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LA PRESENCIA DE QUINTUJANO EN GONZÁLEZ DE SALAS 1 F. MOYA, J. D. CASTRO Y E. GALLEGO Universidad de Murcia Hemos querido rendir nuestro modesto homenaje al maestro Quintiliano, cuya obra, desde el mismo momento de su escritura, nunca dejó de estar pre- sente en el mundo culto occidental; en González de Salas, humanista hispano del siglo XVII, que se ocupó de Poética, lo estuvo también de modo importan- te. Salas acudirá a Quintiliano al ilustrar la Poética de Aristóteles 2 ; nosotros tra- tamos de ver esa presencia, la cual es de diverso tipo. 1. Quintiliano, fuente de información. a) Salas mantiene, trayendo como ayuda a nuestro autor 3 , que solicitar aplau- so al final de la representación teatral no era algo exclusivo de la comedia, sino costumbre también «usada» en las tragedias. 1. Este trabajo se incluye en el Proyecto DGES PB95-1018. 2. Nueva Idea de la Tragedia antigua o Ilustración ultima al libro singular de Poética de Aristóte- les stagirita, Madrid 1635; acompaña la obra la traducción de las Troyanas de Séneca (Tragedia practica, i observaciones, que deben preceder a la tragedia española intitulada LAS TROIANAS). 5. Cf. p. 148. -Que asi como las malas Fábulas tenían en el vulgo sus ciertos i rigurosos castigos; tam- bién las buenas conseguían Applausos differentes, con que se significaba su approbacion, i assi- mismo faustas i repetidas Acdamaciones. De aqui nació, el pedirse este Applauso en el fin de las Fá- bulas, como para testimonio de que habían agradado, costumbre no solo visada en las comedias sino también en las Tragedias, como lo dice Quintiliano (VI 1)». H37

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Page 1: LA PRESENCIA DE QUINTUJANO EN GONZÁLEZ DE SALAS

LA PRESENCIA DE QUINTUJANO

EN GONZÁLEZ DE SALAS1

F. MOYA, J. D. CASTRO Y E. GALLEGO

Universidad de Murcia

Hemos querido rendir nuestro modesto homenaje al maestro Quintiliano,

cuya obra, desde el mismo momento de su escritura, nunca dejó de estar pre­

sente en el mundo culto occidental; en González de Salas, humanista hispano

del siglo XVII, que se ocupó de Poética, lo estuvo también de modo importan­

te. Salas acudirá a Quintiliano al ilustrar la Poética de Aristóteles2; nosotros tra­

tamos de ver esa presencia, la cual es de diverso tipo.

1. Quintiliano, fuente de información.

a) Salas mantiene, trayendo como ayuda a nuestro autor3, que solicitar aplau­

so al final de la representación teatral no era algo exclusivo de la comedia, sino

costumbre también «usada» en las tragedias.

1. Este trabajo se incluye en el Proyecto DGES PB95-1018. 2. Nueva Idea de la Tragedia antigua o Ilustración ultima al libro singular de Poética de Aristóte­les stagirita, Madrid 1635; acompaña la obra la traducción de las Troyanas de Séneca (Tragedia practica, i observaciones, que deben preceder a la tragedia española intitulada LAS TROIANAS). 5. Cf. p. 148. -Que asi como las malas Fábulas tenían en el vulgo sus ciertos i rigurosos castigos; tam­bién las buenas conseguían Applausos differentes, con que se significaba su approbacion, i assi-mismo faustas i repetidas Acdamaciones. De aqui nació, el pedirse este Applauso en el fin de las Fá­bulas, como para testimonio de que habían agradado, costumbre no solo visada en las comedias sino también en las Tragedias, como lo dice Quintiliano (VI 1)».

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LA I'RF.SFNCIA DE Q U I N T I U A N O EN G O N Z á L E Z DE SALAS

b) Quintiuano le aclara una duda, siendo el único testigo; se trata de una cu­

riosidad que dice tener Salas sobre si las mujeres representaban en el teatro4; le

hace saber que los hombres 'hacían las figuras de mujeres'.

