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La Sana Doctrina Mayo-Junio 2016

La Sana Doctrina La Sana... · El Salmo 8 sirve para recordarnos que, aunque el hombre se haya olvidado de Dios, ... que rechaza la Biblia rechaza la única palabra que Dios ha dado

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La Sana Doctrina Mayo-Junio 2016

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2 La Sana Doctrina

Revista bimestral publicada por asambleas

congregadas en el Nombre del Señor Jesucristo

en Venezuela.

Año LVI Nº 343 Mayo--Junio 2016

Redactores:

Guillermo Williams (Fundador: 1958-61)

Santiago Saword (1961-76)

Santiago Walmsley

Andrew Turkington (Redactor)

Tlf. (0416) 4373780

E-mail: [email protected]

Suscripciones: Joseph Steven Turkington

a/c Carrera 6ª Nº12-61,

San Carlos, Cojedes, Venezuela.

Teléfono: (0416) 3020889

E-mail: [email protected]

Suscripciones para 2016

Para Venezuela: La suscripción es anual (seis

revistas), y se paga en dos cuotas:

1. Bs. 500,00 para las tres primeras revistas

2. Se avisará oportunamente el precio para las

últimas tres revistas

Las suscripciones se hacen por asamblea, y

pueden cancelarse mediante un depósito o

transferencia a la cuenta de ahorros No. 0105-

0101-61-0101-10778-1 del Banco Mercantil a

nombre de Joseph Steven Turkington, C.I.

17.890.560. Avisar por teléfono o utilizar el

código explicado en el Directorio de asambleas.

Para el exterior: Se puede suscribir a la revista

electrónica en la página web:

www.sanadoctrina.net

Y se le enviará un correo electrónico cada vez

que se carga una nueva revista en la página.

Artículos:

La Carta a los Hebreos (2) ........... 3 Santiago Walmsley

La Doctrina de Cristo (13) ........... 6 Samuel Rojas

Escenarios Marinos

en el Nuevo Testamento (2) ......... 9

(Lecciones Espirituales)

Gelson Villegas

Entendiendo el Lenguaje

del Señor (2) .............................. 14 Andrew Turkington

El Sermón del Monte (12) ......... 17

Estudios Bíblicos –Mateo 5-7 David Guilliland

IN MEMORIAM

Ruth Saword Turkington de

Walmsley.

La Memoria Del Justo Sera

Bendita ................................ 23 Samuel Ussher (padre)

Lo que preguntan ....................... 21

Página Evangelística ................. 24

La Única Espina en mi

Almohada

Portada: De: pixabay.com

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La Sana Doctrina 3

Q ué es el hombre para que de él

tengas memoria? El Salmo 8 sirve

para recordarnos que, aunque el

hombre se haya olvidado de Dios, con

todo, Dios no se ha olvidado del hombre.

En el principio, el primer hombre, Adán,

gozaba de una relación sin impedimento

con Dios y tenía pleno conocimiento de

todo lo que Dios había creado en la tie-

rra, como se evidencia por el hecho que

fue Adán que puso nombre a todos los

animales: a cada uno conforme a su na-

turaleza. Se encontraba en un ambiente

que respiraba amor, paz, tranquilidad,

armonía, satisfacción, pero Dios estaba

pendiente de que al hombre le faltaba

ayuda idónea, o sea, una que fuera su

contraparte.

Dios hizo caer un gran sueño sobre

Adán y así, dormido, le quitó una costi-

lla (de la cual formó la primera mujer).

Esta revelación ha resultado en gran be-

neficio para el ser humano. Fue esta por-

ción de la palabra de Dios que condujo a

la ciencia médica a dormir a cada perso-

na que tiene que ser intervenido quirúr-

gicamente, una práctica que por su éxito

ha gozada de aceptación universal.

Indiscutiblemente, Adán es cabeza de

la raza humana. La enseñanza que pro-

cura apoyar el concepto del ‘hombre-

mono’ está totalmente carente de eviden-

cias, y siempre son las mismas personas

interesadas que adelantan esta teoría,

con los mismos argumentos caducados.

La enseñanza bíblica da al ser humano

su propia dignidad e importancia, y re-

salta el hecho que no es meramente otro

animal. Realmente el que rechaza la Bi-

blia rechaza la única fuente de luz que

orienta al hombre acerca de los orígenes

de todas las cosas, acerca de la paradoja

de la vida y acerca del futuro porque, sí,

habrá un futuro para absolutamente todo

ser humano. La muerte en sí no es el fin

de todo para ninguno, aunque el que no

cree en Dios anhelara que fuera así.

Pero, por imposible que parezca real-

mente son dos los hombres que encabe-

zan la raza humana. Uno, Adán, por ser

el progenitor de todos, y el Hijo del

Hombre por ser el creador de Adán. Am-

bos se nombran en el Salmo 8; vea tam-

bién Romanos 5:12-21. El único libro en

existencia que revela esta preciosa ver-

dad es la Biblia, la palabra de Dios. El

que rechaza la Biblia rechaza la única

palabra que Dios ha dado al ser humano

para orientarle acerca del bien y el mal,

el presente y el futuro, la salvación y la

perdición.

Cuando Dios presentó a Eva en aquel

escenario, Adán dijo, “esto es ahora hue-

so de mis huesos y carne de me carne;

ésta será llamada Varona (Ishshah) por-

que del Varon (Ish) fue tomada”. De

parte de Adán y de Eva hubo una acepta-

ción mutua de manera que Dios dijo,

“por tanto, dejará el hombre a su padre y

a su madre, y se unirá a su mujer, y

La Carta a los Hebreos (2)

Santiago Walmsley

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4 La Sana Doctrina

serán una sola carne”, Gen.2:24,

Mat.19:5. De esta manera quedaron esta-

blecidas las pautas del matrimonio como

institución de Dios para el mayor bien

del ser humano.

A diferencia de los ángeles el hombre

goza de libre albedrío que le permite

tomar siempre sus propias decisiones. La

prohibición dada por Dios que no comie-

ra del fruto de un solo árbol señalado por

Dios, identificó para Adán el lindero

entre la obediencia y el pecado. El Edén

era un huerto donde había una sobre-

abundancia de comida de manera que la

prohibición de Dios no repre-

sentaba para Adán ningún

sacrificio. Sencillamente, por

medio de una cosa tan sencilla

en sí, Dios estableció su auto-

ridad y supremacía sobre el

hombre, a la vez que despertó

en Adán el reconocimiento

que coexisten en el mundo

cosas tan diversas como el

bien y el mal.

El orden de los aconteci-

mientos indica que Eva no se había crea-

do aun, y por lo tanto no escuchó cuando

Dios dijo a Adán que no comiera del

fruto del árbol del conocimiento del bien

y el mal, Gén 2. El Diablo inició su ata-

que contra la humanidad preguntando a

Eva si era cierto que Dios había dicho,

“no comáis de todo árbol del huerto”, y

sutilmente dejo una duda sembrada en su

mente. Su táctica siempre ha sido cues-

tionar lo que es de Dios, como, por

ejemplo: ¿Cómo sabe Ud. que la Biblia

es la palabra de Dios? Cuando ha sido

aceptada la duda es fácil para cualquiera

creer la mentira del Diablo que, en este

caso, dijo “no moriréis” habiendo dicho

Dios, “moriréis”. ¿Cuál de los dos tenía

y tiene la razón? Es increíble que tantas

personas en el mundo creen las mentiras

y los engaños del Diablo a la vez que

confían que terminarán bien con Dios.

Paso a paso Eva iba viendo, Gén.3:6, y

satisfaciéndose que aquel árbol no repre-

sentaba ningún peligro hasta que por fin

comió del fruto prohibido. Su primera

reacción fue “aquí no pasó nada”, y ella

compartió con Adán. Pero, cuando co-

mió Adán, el que encabezaba toda la

creación terrestre, aquel momento fue

cuando entró el pecado en el

mundo como dice, “por un

hombre (no por la mujer) entró

el pecado en el mundo” y con

el pecado, la muerte. Dios ex-

pulsó a Adán y Eva estando en

el pecado, y este hecho nos im-

parte una tremenda lección, es

decir, Dios no se congenia con

el pecado ni lo permite en su

presencia. ¡Ay de aquel que

muere en su pecado sin Cristo!

Una de las primeras consecuencias

del pecado fue que Adán (con mala

consciencia) ya no podía soportar la pre-

sencia de Dios, pues, cuando Dios llegó

a visitarle como lo hacía cada día, Adán

salió corriendo para esconderse. El ser

humano, consciente de su pecado, no ha

dejado de correr de Dios, no tomando en

cuenta el innegable amor de Dios com-

probado por la muerte de su Hijo Jesu-

cristo. La grata noticia del evangelio

anuncia cómo el único Dios verdadero

ha provisto medios eficaces de perdón y

salvación para todos mediante la muerte

de Cristo. Pero, como el Diablo con tan-

por medio de

una cosa tan

sencilla en sí,

Dios estableció

su autoridad y

supremacía sobre

el hombre

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La Sana Doctrina 5

ta facilidad pudo engañar a Eva, con la

misma facilidad ha podido engañar a

muchísimas personas. La inteligencia no

salva, tampoco la religión, sea cual sea.

Sólo Cristo salva.

