológica al introducir los campos de cultivo de la periferia, o las canteras de las que se extrae la piedra con la que se construye o transforma la ciudad. Se trata en verdad de una auténtica repre-sentación del Paisaje Urbano Histórico de Santiago de Compostela en 1832.

Debemos ser optimistas porque definitivamente estamos en el tiempo de la ciudad, y la gestión de la ciudad en el siglo XXI debe entenderse como una oportunidad para re-equili-brarla. Pero no debemos ser ingenuos, si la ciudad es el soporte de nuestra vida cotidiana, tenemos que empezar a gestionar con decisión el escenario de conflicto y de batalla a muerte por el control del espacio entre “la ciudad de la renta”, término acuñado por el profe-

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sor Alfonso Álvarez Mora, y “la ciudad de la reproducción social”. No hay más remedio que elegir entre ambos modelos y de ello depende nuestra esperanza de conseguir una ciudad mejor para todos. Lo que hay detrás de lo que vemos, en el centro y en la periferia, no es más que la expresión del predominio de “la ciudad de la renta”. “La ciudad de la renta” es un espejismo que solamente pueden ver quiénes son propietarios y la única forma de combatir-lo, desde mi punto de vista, es aniquilar la expectativa de renta, que en ocasiones depende de decisiones extraordinariamente arbitrarias y ajenas a la realidad de la ciudad.

La ciudad es expresión de cultura, y tanto la catedral es expresión cultural de una cultura en una época concreta, como las torres colmena de viviendas contemporáneas son con-secuencia directa de “la ciudad de la renta”, y así sucede con la llamada ciudad informal de la periferia. La congestión del especio urbano monopolizado por los automóviles, es expresión de una forma de entender nuestra vida hoy en día, vinculada y dependendien-te del automóvil. Por eso es tan importante construir discursos alternativos y coherentes de ciudad. Alternativos al único discurso aceptado socialmente en las ciudades, que es el discurso inmobiliario. Yo le llamo la interpretación agrícola del suelo urbano, porque en lugar de patatas, se producen metros cuadrados construidos. El discurso inmobiliario es el único discurso que está consolidado en nuestras ciudades, y hay que combatirlo, tenemos que conseguir otros. Pero ¿qué otros discursos podemos construir? Pues no es difícil, algunos son trascendentales para la supervivencia, el discurso del agua, por ejemplo, el discurso del medio ambiente, de la biodiversidad, de las infraestructuras incluso. Se refieren a aspectos de la vida urbana que son muy importantes, esenciales para la calidad de vida de los ciudadanos, y por eso merece la pena hacer el esfuerzo de incorporarlos a la vida cotidiana de nuestras ciudades. “La ciudad de la renta” no es ajena, ni siquiera a las periferias. Me gustó mucho la presentación que hizo referencia al progresivo desplazamiento de las periferias. De nuevo y sin duda esto ocurrirá cuando el mercado lo considere oportuno, implacablemente, en la estricta lógica de la “la ciudad de la renta”. La expectativa de renta está presente y no es ajena a las periferias, es una realidad cotidiana en cualquier ámbito urbano, está en la base de la corrupción, está en la base de la desintegración de la gestión democrática de nuestras ciudades, y pecamos de ingenuos creyendo que un plan urbanístico va a ser capaz de controlar esta progresi-va desintegración de la ciudad. Hemos sido incapaces de comprender que nuestras ciu-dades han sido en la historia expresión de un proceso de “selección natural urbana”, un proceso de transformación permanente con la expectativa de una vida mejor para todos. Y los arquitectos, yo soy arquitecto, estamos muy mal preparados para ofrecer solucio-nes, porque hemos sido educados, si me permiten el paralelismo, para ser creacionistas, que está muy bien, no estoy diciendo que esté mal, pero que nos hace relativamente incapaces de entender la realidad evolutiva de las ciudades, indispensable para abordar el problema esencial que tenemos entre manos.

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Estamos hablando del derecho a la ciudad, que obliga necesariamente a revisar el con-cepto de función social de la propiedad. Que requiere también la consideración y respeto a un principio general de austeridad en la administración pública con el objetivo del bien común, y que debe comprometerse con el combate contra el despilfarro de ciudad y del territorio.

En el fondo, lo que yo creo que falta en la ciudad, tanto para gestionar el centro histórico como las periferias, es algo que se echa de menos en todas partes hoy en día, que es el reconocimiento de la ciudad como lugar de solidaridad. Yo veo en las periferias solidari-dad, como la he reconocido en los centros históricos entre los ancianos y las personas que no pudieron irse y se inventaron sus estrategias para sobrevivir. A mí me gusta pensar que la ciudad histórica de Santiago que hoy es patrimonio de la humanidad, algún día no fue más que un aluvión de peregrinos, de comerciantes, instalados en torno a un sepulcro al que la gente llegaba caminando. Y la evolución de ese conflicto sociológico y territorial, acabó teniendo como resultado lo que la ciudad de Santiago es hoy en día.

Para acabar quiero decir que ésta, mal que nos pese, es la expresión de nuestra cultura urbana dominante, la ciudad de los nadie a la intemperie -me gusta especialmente esta terminología- en la que hay déficit de implantación, de construcción, de infraestructura, de urbanismo. ¿Porque hay déficit de implantación?, pues porque son literalmente los nadie, no nos importa que se asienten donde puedan. También es la ciudad del déficit de construcción, llama la atención que se haga todo con hormigón y ladrillo, precariamente construido, en situación muchas veces de riesgo físico por implantación o construcción, y los que pagan las consecuencias son siempre los mismos. Déficit de infraestructura, de urbanismo, estamos ante el riesgo de la no ciudad. Ese sería el gran desafío y yo propongo para acabar que seamos capaces de impulsar una economía de la recupera-ción urbana, que es el mayor desafío que tenemos por delante, que es capaz de generar empleo y que yo creo que es capaz de generar beneficios y generar plusvalías; tenemos que convencer al mercado de que la opción por los pobres es rentable, así de claro lo digo, tiene que ser rentable. Me gustaría terminar recordando al profesor Campos Venuti y sus salvaguardias imprescindibles de la ciudad; para que haya ciudad tiene que haber una salvaguardia pública, que significa el predominio de lo público sobre lo privado, una salvaguardia social que reivindica el urbanismo y la gestión urbana como herramienta de re-equilibrio y combate de las desigualdades sociales, la salvaguarda productiva, porque la periferia, aparte de servir para vivir tiene que producir, la salvaguarda ambiental, aten-ta a la ocupación del territorio y la salvaguarda programática, que reivindica un plan para la ciudad completa, yo diría para la región en este caso.

Y a pesar de todo, creo que debemos ser optimistas, comprometernos y trabajar intensa-mente, porque, en el fondo, la ciudad es un arma cargada de futuro.

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En defensa de la economía de banqueta. Hacia un nuevo paradigma sobre la apropiación informal del espacio público en la Ciudad de México

Pedro Ortíz AntoranzArtista visual, curador del museo Ex Teresa Arte Actual del INBA

Más allá de la utopía modernista sobre el espacio públicoEl origen de la ciudad suele vincularse en la cultura occidental con distintas formas de control y técnicas que tutelan y domestican aquel “territorio salvaje” sobre el que tendrá que construirse un espacio de convivencia social. La ciudad y la vida ciudadana aparecen así como una conquista de la razón sobre el caos, del progreso sobre la barbarie (De Azua 1999:3). Bajo este modelo de dominio de la racionalidad humana sobre el caos natural se erigen varias utopías urbanísticas de la modernidad: la utopía de carácter técnico-racio-nalista de la Ciudad radiante1 del arquitecto Le Corbursier, la utopía comunitaria ecológica

1 La ciudad radiante surgió de esta nueva concepción de la autoridad capitalista y de una pseu-

do-apreciación de las libertades individuales de los trabajadores. Corbusier ocupa gran parte del ma-

nifiesto de la Ciudad Radiante, elaborando los servicios disponibles para los residentes. Sin embargo,

no han considerado que las llamadas libertades individuales que promovía Corbusier no eran en

absoluto libertades. A los individuos de Corbusier no se les permitía tener voz en el gobierno de sus

vidas; son capaces de comportarse, pero no de actuar. Además, no hay espacio en la Ciudad Radian-

te para que las personas actúen de manera no racional. El tiempo libre defendido por Corbusier es

uno lleno de actividades saludables “de día”. No puede haber extravagancia ni exceso caótico. Así, la

visión de Corbusier sufre de una ingenua concepción de la naturaleza humana. Le Corbusier trabaja-

ba hacia una representación tecnicista, científica e intelectualizada del espacio (Lefevre, 1984: 36).

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de la ciudad jardin2 del urbanista Ebenezer Howard, o la utopía de inspiración comunitaria protestante de la Broadacre city3 del arquitecto Frank Lloyd Wright, entre otros.

Estos modelos urbanísticos creados a principios del siglo XX para la nueva sociedad de masas se llevaron a la práctica, con mayor o menor extensión o éxito. La Brasilia de Lucio Costa y Oscar Niemeyer, el Chandigarh de Edwin Fry, o el Tlatelolco de Mario Pani, los desarrollos habitacionales y fabriles de los países de la Europa comunista, la Unidad Habitacional en Marsella de Le Corbusier, y el desarrollo habitacional Pruitt-Igoe de Minoru Yamasaki en la ciudad Saint Louis se convirtieron en emblemas del modelo urbanístico de tabula rasa.4

Estos modelos de desarrollo urbano, salvando sus notorias diferencias, tenían en común un diseño de vivienda digna, eficiente y racional; la aplicación de la tecnología y sistemas de salud e higiene al servicio de la vida urbana; y el énfasis en la funcio-nalidad de la vida social (racionalidad, eficiencia, calidad de vida, especialización y movilidad); también compartían el deseo de armonizar los asentamientos humanos con los nuevos ciclos de la sociedad industrial (producción, consumo/ocio, transporte, y reproducción de la mano de obra).

Sin embargo, los paradigmas urbanísticos de la modernidad empiezan a mostrar serias limitaciones a partir de la segunda mitad del siglo XX, en las grandes ciudades y

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2 El concepto de ciudad jardín, está relacionado con la actividad de carácter colectivo, y se refiere a la

construcción de barrios con casas individuales y jardines familiares, y la proyección de grandes espa-

cios verdes. Este modelo fue propuesto como reacción a la falta de vivienda obrera y a la necesidad

de establecer un nuevo concepto de ciudad con un sistema organizativo diferente. Como muchas

utopías, acabó desvirtuándose la idea de ciudad-jardín, convirtiéndose éstas en ciudades satélite.

3 Ciudad de Broadacre era la antítesis de una ciudad y la apoteosis de los suburbios recién nacidos

formados a través de la visión particular de Wright. Como argumenta Lefebvre: “Se puede argumen-

tar, por ejemplo, que Frank Lloyd Wright apoyó un espacio comunitario de representación derivado de

una tradición bíblica y protestante” (Lefevre, 1984: 36).

4 El modelo de tabula rasa consiste en trazar la cuadrícula urbana desde sus inicios, planteando así

un modelo eficiente, racional y seguro de la ciudad. Es un modelo urbanístico que parte necesa-

riamente del control estricto de las poblaciones, de los espacios y de las dinámicas sociales. Estos

modelos son inherentemente verticales.

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muy especialmente en los núcleos urbanos del llamado Sur Global.5 El fracaso de las utopías urbanísticas de la modernidad es precipitado por las migraciones masivas del campo a la ciudad; la aparición de ciudades satélites y cinturones de miseria, el acre-centamiento de las diferencias sociales; la expansión y reordenación de las ciudades a partir de la sumisión a una lógica del coche privado, la progresiva destrucción de la vida barrial, la saturación y descuido de los bienes y servicios públicos, así como la corrupción urbanística.

Otra causa de fracaso fue un exceso de confianza en la posibilidad de una planificación urbana ordenada, geométrica y positivista versus el carácter orgánico, imprevisible y conflictivo de los asentamientos humanos. En la Ciudad de México como en otras ciu-dades del mundo en desarrollo, la proliferación del paracaidismo y la autoconstrucción; el auge de la economía informal o autogestiva; la falta de articulación de las políticas metropolitanas, y la planificación urbana improvisada, entre otros factores, ilustrado, por ejemplo, por el crecimiento demográfico de megaciudades como Bombay, Los Ángeles, Sao Paulo, El Cairo o la Ciudad de México.6 A partir de estas circunstancias, a

5 El Sur Global es un término que está surgiendo en los estudios transnacionales y postcoloniales

para referirse a lo que solía llamarse el “Tercer Mundo” (es decir, países de África, Asia, América Lati-

na), “países en desarrollo”, “países menos desarrollados y “regiones menos desarrolladas”. También

puede incluir las regiones “meridionales” más pobres de los “países ricos” del norte “. El Sur Global

va más allá de una “metáfora para los países subdesarrollados”. En general, se refiere a las “historias

interconectadas de colonialismo, neoimperialismo y cambio económico y social diferenciados de

estos países a través de los cuales se mantienen las grandes desigualdades en los niveles de vida, la

esperanza de vida y el acceso a los recursos.” (Global South, s.f.)

6 Las ciudades han absorbido casi dos tercios de la explosión de la población mundial desde 1950 y

actualmente están creciendo con un millón de recién nacidos y migrantes cada semana. La población

urbana actual (3,2 mil millones) es más grande que la población total del mundo en 1960. Mientras

tanto, la parte global del país ha alcanzado su población máxima (3,2 mil millones) y comenzará a

reducirse después de 2020. Como resultado, las ciudades representan todo el futuro crecimiento de la

población mundial, que se espera que llegue a los 10.000 millones en 2050. El 95 por ciento de esta

reconstrucción final de la humanidad se producirá en las zonas urbanas de los países en desarrollo,

cuya población se duplicará a casi 4 mil millones la próxima generación. (De hecho, la población

urbana combinada de China, India y Brasil ya equivale aproximadamente a la de Europa más América

del Norte). El resultado más célebre será el surgimiento de nuevas megaciudades con poblaciones

de más de 8 millones de habitantes, y aún más espectacularmente, las hiperciudades Con más de 20

millones de habitantes (la población urbana estimada del mundo en la época de la Revolución Fran-

cesa). En 1995 sólo Tokio había alcanzado incontestablemente ese umbral. Para el 2025, según Asia

Oriental, sólo Asia podría tener diez u once conurbaciones tan grandes como Yakarta (24,9 millones),

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finales del siglo XX emerge una noción de espacio público distópica, tendente -especial-mente en las grandes urbes del planeta- a un pronunciado malestar de la experiencia urbana, a una percepción negativa, conflictiva y violenta del mismo y su devenir.

A pesar de estas visiones críticas, la mayor parte de los planes de desarrollo urbanístico han continuado proyectando una idea neutra, racional y aparentemente eficiente de la noción de ciudad y de su desarrollo. Esto, aunque estos modelos difirieran progresiva-mente de la realidad compleja, orgánica y caótica del espacio urbano. Este espacio abs-tracto de arquitectos y planificadores urbanos tiende a convertirse en un mero simulacro del espacio real que experimentamos a diario. Como escribe el sociólogo Henri Lefevre: “El espacio del usuario es vivido, no representado (o concebido). Comparado con el espacio abstracto de los expertos (arquitectos, urbanistas, planificadores), el espacio de las actividades cotidianas de los usuarios es concreto, es decir, subjetivo” (Lefevre, 1984:63). Es deseable que el análisis del espacio público de la ciudad contemporánea, así, tenga en cuenta la experiencia de las personas que lo habitan, en especial aquella que nos comunica el malestar y la incertidumbre sobre el mismo.

A continuación, expondré brevemente una visión “armónica”, fundamentada en el consenso, del espacio público, y en segundo orden, elaboraré la noción “antagonista” del espacio público, de donde derivaré tres características que explican la conformación de un espacio público apropiado de manera informal o más precisamente de manera autogestiva.

La noción armónica del espacio público

La discusión sobre la división entre esfera pública y esfera privada y, con ella, la dis-tinción de las actividades y actitudes asociadas a cada una de éstas, se asocia, por lo menos en sus orígenes, a las teorías contractualistas de los siglos XVII y XVIII. Teóricos políticos como Locke y Hobbes —aunque ofreciendo soluciones distintas al problema común de “vivir sin un juez en la tierra” o bien en un estado en el cual lo cotidiano es la “guerra de todos contra todos”— construyeron una narrativa mediante la cual el espacio social se divide en dos, la esfera de lo público y la esfera de lo privado, la esfera en la que los individuos persiguen sus propios fines de forma racional y egoísta, libre de toda

Dhaka (25 millones) y Karachi (26,5 millones). Shanghai, cuyo crecimiento fue congelado durante

décadas por políticas maoístas de deliberada suburbanización, podría tener hasta 27 millones de

residentes en su enorme región metropolitana de estuario. Se prevé que Mumbai (Bombay) alcance

una población de 33 millones de habitantes, Aunque nadie sabe si tales gigantescas concentraciones

de población son biológica o ecológicamente sostenibles. (Davis, 2004:5-6)

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interferencia estatal, y el ámbito en el que las decisiones que afectan a la ciudadanía se toman y se ejercen. Para asegurar la legitimidad del arreglo social, esta división se da por medio del consentimiento libre de los ciudadanos. El espacio público, de esta forma, se convierte en uno de los mecanismos por medio del cual el consentimiento de los ciudadanos se expresa. Sin embargo, para la tradición liberal, el espacio de lo privado es el verdadero espacio de la libertad; es decir, el ámbito en el que los ciudadanos pueden actuar sin interferencia del Estado (Ripstein,1997: 204).

Tradiciones alternativas, por ejemplo, el republicanismo y el comunitarismo, dotan de mayor importancia al espacio público. Para ambas tradiciones su función va más allá de garantizar la propiedad y la seguridad. En efecto, la demarcación de los contornos de lo público se da principalmente por la capacidad para ejercer la libertad por medio de la participación en los asuntos colectivos. Por medio de la participación, la colectividad construye —más allá de las identidades privadas— su propia identidad política, reforzan-do así los vínculos sociales y la importancia de la ciudadanía.

El espacio de lo público se extiende también para cubrir no únicamente los espacios de participación y toma de decisiones colectivas, sino también, como argumenta Habermas en su libro The Structural Transformation of the Public Sphere, por medios “impersona-les” de comunicación como la prensa, la literatura e incluso las revistas académicas, y por espacios “informales” de encuentro, deliberación y discusión, como los cafés y clubes literarios. Es importante resaltar que, desde esta perspectiva, el espacio público ampliado tiene su génesis en las grandes ciudades europeas de los siglos XVIII y XIX. Los habitantes de la ciudad se ven involucrados en una “conversación pública anónima” derivada de sus interacciones en los espacios públicos citadinos. Esta conversación se torna en opiniones (la llamada “opinión pública”) que, en un régimen democrático, deben informar la toma de decisiones políticas (Habermas, 1988: 57). La legitimidad democrá-tica de las decisiones públicas depende de qué tan inclusivo es el espacio público, es decir, de qué tanto las decisiones reflejan la deliberación y argumentación de las distintas partes. Todos los puntos de vista deben ser expuestos y argumentados y se espera que todos sean tomados en cuenta. A partir de esto, se asume que el resultado de la interacción en el espacio público de la ciudad es el consenso y, por tanto, la armonía en el espacio público.

Lefebvre argumenta en este sentido que el espacio público de inspiración armónica:

implica un acuerdo tácito, un pacto de no agresión, un contrato, por así decirlo, de no violencia. Impone reciprocidad, y una comunidad de uso. En la calle, cada individuo no debe atacar a los que encuentra; cualquiera que transgrede esta ley es considerado culpable de un acto criminal. Un espacio de este tipo presupone la existencia de una «economía espacial» estrechamente aliada, aunque no idéntica, a

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la economía verbal. Esta economía valoriza ciertas relaciones entre las personas en lugares particulares (tiendas, cafés, cines, etc.), y da lugar a discursos connotativos sobre estos lugares; éstos a su vez generan “consensos” o convenciones según los cuales, por ejemplo, tal y tal lugar se supone que está libre de problemas, una zona tranquila donde la gente va pacíficamente a pasar un buen rato, y así sucesivamen-te (Lefevre, 1984: 56-57).

Esto recalca la visión de que en el espacio público debe reinar el acuerdo entre los ciu-dadanos. Axiomáticamente, a partir de esta discusión, podemos entonces substraer que la noción armónica del espacio público consiste en que: el espacio público es de todos, por lo tanto no es de nadie. De aquí se derivan los siguientes corolarios:

1. El espacio público es por definición un espacio de libre accesibilidad, es decir, no restringe el acceso a ningún ciudadano: el espacio público es en esencia un espacio de inclusión y de ejercicio de libertades y responsabilidades.

2. En términos generales, lo que se puede hacer y especialmente lo que no se puede hacer en el espacio público debe ser pactado, previa deliberación, con el resto de los ciudadanos. Este pacto toma forma, por ejemplo, en una lista de derechos y deberes del ciudadano en el espacio público.

3. Todos los ciudadanos tienen la posibilidad de ejercer plenamente dicha lista de derechos y deberes sin importar su sexo, clase o etnia.

No olvidemos que el espacio público es una idea, una convención ideológica -no una entidad material- surgida de la tradición liberal a finales del XVIII y principios del siglo XIX. En el transcurso del el siglo XX, el funcionalismo arquitectónico, el industrialismo , la masificación de las ciudades, la banalización de la esfera pública por la sociedad de consumo, así como la invasión de los espacios urbanos por el tránsito rodado, arrasaron con el trasfondo democrático de la idea liberal de espacio público. La ciudad de Brasilia proyectada por el arquitecto Lucio Costa es el culmen de este proyecto de derribo de la idea moderna y liberal de espacio público.

No será hasta principios del siglo XXI, cuando la recuperación de la vida de calle y la preservación de los barrios propuesta de manera seminal por la activista y teórica del urbanismo Jean Jacobs a inicios de los años 60 del siglo pasado, empezarán finalmen-te a hacerse eco en las políticas de desarrollo urbano y las prácticas arquitectónicas, convirtiendo en prioritaria la revitalización de los espacios públicos urbanos y la recupe-ración de la peatonalidad. El camino a recorrer es largo, hemos cedido buena parte de los espacios disponibles de las ciudades a la construcción masiva y los automóviles, el espacio público ideal, el lugar de deliberación colectiva y de encuentro entre ciudadanos en igualdad de condiciones raramente tiene lugar, salvo en contadas excepciones, en la ciudad contemporánea, .

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Adicionalmente, el modelo armónico del espacio público no facilita una lectura y análisis adecuados de los fenómenos de calle en ciudades con otros parámetros sociales y culturales, como en el caso de la Ciudad de México y otras tantas ciudades Latinoameri-canas. El espacio público en su versión democrático liberal (legalista) no existe como tal en la Ciudad de México, donde adopta una naturaleza abierta, precaria, cambiante y con-flictiva a causa de las distintas prácticas de apropiación del llamado comercio informal, o más apropiadamente no regulados o autogestivo. En este caso, el modelo cultural subya-cente no es armónico: “el espacio público es de todos, por lo tanto, no es de nadie” sino más bien antagonista: “el espacio público es de todos, por lo tanto es mío”.

La noción antagonista del espacio público

Para la visión antagonista el espacio público, es en último término, el locus en el que colisionan las tensiones sociales y contradicciones del sistema económico, de las diver-sas prácticas culturales, y de la colisión de los distintos poderes y legitimidades. Como argumenta Lefebvre: “La práctica espacial regula la vida, no la crea. El espacio no tiene poder en sí mismo, ni el espacio como tal determina contradicciones espaciales. Estas son contradicciones de la sociedad, contradicciones entre una cosa y otra dentro de la sociedad, como por ejemplo entre las fuerzas y las relaciones de producción, que emer-gen simplemente en el espacio, al nivel del espacio, y engendran así las contradicciones del espacio.” (Lefevre; 1984: 358). Los discursos y modelos de las utopías modernistas, sin duda, están llenos de buenas intenciones, mas adolecen de pragmatismo, flexibilidad y porosidad ante la inercia del crecimiento urbano y de las contradicciones sociales.

Así, en contraste con la visión armónica del espacio público, una visión antagonista del mismo puede abordar con mayor claridad y potencia explicativa fenómenos que tienen lugar en lo urbano -en los intersticios de lo pactado- sea por imposición/exclusión, apropiación, u ocupación del espacio público, tales como el ambulantaje, la urbanización “privativa”, o el paracaidismo. Esto es especialmente cierto en aquellos contextos urba-nos marcados por espacios sin codificación formal y fronteras de una definición difusa, superposición de usos y funciones formales (o más precisamente: reguladas) e informa-les (no reguladas o autogestivas) múltiples capas de significados sociales y culturales habitualmente en conflicto.

Axiomáticamente, desde un punto de vista antagonista, el espacio público es de todos, por lo tanto es mío/nuestro (cuando se dice mío léase: mi grupo de interés; mi vecin-dad; mi gremio; mi ghetto). Recordemos que el punto de partida de la visión armónica del espacio público es el espacio público es de todos, por lo tanto no es de nadie. De lo anterior se derivan los siguientes corolarios:

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1. El acceso al espacio público no es en todos los casos libre, es en algunos casos discrecional, condicionado e incluso excluyente. También es un espacio de apropia-ción, restricciones, e imposiciones.

2. No necesito pactar lo que puedo y no puedo hacer en el espacio público con el resto de los ciudadanos. Mis acciones y los límites y el tipo de acciones que llevo a cabo con los demás los pacto con mi barrio, con mi etnia, con mi comunidad, con mi “gente”, pero no con la ciudadanía en su conjunto.

3. Ciertas dimensiones de etnia, género y clase social facilitan el acceso al espacio público y el ejercicio de los derechos, mientras que otras lo restringen.

Desde este punto de vista, toda acción en el espacio público implica algún grado de apropiación espacial (y por lo tanto, de desapropiación). Son actos de afirmación en sociedad —que entrañan cierta dosis de disuasión y/o violencia— y sólo son posibles si se sostienen en alguna forma de legitimación fundamentada en el conflicto —o como mínimo en la competencia— con otras, por ejemplo, las reglas y ordenamientos que derivan de las distintas estancias e instituciones democráticas de la ciudad, la herencia histórica y cultural o los usos y costumbres del lugar, los lazos de vecindad, de trabajo, de género o de etnia.

Distintos grupos de interés buscan apoyarse en dichas fuentes de legitimación colectiva: partidos políticos, planificadores urbanos, burócratas ligados a los sistemas de atención social, la élite cultural, los lobbies inmobiliarios y proveedores diversos de servicios públicos urbanos, los cuerpos policiales, los sindicatos, las asociaciones vecinales, y/o los gremios de comerciantes formales (regulados) e informales (no regulados o auto-gestivos) . Las distintas fuentes de legitimidad amparan actos de dominio y apropiación de los distintos grupos de poder que no necesariamente coexisten armónicamente, de hecho, están en la base de la experiencia del espacio público como un medio dialógico, en conflicto y redefinición permanente. En la percepción del ciudadano común, el espacio público es experimentado como un espacio fragmentado y segregado socio-espacialmente; de urbanismo defensivo e inse-guridad; de informalidad económica y apropiación; de marginación social e invisibilidad política; de autoconstrucción y ocupación de vivienda; de expansión y rápido decaimiento del tejido urbano; de privatización y violencia; y de extensísimos tiempos de transporte.

