LA POLICRÍTICA DE CORTÁZAR. LA AUTONOMÍA DE LA LITERATURA ENTRE LAS EXIGENCIAS DE LA REVOLUCIÓN

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    LA POLICRTICA DE CORTZAR. LA

    AUTONOMA DE LA LITERATURA ENTRE LASEXIGENCIAS DE LA REVOLUCIN

    JAUME PERIS BLANESUniversitat de Valncia

    Resumen: En el artculo se analiza el poema-ensayo Policrtica a la hora de los chacales con el que Cortzarrespondi a la polmica desatada por el caso Padilla entre las autoridades cubanas y los intelectuales crticoshasta entonces ligados a la Revolucin. El artculo contextualiza ese poema en el conflicto y analiza los recursos

    estticos con que Cortzar vehicul su propuesta ideolgica y su posicin como intelectual en un conflicto quecuestionaba el carcter autnomo de la escritura literaria en tiempos de revolucin poltica.Resumo: No artigo analzase o poema-ensaio Policrtica ala hora de los chacales co que Cortzar respondeu polmica desatada polo caso Padilla entre as autoridades cubanas e os intelectuais crticos ata entn ligados Revolucin. O artigo contextualiza ese poema no conflito e analiza os recursos estticos con que Cortzarvehiculou a sa proposta ideolxica e a sa posicin como intelectual nun conflito que cuestionaba o carcterautnomo da escritura literaria en tempos de revolucin poltica.Abstract: This article deals with the essay-poem Policrtica a la hora de los chacales, by Julio Cortzar. It wasthe response given to the Padilla case wich caused a rift beetween the cuban authorities and the critical leftishintelligentsia. The author explains the poem in the context of that conflict and focus on its aesthetics as a way ofsuggesting a new intellectual position in a debate wich raised questions about the autonomy of literary writtingin revolutionary times.Palabras clave: Cortzar. Policrtica. Caso Padilla. Autonoma literaria. Revolucin cubana.

    Palabras chave: Cortzar. Policrtica. Caso Padilla. Autonoma literaria. Revolucin cubana.Key words: Cortzar. Policritic. Padilla case. Autonomy of writting. Cuban revolution.

    1. INTRODUCCINPolicrtica a la hora de los chacales fue el texto escrito por Julio

    Cortzar como respuesta al llamado caso Padilla que sacudi a la comu-nidad intelectual latinoamericana en abril de 1971. Se trataba de un poema-ensayo en el que haca ms o menos explcita su posicin como intelectual

    frente a la polmica suscitada por el encarcelamiento del poeta HerbertoPadilla, su posterior autocrtica y la reaccin de condena que un nutridogrupo de intelectuales hizo llegar a Fidel Castro.

    EltextodeCortzar,quefuepublicadoenelmonogrficoque Cuader-nos de Marcha dedic al caso Padilla en el mes de mayo de ese mismo ao,constitua un intento por definir una posicin individual separada de losmanifiestos colectivos del grupo de intelectuales al que hasta entonces se le

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    pp. 89 - 105 ISSN: 1139-3181

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    haba asociado. En ese sentido, fue una intervencin que, como sealarareiteradamente el propio Cortzar, le depar no pocos desencuentros per-

    sonales e intelectuales. Pero ms all de sus repercusiones biogrficas, Poli-crtica a la hora de los chacales propona una representacin del intelectualcontradictoria que era, en realidad, el espacio de una tensa negociacin entrelos diferentes modelos culturales cuyo enfrentamiento haba culminado enla polmica sobre Padilla.

    La hiptesis de este artculo es que la intervencin de Cortzar nodebe leerse slo como la defensa de su posicin personal, sino tambin como

    una contradictoria negociacin entre diferentes poticas y concepciones delrol del escritor como actor social que haban librado una dura pugna en losdebates culturales de los aos anteriores. En ese sentido, la Policrtica. . . es un lugar privilegiado para analizar tanto las divergencias como las zonasde contacto de esas diferentes representaciones del intelectual, as como elmodo en que Cortzar construy su posicin entre ellas, lo cual definira suproduccin literaria posterior, especialmente la conflictiva redaccin de sunovela Libro de Manuel(1973).

