Upload
joleix
View
230
Download
1
Embed Size (px)
DESCRIPTION
Discurso, filosofía, activismo social
Citation preview
LA ROMERÍA PATRIÓTICA DE CONCEPCIÓN
La Evolución, Huancayo, 10 de julio, 1918
Concurren más de cuatro mil almas, las escuelas y los movilizables de los
distritos de Jauja, y comisiones de San Gerónimo, Chupaca y Sicaya. −Censurable
actitud del cura Gamarra. −Vibrante discurso nacionalista del Sr. don Pedro S. Zulen
Ayer tuvo lugar en la ciudad de Concepción de la provincia de Jauja, la romería
patriótica que se realiza todos los años en recuerdo de la acción de las armas contra las
fuerzas chilenas verificada el 9 de Julio de 1882.
A las 10 de la mañana comenzaron a llegar las escuelas fiscales de Sincos,
Huancaní y Huaripumpa, y los movilizables del primero de los citados distritos, así
como las comisiones de San Gerónimo, Chupaca y Sicaya. Poco después llegaron las
escuelas fiscales y libres de Orcotuna. Y con la asistencia de los Centros escolares y del
Instituto Toledo, de Concepción, se dio comienzo a la ceremonia a más de la 11,
terminándose a más de la 1 de la tarde. Habían más de cuatro mil almas. Llamó la
atención entre las escuelas concurrentes la brigada de boy scouts de Huaripampa,
perfectamente uniformados y equipados, por lo que es acreedor a un caluroso aplauso el
normalista don Jacinto Rivero, Jefe de esa brigada.
La ceremonia se realizó delante de la pirámide conmemorativa, pero sin la
acostumbrada misa de campaña, porque el cura, doctor Gamarra, se negó a celebrarla,
conducta que fue censurada acremente por todo el público. La actitud del cura Gamarra
se debe a luchas políticas lugareñas, pero no tiene justificación alguna tratándose de una
romería patriótica.
Hicieron uso de la palabra el Subprefecto de Jauja señor Ernesto R. Romero,
quien censuró el comportamiento del cura Gamarra; el señor Enrique Cedano, a nombre
de la Municipalidad de concepción que agradeció la concurrencia escolar y la de los
pueblos representados; el sobreviviente comandante José G. Esponda, que habló en
nombre de Chiupaca y depositó una corona por encargo de las señoritas Samaniego, de
Sicaya, hijas del comandante del mismo nombre, fusilado en Huancayo por los chilenos
en abril del 82.
También hablaron el sobreviviente señor Felipe Muñoz, el normalista don
Demetrio López Gutiérrez, que rememoró en frase galana el combate de concepción; el
señor Felipe Sotelo en representación de San Gerónimo; y el distinguido intelectual don
Pedro S. Zulen, que fue invitado por la “Asociación Pedagógica Mantaro”. Todos los
discursos fueron aplaudidos, especialmente el del señor Zulen, que produjo una fuerte
impresión en el público por sus términos vibrantes y patrióticos. Reproducimos en
seguida su discurso:
Señores:
Yo me congratulo al poder hablaros en ocasión tan solemne y en un lugar como
éste que tiene todas mis simpatías. Concepción y otros distritos importantes aspiran a
emanciparse de su actual condición de tutelaje, y todo hombre que no esté cegado por
ningún interés estrecho debe de celebrar tales aspiraciones. Ojalá todos estos cambios
en nuestra demarcación política fueran siempre como ocurre en el caso de vosotros y no
por el mero hecho de satisfacer ambiciones partidaristas, acreciendo las
representaciones parlamentarias como ha sucedido con casi todas las provincias creadas
en los últimos quince o veinte años, dándose el caso de haber provincia cuya capital
apenas tiene más habitantes que sus autoridades y demás empleados del oficialismo. Por
eso, creo muy legítimos los anhelos de estos distintos y hago votos por su realización.
Señores:
Hare más de un tercio de siglo que la derrota dio al traste con toda nuestra
consistencia de país, y puso delante de nuestros ojos el camino regenerador. La guerra
del 79 hizo darnos cuenta de lo ficticio y lo informe de nuestra nacionalidad, y nos
señaló la urgencia de proceder a reemplazar la farsa institucional que habíamos erigido
con el nombre de república. Al día siguiente de firmada la paz con chile debió comenzar
la obra de reedificación. Por desgracia, no ha sucedido así; y hoy, con horrible
abatimiento, tenemos que contemplar el triste espectáculo de un pueblo que va a llegar a
los cien años de emancipación sin haber colocado todavía ni los cimientos de su
nacionalidad.