La noción del espacio público como lugar del consenso, donde la deliberación racional de sujetos informados es la herramienta definitoria de los asuntos públicos, omite la distribución inequitativa de la facultad de hablar y ser escuchado, atribución marcada por diferencias de roles y posiciones en una sociedad desigual. Existe una concepción ideal o armónica del espacio público como espacio de todos, así como una concepción

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antagonista de los espacios públicos como espacios de diversidad en negociación, apropiación y disputa continuada. El antropólogo Manuel Delgado nos ofrece una atinada descripción sobre la concepción armónica o ideal de espacio público:

el espacio público pasa a concebirse como la realización de un valor ideológico, lugar en que se materializan diversas categorías abstractas como democracia, ciudadanía, convivencia, civismo, consenso y otras supersticiones políticas contem-poráneas, proscenio en que se desearía ver pulular una ordenada masa de seres libres e iguales, guapos y felices, seres inmaculados que emplean ese espacio para ir y venir de trabajar o de consumir y que, en sus ratos libres, pasean despreocupa-dos por un paraíso de amabilidad y cortesía, como si fueran figurantes de un colosal anuncio publicitario. Por descontado que en ese territorio toda presencia indeseable es rápidamente exorcizada y corresponde maltratar, expulsar o castigar a cualquiera que no sea capaz de exhibir modales de clase media. (Delgado, 2006)

El contraste entre la concepción armónica y antagónica del espacio público se observa en la distinción entre lo común y lo colectivo. La comunidad es una concepción homogé-nea de un grupo, se funda en la comunión; lo colectivo reconoce la pluralidad social y se organiza a partir de la comunicación (Delgado, 2008). El espacio público común es una ficción que pretende neutralizar las desigualdades; el espacio público colectivo alberga las luchas y diferencias propias del vivir juntos. Ambas perspectivas se ven cuestionadas ante un espacio contingente, convertido más en un recurso a ser explotado que en un ente cohesionador. La búsqueda de un anclaje común o colectivo del espacio público puede derivar en una ficción de inclusión social y de vida social asépticamente compar-tida. Cabe entonces preguntarse sobre la vigencia de la noción convencional de espacio público ante una realidad excepcional.

En defensa de la economía de banqueta

En nuestro imaginario colectivo se ha arraigado el estigma hacia la apropiación informal del espacio público, al caminar por las calles de la Ciudad de México percibimos una suerte de espacio público fallido sin una perspectiva muy clara de mejora, según esta aproximación o visión más pesimista, el comercio de banqueta- aquel que ocupa de manera no regulada o autogestiva calles, plazas, perímetros de edificios y otros lugares públicos y de tránsito de la Ciudad de México:

• produce economías precarias y no reguladas de muy baja productividad e innova-ción, y empleos muy poco cualificados;

• fomenta la economía de la copia, la violación de copyright y marcas comerciales;

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• desarrolla actividades de tipo parasitario ya que eluden el pago de impuestos de sus bienes y servicios;

• da pie a organizaciones que extorsionan a los vendedores y que fomentan relaciones de corruptela y clientelismo con los poderes públicos;

• incentiva y encubre actividades ilícitas como el tráfico de estupefacientes y armas, y genera un ambiente de inseguridad que aleja a los ciudadanos de los espacios públicos;

• hace difícil articular espacios públicos genuinos y, por ende, devienen en peligrosos, precarios y disfuncionales;

• anima la invasión y el aseguramiento egoísta del territorio, de esta forma los espa-cios comunes se vuelven residuales y precarios.

Sin negar que hay aspectos de verdad en esta visión negativa, su principal problema reside en que reproduce la misma realidad que critica. A partir del paradigma negativo, se promueven políticas públicas persecutorias y prohibicionistas de la apropiación infor-mal (no regulada o autogestiva) de los espacios públicos, que agravan el problema de la lumpenización social y económica de los trabajadores de calle y elevan los incentivos a la corrupción de los poderes públicos locales.

La propuesta que planteo consiste un tratamiento más constructivo y esperanzador de la apropiación informal de los espacios públicos, un nuevo paradigma sobre el comer-cio de calle al que denomino economía de banqueta, donde la apropiación no regulada de los espacios públicos es considerada un modo cultural específico de apropiación de la calle, que se activa cuando está en juego la supervivencia económica de los más desfavorecidos.

El objetivo de este cambio de paradigma con respecto a la economía de banqueta es alcanzar una comprensión menos pesimista, que valore las fortalezas y posibilidades que están presentes en la apropiación no regulada o autogestiva de los espacios públicos. A partir de una aproximación positiva entendemos que para romper con la inercia que oscila entre el enfrentamiento abierto entre comerciantes y granaderos, a la cooptación corrupta entre los trabajadores de calle y las instituciones públicas locales hay que rede-finir el problema de una forma radicalmente distinta.

Según la nueva mirada o paradigma, las economías no reguladas pueden ser un genuino motor económico que tiene sus pilares en las actividades derivadas del ambulantaje y pequeñas unidades productivas no registradas. En dichas actividades también se dan oportunidades para la innovación y se gestan modelos de economía popular que deben ser entendidos y reivindicados a partir de la observación de campo y los testimonios de los mismos comerciantes. De esta manera, desde un nuevo paradigma del comercio informal en los espacios públicos de la Ciudad de México podríamos sostener que:

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• El comercio de banqueta en los espacios públicos se adapta perfectamente a los flujos urbanos, responde a una versión más móvil y flexible de los espacios compar-tidos. Con la presencia del comercio ambulante el espacio público es más orgánico y atomizado pero no por eso deja de existir. Los espacios públicos se integran de manera muy orgánica a la trama urbana.

• La actividad comercial de banqueta en las calles de la ciudad fomenta la vitalidad empresarial de la clase popular, mediante la creación de un entramado de micro empresas, turas comerciales y mercados ambulantes.

• El ambulantaje dinamiza con mucha fuerza la economía de los barrios, impulsa la au-togestión y la autonomía económica, mediante una variedad de pequeños negocios que refuerzan tanto el consumo, como en el empleo.

• Las mujeres tienen una alta participación en la economía ambulante, les proporciona la flexibilidad horaria y la libertad necesaria para atender a sus hijos que no obtienen de los empleos formales.

• Los mercados ambulantes conectan a las clases desfavorecidas con los flujos globales de bienes y servicios, en ellos encuentran bienes y servicios más baratos que resuel-ven necesidades básicas de gran parte de la población urbana, como vestir o comer.

• Existe innovación en la economía no regulada o autogestiva, e incentivo de la inge-niería popular, un uso abierto —open source— y autodidacta —DIY— de mercan-cías, infraestructuras y tecnologías.

• Se produce innovación cultural en el ambulantaje, en la invención de nuevos modos de producción, distribución y recepción de los bienes culturales.

• El comercio de banqueta genera redes de solidaridad y protección socioeconómica mutua en un contexto de precarización del trabajo.

La construcción de una aproximación más positiva sobre el fenómeno de la apropiación informal de espacios públicos no es intento aislado o sin precedentes, existe un nuevo universo de conceptos para el cambio de percepción sobre la ciudad informalizada, es decir, no regulada o autogestiva, es el caso de: la noción de modernidad pirateada (Sundaram, 2009) que nos permite comprender sin prejuicios el modo de producción económica caracterizado por la alta movilidad, plasticidad e innovación que denomina-mos piratería; la noción de Globalización desde abajo (Alba Vega y Lins Ribeiro, 2016) que destaca el tipo de oportunidades micro-empresariales –centros manufactureros, rutas comerciales, y mercados no regulados- que idean las clases urbanas desfavoreci-das en un contexto de economía globalizada; o la noción de ruido cultural (Larkin, 2008) que pone de relieve la innovación constante sobre los modelos de producción , distribu-ción y consumo cultural que realiza el comercio de banqueta; la noción de comunidades de resiliencia en la economía autogestiva o no regulada (Neuwirth, 2006) que busca reconocer modelos de adaptación, supervivencia, colaboración y protección social mutua ante la adversidad económica. Estamos, por lo tanto, en condiciones de construir un nue-

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vo paradigma que nos permita pensar la apropiación informal del espacio público de la ciudad de una forma mucho más esperanzadora.

Por último, la organización de un foro público que reúna a instituciones, organizaciones no gubernamentales, académicos y ciudadanía para abordar la gestación de este nuevo para-digma con respecto a la economía de banqueta, y brindara una oportunidad única para la redefinición participativa de la noción de espacio público en la Ciudad de México, mediante:

• El diagnóstico participativo de las posibilidades y carencias del espacio público, así como los factores de la economías de banqueta que pueden revitalizarlo.

• La prevención social participativa entre comerciantes ambulantes, líderes comunita-rios, vecinos, académicos e instituciones locales.

• El testimonio sobre las historias de dinamismo empresarial popular en el comercio ambulante, y describir el perfil de vida de los ambulantes.

• La presentación de innovaciones de ingeniería popular provenientes del ambulantaje que planteen soluciones ingeniosas, de bajo costo, a problemas que afectan a la Ciudad de México.

• El diseño participativo de un plan de acción a corto y largo plazo para la mejora del espacio público.

• La redacción de una carta de derechos y responsabilidades de los trabajadores de calle, con la mira puesta en la reducción de las tensiones sociales que se producen entre el comercio no regulado o autogestivo y el conjunto de la ciudadanía.

La consolidación de una nueva mirada sobre el espacio público haría posible hallar modelos explicativos verosímiles y acciones transformativas eficaces para muchos de los fenómenos de apropiación que ocurren en las calles de nuestra ciudad, especialmente, cuando entre los propios comerciantes ambulantes existe la conciencia de que el actual modo de relación con el espacio público está agotado.

Finalmente, la apropiación no regulada o autogestiva por parte de la economía de ban-queta no provoca la desaparición el espacio público en la Ciudad de México, en muchos sentidos lo articula y lo revitaliza para devenir una experiencia única, fascinante para oriundos y extranjeros, aquí la vida de calle se expresa bajo modos culturales distintos a los que operan en ciudades supuestamente más “ordenadas”, se trata de una lógica distinta a la que he denominado modo antagonico del espacio público. En un contexto de crisis económica continuada el espacio público se convierte en el garante de la supervi-vencia de muchas familias, la ocupación de la vía pública para procurarse un trabajo, se convierte en el modo orgánico o “natural” del estar en la ciudad, no hay fuerza humana que pueda evitarlo. El centro de la Ciudad de México puede convertirse en un ejemplo de integración del comercio de banqueta o movilidad si sus ciudadanos logran sentarse a dialogar y ponerse de acuerdo sobre un modelo de responsabilidad y respeto mutuo entre todos los actores implicados.

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Cinco barrios de la Ciudad de México. Una investigación de campoAlejandro MercadoPedro Ortíz AntoranzAlejandra Trejo

IntroducciónEl presente trabajo tiene como punto de partida el foro sobre La periferia como patri-monio cultural urbano organizado por la UNESCO y la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESO) del Gobierno de la Ciudad de México en agosto de 2016. El propósito com-partido tanto del foro como del presente estudio es generar una definición más amplia de la noción de patrimonio cultural urbano aplicada a la periferia que rompa con la predo-minante visión estigmatizada y de una percibida irrelevancia con respecto a la ciudad central e histórica.

Los esfuerzos por encontrar una definición de patrimonio más acorde con el verdade-ro potencial de la periferia urbana está en sintonía con el objetivo 11 de la agenda de Objetivos para Desarrollo Sostenible (ODS) de la Asamblea General de la ONU: “lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles” (ONU, 2015, ODS 11), en el entendido que “los problemas que enfrentan las ciudades se pueden vencer de manera que les permita seguir prosperando y creciendo, y al mismo tiempo aprovechar mejor los recursos y reducir la contaminación y la pobre-za”. La expansión de los barrios urbanos marginales en el mundo en desarrollo vuelve prioritaria la tarea de hacer visible las expresiones culturales y comunitarias que están generando alternativas de vida en los mismos.

Los elementos protegidos del patrimonio urbano tradicionalmente se centran en aspectos visuales, estéticos o artísticos (de tipo tangible) y usualmente ubicados en el centro his-tórico. En la actualidad, este patrimonio ya no reduce sólo a los monumentos construidos o los centros históricos de las ciudades. Para que la ampliación de la noción de patrimo-nio cultural urbano reconozca efectivamente el potencial de los barrios periféricos de la Ciudad de México, debe abordar aspectos distintos a los aplicados a las centralidades urbanas que acumulan el patrimonio histórico. Deben incorporarse a la definición de patrimonio otros aspectos como el entramado socio comunitario, los saberes colectivos

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y las economías locales, la conservación del patrimonio ecológico o el mejoramiento de los barrios. La noción ampliada de patrimonio cultural aplicada a la periferia tomaría elementos de las definiciones de:

• Patrimonio cultural inmaterial o intangible: “El patrimonio cultural no se limita a monumentos y colecciones de objetos, sino que comprende también tradiciones o expresiones vivas heredadas de nuestros antepasados y transmitidas a nuestros descendientes, como tradiciones orales, artes del espectáculo, usos sociales, ritua-les, actos festivos, conocimientos y prácticas relativos a la naturaleza y el universo, y saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicional.” y que es a su vez integra-dor, representativo y basado en la comunidad. En este último sentido la UNESCO (2016) resalta la importancia de entender el patrimonio urbano como el desarrollo de un entramado que da cuenta de un tejido social que se construye desde abajo, desde los barrios urbanos. Así, las periferias son consideradas como poseedoras de un potencial y real patrimonio urbano.

• Paisaje urbano histórico: “Se entiende por paisaje urbano histórico la zona urbana resultante de una estratificación histórica de valores y atributos culturales y naturales, lo que trasciende la noción de ‘conjunto’ o ‘centro histórico’ para abarcar el contexto urbano general y su entorno geográfico”.

• Patrimonio urbano: La definición de paisaje urbano histórico contiene a su vez la noción de patrimonio urbano: “El patrimonio urbano es un capital social, cultural y económico caracterizado por la estratificación histórica de los diversos valores generados por las culturas sucesivas y la acumulación de tradiciones y experiencias, reconocidas como tales en su diversidad” (Recomendación sobre el Paisaje Urbano Histórico [UNESCO]). Abundando en la noción de patrimonio urbano, ICOMOS lo conceptualiza como el conjunto de elementos presentes en la ciudad procedente de generaciones anteriores y en los que cada sociedad reconoce un valor cultural o emocional, físico o intangible, histórico o técnico (1965, citado en Antequera, 2015). Es decir, se trata también de aspectos simbólicos o identitarios, vinculados a la me-moria colectiva y la vida cotidiana de la población local (intangibles).

De la síntesis de las definiciones anteriores podemos derivar una noción de patrimonio cultural urbano de la periferia que incluya los aspectos intangibles, simbólicos o identitarios, vinculados a la memoria colectiva y la vida cotidiana de la población local, pero también los sociocomunitarios, urbanísticos, económicos y medioambientales; en el entendido de que cada definición particular de patrimonio cultural urbano debe construirse participativamente con los ciudadanos de los barrios periféricos para dar reconocimiento preciso y consensua-do a las prácticas culturales y las formas de reciprocidad que lo conforman.

En la visión de UNESCO (2016) es rescatable la concepción de las periferias como el producto de un esfuerzo social colectivo, tanto de la población originaria como de la

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inmigrante, que se constituye como uno de los escenarios principales de la producción social del hábitat, de la diversidad cultural y sobre todo de la solidaridad comunitaria. En la periferia urbana es posible entender el patrimonio como aprendizaje multidimensional, donde la creatividad, conocimiento y habilidades sociales de sus pobladores cristalizan en formas urbanas, espaciales y de convivencia como son los mercados, las fiestas barriales, los espacios públicos espontáneos, la música o la gastronomía. Identificar los valores y rasgos del patrimonio cultural urbano en la periferia pasa por reconocer el tejido de sus formas comunitarias y productivas, los actores sociales que lo integran y sus relaciones de reciprocidad.

En el marco de una colaboración entre la Secretaria de Desarrollo Social y la UNESCO México han cobrado forma tres ideas fundamentales para el presente estudio: 1) la periferia es parte de un sustrato histórico cualquiera que sea su tiempo, lejano o cercano, de aprendizaje social e importante poder creativo; 2) la periferia no debería ser una limitación u objeto de división en propósitos de desarrollo; 3) es indispensable abandonar el lenguaje de lo irregular, de lo informal y de la autoconstrucción con una connotación denigrante y sin valor, para superar la nociones preconcebidas acerca de las periferias en el contexto actual de la Ciudad de México.

El equipo que elabora ese proyecto propone construir y comprender nuevas nociones para la valoración de las periferias, con el propósito de alcanzar una comprensión menos sesgada y más constructiva de las mismas. En suma y a modo de preceptos generales que orientan la elaboración del presente trabajo, consideramos que:

• La periferia de la Ciudad de México es generadora de patrimonio cultural urbano gra-cias a la impronta de su cultura popular, así como del aprendizaje social y el poder creativo de sus redes barriales.

• El patrimonio cultural urbano de la periferia puede ocupar un lugar central –no margi-nal- en la narrativa de la ciudad.

• Es importante combatir el estigma, desprestigio y trato peyorativo que afectan a las prácticas culturales de la periferia.

• La periferia es lugar de formas no convencionales de patrimonio cultural urbano, se requieren nuevas categorías para hacerlo visible.

• Los pobladores de la periferia deben ser parte activa de la definición del patrimonio cultural urbano de sus barrios.

• Es importante reconocer a las redes barriales que dan origen y sustentan el patrimo-nio cultural urbano de la periferia, como un patrimonio en sí mismo.

Esta aproximación se contrapone al estigma que pesa sobre estos espacios asignándo-les atributos y connotaciones generalmente negativas en las que las periferias urbanas

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son vistas en el imaginario colectivo como lugares con pobreza, grises, indiferenciados y como un mosaico de problemas. Donde se destaca especialmente la debilidad tanto de las relaciones sociales, como de las capacidades económicas y productivas como de su pro-ducción y reproducción artística y cultural que llevan a considerarlos como lugares donde se acumulan desventajas (Aguilar y López, 2016). Propiciando lugares comunes, prácticas científicas sesgadas y acciones de política con orientación generalmente asistencialista.

Si bien es cierto que las centralidades sociales y económicas permanecen fuertemente circunscritas a la ciudad central y que las periferias no están exentas de problemas por su lejanía, la visión de inclusión propositiva contribuirá a mejorar las prácticas científicas y de implementación de políticas de desarrollo. En suma, el estudio aboga por el papel que juegan las periferias urbanas como partes constitutivas de las ciudades, así como por una definición ampliada y participativa de su patrimonio cultural urbano.

Para lograr el propósito anterior se identificaron seis barrios de la periferia de la Ciudad de México donde se realizaron recorridos, entrevistas, charlas grupales, con el fin de perfilar a partir del diálogo aquellos atributos económicos, socio comunitarios, artísti-co-culturales y medioambientales que consideran parte de su patrimonio cultural urbano. El estudio está dividió en dos secciones, la primera incluye a los pueblos originarios de San Miguel Topilejo (en Tlalpan), San Mateo Tlaltenango (en Cuajimalpa) y Santiago Tepalcatlalpan (en Xochimilco). La segunda parte del informe incorpora a los barrios de autoconstrucción de vivienda popular: Miravalle (en Iztapalapa), La Cruz y Cuautepec barrio bajo (ambos en Gustavo A. Madero).

Por último, un propósito adicional del presente trabajo es dar pie a una plataforma para la activación, promoción e intercambio de las mejores prácticas que suceden en la periferia de la ciudad, abogando por una noción viva y ampliada del patrimonio cultural urbano, que incorpore su entramado socio comunitario, los proyectos de mejoramiento barrial, de preser-vación ecológica, de economía autogestiva y local, de los pueblos y barrios de la periferia. La finalidad de la plataforma es cruzar y difundir experiencias y soluciones locales, empoderar y fomentar el aprendizaje horizontalmente entre comunidades locales de la Ciudad de México.

I. Estrategia de investigación sobre el patrimonio cultural urbano en la periferia urbana de la Ciudad de MéxicoEl objetivo de este estudio es identificar el patrimonio cultural urbano- entendido en un sentido amplio- en cinco barrios y pueblos de la periferia de la Ciudad de México, con un énfasis puesto en dar testimonio de aquellas prácticas más destacadas en cada uno de

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los casos de estudio. Así como, de manera preliminar, mapear las redes barriales que originan y sustentan dicho patrimonio en cada unidad de análisis.

Con este propósito se busca identificar y entrevistar a un grupo de actores sociales que tengan influencia sobre la vida de sus barrios, para seleccionar y definir aquellas prácti-cas, proyectos, espacios, infraestructuras y redes comunitarias que puedan considerarse patrimonio cultural urbano. Consideramos formas patrimoniales tanto las expresiones culturales y sociales tangibles como intangibles, el mejoramiento urbano de los barrios, los proyectos ecológicos, artísticos y educativos, así como formas de economía local y autogestiva. Pero de manera destacada nos interesa reconocer la organización social comunitaria y solidaria como una forma de patrimonio central en la periferia urbana de la Ciudad de México.

Para la selección de los barrios a estudiarse el primer criterio fue que participaran al menos en los dos programas claves de la Secretaría de Desarrollo Social de la Ciudad de México. Estos programas son el Programa de Mejoramiento Barrial y Comunitario y el programa de Comedores Comunitarios. Estos programas son claves porque requieren que cada barrio presente iniciativas por parte de grupos de vecinos.

Otro criterio fue que los barrios seleccionados reflejaran dos tipos de desarrollo urbano de la periferia de la Ciudad de México que producen formas nítidamente diferenciadas de patrimonio cultural urbano: un primer modo referente a localidades de reciente formación producto de la ocupación de zonas previamente no habitacionales —ecológicas, agríco-las o industriales— donde pueden concurrir: a) autoconstrucción en territorio fraccionado y lotificado, b) invasión y autoconstrucción en cerros y áreas de conservación, c) frac-cionamientos con desarrollos inmobiliarios públicos y privados; y un segundo modo que consiste en las periferias producto de la absorción y crecimiento de pueblos originarios, en las que tiene lugar: a) integración de los pueblos a la traza de la ciudad; b) fracciona-miento para uso habitacional de tierras de cultivo ejidales; c) invasión y autoconstrucción en áreas de preservación ecológica y antiguas zonas agrícolas.

Se seleccionaron los pueblos originarios de San Miguel Topilejo en la delegación Tlalpan, San Mateo Tlaltenango en la delegación Cuajimalpa y Santiago Tepalcatlalpan en la delegación Xochimilco. Los barrios de reciente formación seleccionados son la Colonia Miravalle en la delegación Iztapalapa y La Cruz en la delegación Gustavo A. Madero, aquí además se agregó Cuautepec barrio bajo en la delegación Gustavo A. Madero que tiene raíces como pueblo originario, pero su poblamiento predominante actual es distinto del de los pueblos originarios en el sur y poniente de la ciudad.

La riqueza de información recabada sobrepasa el espacio destinado a este informe por lo que nos concentramos en los datos y observaciones más relevantes o ejemplares de

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cada barrio. Antes se presenta el marco y la estrategia de trabajo que sustenta dichos resultados.

La división en estos dos grupos ha resultado especialmente fructífera para la compren-sión de la periferia y su patrimonio cultural, a grandes rasgos, los pueblos originarios conservan un fuerte apego a sus tradiciones festivas y a la organización comunitaria y ejidal que les da cohesión; mientras que en los barrios de nueva creación la organización comunitaria aglutina su identidad a partir de la consolidación y mejora del mismo.

Aunque se ha ido consolidando una tradición de los estudios acerca de las periferias urbanas, especialmente con los trabajos de observación sistemática del crecimiento y expansión territorial de las ciudades, uno de los problemas para su análisis ha sido el déficit de información de base local, o la falta de sistematización de está. Generalmente, existe información socioeconómica suministrada por las oficinas de estadística de los gobiernos, pero no es suficiente o resulta limitada porque los datos se han recogido a un nivel excesivamente agregado.

Esta investigación se basa en definir un esquema de trabajo barrial de índole mixto pero que enfatizará los aspectos cualitativos y su carácter esencialmente exploratorio. Debido a lo limitado de la información documental, a ésta debe sumarse el análisis de las sub-jetividades individuales y colectivas, acercarse a lo social desde el entendimiento desde lo personal y lo colectivo a través de entrevistas, charlas y observación en campo. Se buscó tener una mirada interdisciplinaria y participativa.

De tal forma, previo al trabajo de campo en cada barrio llevamos a cabo una investiga-ción documental y hemerográfica para reconstruir el contexto socioeconómico y cultural de cada lugar. El trabajo de campo consistió en entrevistas a actores vecinales y comu-nitarios de cada barrio: impulsores de proyectos sociales; fundadores de las colonias; creadores y promotores culturales; cronistas locales, así como vecinos que hubieran impulsado proyectos de tipo de autogestivo. En las visitas condujimos entrevistas indivi-duales y en grupo. En todas las colonias se produjo además la participación espontanea de vecinos que se agregaban a las mesas de conversación o que durante los recorridos se abría la oportunidad de platicar con ellos.

El trabajo de campo se complementó con recorridos visuales en los que fueron visitados los espacios públicos, las viviendas, los proyectos de mejoramiento barrial y comedores colectivos, los espacios de preservación ecológica, y una diversidad de proyectos colec-tivos de corte productivo, social y educativo. En las entrevistas con los vecinos pudimos adentrarnos en los pormenores de la vida familiar y vecinal, de las festividades y otros eventos culturales relevantes de los barrios.

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Otro elemento importante del trabajo de campo fue sostener entrevistas grupales e individua-les con los promotores —trabajadores sociales— de la Secretaría de Desarrollo Social en cada barrio. Los promotores recorren cotidianamente los barrios más necesitados de la ciu-dad, detectando problemáticas, cubriendo necesidades básicas, asistiendo en las emergen-cias y asesorando a los vecinos, lo que les permite tener una relación directa y personal con los habitantes. Los promotores, que en muchas ocasiones también son pobladores de los ba-rrios, cuentan con información de primera mano sobre su actividad social y cultural, además de tener una perspectiva personal especialmente relevante y razonada sobre su devenir.

Sin establecer una categorización de formas patrimoniales a priori, los resultados del trabajo de campo fundamentan en gran medida la evaluación expuesta a continuación.

Recolección de información. Fuente: elaboración propia.

Trabajo de gabinete

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Trabajo de campo (exploratorio)

Recorridos y visitas a barriosy colonias

Entrevistas semiestructuradasa actores clave

· Espacios públicos

· Zonas de vivienda

· Lugares de actividad económica

· Centros comunitarios

· Zonas de preservación ecológica

· Actores comunitarios (área cultural,

educativa, económica o social)

· Enlaces y promotores de programas

del gobierno local

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visuales, estéticos o artísticos (de tipo tangible) y usualmente ubicados en el centro his-tórico. En la actualidad, este patrimonio ya no reduce sólo a los monumentos construidos o los centros históricos de las ciudades. Para que la ampliación de la noción de patrimo-nio cultural urbano reconozca efectivamente el potencial de los barrios periféricos de la Ciudad de México, debe abordar aspectos distintos a los aplicados a las centralidades

patrimonio otros aspectos como el entramado socio comunitario, los saberes colectivos

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II. Patrimonio en los pueblos originarios

La primera parte del proyecto sobre patrimonio cultural urbano en la periferia de la Ciudad de México incluyó las unidades de análisis en la periferia al Sur y Poniente. Son espacios caracterizados por la penetración en distintos grados de la mancha urbana, donde se manifiestan características periurbanas y, además, tienen en común ser pue-blos originarios.

Tres pueblos originarios de la periferia de la Ciudad de México

San Miguel Topilejo (Tlalpan), San Mateo Tlaltenango y Santiago Tepacaltlalpan (Xochi-milco), son tres pueblos originarios de la periferia de la Ciudad de México, forman parte de una franja rural-urbana que va desde Cuajimalpa hasta Milpa Alta compuesta por una gran diversidad de pueblos, tierras de cultivo y parajes naturales que están siendo progresivamente asimilados por el crecimiento de la mancha urbana. Dichos pueblos, tienen raíces anteriores a la colonia y conservan todavía usos y costumbres, formas de propiedad y de organización comunitaria específica, así como una intensa actividad festivo-religiosa, es decir, en ellos subsisten prácticas culturales diferenciadas del resto de la ciudad y, en consecuencia, podemos hablar de un patrimonio cultural singular de los pueblos originarios de la periferia.