Si no fuera por la muerte de Cristo

todo estaría perdido, pero “cumplido el

tiempo” Dios envió a su propio Hijo, “el

Salvador del mundo.” “A causa del pa-

decimiento de la muerte” el Señor “fue

hecho un poco, (es decir, por un poco de

tiempo) menor que los ángeles” median-

te su muerte y sepultura. En este particu-

lar el verso, Heb.2:9, debe leerse:

“vemos a aquel Jesús coronado

de gloria y de honra, Él que fue

hecho un poco menor que los

ángeles a causa del padecimien-

to de la muerte”. Los ángeles

son “espíritus ministradores en-

viados para servicio a favor de

los que serán herederos de la

salvación”. Siendo espíritus, los

ángeles no mueren, como tam-

poco muere el espíritu del ser

humano. El Hijo de Dios y Se-

ñor soberano, Jesucristo, crea-

dor de todo lo que existe, se humilló vo-

luntariamente hasta la muerte para dar

cumplimiento a eternos propósitos de

Dios. Habiendo muerto fue sepultado y

permaneció en la tumba hasta el tercer

día cuando dio pruebas indudables de su

gloriosa resurrección.

En esta sección de capitulo dos el

apóstol está llevando por delante la figu-

ra del “pariente cercano” tan importante

en el caso de Rut. Normalmente, siendo

Moabita, era difícil que ella fuera recibi-

da con todos los derechos en el pueblo

de Israel, pero, como viuda de un Israeli-

ta, el caso de ella tenía el amparo de una

ley, la del “pariente cercano”. Una lectu-

ra del pequeño libro de Rut aclarará todo

en cuanto a esta ley. Vea especialmente

cap.2:19,20, 3:11,12, 4:1-6,9,10. Lo

cierto es que, siendo hombre, el Señor se

hizo “pariente” de todo ser humano. Co-

mo en aquellos casos, así también en el

caso del Señor, redimirnos implicaba un

costo, imposible para todos menos Él

que vino expresamente para “pagar com-

pleto” lo que demandaba Dios. Con

razón, entre muchos otros títulos, el Hijo

de Dios lleva resplandeciente el título

“Redentor”. Vea en Hebreos 2

las frases: “socorrió a la des-

cendencia de Abraham”, v16,

“debía ser en todo semejante a

sus hermanos”, v.17, “gustó la

muerte por todos” v.9, “lleva

muchos hijos a la gloria” v.10,

“no se avergüenza de llamar-

los hermanos” v.11. “vino a

ser misericordioso y fiel sumo

sacerdote para expiar los pe-

cados del pueblo”, v.17.

Los sufrimientos de Cristo re-

velan la realidad del pecado del ser

humano. Si el inocente Hijo de Dios en

su gracia y amor para con el ser humano

sufrió tanto por redimirnos del pecado y

sus consecuencias, ¿será injusto Dios

cuando juzgue a todos aquellos que por

su actitud respaldan la decisión expresa-

da a gritos “no queremos que éste reine

sobre nosotros” y reconfirmada insisten-

temente con insultos y difamaciones y

bárbaro tratamiento de Cristo, culminan-

do todo con su muerte en cruz?

§

redimirnos

implicaba

un costo…

Él vino

expresamente

para “pagar

completo” lo que

demandaba Dios

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6 La Sana Doctrina

La Doctrina de Cristo (13)

Samuel Rojas

L as mujeres siguieron la procesión

hasta el huerto; ellas no conocían

a José de Arimatea, ni a Nicode-

mo, como discípulos del Señor. José de

Arimatea fue quien pidió el cuerpo del

Señor; Nicodemo a donde llegó fue al

sepulcro, con un compuesto aromático

como de 100 libras. Como después solo

se mencionan los lienzos y el sudario (no

la sábana que había usado José de Ari-

matea), se ve que embalsamaron el cuer-

po del Señor, poniendo capas del com-

puesto sobre Su cuerpo, y cubriendo ca-

da capa con una vuelta de los lienzos.

Las mujeres vieron donde Le pusieron; y

vieron rodar la piedra a la entrada del

sepulcro. Notaron que la piedra era muy

grande, y muy pesada para ellas. Ya ten-

ían el primer día de la Fiesta de los Pa-

nes sin Levadura, el 15NISÁN, muy cer-

ca; era de reposo, y de gran solemnidad.

Tenían que reposar ese día; y lo hicieron,

cumpliendo a la vez el ritual de la Fiesta.

El Sábado 16NISÁN, era el reposo se-

manal también, y tuvieron que reposar

otra vez. Se ve que cuando pasó este otro

Sábado, después de la 6 de la tarde,

cuando comenzaba el día siguiente, fue

cuando tuvieron la oportunidad de salir y

comprar especias aromáticas y preparar-

las en la casa donde posaban. Esperaron

que pasara la noche, con sus vigilias,

antes de intentar ir hasta el sepulcro.

“Pasado el día de reposo” (Gr.,

“después de los Sábados”), Mat.28:1, “al

amanecer del primer día de la semana”,

“por la mañana” (Mr.16:9), “muy de ma-

ñana” (Luc.24:1), “antes del

día” (Luc.24:22; antes que saliese el sol),

“siendo aún oscuro”, salieron para el

sepulcro. Llegaron a la tumba cuando ya

había salido el sol. Dejamos hasta aquí,

por ahora, el orden de los sucesos del día

cuando Él murió.

Nos debe impresionar los Objetivos

de Su Entrega: vez tras vez, hallamos el

cumplimiento de las Escrituras; tenían

que cumplirse. Es digno de enumerar las

citas del Antiguo Testamento, y su cum-

plimiento. También, pagar el rescate de

muchos. Su muerte fue voluntaria, por

amor a Su Padre, y en cumplimiento de

Su voluntad para Él. La narración de los

hechos no describe “una crucifixión”

meramente, sino la muerte de cruz. Him-

nos, poemas, imágenes religiosas, pelan

el blanco. No hallamos ese énfasis

“religioso” en describir aspectos físicos

de Su cuerpo, sufriendo la violencia y el

salvajismo de esa muerte. El énfasis del

cielo es en lo moral y espiritual, aun des-

cribiendo los sufrimientos físicos. Él así

lo dijo a las mujeres que hacían lamenta-

ción sobre Él. No debían sentir lástima.

Nos estremece ver las Oleadas de

Enemigos: una turba de mucha gente, de

soldados y alguaciles, con palos, espa-

das, antorchas y linternas, con Judas Is-

cariote al frente, llegando a Getsemaní

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La Sana Doctrina 7

para prenderle, como a un ladrón. Enton-

ces, en la casa de Anás, suegro de

Caifás, lleno de odio y envidia, pregun-

tando sobre Sus discípulos y doctrina. La

bofetada de un alguacil. Caifás, el del

consejo de matarle y salvar al pueblo;

los golpes, las burlas y las injurias de

quienes Le custodiaban en esa casa. De

seguidas, el concilio reunido (una mu-

chedumbre), y los falsos testigos. La

demanda del sumo sacerdote, Su res-

puesta, y la sentencia injusta, “sin cau-

sa”. Entonces, ante los gentiles: el gober-

nador romano, un impío, examinándole.

Los malvados movimientos de los sacer-

dotes y el rechazo público del pueblo.

Un Herodes con carácter de “zorra”,

hablándole, preguntándole, y

luego escarneciéndole con sus

soldados. De nuevo, enviado a

Pilato. Los soldados romanos

azotándole cruelmente, y

haciendo esa horrible parodia

con Él: desnudándole de Sus

vestidos, un pedazo viejo de

ropa escarlata, una corona de

espinas, un palo en Su mano, un saludo

burlesco, un golpe fortísimo sobre Su

cabeza, un esputo de cada boca de solda-

dos de una Compañía (formada por 600

soldados). Un pesado madero: el palo

central podía pesar más de 140 kgs; más,

el otro madero, el horizontal. Él salió

llevándolos. Simón de Cirene, al ser

obligado, llevaría solo uno de los palos.

El comando de 4 soldados, encargado de

crucificarle, Le desnudan, Le clavan sin

compasión cada clavo, Le izan; se repar-

ten Sus vestidos, y echan suertes sobre

Su túnica interior. Sentados, cuidándole,

Le escarnecen, y Le torturan acercando a

Su boca del vinagre que ellos tomaban,

sin darle ni una gota. Los dos malhecho-

res, burlándose también, por todo el ca-

mino; uno de ellos, aun Le gritó desde su

cruz. Los 5 distintos comentarios de los

principales sacerdotes y gobernantes del

pueblo, alrededor de la cruz. Especial-

mente, uno, el cual Le hirió más profun-

damente que los otros. El pueblo congre-

gado, vociferando en Su contra.

Los Evangelios nos permiten escu-

char Sus Orales Expresiones en las

horas de la cruz. Entre las 9am y 12m,

primero, (i) una oración mediadora:

“Padre, perdónalos, porque no saben lo

que hacen” - Se mantuvo pidiendo

perdón para los ignorantes, y rudos, sol-

dados romanos, que Le estaban crucifi-

cando (Luc.23:34a). Luego, (ii)

una orden familiar: a Su ma-

dre, “Mujer, he ahí tu hijo”; y,

a Juan Su primo –hijo de “la

madre de los hijos de Zebe-

deo”, Mat.27:56 / “Salomé”,

Mar.15:40 / “la hermana de Su

madre”, Jn.19:25–, “He ahí tu

madre” (Jn.19:26-27). En tercer

lugar, (iii) un obsequio divino: al mal-

hechor arrepentido, a Su lado, “De cierto

te digo que hoy estarás conmigo en el

paraíso” (Luc.23:43). Entonces, “como a

la hora novena” (las 3 pm), (iv) la

Ofrenda por el pecado: “Eloi, Eloi,

¿lama sabactani?” (Mr.15:34 –esta es la

expresión en Arameo; en Mt.27:46, tene-

mos la forma Hebraizada, “Elí, Elí...”).

