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La Princesita

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un clásico.

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  • Sara Crewe, una princesita que vivefeliz con su padre en la Indiacolonial, ingresa en un selectocolegio de Inglaterra. A pesar de sufama de persona estricta, laseorita Minchin, directora delcolegio, recibe obsequiosa a la niay promete velar por ella. Pero depronto el capitn Crewe muerearruinado y, de la noche a lamaana, la princesita se convierteen una pobre nia abandonada yhurfana, repudiada por todo elmundo.

  • Frances Hodgson Burnett

    La princesita

    ePub r1.1Hechadelluvia 29.06.14

  • Ttulo original: A little princessFrances Hodgson Burnett, 1905Traduccin: Ana LpezIlustraciones: Ethel Franklin Betts

    Editor digital: HechadelluviaePub base r1.1

  • ISARA

    Una niebla espesa cerraba las calles deLondres. Era un da de invierno, triste yfro. Un cabriol recorra a paso lentolas grandes calles de la ciudad. En elcoche, sentada junto a su padre iba SaraCrewe, una nia excepcional.

    Sara slo tena siete aos, pero secomportaba como una nia mayor, puessu vida haba transcurrido entre adultos.Pasaba gran parte del tiempo echando a

  • volar su imaginacin. Siempreobservaba todo y reflexionaba sobre laspersonas mayores y acerca del mundo aque pertenecan.

    Mientras miraba por la ventanilladel coche, iba recordando el viaje queacababa de hacer desde Bombay, con supadre, el capitn Crewe. Pensaba en elgran barco, en sus compaeros de viaje,en sus conversaciones, en la ciudadhind que haba dejado, en los nios quejugaban en el puente soleado, y enalgunas jvenes esposas de oficiales quesolan llamarla para hacerla hablar yrerse de sus ocurrencias. En fin, todosesos recuerdos se arremolinaban en su

  • cabeza.Pero, sobre todo, pensaba en lo

    curioso que resultaba hallar-se tanpronto en la India, bajo un solabrasador, como en un gran buque enmedio del ocano, y luego encontrarserecorriendo calles extraas, en unvehculo desconocido para ella, y,adems, en una ciudad donde el da eratan oscuro como la noche. Todo esto laintimidaba y se acurruc junto a supadre.

    Pap dijo en voz baja y llena demisterio.

    Qu sucede hijita? contest elcapitn Crewe, estrechndola

  • cariosamente. En qu est pensandomi nia?

    Estamos ya en ese pas lejano?murmur la nia apretndose mscontra su padre.

    S, hija. Hemos llegado por fin respondi el padre no sin tristeza.

    A Sara le pareca que habantranscurrido muchos aos desde que supadre la vena preparando para esepas lejano, as deca siempre lcuando se refera a Inglaterra. Alltranscurrira una etapa muy significativade su vida y la de su padre.

    Su madre muri al nacer ella, ycomo no la haba conocido, nunca la

  • ech de menos. Su joven padre, apuesto,rico y muy carioso, era toda la familiaque tena en el mundo, siempre habanestado juntos.

    Su vida haba transcurrido en unahermosa casa, llena de sirvientes que lehacan reverencias y que al dirigirse aella la llamaban seorita. Tena todo loque poda desear, pero por sobre todaslas cosas, Sara haba tenido un ama quela adoraba.

    Slo una cosa le haba preocupadodurante su breve existencia: era esepas lejano donde algn da lallevaran. El clima de la India eramalsano para los nios, por ese motivo

  • se los enviaban a un colegio enInglaterra tan pronto como fuera posible.Sara haba visto a varias de susamiguitas desaparecer de esa manera, yluego oa que sus padres hablaban deellas y de las cartas que reciban. Sabaque algn da llegara el momento enque ella tambin debera irse. Por eso legustaba tanto escuchar los cuentos delviaje y de ese lejano pas, que supadre le narraba. Pero la entristeca laidea de tener que separarse de su serms querido.

    No podras quedarte allconmigo, pap? haba preguntado encierta ocasin.

  • Su padre le respondi que suausencia no se prolongara muchotiempo. Y agreg:

    Estars en una casa hermosadonde hay muchas nias como t, yjugars con ellas, y yo te enviar muchoslibros y todo lo que t desees. Crecerstan rpido, que no te dars cuenta que eltiempo ha pasado, cuando ya seas losuficientemente mayor y lo bastanteinstruida para regresar a la India acuidar a tu pap.

    A Sara le agradaba la idea deatender su hogar. De sentarse a lacabecera de la mesa junto a su padre yconversar y leer sus libros preferidos, y

  • si para ello deba ir a Inglaterra, estabadecidida a partir. La consolaba pensarque podra leer y estudiar, ya que nohaba otra cosa en el mundo que legustara tanto. No le atraa mucho estarcon otras nias, pero si dispona desuficientes libros, pensaba que no lesera difcil acostumbrarse.

    A veces Sara inventaba historias decosas bellas, que sola contarse a smisma y tambin se las contaba a supap, que los encontraba maravillosas ysorprendentes.

    Bueno, pap dijo Sarasuavemente ya que estamos aqu, lomejor ser resignarnos.

  • El padre sonri ante tal comentario,ms propio de un adulto que de una nia,y la bes con ternura. Pero a l lecostaba resignarse a separarse de supequea Sara y volvi a abrazarla concario.

    Por fin, el coche entraba en la plazagrande y melanclica, donde selevantaba el edificio del colegio.

    Era una casa de ladrillos, de aspectotristn, igual a las otras casas de lacalle. Slo la diferenciaba una placa debronce en la puerta de entrada, donde selea en letras negras:

    Seorita Minchin

  • Internado selecto para seoritas.

    Ya hemos llegado, Sara dijo elcapitn Crewe, tratando de dar a su vozel tono ms animado posible.

    Entonces, la levant para bajarla delcoche, subieron unos peldaos y tiraronde la campanilla.

    Fueron introducidos a un gran saln.El lugar pareca respetable, aunque ajuicio de Sara tena muchos muebles demal gusto. Al sentarse en un incmodosilln de caoba, ech una de suspenetrantes miradas en derredor.

    No me gusta, pap observ;pero, despus de todo, creo que a los

  • soldados, aun a los ms valientes,tampoco les gusta ir a la guerra.

    El capitn Crewe lanz unacarcajada celebrando la ocurrencia desu hija. Era un hombre muy alegre yjovial.

    No s qu voy a hacer sin tuscomentarios tan alegres y tan solemnescoment el capitn. Eres tangraciosa.

    La bes con ternura y sus ojos sellenaron de lgrimas. Fue justamente enese instante cuando la seorita Minchinhizo su entrada en el saln, sonriendo alver al capitn y su hija. Al ob-ervarla, aSara se le antoj muy en consonancia

  • con la casa: alta y desabrida, a la vezque respetable y fea. Tena ojos grandesy fros, y una sonrisa inspida en suslabios. La seorita Minchin se habaenterado de muchas cosas, a travs de laseora que recomendara al capitn; porejemplo, que el padre de Sara era unmilitar joven, inmensamente rico, y biendispuesto a gastar mucho dinero en laeducacin de su hijita.

    Ser para m un gran honorhacerme cargo de tan bella yprometedora nia, capitn Crewe dijo, tomando la mano de Sara yacaricindola. Lady Meredith me hahablado de su extraordinaria inteligencia

  • y talento. Una nia inteligente es, enverdad, un tesoro en una institucincomo la ma.

    La nia, sentada junto a su padre,miraba fijo a la seorita Minchin y,como de costumbre, pensaba en algopoco comn para una chica de su edad.Segn Sara, haba dicho cosas que noeran verdad: no se consideraba hermosa,aunque la gente la encontraba bonita;ms bien se encontraba fecha, por esole haban molestado los halagos de laseorita Minchin. Sara era gil ydelgada, algo alta para su edad y su caraera pequea, pe-ro atractiva. Sus ojos,grandes de color verdegrisceos

  • mostraban una mirada intensa bajotupidas pestaas negras. Su pelo eranegro y abundante.

    Con el tiempo, la muchachitadescubri que la seorita Minchinrepeta los mismos halagos a cadafamilia cuya hija ingresaba al colegio.

    Su padre la haba llevado alinternado porque las dos hijitas de ladyMeredith haban sido educadas en l, yel capitn Crewe apreciaba mucho laexperiencia de esa seora. Sara iba aser lo que solan llamar una pupilaespecial, y gozara de mayoresprivilegios que los usuales en elinternado; dispondra de un bonito

  • dormitorio con salita bien amueblados;tendra su coche con un poni y unadoncella para ocupar el lugar del amaque la haba criado y que haba quedadoen la India.

    Su educacin no me preocupa enlo ms mnimo deca el capitnCrewe mientras acariciaba a su hija.El problema consiste en que aprendecon mucha rapidez. Est siempre con sunaricita enterrada en los libros. Deberajugar ms con las muecas y salir decabalgata o salir de compras.

    Pap advirti Sara, si yosaliese a menudo a comprar muecas,pronto tendra tantas que no podra

  • quererlas a todas. Las muecas sonamigas ntimas, como lo ser Emilia,por ejemplo.

    El capitn Crewe mir a la seoritaMinchin y sta a l.

    Quin es Emilia? preguntextraada la seorita Minchin.

    Cuntale a la seorita, Sara dijo el capitn con una sonrisa.

    La mirada de los ojos de color verdegris de Sara se torn dulce y grave almismo tiempo, al responder:

    Es una mueca que an no tengo,pero que pap est decidido acomprarme. Saldremos juntos para versi la encontramos. La llamar Emilia y

  • ser mi amiguita cuando pap se hayaido. La necesito para conversar con ellay contarle mis cosas.

    La sonrisa agria de la seoritaMinchin se volvi muy lisonjera.

    Qu nia ms original! adul. Y qu graciosa!

    As es asinti el capitn Crewe,rodeando a Sara con el brazo. Es unapersonita preciosa; cudemela mucho,seorita Minchin.

    Sara se aloj con su padre en elhotel, hasta el da en que l se embarcpara la India. Pasearon por la ciudad yvisitaron varias grandes tiendascomprando una enorme cantidad de

  • cosas, muchas ms de las que Saranecesitaba. Entre los dos armaron unguardarropa demasiado abultado parauna nia de siete aos: vestidos deterciopelo, otros de encajes o con ricosbordados, sombreros con plumas,abrigos de armio, cajas de guantes,pauelos y medias de seda. Era tal lacantidad y la calidad de las compras,que las vendedoras de las tiendasmurmuraban entre s: Quin ser estania un tanto extraa y con una miradatan solemne? Tal vez sea una princesaextranjera.

    Visitaron muchas jugueterasbuscando la mueca soada por Sara.

  • Vieron unas que eran grandes; otraspequeas; con ojos negros, con ojosazules; de diferentes colores de pelo,con ropa y sin ella.

  • Visitaron muchas jugueteras

  • Quiero que Emilia sea no como sifuese una mueca de verdad insinuSara. Tiene que mirarme cuando lehable, como si me escuchara. Lo quepasa con las muecas, pap e inclinla cabeza a un lado, reflexionando, esque nunca parecen escuchar.

    Despus de mucho buscar,decidieron continuar la bsquedacaminando y observar mejor losescaparates mientras les segua el coche.Pasaron por dos o tres establecimientos,sin entrar. Cuando al aproximarse a unatienda que en realidad no pareca muyimportante, Sara se sobresalt y oprimiel brazo de su padre.

  • Oh, pap exclam, all estEmilia!

    Su rostro enrojeci y sus ojosbrillaban como si acabase de tropezarsecon su mejor amiga.

    Debe estar esperndonos! dijo. Entremos a buscarla.

