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LA POSICIÓN DE LA JERARQUÍA ECLESIÁSTICA (CATÓLICA) ANTE LA INDEPENDENCIA DE LATINOAMÉRICA Q.·. H.·. J. EDMUNDO DIAZ DIAZ, M.·. M.·. R.·.L.·. Lautaro Nº 197 Or.·. de Caracas, Venezuela. Documento de la Biblioteca de la R.·. L.·. Lautaro Nº 197 I. INTRODUCCIÓN
En un trabajo anterior me planteé la tarea de hacer un análisis del comportamiento de la jerarquía eclesiástica dependiente del Vaticano (en adelante citada sólo como la iglesia), ante los hitos fundamentales de la historia de Latino América, desde la independencia hasta nuestros días. Una tarea tan ambiciosa no podía quedar contenida ni tratada con una profundidad que permitiera extraer conclusiones válidas, en el espacio de una plancha de 8 o 9 páginas, por lo tanto, estimulado por algunos hermanos, me he propuesto desglosar esos hitos fundamentales en sucesivos trabajos que darán cuenta de uno en uno, de los aspectos que juzgo esencial para entender y caracterizar el comportamiento de la iglesia, a la vez que apreciar el papel que ha jugado en nuestra historia..
En esta oportunidad me he propuesto tratar el primer paso fundamental en nuestra historia como naciones desligadas del gobierno de España, La Independencia.
Nuevamente debo hacer hincapié en la dificultad de encontrar material documental, que sustente la opinión mayoritaria de las capas intelectuales ligadas a la historia y la política latinoamericanas, opinión que en resumen juzga a la iglesia como un factor contrarrevolucionario y firme defensor de nuestro status colonial y, para la cual, la independencia y el rompimiento de las cadenas que nos unía a España y el Rey, eran claramente una expresión herética de evidente rebelión contra la legítima autoridad del Rey puesto en ese lugar por mandato divino.
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II. LAS JUNTAS DE GOBIERNO.
Aunque en varios países hay intentos previos por sacudirse el dominio de España, no fue hasta 1810 que estos intentos se concretaron en los primeros pasos firmes en dirección a este objetivo, no es del caso analizar las causas que condujeron (a imitación de las formadas en España por las comunidades para luchar contra la invasión napoleónica), a la formación de las llamadas Juntas de Gobierno y, bajo el pretexto de resguardar los dominios españoles para el momento en que Fernando VII volviera a gobernar, ocultaban las intenciones de la mayoría criolla de sacudirse el yugo español.
Por todos debe ser conocido el camino que se recorrió hasta afianzar la independencia y las vicisitudes que dieron origen a las naciones que conforman lo que hoy llamamos Latinoamérica. Sin ser iguales, el proceso fue más o menos parecido en todas las regiones, siendo el primero en tener éxito el de las regiones dependientes del Virreinato del Río de La Plata. En este punto es necesario dejar en claro que todas las Juntas de Gobierno constituidas, de una manera u otra, continúan utilizando el derecho de patronato, es decir, ejercen el derecho que tenía la corona de manejar los asuntos eclesiásticos en su territorio.
El obispo de Buenos Aires, Benito Lué y Riega se mostró contrario a la Primera Junta, la que una vez constituida no le autorizó a efectuar una visita pastoral a los establecimientos eclesiásticos de su diócesis, el motivo fundamental era que siendo Lué un realista, que se había opuesto a la constitución de la Junta, temía con fundadas razones, que el obispo aprovechara su misión evangélica para viajar a Montevideo y unirse a los sectores realistas que allí conspiraban, El Obispo muere dos años después.
El obispo Orellana de Córdoba se unió en cambio al movimiento contrarrevolucionario encabezado por Liniers, y fue desterrado en 1818. Videla del Pino de Salta, fue desterrado por Belgrano por actuar para el grupo realista. Argentina quedó durante esos años sin figuras rectoras en sus episcopados. Aunque dieciséis religiosos firmaron la declaración de independencia del Río de la Plata.
En Bolivia Moxó y Francolí de Charcas adoptó una posición moderada y conciliadora, y aunque recibió triunfalmente a las tropas liberadoras de Buenos Aires, fue igualmente destituido en 1816. Mientras que Remigio de La Santa y Ortega de La Paz era un convencido realista, huyendo a España en 1814. En Santa Cruz estaba Javier de Aldazábal, y aunque aceptó la revolución murió en 1812 dejando vacante su sede hasta 1821. En Paraguay el doctor Francia depuso a Antonio Roque de Céspedes alegando su demencia.
