La Pedagogía Prefigurativa en El Joven Gramsci (2)

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Antonio Gramsci y la pedagoga de la praxis

La pedagoga prefigurativa en el joven Gramsci

Una aproximacin a la teora y prctica de la educacin futura

A mis compas del Bachillerato Popular

La Dignidad de Villa Soldati

Hernn Ouvia

Aunque no siempre ha sido reconocido, la problemtica educativa constituye uno de los ejes que atraviesa en filigrana al conjunto de la elaboracin terica, el compromiso poltico, e incluso la vida familiar de Antonio Gramsci. Sin embargo, las variadas lecturas que se han realizado en torno a su obra han hecho foco casi en su totalidad en el perodo carcelario posterior a 1926, desmereciendo los momentos previos de reflexin e intervencin poltica. A contrapelo de estas interpretaciones, podra afirmarse que la cuestin pedaggica, lejos de ser algo residual o acotado a un lapso especfico de su itinerario intelectual, resulta el hilo rojo que enhebra buena parte de sus reflexiones y propuestas revolucionarias, tanto juveniles como durante su forzado encierro. Ello es as debido a que para Gramsci, desde sus primeros aos de incursin en la militancia socialista y la labor periodstica, la pedagoga siempre deba entenderse desde una ptica poltica, y a la inversa: toda prctica poltica que pretendiese aspirar a transformar la realidad de raz ameritaba ser concebida s o s en trminos pedaggicos, vale decir, profundamente educativos. Solo as caba pensar en una verdadera liberacin integral del gnero humano. Pero a diferencia de las tradiciones ms ortodoxas del marxismo, esta praxis emancipatoria no deba ser realizada a posteriori de la toma del poder, sino que comenzaba a ser ensayada en diversos espacios de autoeducacin proletaria y popular gestados por las propias masas durante su lucha. A esta propuesta innovadora que conjuga medios y fines la llamaremos pedagoga prefigurativa.

En funcin de esta caracterizacin, el presente captulo tiene por propsito realizar una lectura crtica tanto de la produccin terica como de las experiencias prcticas que impulsa Antonio Gramsci durante su estancia juvenil en la ciudad italiana de Turn. Consideramos que en sus escritos periodsticos y en los proyectos que lo ligan al movimiento obrero y a diversos mbitos de educacin militante, formula notables aportes para la elaboracin de una praxis pedaggica liberadora, la cual se enmarca a su vez en una estrategia de transformacin social integral y de largo aliento, que debe ir construyndose ya desde ahora en los mltiples territorios en los que se desenvuelve la lucha de clases, y no una vez que se haya conquistado el poder poltico.

Si bien los Cuadernos de la Crcel suponen un desarrollo original -aunque ambiguo y desarticulado- de determinadas hiptesis de trabajo ligadas a la problemtica educativa, creemos que el joven meridional que participa de la vida social y poltica de la fra Turn realiza una gran contribucin a una concepcin crtica y anticapitalista de la prctica pedaggica. Nuestro objetivo es, pues, potenciar el debate en torno a la inconclusa obra de Antonio Gramsci, entendida no como un cuerpo terico cerrado y monoltico, sino en trminos dinmicos y sobre la base de una dialctica del cambio. Si bien resultan evidentes ciertas reformulaciones efectuadas en su fase carcelaria, o incluso en la inmediatamente previa, consideramos que no existe un corte tajante entre aquel militante revolucionario de L Ordine Nuovo y el pensador insurgente de los Cuadernos.

As pues, comenzaremos realizando una breve resea de su itinerario biogrfico y poltico juvenil, para luego adentrarnos en profundidad en las diferentes lecturas y propuestas que formula en torno a la cuestin educativa, planteando algunas conjeturas sobre la original relacin que establece entre praxis pedaggica y transformacin socialista de la realidad. A este intenso derrotero de Gramsci podra aplicrsele lo dicho por Jos Carlos Mariategui en las palabras preliminares de sus Siete Ensayos: mi pensamiento y mi vida constituyen una sola cosa, un nico proceso. Es por ello que siguiendo a Manuel Sacristn (1998), entenderemos a la obra gramsciana como la conjuncin de lo pensado y actuado por l, por lo que en los sucesivos apartados intentaremos combinar el anlisis de ciertas iniciativas educativas y culturales desplegadas en Turn por el joven sardo (tales como el Club de vida moral y la escuela de cultura y propaganda), con los textos publicados en diversos peridicos de izquierda que apuntan a problematizar la cuestin pedaggica. De esa amalgama, creemos, surgir una concepcin dialctica, tanto del vnculo enseanza-aprendizaje como de la construccin de conocimiento, que podemos denominar prefigurativa, en la medida en que adems de impugnar las prcticas escolares propias del orden social dominante, intenta anticipar en los diferentes espacios que configuran a la vida cotidiana, los embriones o grmenes de la educacin futura.

Breve racconto de su etapa juvenil

Antonio Gramsci nace el 22 de enero de 1891 en Ales, isla de Cerdea. Proveniente de una familia relativamente humilde, su aprendizaje poltico no se inicia, como postulan muchos autores, en 1914 (ao en el que ingresa a una organizacin juvenil del Partido Socialista Italiano), sino que data de varios aos atrs. Entre 1897 y 1903 concurre a la escuela elemental en Ghilarza, hasta que en 1903, a pesar de obtener brillantes notas en su examen de admisin, la delicada situacin econmica de su familia -en parte producto del encarcelamiento de su padre, acusado en un confuso episodio de malversacin de fondos pblicos- lo obliga a trabajar durante dos aos 10 horas diarias, trasladando legajos de procesos judiciales de un lugar a otro en la oficina de Catastro de esa misma ciudad, teniendo que abandonar sus estudios. Entre 1905 y 1908 los retoma, pero alejado de su familia 15 kilmetros, alojado en la casa de una campesina en Santulussurgui. Durante su estancia, toma contacto con la prensa socialista Avanti!, que era enviada por su hermano mayor desde Turn. Para proseguir sus estudios, Gramsci se traslada nuevamente a Cagliari, capital de Cerdea, donde vive con su hermano, que en ese entonces trabajaba como tesorero de la Cmara del trabajo (una especie de coordinacin sindical a nivel municipal). Gramsci frecuentar all varias reuniones del sindicato. En 1910 publica su primer artculo en el diario de Cagliari, la Unin Sarda, que curiosamente constituye una defensa enconada de la autonoma soberana de la isla con respecto al continente italiano.Beneficiado con una beca para estudiantes pobres, en 1911 llega a Turn (ciudad industrial ubicada en el norte de Italia) con el objetivo de ingresar a la Facultad de Letras. Esto generar un fuerte impacto en l, debido al enorme contraste entre el descubrimiento del mundo fabril y la pobreza campesina del sur del pas. Podra decirse que Gramsci mismo expresa la cuestin meridional que posteriormente problematizar en sus escritos adultos. Ya en 1914, se afilia y participa en el Partido Socialista Italiano, comenzando a desarrollar una intensa actividad periodstica y militante. En octubre de ese ao interviene en la discusin sobre la posicin del PSI frente a la guerra, mediante la publicacin de un artculo en II Grido del Popolo, denominado Neutralidad Activa y Operante. En l debate las posiciones de varios compaeros, entre los que se destaca Benito Mussolini. Poco a poco la prctica poltica lo ir envolviendo, hasta que en 1915 deje trunca su carrera universitaria. A pedido de los compaeros de la Federacin Socialista Juvenil, redactar a comienzos de 1917 el nmero nico de la revista La Citt Futura, donde deja traslucir el enorme influjo que en aquel entonces tena en l la corriente cultural idealista, liderada por Benedetto Croce y Giovani Gentile, que operar como antdoto frente al positivismo hegemnico en el PSI. En agosto del mismo ao, participar en los preparativos de la Seccin Socialista por la visita a Turn de un grupo de delegados de los Soviet que haban resurgido con fuerza en Rusia tras la revolucin de febrero. Despus de un motn popular y del arresto de casi todos los representantes socialistas de Turn, Gramsci se convierte en Secretario de la Comisin Ejecutiva Provisional de la Seccin de de la ciudad y asume la direccin del II Grido del Popolo, la cual conservar hasta octubre de 1918. Durante esta etapa, redactar numerosos artculos tanto para este peridico como para Avanti!, hasta que a finales de abril de 1919 funde junto con un grupo de jvenes compaeros el semanario LOrdine Nuovo. Como veremos, este ser uno de los principales mbitos de discusin terica en torno al denominado bienio rojo (1919-1920), en el marco del cual polemizar sobre el rol de los consejos de fbrica como mbitos de autoeducacin obrera en trminos tanto econmicos como poltico-culturales. Ya a inicios de 1921, tras la derrota de la insurreccin popular en la regin norte, intentar reorganizar las fuerzas revolucionarias a partir de la gestacin de una organizacin de nuevo tipo -el Partido Comunista Italiano- acorde al delicado momento histrico que, segn su caracterizacin, se viva en Italia.

La crtica de la cultura enciclopedista, la propuesta de una asociacin de cultura socialista y la experiencia educativa del Club de vida moral

Tal como afirma Nelson Coutihno (1981), en la actividad socialista desplegada por Gramsci antes de la revolucin de octubre el trabajo educativo tiene un lugar de excepcional importancia, entendido como aquel que apunta a preparar las condiciones subjetivas de la praxis revolucionaria. En efecto, retomando ciertas posiciones de Antonio Labriola -quien fuera el primer exponente del comunismo crtico a la vez que un prolfico traductor de algunos de los textos fundamentales de Marx y Engels en Italia- Gramsci le otorga en su juventud una relevancia sustancial a la disputa cultural. De hecho, durante 1916 y 1917 dicta conferencias y lecciones en diferentes circulos socialistas del norte del pas, sobre temas tan diversos como la Comuna de Pars, el pensamiento de Roman Rolland, la Revolucin Francesa y la emancipacin de la mujer.

Este tipo de activismo intelectual ser complementado con la redaccin de una gran cantidad de artculos periodsticos donde pondr en debate las concepciones predominantes de cultura en la Italia de entreguerra. As, a comienzos de 1916, en una nota titulada precisamente Socialismo y Cultura, confrontar contra las interpretaciones burguesas que conciben a la cultura como saber enciclopdico en el cual el hombre no se contempla ms que bajo la forma de un recipiente que hay que rellenar y apuntalar con datos empricos, con hechos en bruto e inconexos que l tendr luego que encasillarse en el cerebro como en las columnas de un diccionario para poder contestar, en cada ocasin, a los estmulos varios del mundo exterior (Gramsci, 1998h). A contrapelo de esta forma de cultura que solo sirve para producir desorientados, gente que se cree superior al resto de la humanidad porque ha amontonado en la memoria cierta cantidad de datos y fechas que desgrana en cada ocasin para levantar una barrera entre s mismo y los dems, propugna la creacin de una cultura que, retomando los preceptos de Novalis y Vico, suponga organizacin y asuncin consciente del hombre como creacin histrica. Gestar una nueva cultura significa, de acuerdo a l, renegar de la civilizacin capitalista y apostar a la autoformacin, en la medida en que crtica quiere decir cultura, y no ya evolucin espontnea y naturalista.

