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8/2/2019 LA RELACIN CARA A CARA LEVINAS
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LA RELACIN CARA-A-CARA EN EL PENSAMIENTO DE LVINAS
Olalla Bags
Universidad de Barcelona
Agosto de 2003
El objetivo del presente escrito es realizar un anlisis sobre la relacin cara-a-cara en la
obra Totalidad e Infinito[1]deEmmanuel Lvinas, as como esclarecer el significado de sta en el
pensamiento de nuestro autor. El tema de la relacin cara-a-cara aparece tratado a lo largo de
toda la obra Totalidad e Infinito. Precisamente por este motivo, no se seleccionar un fragmento
en bloque (nico) para abordar la cuestin que aqu nos ocupa, sino diversos textos, aquellos que
se han considerado ms relevantes para la comprensin de tal relacin. Antes de citar los
diferentes fragmentos escogidos, creo necesario sealar el origen del surgimiento de de la filosofa
de Lvinas, con el fin de esbozar el camino que dicha filosofa intentar recorrer para establecer
el ser en relacin como aquello esencialmente humano.
La filosofa de Lvinas surge como oposicin a las filosofas de la totalidad. El concepto
totalidad define una tentativa que ha acompaado a la filosofa occidental durante todo su
desarrollo y que se podra caracterizar, en palabras de Lvinas, como una reduccin de lo otro al
Mismo[2], como una categora de la violencia, es decir, que no respeta la alteridad del otro. Tal
filosofa ha situado el valor de la vida humana en la esfera de sus logros cognoscitivos, sometiendo
y alienando al individuo a la fuerza desptica del Todo y, asimismo, reduciendo al otro a mero
objeto de conocimiento u obstculo de la libertad del yo. Tanto la filosofa de la historia de Hegel
como la ontologa heideggeriana, afirmando la primera un Logos o Destino Universal y la segundael ente como expresin particular del ser, constituyen ejemplos privilegiados de las filosofas de la
Totalidad. stas pretendiendo dirigirse a la comprensin del mundo, no han hecho sino reducir
todo aquello que encontraban en su camino a objeto de conocimiento. Para la filosofa occidental,
slo lo susceptible de ser descubierto, desvelado y, por tanto, aquello susceptible de ser analizado
y probado es filosficamente significativo. La ontologa es, as, verdad de ser, inmanencia, y todo
aquello que escape a la demostracin y a la evidencia no es, para ella, ms que utopa o bien mera
opinin. sta es la tentativa de asumir, a travs del conocimiento, una sntesis universal, que ha
obcecado a la ontologa y a la metafsica occidentales y las ha llevado a destacar al ser
(impersonal) en perjuicio del ente concreto, la sntesis sobre la pluralidad, la sincrona en vez de la
diacrona, la inmanencia marginando la trascendencia. Ello se ha traducido, desde un punto de
vista tico, en un olvido del otro a favor del Mismo que es, en definitiva, una reduccin de todo
sentido, segn Lvinas. Por este motivo, la ontologa es incapaz de potenciar y expresar el sentido
de lo humano. Se impone, por tanto, un replanteamiento crtico de la tradicin filosfica
occidental y, en especial, un cuestionamiento de sus tres aspectos principales que, a mi parecer,
son los siguientes: el primado del conocimiento por encima de la relacin tica (relacin del
mismo y lo otro), del Mismo respecto al otro, y de la evidencia (inmanencia) en perjuicio de la
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trascendencia. De lo que se trata, de este modo, en opinin de Lvinas, es de producir una
inversin. Inversin basada en una defensa de la subjetividad (entendida como responsabilidad
para el otro) frente a las diversas totalidades (Estado, Saber, Poder, etc.) a que est reducida; en
un situar al otro, y no al Mismo, en el centro de la reflexin filosfica y, finalmente, en establecer
que lo esencial de lo humano es su ser en relacin.