En Colombia el obispo de Santa Fe de Bogotá, don Juan Bautista Sacristán, no fue aceptado en un primer momento, y después, adoptando una postura conciliadora, se le dejó gobernar su diócesis; murió en 1817. Igualmente, el Obispo de Santa Marta, Sánchez Serrudo, murió en 1813. Carrillo de Cartagena fue expulsado en 1812 porque no aceptó a la Junta Revolucionaria. No obstante en Santa
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Fe de Bogotá, tres sacerdotes fueron miembros de la junta de 1810 y 9 participaron en el congreso de 1811.
En México, Primo Feliciano Marín de Monterrey, Llanos de Chiapa y Estévez de Yucatán, especialmente Manuel Ignacio González del Campillo de Puebla obraron de manera indiferente o francamente contraria a la primera revolución
En Perú en cambio José Pérez y Armendáriz de Cuzco no se opuso a los insurgentes, por lo que, aplastada la rebelión, el obispo fue depuesto por Fernando VII. Los restantes obispos peruanos apoyaron a los realistas contra la independencia;
En América Central, el obispo Casaus y Torres de Guatemala atacó al movimiento emancipador con una pastoral muy intransigente, pero trece religiosos firmaron el Acta de Independencia.
En Venezuela, como antecedente previo, puede citarse al obispo de Mérida Santiago Hernández Milanéz quién en una pastoral a propósito del primer desembarco de Miranda en Coro lo califica de ateo, enemigo de Cristo y agente de los herejes ingleses, amenaza con la excomunión a cualquiera que lea o reciba las proclamas del sedicioso.
La historia oficial exalta y recuerda la actuación del cura Madariaga, se olvida o no se menciona la actuación de la jerarquía, que no apoya activamente la independencia sino que toma una actitud de espera, esta actitud contraria se pone de manifiesto en la declaración de los eclesiásticos ante el terremoto del Jueves Santo de 1812, acusando a los patriotas de haber despertado la ira divina, declaración que fue avalada por el silencio del obispo Coll y Prat. Éste es llamado a España durante la reconquista debido a su actitud poco militante contra los patriotas, mucho más tarde sirve de intermediario entre Bolívar y la Iglesia.
La iglesia nada hace posteriormente para detener la ola de asesinatos desatada por los españoles durante el período de la reconquista, acaecida después de la capitulación de Miranda.
En Chile, la mayoría del clero acató la posición contrarrevolucionaria de la iglesia, según el historiador J T Medina, de los 190 sacerdotes que había en Stgo, sólo 22 eran partidarios de los patriotas, y de los 500 del país no pasaban de 70 los del bando patriota, es decir más del 80 % actuó contra la independencia.
Si consideramos la jerarquía, el vicario capitular, don José Santiago Rodríguez Zorrilla, era realista, y el obispo de Concepción Diego Antonio Martín de Villoria apoyó en 1813 la contrarrevolución realista, y en 1815, ante el triunfo de los patriotas, huyó a España.
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II. LA CONTRA REVOLUCIÓN.
1815 casi un centenar había pagado junto a Hidalgo y Morelos su adhesión a la causa de la independencia Posteriormente a la constitución de las Juntas de Gobierno, los procesos regionales se aceleraron y prácticamente todos los futuros países declararon su independencia, de todos ellos el único que se perdió definitivamente para la corona española fue el virreinato de La Plata, ya que la contrarrevolución surgida de la reposición de Fernando VII en su trono, triunfó temporalmente en casi todos los territorios sublevados, en este proceso todos los eclesiásticos de jerarquía que participaron activamente en el bando de los patriotas, fueron separados de sus cargos y llamados a España, distinto fue el destino de los curas de pueblo a los cuales no se dudó mucho en eliminarlos físicamente como fue el caso de los curas mexicanos donde había.
En Venezuela se puede citar que la Iglesia nada hace para detener la ola de asesinatos desatada por los españoles durante el período de la reconquista, acaecida después de la capitulación de Miranda.
