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w L a PL aza NUEVA n° 13 Asociación Cultural Amigos de Ribadesella mayo, 2002

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L a P L a z aN U EVA

n° 13 Asociación Cultural Amigos de Ribadesella mayo, 2002

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ASOCIACION CULTURAL AMIGOS DE RIBADESELLA

Junta Directiva

Presidente: Alejandro Criado Fernández

Vicepresidente: Juan José Pérez Valle

Secretario: Alejandro Barrero García

Tesorero: Miguel Valdés Bravo

Contador: Jaim e Sánchez Belío

Vocales: Javier Arias García

Mª del Pilar González Bulnes

Aurora Piélagos Fernández

M a José de la Villa Martínez

Director de La Plaza Nueva: J . J . Pérez Valle

La Asociación Cultural Amigos de Ribadesella y su Jun­ta Directiva no se identifican necesariamente con el con­tenido de los artículos publicados en esta revista, siendo ello responsabilidad exclusiva de sus autores, si bien la aceptación o rechazo para su publicación es decisión de la misma.

Artículos y comunicaciones deberán ir acompañadas del nombre, apellidos y D.N.I. del autor, aunque podrán ser publicados bajo seudónimo.

Plaza de Abastos, s/n. RIBADESELLA D.L.:AS-3.429/96 Imprime: Gráficas Covadonga Fotocomposición: Milenium

N U E S T R A PO RTA D A«Esencia Riosellana»Primer Premio III Certamen de Fotografía «Jesús Delgado». Autor: Mónica Hevia Escandón

3 EDITORIAL

, NOTICIAS DE NUESTRA ASOCIACIÓN 5

9 CRÓNICA DE UN SEMESTRE

MISCELÁNEA RIOSELLANA 2 1• Historia postal del Descenso del Sella• La feria de San Lorenzo en Cuerres• Quince meses escritos en rojo• El ensanche y la modernización urbana de Riba-

, desella

5 0 PERSONADA• Carlos Ayerbe• Fatoumata Ly• Manolo Avello, una pasión riosellana• Gumersindo Suárez, «El Solitario»

„ , • Breve entrevista a D. Carlos Osoro

5 9 DEPORTES/OCIO• Ruta en bicicleta• Historia del «Pequeño Maracaná»

____„ • Senderismo

6 5 RELATOS• El agua milagrosa del manantial de Borines• Humphrey Bogart Piragüeru

i • Verti-go

7 4 EL BUZÓN DE LA PLAZA NUEVA• Los cuatro paneles del Apocalipsis• Acerca del patrimonio arqueológico e histórico-

artístico riosellano• Anécdotas de un extranjero en Ribadesella• El día en que Raimon cantó al viento• La Biblioteca Municipal de Ribadesella• Entropía• Fueron típicos• Coses de casa• Carta desde Puerto Rico• A Antonio el Portugués• Anécdotas riosellanas de fin de milenio

SUMARIO

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La Feria de San Lo renzo en C u e r r es :La transform ación de una fiesta

Yolanda C erra Bada

Cada año, en torno al 10 de agosto, festividad de San Lorenzo, se celebra en la localidad riosellana de Cuerres una feria que consta de varias activida­des festivas y comerciales

de antigüedad documentada sobre las que ha ido destacando, en un proceso de reducción y potenciación, la jorna­da dedicada a la venta y degustación de queso.

La feria de Cuerres, si hemos de dar crédito a las fuentes escasas pero elo­cuentes que nos proporcionan infor­mación con la que trazar la historia de esta actividad comercial y festiva, tuvo una gran importancia en los siglos XVIII y XIX por la gran concurrencia de pú­blico y mercaderes así como por la al­tura de sus transacciones comerciales.