En la nueva constitución de la Ciudad de México se reconoce explícitamente su exis-tencia ancestral y su especificidad cultural: “pueblos y barrios originarios son aquellos que descienden de poblaciones asentadas en el territorio actual de la Ciudad de México desde antes de la colonización y del establecimiento de las fronteras actuales y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, sistemas normativos propios, tradición histórica, territorialidad y cosmovisión, o parte de ellas” (Constitución Política de la Ciudad de México, Artículo 58 2.a).

Asimismo, en el apartado E del Artículo 59 de la misma se reconocen los derechos que emanan de su especificidad cultural: “Los pueblos y barrios originarios y comunidades in-dígenas residentes, tienen derecho a preservar, revitalizar, utilizar, fomentar, mantener y transmitir sus historias, lenguas, tradiciones, filosofías, sistemas de escritura y literaturas, y a atribuir nombres a sus comunidades, lugares y personas. Asimismo, tienen derecho a mantener, administrar, proteger y desarrollar su patrimonio cultural, sus conocimien-tos tradicionales, sus ciencias, tecnologías, comprendidos los recursos humanos, las semillas y formas de conocimiento de las propiedades de la fauna y la flora, así como la danza y los juegos tradicionales, con respeto a las normas de protección animal”.

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Sin embargo, la situación presente de dichos pueblos, en un contexto de urbanización acelerada, está desbordando el marco originario de tradiciones, de usos y costumbres y organización comunitaria.

• Muchas tierras se han dejado de cultivar, y las generaciones más jóvenes no quieren dedicarse al campo, se debilitan los nexos con el campo y también la estructura de propiedad comunera y ejidal que la sostiene.

• La propiedad ejidal se ha vendido en parte o en su totalidad; se ha cambiado el uso de suelo de propiedades comunales, facilitando la lotificación y la aparición de asentamientos irregulares, pero también de desarrollos inmobiliarios y propiedades de población muy afluente.

• La población avecindada llegada de otras partes de la ciudad u otros estados, y que en su mayor parte pueblan los crecientes asentamientos irregulares colindantes a los pueblos, genera otro tipo de legitimidades y lideratos vecinales que difieren, cuando no se enfrentan directamente, con los de la población originaria.

• La vida comunitaria se reduce en muchos casos a la celebración de ritos y fiestas patronales, y dejan de realizarse las faenas y los trabajos por la comunidad, y otras prácticas sociales cohesivas. Aunado a la renuencia de los comuneros a ceder terrenos para el bien colectivo: escuelas; centros de salud, instalaciones deportivas y otros servicios públicos.

• El orden político administrativo vigente en la Ciudad de México margina y debilita la representación comunitaria en favor de figuras dependientes de las delegacio-nes (Mora Olivares, 2010) a pesar de los intentos por corregirlo a partir de la nueva Constitución Política

• La aparición de otros patrones de ocio-consumo y trabajo facilitados por la conexión con la gran mancha urbana.

Sin menoscabo de lo señalado anteriormente, la organización comunitaria y ejidal de los pueblos de la periferia subsiste, y también están vivas mucha de sus prácticas cul-turales a las que se añaden otras nuevas, también está presente la vinculación con un patrimonio natural muy considerable. Los pueblos originarios son todavía al día de hoy proveedores de un buen rango de productos agroalimentarios, son además deposita-rios de un invaluable acervo vinculado al ecosistema y son, por ende, aliados naturales en la conservación de los recursos del ecosistema (preservación de la biodiversidad, protección de acuíferos, lucha contra incendios y la erosión, entre otros) y de las tierras de cultivo que generan un cinturón verde periurbano fundamental para la Ciudad de México.

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Antecedentes históricos de los tres pueblos originarios

El poblamiento de la periferia de la Ciudad de México revela distintas formas y modalida-des puesto que en el proceso de expansión urbana se fueron incorporando tanto tierras agrícolas o rurales como antiguos pueblos, algunos de los cuales son considerados pueblos originarios. Estos últimos se asentaron en las orillas de la ciudad antes de la conquista española, y fueron refundados durante la época colonial (Ortega, 2010). En muchos casos, el nombre de estos pueblos conservó la toponimia de origen náhuatl y además se le agregó el nombre de algún santo católico.

De acuerdo con Portal (2013, p. 53): “La historia de los pueblos de la cuenca se entreteje inexorablemente con la historia de la Ciudad de México. De origen prehispánico, pero reconstituidos y refundados durante el periodo colonial, a lo largo del tiempo han tenido una gran presencia en la configuración socioterritorial de la urbe”. San Mateo Tlaltenango, San Miguel Topilejo y Santiago Tepalcatlalpan tienen como ca-racterística común ser pueblos originarios que en mayor o menor grado han experimen-tado su incorporación a la mancha urbana. Este es un rasgo fundamental en la definición e identificación del patrimonio urbano de estos sitios. En la Ciudad de México habita una cantidad considerable de población originaria que, si bien no es indígena, es heredera de ciertas formas de vida, sistemas simbólicos y rituales practicados en la antigua Cuenca de México. Esos elementos han subsistido en interacción, conflicto y adaptación con los provenientes de otras culturas (Pérez Ruíz, 2009). A su vez, los rasgos culturales y de identidad originaria determina en muchos aspectos las lógicas económicas y políticas de esto pueblos y sus formas de cimentar su pertenencia a la urbe (Portal, 2013).

Acerca de la historia de estos pueblos su origen se puede encontrar en distintos momen-tos y circunstancias de la época prehispánica. Algunas fuentes estiman que alrededor del año 1517 algunas familias de la tribu acolhua poblaron el actual territorio de San Miguel Topilejo. Posteriormente se establecieron también familias xochimilcas las cuales llevaron un tipo de vida primitiva bajo una organización familiar-patriarcal (Delegación del Departamento del Distrito Federal en Tlalpan, 1994). Según una fuente distinta, fueron pequeños grupos de xochimilcas provenientes del actual estado de Morelos los que ori-ginalmente poblaron Topilejo (Velázquez, 2008). También hay datos referentes a que los vestigios más antiguos datan del año 1100 D.C. (Rodríguez y Rodríguez, 1984). La pala-bra Topilejo deriva de Topilco, Topil, Topilan o Topileco palabras en náhuatl que significan “lugar de la abundancia de los palos para bordones”, “lugar donde se encuentran las varas de la justicia” o “lugar del que lleva el mando” (Delegación del Departamento del Distrito Federal en Tlalpan, 1994; Velázquez, 2008). Jurisdiccionalmente este pueblo no perteneció de inicio a Tlalpan sino a Coyoacán, aunque políticamente se encontró bajo el dominio Mexica a partir del siglo XV. Sin embargo, desde antaño ha tenido una fuerte

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relación religiosa, política y comercial con Xochimilco. En Topilejo se han encontrado 23 de los 43 sitios arqueológicos de la zona (Rodríguez y Rodríguez, 1984). Después de la conquista, la población del área quedo concentrada en los pueblos fundados por los colonizadores y que aparecen representados en los mapas de la época en el siglo XVII (Delegación del Departamento del Distrito Federal en Tlalpan, 1994).

Por su parte, Santiago Tepalcatlalpan es un pueblo originario de la delegación Xochimilco. Su origen prehispánico se vincula con el asentamiento de los xochimilcas que formaron parte de las 7 tribus nahuatlacas que llegaron al Valle de México hacia el año 900 y fun-daron Xochimilco en el año 919 donde radicaron por un largo periodo (DOF, 1997). Según Peralta (2011), la evidencia arqueológica demuestra que Xochimilco había sido habitado previamente por otros grupos (por ejemplo, presencia teotihuacana). Al igual que otros sitios del sur de la cuenca de México, Xochimilco fue además un lugar idóneo para grupos de cazadores y recolectores por la abundancia de recursos naturales, de manera que la región de los lagos de aguas dulces fue escenario de continuas ocupaciones que datan del Pleis-toceno (íbid). Según el cronista del pueblo, Tepalcatlalpan proviene de tepalcatl, es decir, tepalcate, fragmento de vasija de barro; y de tlapalli, color; por lo tanto, significa tepalcate con color. Aunque existen numerosos vestigios prehispánicos, de acuerdo con las fuentes consultadas y la escasez de referencias al tema, se puede decir que no existe una historio-grafía que sitúe la fundación de Tepalcatlalpan como tal. Solo se puede deducir que al igual que otros pueblos estuvo bajo la influencia azteca cuando Xochimilco fue conquistada por los mexicas. Después de la conquista española, en 1559, Felipe II dio armas y título de no-bleza a Xochimilco y en el siglo XVII Santiago Tepalcatlalpan formó parte de una de cuatro parcialidades de pueblos que fueron repartidas a los hermanos menores (DOF, 1997).

Después de la búsqueda bibliográfica se encuentra que el dato de la fundación prehispá-nica de San Mateo Tlaltenango se desconoce, pero se dice que las primeras referencias directas a este lugar están contenidas en el Códice Techialoyan de Cuauhximalpan. Se calcula que en el año 1534 o 1535, tras la llegada del primer virrey de la Nueva España se presenta la fundación colonial de San Pedro Cuajimalpa y sus barrios (ahora pueblos) entre ellos San Mateo (UAM, 2015). En la Enciclopedia de municipios y delegaciones de México se narra que Hernán Cortés fundó en el área de la actual delegación de Cuajimalpa pueblos nuevos y dio mayor importancia a otros que ya existían, tales como San Mateo Tlaltenango, agregándoles un nombre español junto con el indígena. Se considera que la población originaria de San Mateo se formó sobre la base de grupos nahuas y otomíes y que el nombre indígena del pueblo proviene de la palabra náhuatl, Tlaltenango, tlalli que significa tierra y tenanil que se traduce como muro, es decir, en los muros de tierra o tierra amurallada. Su establecimiento puede relacionarse con el de Cuajimalpa situado en el 1342, cuando un pueblo de tepanecas, asociado a los otomíes, se estableció en el área y estuvo bajo el control político y administrativo de Azcapotzalco para luego ser conquistado por los mexicas y transferido al poder de Tlacopan en 1437.

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Situación actual: el crecimiento de la mancha urbana

La mancha urbana crece velozmente hacia el sur de la ciudad, al agotarse el espacio urbanizable en el centro y norte de la ciudad, se inicia un fuerte crecimiento en primer lugar hacia Tlalpan y Xochimilco, y ahora también hacia Milpa Alta y Tláhuac, donde hay terreno disponible todavía. La extensión de la ciudad ha producido una pérdida de suelos de conservación y tierras de cultivo (Corona Romero, 2017). Los planes de ordenamiento ecológico no han podido parar la conversión de áreas de aprovechamiento, conservación y protección ecológica en áreas urbanizadas (Aguilar, 2008).

Al crecimiento lento pero constante de los pueblos originarios y la expansión dispersa de clases medias y altas (Aguilar, 2008) hay que sumar la proliferación de asentamientos irregulares en la zona sur de la Ciudad por parte de población de bajos recursos, la falta de servicios e infraestructuras adecuadas conllevan la contaminación de aguas freáti-cas y el agotamiento de acuíferos, la modificación del curso de los ríos y la pérdida de cientos de hectáreas de conservación ecológico; las delegaciones más afectadas son Milpa Alta, Tlalpan y Xochimilco (Aguilar, 2008; Mohar Ponce, 2017). Sin embargo, no debemos olvidar, que fue el crecimiento en primer término de las tierras de cultivo el que comprometió los espacios de conservación de la zona Sur, y que la expansión urbana está teniendo lugar en mayor medida sobre antiguas tierras de cultivo que sobre áreas de conservación ecológica (Jiménez Ortega y Galeana Pizaña, 2017).

De los tres pueblos originarios visitados, San Mateo Tlaltenango Y Santiago Tepacalt-lalpan son los más integrados a la mancha urbana, y San Miguel Topilejo el que menos. San Mateo Tlaltenango se comporta como un apéndice de la zona comercial y financiera de Santa Fe, arrinconado por los desarrollos inmobiliarios de lujo; la llegada de nuevos habitantes muy afluentes a la zona; la instalación en la zona de colegios exclusivos; y la construcción de ejes viales; de esta forma su traza está haciendo modificada y desarticu-lada por el contacto con Santa Fe y sin embargo todavía tiene en su demarcación exten-sas áreas del bosque del Desierto los Leones de propiedad comunera, que constituyen un “pulmón verde” y un captador natural de agua para la zona de Cuajimalpa. Es quizás de los tres el pueblo más amenazado por la mancha urbana, ya que el crecimiento de Santa Fe sucede de una forma mucho más agresiva y anuladora, con peor pronóstico, los intereses inmobiliarios son más poderosos, y el choque de clases sociales y estilos de vida ocurre de manera mucho más perturbadora.

Santiago Tepacaltlalpan forma parte ya del continuo urbano conectado con Tepepan y el centro de Xochimilco, y los ejes viales Prolongación División del Norte-Periférico-Calzada de Tlalpan, y la presencia notoria de la Facultad de Artes y Diseño (FAD) de la UNAM. Sin embargo, todavía conserva su traza original, donde el atrio con su iglesia ocupa el lugar central; el pueblo está flanqueado por una herradura de montes y tierras de cultivo,

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algunas ya en desuso, por donde inicia el camino a Chalma; en estos montes son comu-nes los asentamientos irregulares. Nunca hubo ejido pero sí existe organización comu-nal, y su influencia es muy notoria en el manejo del pueblo, especialmente su panteón, algunos campesinos todavía trabajan las tierras en los cerros colindantes.

San Miguel Topilejo es un pueblo todavía desconectado de la mancha urbana a medio camino de Cuernavaca por la antigua carretera federal, a pesar de que tiene un fuerte crecimiento de vivienda de alto nivel en los terrenos que dirigen hacia la caseta donde inicia la nueva autopista. El mismo pueblo ha sufrido un notorio ensanchamiento urbano hacia montes y campos de cultivo a partir de asentamientos en regulares. Se trata un pueblo que mantiene una todavía importante actividad agropecuaria. Tiene propiedad ejidal, comunera y privada. Las tierras ejidales continúan en su mayor parte intactas y se sitúan a lo largo delautopista Cuernavaca Y antes de la entrada al estado de Morelos. El pueblo está partido en dos por la vía rápida, la fractura es notoria se trata de dos áreas unidas por bajo puentes con dinámicas urbanas distintas, un lado conserva la traza antigua del pueblo; el segundo es producto de la ampliación del casco original a partir de asentamientos irregulares, y se percibe más deprimido socialmente. No sería de extrañar que dado el fuerte crecimiento urbano que presenta la zona sur de la ciudad en las próxi-mas dos décadas Topilejo quedará unido a la misma. Los pueblos originarios en la interfase rural-urbana

Los pueblos originarios son comunidades con prácticas socioculturales y económicas que los distinguen claramente del resto de la ciudad. A grandes rasgos, estos pueblos tienen una conexión directa con un pasado indígena que se manifiesta en una serie for-mas de organización social de la vida comunitaria, así como en aspectos jurídicos como la existencia de tierra comunal. Estas comunidades cuentan con una serie de símbolos que los identifica como pueblos originarios, sobresalen los códices y fiestas religiosas, pero también actividades económicas como la persistencia de la agricultura que ha sub-sistido con mayor o menor suerte en cada uno de los pueblos estudiados.

Además de la importancia socio-cultural de ser pueblos originarios, estas comunidades son espacios de transición entre lo rural y lo urbano. No son enteramente rurales, pero tampoco completamente urbanos, presentan aspectos de ambos mundos. Este ele-mento es tan importante como su condición de pueblos originarios, ambas condiciones se retroalimentan y forman un conjunto de procesos que hacen a estas comunidades únicas y permiten definirlas como zonas patrimoniales para el conjunto de la ciudad de la que son parte. A los espacios con características urbanas-rurales se les conceptualiza como interfases rural-urbanas o zonas periurbanas. La definición de estos conceptos por diversas corrientes disciplinarias presenta énfasis distintos. En principio el concepto de interfase urbana-rural trata de capturar que en estas zonas lo urbano y lo rural se

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engranan espacial y económicamente (Tacoli, 1998). Los estudios ambientalistas enfati-zan que la interface “periurbana puede caracterizarse como un mosaico heterogéneo de ecosistemas “naturales”, ecosistemas “productivos” o “agro” y “urbanos” afectados por los flujos materiales y energéticos demandados por las zonas urbanas y sistemas rura-les. (Allen, 2003, 136–37)”. Lo que hay que resaltar es que estos lugares son “zonas de transición amplias y persistentes, aunque dinámicas, que combinan diversas condiciones rurales y urbanas (Simon, 2008, 170).” Desde Latinoamérica se ha acuñado el concepto de “nuevas ruralidades” que intenta capturar la transformación de las áreas rurales que incorporan actividades y usos urbanos (Kay, 2008; Appendini y Torres-Mazuera, 2008; Arias, 1992; Delgado, 1999, citados en Lerner, 2010). El trabajo de Galindo y Delgado (2006) sintetiza la discusión en México de estos conceptos y las metodologías utilizadas en su identificación. Este trabajo muestra la relevancia de las zonas de transición en el funcionamiento regional y urbano y la necesidad de generar políticas específicas y distin-tas a las establecidas en lugares plenamente urbanos o plenamente rurales.

La condición de pueblo originario en conexión con su papel de interfase rural urbana confiere a estos lugares una connotación de frontera socio cultural y económica entre lo rural y lo urbano. En este sentido los pueblos originarios juegan un papel central en la contención de lo urbano y en la contención de los procesos de disolución de comuni-dades en la periferia urbana. En su capacidad de contención juega un papel central el sostenimiento de prácticas, culturales (fiestas populares y religiosas) sociales (participa-ción en diferentes formas de organización, protección del medio ambiente y los recursos naturales) y económicas (actividad agrícola, artesanal). En la medida en que los pueblos originarios pierdan sus costumbres sociales y culturales y su conexión con actividades agrícolas y con el medio natural que los rodea lo urbano puede avanzar sin fricción. Por el contrario, en la medida en que estos tres componentes se retroalimenten y fortalezcan tendrán mayor capacidad de moderar la expansión urbana. El papel de contención que juegan los pueblos originarios frente a la expansión de la mancha urbana es de vital im-portancia ya que los mecanismos formales de planeación y las normas establecidas han fallado en detener el deterioro ambiental de la periferia (Aguilar 2008; Pérez-Campuzano, Avila-Foucat, and Perevochtchikova, 2016).

La protección del patrimonio sociocultural y económico de estos pueblos puede fortalecer el involucramiento de sus habitantes en la sustentabilidad de estos espacios. La inten-ción y capacidad de los habitantes de proteger un lugar caracterizado como interface urbano-rural tiene que ver con la relación que estos establecen con el lugar que habitan. Esta relación se ha estudiado bajo el concepto de “Sentido de Lugar”.

De acuerdo con la síntesis elaborada por Soini et al. (2012) los estudios en esta área han identificado los siguientes elementos constitutivos del sentido de lugar: (a) Apego al Lugar (Jorgensen, B. y Stedman, R. (2006)) que se puede leer como una “liga emocional

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positiva con el lugar”. (b) Satisfacción con el Lugar. Este componente se refiere al valor utilitario de un lugar en relación a la satisfacción de necesidades sociales y de habitabi-lidad (Stedman, 2002). (c) Dependencia del Lugar. Con base a las actividades que una persona considera importantes, qué tanto un lugar comparado con otros ofrece mejores condiciones para realizarlas (Brown y Raymond, 2007). (d) Identidad del Lugar. “Involu-cra las dimensiones del yo que definen la identidad de un individuo o de una comunidad en relación con el ambiente físico por medio de un patrón complejo de ideas, creencias, preferencias, sentimientos, valores, metas y tendencias conductuales y habilidades relevantes, conscientes e inconscientes. (Sioni, et al 2012: p 125, con base en Brown y Raymond, 2007; Proshansky, Fabian y Kaminoff, 1983)”. (e) Adaptabilidad al Lugar. Se refiere a los habitantes que migran a un lugar y desarrollan un vínculo con sus caracterís-ticas (Soini, et al 2012). La acción conjunta de estos componentes como constitutivos del apego a un lugar puede generar efectos positivos en el involucramiento de los habitantes en la protección y mantenimiento del medioambiente social y natural.

Los tipos de patrimonio de los pueblos originarios

En los pueblos originarios de la periferia visitados se observan cuatro tipos principales de patrimonio que fomentan el sentido de lugar y previenen la disolución de la interface rural urbana : el primero es el sociocomunitario, que se desprende del régimen comunero y ejidatario de propiedad de la tierra (y se entrecruza con los modos de vida; la forma y división del territorio y el patrimonio cultural inmaterial de los pueblos); el segundo es la tradición festiva (prácticas culturales ligadas al patrimonio cultural intangible, a la red so-cio comunitaria y al patrimonio arquitectónico); el tercero es el patrimonio asociado a las prácticas sustentables de economía local —modos de vida— (y vinculado a las prácticas culturales autóctonas y a la red socio comunitaria); el cuarto es el patrimonio vinculado al medio natural (suma de prácticas culturales autóctonas, de modos de vida y el propio patrimonio natural). La tradición festiva es la que parece gozar de mejor salud en los tres pueblos visitados, está favorece de manera especial el sentido de cohesión de los pueblos originarios y mantiene viva la identidad de los mismos.

Sin embargo, para evitar el riesgo de disolución de las comunidades ante el avance de la mancha urbana es necesario apoyar aquellos patrimonios que sostienen la interface rural urbana en los pueblos, es decir: La estructura socio comunitaria que se deprende de la propiedad comunitaria y ejidal de propiedad, que si bien todavía en pie, está muy afec-tada por el abandono de las labores agrícolas y la fuerza de los intereses inmobiliarios; las prácticas de conservación, restauración y explotación sustentable del medio natural; y las prácticas sustentables de economía local a partir de productos y procesos autócto-nos. Muy especialmente, las dos últimas suceden de forma mucho más precaria, frágil y descontinuada, por lo que requieren de un reconocimiento y un apoyo más urgente.

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La interfase rural urbana como patrimonio

Sería muy conveniente considerar a la propia interface rural urbana que va del Ajusco a Tláhuac —una franja verde de contención urbana— como patrimonio crítico para la Ciudad de México: un tejido de enclaves semirrurales, redes sociocomunitarias, prácticas culturales, modos de vida y medio natural que es el freno más eficaz a la extensión de su mancha urbana; se trata de una categoría nueva de patrimonio urbano, aquella que reconoce la función de contención de las áreas rural-urbanas, y que desborda los marcos definitorios de patrimonio cultural inmaterial y de paisaje cultural.

En este sentido, es de vital importancia adoptar un acercamiento distinto el patrimonio cultu-ral de los pueblos originarios de la periferia, al que aplicamos al centro histórico de la ciudad.

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Valor patrimonial de los pueblos originarios como interfase rural urbana. Fuente: elaboración propia

Prácticas socioculturales y económicas

Contención en la disolución delas comunidades originarias

Contención de lo urbano

Importancia para la ciudad en su conjunto:diversidad cultural, acceso al medio ambiente naturalprotección del medio ambiente, protección alimenticia,

producción cultural

Capacidad de contención dependedel Sentido de lugar

Apego al lugar Satisfacción con el lugar Dependencia del lugar Identidad del lugar Adaptabilidad al lugar

Frontera de negociación sociocultural y económica entre la rural y la urbana

Mezcla de dinámicas socialesy usos del suelo urbanos y rurales

Interface Rural-UrbanaPueblos originarios

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Aquí los aspectos intangibles son más importantes que los tangibles, es decir, tiene menos peso el patrimonio monumental y la memoria histórica, y son mucho más determinantes las prácticas culturales relacionadas con la tradición festiva, el entorno natural, las prácticas de economía local —modos de vida—, y las redes socio comunitarias que le dan sustento.

En consecuencia, el valor del patrimonial de esta franja de contención urbana no es tanto histórico, monumental y turístico, sino de un patrimonio vivo que hace posible la continuidad de una constelación de pueblos del Ajusco y el Sur de la ciudad, y garantiza la conservación de un ecosistema vital para la Ciudad de México. Este patrimonio se conforma y nutre de las propias comunidades locales, y se mantiene de una manera autogestiva apoyado en la organización comunal y ejidataria.

Por último, esta nueva forma de patrimonio urbano integra diversas formas convencio-nales o reconocidas de patrimonio: cultural (material e inmaterial), natural, arqueológico, arquitectónico, y otras no convencionales: socio comunitario y modos de vida. Todas ellas deben entenderse de forma interconectada, de manera sistémica, para la compren-sión adecuada y profunda de las implicaciones de las prácticas culturales observadas. Es el caso de la recolección de hongos silvestres comestibles en los pueblos del Ajusco y del sur de la ciudad, se trata de una práctica cultural ancestral heredada de padres e hijos, que requiere de una gran especialización y conocimiento experto, que constituye, si se practica adecuadamente, una fuente de ingresos respetuosa con el bosque, y que además tiene derivaciones gastronómicas relevantes, siendo los hongos silvestres consi-derados un alimento gourmet en muchos mercados y restaurantes de la ciudad.

Hongos silvestres en Topilejo. Fuente: trabajo de campo

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La tradición festiva de los pueblos originarios

Los vecinos de los pueblos originarios participan de manera intensa en los preparativos de las fiestas patronales (fiesta mayor y fiesta chica), danzas, carnavales y otras fiestas del calendario religioso, al respecto comenta Mora Vázquez que los pueblos origina-rios de la periferia: “conservan una estructura sociocultural compuesta por un conjunto de rituales tradicionales, tanto familiares como propios de los diferentes ámbitos de la cotidianidad social. Para la organización de estos últimos, ya sean políticos, culturales o religiosos, los vecinos nombran algunos mayordomos o comisionados o autoridades, quienes se hacen acreedores al reconocimiento y prestigio por el buen desempeño de sus encargo” (Mora Vázquez, 2007). Los mayordomos gozan de un gran prestigio y po-der en las comunidades originarias rivalizando incluso con los subdelegados o coordina-dores, y hasta con los párrocos. La centralidad de las fiestas en el imaginario de los pueblos originarios es absoluta, como escribe en este sentido Ortega (2010) “Su identidad gira alrededor de los ciclos de festejos y rituales que celebran año con año. Sus formas de organización tradicional garantizan la celebración de dichas fiestas, que en muchos casos están en expansión y se vuelven más ostentosas para agradecer los dones de sus santos patrones con la es-peranza de su reciprocidad en el otro mundo”, y, añadiría, también con la esperanza de agrandar su prestigio social en éste.

“Los pueblos originarios ubicados en el sur de la Cuenca de México forman parte de un área cultural nahua que se mantiene interrelacionada. Es costumbre que se visiten entre sí con motivo de sus fiestas patronales y lleven regalos como casullas, hostias, cirios y cohetes, los cuales son agradecidos con una visita recíproca” (Ortega, 2010), a las que se conocen como salvas o promesas,

Es aconsejable abandonar una mirada excesivamente folclorizante de las tradiciones de los pueblos originarios y tratarlas, más bien, como un cuerpo de prácticas abiertas, flexi-bles, móviles, en innovación constante, algunos ejemplos al respecto son: la integración relativamente reciente de las comparsas y bailes de chinelos , típicos de la región de Morelos, a las fiestas patronales de los pueblos originarios de la periferia; o la sustitución de las tradicionales bandas de vientos que acompañan los eventos festivos por bandas de música grupera estilo Sinaloa, derivado de los nuevos gustos musicales importados por los migrantes retornados de Estados Unidos.

Es mucho más interesante, para una noción contemporánea patrimonio cultural inma-terial, un retrato de tradiciones que innovan, que mutan de forma, de manera fluida, en diáspora con las migraciones regionales y continentales, mirada que favorece una com-prensión no estática ni idealizada de las mismas, y revela rutas de una diáspora cultural que no pasan necesariamente por la ciudad central.

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Patrimonio natural

La UNESCO ha destacado la importancia de preservar la biodiversidad y los sitios naturales, y de combatir amenazas como la tala indiscriminada para hacer cultivos, la introducción de especies exóticas y la caza furtiva. De ahí que se busque identificar y proteger sitios que poseen fenómenos naturales notables, representan alguna de las principales etapas de la historia de la Tierra, muestran principios ecológicos y biológicos significativos o contienen entornos naturales importantes. Los componentes del medio natural se pueden valorar por sus características estéticas o ecológicas y deben prote-gerse con la misma convicción y energía con que se preserva el patrimonio cultural en general (SEDESOL, 2006).