De seguidas, (v) la observancia de la

Escritura: “Tengo sed” (Jn.19:28). In-

mediatamente después, (vi) la obra de la

Redención: “Consumado es” (Jn.19:30).

Y, al final, (vii) el óbito del Hijo:

“Padre, en Tus manos encomiendo Mi

espíritu” (Luc.23:46).

Nos

estremece ver

las Oleadas

de Enemigos

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8 La Sana Doctrina

(En verdad, nuestras almas ya no

pueden expresar palabras, sino silenciosa

adoración)... Empero, en el medio de

estas 7 Palabras de la Cruz, hubo

una Oscuridad Estremecedora: “Y des-

de la hora sexta hubo tinieblas sobre to-

da la tierra hasta la hora nove-

na” (Mt.27:45). “Cuando vino la hora

sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra

hasta la hora novena” (Mr.15:33). ¿Qué

pasó allí? ¿Qué experimentó Él allí?

¿Qué hizo Dios a Su amado Hijo en esas

horas?

Lucas, quien no nos da tantas veces el

orden cronológico, sino el mo-

ral, de las cosas sucedidas, nos

ayuda un poco. Porque, después

que dice, “Cuando era como la

hora sexta, hubo tinieblas sobre

toda la tierra hasta la hora nove-

na”, añade: “Y el sol se oscure-

ció, y el velo del templo se

rasgó por la mitad” (Luc.23:44-

45). El velo del templo se rasgó “en dos,

de arriba abajo” (como lo dicen Mateo y

Marcos) después que Él entregó Su espí-

ritu. Pero, en Lucas es unido a las horas

de tinieblas, cuando el sol se oscureció:

¿por qué? La vía más directa, a través de

ese enorme velo, hacia el Lugar Santísi-

mo en el Templo, ¡era por el medio! La

remoción del culto y ceremonial del An-

tiguo Pacto, como la libertad para entrar

a la inmediata presencia de Dios, fueron

logradas por la propiciación lograda en

esas horas oscuras.

Sin duda, “Al que no conoció pecado,

por nosotros (Dios) Lo hizo pecado, para

que fuésemos hechos justicia de Dios en

Él” (2Cor.5:21). “Jehová cargó en Él el

pecado de todos nosotros” (Isa.53:6c).

“Se presentó (Cristo) una vez para siem-

pre por el sacrificio de Sí Mismo para

quitar de en medio el peca-

do” (Heb.9:26). “El que no escatimó

(perdonó) ni a Su propio Hijo, sino que

Lo entregó por todos noso-

tros” (Rom.8:32a,b). ¿No explica, un

poco, todo esto, Su gran clamor, “Dios

Mío, Dios Mío, ¿por qué Me has desam-

parado?”, al final de estas 3 horas?

Cuando pensamos en esas 3 horas de

tinieblas, nuestros pensamientos siempre

se van a esa parte singular del Libro de

los Salmos: el Salmo 88, y el 89 –los

únicos Salmos escritos por

unos hermanos (Hemán ezraíta,

y Etán ezraíta). En el primero,

hallamos “los sufrimientos de

Cristo”; y, en el segundo, “las

glorias que vendrían tras ellos”.

El v.7 del primero es el que

buscamos: “Sobre Mí reposa

Tu ira, y Me has afligido con

todas Tus ondas” (Sal.88:7). An-

tes que Él dijera “Tengo sed”, y

“Consumado es” (“Hecho está” /

“Pagado está” / ”Completado está”),

Juan 19:28 dice: “sabiendo Jesús que ya

todo estaba consumado” –por cada rebe-

lión ya Él había sido herido, por cada

pecado ya Él había sido molido; ya sobre

Él el castigo había caído; ya la llaga (la

herida, la azotaina) había sido de Él

(Isa.53:5).

Su santa vara Dios blandió,

Hiriéndote a Ti;

Dios Mismo Te desamparó,

Para ampararme a mí.

Tu sangre en don de expiación,

Vertiste Tú por mí.

De Dios la cólera estalló,

nuestras almas

ya no pueden

expresar pala-

bras, sino silen-

ciosa adoración

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La Sana Doctrina 9

Escenarios Marinos en el Nuevo Testamento (2) (Lecciones Espirituales)

Gelson Villegas

L a travesía relatada en Mateo 8:23

-27, comienza con el Señor

“entrando en la barca” y sus

discípulos siguiéndole. Luego (v. 24) el

relato da cuenta de una tempestad que se

levanta, como si fuese, de la nada, es

decir, repentinamente, cosa que añade

gravedad al asunto, pues son hombres

tomados por sorpresa. Al respecto, em-

pezamos diciendo que en la vida cristia-

na las cosas no son diferentes. En otras

palabras, muy a menudo cuando la vida

nos parece un maravilloso mar apacible,

de pronto una terrible tempestad aparece

sin previo aviso. Generalmente tenemos

en contra dos hechos muy humanos: pri-

mero, no somos realmente previsivos,

sino descuidados y, segundo, hay situa-

ciones que son imposibles de prever.

Así, el factor sorpresa sería una catástro-

fe, si no estuviese en la barca Aquel que

conoce perfectamente los eventos cerca-

nos inmediatos y también el porvenir

más lejano. Gran consuelo es para noso-

tros, limitados aun para conocer el hoy,

que hayamos confiado en quien conoce

el mañana.

Aparte del primer detalle, los tres

evangelistas que narran la historia del

poder del Señor al calmar la tempestad,

concuerdan en la intensidad de aquella

tempestad. Mateo la señala como “una

tempestad tan grande” en v. 24; Marcos

como “una gran tempestad de vien-

to” (4:37) y Lucas (8:23) refiere de “una

tempestad de viento” a causa de la cual

“se anegaban y peligraban”. Marcos

(4:35) menciona que aquella tempestad

fue de noche, agregando esto un elemen-

to calamitoso a la escena. Ahora, en

cuanto a este aspecto, al medir la fuerza

de los elementos naturales con las fuer-

zas humanas, es claro que el hombre no

tiene mucha opción. De manera, pues,

que cuando las fuerzas de la naturaleza

toman el control, los hombres dejan de

Cayendo sobre Ti;

El rostro Dios de Ti apartó,

Para aceptarme a mí.

Por Tu dolor, Jesús Señor,

No hay ira para mí. (Himno 272)

Señor, nos recordamos De Tu pasión aquí,

Cual sustituto santo, Sufriendo Tu alma así.

El cáliz de amargura, Con plena sumisión,

Tú Mismo lo agotaste, Señor, ¡qué redención!

Las olas vengadoras de cólera penal

Por sobre Tí pasaron con peso judicial;

Y Tu alma sumergida probó la maldición

Debida a los perdidos por nuestra salvación.

(Himno 280)

Pensamos en las horas de negra oscuridad

Las olas y las ondas. ¡Señor, qué tempestad!

Tu inmenso amor y gracia se demostró allí.

Deseamos conmovidos Memoria hacer de Ti.

(Himno 553) §

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10 La Sana Doctrina

ser navegantes para convertirse en náu-

fragos. Sin embargo, por dos razones

poderosas, la gravedad o intensidad de la

prueba nunca será excusa válida para la

derrota del creyente. La primera es que

Dios, en su fidelidad, no permitirá que

seamos tentados más de lo que podamos

resistir (1 Cor. 10:13), pues Él conoce

nuestra fragilidad y, segunda razón, las

fuerzas que nos adversan son nada com-

paradas con el poder del que va en la

barca. Entonces, viendo las cosas bajo

esta óptica, el creyente puede aún ser

más que vencedor por medio de Aquel

que nos amó (Ro. 8:37). Tal

fue la experiencia de las igle-

sias de Macedonia, las cuales

“en grande prueba de tribula-

ción… abundaron en riquezas

de su generosidad” (2 Cor.

8:2).

¡Insondable misterio! El

Dios eterno, de quien está es-

crito que “no dormirá el que

guarda a Israel” (Sal. 121:4),

ahora, en su plena identificación con los

caídos hijos de Adam, cual Dios mani-

festado en carne, “se durmió” mientras

navegaban (acota Lucas 8:23) y, cuando

se levantó la tempestad “Él estaba en la

popa durmiendo sobre un cabezal” (dice

Marcos 4: 38). Mateo, igualmente, narra

el detalle del Señor durmiendo en la

tempestad, pero expresivamente desta-

cando el contraste: “Se levantó una tem-

pestad tan grande que las olas cubrían la

barca; pero Él dormía” (Mt. 8:24). En

otras palabras, las convulsiones de un

mar agitado en contraste con la sereni-

dad del sueño tranquilo de Uno que no

puede ser turbado por la inquieta violen-

cia de afuera. Ya sea “un mar de vidrio

semejante al cristal” (Ap. 4:6) delante

del trono o un mar furioso azotando la

barca, el Señor de la creación permanece

imperturbable como el que tiene absolu-

tamente pleno control. Ciertamente, en

las tempestades de la vida, nos hace falta

mirar y confiar más en Aquel que un día

de su estadía terrenal dormía en la popa

del barco sobre un cabezal.

