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Trabajo final de filosofía de la ciencia que trata de hacer una lectura de la revolución astronómica desde la perspectiva de Kuhn
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UNIVERSIDAD TEOLÓGICA DE AMÉRICA CENTRAL
MONS. ÓSCAR ARNULFO ROMERO
ESCUELA DE TEOLOGÍA
LA REVOLUCIÓN ASTRONÓMICA: EL APORTE DE NICOLÁS COPÉRNICO A LA
CIENCIA, UNA LECTURA DESDE THOMAS KUHN
Filosofía de la Ciencia
Prof.: Salvador Saballos
Autor:
Melvin A. Concepción P.
San José, Costa Rica
Noviembre, 2015
Índice
Introducción………………………………………………………………………………………2
I. La revolución astronómica: rasgos generales…………………………………………………
3
1. Los cambios que se dieron en la revolución
astronómica…………………………………..3
2. Nexos entre la ciencia y la
técnica………………………………………………………….6
II. Aportes de Nicolás Copérnico: una lectura desde la perspectiva de Thomas
Kuhn………..7
1. La astronomía copernicana………………………………………………………………...7
2. Kuhn: el significado de la revolución astronómica…………………………………………
9
Discusión a modo de
conclusión………………………………………………………………...11
Referencias bibliográficas………………………………………………………………………12
1
Introducción
En la actualidad pensar que la tierra es inmóvil y que es el centro del universo es inconcebible
y quien se atreva a plantear tal cuestión sería tomado por tonto o iluso; sin embargo hace cinco
siglos esto era un problema serio y de su resolución dependía no solo la astronomía sino también
la ciencia, la filosofía, el propio ser humano y la comprensión de su lugar y papel en el universo.
En el contexto de esta discusión hemos de situar el presente trabajo de investigación que pretende
analizar la denominada Revolución Astronómica desde el aporte de Nicolás Copérnico a la
ciencia, haciendo una lectura desde la perspectiva de Thomas Kuhn.
Para tal fin se procederá a explicar en el primer capítulo los rasgos generales de la revolución
astronómica, tomando en cuenta su delimitación temporal, los personajes que dieron aportes
durante este periodo, así como los cambios que se gestaron durante esta revolución y la forma
que se logra vincular ciencia y técnica, como consecuencia de dichos cambios. El segundo
capítulo, denominado “Aportes de Nicolás Copérnico: una lectura desde la perspectiva de
Thomas Kuhn”, pretende, en primer lugar, brindar de forma sintética los principales postulados
de la teoría astronómica de Copérnico y luego hacer una lectura de esta revolución astronómica
iniciada por él desde la perspectiva de Kuhn.
En este sentido, este trabajo adquiere relevancia porque sirve para contextualizar la
comprensión de la revolución astronómica como un hecho de grandes repercusiones en la
ciencia, en la astronomía, en la filosofía y en la vida del ser humano. Asimismo, contribuye,
desde la perspectiva kuhniana, a situar el avance de la ciencia no como un hecho aislado sino que
pertenece y se da gracias, en este caso, a la revolución que se gesta con la publicación de los
trabajos y observaciones de Nicolás Copérnico. En este sentido, “para preparar al hombre
educado para aceptar la tradición científica […] es necesario algo más que estudiar la ciencia
2
como un cuerpo organizado de conocimientos, algo más que una simple comprensión de las
teorías científicas” (Conant, J. en Kuhn, 1978, 17).
Asimismo, la lectura de la revolución astronómica desde el prisma de Kuhn servirá para
comprender la significación de este hecho en la historia y, sobre todo, para entender cómo afectó
a la ciencia la evolución de la concepción humana de la estructura del universo a partir de la
teoría de Copérnico; además, desde Kuhn se analiza la significación de tal revolución y cómo se
entiende el que la ciencia avance desde este hecho.
