La Revolución Mexicana en El Uruguay

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    LA REVOLUCIN MEXICANAEN EL URUGUAY

    C a r l o s M . RAMA

    L A HISTORIOGRAFA hispanoamericana durante mucho tiempocrey poder apreciar el total de la historia de cada pas re

    curriendo a su misma memoria histrica, a sus exclusivos fondos documentales y a su personal literatur a.

    Desde Mxico a la Argentina, las escuelas nacionales dehistoriadores se empearon en trazar la historia nacionalde cada uno de los pases sobre el nico fundamento de susmateriales locales y de su visin o conciencia histrica de supasado.

    Esta etapa la determina un nacionalismo cerril, pero ms

    todava supone una etapa primitiva del manejo de la teoray metodologa histrica, que olvidaba que las historias nacionales hispanoamericanas no son campos de conocimientohistrico suficientemente amplios o comprensibles.

    En una segunda poca, a los efectos de conocer mejor aciertos personajes o meramente para publicar en forma exhaustiva los fondos documentales relativos a ellos, se comenz a recurrir a los archivos y otros repositorios de los pasesvecinos. Es tal el caso de las importantes series documentales sobre Bolvar, O'Higgins, San Martn y Artigas.

    Fue fcil pasar a la etapa que nos interesa subrayar, aquel l a en que se procura captar la imagen del propio pas util i-zando a menudo el reflejo en ocasiones fugitivo que hadejado en otros pueblos, o en hombres que pueden estimarsecaracterizados. L a visin de nuestros pases a travs del relato de los viajeros de los siglos xvm y xix es muestra bientpica de ello, y la importancia que se le ha concedido cons

    tituye un elocuente ndice de esta tcnica. Importante resulta seguir la reaccin de un pas frente a un gran acontecimiento histrico de su vecino.

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    T a l es el sistema que se ha intentado, y con xito, a propsito de aquellos pases en que est especialmente desarro

    llada la opinin pblica, y en que sta es muy sensible a losproblemas del exterior. As la Guerra Grande del Ro de laPlata en Inglaterra, o el Imperio de Maximiliano en los Estados Unidos.

    Menos transitado, en cambio, es el que intentamos ahora,y que consiste en rastrear la resonancia de ciertos grandes hechos de un pas hispanoamericano en otro. Conspiran contrasu xito el hecho de que la opinin pblica y sus rganos

    de expresin se encuentran menos desarrollados en esta partedel mundo, y de que aunque resulte tericamente absurdose conocen menos los hispanoamericanos entre s que con relacin a Europa o a los Estados Unidos.

    Los hechos histricos de las potencias imperiales, o deaquellas que sin serlo tienen el prestigio de la riqueza oel conocimiento, nos llegan con ms fuerza y nitidez que losque se refieren a pueblos hermanos por la lengua, el origen

    y la historia.Pero adems, la resonancia del hecho histrico exterior

    suele tener una dinmica propia, o una manera de actuarque i lumina ciertos aspectos de la vida histrico-social delpas receptor.

    A propsito de ciertos grandes hechos, como las revoluciones, es apasionante observar la distinta reaccin de cadauna de las clases sociales que componen un pas, el distinto

    tono de los grupos de la intelectualidad, y la seleccin que,para su receptividad, tienen las generaciones.Las REVOLUCIONES son tan escasas en Amrica como abun

    dantes las "revoluciones", y por ello debe ser explotada laoportunidad que brinda la Revolucin mexicana de 1910 deestudiarse a travs de cada uno de los pases hispanoamericanos.

    E l Uruguay en el primer cuarto del siglo xx est en con

    diciones objetivas inmejorables para interesarse en un hechohistrico de la cuanta y perfiles de la Revolucin mexicana.E l pas vive la gran transformacin democrtica revolucin pac fi ca que lo ha convertido en una comunidad alta-

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    mente socializada, en que la legislacin social, la existenciade importantes empresas econmicas nacionales, un fuertemovimiento obrero y el desarrollo de la educacin pblicalaica son algunos de sus rasgos ms caracterizados.

    En 1911 se inicia la segunda presidencia de Jos Batlley Ordez, y en 1917 se adopta la segunda Constitucin uruguaya, de la cual se ha dicho que, junto con la mexicana delertaro, constituye un documento revelador de una nuevaisin de la vida poltica.

    Si bien es cierto que la resistencia posible de las clasesdtas se vio quebrada por l a derrota del partido nacionalistaterrateniente en la guerra c ivi l de 1904, y que en la transfor

    macin particip buena parte de la burguesa ms progresista, no faltaron en el Uruguay en sustitucin de los hechosblicos tpicos de otras revoluciones la polmica, la discusin, la lucha cvica.

    En ese esquema y en esas circunstancias se inserta el cuadro de la resonancia de la Revolucin mexicana en el U ru -guay.

    N o H A FALTADO nunca en el Uruguay una viva corriente desimpata por Mxico y por sus asuntos, pero la Revolucinmexicana hecho histrico eminentemente popular y revolucionario puso en primer trmino en evidencia la solidaridad del extremismo social. E l inters por los asuntos mexicanos y su comprensin se inicia entonces en el sector de lasideas sociales extremistas uruguayas, y slo despus llega ainteresar al crculo de los intelectuales, de los estudiantes, delas clases medias.

    No debe creerse por esto que hasta 1910 no existiese enel plano del movimiento obrero y social una vinculacinentre ambos pases. Jos C. Valads dio a conocer, en elao 1927, una interesante correspondencia intercambiada entre la "seccin uruguaya de la Asociacin Internacional delos Trabajadores" y la "seccin mexicana" de la misma asociacin internacional, que se remonta a los aos 1872-1877.1

    Esa vinculacin, que era no solamente la propia de indi-viduos que pertenecan a una misma rea cultural, sino, ade-

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    ms, la de gentes que sostenan parejas ideas en cuanto a laorganizacin social y al porvenir del socialismo en el mun

    do, no se desminti en ocasin de llegar al Ro de la Pl at alas primeras noticias relativas a la Revolucin mexicana.

    Especialmente, los peridicos anarquistas de Buenos Airesy Montevideo destacaron, ya antes de 1910, los intentos y lo?trabajos del Partido Liberal mexicano y difundieron los or?

    bres de los hermanos Enrique y Ricardo Flores Magn, C ;milo Arriaga, Prxedis Guerrero, Juan Saravia y otros. 2

    E n julio de 1911, es decir, apenas a escasos meses de in

    ciarse en Puebla y en Chi hu ah ua , el 20 de noviembre de 191cla gran Revolucin mexicana, el peridico E l S o c i a l i s t a dtMontevideo, subtitulado "Defensor de la clase trabajadora",entonces dirigido por don Ad ol fo Vzquez Gmez (pero bajola inspiracin del Dr. Emilio Frugoni, fundador del PartidoSocialista uruguayo el ao anterior, y orientador de este peridico desde 1906 hasta nuestros das), dedica por vez pri-mera dos columnas a lo que llama "la cuestin mexicana".

    Detalla largamente la evolucin de Mxico desde 1876 hastaesa fecha, y termina diciendo:

    Empero lleg el ao de 1910 en que el despotismo se impuso

    co n descaro sin precedentes, y el pu eb lo protest con energa ante

    las Cmara s. N o se pod a sufrir ms, y entonces la razn de la

    fuerza se sublev enrgica, desafiando todos los peligros. Aquiles

    Serdn dio el grito de rebelin el 18 de noviembre de ese ao, en

    plena c iu dad de Pue bl a. Er a la prim era escena que acusaba el

    descontento popular, siguieron miles de acontecimientos de san

    gre, y la rebelin por ltimo ha tomado tales proporciones, que

    extingui el gobierno del general Daz. Veremos cmo se produ

    cen los aconte cimie ntos, y pondrem os al cor rie nte a los lectores de

    E l Socialista.