En la respuesta a la pregunta vigési­mo novena del interrogatorio para la elaboración del Catastro del Marqués de la Ensenada, documento elaborado en Ribadesella el 1 de febrero de 1753, se alude a la existencia de un mercado franco, de tres días de duración, en el lugar de San Mamés, en Cuerres, y a los beneficios obtenidos por el santua­rio mediante el arrendamiento de tien­das fijas.

"Y que aunque se celebra una feria en el mes de Agosto en el sitio nombrado S. Mames del lugar de Cuerr as (sic) que du­ra por espacio de tres dias por ser libre de todo Tributo por acuerdo del Ayunta­miento de este Concejo, fundado en el encavezamiento echo con su Magestad que queda referido no dan utilidad, pero que en dicho sitio ay veinte tienda for­madas de pared fuerte propias del San­tuario de S. Mames a quien pagan los mercaderes que las ocupan los tres dias de la feria real y medio por cada una"1.

S. Mamés y Fuente de los Peregrinos

Más de un siglo después, contamos con sendas crónicas periodísticas fir­madas por REM y publicadas en El Fa­ro Asturiano los días 3 y 4 de setiembre de 1860. Fueron recogidas y publica­das, junto con otros interesantes tex­tos que nos sirven para documentar diversos aspectos de la vida regional del siglo XIX, por Protasio González Solís y Cabal, pasados treinta años de su primera exposición pública, en el volumen compilatorio Memorias astu­rianas2. El estilo cultizante de su autor y lo florido de su prosa junto con la ex­tensión del documento hacen impro­cedente su reproducción total aquí, aunque remitimos al lector interesado bien al volumen anteriormente citado, bien a la revista riosellana Somos, don­de de nuevo vio la luz la crónica de re­ferencia3.

Respecto a la feria de San Lorenzo de 1860, el cronista afirma que se cele­bra en un pueblo de 57 vecinos así co­

mo de excelentes huertas y edificios de dos o más pisos, prueba de la bonanza económica derivada de su privilegiada situación geográfica "al extremo de una hermosa vega de más de una legua de extensión la más rica y productora de la comarca". Dicha feria tiene lugar en torno al templo de San Mamés, en el campo del mismo nombre, lugar ame­no arropado, entonces, por gigantes­cos nogales y el murmullo del arroyo. Dicho campo se halla cruzado en todas direcciones por unas productivas barra­cas "de las que saca el Estado más de mil reales anuales, pues aunque no tienen más uso que los días de feria, durante és­ta se pagan bien".

Tres días, pues, dura la feria duran­te los cuales se exponen a la venta mu­chos productos. Por ejemplo, queso de Cabrales, traído por las mujeres de este concejo, quienes llaman la atención de nuestro cronista por su "grotesco traje de montaña". Estas, con atuendo sin

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J.J.

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duda más arcaizante que el de las alde­anas de la Marina, a juzgar por el co­mentario que suscitan, portan su mer­cancía en grandes canastas ocupando una buena extensión del terreno mer­cantil y logrando importantes benefi­cios económicos: "La industria de los quesos... es, en el primer día de feria, el mejor negocio para hacer dinero". Sabe­mos que por esas mismas fechas el queso de Cabrales tiene fama dentro y fuera de Asturias, siendo una importan­te fuente económica para los cabralie- gos que, dedicados por sus especiales condiciones orográficas al pastoreo, venden ese producto en los mercados de Cangas de Onís y Llanes a la par que compran los cereales que necesitan pa­ra su consumo4.

Otros productos que se ofrecen son las telas. Los mercaderes gallegos ven­den algodón y pañolería; los pasiegos, paños y bayetas. También acuden los montereros, seguramente de Pola de Siero, donde existía una gran industria dedicada a la confección de este carac­terístico tocado masculino5. Plateros, caldereros, bodegoneros... Todo esto, junto con frutas a gran escala y otras mercancías, se ofrece a la concurrencia en barracas o puestos ambulantes. Pe­ro además estaba la feria del ganado, eje central de cualquier celebración de este tipo, que ocupaba, entonces, sitios diferentes: en una parte del campo, el vacuno y en otra, el caballar.