    Para ello, se contextualizar el texto de Cortzar en los debates ypolmicas que lo antecedieron y se realizar un anlisis crtico atendiendoa los elementos textuales que remiten a las lneas estticas e ideolgicas quehaban marcado esos debates. Se recurrir a alguno de los conceptos forjadospor Gilman (2003) en su anlisis de los debates de los aos sesenta y a los

    materiales recogidos por Croce (2006).2. EL CASO PADILLA Y EL IMAGINARIO ANTIINTELECTUALCUBANO

    La escritura de Policrtica a la hora de los chacales responda auna situacin lmite en el campo cultural latinoamericano, en la que unbuen nmero de los escritores de renombre que, como Cortzar, habanapoyado la causa de la revolucin cubana, eran ahora excomulgados por

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    sus autoridades culturales y denostados por buena parte de la intelectuali-dad de izquierdas latinoamericana. La causa de ese irreparable cisma en la

    familia intelectual que se haba ido construyendo en los aos sesenta fueel conflicto entre diferentes concepciones del papel que el intelectual debadesempear con respecto a la revolucin. Esa discusin alcanz un gradomximo de virulencia y visibilidad con el denominado caso Padilla en1971,1 pero en realidad haba sobrevolado buena parte de los discursos cul-turales relacionados con la revolucin cubana desde mediados de la dcadade los sesenta.

    La segunda mitad de los sesenta haba estado marcada, de hecho, porla crisis del concepto de compromiso sartreano que haba vehiculado, has-ta entonces, las diferentes posiciones intelectuales de los escritores ligados ala Revolucin y por el auge de lo que Claudia Gilman ha definido como an-tiintelectualismo (2003: 143-232). En el tenso contexto del endurecimientode la poltica cultural cubana y la militarizacin social del pas,2 las exigen-

    cias de participacin revolucionaria a que estuvieron sometidos los agentesde la cultura terminaron por devaluar la nocin-paraguas de compromisoy desacreditar las competencias especficas del intelectual para intervenir enla sociedad revolucionaria.3 Puede decirse, pues, que el paso del paradigmadel intelectual comprometido al del intelectual revolucionario estuvomarcado por una prdida de confianza en las competencias profesionales delescritor y en la necesidad de que ste se entregara a la accin revolucionaria

    en otros mbitos diferentes al cultural.

    1Dado que el caso es bien conocido, me remito a la narracin que de l hace Albur-querque Fuschini, Germn. El caso Padilla y las redes de escritores latinoamericanosUniversum, 16 (2001), pp. 307-320.

    2Prez-Stable, Marifeli. The cuban revolution, Oxford University Press: Nueva York,1993, pp. 203-210.

    3Gilman, Claudia. Entre la pluma y el fusil. Debates y dilemas del escritor revolucionarioen Amrica Latina, Buenos Aires: Siglo XXI, 2003, p. 160.

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    Esa prdida de confianza en las competencias especficas del escritorpara intervenir socialmente produjo, segn Gilman, un imaginario antiint-

    electualista (2003: 140) que situara a los intelectuales bajo sospecha y con-vertira al campo intelectual en un espacio de autovigilancia continua en elque la revolucin poltica, el hecho cultural por excelencia, iba a conver-tirse en la medida de los logros artsticos. Fidel Castro, en sus Palabras a losintelectuales de 1961, haba ya advertido a los intelectuales de que su trabajodeba inscribirse en los lmites de la prctica revolucionaria y Ernesto Gue-vara, en su artculo sobre el Hombre Nuevo (1965), sealaba a los intelec-

    tuales como portadores de los valores pre-revolucionarios que la revolucindeba trascender.

    En ese contexto, los atributos del intelectual liberal cuya funcin eseminentemente crtica frente a la sociedad4 sea sta cual sea fueron con-siderados como restos de una concepcin burguesa y elitista de la cultura,a la que fueron asociados figuras mayores de la literatura latinoamericanacomo Carlos Fuentes, Vargas Llosa y, en ocasiones, el propio Cortzar, quetuvo que responder recurrentemente a los reproches de no pocos de suscolegas. La tensin entre las instituciones cubanas y la reivindicacin de suderecho a crtica por parte de los intelectuales amigos de la revolucin nohizo sino crecer con el paso de los aos hasta llegar a un punto crtico aprincipios de la dcada de los setenta. Las crticas por el apoyo de Fidel ala invasin sovitica de Checoslovaquia y por la creciente burocratizacin

    de la cultura tuvieron como respuesta un clima de hostilidad institucionaly el surgimiento de una retrica antiintelectual que poco a poco fue gra-maticalizndose hasta aparecer como un discurso ms o menos codificado yreconocible.

    4El ejemplo de Mario Vargas Llosa es prolfico en metforas sobre la funcin del escritorliberal: la literatura es fuego, la escritura como insurreccin permanente, el escritorcomo aguafiestas y eterno descontento. Pueden consultarse sus intervenciones del periodoen Contra viento y Marea, Barcelona: Seix Barral, 1991.