Para Lvinas, una reflexin que respeta el sentido de lo humano no puede basarse en el
conocimiento y, asimismo, no puede partir del ser del ente sino del otro, es decir, de un rostro
concreto que se me dirige y que nunca podr ser entendido por el conocimiento. En efecto, el
sentido de lo humano () reside pues en perturbar la mismidad de ste, en sacudirlo
ticamente[3], y el yo nicamente puede salir de s por la llamada del otro que se produce en la
relacin cara-a-cara (relacin tica). Fuera del yo, de uno mismo, se encuentra el sentido y ello es
anterior a cualquier consideracin ontolgica[4]. Por esto, la tica es considerada por Lvinas como
la filosofa primera, sa a partir de la cual las dems ramas de la metafsica adquieren sentido[5].
Para entender el sentido de lo humano hay que salir, pues, de la ontologa y dirigir nuestra mirada
a la tica, y esto implica, tambin, pasar de un enfoque centrado en el Mismo a una reflexin yaccin guiadas hacia el otro. En resumen, Lvinas opone a la ontologa como filosofa primera la
relacin tica que es relacin con un ser otro, manifestado en un rostro que solicita mi
responsabilidad. Tal es la relacin cara-a-cara.
Me dispongo ya a citar los fragmentos escogidos referentes a tal relacin.
Una relacin cuyos trminos no forman una totalidad, slo puede producirse () comocara-a-
cara, como perfilando una distancia en profundidad () irreducible a aquello que la actividad
sinttica del entendimiento establece entre los trminos diversos mutuamente que se ofrecen
a su operacin sinptica[6]. La relacin con el otro no anula la separacin. No surge en el seno de
una totalidad y no la instaura al integrar en ella al Yo y al Otro. (). () la relacin entre el Yo y el
Otro comienza en la desigualdadde trminos, trascendentes el uno en relacin al otro. (). El Otro
en tanto que otro se sita en una dimensin de altura y de abatimientoglorioso abatimiento
tiene la cara del pobre, del extranjero, de la viuda y del hurfano ().[7]La presencia del rostro
lo infinito del otroes indigencia () y mandato ().[8]Asimismo, la presencia del otro
equivale a este cuestionamiento de mi dichosa posesin del mundo.[9]Escuchar su miseria que
pide justicia no consiste en representarse una imagen, sino ponerse como responsable, a la vez
como ms y como menos que el ser que se presenta en el rostro.[10]
() larelacindel Mismo y del otro () es el lenguaje. El lenguaje lleva a cabo, en efecto, una
relacin de tal suerte que los trminos no son limtrofes en esta relacin, que el Otro, a pesar de la
relacin con el Mismo, sigue siendo trascendente al Mismo. La relacin del Mismo y del otroo
metafsica funciona originalmente como discurso, en el que el Mismo resumido en su ipseidad
de yo () sale de s.[11]
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Una relacin con lo Trascendente () es una relacin social. Aqu lo Trascendente, infinitamente
otro, nos solicita y nos llama.[12]Lo infinito es la trascendencia misma (). Si la totalidad no
puede constituirse es porque lo infinito no se deja integrar.[13]Lo infinito no es de un
conocimiento lo que lo reducira a la medida de la mirada que contempla sino lo deseable, lo
que suscita el Deseo ().[14]Y slo la idea de lo Infinito mantiene la exterioridad de la
relacin.[15].
