10

Click here to load reader

La retórica en los artículos de opinión Teoría, metodología y análisis de casos

  • Upload
    ciespal

  • View
    1.346

  • Download
    3

Embed Size (px)

DESCRIPTION

La retórica en los artículos de opinión Teoría, metodología y análisis de casos

Citation preview

Page 1: La retórica en los artículos de opinión  Teoría, metodología y análisis de casos

Presentación del libro

La retórica en los artículos de opinión

Teoría, metodología y análisis de casos

Omar Ospina

El libro La retórica en los artículos de opinión. Teoría, metodología y análisis de casos , de José

Villamarín Carrascal es, quizá, el primer libro escrito por autor ecuatoriano que analiza en

profundidad, desde varios puntos de vista, el quehacer de tres representantes del Periodismo de

Opinión en el Ecuador, en los últimos años: Simón Espinosa Cordero, maestro de maestros;

Francisco Febres Cordero, El Pájaro, primer periodista de humor del país; y el escritor lojano Ángel

Felicísimo Rojas, ya fallecido.

Anteriores y numerosos trabajos durante el siglo pasado se ocuparon ya de los nombres mayores

del periodismo nacional: Eugenio de Santa Cruz y Espejo, Juan León Mera y Juan Montalvo. Pero lo

han hecho más desde su labor como científico y precursor de la Independencia el primero, y como

escritores y polemistas los segundos. En el Siglo XX, no parece haber existido una figura en el

periodismo nacional que haya ocupado el tiempo, la energía y la prolijidad investigativa que han

merecido de parte de José Villamarín, como los periodistas comentados en este texto.

El libro se ocupa del trabajo periodístico de nuestros autores durante un período especial del

devenir nacional: entre junio de 1996 y febrero de 1997, es decir, el período en que fue Presidente

de la República el abogado Abdala Bucaram Ortiz, conocido de autos y recordado por todos.

Ahora bien, que el estudio de ese período en el periodismo de opinión del Ecuador y,

concretamente, en la pluma de los tres periodistas a que alude el libro, sea publicado justamente

ahora, parecería darle al libro cierto aire de antigüedad o de cosa juzgada, lo cual es una falsa

impresión. En primer lugar, porque los avatares de la historia, sobre todo la nuestra, suelen ser

repetitivos, y no digo en el transcurso de los años sino en el de los siglos que van desde la

conquista europea hasta nuestros días, e incluso en los pocos de vida republicana. Un somero

repaso de esos años nos muestra algunos nombres que tienen su parangón en los años recientes.

Y en segundo y no menos importante lugar, porque el período Bucaram de nuestra historia última

y su protagonista principal, el huésped de Panamá, no han sido juzgados todavía. Ni por la

historia, que suele tardar algún tiempo, ni por la justicia ordinaria, que suele tardar algo más. En el

Page 2: La retórica en los artículos de opinión  Teoría, metodología y análisis de casos

caso hipotético de que actúe, por supuesto, dicho sea con toda la mala intención posible. Por ello,

creo que es oportuno este libro. El análisis que el autor hace del trabajo de los tres periodistas

tiene que ver en grandísima parte con su posición política, ideológica y, sobre todo, ética, frente al

gobierno del mencionado político, hoy ex presidente y prófugo.

Y es oportuno porque el periodismo que se practica en la actualidad, en lo que tiene que ver con el

juzgamiento, necesario y útil, de los hechos de gobierno, parece sufrir de amnesia. Aunque es una

amnesia comprensible, si se tiene en cuenta el lugar común que prevalece en la psiquis colectiva:

el peor gobierno siempre es el actual. Tal vez, y eso también es comprensible, porque las

angustias del ayer nos parecen a menudo irrisorias a la luz de los recuerdos, en cuanto que ya

fueron superadas, y no en pocos casos son hasta motivo de chacota o de burla: ¿O hay alguien,

pregunto, a quien no le sugiera una sonrisa el patético y delictuoso espectáculo de costales

saliendo repletos de billetes de las arcas del Banco Central con destino final a los Casinos de

Panamá; o el tragicómico sketch de la ministra Sandra Correa tratando de convertir con

argumentos sofistas un plagio vulgar en una obra maestra; o el matonil momento de un ex

ministro íntimo del presidente, apuntando con una pistola a una secretaria indefensa y asustada,

que a lo mejor no le hizo la venia que correspondía a su altísima investidura de inversor de la

campaña que llevó al poder al meritísimo ciudadano?