I. La revolución astronómica: rasgos generales
Se conoce como revolución astronómica al periodo de tiempo comprendido entre la
publicación del De Hypothesibus Motuum Coelestium Commentariolus (1507) y el De
Revolutionibus Orbium Coelestium (1543) ambas de Nicolás Copérnico; hasta la publicación de
las obras de Isaac Newton, en 1687 con su Philosiphiae Naturalis Principia Mathematica; a este
periodo también se acostumbra llamarle “revolución científica”. En este espacio de tiempo se dan
profundos cambios de carácter político, social, religioso, económico, entre otros, que influyeron
en un poderoso cambio de ideas, que en el siglo XVII adquieren su rasgo distintivo en la persona
de Galileo Galilei y su obra, así como en otros representantes como Francis Bacon, René
Descartes, entre otros.
Asimismo, es preciso mencionar a otros grandes representantes de esta revolución
astronómica como Tycho Brahe y Johannes Kepler. Igualmente, “durante este periodo, pues, se
modifica la imagen del mundo…van cayendo los pilares de la cosmología aristotélico-
ptolemaica…” (Reale & Antíseri, 1995, 171), con lo cual, lo que empezó como un cambio en la
concepción astronómica terminó siendo mucho más. Sin embargo, esta revolución no se dio
espontáneamente sino que se fue gestando a partir de algunos acontecimientos que favorecieron
su desarrollo; por ejemplo, la difusión cultural y científica que se da a partir de la invención de la
imprenta por Gutenberg (1453), los viajes y descubrimientos marítimos que obligan a mejorar la
construcción naval, la promoción de una ciencia laica por parte de la burguesía y la fusión entre
ciencia y técnica.
En este sentido, es preciso señalar que en este periodo denominado revolución astronómica no
solo se cambia la concepción del mundo, además hay una transformación del ser humano, del
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hombre de ciencia y la ciencia misma, al igual que hay un cambio de idea sobre el papel y trabajo
de las instituciones científicas y los científicos mismos; del mismo modo, sobre las relaciones
entre la sociedad y la ciencia, entre la filosofía y la ciencia; y entre el conocimiento científico y la
fe religiosa.
1. Los cambios que se dieron en la revolución astronómica
La revolución astronómica, como antes se ha mencionado, trajo consigo algunas
transformaciones, no solo intelectuales, también en la forma en que el ser humano comprendía el
universo hasta entonces conocido, el mundo y su lugar en él; así como el papel de la ciencia y la
filosofía. En este sentido, describir estos cambios, de acuerdo con Koyré (1999), “conlleva la
destrucción del cosmos, es decir, la desaparición, en el campo de los conceptos filosófica y
científicamente válidos, de la concepción del mundo como un todo finito, cerrado y
jerárquicamente ordenado” (p. 6).
Uno de los primeros cambios que se dan en esta revolución astronómica nos viene de la mano
de Nicolás Copérnico, quien “desplaza la Tierra del centro del universo” (Reale & Antíseri,
1995, 172), desplazando a su vez al ser humano, con lo que la Tierra pasa a ser un cuerpo celeste
como los demás, ya no concebido como eje del universo hecho por Dios en función del ser
humano, culmen de su acto creador. Con esta tesis astronómica fundamental Copérnico rechaza
el geocentrismo tradicional abriendo paso a la teoría heliocéntrica, no obstante, Copérnico
establece que “el movimiento de la Luna se refiere a la Tierra como su centro, por lo que la
Tierra es centro secundario” (Coronado, 1994, 25) y centro “gravitas” (centro de gravedad).
En este sentido, la teoría heliocéntrica establece un nuevo modelo cosmológico: el Sol es el
centro del universo. Ahora bien, el Sol es el punto medio de las esferas celestes no su centro
único; por tanto, el modelo heliocéntrico propuesto por Copérnico permite mayor libertad en las
explicaciones y construcciones de la astronomía. Paralelamente el astrónomo polaco también
afirma que no hay un centro único de todos los círculos o esferas celestes, afirmación con la que
rechaza la explicación eudoxiana de las esferas concéntricas, dejando abierta la posibilidad de
una astronomía a partir de “una pluralidad de centros, autorizando el uso de la combinación de
círculos” (Coronado, 1994, 25).