    L a informacin haba sido proporcionada se gn se manifestaba en el mismo artculo por don Clemente Ubasia-ga, "que nos escribe dando detalles del gnesis de la Revolu

    cin mexicana". A pesar de su promesa, E l S o c i a l i s t a novolver a ocuparse de la Revolucin mexicana hasta agostode 1911, despus de una reorganizacin que lo lleva a figurar, ahora s, como "rgano oficial del Part ido Socialista".

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    Pero lo hace para iniciar, durante varios nmeros, unaapasionante consideracin polmica sobre las caractersticas

    revolucionarias del movimiento histrico de Mxico, y las relaciones que podra tener aquel movimiento con el socialismo.

    E l autor de estos escritos es el ciudadano Evaristo BozasUrrutia, hombre de partido, sabedor de las teoras del socialismo de la poca, en las que prefiere muy especialmente lascorrientes evolucionistas de tipo reformista, y defensor acrrimo de la organizacin proletaria en los cuadros de los partidos socialistas adheridos a la Segunda Internacional. Su

    primer escrito, intitulado "La revolucin de Mxico y el socialismo", es contundente y dice as:

    De l a revolu cin de Mxico hemos dicho que no es soci al,

    que no ser, n i triunfa r. Tr es afirmacion es que hacemos pro fu n

    damente convencidos que responden a una realidad histrica de

    Mxic o. Tr es afirmaciones que sentamos, frente al equvoco ana r

    quista, obstinado en dar a esa revolucin l iberal un carcter so

    cial, co mun ist a, de expropiacin consciente. Tres afi rmaciones que

    hacemos y que probaremos en seguida, pese a los anarquistas

    que desde sus tribunas y de sus peridicos no slo sostienen y

    propalan con manifiesta inconsciencia el momento actual del ca

    pitalismo, hecho equvoco, sino que apostrofan con energa agre

    siva l a nat ur al id ad que frente a la revolucin mexic ana observa

    el soc iali smo mi li ta nt e. Y al hacerlo estableceremos de paso un a

    nueva afirmacin: la de la inconsciencia histrica de los anarquis

    tas, para quienes una ligera crisis espasmdica, como la de Mxi

    co, es u n a revol ucin soci al.

    Estos pensamientos se encuentran desarrollados por extenso en el nmero 24 de E l S o c i a l i s t a , correspondiente al 3 deseptiembre de 1911, donde con acopio de citas extradas especialmente de Regeneracin (rgano del Part ido LiberalMexicano), de publicaciones anarquistas y anarcosindicalistas que en el Uruguay, la Argentina y Espaa apoyan el mo

    vimiento, y de los tericos social-demcratas como Jean Jaursy el argentino Juan B. Justo, se hace la condenacin del mo

    vimiento insurreccional de Mxico en razn de detalladasconsideraciones.

    Sus argumentos son los siguientes: el pueblo mexicano,

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    atrasado social y polticamente a causa de la larga dictadurade Porfirio Daz, "carece de una nocin clara de la sociedad

    y de la historia, ignora sus luchas, sus revoluciones econmica y poltica, y no sabe, por tanto, que el capitalismo, en lafase histrica contempornea, est en un momento culminante de la expansin y predominio del mercado int ernac ional ";adems, no se ha formado " u n proletariado internacionalsuficientemente fuerte para arrancarle ese predominio, ni suficientemente preparado, por su educacin social, poltica ymoral, para dar a la sociedad una forma comunista".

    Y despus de detallar muy someramente las diferenciasentre Madero y los liberales, dice "que ese partido liberalpor su grita es anarquista; por su mtodo, burgus; y por suaccin guerrera adquiere las caractersticas de las montonerassublevadas".

    " E l partido liberal dice ms tarde adopta el mismosistema revolucionario de los partidos burgueses. L a guerracivi l , el atentado a las poblaciones, el saqueo, etc.".

    En el segundo de estos artculos agrega los siguientes argumentos:

    L a causa del proletariado no debe confundirse con la de los

    polticos burgueses maderistas o libe rale s. L a causa del pro let ari a

    do debe estar desligada de las pequeas luchas de la poltica de

    tierra adentro con las cuales poco o nada tiene que ver aqulla ...

    [D e ah depende] el unnime silencio que han asumido todos los

    socialistas de todos los pases ante este episo dio poltico. De ah tambin un perfecto acuerdo entre nosotros y los socialistas norte

    americanos, acuerdos realizados recientemente, etc.

    Las crticas de Bozas Urrutia apuntan no solamente a lascaractersticas singulares de la Revolucin mexicana, sino ala posibilidad del uso de la revolucin como mtodo de transformacin histrica. Dice:

    Si los anarquistas no fueran tan romnticos, ni tan ideolgicos,

    n i tan inconscientes de los movimientos histricos de las moder

    nas luchas entre capital y trabajo; si en lugar de vivir en esa casidivina Ac ra ci a, esperando, como por arte de magia , el par to de la

    sociedad burguesa para lanzarse en exclamaciones ingenuas o im

    precaciones terribles contra los que, con una sensatez digna de

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    aplauso, mantinense a la expectativa frente a los acontecimientos;

    si hubieran aprendido algo en materia de tcticas, en los largos

    aos de lu ch a obrera; si, en una pala bra, la exper iencia h ubi er a

    tenido para ellos un valor educativo, es indudable que el episodi o de Mxi co no les causara otra impresin que l a que puede

    causarles cualquiera de las revoluciones polticas, tan en uso en

    los jvenes pases hispanoamericanos, cuyo fin es sacar del poder

    a Juan para poner a Pedro, o sacar a Daz para poner a Madero,

    que es lo que ha pasado en Mxico.

    Estos dos escritos de Bozas Urrutia produjeron cierta conmocin y fueron comentados por la prensa socialista, obrera

    sindicalista y sobre todo anarquista de ambas mrgenes delPlata, en trminos contradictorios. E l autor fue desafiadopor un centro anarquista a una polmica pblica, para discutir si era o no revolucin social lo que se estaba produciendo en Mxico. Desde Buenos Aires, como nos informa elnmero siguiente de E lS o c i a l i s t a mismo, escribe do n Bernardo Burgos Gmez, que se dice "ex-miembro del Parti do L i

    beral y socialista revolucionario", y que por lo tanto es de

    origen mexicano. E n su rplica compara a Flores Magn conBenito Jurez, con Abraham Lincoln y con el entonces presidente del Uruguay, Jos Batlle y Ordez. Dice que "l arevolucin ser, desgraciadamente, sofocada poco a poco",pero observa que "la junta del Partido Liberal no dependinunca de Madero, oper siempre por separado, si bien escierto que sin el ambiente que prepar ste durante el re-eleccionismo, dentro y fuera de Anahuaca, la revolucin proletaria obrera habra fracasado como otras veces". Pero semanifiesta de acuerdo con Bozas Urrutia en reconocer que"solamente una lenta evolucin y la autoconsciencia del proletariado pueden lograr el advenimiento del socialismo", puescabe dudar de la pos ibil idad de una transformacin revolucionaria.

    E n el nmero siguiente, Bozas Urrutia utiliza cuanto dedesfavorable hay en esa carta, y resume su pensamiento diciendo:

    Lo s socialistas norteamer icanos tuvie ron un a frase mu y apro

    piada para calificar a los revolucionarios mexicanos: los llaman

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    "imposibilistas". sta es la cabal denominacin. As que yo hasta

    hoy no rectifico ni un solo concepto de mi s artc ulos. Y me es

    satisfactorio constatar que un mexicano los compruebe.