En el tema que se está tratando no puede dejar de mencionarse que en la lucha independentista, ambos bandos buscaron el apoyo ideológico y material de la Iglesia, aunque como sabemos, la mayor parte de la jerarquía eclesiástica apoyó la causa realista. Bajo el Patronato los obispos eran elegidos por la corona, y por ello, en cierto modo, le quedaban subordinados. La inmensa mayoría de ellos procedían de la península, se identificaban con los intereses de España y se daban cuenta de la amenaza que la revolución y la ideología liberal significaban para la preeminente posición que ocupaba la Iglesia. Los obispos de cuya lealtad a la corona se sospechaba eran devueltos a España, o definitivamente apartados de sus diócesis. Además, entre la restauración absolutista de Fernando VII en 1814 y la revolución liberal española de 1820, la metrópoli proveyó 28 de las 42 diócesis americanas con nuevos obispos de incuestionable lealtad política. Sin embargo, hubo pocos casos de obispos que claramente simpatizaran con los patriotas –Antonio de San Miguel en Michoacán y José de Cuero y Caicedo en Quito–.
En Chile el obispo de Santiago José Santiago Rodríguez Zorrilla fue marginado de su cargo por las autoridades del gobierno, por sus actividades contrarrevolucionarias y defensoras del orden realista, en la reconquista fue restablecido en su autoridad y se constituyó en un poderoso auxiliar del gobierno realista de la reconquista con Marcó del Pons a la cabeza.
Paralelo con este acontecimiento se restableció la Inquisición la que jugaba el papel de proteger al sistema contra las infecciones del liberalismo.
No es del caso repetir aquí lo que debe ser conocido por todos, la contrarrevolución o reconquista triunfante se extiende años más, años menos dependiendo de los países, desde 1813 hasta 1824 fecha en que derrotadas las fuerzas españolas en Ayacucho por Sucre, pierden definitivamente todas sus posesiones continentales en América. Es en este período donde se destaca nítidamente el papel jugado por la iglesia durante la independencia, en plena lucha, en Enero de 1816
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el Papa Pío VII publica su encíclica Etsi Longissimo Terrarum (Aunque inmensos espacios de tierra). Como ejemplo supremo de lo postulado más atrás incluyo a continuación la famosa encíclica de Pío VII sobre la independencia de Las Américas, y de la cual es ilustrador leer algunos párrafos.
A los venerables hermanos, Arzobispos y Obispos y a los queridos hijos del Clero de la América sujeta al rey
Católico de Las Españas:
Pío VII PAPA
Venerables hermanos o hijos queridos, salud y nuestra Apostólica Bendición. Aunque inmensos espacios de tierras y de mares nos separan, bien conocida Nos es vuestra piedad y vuestro celo en la práctica y predicación
de la Santísima Religión que profesamos.
Y como sea uno de sus hermosos y principales preceptos el que prescribe la sumisión a las Autoridades superiores, no dudamos que en las conmociones de esos países, que tan amargas han sido para Nuestro Corazón, no habréis cesado de inspirar a vuestra grey el justo y firme odio con que debe mirarlas.
Sin embargo, por cuanto hacemos en este mundo las veces del que es Dios de paz, y que al nacer para redimir al
género humano de la tiranía de los demonios quiso anunciarla a los hombres por medio de Sus ángeles, hemos creído propio de las Apostólicas funciones que, aunque sin merecerlo, Nos competen, el excitaros más con esta carta a no perdonar esfuerzo para desarraigar y destruir completamente la funesta cizaña de alborotos y
sediciones que el hombre enemigo sembró en esos países.
Fácilmente lograréis tan santo objeto si cada uno de vosotros demuestra a sus ovejas con todo el celo que pueda los terribles y gravísimos prejuicios de la rebelión, si presenta las ilustres y singulares virtudes de Nuestro carísimo Hijo en Jesucristo, Fernando, Vuestro Rey Católico, para quien nada hay más precioso que la
Religión y la felicidad de sus súbditos; y finalmente, si se les pone a la vista los sublimes e inmortales ejemplos que han dado a la Europa los españoles que despreciaron vidas y bienes para demostrar su invencible adhesión a la fe y su lealtad hacia el Soberano.
Procurad, pues, Venerables Hermanos o Hijos queridos, corresponder gustosos a Nuestras paternales
exhortaciones y deseos, recomendando con el mayor ahínco la fidelidad y obediencia debidas a vuestro Monarca; haced el mayor servicio a los pueblos que están a vuestro cuidado; acrecentad el afecto que vuestro Soberano y Nos os profesamos; y vuestros afanes y trabajos lograrán por último en el cielo la recompensa
prometida por aquél que llama bienaventurados e hijos de Dios a los pacíficos.
Entre tanto, Venerables Hermanos e Hijos queridos, asegurándoos el éxito más completo en tan ilustre fructuoso empeño, os damos con el mayor amor Nuestra Apostólica Bendición.