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Luego tenemos un segundo cambio, el de la imagen de la ciencia. En este sentido, la
revolución astronómica no solo implicó una transformación de la concepción cosmológica que se
tenía en la época, de la composición de la Tierra o de la forma en que el ser humano se podía
comprender a sí mismo; al mismo tiempo, esta revolución constituyó un cambio en la noción del
saber científico. De tal modo que, como lo haría explícito Galileo,
la ciencia ya no es una privilegiada intuición del mago o astrólogo individual que se ve iluminado, ni el comentario a un filósofo que ha dicho la verdad y toda la verdad, y tampoco es un discurso sobre el “mundo de papel”, sino más bien una indagación y un razonamiento sobre el mundo de la naturaleza… (Reale & Antíseri, 1975, 172).
En este sentido, el cambio que se gestó en la manera de concebir la ciencia se da en dos
direcciones fundamentales. La primera de ellas es la disolución de la idea del cosmos ordenado
como hasta ese entonces se comprendía, idea heredada de la cultura griega y que suponía
explicaciones finalistas sobre el mundo y el universo. La segunda es la aparición de una
concepción cualitativa de la investigación científica; así esta desaparición o destrucción del
cosmos expresa que el mundo de la ciencia ya no es concebido como un todo finito y
jerárquicamente ordenado, es decir cualitativa y ontológicamente diferenciado, más bien es un
universo abierto, indefinido y unificado por la identidad de sus leyes y sus elementos
fundamentales. (Elena, 1989).
Esta imagen de la ciencia no se obtiene de inmediato, sino que es un logro que se va dando
progresivamente con el abandono de la magia, la astrología, el hermetismo y el misticismo
heredado de la antigüedad. Asimismo, el razonamiento científico se fundamenta en experiencias
sensatas y en las demostraciones, como afirmó Galileo. (Reale & Antíseri, 1975). Alexandre
Koyré lo expresa de la siguiente forma:
Por ello pensamos que la actitud intelectual de la ciencia clásica podría estar caracterizada por esos dos momentos, por lo demás íntimamente ligados: la geometrización del espacio y la disolución del Cosmos, es decir, la desaparición, en el interior del razonamiento científico, de toda consideración a partir del Cosmos… (1978, 5).
Otro de los cambios que se gesta en la revolución astronómica y que se convertirá en el rasgo
característico de la ciencia moderna es el método. De modo que, aunque en la revolución
astronómica no podemos hablar de una fundamentación metodológica precisa, como en un
Descartes o un Leibniz, por ejemplo, si se puede afirmar que es en esta revolución en donde
surge la noción de una ciencia regulada metodológicamente, que demanda nuevas instituciones
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científicas. Así, “es sobre la base del método experimental donde se fundamenta la autonomía
de la ciencia: esta halla sus verdades con independencia de la filosofía y de la fe” (Reale &
Antíseri, 1975, 173).
Esta noción de método que se gesta en la revolución astronómica no solo ayudó a la
consecución de una nueva cosmología, sino que provocó el rechazo de las categorías aristotélicas
y su pretensión esencialista, que proponía una ciencia basada con teorías y conceptos definitivos.
De tal forma que la ciencia ya no se plantea más como la búsqueda de la esencia de las cosas,
sino que versará sobre “las cualidades de las cosas y de los acontecimientos que resulten
objetiva y públicamente controlables y cuantificables” (Reale & Antíseri, 1975, 174)
2. Nexos entre la ciencia y la técnica
La revolución astronómica, resultado de un largo proceso cultural, generó una nueva imagen
de la ciencia, que en la modernidad se caracterizará por su autonomía, por ser pública,
controlable y progresiva. De esta forma la revolución astronómica logra constituir un saber, la
ciencia, que reúne la teoría y la práctica; y con ello se da origen a un nuevo tipo de sabio, que en
nada se parece al mago o al astrólogo, o bien, la imagen antigua del profesor que interpreta y
comenta los textos antiguos, por el contrario, el sabio engendrado en la revolución astronómica
es “el científico que crea una nueva forma de saber, público, controlable y progresivo” (Reale &
Antíseri, 1975, 176).