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    El caso Padilla fue, sin duda, la culminacin de esa dinmica anti-intelectualista en que haban entrado las autoridades cubanas y no pocos de

    los escritores ligados a la revolucin. No tanto por el ominoso episodio deencarcelamiento y autocrtica del poeta, sino sobre todo por las reaccionesa las crticas recibidas por los intelectuales crticos. La reaccin de Castroen el I Congreso de Educacin y Cultura (30 de abril 1971), que tachabade basuras o locos de remate a los que se preocupaban por la suerte dePadilla sell un divorcio que vena fragundose aos atrs pero que hall suculminacin definitiva con la declaracin firmada por 62 intelectuales en la

    que se acusaba al rgimen castrista de virar al estalinismo.

    3. UNA LITERATURA VERDADERAMENTE REVOLUCIONARIALo que lata bajo ese violento conflicto era una concepcin diferente

    de la relacin que deban mantener los intelectuales con la arena poltica,algo que en los primeros aos de la revolucin se haba limitado a una batal-la entre diferentes poticas y estticas literarias. A pesar de las excepciones,

    se puede sealar una doble tendencia en ese conflicto esttico: en primerlugar, la de aquellos intelectuales que sealaban la necesaria sumisin de losobjetivos literarios a los objetivos inmediatos de la revolucin, y que habandesarrollado poticas en clave realista acentuando el poder comunicativo dela obra sobre la conciencia de los lectores; en segundo lugar, la de aquellosque conceban el trabajo intelectual como un elemento crtico dentro dela sociedad fuera sta la que fuera y que, adems, afirmaban la paridad

    jerrquica de la serie esttica y la serie poltica: como seala Gilman plante-aban como su tarea la de hacer avanzar el arte del mismo modo que la van-guardia poltica haca avanzar las condiciones de la revolucin, y tambinformulaban que el compromiso artstico-poltico implicaba la apropiacinde todos los instrumentos y conquistas del arte contemporneo (2003: 144).

    Cortzar fue uno de los ms firmes defensores de esta segunda op-cin, y en diferentes textos seal la relacin de complementariedad entre

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    la escritura literaria y la accin poltica, sealando que ambas participabande la entrevisin de un futuro en el que la sociedad humana culminara por

    fin en ese arquetipo del que el socialismo da una visin prctica y la poesauna visin espiritual ([1967]: 177). Esa paridad jerrquica entre la accinpoltica y la prctica literaria abra la posibilidad de realizar, en el mbitode la literatura, una revolucin ms profunda de la que los dirigentes rev-olucionarios haban realizado en el mbito de la poltica prctica. En estesentido, Cortzar afirm repetidamente su admiracin por los guerrillerosque haban conseguido tomar el poder por medio de las armas, pero critic

    tambin la ausencia de un espritu verdaderamente liberador en el procesode institucionalizacin de la revolucin que, segn l, haba convertido amuchos de los revolucionarios en puritanos burcratas.

    ...ellos [los compaeros militantes] opinan que el humor no tiene nadaque ver con la revolucin. Yo creo que s tiene que ver. En Amrica Latina,libro dos grandes batallas, una por la liberacin humorstica, otra por laliberacin ertica, por un humorismo y erotismo integrales que nos liberende todos los tabes que nos llegan, sobre todo, de la tradicin hispnica [...]Contra los comisarios que no tienen sentido del humor y adems son malosamantes (Citado por Gundermann, 2004: 1)

    En un contexto de crtica generalizada a la labor intelectual y de cul-to de la accin armada, Cortzar aluda a otra revolucin posible, muchoms profunda que la que anidaba en la conciencia de los revolucionarios,5 yque no deba limitarse a la toma de poder, sino a una reordenacin de todos

    los aspectos de la vida, incluida la creacin artstica y todo aquello de lo questa daba cuenta. Desde esa posicin, la reflexin de Cortzar sobre la liter-

    5En su polmica con Collazos, afirmaba: ha sido y me temo que seguir siendo uno delos escollos mayores con que tropieza el socialismo a lo largo de su edificacin, y a m meparece que la mayora de los barcos tericos o pragmticos se van a seguir estrellando enese escollo mientras no se alcance una consciencia mucho ms revolucionaria de la que suelentener los revolucionarios del mecanismo intelectual y vivencial que desemboca en la creacinliteraria. Collazos, Cortzar y Vargas Llosa, Literatura en la revolucin y revolucin en laliteratura, Mxico: s. XXI. 1970, p. 51).

