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12º Congreso Virtual de Psiquiatría. Interpsiquis 2011 www.interpsiquis.com - Febrero-Marzo 2011 Psiquiatria.com
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LA PSORIASIS ¿FENÓMENO PSICOSOMÁTICO O SÍNTOMA HISTÉRICO? Henríquez, Ruy. Psicoanalista. Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero [email protected] RESUMEN: La psoriasis, que llega a afectar hasta un 2,5% de la población mundial, es una de las enfermedades dermatológicas más frecuentes. Aunque se desconoce con exactitud el origen de esta enfermedad se la suele asociar con estados de estrés, así como a diversos componentes hereditarios. Una aproximación desde un punto de vista psicoanalítico, revela que la psoriasis, como enfermedad psicosomática, no es un síntoma, es decir, no es una producción del inconsciente, sino un fenómeno psicosomático. Las enfermedades psicosomáticas se caracterizan por una incapacidad de simbolización, de elaboración psíquica de las excitaciones somáticas, por parte de los sujetos que la padecen. Eso significa que para el psicosomático sólo hay cuerpo biológico: todo le sucede en el cuerpo o en la piel, como se pone de manifiesto en la psoriasis.
LA PSORIASIS ¿FENÓMENO PSICOSOMÁTICO O SÍNTOMA HISTÉRICO?
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Consideraciones generales
La piel, el órgano de mayor tamaño del cuerpo humano, cumple diferentes funciones, tales como
protegerlo contra los agentes físicos, químicos y bacterianos; desempeña un destacado papel en el
intercambio de los gases y en la termorregulación, es un órgano de excreción y constituye una
superficie sensorial de gran importancia. Si tenemos en cuenta su capacidad de transmisión
sensorial puede considerársele como una prolongación del sistema nervioso.
La psoriasis, que llega a afectar hasta un 3% de la población mundial, es uno de los
trastornos más frecuentes de la piel. Según la Academia Española de Dermatología y Venerología,
unos 125 millones de personas en el mundo padecen esta enfermedad. Sólo en España, según
estadísticas recientes, la psoriasis podría afectar entre 600.000 y un millón de personas.
El término “psoriasis” proviene del griego ‘ψ�ρα’ que significa ‘sarna’. Aunque la psoriasis y
la sarna son dos afecciones diferentes, el lenguaje popular las asocia por el prurito que las
caracteriza. Otros de los sentidos del término griego, que habría que destacar son: desear
vehementemente o deseo vehemente, formar costra, hormiguear, comezón, picazón, prurito y
rabiar.
La psoriasis es un trastorno cutáneo inflamatorio crónico, que evoluciona por brotes con
exacerbaciones y remisiones espontáneas, y que se caracteriza por pápulas y placas redondedadas,
eritematosas, bien delimitadas, cubiertas por una descamación micácea plateada. Las lesiones que
la caracterizan muestran un prurito variable.
De acuerdo con los especialistas, es una de las enfermedades a las que se ha dedicado mayor
esfuerzo de investigación y de la que, no obstante, se poseen escasos conocimientos del defecto
básico y de los mecanismos patogénicos que intervienen en ella.
La psoriasis no es contagiosa, pero es considerada una enfermedad crónica que requiere
atención y tratamiento continuo. Aunque se desconoce con exactitud su origen, se suele asociar a
diversos componentes hereditarios. Más del 50% de quienes la padecen señalan un antecedente
familiar positivo.
Según las investigaciones realizadas hasta ahora, puede desencadenarse por traumatismos,
estrés psicológico, cambios hormonales, procesos infecciosos de la piel o vías respiratorias, y
también por el efecto de algunos fármacos contraindicados.
El curso de la enfermedad es imprevisible. La mayoría de los enfermos tienen una evolución
benigna, con pocos brotes y pequeña superficie corporal afectada. Siguiendo la clasificación de la
psoriasis, en función de la gravedad, el 80% de los sujetos afectados tiene formas leves, el 12%
moderada y sólo un 8% padece una psoriasis grave.
El estrés es contemplado como un factor importante de empeoramiento, atribuido
fundamentalmente al continuo rascado que puede producir el llamado fenómeno de Koebner. Es
frecuente la afección de zonas que han sufrido traumatismos. Existen algunos factores externos que
pueden exacerbar la psoriasis, como infecciones y medicamentos (litio, betabloqueadores y
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antipalúdicos).