Ya todo eso, para el imaginario colectivo, es historia. Es decir, como suele ocurrir a nuestro

desmemoriado pueblo y a nuestras más desmemoriadas aún clases dirigentes, aquí no ha pasado

nada comparado con lo que ahora ocurre. Es que aquello ya dolió, ya hirió, ya ofendió y ya

cicatrizó. Esto de hoy está doliendo a muchos, hiriendo a otros cuantos, ofendiendo a varios… y no

cicatriza todavía porque todavía sangra. Pero no nos preocupemos. Ya vendrán otros gobiernos…

y serán peores que este.

Pero el tema es un libro, no la política nacional, siempre interesante y siempre repetitiva.

La mitad del libro, sus tres primeros capítulos, los utiliza el autor, con perspicacia y prolijidad, en

informarnos de manera exhaustiva sobre el significado y las implicaciones lingüísticas y morales

de un término que aún tiene un no sé qué de peyorativo: Retórica. El período signado por el

cartesianismo durante los Siglos XVII y XVIII, que denigró de la Retórica y la sepultó entre los

detritus de la sofística, todavía nos influye.

Sin embargo, la Retórica tiene una larga, muy larga historia, que no solo reivindica el término sino

que lo pone en la justa perspectiva de análisis. Y poco a poco va retomando su viejo prestigio

filosófico. Que le viene de Aristóteles. Pero que tiene orígenes más antiguos que, posiblemente, se

Page 3: La retórica en los artículos de opinión  Teoría, metodología y análisis de casos

sitúen en Sicilia en el siglo V antes de nuestro tiempo, con los primeros maestros en el arte de la

persuasión. Empédocles y sus discípulos Córax y Tisias, a quienes se considera los fundadores de

la Retórica. De ellos, fue Córax quien formuló la teoría de las cinco partes fundamentales del

discurso retórico: Exordio, narración, argumentación, digresión y epílogo.

Sin embargo, Córax sembró una semilla que daría origen, algunos siglos más tarde, a los sofistas:

postuló el principio de que lo que parece verdad es mucho más importante que lo que es verdad.

Este principio ha tenido, desde entonces, prolífica aplicación en el hacer de políticos,

emperadores, mandatarios, papas, periodistas y demás personajes investidos de poder, ya sea

poder político, poder económico, poder religioso, o poder mediático, que no en vano se le ha

llamado a la prensa, no sé si merecidamente, el Cuarto Poder.

Luego, siempre según el autor del libro, Platón inicia su cruzada contra los sofistas postulando un

principio ético: la Retórica tiene como objetivo fundamental, la búsqueda de la verdad. No su

hallazgo, que pertenece más bien a los terrenos de la religión, sino el camino hacia ella. Camino

que, como sabemos, no tiene una variante sino muchas y carece de meta puesto que es infinito.

Parafraseando a Carlos Fuentes cuando habla de la Libertad, ese otro concepto inasible,

podríamos decir que la sabiduría no consiste en el hallazgo de la verdad sino en su búsqueda, y es

esa búsqueda la que lleva al conocimiento.

Para introducir otro concepto, dice el autor que la Retórica del Hecho alude y persigue la

verisimilitud, es decir, la búsqueda de lo creíble, y la Retórica del Derecho tiene como objeto la

verdad. Y para ir al encuentro de ese objeto, la verdad, que en otro sentido, no lúdico sino

intelectual, ya no es un “oscuro objeto de deseo” sino un claro objeto de aprehensión, es

necesaria la Retórica con sus características esenciales.