Ya que lo mencionamos a final del

anterior renglón, es Marcos el único de

los tres relatores en señalar el lugar del

Señor en el barco. Doctrinalmente, es

vital el lugar que Dios el Padre

ha dado al Hijo de su amor entre

los suyos, y es su irrenunciable

voluntad que el Hijo “sea el pri-

mogénito entre muchos herma-

nos” (Ro. 8:29). Él anda y está

en medio de los candeleros, lu-

gares de testimonio y acata-

miento a su autoridad y señorío

(Mt. 18:20; Ap. 1:13; 2:1).

En una pequeña embarcación

acuática es muy importante el lugar de

ubicación de las personas (deben estar

estratégicamente distribuidas para efec-

tos del equilibrio de la nave), pero en el

caso que nos ocupa, no fue relevante

para Marcos señalar el lugar de los otros

ocupantes, sino sólo el sitio que el Señor

ocupó. Es muy sencillo, dígannos qué

lugar ocupa el Señor en la vida de tal o

cual persona y sabremos con certeza

quién es tal o cual persona. Igual en el

aspecto congregacional: si el Cristo no

es el centro en un lugar de culto, ese es-

pacio no pasa de ser un club religioso.

Puede ser eso o cualquier otra cosa, pero

una iglesia del Señor no lo es.

el Señor de la

creación permane-

ce imperturbable

como el que tiene

absolutamente

pleno control.

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La Sana Doctrina 11

El “¡sálvanos, que perecemos!” del

relato de Mateo 8:25 tiene casi la misma

forma expresiva usada en el relato hecho

por Lucas (8:24). Y, en estos dos enfo-

ques, el asunto puede ser visto como un

grito desesperado de auxilio ante un gran

peligro. Pero, es de interés mirar como

es presentado por Marcos: “Maestro, ¿no

tienes cuidado que perecemos?” (4:38),

evidenciando, claramente, una actitud de

reproche al Señor. Es comprensible,

humanamente hablando, la actitud de

aquellos asustados discípulos, pues no

conocían plenamente a su Maestro y Se-

ñor. Tampoco podían discernir

los propósitos que tenía al pa-

sarlos por la tempestad. Podía el

Señor haber calmado la tempes-

tad al tiempo que comenzó, pero

Él tiene su tiempo y Él conoce

el momento preciso para el

cumplimiento de sus propósitos.

En este sentido, el Señor dijo a

los martirizados creyentes de

Esmirna: “Tendréis tribulación

por diez días” (Ap. 2:10), es

decir, ni un día menos, pero tampoco ni

un día más. Entonces, podemos decir

que nuestro Señor, no es más fiel cuando

impide que pasemos por la tempestad

que cuando la permite. El salmista escri-

tor del Salmo 119, podía discernir tal

fidelidad en la aflicción: “Conozco, oh,

Jehová, que tus juicios son justos, y que

conforme a tu fidelidad me afligis-

te” (Sal. 119:75).

En esta historia el Señor reprende la

incredulidad de sus discípulos, lo cual es

presentado por los tres evangelistas (Mt.

8:26; Mr. 4:40; Lc. 8:25) con leves mati-

ces de diferencia, pero en esencia y sen-

tido son concordantes. Ciertamente, no

es diferente con nosotros. Nuestras du-

das, incredulidad y cuestionamientos a

lo que el Señor hace se deben a no apre-

ciar el completo valor de su Palabra. En

esa ocasión, la palabra del Señor había

sido: “Pasemos al otro lado” (Mr. 4:35;

Lc. 8: 22) y, si esta palabra se hubiera

asentado en sus corazones, la convicción

creciente no sería otra que: “Nuestro

destino final no es quedar enterrados en

el fondo del mar, sino llegar al otro lado.

Así nos ha dicho nuestro Maestro y Se-

ñor”. De igual manera, la voluntad de

Dios era que Pablo llegara a

Roma para dar testimonio en

la médula del Imperio. Lo que

no se le dijo a Pablo es que

llegaría como náufrago, no

como navegante. Así es nues-

tro Dios: Él se reserva sus

maneras y Él tiene sus razo-

nes, pero su soberana volun-

tad y Palabra siempre habrá

de cumplirse.

Ahora, antes de dejar este punto, se-

ñalamos el hecho de que, en Mateo

(8:26) el Señor primero reprende la in-

credulidad de los suyos y, luego, repren-

de los vientos y el mar. Contrariamente,

Marcos (4:39,40) y Lucas (8:24,25) pre-

sentan la reprensión al viento y al mar

antes que la reprensión a los discípulos.

Al respecto, sugerimos que es posible

que antes y después el Señor reprendió a

sus temerosos seguidores, evidenciando

que el milagro no había aquietado total-

mente la agitación de sus pensamientos

encontrados. Cierto es lo que cantamos:

“Mas a veces me reprende;/ No sería

amigo fiel/ Si Él nunca me dijera/ De las

Él se reserva sus

maneras y Él tiene

sus razones, pero

su soberana volun-tad y Palabra

siempre habrá de

cumplirse

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12 La Sana Doctrina

faltas que en mi ve”. La incredulidad de

los suyos no afectó en absoluto el mila-

gro del Señor, pues fue un acto soberano

del Dios Creador. Igualmente, sus posi-

bles cavilaciones post-milagro, en las

cuales estaba implícita la duda, no pod-

ían quitar la gloria que el Hijo de Dios

había manifestado ante ellos.

Tocante a la reprensión misma, el

orden en la cual fue hecha no debería

pasar desapercibido, pues no leemos que

el Señor reprendió al mar y al viento,

sino que los tres evangelistas vierten la

experiencia en el sentido de reprender al

viento y al mar. La razón a esto podemos

encontrarla en la información

que nos brinda el evangelista

Lucas, cuando dice que “se des-

encadenó una tempestad de

viento en el lago” (Lc. 8:23).

Entonces, la causa del fuerte

oleaje no era de origen telúrico

(no se había producido un fuerte

temblor en el lecho marino, por

ejemplo), sino de origen eólico.

El viento era la causa natural y, precisa-

mente, el Señor está neutralizando el

origen, la raíz, la causa de la tempestad.

Esta verdad cobra aun mayor fuerza

cuando es vista en relación a la realidad

moral y espiritual, pues nuestro Gran

Salvador y Dios no se engaña con las

manifestaciones externas (digamos, los

síntomas), sino que Él conoce perfecta-

mente la raíz de todo. Al respecto, mu-

chos programas de acción humana pre-

tenden cambiar al hombre al cambiar su

entorno (la condición económica, social,

política, cultural), es decir, de afuera

hacia adentro. La historia de la humani-

dad se levanta entera para desmentir esa

falacia. Sólo nuestro Dios, quien conoce

la naturaleza y condición caída de los

hijos de Adán, puede atacar con éxito

desde su origen los males del hombre.

Igualmente, esta verdad nos concierne a

los creyentes. Él nos conoce profunda-

mente, y de sus ojos “como llama de

fuego” (Ap. 2:18) nadie puede escapar y

“todas las iglesias” han de saber que Él

escudriña la mente y el corazón (Ap.

2:23).

Sólo Marcos registra las palabras con

las cuales el Señor reprendió al mar:

“Calla, enmudece”. Y cesó el viento…

(Mr. 4:39). Y, en verdad, la tempestad

pudo cesar sin necesidad de que

el Señor pronunciase ni una sola

palabra, pero, evidentemente, el

Señor está enseñando a sus hijos

y era necesario que ellos nota-

sen la conexión entre aquellas

palabras de autoridad divina y la

obediencia inmediata del viento

y el mar a su Creador. Anhele-

mos, pues, esa completa e inme-

diata obediencia a la Palabra con la cual

la creación responde a su Señor.

También, el evangelista Marcos men-

ciona, a lo menos, otros tres detalles au-

sentes en los relatos de Mateo y Lucas,

pues (en 4:36) nos dice que el Señor

abordó la embarcación no sin antes des-

pedir la multitud. En esto estamos te-

niendo gran descuido en nuestras con-

gregaciones, olvidando que, sin duda,

tan importante es una buena bienvenida

a los asistentes como una amable despe-

dida.

“Le tomaron como estaba, en la bar-

ca” (4:36) es otro dato exclusivo que

aporta Marcos. “Como estaba” sugiere,

Anhelemos,

pues, esa completa

e inmediata obe-

diencia a la Pala-

bra con la cual la

creación responde

a su Señor.

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La Sana Doctrina 13

acaso, ¿sudoroso y/o con aspecto cansa-

do? ¿Sería por esto que mientras navega-

ban prontamente se durmió? Sea lo que

fuese, el Salvador siempre evidenció que

sus necesidades no estaban por encima

de su pasión por los pobres pecadores.

Él tenía prisa por llegar a la otra ribera,

allá esperaba por la acción del poder

divino un miserable endemoniado y

otras muchas víctimas de la ruina del

pecado.

“Había con él otras barcas” detalla en

exclusiva Marcos en su relación de los

hechos. Es extraño (para quien escribe)

que Marcos hace referencia a otras bar-

cas y las deja de lado, no co-

menta qué pasó con sus tripu-

lantes y, si, acaso, fueron afecta-

dos por la tempestad. Tampoco

nos es posible saber si quienes

estaban en dichas barcas pasa-

ron también al otro lado, o no.