2. Quintiliano autoridad que apoya ideas o avala el modo de obrar de Salas.

a) Apoya la autoría de Séneca de la tragedias Las Troyanas, pues consta que

escribió versos5 (es ocioso recordar que se había mantenido que eran distintos

el autor de la obra en prosa y el tragediógrafo).

b) Respalda la utilización que Salas hace en su traducción de las Troyanas de

palabras antiguas, 'pero no completamente desusadas, que aporten dignidad

sin convertir el texto en arcaizante en exceso'6.

c) Lo cita el humanista para insistir en que los exempla son los argumentos

más eficaces7.

4. Cf. pp. 137-138. -Pero ninguno de los antiguos i Modernos, hablo de quantos io he podido ver, dan ni levemente noticia de una no importuna curiosidad, que a mi se me ha offrecido algunas ve­ces al pensamiento, es pues, Si habia mugeres en aquellas Compañías, que hiciessen las figuras de mugeres, que se introducían en las fábulas; o si eran también hombres, los que las Representaban? Diome occasion a esta duda Quintiliano quando haciendo comparación de Demetrio con Stratocles, ambos grandes Representantes, dice, Que Demetrio hacia con summa bentaja las figuras de los Dioses, de los Jóvenes, i las de los Padres mesurados, i los buenos Siervos; i juntamente las MA­TRONAS, i las MUGERES ANCIANAS de gravedad y respecto, i al contrario Stratocles era superior en las figuras, que tenían necessidad de mas excitada acción.(...). Bien pues parece se puede inferir de Quintiliano, Que hombres eran los que Representaban ambos sexos».

5. Cf. p. 12; Señala Salas que Séneca se dedicó mucho a la Poesía y apoya su testimonio además de en la Apocolocyntosis, en Quintiliano, que cita medio verso de la Medea del hispalense: «... Testi­monio da también de lo mismo nuestro (Lib.9 Inst.cap. 2) Fabio Quintiliano, citando un medio ver­so de la Medea, Tragedia que constantemente todos le atribulen•. 6. Cf. pp 248-49. Dice así: -Oigamos de el erudito (Lib.I c. 6 <39> verba a Vetustate repetita &c.) Quintiliano, quanto de essa forma podran ser de provecho a la gravedad de el Stilo Sublime. Las pa­labras traídas de la Antigüedad, no solo tienen grandes defensores, sino assimismo ponen una cierta magestad en la oración, no sin deleite. Porque la edad las auctorica, i por no ser repetidas ordinariamente, grangean id la virtud de la novedad. Pero es necessaria la moderación, assi en su frequencia, como en que se dissimule su estrañeca, pues no haí cosa mas abhorrecible que la af-fectacion. no traiéndolas de la obscuridad de el tiempo mas anciano, i borrado id de la memoria. como para nosotros serian, maguer, cedo, finojos, &c. Lo mismo dice en 4 otros Lugares. Assi, en mi juicio, communica a la Fábula de LAS TROIANAS no poca grandeca i gravedad, el numero limitado de las voces siguientes, pues siendo decorosas, no son demasiadamente extraordinarias, aces, hues­tes, denuestos, artero, assedio, ledos, mancillas, mesura*.

7. Cf. pp. 5-6: Al defender la libertad, la naturaleza frente a las reglas, dice así: .Las Artes para diri­gir, i (si ansi puede decirse) mejorar las acciones de la Naturaleza se inventaron, pero no por esso quedó destituida la misma Naturaleza de poder alterar el Arte; siendo su Magisterio, ansi como mas antiguo, muchas vezes fogosamente necessario, pues fue la propia Naturaleza primero Maestra de la Arte. Pruebo esto manifiestamente con exemplos, que, como dice Quintiliano, son los argumen­tos más eficaces•.

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d) Es utilizado en cuestiones menos importantes8.