Una relacin cuyos trminos no formen una totalidad, slo puede producirse como cara a
cara[16]. sta es la primera afirmacin que encontramos en los fragmentos escogidos y, asimismo,
la primera caracterizacin de tal relacin. Se trata, por tanto, de una relacin en la que ambas
partes constituyentes no se configuran en unidad, sino que los trminos conservan su
trascendencia. De ah, que el otro sea exterior al Mismo y no se totalicen conjuntamente. Esta no
totalizacin de los interlocutores hace del cara-a-cara una relacin sin violencia, ya que la alteridad
del Otro es respetada[17]. Esto lleva a afirmar a Lvinas que lo no sintetizable por excelencia es
ciertamente la relacin entre los hombres[18]. De este modo, en las relaciones interpersonales no
se trata de pensar juntos a otro y a m, sino de estar enfrente, de cara. Con lo cual la verdadera
unin no consiste en formar un conjunto de sntesis, sino un conjunto de cara-a-cara. El cara-a-
cara es, fundamentalmente, una relacin social. Sin embargo, la sociabilidad del cara-a-cara no es,
como ya he sealado, la sociabilidad de sumas de individualidades y sntesis, sino la sociabilidad
consistente en relacionarse con el otro conservando la separacin. Dicha separacin es posible
porque en el cara-a-cara el Otro se manifiesta a travs de un rostro infinito, presencia
desbordante, alteridad irreducible perfilando una distancia en profundidad o infinita; (sobre este
respecto volver ms adelante). Asimismo, la relacin entre el Mismo y el Otro no es reducible a la
actividad sinttica del entendimiento. Tal operacin implicara una adecuacin entre el
pensamiento y la cosa pensada, una violencia sobre la alteridad del Otro y, as, una reduccin de
dicha alteridad. Por lo tanto, la relacin cara-a-cara no es de conocimiento, ya que la unin del
Mismo y el Otro en una totalidad pensada en sntesis provocara, como ya he dicho, violencia a esa
trascendencia radical de los miembros que entran en relacin. El cara-a-cara es una relacin entre
seres separados donde stos conservan su trascendencia. De este modo, la relacin con el otro
no anula la separacin. La nocin de cara-a-cara expresa, tambin, una relacin inmediata de
interpelacin y exigencia tica. En ella los trminos se presentan el uno al otro de forma directa, es
decir, inmediata, sin artificios, de frente y abiertamente. En tal relacin el otro me llama a la
responsabilidad. Y en su rectitud e inmediatez trasmite un imperativo tico, una obligacin.
El cara-a-cara es pues relacin donde los trminos se sitan uno frente a otro, como separados
pero no indiferentes, opuestos pero no enemigos.
Prosigamos con el texto: la relacin entre el Yo y el Otro comienza en la desigualdadde
trminos. Qu entiende Lvinas por tal desigualdad? Que la relacin entre el Mismo y el otro se
origine en la desigualdad viene a significar la imposibilidad de que exista en dicha relacin un
punto de vista exterior. Es decir, la imposibilidad de la existencia de un tercer trmino que
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englobase al Mismo y al Otro determinando formalmente la alteridad del Otro. Desigualad
significa, precisamente, la ausencia de un tercero capaz de abarcar al yo y al Otro. Por lo tanto, la
relacin cara-a-cara se produce como pluralidad.
El Otro en tanto que se sita en una dimensin de altura y de abatimiento () tiene la cara
del pobre, del extranjero, de la viuda y del hurfano (). La presencia del rostro lo infinito delotroes indigencia () y mandato (). El significado del Otro en el rostro puede ser visto, a mi
entender, en una relacin que viene de dentro y va hacia fuera de s mismo. Al venir de dentro el
significado del rostro es expresin y lo que expresa es la vulnerabilidad absoluta del rostro en su
desnudez. Pero, al mismo tiempo, la miseria y la vulnerabilidad absolutas del rostro significan la
altura de un ser que, al ser nico y singular en su desnudez, es completamente otro en su
alteridad. El rostro significa tambin a la humanidad igualada en la miseria y la vulnerabilidad. En
la desnudez del rostro del otro brilla la desnudez y la vulnerabilidad de infinitos rostros: de todos a
los que cubren de simbolismo el hurfano, la viuda, el extranjero. Pero la significacin, que al venir
de dentro nos muestra la indigencia, va hacia fuera y all se transfigura en prescripcin,
obligacin o mandato.
Pues, desde su desnudez, el rostro del otro me ordena: No matars. Elno matars tiene que ser
entendido como el hecho de no reducir la alteridad desnuda y, por tanto, vulnerable, a la
mismidad. De lo que se trata, de este modo, es de no reducir la singularidad y la diferencia del
Otro a contenido de conciencia del Mismo. En este sentido (de mandato) el otro aparece enuna
dimensin de altura. As, la relacin cara-a-cara se constituye comoasimtrica. Me gustara
sealar que la relacin Yo-T tal como Buber la considera, a diferencia de Lvinas, sita al Otro en
una relacin recproca, de tuteo, de complicidad[19]. La perspectiva de Lvinas, en cambio, parte de
la idea de Infinito (como se ver), del Otro como absoluto y trascendente. La relacin del cara-a-
cara no se basa, segn Lvinas, en la reciprocidad, sino en la disimetra.