Los 3 pueblos originarios estudiados en la periferia de la Ciudad de México poseen en-tornos naturales de suma importancia para la ciudad y para la zona misma. Sin embargo, de acuerdo con Soto-Cortés (2015), el suelo de la periferia de la Ciudad de México es un patrimonio natural subestimado socialmente ya que no se han rescatado los bienes y servicios que proporcionan sus recursos naturales. Una posible explicación es que en los diagnósticos y análisis sobre el medio natural con frecuencia se reseñan mecánicamente los datos oficiales disponibles sin relacionarlos con los problemas y oportunidades que el propio medio natural presenta.

Tlalpan es una delegación que cuenta con cinco Áreas Naturales Protegidas (ANP) distribuidas en dos parques nacionales (ubicados en zona urbana), una zona sujeta a conservación ecológica, y una fracción de superficie del Corredor Biológico Ajusco-Chi-chinautzin, decretada en 1988, con la categoría de área de protección de flora y fauna silvestre. Topilejo cuenta con parte de este corredor cuya altimetría favorece una gran

Chinelos en San Mateo Tlaltenango. Fuente: trabajo de campo

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riqueza natural y la presencia de endemismos en la zona. Fisiográficamente se constitu-ye de sierra, conos volcánicos, laderas y cañadas y sus principales tipos de vegetación son el bosque de pino, bosque de oyamel, selva baja, y la derivada de la agricultura. La presencia de endemismos es alta en el caso de animales vertebrados y de hongos. Por sus características geográficas y climáticas, el corredor es una barrera natural para evitar el avance del proceso de urbanización de la Ciudad de México. Sin embargo, no está exento de problemas ambientales que incluyen la degradación de los hábitats naturales causados por la urbanización, la fragmentación por la construcción de autopistas, la agricultura intensiva, el pastoreo, la quema, la deforestación y las actividades turísticas. Además, el 26 de junio de 2007 se publicó en la Gaceta Oficial del Distrito Federal el De-creto por el que se establece San Miguel Topilejo como ANP, con la categoría de reserva ecológica comunitaria, con una superficie total de 6000.29 hectáreas. De acuerdo con este decreto en la zona existían 543 especies de plantas vasculares y 118 de especies de vertebrados (PAOT, 2009). En nuestros recorridos de campo no fue posible visitar el área, pero en el mercado local destacan numerosos puestos de una variedad de hongos silvestres que, nos comentaron, son recolectados de esa zona.

Por su parte, una superficie de 150 hectáreas de Santiago Tepalcatlalpan fue declarada Área Comunitaria de Conservación Ecológica por el Gobierno del Distrito Federal en septiembre de 2013 con el objetivo de conservar la diversidad y riqueza biológica local. Las Reservas Ecológicas Comunitarias o Áreas Comunitarias de Conservación Ecoló-gica se establecieron como una categoría de las Área Natural Protegida, por parte del gobierno de la Ciudad de México para preservar aquellas zonas, de propiedad comunal o ejidal, que conservan reservan naturales. La declaratoria no compromete los derechos de propiedad del ejido o comunidad, ni se modifica el régimen de propiedad.

De igual manera 80% del territorio de San Mateo Tlaltenango es el Desierto de los Leones que es un ANP en la categoría de parque nacional. En el área se han identificado más de 100 especies de hongos silvestres. Se encuentran bosques de pino, oyamel y mixto (oyamel, pino y encino) y otras plantas como la perlilla, la zarzamora, el capulín, el aretillo y varias especies de líquenes, por mencionar algunos. Entre la fauna destaca el venado cola blanca, el tlacuache, conejos, tuza, mapache, coyote y zorra gris.

Modos de vida en el periurbano de la Ciudad de México

El patrimonio natural y otras formas o modalidades de patrimonio en la periferia del pe-riurbano de la Ciudad de México se expresa a través de actividades económicas que de-terminan vocaciones productivas definidas. Se trata de vocaciones productivo-culturales o bien vocaciones productivo-naturales que brindan cierto grado de singularidad según el caso estudiado. Las periferias asentadas en espacios de transición rural-urbana son espacios que se caracterizan por un importante uso de los recursos naturales, pero a la

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vez se enfrentan a patrones cambiantes en el uso del suelo y la intensiva mezcla de usos agrícolas y no agrícolas (derivados de los cambiantes usos del suelo) (Rakodi, 1999; Tacoli, 1999; Marshall et al, 2009). En ellos, se intensifica una competencia entre usos del suelo tradicionales asociados a lo rural y usos modernos urbanos (Rakodi, 1999; Ta-coli, 1999; Mandere et al 2010). En consecuencia, las actividades agrícolas tradicionales entran en conflicto con intereses alternativos como los usos residenciales o industriales.

En los casos analizados, el manejo y conservación de los recursos naturales —del patri-monio natural— es de gran importancia para determinar el sustento de sus habitantes y también puede ser crucial incluso para los hogares urbanos. Ahí coexisten procesos de cambio económico y ambiental los cuales inciden en las oportunidades y obstáculos que enfrentan diversos grupos en su acceso y manejo de recursos o activos y por lo tanto en la construcción de sus estrategias de vida. Tacolli (1999) considera que los indivi-duos y los hogares que habitan este tipo de periferias suelen cubrir sus necesidades básicas mediante una compleja combinación de actividades, habilidades, capacidades y recursos (naturales, materiales y sociales). Esta población desarrolla también diferentes estrategias generadoras de ingresos y de soporte colectivo las cuales dependen de la disponibilidad de tales recursos. La noción de modos de vida o estrategias de vida se puede entender como las capacidades, los activos (materiales y sociales) y las activi-dades requeridas para el sustento de determinadas poblaciones (Tacoli, 1999) y que se aprecian por su alto valor patrimonial.

El espacio periurbano se caracteriza la constante transformación del uso del suelo agrícola para usos alternativos, económicos y residenciales. Como consecuencia de estos cambios la población recurre crecientemente a una diversidad de actividades no agrícolas para la generación de su ingreso monetario (Mandere et al., 2010). Es decir, un segmento creciente de los hogares se emplea en sectores diferentes del agrícola por lo que son propensos a emplear modos de vida que les permitan generarse ingresos a partir de diversas fuentes. Con frecuencia, lo incierto en los mercados y en los precios de los productos agrícolas afecta la rentabilidad de dicho sector. Así, los residentes nativos de las zonas de influencia periurbana, que en general son herederos de una tradición de ocupación en actividades agrícolas (como productores o empleados), se encuentran con un escenario que les presenta alternativas económicas que van desde la intensificación y tecnificación de su actividad anterior, o bien oportunidades empleo asalariado en em-presas industriales o de servicios o de autoempleo en nuevos negocios propios (Rakodi, 1999). Particularmente aquellos hogares sin posesión de tierra para uso agrícola se ven orillados a involucrarse en trabajos remunerados no agrícolas.

El esquema de los modos de vida es útil para analizar toda la diversidad de procesos y ensamblajes bajo los cuales se construyen las estrategias de generación de ingreso en el contexto periurbano. La tendencia a la diversificación es la característica más típica de las

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estrategias de generación de ingresos en los espacios de transición rural-urbana, porque al interior de los hogares hay una inserción en diferentes sectores de actividad y/o diferentes formas de empleo. Tal diversificación es una manera de disminuir el riesgo y la vulnerabili-dad, especialmente en la población de menores ingresos. Sin embargo, la combinación de actividades agrícolas y no agrícolas requiere del acceso a activos y capitales (Tacoli, 2007).

A pesar de la importancia de la diversificación, Tacolli (1999) afirma que el grado de inversión en agricultura especializada favorece el desarrollo de los espacios periurbanos. Así, se puede incentivar una especialización tal que se implementen industrias agro procesadoras, y otras actividades agregadoras de valor (Rakodi, 1999). Sin embargo, Rakodi (1999) también señala que se han encontrado patrones complejos en los cuales a pesar de la importante especialización no hay respuesta positiva ya que no existe una interacción entre el periurbano y el resto de la ciudad.

A pesar de las tendencias descritas en la literatura y de las realidades de diversifica-ción de actividades de la población periurbana, esta periferia de la Ciudad de México conserva actividad agrícola y está salpicada de pequeñas experiencias agroecológicas donde se desarrolla la biodiversidad y los policultivos. Ejemplos de ello se encuentran el San Mateo Tlaltenango con el establecimiento de invernaderos a cargo de mujeres y con asesoramiento de ingenieros. También hay ejemplos de actores preocupados por preservar y enriquecer la variedad de semillas domésticas o la flora silvestre, como es el caso del maíz o las setas.

El patrimonio natural que se conserva en el sur de la ciudad, especialmente en el ámbito de las tierras de cultivo disponibles, ofrece la oportunidad de desarrollar un cinturón territorial de abasto de verduras, hortalizas y otros productos agropecuarios a la Ciudad de México. Con ello se propiciaría que para algunos segmentos de la población de esta periferia la actividad agrícola renueve el papel y peso de las actividades agrícolas en sus modos de vida. La economía productiva local como patrimonio de la periferia

Deben considerarse parte integral del patrimonio de la periferia a las actividades de economía local que innovan en el uso de productos agropecuarios de la región (maíz, avena, calabaza, amaranto, nopal, romeritos, frijol, chile, maguey, miel, hongos silves-tres, plantas ornamentales/ ganado, aves de corral, lana de borrego) y sus derivados artesanales o gastronómicos, muy especialmente si van asociadas al fortalecimiento de redes cooperativas comunitarias, y/o mantienen una actividad de preservación del medio natural. La mayor parte de las iniciativas de este tipo que hemos conocido en las visitas, languidecen desafortunadamente, por falta de apoyo institucional a la comercialización en mercados y ferias locales de la Ciudad de México.

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En cuanto a la producción agrícola en las zonas periurbanas se ha mostrado que estas actividades tienen o pueden tener un papel muy importante en el aprovisionamiento de alimentos para las ciudades. El sostenimiento de la actividad agrícola además de generar ingresos y evitar que se busque empleo fuera de los pueblos, soporta una serie de procesos socio-culturales que fortalece la identidad y vínculo con el espacio habita-do. Se han identificado tres elementos que contribuyen a que los pobladores en zonas periurbanas no abandonen sus actividades agrícolas frente a la presión por el cambio en el uso del suelo: (a) como medida de reducción de riesgo frente a incertidumbres sobre las fuentes de ingreso familiares, (b) por la respuesta ante la creciente demanda de alimentos dentro de la misma ciudad de la que forman parte y (c) por ser una manera en la que se reproducen prácticas culturales, identitarias y de tradiciones asociadas con la producción agrícola en la zona (Lerner, 2011).

En el Centro de México y a las orillas de la Ciudad de México la cultura del maíz per-siste frente a las ondas expansivas de las ciudades (para el caso de Toluca ver: A. Ler-ner, Sweeney y Eakin, 2014). De los pueblos estudiados resalta Topilejo que tiene una intensa conexión con este cultivo. La vida cotidiana del pueblo se ve mezclada con la venta del elote y de productos derivados. Otros cultivos relevantes en estos pueblos y que forman parte de su identidad son sobresalientemente el maguey pulquero, los hon-gos silvestres y algunas hortalizas y legumbres (rábano, habas, flor de calabaza entre otros). También se encontraron esfuerzos por introducir nuevas actividades agrícolas o transformaciones técnicas a las ya existentes. Resalta el caso de la producción del gusano de Maguey en San Mateo. Aunque este proyecto se encuentra en una etapa inicial es relevante porque potencialmente conecta la tradición de producción pulque-ra del lugar con un mercado gastronómico cada vez más importante en la Ciudad de México que demanda productos muy especializados como lo es el Chinicuil o gusano de maguey.

Para la supervivencia de las economías locales tradicionales (agricultura, ganadería, aprove-chamiento de los bosques, gastronomía, artesanía) es crítica la innovación de tipo tecnoló-gica, organizativa, comercial. Es deseable y urgente elevar a la consideración de Patrimonio cultural de la periferia aquellas prácticas de economía local que innovan a partir de la tradi-ción aprovechando de forma sustentable los recursos locales, y que éstas sean apoyadas y reconocidas institucionalmente, para que adquieran el status y la importancia que tienen a los ojos de los pobladores otras prácticas culturales como las fiestas patronales.

Un caso muy destacable es el de la secundaria número 57 de la localidad de San Miguel Topilejo, una escuela técnica de especialización agropecuaria donde los alumnos y alum-nas experimentan con formas de sostener y promover la actividad agrícola en el pueblo, sean: nuevas técnicas de producción de miel; la introducción de pastizales apropiados a la escasez de agua en la región; el mantenimiento de cultivos con lluvia sólida, o los

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colmenares de traspatio, entre otros muchos proyectos de sus alumnos, que ha sido acreedores de premios nacionales internacionales.

Proyectos como el anterior ayudan a transformar una visión arcaizante y tradicionalista del acervo cultural de la periferia, en una donde las prácticas culturales son móviles, dinámicas e interpelan al presente de las comunidades, prácticas que pueden gestar proyectos vitales para y la emergencia de una economía de productos locales y comercio de proximidad en la Ciudad de México, y de manera principal para la contención de su mancha urbana.

La organización comunera y ejidataria

La tradición ejidataria y comunal de los pueblos de la periferia todavía mantiene vivo el vínculo con la propiedad de la tierra y su cultivo, si bien con mayor dificultad cada día, las nuevas generaciones por lo regular ya no quieren ser campesinos, el trabajo es arduo y la ganancia es poca, construyen sus viviendas en las tierras de los padres; así las herencias sucesivas han ido diezmando los terrenos a medida que éstos se subdividen. Los herederos pueden venden sus parcelas de forma lícita o no, lo que explica la rápida expansión de los asentamientos regulares e irregulares de vivienda donde antes había bosques y tierras de cultivo.

Con la interrupción de la transmisión del oficio de padres a hijos se pierde irremediable-mente un acervo de conocimientos y habilidades sobre las actividades agropecuarias Y el medio natural de los pueblos, y se pierden de la misma manera tradiciones artesana-les y gastronómicas. A ojos de los habitantes de los pueblos de la periferia, los bosques y las tierras de cultivo paulatinamente dejan de tener valor como fuente de sustento y devienen en valor puramente inmobiliario. El proceso es prácticamente irreversible cuan-do el ejido ha sido enajenado, como en el caso de San Mateo Tlaltenango, donde los ejidatarios cedieron a la presión inmobiliaria ejercida por la zona comercial que financiera de Santa Fe, de esta manera una vez perdido el control sobre las tierras es imparable el crecimiento de la mancha urbana, la desaparición del ejido contribuye al debilitamiento del tejido comunitario, dejando a la organización comunera como último factor de cohe-sión del pueblo originario.

La organización comunera es a priori más resistente a la especulación sobre el territorio, ya que se trata de tierras que no se pueden vender de ninguna manera, es una forma de propiedad que obtiene su legitimidad de títulos originados en la colonia, de derechos transmitidos oralmente de padres a hijos, así como de censos realizados por los propios comuneros. Sin embargo, no falta tampoco que se produzcan cesiones y cambios de uso irregulares de estos territorios, y se facilite la invasión de zonas de cultivo y bosque. Por

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otro lado, la organización comunera puede ser muy cerrada con respecto a los llegados de afuera, considerándolos habitantes con menos legitimidad o derecho.

Mientras la organización ejidataria y comunera siga en pie y sus propiedades forestales y agropecuarias relativamente intactas, los pueblos originarios de la periferia podrán cumplir con su función de contención urbana como interface urbano rural. A la par deben mantenerse las tradiciones festivas, y apoyarse la innovación es modos de vida sustenta-bles y respetuosos con el medio natural. Si el régimen ejidatario y comunero se desmoro-na el crecimiento de la mancha urbana no tendrá freno para proseguir su curso.

III. Formas patrimoniales en los barrios de reciente creación La segunda parte del proyecto sobre patrimonio en la periferia de la Ciudad de México incluye las unidades de análisis al Norte y Oriente: las colonias Miravalle en Iztapalapa, La Cruz y el barrio bajo de Cuautepec, en la Gustavo A. Madero. Las colonias visitadas, de un desarrollo urbano reciente, son territorios que manifiestan un continuo físico con el resto de la ciudad, pero por su localización, infraestructura vial y características de urbanización mantienen condiciones de difícil accesibilidad (al pie y en parte del cerro Tatlalmanche la colonia Miravalle; del cerro el Guerrero la colonia La Cruz; y del cerro del Chiquihuite el barrio de Cuautepec).

Construir identidad y patrimonio a partir de la fundación de colonias populares

Las colonias Miravalle y La Cruz empezaron a poblarse en los años ochenta, se cons-truyeron desde cero en lo que fueron terrenos de propiedad ejidal, zonas escarpadas, montes y pedregales de difícil habitabilidad. El tercer caso, el barrio de Coatepec (en el extremo de la delegación Gustavo A. Madero que colinda con Ecatepec y Tlalnepantla) creció asimilando y diluyendo a un pueblo originario del que apenas queda traza —una iglesia, su atrio y algunas casas rústicas— y se extendió por los cerros colindantes de la Sierra de Guadalupe hasta alcanzar los 350.000 habitantes, análoga en su morfología y sus problemas a los asentamientos irregulares de nueva creación. Los tres enclaves se han convertido en ciudades dormitorio de vivienda autoconstruida.

A diferencia de los pueblos originarios visitados en la franja sur poniente de la Ciudad de México, que cohesionan sus comunidades a partir de la organización ejidal y comunera, así como el apego a sus tradiciones festivas y sus raíces prehispánicas; el entramado comunitario de los barrios de nueva creación en la franja nororiente se ha gestado a par-tir de la lucha por la legalización de la vivienda y la obtención de servicios básicos para hacer habitables los asentamientos. Estamos ante un proceso típico de urbanización

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progresiva que se va desarrollando y consolidando en el transcurrir de la lucha de los ha-bitantes por crear, transformar y mejorar y dar forma a su hábitat (Hernández, 2008: 21).

En los tres barrios visitados el crecimiento urbano se produce a partir de la venta inicialmente irregular —luego legalizada— de terrenos ejidales a migrantes de diversos estados de la República —Oaxaca, Chiapas, Puebla, Hidalgo, el Estado de México— que llegaban en busca de mejores oportunidades, así como de algunas invasiones sobre terrenos de preservación ecológica; en un periodo que va desde la década de los 80 hasta finales de los 90. Es muy probable que en el rápido y extenso crecimiento de los asentamientos irregulares se hayan incorporado también habitantes de la Ciudad de Mé-xico desplazados por el incremento de las rentas en la zona central de la urbe. Di Virgilio define a las “urbanizaciones informales” como:

urbanizaciones cuyos orígenes estuvieron marcados por una relación de aparente exterioridad y/o conflicto con las normas e instituciones del Estado y/o del mercado […]. Es decir, formas de acceso al hábitat en las que, en general, no intervienen agentes inmobiliarios o que bien no adhieren a las reglas institucionales estableci-das o bien no entran bajo su protección. [...] En ellas, el precio de la tierra y de la vivienda se reduce merced a la imposibilidad de las familias de acreditar fehaciente-mente la propiedad del inmueble (inexistencia de título de propiedad o documenta-ción equivalente), a la falta de servicios y al desarrollo y consolidación progresivos del hábitat a su cuenta y cargo (autoconstrucción). (Di Virgilio et. al., 2012: 21)

En el hábitat popular, la ampliación de los lotes, viviendas y barrios no se da a la par de la planeación urbana, sino del crecimiento de las familias, la entrada y salida de sus miembros, nuevos nacimientos, cambios en su estructura y transformación de sus posibilidades económicas (Di Virgilio, 2012: 31). Estos asentamientos son regularizados después de la gestión colectiva de los servicios públicos, los cuales son concebidos como conquistas por sus pobladores.

Para Duhau son tres las principales modalidades de construcción de este hábitat en Latinoamérica, y en particular en la Ciudad de México: 1) la invasión de terrenos, 2) el fraccionamiento fraudulento de lotes y 3) la ocupación de terrenos mediante el pago de una renta al propietario. Según el mismo autor, el fraccionamiento irregular es el mecanismo preponderante en este tipo de urbanización. Tal fraccionamiento es realizado por personas que muchas veces se ostentan como propietarios de los terrenos, aunque no pueden comprobar legalmente tal posesión. Este fraccionamiento irregular ha sido tolerado e incluso efectuado por funcionarios públicos. La ciudad popular se autocons-truye pues en la zona híbrida formada por la borrosa dicotomía de lo formal y lo informal (Duhau, 1998: 130).

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El fraccionamiento y venta irregular de territorios ejidales ha sido una práctica habitual en la segunda mitad del siglo XX, tolerada e incluso auspiciada por el poder político local y federal, como en el caso de la conocida invasión masiva —cerca de 20 mil personas— en septiembre de 1971 que dio lugar a la colonia del Pedregal de Santo Domingo en la delegación Coyoacán (Tomas, 1996). La venta irregular por parte de intermediarios o los propios ejidatarios contó con la aquiescencia cuando no con la cobertura y la promoción directa del poder político tanto federal como local, convirtiéndose en un recurso fácil —aunque altamente problemático— mediante el que brindar vivienda barata a las clases populares, y a la par tejer un entramado de intereses políticos clientelares en las nuevas poblaciones. Con la reforma del artículo 27 de la Constitución realizada por el presidente Salinas de Gortari el 6 de enero de 1992, que liberalizaba la propiedad ejidal y permitía su enajenación de forma abierta y legal, se intensificó la expansión urbana en el valle de México, las ventas irregulares encontraron un cauce para su legalización y se multiplica-ron los incentivos para la urbanización de nuevas tierras ejidales.

La liberalización tácita del ejido en primer lugar o de iure posteriormente explica en bue-na medida urbana acelerada del paisaje de rancherías y montes de la Sierra de Guadalu-pe y de Santa Catarina en los años ochenta y noventa. Los pobladores recién llegados pasaron a engrosar las bolsas de pobreza urbana en la periferia de la Ciudad de México en colindancia con el Estado de México, asentándose en territorios rústicos sin conexión con la ciudad y sin servicios de ningún tipo.

El devenir de los pobladores de dichos asentamientos corrió paralelo a la lucha por el reconocimiento de la propiedad de los lotes adquiridos y la legalización de las viviendas autoconstruidas, así como por la dotación de servicios básicos que hicieran habitables los nuevos barrios. La identidad de dichos barrios se ha ido construyendo desde cero a partir de una población heterogénea que encontró su principal factor cohesivo en la movi-lización y las faenas que dieron estabilidad barrio, y que a la par construyeron un sentido de lo colectivo.

La todavía breve historia de los asentamientos visitados se puede dividir en dos grandes etapas. La primera, se desarrolla entre las décadas de los ochenta y los noventa, y co-rresponde a lucha por la estabilización de los nuevos asentamientos. Durante la misma, se consolida una organización comunitaria con capacidad de movilización y trabajo colectivo; las viviendas van adquiriendo solidez tanto constructiva cómo legal, y van ob-teniéndose los servicios básicos que han de hacer habitable el lugar. La segunda etapa, que inicia en los 2000 y todavía está en desarrollo, corresponde a la consolidación y mejoramiento de los asentamientos ya reconocidos como colonias o barrios de la ciudad; los pobladores aspiran a una mayor calidad de vida, salud, educación cultura, y bienes-tar. Durante la misma se buscan recursos para la mejora de la vivienda y las condiciones de habitabilidad del mismo barrio; se integra la acción vecinal con los servicios sociales y

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los programas de mejoramiento urbano del gobierno de la Ciudad; se gestan nuevas for-mas de organización y participación vecinal que hagan posible elevar la calidad de vida.

La forma de organización comunitaria y sus lideratos suele cambiar de la primera a la segunda etapa. Tanto en Miravalle como en La Cruz los primeros liderazgos vecinales fueron hombres que aglutinaban en la movilización a grupos de mujeres dispuestas a un pulso continuado con las autoridades delegacionales. Estas organizaciones tuvieron que conseguir a partir de la presión e insistencia la dotación de los servicios necesarios para los barrios; así como resistir frecuentes intentos intentos de desalojo o aprensión por parte de la fuerza pública. Adicionalmente, se encargaron de organizar las faenas necesarias para facilitar la instalación de los servicios; así como obtener recursos en la negociación con los operadores políticos para la mejora de sus viviendas particulares y sus barrios.

Las mujeres siempre han tenido un papel principal en la defensa de estos colonias de nueva creación, al estar al cargo de los hijos y del hogar, han sufrido de manera más directa la precariedad de la vivienda y sus vecindarios, tienen por lo tanto una mayor disposición para participar en la movilización vecinal. Ahora bien, en esta etapa tanto en Miravalle como en la Cruz dominan los liderazgos masculinos, y aunque las mujeres conformen el grueso de la fuerza de movilización, es habitual que sean marginadas a la hora de la toma de decisiones, y la distribución de los recursos obtenidos.

Esta primera etapa de poblamiento de los asentamientos visitados puede desglosarse a su vez en la siguientes subetapas o fases:

a) Poblamiento, subdivisión y levantamiento de viviendas en los terrenos. Las rancherías y montes de propiedad ejidal son lotificados para su venta a los nuevos pobladores. Las redes familiares y laborales amplifican la llegada de sucesivas olas de solicitantes. En algunos casos se produce también la invasión de áreas de conservación ecológica y tierras anteriormente comunales (en los barrios se mantiene una diferenciación entre quien adquiere y quien invade). Los inicios son extremadamente precarios, llegan familias enteras a vivir prácticamente al raso, con cartonés, lonas y láminas construyen sus primeras casas, realizan largas caminatas campo a través para alcanzar el transporte que les lleve al trabajo, para avituallarse en las tiendas más cercanas, o para conseguir una pipa de agua. En el caso de las invasiones son de esperar violentos enfrentamientos con las fuerzas del orden pú-blico. La organización vecinal se constituye como pura estrategia de supervivencia dirigida a la legalización del asentamiento, las viviendas empieza hacerse más sóli-das en el momento que se garantiza la continuidad del mismo, los techos de lámina se van sustituyendo por techos de concreto. Los primeros trabajos de aplanamiento

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de terrenos y trazado de caminos marcan el inicio de la cooperación vecinal. Por lo general, el mismo poder político local que en un inicio intenta desalojar a los pobla-dores de un asentamiento irregular y les niega los servicios básicos, no tarda mucho en reconocer la legalidad y viabilidad del mismo, es una cuestión de tiempo.

b) Instalación de luz eléctrica y construcción de escuelas primarias. La luz eléctrica suele ser el servicio que llega en primer lugar por requerir menores trabajos infraes-tructura que la llegada del agua corriente y, por lo tanto, forma parte de los capítulos iniciales de la lucha y negociación de los vecinos con las autoridades delegacionales, autoridades municipales y la compañía de luz. En las obras de instalación participan los vecinos con faenas que facilitan la instalación de postes y acometidas. La instala-ción de la corriente eléctrica y el alumbrado significa un primer reconocimiento tácito de la permanencia del asentamiento irregular; y los recibos de la luz un primer docu-mento que atestigua la ocupación de una vivienda. Los líderes de manzana organizan las faenas para facilitar la instalación del servicio eléctrico, se encargan de contabilizar las jornadas y las horas de trabajo dedicadas por cada vecino, también se encargan de la solicitud y distribución de las pipas de agua, así como la distribución de recursos que se obtienen en la negociación política. Es habitual, de esta forma, que algunos líderes de manzana se conviertan en el líderes naturales de la comunidad asentada y a que acaben siendo cooptados, a causa de su contacto frecuente con autoridades y partidos políticos. En este fase, además, es de una importancia estratégica conseguir cuanto antes la construcción de una escuela primaria en la zona —tratándose de un derecho fundamental que las autoridades no tienen más remedio que cumplir tarde o temprano— ya que una vez en activo, ésta asegura la práctica irreversibilidad del asentamiento. La escuela primaria se convierte en uno de los núcleos aglutinadores y de consolidación de los asentamientos irregulares en su devenir ciudad de pleno de-recho. El terreno para la construcción de la escuela suele obtenerse por cesión o una compra cooperativa entre los vecinos.

c) Instalación de agua corriente y drenaje. La construcción de la infraestructura ne-cesaria para la llegada del agua corriente, así como la construcción paralela o pos-terior del drenaje de aguas negras, requiere de trabajos muchos más intensivos y demandantes para la comunidad, y suele convertirse en un asunto de movilización, negociación y presión política mayor con las instituciones locales. La llegada del agua corriente a un asentamiento irregular es un acontecimiento mayor que tiene un impacto muy considerable sobre la habitabilidad del asentamiento; y la calidad de vida de sus pobladores. La instalación del agua corriente es una gran descarga de trabajo en contraste con las servidumbres y dependencias del transporte del agua en pipas. Las jornadas de trabajo son intensivas y requieren de la cooperación de todos, muje-res y hombres —que se incorporan a las faenas a su regreso del trabajo—, marca el punto álgido de la cohesión comunitaria durante la primera etapa del asentamiento.