    Cuando Sara tuvo a la mueca en susbrazos, le pareci que ambas se habanreconocido inmediatamente y con lamayor naturalidad dijo:

    Emilia, te presento a mi padre.La expresin de ojos de la mueca

    era particular; de color azul claro y demirada inteligente, suaves y espesaspestaas, verdaderas pestaas y no

  • meras lneas pintadas. Era grande,aunque no lo suficiente para resultarincmodo llevarla; tena el cabellorizado de color castao dorado.

    Por supuesto, pap dijo Sara,admirando el rostro de la mueca, quetena sentada en las rodillas. Claroque sta es Emilia!

    Por lo tanto, compraron a Emilia. Lallevaron a una casa de modas infantilesdonde le tomaron las medidas parahacerle una serie de trajes tan suntuososcomo los de la propia Sara. Tendraabrigos, blusas y faldas, unahermossima ropita interior adornada deencajes; tambin tendra guantes,

  • pauelos y pieles.Deseara que pareciese una nia

    que tiene una buena madre, y su mamsoy yo; pero ms que eso, quiero que seami compaera.

    El capitn Crewe haba gozadoenormemente con el paseo, pero laangustia atenazaba constantemente sucorazn. Se acercaba el momento en quedeba separarse de su adorada y singularcompaerita. Esa noche no consiguiconciliar el sueo y se levant acontemplar a su hija que dormaabrazada a la mueca. Emilia parecauna nia de verdad, as que el capitn sesinti reconfortado al contemplar ese

  • cuadro.Ay, Sarita! pens. No creo

    que te imagines cunto ha de echarte demenos tu padre.

    Al da siguiente, Sara y su padre sedirigieron al colegio de la seoritaMinchin, para el ingreso definitivo de lania. El padre, que se embarcara a lamaana siguiente, explic a la seoritaMinchin que sus abogados, los seoresBarrow y Skipworth, eran susrepresentantes legales en sus negociosen Inglaterra. Ellos estaran a sudisposicin para cualquier eventualidad,con orden de satisfacer las cuentas quese les enviara por gastos de Sara.

  • Escribira a su hija dos veces porsemana. Adems, dio instrucciones a laseorita Minchin para que atendiera atodos los deseos y necesidades de suhija.

    Es una pequea muy razonable ynunca pide nada que sea inconvenientepara ella dijo.

    Luego el capitn Crewe se retir conSara a un saloncito. La despedida fuetriste. Se miraron y se abrazaron confuerza. La nia se sent en sus rodillas,y asindole por las solapas, lecontempl el rostro, atenta ycariosamente.

    Me vas a aprender de memoria,

  • Sarita? dijo l, acaricindole elcabello.

    No contest la nia; eso yame lo s desde hace aos porque estsen mi corazn.

    Luego Sara subi a su cuarto paraobservar alejarse el coche que llevaba asu padre. Cuando el coche se alej de lapuerta, Sara estaba sentada en el suelode su habitacin, con ambas manos bajoel mentn y lo sigui con la mirada hastaque dobl la esquina. Emilia estaba a sulado, mirndolo igual que ella.

    Cuando la seorita Minchin envi asu hermana Amelia para ver qu haca lania, se encontr con la puerta cerrada

  • con llave.Yo la he cerrado dijo una

    vocecita corts, desde adentro. Consu permiso, ahora deseo estar sola unrato.

    La seorita Amelia era una mujerrechoncha, de poca estatura y siempretemerosa de su hermana. En verdad,tena el carcter mucho ms agradableque ella y nunca se le ocurridesobedecerla. Volvi, pues, al pisobajo un tanto alarmada.

    En mi vida he visto una nia tanextraa y de modales tan sensatos dijo. Se ha encerrado en su habitacin yno hace el menor ruido.

  • Es mejor, de todos modos, quegritar y patalear como hacen algunas respondi la seorita Minchin. Adecir verdad, tema que, tan mimadacomo est, me alborotara la casa, puessi existe una nia que pueda hacer lo quese le antoje, es ella.

    Quizs ha estado abriendo susbales y puesto las cosas en el roperocontinu Amelia. Jams he vistonada semejante: piel de marta y armioen sus chaquetas y encaje deValenciennes en toda la ropa interior.Te das cuenta de cmo ha venidovestida? Qu te parece?

    Que es ridculo replic la

  • seorita Minchin speramente.Y pens para sus adentros que

    aqulla era una conducta extraa, contoda esa ropa ridcula. Aunque lucirperfecta encabezando la fila para ir a laiglesia el domingo. Parecer unapequea princesa.

    Arriba, en la habitacin cerrada,Sara y Emilia, sentadas en el suelo unaal lado de la otra, tenan los ojos fijosen la esquina por donde desapareca elcoche, mientras el capitn Crewe mirabahacia atrs y saludaba con la mano,tirndole besos.

  • IIUNA LECCIN DE

    FRANCS

    A la maana siguiente, Mariette, ladoncella francesa para atender a Sara,visti a la nia con su uniforme azul y learregl el cabello con una cinta tambinde color azul. Cuando estuvo lista, Sarase dirigi a Emilia que estaba sentada enuna silla adecuada a su tamao, y leentreg un libro.

  • Puedes leer esto mientras yo estoyen clases le dijo.

    Al ver que Mariette la mirabaextraada, agreg:

    Sabes Mariette? Yo creo que lasmuecas tienen un secreto. Ellas puedenhacer muchas ms cosas de las quenosotros creemos. Es probable queEmilia lea, hable y camine, pero slocuando no hay nadie en la habitacin.

    Qu nia ms extraa!, pensMariette, pero en el fondo ya habacomenzado a apreciarla por suinteligencia y sus moda-les tan finos.Sara era una nia muy bien educada, conuna manera encantadora de decir Por

  • favor, Mariette, Gracias, Mariette,esto le haba valido conquistar el cariode la doncella y una fama muy especial,que llegaba hasta la cocina.

    Esa pequea tiene aires deprincesa sola comentar Mariette consus compaeras de trabajo.

    Las dems nias estabanexpectantes. Todas haban odo hablarde ella, desde Lavinia Herbert, que tenacasi trece aos y ya se senta mayor,hasta Lottie Legh, que no tena ms decuatro y era la menor del colegio. Tenangran ansiedad de conocer a esa nia quecontaba con una doncella que la ayudabaa vestirse sacando ropa de una enorme

  • caja.Cuando Sara entr a la sala de

    clases, las que seran sus compaeras lamiraban con curiosidad y hacancomentarios, mientras simulaban leer laleccin de geografa.

  • Cuando Sara entr a la sala de clases, las queseran sus compaeras la miraban con

    curiosidad y hacan comentarios

  • Tiene una caja llena de enaguasde encaje! murmur Lavinia a suamiga Jessie.

    O decir a la seorita Minchin quesus vestidos son demasiado lujosos parasu edad coment otra chica.

    Creo que ni siquiera es bonita.Sus ojos tienen un color muy extrao agreg otra.

    No es que sea bonita como otraspersonas, pero es atractiva.

    Tiene unas pestaas largusimas ysus ojos son verdosos.

    Y as, cada una de las nias queradecir algo con relacin a Sara.

    Cuando Sara entr a la sala, se sent

  • en el lugar que le haba asignado, ypermaneca esperando pacientementeque comenzaran las clases. La habanubicado cerca de la seorita Minchin ycontemplaba a sus compaeras, sinpreocuparse por sus miradas curiosas.Se preguntaba en qu estaran pensando,si sentiran afecto por la seoritaMinchin, o inters por las lecciones y sialguna tendra un padre como el suyo.De pronto, la directora dio una palmadaen su escritorio para llamar a lasalumnas al orden.

    Nias, deseo presentarles a sunueva compaera. Espero que sean muyamables con la seorita Crewe, que

  • viene desde muy lejos, de la India. Y encuanto termine la clase, me gustara quese acerquen a conversar con ella.

    Todas las chicas se levantaron parasaludarla ceremoniosamente. Saratambin se levant y respondi con unareverencia.

    Sara, venga aqu orden laseorita Minchin con su terco tonohabitual. Su padre ha decidido queusted tenga una doncella francesa a sudisposicin. Supongo, pues, que deseaque se dedique al estudio de la lenguafrancesa, de modo especial.

    La chica no saba cmo respondersin parecer insolente o soberbia.

  • Creo que la intencin de mi padrefue que yo me sintiera ms protegida,seorita Minchin.

    Me parece contest la seoritaMinchin con una sonrisa irnica queusted es una nia muy consentida y quesiempre imagina que las cosas se lebrindan para darle placer.

    Ante la dureza de las palabras de ladirectora, Sara enrojeci y se sintidesconcertada. Ella hablaba francs,como idioma materno. Su madre erafrancesa y su padre amaba el idioma desu esposa, de modo que siempre sediriga a su hija en francs.

    Nunca estudi francs, pero

  • trat de explicar la nia.Suficiente, acot en forma

    imperativa la directora debercomenzar ya, el profesor Dufarge estaraqu en unos minutos ms. Mientrastanto, lea este libro.

    Sara se sinti confundida, mir ellibro y se confundi ms an. Se tratabade un libro elemental que comenzabapor decir que le pre, significa el padrey la mre, significa la madre, etc.

    Parece enojada, dijo la seoritaMinchin, dirigindole una miradaamenazadora lamento mucho que no leguste la idea de aprender francs.

    Sara se esforz por iniciar una

  • respuesta que no resultara impertinente:Me gusta mucho, peroNo comience con peros cuando

    se le indique lo que tiene que hacer interrumpi la seorita Minchin.Contine leyendo el libro.

    Cuando llegue el seor Dugarge,podr hacerle comprender que yo hablofrancs desde mis primeros aos.Pens Sara y sigui leyendo: le fils,significa el hijo; le frre, significa elhermano etc.

    Pronto lleg el seor Dufarge. Eraun francs de edad madura, amable einteligente. Se alegr al ver que Saraestaba interesada en el libro.

  • Tengo una alumna nueva, seoritaMinchin?

    El capitn Crewe, padre de estania, desea que su hija aprenda francs,pero me temo que ella se niega ahacerlo.

    El seor Dufarge, se dirigi a Sara ydijo:

    Lo siento. Quizs cuandocomencemos a estudiar juntos, puedademostrarle que se trata de una hermosalengua.

    Sara se puso de pie, y, mirando a losojos al seor Dufarge comenz aexplicar, en un fluido francs, que nuncahaba aprendido este idioma con textos

  • de gramtica, pues su padre y otraspersonas cercanas, siempre lo habanhablado y que ella poda hablar yescribir con facilidad.

    Sin embargo, me gustaraaprender ms, lo que el seor Dufargequiera ensearme concluy y agregque eso era lo que haba queridoexplicarle a la seorita Minchin.

    El seor Dufarge sonri complacidoante el encanto y la sencillez de lapequea y coment con ternura que lania hablaba el idioma a la perfeccin ycon un acento exquisito.

    Al escucharla, la directora no pudoocultar su ofuscacin, al reconocer

  • ntimamente que ella le neg laposibilidad de explicarse. Su iraaument an ms al notar que lasalumnas Lavinia y Jessie se reanburlescamente ocultndose en sus libros.

    Silencio, seoritas! grit conseveridad.

  • IIIERMENGARDA

    En el primer encuentro de Sara con lasnias que seran sus compaeras, lequed claro cul sera el estilo derelaciones que establecera con ellas.Aquella maana, cuando Sara se sent allado de la seorita Minchin y el salnentero se dedicaba a observarla, muypronto se dio cuenta de que una niaaproximadamente de su edad, la mirabafijo con un par de ojos azules, un poco

  • tristes.Era una nia regordeta, al parecer,

    poco inteligente, pero dotada de unaexpresin simptica y bondadosa.Estaba encantada mordiendo la cinta desu trenza. Cuando el seor Dufarge sedirigi a Sara, la chica se atemoriz;pero al ver que Sara responda enfrancs con gran naturalidad, sesorprendi mucho; ella ni siquierarecordaba que la madre se deca lamre. Le maravillaba escuchar que unania, casi de su misma edad, pudierajuntar tan fcilmente todas aquellaspalabras en francs. La mirada intensa yel nervioso mordisqueo a su cinta,

  • llamaron la atencin de la seoritaMinchin, que, muy molesta le dijo:

    Seorita Saint John! Cmo seatreve a observar semejante actitud?Baje esos codos! Qutese la cinta de laboca! Sintese derecha,inmediatamente!