    Despus de otras consideraciones termina diciendo queno insistir ms en esto, "porque E l S o c i a l i s t a no puede emplear espacio en detalleras ligeras".

    E l tema desaparece, por lo menos durante varios meses,de las pginas de E l Socialista..

    De hecho, la polmica estuvo dirigida no tanto a la crtica de la Revolucin mexicana como, por intermedio de

    ella, al pensamiento y a la accin de los anarquistas uruguayos. stos venan realizando una activa propaganda, haciendo mtines, publicando manifiestos o peridicos y reuniendofondos para la causa de la Revolucin mexicana, y muy especialmente a favor del Partido Liberal de los hermanosFlores Magn.

    ESTA CORRIENTE se vio especialmente estimulada cuando, en

    septiembre de 1911, el doctor Juan Creaghe, entusiasmadopor las noticias que llegaban de Mxico, abandon su consultorio mdico en la ciudad de Lujn y su trabajo enL aP r o t e s t a de Buenos Air es, rgano del que fue desde 1903el animador ms importante, y se embarc para Los Angeles(California), donde se reuni con el grupo editor de R e g e

    neracin. A fines de 19x3 regres a la Argentina, pero pocodespus volvi a ir a Mxico, y muri en los Estados Unidos

    en el ao 1920. Tena por entonces ms de 70 aos, y parapagar su viaje haba vendido los pocos tiles de ciruga ymuebles que le quedaban de sus pasados aos de holguraeconmica.

    Una vez en California, desde el peridico Regeneracindirige un manifiesto " A los compaeros de la Argentina,Uruguay y de todo el mundo", que comienza as: "Compaeros: Me creo en el deber de llevar a vuestro conocimiento mi

    opinin sobre el movimiento actual en Mxico, como la deuno que ha tenido opor tunidad de formarla con cierto cono-

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    cimiento de causa". Despus de sealar la gran importanciadel movimiento encabezado por Emiliano Zapata, expresa:

    Deseo llevar a vuestro conocimiento el testimonio sincero y sin

    reserva de que el movimiento social mexicano merece todo estuer

    zo y todo sacrificio de vuestra parte, y anunciaros que todo lo que

    veis en Regeneracin es solamente un pl ido reflejo de la reali

    d a d . . . E n m i concepto, Mxico debe la suerte de estar a la ca

    beza de esta hermos a revo lu ci n econmica y agr ar ia al problema

    de la tierra. Hast a los ms intelectuales de los mismos burgueses

    declaran, en revistas y diarios que he tenido a la vista, que no

    podr haber paz en Mxico hasta que el pueblo est en posesin

    de lo que considera suyo.

    Y termina diciendo:

    Compaeros, vuestro peridico Regeneracin est ll eva ndo a

    cabo una propaganda verdaderamente necesaria y benfica para

    sostener la causa de la revolu cin. Per o lu ch a con grandes dificul

    tades, como podis ver por el enorme dficit que pesa sobre l.

    T i en e muy nobles compaeros que dirigen, y son dignos de apo

    yo ; vosotros lo ayudaris ha cie ndo hon or a la pal ab ra de vuestro

    viejo comp ae ro.

    L a importante revista semanal de crtica y arte I d e a s yF i g u r a s , que en Buenos Aires edita durante varios aos elgran poeta y agitador libertario Alberto Ghiraldo, dedica casintegramente el nmero 75 de su ao I V (julio 11 de 1912)a la "Revolucin social de Mx ico". E n un extenso artculo," E l comunismo en Amrica en la revolucin de Mxico", casi

    seguramente obra de su mismo director, se hace una ampliapropaganda de la Revolucin mexicana, no slo a propsitodel Partido Liberal, sino muy especialmente sobre el "za-patismo". Transcribe el manifiesto ya aludido del doctorCreaghe, y textos de Kropotkin y de Jean Grave, que se refieren al movimiento mexicano.

    E n Montevideo com o ya aludan los escritos polmicosde Bozas U r r u t i a los peridicos libertarios de la poca,

    y de manera muy especial I d e a L i b r e , T i e m p o s N u e v o s yE l A n a r q u i s t a se ocupan en estos aos de la revolucin enMxico. Particularmente importantes son los artculos que a

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    este tema dedica el peridico T i e m p o s N u e v o s , que animadon Antonio Marzovillo, cuya labor por la difusin de los

    hechos mexicanos tiene en el Uruguay la misma importanci aque en la Argentina tuvo la del Dr. Creaghe.Las tesis bsicas que movi li zan la prdica de don An toni o

    Marzovillo son las siguientes:

    Quiero que nuestros lectores, y con especialidad los socialistas,

    se den cuenta que no es creacin nuestra la tal revolucin, y s un

    hecho real a todas luces. Qu e la tal revolucin no triunfe, no ser

    eso una razn para que nosotros, y los hombres libres en general,

    dejen de apoyarla. Que esa misma revolucin, aun triunfando, notendr una finalidad completamente social y anarquista, no impor

    ta , ni lo pretendemos por ahora, pero en cambio ser una brecha

    que se abre para dar paso a una verdadera evolucin, con menos

    trabas que las que hoy existen.

    E N UNA DCADA brillante para las letras y el periodismo delUruguay, la que va de 1900 a 1910, se destaca en primer plano el escritor espaol Rafael Barrett."

    Sus colaboraciones en el diario L a Razn de Montevideorecogidas despus en excelentes volmenes fueron enviadas en su mayor parte del Paraguay, donde residi entre 1904

    y 1908 y ms tarde en los primeros meses de 1910. E n elUruguay, "donde tena sus mejores amigos", como expresauno de sus bigrafos, sus pginas contaban con un pblicodevoto, en que figuraban las figuras ms representativas delas letras, Rod, Vaz Ferreira, Frugoni.

    E n una fecha que es posible establecer por el contexto, dedica una de sus pginas diarias a "Mxico".

    Saluda a la Revolucin mexicana con estas palabras: "Unarevolucin en Mxico es una buena noticia. Es satisfactorioque d all seales de existencia alguien ms que el dictador

    y la oligarqua de banqueros." Seguidamente analiza el por-firismo calificndolo de enemigo de su pas, bajo el aspectode empobrecer a Mxico y entregar la riqueza nacional a los

    extranjeros; a Porfirio Daz, que "el 16 de octubre har suentrevista en E l Paso con el Presidente Ta ft ", lo llama "Supremo Endosador de Cheques". Tambin se refiere al pro-

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    ceso seguido en Nueva York contra Cario Fornaro, autor dellibro Daz, Czar of Mxico, como un hecho muy reciente. Se

    gn Barrett, "el mayor mal que causan los dictadores a suspatrias es imponerles una paz absurda".La opinin de Barrett, aparte de su difusin y calidad

    intelectual que consignamos, es muy interesante para establecer la reaccin en el Uruguay ante los sucesos de Mxicoporque el autor pertenece a la corriente anarquista, dentrode una interpretacin no violenta casi tolstoiana. Tenemosincluso la prueba de que Barrett distingue perfectamente las

    verdaderas de las falsas "revoluciones", al estilo hispanoamericano, pues en un trabajo anterior, int itulado "Revoluciones", manifiesta:

    L a "revolucin" ha surgido como un procedimiento normal,

    que favorecieron el carcter, la topografa y la industria. Con el

    crioll ismo ecuestre y trashumante, lo pr im it iv o de las c omunicacio

    nes y l a hac ien da que se encont raba en el cam ino y que permita

    renovar los montados y preparar el churrasco diariamente, fue f

    c i l hacer poltica opositora. U n a "rev oluc in" resulta ms barata

    que una campaa electoral.