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    atura y la revolucin estableci una retrica despectiva burcratas, fun-cionarios, comisarios polticos... para referir a las, segn l, fuerzas

    reaccionarias de la propia Revolucin. Concentradas en la toma de poderpoltico y en la disciplina social desatendan y obturaban la posibilidad deesa revolucin ms profunda, pura liberacin humana, que Cortzar preveaen sus escritos. Desde ese punto de vista, se permita afirmar:

    Pocos dudarn de mi conviccin de que Fidel Castro o Che Guevarahan dado las pautas de nuestro autntico destino latinoamericano; pero deninguna manera estoy dispuesto a admitir que los Poemas humanos o Cien

    aos de soledadsean respuestas inferiores, en el plano cultural, a esas respues-

    tas polticas. (Dicho sea de paso: qu pensara de esto Fidel Castro? No creoengaarme si doy por seguro que estara de acuerdo, como lo hubiera estadoel Che) (en Collazos, Cortzar, Vargas Llosa 1970: 44).

    Este fragmento se inscriba en una reivindicacin de su potica neo-vanguardista como una escritura propiamente revolucionaria, y de l puedenextraerse dos conclusiones de inters. En primer lugar, el mismo nivel jerr-quico atribuido a las obras literarias y a la accin poltica concreta en el

    devenir de la sociedad, y la imposibilidad de someter las obras literarias alos criterios de la inmediatez poltica. En segundo lugar, y en una ciertacontradiccin con lo anterior, la necesidad de ser legitimado por las grandesfiguras de la accin poltica: de forma paradjica, Cortzar autorizaba sudiscurso sobre la autonoma cultural sealando la aceptacin (supuesta) desus tesis por parte de Castro y Guevara.

    La posicin de Cortzar se movi siempre en ese contradictorio ter-

    reno. A pesar de ser el ms firme defensor y terico de que el carcter propi-amente revolucionario de la escritura deba hallarse en los componentes es-pecficamente literarios de las obras, durante los aos sesenta busc siempreser aprobado por aquellos agentes sociales (los dirigentes revolucionarios ylas instituciones culturales) a los que, sealaba, no deba someterse el arte.En ese sentido, son conocidas sus continuas consultas con Fernndez Re-tamar, como representante de la institucionalidad cultural cubana, sobre la

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    conveniencia o no de apoyar determinadas publicaciones sospechosas paralas autoridades cubanas.

    Esa relacin contradictoria de autonoma y dependencia de la obracon respecto a las autoridades revolucionarias es lo que estall en el casoPadilla, y lo que situ en el punto de mira la posicin esttico-poltica deCortzar. ngel Rama seal, en referencia a todo el proceso:

    Aqu es la especificidad y la autonoma de la obra de arte lo que ha re-sultado cuestionado y negado; nadie le ha disputado que todos los sucesosque cuenta su libro son verdaderos, ni que su obra se instala en un realismovlido, socialista y crtico (...). Pero eso no alcanza: se le exige una deter-minada interpretacin de esa realidad bajo la advocacin de un subrepticioidealismo ([1971]: 279).

    4. POLICRTICA: UNA GUERRA DE LENGUAJESPolicrtica a la hora de los chacales fue la respuesta de Cortzar

    a ese quiebre no slo de la relacin entre los intelectuales del boom y lainstitucionalidad cubana, sino sobre todo, de la autonoma de la obra de

    arte en el contexto revolucionario. De entrada, Cortzar trataba de situarsu intervencin en un lugar ambiguamente intersticial entre los dos bandosen pugna, sin referirse explcitamente a ellos. Al aludir en el ttulo a loschacales defina un enemigo que iba a ser objeto de su ira potica, pero eseenemigo no coincida con ninguno de los dos actores bsicos de la polmi-ca, sino con un tercero que haca imposible el entendimiento entre ellosmanipulando y rentabilizando un desacuerdo minsculo:

    De qu sirve escribir la buena prosa, / De qu vale que exponga razonesy argumentos / Si los chacales velan, la manada se tira contra el verbo, /Lo mutilan, le sacan lo que quieren, dejan de lado el resto, / Vuelven loblanco negro, el signo ms se cambia en signo menos, / (...) De qu sirveescribir midiendo cada frase, / De qu sirve pesar cada accin, cada gestoque expliquen la / Conducta / Si al otro da los peridicos, los consejeros,las agencias, / Los policas disfrazados, / Los asesores del gorila, los abogadosde los trusts / Se encargarn de la versin ms adecuada para consumo de /inocentes o de crpulas, / fabricarn una vez ms la mentira que corre, laduda que se / instala (1971: 33).