Pero, bueno, si la revelación

calla sobre ellas es suficiente

para saber que no estamos per-

diendo algo de importancia vi-

tal, siendo muy consolador lo más im-

portante que conviene saber: Que el Se-

ñor no iba en esas barcas, sino en la que

ocupaban sus amados discípulos. En

nuestro entorno se encuentran muchísi-

mas denominaciones que profesan ser

cristianas. En cuanto a ellas, no nos hará

bien fisgonear qué dicen y qué no dicen,

qué hacen y qué no hacen; antes bien,

nuestra plena ocupación debe ser lo que

pasa abordo de la asamblea donde nos

congregamos y la bendita comunión con

el Supremo Capitán de la embarcación.

Otro detalle de interés: Mateo y Mar-

cos califican la tempestad de “grande”,

Lucas solo como “una tempestad” y,

son, precisamente, Mateo y Marcos

quienes presentan los efectos de la ac-

ción del Señor como “grande bonanza”.

En este sentido, cuando el Señor permite

que los suyos pasen por mares tempes-

tuosos, nunca la aflicción será mayor

que su preciosa consolación. El caso de

Job ilustra esta verdad, de quien está

escrito que su postrer estado (post-

aflicción) fue ampliamente bendecido

(42:12). Más aún, si el contraste se hace

con la gloria porvenir, entonces “Tengo

por cierto que las aflicciones del tiempo

presente no son comparables con la glo-

ria venidera que en nosotros ha

de manifestarse” (Ro. 8:18).

Finalmente, los relatos de los

tres evangelios nos traen una

doble pregunta: el Señor pregun-

tando a los discípulos por la fe

de ellos (no una pregunta porque

se ignora, sino una pregunta re-

tórica con fines didácticos) y los

asombrados discípulos pre-

guntándose quién es, realmente,

Ese a quien el viento y el mar obedecen.

Ambas preguntas son ampliamente con-

testadas en la sucesiva interacción de las

partes a través de las páginas del Nuevo

Testamento: A medida que los discípu-

los crecen en el conocimiento de su Se-

ñor y Maestro, la fe de ellos también

proporcionalmente crece. Seguramente

llegaron a entender que Salmos 89:9

(“Tú tienes dominio sobre la braveza del

mar, cuando se levantan sus olas, tú las

sosiegas”) tenía su pleno cumplimiento

en la persona que ellos vieron subyugan-

do aquel mar airado.

(a continuar, D,m.)

nuestra plena

ocupación debe

ser lo que pasa

abordo de la

asamblea don-

de nos congre-

gamos

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14 La Sana Doctrina

5. ¿Cuál carne y sangre?

En el discurso dado en la sinagoga de

Capernaum (Jn. 6), el Señor se presenta

como el pan de vida: “Yo soy el pan vi-

vo que descendió del cielo; si alguno

comiere de este pan, vivirá para siempre,

y el pan que yo daré es mi carne, la cual

yo daré por la vida del mundo” (6:51).

Los judíos debían haber entendido su

lenguaje, porque desde el principio del

discurso, el Señor hizo la diferencia en-

tre la comida que perece (que ellos esta-

ban buscando) y la comida que a vida

eterna permanece (v. 27). Pero ellos

“contendían entre sí, diciendo: ¿Cómo

puede éste darnos a comer su carne?”

Hasta el día de hoy muchos no entienden

el lenguaje del Señor, porque piensan

que, cuando Él dijo: “De cierto, de cierto

os digo: Si no coméis la carne del Hijo

del Hombre, y bebéis su sangre, no ten-

éis vida en vosotros”, estaba hablando de

participar del pan y de la copa en la Ce-

na del Señor.

Pero el Señor ya había aclarado que

la vida eterna se obtiene por venir a Él y

creer en Él (v. 29, 35, 37, 40, 44, 47).

Entonces, cuando el Señor dice: “El que

come mi carne y bebe mi sangre, tiene

vida eterna” (v. 54), es por demás evi-

dente que el Señor está usando el senci-

llo acto de comer y beber como una fi-

gura de creer en Él. Al comer y beber

estamos recibiendo la comida en nuestro

cuerpo, asimilándola, haciéndola parte

de nuestro ser. Cuando el Señor habla de

comer su carne y beber su sangre, está

hablando de apropiarnos de Su sacrificio

en la cruz, de recibir personalmente al

Cristo que murió por nuestros pecados.

El pan y la copa en la Cena del Señor

solamente son emblemas que represen-

tan el cuerpo y la sangre del Señor Jesu-

cristo. No tienen ningún valor intrínseco

para darnos la vida eterna. La salvación

no se obtiene por comer del pan y beber

de la copa. Los que partían el pan en

Hechos 2:42 eran aquellos que habían

recibido la palabra y ya eran salvos. Ya

habían creído en el Señor Jesucristo,

habían aceptado el valor de su sacrificio.

En el lenguaje espiritual del Señor, ya

habían comido Su carne y bebido Su

sangre.

Estas enseñanzas del Señor marcaron

la diferencia entre los verdaderos discí-

pulos y los falsos. Los que dijeron:

“Dura es esta palabra; ¿quién la puede

oír?”, y se ofendieron, demostraron que

no eran verdaderos creyentes, y se

“volvieron atrás, y ya no andaban con

Él” (v. 60-66). Los verdaderos discípu-

los, como Simón Pedro, dijeron: “Señor,

¿a quién iremos? Tú tienes palabras de

vida eterna. Y nosotros hemos creído

que Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios

viviente” (v. 67-69). Los verdaderos

discípulos se conocen por su actitud

Entendiendo el Lenguaje

del Señor (2)

Andrew Turkington

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La Sana Doctrina 15

hacia la Palabra de Dios: “El que es de

Dios, las palabras de Dios oye” (8:47).

6. ¿Cuál esclavitud?

Cuando el Señor dijo a los que profe-

saban ser sus discípulos: “Y conoceréis

la verdad, y la verdad os hará li-

bres” (8:32), no entendieron Su lenguaje.

“Le respondieron: Linaje de Abraham

somos, y jamás hemos sido esclavos de

nadie. ¿Cómo dices Tú: Seréis libres?”

El Señor estaba hablando de una es-

clavitud muchísimo peor que la esclavi-

tud física que sufrieron en Egipto o en

Babilonia (que, por cierto, no

quisieron reconocer). “Jesús

les respondió: De cierto, de

cierto os digo, que todo aquel

que hace pecado, esclavo es

del pecado” (v. 34). Es una

esclavitud espiritual. El que

no es salvo, es un pobre es-

clavo del pecado. No se pue-

de libertar a sí mismo de ese

terrible Amo que lo tiene sub-

yugado: el Pecado. A diferen-

cia de una esclavitud física, el Pecado sí

le va a pagar su sueldo al final: “La paga

del Pecado es muerte” (Rom. 6.23).

Pero el Señor dijo: “Si el Hijo os li-

bertare, seréis verdaderamente li-

bres” (8:36). Él, como el Redentor, pagó

el rescate para poner en libertad al escla-

vo del pecado. “Sabiendo que fuiste res-

catados de vuestra vana manera de vi-

vir… con la sangre preciosa de Cris-

to” (1 Ped. 1:18,19). Cuando creímos en

el Señor, el Pecado perdió su esclavo,

porque ese viejo hombre (lo que éramos

antes de creer) murió. El nuevo hombre

(lo que somos ahora) no es esclavo del

pecado sino siervo de Dios. Nuestro an-

tiguo Amo, el Pecado, todavía puede

molestarnos y querer que le sigamos

obedeciendo, pero debemos considerar-

nos muertos al Pecado, pero vivos para

Dios (Rom. 6:11). Antes, no podíamos

evitar obedecer al Pecado, pero ahora

somos verdaderamente libres. No tene-

mos por qué servir más al Pecado. Le

podemos decir que “No”. “El Pecado no

se enseñoreará de vosotros”.

7. ¿Cuál ceguera?

Después de la curación (y salvación)

del ciego de nacimiento, el Señor dijo:

“Para juicio he venido yo a este

mundo; para que los que no

ven, vean, y los que ven, sean

cegados” (9:39). Los fariseos

no entendieron su lenguaje, y le

preguntaron: “¿Acaso nosotros

somos también ciegos?”

Si la ceguera física es un mal

muy triste y lamentable, la ce-

guera espiritual, el estar en las

tinieblas de la ignorancia, es mu-

cho más terrible. “El que anda en tinie-

blas, no sabe a dónde va” (12:35). “El

dios de este siglo cegó el entendimiento

de los incrédulos, para que nos les res-

plandezca la luz del evangelio de la glo-

ria de Cristo” (2 Cor. 4:4). Los fariseos,

con todo su conocimiento intelectual,

eran ciegos guías de ciegos (Mt. 15:14).

El Señor no solamente vino a dar vis-

ta a los físicamente ciegos, sino a ilumi-

nar a aquellos que reconocen su ceguera

espiritual. Cuando el Señor untó con

lodo los ojos de este ciego, él sentiría

más que nunca su condición, y luego le

envió al estanque de Siloé (que traduci-

Los verdaderos

discípulos se cono-

cen por su actitud

hacia la Palabra

de Dios: “El que es

de Dios, las pala-

bras de Dios oye”

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16 La Sana Doctrina

do es Enviado). Así cuando una persona

reconoce su ceguera espiritual y se diri-

ge al “Enviado”, recibe la vista espiri-

tual. Pero cuando una persona cierra sus

ojos a la luz divina, como lo hicieron los

fariseos, son cegados por el juicio de

Dios.