    La pobre nia se sinti muyavergonzada y cuando escuch lasrisitas burlescas de Lavinia y Jessie sepuso roja y pareca que las lgrimasiban a brotar de sus ojillos asustados.Cuando Sara la vio, se compadeci deella y sinti que le gustara ser su amiga.Era una caracterstica de Sara. Siempreestaba dispuesta a acudir en ayuda de

  • quien se viera en apuros o estuvierapasando momentos amargos.

    Si Sara hubiese sido varn y vividounos cuantos siglos atrs sola decirsu padre, habra recorrido los pasesblandiendo su espada en defensa decuanto ser viviente se encontrara endificultades. Cuando ve a alguien endesgracia, se siente impulsada a laaccin.

    As, pues, la hija de Saint John,conmovi el corazn de Sara y siguiobservndola durante el transcurso de lamaana. Advirti que las lecciones noeran cosa fcil para ella. Su leccin defrancs fue lastimosa; tanto que hasta el

  • profesor Dufarge sonri al or supronunciacin. Lavinia, Jessie y otrasalumnas se codeaban riendo y mirndolacon desdn. A Sara, eso le dola.

    No es gracioso, en realidad dijo entre dientes, inclinndose sobre sulibro. No deberan rerse.

    Al terminar la clase, las alumnas sereunieron en corrillos para charlar; Sarabusc a la seorita Saint John, la hallhecha un ovillo y desconsolada en unrincn, se acerc a ella y le habl. Laspalabras eran las que cualquier chicuelale habra dicho a otra al proponersehacerse amiga. Pero en Sara haba esealgo particularmente delicado y

  • afectuoso, que todos advertan desde elprimer momento.

    Cmo te llamas? dijo Sara.La pequea se asombr al escuchar

    esas simples palabras.Una alumna nueva es siempre motivo

    de expectacin y sta en particular. Lanoche anterior, todo el colegio habatejido comentarios sobre ella, hasta queel sueo las venci, exhaustas por lacuriosidad y las versionescontradictorias: una compaera con uncoche, doncella particular, un ponny, yun viaje desde la India, no era algo quesucediera todos los das.

    Me llam Ermengarda Saint John

  • contest cohibida.Tu nombre es muy bonito!

    Parece de cuentos! Yo me llamo SaraCrewe.

    Te gusta mi nombre? dijoErmengarda, halagada. A m a mme agrada el tuyo.

    El mayor problema en la vida deErmengarda era que su padre era unhombre muy inteligente. Hablaba siete uocho idiomas, tena una enormebiblioteca y pareca que haba ledotodos esos libros y que no podacomprender cmo una hija suya era tantorpe, que jams sobresala en nada.Hay que obligarla a aprender. Haba

  • dicho a la seorita Minchin.Santo cielo! haba exclamado

    su padre ms de una vez mirndola sinconsuelo. Hay veces en que piensoque es tan tonta como su ta Elisa.

    La ta Elisa haba sido dura deentendimiento y olvidaba las cosas tanpronto las haba aprendido. Ermengardaera de una semejanza sorprendente. Erala peor alumna de la escuela, y nadiepoda negarlo.

    Ermengarda se pasaba la mayorparte de sus das afligida y baada enlgrimas. Estudiaba las lecciones y lasolvidaba, o si poda repetirlas, no lascomprenda. Era natural pues, que al

  • trabar conocimiento con Sara se quedaramirndola confusa, presa de profundaadmiracin.

    T eres tan inteligente! Tpuedes hablar en francs, verdad? pregunt con tono de respetoErmengarda.

    Sara, mirando por el amplioventanal, se sent con las piernasrecogidas y puso los brazos rodeandolas rodillas, le dijo que a menudo lagente deca eso, pero que ella sepreguntaba si sera cierto.

    Puedo hablar francs, porque lohe odo toda mi vida contest. Ttambin podras, si siempre te hubiesen

  • hablado en ese idioma.Oh, no! No podra! dijo

    Ermengarda. Jams podra!Por qu? pregunt Sara con

    curiosidad.Ermengarda sacudi la cabeza tan

    enrgicamente, que su trenza se movide lado a lado.

    Me acabas de escuchar en la clasedeclar. Soy siempre as. No puedodecir las palabras. Son tan raras!

    Y entonces, viendo la expresin dedesencanto en la cara de su compaera,Sara se ech a rer y cambi de tema.

    Te gustara conocer a Emilia? pregunt.

  • Quin es Emilia?Sube a mi dormitorio y lo sabrs

    dijo Sara, tomndola de la mano.Juntas corrieron escaleras arriba.Es verdad? murmur

    Ermengarda cuando cruzaban elvestbulo. Es verdad que tienes uncuarto para jugar t sola?

    S respondi Sara. Pap lepidi a la seorita Minchin que me lopermitiera, porque bien, porquecuando juego, invento historias y me lascuento a m misma, y no me agrada quela gente me escuche. Si me doy cuentade que hay personas que escuchan, nome salen bien.

  • Y posando su mano en el brazo de suamiguita, en seal de cautela, murmuren voz baja:

    Acerqumonos despacito a lapuerta y entonces abrir de repente.Quiz logremos sorprenderla.

    Su sonrisa misteriosa y un dejodivertido en su voz, intrig aErmengarda, que no entenda a quiniban a sorprender y por qu. Pero fueralo que fuera, estaba segura de que seraalgo interesante, y la sigui hasta lapuerta en puntas de pie. Entonces Saraempuj bruscamente la puerta y la abride par en par. Se vio el saln ordenadoy tranquilo, con un hermoso fuego

  • ardiendo en la estufa, y al lado, unamaravillosa mueca sentada en una sillaque pareca estar leyendo un libro.

    Oh! Se ha vuelto a sentar antesde que pudiramos sor-prenderla! exclam Sara. T sabes que siemprehace lo mismo: es rpida como elrelmpago.

    Ermengarda miraba a Sara y a lamueca.

    Es que puede andar? pregunt sin aliento.

    S repuso Sara. Al menos,as lo creo. Es decir, yo imagino quecreo que puede. Y eso vuelve las cosascomo si fueran ciertas. T nunca

  • inventas cosas?No dijo Ermengarda. Nunca.

    Yo Sigue contndome.Tan hechizada estaba por esta

    singular nueva amiga, que se quedcontemplando a Sara en vez decontemplar a Emilia, por ms que stafuera la mueca ms linda que nuncahaba visto.

    Sentmonos dijo Sara, y tecontar. Imaginar es algo tan fcil quecuando comienzas cuesta detenerse.Slo es cuestin de empezar. Esmaravilloso! Emilia, escucha t tambin.sta es Ermengarda Saint John.Ermengarda, sta es Emilia. Te

  • agradara tenerla en brazos?Oh! Me permites? dijo

    Ermengarda. De veras? Qu lindaes! y tom a Emilia en sus brazos.

    Ermengarda estaba encantada. Nuncahaba soado con un momento tandelicioso durante su breve vida exentade encantos.

    Sara, sentada hecha un ovillo sobrela alfombra delante del fuego, comenza contarle historias increbles de unmundo desconocido para ella. Relatosde su viaje, descripciones de la India,etc. Pero mucho ms interesantes anfueron las fantasas acerca de lasmuecas que caminan y hablan y pueden

  • hacer cualquier cosa que quieran,siempre que los humanos no se hallenpresente porque les gusta mantener suspoderes en secreto y cuando escuchanque alguien se acerca, corren a suslugares y se quedan muy quietas.

    Es algo mgico! dijo Sara muyen serio.

    Cuando Sara relataba la aventura dela bsqueda de Emilia, Ermengarda, vioque se alteraba su rostro. Algo como unanube vel la luz brillante de los ojos. Sequebr su voz tan repentinamente queprodujo un sonido como un sollozo,luego cerr la boca y apret los labios.

    A Ermengarda se le ocurri que de

  • haber sido otra nia, se habra echado allorar. Pero no lo hizo.

    Te te duele algo? seaventur a decir.

    Despus de una larga pausa, Saracontest:

    S. Pero no el cuerpo. Luegoaadi con una voz que se esforz enmantener firme: Quieres t a tu padrems que a nadie en el mundo?

    Ermengarda se sorprendi y no sabaqu responder, pues ella haca cualquiercosa por evitar la compaa del suyo yno era propio de una educanda de ungran colegio, confesar que nunca sehaba preguntado si amaba a su padre.

  • Apenas le veo balbuceturbada; siempre est en labiblioteca leyendo cosas.

    Yo lo amo tanto, que me duelepensar que se haya ido dijo Saraapoyando la cabeza sobre sus rodillas. Quiero al mo diez veces ms que anadie en el mundo dijo Sara. Eso eslo que me duele que se haya ido.

    Callada, hizo descansar la cabezasobre sus rodillas encogidas, y se quedmuy quieta por espacio de unos minutos.

    Va a ponerse a llorar fuerte pens Ermengarda, azorada.

    Pero no lo hizo. Los negros rizoscortos cados sobre la cara no se

  • movan. Luego habl sin moverse.Le promet que aceptara su

    partida, que aprendera a soportarlo.Hay que ser fuertes Piensa en lo queaguantan los soldados! Pap es uno deellos. Si hubiera guerra, tendra quesoportar marchas y sed, y tal vez gravesheridas, y l nunca dira una palabrani una palabra.

    Ermengarda la miraba azorada,sintiendo una profunda admiracin. Eratan maravillosa y diferente de lasdems! Sara no tard en reponerse ypronto, sonriendo con picarda dijo:

    Mejor continuemos con nuestrojuego de imaginarnos cosas, as se hace

  • ms tolerable la ausencia de un serquerido.

    A Ermengarda se le hizo un nudo enla garganta y sus ojos se llenaron delgrimas y dijo con timidez:

    Lavinia y Jessie son ntimasamigas. Deseara que nosotras tambinlo fusemos Quieres que seamos tanamigas como ellas? T eres inteligente,y yo la ms tonta del colegio, pero oh,te he tomado tanto cario!

    Claro que s! Respondi Sara. Cuando una se siente querida, una sesiente ms feliz. S seremos amigas.Y, adems, aadi con un sbito rayode dicha iluminando su rostro, te

  • ayudar en las lecciones de francs.

  • IVLOTTIE

    Si Sara hubiera sido una nia comn ycorriente, la vida que llev en esecolegio de la seorita Minchin duranteel transcurso de los aos siguientes, nohabra resultado bueno para ella. Latrataban ms como a una huspeddistinguida, que como a una alumna. Sisu carcter hubiese sido egosta ydominante, con tantas lisonjas se habraconvertido en una nia insoportable. Y

  • de haber sido indolente, nada habraaprendido. En su fuero interno, laseorita Minchin no la estimabademasiado, pero como mujer denegocios se abstena muy bien de hacero decir nada que pudiera desagradar a ladiscpula ms adinerada del colegio.Saba perfectamente que si Sara leescriba a su padre manifestndose adisgusto o desdichada, el capitn Crewela retirara de all enseguida. La seoritaMinchin saba tambin que si a los niosse les mimaba mucho y no se lesprohiba hacer lo que quisieran, seencontraran a gusto en el lugar dondereciban tal tratamiento. Por lo tanto,

  • Sara siempre era elogiada por susexcelentes lecciones, por sus buenosmodales, por su afectuosidad hacia suscondiscpulas, por la generosidad conque daba a un mendigo una moneda desu bolso bien provisto. El acto mssimple que hiciera era consideradocomo una virtud, y si no hubiera te-nidotanto sentido comn y una cabecitalcida, Sara se habra convertido en unapersonita egosta e insoportable. Peroesa nia juiciosa vea con mucha lucidezy tino las circunstancias, y muchas veceshablaba de ello con Ermengarda.