Algunas de las principales dificultades que acompañan el tratamiento de la psoriasis es que
sólo una, de cada dos personas afectadas, visita al especialista para consultar acerca de su
problema y de los que consultan sólo la mitad cumple con los tratamientos en su totalidad.
Recientemente se ha relacionado la psoriasis con el síndrome metabólico, motivo por el cual
es considerada una enfermedad sistémica.
Las asociaciones de afectados reivindican que esta afección no supone simplemente una
cuestión estética sino que es una enfermedad en toda regla, destacando que los pacientes sufren un
deterioro en su calidad de vida semejante al de los enfermos de cáncer, diabetes o depresión.
Algunos testimonios de personas afectadas, señalan que:
“La psoriasis es como tener un alien dentro que aparece cuando quiere.”
“Soy dos personas: una con brote de psoriasis, la otra sin él.”
Aproximación psicoanalítica
De acuerdo con Freud (1915), si partimos de la idea de que el sistema nervioso tiene como
labor principal el control de los estímulos que afectan el organismo humano, habría dos clases de
estímulos que requerirían dos tipos de respuestas diferentes para su supresión. Por un lado están los
estímulos exteriores y por el otro los estímulos que provienen del interior del propio organismo.
Los estímulos externos se caracterizan por actuar como un impulso único, pudiendo ser
suprimidos también por un sólo acto adecuado. Es decir, frente a los estímulos exteriores el
organismo tiene la posibilidad de defenderse o huir, escapando a la influencia del estímulo,
alejándose de su esfera de actuación.
Ahora bien, frente a los estímulos internos o pulsiones la respuesta es diferente, por cuanto
tales estímulos no actúan nunca como una fuerza de impacto momentánea, sino siempre como una
fuerza constante: “No procediendo del mundo exterior, sino del interior del cuerpo, la fuga es
ineficaz contra él.” La única forma de suprimir este estímulo es su satisfacción, esto es, la
transformación adecuada de la fuente de estímulo interna.
Visto de esta manera, las pulsiones plantean exigencias mucho más elevadas al sistema
nervioso, empujándolo a complejas actividades que tienen como consecuencia la modificación de la
realidad para obtener la satisfacción necesaria. Esta complejidad a la que es empujado el organismo
permite concluir que “las pulsiones y no los estímulos externos son los verdaderos motores de los
progresos que han llevado a su actual desarrollo al sistema nervioso, tan inagotablemente capaz de
rendimiento” (Freud 1915).
La regulación de los estímulos se encuentra sometida al denominado principio del placer,
relacionándose de este modo todo incremento de estímulos con la sensación de displacer y toda
disminución con el placer.
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La pulsión habrá de considerarse entonces como “un concepto límite entre lo anímico y lo
somático, como un representante psíquico de los estímulos procedentes del interior del cuerpo, que
arriban al alma, y como una magnitud de exigencia de trabajo impuesta a lo anímico a consecuencia
de su conexión con lo somático” (Freud 1915).
Desde esta perspectiva, la piel es un órgano que no sólo regula la relación del cuerpo con lo
que le es exterior, sino que también se ve afectada por las excitaciones que provienen de su
interior. Desde antiguo es sabido que la piel pone de manifiesto los estados anímicos internos del
sujeto. El rubor o la palidez, por ejemplo, son algunos de los efectos más reconocibles que los
procesos psíquicos pueden llegar a tener en la superficie cutánea de nuestro rostro, como signos de
vergüenza, excitación, rabia, etc.
En las denominadas enfermedades psicosomáticas lo anímico tiene un efecto determinante
sobre los procesos orgánicos en juego, que a la hora de su tratamiento es desestimado o, en el
mejor de los casos, es relegado como una consecuencia de las afecciones físicas.
El psicoanálisis tiene en cuenta los procesos psíquicos inconscientes, distinguiendo su diversa
participación en las neurosis de defensa y las neurosis actuales.
Para el psicoanálisis los síntomas histéricos se conciben como una reacción o derivación física
frente a un estímulo psíquico. La incapacidad de elaborar psíquicamente un representación psíquica
intolerable conduce a la conversión orgánica tan característica de la histeria. De ahí su clasificación
dentro de las llamadas neurosis de defensa, por cuanto el sujeto se defiende en ellas de una
representación anímica penosa provocada por un sentimiento de vergüenza, de remordimiento, de
dolor psíquico o moral, no soportando pensar en ello.