Aun el creyente puede tener la vista

muy corta, viendo solamente lo terrenal

y pasajero (2 Ped. 1:9), o aun estar ciego

a su propia condición de tibieza espiri-

tual, como la iglesia en Laodicea (Ap.

3:17,18). El Señor aconseja: “Unge tus

ojos con colirio, para que veas”, sin duda

una referencia al Espíritu Santo que res-

taura nuestra visión espiritual.

8. ¿Cuál sueño?

Cuando el Señor dijo a sus discípu-

los: “Nuestro amigo Lázaro duerme; mas

voy para despertarle”, ellos no entendie-

ron su lenguaje. “Dijeron entonces sus

discípulos: Señor, si duerme, sanará.

Pero Jesús decía esto de la muerte de

Lázaro; y ellos pensaron que hablaba del

reposar del sueño.” (11:11-13).

En otras ocasiones el Señor usó el

sueño físico como figura del descuido

espiritual. Las diez vírgenes (Mt. 25)

cabecearon todas y se durmieron, cuan-

do debían estar despiertas, esperando al

esposo. Estar dormido espiritualmente

será una tragedia para los que no están

preparados, como las vírgenes insensa-

tas, para la venida del Señor. El verdade-

ro creyente no se quedará cuando viene

el Señor, pero si está dormido espiritual-

mente como los que le rodean, perderá la

oportunidad de ganarlos para Cristo.

Pero aquí (Jn. 11) el Señor utiliza el

sueño físico como una figura de la muer-

te del creyente. No es solamente un len-

guaje hermoso, sino una bendita reali-

dad, que la muerte para el creyente es un

dormir. La Escritura dice de Esteban,

expirando bajo una lluvia de piedras, que

“durmió” (Hch. 7:60). Pablo habla de

“los que durmieron en Él”. “Cuando

habla del Señor la Escritura dice que Él

murió, pero cuando del creyente, dice

que duerme. Cristo sufrió por nosotros

en la cruz todo aquello que estaba impli-

cado en la muerte y en el juicio; nosotros

que hemos confiado en Él no veremos

muerte, pero dormiremos. La muerte ha

sido cambiada en sueño por la obra de

Cristo…Pero el sue-

ño tiene su despertar

y la muerte su resu-

rrección…Para el

cuerpo del creyente

habrá un despertar

glorioso…El sueño

se aplica solamente

al cuerpo que va a la

sepultura, no al espí-

ritu del creyente que

al morir va a estar

con Cristo, lo cual, Pablo dice, es muchí-

simo mejor” (La Biblia Enseña IV).

9. ¿Cuál limpieza?

En Juan 13 el Señor lavó físicamente

los pies de los discípulos. Esto en sí nos

asombra, y es una ilustración perfecta de

“este sentir que hubo también en Cristo

Jesús, el cual, siendo en forma de Dios,

no estimó el ser igual a Dios como cosa

a que aferrarse, sino que se despojó a sí

mismo, tomando forma de sier-

vo…” (Fil. 2:5-8). Pero con esa limpieza

física el Señor les estaba enseñando la

lección de la limpieza espiritual, indis-

No es solamente

un lenguaje her-

moso, sino una

bendita realidad,

que la muerte pa-

ra el creyente es

un dormir.

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La Sana Doctrina 17

Estudio # 4 (cont.)

5:31-32 El Divorcio

El divorcio fue introducido para con-

trolar un abuso. La separación nunca

estaba en el plan de Dios para el hombre,

pero cuando los hombres en su maldad

divorciaron a sus esposas, Dios introdujo

un control para la salvaguardia de las

que estaban siendo abusadas. Es vital ver

este punto. El divorcio fue reglamentado

en el Antiguo Testamento para proteger

los intereses de las mujeres, que a menu-

do no tenían ningún sustento para sobre-

vivir, al ser separados de sus esposos.

Ellas necesitaban el sostén de sus mari-

dos para sobrevivir físicamente en el

mundo antiguo. Muchas veces, sin más

ni menos, les obligaban a irse. Abraham

hizo eso con Agar en Gén. 21, dándole

solamente pan y un odre de agua. Ella e

Ismael hubiesen muerto en el desierto, si

Dios no hubiera intervenido. ¡Así era el

divorcio en la antigüedad!

Entonces Dios dijo a Moisés que eso

no podía continuar, y que, si un hombre

iba a divorciar a su esposa, debía escri-

birle una carta de divorcio, Dt. 24:1-4.

Transcripción de Estudios Bíblicos sobre Mateo 5-7

David Guililand

pensable para tener comunión con Él:

“Si no te lavare, no tendrás parte conmi-

go”.

Algunos, como los discípulos, no han

entendido el lenguaje del Señor, e insis-

ten en mantener un ritual de lavar física-

mente los pies. Pero las palabras del Se-

ñor a Pedro aclaran que Él estaba

hablando de la limpieza espiritual: “El

que está lavado no necesita sino lavarse

los pies, pues está todo limpio: y voso-

tros limpios estáis, aunque no todos”.

Juan nos aclara que el Señor dijo esto

porque sabía quién le iba a entregar. ¿Es

que Judas no se había bañado antes de

venir al aposento alto? No. Es que el

Señor estaba usando la limpieza física

como ilustración de la espiritual. Judas

no había recibido la limpieza inicial de

sus pecados (la salvación). Los otros

discípulos sí estaban lavados (eran sal-

vos), pero necesitaban la limpieza diaria

de las contaminaciones contraídas al

andar en este mundo, la cual se realiza

por el agua de la Palabra de Dios.

Entonces, entendamos el lenguaje del

Señor. Él no estaba estableciendo un

ritual físico de lavar los pies los unos a

los otros (aunque si fuese necesario, de-

beríamos estar dispuestos a hacer esto y

mucho más por nuestros hermanos). Más

bien nos está enseñando el deber de ayu-

dar a nuestros hermanos espiritualmente

con la Palabra de Dios, a quitar las in-

mundicias contraídas en nuestro andar

por este mundo contaminado por el pe-

cado. §

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18 La Sana Doctrina

De manera que tomaría el tiempo para

escribirla y pensaría acerca de lo que

estaba haciendo. Luego pondría la carta

en la mano de ella al despedirla, y prote-

gería sus intereses —ella podría mostrar

la carta, si buscaba otra relación. El Se-

ñor añadió a esto una cosa que nunca

debía suceder: una vez que un hombre

divorciaba a su esposa, nunca podía vol-

verla a tomar. Si ella se casaba con otro

hombre, y él moría, ni aun así podía ella

regresar a su primer marido. Hoy en día

oímos algunos enseñar que, si alguien ha

sido divorciado, debería regresar a su

primera esposa. Pero eso es

absolutamente incorrecto, por-

que es lo opuesto a lo que la

Biblia dice. Es un punto muy

sencillo que muchos que ense-

ñan sobre este tema no toman

en cuenta.

El punto de vista del

“Desposorio”, y el significa-

do de “fornicación”. Algunos

maestros de la Biblia dicen

que por cuanto la cláusula de exclusión:

“a no ser por causa de fornicación”, no

se incluye en Mr. 10:11-12 y Lc. 16:18,

y solo se menciona en Mateo 5:32, que

Mateo, como es el evangelio escrito a

los judíos, se está refiriendo a la condi-

ción judía de estar desposado. Para res-

ponder a esto, y seguir examinando el

asunto, tenemos que tener mucho cuida-

do con lo que decimos.

El divorcio siempre se considera co-

mo algo pecaminoso en la Biblia. Nunca

sucedería, en el Nuevo Testamento, a

menos que se haya cometido un terrible

pecado. Algunos dicen que el pecado

mencionado, la “fornicación” (Gr.

“porneia”), solamente tiene que ver con

personas no casadas que están desposa-

das o comprometidas a casarse. Este es

el argumento principal de los que man-

tienen el otro punto de vista sobre el di-

vorcio. ¡Pero eso sencillamente no puede

ser! Aunque todavía hay algunas dificul-

tades con el punto de vista que estamos

expresando aquí, definitivamente es in-

correcto decir que este pasaje trata del

desposorio.

El Señor Jesús estaba comentando

sobre Dt. 24:1-4, que trata de un hombre

y su esposa. No hay absolutamente nada

en ese capítulo que habla de per-

sonas desposadas o comprometi-

das. De modo que el Señor no

tenía ninguna razón de introducir

la idea del desposorio en Su res-

puesta aquí. Si nosotros lo mete-

mos, estamos introduciendo algo

que no estaba ni en el pasaje ori-

ginal del Antiguo Testamento, ni

en estos comentarios hechos por

el Señor. Otros introducen otra

dificultad. Ellos preguntan que, si el Se-

ñor quiso decir “adulterio”, ¿por qué no

lo dijo? ¿Por qué no dijo: “Si una mujer

comete adulterio debe ser divorciada”?