De tal forma que para que sea válido un saber ha de ser confrontado con la experiencia; y esta
es precisamente la labor del científico experimental moderno que se originó durante la revolución
astronómica. Su experiencia se da en el experimento, cada vez más riguroso, que utiliza y se vale
de instrumentos cada vez más precisos. Koyré (1978), afirma sobre esta posición que con la
revolución astronómica se genera en el mundo occidental “una noción clara de la relación entre
la teoría y la observación, noción en la que se fundan la concepción y la aplicación práctica
modernas de la investigación científica y de la explicación” (p. 53).
Así, podríamos decir que uno de los avances más importantes que tienen lugar durante la
revolución astronómica es el paso de los métodos cualitativos a los métodos cuantitativos; de tal
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modo que al no buscar la ciencia la esencia o sustancia de las cosas sino que se fija en las
cualidades de ellas, se requiere de aparatos e instrumentos técnicos de medición que sean más
precisos. La original y notable contribución de la revolución científica fue coligar la experiencia
al perfeccionamiento de un nuevo tipo de matemáticas, junto a la novedosa libertad que se tenía
para resolver los problemas físicos por medios de teorías matemáticas. (Koyré, 1978).
Entonces, el nexo que se establece entre teoría y práctica, entre ciencia y técnica como fruto
de la revolución astronómica se hace patente en la ciencia moderna a través de los inventos de
instrumentos sofisticados de medición y observación como el microscopio de Malpighi (1660), el
telescopio (1660), que se atribuye a Galileo, o el péndulo ciloidal de Huygens (1673), por
mencionar algunos. Sin embargo, lo importante no es hacer una enumeración de instrumentos,
que podría ser muy larga, sino comprender que en lo que transcurre esta revolución los
instrumentos “se convierten en parte integrante del saber científico…el instrumento está dentro
de la teoría, se convierte el mismo en teoría…” (Reale & Antíseri, 1975, 180).
II. Aportes de Nicolás Copérnico: una lectura desde la perspectiva de Thomas Kuhn
Cuando se habla de aportes usualmente esta palabra remite a soluciones a determinados
problemas o bien podría interpretarse como una serie de inventos técnicos con algún fin
específico, sea el de ayudar a los científicos, sea procurar algún bien social; no obstante, aunque
la revolución astronómica tiene un poco de estos rasgos, su aporte va más allá de esta parte
instrumental. Tal es el caso de Nicolás Copérnico, cuyos aportes son más que todo teóricos, sin
embargo, representaron el inició de esta revolución y cambio de la concepción del mundo hasta
entonces conocido; luego, también se convirtieron en las bases de los aportes de otros hombres
de ciencia que no solo construyeron teorías sino que también aportaron instrumental.
1. La astronomía copernicana
Nicolás Copérnico (1473-1543), como ya se ha mencionado, en la época renacentista, se
convierte en el símbolo de un gran vuelco en el pensamiento, el “acta de nacimiento” de una
nueva era y de una revolución intelectual. Su principal aporte fue el De Hypothesibus Motuum
Coelestium Commentariolus, obra escrita aproximadamente en 1507 en donde se presentan las
siete peticiones que luego darían lugar a la aparición de la nueva astronomía. Estos siete
postulados de Copérnico son los siguientes:
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1.1. No existe un solo centro de todos los orbes celestes o esferas, es decir, existen, a diferencia
de cuanto afirmaba Ptolomeo, dos centros de rotación: la Tierra que es el centro de rotación de la
Luna, y el Sol, que es el centro de rotación de los otros planetas. (Rossi, 1998, 68).
1.2. EI centro de la Tierra no coincide con el centro del universo, sino sólo con el centro de la
gravedad y de la esfera de la Luna. (Ibíd.).