    Es evidente que su concepto coincide casi literalmentecon el del ilustre Justo Sierra cuando caracteriza la "bo la"en la historia poltica mexicana, para afirmar seguidamenteque hasta su poca slo ha habido dos revoluciones autnticas en Mxico, la de Independencia y la de Reforma. 7

    E S T O S DESVELOS no eran desconocidos por los mexicanos, ytenemos en nuestro poder una interesantsima carta dirigida,con fecha agosto 14 de 1914, " A los compaeros de T i e m p o s

    N u e v o s " , escrita en el papel membretado de Regeneracin,S e m a n a l R e v o l u c i o n a r i o (por entonces en Los ngeles), yque firma por el grupo editor En riqu e Flores Magn. E ltexto merece la transcripcin ntegra:

    Tenemos en nuestro poder vuestra grata carta de 25 del pasadomes de junio, en la que nos anunciis que nos habis mandado la

    cantidad de $ 1.95 p or condu cto del comp aero Ja im e V idal , y

    ahora tenemos el gusto de participaros que dicho buen camarada

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    nos ha remitido ya la cantidad referida, que ha quedado anotada

    en nuestros libros a vuestro favor sesenta centavos, y al del com

    paero Jos Mara Regueira $ 1.35.

    Suponemos que dicho compaero Regueira estar recibiendo elperidico por vuestro conducto, pero de desear que le vaya direc

    tamente, servios comu nic arl o ju nt o con su direccin.

    No sois vosotros los primeros en inquirir la causa de que los

    rebeldes compaeros en armas en Mxico no nos ayuden con fon

    dos; esta fal ta de ayud a es fcil de explicarse. E n Mxico escasea

    el metlico; la mejor prueba de ello es que el poltico Carranza, lo

    mismo que V i l l a , tuvieron que expedir papel moneda, cosa que

    no hacen nuestros camaradas porque no tienen gobierno que au

    torice dichas emisiones, desde el momento en que luchan contra

    todo lo que huela a Gobierno.

    Adems, los nuestros no son ma yo ra en Mx ic o, que de serlo

    ya estara implantado el Comunismo en to da la regi n , y no ha

    br a ms ne ce sida d del dinero, n i de revo lu ci n .

    E l nico grupo afn a los nuestros es el de Zapata y, sin em

    bargo de ser l ms fuerte que los nuestros, ta mp oc o pu ede hacer

    se de di ne ro fcilmente. E l nico med io que tienen los llam ados

    "zapatistas" y los nuestros para hacerse de algn dinero, es atra

    pand o ricos y frailes, y quit an do lo poco que pueda n. Pero ese

    dinero les hace falta para hacerse de ms armas y sobre todo demuniciones, que son tan costosas y tan escasas en Mxico.

    Lo nico que s pueden expropiar son las cosechas y ganados,

    a ms de lo que haya de existencia en las tiendas, pero dinero en

    efectivo casi nada, pues lo que no ha sido enviado a los bancos

    de las grandes y bien guarnecidas ciudades, ha sido remitido al

    extranjero.

    Ya veis, pues, la imposibil idad de enviarnos dinero. El poco

    que logran adquirir se ven forzados a emplearlo para proseguir la

    lucha armada. Y os parecer increble, pero lo cierto es que se nos

    acosa pidindosenos armas y municiones por los grupos que estnen el campo de operaciones, elementos necesarsimos, y que no

    podemos remit ir po r ms qu e queremos. L o nic o que hacemos

    - y con ell o ponemos en peligro la vid a de Regeneracin- es po

    ner en pie inicial de guerra a pequeos grupos, juntando de aqu

    y de all , con miles de dif icu lta des, los pocos elementos qu e se

    puede.

    Solamente nosotros, que estamos en esto, podemos comprender

    los grandes sacrificios con que avanza la revolucin por Tierra y

    Libertad, atenidos los liberales mexicanos a sus propios esfuerzos

    y a sus escassimos elementos, abandonados a sus propios recur

    sos, y, para mayor desgracia, hasta vituperados e insultados por

    camaradas de fuera, que a p r i o r i nos acusan de antiliberales, de

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    estafadores y de embaucadores, de estar engaando al mundo pro

    letario. Como que no fuera suficie nte con que haya u n grup o

    - p o r pequ eo que ste f u e r a - de compaeros que se esfuerzan

    po r encauzar la revoluci n mexic ana a u n fi n prctico y benefi cioso para los proletarios, para que los camaradas de todo el mundo

    debieran vola r en nuest ra ayud a! Desgraci adamente no sucede as.

    No se nos ayu da, sino qu e, po r el con tr ari o, en su egosmo hasta

    trabas se nos pone, y se nos obstaculiza en nuestra marcha hacia

    nuestra emancipacin, ya sea haciendo silencio en la prensa liber

    taria hac ia nuest ro mov im ie nt o, o descaradamente insultndosenos

    s in fundamento alguno.

    Yo pers onalmen te os dig o, herma nos, que estoy tan asqueado

    de ver la ruindad de espritu de muchos llamados anarquistas, quesi no fuese porque esta lucha se ha vuelto vida de mi vida, y por

    ella estoy dispuesto a ir al cadalso a cualquier hora, ya hubiera

    yo de sp achado todo en hora mala, y com etido suicidio ye nd o a

    matar a cu alq ui er ti ra no , par a que de un a vez me matasen a m .

    Cunta miseria! Cunta ruindad! Cu nta depravacin hay

    todava en nuestros mismos llama dos camaradas! Cu nt a!

    Si la Revolucin mexicana llegara a fracasar, sera en grand

    sima parte debido a la falta de apoyo de los mismos que debieran

    hab ernos apoyado. Y si as llega a suceder, que sobre ellos caiga

    la maldicin del proletariado futuro.N o es cierto que Ric ar do vaya al Congreso Inte rna cion al de

    Londres; faltan dos cosas para poder hacerlo: lo pri mer o, diner o,

    y lo segundo, tiempo. Pero habiendo dinero se encontrara tiempo.

    Camaradas: no dejis de hacer cuanto os sea posible por ayu

    darnos. Co n los saludos sincerame nte vuestros en la lu ch a por la

    emancipaci n del prolet aria do, desendoos Sal ud y Anar qua . Po r

    el Gr up o de R EGENERAC IN , E. Flores Magn.

    Este tipo de vinculaciones, y las publicaciones antes aludidas, podran errneamente inducir a pensar que la resonancia de la Revolucin mexicana en el Urugua y se reduca alestrecho y clido crculo de los militantes obreros y socialistas de lite, a sus peridicos y centros de relativa rea deaccin.

    Lo que sucede es que ese ambiente acta como precursore inicia la difusin de los problemas mexicanos, pero andando el tiempo el tema llega a capas ms amplias de la poblacin y hasta alcanza cierta resonancia que puede calificarsede nacional.

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    174 C A R L O S M . R A M A

    JUSTAMENTE E N 1914 se registra uno de esos episodios en que

    se moviliza toda la opinin pblica, y el "caso de Mxico"alcanza un inters candente, que trasciende al ambiente uni-

    versitario, gana la gran prensa, se manifiesta popularmente yhasta amenaza convertirse en un problema poltico interno.

    Cuando llegan al Uruguay las primeras noticias sobre eldesembarco de las tropas norteamericanas en la ciudad de

    Veracruz (21 de abril de 1914), y seguidamente detalles de laheroica resistencia de los cadetes de la Escuela Naval y del

    vecindario del puerto, se enardece la opinin pblica y sepromueven sucesos que todava hoy son recordados por losuruguayos.