Posteriormente, el filósofo de Estagira, Aristóteles, propone en los tres libros en los que se ocupa

de la Retórica, una división que aún subsiste: Un primer libro se ocupa del orador, en términos

modernos el emisor del mensaje, y de su carácter moral y su manera de presentar el discurso, que

obedece también a tres características: judicial, deliberativo y epidíctico.

El segundo libro de la Retórica aristotélica se ocupa del auditorio, o sea del receptor del mensaje o

del texto. Pues son los caracteres, las pasiones y pulsiones de ese auditorio lo que da al orador las

pistas necesarias para la elaboración del discurso. Y es obvio; no es lo mismo dirigirse a una masa

amorfa de gentes variopintas, escenario preferido del demagogo o del corrupto, que a un pequeño

grupo de iniciados, de conocedores del tema del que se trate.

Page 4: La retórica en los artículos de opinión  Teoría, metodología y análisis de casos

Y el tercer libro se refiere al Mensaje en sí, es decir, el logos, el estilo en el que se construye el

discurso para que sea convincente. Y aquí interviene la lingüística mediante uno de sus elementos

complementarios: las figuras retóricas. Pero ese tema, importante si los hay puesto que la validez

del discurso o del argumento se basa en su calidad de comprensible tanto como de agradable y

sugestivo, es asunto de gramáticos.

Aristóteles arguye que la Retórica no intenta la evidencia científica de algo pero tampoco se ocupa

de demostrar lo que es obvio. Lo suyo es la argumentación, y ella obedece a tres paradigmas: el

Ethos, o sea lo ético, lo moral; el Pathos, o sea lo emotivo y pasional; y el Logos, o sea lo

discursivo, lo relativo al significante.

Alejándose algo de Platón pero sin acercarse a los sofistas, Aristóteles conviene en la importancia

de la verosimilitud, de lo creíble, siempre y cuando lo creíble no provenga de la manipulación de

los hechos. Entra en juego, pues, otro de los postulados de la Retórica: el Ethos, o sea lo moral.

Y por ese camino de análisis, el autor nos conduce a investigar la posición que ocupan en los

artículos de Simón Espinosa, Francisco Febres Cordero y Ángel Felicísimo Rojas, estos tres

paradigmas que, vinculados al trabajo práctico de los tres periodistas, tiene que ver con la

selección que los tres hacen de sus temas preferidos, es decir, el Logos o el discurso; con los

valores morales propios del articulista, que se evidencian en sus escritos, es decir, el Ethos o la

moral; y con la manera de expresar dichos temas para concitar el interés intelectual o emotivo del

lector, es decir, el Pathos o la pasión.

Para el autor del libro, el articulista de opinión debe ser franco y honesto. Es decir, alabar o criticar

sin apasionamiento, con objetividad. En lo cual, como es obvio, se distancia del reportero o

periodista de noticias, a quien le atañen los hechos que ocurren, tal como se presentan. Sin

alusiones improcedentes, puesto que lo suyo no es opinar o sea dirigir o manipular la

interpretación de los hechos, sino la relación de ellos con estricto apego a la realidad de lo

ocurrido. Es decir, lo contrario de lo que hoy ocurre en nuestros medios, principalmente en los

televisivos, en los cuales la narración de los hechos que ocurren está mediatizada, contaminada y

degradada por las alusiones políticas, ideológicas, religiosas, xenófobas en no pocos casos y hasta

faranduleras de los emisores de las noticias, en una clara y evidente contradicción con un principio

ético del periodismo, que debería ser ineludible: los hechos son sagrados, las opiniones son

aleatorias. Pueden y deben existir tales opiniones, sí, pero en su espacio propio y con

posterioridad al relato de la noticia, que debe llegar al público incontaminada y veraz.