Esta visin conlleva, tal como nos recuerda Rafael Diaz-Salazar (1991) una embrionaria concepcin de la organizacin, muy alejada del jacobinismo, y muy centrada en la autonoma y autodireccin de las masas. Se esbozan en este y otros escritos contemporneos, adems, algunos de los planteos desarrollados luego en los Cuadernos de la Crcel, donde la conquista del poder debe ser consecuencia de una reforma intelectual y moral desplegada ya desde ahora en el conjunto de la sociedad. As, el joven Gramsci llega a expresar en el artculo mencionado que toda revolucin ha sido precedida por un intenso trabajo de crtica, de penetracin cultural, de permeacin de ideas a travs de agregados humanos al principio refractarios y slo atentos a resolver da a da, hora por hora y para ellos mismos, su problema econmico y poltico (Gramsci, 1998h). Para ejemplificar esto, establece una conexin entre la labor subterrnea realizada por la Ilustracin, gracias a la cual se logr conformar una consciencia unitaria, y la revolucin iniciada en Francia en 1789: las bayonetas del ejercito de Napolen -dir- encontraron el camino ya allanado por un ejercito invisible de libros, de opsculos, derramados desde Pars a partir de la primera mitad del siglo XVIII y que haban preparado a los hombres y las instituciones para la necesaria renovacin. Tal fue el influjo de ese trabajo de topo, que las rebeliones detonadas en buena parte de Europa tras los acontecimientos franceses resultan incomprensibles si no se conocieran los factores de cultura que contribuyen a crear aquellos estados de nimo dispuestos a estallar por una causa que se considera comn (Gramsci, 1998h).

No obstante, esta centralidad de la batalla cultural y educativa en la transformacin histrica resulta ms acuciante an en el caso de los trabajadores, quienes segn Gramsci no pueden darse el lujo -propio de la clase burguesa- de ser ignorantes. Si la inmensa mayora de los capitalistas puede prescindir de la formacin intelectual, debido a que la sociedad en la cual se solventa su situacin de privilegio se encuentra estructurada en modo tal que basta contar con una minora de cientficos y estudiosos para que sus negocios estn garantizados, para los proletarios es un deber no ser ignorantes. Por contraste, advierte que la civilizacin socialista para realizarse completamente quiere que todos los ciudadanos sepan controlar lo que sus mandatarios de vez en vez deciden y hacen. Si los sabios, si los tcnicos, si aquellos que pueden imprimir a la produccin y al intercambio una vida ms ardiente y rica de posibilidad, son una exigua minora, no controlada, por la lgica misma de las cosas, esta minora devendr privilegiada, impondr su dictadura. Gramsci concluye afirmando que en esta labor colectiva de emancipacin ningn trabajador deber ser absolutamente indispensable: el problema de educacin de los proletarios es un problema de libertad. Los proletarios mismos deben resolverlo. (Gramsci, Apndice).

Es as como en otro interesante artculo titulado Por una asociacin de cultura, Gramsci levanta el guante arrojado por el compaero Pellegrino en el diario Avanti!, quien haba impulsado la propuesta de constituir una organizacin de cultura a partir de las inquietudes y anhelos de los propios trabajadores. Luego de realizar una crtica furibunda a la experiencia educativa de la Universidad Popular, debido a que en tanto establecimiento filantrpico de origen burgus responde a un criterio vago y confuso de humanitarismo espiritual, por lo que tiene la misma eficacia que los institutos de beneficencia, Gramsci expresa que lo que hace falta es integrar la actividad poltica y econmica con un rgano de actividad cultural. En este sentido, el instituto de cultura encarnar, con el partido y la confederacin del trabajo, el tercer rgano del movimiento de reivindicacin de la clase trabajadora italiana. Dicha asociacin deber operar como antdoto frente a las manifestaciones recurrentes de idolatra que se generan por parte de la clase trabajadora hacia sus lderes, fenmeno que segn l constituye un contrasentido en el movimiento socialista, ya que hace entrar por la ventana el autoritarismo sacado por la puerta (Gramsci, 1982a). Asimismo, en ella se discutir todo lo que interesa o podr interesar un da al movimiento proletario. Despunta sin duda aqu una contundente impugnacin a aquellas corrientes polticas que interpretan al proceso revolucionario como un mero trastocamiento de la realidad en el plano econmico. El socialismo es una visin integral de la vida: tiene una filosofa, una mstica, una moral. La asociacin sera la sede propia de la discusin de estos problemas, de su clarificacin, de su propagacin (Gramsci, 1982a). El artculo remata aseverando que al fundar esta organizacin cultural, los socialistas darn un fiero golpe a la mentalidad dogmtica e intolerante creada en el pueblo italiano por la educacin catolica y jesuita.

Una semana ms tarde, en una nueva e incisiva nota periodstica publicada en Avanti! como respuesta a un artculo de Mario Guarnieri -quien se haba mostrado contrario a la creacin de una organizacin de cultura proletaria-, insistir con la propuesta y opondr la solidaridad de clase al espritu filantrpico propio de las Universidades Populares. De acuerdo a Gramsci, Guarnieri maneja un concepto de cultura por dems equvoco: cultura igual a saber un poco de todo, esto es, igual a universidad popular. Yo doy a la cultura este significado: ejercicio de pensamiento, adquisicin de ideas generales, habituarse a conectar causas y efectos. La cuestin cultural, como bien seala Paolo Spriano (1960), emerge en el joven Gramsci como un problema de organizacin de las energas sociales sobre la base de la autocosciencia proletaria prctica, y no solo en los trminos de una confrontacin de ideas. De ah que advierta que no es la conferencia la que nos debe importar, sino el trabajo minuto a minuto de discusin y de investigacin de los problemas, en el cual todos participan, todos contribuyen, en el cual todos son contemporneamente maestros y discpulos (Gramsci, 1982b; cursivas nuestras). Respecto de la metodologa impulsada, expresar a modo de cierre que nada es ms eficaz pedaggicamente que el ejemplo activo a revelar a los otros las necesidades, a hacerle sentir punzantemente.

Aunque la propuesta de la asociacin tan debatida en el Avanti! finalmente no podr concretarse, atento a esta acuciante necesidad, y con el objetivo de gestar una alternativa prctica al purismo discursivo del Partido Socialista Italiano, durante ese mismo mes de diciembre de 1917 Gramsci decide fundar, junto con un grupo de jvenes compaeros autodidactas, un Club de vida moral que fomente la creacin de una cultura diferente, sobre la base de una innovadora propuesta educativa de mutuo autoaprendizaje. Este planteo ratifica la necesidad ya mencionada de construir las organizaciones de nuevo tipo an antes de la conquista del poder, que posibiliten en un sentido amplio la autonoma espiritual de los trabajadores. En palabras de Angelo DOrsi (2004), esta breve y primer experiencia impulsada por Gramsci resulta una pequea pero estimulante tentativa de dar vida a una escuela diferente, radicalmente alternativa a la oficial.

En base a lo que podramos llamar una concepcin prefigurativa de la prctica educativa, Gramsci advierte en una carta enviada al pedagogo Lombardo Radice a los efectos de anoticiarlo de la existencia del Club, que no basta con la proclamacin verbal de los principios y de las mximas morales que, necesariamente debern instaurarse con el advenimiento de la civilizacin socialista. Buscamos organizar esa proclamacin: dar ejemplos nuevos (para Italia) de asociacionismo (Gramsci, Apndice). La dinmica desplegada en l, con claras reminiscencias a la mayutica socrtica, apuntaba a romper con la lgica pasiva de la mera memorizacin, predominante en las instituciones educativas tradicionales, cultivando la capacidad crtica y el pensamiento autnomo de sus miembros. De acuerdo a Gramsci, ensear no equivala a transferir conocimiento, sino que implicaba construir -sobre la base de una comunin intelectual y moral- las posibilidades para que de manera dialgica y sin perder rigurosidad, se pudiesen fortalecer relaciones pedaggicas que estimulasen la elevacin cultural a travs de la lectura y el debate colectivo, casi siempre al aire libre. Como relatar tiempo despus uno de los integrantes del Club, que en aquel entonces no superaba los diecisiete aos: nuestra ignorancia era proporcional a la edad y la presuncin a la edad y a la ignorancia. Pero Gramsci no se impacientaba; nunca adoptaba la actitud del terico depositario de toda la sabidura; le gustaba recoger las ideas de los dems y escuchaba de buena gana (Fiori, 2008). Se trasluce aqu un precepto que dcadas ms tarde ser un eje directriz de la educacin popular en Nuestra Amrica: el vnculo de reciprocidad entre maestro y estudiante, entendido siempre como bilateralidad y aprendizaje mutuo.

No obstante, esta propuesta distaba de caer en una concepcin populista y vulgar del rapport pedaggico, para utilizar la feliz expresin utilizada en la conocida nota carcelaria referida a la relacin entablada tanto entre docentes y estudiantes como entre intelectuales y masas. Al respecto, es interesante rescatar la polmica expresada por Gramsci en un artculo escrito en mayo de 1918 y titulado Cultura y lucha de clases. All arremete contra aquellos que -como Camilo Pamprolini, director del peridico La Giustizia- lo acusan de utilizar en sus notas un lenguaje incomprensible para los trabajadores, y que en realidad pretenden mantener en una situacin de sumisin a los explotados. Habramos podido escribirlo de otro modo?, se interroga con un dejo de sarcasmo Gramsci. A lo cual alega: Para ser fciles habramos tenido que desnaturalizar y empobrecer una discusin que se refera a conceptos de la mayor importancia, a la sustancia ms ntima y preciosa de nuestro espritu. Hacer eso no es ser fciles: es ser tramposos, como el tabernero que vende agua teida dndola por barolo o lambrusco. Un concepto difcil en s mismo no puede dar en fcil por la expresin sin convertirse en torpe caricatura. Y, por lo dems, fingir que la aguada torpeza sigue siendo el concepto es propio de bajos demagogos, de tramposos de la lgica y de la propaganda. (Gramsci, 1998i).

