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4 | Enero 2013 • rA Segunda venida Por Glúder Quispe Doctor en Teología, profesor universitario y director del Centro de Investigaciones White de la Universidad Peruana Unión. La promesa de un Vencedor E spera un momento... Imagina vivir esta vida sin la esperanza de ver a Jesús cara a cara. Sería como vivir sin luz, tropezándonos en medio de las tinieblas; sería como vivir sin agua, murién- donos de sed. ¡Sí! ¡Sería mejor no vivir! Sin embargo, en la Biblia encontramos, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, la esperanza del advenimiento de Jesús. Porque es Jesús quien desea que lo veamos cara a cara. En el Antiguo Testamento, se nos habla no solo del primer Advenimiento sino también del segundo; este último, a través de expresiones tales como: “Día del Señor” (Isa. 13:6, 9; 35:4; Eze. 13:5; ver el libro de Sofonías); “Aquel día” (Zac. 14:9); “El día de Jehová” (Amós 4:13); y otros. En el Nuevo Testamento, la “esperanza bienaventurada” (Tito 2:13) está entretejida constantemente, a lo largo de los capítulos. Aun el mismo Jesús profetizó acerca de su retorno (Luc 21:27; Juan 14:1-4). Ahora, dime, ¿cuál sería el primer versí- culo de la Biblia que nos habla respecto de la esperanza del advenimiento de Jesús? ¡No! No se encuentra entre los profetas mayores o los menores, sino en el primer libro de la Biblia, en Génesis, capítulo 3 y versículo 15: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y su simiente; él te herirá en la cabeza, y tú lo herirás en el calcañar” (LBA). Este versículo es considerado como el evangelio más antiguo, o el protoevange- lium. Analicemos su contenido. Existe una guerra, o enemistad. Los dos bandos son representados por las simientes: la “simiente” de la serpiente y la “simiente” de la mujer. En esta batalla, la “simiente” de la mujer aplastará la cabeza de la serpiente. Aunque herida por la lucha, inalmente la “simiente” de la mujer saldrá victoriosa. Observa el versículo anterior (14), en el cual Dios se dirige a la serpiente literal; pero, en el versículo 15, el Señor pronuncia juicio sobre el diablo, la serpiente antigua (Apoc. 12:9). Todo esto es expresado en lenguaje profético. Esta enemistad profética es protagonizada por las simientes tanto de la mujer como de la serpiente. En otras palabras, no debería circunscribirse la profecía exclusivamente a María, la madre de Jesús, y a su Hijo (Apoc. 12:1-5; Gál. 3:16, 19), sino que esto también parece implicar un conlicto continuo entre dos grupos de descendientes: por un lado, los seguidores de Satanás (Juan 8:44; Hech. 13:10; 1 Juan 3:10); y por el otro lado, los seguidores de Jesús (lee Apoc. 12). Además, esto también parece explicar por qué razón los hombres intentan matar a las serpientes, y por qué estas tratan de morder a los hombres. ¿Te diste cuenta de que la “simiente” aparece en singular; así como la implica- ción de “tu” cabeza y “su” calcañar? “Estas observaciones muestran claramente que en este anuncio está condensada la relación del Gran Conlicto entre Cristo y Satanás; una batalla que comenzó en el cielo (Apoc. 12:7-9); continuó en la Tierra, donde Cristo otra vez derrotó a Satanás (Heb. 2:14); y terminará inalmente con la destrucción del maligno, al inal del milenio (Apoc. 20:10)” (Comentario bíblico adventista del séptimo día, t. 1, p. 245). Es decir, Cristo es y será el Victorioso, al inal de la guerra. Entonces, Génesis 3:15 contiene el men- saje de la promesa del Vencedor. Aunque Satanás “colocó” las señales de los clavos en las manos y los pies de Jesucristo, y la cicatriz en su costado (Juan 20:25), estas son únicamente recordativos eternos de la “herida en el calcañar”. La promesa dada a David de levantar a un descendiente con el in de que reine “para siempre” había llegado a su cumplimiento con la venida del Mesías, Cristo (2 Sam. 7:12; Sal. 89:4). Este Vencedor fue una promesa en el Antiguo Testamento, y su historia constituyó su cumplimiento en el Nuevo Testamento, a través de su primer advenimiento, “nacido de mujer” (Gál. 4:4). Pero, debes recordar que su victoria plena, completa y total será cuando él regrese por segunda vez y “reine hasta poner a todos sus enemigos debajo de sus pies” (1 Cor. 15:25, RVC). ¡Sí! ¡Claro que sí! Tienes la promesa de ver a Jesús cara a cara, porque Jesucristo es el Vencedor; porque el aplastar la cabeza es más grave que el aplastar el talón.

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En el Antiguo Testamento, se nos habla no solo del primer Advenimiento sino también del segundo; este último, a través de expresiones tales como: “Día del Señor” (Isa. 13:6, 9; 35:4; Eze. 13:5; ver el libro de Sofonías); “Aquel día” (Zac. 14:9); “El día de Jehová” (Amós 4:13); y otros. En el NuevoTestamento, la “esperanza bienaventurada” (Tito 2:13) está entretejida constantemente, a lo largo de los capítulos. Aun el mismo Jesús profetizó acerca de su retorno (Luc 21:27; Juan 14:1-4).Ahora, dime, ¿cuál sería el primer versículo de la Biblia que nos habla respecto de la esperanza del advenimiento de Jesús?