Page 5: La retórica en los artículos de opinión  Teoría, metodología y análisis de casos

Pero nuestros periodistas analizados son, justamente, periodistas de opinión. Lo suyo es inferir de

los hechos una explicación y un sentido, y exponer su interpretación de ello al público lector. Esa

opinión, por cierto, está condicionada por el Ethos del periodista, por su ética profesional, por su

carácter, por su personalidad. Y no hay duda de que en los tres periodistas analizados, ese

carácter y esa personalidad están signados por una ética sin mácula, por las condiciones

aristotélicas del Ethos: prudencia, virtud y benevolencia.

El Capítulo II del libro de José Villamarín se ocupa de las características comunicacionales del

artículo de opinión. Del género periodístico y de las condiciones del artículo de opinión en nuestro

medio. De sus funciones y de su estructura. De la libertad que le es propia y necesaria, como

preconiza Alex Grijelmo, redactor del Manual de Estilo del diario El País, de España. Libertad que,

como complemento, Fernando López Pan divide en cuatro libertades fundamentales.

En primer término, la libertad temática, puesto que el articulista de opinión es libre de escoger los

temas que aborda. No son ni pueden ser el editor del medio en el que escribe ni los lectores de

ese medio quienes le impongan al articulista su agenda de temas. De mi experiencia personal en

el Ecuador, debo decir que en ninguno de los medios en los que he colaborado, ya como cronista,

ya como editorialista, y siempre de manera independiente, he visto coartada mi libertad temática

ni condicionada mi manera de pensar frente a un tema. Excepto en una ocasión en la que abordé

un tema que incluso hoy, ya en pleno Siglo XXI, se considera tabú o al menos, proclive al silencio:

la Iglesia y su fundamento básico, la fe. Pero ese es otro tema, objeto quizás de algún libro futuro

que se atreva, entre nosotros, a perderle el miedo intelectual a la milenaria institución.

En cambio, sí se suelen recibir, sobre todo debido a las modernas formas de comunicación

derivadas de la informática, la internet y sus múltiples aplicaciones, de parte de los lectores, no

solo sugerencias sino hasta exigencias en torno a los temas que aborda el periodista de opinión.

Por mi parte, suelo ignorarlas, sobre todo las contaminadas de grosería o de imposición

dogmática, aunque en ocasiones, y entiendo que les ocurre a los periodistas de opinión en

general, acepto sugerencias de lectores inteligentes que arguyen o proponen sus inquietudes no

solo con criterio razonable sino con respeto.

La segunda es la ideológica, es decir, de las ideas que el periodista de opinión tiene como suyas. Y

aquí vale la pena citar al autor del libro: “Con el fin de echarse un barniz de pluralidad, los

periódicos, al menos en nuestro medio, han optado por escoger entre sus colaboradores a

personas de un espectro ideológico más o menos amplio, lo que al menos en teoría da la idea de

democratización de las ideas”. Ha de ser por eso que algunos somos tolerados en los medios en

los que usual u ocasionalmente colaboramos.

Page 6: La retórica en los artículos de opinión  Teoría, metodología y análisis de casos

Otra libertad ineludible es la libertad de estilo. El Estilo es el hombre, dice la vieja sentencia, y ello

parece ser así, aunque uno de los periodistas analizados en el libro contradiga esa frase. Nuestro

más importante periodista de humor es, sin duda, Francisco Febres Cordero. Y quienes lo

conocemos tenemos claro que es hombre serio al que cuesta arrancarle una broma, lo cual no le

quita su simpatía personal que no es “graciosísimo” sino bonhomía. Pero Francisco motiva la

sonrisa cuando escribe y muestra su vena no solo humorística sino y principalmente, satírica e

incluso sarcástica. Que son justamente las características que hacen de sus artículos verdaderas

púas impregnadas de veneno tanto como de preciso y motivado talento.

La cuarta y última libertad es de la escritura, que se complementa con la de estilo. Cada autor es

libre de abordar sus temas a la manera clásica de exordio, narración, argumentación y

conclusiones, o bien dar a sus artículos una estructura en apariencia caótica que, si se realiza con

creatividad, puede ser interesante y motivadora.