Sin embargo, a pesar de esta furibunda crtica, no deja de reconocer la necesidad de realizar un ejercicio de traduccin a la hora de editar materiales para los sectores populares, aunque sin suberstimarlos un mnimo: Los semanarios socialistas se adaptan al nivel medio de las capas regionales a las que se dirigen; el tono de los escritos y de la propaganda tiene que ser siempre, sin embargo, un tantito superior a esa media, para que haya un estmulo para el progreso intelectual, para que al menos cierto nmero de trabajadores salga de la genrica indistincin de los opsculos reiteradamente rumiados y consolide el espritu en una superior visin crtica de la historia y del mundo en el que vive y lucha.. Por eso, en otro prrafo del artculo demuestra una vez ms su confianza en los espacios autnomos de educacin socialista, gestados por los propios obreros: el proletariado es menos complicado de lo que puede parecer. Se formula una jerarqua espiritual e intelectual espontneamente, y la educacin intercambiable opera all donde no puede llegar la actividad de los escritores y de los propagandistas. En los crculos, en los encuentros, en las conversaciones frente a los talleres se analiza y se propaga, tornada dctil y plstica a todos los cerebros, a todas la culturas, la palabra de la crtica socialista. (Gramsci, 1998i).

Excursus: la discusin con Alfonso Leonetti en torno a las posibilidades de prefigurar en el hoy la educacin futura

En este apartado intentaremos reconstruir de forma suscinta la polmica entablada por Gramsci alrededor del artculo Primero libres, escrito por el joven redactor del Avanti! Alfonso Leonetti y publicado en Il Grido del Popolo el 31 de agosto de 1918. Desde una perspectiva intransigente, quien fuera aos atrs colaborador de Amadeo Bordiga en el peridico Socialista de Npoles impugna la posibilidad -insinuada por Gramsci en las notas antes mencionadas- de educar, a travs de una obra cultural e ideolgica, al proletariado en las condiciones existentes (Romano, 1965). La estrategia correcta, segn su caracterizacin de la revolucin, consista en instigar a la accin directa e inmediata en pos de la conquista del poder, debido a que la nueva forma de consciencia de la cual el proletariado es portador no podr desarrollarse sino cuando stos sean libres a raiz de haber instaurado su dictadura de clase. Sin duda se cae en el ms mezquino reformismo si del socialismo nosotros hiciramos --- un problema de cultura y de educacin. Esperar que la transformacin de la sociedad se cumple sobre los bancos de la escuela manteniendo el orden social presente sera como esperar ver salir el sol con la cabeza en el saco (citado en Bergami, 1977). Como sabemos, Gramsci era en ese entonces el director de Il Grido del Popolo, por lo que si bien acuerda en incorporar el artculo anticulturalista de Leonetti en el peridico, lo publica a continuacin de un texto que expresa una perspectiva opuesta: Libera tu voluntad!, redactado por Attilio Carena, un joven que ha formado parte de la intensa experiencia del Club de vida moral y deja entrever en su nota un profundo influjo gramsciano. A su vez, acompaa al artculo de Leonetti con una aguda apostilla de su autora, en la cual cuestiona su posicin.

Tras manifestar que el planteo expresado en el artculo de Leonetti resulta extrao a las tesis que Il Grido del popolo siempre ha sostenido, Gramsci acusa al joven socialista de tener una concepcin abstracta de la organizacin, ya que a lo largo de su argumentacin no da cuenta de que sta es, al fin de cuentas, un modo de ser que determina una forma de consciencia; aquella forma de consciencia que Leonetti supone que no podr desarrollarse hasta tanto seamos libres, hasta tanto hayamos conquistado los poderes del Estado e instaurado la dictadura del proletariado (Gramsci, Apndice). El problema estriba en que Leonetti habla de nosotros y de pueblo, como de dos entidades escindidas: nosotros (quien sino), partido de accin; el pueblo, grey de ciegos y de ignorantes. Y entiende partido de accin cmo lo entendan los carbonarios del 48, no cmo es actualmente, cmo lo forma la lucha poltica moderna, llena de publicidad, de la que participan innumerables multitudes y no un faccioso grupo de choque de cuatro conjurados con cuatro policas.

En la acusacin de Gramsci hacia Leonetti subyace una polmica alrededor del tipo de organizacin que deben cimentar los sectores subalternos: no una reducida secta de iluminados, sino una instancia de sntesis llena de publicidad, de la que participan innumerables multitudes. As, en su contradictorio derrotero que va de la relacin de dominio y subordinacin a la plena emancipacin, la clase trabajadora debe tener como acicate constante la edificacin, desde el inicio mismo de su lucha, de formas de articulacin que prefiguren el horizonte socialista anhelado. Desde esta perspectiva, el fin a alcanzar debera estar, al menos tendencialmente, contenido en los propios medios de construccin, de forma tal que stos contendran en su seno, en potencia, los objetivos perseguidos. Lo que sugiere Gramsci es que tanto el ejercicio de la democracia y la toma de decisiones colectiva, como la rotacin de tareas y la creciente socializacin e intercambio de saberes, deben ser parte de la vivencia cotidiana de todo militante que integre una organizacin revolucionaria. Con claras resonancias luxemburguistas, aparece aqu la centralidad de la organizacin como unidad no solamente de cuerpos fsicos, sino tambin en tanto comunin de espritu y colaboracin de pensamientos, sobre la base de la educacin recproca y la autodeterminacin colectiva que hace posible la recomposicin poltica de la clase y prefigura tanto en forma como en contenido vnculos de nuevo tipo. A esto alude precisamente el propio Gramsci cuando en otro prrafo de su apostilla afirma que el movimiento socialista se desarrolla del tal manera que los individuos que lo integran cuentan con diferentes grados de preparacin para la convivencia social en el futuro rgimen. Y entre las tareas presentes que en el da a da son necesarias para dotar de creciente autonoma a la clase trabajadora vis a vis los sectores dominantes, se encuentra sin duda la educativa: La educacin, la cultura, la organizacin surgida del saber y de la experiencia, es la independencia de las masas respecto de los intelectuales. La fase ms inteligente de la lucha contra el despotismo de los intelectuales de carrera y de las competencias por derecho divino, est formada por la accin para intensificar la cultura, para profundizar la conciencia. Y esta obra no se puede dejar para maana, para cuando seamos polticamente libres. Es en s misma libertad, en s misma estmulo para la accin y condicin de la accin (Gramsci, Apndice, cursivas nuestras). Solo mediante esta ardua batalla cultural que debe comenzar hoy, podrn las clases dominadas desarticular su condicin subalterna que las compele a una situacin de disgregacin y constante dependencia respecto de lo ms tarde se conocer como hegemona ideolgica de los grupos dominantes.

Los consejos de fbrica como espacios de autoeducacin proletaria y el papel de L Ordine Nuovo como nexo poltico-cultural

Si bien el Club de vida moral tiene escasa repercusin en los mbitos socialistas, y se ve obligado a desmembrarse en marzo de 1918 producto de que sus integrantes son convocados al frente como consecuencia de la intenvencin tarda de Italia en la guerra, esta primera experiencia de autoeducacin dejar una enorme marca en la formacin cultural y poltica del joven Gramsci. Pero ser especialmente la revolucin rusa y la creciente efervescencia obrera en Turn la que lo obligar a postular un proyecto pedaggico integral que lejos de acotarse a la crtica de las instituciones educativas clsicas, demande simultneamente el esfuerzo de formular una propuesta alternativa que tenga encarnadura real en la vida cotidiana de las masas trabajadoras y anticipe en el hoy los germenes de la sociedad futura.

Desde esta ptica de autoafirmacin militante, durante el mes de abril de 1919, junto con tres jvenes socialistas de Turn (Umberto Terracini, Palmiro Togliatti y Angelo Tasca) Gramsci decide fundar el peridico L Ordine Nuovo, cuyo subtitulo ser resea semanal de cultura socialista. El nombre aluda, con una clara influencia del proceso abierto en Rusia, a la reorganizacin del nuevo orden que sobrevendra tras el derrumbe de la decadente civilizacin burguesa. El 1 de mayo de ese mismo ao, en ocasin de la jornada histrica de lucha del proletariado mundial, editan el primer nmero bajo el siguiente lema: Instruos, porque necesitaremos toda vuestra inteligencia. Agitaos, porque necesitaremos todo vuestro entusiasmo. Organizaos, porque necesitaremos toda vuestra fuerza. Como relatar tiempo despus Gramsci (1998g), sus artculos no eran estructuras fras e intelectuales, sino que brotaban de nuestras discusiones con los mejores obreros; elaboraban los verdaderos sentimientos, metas y pasiones de la clase obrera de Turn, los cuales nosotros mismos habamos provocado y puesto a prueba. Porque sus artculos eran, prcticamente, un tomar nota de los eventos reales, vistos como momentos de un proceso de liberacin interior y de auto-expresin por parte de la clase obrera. La investigacin cultural y la lucha poltica se amalgamaban as en cada uno de los nmeros del peridico, publicando textos y documentos que intentaban fomentar el debate y la reflexin sobre las propias prcticas de los trabajadores, sin desmerecer la difusin de artculos de gran valor artstico y literario. As, se reproducan desde las teorizaciones de Lukacs, De Leon o Korsch en torno a las experiencias consejistas, hasta los aportes de intelectuales como Barbusse, Rolland, Eastman o Gorki para la renovacin de la cultura social.

Por aquel entonces -inmediata posguerra- existan dentro de las fbricas las Comisiones Internas, las cuales eran dbilmente representativas, ya que sus miembros deban ser afiliados al sindicato y su organizacin estaba ligada por completo a la estructura productiva de cada empresa. Si bien en sus comienzos haban constituidos una conquista arrancada a la patronal como producto de la agudizacin de la lucha de clases en el contexto blico, al poco tiempo terminaron cumpliendo la funcin de ser correa de transmisin entre el sindicato y los dueos del capital, facilitando el disciplinamiento de los obreros.

Los Sindicatos constituan la organizacin del trabajador en tanto fuerza de trabajo asalariada. Era el instrumento a travs del cual los trabajadores negociaban mejores precios de la nica mercanca que tenan para ofrecer. Por ello, segn Gramsci, terminaba siendo parte integrante de la sociedad capitalista y su funcin era inherente al rgimen de propiedad privada. En suma: llevaba en germen el reformismo. Adems, tenda a pactar y a negociar, obligando al empresario a aceptar una legalidad en las relaciones con el trabajador, llegando a expresar que el burcrata sindical concibe la legalidad industrial como una permanente cuestin de negocios, debido a que su fin es comercial. Los sindicatos -concluir Gramsci- constituyen el tipo de organizacin proletaria especfico del periodo de historia dominado por el capital (...) En tal periodo, en el que los individuos valen tanto ms cuanto mayor sea la cantidad de mercancas que posean y mayor sea el trfico que con ellas hagan, tambin los obreros se han visto constreidos a obedecer las frreas leyes de la necesidad general y se han convertido en comerciantes de su nica propiedad, de su fuerza de trabajo (...) han creado ese enorme aparato de concentracin de carne y fatiga, han fijado precios y horarios, y han organizado el mercado (...) La naturaleza esencial del sindicato es competitiva; no es, en manera alguna, comunista. El sindicato no puede ser, pues, un instrumento de renovacin radical de la sociedad.