Buber ha distinguido la relacin con el Objeto que estara guiada por la prctica, de la relacin
dialogal que apunta Otro como T, como compaero y amigo.[20]Puede preguntarse sin
embargo si el tuteo no coloca al Otro en una relacin recproca y si esta reciprocidad es
original.[21]
Hasta aqu, se ha visto que la presencia del rostro o, lo que es lo mismo, lo infinito del Otro,
es indigencia y mandato. El Otro se manifiesta, pues, en el rostro. Lvinas nombra este rostro
mediante los smbolos bblicos de la viuda, el hurfano y el extranjero. Todos ellos son figuras de ladesnudez, de la soledad, pero tambin de un interlocutor que es incapaz de mentir sobre su
miseria: sobre la desnudez de su humanidad vulnerable. Asimismo, la presencia del otro equivale
a este cuestionamiento de mi dichosa posesin del mundo. En etnocentrismo y egosmo
entendidos como una pasin por lo propio no son accidentes, sino caractersticas constitutivas del
Yo. Cuando Lvinas afirma que el Yo es idntico a s mismo hasta en sus alteraciones quiere hacer
entender que lo es porque puede identificarse con todo lo que le rodea, es decir, poserselo,
apropirselo, hacerlo idntico a l. Sin embargo, el encuentro con el Otro producir en el Mismo
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un choque, procedente al mismo tiempo de una dimensin de altura y de miseria, y pondr en
cuestin la manera como el Mismo se vea a s mismo, interpretaba el mundo y actuaba en l. En
efecto, el cuestionamiento del yo por la presencia del Otro representa la cada del Yo soberano,
absoluto de su posicin perseverante, segura y satisfecha en el ser; significa la deposicin de su
realeza de identidad y de sustancia. Se trata de un cuestionamiento que, no obstante, no
comporta caer en la nada, sino que en l el yo se afirme como humilde, como quien est en deudacon el otro, que espara el otro. El proceso crtico respecto de uno mismo no podra surgir de la
espontaneidad egosta del Yo; es el Otro quien provoca en m la pregunta por la justicia de mis
actuaciones y adhuc de mi existencia. De manera inversa al movimiento que desde la ontologa
describa al ser como conatus, perseverancia y voluntad de ser, crecimiento en esencia, sustancia y
poder, Lvinas sita la grandeza del ser humano en la capacidad de olvido de s hacia el otro. El
cuestionamiento de s mismo es un movimiento, quiero hacer hincapi en ello, que no consiste en
negar al yo, sino que comporta ser yo, pero precisamente, en tanto que responsabilidad. Es por
ello que la subjetividad tiene como estructura la responsabilidad. Escuchar la miseria del otro
consiste en () ponerse como responsable, a la vez como ms y como menos que el ser que se
presenta en el rostro. Pero para escuchar al otro es menester que yo est abierto. Con losconceptos de vulnerabilidad y miseria, Lvinas trata de descubrir al sujeto en trminos de
pasividad, no se trata, empero, de la pasividad de la inercia o del efecto, sino de la sensibilidad que
permite la apertura al Otro y la capacidad de recepcin. En la pasividad, el sujeto sede-pone,
abandona su subjetividad soberana y activa de sujeto intencional que conserva siempre delante de
los hechos para asumirlos. Se trata, por tanto, de una pasividad que como tal no tiene fuerza ni
intencin, y que por ello, ser capaz de darse totalmente, sin reservas. Es, en definitiva, una
pasividad que comporta el ser vulnerable, pasividad que no buscar protegerse, sino que
permanecer abierta al traumatismo que el otro causa en su vida. La necesidad y la miseria que el
otro padece no la vivo, en la relacin cara-a-cara, como objeto de percepcin, sino como
demanda, como exigencia de auxilio; en esto consiste la llamada del Otro. El rostro se impone al
yo sin que ste pueda permanecer sordo a su llamada ni olvidarla, es decir, sin que pueda dejar de
ser responsable de su miseria. Delante del Otro, sin tiempo para reflexionar sobre l mismo, el
sujeto se reconoce en la urgencia de responder, como responsable. Pero la responsabilidad a que
el otro me convoca no se reduce a haber de responder delante de l de mis actos, sino que la
responsabilidad en el pensamiento de Lvinas es responsabilidad para el otro. Asimismo, yo soy
responsable del Otro sin esperar la recproca; sta es asunto suyo. Por lo tanto, la relacin
intersubjetiva es una relacin asimtrica. Precisamente, en la medida en que la relacin entre el yo
y el otro no es recproca yo me constituyo como sujeto. Ser llamado a la responsabilidad, tal como
Lvinas lo entiende, no es un movimiento intencional de m hacia otro, sino un imperativo
inmediato e irrevocable venido del rostro del Otro[22]. Ante el hombre de los hombres, la
responsabilidad () es irrecusable[23], es una orden, una imposicin. La responsabilidad es la
sorprendente salida del yo hacia el Otro, que el Otro mismo provoca en m. La responsabilidad por
el otro no tiene lmites, es desmesurada e infinita. Finalmente, como he anotado lneas atrs, se
trata de una responsabilidad sin anhelo de reciprocidad. Es por ello que la relacin cara-a-cara es
asimtrica. La reciprocidad convertira al Otro en otro yo y destruira la trascendencia.
