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MARTES 5 DE MAYO DE 2009 CORREO E: [email protected] EDITOR: ROBERTO GALAVIZ ÁVILA TEL: (492) 922-65-85 C ultura 6B La pintura de Carmen Alarcón H ay realidades que se imaginan y otras que se viven. Exis- ten también, viven- cias que se realizan y otras que se inventan. Existe arte por consecuencia de magia y ma- gia por producto de arte. Pinturas que se vuelven vivas cuando de- jan de observarse, y muertes que se vuelven pintura después de ce- rrar los ojos. El mundo es una co- lisión enorme de pensamientos, actos e inventivas. Una obra iti- nerante, la más grande, la más fa- bulosa, la más incierta. Todos o casi todos imaginan, y al hacerlo, desmaquillan un poco la realidad adusta a la que se han acostumbra- do los ojos, nuestros ojos. Lo que hace Carmen Alarcón es imaginar, pero, hay que estar alertas cuan- do estamos experimentado con su obra, hay riesgo de que uno de los colores nos fermente en la cara y se nos cuele a la memoria, hay que tener precaución si no estamos dis- puestos a penetrar nuestros pulmo- nes con el vaho inminente de los recuerdos. Carmen Alarcón, no ve la realidad, la imagina, hace trizas de lo que hay para sobreponer lo que debe haber. No confía dema- siado en las alertas de la experien- cia, ni de la razón, ni de la locura, mucho menos, de lo que se pue- de ver; ella ha madurado al paso de sus colores; se revolotean des- de sus ojos hasta sus manos, de ahí al corazón, a la glándula que de- be regular la memoria y de ahí al lienzo, a la realidad, al inminente peligro de existir. Lo que hay finalmente en esas demostraciones de ser justos con la vida misma, con las horas pasa- das, con la historia contada desde nuestras entrañas, es una pintura, o mil, o la mitad de una que, nos golpea con el puño traslucido, sor- do y seco. El tiempo, eso es, Car- men Alarcón, usa un poco de rojo óxido, lo mezcla, le agrega tiempo, memoria, imaginación, ficción, experiencia, oscuridad, palabras bellas, momentos imposibles, nos- talgia, y al final de cuentas, se encuentra con un espejo que la de- vuelve, multiplicada, fragmenta- da en esquirlas violentas y frágiles del mundo que debió ser. La pintu- ra de Alarcón es un diálogo perfec- to con la no-forma y la forma, es la consumación equilibrada de estéti- ca y pasión. Hay que abrir los ojos con mucha cautela, o haber sobre- vivido a una escena de muerte y tener el corazón duro, y los pulmo- nes perforados, y la mirada obsole- ta para ver y no creer que a veces, casi siempre, lo que existe es por gracia del recuerdo, que vinien- do del individuo es ficción, entera, memorable, álgida. Hay que abrir los ojos y destapar las arterías del corazón con un acido ligero para ver como deben verse las obras de Carmen Alarcón. Verlas con las se- renidad propia del que se sabe in- vención de su propio mito, de si propia sensación de vivir. Hay que abrir los ojos y destapar las arterías del corazón con un acido ligero para ver como deben verse las obras de Carmen Alarcón. Verlas con las serenidad propia del que se sabe invención de su propio mito, de si propia sensación de vivir. La pintura de Alarcón es un diálogo perfecto con la no-forma y la forma, es la consumación equilibrada de estética y pasión. por Roberto Galaviz

La pintura de Carmen Alarcón, por Roberto Galaviz

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6BLa pintura de Carmen Alarcónmartes 5 de mayo de 2009CulturaCorreo e: [email protected] edItor: roBerto GaLaVIZ ÁVILateL: (492) 922-65-85Hpor Roberto Galavizpuestos a penetrar nuestros pulmones con el vaho inminente de los recuerdos. Carmen Alarcón, no ve la realidad, la imagina, hace trizas de lo que hay para sobreponer lo que debe haber. No confía demasiado en las alertas de la experiencia, ni de la razón, ni de la locura, mucho menos, de lo que se puede ver; e

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martes 5 de mayo de 2009 Correo e: [email protected] edItor: roBerto GaLaVIZ ÁVILa teL: (492) 922-65-85

Cultura6B

La pintura de Carmen Alarcón

Hay realidades que se imaginan y otras que se viven. Exis-ten también, viven-cias que se realizan

y otras que se inventan. Existe arte por consecuencia de magia y ma-gia por producto de arte. Pinturas que se vuelven vivas cuando de-jan de observarse, y muertes que se vuelven pintura después de ce-rrar los ojos. El mundo es una co-lisión enorme de pensamientos, actos e inventivas. Una obra iti-nerante, la más grande, la más fa-bulosa, la más incierta. Todos o casi todos imaginan, y al hacerlo, desmaquillan un poco la realidad adusta a la que se han acostumbra-do los ojos, nuestros ojos. Lo que hace Carmen Alarcón es imaginar, pero, hay que estar alertas cuan-do estamos experimentado con su obra, hay riesgo de que uno de los colores nos fermente en la cara y se nos cuele a la memoria, hay que tener precaución si no estamos dis-

puestos a penetrar nuestros pulmo-nes con el vaho inminente de los recuerdos. Carmen Alarcón, no ve la realidad, la imagina, hace trizas de lo que hay para sobreponer lo que debe haber. No confía dema-siado en las alertas de la experien-cia, ni de la razón, ni de la locura, mucho menos, de lo que se pue-de ver; ella ha madurado al paso de sus colores; se revolotean des-de sus ojos hasta sus manos, de ahí al corazón, a la glándula que de-be regular la memoria y de ahí al lienzo, a la realidad, al inminente peligro de existir.

Lo que hay finalmente en esas demostraciones de ser justos con la vida misma, con las horas pasa-das, con la historia contada desde nuestras entrañas, es una pintura, o mil, o la mitad de una que, nos golpea con el puño traslucido, sor-do y seco. El tiempo, eso es, Car-men Alarcón, usa un poco de rojo óxido, lo mezcla, le agrega tiempo, memoria, imaginación, ficción,

experiencia, oscuridad, palabras bellas, momentos imposibles, nos-talgia, y al final de cuentas, se encuentra con un espejo que la de-vuelve, multiplicada, fragmenta-da en esquirlas violentas y frágiles del mundo que debió ser. La pintu-ra de Alarcón es un diálogo perfec-to con la no-forma y la forma, es la consumación equilibrada de estéti-ca y pasión. Hay que abrir los ojos con mucha cautela, o haber sobre-vivido a una escena de muerte y tener el corazón duro, y los pulmo-nes perforados, y la mirada obsole-ta para ver y no creer que a veces, casi siempre, lo que existe es por gracia del recuerdo, que vinien-do del individuo es ficción, entera, memorable, álgida. Hay que abrir los ojos y destapar las arterías del corazón con un acido ligero para ver como deben verse las obras de Carmen Alarcón. Verlas con las se-renidad propia del que se sabe in-vención de su propio mito, de si propia sensación de vivir.

Hay que abrir los ojos y destapar las arterías del corazón con un acido

ligero para ver como deben verse las obras de Carmen Alarcón. Verlas con las serenidad propia del que se sabe invención de su propio mito,

de si propia sensación de vivir.

La pintura de Alarcón es un diálogo perfecto con la no-forma y la forma, es la consumación

equilibrada de estética y pasión.

por Roberto Galaviz