    Las cosas suelen suceder por azardeca. A m me ha rodeado una

  • serie de circunstancias afortunadas. Lacasualidad ha hecho que siempre mehaya agradado el estudio y los libros, yque recuerde lo que aprendo. El azarhizo que naciera en una familia con unpadre hermoso, bueno e inteligente, queme puede dar cuanto quiero. Yo no s y aqu su semblante era muy seriocmo podr descubrir si realmente soyuna nia buena o aborrecible, si aqu meencuentro slo con gente que me trata tanbien Tal vez yo tenga un carcterespantoso y odioso, pero nunca hetenido la oportunidad de demostrarlo,porque nunca he pasado contrariedades.

    Lavinia nunca pasa contrariedades

  • coment Ermengarda, y, sinembargo, sus modales son horribles.

    Sara se frot la punta de su naricita,meditando sobre la respuesta de suamiga.

    Bien dijo por fin; tal veztal vez la causa est en que Laviniacrece demasiado deprisa.

    Este comentario era el resultado dehaber odo decir a la seorita Ameliaque Lavinia estaba creciendo tanrpidamente, que ella crea que leafectaba a la salud y al carcter.

    Lavinia era rencorosa y sentaenvidia de Sara. Hasta entonces, era lalder del colegio, pero haba logrado tal

  • liderazgo a costa de actuar comomandona. Era bonita y gozaba delprestigio de ser la nia mejor vestidahasta la llegada de Sara con sus abrigosde terciopelo y plumas de avestruz. Estohaba sido espantoso para Lavinia, perola situacin empeor al comprobar quela simpata de Sara atraa la amistad desus compaeras.

    Sara Crewe tiene algo especial reconoci un da Jessie sinceramente asu amiga ntima, nunca se hace sentirsuperior, y bien podra hacerlo, Lavinia.Yo creo que me costara trabajo nohacerlo, aunque slo fuese un poquito, situviera cosas tan preciosas, e hiciesen

  • tanto ruido conmigo. Es fastidiosa lamanera cmo la seorita Minchin lapone como ejemplo cuando los padresde otras nias vienen de visita.

    Entonces Lavinia, imitando la formade hablar de la directora, contest.

    Nuestra querida Sara debecontarnos de sus experiencias en laIndia. Querida Sara, mustrale tuexquisito francs a la seora Pitkin. Noentiendo cul es el mrito de todo lo quesabe, ya que hablaban francs en sucasa. Tampoco entiendo por qu supadre es tan importante; eso de serfuncionario en la India

    Bueno, caz tigres contest

  • Jessie. La piel que tiene Sara en suhabitacin, sa que tanto le gusta y conla que habla como si fuese un gato,perteneca a un tigre que caz su padre.

    Siempre est haciendo tonterasinterrumpi Lavinia. Mi mam diceque esa mana que tiene de imaginarsecosas es una tontera, y que cuando seamayor ser una excntrica.

    Que Sara nunca se daba importancia,era muy cierto. Tena una almitaafectuosa, y comparta gustosa susprivilegios y sus pertenencias. A laspequeitas, a las que desdeaban ytiranizaban nunca las haca llorar. Condulzura maternal pese a sus pocos aos,

  • cuando una se caa y se araaba lasrodillas, corra a ayudarlas a levantarsey les daba una palmadita cariosa, odescubra en su bolsillo algn bombn oalguna otra golosina para calmarlas. Laspequeas adoraban a Sara. Se saba quems de una vez les haba ofrecido t ensu propio cuarto y haban jugado conEmilia, utilizando su servicio de t, conflores azules. Ninguna haba visto hastaentonces un juego de t de muecas tanverdadero.

  • Ninguna haba visto hasta entonces un juego det de muecas tan verdadero

  • Lottie Legh la idolatraba a tal punto,que slo gracias a su inclinacinmaternal se libraba Sara de hallarlafastidiosa. Su joven madre haba muertoy la llev a la escuela un padre joven,ms bien frvolo, que la trataba como auna mascota y la haba convertido en unania intratable. l pensaba que laorfandad de su hija era digna de inspirarlstima, ardid que la nia utilizaba conbastante frecuencia. Cuando queraalguna cosa o se le negaba algo, llorabao gritaba, y como siempre quera cosasinadecuadas, y aborreca hacer lo queera conveniente, por lo comn, su agudavocecita resonaba chillando por todos

  • los rincones de la casa. La primera vezque Sara la tom a su cargo fue unamaana en que al cruzar delante de unasalita, oy a la seorita Minchin y a laseorita Amelia tratando de acallar losirritados gritos de una nia que, alparecer, se negaba a sosegarse. Yalborotaba tan furiosamente, que laseorita Minchin casi se vea obligada agritar, en una forma imponente y severa,para hacerse or:

    Por qu ests llorando?Oh! Ah! Ah! oy Sara. No

    tengo ma m!Oh, Lottie! suplicaba seorita

    Amelia. Basta, querida! No llores!

  • Ah! Ah! Ah! aullaba Lottie apleno pulmn. No tengo ma m!

    Habra que castigarla! afirmla seorita Minchin. Te mereces unatunda, por mala!

    Lottie llor ms fuerte que antes. Laseorita Amelia empez a sollozar. Lavoz de la seorita Minchin se elevcomo un trueno, mas, luego se levantfuribunda de la silla, en un arranque deindignada impotencia, y sali del cuarto.

    Sara se haba detenido en elvestbulo, pensando si debera entrar enel saln, ya que ltimamente haba hechobuenas migas con Lottie y quiz le fueraposible calmarla. Al salir la seorita

  • Minchin y ver que Sara estaba all,qued desconcertada, comprendi quesu voz, al traspasar las paredes, nodeba haber sonado ni digna niafectuosa.

    Oh, Sara! exclam tratando deesbozar una sonrisa diplomtica.

    Me detuve explic Saraporque saba que era Lottie, y pens quequiz por casualidad, tal vez podrahacerla callar. Puedo hacer la prueba,seorita Minchin?

    Si te animas T sabes, hacer lascosas aadi con tono aprobatorio.S, t podrs dominarla. Entra y sealej, seguida de la seorita Amelia.

  • Cuando Sara entr en la sala, Lottieestaba tirada en el suelo, gritando ypataleando. Saba, por experienciaadquirida en su hogar, que el pataleo ylos gritos a la larga la favoreceran,siempre que insistiera.

    Sara se le acerc despacito, sinsaber lo que iba a hacer. Luego se senten el suelo a su lado y esper. Exceptopor los irritados gritos de Lottie, elcuarto no poda estar ms tranquilo. Estoera algo desconocido para la pequeaLottie, que cuando protestaba, estabaacostumbrada a or a los demssuplicarle, amenazarla y mimarlaalternativamente. Lottie crey

  • conveniente comenzar de nuevo, aunquela quietud del ambiente y la caritapensativa de Sara rest a sus gritos lamitad de fuerza.

    No ten go ma ma aa a! chillaba, pero su voz no era tanpenetrante.

    Sara la mir con una luz decomprensin en los ojos y ms intersan.

    Tampoco yo tengo mam contest Sara.

    Esto era tan inesperado para Lottie,que sin dejar de llorar del todo,pregunt sorprendida:

    Dnde est?

  • Se ha ido al cielo dijo Sara.Pero estoy segura de que a veces viene averme, aunque yo no me d cuenta. Y tumam lo mismo. Tal vez en este mismomomento nos miran. Tal vez estn eneste cuarto las dos junto a nosotras.

    Lottie se sent de un salto, y mir asu alrededor en busca de su madre. Erauna linda criatura de cabellos rizados ygrandes ojos redondos y azules como laflor nomeolvides. Sara continu con suhistoria; casi un cuento de hadas, perotan real era para su propia imaginacin,que Lottie empez a prestar atencin apesar suyo. Le haban contando cuentosde ngeles vestidos de blanco que tenan

  • alas y corona. Pero Sara describa unpas verdadero y hermoso donde habapersonas reales.

    En aquel lugar hay pradosextensos llenos de flores narrabaSara, como si lo estuviera soandolirios mecidos por la brisa y en suondular emanan un suave perfume quellega a todas par-tes. Hay cientos denios que arman guirnaldas y ren,nunca se cansan, parecen flotar losmuros de oro y de perlas son bajos paraque las personas se puedan reclinar ymirar hacia la tierra con una sonrisa y unmensaje de amor.

    Cualquier cuento habra sido

  • hermoso para la pequea Lottie, peroste tena una atraccin especial. Sesent ms cerca de Sara y escuchabaembelesada, sin embargo, el final llegdemasiado pronto y un puchero asom asus labios.

    Yo quiero ir all solloz. Eneste colegio no tengo mam.

    Sara advirti la seal de peligro, ycon una sonrisa se acerc aun ms a lania. Asiendo su manito regordeta, laabraz con cario y le dijo:

    Yo ser tu mam jugaremos aque eres mi hijita Emilia ser tuhermanita.

    Los hoyuelos volvieron a aparecer

  • en las mejillas de Lottie.De veras?S contest Sara, ponindose de

    pie de un salto vamos a decrselo. Ydespus te lavar la carita y te peinar.

    Lottie acept muy contenta; sali consus pasitos cortos detrs de Sara y subicon ella. Ya ni recordaba que toda laescena anterior haba sido causadaprecisamente porque no quera lavarsela cara ni peinarse para ir al almuerzo.

    Desde aquel da Sara se convirti ensu madre adoptiva.

  • VBECKY

    El mayor poder de atraccin que poseaSara, era su habilidad para contarhistorias. Sus narraciones parecancuentos de hadas. Tena una asombrosafacilidad para inventar situaciones einvestirlas con una apariencia de cuento,lo fuese o no.

    Sara no solamente era una narradoraentretenida, sino que adoraba imaginarcuentos. Se sentaba en medio de un

  • crculo de sus amiguitas, comenzaba ainventar cosas maravillosas. Sin darsecuenta siquiera, comenzaba a dramatizary sus mejillas se arrebolaban a medidaque daba rienda suelta a su fantasa. Eltono de su voz suba o bajaba, en susojos brillaba la chispa de la inspiracin,sus manos y su cuerpo iban expresandolo que ella iba contando. Personajes delmundo de las hadas, reyes, reinas,hermosas seoras daban vida a suscuentos y Sara se transformaba en cadauno de los personajes que inventaba,cuyos actos ensalzaba. Concluaentusiasmada, casi sin aliento, entoncesdeca:

  • Cuando yo estoy narrando, no meparece pura fantasa. Se me figuranhechos y seres reales y verdaderosms reales que las personas que merodean, ms autnticos que el cuarto enque nos hallamos. Me sientosucesivamente transfigurada en laspersonas de la historia, una tras otra. Escurioso, pero es cierto.

    Haca ya ms de dos aos que habaingresado en el colegio de la seoritaMinchin. Una maana de invierno deintensa neblina, al descender de sucoche envuelta en su abrigo deterciopelo, Sara vio una pequea figurasucia y harapienta que la miraba con

  • ojos asombrados por entre la reja de laentrada del edificio. Algo en la timidezy el ansia que reflejaba esa carita lellam la atencin y le sonri. Tena porcostumbre sonrer a todos. Pero lapequea de cara tiznada y ojosasustados se escurri como una lauchitaa la cocina. Desapareci tan de repenteque Sara se hubiera redo de laocurrencia si no se hubiese tratado deuna chiquillita tan merecedora decompasin.

    Esa misma noche, mientras Saranarraba una historia en medio de uncrculo de nias en la esquina del saln,entr en el cuarto la misma muchachita

  • que haba encontrado esa maana a laentrada del edificio. Ahora acarreaba uncesto lleno de carbn, demasiadopesado para sus brazos; se arrodilldelante de la chimenea para limpiarla decenizas y avivar el fuego.