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    Cortzar trataba de redistribuir, de ese modo, las posiciones compro-metidas en la polmica. Desde un lugar de enunciacin que no coincida con

    el de los intelectuales que haban denunciado a Fidel ni con el de la oficiali-dad cubana, acusaba a un tercer actor de ser el motor verdadero del conflicto:los aparatos culturales y propagandsticos del imperialismo. As, Cortzarsituaba el problema en el mbito del malentendido lingstico producidopor la propaganda de los chacales. Por una parte, ello permita rebajarconsiderablemente la trascendencia esencial del conflicto y relativizar lasacusaciones vertidas entre uno y otro bando. Por otra, desplazaba la prob-

    lemtica a una consideracin sobre los usos del lenguaje, que era el terrenoen el que Cortzar haba ubicado desde haca aos su reflexin sobre lorevolucionario en el arte.

    Ese planteamiento le permita establecer una contraposicin entre ellenguaje utilizado por los chacales y el tipo de escritura literaria con el quesiempre se haba sentido identificado y por el que haba abogado insistente-mente en las polmicas de los aos anteriores. Un uso del lenguaje libre yligado a la corporalidad y a las pulsiones del sujeto se contrapona al lengua-

    je disciplinado, correcto castellano de las agencias de prensa que Cortzarhaba identificado como las causantes de la crisis en la familia intelectuallatinoamericana:

    Entonces no, mejor ser lo que se es, / Decir eso que quema la lengua yel estmago, siempre habr / Quien entienda / Este lenguaje que del fondoviene / Como del fondo brotan el semen, la leche, las espigas. / Y el que

    espera otra cosa, la defensa o la fina explicacin, / La reincidencia o el escape,nada ms fcil que comprar el diario / Made in USA / Y leer los comentariosa este texto, las versiones de Reuter o / De la UPI / Donde los chacalessabihondos le darn la versin satisfactoria, / Donde editorialistas mexicanoso brasileos o argentinos / Traducirn para l, con tanta generosidad, / Lasinstrucciones del chacal con sede en Washintong, / Las pondrn en correctocastellano, mezcladas con saliva/ Nacional / Con mierda autctona, fcil detragar (1971: 33)

    Esa contraposicin dicotmica entre dos concepciones opuestas dellenguaje haba sido, curiosamente, la misma que haba enfrentado a Cortzar,

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    en los aos anteriores, con otros intelectuales que derivaban del compro-miso con la Revolucin una potica realista que pusiera el acento en las

    elementos comunicativos del lenguaje. De hecho, como se ha sealado an-teriormente, Cortzar haba establecido una retrica despectiva para referira las fuerzas conservadoras de la Revolucin, concentradas en la disciplinasocial y lingstica y, por tanto, contrarias a esa revolucin ms profun-da, pura liberacin humana, que Cortzar anunciaba en sus novelas. En supolmica con Collazos haba vinculado directamente esa lnea conservadoracon las opciones literarias realistas y comunicantes, llegando a afirmar

    que el objetivo del arte en la revolucin deba ser alcanzar una conscien-cia mucho ms revolucionaria de la que suelen tener los revolucionarios delmecanismo intelectual y vivencial que desemboca en la creacin literaria(1970, p. 51):

    No me excuso de nada, y sobre todo / No excuso este lenguaje, /Es lahora del Chacal, de los chacales y de sus obedientes: / Los mando a todos ala reputa madre que los pari, / Y digo lo que vivo y lo que siento y lo que

    sufro y lo que / Espero (1971: 33)

    Cortzar construa as en su Policrtica una estrategia tan brillantecomo ambigua. En primer lugar, diriga sus crticas y su ira a un afuerade la polmica, aadiendo un tercer elemento a la disputa contra el cualpareca verosmil que pudieran unirse los dos bandos enfrentados por ella.En segundo lugar, su crtica al comportamiento mezquino de las agencias de

    prensa vehiculaba, de un modo nada ingenuo, una contraposicin entre dosformas de entender el lenguaje que era, curiosamente, la misma con la queCortzar haba criticado a las instituciones culturales cubanas en los aosanteriores. As, reafirmaba sus posiciones intelectuales pero cambiando deoponente: si en las polmicas que precedieron al caso Padilla y, un pocoms tarde, en su novela Libro de Manuel Cortzar opona su concepcinvitalista y librrima del lenguaje a la mojigatera lingstica de los dirigentes

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    revolucionarios, en la Policrtica esa oposicin tomaba como oponente alos chacales del imperialismo.