Este abigarrado conjunto de merca­deres que presenta una oferta amplia y variada así como el continuo fluir de gentes que acuden a la cita anual hace de la de Cuerres una feria de gran im­portancia dentro del panorama regio­nal: "así es que por lo variado de las mer­cancías y la gran concurrencia de gana­dos de todas clases puede asegurarse que esta feria es una de las primeras de Astu­rias".

El poder de convocatoria de la feria de San Lorenzo no se reducía a los campesinos, sino que también atraía poderosamente a personas "elegan­tes", venidas no sólo del concejo riose- llano, sino de otros lugares del centro

oriente de Asturias, como Lianes, Can­gas de Onís y Villaviciosa, e incluso de Castilla. Los procedentes del oeste de­bían cruzar el río Sella en barca y los que venían del sur atravesar el puerto del Pontón6.

Sin embargo, una feria no sólo im­plica transacción económica, sino tam­bién diversión. Por eso, al anochecer — según relata el cronista— se oye músi­ca de violines y panderetas. Unas lla- niscas, con sus castañuelas, inician el pericote; un mozo les sale al encuentro para trenzar los pasos y figuras de este interesante y afamado baile del conce­jo de Llanes. El cronista nos acaba de brindar así la primera referencia fidelig- na de una forma coreográfica que dará luego mucho que hablar. Los folkloris­tas querrán ver ahí supervivencias de ri­tos de carácter erótico o funerario, de origen antiquísimo; sin embargo, lo que parece desprenderse de esta cróni­ca -y de otros testimonios- no es más que su carácter de baile de diversión, como ocurre con la mayoría de las dan­zas7.

Por último, una observación de ca­rácter general ofrecida por el cronista: mientras que otras ferias van desapare­ciendo, heridas de muerte por el esta­blecimiento semanal de mercados a gran escala, la de San Lorenzo resiste. Como dice nuestro cronista previendo el futuro: "el día que los mercados cu­bran todas las necesidades, las ferias es­tán de más".

El último artículo que trata con cier­ta amplitud esta feria de Cuerres lo es­cribe Guillermo González en la sección "Estampas riosellanas" del periódico semanal Somos, recogido después en volumen independiente que recopila la obra de este autor8. Centra su descrip­ción a principios del siglo XX, manifes­tando que la feria duraba en esas fe­chas cuatro días, movilizando "toda la economía en diez leguas a la redonda". El 9, San Mamés, era conocido como la feria del queso; el 10, San Lorenzo, ha­bía canto, baile, diversión y pocas tran­sacciones; los días 11 y 1 2, la feria pro­piamente dicha, con mucho movi­

miento mercantil: "Allí se vendía y se compraba todo... la gente acudía a la fe­ria a surtirse de lo más elemental para cubrir el año "9.

La descripción de G. González, quien todavía pudo ver los restos de aquellas tiendas permanentes hechas de piedra, de las que se nos hablaba en el Catastro del Marqués de la Ensena­da, ya inexorablemente en ruinas, que "albergaban los figones y las tiendas co­merciales", nos ofrece detalles de per­sonajes locales y un panorama lleno de picaros, ladrones, timbas, bebedores, mendigos, etc. En efecto, allí se dan ci­ta toda clase de buhoneros, rateros y descuideros, que "abundaban como el felechu y les ortigues", jinetes luciendo sus caballos, parejas de músicos tañen­do el violín y bombo o la gaita y el tambor, jugadores, ya que "el juego era una locura colectiva que esclavizaba a todos los sectores sociales". Y es que " había cuatro clases de feriantes: los que iban a vender y comprar, los que iban a mirar y estorbar y poner peros, y los que venían a jugarse los cuartos y los que iban simplemente a bailad'. La amplia concurrencia de personas y animales, el degüello constante de xatos, corde­ros y pollos dejaba un olor a "boñiga, heno y sangre" pero también el exqui­sito aroma de los guisos de las cocinas al aire. Ese era el intenso sabor popular de la feria de Cuerres.