  • Sara narraba una historia en medio de uncrculo de nias

  • No iba tan desaseada como cuandoen la maana mirara por la reja. Perosus facciones revelaban el mismo temor.Bien se vea que se empeaba en pasarinadvertida y escuchar lo que all senarraba. Ech los pedacitos de carbncon el mayor cuidado para no hacerruidos molestos, y de igual manera,limpi las cenizas. Sara se dio cuentadel gran inters de la nia por escucharsiquiera alguna frase del cuento. Alpunto, Sara alz un poco la voz y hablen forma algo ms clara y pausada.

    Era una historia maravillosa acercade una princesa que era amada por unPrncipe del Mar, con quien se cas,

  • yendo a vivir con l en las grutas ycavernas submarinas pobladas porsirenas y rebosantes de perlas eiluminadas de todos colores.

    La pequea, delante de la estufa, seesmer una y otra vez en la limpiezaalrededor de la chimenea, y al hacerlopor tercera vez, el desarrollo de lahistoria la tena tan encantada queolvid que careca del derecho deescuchar.

    De repente, cay estrepitosamente elatizador de las manos de la pequeacriada. Entonces Lavinia Herbert volvila cabeza y advirti:

    Esa sirvienta estaba escuchando!

  • La culpable tom deprisa su escobay se incorpor agitada, tom el cesto yse escabull del saln como un conejitoasustado.

    El incidente indign a Sara.Saba que estaba escuchando

    observ irritada. Por qu no habrade hacerlo?

    Lavinia sacudi su cabeza con unmovimiento de elegante desprecio.

    Pues protest, yo no s si a tumam le agradara orte contar cuentos alas criadas, pero s s que la ma seopondra decididamente.

    Mi mam! exclam Sarapara s, a media voz. No creo que me

  • riera por tal cosa; ella sabe que lashistorias son propiedad de todo elmundo.

    Yo crea replic Lavinia,mordaz que tu mam haba muerto.Cmo puede entonces saber nada?

    T crees que no sabe las cosas?insinu Sara con tono grave, comoalgunas veces sola hacerlo.

    La mam de Sara lo sabe todo declar de repente la pequea Lottie,y mi mam tambin; aqu en el colegioSara es mi madre, pero mi otra mam losabe todo todo! All en el cielo lascalles estn pavimentadas con chapas deplata reluciente y hay campos enteros

  • llenos de lirios blancos, que todo elmundo puede coger. Me lo cuenta Saracuando me lleva a dormir.

    T eres una mentirosa reprobLavinia, volvindose a Sarainventando cuentos acerca del cielo.

    Pues en la Biblia hay muchashistorias an ms maravillosas advirti Sara. Puedes leerla y ya lovers. Cmo sabes t que son cuentos?Pero te dir concluy en un rapto deverdadero enojo: t en tu vida nuncalo sabrs si no enmiendas los malosmodos que tienes. Ven conmigo, Lottie.

    Luego Sara se alej, mirando enderredor suyo para ver si se encontraba

  • con la pequea sirvienta. Mas no la vioen ninguna parte.

    Quin es esa chiquilla queenciende las chimeneas? pregunt esanoche a Mariette, su doncella.

    Ah! Por cierto que no me extraasu pregunta, Sarita.

    Result que era una pobrecilla pocomenos que abandonada, que acababa deser admitida como ayudante de cocina,aunque a decir verdad, sus tareas no selimitaban a eso. Deba limpiar lasestufas y chimeneas, y llevar y traer loscestos de carbn, lustrar los zapatos,fregar pisos y ventanas y ejecutar lasrdenes de todo el mundo. Tena catorce

  • aos, pero su desnutricin le dabaapariencia de tan slo doce. La mismaMariette se compadeca de ella vindolatan tmida, que al hablarle se asustabahasta no poder articular palabra.

    Cmo se llama? inquiri Sara,que, sentada a la mesa, el mentn en lamano, haba escuchado la explicacin deMariette.

    Su nombre es Becky. Abajo se oyegritar a cada momento: Becky, hazesto! Becky, haz aquello!.

    Sara se qued largo ratocontemplando el fuego que arda en suhabitacin. Pensaba en Becky como enla herona maltratada de una historia,

  • recordaba sus ojos de hambre y deseabavolver a verla.

    Unas semanas despus, en una tardehmeda y nublada, al entrar Sara en susaloncito particular, se encontr frente aun cuadro pattico. Vio a Beckyacurrucada en su silln preferido delantede la chimenea, con la nariz manchadade tizne y el cesto de carbn vaco muycerca de ella. Dorma profundamente, sela vea fatigada; cansada, sin duda por elesfuerzo superior al que su desnutridocuerpo poda soportar.

    La haban mandado a arreglar losdormitorios para la noche. Los dosaposentos de Sara los haba dejado para

  • el final. No eran iguales a las demshabitaciones de las nias, que por reglageneral estaban amueblados de modomuy sencillo. Las internas comunesdeban conformarse con lo estrictamentenecesario. As, el saloncito confortablede Sara se le figuraba a Becky unpalacio lleno de objetos curiosos cuyoorigen desconoca. Se alegraba cuandoentraba en esas habitaciones y siempreabrigaba la esperanza de poder sentarsepor un par de minutos en aquel silln tanblando, poder curiosear alrededor ypensar en la maravillosa buena suerte dela nia que era duea de semejantescosas.

  • Esa tarde, se sent en el silln, lasensacin de alivio que experimentaronsus piernas doloridas haba sido tandeliciosa que calm y reconfort todo sucuerpo. El clido resplandor del fuegola haba invadido como unencantamiento y, por fin, mirando ymirando los leos ardientes, una sonrisafue insinundose en su cara tiznada;empez a cabecear, se cerraron suspesados prpados y se qued dormida.

    No habran pasado ms de diezminutos cuando entr Sara, pero aquelsueo era tan pesado como el de laBella Durmiente. Mas, ay, pobreBecky!, su desgarbada y agotada figura

  • estaba lejos de parecerse a la BellaDurmiente.

    Oh! se dijo Sara al verla.Pobre criatura!

    No se incomod al hallar su sillnpreferido ocupado por aquella figuritasucia. Al contrario, se alegr deencontrarla all, pues cuando sedespertara, podra conversar con ella.Se desliz a su lado con cautela y sequed de pie, mirndola. No queradespertarla. Saba que la seoritaMinchin se enojara mucho si ladescubra, y tema por ella, pero laencontraba tan cansada que le dabapena.

  • Deseara que se despertase solase dijo Sara; pero est tancansada y duerme tanprofundamente

    Un trozo de carbn encendidoresolvi su dilema al desprenderse deotro ms grande y caer sobre la rejillachisporroteando. Becky abri los ojos,sobresaltada, con una expresin detemor.

    De un salto se incorpor y echmano de su gorro. Lo sinti cado sobreuna oreja y, azorada y temblando, tratde enderezarlo.

    Oh!, buen castigo le haba decostar la imprudencia que acababa de

  • cometer pensaba. Dormirse sinreparo ninguno en el silln de aquellaseorita. La echaran sin pagarle unpenique. De su garganta brot un hondosollozo.

    Oh, seorita! balbuce. Lepido perdn!

    No temas la tranquiliz, comosi se dirigiera a una nia pequea. Nofue tu culpa, estabas tan cansada Notiene importancia.

    Becky, acostumbrada a recibirreprimendas, no sala de su asombro porla forma tan amable en que Sara lehablaba.

    No est enojada conmigo,

  • seorita? No se lo va a contar a laseorita Minchin?

    No! exclam Sara. Claroque no! Acabaste con tu trabajo? pregunt enseguida. Te animas aquedarte conmigo un par de minutos?

    El susto que se pintaba en el rostrode Becky, despertaba compasin.

    Con usted, seorita? Yo?Aqu?

    Sara corri a la puerta, la abri ymir al pasillo, escuchando.

    No hay nadie explic. Siterminaste de arreglar los dormitorios,creo que podras estar aqu un ratito.Pensaba, que, quiz, te gustara comer un

  • pedazo de torta.Los diez minutos siguientes, Becky

    los vivi en una especie de delirio. Saraabri un armario y le dio un buen pedazode torta, viendo con regocijo cmo lapobre nia hambrienta lo devor condeleite. Mientras le hablaba, Sara hacapreguntas y se rea. Los temores deBecky se evaporaron y hasta lleg ahacer ella misma unas cuantas preguntas.

    Este vestido dijo Becky,mirando al que Sara tena pues-to, esuno de los ms bonitos.

    Es uno de los que tengo para laslecciones de baile respondi Sara;a m me gusta mucho y a ti?

  • Por unos minutos, Becky no acert adar una respuesta; luego declar con untono entre asombrado y respetuoso:

    Es como si estuviera viendo unaprincesa. Una vez vi una. Yo estabaentre la multitud, frente a CoventGarden, mirando a la gente que entrabapara ver la pera. Y todos comentabanla presencia de una nia que se deca serprincesa. Saltaba a la vista que era deverdad; era una seorita, vestida de rosay adornada con flores. No pude menosque acordarme de ella en cuanto la vi austed tan preciosa, que se parece aella.

    Muchas veces he soado que me

  • gustara ser princesa respondiSara y me pregunto cmo me sentira.Creo que empezar a imaginarme que losoy.

    Becky la mir con admiracinsincera, sorprendida y feliz.

    Becky dijo, estabas tescuchando esa historia que cont elotro da?

    S, seorita Sara confes lania, un tanto alarmada otra vez. Sque no deb hacerlo, pero era tan lindaque que no poda dejarla

    Pues a m me encant queescucharas coment Sara. Cuandouna est contando un cuento, nada es tan

  • halagador como ver que todos prestanodo. Te gustara saber cmo termina?

    Yo, seorita? Escuchar uncuento como si fuera una de lasalumnas?

    Creo que ahora no tienessuficiente tiempo para quedarte.

    Dime a qu hora arreglas las piezasy yo vendr aqu para narrarte un pococada da hasta que termine.

    Entonces no me importar que loscajones de lea sean tan pesados y quela cocinera haya regaado todo el da.Slo pensar en el cuento.

    La Becky que baj a la cocina no erala misma que haba salido vacilante,

  • cargada bajo el peso del cesto decarbn. Tena guardado en el bolsillo unpedazo de torta como reserva; habacomido y ya no tena fro; pero subienestar no slo se deba a lasgolosinas y el fuego, sino al tratocarioso de Sara.

    En tanto, Sara se haba quedado ensu habitacin soando con la fantasa deser princesa, una princesa de verdad.

    Aunque no fuera ms que unaprincesa inventada, podra hacer cosaspor los dems, cosas como stas porejemplo pensaba Sara.

  • VILAS MINAS DE

    DIAMANTES

    Poco tiempo despus, sucedi algo quesacudi no slo a Sara, sino a todo elcolegio, convirtindose en el temaprincipal de conversacin durantevarios das. En una de sus cartas, elcapitn Crewe contaba una historiaincreble. Un amigo de infancia fue avisitarlo inesperadamente a la India.

  • Dueo de una gran extensin de tierrasdonde se haban descubierto diamantes,se haba lanzado a la explotacin de lasminas y lo invitaba a asociarse en laempresa.

    Eso fue lo que Sara entendi de lacarta. Si hubiera sido una operacincomercial cualquiera, ni la nia ni susamigas hubieran prestado mayoratencin al asunto. Pero las minas dediamantes les recordaban a Las mil yuna noches y no quedaron indiferentes.

    Sara dibujaba laberintos en lasprofundidades de la tierra paraErmengarda y Lottie, con paredescubiertas con piedras preciosas y unos

  • extraos hombrecitos oscuros quecavaban con picos muy pesados.