Una de las finalidades de la comunicación periodística es influir en los demás, dice el autor del

libro al comienzo del segundo capítulo. Y ello es aún más cierto en el periodista de opinión. Su

quehacer, subjetivo y personal, consiste en convencer a un auditorio o a un lector de que su

interpretación de los hechos es válida, es creíble y es lógica. Que, además, esa interpretación sea

también honesta, ética, franca e inclusive benevolente en el mejor sentido de la palabra, depende

ya de la índole personal del periodista, de su carácter íntimo, de su condición ética e intelectual.

Otro de los temas que el libro aborda es el de la diferencia, en los artículos de opinión, entre

Persuasión y Manipulación. Y me parece que esa diferencia es ostensible y evidente en los tres

periodistas analizados. Su pretensión, válida y honesta, es persuadir. Que para ello recurran a

diferentes estilos y en ocasiones a la dureza en los conceptos, sin temor al riesgo que implica la

franqueza, no solo es defendible sino encomiable. Pero en ninguno esa dureza es grosería ni es

crueldad ni es maltrato gratuito. Ninguno de ellos ha recurrido, por ejemplo, a la calumnia, la

difamación o la maledicencia, como sí ha ocurrido y ocurre en otros ejemplos bastante alejados de

la ética periodística.

El análisis de los tres periodistas, se inicia en el libro con Simón Espinosa Cordero.

Según el autor, Simón Espinosa Cordero no es solamente un maestro en el manejo del lenguaje,

condición ineludible en todo periodista de vocación y de profesión, pero con más veras en el

periodista de opinión, sino que es persona de ética y honestidad a toda prueba. En su Ethos

retórico el motivo primario es, de acuerdo con el analista, la política. Algo comprensible si

Page 7: La retórica en los artículos de opinión  Teoría, metodología y análisis de casos

recordamos el período en el que se publicaron, en la revista Vistazo, los artículos analizados: la

Presidencia de Abdala Bucaram.

¿Cómo no interesarse en la política si se vive bajo el mandado de un Zoom Politikon, al decir

aristotélico, es decir, un animal político de la especie Bucaram? Su hacer gubernamental fue

político en esencia. Política corrupta y manipuladora, recordemos, pero en ese sentido política

opinable, juzgable, analizable y, por cierto, cuestionable en cuanto deleznable. Ojalá la

desmemoria no nos haya hecho olvidarlo tan pronto.

El Ethos nuclear en Simón Espinosa está analizado en el libro como estructurado en torno a la

benevolencia, la virtud y la prudencia. Benevolencia en cuanto persigue amistarse con el lector,

buscar su estima para obtener su confianza en términos de honestidad, para que esa estima se

traduzca en credibilidad. Virtud en cuanto que aquello que comenta, ya sea para reconocer

méritos o para criticar defectos, es comentado con franqueza y frontalidad, sin esconderse en

circunloquios y subterfugios que mediaticen o disimulen los conceptos. Y prudencia en cuanto

suscita reflexión y análisis en el lector, no prejuicios obtenidos con el argumento falaz de concitar

la adhesión por lástima, por resentimiento o por rencor. Esa prueba ética en los artículos de Simón

Espinosa Cordero, signada por la benevolencia, la virtud y la prudencia, le garantizan la confianza

del lector y le acrecientan el único capital válido para el periodista honesto: la Credibilidad.

Si hay una característica básica en el quehacer periodístico de Simón Espinosa, es su lucha frontal

contra la corrupción. Ello, que le ha prodigado el respeto de los lectores, también le ha cimentado

su prestigio personal y profesional y, por supuesto, le ha ganado la medalla al mérito de no pocos

disgustados cuando el poder político se siente aludido por sus denuncias y sus dardos, siempre

dirigidos por la franqueza y la frontalidad, condiciones que no rehúyen sutileza y elegancia.