A su vez, el Partido, si bien al igual que el sindicato nace en el seno de la estructura burguesa, oficia como mbito algutinador de los ncleos ms activos de la clase trabajadora en el plano poltico, aunque dista de poder operar como la instancia cohesionadora del conjunto del proletariado en lucha. Ambas organizaciones, por tanto, no abarcan ni pueden abarcar toda la mltiple agitacin de fuerzas revolucionarias que desencadena el capitalismo con su proceder implacable de mquina de explotacin y opresin, por lo que no han de situarse como tutores o sobre-estructuras ya constituidas de esa nueva institucin en la que cobra forma histrica controlable el proceso histrico de la revolucin, sino que deben ponerse como agentes conscientes de su liberacin respecto de las fuerzas de compresin que se concentran en el Estado burgus (Gramsci, 1998c).

As es como al calor del bienio rojo, y con una fuerte influencia del proceso insurreccional vivido en Rusia y otros pases de Europa, surgen los Consejos de Fbrica, que constituan el rgano representativo de todos los trabajadores de la empresa, incluidos los ingenieros y los tcnicos. Cada uno de ellos tena la posibilidad de votar y ser votado, as como de discutir abiertamente en su seno, al margen de estar o no afiliado al sindicato. La universalidad del voto deba combatir, de acuerdo a los ordinovistas, el espritu corporativo que tenda a dividir a los trabajadores segn su oficio. Los Consejos ya no eran por tanto instrumentos de mera defensa de los derechos inmediatos del trabajador (tales como premios, higiene, etc), sino que pasaban a ser un medio de ofensiva para elevar al obrero de su condicin de asalariado (mercanca) a la de productor (en tanto parte integrante de un colectivo cooperante, antagnico con respecto al mando del capital), deviniendo el ms adecuado rgano de educacin recproca y de desarrollo del nuevo espritu social que el proletariado ha logrado extraer de la experiencia viva y fecunda de la comunidad de trabajo (Gramsci, 1997c)En una Apostilla redactada para L Ordine Nuovo, Gramsci reconoce que si bien la propaganda socialista desarrollada histricamente por los socialistas no poda sino ser en gran parte negativa y crtica, luego de la experiencia positiva de los revolucionarios rusos debe ser de otra manera: Crticamente debemos elaborar estas experiencias; delimitar cuanto hay en ellas de meramente ruso, y dependiendo de las particulares condiciones en las cuales en la Repblica de los Soviet encontr la sociedad rusa su advenimiento; discernir y fijar cuanto en ellas es permanente necesidad de la sociedad comunista, dependiente de las necesidades y de las aspiraciones de la clase de los obreros y campesinos explotada de igual modo bajo todas las latitudes. As, propone discernir aquello que puede pensarse como potencialmente universal, y por lo tanto plausible de resignificar -ejercicio de traduccin mediante- en el territorio italiano. A tal punto cobra centralidad la praxis educativa durante el perodo transicional que Gramsci llega a expresar sin tapujos que en el Estado de los Consejos, la escuela representar una de las ms importantes y esenciales actividades pblicas. Digamos ms: al desarrollo y al xito de la escuela comunista esta ligado el desarrollo del Estado comunista, el advenimiento de una democracia en la cual sea absorbida la dictadura del proletariado. Podemos entonces inferir una doble dimensin de la disputa cultural y educativa: por un lado, una despiadada crtica de lo existente (no otra era la definicin del comunismo esbozada por Marx), por el otro, la necesidad de creacin de una institucionalidad anticapitalista que encarne los nuevos valores y la comunidad de intereses socialistas por los cuales se lucha.

Si en octubre de 1919, casi cincuenta mil trabajadores estaban representados en una asamblea de comits ejecutivos de los Consejos de Fbrica, durante abril de 1920 se amplia la base social y productiva del movimiento, producto de una huelga general de los obreros turineses en respuesta al lock out empresarial y a la voluntad de los industriales de limitar los poderes de las desbordadas Comisiones Internas. Es as como se gesta un intenso proceso de toma de fbricas en Gnova, Miln y especialmente Turn, que ser acompaado por una ocupacin de tierras por parte del campesino, en particular en la regin de Roma. A mediados de 1920 el movimiento se radicaliza, extiendindose a gran parte del norte de Italia e iniciando a finales de agosto una huelga con ocupaciones masivas, poniendo en marcha la produccin bajo su control absoluto (Reisel, 1979). En las fbricas ocupadas se prohibe el consumo de alcohol y se reprime cualquier intento de hurto, y para pagar los salarios se llega a distribuir entre los trabajadores cdulas de 10 y 20 liras, con una estampa distintiva de una hoz y un martillo. En paralelo, los ncleos ms activos conformarn escuadras de guardias rojos para garantizar la defensa de la ocupacin.

De acuerdo a Gramsci, durante las tomas de fbricas, los Consejos mostraban la viabilidad de la autogestin popular en las empresas, as como la inutilidad econmica de los capitalistas en tanto organizadores de la produccin. El bienio rojo revelaba adems la posibilidad real -en la praxis misma- del autogobierno de las masas trabajadoras. El control obrero de la produccin y la distribucin, el desarme de los cuerpos armados mercenarios y el manejo pleno de los ayuntamientos por las organizaciones revolucionarias, son las principales respuestas que da Gramsci (1998b) frente a los problemas acuciantes de la Italia de posguerra. Su propuesta se enmarca en el intento de construir toda la sociedad partiendo inmediatamente de los ncleos del cuerpo social ms productivo. La fbrica -verdadero centro de la civilizacin contempornea- es visualizada como el mbito desde donde debe emerger la iniciativa de la clase trabajadora, en la medida en que condensa de manera ms directa la dictadura del capital y el control privado de su organizacin, con el carcter colectivo del trabajo.

En este perodo se percibe una fuerte influencia de Lenin (ms an a nivel general, del bolchevismo) y su concepcin de los Soviets como democracia proletaria. Sin embargo, de acuerdo a Jean-Marc Piotte (1973), pueden destacarse dos diferencias con respecto a su planteo: 1) la gran importancia concedida a los Consejos en tanto rganos de manejo tcnico de la produccin; 2) el hincapi en los Consejos como espacios de auto-liberacin poltica y econmica de los propios productores, vale decir, emancipacin por parte de los trabajadores mismos. La fbrica, de acuerdo al joven sardo, es el lugar en donde el obrero no es nada y quiere llegar a serlo todo, por lo que all su poder tiende a ser ilimitado. Esta capacidad de enorme auto-aprendizaje pone asimismo en entredicho el prejuicio kaustkiano, reificado incluso por el Lenin del Qu hacer?, de la imposibilidad de los sectores subalternos de realizar sin tutela alguna su liberacin, y con ella la de toda la sociedad. Las asambleas -ironizar Gramsci en otro texto contemporneo-, las discusiones para la preparacin de los Consejos de fbrica, han dado a la educacin de la clase obrera ms que diez aos de lectura de los opsculos y los artculos escritos por los propietarios de la lmpara del duende. La clase obrera se ha comunicado las experiencias reales de sus diversos componentes y ha hecho de ellas un patrimonio colectivo: la clase obrera se ha educado comunsticamente, con sus propios medios y con sus propios sistemas (Gramsci, 1998f)

El Consejo -que Gramsci define como las propias masas organizadas de forma autnoma-, a diferencia de los sindicatos y el partido (medios tcticos ms que estratgicos), tiende a salirse de la legalidad, a desbordarla y romperla, superando adems la fragmentacin que el capital impone. Emerge, pues, como un organismo de carcter pblico y no privado como aquellos. Ya no lo conforman asalariados ni ciudadanos, sino productores que en conjunto constituyen al trabajador colectivo. As, en agosto de 1920, inmerso en una fuerte discusin con la posicin anticonsejista de Angelo Tasca, Gramsci expresa que el Consejo de fbrica es una institucin de carcter pblico, mientras que el partido y el sindicato son instituciones de carcter privado. En el Consejo de fbrica el obrero interviene como productor, a consecuencia de su posicin y de su funcin en la sociedad, del mismo modo que el ciudadano interviene en el Estado democrtico parlamentario. En cambio, en el partido y en el sindicato el obrero est voluntariamente, firmando un compromiso escrito, firmando un contrato que puede romper en cualquier momento: por ese carcter de voluntariedad, por ese carcter contractual, el partido y el sindicato no pueden confundirse en modo alguno con el Consejo, institucin representativa que no se desarrolla aritmticamente, sino morfolgicamente, y que en sus formas superiores tiende a dar el perfil proletario del aparato de produccin y cambio creado por el capitalismo con fines de beneficio (Gramsci, 1998g)

En suma, la expansin de los Consejos concretaba desde una perspectiva de transformacin integral diversos objetivos socialistas, siendo la praxis educativa la piedra de toque que haca posible la autonoma plena de los trabajadores. Entre ellos, cabe destacar los siguientes:

1. Conjugar la lucha poltica y la econmica: auto-conduccin de masas y gestin directa del proceso productivo. Del ciudadano-asalariado individual, se pasa al compaero-productor social.

2. Socializar el conocimiento tcnico de la empresa, apostando a la superacin de la divisin del trabajo.

3. Transformar sustancialmente la subjetividad de los trabajadores, eliminando la competencia existente al interior de la clase y sustituyndola por la solidaridad y el cooperativismo entre compaeros.

4. Convertir a la fbrica en una gran escuela en donde todos los productores son maestros y estudiantes simultneamente. Este auto-aprendizaje no es solamente econmico-administrativo sino tambin poltico y cultural, en la medida en que se tiende a la formacin para ejercitar el autogobierno popular. Se recupera as la capacidad colectiva de creacin humana del conjunto de los trabajadores, estn o no sindicalizados (superndose, asimismo, el corporativismo propio de la organizacin segn oficios).

5. Orientar el sano espontaneismo de las masas, brindando la posibilidad de ejercer la democracia y la gestin incluso a los no organizados.

6. Prefigurar, en tanto rgano expropiador de las funciones del Estado burgus, el nuevo orden, que materializa desde ahora formas innovadoras de vida social.

7. Anticipar, a la vez, las bases de la organizacin poltica de nuevo tipo, que ya no se estructura en funcin de divisiones territoriales. Alrededor de los consejos regionales gravitaran el resto de las organizaciones de los sectores subalternos.

8. Desarticular el burocratismo propio de los sindicatos, a travs de una constante presin en pos de una recuperacin de la iniciativa obrera desde su base misma.