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Hemos visto que el rostro se descubre como desnudez, vulnerabilidad y, asimismo, su presencia
es una orden a m dirigida. De la misma manera, yo me descubro delante del otro al mismo tiempo
como seor y como sirviente, soy a la vez ms y menos que l: menos, porque el rostro del Otro
me recuerda mis obligaciones y me juzga, es decir, cuestiona el modo como yo acto en el mundo
y me recuerda mis deberes. Me descubro como ms porque frente al otro soy consciente o me
doy cuenta de que cuento con variedad de recursos y, por tanto, soy capaz de responderle.
Es cierto que, en un primer momento, el Otro se manifiesta a partir de su forma plstica y recibe
su significacin del contexto cultural al que pertenece. Sin embargo, cabe sealar que el Otro goza
de una significacin propia no recibida del mundo, absoluta y procedente de un ms all de su
forma. Esta significacin se manifiesta, segn Lvinas, como viniendo a nosotros, haciendo una
entrada, rompiendo las formas a partir del rostro. En la epifana del rostro el Otro se nos revela
como exterior a su tema, trascendiendo su imagen. Ms all de la forma el rostro es,
fundamentalmente, expresin de s mismo, es decir, discurso. En la expresin el rostro se presenta
a s mismo, da testimonio de s mismo. Por ello, el rostro es un estar presente en el propio
mensaje. Por esta razn, por un lado, anterior a todo contenido comunicable; es, adems,sinceridad absoluta: no puede disimularse a s mismo. A travs del rostro, el que habla se presenta
a s mismo deshaciendo, incesantemente, el equvoco de su propia imagen, de su apariencia
sensible.
Recapitulemos, por un lado, el rostro expresapor s mismo, es decir, sin referencia a un sistema,
ya que posee significacin propia. Por otro, el rostro se expresa a s mismo al descubierto, antes
del tema que expresa. En el rostro el Otro se presenta a s mismo, resurge siempre,
inevitablemente detrs de lo dicho. Es este presentarse a s mismo lo que constituye la funcin
fundamental del discurso. Pues bien, a la pregunta de cmo significar a otro cuya alteridad es
infinitamente exterior y trascendente y que, por lo tanto, impide la representacin y el lenguaje
representativo, la respuesta no puede ser otra que a travs de un lenguaje presentativo. Y
entiendo por lenguaje presentativo aquel que se refiere a la presencia del otro sin violentarla con
esquemas representacionales. Parece ser, entonces, que el recurso de Lvinas consiste en evitar
sistemticamente la construccin de la referencia al otro en sentido semntico-denotativo y, en
recurrir, a la referencia digmosle metafrica. sta, en tanto que pragmtica y, por tanto, no
prioritariamente denotativa, atiende al criterio de justicia, al ser del otro antes que a su verdad, a
no ser que la verdad pudiera consistir, precisamente, en hacer justicia. Pues no se trata de
referencias al ser del otro con un lenguaje veritativo (ciencias humanas), sino de escucharle en
su decir. Es este decirel que no se puede representar sin suplantar, ni suplantar sin violentar: sin
ser injustos. Delante del Otro el Yo no puede permanecer indiferente porque el Otro me hiere, meconvoca, provoca un traumatismo en la mismidad; por esto, he de hablarle. Para tratar este
tema Lvinas distingue entre el hecho de deciry lo dicho en el lenguaje. Lo dicho es aquello
comunicado; el decir, en cambio, es el hecho de dirigirse al otro. Lo esencial del lenguaje, segn
Lvinas, no es primeramente lo dicho, sino el hecho de decir[24], no son los contenidos expresados
tema, intencin ni los beneficios sociales o prcticos de la comunicacin, sino el hecho de que
el lenguaje me constituye como saliendo de m hacia el otro, como habiendo de responder[25]. Por
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niega a la posesin por la cual el Otro pasara a ser apresado por el Mismo. Lo infinito no es
de un conocimiento lo que lo reducira a la mirada que lo contempla sino lo
deseable, lo que suscita el Deseo (). El acceso al otro no puede efectuarse a travs del Saber
teniendo en cuenta que el conocimiento es por esencia una relacin que aspira a la totalidad. El
acceso ontolgico basado en el conocimiento no respeta la alteridad del Otro; es un acceso
que ejerce violencia y que hay que abandonar. De este modo, el pensamiento de Lvinas puedeser entendido como un esfuerzo de acceso al otro en la justicia de unas relaciones sin violencia.