    Todos los diarios y peridicos se ocupan extensamente deesas noticias, y en la oportunidad se rememoran los grandeshechos de la historia mexicana, incluyndose fotografas desus principales hombres pblicos, edificios, paisajes, tipos humanos, etc. U n o de los periodistas ms acreditados de lapoca, el poeta Leoncio Lasso de la Vega, inicia en E l Da,peridico dirigido por el propio presidente de la Repblica,Batlle y Ordez, una serie de incisivos artculos sobre Mxico, el prim ero de los cuales (23 de abril de 1914) pone elacento en la tradicin indgena del pas y alude a los anteriores conflictos con los Estados Unidos.

    En L a Razn, que dirige el periodista Eduardo Ferreira,y que es un diario de gran influjo en los medios intelectuales, se lee en la edicin del 24 un editorial intitulado "La

    actitud de los Estados Unidos. Invasin de Mjico. Protestade la Amrica latina", en que se expresa:

    Se comete u n nuevo atentado contra la Amrica latina frente

    a la indiferencia de sus gobernantes como en otr ora presenciamos

    la extensin de su inf lue nci a impe rial ista , que va lentamente in

    vadiendo los te rrito rio s com pr en di do s en la Am rica del Sur y qu e

    si se han man ten ido tran quilo s, desenvolviendo sus riquezas, acumu

    lando elementos culturales, fue precisamente porque se hallaban

    distantes de l a zona de in fl ue nc ia direct a de los polticos delN o r t e . . .

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    L A R E V O L U C I N M E X I C A N A 175

    E n la misma fecha, L a D e m o c r a c i a , rgano del tradicional Partido Nacional ista o Blanco, tambin en un editorial

    ("Mjico y Estados Unidos"), dice terminantemente: "Penden sobre la soberana y hasta sobre la independencia de lasrepblicas dbiles de Sudamrica los mayores peligros..."

    E l Da, a pesar de publicar los artculos de Leoncio Lassode la Vega, no se coloca en el tono del resto de la prensa deMontevideo. Se transcribe, por dos veces en una semana, uneditorial del diario L a V a n g u a r d i a de Buenos Aires, rganooficial del Partido Socialista Argentino, en que se destaca el

    carcter regresivo del gobierno de VictorianoHuerta y la confianza en que la intervencin militar estadounidense no vulnerar la soberana nacional mexicana, sino que slo tendrpo r objeto contr ibuir al restablecimiento de las institucioneslibres de Mxico.

    Es comprensible que en ese clima, al que colaboran asimismo reuniones espontneas de los estudiantes, de los mi l i -tantes de la extrema izquierda o del nacionalismo, haya te

    nido un xito notable la iniciativa de un grupo de escritoresreunidos en la revista Tabar, entre quienes figuraban autores tan conocidos como Julio Ra l Mendi lahar su, FernnSilva Valds, Enrique Casaravilla Lemos y otros. stos lanzan un manifiesto " A l pueblo uruguayo", donde se lee:

    Tropas yanquis han invadido a Mjico, patria hermana de nues

    tra pat ria . Despus de Pue rto Rico, despus de Cuba, despus del

    desmembramiento de Colombia para fundar la repblica de los

    traidores de Panam, el pueblo de Monroe ha pisoteado sus doctrinas democrticas y se presenta ahora como el blondo Tartufo

    de la poltica internacional. Para protestar contra ese acto de

    cesarismo vejatorio, invitamos a todo el pueblo a una manifesta

    cin, sintindonos solidarios por la comunidad de lengua y de raza,

    de triunfos en lo pasado, de aspiraciones en lo presente, y de vic

    torias en lo por ven ir. Viva Mjicol Viva la Amrica latina!

    Es evidente que se trata de admiradores del A r i e l , publicado en 1900, y no nos sorprende ver cmo al da siguientese hace pblica una extenssima lista de adhesiones que encabeza justamente Jos Enrique Rod, junto con Miguel A .Pez Formoso, Eduardo Rodrguez Larreta, Jos G. Antua,

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    176 CARLOS M . RAMA

    Jos Pedro Blixen Ramrez, Alberto Reyes Thevenet, EnriqueCluzeau Mor tet, Eduardo Acevedo lvarez, Vicente H . Sala-

    verry y . . . Evaristo Bozas Urrutia, el crtico de 1911 de laRevolucin mexicana en E l S o c i a l i s t a .

    Ha y asimismo otras adhesiones significativas que nos permiten afirmar que se trata de un movimiento de solidaridadnacional, p or encima de banderas. As la Federacin de Estudiantes hace pblica su adhesin y constituye un ComitEstudiantil pro-Mjico, despus de que el poeta ngel Falco"pronunci un vibrante discurso elogiando la actitud bizarra

    de la ju ve nt ud ", como dice un cronista. (Como se recordar,el vate ngel Falco fue designado poco despus cnsul delUruguay en Mxico, donde residi muchos aos colaborandoeficazmente al mejor conocimiento de ambos pases.) Por laFederacin de Estudiantes firman algunas personas que alcanzarn significacin en el pas como Bartolom Vi male , Humberto Boggiano, Eduardo Terra Arocena, Eustaquio Tom,Oscar Belln y otros.

    N o fa ltan las adhesiones de los centros polticos ms distintos. As el Comit Popular Nacionalista (del part ido derechista y nacionalista del Uruguay), pero tambin el CentroInternacional de Estudios Sociales que agrupa a los anarquistas, y clubes colorados como el "Club Jos Mara Sosa dela 18 Seccin de Montevideo" , que corresponde al partidogubernamental y progresista.

    Desde el exterior tambin llega la adhesin de una personalidad especialmente significativa, la de Manuel Ugarte,

    entonces en las filas del Partido Socialista Argentino, que yamarcaba u na lnea muy nacionalista y antiyanqui . TambinUgarte como es sabido fue posteriormente a Mxico comorepresentante diplomtico de su pas.

    L a manifestacin tuvo lugar por la noche el sbado 25de abril de 1914 en el centro de la ciudad de Montevideo:Fue concurridsima, y muy apasionada en sus "Viva Mjico"v "Mueran los Estados Unidos", y a ello contr ibuyeron in

    cendiarios discursos de Julio Ral Mendilahar su y ngelFalco.Terminado el acto, la multitud, en la cual se contaban

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    LA REVOLUCIN MEXICANA 177

    prcticamente todos los estudiantes universitarios, intentmarchar sobre el edificio de la Legacin de los Estados Un i -

    dos y atacar algunos comercios estadounidenses. L a pol icaresult impotente para contenerla, y se recurri entonces a latropa de caballera, que despus del toque de clarn cargsobre la masa. sta repeli con armas improvisadas el ataque, y se estableci una formal batalla campal de que resultaron unos cincuenta heridos, en su mayora leves.

    Es de notar que se trataba de un hecho musitado en lascostumbres uruguayas. Salvo alguna huelga en localidades

    alejadas o en zonas suburbanas, no haba antecedentes de unsuceso semejante, y menos siendo buena parte de los asistentes intelectuales, estudiantes o personalidades del ambiente.

    Las brutalidades de la tropa, la "heroica resistencia" delpblico, la injusticia de los procedimientos, etc., ocuparon laimaginacin de los uruguayos y provocaron nuevas tormentas.