En este contexto, Gramsci (1991b) impugna la propuesta de cierto marxismo ortodoxo segn la cual se concibe la instauracin del poder proletario como una dictadura del sistema de secciones del Partido Socialista. Distancindose rotundamente de este tipo de lecturas, piensa la construccin socialista en trminos plurales. El Consejo se enmarca en una variada y complementaria red de instituciones que incluye tambin a comits de barrio, sindicatos, partidos polticos y consejos de campesinos. De ah que postule la conformacin de un nuevo aparato estatal que en su mbito interno funcione democrticamente, es decir, que garantice a todas las tendencias anticapitalistas la libertad y la posibilidad de convertirse en partidos de gobierno proletario (Gramsci, 1973).

Esta dinmica de auto-organizacin popular no result ser excepcional: adems de Rusia y Hungra, en donde los Consejos constituyeron la principal forma de autoorganizacin social, Holanda, Finlandia, Austria, Alemania y Polonia fueron algunos de los pases que vieron crecer y multiplicarse Consejos de obreros, soldados y campesinos, entre 1917 y 1921. No obstante, el caso de Italia resulta sumamente interesante debido a que es especialmente a partir de esta experiencia concreta que Gramsci desarrollar lo que proponemos denominar estrategia prefigurativa. En su original lectura de los Consejos como germen o embrin del futuro Estado proletario deja traslucir a qu nos referimos: El Estado socialista existe ya potencialmente en las instituciones de vida social caractersticas de la clase obrera explotada. Relacionar esos institutos entre ellos, coordinarlos y subordinarlos en una jerarqua de competencias y de poderes, concentrarlos intensamente, aun respetando las necesarias autonomas y articulaciones, significa crear ya desde ahora una verdadera y propia democracia obrera en contraposicin eficiente y activa con el Estado burgus, preparada ya desde ahora para sustituir al Estado burgus en todas sus funciones esenciales de gestin y de dominio del patrimonio nacional (Gramsci, 1997a). Esta dinmica de constitucin y ejercicio de poder popular requera asimismo, de acuerdo al joven sardo, de una disputa diaria de sentido en el plano ideolgico-cultural, que si bien desarrollar durante su forzado encierro a partir de la categora de hegemona, ya le otorga relevancia tempranamente, tal como hemos hecho notar en los apartados anteriores.

La transformacin revolucionaria (y por lo tanto la pedagoga emancipatoria) deja de ser por tanto un horizonte futuro, para arraigar en las prcticas actuales que en potencia anticipan el nuevo orden socio-educativo venidero. Se invierte as el derrotero transicional clsico: antes de pugnar por la conquista del poder, hay que constituir espacios y organizaciones populares en el seno de la sociedad, basadas en un nuevo universo de significacin simblico y material antagnico al capitalista. El desafo que esta propuesta nos plantea es cmo articular la satisfaccin de aquellas necesidades urgentes del presente, contribuyendo a la vez a la creacin del porvenir en nuestra realidad cotidiana.

Podemos definir entonces a la pedagoga prefigurativa como un conjunto de prcticas que, en el momento presente, anticipan los grmenes de la educacin futura. Dichas prcticas (por definicin polticas) involucran tres dimensiones fundamentales, a saber: la organizacin, la accin colectiva y los sujetos o fuerzas sociales en pugna. Partimos del supuesto de que en esta vocacin gramsciana por la prefiguracin subyace, a su vez, una concepcin ms amplia de la corriente, no solamente de la poltica y la sociedad existentes, sino tambin y sobre todo de sus posibilidades de transformacin radical. Es aqu donde opera la proyeccin del nuevo orden en el aqu y ahora, acelerando el porvenir de manera tal que haga posible la superacin paulatina de las relaciones sociales capitalistas, sin esperar para dar comienzo a este proceso la toma del poder. No obstante, sera ingenuo aseverar que en Gramsci (ya sea durante esta etapa juvenil o en su perodo carcelario) est presente una concepcin evolutiva o reformista de la construccin del cambio social, o la omisin de quiebres revolucionarios en el avance hacia una sociedad sin clases. Antes bien, este proyecto emancipatorio prev niveles de correlacin de fuerzas que sin duda involucrarn alternadas dinmicas de confrontacin, rupturas, ascensos y retrocesos, as como disputas no solamente semnticas sino econmicas, culturales, educativas, sociales, e incluso poltico-militares. La resonancia del debate ruso en torno a la Proletkult, el espectro de Anatoli Lunacharsky y la creacin de la escuela de cultura y propaganda socialista

Como vimos, desde muy joven Antonio Gramsci confronta contra las concepciones de la educacin y la cultura escolsticas, jesuticas y basadas en la mera memorizacin. Para ello, se dedica a pasarle el cepillo a contrapelo a las formas predominantes de concebirla y a ensayar simultneamente nuevas prcticas pedaggicas y culturales, antagnicas a las burguesas. En este punto, la experiencia viva de la revolucin rusa tendr enormes resonancias en la convulsionada Turn, a la cual no casualmente denominarn la Petrogrado italiana. Adems de la discusin en torno al movimiento de los consejos antes descripto, la propuesta innovadora de la Proletkult -abreviatura de Cultura proletaria, u Organizaciones proletarias de cultura e ilustracin-, generar un gran influjo en el pensamiento educativo del joven Gramsci.

El objetivo principal de esta extensa red -fundada das antes de la insurreccin de octubre por Anatoli Lunacharsky y Aleksandr Bogdanov- era incentivar la creatividad artstica y cultural de la clase trabajadora, en sintona con la profunda transformacin no solamente material sino al mismo tiempo espiritual propugnada por aquel entonces en Rusia. A pocos aos de ser creada, lleg a contar con alrededor de quinientos mil adherentes solamente en territorio sovitico (lo que equivala a casi la misma cantidad de miembros que el Partido bolchevique), logrando asimismo una enorme influencia en ciertos grupos proletarios y especialmente entre la intelectualidad comunista de buena parte de Europa, a tal punto que el propio Gramsci instar tiempo despus a la creacin de una seccin italiana de la Proletkult en la regin del Piamonte, con el propsito de generar un vnculo orgnico entre desarrollo cultural-educativo y trastocamiento sustancial de la vida cotidiana. En la parte final de su Carta a Trotsky sobre el movimiento futurista, redactada ya en territorio ruso durante septiembre de 1922, le comentar al dirigente bolchevique que en Italia, en la grandes ciudades industriales el programa del Proletkult, que tiende a despertar el espritu creador de los obreros en la literatura y en el arte, absorve la energa de los que todava tienen tiempo y ganas de ocuparse de semejantes cuestiones (Gramsci, 1998j)

De acuerdo al prestigioso historiador anglosajon John Cammett (1974), unas de las fuentes principales de Gramsci en lo referente a esta cuestin fue Lunacharsky y su movimiento cultural proletario. Ello se evidencia no solamente en la reproduccin entre 1918 y 1920 de artculos de su autora, tanto en Il Grido del Popolo como en LOrdine Nuovo, sino sobre todo en la adscripcin a su propuesta de gestar desde abajo una cultura proletaria y una educacin popular unitaria. Ya tempranamente en junio de 1918 Gramsci haba incluido en Il Grido el opsculo La cultura del movimiento socialista, escrito por Lunacharsky en agosto de 1917, en donde el dirigente ruso anoticiaba a los lectores sobre la polmica generada en el vecino pas alrededor del problema de la cultura proletaria, y defenda la necesidad de reconocer junto a la accin poltica, econmica y cooperativa del movimiento obrero, una cuarta, equiparable a estas tres: la actividad cultural de autoeducacin y de creacin proletaria. En paralelo a este artculo, Gramsci redact y public bajo el mismo ttulo una nota a modo de presentacin, donde establece un estrecho paralelismo entre ambos pases: Esta coincidencia de pensamiento y de propuesta prctica depende sin duda y esencialmente del gran parecido que existe entre las condiciones intelectuales y morales de los proletariados, el ruso y el italiano. El artculo del compaero ruso, primer ministro socialista de instruccin pblica en la primer repblica socialista, adquiere para nosotros un valor educativo ms que de informacin. El problema del cual ellos requieren una solucin, es todava ms urgente y capital para Italia que para Rusia. Como no poda ser de otra manera, la apostilla conclua con una invitacin a los lectores del Grido a meditarlo y a decidirse por propugnar la traduccin prctica de las mejores soluciones.

Pero ms all de estas y otras alusiones explcitas a nivel periodstico, la propuesta pedaggica de Lunacharsky permear cada uno de las experiencias impulsadas por el joven Gramsci en Turn. Basta leer el Decreto sobre educacin popular, redactado por el flamante Comisario de Instruccin Pblica todava al calor de los acontecimientos de octubre de 1917, para ver hasta qu punto cobraba sentido el planteo propositivo que con tanta insistencia pregonaba Gramsci en las pginas de Il Grido del Popolo y ms tarde en L Ordine Nuovo. All se establece una tajante distincin entre enseanza y educacin, y se postula la necesidad de una educacin autnoma delineada por las propias masas: Es preciso sealar la diferencia entre enseanza y educacin. Enseanza es la transmisin de conocimientos ya definidos por el maestro al alumno. La educacin es un proceso creador. Durante toda la vida la personalidad del hombre se educa, se extiende, se enriquece, se afirma y se perfecciona. Las masas populares trabajadoras -obreros, soldados, campesinos- arden en deseos de aprender a leer y escribir, de iniciarse en todas las ciencias. Pero aspiran igualmente a la educacin, que no les puede ser dada ni por el Estado, ni por los intelectuales, por nada ni por nadie ms que por ellos mismos. A este respecto, la escuela, el libro, el teatro, el museo, etc., slo pueden ser una ayuda. Las masas populares han de fijar por s mismas su cultura (Lunacharsky, 1967). Es que como dir en otro texto posterior, es evidente que ni la toma del poder poltico, ni la conquista del dominio econmico del pas pueden durar si el pueblo no adquiere al mismo tiempo una educacin adecuada (Lunacharsky, 1972).

Los ecos de la Primera Conferencia Panrusa del Proletkult, realizada entre el 15 y el 20 de septiembre de 1918, se harn notar sin duda en el proyecto poltico encarnado meses ms tarde en LOrdine Nuovo, que en sintona con las resoluciones all votadas har foco en el trabajo didctico y especialmente creativo de toda iniciativa cultural o educativa. El propio Lunacharsky recomendar a poco tiempo de llevado a cabo el encuentro que la Proletkult deba concentrar todo su inters en el trabajo de estudio, en el descubrimiento y el fomento del talento original de los trabajadores, en la creacin de crculos de escritores, de artistas y de toda clase de jvenes estudiosos procedentes de la clase trabajadora, en la creacin de distintas clases de estudios y de organizaciones vitales en todos los campos de la cultura material y espiritual. Efectivamente, 1919 ser un ao en el que se ensayen en Rusia variadas experiencias de educacin extraescolar, entre las que cabe destacar a la Universidad Proletaria creada en Mosc a instancias de la Proletkult.