    En tercer lugar, la respuesta de Cortzar al impasse generado por elcaso Padilla no tomaba, como en el caso de sus compaeros de viaje, laforma de una carta, de un ensayo, de una declaracin o de una reflexinargumentada, sino la de un poema. Ello le permita no slo mantener laambigedad en un conflicto en el que cualquier posicionamiento claro seraledo como una traicin a uno de los bandos, sino, adems, movilizartodos los recursos literarios e ideolgicos que estaban siendo cuestionados

    por el debate, a saber: las competencias especficas del escritor y su espacioprofesional diferenciado.

    5. LA LITERATURIZACIN DEL CONFLICTOEn ese ltimo punto radicaba el ncleo central de la estrategia de

    Cortzar. Como seal Gilman, si la palabra literaria estaba en crisis, latematizacin de esa crisis era el modo en que la palabra poda ser momen-

    tneamente defendida. Cortzar entendi que el campo de los oponentesy de los amigos deba desreferencializarse y rebautizarse (2003: 259). Enese sentido, la literaturizacin del discurso le sirvi a Cortzar para estable-cer los trminos de una negociacin posible. En ese contexto, y sirvindosede la ductilidad de la forma potica, Cortzar trataba de llegar a un com-promiso entre la aceptacin de la postura de las autoridades cubanas y lareivindicacin de una figura del intelectual no sometido por completo al

    poder poltico:Tienes razn Fidel: slo en la brega hay derecho al / Descontento, /

    Slo de adentro ha de salir la crtica, la bsqueda de frmulas / Mejores, /S, pero de adentro es tan afuera a veces, / Y si hoy me aparto para siempredel liberal a la violeta, de los / que firman los virtuosos textos / por-que-Cu-ba-no-es-eso-que-e-xi-gen-sus-es-que-mas-de-bu-fe-te, / no me creo excepcin,soy como ellos, qu habr hecho por / Cuba ms all del amor, / Qu habrdado por Cuba ms all de un deseo, una esperanza. / Pero me aparto ahorade su mundo ideal, de sus esquemas, / Precisamente ahora cuando / Se mepone en la puerta de lo que amo, se me prohbe / Defenderlo, / Es ahora

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    que ejerzo mi derecho a elegir, a estar una vez ms y / Ms que nunca / Contu Revolucin, mi Cuba, a mi manera. Y mi manera torpe, / a manotazos, /Es sta, es repetir lo que me gusta o no me gusta, / Aceptando el reproche de

    hablar desde tan lejos / Y a la vez insistiendo (cuntas veces lo habr hechopara el / Viento) / En que soy lo que soy (1971: 34).

    Cortzar asuma aqu una posicin conciliadora con el poder polti-co cubano y abiertamente crtica con los intelectuales con los que, hastaentonces, haba compartido publicaciones y una determinada lnea de inter-vencin. Sin embargo, esa aparente toma de partido no resultaba, ni mucho

    menos, definitiva. De entrada, reconoca la autoridad moral de Castro paracriticar a los intelectuales crticos, pues el hecho de estar afuera les restabalegitimidad a estos. Sin embargo, acto seguido cuestionaba la consistencia deese razonamiento sirvindose de una retrica abiertamente paradjica: eseafuera poda, en realidad, estar muy adentro.

    A la vez, lanzaba una dura crtica a los intelectuales que haban firma-do la declaracin pblica contra Castro tras la autocrtica de Padilla, llamn-

    dolos intelectuales a la violeta y denunciando su esquematismo y formal-ismo ideolgico. Pero al mismo tiempo, Cortzar se inclua a s mismo en-tre ellos y, hacindolo, romantizaba el tipo de adhesin que Castro habacriticado en esos intelectuales: haber declarado su amor a la revolucin sinparticipar en ella. En ese movimiento de zig-zag, Cortzar declaraba su sep-aracin de esos intelectuales con los que haba compartido hasta entonces suposicin con respecto a Cuba lo cual le valdra, en lo personal, la prdida

    de valiosas amistades y confirmaba su adhesin a las instituciones cubanas.Eso s, esa adhesin se haca desde la posicin de intelectual que el gobiernocubano haba establecido como blanco de sus crticas (repetir lo que megusta o no me gusta).