La feria de una aldea tenía, además, importantes repercusiones sociales, económicas y festivas en la capital de su concejo. En Ribadesella, los niños pequeños y las personas mayores que no podían desplazarse a Cuerres acudí­an a un lugar denominado La Ferina donde había, como su nombre indica, una feria menor que tenía la misma du­ración que la de San Lorenzo. Allí, eran recibidos los romeros, que no llegaban precisamente en las condiciones más óptimas, pues "más bien parecía la lle­gada de los supervivientes de un naufra­gio", debido a las "continuas libaciones" tanto en la feria como en las tres ven­tas que encontraban a su paso hasta llegar a la "ferina". Nos hallamos, pues,

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ante la creación de un nuevo espacio festivo alternativo, diseñado para los que no pueden acudir a Cuerres; con ello se duplica la celebración, al simul­tanearse los actos en la aldea y en la vi­lla. Al final de la fiesta, en el espacio al­ternativo de La Ferina tenía lugar la re­cepción de los que temporalmente se habían separado del conjunto social.

Sin embargo, había otras formas de duplicar la fiesta. Mientras que en el espacio rural es más fácil lograr la ilu­sión de comunidad, en el espacio urba­no, más domesticado, más socializado, más estructurado, la segmentación so­cial se hacía mucho más evidente. En la villa, las gentes de alto rango celebra­ban San Lorenzo en un espacio reser­vado al que no tenían acceso los hu­mildes. En efecto, ese mismo 10 de agosto, en el Casino de la villa de Riba- desella, había un baile —que "gozaba del más justo prestigio por su distinción y gracia señorial"— al cual acudían los aristócratas y burgueses del oriente de Asturias10.

Las ferias y mercados tienen su ori­gen en la Baja Edad Media, época de grandes transformaciones. Entonces se establecen —al hilo de la acción repo­bladora efectuada por los monarcas en el norte de la Península, cuyo resulta­do es la creación de las villas nuevas o polas— tres tipos de mercados: el dia­rio, el semanal y el anual. El diario só­lo estaba reservado para las villas más importantes de la época: Oviedo y Avi- lés11; las demás tenían mercado sema­nal. La feria anual, por su parte, impli­ca transacciones comerciales de im­portancia, puesto que los mercados semanales concejiles no bastan para cubrir todas las necesidades de los ve­cinos.

Los vecinos del alfoz riosellano for­maban parte de una sociedad tradicio­nal, sociedad orientada económica­mente hacia la agricultura y ganadería, basada en una familia de carácter tron­cal, en la que conviven tres generacio­nes de individuos. Esta familia, sumida en una precaria economía de subsis­tencia, vive y trabaja en una casería

que cubre escasamente sus necesida­des de comida y vestido. Ciertos exce­dentes los destina a la venta en el mer­cado, venta que le permitirá la adquisi­ción de productos que necesita para su trabajo agrícola y ganadero: materias primas, ciertas prendas de vestir, utilla­je doméstico o laboral, etc.12 En este contexto, una feria anual es, desde el punto de vista económico y relacional, un hito de singular importancia. Si a ello añadimos que se trata de una feria franca, que no está gravada con ciertos impuestos, el atractivo de la de San Lo­renzo es realmente notable.