En consonancia con esta vocacin de transformacin integral de la vida, Gramsci impulsar a mediados de ao la conformacin de Soviet de cultura proletaria destinados a estudiar los problemas locales y regionales y conocer las necesidades urgentes de la poblacin. La reciente conquista de las ocho horas, de acuerdo a su caracterizacin, dejaba un margen de tiempo libre que deba ser destinado a instituir colectivamente una nueva cultura en comn (Gramsci, 1987a). A su vez, en el editorial de L Ordine Nuovo del 15 de noviembre de 1919 se plantear la propuesta de creacin de una escuela que apunte a la formacin de intelectuales socialistas de nuevo tipo (Vase en Apndice el texto Crear una escuela). Esta iniciativa, lejos de ser una idea antojadiza de una reducido ncleo de jvenes inquietos, se empalmaba de lleno con una de los objetivos fijados por el ascendente movimiento de los consejos de fbrica en Turn: la necesidad de generar instancias de autoeducacin de los trabajadores, tal como haba quedado expresado en el Programa de los Comisarios de Reparto, reproducido por los ordinovistas en el nmero anterior de su peridico; uno de cuyos apartados se iniciaba con el sugestivo ttulo de Por las escuelas proletarias. As, durante ese mes y el de diciembre del mismo ao, el peridico organizar alrededor de una veintena de encuentros que le darn vida a este espacio autnomo de formacin poltica, intentando romper con la visin de la educacin como algo necesariamente acadmico y libresco. Bajo la modalidad de lecciones tericas-prcticas y de conferencias centradas en la cuestin del Estado de los Consejos, la escuela de cultura y propaganda socialista tendr como principales participantes a obreros adultos y a jvenes estudiantes. Entre los expositores, adems de los integrantes del semanario figurarn algunos profesores de izquierda vinculados al grupo ordinovista.

A escasas semanas de iniciado, Gramsci relatar entusiasmado en una de sus crnicas periodsticas que durante el curso se pudo observar a estos inslitos alumnos, la mayor parte de ellos no muy jvenes, por fuera pues de la edad en la que aprender es algo simple y natural, todos pues extenuados tras una jornada de oficina, seguir con las mas profunda atencin el transcurso de la leccin, esforzarse por tomar apuntes, sentir fehacientemente que entre aquel que habla y aquel que escucha se ha establecido un canal vivaz de inteligencia y simpata. Esto no sera posible si en estos obreros el deseo de aprender no surgiera de una concepcin del mundo que la vida misma les ha enseado y que ellos sienten la necesidad de esclarecer, para poseerla por completo, para poder vivirla plenamente. Es una unidad que preexiste y que la enseanza busca reanimar, es una unidad viviente que en las escuelas burguesas en vano se busca crear (Gramsci, Apndice). Como reconoce Marcos del Roio (2006), la escuela ordinovista no tena la intencin de preparar a los trabajadores para un mundo extrao a ellos. Por el contrario, la idea era reforzar el principio de solidaridad y el de saber-hacer que era propio de su cotidianeidad de productores, de incorporar el aprendizaje ya adquirido en el espacio pblico generado por la huelga, por el comicio, por el debate. Y si bien su objetivo era educar al proletariado para la autogestin de la produccin y para la administracin pblica, entendida como autogobierno, en la escuela del trabajo tambin seran cultivados los intelectuales generados por la propia clase obrera, en condiciones de crear una nueva cultura, distinta y contrapuesta a la de la intelectualidad burguesa y tambin reformista (Del Roio, 2006).

El propio programa de la escuela nocturna de cultura y propaganda socialista ser reproducido en las pginas de LOrdine Nuovo, incitando a los lectores a sumarse y participar activamente de esta experiencia innovadora; e incluso Avanguardia, rgano de la Federacin Juvenil Socialista, lo publicar en diciembre, dndole as una repercusin a escala nacional. Vale la pena transcribir uno de los prrafos en donde explican la dinmica de funcionamiento de los cursos impartidos, porque subyace all una concepcin pedaggica sumamente disruptiva con respecto a la educacin tradicional: Cada argumento ser tratado en modo didctico, intentando de fijar la atencin de los alumnos sobre algunos conceptos y sobre el nexo lgico del razonamiento. Para obtener este objetivo vern compilado un resumen esquemtico de cada leccin, no ms extenso de cuatro pginas impresas; y de ser posible los resumenes de las lecciones sern recogidos en fasciculos y distribuidos a los alumnos.

En paralelo a esta experiencia de autoformacin tan estimulante, en los sucesivos nmeros de L Ordine Nuovo aparecern artculos vinculados con el desafo de la praxis educativa en una sociedad en transicin, entre los que cabe mencionar la quinta y ltima parte del prolongado y polmico texto El sistema Taylor y los consejos de productores, escrito por el comunista libertario Pietro Mosso bajo el pseudnimo de Carlo Petri, que intenta plantear una fundamentacin terico-prctica de la necesidad de reunir la escuela con la vida en la produccin, a partir de la cual el trabajo se integrar con el estudio y todos debern aprender los unos de los otros. Ya a mediados de 1920, el semanario difundir sendas notas sobre los proyectos educativos impulsados en territorio europeo y, especialmente, en Rusia: Il Proletkult ruso, redactada por un compaero del pas vecino, donde se detallan las actividades promovidas por la organizacin a los efectos de darle a la cultura una funcin productiva y creativa, de forma tal que contribuya a la conquista completa del poder, incluido el intelectual; Instruccin popular, escrito por la compaera de Lenin Nadezhda Krupskaia; Templo o laboratorio, Cultura Proletaria y La instruccin profesional tcnica en la Rusia de la Soviet, todos ellos elaborados por el camarada Lunacharsky; as como opsculos de carcter ms general producidos por Roman Rolland o Henri Barbusse. En conjunto, todos ellos apuntarn a dotar de herramientas terico-prcticas al movimiento obrero turins con el propsito estratgico de fortalecer la autodeterminacin de clase en todos los planos de la vida social, en particular el espiritual.

A modo de conclusin: las enseanzas pedaggicas del bienio rojo

Luego de momentos sumamente lgidos y dramticos, el bienio rojo concluye a finales de 1920 con una trgica derrota: los sindicatos no se pliegan a una huelga de carcter nacional, ni apoyan hasta las ltimas consecuencias el proceso insurreccional. Lo propio ocurre con el PSI, quien se niega a publicar en su diario Avanti! el llamamiento de la seccin socialista de Turn, mientras que la ciudad era tomada por miles de soldados y policas. Incluso la direccin del partido, que por aquel entonces deba celebrar en la capital industrial de Italia una reunin de su Consejo nacional, decide trasladar el encuentro a Miln a raz de la aguda situacin que se viva all (pareca poco adecuada esa ciudad como teatro de discusiones socialistas, llega a ironizar Gramsci en uno de sus escritos contemporneos a esta coyuntura tan delicada). La ambigedad del PSI frente a los acontecimientos va a ser uno de los determinantes que lo obligar a fundar, junto con un gran nmero de compaeros de izquierda, una organizacin poltica de nuevo tipo, en enero de 1921: el Partido Comunista de Italia.

Como enseanza general de esta derrota, Gramsci percibe que las clases subalternas no pueden triunfar si restringen la lucha a un territorio (el fabril) y a un sujeto especfico (el obrero industrial). De esta forma, reconoce autocrticamente la relativa subestimacin del ordinovismo respecto del papel crucial que deba cumplir la organizacin poltica como aglutinadora de los variados sectores populares a nivel nacional, ms all de lo estrictamente local (esto es, como condensacin antagonista en el seno de lo que luego denominar sociedad civil). Tambin poco a poco ir reformulando de manera parcial el rol de los sindicatos, en tanto posibles unificadores de la clase obrera a nivel productivo, incluso en la fase transicional al comunismo (en especial contra eventuales distorsiones burocrticas y en tanto posible garante de la autonoma del proletariado). Este tipo de replanteo, por supuesto, no puede sustraerse al momento de repliegue que se abre tanto en Italia como en buena parte de Europa a partir de 1921, tal como ser reconocido por la propia Internacional Comunista en su tercer congreso celebrado ese mismo ao.

No obstante, la aficin de Gramsci por la dimensin pedaggica de la lucha socialista se dejar traslucir incluso en esta fase de reflujo pos-bienio rojo, signada por un clima de creciente ofensiva fascista. As, anticipando ese magistral anlisis del nexo dialctico entre saber y sentir esbozado en los Cuadernos, donde endilga a los intelectuales el pretender recostarse en el puro conocimento erudito que los hace caer en la pedantera, olvidando que resulta imposible saber sin comprender y, especialmente sin sentir ni ser apasionado (Gramsci, 1999), en un artculo periodstico titulado Hombres de carne y hueso (incluido en nuestro Apndice) despotrica contra quienes con soberbia se ensaan con aquellos obreros que -tras la cruenta represin y la desmoralizacin sufrida luego de semanas de huelga en la FIAT a comienzos de 1921- retornan a sus fbricas a trajabar: Traicin? Negacin de los ideales revolucionarios?, pregunta provocativamente Gramsci. Nada de eso, responde. Se trata de hombres reales, sometidos a las debilidades de todos los hombres comunes que se ven pasar en las calles, beber en las tabernas, conversar sobre los rumores en las plazas, que se cansan, que tienen hambre y fro, que se conmueven al sentir llorar a sus hijos y lamentarse agriamente a sus mujeres. Nuestro optimismo revolucionario ha sido siempre sustanciado de esta visin crudamente pesimista de la realidad humana.

Ms all de su anclaje epocal, la relevancia otorgada por Gramsci a la exploracin militante y a la prctica anunciadora de relaciones sociales no capitalistas, signada por una vocacin estratgica en pos de amalgamar la guda reflexin terica con el sentir popular, constituye una enseanza digna de ser retomada en la coyuntura actual. Ms an teniendo en cuenta las breves y agudas reflexiones carcelarias reunidas bajo el nombre de Espontaneidad y direccin consciente, las cuales recuperan este vnculo dialctico tan logrado en el proceso de ocupacin de fbricas de 1919 y 1920. Durante esos meses de enorme intensidad, dir Gramsci, el elementro de espontaneidad no se descuid, ni menos se despreci: fue educado, orientado, depurado de todo elemento extrao que pudiera corromperlo (Gramsci, 1999), pero no desde un lugar externo al de los obreros en lucha, sino en tanto ncleo inmanente, activo y de avanzada, encaminado a la conquista de la plena autonoma de clase. La cuestin hoy es, por un lado, cmo tender puentes e irradiar estas nuevas formas de democracia plebeya y de praxis educativa al resto de la sociedad, e inclusive a las instituciones de nuevo tipo que prefiguran en potencia el orden civilizatorio venidero, superando el aislamiento en el seno de un territorio especfico (sea ste un empresa, un barrio o una escuela); y por el otro, de qu manera transformar, en aquellas situaciones en la que resulte pertinente y subversiva, la crtica al sindicato y a los partidos polticos en tanto tales, en renovacin clasista de estas instancias, de manera tal que sean sus propias bases quienes las dirijan.