¿Por qué puso la “fornicación” como

excepción? Acaba de hablar de adulterio

en los versículos anteriores y de nuevo

lo menciona en el v. 32, ¿por qué no lo

usa aquí? La sencilla respuesta es que el

Señor no quiso decir “adulterio”. ¡Él

quiso decir mucho más que adulterio! Si

Él hubiera dicho “adulterio”, entonces

solamente en los casos cuando la esposa

había caído en adulterio con otro hom-

bre, podría haber el divorcio. Pero esta

palabra “fornicación” tiene un significa-

Nunca se debe

contemplar ni

tener que men-

cionar el divor-

cio entre

Cristianos!

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La Sana Doctrina 19

do mucho más amplio que “adulterio”, y

puede referirse a toda clase de inmorali-

dad, incluyendo una relación pecamino-

sa entre varones, como en Génesis 19,

etc. De modo que, si cualquiera de esos

pecados ocurre, sería permisible el di-

vorcio. Consideraciones como la compa-

sión pueden tomarse en cuenta en la si-

tuación, pero, si un hombre decide di-

vorciar a su esposa bajo esas estrictas

circunstancias solamente, no va en con-

tra de las palabras del Señor Jesús aquí,

ni en Mateo 19:3-12.

El argumento que “fornicación” sig-

nifica pecado carnal entre personas no

casadas, es incorrecto. En Ma-

teo 19, cuando el Señor utilizó

el término, los discípulos dije-

ron: “Si así es la condición del

hombre con su mujer, no con-

viene casarse”. Observe que no

dijeron: “No conviene compro-

meterse”. Ellos sabían que Él

estaba hablando de personas

casadas, no de personas despo-

sadas. Todo el empeño por comprobar

que se trata del desposorio es totalmente

inválido. El uso del término

“fornicación” en 1 Cor. 5:1 comprueba

que lo que estamos enseñando es correc-

to. Cuando Pablo dijo “tal fornicación”

estaba refiriéndose al adulterio y al in-

cesto. Y en Judas v. 7 el término se usa

para describir la sodomía.

También debemos estar muy claros

de que esto no es lo mismo que el

“divorcio fácil” que se ofrece actualmen-

te en el mundo.

Entonces, ¿esto quiere decir que los

Cristianos pueden divorciarse? ¡Nunca

se debe contemplar ni tener que mencio-

nar el divorcio entre Cristianos! Si suce-

de el divorcio, solamente ocurre después

que ha sido cometido el pecado de forni-

cación. Los Cristianos nunca deben co-

meter fornicación, por tanto Cristianos

nunca deben estar hablando de divorciar-

se. El Señor nunca pensaba que los

súbditos de Su reino se rebajarían para

cometer ese pecado, por tanto nunca

tendrían que pensar acerca del divorcio

entre dos Cristianos. Así, por la gracia

de Dios, el divorcio no debe tener lugar

en la vida de cualquier Cristiano. Cuan-

do Dios instituyó el matrimonio, unió al

hombre con su esposa para toda la vida,

y cualquier apartamiento de eso

es contrario a la regla del Rey en

Su reino.

En cuanto a los casos donde el

divorcio ha sucedido en las vi-

das de las personas antes de ser

salvas, debemos notar en primer

lugar que definitivamente no se

está considerando tal cosa en

este pasaje. Sin embargo, está

llegando a ser algo muy común en el día

de hoy. No podemos y no debemos espe-

rar que personas inconversas vivan

según los estándares Cristianos. El Señor

salva a las personas así como están, y la

gracia alcanza a personas en ciertas si-

tuaciones que no se pueden cambiar.

Algunas cosas se pueden cambiar; y si

pueden ser cambiadas, deben ser cam-

biadas. Pero recuerde lo que fue señala-

do anteriormente. Si una pareja ha sido

divorciada y entonces llegan a ser sal-

vos, está en contra de lo que la Biblia

declara, decir que los tales deben regre-

sar a sus primeros cónyuges. Dios dijo

que regresar así es una abominación. Si

Si sucede el di-

vorcio, solamen-

te ocurre después

que ha sido co-

metido el pecado

de fornicación.

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20 La Sana Doctrina

Dios salva a personas con cosas irrepara-

bles como esas en su vida, no podemos

tenerlos por culpables.

La frase en el v. 32 “y el que se casa

con la repudiada, comete adulterio”,

quiere decir que, si una persona se casa

con una mujer que ha sido divorciada

por cualquier otra razón que la infideli-

dad matrimonial, está cometiendo adul-

terio en su relación con ella. Pero si hab-

ía sido divorciada por causa de la infide-

lidad de su marido, ese problema no sur-

giría.

Este es un tema muy complejo, y sur-

gen muchas preguntas que son importan-

tes y demandan seria consideración, y

respuestas directas y claras, pero quedan

fuera del contexto del presente capítulo.

Algunas de estas preguntas se tratan en

pasajes como Mateo 19 y 1 Corintios 7.

Para resumir: Hay tres lecciones per-

manentes que podemos aprender de este

pasaje:

1. La seriedad de la malicia. ¡Debemos

vigilar con cuidado nuestra ira!

2. La salvaguardia de la moralidad.

¡Debemos controlar con cuidado lo

que vemos!

3. La santidad del matrimonio. Dios la

instituyó para nosotros. §

Lo que preguntan Gelson Villegas

Es de mi interés oír una explicación

acerca de Hechos 16:6,7 y, especial-

mente, saber la razón por la cual el

Espíritu Santo obstruye la intención del

predicador en, por lo menos, esas dos

ocasiones. También siempre me he pre-

guntado por qué es el Espíritu Santo el

que aquí prohíbe y no permite predicar,

pues no dice “el Señor” o “Dios”, sino,

precisamente el Espíritu.

El Espíritu Santo es una de las perso-

nas de La Trinidad y aquí está usando

esos atributos comunes con las otras per-

sonas de la Deidad. Cristo es Dios mani-

festado en carne y acreditado por el des-

pliegue de poder divino en los días de su

carne. Pero el Espíritu Santo es Dios

manifestado en expresiones de poder y

dirección divinas en la vida y el servicio

de los santos, entre otras muchísimas

prerrogativas divinas. Notemos que en

Hechos 5:3,4, mentir al Espíritu Santo y

mentir a Dios, es exactamente el mismo

pecado que afrenta al Ser Supremo.

También veamos que en capítulo 13, es

el Espíritu quien llama a Bernabé y a

Saulo para la obra apostólica. De mane-

ra, pues, que no es extraño notar su acti-

vidad aquí.

Evidentemente, la intervención del

Espíritu en este escenario, pone de relie-

ve la estrecha relación que Él tiene con

la obra y los obreros, y enseña, por su-

puesto, cuán atento debe estar el servidor

de Dios a la voz y dirección del Santo

Espíritu. De manera, que el Espíritu no

está obstruyendo la obra de su siervo,

sino direccionando su servicio. Está,

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La Sana Doctrina 21

realmente, indicando el orden de priori-

dades, notificando claramente al predica-

dor que, por los momentos, no era Asia,

sino Macedonia el campo propicio para

sus labores.

En Hechos 15:36-41, leemos de una

contienda muy aguda entre dos servido-

res de Dios (Pablo y Bernabé), a tal

grado que, separándose, uno fue a un

lugar en su servicio a Dios y el otro fue

a un sitio distinto. ¿Será posible discer-

nir quién de los dos estaba en lo correc-

to?

Sin atrevernos a ser dogmáticos, pa-

reciera que la balanza se inclina ligera-

mente a favor de Pablo, pues, primera-

mente, éste tenía una razón de peso por

no querer llevar a Juan Marcos con ellos

en ese segundo viaje misionero. Para

muchos, la palabra “apartado” (afístemi:

“instigar a una revuelta”; “desistir”;

“desertar”) sugiere una falta no carente

de gravedad. También Bernabé tendría

sus razones, las cuales bien pueden ser

intuidas, pero que en sí la Revelación de

Dios no pone de manifiesto en el texto.

En segundo lugar, el verso 40 señala que

Pablo, junto a su compañero Silas, “salió

encomendado por los hermanos a la gra-

cia del Señor” (¿debe inferirse de esto

que Bernabé y Marcos salieron sin la

expresión de comunión del pueblo de

Dios?). Igualmente, verso 41 señala que

Dios prosperó la misión del apóstol en la

tarea de confirmar las iglesias a su paso

por Siria y Cilicia. De Bernabé y Juan

Marcos sólo se menciona que navegaron

a Chipre, pero no se hace registro bíblico

de sus actividades allá.

Posterior al evento conflictivo de

Hechos 15, algunas menciones a los pro-

tagonistas permiten llegar a ciertas con-

clusiones. Una de ellas es que la discipli-

na impuesta a Juan Marcos resultó en

restauración (aunque, para algunos, que-

da la duda si fue la actitud de Bernabé o

la de Pablo que llevó a ese resultado).

El trato posterior del apóstol hacia

Marcos demuestra que no había de parte

del apóstol animadversión personal (pide

a los colosenses que lo reciban –4:10– y

al final de sus días quiere la compañía de

Marcos como hombre útil en el ministe-

rio), indicando esto que la decisión de

Pablo en Hechos 15 fue un asunto de

interés ministerial y no de corte perso-

nal.

Finalmente, en las últimas menciones

que Pablo hace a Bernabé no es posible

vislumbrar un solo ápice de mala inten-

ción hacia aquel hombre de Dios, com-

pañero de tantas batallas en la obra de

Dios. Cuando recomienda a Marcos ante

los colosenses (4:10) lo hace como “el

sobrino de Bernabé” y a los corintios lo

presenta junto a él como modelo de

obrero sacrificado (1 Cor. 9:6). De modo

que tampoco es posible inferir de parte

de Pablo (ni antes ni después de Hechos

15) un espíritu adverso hacia Bernabé

como persona o como obrero.