Dado en Roma en Santa María la Mayor, con el sello del Pescador; el día treinta de enero de mil ochocientos diez y seis, de Nuestro Pontificado el décimosexto.
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Cuando se juzga el papel representado por la iglesia en el proceso de la independencia debemos remitirnos a los documentos emanados por quienes tienen la autoridad para imponer criterios y líneas de acción, en la iglesia, cual monarca absoluto, gobierna el Papa, su voz es ley y no hay apelación, más aún cuando desde el siglo XIX su voz es la voz de Dios.
Congruente con este documento no hay manera de defender una posición distinta, la jerarquía estuvo contra la independencia durante todo el proceso, las voces disidentes sobre este particular fueron castigadas durante la reconquista, ya sea con la separación de sus cargos, su internación en conventos, especialmente en España o como en el caso mencionado de México con la muerte, que aunque no tuvo a la iglesia como protagonista, no movió un dedo para defender a sus miembros condenados.
En la medida que la lucha se inclinaba por la causa independentista, y los territorios se iban liberando, los eclesiásticos adeptos a la corona se trasladaban, si podían, a territorios aún bajo control realista, al menos los que habían tomado una actitud abierta y beligerante, los que no pudieron hacerlo, fueron suspendidos o separados de sus cargos, o confinados a algún lugar de castigo por las nuevas autoridades, utilizando el derecho de patronato. este fue el caso de obispos, principales de las órdenes religiosas existentes o curas de alto rango, el cura de parroquia es un caso totalmente distinto y no está en las intenciones de este trabajo tocarlos.
III. LA INDEPENDENCIA
A partir de 1824 se consolida la independencia de las ex colonias españolas, Fernando VII aún abriga la esperanza de una reconquista y emprende algunas acciones militares en México pero todas fracasan, es en este momento cuando el nuevo Papa, León XII cediendo a las presiones de Fernando a través del embajador español en el Vaticano, publica una nueva encíclica condenando la independencia de Latino América y doliéndose de las pérdidas sufridas por la Iglesia, esta encíclica o carta pastoral dirigida a la iglesia americana, aparece en un mal momento y refleja la falta de conocimiento de la realidad continental o la falta de olfato político.
El error fue de tal magnitud que incluso los eclesiásticos de esta región trataron de ocultarla y de hecho no tuvo difusión fuera de las altas esferas de la política, del clero y del gobierno. Incluso hoy es un documento difícil de encontrar, a continuación se cita in extenso.
A los venerables hermanos, los arzobispos y obispos de América
León XII Papa
Venerables hermanos, salud y la bendición apostólica. Aunque Nos persuadimos habrá llegado hace ya tiempo
a vuestras manos la encíclica que, en la elevación de nuestra humildad al solio de san Pedro, remitimos a todos los Obispos del orbe católico, es tal el incendio de caridad en que nos abrasamos por vosotros y por vuestra
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grey, que, hemos determinado, en manifestación de los sentimientos de nuestro corazón, dirigiros
especialmente nuestras palabras.
A la verdad, con el más acerbo e incomparable dolor, emanado del paternal afecto con que os amamos, hemos recibido las funestas nuevas de la deplorable situación en que tanto al estado como a la iglesia ha venido a reducir en esas regiones la cizaña de la rebelión, que ha sembrado en ellas el hombre enemigo, como que
conocemos muy bien los graves perjuicios que resultan a la religión, cuando desgraciadamente se altera la tranquilidad de los pueblos. En su consecuencia, no podemos menos de lamentarnos amargamente, ya observando la impunidad con que corre el desenfreno y la licencia de los malvados; ya al notar cómo se
propaga y cunde el contagio de libros y folletos incendiarios, en los que se deprimen, menosprecian y se intentan hacer odiosas ambas potestades, eclesiástica y civil; y ya, por último, viendo salir, a la manera de langostas devastadoras de un tenebroso pozo, esas juntas que se forman en la lobreguez de las tinieblas, de las
cuales no dudamos afirmar con San León Papa, que se concreta en ellas como en una inmunda sentina, cuanto hay y ha habido de más sacrílego y blasfemo en todas las sectas heréticas. Y esta palpable verdad, digna ciertamente del más triste desconsuelo, documentada con la experiencia de aquellas calamidades que hemos
llorado ya en la pasada época de trastorno y confusión, es para Nos en la actualidad el origen de la más acerba amargura, cuando en su consideración prevemos los inmensos males que amenazan a esa heredad del Señor por esta clase de desórdenes.