A la vuelta de la historia, lo pensado y actuado por Gramsci parece haber sufrido una derrota de mayor envergadura que la antes descripta: a la violenta desarticulacin de los consejos de fbrica y las diversas iniciativas de autoeducacin ensayadas entre 1917 y 1921 en la roja Turn, le ha sucedido un casi total olvido de estas experiencias por parte incluso de los ms denodados estudiosos gramscianos, salvo contadas excepciones. Basta leer el ndice de los ltimos libros publicados en suelo italiano a propsito del pensamiento de Antonio Gramsci para notar esta lamentable ausencia. Omisin involuntaria o solapada decisin poltica?. Acaso ambas?

Esperamos que, a contrapelo de las modas, este trabajo de exhumacin militante y de lectura crtica contribuya un mnimo a restaurar la herencia de Gramsci durante su estancia en Turn, ms all de los inevitables aniversarios y de la infinidad de justificados homenajes que suelen invocar su espectro. Al fin y al cabo, como supo expresar a modo de apuesta este joven autodidacta sardo en las pginas de Il Grido del popolo: Existen en la historia derrotas que ms tarde aparecen como luminosas victorias, presuntos muertos que han hecho hablar de ellos ruidosamente, cadveres de cuyas cenizas la vida ha resurgido ms intensa y productora de valores (Gramsci, 1974). Como un ave Fenix, Hic rhodus, hic saltus querido Nino.

Apndice: Escritos inditos sobre educacin

Los siguientes textos son en su totalidad, y hasta donde hemos podido constatar, inditos en castellano. Salvo el Editorial del peridico LOrdine Nuovo que lleva por ttulo Crear una escuela (redactado por Palmiro Togliatti y publicado originalmente sin firma), el resto de los artculos, as como la carta, fueron escritos por Antonio Gramsci. Si bien existen unas pocas antologas que intentan sistematizar aquellos pasajes donde el pensador italiano reflexiona sobre la cuestin educativa -tales como la compilada por Mario Manacorda bajo el ttulo de La alternativa pedaggica- lo cierto es que resultan sumamente escasos los libros que den cuenta de la abundante cantidad de notas periodsticas redactadas por Gramsci durante su intenso perodo juvenil en la convulsionada Turn, que se abocan a esta problemtica. Por lo general, sus intrpretes han reducido sus aportes pedaggicos a las dispersas notas carcelarias escritas entre 1929 y 1935, desvalorizando aquellas reflexiones que van, en especial, de 1916 hasta 1922. Sin embargo, consideramos que ste es un momento de suma creatividad y experimentacin terico-prctica en el plano cultural y educativo, que por tanto amerita ser reexaminado a la luz de nuevas fuentes e investigaciones.

En conjunto constituye una breve seleccin de artculos periodsticos e intercambio epistolar, todos ellos abocados al problema pedaggico. Desde ya, no pretendemos agotar la temtica sino simplemente poner en evidencia la existencia de una aficin permanente por la cuestin educativa en el joven Gramsci y, en un plano ms general, en el grupo ordinovista del que formaba parte.

I. El privilegio de la ignorancia

El compaero Goad al imperativo categrico: -Primero: educar a los proletarios - quiere que le siga otro -Segundo: educar a los burgueses. Aceptamos todo aquello que el compaero Goad escribe sobre la ignorancia y sobre el filistesmo de los burgueses. Pero no nos preocupamos de esta ignorancia y de este filistesmo.

Los burgueses pueden ser hasta ignorantes en la inmensa mayora: el mundo burgus sigue adelante lo mismo. Ello est encarnado de tal modo que basta que haya una minora de intelectuales, de cientficos, de estudiosos, para que los negocios prosperen. La ignorancia es tambin un privilegio de la burguesa, como es un privilegio suyo no hacer nada y la pereza intelectual. Aquel rgimen burgus es un rgimen de tutela; el principio de autoridad es su base fundamental: la autoridad aborrece el control, aborrece la discusin. La crisis en la que se debaten las democracias es producto en gran parte del contraste entre el principio de autoridad, entre el jacobinismo necesario a cada estado burgus, y la tendencia a extender cada vez ms la propia tarea de control de parte de las masas populares, socialistas y democrticas. Los tericos de la burguesa han sentido alguna vez este contraste entre las necesidades de la conservacin del poder burgus y la necesidad electoral de servirse de la propaganda para la realizacin de un programa inmediato. Alberto Caroncini, por citar uno de estos tericos, sostena que los grupos intelectuales deben combatir contra el impuesto sobre el trigo y dar el pan a buen precio a los cafoni, pero deben cuidarse bien de incitar a los cafoni a la batalla terica, de hacer participar los cafoni en la lucha, porque si los cafoni comienzan a interesarse en tales cuestiones, puede haber problemas, y no se sabe donde se puede terminar. La proteccin sobre el trigo puede ser comparada a la proteccin sobre la propiedad privada, y la voluntad que ha logrado abatir una proteccin particular, de categora, puede proponerse, con la seguridad de lograr abatir tambin la proteccin de clase.

Los burgueses tambin pueden ser ignorantes. Los proletarios no. Para los proletarios es un deber no ser ignorantes. La civilizacin socialista, sin privilegios de casta y de categora, para realizarse completamente necesita que todos los ciudadanos sepan controlar lo que sus mandatarios cada vez deciden y hacen. Si los sabios, si los tcnicos, si aquellos que pueden imprimir a la produccin y al intercambio una vida ms ardiente y rica de posibilidades, son una exigua minora, no controlada, por la lgica misma de las cosas, esta minora devendr privilegiada, impondr su propia dictadura.

Debe existir un modo de elegir entre un nmero cuanto ms grande sea posible de individuos para enviar a los cargos pblicos, para que haya garanta de libertad, para que la eleccin recaiga sobre los mejores y no tenga necesariamente que recaer siempre sobre los mismos: se necesita que nadie sea absolutamente indispensable. El problema de educacin de los proletarios es un problema de libertad. Los proletarios mismos deben resolverlo. Que los burgueses piensen en sus asuntos, si quieren pensar.

II. Carta a Giuseppe Lombargo Radice

Turn, marzo 1918

Estimado seor,

Le adjunto un artculo que mi colaborador Andrea Viglongo ha escrito para Il Grido del Popolo sobre su opsculo El concepto de la educacin. Viglongo es un jovencito autodidacta, lo cul le explicar cualquier contradiccin e imprecisin de su escrito. Conozco y admiro la obra que l ha desarrollado para una renovacin espiritual de la juventud italiana; por eso le escribo, querindole informar del poco trabajo que nosotros los socialistas buscamos desarrollar aqu en Turn, que quizs pasa en Italia por el reino de la bestialidad y de la imbecilidad proletaria y derrotista. Su bondad y gentileza creo que la han preservado del contagio de la perversin que ha devenido epidmico: el tener una concepcin diferente sobre la tarea que el proletariado socialista debe llevar a cabo durante la guerra no puede anular el respeto recproco.

En Turn creemos que no basta con la proclamacin verbal de los principios y de las mximas morales que necesariamente debern instaurarse con el advenimiento de la civilizacin socialista. Hemos buscado organizar esa proclamacin: dar ejemplos nuevos (para Italia) de asociacionismo. Y as surge desde hace poco un Club de vida moral. Con l nos proponemos habituar a los jvenes que adhieren al movimiento poltico y econmico socialista, a la discusin desinteresada de los problemas ticos y sociales. Queremos habituarlos a la investigacin, a la lectura hecha con disciplina y mtodo, a la exposicin simple y serena de sus convicciones. Los trabajos se realizan as: yo, que he tenido que aceptar la tarea de coordinador, cmo iniciador de la asociacin, asigno a un joven una tarea: su opsculo sobre la educacin, un captulo de Cultura y vida moral de B. Croce, de los Problemas educativos y sociales de Salvemini, de la Revolucin francesa o de Cultura y laicidad del mismo Salvemini, del Manifiesto de los comunistas, una apostilla de Croce sobre la Crtica u otro, que sin embargo provenga del movimiento idealista actual. El joven lee, hace un esquema, y luego en una reunin expone a los presentes el resultado de sus investigaciones y de sus reflexiones. Alguno de los presentes, si se ha preparado, o yo mismo, presentamos objeciones, proponemos soluciones diversas, ampliamos el dominio de un concepto o de un razonamiento. Se abre as una discusin, que se busca no cerrar hasta que todos los presentes hayan tenido la posibilidad de comprender y de hacer propios los resultados ms importantes del trabajo comn. Otras veces el Club tiene entre sus fines la aceptacin del control reciproco sobre la actividad cotidiana, familiar, de oficina, civil, de cada uno. Queremos que cualquiera tenga el coraje y la energa moral suficiente para confesarse pblicamente, aceptando que los amigos lo aconsejen y lo controlen: queremos crear la confianza recproca, una comunin intelectual y moral entre todos.

El artculo de Viglongo es el resultado de una reunin: Viglongo tiene 17 aos, es empleado privado, ha completado los estudios tcnicos inferiores. En el Grido han aparecido as: una investigacin sobre Fe y programas de B. Croce, otra sobre Nacionalismo sensual del mismo Croce. Viglongo est preparando otra sobre Cuestin Meridional siguiendo los escritos de Salvemini.

Estara muy agradecido si usted, que sigue con inters todas las experiencias nuevas pedaggicas, tuviese la bondad de escribirme su opinin sobre nuestra experiencia, que ciertamente no se afirma y desarrolla sin dificultad. Los jvenes son todos obreros: el socialismo turins es fundamentalmente obrero, los pocos jvenes universitarios estn lejos por obligaciones militares. Si bien son inteligentes y de buena voluntad, se necesita comenzar por las cosas ms simples y elementales: por el lenguaje mismo. Podra usted ayudarme con algn consejo, sealndome una direccin que abarque y complete mis propsitos, mostrndome los errores en los cuales puedo caer? Le estar muy agradecido, y mis jvenes amigos obtendran de sus palabras nueva energa para perseverar y fortalecer su voluntad.

Con la mayor gratitud,

Antonio Gramsci

III. Primero libres

No es cierta la tesis que Il Grido ha sostenido siempre y los lectores que nos han seguido pueden ver fcilmente dnde est la debilidad del artculo de Leonetti.

Leonetti hace abstraccin de la organizacin, esto es, del fenmeno social a travs del cul el socialismo se realiza. Y no refleja que la organizacin es, al fin de cuentas, un modo de ser que determina una forma de conciencia; aquella forma de conciencia que Leonetti supone que no podr desarrollarse hasta tanto seamos libres, hasta tanto hayamos conquistado los poderes del Estado e instaurado la dictadura del proletariado.