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d) Vialidad, pavimentación, banquetas, escaleras y mejoramiento de fachadas. En esta última fase se culmina la instalación de servicios básicos, las viviendas adquieren solidez, y evolucionan de un solo nivel de altura a dos y tres niveles; se gestan los primeros espacios públicos formales —quioscos, canchas deportivas, parques—. La pavimentación facilita la entrada del tráfico rodado y el transporte público, pero también multiplica los problemas de congestionamiento en barrios no pensados inicialmente para el tránsito pesado, y se alargan las horas de ida y vuelta al trabajo. A la par, empiezan a permear los programas sociales y de mejora del gobierno de la Ciudad de México, se instalan centros de salud, módulos de atención pública y participación ciudadana. El asentamiento inicial se convertido en un barrio de pleno derecho, la mayor parte de las viviendas a este punto ya están escrituradas. Se debilitan los liderazgos y cohesiones que dieron origen al barrio, a la vez que se gestan nuevas formas de organización vecinal para hacer frente a los problemas derivados de la consolidación el barrio

La consolidación de un asentamiento inicialmente irregular de vivienda autoconstruida como en el caso de Miravalle y el barrio de la Cruz, se estructura a partir de la lucha y el trabajo colectivo por la instalación de los servicios básicos que conecta a su vez dos pro-cesos simultáneos: la construcción de la vivienda particular, y la construcción del barrio y sus espacios comunes. Las instalaciones de luz, agua, drenaje, pavimentación, van con-firmando la traza urbana que un principio era precaria y desdibujada, y si bien representa un beneficio particular para cada vivienda, estos trabajos colectivos fundan el sentido de la calle como espacio público canónico, y consolidan la conciencia del “ser barrio” que aporta identidad y cohesión social a la mera lotificación y ocupación del territorio.

Las obras realizadas a partir de faenas colectivas conectan la calle con el propio hogar, que se encuentra en una transición entre la lámina, la lona y el cartón hacia estructuras más sólidas, que se afianzan con la llegada de la luz, el agua, y los techos de concreto. En esta primera fase hay una constitución muy pareja entre el afuera —los espacios comunes, el barrio— y el adentro —la vivienda—, y una conciencia de interdependen-cia entre ambos espacios, que es la base de la organización vecinal. En palabras de Pérez-Ramírez:

La vivienda popular, por su parte y sobre todo si es autoconstruida, refleja ciertos aspectos de la cosmovisión de la gente relacionados con la utilización de los espa-cios, con la decoración y con el sentido de solidaridad y protección entre los miem-bros de una familia. Otra parte de la vivienda se encuentra más allá del dintel, donde comienza el espacio público. Éste también es elaborado de diferente forma. Para los usuarios de la vivienda popular representa la convivencia y el trato vecinal. Hay, por así decirlo, un «sentido de comunidad de pertenencia. (Pérez Ramírez, 1999)

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A diferencia de la experiencia cerrada y acabada de la ciudad habitual en las clases medias, en los asentamientos regulares se produce una experiencia integral, desde cero, de la fundación de una ciudad. En los barrios de autoconstrucción de vivienda popular se experimenta la arquitectura abierta, en flujo, nunca terminada: “La imagen de la casa como refugio, como protección contra el medio ambiente o como una seguridad para el futuro de los hijos, pugna a diario por ajustar la realidad, por acercarla un poco cada vez, de modo que la vivienda final cumpla con las expectativas de la gente. Sin embar-go, la casa final es inalcanzable, puesto que está en construcción permanente” (Pérez Ramírez, 1999).

La vivienda popular autoconstruida se proyecta mientras se construye mientras se habi-ta, y deviene por lo tanto en una arquitectura abierta, en muchos sentidos más sensible con las necesidades de sus ocupantes, más atrevida y menos acomplejada que la arqui-tectura convencional: “Una vez avanzada su construcción, la vivienda popular constituye en sí misma una expresión plástica llena de significados diversos, complementarios, excluyentes, contradictorios; tales significados son construidos y reconstruidos por cada uno de sus habitantes, desde los niños hasta los ancianos. Cada quien toma parte, cada quien contribuye a generar un espacio de vida, un espacio que a su vez reproduce los valores y las normas sociales donde está situada la vivienda” (Pérez Ramírez, 1999). En ausencia de otras formas de ahorro familiar, la casa se convierte en el único patrimo-nio que uno puede heredar a su familia. A medida que se consigue el dinero la casa va ampliándose y mudando, acomodándose al crecimiento de la familia, a sus gustos y a sus necesidades.

Puede considerarse que una segunda etapa del crecimiento tanto de Miravalle como de La Cruz y Cuautepec inicia a mitades del 2000 en adelante, cuando ya se han integrado a la ciudad como barrios de pleno derecho, la mayor parte de la propiedad ha sido legali-zada, y los servicios básicos han sido instalados extensivamente en los mismos. En esta etapa los asentamientos han alcanzado, en ocasiones rebasado, los lindes que delimitan las zonas de preservación ecológica, se han conectado con otros barrios colindantes en una sola trama urbana de una alta densidad constructiva y por ende de población. Los lotes disponibles para nueva vivienda empiezan a escasear, las familias construyen un segundo, o hasta tercer nivel a sus viviendas para acomodar a las familias de sus hijos, o para obtener una renta extra del arriendo de habitaciones.

Los problemas más acuciantes durante esta segunda etapa del desarrollo de los barrios visitados derivan de: una planificación urbana deficiente; la precariedad de buena parte de la vivienda construida; la dificultad para generar iniciativas productivas más allá del pequeño comercio o el transporte local; el empleo precario a horas de traslado diario; la inseguridad creciente en las calles; la ausencia de instituciones educativas a nivel secun-daria y preparatoria; la carencia de una oferta cultural y deportiva que brinde alternativas

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a la gente joven; la degradación de los espacios públicos; los continuados tandeos del servicio de agua corriente; los problemas de salud creciente —obesidad y diabetes— como consecuencia de malos hábitos alimenticios.

En los barrios visitados una nueva generación de la organización vecinal se enfrenta a los desafíos planteados en esta etapa, y parece estar más guiada por procesos ciudada-nos que en el caso de los liderazgos que dieron origen a la colonia, más preparada para la autogestión de proyectos de mejora urbana, a focalizar la energía vecinal en proyectos de cooperación y desarrollo tanto con el gobierno local como con otras instituciones y actores internacionales. Una nueva generación de la organización vecinal más sensible a las carencias culturales y educativas de sus barrios; también a la necesidad de encontrar economías alternativas y de supervivencia: sea el reciclado de los residuos plásticos de la colonia, o la instalación de huertos urbanos en sus patios; o a la importancia de recabar la historia del barrio a partir de la memoria de sus pobladores, en especial los adultos mayores.

En este contexto cabe destacar el papel catalizador de los cambios que ha desempe-ñado el Programa Comunitario de Mejoramiento Barrial (PCMB). Inició su andadura en el 2007 por parte de la Secretaria de Desarrollo Social del Gobierno de la Ciudad de México. En la marca del mismo se han desplegado proyectos de intervención urbana llevados a cabo por grupos de vecinos, desde la creación de plazas, quioscos, centros de cultura, a la mejora de calles, sistemas de drenaje, escaleras y fachadas, entre otros; los proyectos de mejoramiento han tenido un enorme impacto tanto en la colonia Miravalle, como en el barrio de La Cruz, siendo respectivamente reconocidos con el premio Urban Age del Deutsche Bank, y la distinción Best Practices de UN-Habitat. A partir de los proyectos de mejoramiento se han fomentado colaboraciones con univer-sidades, empresas y organizaciones no gubernamentales para fomentar la innovación social tanto en el área productiva, educativa, cultural, constructiva/urbanística o de medio ambiente.

Estos barrios de autoconstrucción de vivienda popular en la franja nororiente de la perife-ria de la Ciudad de México se sustentan en un entramado comunitario que es resultado de movilización vecinal y los trabajos colectivos desde el día de su fundación, todas las organizaciones —de tradiciones políticas disímbolas— han contribuido a la permanencia del asentamiento y la mejora de la habitabilidad tanto en las viviendas particulares como en los espacios comunes. Podemos considerar a la agencia vecinal o comunitaria, como una tercera vía entre el desarrollo público y el desarrollo privado de la urbe, y , a pesar, de todas su imperfecciones y limitaciones, debe reconocerse como una fuerza social con la capacidad de crear y mejorar nuevos barrios de la periferia de la ciudad, así como a dar respuestas más rápidas, flexibles y a la larga más adecuadas a la carencia de vivien-da para las clases populares y las clases medias depauperadas.

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Los asentamientos populares, así sean asentamientos originalmente precarios, no se encuentran siempre en el campo de la marginalidad. El hábitat popular no es necesa-riamente sinónimo de pobreza ni de confrontación con el Estado, Robert Neuwirth llega incluso a reconocer a los asentamientos populares de los países en desarrollo como las “ciudades del futuro”, dado que en ellos se desarrollan estrategias para la mejora de las condiciones de habitabilidad, así como prácticas políticas diversas. Es en estos asenta-mientos donde las comunidades organizadas pueden lograr mejoras en la vida colectiva, convirtiendo a los asentamientos populares en agentes de cambio de la ciudad, actores primordiales de las nuevas formas urbanas del siglo XXI (Neuwirth, 2007: 79).

Una cuestión pertinente es cómo los nuevos tipos de organización vecinal y comunitaria habrán de sobrevivir más allá del Programa Comunitario de Mejoramiento Barrial, y man-tener su autonomía frente a las presiones clientelares del poder político local; si podrán conciliar su defensa del derecho a la vivienda para los más pobres con la defensa de las zonas de preservación ecológica con las que colindan, con qué argumentos podrán dete-ner nuevas ocupaciones de territorio; si podrán gestionar con consistencia y persistencia agendas educativas y culturales (bibliotecas, foros, centros culturales y deportivos, progra-mas de actividades al aire libre) que den alternativas a los más jóvenes; si podrán sostener a largo plazo los mejoramientos barriales logrados en los últimos años. Debemos tomar en cuenta que estas organizaciones luchan de manera muy adversa, en primer lugar, contra el declive de sus barrios, muy afectados por la lumpenización y la criminalidad creciente, y en segundo lugar, contra la hostilidad cuando no el boicot directo por parte de las autoridades delegacionales, y la lógica clientelar de los partidos políticos. En muchos sentidos, las de-legaciones se han convertido en un obstáculo para el desarrollo de los barrios de la Ciudad de México, cada vez menos reconocidas y legitimadas por la población, no parecen encon-trar acomodo en una situación en que la organización vecinal y comunitaria en barrios y pueblos originarios cobra un mayor protagonismo social y político.

Por último, a diferencia de los pueblos originarios visitados en las franja surponiente de la ciudad, con su entramado comunitario sustentado en la organización consuetudinaria del ejido y la tierra comunal, así como en la fuerza cohesiva de sus tradiciones festivas y mayordomías, las colonias Miravalle, La Cruz o Cuautepec, han creado su identidad con relación a su propia construcción desde cero. Es de destacar el potencial asociativo latente en los asentamientos más recientes, todavía más cuando se considera que se constituyen a partir de una base de población heterogénea, proveniente de diversas partes del país, que con el propósito de encontrar vivienda acaban fundando un nuevo barrio.

Patrimonio urbano en la colonia Miravalle

En los barrios o colonias de la periferia que se establecieron en la segunda mitad o último cuarto del siglo XX mediante nuevas ocupaciones se dan interesantes elementos

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tanto de coincidencia como de singularidad, es el caso de la colonia Miravalle asentada al pie del volcán Tetlalmanche en la Sierra de Santa Catarina. Al igual que muchas otras zonas de autoconstrucción Miravalle se desarrolló al margen de cualquier proyecto de planificación urbana en ejidos y áreas de conservación —un cerro/volcán— al momento de su ocupación, en julio de 1985, hace poco más de 30 años.

La colonia Miravalle se ocupó, en su mayoría, por migrantes del sur del país provenien-tes, principalmente, de Guerrero, Oaxaca, de Puebla, y el Estado de México, una base heterogénea de pobladores que tuvo que ponerse de acuerdo para la fundación de un nuevo barrio. Ante la carencia de servicios, infraestructura, caminos y comercios la po-blación tuvo la urgencia de actuar, asociarse y organizarse.

Miravalle está constituida básicamente por viviendas de autoconstrucción cuya edifica-ción comenzó en zonas previamente consideradas de carácter ejidal y que actualmente son predios en su mayor parte escriturados; aunque también se hayan invadidas algunas de las áreas de preservación ecológica del Tetlalmanche, como por ejemplo los terrenos colindantes al centro ecológico CECEAMI. Existe una divisoria, cuando no un enfrenta-miento abierto, entre los vecinos que adquirieron sus lotes y aquellos que invadieron, típi-ca en los asentamientos de origen irregular. En cierto modo, el deseo de los primeros es que el barrio no crezca más y dejar atrás la etapa de la legalización del mismo, mientras que en los segundos subsiste la mentalidad de que todo terreno disponible es habitable y que el barrio tiene espacio para su crecimiento.

Hoy en día, Miravalle es una colonia plenamente integrada a la Ciudad de México, se comporta como ciudad dormitorio, con una gran proliferación de pequeños comercios en lo largo de la calle principal que asciende desde Avenida de las Torres serpenteando por los barrios más bajos hasta llegar a Miravalle. La población se ocupa básicamente en comercio o servicios fuera y dentro de la colonia, sus recorridos al trabajo son largos dadas las condiciones de accesibilidad del lugar.

Catalogada como zona de alta marginalidad, en buena parte a consecuencia de su rápido y precario desarrollo urbano, que afecta muy especialmente a los pobladores más jóvenes: el tiempo promedio de escolaridad es de 6.6 años; solamente 2.3 de cada 10 personas acceden a la educación media superior; alta deserción escolar; alta incidencia de desempleo; escasez y precariedad de los espacios públicos; inseguridad ciudadana; mala calidad del agua; adicciones; entre otros problemas.

Si los elementos de valor patrimonial en la colonia Miravalle tuvieran que ser jerarquiza-dos, el primer lugar lo ocuparía la organización de base comunitaria que integra desde su fundación a un conjunto de actores locales con capacidad de movilización, autogestión y trabajo colectivo, cuyas acciones han conseguido que Miravalle pase de la estigmatiza-ción social al orgullo barrial.

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Organización comunitaria de Miravalle

La organización vecinal histórica en Miravalle debe considerarse como una forma de pa-trimonio urbano de alto valor. A principios de la década de los noventa comenzó su lucha por servicios y bienes urbanos, con liderazgos naturales como el que asumió don Benito Ávila Hernández, proveniente del estado de Hidalgo, fue de los primeros habitantes que llegó a vivir en pleno monte, a los ejidos conocidos entonces bajo el nombre de Corrales, en compañía de su esposa e hijos, bajo una lona y poco más. Benito narra y muestra archivos documentales y fotográficos relacionados con el trabajo, lucha y vivencias que, con otros miembros fundadores de la colonia, experimentaron desde 1990 para obtener acceso a servicios (luz, agua, drenaje y pavimentación) y la primera escuela primaria.

Así, durante esta primera etapa de conformación del barrio, los servicios e infraestructura básica se consiguieron gracias a la lucha colectiva, la presión política y las faenas. La permanencia y desarrollo del asentamiento se detona a partir del liderazgo de vecinos, que, como Don Benito, negociaron insistentemente con la delegación y los gobiernos locales y federales. El trabajo comunitario consistió en la organización de faenas y la provisión de mano de obra en las tareas básicas. En los años iniciales de la colonia, des-tacaba la figura del jefe de manzana, encargado de solicitar y recibir las pipas de agua, así como de convocar y organizar a sus vecinos para reuniones, solicitudes y las faenas requeridas. Así, históricamente, los jefes de manzana tuvieron un papel principal en la consecución de los servicios para la colonia.

Desde estos momentos fundacionales del barrio se consolidó una importante hábito de organización vecinal, el propio Benito Ávila, cuenta no sin cierta resonancia épica, la combinación de persistencia, valentía y habilidad, con que él y un ejército de vecinas lograron ganarle el pulso a la autoridad delegacional en cada una de las batallas por los servicios básicos, sobreponiéndose a desvelos, amenazas, operativos e intentos de aprehensión. La narrativa del pionero y la fundación del espacio urbano está muy presente en los recuentos de estos primeros pobladores, y forma parte indiscutible de un patrimonio cultural en forma de memoria oral y fotográfica que debe ser recogido urgentemente.

Estos primeros liderazgos, como el de Don Benito, van perdiendo fuerza a medida que la población crece, se van consiguiendo los servicios básicos y la escrituración de sus propiedades. En cierto modo su misión está más que cumplida, y así lo sienten y lo expresan con orgullo, y también ven el momento de abrir el paso a nuevas generaciones y modos de la organización comunitaria a los que están menos adaptados, como por ejemplo la gestión de los proyectos de mejoramiento barrial.

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De este modo, tras la obtención de los servicios básicos en la década de los noventas, el desarrollo urbano de esta periferia empieza a plantear nuevas problemáticas y desafíos. Ante el panorama de persistente marginación y honda lumpenización del barrio, a partir del 2000, y muy especialmente desde el 2007, comenzó a conformarse un entramado de nuevos actores instituciones y colectivos que en forma de asamblea comunitaria busca detener las disfuncionalidades producto del rápido desarrollo urbano, y avanzar en la elevación de la calidad de vida en la colonia, creando nuevos servicios como: el comedor comunitario, una biblioteca pública, la ludoteca, aula digital, foro cultural, centro de salud, centro ecológico, foro abierto, entre otros (Arias, 2015).

Los esfuerzos de trabajo comunitario se reúnen primordialmente en los proyectos de la Asamblea Comunitaria Miravalle (ACM). Ésta ha tomado impulso a partir del Progra-mas Comunitario de Mejoramiento Barrial (PCMB), si bien tiene sus raíces históricas en la UPREZ (Unión Popular Revolucionario Emiliano Zapata) y del Movimiento Urbano Popular de la unión de las organizaciones de vecinos históricas y de las más recientes. La asamblea se define a sí misma como “un encuentro de diferentes esfuerzos comu-nitarios, con trayectorias similares inmersos en una comunidad de Iztapalapa denomi-nada Miravalle.” Además, sus proyectos persiguen crear condiciones de justicia social y sustentabilidad ambiental para alcanzar el bien común.

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Línea de tiempo trabajo comunitario en Miravalle. Fuente: elaboración propia con base en García (ND).

1985Fundación de la Colonia

1990Lucha por la obtención de serviciose infraestructura básicos

2009Distinción del observatoriode participación ciudadanabuenas prácticas

2011Premio MundialHABITAT-ONU

2010Primer lugar Urban Agedel Deusche Bank

2007Establecimientode la ACM

2013Mejores prácticasDubái HABITAT-ONU

Mejores prácticasHabitat InternacionalCoallition

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La organización dentro de la ACM se caracteriza por su horizontalidad, sin jefes ni es-tructura formal; está abierta al diálogo con actores, públicos o privados; es una organiza-ción viva e incluyente. La asamblea está conformada por El Colegio Miravalles (Marista), el Centro Educativo Cultural y de Servicios, el Centro de Educación Preescolar Comuni-taria, la Coordinadora Comunitaria de Miravalle (COCOMI), el Comedor Comunitario, el Foro Juvenil la Bomba, CULTI-Vamos-JUNTOS, el Comité Vecinal, una representación popular, Integrantes del Taller Hannes Meyer de Arquitectura de la UNAM, la Asamblea de Profesores y estudiantes de la preparatoria Iztapalapa 3 Miravalle del Instituto de Educación Media Superior y la Comisión de Derechos Humanos de la Ciudad de México, Zona Oriente. Es decir, es un esquema que abarca a diversos actores tanto de la colonia como de la ciudad.

La asamblea se reúne mensualmente, el primer jueves de cada mes, y a ella asisten representantes de las organizaciones integrantes y los residentes de la colonia. En este sentido la asamblea tiene como principal logro la creación de espacios de reunión vecinal y la puesta en marcha de un programa integral de actividad social.

Es importante reconocer que muchos de los elementos de valor cultural, artístico, lúdico y educativo en Miravalle están ligados a los proyectos y actividades de la ACM. Esta organización ha servido como eje articulador de distintas dimensiones de la vida cotidia-na en este espacio de la periferia urbana. Los principales proyectos de trabajo comuni-tario bajo el resguardo de la asamblea han sido en las áreas de la cultura, la salud, la educación y el mejoramiento urbano y sostenibilidad mediante: comedor comunitario (Tlacoalcalli), el Centro Cultural Calmecac, la biblioteca comunitaria Amoxcalli, ludoteca y sala de lectura, el teatro al aire libre, el centro de salud comunitario (Cocomi) y el centro ecológico CECEAMI.

Centro Cultural Calmecac, Miravalle. Fuente: trabajo de campo

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Han emprendido importantes proyectos de transformación de la fisonomía de la comuni-dad, enfocando buena parte de los esfuerzos en el cambio en los espacios físicos a partir del Programa Comunitario de Mejoramiento Barrial (PCMB). En el recorrido a la colonia se tuvo la oportunidad de visitar el corredor cultural de la mano del profesor Rogelio Estrada, quien es miembro activo de la asamblea comunitaria Miravalle desde 2007. Es uno de los actuales líderes naturales que impulsó el proyecto del corredor cultural como un espacio de desarrollo de la población.

“Con el Programa Comunitario de Mejoramiento Barrial (PCMB) se transformó una par-cela de 500 metros cuadrados, que servía de vertedero y era lugar habitual de drogode-pendientes, en un espacio de crecimiento social y cultural. Diseñado por la comunidad con la ayuda de los arquitectos, el centro ofrece un gazebo, una pista de patinaje, un foro al aire libre y una sala multiusos, además de albergar un comedor de beneficencia, una biblioteca y una sala de computadoras, dando servicio a una población media de 1.000 personas cada mes. También se construyeron en una etapa posterior espacios para la estimulación temprana de bebés de entre 6 y 24 meses de edad y otra para niños de 3 a 6 años. La comunidad ha participado de forma activa en la edificación del centro haciendo labores de trabajadores de la construcción, fontaneros, carpinteros y cocineros, lo que ha supuesto la creación de 50 puestos de trabajo temporales y 12 permanentes” (UN-Habitat: 2012).

El complejo cultural tiene una coordinación común e incluye el foro abierto, salón de usos múltiples, el comedor comunitario, el espacio ecológico, la ludoteca, la biblioteca, el centro de salud, el centro cultural, un cyber café y aula digital. Entre las actividades culturales se implementan talleres de baile, pintura, cartonería, música, artes marciales, entre muchas otras.

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Biblioteca comunitaria, Miravalle. Fuente: trabajo de campo

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En la primera etapa se llevó a cabo la rehabilitación completa del terreno con la construcción de una plaza pública con un parque infantil, un gazebo, el estanque li-terario y el foro (un espacio abierto donde se organizan varias actividades), y de dos edificios. El cargo por estos servicios es de 0,08 dólares estadounidenses, una parte de los cuales se destina al salario de los empleados y otra al mantenimiento de dichos espacios. La segunda fase supuso la construcción del espacio CALMECA, un centro de formación para jóvenes y adolescentes compuesto por una escuela de artes y un espacio de ocio. Además, como parte de la segunda fase se lanzaron dos proyectos: un centro de reciclaje de papel, plástico y contenedores y el proyecto de granja-escuela, que incluye dos invernaderos en los que se producen vegetales que después se consumen en el comedor comunitario. (UN-Habitat, 2012)

La asamblea es parte de la RECO-Red cultural de Oriente, por medio de ello organizan talleres de poesía, festivales, artes, libro club, baile, capoeira, tianguis culturales, box, grafiti, rock, encuentro patinetas y hip hop. Otras actividades se llevan a cabo en conjunto con la Secretaría de Cultura de la Ciudad. Por parte de la asamblea se promueven otro tipo de celebraciones como las callejoneadas, encuentros de estudiantinas, rondallas y tunas. Otras experiencias de promoción cultural han sido: Tagrami Taller de gráfica Miravalle; Sonidos del volcán en Miravalle o jóvenes aprendiendo y enseñando música; también tuvieron un proyecto sobre murales en la comunidad como parte del proyecto de cultura viva. Los eventos y actividades se programan en los foros y plazas con los que cuentan. Aunque existen espacios físicos de cultura y recreación, continuamente necesitan recursos para sostener la actividad frecuente. Asimismo, buscan tener programas mensuales de intervención y mantener las escuelas locales como mecanismos de divulgación.

Presupuestos participativos hay varios en Miravalle y los mismos emergen de ejercicios de opinión. Los presupuestos para el mejoramiento barrial y comunitario han sido otro meca-nismo de gestión de los proyectos sociales. Difícilmente cualquier proyecto puede ser au-tosustentable por lo que movilizan esfuerzos para obtener financiamientos o apoyos institu-cionales. Para ello se vinculan con organismos externos a la comunidad. En este aspecto la ACM ha sido exitosa en vincularse con actores nacionales e internacionales. Un ejemplo es el Instituto Goethe-Mexiko que impulsó la creación de un seminario conjunto entre el CIDI-UNAM y el Taller de termofusión de plásticos de la asamblea, con la participación del artista plástico Gerhar Bär. El propósito fue generar un diálogo de saberes y experiencias, un encuentro de comunidades académica y social, y nuevos proyectos. Como resultado además de generar diseños de objetos de uso cotidiano a partir del rehúso de materiales plásticos, surgieron lazos de solidaridad y colaboración entre las instituciones académicas y la comunidad. En 2010 la asamblea comunitaria ganó un premio del Deutsche Bank, con el que financiaron parte del corredor: la pista deportiva, el frontón, el Calmecac y el skate park. Otros presupuestos: proyecto de cohesión social por 500 mil pesos para el centro musical en el Calmecac. En este respecto, aunque hay procesos de aprendizaje para

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desarrollar y formalizar proyectos, la obtención de apoyos financieros a veces en coyuntu-ral, lo que complica la sostenibilidad, sobre todo material, de los proyectos. Adicionalmente, han tenido vinculación con universidades para desarrollar proyectos, tesis o para obtener asesoría: UAM-Xochimilco, la UNAM, la Ibero Puebla o la UACM.

Ejemplo de iniciativas comunitarias exitosas: Centro infantil comunitario José de Tapia Bujalance

Propuesta educativa-comunitaria construida hace 27 años por un grupo de profesores en conjunto con la comunidad de Miravalle. Inició en 1990 como parte del movimiento mexicano para la escuela moderna y establecida por parte de un colectivo de maestros trabajando en la propuesta educativa Freinet. Además de un proyecto educativo, se ha convertido en una búsqueda de transformación del espacio físico en que se tuvo que es-tablecer (los bordes de la barranca y en colindancia con el área natural protegida). Ahora es un centro preescolar que ha involucrado mucho trabajo comunitario (faenas para la construcción y mejoramiento). En 1998 comienza a ser administrado por los cuidadores de la barranca buscando alcanzar un manejo autogestivo y autosostenible.