    A l da siguiente, el diario L a D e m o c r a c i a , en su primeraplana, a seis columnas y con letras titulares no usuales en esetiempo en Montevideo, bajo el ttulo de "La imponente manifestacin de protesta de anoche. E l Presidente de la Repbl ica , partidario de la actitud yankee, manda apalear al puebl o", haca larga crnica de los sucesos y utilizaba la ocasinpara pro pic iar una crisis poltica. L a solidaridad espontneadel pueblo uruguayo por sus hermanos mexicanos se converta en causa de una nueva batalla poltica domstica.

    E n el diario E l Da, escrito en el inconfundible estilo delpresidente Batlle y Ordez, en la edicin del da anteriora la manifestacin se public un artculo en que se lea: " E lgobierno habra prohibido la celebracin de este acto, pueslas actitudes nacionales respecto de pases con quienes mantenemos las mejores relaciones deben someterse siempre alarga y reposada reflexin, pero la ley sobre reuniones populares no se lo permite y su accin no puede ser otra que lade conservar el orde n" , etc. Seguidamente se abundaba enlas razones antedichas contrarias al gobierno de Huerta, y

    se transcriba, por estimarlo coincidente en sus directivas, elartculo de L a V a n g u a r d i a antes aludido.

    L a oposicin nacionalista acus entonces al Presidente de

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    i 7 8 C A R L O S M . R A M A .

    la Repblica de ser partidario del intervencionismo de losEstados Unidos en los asuntos internos de las repblicas his

    panoamericanas, y por ello haber ordenado el apaleamientode los manifestantes.El asunto se llev a la Cmara de Representantes. E n la

    sesin del 30 de abril de 1914, el lder nacionalista LuisAlberto de Herrera interpel al gobierno y reclam la presencia del Ministro de Relaciones Exteriores, "que despusde la manifestacin haba visitado al embajador de los Estados Unidos para pedirle disculpas por los gritos del pblico,

    Mueran los Estados Unidos, y el intento de atacar la Legacin". E n el debate intervinieron los ms brillantes tribunosparlamentarios de la poca, Washington Beltrn, Tulio MaraSosa, Csar Miranda, y el debate se prolong durante toda lasesin y en la correspondiente al sbado 2 de mayo de 1914.

    El gobierno, que tena holgada mayora, desech la acusacin y reiter su confianza de que la intervencin terminarapronto y no afectara la independencia mexicana. Ciertos

    episodios muestran cmo se encontraba obligado a dar algunas satisfacciones a una opinin pblica que segua fervorosamente la causa de Mxico, sin pronunciarse en general, justoes decirlo, sobre el problema exclusivamente mexicano Huerta-Carranza.

    El diario E lD i a , en su edicin del 2 de mayo, public uncambio de correspondencia entre el Presidente de la Rep

    blica y el ex Ministro de Relaciones Exteriores Emilio Bar-

    baroux, demostrando que el gobierno nunca reconoci comojefe del Estado mexicano al general Huerta, y mostrando lasrazones polticas que le llevaron a esa actitud. Das ms tarde el jefe de polica de la capital, Virgilio Sampognaro, concurri al Crculo de la Prensa y, so pretexto de conocer lasituacin de algunos periodistas que se encontraban entre losheridos por los sucesos de la manifestacin del 25 de abril,dio explicaciones sobre la actitud de las fuerzas a su cargo.

    De ms est decir que todos estos episodios reforzaron laadhesin a la causa mexicana y pusieron ms en evidenciael sentimiento nacionalista de escritores, estudiantes, etc. E nlas semanas siguientes, la prensa afecta a Mxico public

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    L A R E V O L U C I N M E X I C A N A 179

    sensacionales correspondencias contra la intervencin yanquibajo ttulos como ste de Luigi Barzini, en L a D e m o c r a c i a :

    " U n a conquista ms feroz que una guerra".

    U N T E M A interesante sera estudiar la incidencia de la legislacin, especialmente la de tipo social, sobre la elaboracinde las leyes y disposiciones similares uruguayas. Debe obser

    varse, ante todo, que en 1917 y simultneamente en Mxicoy Uruguay se aprueban textos constitucionales que sern estimados, por muchos aos, como los ms adelantados no sola

    mente de la Amrica hispnica, sino incluso en el plano internacional.

    Que en el Uruguay se sigue con atencin en esos aos lalegislacin nueva de Mxico, resulta de la lectura de la prensa. As en L aB a t a l l a de Montevideo, "peridico de ideas ycrtica" publicado quincenalmente por el movimiento liber

    tario, en la edicin de la primera quincena de ju ni o de 1916

    se lee bajo la firma de ngel Morelli y en un extenso artculode primera plana intitulado "Mjico":

    Se est procediendo a una reforma legislativa tendiente a san

    cionar una serie inmensa de derechos adquiridos por la Revolu

    cin, que causa asombr o, mxim e tratndose de Mjico, y que deja

    muy atrs el programa poltico de Batlle, considerado como el ms

    avanzado de Amrica. Y en todos los decretos y clusulas guber

    nativas, especi almente de aquellos Estados de la federacin donde

    la lucha es ms cruenta y tiene un objetivo humano, campea unlenguaje completamente nuevo que dice mucho del espritu revo

    lucionario que lo motiva ...

    Todo un captulo de la resonancia de la Revolucin mexicana en el Uruguay correspondera al eco obtenido por elagrarismo zapatista.

    Ya la prensa simpatizante con el "magonismo" comenza llamar la atencin sobre Zapata y, como vimos, el mismoperidico Regeneracin puso muy en alto la estima que porEmiliano Zapata y sus huestes sentan los revolucionarios mexicanos.

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    i8o CARLOS M . RAMA

    Con fecha 30 de diciembre de 1917, el semanario libertari o L aB a t a l l a de Montevideo manifiesta lo siguiente:

    Probablemente para muchos ser una novedad saber que en

    Mxico an se est en revolucin, a pesar de haber transcurrido

    unos siete aos desde la cada del tirano Porfirio Daz y de existir

    actualmente un "presidente" que se l lama Venustiano Carranza.

    Pues bien, en Mxico an existe la revolucin y no es menos de

    la cuar ta parte de l terr it ori o la que est en pode r de los re vo lu

    cionarios encabezados por los hermanos Zapata.

    Seguidamente se cita la fuente de su informacin, que semanifestar abundantemente en Montevideo por lo menosdurante dos aos, casi hasta el 10 de abril de 1919 en quedesaparece fsicamente el gran lder popular agrarista. Esafuente es el agente de Zapata en Cuba, general Jenaro Amez-cua, que realiza un a "jira de propaganda" en la isla antillana v mantiene una ampl ia correspondencia con peridicos ycentros del Ro de la Plata.

    E n Montevideo se difunde bastante el volum en intitulado Mxico r e v o l u c i o n a r i o ? donde, aparte del Plan de Ayala,las leyes agrarias de Morelos de 1916, los manifiestos de Zapata, algunos textos de Antonio Daz Soto y Gama y ciertosartculos de actualidad poltica tomados casi siempre de E l

    S u r de Morelos, hay unas escasas pginas en que se intentamostrar la resonancia de la Revolucin mexicana en el extranjero. Con excepcin de las declaraciones del general Amez-cua a la prensa cubana, el resto es exclusivamente de origenrioplatense, pues all leemos el ya conocido manifiesto deldoctor Juan Creaghe, el artculo de L a B a t a l l a antes aludido

    y un texto de ocho pginas suscrito por T. Vidal, intitulado"Historia de la revolucin econmica en Mxico. Montevideo,Uruguay, Edic. de 1018", que por esa denominacin podrasuponrsele originariamente un folleto, aunque nada similarhe encontrado en la conocida bibliografa de Max Nettlaun i en los repositorios de la Bibl iot eca Na ci on al del Uruguay.