1.3. Todas las esferas giran alrededor del Sol; que es, por tanto, excéntrico respecto al centro del
universo. (Ibíd.)
1.4. La relación entre la distancia Tierra-Sol y la altura del firmamento es menor que la relación
entre el radio terrestre y la distancia Tierra-Sol. Esta última es, pues, imperceptible en relación
con la altura del firmamento. Si el universo tiene dimensiones tan grandes, el movimiento de la
Tierra no puede dar lugar a un movimiento aparente de las estrellas fijas. (Ibíd.)
1.5. Todos los movimientos que aparecen en el firmamento no están causados por movimientos
del firmamento, sino por el movimiento de la Tierra. EI firmamento permanece inmóvil, mientras
que la Tierra, con los elementos que le son más próximos (la atm6sfera y las aguas de su
superficie), realiza una rotación completa sobre sus polos fijos en un movimiento diurno. (Ibíd.).
1.6. La que a nuestros ojos son movimientos del Sol no están causados por el movimiento del
propio Sol, sino por el movimiento de la Tierra y de nuestra esfera, con la que giramos alrededor
del Sol. La Tierra tiene, por tanto, más de un movimiento. (Ibíd.).
1.7. EI aparente movimiento retrógrado y directo de los planetas no procede de su movimiento,
sino del de la Tierra. EI movimiento de la Tierra es suficiente para explicar por sí solo todas las
desigualdades que aparecen en el cielo (los llamados movimientos retrógrados de los planetas se
convierten en movimientos aparentes, puesto que dependen del movimiento de la Tierra). (Ibíd.).
De tal forma que, la revolución iniciada por Copérnico no consistió en un adelantamiento de
los métodos de la astronomía, ni en un descubrimiento de nuevos datos, sino en la formulación de
una cosmología nueva basada en los mismos datos proporcionados por la astronomía ptolemaica.
Asimismo, esto siete axiomas que propone Copérnico y que concluyen con esta “reorganización
de los cielos” generan no solo una nueva cosmología sino la primera Ley de la Naturaleza, “que
evidencia la clave del universo heliocéntrico y la armonía básica que resulta de su carácter de
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verdad” (Coronado, 1994, 27). Esta Ley establece la proporcionalidad entre el tamaño de los
orbes y el periodo de su revolución en torno al sol.
Asimismo, de acuerdo con Thomas Kuhn, “la revolución copernicana fue una revolución en
el campo de las ideas, una transformación del concepto del universo que tenía el hombre hasta
aquel momento y de su propia relación con él mismo” (1978, 23); en tanto que, la propuesta de
Copérnico no era crear una nueva teoría sino, como afirma el mismo Kuhn, hacer más precisa y
sencilla la teoría astronómica vigente en la época. Para ello Copérnico traslada al Sol muchas de
las funciones que se le atribuían a la Tierra en aquel momento.
En esta propuesta que realiza Copérnico podría decirse no hay absolutamente nada de
revolucionario, pese a esto se sigue utilizando este calificativo, más aún, algunos no solo llaman
a este cambio iniciado por él revolución científica o astronómica sino, con algo más de precisión,
revolución copernicana. De acuerdo con la teoría de Kuhn este cambio iniciado por Copérnico es
revolucionario porque es “el tipo de cambio que tiene como resultado el crecimiento, aumento o
adición acumulativa de lo que se conocía antes” (Kuhn, 1989, 57), de tal forma que la
revolución astronómica iniciado por Copérnico significa una reforma de los conceptos
fundamentales sobre los que se cimentaba la astronomía y, en consecuencia, la ciencia.
Esta última aseveración la podemos sustentar sobre la base de la obra De revolutionibus, con
cuya publicación en 1543, se dieron cambios radicales en la forma en que el ser humano
comprendía la naturaleza. Copérnico “propuso el movimiento terrestre en un esfuerzo por
perfeccionar las técnicas usadas entonces para predecir las posiciones de los cuerpos celestes.