La profesora Raquel Martínez, egresada de la Benemérita Escuela Nacional de Maes-tros se involucra en el aprendizaje y desarrollo de la Pedagogía Freinet y poco antes de 1990 toma en sus manos el proyecto de creación de una escuela comunitaria. Su trabajo lo reivindica como una lucha, en conjunto con padres y madres de la comunidad, tanto financiera, como social como institucional ya que los organismos oficiales, especialmente a nivel federal como la SEP, desconocen las escuelas comunitarias. Grupos de la sociedad misma los han catalogado como escuelas privadas por no apreciar los límites y alcances de lo público y lo privado. Este caso destaca no solo por la voluntad de poner en práctica

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Centro infantil comunitario José de Tapia Bujalance. Fuente: trabajo de campo

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una alternativa pedagógica como la Freinet en una colonia popular, sino por la provisión de servicios que remedian o cubren aquellos inexistentes y que el estado debiera ofrecer, y por su integración con la estrategia de trabajo de la asamblea comunitaria.

Por medio de la coordinadora popular de medios educativos se prepararon profesoras para dar clases a los niños de la comunidad. Siguieron un camino hacia la profesiona-lización, en parte debido a los requerimientos de la SEP. Mediante un convenio con la Universidad Pedagógica Nacional lograron la profesionalización de varios profesores. En 2004 por ley se hizo obligatoria la educación preescolar y no se reconoció a las escuelas comunitarias. Se inició una búsqueda de acuerdos y una lucha por su reconocimiento. Al final los absorbió el gobierno local y las escuelas de los municipios metropolitanos que habían estado en la lucha con ellos quedaron fuera del acuerdo con el GDF. Mediante la ley CACI (Centros de Atención y Cuidado Infantil) quedaron amparadas 240 escuelas comunitarias y 13 mil niños atendidos por este esquema.

La escuela sigue una lógica de actores comunitarios. A partir de su carácter educativo el proyecto se fue ampliando para participar en otras iniciativas comunitarias de carácter autónomo albergadas en la ACM. En su historia han trabajado por medio de comités. Por ejemplo, con mujeres que conocían del trabajo de plantas tenían el comité de ecolo-gía con el cual lograron la limpieza de la bajada a la barranca y el cuidado de diversas plantas. Esa actividad tenía como retribución la entrega de despensas, pero luego se retiró ese apoyo por parte de la red de comedores comunitarios. La escuela forma parte de la ACM. Con ello han coparticipado en proyectos comunitarios como el de difusión y expresión cultural con el colectivo cultural Cultivamos Juntos. En un tiempo fue parte de los comedores populares y sus actividades incluían la entrega de despensas.

Actualmente laboran 10 profesoras. La aportación es de 120 pesos por semana para los servicios educativos y para el comedor. El pago a docentes es simbólico y se financia mediante las aportaciones semanales de los padres de los estudiantes. El espacio educativo fue construido con aportaciones de la delegación. Hay un foro abierto que se financio con dinero del JP Morgan Bank y los jueguitos se compraron por medio de donaciones. Tienen vinculaciones con la red internacional de profesores Freinet y el Mo-vimiento Cooperativo de Educación Popular. De esa manera han concretado pequeños apoyos financieros desde Japón en 1998 y de Italia en 2014.

Labor comunitaria de la Escuela Marista Miravalles

Un elemento adicional a destacar en la experiencia comunitaria de Miravalle es el acom-pañamiento de la escuela marista en varios proyectos de la colonia. El profesor Carbajal dirige la Escuela Marista Miravalle la cual inició con aulas prefabricadas dando clases en tres grados.

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La escuela se caracteriza por funcionar mediante asambleas y por mantener una fuerte relación con la comunidad para crear conciencia de sus problemáticas y sus necesidades para darles solución. Se crean comisiones en distintas esferas por la vía de la elección: “La escuela se organiza por comisiones de 25 niños que debe realizar horas de trabajo comunitaria cada semana (por ejemplo, instalar botes de basura en el parque, recoger basura en las áreas comunes.” Esto le brinda un elemento democrático participativo en el que intervienen estudiantes, profesores, padres y comunidad en general. Su visión social comienza con el cobro de cuotas accesibles. Es una escuela inclusiva que tiene programas de integración e inclusión de alumnos con discapacidad. Han impulsado un parlamento infantil en tres ocasiones para el avance en el tema de los derechos de los niños. Las iniciativas se llevaron a la asamblea constituyente de la ciudad.

La escuela marista también alberga a la Universidad Miravalle en vinculación con la Universidad Revolución e imparten dos licenciaturas: Licenciatura en Desarrollo Local Sustentable y Licenciatura en Educación y Gestión Socioambiental se concibe como una universidad autogestiva, con un modelo educativo centrado en las necesidades de la co-munidad, y que fomenta la generación de empresas y de autoempleo. En 2008 proponen el proyecto de la Preparatoria y se da otro proceso de lucha para establecer el plantel 3 del Instituto de Educación Media Superior del Distrito Federal.

Actividades económicas

La precariedad de las economías familiares en Miravalle, cómo en muchos asenta-mientos de origen irregular, es uno de los aspectos más críticos, se constituyen como ciudades dormitorio, sin una capacidad productiva propia, salvo el pequeño comercio que prolifera en las avenidas principales, los oficios que dan servicio a la colonia —plomeros, herreros, carpinteros, albañiles— y las actividades de transporte como los taxis piratas. La mayor parte de la población se ocupa en el sector terciario (comercio y servicios) en empleos precarios fuera de la colonia —servicio doméstico, limpieza y seguridad privada, albañilería, servicio de taxis— lo que puede involucrar largos tiempos de traslado.

Hay además un elevado desempleo que afecta principalmente a la gente joven. De ahí que los proyectos comunitarios de la ACM tengan explícita o implícitamente una importancia central en la generación de empleos de calidad especialmente para los jóvenes. El come-dor, la biblioteca, el centro de salud y el centro ecológico ocupa de manera permanente o eventual a miembros de la comunidad. De manera principal, las actividades productivas de la Asamblea Comunitaria se enmarcan en buena medida en el centro ecológico (CECEA-MI, Centro de Capacitación y Educación Ambiental Miravalle): “El CECEAMI es un espacio comunitario y centro educativo dedicado a solucionar problemas comunitarios, educativos y ambientales; estudiantes y profesores de la Universidad Miravalle, con apoyo de padres de familia, jóvenes por el servicio y comisiones de alumnos (as) de la Escuela Miravalles

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Marista, participan en los distintos proyectos desarrollados en el Centro de Capacitación y Educación Ambiental Miravalle (CECEAMI)”. Desarrolla actividades con rasgos económi-cos, culturales, innovadores y de cualidades sustentables y ecológica como:

• Acuaponia • Talleres de lombricultura • Granja cunícula • Siembra a cielo abierto • Taller de reciclado de PET (taller de termofusión)• Bicibombas • Reforestación • Compostador • Abastecimiento de verdura orgánica para el comedor comunitario

La granja, la escuela y los invernaderos se encuentran en terrenos naturales sin desarrollar clasificados como protegidos. Esto impide algunas actividades, condicio-nando el trabajo, la siembra de determinadas plantas, la cría de ciertos animales, etc., todas ellas necesarias para los usos destinados a esos espacios. Sin embar-go, el uso de la tierra del Centro de Educación y Capacitación Ambiental (CECEAMI) ha demostrado ser una manera más apropiada para contener las nuevas ocupacio-nes que están teniendo lugar y que realmente amenazan la conservación de este espacio natural. (Mejores prácticas UN-Habitat, 2012).

El reciclaje y procesamiento de polietileno ha servido para emplear a jóvenes. Los envases plásticos recogidos en la colonia se procesan en un taller de termo fusión con técnicas traídas por un artista alemán. También se dan cursos de estas técnicas y se producen piezas que pueden ser consideradas arte decorativo innovador. La actividad de reciclaje es importante para la fabricación de utensilios del propio complejo comuni-tario: los baños, los bancos y lavabos del Calmecac son de material reciclado. Debido a su característica artesanal de los productos producidos en el taller de termo fusión se buscan los mercados locales propicios y ha habido intentos de exportar las piezas a Alemania, para eventuales ventas. El eslabón más débil de la cadena de productiva es la comercialización, como es habitual en los proyectos comunitarios, se echa en falta el apoyo de las instancias gubernamentales tanto federales como locales en este aspecto, es urgente facilitar la conexión con los mercados de artesanía en la Ciudad de México y otros puntos del país, por lo que a la ACM toca proyectan constituir una cooperativa de comercialización.

El CECEAMI Cuenta además con un criadero de peces, huerto urbano, cultivos (nopaleras, hortalizas) e invernaderos. Con el cultivo de hortalizas, nopales, hierbas y composta buscan generar producción autosostenible con los que apoyar a las familias

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participantes y mejorar los insumos del comedor comunitario. Además, en el cen-tro ecológico se desarrollan actividades que incluyen talleres para niños, padres de familia, prácticas de las escuelas, almacenamiento y uso de agua pluvial, bicibomba (bicicleta que activa la bomba del agua); la caseta de vigilancia del centro ecológico es de materiales reciclados.

Patrimonio natural

La sierra de Santa Catarina es un Área Natural Protegida declarada como tal el 3 de no-viembre de 1994 según se publicó en el Diario Oficial de la Federación en el decreto pre-sidencial por el cual se creó como zona sujeta a Conservación Ecológica (ZSCE), esto es, como un área que requiere de protección, conservación, mejoramiento y restauración de sus condiciones ambientales. El Volcan Tetlalmanche es un volcán inactivo que se localiza en la Sierra de Santa Catarina y ocupa parte de los territorios de Iztapalapa y Tláhuac. La fauna no es muy variada y se pueden hallar mamíferos, réptiles, insectos y aves (entre ellas águilas). Se considera que la vegetación de la zona está significativa-mente alterada por el hombre, pero todavía existen pastizales, cactus y una variedad de plantas medicinales (gordolobo, árnica, igerilla, estafiata, tabaquillo, maruvis, epazote de zorrillo, chicalote, zompantle y malva). Las características de este espacio hacen que se puedan desarrollar actividades económicas como la extracción de grava y el aprovecha-miento de plantas medicinales.

En la percepción de la comunidad el volcán Tetlalmanche es considerado como el elemento de mayor valor patrimonial en Miravalle. Además de su valor simbólico, esta montaña como parte de la sierra posee un valor natural y ecológico dado su estatus de área natural protegida. Sus funciones son, además de la de contención a la urbanización —función que se ha visto afectada por las persistentes invasiones y conformación de núcleos de población—, las de contribuir al abastecimiento de agua, a mejorar la calidad de aire, brindar espacios de recreación. Al igual que el resto de la ZSCE, es principal-mente un área de recarga de los mantos freáticos que abastecen la ciudad de México. La variedad de plantas medicinales en la zona presenta un potencial en el desarrollo de comercio de las mismas o en su uso para actividades como la herbolaria y medicina tradicional, sin embargo, poca población local conoce las especies y su uso. Además, por tratarse de un área protegida se presentan restricciones al aprovechamiento de los recursos ahí localizados.

Fiestas patronales y populares

A pesar de tener un origen e historia marcadamente distintos de las periferias asentadas en pueblos originarios, en Miravalle sí se celebran fiestas patronales y otras conmemo-raciones religiosas. Se trata de cuatro fiestas donde celebra a San José, San Sebastián,

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la virgen del Rosario y la Virgen del Carmen. En contraste con las fiestas patronales de los pueblos originarios, estas manifestaciones de festividad religiosa surgen de manera reciente con cierta fuerza y con el objeto de reivindicar identidades plurales en la comu-nidad. En ellas suelen usarse los trajes típicos de los estados de origen de los habitantes de la colonia. También se celebra el día de Corpus Cristi y la procesión del silencio en semana santa, así como el día de muertos. Éstas últimas son celebraciones generaliza-das en el país, pero hay otras son de creación local y de reciente data como la fiesta de las madrinas candentes. Por parte de la asamblea se promueven otro tipo de celebracio-nes como las callejoneadas, encuentros de estudiantinas, rondallas y tunas.

La Cruz y su trabajo comunitario

El Barrio de la Cruz se formo en los años 80 con migrantes provenientes de distintos estados de la república mexicana (Chiapas, Michoacán, Oaxaca). Los terrenos ocupados —en terrenos ejidales que se en un incio se fraccionaron y vendieron irregularmente, así como en otros terrenos de propiedad comunal— están en laderas muy pronunciadas del Cerro del Guerreo en la Delegación Gustavo A. Madero. Al día de hoy la mayor parte de las propiedas están ya escrituradas.

La zona es de muy alta marginación lo que se observó en la precariedad de las viviendas que se visitaron. Los accesos a la colonia son limitados, la mayoría de ellos son corredo-res estrechos, andadores y sistemas de escaleras, que le dan un carácter distintivo a la barriada. Existen unos pocos accesos donde pueden entrar carros. El transporte consiste en un sistema de taxis piratas que utilizan VW sedanes para subir por las fuertes pen-dientes y las calles estrechas; sin embargo, el servicio de taxi es caro –unos veinte pe-sos por corrida- de modo que los residentes realizan buena parte de los trayectos a pie; vivir en pendiente demanda un gasto de energía considerable y complica la vida tanto a los adultos mayores como a las personas con discapacidad.

Otra característica importante es que la colonia no tiene espacios públicos fuera de los callejones y las calles, lo que dificulta la reunión comunitaria y el emprendimiento de actividades culturales y de entretenimiento. En los años 90 se construyó con fondos del Banco Mundial el muro de contención ecológica que proteje la sierra de Guadalupe, que ha detenido en seco el crecimiento del Barrio de Santa Cruz, como en el caso de otros barrios colindantes.

La población de la Cruz se estima en unos 15,000 habitantes. En la colonia se pueden encontrar migrantes de primera generación provenientes de muchos estados de la Repú-blica y también migrantes indígenas. Esta diversidad es una característica que diferencia a estas zonas de los pueblos originarios en dónde los líderes sociales provienen de los grupos nativos y cuya narrativa de organización parte de una historia generacional co-

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mún. La idea de comunidad en esta colonia y probablemente en otras similares como se vio en el caso de Miravalle, surge de la unión de los vecinos para la consecución de los servicios básicos en la colonia (agua, drenaje, electricidad) así como para la obtención de la regularización y escrituración de las propiedades. Es en esta experiencia común en la que se conocen los vecinos y se forman líderes sociales.

Organización social como patrimonio

En el caso de la colonia la Cruz, los líderes iniciales fueron todos hombres, con el paso del tiempo los nuevos liderazgos se han transformado y son ahora mujeres quienes dirigen los esfuerzos colectivos para la mejora de su colonia. El cambio de liderazgo refleja la transformación de los objetivos de lucha comunitaria de la obtención de servicios básicos a la búsqueda de un mejoramiento social y de los espacios públicos. Los nuevos objetivos de mejoramiento fueron impulsados por las mujeres y enfrentaron una posición machista que les negó en un inicio su derecho a participar políticamente en la comunidad y a establecer estrategias de acción distintas a las que acostumbraban los hombres. De acuerdo con la explicación de las líderes actuales, los hombres finalmente cedieron ante el avance y con-secución de proyectos para la mejora de la colonia que fueron obteniendo las mujeres.

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Proyectos comunitarios liderados por mujeres, La Cruz. Fuente: trabajo de campo

Es importante reconocer la construcción de los liderazgos femeninos en la Cruz como una lucha que se dio al interior de la comunidad, en tanto este puede ser un aspecto a retomar para establecer estrategias públicas de acompañamiento a la mejora de los

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barrios. En el caso de la Cruz, una ONG denominada Alternativas Comunitarias para el Desarrollo, A.C. con respaldo de la fundación alemana Rosa Luxemburgo, apoyó a las mujeres dándoles talleres de formación de líderes comunitarias. El taller otorga herra-mientas políticas y culturales importantes para el empoderamiento de las mujeres, los temas que se tocan son: La construcción social del género, la sensibilización del trabajo de la mujer, la participación comunitaria de las mujeres, construcción del liderazgo femenino, técnicas para ejercer un liderazgo eficaz, el trabajo comunitario y organizativo y redes de mujeres. Es claro que el impacto de este apoyo redundó en la capacidad de las nuevas líderes en impulsar los proyectos barriales que transformaron la colonia. El activismo comunitario abre el panorama vital de las mujeres, las hace estar menos aisla-das, se vuelven más empoderadas y seguras, y emprenden cambios significativos tanto en lo personal —ejercer sus derechos, terminar los estudios—, como en lo familiar-lograr que los hijos estudien, mejorar la habitabilidad de la casa- y en lo social —contribuir a la mejora del barrio; cambiar estilos de organización y liderazgo comunitario—.

El mayor logro de las líderes de la colonia La Cruz fue la obtención en diferentes oca-siones de fondos provenientes del Programa Comunitario de Mejoramiento Barrial del Gobierno de la Ciudad de México. Bajo el proyecto denominado “Nueva Imagen Urbana y Cambio Social” se construyeron escalinatas en los accesos a la colonia y en su interior, se pusieron barandales, se mejoraron las fachadas y el acceso a las viviendas y se pavi-mentaron e iluminaron los callejones y se finalizó la construcción del drenaje. La transfor-mación de estas intervenciones no es menor ya que las condiciones que se tenían antes eran no sólo precarias sino insalubres y peligrosas.

Por otra parte, la mejora de fachadas y callejones ofrece un espacio público, aunque limitado, utilizable para el juego de los niños y para reuniones de los vecinos, incluso se han ofrecido cursos y talleres en los callejones. Además de la mejora física, las líderes lograron que en la construcción de estas obras se contratara a jóvenes de la colonia —albañiles, acarreadores, herreros y electricistas, distribuidores locales de materiales, preparación de comida— lo que incrementó la derrama económica y creó una experien-cia positiva comunitaria para los jóvenes. La derrama económica del programa de Mejo-ramiento Barrial es un punto que se puede fortalecer, hay que revisar las condiciones del programa para estimular y facilitar esta derrama colateral.

El proyecto de mejoramiento barrial “Nueva imagen urbana y cambio social” fue pos-tulado para el premio Internacional de la ONU. Este premio consiste en que con una periodicidad bianual, los Emiratos Árabes Unidos y ONU convocan al Premio Interna-cional de Dubái a las Buenas Prácticas, que contribuyan a mejorar las condiciones de vida de la gente. “Las propuestas deben tener impacto en mejorar la calidad de vida de las personas; que sean resultado de un trabajo en conjunto entre los sectores públicos, privados y cívicos, así como que sean social, cultural, económica y ambientalmente sos-

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tenibles (Gobierno de la Ciudad de México)”. La selección del proyecto para participar en el premio fortalece a las líderes actuales y refuerza una imagen positiva y de autoestima para el conjunto de sus habitantes.

Los pobladores iniciales tienen un muy bajo nivel educativo, pero hay que destacar que la segunda generación ha logrado acceder a estudios superiores. El caso de la líder Alejandrina Trejo Domínguez (promovente del proyecto de mejora barrial), muestra la posibilidad de mejoramiento social vía la educación formal. Alejandrina es una trabaja-dora de limpieza, sus tres hijos estudian en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México carreras que tienen que ver con las industrias creativas; Diseño, Historia del Arte y patrimonio cultural. Alejandrina misma está cursando está ultima licenciatura, los conocimientos que ha adquirido le han ayudado a entender la importancia de su trabajo comunitario y la existencia de patrimonio intangible en su colonia.

La actividad económica dentro de la colonia La Cruz es menor, sin embargo, encon-tramos jóvenes empresarios que han logrado hacer funcionar negocios y mantenerlos en operación. Visitamos un taller de serigrafía que se dedica a producir material de promoción. El joven empresario cuanta con dos talleres y el equipo suficiente para poder

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Resultados del programa de mejoramiento barrial, La Cruz. Fuente: trabajo de campo

Mejoramiento de fachadas, La Cruz. Fuente: trabajo de campo

Trabajos de impresión, La Cruz. Fuente: trabajo de campo

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responder a demandas de clientes de productos publicitarios. El joven de 30 años nos informó que otos residentes del barrio, también de su generación, tienen pequeños negocios operando en la colonia algunos dedicados a la producción de ropa tejida. Por otra parte, la red de mujeres de la colonia ha intentado implementar proyectos producti-vos, en particular constatamos pequeños intentos por hacer funcionar huertos urbanos. También se nos comentó de intentos vía producción de objetos sencillos de decoración. Ninguno de los experimentos productivos ha tenido éxito. La implementación de estra-tegias productivas es un punto urgente a atender. Los habitantes y en particular la red comunitaria de mujeres requieren de estrategias educativas y de seguimiento para poder aprovechar los recursos disponibles que ofrece el gobierno de la Ciudad de México para iniciar pequeñas empresas.

Los problemas detectados y que requieren atención por parte de los habitantes, de las organizaciones civiles y del gobierno son los siguientes: Mejoramiento de la vivienda, falta de espacios públicos, infraestructura cultural, proyectos productivos y culturales, delincuencia e inseguridad, vínculo de la comunidad con el área de conservación.

Cuautepec

Cuautepec es un pueblo originario en el límite entre la Ciudad de México y el Estado de México. En las últimas décadas y después de intensas oleadas de migración y urbaniza-ción de la zona, los rasgos de pueblo originario son casi imperceptibles. No obstante que algunos vecinos están buscando recuperar la historia patrimonial del Cuautepec como pueblo originario, lo cierto es que la zona es un claro ejemplo de un un pueblo originario que cedió ante el embate del crecimiento de la metrópoli. Las narraciones de quienes han estado avecindados ahí por generaciones dejan clara cuenta de que las redes comunita-rias, el vínculo con el entorno natural y la propiedad ejidal han desaparecido por completo.Cuautepec a diferencia de otras zonas periféricas visitadas tienen una extensión y pobla-ción muy grande, más de 350,000 personas. La visita se limitó a unas cuantas colonias cercanas al conocido como Cerro de las antenas (Chiquihuite). La dinámica urbana es muy intensa, en los accesos principales hay una economía diversificada con presencia de cade-nas comerciales nacionales y extranjeras, se siente también un intenso tráfico vehicular y de personas que invitan a percibir la zona más central que periférica. Es en los límites del pueblo, que se acercan a las faldas de los cerros dónde se da un ambiente de periferia.

En la zona de Cuautepec que se visitó, el terreno es escarpado y hay avenidas de agua flu-vial entre cañones repletos de vivienda. Los vecinos son una combinación de residentes que construyeron sus casas hasta nuevos residentes que alquilan cuartos en donde se hacinan familias completas. La diferenciación social entre los vecinos es perceptible visualmente, en una misma calle se pueden apreciar grandes construcciones de tres pisos o más con buenos acabados y a la vez casas muy modestas, y construcciones muy básicas para rentar cuartos.

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Al igual que en La Cruz, los proyectos de mejoramiento barrial han sido la vía más impor-tante por las cual la organización vecinal ha concretado acciones y proyectos. Éstos han consistido en la mejora y pavimentamiento de las calles y callejones, la construcción de fachadas de las casas. Uno de los líderes de estos proyectos, jefe de una familia Triqui, se muestra orgulloso de los logros de su acción pero se queja del poco apoyo de los vecinos y de la falta de interés por participar en nuevas iniciativas. En general la zona deja la impresión de tener una capacidad de organización reducida y que se poya en la dinámica partidista a una escala mayor a la barrial.

Recuperar patrimonio histórico e incorporar el nuevo patrimonial cultural

Cuautepec tiene una larga historia que inicia como uno de los primeros asentamien-tos en el Valle de México, y continua en la etapa Colonial, Independiente y moder-na. Cada una de estas etapas aporta patrimonio intangible y tangible. Entre lo más relevante podemos mencionar el templo conocido como “preciosa sangre de Cristo” y que data del año 1777. Esta iglesia y el pueblo de Cuautepec figuran también en la cultura popular mexicana por su conexión con el cine mexicano en su etapa de “oro” por haber sido el escenario de películas icónicas como los “Tres Huastecos”, “La Ove-ja Negra”, “Las Mujeres de mi general”, “No desearas la Mujer de tu Hijo”. Cuautepec reclama ser el lugar de residencia de Juventino Rosas, y el lugar donde escribió el vals “Sobre las Olas” importante obra de popularidad internacional. En Cuatutepec existe un monumento y parque en su memoria y se constituye como un símbolo de orgullo del pueblo. La conexión con un pasado musical se manifiesta en la organiza-

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Cerro de las Antenas, Cuautepec. Fuente: trabajo de campo

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ción basada en Cuautepec “Jóvenes Orquestas” quien tiene como objetivo “Ofrecer alternativa cultural a la comunidad para el desarrollo humano a través del arte en este caso la música y brindar un oficio como constructores de instrumentos musicales” (http://jovenesorquestas.org.mx.).

Cuautepec cuenta con espacios e infraestructura pública relevante: El kiosco de Cuau-tepec Barrio Bajo, La ciudad deportiva Carmen Serdán, El Centro deportivo Juventino Rosas que incluye actividades culturales y deportivas, el Parque Juventino Rosas, La Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Campus Cuautepec, y el Instituto de educación Media Superior de la Ciudad de México, Belisario Domínguez. En cuanto a la cultura popular. En Cuautepec hay una vida cultural popular rica que se manifiesta entre otras cosas en las fiestas de sonideros que tienen lugar las calles, música dedicada a Cuautepec y sus barrios, eventos deportivos, múltiples canales de expresión cultural en las redes sociales y hay que mencionar también a la Arena Cuautepec, escenario impor-tante de la lucha libre mexicana en la Ciudad de México.

El reto de está zona es recuperar o construir una historia común que integre el pasado originario y la diversidad social y cultural que actualmente la define. Dado el tamaño de la población y su extensión territorial implica animar la participación social a una escala menor y de ahí crecer en red hacia una organización del pueblo en su totalidad.

Mejoramiento barrial, Cuautepec. Fuente: trabajo de campo

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IV. Conclusiones

Sobre el patrimonio cultural urbano de la periferia de la Ciudad de México

De acuerdo con el trabajo realizado se puede estimar que en la periferia urbana de la Ciudad de México existen recursos y activos tangibles e intangibles que propician mecanismos y resultados beneficiosos al conjunto de sus habitantes por lo que se constituyen en parte de la potencialidad de desarrollo local y de esta metrópoli. En todos los barrios estudiados encontramos prácticas sociales, modos de vida y formas de organización social que pueden ser calificadas como patrimoniales, por mencionar algunos: las prácticas y estilos constructivos de la vivienda popular; las expresio-nes musicales y dancísticas en fiestas callejeras y fiestas tradicionales; los tequios, mayordomías y otras formas de reciprocidad social; la historia oral, escrita y video-fo-tográfica del lugar; las prácticas gastronómicas en tianguis y economías de banqueta; la ingeniería popular e innovaciones de la economía no regulada; las formas de cultivo ancestrales y prácticas de la medicina tradicional; los espacios públicos mejorados y espacios naturales recuperados por el trabajo vecinal; así como los espacios culturales autogestivos. Estas expresiones, tangibles e intangibles, casi todas con una vertiente comunitaria, deben ser documentadas, reconocidas públicamente y alentadas por diferentes vías e instituciones.

La aproximación durante el trabajo de campo al entramado de prácticas culturales, socia-les y económicas, que conforman el patrimonio cultural urbano de los barrios y pueblos de la periferia estudiados, nos ha revelado un amplio y profundo espectro que puede desglosarse en las siguientes observaciones:

• Empleo y actividades económicas reguladas y no reguladas: las economías no reguladas presentes en los barrios periféricos son un genuino motor económico, que tiene sus pilares en la propia autoconstrucción, las actividades derivadas del ambulantaje y pequeñas unidades productivas no registradas. En dichas actividades también se dan oportunidades para la innovación y se gestan modelos de economía popular que deben ser entendidos y reivindicados a partir de la observación de cam-po y los testimonios de los mismos pobladores.