En la histeria, al contrario de lo que ocurre en la enfermedad orgánica o en la enfermedad
psicosomática, no hay lesión de órgano. El síntoma o conversión histérica es efecto de un
mecanismo psíquico, en tanto que en ella intervienen los procesos de condensación y
desplazamiento, fundamentales en todos las llamadas producciones del inconsciente, tales como los
sueños, los lapsus, los olvidos, etc. La representación intolerable es reprimida, pero su afecto
concomitante es desplazado sobre la anatomía imaginaria del sujeto.
El estudio de las enfermedades psicosomáticas desde el punto de vista psicoanalítico, revela
que sus manifestaciones patológicas no son productos del inconsciente, esto es, síntomas de la
misma categoría que los síntomas histéricos en las que hay un retorno de lo reprimido, sino que son
lo que Lacan denomina fenómenos psicosomáticos.
Las enfermedades psicosomáticas se caracterizan por una incapacidad de simbolización, de
elaboración psíquica de la pulsión, por parte de los sujetos que las padecen. En ellas se encuentra
siempre un antecedente de neurosis actual, por cuanto no interviene mecanismo psíquico alguno en
la producción de síntomas, es decir, no hay ni condensación ni desplazamiento. Ello significa que en
el fenómeno psicosomático no hay una realización de deseos, sino que se plantea una cuestión con
el Goce (Menassa 2009). Y no es que el psicosomático goce con la enfermedad, como ocurre en el
síntoma, sino que la enfermedad psicosomática es una manera de gozar con el cuerpo. En ella no
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hay erotización de órgano, como en la histeria.
Para el enfermo psicosomático sólo hay cuerpo biológico, por cuanto para él es doloroso
pensar. No tiene palabras para describir; de ahí la dificultad de los pacientes psicosomáticos a la
hora de concretar las características de su afección. Por eso también ante cualquier excitación
orgánica resuelven siempre somáticamente. Si toda excitación somática se transforma, una vez
alcanzado cierto nivel, en excitación psíquica, podríamos decir que en la enfermedad psicosomática
hay un intento de negar la composición indisoluble de lo somático y lo psíquico en el hombre. La
ambición de ser sólo cuerpo para no saber nada de la propia sexualidad.
Según cómo se conciba la curación y tratamiento, así se concebirá la enfermedad. La
psoriasis es una enfermedad clásicamente considerada psicosomática. Los actuales tratamientos de
la psoriasis, son tratamientos esencialmente sintomáticos, es decir, tratamientos que sólo pretenden
paliar la exacerbación de los síntomas. La concepción crónica de la enfermedad hace que se
abandone su curación y sólo se pretenda atemperar sus fenómenos.
El psicoanálisis es el tratamiento más adecuado para las enfermedades psicosomáticas como
la psoriasis, ya que es la única disciplina que tiene en cuenta la complejidad psíquica inconsciente
del sujeto. El psicoanálisis está especialmente indicado para este tipo de dolencias, pues su
cometido es hacer que el sujeto tenga acceso a la palabra, a la elaboración simbólica, esto es, para
que el sujeto hable con otra cosa que no sea su cuerpo, alcanzando una elaboración psíquica de
aquello que por ahora sólo se expresa a nivel somático.
Lo que el psicoanálisis ofrece a los enfermos psicosomáticos es aprender a gozar de otra
manera. Porque el sujeto no goza con los órganos, el verdadero goce es psíquico, es con el
lenguaje. La estructura es el lenguaje y el órgano es la libido. Las palabras, como diría Lacan, son
cuerpo sutil. El cuerpo es un cuerpo pulsional, libidinal, un cuerpo hecho de palabras.
Referencias bibliográficas
Díez, A. (2003): “Cuerpo, fenómeno psicosomático y transferencia”, Revista Extensión Universitaria
Nº 63.
Freud, S. (1894a): La neurastenia y la neurosis de angustia, Obras completas, T. I, Editorial
Biblioteca Nueva, Madrid.
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Madrid.
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Madrid.
Freud, S. (1915): Las pulsiones y sus destinos, Obras completas, T. II, Editorial Biblioteca Nueva,
Madrid.
Fauci, Anthony S., Eugene Braunwald, Dennis L. Kasper, Stephen L. Hauser, Dan L. Longo, J. Larry
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Menassa, A. (2005): “Psicoanálisis y medicina”, Revista Extensión Universitaria Nº 83.
Menassa, A. (2009): “¿Es el asma una afección psicosomática?”, Revista Extensión Universitaria Nº
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Menassa, A. y P. Rojas (2005): Medicina psicosomática I. Cuestiones preliminares, Editorial Grupo
Cero, Madrid.