Acceder al Otro en la justicia es considerarlo en su alteridad: el Otro es absolutamente Otro. El
Otro en tanto que Infinito y Trascendente es inabarcable, es decir, no puede ser de ninguna
manera contenido de un concepto. Que el otro sea inabarcable significa, asimismo, que su
diferencia, su trascendencia, tiene que ser respetada. As, a la imposibilidad lgica de
conceptualizar al Otro se aade una necesidad moral. En otras palabras, la moral exige que la
alteridad sea respetada. Hacer que la relacin con el Otro sea una relacin de justicia requiere esta
trascendencia. No se trata, entonces, de conocer al Otro, lo que lo reducira a la mirada que lo
contempla, ya que el acceso al otro a travs de la visin domina al Otro, ejerce sobre l un poder
que lo reduce a contenido de conocimiento, sino de relacionarse con l moralmente; pues lamirada es conocimiento, percepcin. Cierto es que la relacin con el rostro, lo infinito en el Otro,
puede estar dominada por la percepcin, pero lo que es especficamente rostro es aquello que no
se reduce a ella. En este sentido, puede decirse que el rostro no es [27]. Es lo que no
puede transformarse en un contenido que nuestro pensamiento abarque; es lo incontenible. Por
el contrario, la visin es bsqueda de una adecuacin; es lo que absorbe al Otro. El Otro como
inabarcable es siempre ms de lo que yo puedo pensar, es decir, infinito. En Infinito, en el
pensamiento de Lvinas, se opone a la totalidad, entendida como sntesis donde se incorporan y
se reducen las diferencias. Pero el rostro del Otro destruye en todo momento y desborda la
imagen plstica que me deja. Por esto, en el rostro, el Otro se expresa precisamente como aquello
que no se puede reducir, neutralizar en un contenido conceptual, como aquello que permanece
siempre exterior al pensamiento que lo piensa. El Infinito, pues, no puede ser objeto de
conocimiento, sino lo deseable, lo que suscita el Deseo hacia el Otro. En efecto, el Deseo del
Otro es deseo infinito, del absoluto, de aquello exterior como exterior mismo y, por tanto, nunca
abarcable. De este modo, el deseo metafsico (como lo denomina Lvinas) tiende hacia lo
absolutamente Otro, desea el ms all de todo lo que simplemente puede colmarlo. Por esto, el
deseo metafsico es diferente a lo deseos por las necesidades, a los deseos del mundo, de la
totalidad. As, no busca satisfacerse sino desear. No surge como necesidad que hemos de saciar,
no es fruto de una ausencia, no busca ninguna utilidad, no pretende la desaparicin de la distancia
entre Yo y el Otro, sino que precisamente espera la exterioridad. La orientacin hacia el Otro es un
Deseo absoluto. La relacin con el Otro que el deseo promueve nace del Bien que el mismo
infinito (del Otro que me mira) inspira. Una relacin con el Otro inspirada por el deseo, pues, no
busca la coincidencia, la fusin, la utilidad recproca, sino que instaura la sociabilidad: una relacin
entre seres separados, diferentes y, asimismo, no diferentes. Y slo la Idea de lo Infinito
mantiene la exterioridad del Otro al mismo, a pesar de la relacin. Para expresar esta
imposibilidad de reducir la alteridad o exterioridad del Otro que entra en relacin conmigo Lvinas
retoma el concepto cartesiano de . Habamos visto que la filosofa
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occidental haba buscado, prometido o recomendado el saber absoluto entendido como un
pensamiento de lo igual, en el cual todo era abarcado. Por el contrario, la idea de lo Infinito