3. Quintiliano ejemplo de las «relaciones» entre el orador y el actor. Ocurre en

varias ocasiones y en sentidos un poco diferentes.

a) Así, por ejemplo, mostrando Salas las virtudes de las tragedias antiguas, re­

cuerda, con el magisterio de Quintiliano, que éstas pudieron servir de ejemplo

a los oradores, pues éstos deben aprender de los actores en los «gestos i accio­

nes» y en la pronunciación9.

b) Mucho más importante y trascendente es la presencia de Quintiliano cuan­

do viene en ayuda de una interpretación «novedosa» de Salas de un pasaje aris­

totélico, pues, con su «colaboración», dice él, puede ser comentado y entendi­

do adecuadamente Aristóteles. Vamos a ver el ejemplo más significativo.

Está comentando Salas, como prometía en su Introducción, el texto de la Po­

ética aristotélica limitándose a aquellos lugares en que los intérpretes o no se

han detenido o han explicado, en su opinión, «bien erróneamente». Para este

comentario sigue el texto latino de la traducción de Daniel Heinsio (también su

nueva «ordenación»). Estamos situados en el capítulo 17 y acaba de ocuparse de

la relación existente entre episodios y acción principal y de ofrecer su conclu­

sión, en este sentido, de Aristóteles. A su nueva «ilustración» da comienzo del si­

guiente modo:

«Ilustre es mucho la enseñanga, que de este capítulo nos resta ahora que tra­

tar. I io la tuve bien advertida aún antes, que la hallase en Aristóteles. Pero te­

rribles son en ellas las contiendas i fatigas de los Interpretes, buscando alguna

luz entre confusas tinieblas. El propio es nuestro intento, por si aquí nos es

también la claridad propicia: Ilustrando juntamente la doctrina de nuestro ma­

estro, con el sentimiento igual de otros excelentes Varones en el arte de el en­

señar».

8. Cf. pp. 81-82 en que lo presenta, junto a otros autores clásicos, como apoyo de la utilización me­tafórica de cothurno como modo de hablar elevado: -I tanto en fin le es conveniente, que el Cot-hurno, adorno de que usaban los personages Trágicos en los pies, para engrandecer la statura de el cuerpo, vino a usurparse por el mismo alto modo de hablar. Asi lo usan Virgilio, Propercio, Horacio, Quintiliano, i con elegancia S. Gerónimo, i otros muchos, de suerte que por la frecuencia de su usurpación vino a recibirse por proverbio». 9. Cf. p. 129 en donde leemos: «RELIQUIAS hai de la Antigüedad, de donde se puede colegir la per­fección, que alcanzaron, i entre ellas no es pequeño argumento, El persuadir (Lib.I. cap. 11) Quinti­liano, que el nuevo Orador se entregue algún tiempo a la disciplina de los buenos Representantes, que le instruían en los gestos, i acciones, i en la que fuere elegante pronunciación».

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LA P R E S E N C I A η κ Q U I N T I L I A N O EN G O N Z á L E Z I>F S A L A S

Tras estas palabras ofrece el texto aristotélico (1455a) en su traducción, par­

tiendo de la latina de Heinsio10•. Dice, pues, (se. Aristóteles)

«Que ha de procurar el Poeta, con quanta diligencia le fuere possible,

vestirse de aquella appariencia i affectos naturales, que quisiere exprimir,

i Imitar en su composición, porque naturalmente son mui poderosos a

mover en las otras personas sus passiones, aquellos que assi las padecen,

i por esso el que está congojado, congoja a quien le mira; i concibe ira, el

que mira al airado». (Decía en griego: δσα δέ δυνατόν, και τοις σχήμασιν

πάθεσίν εϊσί και χειμαίνει ό χειμαζόμενος καΐ χαλεπαίνει ό όργιζόμενος

άληθινώτατα (Poet., 1455).