El segundo periodista analizado es Ángel Felicísimo Rojas, el reconocido escritor lojano que hizo de

Guayaquil su ciudad de residencia y de trabajo periodístico desde las páginas del El Universo.

La diversidad temática, que implica interés por todos los avatares y contingencias humanas, fue la

principal característica del escritor lojano. Sin embargo, tanto para el análisis cuanto para mi

opinión personal, esa variedad temática, unida a otros factores que no vienen al caso, hicieron del

trabajo periodístico de Ángel Felicísimo Rojas el menos interesante de los tres analizados. Alguna

superficialidad y falta de investigación al abordar los temas, cuanto en ocasiones la excesiva

prodigalidad de elogios a instituciones o personas, le quitaron mérito e interés a sus artículos.

Page 8: La retórica en los artículos de opinión  Teoría, metodología y análisis de casos

Si bien su quehacer periodístico se caracterizó por su oposición frontal al gobierno de Abdala

Bucaram, esa oposición no se fundamentó en el ejercicio gubernamental en sí mismo, sino en su

rechazo a la personalidad del presidente y a su forma de ser. No le quita validez a sus artículos tal

condición, pero le mengua interés para el lector que quisiera encontrar en un texto algo más de

argumentos y un poco menos de pasión.

El acercamiento al lector por parte de Rojas, o sea su benevolencia en el sentido en el que se

estudia su obra por parte del autor del libro, deviene de su lenguaje formal y académico, antes

que de su diversidad o su dialéctica. La virtud que lo caracterizaba era la franqueza, el decir lo que

pensaba sin asomo de precaución o temor. La prudencia se situaba en la exacta deliberación entre

lo justo y lo injusto.

El tercer periodista analizado en el libro de José Villamarín es Francisco Febres Cordero, el Pájaro.

El Ethos primario en el caso de Febres Cordero fue sin duda en ese período la política. Y en ese

terreno y en sus artículos, la crítica frontal, directa y burlona al gobierno de Bucaram y a varios de

sus colaboradores más cercanos. Protagonistas principales de sus comentarios y blanco de sus

críticas y burlas, la ministra de Educación, Sandra Correa, el ministro y hombre de confianza

Alfredo Adum, y el entorno familiar del Presidente, es decir, su hermana Elsa, sus hijos y sus

primos, todos ellos vinculados o beneficiarios del gobierno, o desgobierno para decirlo en palabras

de José Villamarín, del todavía ostensible ex presidente y prófugo Bucaram.

Una lectura cuidadosa de los artículos propuestos por José Villamarín para su análisis del trabajo

periodístico de Francisco Febres Cordero, nos lleva a la conclusión de que el autor analizado utiliza

con talento y precisión una de las herramientas más difíciles de manejar con solvencia y con

honestidad en el quehacer periodístico: el humor.

El artículo de humor no puede acudir al facilismo chistoso. Lo suyo no es la risa que proviene del

gracejo inmotivado sino la sonrisa que provoca la alusión certera, irónica, burlona y sarcástica en

ocasiones, a las actitudes del gobernante, a sus decisiones y sus abusos, a su perversa

manipulación del poder, a su ejercicio deleznable y corrupto.

En ese sentido, los artículos del periodista Francisco Febres Cordero en el diario Hoy, de Quito,

comentados por el autor, cumplen a cabalidad su intención crítica sin el recurso del facilismo y sin

acudir a la calumnia o a la estigmatización gratuita. Sus dardos están justificados por el proceder

de un gobierno cuestionable y corrupto, no por inquinas personales ni por decires no

comprobados, ni por resentimientos o rencores inválidos. Los testigos de ese gobierno, que fueron

Page 9: La retórica en los artículos de opinión  Teoría, metodología y análisis de casos

también víctimas del desgreño administrativo, económico y moral que lo signó, dan fe de ello. El

periodista no hizo otra cosa que evidenciar, mediante el recurso de la burla, la ironía y el

sarcasmo, una realidad que llenó al país de vergüenza y de oprobio.