implica un pensamiento de lo Desigual, donde el ideatum de esta idea o, lo que es lo mismo, a lo
que esta idea apunta, es infinitamente mayor que el acto mismo por el cual pensamos. Hay, por
tanto, desproporcin entre el acto y aquello a lo que el acto permite acceder. Segn Descartes,
hay en tal hecho una de las pruebas de la existencia de Dios, ya que el pensamiento no ha podidoproducir algo que lo sobrepase; era necesario que eso fuese puesto en nosotros. Pero para Lvinas
la idea de lo Infinito, independientemente de constituir o no una prueba de la existencia de Dios,
es significativa porque representa, en primer lugar, la posibilidad de una relacin entre el finito y
el infinito y porque, adems, establece esta relacin en trminos ticos: relacin no reductora
entre el Mismo y el Otro. En efecto, la relacin con el Infinito (cercano y Trascendente al mismo
tiempo) es un movimiento tico. Es decir, porque el Otro desborda mi idea de l trastorna mi
conciencia y la hace salir de s misma hacia la trascendencia; la idea del Infinito en m es ya una
relacin moral: se trata de responder a la mirada del Otro de forma inmediata y como
responsabilidad.
Pues bien, la nocin cartesiana de la idea del Infinito designa una relacin con un ser que conserva
su exterioridad total respecto de aquel que lo piensa. Por ello, la idea de infinito tiene algo de
excepcional: se caracteriza por contener ms de lo que uno podra pensar nunca. Lo que a
Descartes le interesa principalmente de esto es el hecho de que la presencia de la idea del Infinito
en el ser finito prueba la existencia separada de este Infinito. Para Lvinas, en cambio, como anot
lneas atrs, la importancia de este anlisis cartesiano reside en destacar que la distancia que
separa el ideatum (lo representado) de la idea constituye aqu el contenido del ideatum mismo. Es
decir, si del Infinito slo podemos tener una idea es porque en esencia misma es trascendente. Lo
que a Lvinas le importa destacar, en definitiva, es la idea misma de la Trascendencia, del
Absoluto, y de la posibilidad de establecer una relacin con este absoluto. Su intencin no esgnoseolgica relativa al conocimiento como en Descartes[28], sino metafsica y tica. Por lo
tanto, lo que Lvinas retiene fundamentalmente de la nocin cartesiana de Infinitode la idea de
Infinito introducida en el ser finito es su anterioridad o exterioridad en relacin con el finito, es
decir, su trascendencia. La idea del Infinito no es posible ms que entre seres separados; y no es la
insuficiencia del yo finito lo que impide la totalidad, sino el carcter infinito del Otro. En definitiva,
la separacin entre los trminos expresa y hace posible la trascendencia. Pero cmo es posible
que el Mismo llegue a al otro exterior y trascendente, y que pese a su exterioridad los
trminos puedan entrar en relacin? Pues bien, el Mismo puede al Otro trascendente
porque la presencia del infinito tiene lugar en m como revelacin. Esto comporta tres
consideraciones. En primer lugar, la idea del Infinito en m no parte del yo ni de una necesidad enl de suplir sus carencias. La idea del Infinito me viene del Otro, del exterior. Lo pensado inicia el
movimiento, no el pensador. En segundo lugar, el Infinito se manifiesta independientemente de
toda posicin que hayamos tomado respecto a l y se expresa viene a m como imponindose,
inesperado. Finalmente, que la idea del Infinito se revele quiere decir que el Infinito se manifiesta
presentndose l mismo en la idea que anuncia, como presencia viva que sostiene su propia
manifestacin.