Pero al hacerlo así plateó a otras disciplinas científicas nuevos problemas…” (Kuhn, 1978, 24),
de tal forma que gracias a esta revolución la ciencia empieza a jugar un nuevo y gran rol, que en
la posterior evolución del pensamiento en la sociedad occidental será su principal característica.
2. Kuhn: el significado de la revolución astronómica
El contexto sociocultural en que vivió Copérnico se caracterizó por los acelerados y
constantes cambios en el orden político, económico e intelectual con los cuales se construyeron
las bases de la modernidad. La teoría planetaria heliocéntrica de Copérnico, de acuerdo con
Kuhn, fue el instrumento que impulsó la transición de una sociedad medieval a una sociedad
occidental moderna; pues dichas teorías afectaron las relaciones del ser humano con el universo y
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con Dios; asimismo fueron el foco de diversas controversias religiosas, filosóficas y sociales que
luego del descubrimiento de América y en los subsiguientes siglos, guiaron el curso del espíritu
moderno.
Cuando se habla del papel que desempeño la revolución astronómica podría pensarse
únicamente en los aportes que brindó en el campo de la astronomía, lo cual sería muy limitado;
en cambio, desde la perspectiva de Kuhn y otros autores que siguen su línea de pensamiento, la
revolución astronómica “desempeño un papel en la transformación de los valores que regían la
sociedad occidental” (1978, 25). Igualmente, la revolución iniciada por Copérnico y sus teorías
ilustran perfectamente la necesidad que la sociedad occidental tiene, tanto en la vida cotidiana
como en su filosofía, de los conceptos y el trabajo científico.
En este sentido, si hacemos una lectura desde Kuhn, la revolución astronómica significó un
avance para la ciencia no porque haya desplazado de una vez y para siempre las teorías
anteriores, sobre todo la ptolemaica, sino porque, precisamente, retoma estas teorías y las revisa,
las pone a prueba buscando no desacreditarlas, sino reinterpretar sus elementos para hacerlos más
comprensibles. Ciertamente, la ciencia progresa, dice el mismo autor, reemplazando las teorías
preexistentes por otras nuevas; no obstante, “cada nueva teoría científica conserva un sólido
núcleo de conocimientos formado por las teorías precedentes, al cual se añade otros nuevos”
(Kuhn, 1978, 26).
Por tanto, si analizamos la revolución astronómica desde la perspectiva de Kuhn podemos
obtener una estructura lógica de dicha revolución que podría aplicarse de hecho a cualquier
revolución científica. Básicamente la propuesta de Kuhn señala que un esquema conceptual en el
cual se cree, por una serie de motivos compatibles con la cosmología de ese sistema, finalmente
es incompatible con los resultados que derivan de la observación; por tanto, es preciso abandonar
la creencia en ese sistema y asumir una nueva teoría que lo reemplace.
En este sentido podemos hacer dos observaciones. Primero, es la incompatibilidad entre la
teoría y la observación “la fuente última de toda revolución en el campo de las ciencias” (Kuhn,
1978, 113); segundo, pese a la afirmación anterior, desde el punto de vista histórico este proceso
nunca y de ningún modo es tan simple pues “la observación jamás es absolutamente
incompatible con un esquema conceptual” (Ibíd.), así, lo que para los ptolemaicos era claro,
evidente y constituía una explicación clara acerca del funcionamiento del cosmos, en el universo
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de las dos esferas, para Copérnico era un sistema complejo e incompatible con la realidad
observable:
Para Copérnico el movimiento de los planetas era incompatible con el universo de las dos esferas, y opinaba que, al añadir más y más círculos, sus predecesores no habían hecho más que remendar y extender el sistema de Ptolomeo para adecuarlo a las observaciones efectuadas. Creía que la propia necesidad de remendarlo era un claro indicio de que se requería un enfoque radicalmente nuevo.