«Este lugar», añade, «han procurado hacer mas difficultoso sus Expositores,

queriendo que de su original se induzga, que hable en él el Philosopho ex-

pressamente de los Representantes, siendo cierto que no hai inconveniente al­

guno, para que sea el poeta, a quien instruie con este precepto, pues las pala­

bras griegas no lo contradicen».

Es cierto que el pasaje ha planteado problemas y recibido diversas solucio­

nes según se entendiese el τοις σχήμασιν. Así, por ejemplo, Else opina que se

debe traducir el sintagma en cuestión como «figures and forms of speech» (fi­

guras y formas de lenguaje); otros, en cambio, lo interpretan como «actitudes»

(gestos o posturas) como si Aristóteles se estuviese refiriendo a los «represen­

tantes», a los actores; en otra interpretación, se trataría de las «actitudes menta­

les y emocionales que debe adoptar el poeta al estructurar la fábula y perfec­

cionarla con la elocución»" .

Salas, por su parte, había ofrecido su juicio particular12 al defender que en es­

te lugar son aconsejados el poeta, es decir, el autor de la tragedia, y el actor, el

10. Dice así: 'Sed et quantum fieripotest, ipsi habitúa in componenda addendi sunt; máxime enim propter similitudinem eiusdem naturae, qui in perturbationibus sunt, persuadent. Ideoque fluc-tuantem spectatorem efficit, qui fluctuat; et qui irascitur iratum. • (La Poética de Aristóteles dada a nuestra lengua castellana por Don Alonso Ordoñez. Añádese nuevamente el texto griego, la ver­sión latina y notas de D. Heinsio, Madrid, A. Sancha, 1778, p. 262). 11. Cf. V. García Yebra, la poética de Aristóteles, Edición trilingüe, Madrid, Gredos, 1974, pp. 302s (nota 247). 12. García Yebra, que traduce: -Y en lo posible perfeccionándolas también con las actitudes; pues partiendo de la misma naturaleza, son muy persuasivos los que están dentro de las pasiones, y muy de veras agita el que está agitado y encoleriza el que está irritado», coincide con la interpretación de Salas. (Cf. op. cit. p. 188 y nota 247, p. 302).

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representante de ella; el actor es el encargado de transmitir la emoción que

siente el personaje, y el personaje no es más que reflejo de la emoción que ex­

perimentó el autor al idearlo. El actor es un «medio» para la expresión del autor.

Así, para él, con schvmasin se refiere a las emociones del poeta y al tiempo

alude a la «expresión de ellas» por el actor, no sólo a las «appariencias, i exte­

riores acciones de los representantes»13.

En sustento de su interpretación acude Salas a Quintiliano, que, sin duda,

está en el origen de ella, pues ilumina la relación entre actores y oradores, que

Salas sabe profunda, ya que ambos tienen un objetivo común, conmover.

Quintiliano enseñó el cómo el poeta, igual que el orador, pueden infundir e n

sí mismos estos afectos, y podrá convencer a quienes piensan que Aristóteles

se refería sólo a los actores. La importancia del tema es tal que se ha permitido

ofrecer, «en sus pobres palabras castellanas» el amplio pasaje quintilianeo (VI 2,

3-6)14: Dice de esta suerte:

la diligencia maior (según es mi sentimiento) para que podamos mo­

ver affectos en los otros, es que los movamos primero en nosotros mismos;