    Lottie y Ermengarda estabanencantadas; pero, Lavinia senta envidiay no pudo menos que mofarse, y lecoment a su amiga Jessie que no creaen la existencia de tales minas dediamantes.

    A m me parece que t la odias dijo Jessie.

    No, claro que no retrucLavinia pero no creo en tales minasllenas de diamantes. Mi mam tiene unanillo con un diamante que costcuarenta libras. Y ni siquiera es grande.Si hubiera minas llenas de diamantes, la

  • riqueza de los dueos llegara a unacifra ridculamente grande.

    Tal vez Sara llegue a serridculamente rica se ri Jessie.

    Ya es bastante ridcula sin ser muyrica replic Lavinia.

    Yo creo que t la odias reiterJessie.

    No, de veras insisti Lavinia; pero no creo en que haya minasllenas de diamantes.

    Bien, pues la gente tiene quesacarlos de alguna parte reflexionJessie. T qu crees?

    Yo no s ni me interesa. Siempreestn hablando de Sara y de sus minas

  • ya me aburren. Ahora juega a que es unaprincesa. Dice que as aprende mejorsus lecciones. Quiere que Ermengardatambin lo sea, pero Ermengarda diceque ella es muy gorda para ser princesa.

    Sara dice que eso nada tiene quever. Ni el aspecto ni el dinero. Unopuede ser lo que quiera ser.

    Supongo que cree que unamendiga puede ser princesa aunque estmuerta de hambre dijo Lavinia porqu no empezamos a llamarla SuAlteza Real?

    Las clases haban terminado y lasalumnas gozaban de su tiempo librefrente al fuego, conversando e

  • intercambiando secretos. La seoritaMinchin y la seorita Amelia tomaban ten la salita. Justo cuando Lavinia seburlaba de Sara, sta entr seguida porLottie, como si fuera un perrito faldero.

    Ah est Sara con esa pequeainsoportable. Por qu no se la llevar ajugar en su pieza? Seguro que se vaponer a llorar en cualquier momento dijo Lavinia.

    Sara se acomod en un rincn a leerun libro sobre la Revolucin Francesa,mientras Lottie jugaba con suscompaeras. De repente, la chica soltun chillido. Haba hecho bastantebarullo y haba molestado a las alumnas

  • ms grandes, como Jessie y Lavinia. Enese momento Lottie se hallaba tendidaen el suelo con un rasguo en la rodilla.

    Basta ya, llorona le reprendiLavinia.

    Cllate dijo Jessie. Si tecallas, te dar un penique.

    No quiero tu penique sollozabaLottie que al ver una gota de sangre ensu rodilla, lloraba ms fuerte.

    Sara atraves la sala de un salto, searrodill y tom a la nia entre susbrazos.

    Vamos Lottie, me prometiste quete portaras bien.

    Ella me dijo que soy una llorona

  • gimi Lottie.Si sigues llorando, le dars la

    razn a Lavinia. Recuerda lo que meprometiste le dijo Sara con firmeza.

    Lottie lo recordaba, pero prefirilevantar el tono de la voz.

    Yo no tengo mam dijodesafiante.

    S la tienes. Lo has olvidado?Ya no quieres que yo sea tu mam? Ven,sintate conmigo y te contar un cuento.

    Cuntame acerca de las minas dediamantes pidi la pequea.

    Pero Lavinia interrumpi:Las minas? Qu malcriada! Me

    gustara darte una palmada.

  • Sara se puso de pie de golpe:Yo soy la que quisiera pegarte,

    pero no lo voy a hacer. No somos chicasde la calle y tenemos edad suficientepara saber que eso no se hace.

    Lavinia vio su oportunidad y lecontest:

    Por supuesto, Su Alteza Real,somos princesas, creo. Al menos una denosotras lo es. Qu distinguido se hapuesto nuestro internado, ahora que tieneuna princesa entre sus alumnas!

    Sara se abalanz sobre Laviniacomo para tirarle de las orejas. Jugar einterpretar distintos personajes era sumxima diversin, pero jams hablaba

  • de ello con las que no eran sus amigas.Esta fantasa de ser una princesa eraalgo muy ntimo y le habra gustado quese mantuviera en secreto; Lavinia noslo la descubri, sino que se mof deella. Sara se senta furiosa, pero si erala princesa que pretenda ser, debacomportarse como tal. Habl con vozpausada y todas las nias la oyeron.

    Es verdad. A veces juego a quesoy una princesa, pero lo hago paratratar de ser como una de ellas.

    Lavinia no supo qu contestar. Amenudo le suceda que no se le ocurrauna respuesta oportuna para contestar alos argumentos de Sara. Las dems

  • compaeras tampoco apoyaron aLavinia, porque les gustaba la idea desentirse princesas.

    Bueno, al menos, espero que teacuerdes de nosotras cuando asciendasal trono.

    No lo har contest Sara y mirfijamente a Lavinia hasta que sta tomdel brazo a Jessie y las dos se retirarondel lugar.

    En adelante, las nias que le tenanenvidia solan hablar entre ellas de laprincesa Sara cuando queranexpresar su desdn, y aqullas que laapreciaban le daban el mismo nombre,aunque en tono afectuoso y se

  • regocijaban por lo pintoresco yromntico del ttulo. Cuando la seoritaMinchin lo supo, cont el hecho a msde un pariente visitante de las alumnas,porque aquello sugera algo como deescuela de la realeza.

    A Becky, por su parte, le pareci elttulo ms apropiado del mundo. Larelacin que comenz aquella tardebrumosa, cuando se qued dormida en elsilln, haba aumentado y madurado,aunque ni la seorita Minchin ni suhermana Amelia nada saban de esaamistad. Saban que Sara trataba conbenevolencia a la auxiliar de cocina,pero no saban delas visitas furtivas a su

  • habitacin. Por supuesto que no sabanque Becky, despus de arreglar conrapidez prodigiosa los cuartos del pisosuperior, llegaba al saln de Sara y, conun suspiro de alivio, depositaba en elpiso el cesto del carbn. En estas visitasno slo se relataban cuentos, sino quesiempre haba algn regalito para Becky,que lo esconda presurosa entre susropas para deleitarse en cuanto sehallaba a solas en su cuarto del altillo.

    Debo tener cuidado, seorita,porque si dejo migas, las ratas vienen acomrselas coment Becky.

    Ratas? pregunt Sara. Hayratas?

  • Muchsimas respondi Beckycon naturalidad. Una se acostumbra alruido mientras no caminen por laalmohada

    Sara estaba escandalizada, peroBecky continu:

    Una se acostumbra a todo despusde un tiempo, seorita, y yo prefiero lasratas a las cucarachas.

    Yo tambin contest Sarasupongo que es ms fcil hacerse amigade una rata que de una cucaracha.

    A veces Becky no se atreva apermanecer ms que unos escasosminutos en el saln tibio e iluminado, yen ese caso apenas se cambiaban unas

  • pocas palabras, pero siempre Becky sellevaba algn apetitoso regalo. Sarahaba encontrado un nuevoentretenimiento para cuando sala apasear: la bsqueda y el descubrimientode cosas de poco tamao para convidara su amiga. Cuando sala en coche odaba un paseo a pie, sola escudriar losescaparates de las tiendas con miradaescudriadora. La primera vez que se leocurri llevar al colegio unos pequeospasteles de carne, comprendi que fuetodo un acierto. Al desenvolverlos, losojos de Becky chispearon de alegra.

    Oh, seorita! murmur. Quricos estarn y llenadores! El

  • bizcochuelo es exquisito, pero se ledeshace a una en la boca; no s si meexplico bien. En cambio, esto se quedaen el estmago.

    No creo que sea muy bueno comercosas pesadas Pero, al menos, estarssatisfecha.

    Vaya si lo estuvo! Con aquellosemparedados de carne, comprados en unrestaurante, y los bollos y lassalchichas Becky fue saciando suapetito y, poco a poco, empez a perderese aspecto de desnutrida y a sentirsemenos cansada; el cesto del carbn nopareca pesar tanto como antes.

    Todo lo que haca Sara le gustaba, a

  • veces un cuento, unas palabras amables,una sonrisa cosas que luego Beckyrecordaba en la soledad de su altillo.Sara la haca rer, y le causaba tantafelicidad como los pasteles.

    Algunas semanas antes del undcimocumpleaos, Sara recibi una carta desu padre. No pareca escrita con elnimo acostumbrado; deca que no seencontraba bien. Era evidente queandaba muy preocupado por el giro quetomaba la empresa de las minas dediamantes.

    T sabes, Sarita escriba,que tu padre no es hombre de

  • negocios en realidad y que lascifras y los documentos leabruman, y que como no loscomprende, todo le pareceenorme. Quiz si no fuera poresta fiebre, no me pasara lamitad de la noche despiertodando vueltas sin dormir y laotra mitad atormentado por laspesadillas. Si mi viejaamiguita estuviera aqu,supongo que me dara un buen ysolemne consejo. Lo haras,verdad, pequea?

    A pesar de la carta que haba

  • escrito, el capitn haba organizadofestejos extraordinarios para elcumpleaos de su querida Sara. Entreotras cosas, haba encargado unamueca a Pars, cuyo guardarropa habade ser una esplndida maravilla, porcierto. Sara contest la carta en un estilosolemne y singular, donde le preguntabasi la mueca sera un regalo adecuado.Entre otras cosas escribi:

    Estoy hacindome mayor.Quiero decir, que nunca ms enla vida habr de drseme otramueca. sta ser la ltima. Laquerr mucho, pero no ocupar

  • el lugar de Emilia. Si pudieseescribir poesa, estoy segura deque escribira un inspiradopoema sobre La ltima mueca.

    Al recibir la carta de Sara en subungalow en la India, el capitn Creweno se hallaba bien de salud. Padeca unfuerte dolor de cabeza. Su mesa estabaatestada de papeles y cartas que letenan alarmado y presa de ansiedad,pero se ri de buena gana como no lohaca desde haca mucho tiempo.Deseaba abandonar el negocio dediamantes que lo tena atado y correr aLondres para abrazar a su hija.

  • Oh! se dijo. Por cierto quees ms ocurrente cada ao que pasa!Dios quiera que este asunto mo vuelvaa encaminar-se bien; as podr ir averla. No s lo que dara por sentir eneste momento sus bracitos alrededor demi cuello!

    El cumpleaos de Sara se celebraraen el colegio con una gran fiesta. Seadornara la sala de clases y seorganizara el festejo con suscompaeras. Habra un banquete y lascajas con los regalos seran abiertas congrandes ceremonias en la salita de laseorita Minchin. Cuando lleg el da,toda la escuela estaba presa de un gran

  • entusiasmo. La maana pas volandoentre agitadas discusiones sobre lospreparativos. La sala estaba todaadornada con guirnaldas verdes; sehaban quitado los pupitres y cubiertocon fundas el resto de los mueblesadosados a las paredes.

    Aquella maana cuando Sara entren su saloncito particular, encontr en lamesa un pequeo paquete, envuelto enpapel de color marrn. Enseguida supoque era un obsequio, y tambin adivinde dnde proceda. Lo abri concuidado. Era una almohadilla de franelaroja no del todo limpia, con unacantidad de alfileres negros pinchados

  • en l de manera que formaban laspalabras Muchas felicidades.

    De pronto, se dio cuenta que lapuerta se abra con cuidado y que Beckyse asomaba con nerviosismo. En surostro haba una expresin entre alegre ypicarona. Sara corri a abrazarla y nohabra podido explicarle a nadie, ni auna s misma, por qu senta aquel nudo enla garganta.

    Le gusta, seorita?S, me gusta mucho. Mi querida

    Becky, me encanta. Te quiero tanto,Becky, tanto!

    Oh, seorita! murmur Beckyemocionada. Gracias, seorita! Qu

  • buena es usted! Yo no lo merezcoLa franela no era nueva.