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4 | Enero 2013 • rA

Segunda venida

Por Glúder QuispeDoctor en Teología, profesor universitario y director del Centro de Investigaciones White de la Universidad Peruana Unión.

La promesa de un Vencedor

Espera un momento... Imagina vivir

esta vida sin la esperanza de ver a

Jesús cara a cara. Sería como vivir

sin luz, tropezándonos en medio de las

tinieblas; sería como vivir sin agua, murién-

donos de sed. ¡Sí! ¡Sería mejor no vivir! Sin

embargo, en la Biblia encontramos, desde

el Génesis hasta el Apocalipsis, la esperanza

del advenimiento de Jesús. Porque es Jesús

quien desea que lo veamos cara a cara.

En el Antiguo Testamento, se nos habla

no solo del primer Advenimiento sino

también del segundo; este último, a través

de expresiones tales como: “Día del Señor”

(Isa. 13:6, 9; 35:4; Eze. 13:5; ver el libro de

Sofonías); “Aquel día” (Zac. 14:9); “El día de

Jehová” (Amós 4:13); y otros. En el Nuevo

Testamento, la “esperanza bienaventurada”

(Tito 2:13) está entretejida constantemente,

a lo largo de los capítulos. Aun el mismo

Jesús profetizó acerca de su retorno (Luc

21:27; Juan 14:1-4).

Ahora, dime, ¿cuál sería el primer versí-

culo de la Biblia que nos habla respecto de la

esperanza del advenimiento de Jesús? ¡No!

No se encuentra entre los profetas mayores

o los menores, sino en el primer libro de la

Biblia, en Génesis, capítulo 3 y versículo 15:

“Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y

entre tu simiente y su simiente; él te herirá

en la cabeza, y tú lo herirás en el calcañar”

(LBA). Este versículo es considerado como

el evangelio más antiguo, o el protoevange-

lium. Analicemos su contenido.

Existe una guerra, o enemistad. Los dos

bandos son representados por las simientes:

la “simiente” de la serpiente y la “simiente”

de la mujer. En esta batalla, la “simiente” de

la mujer aplastará la cabeza de la serpiente.

Aunque herida por la lucha, inalmente la

“simiente” de la mujer saldrá victoriosa.

Observa el versículo anterior (14), en el

cual Dios se dirige a la serpiente literal;

pero, en el versículo 15, el Señor pronuncia

juicio sobre el diablo, la serpiente antigua

(Apoc. 12:9). Todo esto es expresado en

lenguaje profético. Esta enemistad profética

es protagonizada por las simientes tanto

de la mujer como de la serpiente. En otras

palabras, no debería circunscribirse la

profecía exclusivamente a María, la madre

de Jesús, y a su Hijo (Apoc. 12:1-5; Gál. 3:16,

19), sino que esto también parece implicar

un conlicto continuo entre dos grupos de

descendientes: por un lado, los seguidores

de Satanás (Juan 8:44; Hech. 13:10; 1 Juan

3:10); y por el otro lado, los seguidores de

Jesús (lee Apoc. 12). Además, esto también

parece explicar por qué razón los hombres

intentan matar a las serpientes, y por qué

estas tratan de morder a los hombres.

¿Te diste cuenta de que la “simiente”

aparece en singular; así como la implica-

ción de “tu” cabeza y “su” calcañar? “Estas

observaciones muestran claramente que en

este anuncio está condensada la relación

del Gran Conlicto entre Cristo y Satanás;

una batalla que comenzó en el cielo (Apoc.

12:7-9); continuó en la Tierra, donde Cristo

otra vez derrotó a Satanás (Heb. 2:14); y

terminará inalmente con la destrucción

del maligno, al inal del milenio (Apoc.

20:10)” (Comentario bíblico adventista del

séptimo día, t. 1, p. 245). Es decir, Cristo es

y será el Victorioso, al inal de la guerra.

Entonces, Génesis 3:15 contiene el men-

saje de la promesa del Vencedor. Aunque

Satanás “colocó” las señales de los clavos

en las manos y los pies de Jesucristo, y la

cicatriz en su costado (Juan 20:25), estas

son únicamente recordativos eternos de la

“herida en el calcañar”. La promesa dada a

David de levantar a un descendiente con

el in de que reine “para siempre” había

llegado a su cumplimiento con la venida del

Mesías, Cristo (2 Sam. 7:12; Sal. 89:4). Este

Vencedor fue una promesa en el Antiguo

Testamento, y su historia constituyó su

cumplimiento en el Nuevo Testamento, a

través de su primer advenimiento, “nacido

de mujer” (Gál. 4:4). Pero, debes recordar

que su victoria plena, completa y total será

cuando él regrese por segunda vez y “reine

hasta poner a todos sus enemigos debajo

de sus pies” (1 Cor. 15:25, RVC).

¡Sí! ¡Claro que sí! Tienes la promesa de

ver a Jesús cara a cara, porque Jesucristo es

el Vencedor; porque el aplastar la cabeza

es más grave que el aplastar el talón.