porque será posible, que parezca ridicula nuestra representación i Imi­

tación de el llanto, de la ira, de la indignación, si la significamos solo

con las apariencias i con las palabras, i no con la verdadera pasión de

el animo. Qual otra es la ragon, que los que se lamentan en la presente

occasion de su pena se vea algunas veces, que con grande elegancia

forman sus quexas, i exclamaciones, I que el enojo haga a los rudos elo-

quentes, sino que entonces se excitó en ellos lafuerga de el animo, i la

verdad de aquellos sentimientos? Por esso es necesario, que en las cosas

que desearemos parezcan verdaderas, representemos los afectos de tal

suerte, que parezcamos nosotros mismos muí semejantes, a los que pa­

decen verdaderamente aquellos affectos; i que nuestras palabras proce-

13. Lo expresa Salas de este modo: «De donde iá entendemos, por qual medio quiere enseñar Aris­tóteles, que podrá communicar el Poeta al auditorio las passiones i afectos humanos, que él tuvo, quando escrebia. Conosciendo de nuestro discurso, que este es el Representante {significóle con la palabra Griega σχήμασι, que denota las 'acciones i appariencias de su semblante'), que usurpa en­tonces la misma figura del Poeta, para la communicacion de las passiones. i assi en esta acción lo que parece conviene al uno, es también para el otro conforme, porque se reputan ambos por uno mismo•.

14. Cf. pp. 62-65.

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dan de aquel animo, que quisiéremos poner en el que las escucha. Por

ventura quedara aquel lastimado, quando me oiere a mi, que sin lasti­

ma le hablo? Quedara airado, si el que pretende irritar la ira, no se

irritó primero? Enternecerase con lagrymas, el que mirare mis ojos en­

durecidos i enjutos? De ninguna manera puede esso succeder. Nada si­

no es el fuego vale para encender, ñipara humedecer i mojar sino es el

agua, ni hai cosa alguna, que communique a otra el color, que ella no

tiene. Necessario es pues, que en nosotros veamos prevalecer primero

aquellas passiones, que quisiéremos, que prevalezcan, en el que nos es­

cucha; i que antes que procuremos mover affectos, nos sintamos nosotros

affectuosamente movidos.

A continuación añade Salas: «Buen interprete de Aristóteles es Quintiliano, i

mas advirtiendo que instruie allí a su Orador, Auctor de la Oración, i de la ac­

ción de ella; el que la compuso, i el que la refiere i representa como decíamos»,

que «en la Tragedia», advierte Salas «venía a ser el Representante, reputándose

por uno mismo con el Poeta».

La identificación de orador-autor y orador-que «pronuncia» el discurso es se­

mejante para Salas a una especie de particular identificación -a nivel de senti­

mientos- del autor de una tragedia y el actor, aunque va un poco más lejos al re­

cordar que en ocasiones autor y actor han coincidido o pueden hacerlo en una

única y misma persona1'.

Así, con el apoyo, además de Horacio16, de este importante texto de Quinti­

liano, puede Salas dar luz, ilustrar, a Aristóteles, y convencer de una vez a los

que juzgan que Aristóteles habló en el lugar referido solamente de las «appa-

riencias y exteriores acciones de los representantes». Salas se siente orgulloso de

15. Dice así: «Quando no huviera sido también costumbre en la Antigüedad, que fuessen los mismos Poetas Trágicos los Representantes principales de sus Tragedias (Al principio de la Sección 8), como después observo, cosa hoi no pocas vezes vista en nuestra Comedia. Pero de cualquier manera, o siendo los Representantes los Auctores, o no siéndolo, huvo de ser parte mui importante, para la ex­citación de los affectos en el Auditorio, la viva i affectuosa acción de los que representaban. Clara­mente se convence ello de lo que después discurrimos en la eminencia, a que llegó la representa­ción antigua, adonde ahora remitimos al curioso» (p. 64). 16. Sobre este lugar de Horacio puede verse F.Moya-A.Morales, .Salas, traductor de Horacio», Refle­xiones sobre la traducción (ed. L. Charlo Brea), Cádiz 1994, pp. 427-444, en especial pp. 432s.

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Quintiliano, un aliado de importancia capital en su tarea de interpretar de ma­

nera diferente algunos pasajes de la Poética.

4. La otra gran cuestión, en la cual la presencia de Quintiliano en la obra de

Salas constituye una garantía la constituye el tema de la «claridad».

Profesa en la teoría Salas la defensa sin paliativos de la «perspicuidad», diri­

giendo toda clase de críticas a quienes sobre todo en su época hacían alarde de

lo contrario.