    De ese modo, el poema de Cortzar reconoca la autoridad de Castropero cuestionaba implcitamente sus fundamentos, y declaraba separarse delos intelectuales que haban roto con el rgimen cubano pero defenda, im-

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    plcitamente, su posicin intelectual. Como puede verse, Cortzar parecaluchar contra s mismo y contra lo que poda y no poda decir en su con-

    tradictoria y simultnea adhesin a las autoridades cubanas y al modelo deintelectual que stas estaban cuestionando con agresividad. Cortzar no s-lo haba abandonado las tcticas grupales de comunicacin (la carta colec-tiva, la declaracin. . . .) sino que, valindose de los mismos recursos que lasautoridades cubanas haban puesto en jaque (la literaturizacin, la parado-

    ja, la ambigedad...), diseaba una posicin de dctil equidistancia que lepermitira no romper con el rgimen cubano pero tampoco con la idea de

    intelectual que ste haba expulsado de su proyecto revolucionario. Desdeesa posicin escriba:

    Nadie espere de m el elogio fcil, / Pero hoy es ms que nunca tiempode decisin y de aguas / Claras: / Dilogo pido, encuentro en las borrascas,policrtica diaria, / Ni acepto la repeticin de humillaciones torpes, / Noacepto risas de los fariseos convencidos de que todo anda / Bien despus decada ejemplo, / No acepto la intimidacin ni la vergenza. Y es por eso que /Acepto / La crtica de veras, la que viene de aquel que aguanta en el / timn,

    / de aquellos que pelean por una causa justa, all o aqu, en lo / alto o enlo bajo, / y reconozco la torpeza de pretender saberlo todo desde un mero/ escritorio / y busco humildemente la verdad en los hechos de ayer y de /maana (1971: 35).

    En ese contexto tan literaturizado, slo un neologismo como poli-crtica, poda articular las diferentes lneas de sentido que Cortzar ponaen juego en su poema. La ingeniosa palabra mezclaba los trminos de polti-

    ca y crtica y aluda tanto al concepto de autocrtica con que Padilla sehaba acusado a s mismo de todos los pecados del intelectual como a la ideade grito por medio del francs cri6, como estrategia discursiva para

    6Acompaaba al poema una explicacin del ttulo: Hablando de los complejos prob-lemas cubanos, una amiga francesa mezcl los trminos crtica y poltica, inventando lapalabra policritique. Al escucharla pens (tambin en francs) que entre poli y tique se situ-aba la slaba cri, es decir grito. Grito poltico, crtica poltica en la que el grito est ahcomo un pulmn que respira; as he entendido siempre, as la seguir sintiendo y diciendo.Hoy hay que gritar una poltica crtica, hay que criticar gritando cada vez que se lo cree

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    salir de la crisis. Lo importante no era tanto los sentidos que esa palabraconvocara, sino que Cortzar se sirviera de su polisemia y de su indetermi-

    nacin para vehicular la ductilidad de su posicin en el debate. Esta era, sinduda, la apuesta de Cortzar: que el carcter hiperliterario de su interven-cin bloqueara una hipottica respuesta conceptual ya que, como se ve,los conceptos y las posiciones gozaban de una extrema movilidad en el inte-rior del poema e invitara al lector a reparar en sus hallazgos literarios msque en su confusa declaracin de principios:

    y te busco la cara, Cuba la muy querida, y soy el que fue a ti / como seva a beber el agua, con la sed que ser racimo o canto. / Revolucin hechade hombres, / Llena estars de errores y desvos, llena estars de lgrimasy / Ausencias, / Pero a m, a los que tantos en horizontes somos pedazosde / Amrica Latina, / T nos comprenders al trmino del da, / Volver-emos a vernos, a estar juntos, carajo, / Contra hienas y cerdos y chacalesde cualquier meridiano, / Contra tibios y flojos y escribas y lacayos / EnPars, en La Habana o Buenos Aires, / Contra lo peor que duerme en lomejor, contra el peligro / De quedarse atascado en plena ruta, de no cortarlos nudos / Machetazo limpio, / As yo s que un da volveremos a vernos,/ Buenos das, Fidel, buenos das, Hayde, buenos das mi Casa, / Mi sitio

    en los amigos y en las calles, mi buchito, mi amor, / Mi caimancito herido yms vivo que nunca, / Yo soy esta palabra mano a mano como otros son tusojos o tus / Msculos, / Todos juntos iremos a la zafra futura, / Al azcarde un tiempo sin imperios ni esclavos (1971: 35-36).

    El ltimo tramo del poema se atreva, incluso, con una parodia de laoracin catlica Ave Mara, pero referida a aqu a la Revolucin cubana yhaciendo un juego de palabras con el apellido de Hayde Santamara, direc-

    tora de la Casa de las Amricas y personaje central de la crisis.7 As, tratabade desacralizar a la Revolucin (llena estars de errores y desvos) y de in-scribir la crisis de la familia intelectual en una serie ms amplia de inevitables

    justo: slo as podremos acabar un da con los chacales y las hienas (Policrtica a la horade los chacales 1971, pp. 36).