En la pesca milagrosa de Lucas 5:6

se lee que, por la cantidad de peces –

pudiendo llenar dos barcas– “la red se

rompía”; pero en la pesca mencionada

en Juan 21:11 tenemos la red “llena de

grandes peces, ciento cincuenta y tres, y

aun siendo tantos, la red no se rom-

pió”. La pregunta obligante es, pues

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22 La Sana Doctrina

¿por qué en una ocasión la red se

rompía y en la otra no se rompía?

En la primera ocasión el Señor hace

el milagro de poner en la ruta de la red

una cantidad no acostumbrada de peces

(lo cual constituye a los ojos de Pedro y

compañía un maravilloso milagro), pero

no altera la consecuencia natural de la

demasía de peso evidenciada en la rotura

de la red (podría haberlo hecho), dejando

al descubierto la fragilidad de la obra

humana, detalle muy importante en la

enseñanza de aquellos hombres que

están siendo llamados a ser pescadores

de hombres. En la segunda ocasión es

evidente que el milagro hecho es doble:

la captura de los 153 peces y la preserva-

ción intacta de la red. Es claro que el

Señor está tratando con hombres que,

habiendo perdido el rumbo de la comi-

sión dada, desanimados, probablemente,

están volviendo a su ocupación secular.

El mensaje a estos hombres en esas cir-

cunstancias es muy necesario: pueden

confiar en aquel que asegura completa-

mente la comisión a la cual los ha llama-

do. De hecho, algunos aplican esto a la

Iglesia, la cual será preservada en su to-

talidad: ningún pez podrá salir de esa

red, pues, aunque en su reino el Señor

utiliza el canal humano, el éxito depende

enteramente de él.§

Nació el 24 de Septiembre de

1928 Creyó en el Señor, en 1936, a

los 8 años de edad

Partió para estar con Su

Señor el 12 de mayo de 2016

...Desde la mañana sin descansar...

Rut 2:7

...Descansa, pues, hasta la mañana.

Rut 3:13

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La Sana Doctrina 23

El domingo 15 de Mayo, por la tarde,

alrededor de 1000 hermanos de muchas

partes del país se reunieron en el Local

Evangélico de Los Colorados, San Car-

los, y luego en el cementerio, acompa-

ñando a la familia en el sepelio de nues-

tra querida hermana, la Señora Ruth Sa-

word Turkington de Walmsley. Nuestra

hermana, quien había honrado al Señor

en su vida, fue honrada por Él en su

muerte. Todos los presentes fuimos im-

presionados por la dignidad con que to-

do se llevó acabo.

Se puede decir de nuestra hermana lo

que el Apóstol Pablo dijo de Timoteo:

“Y que desde la niñez has sabido las Sa-

gradas Escrituras, las cuales te pueden

hacer sabio para la salvación por la fe

que es en Cristo Jesús (2 Tim. 3: 15).

Sus padres, Don Santiago Saword y la

Señora Eleonor, quienes sirvieron al Se-

ñor por muchos años en nuestro país, la

formaron en el temor de Dios, y a la

edad de 8 años, Dios usó la verdad de

Juan 3: 16 para llevarla a la fe en el Se-

ñor para la salvación de su alma.

Por el año 1949 contrajo matrimonio

con Don José Turkington, quien había

venido del Norte de Irlanda, encomenda-

do a la gracia de Dios para la obra del

Señor en Venezuela. Fueron a vivir en

San Carlos y trabajaron arduamente en

la obra pionera en los estados Cojedes,

Portuguesa y Apure, viendo la mano del

Señor en la formación de asambleas y el

buen desarrollo de las mismas. La Seño-

ra Ruth fue una ayuda idónea para Don

José, y el Señor les dio el gozo de ver su

obra prosperar en sus manos. Ella supo

combinar su servicio en la obra del Se-

ñor con la crianza de sus hijos, nunca

descuidando ni lo uno ni lo otro. No

dudamos que la verdad de Prov. 31:28 se

ha cumplido en su caso: “Se levantan sus

hijos y la llaman bienaventurada.”

Como todo ser humano, experimentó

días de prueba. En el año 1982, Don

José partió para estar con el Señor des-

pués de una intervención quirúrgica en

Irlanda. Ella regresó a Venezuela con

sus hijos y siguió sirviendo al Señor y a

su pueblo. Tuvo el gozo, no solamente

de ver a sus hijos convertidos, sino tam-

bién tomando interés en la obra del Se-

ñor. Cuatro de ellos han sido encomen-

dados a la gracia de Dios para la obra del

Señor en el país.

Hace 15 años se casó con Don San-

tiago Walmsley, y juntos sirvieron fiel-

mente al Señor y a su pueblo. Ella man-

tuvo su devoción al Señor y su interés en

la obra hasta el fin de su vida. En los

últimos tiempos, aunque muy enferma y

débil, siempre procuró asistir a los cul-

tos, siendo ejemplo a todos.

El que escribe, juntamente con su

esposa, puede dar testimonio de las vir-

tudes cristianas que pudimos notar en

ella desde que llegamos a conocerla en

el año 1968. Comenzó una amistad que

nunca menguó, sino continuó hasta el

fin, y tenemos muchos recuerdos muy

gratos de ella. El versículo citado arriba

halla eco en los corazones de muchos

hermanos entre las asambleas de Vene-

zuela y en otros países también.

Samuel Ussher (padre)

La Memoria Del Justo Sera Bendita

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H abía sido un ateo, neciamente negado

la existencia de Dios. Su corazón se

rebelaba si alguien le hablaba del Se-

ñor. Pero había una persona que a menudo se

atrevía a hablarle de verdades muy preciosas

para ella –su madre. Ella amaba al Señor, y

andaba en Su temor, y muchas veces imploraba

con su hijo; pero él, como el áspid sordo, cerra-

ba su oído a las palabras de ella. Al fin, había

abandonado su hogar para no oír más los rue-

gos de su mamá. Pero esa mujer tenía su con-

fianza puesta en Dios, y día y noche sus oracio-

nes subían a Aquel que podía salvar a su hijo.

Al fin Dios permitió que esta madre tan

devota se enfermara gravemente. El Señor la

iba a llamar a Su presencia. Ella sabía que esta-

ba por partir de este mundo, y dijo a su criada:

“Envíe un telegrama a mi hijo. Dile que, si

quiere ver a su mamá en vida, que se venga de

una vez”.

Al recibir el telegrama, inmediatamente

agarró el tren para volver a su casa, porque

amaba su madre, aunque el Dios de ella no era

nada para él. Mientras tanto, ella, consciente

que le quedaban pocos minutos para vivir, vol-

vió a decir a su criada: “Tráigame papel y

lápiz”.

Entonces, ella escribió estas líneas:

“Sella esta carta en un sobre” le dijo la ma-

dre a la criada, “y ponga el sobre en mi mano,

para que, cuando él vea mi cuerpo en la urna, él

pueda ver la carta dirigida a él en mi mano.” La

carta fue puesta en la mano de la madre des-

pués que su alma abandonó su cuerpo, y ella

estaba con Cristo.

Llegó su hijo, y su primera pregunta ansiosa

fue: “¿Cómo está mi mamá?” “Ya está muerta”

fue la respuesta. “¡Muerta! ¡Muerta! ¡Muerta!”

repitió, con angustia- “¿Dónde está su cuerpo?”

Fue llevado a la sala, y se echó sobre el

cadáver con gran aflicción. Lloró, y besó repe-

tidamente los labios fríos que nunca más pod-

ían responder a ese afecto. Después, cuando se

calmó, sus ojos, que habían estado llenos de

lágrimas, observaron el sobre en la mano de su

mamá. Estaba dirigido a él. Lo arrancó y lo

abrió con fuerza y leyó lo que, verdaderamente,

era un mensaje de los muertos. De nuevo cayó

sobre el cuerpo de su madre, llorando: “¡O

Dios, tenga misericordia de mí!” A pesar de su

jactancioso ateísmo, y la insensatez de su co-

razón, que había dicho “No hay Dios”, ahora sí

ese hijo creía que su madre estaba con Cristo, y

que, si él moría, estaría en el infierno.

Cuando el cuerpo de su madre fue sepulta-

do, y se quedó sólo, sintió que estaba en la pre-

sencia de Dios. Su consciencia fue despertada

para sentir la realidad de su pecado. Entendió

que ese Dios, cuya existencia él había negado,

le había amado a él también. Se estremeció al

pensar que, para salvarle a él, Dios había entre-

gado a Su propio Hijo amado a morir en la

cruz. Profundamente conmovido, recibió al

Señor Jesucristo como su Salvador y Señor, y

fue salvo.

“Porque de tal manera amó Dios al mundo,

que ha dado a Su Hijo Unigénito, para que

todo aquel que en Él cree, no se pierda, más

tenga vida eterna”. Juan 3:16.

De: Words in Season 1958

Mi querido hijo,

Me estoy muriendo. Nunca te

veré otra vez en vida, pero yo

voy para estar con mi Señor. Al

morir, la única espina en mi

almohada es que te dejo sin la

salvación. Adios.

Afectuosamente,

Tu mamá.