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La Rueda de las armas afiladas

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En selvas de plantas venenosas se pavonean lospavos reales aunque bellos jardines medicinalesse encuentren cerca. Los pavos reales noencuentran agradables los jardines y crecen conla esencia de plantas venenosas.

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De la misma forma, los bravos bodisatvas2 per-manecen en la selva de los intereses mundanos.No importa cuán alegres sean los jardines deplacer en este mundo, estos bravos nunca sesienten atraídos por los placeres, sino que pros-peran en la jungla del sufrimiento y del dolor.

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Gastamos nuestra vida entera buscando diver-siones, temblamos de miedo ante el mero pen-samiento de dolor; así, puesto que somos cobar-des, todavía somos miserables. Pero los bravosbodisatvas aceptan alegremente el sufrimiento yganan con su coraje una verdadera y permanen-te alegría.

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El deseo3 es aquí la selva de plantas venenosas4,sólo los bravos, como los pavos reales, puedencrecer con tal alimento. Si seres cobardes, comolos cuervos, lo probaran, por su codicia podríanperder sus vidas5.

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¿Cómo puede alguien que se estima a sí mismomás que a los demás codiciar y tomar comocomida estos peligrosos venenos? Si tratara,como el cuervo, de emplear otros engaños6,perdería probablemente su oportunidad deliberación.

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De esta forma, los bodisatvas son como lospavos reales; viven sobre los engaños: esas plan-tas venenosas. Las transforman en la esencia dela práctica, prosperan en la jungla de la vidadiaria. Cualquier cosa que se presente siemprela aceptan, mientras destruyen el veneno delpegajoso deseo.

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Vagar incontroladamente en los ciclos de exis-tencia está causado por nuestro apego al egocomo algo real. Esta actitud ignorante es la pre-cursora del demonio de la preocupación egoístaque mira sólo por nuestro bienestar. Buscamosseguridad para nuestros propios egos; queremossólo el placer y evitar cualquier dolor. Peroahora debemos desterrar todas las obligacionesegoístas y tomar alegremente las penalidadespara el bien de todos los demás.

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Todos nuestros sufrimiento vienen de nuestroshábitos de engaños egoístas, a los que prestamosatención y por quienes actuamos. Como todocompartimos esta trágica desventura, que seorigina en nuestras costumbres estrechas y ego-céntricas, debemos tomar todos nuestros sufri-mientos y las miserias de los demás y sofocarnuestros deseos de interés egoísta.