Además hay que tener en cuenta la situación privilegiada desde el punto de vista de las comunicaciones de que gozaba Cuerres. Mientras que el Cami­no Real de la Costa (hoy absurdamen­te denominado Camino de Santiago, como si su única función fuera la de conducir a esta localidad gallega) dis­curría paralelo a localidades como Co­llera o Meluerda, en cambio penetraba por el medio del caserío de Cuerres y salvaba el Aguamía por un puente de factura medieval objeto de una recien­te y desafortunada restauración. Así, Cuerres, por su localización geográfica, se situaba y era centro de comunica­ciones entre la comarca oriental del

concejo de Ribadesella y el occidente del concejo de Llanes, entre la villa de Ribadesella y la localidad de Nueva, núcleo principal del Valle de San Jorge. Además, desde Nueva, por Llamigu y Riensena se llegaba a Corao, en la cuenca del Güeña, desde donde enla­zaba con el Camino Real que desde Cangas de Onís conducía a Cabrales y las Peñamelleras.

El momento de esta feria y fiesta tie­ne que ver con el término de la cose­cha. Por estas fechas ya es costumbre tener acabada la labor de la yerba, su siega y henificación. Ello potenciaba el número y la importancia de las tran­sacciones comerciales.

A medida que se produce la deca­dencia de la sociedad tradicional y su desaparición ante los nuevos ritmos so­ciales y económicos que conducen a una sociedad posindustrial y tecnológi­ca, las ferias y mercados tradicionales tienden a desaparecer o a transformar su sentido y forma. En Cuerres, los ac­tos comerciales y festivos duran varios días especializados cada uno en una actividad (celebrar al santo, feria de queso, feria de ganado). La de ganado va decayendo inexorablemente: las dos ferias paralelas, de vacuno y caballar, si­tuadas hasta no ha mucho, una a lo lar­

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Tras la misa J. J.

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go del camino de acceso al santuario y otra en el prado de la fiesta, se han uni­ficado en una sola ante lo menguado de la cabaña. Mientras que una parte de la fiesta decae, otra va adquiriendo cada vez más importancia; se trata de la feria del queso, llamada así desde ha­ce varias décadas. La víspera de San Lo­renzo hay un buen mercado de este derivado lácteo y se ha hecho ya cos­tumbre la gran afluencia de grupos fa­miliares y pandillas de toda la zona a merendar en el prado, antes de la ani­mada verbena.

Contra lo que pudiera creerse, la fe­ria del queso no es una fiesta gastronó­mica, tipo la del queso de Cabrales en Arenas, sardina en Luanco y Candás, fresa en Candamo, cordero en Lena y Quirós, creadas a partir de los años 60. Y no lo es porque la base de estas fies­tas gastronómicas es la potenciación de los productos locales13. Pero el que­so no es un producto local de Cuerres. Los pueblos tradicionalmente elabora- dores de queso en el oriente de Astu­rias se encuentran situados en las in­mediaciones de la Sierra de Cuera o de los Picos de Europa. Su economía es fundamentalmente ganadera debido a las condiciones del terreno, más apto para esta orientación que para la agri­cultura. Los pastores acuden con su ga­nado a las majadas de los puertos en una periódica emigración estacional anual que dura la mitad del año, de mayo a octubre. Allí, entre otras labo­res pastoriles, se dedican a la producti­va industria del queso destacando so­bre todas las variedades el afamado queso picón de Cabrales.

Cuerres, por el contrario, cuenta con una fértil vega y tradicionalmente orienta su economía, al igual que los pueblos vecinos, hacia la agricultura. Sin embargo lo que hace es continuar una tradición comercial de venta de queso que tenía lugar el primer día de feria, tradición que ha dado origen a una jira de enorme éxito entre los vera­neantes.

La mejora en los medios de trans­porte y las comunicaciones ha hecho

desaparecer la otra feria alternativa que se celebraba en Ribadesella para los que no podían desplazarse a Cue­rres. Esa bipartición del espacio festivo se produce hoy en la Fiesta de les Pira- gües, una fiesta de exceso, de frecuen­tes "libaciones", como dirían los viejos cronistas, celebrada de modo simultá­neo en las localidades de Arriondas y Ribadesella. La radical segmentación de clase también ha desaparecido. Más democrática, nuestra sociedad ca­rece en las villas de espacios cerrados, limitados a clases dirigentes. El espacio de la participación festiva ahora es pú­blico y los casinos no son, como antes, lugares prohibidos a las clases subal­ternas.

