2
La primera de la fila Por Marilyn Veníamos de Bogotá, muchas habían caído pero en la gran ciudad era más difícil que lo notaran. Viajamos miles de kilómetros pero finalmente en Chocó bajaríamos. Algunas llorábamos porque sabíamos lo que estaba por venir, otras ya estaban resignadas y acostumbradas. Desde arriba veíamos como se preparaban para recibirnos pero éramos muchos y ya no había tiempo para detenernos. El momento estaba muy cerca, dentro de poco tiempo estaríamos tan apretadas que la nave se estallaría y no habría más remedio que dejarnos caer. Todas pensábamos que eran unos malditos por no haberse preparado. A última hora acuñaban sacos de arena a las orillas del rio con la esperanza de que eso fuera suficiente. No sabían cuántas llegaríamos, pero por experiencia debieron saber que no seríamos pocas. Entre nosotras nos preguntábamos a qué hora sería, unas pensaban que iba a ser al día siguiente, pero dentro de la nave no había espacio para una sola más. Las de más experiencia nos tranquilizaban. Y tenían razón no era culpa nuestra, así había sido siempre, por naturaleza esas cosas pasaban. Igual no era fácil. Tenía el corazón acelerado como nunca antes, no sabía qué hacer, quería correrme hacia atrás, no quería caer. Por más que luché no pude correrme. La nave se rajó y fui la primera en caer.

La primera de la fila

Embed Size (px)

DESCRIPTION

sembrar, nosotras acabamos el pueblo, nosotras inundamos ese lugar. Cada segundo que pasaba me acercaba a ellos, no quería mirar hacia arriba para no ver quienes Viajamos miles de kilómetros pero finalmente en Chocó bajaríamos. Algunas llorábamos porque la primera en caer. Salí a la velocidad de la gravedad, mientras descendía rezaba para que lo detrás de mi dejaron a todas esas personas sin casas, sin bestias para trabajar sin campos que detenernos. Por Marilyn La primera de la fila

Citation preview

Page 1: La primera de la fila

La primera de la fila

Por Marilyn

Veníamos de Bogotá, muchas habían caído pero en la gran ciudad era más difícil que lo notaran.

Viajamos miles de kilómetros pero finalmente en Chocó bajaríamos. Algunas llorábamos porque

sabíamos lo que estaba por venir, otras ya estaban resignadas y acostumbradas. Desde arriba

veíamos como se preparaban para recibirnos pero éramos muchos y ya no había tiempo para

detenernos.

El momento estaba muy cerca, dentro de poco tiempo estaríamos tan apretadas que la nave se

estallaría y no habría más remedio que dejarnos caer. Todas pensábamos que eran unos

malditos por no haberse preparado. A última hora acuñaban sacos de arena a las orillas del rio

con la esperanza de que eso fuera suficiente. No sabían cuántas llegaríamos, pero por

experiencia debieron saber que no seríamos pocas.

Entre nosotras nos preguntábamos a qué hora sería, unas pensaban que iba a ser al día

siguiente, pero dentro de la nave no había espacio para una sola más. Las de más experiencia

nos tranquilizaban. Y tenían razón no era culpa nuestra, así había sido siempre, por naturaleza

esas cosas pasaban.

Igual no era fácil. Tenía el corazón acelerado como nunca antes, no sabía qué hacer, quería

correrme hacia atrás, no quería caer. Por más que luché no pude correrme. La nave se rajó y fui

la primera en caer. Salí a la velocidad de la gravedad, mientras descendía rezaba para que lo

habíamos imaginado no pasara. Miraba hacia abajo y veía como las personas empezaban a

entrar a sus casas, ya sabían que íbamos para ya.

Cada segundo que pasaba me acercaba a ellos, no quería mirar hacia arriba para no ver quienes

venían detrás mío, seguramente eran muchas. Cuando ya llegaba al piso cerré los ojos, encogí

las piernas y esperé el golpe, yo fui la primera, cuando aún había pueblo, pero las que venían

detrás de mi dejaron a todas esas personas sin casas, sin bestias para trabajar sin campos que

sembrar, nosotras acabamos el pueblo, nosotras inundamos ese lugar.