Clara, dice, ha de ser «la elocución» de todo escritor, poeta o prosista, histo­

riador u orador'7; y para oponerse a la pasión de obscuridad que en su época

reina, recuerda lo que recomienda Quintiliano en un lugar notable (VIII 2

<24>), «que no solo ha de procurar el Orador que se entienda su Oración, sino

que de ninguna manera sea possible el dexarse de entender».

Insistirá en esta defensa en más ocasiones, apoyado por y en Quintiliano,

que sustenta que es oscuro el que no tiene claro lo que tiene que decir y lo

oculta con su estilo enrevesado18. El testimonio de Quintiliano le parece digno

de ser recogido en extenso, pues dice:

«Docto es sin duda el testimonio que dio de esta observación mía

nuestro Español (Lib, 2. Institut. cap. 3- <8-9>) Quintiliano; i que parece

imposible después de leído, no dexe, quien la tuviere, iá demos que pue­

da, secta tan abominable». A continuación ofrece la traducción:

«Propria excelencia es, de el que es mas docto, el mostrarse mas claro,

mas perceptible. PORQUE LA PERSPICUIDAD ES LA MAIOR VIRTUD DE

LA ORACIÓN, i quanto uno es mas inferior en el ingenio, tanto procura

enfurecer mas su Stilo, i encumbrarse, como los que son pequeños de

statura, se empinan sobre los pies; i amenagan mas, los que tienen me­

nos juergas, assi es cierto, que los que escriben con hinchada locución,

17. Cf. pp. 85-86: -La misma passion de Obscuridad padecen otros, que también son Poetas, aunque fabrican en prosa sus Escriptos; pues por tales los constituie su Argumento, i la Imitación, como sa­bemos de Aristóteles. También (lo que mas es) los Historiadores; i los Oradores aun, permittiendo-se tanto menos lugar al que escucha, para averiguar la sentencia envuelta en obscuro lenguage, que al que la descifra con la lección. Por ello dixo (Lib. 8 cap.28) Quintiliano, Que no solo ha de pro­curar el Orador, que se entienda su Oración, sino que de ninguna manera sea possible, el dexar­se de entender. Es lugar notable». 18. Cf. pp. 87-89:«... Pues de la misma forma ha de ser cierto, que va desconfiado de la sentencia, i que de ella no tiene buen concepto, el que no solo no cuida de significarla, sino antes de obscure­cerla...».

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LA l ' K E S E N C I A DE Q l U N T I L I A N O EN G O N Z Á L E Z DE S A L A S

pervertida, i de ruido grande en las palabras; i en fin los quepeccan de

qualquiera manera affectada, dan indicio claro de flaquega, no de va­

lentía; como los miembros hinchados no muestran estar robustos, sino

enfermos; i los que erraron el verdadero camino, se dilatan por rodeos.

Tanto pues aquel sera peor, quanto fuere mas obscuro».

En otra parte, insiste Salas, Quintiliano pregunta (I 6 <4l>) «sipodría hallar­

se cosa tan culpable como la Oración, que para entenderse, tuviesse necesidad

de Interprete, siendo su maior excelencia la Perspicuidad'''».

Remite seguidamente Salas al capítulo en que Quintiliano trata ampliamente

de la claridad (VIII 2), «ia enseñando los medios con que se consiga, iá abomi­

nando los errores, de los que affectaron lo contrario»19,

Quintiliano (VIII 2 <22>) vuelve a estar presente al ejemplificar Salas la obs­

curidad de algunos autores; en ello se detiene bastante, llegando a recordar

«Que huvo un maestro (sin duda entiende de Grammatica, o Rhetorica) que

mandaba a sus discípulos, que obscureciessen la Locución, usando para ello

de el verbo griego, σκότισον, OBSCURECE {da que parece usaba también Hera-

clito)»20.