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Por lo que se refiere a la manera concreta, la idea del Infinito se revela, es decir, se hace presente
en nosotros a travs del rostro del Otro. En efecto, el rostro manifiesta de forma privilegiada la
alteridad del Otro. El conocimiento que yo pueda tener de la trascendencia, a travs del rostro, no
es, pues, un conocimiento objetivo procedente de la forma y la medida de la mirada que
contempla, sino excepcional: constituye la experiencia por excelencia, y esto porque la idea del
Infinito en m a travs del rostro del Otro me revela, en definitiva, una desmedida: rompe el ordeninmanente, el orden que yo puedo abarcar, pensar, poseer. A partir del infinito del Otro que su
rostro expresa se llega a captar el Infinito de la divinidad. Finalmente, pues, en la mirada del Otro
Lvinas reconoce la llamada de Dios a no abandonar a aquel que me necesita. Responder al Otro
es, tambin, responder a Dios. Por ello, Lvinas llamar a la relacin con el Otro:
Proponemos llamar religin a la ligadura que se establece entre el Mismo y el Otro, sin constituir
una totalidad[29].
BIBLIOGRAFA
LVINAS, E., Totalidad e Infinito; Salamanca, Sgueme, 1999
LVINAS, E., tica e Infinito; Madrid, Visor, 1991
DERRIDA, J., La escritura y la diferencia; Barcelona, Anthropos, 1989
PELVER, P., tica y violencia. Lectura de Lvinas; Pensamiento, n 36, 1980
[1]LVINAS, E., Totalidad e Infinito; Salamanca, Sgueme, 1999
[2]Ibd., p. 67
[3]LVINAS, E., tica e Infinito; Madrid, Visor, 1991, p. 13
[4]El significado de un sentido como el sostenido por Lvinas (anterior al saber y crtico respecto de
l) tambin fue afirmado en el s de la filosofa contempornea por representantes delpensamiento dialgico como Buber, Rosenzweig, Marcel
[5]LVINAS, E., tica e Infinito, p. 20
[6]LVINAS, E., Totalidad e Infinito, p. 63
[7]Ibd., p. 262
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[8]Ibd., p. 226
[9]Ibd., p. 99
[10]Ibd.,p. 228
[11]Ibd., p. 63
[12]Ibd., p. 101
[13]Ibd., p. 103
[14]Ibd., p. 85
[15]Ibd., p. 209
[16]Las citas que aparezcan sin referencia bibliogrfica pertenecen a los fragmentos escogidos.
[17]Desde esta relacin sin violencia comenzar Lvinas su crtica al sistema hegeliano de latotalidad, el cual identific Razn, Estado e Historia.
[18]LVINAS, E., tica e Infinito, p. 72
[19]J. Derrida en su obra La escritura y la diferencia; Barcelona, Anthropos, 1989, p. 142, sintetiza
de la siguiente manera las diferencias entre el pensamiento de Buber y de Lvinas: Lvinas
rebate, en sustancia, a la relacin Yo-T: 1) que sea recproca y simtrica y haga as violencia a la
altura y sobre todo a la separacin y al secreto; 2) que sea formal y pueda unir el hombre a las
cosas tanto como el Hombre al hombre; 3) que prefiera la pareja, la relacin privada, la
clandestinidad de la pareja que tiene bastante con ella misma y olvida el universo.
[20]LVINAS, E., Totalidad e infinito, p. 72
[21]Ibd., p. 92
[22]Aqu se hace patente la heteronoma de la tica levinasiana.
[23]LVINAS, E., Totalidad e Infinito, p. 214
[24]La Biblia ha jugado un papel esencial en el pensamiento de Lvinas, entre otros motivos, por el
hecho de pensar dirigindose a todos los hombres. Este dirigirse al Otro es la funcin fundamental
del decir.[25]En efecto, para m, lodicho no cuenta tanto como el decir. ste me importa menos por su
contenido en informaciones que por el hecho de que se dirige a un interlocutor (LVINAS,
E., tica e Infinito, p. 40)
[26]Es a partir de esta responsabilidad desde donde Lvinas definir al ser humano como el ser
responsable.
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[27]LVINAS, E., Totalidad e Infinito, p. 80
[28]En Descartes, la idea del Infinito sigue siendo una idea terica, una contemplacin, un saber,
(LVINAS, E., tica e Infinito, p. 87
[29]LVINAS, E., Totalidad e Infinito, p. 64
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