    E n cuanto a su autor, hay en el movimiento obrero deesos aos dos personas del mismo nombre y apellido: el administrador de un peridico anarco-individualista,E l H o m -

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    LA REVOLUCIN MEXICANA 181

    b r e , de cierta gravitacin en el medio, y el animador de laFederacin Sudamericana de Picapedreros, con sede en Mon-

    tevideo. L a preocupacin economista que denota el autor, yel mismo hecho que destaca en su escrito de que los datosque relata son "adquiridos personalmente durante nuestrapermanencia en Mxico, a ms de estar relacionados por espacio de algunos aos con los liberales mexicanos", posiblepor su misma situacin como sindicalista, me hacen pensarque se trata del segundo indicado. Se notar que esta persona es casualmente citada en la carta antes transcrita de

    Flores Magn a T i e m p o s N u e v o s de Montevideo del ao 1914.Sera interesante fijar sus andanzas en Mxico.

    A su juicio, "la revolucin actual de Mxico representapara el progreso humano un gran paso hacia la verdaderalibertad, realizndose un cambio sorprendente de principiosen las luchas populares, que nos hace entrever a los libertarios una esperanza prxima a realizarse y una victoria cercana a nuestras aspiraciones comunistas". Vidal encuentra

    en el movim iento mexicano la alborada de nada menos quela Revolucin Socialista Mundial ("el movimiento histricode la revolucin humana ha tomado como punto de partidalos hermosos campos de Mx ic o") , y habla de la prxima l i beracin de los "proletarios tropicales" de la Amrica central, y de las repercusiones en la Amrica del Sur e inclusoen Europa. " L a seal vendr de Am r ic a. . ."

    E l general Amezcua mantiene viv a la relacin con Mon-tevideo durante bastante tiempo. Hemos visto una fotografasuya dedicada en trminos lricos a l estilo de la poc a aMara Collazo, redactora responsable de L a B a t a l l a , mujerefectivamente de gran temple y seguramente una de las personalidades femeninas ms destacadas de la historia social delRo de la Plata.

    Ese mismo peridico edita hacia 1918 una hoja suelta, engran formato, intitulada " E l comunismo en Mxico", dondese transcribe ntegramente el artculo de Edgecom Pinchn 9

    sobre el Estado de Morelos, publicado antes en el P e a r s o n ' sM a g a z i n e . Seguramente este artculo, destinado a la gran

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    182 CARLOS M . RAMA

    prensa, pleno de ancdotas y hecho con simpata por el zapa-tismo, es conocido en Mxico.

    E n cuanto a Montevideo y al ambiente obrero en que sedifunde, slo explica el hecho la gran solidaridad que despertaba popularmente Mxico. All hay frases como sta:"Siete aos de libertad han cambiado al pen en una escultura viva muy parecida a la que imaginara para los hombresde l Norte Wa lt Whitman".

    Posiblemente podran sealarse en Mxico las contrapruebas del inters que su revolucin despertaba en el Uruguay.

    Por lo pronto, la actividad de Amezcua sobre el zapatismollega a conocimiento de los lderes agraristas. As lo declaraexpresamente el citado general en declaraciones que hace a lperidico L a Discusin de L a Ha ba na el 15 de abril de 1918.10

    Sealemos asimismo un breve escrito firmado por EmilianoZapata, que Amezcua publica en E l M u n d o del 10 de mayode 1918, documento muy interesante en que se traza un breveparalelo entre la Revolucin rusa y el movimiento agrarista

    mexicano, especialmente en el plano de su resonancia mundia l . 1 1

    Finalmente, Jos C. Valads nos proporciona un dato interesante, pues asegura haber visto en la papelera de doaJuana Gutirrez de Mendoza, preclara combatiente del zapatismo, cartas de Montevideo de doa Mara Collazo, redac-tora responsable de L a B a t a l l a . Desgraciadamente no he encontrado en Montevideo el material epistolar correspondiente

    de Mxico.

    E N L A DCADA de los aos 1920 a 1930 el tema mexicano pierde naturalmente su lugar especial en los peridicos, manifiestos, mtines de la extrema izquierda, pero en cambio arraigafirmemente en el ambiente intelectual. Un Comit de Ami -gos de Mxico es presidido por la escritora Clotilde Lu i s i ypropicia una serie de importantes conferencias en el Ateneo

    de Montevideo, donde intervienen incluso varios mexicanos,como Alfonso Reyes (ministro en Buenos Ai re s) , Lerd o deTe ja da (tambin en el servicio diplomtico), el entonces agregado obrero de la Embajada de Mxico en la Argentina, Car-

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    L A R E V O L U C I N M E X I C A N A 1 8 3

    los Gracielas, etc. Entre los uruguayos es significativa la pre

    sencia del fundador del Partido Socialista Uruguayo, doctor

    Emilio Frugoni, quien pronuncia dos conferencias en agostode 1928. 12

    En su exposicin, Frugoni justifica ampliamente la elec

    cin de su tema:

    To do pas es una leccin en el m u n d o . . . Entre todas las na

    ciones de Amrica ninguna atrae tanto en la actualidad la aten

    cin cu riosa del socilogo, de l his tor iad or, del estadista, como M

    j ico . Es l u n camp o en el que se est reali zand o una vasta

    experiencia social, en el que se est levantando una verdadera

    fbrica de porvenir y en el que libran grandes batallas fuerzas

    sociales que no ha n ren unc iad o todava desgraciadamente del todo

    al emp leo de la viol enc ia y de las armas . . . Mie ntra s el g obiern o

    federal y el de algunos Estados, especialmente el de Yucatn, se

    entregaban con plausible ardor y a veces con admirable empeo

    a la obra de la reconstruccin nac ion al sobre las bases de una

    legislacin avanzada, dando solucin a los problemas vitales, le

    vantando el ed if ic io de una organizacin ju r dic a in spira da en un

    sabio espritu de justicia social y luchando, por otra parte, conu n abrumador pasivo histrico, se desataba por todo el mundo

    una campaa de descrdito, de difamacin contra la situacin po

    ltica mejicana, que es, naturalmente, la obra de todas las fuerzas

    reaccionarias, pero que tiene dos fuentes principales: una, el capi

    talismo norteamericano; otra, el clero catlico, afectado en sus tra

    dicionales privilegios.13

    Sobre el problema de la calificacin del movimiento his

    trico mexicano, cuya calidad revolucionaria haba sido negada enfticamente al pr inc ip io en la prensa socialista uru

    guaya, Frugoni adopta una actitud ms comprensiva, influido

    por el balance de los aos transcurridos. A su juicio, es el

    mexicano "un movimiento de innegable trascendencia so-

    aal , una verdadera revolucin agraria, sean cuales fueren las

    modalidades que, por encima de todo eso, hayan podido im

    poner las rivalidades de las diversas y numerosas fracciones".

    Pero su apoyo a la Revolucin mexicana que nunca califica de so cia l es siempre crtico. "Existe n d i c e signos

    de atraso poltico, como ser: marcado predominio presiden-

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    1 8 4 CARLOS M . RAMA

    cialista, caudill ismo, fanatismo personalista, corrupcin en algunos funcionarios administrativos."

    Estas dos conferencias, ms que teorizar sobre el problema ideolgico, se ahincan en cuestiones muy concretas: lacuestin del petrleo y el problema religioso. Tambin aluden brevemente a la reforma agraria, y la primera concluyecon estas palabras:

    Podemos llegar a la conclusin de que Mjico ha realizado su

    revolucin francesa, frente al feuda lismo te rr it or ia l persistente en

    el cuerpo orgnico de la nacin. Per o es u na revolucin francesa

    que viene naturalmente impulsada e influida por las corrientesespirituales, econmicas y sociales del siglo en que se realiza.