• Espacio público, espacios recuperados y prácticas de calle: el espacio público y los espacios comunes de la periferia pueden manifestarse de formas no análogas a los espacios públicos convencionales o tradicionales en los centros urbanos. El mejoramiento barrial autogestivo es una vía probada para generar espacios públicos muy orgánicos y adaptados a las necesidades de los pobladores, así como una gran oportunidad para el reforzamiento de los vínculos comunitarios.

• Actividad cultural, festiva y lúdica: los barrios y pueblos de la periferia son lugares de

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una cultura popular vibrante, con variar un poco nuestros parámetros sobre lo que constituye una manifestación cultural relevante empezamos a detectar una multitud de innovaciones culturales que ameritan ser reivindicadas. Además esos modos de cultura local están mucho más conectados de lo que pensamos y resultan a la postre más adecuados para comunicar y enfrentar las problemática de la periferia.

• Organización comunitaria y asociativa: barrios que tuvieron que luchar activamente por su constitución y permanencia conservan una gran capacidad de acción colecti-vo, de resistencia y resiliencia. Las redes de solidaridad barrial, los pueden poten-ciarse y convertirse en un entorno ideal para el desarrollo de la agencia política; los proyectos de mejoramiento barrial autogestivos también son inmejorable oportunidad para construir una cultura asociativa más autónoma y menos clientelar.

• Vivienda y prácticas de construcción: Existen prácticas auto constructivas de vivien-da popular que deben estudiarse como buenas soluciones adaptativas, que son significativas para los propios habitantes, y además activan procesos de solidaridad mutua en las comunidades que se pueden sustentar procesos de mejoramiento ba-rrial. La soluciones a los problemas de la vivienda en estos asentamientos están en gran parte ya formuladas sobre el terreno, y deben conocerse a partir del testimonio de sus propios habitantes.

Dos modelos de patrimonio cultural urbano en la periferia de la Ciudad de México

El crecimiento de la periferia urbana de la Ciudad de México tiene diversas conforma-ciones y, por ende, distintas maneras de constituir el patrimonio cultural urbano de las mismas. Un primer modelo de periferia es producto de la absorción y crecimiento de pueblos originarios como parte de la mancha urbana, es el caso de San Miguel Topilejo, San Mateo Tlatenango o Santiago Tepacaltlapan, producto de la incorporación urbana de la traza de los pueblos originarios; del fraccionamiento de antiguos terrenos ejidales de uso agrícola; de la invasión y autoconstrucción en cerros y áreas de conservación. Un segundo modelo de periferia son los barrios de nueva creación, como en el caso de Miravalle, o La Cruz, producto del fraccionamiento de zonas previamente no habitaciona-les: ecológicas, agrícolas o industriales, que pueden ser fruto de la autoconstrucción en territorio ejidal adquirido irregularmente y posteriormente legalizado; o ser producto de invasiones ilegales que se lotificaron y legalizaron sobre la marcha; o presentar fraccio-namientos con desarrollos inmobiliarios públicos y privados; así como combinaciones entre los tres anteriores.

Cada tipo de periferia da lugar a formas de patrimonio cultural urbano diversas, en el primer caso o modelo, barrios que aún tienen un claro carácter de pueblos originarios el principal patrimonio cultural está vinculado a sus identidades locales fuertes y formas tradicionales de organización. Las fiestas patronales que siguen siendo un elemento de primera importancia en la cohesión y organización social de estos barrios son una

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plataforma a partir de la cual emprender proyectos comunitarios. Los pueblos originarios pueden buscar transferir estos recursos sociales a una gran variedad de proyectos de desarrollo social, productivo y cultural. Los pueblos originarios enfrentan el reto de incor-porar a los nuevos habitantes en su comunidad sin perder su identidad y sin violentar los derechos de los migrantes. Finalmente, como lo hemos señalado en el documento, los pueblos originarios en el sur de la Ciudad de México tienen un papel crítico en el soste-nimiento de una conexión entre lo urbano y lo rural, condición que puede ser entendida como un recurso patrimonial y por lo tanto como un recurso a ser alentado y protegido.

Con respecto al segundo modelo, hay que señalar que los barrios de nueva creación han sido fundados durante los últimos cuarenta años por poblaciones formadas por una diversidad de migrantes de diferentes estados de la república, grupos étnicos y creencias religiosas. La propia historia fundacional y la organización vecinal surgida de la misma, así como sus proyectos de mejoramiento barrial se constituyen en su principal patrimonio cultural urbano. Es de destacar que no tienen menos capacidad que los pueblos origina-rios para organizarse y emprender proyectos que requieren de acción colectiva. El caso de Miravalle es ejemplar en cuanto a la capacidad que estos barrios pueden tener para generar proyectos comunitarios exitosos. El principal reto de estos barrios es sostener y alimentar una identidad común, capaz de incorporar a las nuevas generaciones y abrir oportunidades educativas y productivas.

Ambos tipos de barrios enfrentan problemas derivados de la penetración o aparición de grupos delictivos que se insertan en las comunidades y representan un peligro para la convivencia y capacidad de desarrollo de los barrios. En ambos tipos de barrios los proyectos productivos comunitarios e individuales pueden crecer en cantidad y los existentes, con excepción de algunos casos relevantes, presentan debilidades diversas así como contradicciones en cuanto a su capacidad de impactar a la comunidad. En todos los barrios hay oportunidades de desarrollo económico y esfuerzos individuales de emprendedurismo. Este es un área crítica de atención a ser tomada en cuenta en el diseño de nuevos proyectos sociales desde las instituciones públicas, sociales y privadas.

La incidencia de los programas sociales sobre la organización comunitaria y los mejoramientos barriales

Los programas sociales de mejoramiento barrial y comedores comunitarios patrocinados por el Gobierno de la Ciudad de México tienen un impacto positivo en las condiciones materiales comunitarias y en la vida social de los barrios. Son sobre todo importantes para detonar nuevos liderazgos sociales, alternativos a liderazgos tradicionales de corte clientelar y dominados por hombres. Es de destacar el papel de los enlaces o promoto-res de la SEDESO, que en muchas ocasiones también son pobladores de los barrios,

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cuentan con información de primera mano sobre su actividad social y cultural, además de tener una perspectiva personal especialmente relevante y razonada sobre su devenir.

En el barrio de La Cruz el surgimiento de liderazgos encabezados por mujeres, o en el barrio de Miravalle, el liderazgo encabezado por académicos y jóvenes en parte ha sido alentado por la obtención de recursos vía programas sociales. En cuanto a la mejora del entorno urbano físico, si bien deja de lado importantes problemáticas como el de la vivienda, en definitiva, ofrece una mejora de los espacios públicos y su valoración por parte de los habitantes. En contribuciones adicionales por parte del equipo de trabajo se desarrollará un conjunto de recomendaciones y lineamientos de potencial uso por parte de diferentes instancias de Gobierno a nivel local o incluso de otro tipo de organizaciones públicas a distintos niveles.

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La periferia de la Ciudad de México como Patrimonio Cultural Urbano. Un modelo de conocimiento, recomendaciones, lineamientos de actuación y propuesta de plataforma digitalNuria Sanz, Oficina de la UNESCO en MéxicoInti Muñoz, Oficina de la UNESCO en MéxicoAlejandro MercadoPedro Ortíz AntoranzAlejandra TrejoFederico Restrepo

Antecedentes

El presente documento reúne una propuesta de modelo de conocimiento de las periferias urbanas, así como recomendaciones y lineamientos para la identificación, preservación y fomento del patrimonio cultural urbano de los barrios y pueblos de la periferia de la Ciudad de México. Este material se deriva del estudio La periferia de la Ciudad de México como Patrimonio Cultural Urbano, realizado por iniciativa de la UNESCO y en colaboración con la Secretaria de Desarrollo Social (SEDESO) del Gobierno de la Ciudad de México.

Esta investigación tuvo lugar entre los meses de abril y agosto del 2017 en seis barrios de la periferia de la Ciudad de México. La metodología del estudio preponderó herra-mientas cualitativas y participativas que se tradujeron en recorridos, entrevistas, charlas grupales con actores locales, con el fin de perfilar a partir del diálogo aquellos atributos económicos, socio comunitarios, artístico-culturales y medioambientales que consideran parte de su patrimonio cultural urbano.

Uno de los propósitos del estudio fue proponer una concepción ampliada de patrimonio cul-tural urbano que fuera sensible con las singularidades y los valores específicos de la periferia de la Ciudad de México y que consiguiera romper con la predominante visión dicotómica,

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estigmatizada y de una percibida irrelevancia con respecto a la ciudad central e histórica.Tanto el modelo de conocimiento, como la lista de recomendaciones y la propuesta de plataforma digital que contiene el presente documento deben considerarse un instrumento para la orientación, desde el punto de vista de la política pública, de una agenda de accio-nes en materia de patrimonio y mejoramiento de las condiciones de vida en las periferias urbanas, que esté en sintonía, en primer lugar, con las metas contenidas en la nueva agenda internacional para el desarrollo, particularmente en lo que se refiere al Objetivo de Desarrollo Sostenible número 11: “Lograr que las ciudades y los asentamientos humanos sean inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles” (ONU, 2015); y ,en segundo término, con los lineamientos que establece la nueva Constitución de la Ciudad de México.

El modelo de conocimiento propone una metodología que permita alcanzar la noción ampliada de Patrimonio cultural urbano de la periferia, a partir del entendimiento de dos modalidades de la misma: la de los pueblos originarios y la de los barrios de nueva confor-mación. La estructura metodológica prepondera la interrelación de tres campos —actores, prácticas y espacios— que integran una versión viva y dinámica del patrimonio urbano, más centrada en las innovaciones, prácticas, comportamientos y redes comunitarias que en el patrimonio histórico tangible que es dominante en la ciudad central e histórica.

La lista de lineamientos y recomendaciones surge directamente de las observaciones e interacciones derivadas del trabajo de campo, y tiene como finalidad orientar las políticas públicas, así como ulteriores investigaciones sobre el tema. Se distingue entre reco-mendaciones generales para el reconocimiento y fomento del patrimonio urbano de la periferia, y en recomendaciones específicas para el caso de los pueblos originarios, y de los barrios de nueva conformación.

En la parte final del informe se despliega la propuesta para una plataforma social-digital-par-ticipativa a la que denominamos “Plataforma de saberes y prácticas comunitarias”, y que es una extensión del modelo de conocimiento de las periferias urbanas, y es entendida no como repositorio de información sino como un plataforma abierta y dinámica, que combina interacción online y encuentros presenciales, para la construcción de casos y proyectos a nivel comunitario e intercambio de prácticas de éxito entre los pobladores de la periferia.

Modelo de conocimiento en torno al Patrimonio Cultural Urbano de la Periferia de la Ciudad de México

A. Dos modalidades de periferia

En la Ciudad de México la identificación y caracterización de la periferia no puede ser la misma en todos los casos, pues depende de distintos procesos históricos de poblamiento y

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urbanización. Las dos formas periféricas urbanas que se han estudiado durante el trabajo de campo corresponden, por un lado, a periferias en pueblos antiguos y originarios en zonas de transición entre la ruralidad y lo urbano que han sido alcanzados por la expansión urbana y, por otro, a periferias en barrios de más reciente creación producto de olas migratorias de distintos estados del país y de la autoconstrucción no regulada de vivienda popular.

Pueblos originarios

En el primer caso, la identidad comunitaria está apoyada principalmente en la búsque-da de su reconocimiento y su visibilidad como pueblos originarios. Destaca el origen prehispánico de los asentamientos, la importancia otorgada a la posesión del territorio, la presencia de una lógica comunitaria y cultural a partir de lo religioso y las tradiciones prehispánicas, y la importancia de los ciclos festivos. El entendimiento de su patrimo-nio cultural supone la incorporación de peculiaridades propias de estos pueblos como: la diversidad de tipos de propiedad de la tierra (que involucra una compleja trama de relaciones en torno a la propiedad privada, ejidal y comunal); la organización interna del poblado en nativos y avecindados; las formas de gestión y uso del espacio basado en usos y costumbres; un esquema de autoridades propias; o el papel central de las fiestas religiosas en la dinámica comunitaria.

Así, en los pueblos originarios se llevan a cabo prácticas que reproducen su identidad y su sentido de pertenencia a la comunidad y al territorio. Las expresiones culturales más comunes son: el sistema de cargos y autoridades tradicionales, el ciclo festivo-religioso (que incluye las fiestas patronales), las peregrinaciones, los intercambios con otros pue-blos, la defensa del territorio y de sus recursos naturales.

En los pueblos menos integrados a la mancha urbana existe actividad agrícola y agrope-cuaria ligada a la cultura alimentaria, formas de sustento mediante autoconsumo y con frecuencia a una vinculación comercial, pero de baja escala. Son todavía productores de un buen rango de bienes agroalimentarios, son además depositarios de un invaluable acervo vinculado al ecosistema y de tierras de cultivo que generan un cinturón verde periurbano fundamental para la Ciudad de México. Persiste, en buena parte de la pobla-ción, la defensa de su integridad territorial y una resistencia a la expansión de la mancha urbana, a la especulación inmobiliaria, a la lotificación de tierras ejidales y comunales y a los cambios ilegales en el uso del suelo. Aunque mantienen como expresión comunitaria la defensa de la tierra y los recursos naturales, en la definición de su identidad pesa más la celebración de las fiestas patronales.

También es destacable el interés por conservar el sistema de cargos y autoridades tradicionales, especialmente en lo que respecta a las autoridades agrarias, religiosas y comunitarias. De ahí que la introducción de formas de autoridad externas ha incidido en la desaparición de las identidades locales fuertemente arraigadas y estructuradas.

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En algunos casos existen formas de trabajo voluntario para beneficio de la comunidad como faenas y tequios. En las prácticas comunitarias es posible identificar tanto proyec-tos educativos, como culturales y productivos (como es el caso de distintas cooperativas) en los cuales destaca el papel activo de las mujeres o de líderes locales de distinta naturaleza.

De esta manera, en los pueblos originarios visitados se observan cuatro tipos principales de patrimonio que fomentan el sentido de lugar y previenen la disolución de la interfase rural urbana: el primero es el sociocomunitario que se desprende del régimen comune-ro y ejidatario de propiedad de la tierra; el segundo es la tradición festiva, las prácticas culturales heredadas y el patrimonio tangible; el tercero es el patrimonio asociado a las prácticas de economía local y a los modos de vida; y el cuarto es el patrimonio vincula-do al medio natural. Sin descartar su importante presencia, los aspectos tangibles son menos importantes que los intangibles, es decir, tiene menos peso el patrimonio monu-mental y son mucho más determinantes las prácticas culturales, el entorno natural, las prácticas de economía local, y las redes socio comunitarias.

Barrios de nueva conformación

En cuanto al segundo tipo de periferia son barrios y colonias cuyo entramado comunita-rio se ha gestado a partir de la lucha por la obtención de vivienda y de servicios básicos para hacer habitables los asentamientos. Su urbanización progresiva se desarrolla y con-solida en el transcurrir de la lucha de los habitantes por crear, transformar y mejorar y dar forma a su hábitat. Especialmente en estas colonias, en las que predomina la vivienda de autoconstrucción, se plasma la noción de arquitectura abierta debido a los estilos cons-tructivos de la vivienda popular, funcionales pero inacabados. Son barrios que presentan una estructura de población muy joven, alto peso de la inmigración de otros estados del país y un alto porcentaje de sus habitantes ocupados en el sector terciario.

El patrimonio cultural urbano de los barrios periféricos de nueva conformación tampoco está ligado al patrimonio monumental e histórico convencional, sino a los mejoramientos barriales —recuperación de espacios públicos y medio ambientales, desarrollo de in-fraestructuras culturales, recreativas y comunitarias— producidos por la acción colectiva vecinal a lo largo de su existencia, así como por las redes de asociación y reciprocidad social que le dan sustento. De la combinación de las anteriores, se desprenden otras prácticas de valor cultural, artístico, lúdico, educativo y económico estrechamente ligadas a los proyectos y actividades de organizaciones comunitarias. Las actividades festivas tradicionales tienen un peso menor que en los pueblos originarios; la expresión artística y cultural retoma elementos de los lugares de procedencia o de origen de los pobladores y, a su vez, es el reflejo de una cultura barrial más netamente urbana y ecléctica que en el caso de los pueblos históricos.

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Las organizaciones comunitarias y vecinales han servido como eje articulador de distintas dimensiones de la vida cotidiana en estos espacios de la periferia urbana. Han emprendido importantes proyectos de transformación de la fisonomía de la comunidad, enfocando buena parte de los esfuerzos en el cambio en los espacios físicos a partir del Programa Comunitario de Mejoramiento Barrial. Asimismo, la organización comunitaria tiene, en ocasiones, una importancia vital en la gestación de proyectos productivos y en la generación de empleos, especialmente para los jóvenes.

El liderazgo de las mujeres en las organizaciones comunitarias y vecinales es notorio en las distintas colonias de estas periferias urbanas, quienes enfrentadas al desafío de conseguir condiciones básicas de habitabilidad y bienestar para sus hijos, desarrollan capacidades de liderazgo que las llevan a emprender proyectos comunitarios e incluso a educarse formalmente para lograr administrar proyectos o desempeñarse laboralmente.

La localización periférica y en zonas montañosas de los barrios de nueva conformación en la periferia de la Ciudad de México, los hace también reservorio, o área colindante, de recursos naturales, de ahí que son espacios susceptibles de generar proyectos ecológi-co-sustentables.

Debido a sus características, estas periferias poseen potencial para el desarrollo de innovaciones educativas, sociales, ecológicas y productivas. Por ejemplo, el material reciclado puede generar ingresos desde su recolección, su transformación (con cierta base tecnológica) y su comercialización en productos de diversa naturaleza. Esquemas educativos relacionados con el aprovechamiento de activos locales para el desarrollo profesional puede ser otro ejemplo de este tipo de innovaciones.

B. El patrimonio cultural urbano de la periferia como un sistema de actores, espacios y prácticas

Las categorías aplicables al patrimonio urbano de la ciudad histórica no son enteramente aplicables a la periferia, son necesarios nuevos criterios para entender su singularidad. Para alcanzar una nueva comprensión del fenómeno es imprescindible trabajar de la mano con los pobladores para decantar cuáles son los valores destacables de sus ba-rrios y cuál es la red de relaciones y solidaridades que los sustenta. El patrimonio urbano de la periferia debe entenderse como el desarrollo de un entramado que da cuenta de un tejido social que se construye desde abajo, desde los barrios urbanos (UNESCO, 2016).

Las periferias son el producto de un esfuerzo social colectivo, tanto de la población origi-naria como de la inmigrante, mediante dinámicas sociales, culturales y económicas que conciernen a la mayoría de la población (UNESCO, 2016). Las periferias se constituyen como uno de los escenarios principales de la producción social del hábitat, de la diversi-

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dad cultural y sobre todo de la solidaridad comunitaria. La creatividad, el conocimiento y las habilidades producidas en las periferias se han traducido en formas urbanas, espa-ciales y de convivencia que son el núcleo de su patrimonio (UNESCO, 2016).

Es en esas periferias, por la resiliencia y la capacidad de resistir de estas poblaciones en un territorio ajeno o amenazado, que enriquecen esos entornos imposibles de ciudad, con su cultura, con su arte y con su saber popular, que se va acomodando y va constru-yendo otra ciudad en la periferia. Crean barriadas sin trazos definidos, llenos de sende-ros, de escalas interminables, de viviendas precarias, de materiales y colores variopintos, de redes de energía que emulan telarañas en medio de bosques primitivos. Es allí, en esas periferias, donde se propone un nuevo modelo de intervención desde lo público que permita el entendimiento del patrimonio cultural urbano de la periferia de la Ciudad de México; que forme ciudadanos y construya ciudadanía; que le apueste a la creación de entornos de confianza; que proponga el respeto y el reconocimiento de lo construi-do y que promueva la recuperación de la autoestima, el talento, el orgullo y la dignidad de las personas en esas periferias; que valore y consulte sus entornos y saberes, para aprender de ellos y hacerlos partícipes de sus propias soluciones; que embellezca sus espacios con estética y arquitectura; que propicie la convivencia y dignifique la movilidad, la calle y el espacio público como sitios de encuentro ciudadano.

Este modelo propuesto se compone de tres dimensiones que se nutren mutuamente:

Prácticas + Redes de actores + Espacios e infraestructuras

Prácticas

Ya sean tradicionales o de nuevo cuño, las prácticas sociales y comunitarias tienen como función la conformación y preservación de la identidad local, así como reforzar la cohesión social y la interrelación con otros barrios y pueblos. Por ejemplo, éstas pueden incluir a las expresiones musicales y dancísticas, las lúdicas, festivas y religiosas, así como los proyectos artísticos, recreativos o culturales. También incluyen las prácticas gastronómicas, o las prácticas y remedios de la medicina tradicional, sin dejar de mencionar las prácticas productivas o las de emprendimiento económico y comunitario, entre otras.

1. Emprendimiento económico con impacto local: refiere al impulso de formas de economía autogestiva o cooperativa, así como proyectos empresariales de carácter privado que aprovechan de manera sostenible e innovadora los recursos locales, y generan desarrollo económico y social en la población. La innovación social que se desprende de ellas está estrechamente vinculada con el carácter emprendedor de los que consiguen insertarse en el mercado de maneras creativas. Por ejemplo, éstas pueden incluir proyectos de reciclado y reutilización de materiales de deshe-

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cho; preservación e innovación de sistemas de cultivos y ganadería tradicionales; cooperativas de productos artesanales; proyectos de innovación para el fomento de las economías de traspatio y la seguridad alimentaria de los pobladores.

2. Proyectos de mejoramiento barrial: atañe a las iniciativas vecinales de recupera-ción de espacios públicos en declive o para la conformación de nuevos espacios públicos, sean drenajes, banquetas, luminarias, sistemas de escaleras, fachadas, plazas, parques infantiles y jardines, así como para la construcción de espacios culturales, comunitarios, deportivos o recreativos. También refiere a los proyectos de mejora de la vivienda y de las técnicas constructivas.

3. Proyectos educativos integrados con la localidad: corresponde a las iniciativas de instituciones educativas locales que ligan su programa de estudios a la reso-lución de problemas, la innovación y el planteamiento de propuestas de impacto local —sean de tipo económico-social, tecnológicas o medio ambientales— y que, a su vez, sostengan una notoria interrelación con el contexto y las comunidades locales. Por ejemplo, proyectos educativos para el sostenimiento de la agricultura urbana y economías de traspatio; proyectos de investigación para el uso eficiente y aprovechamiento del agua; proyectos de agricultura sostenible y gastronomía con productos locales.

4. Proyectos de recuperación y preservación medioambiental: refiere a las iniciativas vecinales para la salvaguarda de los espacios naturales de la localidad y su biodi-versidad —bosques, ríos y otras fuentes de agua, flora y fauna—; así como a la pre-servación e innovación de actividades agropecuarias sostenibles. También refiere a la actividades dirigidas a fomentar la integración e interrelación de la comunidad de pobladores con su medio ambiente.

5. Prácticas comunitarias y asociativas: alude a las formas de organización social y otras prácticas colectivas ya sean tradicionales o de nuevo cuño, que contribuyen a la cohe-sión, resiliencia y seguridad económico-social de una localidad. Estas prácticas asocia-tivas son la que dan soporte a los proyectos de mejoramiento barrial, a la preservación de las prácticas culturales identitarias, y a la protección del patrimonio medioambiental y agropecuario de la localidad. Por ejemplo, la acción colectiva organizada y sostenida en el tiempo que da lugar a comisariados ejidales y de bienes comunales; asambleas comunitarias, tequios y faenas, mayordomías y otras formas de reciprocidad social.

Redes de actores

La periferia no es únicamente una entidad o noción de tipo territorial también puede ser considerada a partir de las relaciones que establecen sus pobladores vinculados a través de lazos directos o en redes sociales. Estas redes son concebibles como una nueva forma de institucionalidad, además de ser el semillero de movimientos sociales y de labor comunitaria muy importantes para la constitución e integración social de los barrios.

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Podemos denominar a este entramado como Red de Solidaridad Barrial (RSB), en refe-rencia a una red de actores —individuos, asociaciones, instituciones— que contribuyen a la mejora de las condiciones de vida de un barrio. Una RSB se nutre principalmente de la labor directa, persistente y recíproca de los residentes y las asociaciones locales, auna-dos a las iniciativas o programas de gobierno que refuerzan la solidaridad y el bienestar a nivel barrial.

En los pueblos originarios estas redes sociales se conforman a partir de la propiedad ejidal y comunera, o de los usos y costumbres del lugar como en el caso de faenas y mayordomías; y tienen un enorme peso en la cohesión social, en la toma colectiva de decisiones, y en la política local de los pueblos originarios. En los barrios de nueva conformación dichas redes se estructuran a partir de la organización vecinal a partir de la organización colectiva para el reconocimiento legal de sus viviendas y la consecución de servicios básicos para el barrio, que además devienen redes de apoyo mutuo ante dificultades económicas o de salud, o la organización de festividades u otros eventos. En ambos casos las redes son apoyadas por los programas de la Secretaría de Desarrollo Social y la labor de sus promotores en las localidades.

Una RSB es un ecosistema social donde se fortalece: la creación, mantenimiento y difu-sión de su identidad y cultural local; la reciprocidad social ante situaciones de crisis y la atención a los más vulnerables; la emprendeduría e innovación con impacto económico y social en la población; la recuperación y preservación de espacios públicos y ecológicos de la localidad; La promoción de la iniciativa vecinal, la toma de decisiones colectivas y la capacidad autogestiva. Las redes de solidaridad barrial de la periferia de la Ciudad de México se componen de un entramado de individuos, organizaciones e instituciones:

Individuos• Ejidatarios y comuneros• Líderes sociales/vecinales• Vecinos adscritos a redes comunitarias• Promotores de la Secretaría de Desarrollo Social• Trabajadores sociales y educadores• Cronistas• Animadores culturales y artistas locales• Emprendedores locales

Asociaciones y organizaciones comunitarias• Comisariado ejidal • Comisariado de bienes comunales• Asambleas comunitarias, asociaciones de vecinos y colonos• Comités ciudadanos electos y consejos de los pueblos

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• Mayordomías • Organizaciones de defensa de la vivienda • Organizaciones para la recuperación y preservación medioambiental.• Organización vecinal para el mejoramiento barrial• Centros de salud comunitarios• Comedores comunitarios Instituciones • Escuelas y universidades • Espacios culturales • Secretarías locales• Secretarías federales• Asociaciones civiles• Organizaciones no gubernamentales

Los atributos identificables de los actores que constituyen redes son los siguientes:• Capacidad de convocatoria y de movilización• Capacidad de mediación, negociación y organización• Conocimiento local• Activación de redes y solidaridad• Capacidad de comunicación y difusión• Disponibilidad de trabajo voluntario• Prestigio y reconocimiento en el barrio• Capacidad de innovación social• Acceso a colectivos vulnerables• Acceso a infraestructura, recursos materiales y financieros

Espacios e infraestructuras

En las periferias tiene menos peso el patrimonio tangible de tipo histórico y monumental, y cobra más relevancia el patrimonio vivo ligado a las prácticas culturales intangibles y las redes de reciprocidad de sus pobladores. Los aspectos intangibles del patrimonio de la periferia están estrechamente ligados a las prácticas culturales y a las redes de reci-procidad social, y en ningún caso pueden comprenderse correctamente si los separamos de las mismas.

Los elementos patrimoniales tangibles se concentran, generalmente, en los espacios medioambientales y agropecuarios que conforman la interface rural urbana (las zonas de conservación y preservación medio ambiental; las áreas de cultivo y ganadería, las economías de traspatio); en las infraestructuras resultantes de los proyectos de mejora-miento barrial (los espacios públicos recuperados; la infraestructura cultural, deportiva y recreativa); y en los espacios de prácticas culturales, rituales o religiosas (mercados,

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tianguis, panteones, iglesias, atrios y otros elementos monumentales). En algunos casos también es importante la presencia de sitios de arquitectura sacra, de arquitectura fune-raria y de sitios prehispánicos.