Por tanto, la revolución astronómica copernicana adquirió un significado mucho más profundo
que el de una historia de astrónomos y cielos ya que toda investigación en este campo no solo
constituía avances y consecuencias en la astronomía sino que estaba en juego las bases de la
cosmología, la física, la religión, la filosofía y la ciencia. De ahí la importancia de las teorías
copernicanas, pues con ellas surge una serie de cambios en las concepciones del ser humano y del
universo, del ser humano y su lugar en este universo.
Discusión a modo de conclusión
Cuando se habla de la revolución astronómica o copernicana podría pensarse en que se habla
de una sustitución de un paradigma por otro, es decir, que la intención de Copérnico fue
desacreditar toda la tradición astronómica y científica anterior a él. Muy por el contrario, si
hacemos una lectura de esta revolución desde la teoría de Thomas Kuhn podremos comprender
que no se trata entonces de cambiar “X” por “Y”, sino que, “cada nueva teoría científica
conserva un sólido núcleo de conocimientos formado por las teorías precedentes, al cual se
añade otros nuevos” (Kuhn, 1978, 26).
¿Por qué es tan difícil asimilar la ciencia en la cultura occidental? Precisamente porque se ha
mal entendido la ciencia y sus avances como una sustitución de teorías científicas, porque se ha
reducido la ciencia a una producción tecnológica y porque se estudia únicamente como un cuerpo
organizado de conocimientos separados de la historia, de la cultura. En este sentido preciso
señalar que para la construcción de una verdadera cultura científica, además de la familiarización
y uso de los productos tecnológico, se hace necesario el estudio de la ciencia a través del estudio
de ciertos episodios particulares de las diferentes disciplinas científicas.
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Por otra parte, el estudio de la revolución astronómica, como en este caso particular, debe
llevarnos a una comprensión más amplia de aquello que llamamos ciencia, de tal modo que, se
logre concretar una cierta interrelación entre la teoría y la práctica científica, entre la observación
de las teorías antiguas o actuales y la realidad observada; es decir, que para que la ciencia pueda
seguir avanzando no solo en la fabricación de instrumentos sino en la consecución de nuevas
teorías y paradigmas, si es posible, debiera apostar por la realización de una praxis científica
interdisciplinar.
Por último, en un siglo marcado por la ciencia, o al menos por la tecnología que de ella deriva,
se hace necesaria una nueva perspectiva desde donde examinar las creencias científicas que
usualmente damos por supuestas, en este sentido, considero la propuesta de Kuhn como
razonable para lograr este fin, puesto que toma en cuenta una disciplina no científica como la
historia como una de las más importantes vías para lograr este fin. De hecho, el mismo Kuhn
(1978) afirma que “si podemos descubrir los orígenes de algunos conceptos científicos
modernos y el modo en que han reemplazado a los correspondientes de épocas pretéritas, quizá
consigamos valorar de forma inteligente cuáles son sus probabilidades de supervivencia” (p.
26).
Referencias bibliográficas
Coronado, L.G. (enero-abril, 1994). Nicolás Copérnico: reorganizador de los cielos. Repertorio
Científico, Vol. 2, n.1. UCR.
Elena, A. (1989). A hombros de gigantes: estudios sobre la primera revolución científica.
Madrid, España: Alianza Editorial
Koyré, A. (1978). Estudios de historia del pensamiento científico. Madrid, España: Siglo XXI
Koyré, A. (1999). Del mundo cerrado al universo infinito. Madrid, España: Siglo XXI.
Kuhn, T. (1978). La revolución copernicana. La astronomía planetaria en el desarrollo del
pensamiento occidental. Barcelona, España; Ariel.
Kuhn, T. (1989). ¿Qué son las revoluciones científicas? y otros ensayos. Barcelona, España:
Paidós.
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Reale, G. & Antíseri, D. (1995). Historia del pensamiento filosófico y científico. Tomo II, del
humanismo a Kant. Barcelona, España: Herder.
Rossi, P. (1998). El nacimiento de la ciencia moderna en Europa. Barcelona, España: Crítica.
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