    7Cortzar escribi tambin una carta a Santamara en febrero de 1972 explicndoledetenidamente su posicin ante la crisis de la familia intelectual, que aparece recogida porCroce (2006: 240-250).

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    problemas y, de ese modo, intentar relativizar su importancia y su trascen-dencia, al contrario de lo que haban hecho la mayora de los contendientes

    en ella.Tras esa deriva irnica y auto-pardica, en la que Cortzar exhiba sucapacidad para los juegos estticos y convocaba algunas de sus ms valoradascapacidades literarias, el poema se cerraba con un giro mucho ms serio, im-buido de retrica, en el que Cortzar peda a Castro lo que ste haba negadoen el I Congreso de Educacin y Cultura, a saber: la posibilidad de que losintelectuales se arrogaran el derecho de defender a la Revolucin. En estos

    ltimos versos Cortzar trataba de dar vuelo potico a unas imgenes ex-tradas del repertorio del discurso revolucionario y, por ello mismo, quizsexcesivamente voluntaristas y trilladas, que contrastaban con la vitalidad deotras partes del poema.

    Lo importante, sin embargo, no radicaba en el acierto o en el fraca-so esttico del poema, sino en el hecho mismo de que Cortzar recurrieraa la forma potica y a sus recursos expresivos para escenificar ese encuen-tro entre el lenguaje revolucionario y la figura del intelectual crtico que lmismo encarnaba. En ningn otro registro discursivo esa negociacin entreestticas y poticas de tan diferente calado hubiera podido llevarse a cabosin violencia:

    Hablmonos, eso es de hombres: al comienzo / fue el dilogo. Djamedefenderte / cuando asome el chacal de turno, djame estar ah. Y si no lo

    / quieres, / oye, compadre, olvida tanta crisis barata. Empecemos de nuevo,/ di lo tuyo, aqu estoy, aqu te espero; toma, fuma conmigo, / largo es elda, el humo ahuyenta los mosquitos. Sabes, / nunca estuve tan cerca / comoahora, de lejos, contra viento y marea / El da nace (1971: 36).

    6. CONCLUSINEl recurso a la paradoja literaria con que se cerraba el poema (nunca

    estuve tan cerca como ahora, tan lejos) sellaba la posicin esttico-ideolgica

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    que Cortzar haba construido en l. Por una parte, certificaba una adhe-sin al rgimen cubano que los ltimos acontecimientos haban cuestion-

    ado, pero esa adhesin se haca reivindicando, a la vez, los valores intelec-tuales que Castro haba cuestionado. Por otra parte, las caractersticas es-tticas del texto situaban su argumentacin en un espacio diferente al de laconfrontacin racional de ideas, lo que le permita contradecir sus propiosargumentos sin que ello fuera ledo como un error sino, ms bien, como unrecurso literario que ayudaba a ensanchar los trminos del debate.

    Podra pensarse, pues, que la respuesta de Cortzar a la crisis desa-tada por el caso Padilla fue coherente con la concepcin de la escrituray de la literatura que ste haba defendido en los aos anteriores. Desdeotro punto de vista, podra sealarse que esa coherencia slo se dio en unplano formal y que, en lo esencial, la respuesta de Cortzar no fue ms queuna capitulacin ante la embestida que Castro haba emprendido contra lafigura del intelectual crtico. Ms productivo nos resulta pensar, entre estas

    dos posiciones, que Cortzar se serva de la concepcin vanguardista quesiempre haba defendido y de los procedimientos literarios que de ella sederivaban para establecer su posicin en el debate sin romper con ningunode los bandos en conflicto, lo cual exiga un movimiento contradictorio derechazo y simultnea aceptacin de las tesis de unos y otros.

    La movilidad de su posicin enunciativa, escenario de una nego-ciacin entre diferentes representaciones del intelectual y de la escritura,

    se presentaba, pues, a la vez en concordancia y en contradiccin con la con-cepcin experimental y crtica de la literatura que, en sus textos tericos,haba equiparado a la experimentacin poltica de la revolucin. Sntoma deuna posicin intelectual conflictiva y vacilante, la potica de negociacionesde la Policrtica... anunciaba el desplazamiento de la polmica concep-tual al terreno de las formas literarias. Un desplazamiento que sera, a lapostre, determinante para el destino de la literatura latinoamericana en los

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    aos setenta, cuyas tensiones mayores aparecan ya delineadas, aunque deun modo embrionario, en esa condensacin de conflictos, negociaciones y

    compromisos contradictorios que fue Policrtica a la hora de los chacales.BIBLIOGRAFA

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    recibido: octubre 2008

    aceptado: febrero 2009

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