Las tres categorías descritas permiten identificar elementos patrimoniales en las peri-ferias y generar un conocimiento acerca de las mismas de una forma más o menos si operativa.

III. Lineamientos de acción y recomendaciones

Los lineamientos que orientaron el diseño de la investigación, el trabajo de campo, el análisis posterior y el pliego de recomendaciones son:

• La periferia de la Ciudad de México es generadora de patrimonio cultural urbano gra-cias a la impronta de su cultura popular, así como del aprendizaje social y el poder creativo de sus redes barriales.

• El patrimonio cultural urbano de la periferia puede ocupar un lugar central en la narrativa de la ciudad y en su desarrollo.

• Es necesario combatir el estigma, desprestigio y trato peyorativo que afectan a las prácticas cotidianas en la periferia.

• La periferia es lugar de formas no convencionales de patrimonio urbano, para hacer-lo visible se requiere definir y usar nuevas categorías.

• Los pobladores de la periferia deben ser parte activa en la definición del patrimonio cultural urbano de sus barrios.

• Es esencial reconocer a las redes barriales como un patrimonio en sí mismo, ya que son fuente de fortaleza y dinamismo en los ámbitos económico, social y cultural de las comunidades.

Recomendaciones generales (aplican tanto en pueblos originarios como en barrios de nueva conformación)

• Ampliar la noción de patrimonio cultural urbano aplicada a la periferia de manera que incluya: las prácticas culturales identitarias; los proyectos empresariales y educativos de innovación con impacto local; la recuperación de espacios públicos y otros pro-yectos de mejoramiento barrial; la recuperación y preservación de áreas de conser-vación con valor ecológico, las redes de reciprocidad y solidaridad social.

• Considerar la alta vitalidad y dinamismo de las formas culturales que se producen en los barrios de la periferia y estudiar los casos específicos de innovación cultural.

• Reconocer la centralidad de las expresiones culturales de la periferia conectadas a partir de las diásporas y migraciones con otras regiones del país y del mundo, no siendo subsidiarias necesariamente de las expresiones culturales de la ciudad central e histórica.

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• Apoyar la formación de nuevos faros y centros culturales, generar programación cultural itinerante que le dé variedad y continuidad a las actividades de los mismos.

• Abrir espacios de participación a los jóvenes que incluyan actividades culturales, educativas y productivas. La experiencia temprana de creación permite iniciar trayec-torias a futuro con alto impacto local.

• Dar visibilidad a las expresiones de la periferia en los foros y eventos culturales de la Ciudad de México. Una buena difusión de las actividades culturales en la periferia permite atraer públicos, generar una imagen diferente de los barrios en el imaginario colectivo de la ciudad y elevar la autoestima de sus habitantes.

• Apostar por el rol de las redes de actores locales de los pueblos y barrios de la periferia para contener el crecimiento de la ciudad, así como para la custodia de las zonas de conservación y preservación ambiental.

• Desatacar aquellos proyectos de innovación que surgen en la periferia y que ensa-yan soluciones a los problemas que experimenta la ciudad no regulada, en temas de transporte, espacios públicos, vivienda, medio ambiente , manejo del agua (hay que tomar en cuenta que allí donde se presentan los problemas más desafiantes y acuciantes se dan las soluciones culturales más interesantes).

• Apoyar las centralidades productivas, sociales y culturales generadas en la periferia, que no siempre son sostenibles por falta de recursos financieros, capacidades técni-cas, canales de vinculación, etc.

• Identificar proyectos locales que tengan demanda potencial y apoyar institucio-nalmente la apertura de canales de comercialización para crear mecanismos de inserción al mercado.

• Capacitar a actores locales que se especialicen en gestionar la conexión entre los esfuerzos productivos locales y los mercados externos. Una política de desarrollo local requiere de la creación de empresas pero también de la especialización y aprendizaje de otros actores en la vinculación con redes de comercialización.

• Definir mapas de vocaciones productivo-culturales de los habitantes de la periferia.• Apoyar los proyectos educativos enraizados en la comunidad que orientan sus pro-

gramas de estudio a la innovación y resolución de problemas con impacto local.• Vincular las escuelas primarias, secundarias y profesionales de la localidad con pro-

yectos de recuperación de espacios ecológicos, de aprovechamiento del agua pluvial, de agricultura urbana y de economías de traspatio, reciclaje, mejoramiento barrial.

• Integrar proyectos educativos y productivos que trabajen con innovación y aprove-chamiento sustentable de recursos a escala local.

• Potenciar las economías de traspatio y la agricultura urbana cómo formas de amorti-guamiento económico y seguridad alimentaria.

• Impulsar proyectos productivos vinculados con las industrias creativas y cultura-les. La producción de objetos y servicios con un alto contenido simbólico y estético puede aumentar el valor agregado localmente de forma importante. Por ejemplo, en los pueblos originarios puede ser a través de artesanías o productos agropecuarios

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ligados a la industria gastronómica de la Ciudad de México. En los barrios de nueva creación a través de artes decorativas, o con productos derivados de las subculturas juveniles musicales y deportivas.

• Premiar periódicamente las mejores prácticas e iniciativas para la producción de em-pleos, vivienda, espacios públicos, arte y cultura y apoyar su difusión y transferibilidad.

• Vincular entre sí a actores locales en los ámbitos educativos, culturales y productivos para generar redes productivo-sociales. Y vincular entre sí a las redes locales dentro de la ciudad para la reproducción de las mejores prácticas y casos de éxito.

• Sostener y consolidar programas sociales determinantes para la mejora de las condiciones de vida en los hogares, y la lucha contra las situaciones de pobreza y precariedad extrema en los pueblos y barrios de la periferia.

• Proteger efectivamente y rescatar las variadas formas de patrimonio natural en la periferia urbana. Buena parte de la periferia, ya sean pueblos originarios o colonias de más reciente creación, se asienta en o cerca de áreas naturales protegidas por la legislación local o nacional, sin embargo, prácticas de ocupación y expansión urbana desordenada llevan al deterioro, saqueo y desaparición de estos recursos cuando no se hace efectiva la legislación que los protege, o bien cuando se pierde la sensibili-dad y noción de los servicios y beneficios que proveen.

• Sensibilizar a los habitantes y gobernantes sobre el papel de frontera y contenedor natural de la periferia asentada en espacio periurbanos. El cinturón de contención formada por los espacios periurbanos debe ser estimado socialmente en sí mismo como un patrimonio de la ciudad.

• Generar nuevas dinámicas de institucionalidad sustentadas en la participación ciudada-na, en la solidaridad, el apoyo mutuo, y la recreación de una cultura popular responsable.

• Reconocer e incentivar el papel de los jóvenes y de las mujeres en la generación y desarrollo de iniciativas comunitarias. Con ellos revitalizar los liderazgos locales. In-centivar los liderazgos de jóvenes y mujeres requiere también de implementar cursos de capacitación con este fin.

• Valorar el papel desempeñado por los enlaces de la Secretaría de Desarrollo Social, su conocimiento de primera mano de las colonias y barrios y sus pobladores. Tomar-los en cuenta en cualquier diseño de políticas pública que se haga sobre la periferia de la Ciudad de México.

• Diferenciar la diversidad de contextos y de patrimonios de las periferias de nueva conformación con respecto a aquellas integradas por pueblos originarios.

• Ampliar el alcance territorial de los estudios sobre la periferia de la Ciudad de Mé-xico, de manera que incluya, bajo una lógica metropolitana e interrelacionada, los municipios colindantes del Estado de México.

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Recomendaciones específicas

En los pueblos originarios:

• Reconocer la presencia de patrimonio cultural en las fiestas patronales, danzas tradicionales, peregrinaciones e intercambios, gastronomía autóctona, técnicas tradi-cionales de producción, uso de lenguas o vocablos prehispánicos, uso de utensilios tradicionales de cocina.

• Reconocer e incentivar el potencial económico de las fiestas patronales a través del apo-yo para la apertura de empresas locales ligadas a las mismas y con el turismo cultural.

• Subrayar el carácter evolutivo e innovador de las tradiciones festivas de los pueblos origi-narios, y cómo dichas prácticas pueden vincularse y extenderse por regiones colindantes como la franja sur oeste de la Ciudad de México, el Estado de México y Morelos.

• Proteger el rico patrimonio histórico, cultural y arquitectónico tangible que permanece en las periferias localizadas en pueblos originarios (sitios arqueológicos, arquitectura colonial, arquitectura fúnebre, arte sacro, etc.).

• Fomentar la integración de los pobladores avecindados con los originarios a partir de prácticas culturales identitarias compartidas.

• Hacer visibles y fomentar los proyectos empresariales, educativos y culturales de innovación con impacto local, no concentrarse sólo en los patrimonios relacionados con las prácticas culturales identitarias.

• Apostar por proyectos de especialización e innovación artesanal a partir de los productos, recursos y saberes locales, con el fin de que se genere mayor valor agregado local.

• Propiciar sistemas agroalimentarios de pequeña o mediana escala que se vinculen con los mercados locales y del resto de la ciudad, para lo que se requiere de un apoyo institucional continuado.

• Abrir espacios de comercialización para los productos agropecuarios y artesanales de la periferia en mercados sobre ruedas y ferias de la Ciudad de México.

• Estimular el papel de las comunidades de la periferia en la preservación de la inter-face rural urbana en calidad de custodios las zonas de preservación ecológica y del mantenimiento de la zonas de producción agrícola.

• Acrecentar la contribución de la producción agropecuaria de la periferia para que sea base de la autosuficiencia alimentaria de la Ciudad de México.

• Incentivar la participación de la población más joven en las actividades agropecua-rias para que no se abandonen las tierras de cultivo.

• Promover y reconocer espacios de vida comunitaria tradicionales enmarcados en los trabajos de faena o tequios como formas de prácticas sociales cohesivas que han perdido presencia.

• Adaptar las formas tradicionales de propiedad a las necesidades actuales de cada uno de los pueblos y colonias, revalorizando el sentido de pertenencia sin menosca-bo de la integración de los avecindados o de nuevos inmigrantes.

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• Fomentar estructuras menos verticales y más incluyentes de representatividad y liderazgo con una versión ampliada e incluyente de los esquemas de autoridades tradicionales.

• Dar reconocimiento político y un margen de autonomía real a los representantes co-munitarios o subdelegados elegidos por las comunidades de los pueblos originarios y recuperar alguna forma de alcaldía.

En los barrios de nueva conformación:

• Reconocer el potencial transformativo de la organización e instituciones comunita-rias (escuelas, cooperativas, centros de servicios sociales) en los barrios de nueva conformación, como instrumentos tanto para la construcción de lazos comunitarios como para el mejoramiento material del barrio y de las condiciones de vida de sus habitantes.

• Reconocer en el mejoramiento barrial la principal herramienta de cohesión social e identidad barrial de los nuevos asentamientos de la periferia, y que es posible habili-tar espacios públicos de calidad a partir del mejoramiento barrial autogestivo.

• Gestionar con la organización comunitaria, el uso de los espacios educativos y cultu-rales de la periferia para difundir y consolidar la conciencia del derecho a la ciudad, y la ciudadanía de pleno derecho de los pobladores en la periferia.

• Valorar a la autoconstrucción de vivienda popular como un motor económico de los barrios de la periferia que debe ser gestionado adecuada e integralmente a partir de los proyectos de mejoramiento barrial. Considerar que:• La vivienda autoconstruida tiene una gran flexibilidad y se puede adaptar a las

necesidades de cada familia, puede por ejemplo ser también unidad productiva. • La autoconstrucción activa vínculos y solidaridades comunitarios, a partir de las labo-

res de autoconstrucción de vivienda popular se gestan redes de solidaridad mutua.• La vivienda autoconstruida es la principal forma de atesorar un patrimonio para

las clases populares.• Las autoconstrucción e la vivienda da lugar a una relación más profunda con el

lugar y la casa.• Tomar en cuenta que los espacios públicos de los barrios de nueva conformación

adoptan formas no convencionales, más flexibles, o atomizadas, como es el caso de los sistemas de escaleras en las colonias en pendiente.

• Considerar a la economía informal, autogestiva o no regulada como dinamizadora de los barrios (la economía informal genera redes de microempresas, una variedad de pequeños negocios que dan empleo y refuerzan la economías familiar).

• Incentivar la construcción de espacios de vivienda, espacios públicos e infraestructu-ra a través de tecnologías innovadoras y sustentables.

• Potenciar la agricultura urbana; la captación de lluvia y el reciclaje en los barrios de autoconstrucción.

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• Establecer mecanismos de vinculación entre los centros culturales y las instituciones educativas locales.

• Atender la carencia de alimentos frescos y los malos hábitos alimenticios en los barrios de la periferia.

• Generar condiciones de seguridad ciudadana en los espacios públicos de los barrios para que los proyectos de mejoramiento barrial no decaigan con el tiempo, y no se desanime la acción colectiva comunitaria.

• Respaldar la actividad de los centros culturales dirigida a la atención de la población joven en situación de vulnerabilidad y riesgo.

• Fomentar una cultura de custodia de los espacios naturales colindantes a los barrios de nueva conformación.

• Facilitar el desarrollo de pequeñas unidades productivas —carpinteros, herreros, albañiles, electricistas, otros— que den una variedad de servicios al mismo barrio. Podría estimularse la demanda de los mismos servicios a partir de los programas de mejoramiento barrial y mejora de vivienda.

IV. Plataforma digital de saberes y prácticas comunitarias para la participación y colaboración de las comunidades de la periferia de la Ciudad de México

La Plataforma de saberes y prácticas comunitarias es una estrategia digital pensada para compartir saberes y coordinar acciones entre las comunidades de pueblos y barrios de la periferia de la Ciudad de México. Los usuarios de la plataforma y los productores de la información serán en primera instancia las mismas comunidades y en segundo lugar los hacedores de política pública. La plataforma busca generar confianza entre sus miembros, producir y compartir conocimiento, aumentar el capital social y crear lazos de ayuda mutua.

Las experiencias de cada barrio en la implementación de proyectos y puesta en marcha de organizaciones es única y cada caso genera información relevante que es importante compartir con otras comunidades. Las reuniones cara a cara con líderes y miembros de otras comunidades es la mejor forma de intercambiar experiencias y aprender de ellas. No obstante, lo anterior, el costo de llevar a cabo reuniones frecuentes es alto y no siempre posible. Es por ello que proponemos se implemente la plataforma que permita sostener encuentros virtuales para el intercambio de información entre las comunidades de forma permanente. También es importante que los miembros de cada comunidad tengan acceso a la información sobre los proyectos que se han implementado en sus barrios y pueblos y que participen en la alimentación de archivos visuales y documentales interactivos en los cuales se reconozcan y fortalezcan su identificación con sus espacios de vida.

Por otra parte, es fundamental ofrecer un espacio que mediante el uso de tecnologías de comunicación virtuales se comunique de forma escrita, visual y audiovisual. La informa-ción multimedia ayuda a transferir información tácita que tiene un gran valor estratégico,

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los manuales y evaluaciones de experiencias difícilmente pueden registrar esta parte del conocimiento que se genera en la experiencia práctica comunitaria.

Finalmente, las comunidades requieren acceso a un acervo general con la información que se produce desde la esfera pública, académica, de las ONG y organismos interna-cionales y privados sobre sus comunidades. A continuación, se describen los objetivos de la plataforma y demás elementos operativos.

Objetivos

1. Aprender de otras experiencias

La plataforma busca ser un espacio en donde aprender de la experiencia de otras comu-nidades en la puesta en marcha de proyectos sociales, culturales, económicos, de mejo-ramiento ambiental y del espacio público. La interacción entre miembros de comunidades permite iniciar procesos de aprendizaje social que potencian la capacidad de acción de las comunidades que intercambian conocimiento.

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Esquema de los principales componentes de la plataforma y sus objetivos. Fuente: elaboración propia

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2. Difundir las mejores prácticas

En la implementación de todo proyecto comunitario surge una diversidad de problemas inesperados. Las respuestas que se van elaborando para enfrentar dichos problemas crean también nuevo conocimiento y detonan procesos de aprendizaje organizativo. Es importante que estas experiencias se documenten y estén accesibles para quien en la práctica enfrenta problemas similares.

3. Difundir proyectos innovadores

En la acción comunitaria surgen proyectos que salen de los esquemas tradicionales en sus objetivos o en su organización, o en la forma en la que usan recursos existentes o se incorporan nuevos recursos. La plataforma debe ofrecer un espacio para dar reconoci-miento a la creatividad e innovación de nuevos proyectos así como brindar un espacio de diálogo con los impulsores de estos proyectos.

4. Establecer líneas de comunicación directa entre las comunidades

Una plataforma digital permite generar líneas de comunicación directa entre los miem-bros de diferentes comunidades sin mediaciones de otras organizaciones. El dialogo entre pares es importante para la construcción de relaciones solidarias. La oferta de líneas de comunicación directa entre los usuarios de la plataforma debe de ser apoyada estableciendo chats individuales o colectivos para la comunicación instantánea.

5. Establecer foros de discusión abiertos

Así como la comunicación directa y cerrada entre individuos es relevante para la difusión de conocimiento, también lo es la posibilidad de establecer espacios de participación abiertos. La Plataforma de saberes y prácticas comunitarias debe brindar la posibilidad de que cualquier usuario de la plataforma inicie foros temáticos de discusión. Si bien los foros deben hospedar conferencias y presentaciones por parte de expertos en el tema del desarrollo comunitario, debe ser objetivo de la plataforma estimular la puesta en prác-tica de charlas y tertulias entre los miembros de las comunidades y los representantes de organizaciones barriales.

6. Visualizar el conocimiento

El intercambio de conocimiento se facilita por medio de herramientas de visualización. La representación gráfica de datos permite una rápida interpretación de procesos que de otra forma pueden ser muy complejos de explicar. Por ejemplo, la representación cartográfica permite al observador ubicarse en el espacio y reconocer relaciones entre elementos que de otra manera parecen separados. Los mapas mentales permiten estructurar ideas com-

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plejas y encontrar debilidades y fortalezas en la argumentación de un tema. La visualiza-ción del conocimiento se potencializa generando visualizaciones colaborativas.

La plataforma debe contar con las siguientes formas de visualización colaborativa:

a) Mapas Mentales y diagramas conceptuales para la transmisión de conocimiento tácito. Una parte del conocimiento que se genera en la práctica comunitaria es altamente contextual y está imbuido en la experiencia de las personas. Este tipo de conocimiento tiene un carácter tácito y es difícil de ser comunicado por medios tradicionales como los son los textos o narraciones orales. Los encuentros cara a cara, la participación y la ob-servación directa son las mejores formas de transmitir este conocimiento. A falta de una comunicación presencial, la elaboración de visualizaciones conceptuales son una buena alternativa. Los mapas mentales de los barrios y pueblos construidos por los habitantes han mostrado tener la capacidad de comunicar conocimientos difíciles de articular de otra forma. Los mapas mentales representan un espacio dado de posiciones relacionales entre los elementos y el observador. Los mapas mentales también sirven para represen-tar espacialmente la percepción subjetiva de un lugar y las emociones que se evocan en un entorno físico. La diversidad de percepciones y emociones sobre un mismo lugar puede variar de forma importante, por ejemplo, entre adultos y niños, hombres y mujeres, de día o de noche, etc. Los miembros de una comunidad podrán representar libremen-te su relación emocional con el espacio que habitan. Otro medio de comunicación del conocimiento tácito es la creación de diagramas mentales colaborativos en los que se completan relaciones entre ideas y conceptos con la participación de un equipo de cola-boradores (ver Rimbaldi, et al. 2004).

b) Acervo visual georeferenciado. La plataforma contará con el espacio y las herra-mientas para montar mapas colaborativos e interactivos sobre el patrimonio de los barrios y pueblos de la periferia de la Ciudad de México. Un Sistema de Informa-ción Geográfica (SIG), puede alojar múltiples capas de información y estar ligado a diferentes acervos de datos como los que ya hemos propuesto. Los SIG permiten que los usuarios aporten información sobre sus barrios y pueblos y la georreferencien directamente por medio de dispositivos con GPS como los celulares inteligentes. Por otra parte, un SIG en línea ofrece al usuario la capacidad de visualizar las capas de información que requiera solicitando al sistema que filtre la información seleccionada. Además de localizar el patrimonio en el espacio barrial y vincularlo con datos cuantita-tivos, se propone ligarlo con fotografías, videos y documentos que permitan una visión cualitativa de los lugares. Los sistemas de información geográfica colaborativos para cada barrio y pueblo ayudan a administrar proyectos, a promover nuevas ideas y convocar a la participación y como instrumentos estratégicos frente a otras dependencias gubernamentales y no guber-

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namentales. Es importante resaltar que estos sistemas permiten mantener los acervos abiertos y ser editados constantemente.

La cartografía temática ofrece una base para proponer proyectos, ordenar información, localizar lugares a intervenir, mostrar la distribución de las actividades y usos dentro del barrio. También permite analizar las condiciones del barrio y planear intervenciones estratégicas en su espacio. En términos tácticos, las comunidades al contar con datos propios frente a la información de agencias gubernamentales pueden enfrentar y nego-ciar desiciones tomadas fuera de la comunidad. Los sistemas de información geográfica permiten utilizar la información para convencer a otras organizaciones sobre nuevas propuestas, para buscar grupos de apoyo y para informar al público en general sobre asuntos de relevancia para el barrio o pueblo. También se puede utilizar para movilizar a los residentes e involucrarlos en las acciones comunitarias, para presentar escenarios posibles, para iniciar discusiones con otros residentes, reunir experiencias sobre lugares en particular, localizar problemas, identificar áreas de impacto inmediato, etc. (Rambaldi, et al. 2004).

7. Estimular la identificación positiva con los barrios y pueblos

La plataforma debe buscar que los habitantes de los barrios generen una identificación positiva con sus espacios de residencia, para que se involucren y participen en acciones colectivas. Los habitantes de los barrios y pueblos podrán encontrar en la plataforma el reconocimiento público a su trabajo y logros.

8. Vínculo fluido y flexible con el Gobierno local

El Gobierno local en sus diferentes niveles e instancias debe tener un espacio dentro de la plataforma para comunicar, difundir programas e interactuar con las comunidades para resolver y apoyar los procesos de solicitud, administración y evaluación de los proyectos. Si bien existen mecanismos ya establecidos que atienden este objetivo, la plataforma ofrece la posibilidad de que el encuentro se dé en un contexto no asimétrico entre las comunidades y las agencias gubernamentales.

9. Informar la política pública

Cualquier intento de intervención en las periferias urbanas requiere un conocimiento de las realidades locales y de su vinculación con el resto de la ciudad. Por ello, la plataforma será un referente de información de acciones encamindas a detonar iniciativas de desa-rrollo social y económico en las periferias de la Ciudad de México.

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10. Espacio de encuentro con actores no locales/no gubernamentales y organismos internacionales

La plataforma debe ofrecer la posibilidad de que las comunidades encuentren y establez-can vínculos con académicos, estudiantes, activistas comunitarios, ONGs y organismos internacionales con las cuales obtener asesorías o unir esfuerzos en actividades espe-cíficas. Con este fin se debe generar un espacio en dónde organizaciones e individuos interesados en trabajar con las comunidades se registren y muestren el trabajo que han desarrollado. El producto será un directorio actualizable por las propias organizaciones e individuos.

11. Promover la participación

Promover la acción colectiva más allá de formas de participación tradicionales. Las co-munidades participan de forma pasiva cuando sólo son fuentes de información, cuando se les pregunta su opinión sobre planes y programas ya establecidos o cuando se agru-pan en asambleas para cumplir con requisitos establecidos en programas que otorgan recursos directos. Una participación activa se da cuando los miembros de una comuni-dad colaboran en el análisis de información, participan en la decisión de planeación y se forman estructuras de acción colectiva resilientes (Pretty, J.N. 1995). Las herramientas que incluimos en esta plataforma para la colaboración en la producción de información, visualización y análisis, buscan facilitar una acción colectiva activa y duradera.

12. Establecer una estrategia de adopción tecnológica

La literatura sobre adopción de tecnologías virtuales por parte de comunidades, señala que es importante construir una identidad compartida y los sitios web deben ser fáciles de usar y hospitalarios. La construcción de una identidad común para ser más efectiva debe estar basada en encuentros cara a cara. Estos pueden ser eventos organizados periódicamente con motivo de diferentes causas pero siempre pensando en que la última intención es que los potenciales usuarios de la plataforma se conozcan. Para un fácil acceso y navegación dentro de la plataforma se requiere de un diseño eficiente y amistoso de las páginas web y de las formas de acceso a los sistemas de análisis visual y de archivo que se han propuesto. Además de lo anterior se requiere de una asesoría y acompañamiento cara a cara a los usuarios y una capacitación de miembros de la comu-nidad a profundidad en el uso de la plataforma y todos sus instrumentos. Para lo anterior proponemos que se instalen terminales públicas en espacios de acceso comunitario y se capacite a voluntarios y promotores de la SEDESO en esta tarea.

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La plataforma de saberes y prácticas comunitarias contará con los siguientes componentes:

a) Acervos de información documentales, fotográficos y audiovisuales. Los acervos serán alimentados por las comunidades en primera instancia y se añadirán espacios para documentos académicos, gubernamentales, periodísticos y producidos por ONG.b) Espacios virtuales para foros y reuniones. Espacio para video conferencias y cuar-tos virtuales para reuniones grupales.c) Centro de visualización colaborativa. Acceso a software para la visualización y análisis de textos e imágenes. Acceso a software colaborativo para la elaboración de esquemas mentales.d) Centro de difusión. Blog para la difusión de convocatorias, eventos y noticias en general.e) Sistema de Información Geográfico Colaborativo. El SIG deberá contar con diver-sas fuentes de información: los miembros de las comunidades, las organizaciones comunitarias, gobierno, académicos. Cada fuente puede ser dividida por capas temá-ticas en la visualización de la cartografía. El sistema permite que el usuario construya de forma personal la visualización cartográfica al solicitar la representación de la información por fuente o tema. f) Integración de redes sociales. Posibilidad de seguir usuarios y publicar información dirigida a usuarios específicos.g) Espacios de interacción. Chats individuales y grupales, blogs por barrio y pueblo, mensajes directos entre usuarios.h) Zona de recursos. Directorio de proyectos comunitarios en otros países, programas de apoyo de organismos internacionales, programas de UNESCO, páginas en redes sociales de los pueblos y barrios de la periferia, recursos tecnológicos para el desarro-llo comunitario, programas y proyectos del Gobierno de la Ciudad de México y otras organizaciones de apoyo.

Referencias

Albarrán Periáñez, José David (2016). El concepto de Patrimonio Territorial: problemáti-cas de gestión y planificación turística. XV Coloquio de Geografía del Turismo, el Ocio y la Recreación de la AGE. Mon. Soc. Hist. Nat. Balears, 23: 67-78.

Conti, Alfredo (2014). La continuidad en un mundo en cambio permanente. En López Morales, Francisco Javier y Vidargas, Francisco (eds.). Los nuevos paradigmas de la conservación del patrimonio cultural. Instituto Nacional de Antropología e Historia. Pp. 101-120.

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Díaz Orueta, Fernando (2012). Periferias urbanas y reconfiguración de las políticas urba-nas en España. Gestión y Política Pública, Volumen temático, pp. 41-81.

Pretty, J.N. (1995). Regenerating Agriculture: Policies and Practice for Sustainability and Self-Reliance. Earthscan, London; National Academy Press, Washington – adapted from Adnan et al. 1992

Rambaldi G., McCall M., Weiner D., Mbile P. and Kyem P. (2004). Overview: Mapping for Change – the emergence of a new practice, PLA 54, IIED, UK

Rojas, Angela (2014). La modestia como paradigma. En López Morales, Francisco Javier y Vidargas, Francisco (eds.). Los nuevos paradigmas de la conservación del patrimonio cultural. Instituto Nacional de Antropología e Historia. Pp. 205-225.

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