La claridad es, como se puede apreciar, repetidamente alabada como valor

destacado del discurso. La oscuridad es atacada y ridiculizada. Es evidente que

el ideal retórico quintilianeo de claridad, uno de los pilares fundamentales de su

obra, es incardinado en la Nueva Idea como punto fundamental del quehacer

del tragediógrafo y, sobre todo, como lanza de ataque contra los culteranos.

En fin, no puede ser sino muy representativa la presencia en Salas de un au­

tor que recibe del humanista calificaciones y títulos tales como «crítico latino

doctíssimo y maestro singular de la oratoria», «español divino»21, «honor de la

gloriosa España»22, a cuya consulta remite y cuya atenta lectura recomienda a

19. Dice: "Véase en su original, que no podemos aqui tan descuidadamente detenernos. Passa nues­tro Discurso pues de esta suerte adelante». 20. Cf pp. 92-93; Salas considera que se trata de Heráclito. 21. Cf p. 62 «como dice Quintiliano, no están en nuestra potestad, el propio Español divino inge­niosamente lo enseña-, 22. Cf. p. 63: «No es menos admirable... lo que observa nuestro Quintiliano y Permítanse las deli­cadas orejas a escuchar algún tanto en la rudeca de mis palabras españolas, al que pudo ser honor de la gloriosa España, si aún entre muchos nuestros insignes varones hirviera sido solo•; y en p. 88: •Docto es sin duda el testimonio que dio (...) nuestro Español Quintiliano...•.

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sus lectores21, pues, como proclama Salas, además, dice las cosas mejor que

otros24.

El conocimiento profundo que Salas poseía de la obra del calagurritano le

permite utilizarlo en su beneficio, para aclarar, con soluciones que aún hoy go­

zan de aceptación, (se hayan inspirado o no en él), algún aspecto de un texto

tan complejo y discutido como la Poética de Aristóteles, para apoyar sus ideas

literarias y su postura beligerante.

2.3. Cf. p. 131 en que anima a leer a Quintiliano (II 39), que habla de las diferencias que deben exis­tir en la pronunciación de los actores de tragedias y de comedias. Dice: «LA CUIDADOSA observa­ción de preceptos, con que procedían en la Representación, es también indicio de lo que se aben-tajaron en ella. Pues (Lib.II, cap.3) Quintiliano no solo differencia los modos de pronunciación entre los Representantes Trágicos, i Cómicos; diciendo, Que la de aquellos había de ser grave i con pau­sa, i la de estos mas apressurada; i que assi lo executaron Roscio Cómico, i Esopo Trágico: Sino que distingue los proprios compasses i figuras de el andar, i de el moverse, entre los personages, que pueden introducirse en las acciones de el Theatro. observando otras cosas en aquel Capitulo dignas de ser leídas a este proposito». 24. Es, por ejemplo, en el caso de los afectos. Alaba Salas la interiorización del sentimiento por par­te de algunos actores, y aduce el testimonio de Luciano en sentido similar a su propuesta, pero pro­clamando que, con todo, Quintiliano lo dice de manera más clara: «TAMBIÉN por los effectos se pue­de colegir la eminencia de su acción affectuosa. pues refiere Luciano... I de (Lib.6, cap.2) Quintiliano observo io otra cosa que, aún convence mas, a mi parecer, la fuerya i la verdad artificiosa de su fin­gimiento, siguiendo el assumpto excelente en la Institución de su Orador, que traté arriba, cerca de quanto importe el vestirse verdaderamente de aquel affecto, que se pretende communicar a otro, di­ce, (Vide Ciceronem lib.2 de Oratoré) Que él propio vio muchas vezes representantes, que acaban­do de hacer la figura de alguno, cutos successos habían sido lastimosos, saltan aun después llo­rando de el Theatro. I de aqui venimos a averiguar, ser fácil lo que arriba Luciano dixo, según la misma doctrina de Quintiliano. pues lagrymas verdaderas sin duda suelen producir ternuras seme­jantes• Cf.p. 130.

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