Examinándolos con dolor, se dilata nuestro corazón sobre Vosotros, venerables hermanos, no dudando estaréis
íntimamente animados de igual solicitud en vista del inminente riesgo a que se hayan expuestas Vuestras ovejas. Llamados al sagrado ministerio pastoral por aquel señor que vino a traer la paz al mundo, siendo el autor y consumador de ella, no dejaréis de tener presente que vuestra primera obligación es procurar que se
conserve ilesa la religión, cuya incolumidad, es bien sabido, depende necesariamente de la tranquilidad de la patria. Y como sea igualmente cierto que la religión misma es el vínculo más fuerte que une tanto a los que mandan cuanto a los que obedecen, el cumplimiento de sus diferentes deberes, conteniendo a unos y otros
dentro de su respectiva esfera. Conviene estrecharlo más, cuando se observa que con la efervescencia de las contiendas, discordias y perturbaciones del orden público, el hermano se levanta contra el hermano, y la casa cae sobre la casa.
La horrorosa perspectiva, venerables hermanos, de una tan funesta desolación, Nos obliga hoy a excitar vuestra
fidelidad por medio de este nuestro exhorto, con la confianza de que, mediante el auxilio del señor, no será inútil para los tibios ni gravosa para los fervorosos, sino que, estimulando en todos vuestra cotidiana solicitud, tendrán complemento nuestros deseos.
No permita Dios, nuestros muy amados hijos, no lo permita Dios, que cuando el Señor visite con el azote de su
indignación los pecados de los pueblos, retengáis vosotros la palabra a los fieles que se hayan encargados a vuestro cuidado con el designio de que no entiendan que las voces de alegría y de salud sólo son oídas en los
tabernáculos de los justos; que entonces llegarán a disfrutar el descanso de la opulencia y la plenitud de la paz, cuando caminen por la senda de los mandamientos de aquel Señor que inspira la alianza entre los príncipes y coloca a los reyes en el solio; que la antigua y santa religión, que sólo es tal mientras permanece incólume, no
puede conservarse de ninguna manera en pureza e integridad cuando el reino dividido entre sí por facciones es, según la advertencia de Jesucristo señor nuestro, infelizmente desolado; y que vendrá con toda certeza a verificarse, por último, que los inventores de la novedad se verán precisados a reconocer algún día la verdad y
a exclamar, mal de su grado, con el profeta Jeremías; Hemos esperado la paz y no ha resultado la tranquilidad;
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hemos aguardado el tiempo de la medicina, y ha sobrevenido el espanto; hemos confiado en el tiempo de la
salud, y ha ocurrido la turbación.
Pero ciertamente nos lisonjeamos de que un asunto de entidad tan grave tendrá por vuestra influencia, con la ayuda de Dios, el feliz y pronto resultado que Nos prometemos, si Os dedicáis a esclarecer ante vuestra Grey las augustas y distinguidas cualidades que caracterizan a nuestro muy amado hijo Fernando, rey católico de las
Españas, cuya sublime y sólida virtud le hace anteponer el esplendor de su grandeza el lustre de la religión y la felicidad de sus súbditos; y si con aquel celo que es debido exponéis a la consideración de todos los ilustres e inaccesibles méritos de todos aquellos españoles residentes en Europa, que han acreditado su lealtad, siempre
constante, con el sacrificio de sus intereses y de sus vidas, en obsequio y defensa de la religión y de la potestad legítima.
La distinguida predilección, venerables hermanos, para con vosotros y vuestra grey, que nos estimula a dirigiros este escrito, nos hace, por el mismo caso, estremecer tanto más por vuestra situación, cuanto os
consideramos mayormente oprimidos de graves obligaciones en la enorme distancia que os separa de vuestro común padre. Es, sin embargo, un deber que Os impone vuestro oficio pastoral el prestar auxilio y socorro a las personas afligidas, el descargar de las cervices de todos los atribulados el pesado yugo de la adversidad que los
aqueja, y cuya idea obliga a verter lágrimas; el orar, por último, incesantemente al Señor, con humildes y fervorosos ruegos, como deben hacerlo todos aquellos que aman con verdad a sus prójimos y a su patria, para que se digne su divina majestad imperar que cesen los impetuosos vientos de la discordia y aparezca la paz y
tranquilidad deseada.
Tal es sin duda, el concepto que tenemos formado de vuestra fidelidad, caridad, religión y fortaleza; y en tanto grado Os consideramos adornados de estas virtudes, que Nos persuadimos cumpliréis de modo todos los enunciados deberes que Os hemos recordado, que la Iglesia diseminada en esas regiones obtendrá por vuestra
solicitud la paz y será magníficamente edificada, siguiendo las sendas del santo temor de Dios y de la consolación del Divino Espíritu.