    Hace un gran elogio de Emiliano Zapata y de la obra educativa de Vasconcelos bajo la presidencia de Obregn. E l folleto abunda en cifras, fechas, citas, y su informacin es en

    buena parte oficial. Cita, entre los autores mexicanos, a Vasconcelos, a Vicente Lombardo Tedesco (sic, por Toledano),al

    ingeniero Luis

    Len, extensamente a Prez Lugo, y al dominicano Henrquez Urea.L a segunda y ltima de las conferencias termina con estas

    palabras definitorias, que haran suyas todos los integrantes de la intelectualidad progresista uruguaya: "En esta horahan de estar con Mjico todos los espritus modernos y avanzados, como contra Mjico estn todos los espritus obstinadamente conservadores, reaccionarios y retrgrados."

    E F E C T I V A M E N T E , no han faltado, ni podran faltar en el Uru-guay, las voces de crtica y reprobacin de la Revolucin mexicana. Su importancia es mucho menor que l a correspondiente al ncleo de los "mexicanistas", pero su existencia permitemostrar la trascendencia del fenmeno histrico de Mxico,

    y trazar en el interior de la sociedad uruguaya una fronterasignificativa.

    Por 1911 se publica en Montevideo un folleto annimo

    en que se critica duramente a la Revolucin mexicana, mostrndola como un ejemplo de los excesos revolucionarios consentidos por gobiernos perversos. L a intencin era, evidente.

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    LA REVOLUCIN MEXICANA 1 8 5

    mente, influir en el mbito nacional uruguayo en un ao dehuelgas y nuevos proyectos de legislacin social, que inician

    la segunda presidencia de Batlle.Po r desgracia, no estamos en condiciones de proporcionar

    ms informes sobre esta publicacin, a la cual debo referirmepo r datos de segunda mano.

    En 1917, cuando se discute la Constitucin uruguaya que(entre otras novedades) separa la Iglesia del Estado, o, me

    jo r dicho, confirma una separacin ya producida entre ambasinstituciones y en todos los terrenos desde haca varios aos,

    aparece un libro de Ariosto Gonzlez intitulado L a persecucin r e l i g i o s a e n Mxico. Su autor, catlico mil itante y muyconocido historiador, actual presidente del Instituto Histrico y Geogrfico del Uruguay, argumenta contra "los excesosrevolucionarios" anticatlicos en la Repblica mexicana. Laobra tiene una relativa difusin y, por cierto, no posee la acritud de la mayora de los escritos de este tipo y origen.

    PODR A

    extenderse este ensayo hasta nuestros das y precisarmejor ciertas pocas y el reflejo de ciertos personajes, comopo r ejemplo el muy sugestivo de Pancho V i l l a y posteriormente de Jos Vasconcelos y Lzaro Crdenas. Pero las pginas que anteceden tal vez sean suficientes para indicar uncamino y abrir una senda en que la tradicional amistad dedos repblicas democrticas se pueda encontrar en el planode la investigacin histrica.

    NOT AS

    1 Jos C. VA LAD S , S o b r e l o s orgenes d e lm o v i m i e n t o o b r e r o e n Mx i c o , Apndice "Documentos para l a historia del anarquismo en Amrica" , en el vo lu me n colectivo C e r t a m e n i n t e r n a c i o n a l d e " L a P r o t e s t a " .

    E n ocasin d e l 30" a n i v e r s a r i o d e s u fundacin: 1 8 9 7 - 1 3 d e j u n i o - i 9 2 7 ,Buenos Aires, 1927.

    2 Vase Diego Abad de S ANT I L LN , R i c a r d o F l o r e s Magn, e l apstold e l a Revolucin s o c i a l m e x i c a n a , Mxico, 1925.

    3 Sobre los orgenes del socia lism o y el mov im ie nt o obrer o en el U ru -

    guay, vase nuestro l ibro E n s a y o d e sociologa u r u g u a y a , Montevideo,

    1957-

  • 7/23/2019 La Revolucin Mexicana en El Uruguay

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    i86 CARLOS M . RAMA

    4 De l dijo Jos Enrique Rod, al acusar recibo del volumen M o r a l i

    d a d e s a c t u a l e s (Montevideo, 1910): " H a enaltecido uste d l a crnica, sin

    quitarle amenidad ni sencillez. La ha dignificado usted por el pensamiento, po r la sen sib ili dad y por el estilo. H ay cronistas de fama euro

    pea, que escribiendo fuera del bulevar no tendran nada interesante que

    decir a nadie, y que aun escribiendo desde el bulevar son incapaces de

    comunicar a una pgina ms que el inters de la novedad que cuentan

    y coment an. Us te d escribe desde un a aldea de los trpicos y para el p

    bl ico de Montevideo y, devolviendo en impresin personal los ecos tar

    dos de lo que pasa en el mundo, produce cosas capaces de interesar en

    todas partes y siempre, porque tienen una soberbia fuerza de personali

    d a d " (Epl ogo de las O b r a s c o m p l e t a s de Raf ael Barre tt, Buenos Aires,

    1943. P- 6 9 6 ) -5 O b r a s c o m p l e t a s , ed. cit ., pp . 643-645.

    e En un artculo inti tulad o justamente " M i anarqui smo" ( O b r a s

    c o m p l , P P . 510-5.1), sostiene: " M e basta el sentido etimolgico 'ausencia

    de gobier no'. H a y que destr uir el espritu de au to ri da d y el prestigio de

    las leyes. Eso es todo . . . Educa rnos y e d u c a r . . . T o d o se reduce en el

    l ib re examen. Qu e nuestros nios exa min en la ley y l a desprecien. "

    7 J . S I ERRA , Evolucin poltica d e l p u e b l o m e x i c a n o , Mxico, 1940,

    p. 181.

    8 Mxico r e v o l u c i o n a r i o . / A los pueblos / de / Europa y Amrica.

    / 1910-1918. / Imp re nt a / Espinos a, Ferr & Co. / Am ar gu ra 77 y 79. /Habana.

    9 Se observar que, a pesar de la grafa distinta, se trata de Edgcumb

    Pinchn, el conocido escritor norteamericano, autor de la biografa no

    velada V i v a V i l l a , que ha alcanzado en su versin espaola dos ediciones

    en el R i o de la Plata.

    10 Transcritas en las pp. 166 S . del mencionado l ibro Mxico r e v o l u

    c i o n a r i o , en los siguientes trminos: "S, seor, a la presente, universal-

    mente es cono cid a la Revoluc in del Sur. E n los archivos del Cua rt el

    General obra ya la enorme correspondencia que se refiere a las muestrasde simpata que hacen a nuest ra causa centenares de dia ri os , de revistas

    ilustradas, grandes centros de obreros, hombres eminentes en las letras y

    en las artes de los Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Espaa y d e

    v a r i a s repblicas d e e s t e C o n t i n e n t e . "

    11 Mxico r e v o l u c i o n a r i o , p. 184: " P o r eso es ta n inter esante la labor

    de difusin y de propaganda emprendida por ustedes en pro de la ver

    da d; por eso debern acudi r a todos los centros y agru paciones obreras del

    mundo, para hacerles sentir la imperiosa necesidad de acometer a la vez

    y de realizar juntamente las dos empresas: educar al obrero para la lu

    ch a y for mar la concie ncia del campesino ."12 Recogidas en el volumen L a leccin d e Mjico, Mon tev ide o, 1928;

    40 pp.

    13 E . F RUGON I , L a leccin d e Mjico, pp . 5-6.