Parece que hubiera un signo fatal en nuestra historia. Toda ella no es más que un
balance de desaciertos, de peculados, de traiciones, de guerras internas. Apenas si
tenemos dos hombres y dos momentos lúcidos: Castilla y Piérola y las revoluciones del
55 y del 95. Fuera de esos dos hombres y de estas dos revoluciones, la historia y patria
no tiene nada que ofrecer como labor de construcción de la nacionalidad. Tuvimos el
guano y el salitre, pero sólo sirvieron para el enriquecimiento de unas cuantas familias y
la constitución de una plutocracia nefanda, sin moralidad ni patriotismo. Lima concentra
todas las concupiscencias posibles, y, desde allí, nuestra clase dirigente convirtió al país
en una especie de colonia de explotación en todo orden de cosas. Si se hubiera hecho
nación, no tendríamos esta enorme población indígena analfabeta y en plena esclavitud
ni veríamos estas poblaciones sin alumbrado, sin pavimento, sin servicios de agua y
desagüe, sin higiene; buenos caminos y ferrocarriles baratos cruzarían todo el territorio
y no contemplaríamos al extranjero llevándose nuestras riquezas y no dejándonos ni
salario para nuestras masas trabajadoras, porque todo lo ganado por el trabajo del obrero
pasa a manos del enganchador, del contratista y de las cantinas de precio exorbitante
que el empresario establece en los centros industriales.
Y estamos tan habituados a este atraso y a nuestra impotencia para remediarlo,
que cuando se pregunta a un vecino de estos pueblos porque es que se encuentran así,
responde: sí pues, el gobierno no se preocupa. ¡El Gobierno, panacea de todos nuestros
males, de todos nuestros vicios, de todos nuestros defectos!
Y es que este centralismo nos tiene acostumbrados a que todas las iniciativas que
pueden reportar algún bien a las provincias, salgan de Lima. Las provincias en vez de
laborar por sí mismas su progreso y bienestar, deben entregar todo lo que trabajan y
producen a ese enorme parásito asentado en la capital de la República. No les queda otra
cosa que yacer en el olvido y esperarlo todo de la determinación del gobierno
centralista. En Lima deben designar los representantes a Congreso, que departamentos y
provincias debían elegir. Puedan no haber escuelas para los niños de los pueblos
apartados de provincias, pero en cambio deben soportar impuestos, papeles inmundos
con el nombre de moneda y, lo que es peor todavía, autoridades abusivas, que
especularán hasta con el patriotismo, exaccionando a los ciudadanos con motivo de esa
cacería humana que se llama la conscripción militar. Toda queja, todo reclamo, todo
pedido de las provincias, destinado a mejorar su condición, se pierde en el papeleo y la
tramitación: va a Lima, pero seguramente no regresa. Y esto ha causado ese desaliento,
esa dejadez que se palpa sobre todo en estas poblaciones de la Sierra.
Ese centralismo que succiona la vitalidad de las provincias y el mantener en el
analfabetismo y en la esclavitud al indígena, son las dos grandes vallas que detienen el
progreso nacional. Destruyamos esas vallas, así haremos país.
Pensad, señores, en lo que sería el Perú descentralizado política y
administrativamente. Imaginad qué gran nación tendríamos si todos nuestros indígenas
fueran ciudadanos conscientes. Y un ambiente de libertad y justicia aromatizase todo el
país. Seriamos fuertes y ningún Chile podría vencernos, jamás.
Ah! señores, quisiera tener la atracción de un conductor de pueblos, quisiera
poseer la aureola de un apóstol para llevar a vuestros espíritus el convencimiento de que
nunca es tarde para regenerarse; que no es del Gobierno de quien debéis esperar el
mejoramiento de la atmósfera que os rodea, sino de vosotros mismos, porque este Perú
se salvará el días que cada uno de vosotros se sienta Gobierno en su propio terruño, no
para mandar ni tener súbditos, sino para construir, para hacer; que debéis poner vuestro
pensamiento en la Patria y ser rebeldes ante los halagos o abusos del poder; implacables
cuanto a patriotismo, nunca temáis al propio retemple de las energías físicas y morales.
Entonces, sólo entonces, podremos forjar la esperanza de ver para este Perú enfermo y
amilanado, la soñada aurora de grandeza que debe guardarle el porvenir!