Con esta confianza, de tanto consuelo para Nos, para esta Santa Sede, y para toda la Universal Católica Iglesia, que nos inspiren vuestras virtudes, ínterin el cielo, venerables hermanos, derrama sobre vosotros y sobre la
grey que presidís el auxilio y socorro que le pedimos. Os damos a todos con el mayor afecto la bendición apostólica.
Dado en Roma en San Pedro, sellado con el sello del pescador, el día 24 de Septiembre de 1824, año primero de nuestro pontificado.
Con los pocos párrafos leídos de este documento se puede apreciar que la jerarquía no cejó hasta los últimos momentos en su afán de detener la causa de la independencia.
Pero no toda la Iglesia era tan miope como Fernando o León XII, ya la iglesia Americana había conseguido sobrevivir, aunque no incólume, a los avatares de la independencia, no es casual que en todos nuestros países las Actas de la Independencia, o Constituciones según se desarrolló cada proceso, determinaba como religión oficial y única con exclusión de toda otra la Católica Apostólica y Romana, incluso desde esa temprana época se le mantienen privilegios como una virtual censura de
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la imprenta, en Argentina, Perú, Bolivia países en los cuales se había decretado la libertad de imprenta, ésta fue recortada en todo lo concerniente a publicaciones que afectaran la pureza de la doctrina católica, incluso la impresión de las biblias estaba prohibida si no llevaban la aprobación de la Iglesia. Algunos países fueron aún más lejos, dejando toda la educación en manos de la Iglesia, caso de Perú.
En el caso chileno en el que aún reconociendo la religión católica como oficial, O’Higgins intenta iniciar el proceso de laicización de la sociedad, se encuentra con la fuerte oposición de la Iglesia y de la Oligarquía, causa entre otras que le hizo abandonar el poder y exiliarse, caso parecido padeció San Martín en Argentina.
IV. CONCLUSIONES.
Las causas de porqué la Iglesia mantuvo su poder e influencia a pesar de todas sus pérdidas materiales y su desconexión con su centro rector en Roma, es tema de otro trabajo.
Creo haber mostrado dentro de lo que la documentación disponible ofrece, la verdadera actitud de la Iglesia ante nuestra independencia. La jerarquía nunca estuvo con la causa americana, fue realista en su casi totalidad, los tibios y los que apoyaron la independencia fueron castigados durante la reconquista, los realistas que pudieron, escaparon o emigraron a España ante el triunfo de los patriotas, el clero llano que se plegó a la independencia no fue una mayoría pero tuvo notables próceres en todos los países, muchos de ellos pagaron con su vida la adhesión a la lucha emancipadora.
Posteriormente, consolidada la independencia, los jefes de los ejércitos libertadores, en unión con las oligarquías locales, mantuvieron los privilegios de la Iglesia casi en su totalidad, una fuente importante de discordia fue el patronato que sólo pudo ser resuelto de diversas maneras a través del transcurso de los siglos XIX y XX.
Los líderes que cuestionaron fuertemente los privilegios de la iglesia e intentaron separarla del estado e iniciar una laicización de la sociedad, fueron prontamente excluidos del poder y terminaron su vida exiliados en países distintos a los que los vieron nacer pero esto último es tema de otro y muy distinto trabajo.
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BIBLIOGRAFÍA
Curas en la Independencia: Iván Ljubetic Vargas. C.E.M.E. Rev. P.F.
Etsi Iam Diu y México: Juan María Alponte; México y el Mundo; Oct. 2007
Encíclica “Etsi Logissimo Terrarum”: Píos VII; Vaticano 1816
Encíclica “Etsi Quam Diu”: León XII; Vaticano 1824
Historia de América Latina, La Independencia: Bethell Leslie (Ed). Trad. Angels Solá. Barcelona; Ed. Crítica, 1991
Origen y Trayectoria de la Libertad Religiosa en el Perú: Merlin Alomía Bartra; Universidad Peruana Unión (Rector).
Historia de la Iglesia en América Latina: varias referencias de distintas páginas de Internet.
La Iglesia Frente a la Emancipación Chilena: Hernán Ramírez Necochea: Colección Realidad Americana; Editora Austral.
Diversas Referencias de Internet, Relativas a la Independencia e Iglesia en Varios Países Latino-‐Americanos.