En la actualidad, los modernos co­ches llevan a la aldea a los de la villa, los nativos y los veraneantes, en ese re­torno hacia la "naturaleza" de los urba- nitas. Los ciudadanos retornan a unos pueblos en descomposición para "bus­car raíces" y valores "naturales" como tranquilidad, calidad de vida. Allí en­contrarán productos artesanales y eco­lógicos, supuestamente más sanos, más antiguos, más naturales, más au­ténticos. Al consumir esos productos no sólo se ingieren sustancias nutritivas sino también toda esa serie de conteni­dos simbólicos que dan seguridad al consumidor dado que son productos "con raíz", con "tradición", con identi­dad, en suma, frente a otros productos industriales, deshumanizados, sin iden­tidad, sin raíces. Productos que forman parte del patrimonio identitario14 y a los que se da, en estos tiempos de glo- balización, y de temor de disolución de las identidades locales, cada vez mayor importancia.

NOTAS

1 "El concejo de Ribadesella según el ca­tastro del Marqués de la Ensenada"; trans­cripción de J.J. Pérez Valle, en el Boletín del Instituto de Estudios Asturianos, n- 126, Oviedo, 1988, pp. 447-467.

2 "San Roque y San Lorenzo en Ribade­

sella", de REM, en Memorias asturianas de Protasio González Solís y Cabal, Madrid, 1890, p. 393.

3 Somos, Ribadesella, 2 de setiembre de 1956; reed. por A.C.A.R. (Asociación Cultu­ral Amigos de Ribadesella), 1989-90, 2 vols.

4 Pascual Madoz, Diccionario Ceográfico- Estadístico-Histórico de España y sus posesio­

nes de Ultramar, Madrid, 1845-50, voz Ca­brales.

5 Luis Argüelles Sánchez, Indumentaria popular en Asturias, GH Editores, Gijón, 1985.

6 El primer puente, de madera, se abrió al público en 1868; el de hierro, en 1898. Anteriormente se salvaba el río por una bar­ca cuyos beneficios iban a parar al Gremio de Mareantes. Juan José Pérez Valle, Ribade­

sella: Apuntes para una historia, A.C.A.R., 1991 y, sobre todo, para esta cuestión, Co- vadonga Alvarez Quintana, Baños de mar en Ribadesella 1890-1936. Urbanismo, arquitec­

tura y sociedad, A.C.A.R., 1995, pp.37-46.7 Para este tema, Y. Cerra Bada, Bailes y

danzas tradicionales en Asturias, IDEA, Ovie­do, 1991.

8 "La feria de San Lorenzo", Somos, Ri­badesella, 8-7-1956; reed. en Estampas rio- sellanas, p. 171, 1975, volumen reed. en 2001 por la A.C.A.R.

9 San Mamés, santo que da nombre al templo y al espacio ferial, se halla íntima­mente asociado a San Lorenzo, santo que da nombre a la feria. Sus festividades son, según el santoral, los días 17 y 10 de agos­to respectivamente.

10 El casino fue construido en 1876. C. Álvarez Quintana, op. cit.

11 J. Ignacio Ruiz de la Peña Las "polas" asturianas en la Edad Media, Universidad de Oviedo, 1981.

12 J. García Fernández Sociedad y organi­

zación tradicional del espacio en Asturias, Bi­blioteca Histórica Asturiana, Silverio Cañada Editor, Gijón 1988.

13 Eloy Gómez Pellón y Gema Coma González Fiestas de Asturias, Caja de Aho­rros de Asturias, Oviedo, 1985.

14 Carmen Ortiz García, "Consumiendo tradición: elementos patrimoniales y locales en la publicidad alimentarla" en Actas del VIII Congreso de Antropología, vol. 7, San­tiago de Compostela, 1999, pp. 127-37.

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