    Becky saba que Sara se imaginaraque la tela era satn, y que los alfilereseran diamantes

  • VIILAS MINAS DE

    DIAMANTES OTRAVEZ

    Cuando Sara entr aquella tarde en elsaln adornado con flores, le parecique estaba al frente de un gran evento.La seorita Minchin, con su traje deseda ms lujoso, la conduca de la mano.La segua un sirviente que acarreaba unaenorme caja que contena la ltima

  • Mueca; una doncella llevaba unasegunda caja y Becky cerraba la marcha,muy compuesta con un delantal limpio yun gorrito nuevo llevando una terceracaja. Sara habra preferido entrar comotodos los das, pero la seorita Minchinla mand a buscar y en una entrevistacelebrada en su saln privado le habaexpresado sus deseos.

    Esto es un acontecimiento dijo, y quiero que sea considerado comotal.

    As, pues, Sara fue acompaada contoda solemnidad y tuvo que soportar latirantez de la situacin cuando, a suentrada, las muchachas mayores se

  • codeaban y la observabanburlescamente, mientras las pequeas sealborozaban en sus asientos.

    Silencio, seoritas orden laseorita Minchin ante los murmullos quese haban suscitado. Jaime, coloca lacaja sobre la mesa y qutale la tapa.Emma, deja la tuya sobre una silla.

    Becky! llam de pronto conseveridad.

    Becky, con su emocin, se habaolvidado de s misma y le haca muecasa Lottie. Tanto la sobresalt la vozreprobatoria de la seorita Minchin, quecasi dej caer la caja, y su atemorizadareverencia al pedir disculpas fue tan

  • torpe que Lavinia y Jessie empezaron arerse.

    Tu lugar no es ste con lasseoritas dijo la seorita Minchin.Olvidas tu condicin. Deja esa caja.

    Becky obedeci presurosa yretrocedi enseguida hacia la puerta.

    Seorita Minchin, dijo Sara.Sera usted tan amable de permitir queBecky se quede con nosotras?

    Este acto de valenta de la niasobresalt a la directora.

    Seorita Minchin, agreg Sara me gustara que se quedara. S que leencantara ver los regalos. Despus detodo, es tan slo una nia.

  • La seorita Minchin, escandalizada,mir a una y a otra.

    Mi querida Sara dijo, Beckyes una ayudante de cocina.

    Las ayudantes de cocina no son noson nias.

    A decir verdad, nunca se le habaocurrido imaginarla en ese aspecto. Lasayudantes de cocina eran mquinas quecargaban cestos de carbn y encendanel fuego.

    Pero Becky s lo es dijo Sara. Y s que le gustara mucho. Porfavor, permita que se quede porque esmi cumpleaos.

    Con una dignidad exagerada, la

  • seorita Minchin respondi:Como lo pides por ser tu

    cumpleaos, puede quedarse. Rebeca,dale las gracias a la seorita Sara por sugran bondad, pero qudate en tu rincn yno te acerques demasiado a las alumnas.

    Oh muchas gracias, seorita!De veras que senta muchas ganas de verla mueca, seorita Sara, y muchasgracias a usted tambin, madame prosigui, volvindose a la educadora,ante quien se inclin con ms miedo quereverencia, por concederme estefavor.

    Llena de emocin, Becky retorca lapunta del delantal, de pie en un rincn,

  • cerca de la puerta. Estaba feliz; no leimportaba que la trataran con desdn entanto pudiera quedarse y ver elespectculo dentro del saln. Sara, encambio, se senta un tanto incmoda, apesar de que sa era su fiesta. Ladirectora se dispona a darle uno de sussermones habituales y ella tena queestar de pie frente a todas.

    Seoritas, como ustedes saben,nuestra querida Sara cumple hoy onceaos

    Querida Sara! comentLavinia por lo bajo.

    Varias de ustedes ya tienen onceaos, pero los cumpleaos de Sara son

  • algo diferente. Cuando sea mayor,heredar una gran fortuna y deberadministrarla con dignidad.

    Las minas de diamantes seburl Jessie.

    Sara no lo oy, pero no fuenecesario, de todos modos suincomodidad creca a cada momento.Aunque saba que no deba mostrarseirrespetuosa con la directora, no podasoportar or hablar de dinero. Sinembargo, la directora continu sudiscurso:

    Cuando su amado padre, elcapitn Crewe, la trajo de la India y mela encomend, me dijo en tono jocoso

  • que la nia sera inmensamente rica. Yole respond que la educacin querecibira en nuestra escuela sera la msindicada para acompaar una granfortuna. Sara se ha convertido en laalumna ms aplicada; su francs y sudanza son el orgullo de la escuela y susdistinguidos modales han llevado austedes a llamarla princesa Sara. Nosha demostrado su amistad ofreciendoesta fiesta estupenda, que espero queustedes sabrn apreciar. Les pido queas se lo hagan saber, diciendo a unasola voz: gracias Sara.

    Todas la nias se pusieron de pie,como aquella maana en que la

  • recibieron y que Sara recordaba muybien. Ella con una modesta reverenciales agradeci que la acompaaran en sufiesta.

    Muy bien Sara. Eso es lo quedebe hacer una princesa cuando recibeel saludo de su pueblo dijo la seoritaMinchin. Luego mirando a Lavinia,agreg: Si deseas expresar tu envidiapor tu compaera, al menos hazlo comouna seorita. Ahora las dejo para que sediviertan.

    En el mismo instante en que cerrabala puerta tras de s, desapareci el temorque la presencia de la educadorasiempre inspiraba a las nias. Todas

  • corrieron y se abalanzaron al lugardonde se exhiban los regalos.

    Sara estaba inclinada sobre una cajacon una expresin de agrado en susfacciones.

    Esto son libros deca; lo s.Las chicas se mostraron

    desencantadas al orlo, mientrasErmengarda expres su desilusin:

    Tu pap te enva libros comoregalo de cumpleaos? Oh, peroentonces es tan malo como el mo! Noabras esa caja, Sara.

    A m me gustan y mucho leadvirti Sara con una sonrisa, peroenseguida se volvi hacia la caja ms

  • grande. De all extrajo la ltimaMueca, era tan magnfica, que todas lamiraban con ojos embelesados.

    Oh es casi tan grande comoLottie! suspir alguien.

    Lottie aplaudi la ocurrencia yempez a bailar y aplaudir alrededor dela mesa.

    Est vestida para ir al teatro coment Lavinia. Miren su abrigo estribeteado con armio.

    Oh! terci Ermengardaacercndose de nuevo. Tiene unosanteojos de teatro en la mano endorado y azul!

    Y aqu tenemos el bal

  • correspondiente aadi Sara.Abrmoslo y veamos lo que contiene.Deben ser las prendas de su ajuar.

    Se sent en el suelo y dio la vuelta ala llave. Las nias se empujaron parasentarse alrededor del bal, que era elguardarropa de la ltima Mueca.Revisaron una tras otra, todas lasesplndidas prendas de la mueca.Hasta Jessie y Lavinia olvidaron queeran demasiado mayores para jugar conmuecas y se deleitaban mirandoaquellas maravillas. Jams la severidaddel aula conoci semejante alboroto.

    Supongamos dijo Sara mientrasacomodaba a su nueva mueca y le

  • pona un sombrero de terciopelo queella compren-de nuestra conversacin yse siente orgullosa de que la admiremos.

    Siempre est suponiendo cosas protest Lavinia con aire desuperioridad.

    S, ya lo s contest Saraimperturbable. Me gusta imaginarmecosas. No hay nada ms lindo. Es comoser un hada, porque si te imaginas algo yllegas a creer en ello, hasta podrallegar a ser real

    Es lindo imaginar cosas cuando lotienes todo replic Lavinia. Sifueras una mendiga y vivieras en unaltillo, podras imaginar lo contrario?

  • Sara guard silencio por unmomento, mientras acomodaba lasplumas de avestruz del sombrero de sultima mueca.

    Supongo que s, replic luego.Si fuera una mendiga tendra queimaginar todo el tiempo que soy otracosa; no sera fcil.

    A travs del tiempo, Sara recordaraa menudo cuan oportuno haba sido estecomentario.

    En ese momento, la seorita Ameliaentr en el saln interrumpiendo laescena.

    Sara dijo, el abogado de tupap, mister Barrow, vino a ver a la

  • seorita Minchin, y como tienen quehablar a solas, y la merienda estservida en tu salita, mejor ser quevayan todas all de manera que mihermana pueda celebrar aqu suentrevista.

    La seorita Amelia organiz lamarcha ms o menos en orden, yencabezndola con Sara, hizo salir a lasnias, dejando a la ltima muecasentada en una silla con susmaravillosas prendas de vestiresparcidas desordenadamente:vestiditos y abrigos colgados delrespaldo de las sillas y pilas de ropainterior adornadas de encajes,

  • descansando sobre los asientos.Becky, que no estaba invitada a

    compartir la merienda, se quedrezagada contemplando tanta belleza.

    Vuelve a tu trabajo, Becky dijola seorita Amelia; pero, al detenerse lania para recoger primero un manguito yluego una chaqueta, oy a la seoritaMinchin en el umbral y, espantada, semeti debajo de la mesa, cubierta por unenorme mantel.

    La seorita Minchin entr en elsaln acompaada por un caballero deaspecto adusto que daba muestras decierta incomodidad. La directora nodejaba a su vez de sentirse ms bien

  • confusa, hay que admitirlo, y miraba alvisitante con una expresin entreinquisitiva e irritada. Se sent rgida,sealndole una silla.

    Le suplico que tome asiento,seor Barrow dijo.

    El seor Barrow no se sent deinmediato. La ltima mueca y sus galasdispersas haban atrado su atencin. Sepuso los anteojos y mir aquel desordencon irritada desaprobacin.

    Semejantes regalos decumpleaos dijo con aire de crticaa una nia de once aos! Qu locaextravagancia! Aqu se han gastado unacien libras dijo con gesto de

  • desaprobacin.La seorita Minchin se puso ms

    rgida an en la silla. Se haba sentidoagraviada ante lo que consider uninsulto a su mejor cliente.

    El capitn Crewe es un hombreadinerado protest. Slo con lasminas de diamantes

    El seor Barrow dio media vuelta yse enfrent con ella, mirndola conasombro.

    Minas de diamantes! estall. No existen tales minas ni nuncaexistieron!

    La seorita Minchin se puso de piede un salto y pidi una explicacin.

  • Qu! dijo. Qu quiere decirusted? Qu las minas de diamantes noexisten?

    De todos modos, contestmister Barrow sin cambiar su tonospero, mejor hubiera sido que nuncahubiesen existido!

    Las minas de diamantes? repiti la seorita Minchin, sintiendoque se esfumaba su sueo de grandezas.

    Las minas de diamantes a menudoatraen la ruina ms que la riqueza dijoBarrow. Cuando un hombre, no esexperto en negocios, ms le valdra huirde las minas de diamantes o de oro, o decualquier otra mina en que un querido

  • amigo quiere que invierta su dinero. Eldifunto capitn Crewe

    El difunto capitn Crewe? pregunt la directora, levantndose desu asiento y apenas con un hilo de voz. Difunto! No vaya usted a decirmeque el capitn Crewe

    Ha muerto, mi estimada seora,interrumpi el abogado conbrusquedad. La fiebre de la jungla nolo hubiera complicado tanto si nohubiera estado tan debilitado por losproblemas que le abrumaban. Y stosquiz no le habran ocasionado la muertesi la fiebre no hubiese contribuido aello. Pues s seora, el capitn Crewe

  • ha muerto!La seorita Minchin cay sentada en

    la silla, no poda dar crdito a susodos. Aquellas palabras la alarmaron.

    De qu problemas me est ustedhablando?

    De las minas de diamantes, de losamigos de infancia de la ruina respondi mister Barrow.

    La seorita Minchin qued sinaliento.