Leonetti por tanto habla de nosotros y de pueblo, como de dos entidades escindidas: nosotros (quien sino), partido de accin; el pueblo, grey de ciegos y de ignorantes. Y entiende partido de accin cmo lo entendan los carbonarios del 48, no cmo es actualmente, cmo lo forma la lucha poltica moderna, llena de publicidad, de la que participan innumerables multitudes y no un faccioso grupo de choque de cuatro conjurados con cuatro policas.

El problema para los socialistas es otro. Aquello que respecta al desarrollo de la individualidad es expuesto con rigor y precisin por Carena. Pero para nosotros, este es tambin particularmente, un problema social y en este sentido puede ser resuelto slo mediante la organizacin.

El individualismo econmico del rgimen capitalista determina al asociacionismo poltico. Esta necesidad inmanente del rgimen, Marx la ha sintetizado en el grito Proletarios del mundo, unos!. Marx ha hecho de la necesidad un deseo, de la oscura y vaga inclinacin una conciencia crtica: el instinto ha devenido y deviene, a travs de la propaganda socialista, espiritualidad, voluntad. La unin no es slo acercamiento de cuerpos fsicos: es comunin de espritus, es colaboracin intelectual, es mutuo apoyo en el trabajo de perfeccionamiento individual, es educacin recproca y recproco control.

Esta actividad implcita en la organizacin econmica y poltica tiende a definirse, a asumir forma propia. El movimiento socialista se desarrolla, agrupa multitudes, cuyos individuos tienen diferentes grados de preparacin para la accin conciente, cuentan con diferentes grados de preparacin para la convivencia social en el futuro rgimen. Tanto menor es nuestra preparacin en cuanto Italia no ha atravesado la experiencia liberal, ha conocido pocas libertades y el analfabetismo est todava hoy ms difundido de lo que nos informan las estadsticas.

Mayor es en el proletariado organizado el deber de educarse, de desprender de su asociacin el prestigio necesario para asumir la gestin social sin preocupacin por revueltas vndalas que destruyan las conquistas del partido de accin.

La educacin, la cultura, la organizacin surgida del saber y de la experiencia, es la independencia de las masas respecto de los intelectuales. La fase ms inteligente de la lucha contra el despotismo de los intelectuales de carrera y de las competencias por derecho divino, est formada por la accin para intensificar la cultura, para profundizar la conciencia. Y esta obra no se puede dejar para maana, para cuando seamos polticamente libres. Es en s misma libertad, en s misma estmulo para la accin y condicin de la accin. La conciencia de la propia inmadurez, el temor de fallar en la tentativa de reconstruccin, no es pues la ms frrea de las trabas que obstaculizan la accin? Y no puede ser de otra manera; socialismo es organizacin y no slo poltica y econmica sino tambin y especialmente de saber y de voluntad, obtenida a travs de la actividad cultural. IV. Crear una escuela

En Turn, por iniciativa de la Federacin de los Crculos Socialistas, est por comenzar a implementarse el proyecto, muchas veces presentado y discutido en las filas de nuestro movimiento, en congresos de jvenes y adultos, de dar vida a un rgano dedicado exclusivamente a hacer obras de cultura y de estudio. Por expresa voluntad de los iniciadores el nuevo instituto forjar lderes y se puede decir que por ahora asumir casi exclusivamente la forma de una escuela de propaganda socialista. No est excluida, aunque se intentar hacer de manera que en torno a esta institucin central otras se desarrollen con objetivos afines, por ahora sin embargo la actividad de los compaeros que se preparan para el nuevo trabajo, como gua y organizadores por un lado, como alumnos por otro, debe tender a este objetivo: crear una escuela.

Queremos exponer brevemente los principios fundamentales, los conceptos directivos a los cuales se deber atener, fijar en sus grandes lneas el fin que se deber proponer, esforzarnos de ver bajo qu condiciones y hasta qu punto podr ser realizado. Se trata de hacer un pequeo examen de conciencia: examinar las posibilidades y las capacidades nuestras y de los futuros alumnos y adecuar a ellas el programa. Lo importante, en estas cosas y en este momento y en un contexto como el nuestro, es no avanzar con las palabras y con los proyectos ms all de lo que ser posible lograr, de tener sobre todo, un sentido preciso de realidad. Permaneciendo fieles a la realidad, adhiriendo a las cosas cmo efectivamente son, estaremos en condiciones de controlarlas y de dominarlas, ejercitando a travs de ellas una accin eficaz de transformacin. Es necesario que La palabra no exceda la obra. Las palabras, en nuestro caso, son realmente grandes.

Crear una escuela! El valor de esta expresin no aparece quizs a todos, inmediatamente, en toda su extensin, y en modo exacto. No se dejar percibir en ella el signo de un vano y daino propsito de pedantes, incapaces de abrazar horizontes ms amplios que aquellos que se pueden vislumbrar de una ctedra, detrs de un montn de papeles impresos, en un aula llena de chicos aburridos. No es pues este el concepto que la mayor parte de los hombres se hace de una escuela? Esta palabra no se asocia de por s con la imagen polvorienta de un lugar tedioso, dnde una manada de perezosos instruye y se instruye, es decir, se ve constreida a hacer un trabajo que no le corresponde y no le gusta; a mascullar conceptos; a hojear libros, a garabatear cuadernos? Y frente a esta imagen, espontneamente, como en el nimo de un preso el recuerdo de un da de libertad y de sol, surge la otra, aquella de la vida, que se le opone cmo anttesis, de la vida que es rbol verde y no fra y gris materia, que es espontaneidad y sinceridad, no obligacin ni pedantera, de la vida que es bsqueda de la propia verdad y de s misma, por las grandes y libres vas del mundo, y se rebela a quien quiera apresarla entre las paredes de un aula, condenarla en las pginas de un libro.

En realidad los dos trminos, la escuela y la vida, se oponen de manera tal que parece insalvable solamente cuando se tiene de una, una idea acadmica y libresca y de la otra una idea superficial e ilusoria. Nosotros ya hemos tenido la oportunidad de reaccionar, hablando del valor que le asignamos a la palabra cultura, respecto de estos errores. Crear una escuela quiere decir educar, educar quiere decir formar hombres, actividad educativa es toda actividad humana en cuanto se desarrolla bajo la forma de colaboracin en una obra comn. Sobre todo donde se persigue un fin que va mas all de los limites de nuestra individualidad, donde se obedece a un principio y a una ley y valga para nosotros aquella de negar y de abolir todas las leyes que existen hoy en da- dnde se sabe que en ste armonioso querer est la esencia y la mejor parte de nuestra personalidad, en una palabra, sobretodo donde existe un centro de accin comn, donde hay un centro de educacin, donde se forman hombres, all hay una escuela. Y las escuelas mismas, los institutos creados con un fin educativo explicito, no deberan tender a otra cosa que a esto: a volver clara, a volver conciente esta preexistente unidad de espritus; cada enseanza deber reducirse a ser una colaboracin activa para sacar a la luz aquello que antes estaba en la sombra, un esfuerzo por unificar, por dar a la liberadora actividad comn un carcter orgnico y sistemtico.

Verdadero maestro no es quien nos dice: vengan a mi que tengo y les dar la verdadera verdad, sino quien quiere buscarla, la verdad, con ustedes, por los caminos de la accin y de la vida. Verdadera y nica maestra de todos slo es la vida en todas sus formas. All radica para nosotros la necesidad de aferrarnos a ella, de sacar de ella la medida exacta de los lmites y de los modos de nuestra accin.

En general, todas las escuelas que han hecho y se hacen para el pueblo estn viciadas por un error fundamental, que deriva de la perdida de vista del principio que la escuela debe ser una colaboracin, y que para colaborar es necesario tener un principio comn del cual se parta y sobre el cual se trabaje. Los cursos de las universidades populares se reducen a una serie de conferencias, de exposiciones doctas y a veces magistrales, pero separadas unas de las otras, disgregadas, a menudo discordes. El principio unificador es exterior, no es el inters y la necesidad del alumno, sino un programa preestablecido, cuando no simplemente la vanidad de quien ensea.

Se apela al pueblo haciendo alarde de muchas nociones cmo de una mercanca multicolor y creen de tal manera imponerse, interesar, hacer una obra til. Pero, para quien escucha, toda aquella mercadera es cosa muerta: cada uno lleva a la escuela un problema propio, diferente del de los dems y ninguno encuentra aquello que lo reconforte, aquello que haba ido a buscar. Falta en principio la unidad.

Nosotros alcanzaremos la unidad porque haremos una escuela de socialistas. Los compaeros que asumirn la tarea de ensear y aquellos que la asumirn cmo alumnos, diferentes en edad, en costumbres, en gnero, en condicin social, sern y son al fin de cuentas ligadas por el hecho de trabajar con los mismos propsitos y de alimentar la misma fe. Ayer un cuartel, hoy una oficina o un escritorio, maana una calle sublevada: queremos que nuestra vida, la accin y el pensamiento sean unificados por el objetivo que nos hemos fijado y que est ante nosotros. Si un poco de esta voluntad entrara en nuestra escuela, estaramos ya muy cerca de alcanzar aquello que nos proponemos. Aun si no logrramos ensear grandes cosas, en el verdadero sentido de la palabra, lograremos al menos templar en el trabajo comn nuestra fe.

Pero tambin en la enseanza, sino grandes cosas, para las cuales no seramos ni aptos ni capaces, alguna cosa estamos seguros que se podr obtener.

Vivimos en un periodo de crisis, no solo para nuestros enemigos y para el mundo que haban construido y que ahora se desmorona, sino tambin, en cierto modo, para nosotros.

Nuestra crisis es distinta: aquella es una crisis de destruccin, esta de nueva creacin. Pero la incertidumbre es compartida: ellos ven poco a poco destruirse el dominio de las cosas y del mundo y de si mismos, nosotros no logramos aun afirmar plenamente, como quisiramos, nuestro dominio y nuestra voluntad. Tenemos necesidad de ver cada vez ms claro, de saber cada vez mejor, que debemos hacer.

El obrero en la oficina no se conforma ms con las viejas formas, pero quiere avocarse sin ms a la tarea, sobre un terreno virgen, para abrirse el camino del porvenir. El hombre poltico busca establecer los primeros lineamientos de los nuevos institutos, el estudioso se acerca al hombre de accin, no puede permanecer indiferente a la obra que se inicia. Si miramos los escritos de nuestros maestros, tanto mas nos damos cuenta que las crticas y las previsiones han encontrado una respuesta en la realidad, tanto mas ansiosamente buscamos en sus pginas una gua para el trabajo positivo que se trata de emprender ahora. Creemos que el socialismo hoy deja de ser una crtica o una expectacin, para devenir construccin, creacin de voluntad operativa. Nos sentimos cada vez ms cercanos al da de la prueba y no queremos ser tomados por sorpresa.

Ahora bien, en condiciones similares, en un momento cmo ste