    La ruina! exclam.Ni ms ni menos: perdi toda su

    fortuna y muri presa de la locura.Haba invertido toda su fortuna. Elamigo estaba obsesionado con el asunto

  • de las minas de diamantes, y puso en ltodo su dinero y el del capitn Crewe.Luego el amigo huy, y el capitn Crewesufra de paludismo cuando recibi lanoticia. Ambas cosas fueron demasiadopara l. Muri delirando, desesperadopor su hijita, y sin dejar un centavo.

    Entonces la seorita Minchincomprendi todo, en verdad, jams en suvida haba recibido semejante golpe. Sudiscpula modelo, su mejor fuente deingresos, se haban esfumado. Se sentacomo estafada y ultrajada, y como siSara, el capitn Crewe y el seorBarrow fuesen por igual culpables de sudesgracia.

  • Quiere usted decirme exclam que no dej nada? Que Sara haperdido toda la fortuna? Y que esacriatura est en la miseria, y que haquedado a mi cargo una indigente, enlugar de una rica heredera?

    El seor Barrow era un hbilhombre de negocios, y se desvincul detoda responsabilidad del caso.

    Sin ninguna duda, la nia haquedado en la pobreza replic, ymuy cierto es que ha quedado en susmanos, seora, porque, que yo sepa, notiene un solo pariente en el mundo.

    La seorita Minchin se levantnuevamente de su silla, como si fuese a

  • abrir la puerta y precipitarse fuera delcuarto, a suspender la fiesta queprosegua alegre y ruidosa.

    Es monstruoso! dijo. En estemomento ella est en mi propio salnvestida de seda y enaguas de encaje,dando una fiesta a mis expensas.

    En efecto: a sus expensas, seora,como usted dice afirm Barrowcalmadamente. Nuestra firma Barrowy Skipworth no tiene responsabilidadalguna en el tema. Nunca antes he odoque alguien se arruinase por completocomo ese hombre. El capitn Crewemuri sin pagar siquiera nuestra ltimacuenta y que, por cierto, era crecida.

  • La seorita Minchin se volvi desdela puerta, en el paroxismo de laindignacin. Esto era peor de lo quenadie podra haberse imaginado.

    Que esto me haya pasado a m!se lament. Estaba tan segura de supago, que he incurrido en toda suerte degastos ridculos para esta nia. Hepagado las cuentas de esa mueca y desu absurdo y fantstico ajuar, porquehaba que proporcionarle todo lo que sele antojara. Tiene a su disposicin unadoncella, un coche y un caballo, y yo hetenido que pagarlos desde que lleg elltimo cheque.

    Una vez que puso en claro la

  • posicin de su firma y la escueta versinde los hechos, era evidente que el seorBarrow no tena la intencin de seguirescuchando el relato de las desventuraseconmicas de la seorita Minchin. Demodo que se puso de pie para retirarse.

    El capitn ha muerto y la nia notiene ni un centavo. Nos hemosdesvinculado del asunto. Lo lamentomuchsimo repiti el letrado y sedirigi a la puerta. Suspenda ustedtodos los pagos, seora aconsej, ano ser que desee obsequiarla mstodava, cosa que nadie habr deagradecerle.

    Pero entonces, qu debo hacer?

  • pregunt la seorita Minchin.Usted no puede hacer nada,

    seora respondi Barrow al quitarselos anteojos y guardarlos en su bolsillo. El capitn Crewe ha muerto. Su hijaest en la miseria. La nica personaresponsable de ella es usted.

    Yo no soy responsable de ellano asumo responsabilidad alguna en estacuestin! vocifer la educadora,plida de clera.

    El seor Barrow se dispuso aretirarse.

    Eso no me atae, seora replic, encogindose de hombros.

    Si usted se imagina que la nia

  • quedar sin ms, a cargo mo, esttotalmente equivocado. He sido estafaday la echar a la calle cuanto antes grit furiosa a directora.

    Haba perdido el control; senta elpeso de tener que cargar con una niaacostumbrada a grandes extravaganciasy por quien no senta ningn aprecio.

    El seor Barrow se movi impasibleen direccin a la puerta.

    En su lugar, yo no lo hara, seoraobserv; no sera bien visto. Serauna historia muy desagradable para elcolegio la de la nia interna, echada a lacalle porque su padre ha muerto sindejarle un cntimo ni a dnde ir.

  • El seor Barrow saba bien lo quedeca, y a quin se lo deca. Por suparte, la seorita Minchin era losuficientemente calculadora como paradarse cuenta de que esa actitud lecostara la fama a su pensionado.

    Y sin dejar que la seorita Minchinreplicara, aadi:

    Ser mejor que la retenga y saqueprovecho de ella. Creo que es una niainteligente. Podr sacarle buen partido amedida que crezca.

    Eso es exactamente lo que har,no esperar mucho tiempo contest ladirectora.

    Estoy seguro de ello, seora

  • dijo Barrow con una sonrisa siniestra.Que tenga usted buenos das.

    Con una reverencia, el letrado salicerrando la puerta. La seorita Minchinse qued desconcertada un instante.Luego reflexion acerca de todo lo quele haba dicho el abogado. La situacinno tena remedio. Su interna modelo seevapor para dejar paso a una niapobre y desamparada. Y el dinero queinvirti por adelantado de su propiobolsillo, lo haba perdido y sinesperanza de recuperarlo. Slo sali desu estupor al or el alegre barullo de lasnias que continuaban con los festejos.En ese momento entr su hermana, que,

  • al ver su rostro desencajado se alarm ypregunt:

    Qu ha sucedido?Sin poder contener su furia, la

    directora le comunic framente lanoticia y le mand que fuera a avisar aSara y le ordenara vestirse de lutoinmediatamente.

    La seorita Amelia que tampocoestaba preparada para semejante noticia,se dej caer en la silla ms cercana.

    Yo? se lament la seoritaAmelia. Tengo que ir y decrseloahora?

    Ahora mismo! fue laimplacable respuesta. Debes poner

  • punto final a esa fiesta y decirle que sequite ese ridculo vestido de gasarosada; esos lujos ya no le correspondenDebe ponerse ropa negra. El capitnCrewe ha fallecido y no ha dejado ni uncentavo. Ahora Sara es slo una niaconsentida, en estado de total abandono.

    La pobre seorita Amelia saba queno tena alternativa; estabaacostumbrada a que la mandaran a hacertoda clase de cosas desagradables. Erauna misin muy embarazosa la de entraren un saln lleno de nias que sedivertan y anunciar a la agasajada, quede pronto se haba convertido en unapobre mendiga y que deba vestirse

  • inmediatamente con un traje negro que lequedaba demasiado estrecho. Peroalguien tena que hacerlo. No era se elmomento apropiado para hacerpreguntas. La seorita Minchin se quedsumida en sus desgraciadospensamientos. Haca clculos, no ya delo que haba perdido, sino de lo quehaba dejado de ganar. Habaespeculado tanto con los ttulos de lasminas de diamantes que se cotizaban enla Bolsa y que tantas ganancias dejabana sus dueos

    Conque la princesa Sara! dijo. La han malcriado como si fueseuna reina!

  • Caminaba indignada por la piezay al rozar una esquina de la mesa lasobresalt el ruido de un fuerte sollozoque sala de debajo del tapete.

    Qu es eso? se preguntirritada.

    El sollozo se escuch otra vez, einclinndose curiosa, levant el bordedel mantel y vio a Becky, acurrucada,llorando desesperadamente. Esto lairrit an ms.

    Cmo te atreves? grit.Cmo te atreves! Sal inmediatamente!

    Por favor, se orita,perdneme! Saba que no deberahaberlo hecho Pero estaba mirando a

  • la mueca, seorita, y me asust cuandousted entr y me escond debajo de lamesa.

    Conque has estado escuchandotodo el tiempo? dijo la seoritaMinchin.

    No, seorita protest Becky,rompiendo a llorar. No queraescuchar yo cre que podraescaparme sin que usted lo advirtiera,pero no pude y tuve que quedarme. Perono me puse a escuchar, seorita; pornada del mundo Es que no pude dejarde or

    Call unos instantes y de pronto,estall en renovado llanto.

  • Oh, perdn, seorita! balbuce. Yo s que usted me va a echar.

    Sal de aqu! orden la seoritaMinchin.

    Becky se volvi a hacerle unareverencia mientras las lgrimas sedeslizaban libremente por sus mejillas:

    S, seora, voy dijo temblando; pero oh, slo quera decirle unacosa la seorita Sara ha sido tanrica, y siempre ha tenido una criada quela atienda! Qu har ahora, sin nadieque la sirva? S s, oh, por favor! Siusted me dejase atenderla despus determinar de fregar en la cocina!Concluira antes, si usted me dejara

  • servirla ahora que es pobre Y conun nuevo estallido de llanto: Pobreseorita Sara! Le llambamos laprincesa!

    El gimoteo slo sirvi para queaumentara la clera de la seoritaMinchin. Que la propia sirvientita de lacocina se pusiera de parte de aquellania! Ahora comprenda en toda suextensin cunto la haba aborrecidosiempre; era demasiado. Esta escenacolm a la directora. Golpe el suelocon el pie y dijo:

    No! Cierto que no! Ella seatender a s misma, y tambin a losdems. Sal de esta habitacin

  • inmediatamente o te echo a la calle.Becky se puso el delantal sobre la

    cabeza y huy a la carrera a refugiarseen el fregadero, donde se sent entre lasollas y cacerolas, llorando como si se lehubiera partido el corazn.

    Es tal como sucede en los cuentossollozaba. Ahora es una pobreprincesa arruinada!

    La seorita Minchin llam a Sara asu presencia advirtindole que no querallantos ni escenas desagradables. Congran disgusto y con la cara muy rgida,le comunic, sin delicadeza alguna, lasmalas noticias que haba trado el seorBarrow. Nunca Sara haba visto a la

  • seorita Minchin con una expresin tandura en su rostro.

    Ya no quedaba seal alguna de lafiesta. Las guirnaldas se haban quitadode las paredes de la sala y los pupitres ydems muebles haban vuelto a su sitio.El saln de la seorita Minchin tena elaspecto de siempre.

    Ms tarde, Amelia refiri a suhermana la reaccin de Sara al enterarsede su desgracia:

    Es la criatura ms extraa que hevisto jams, pues ni una queja sali desus labios. Recuerdas que cuando elcapitn Crewe regres a la Indiatambin se condujo muy serena? Le dije

  • lo que ha sucedido, y se quedterriblemente quieta, mirndome sinproferir un sonido. Pareca que los ojosse le agrandaban por momentos, de tanplida que estaba. Al terminar de darlela noticia, permaneci perplejamirndome unos segundos, luegoempez a temblarle la barbilla; diomedia vuelta y sali a la carreraescaleras arriba, a refugiarse en suhabitacin. Algunas de las otras nias seecharon a llorar, pero Sara pareca noorlas, slo tena su atencin puesta enm. Es tan extrao no recibir respuestaalguna! Si al menos hubiera dichoalgo!

  • Nadie supo jams lo que sucedi ensu habitacin despus que se encerr enella. Haba ido de un lado a otro,dicindose y repitindose para s convoz que no pareca suya:

    Pap ha muerto! Pap ha muerto!De pronto se detuvo delante de

    Emilia, que estaba sentada en su sillitaobservndola, y le grit condesesperacin:

    Emilia! Me oyes? Pap hamuerto! Ha muerto en la India, a milesde millas de aqu!

    Cuando se present en el saln de laseorita Minchin tena el rostropalidsimo y los ojos rodeados de dos

  • grandes ojeras negras; apretaba loslabios para reprimir su temblor. Distabamucho de ser aquella nia rozagante quebailaba como una mariposa mientrasabra uno a uno los regalos decumpleaos.

    Sin ayuda de Mariette, la doncella,se haba puesto un vestido negro,demasiado corto y