La tierra oscura vol 1 - un nuevo comienzo

Jesús María Villena Martín

La Tierra Oscura

Primera edición: Enero 2010

La Tierra Oscura - DarkEarth: Un nuevo comienzo Vol.1" es una autoedición por parte de Jesús María Villena Martin y Fired Lands. Copyright © Jesús María Villena Martin. Historia, dibujos y bocetos de Jesús María Villena Martin. Fired Lands y logotipo son propiedad de Jesús María Villena Martin.

Fired Lands C\ Gorbea nº7, 2º izq. - 01008 - Vitoria-Gasteiz. Telef.: 639733482 E-Mail de contacto: [email protected]

VOL. 1

“Un nuevo comienzo”

El hombre nació en la barbarie, cuando matar a su semejante era una condición normal de la existencia. Se le otorgo una conciencia. Y ahora ha llegado el día en que la violencia hacia otro ser humano debe volverse tan aborrecible como comer la carne de otro.

Martin Luther King (1929-1968)

La Tierra Oscura Un nuevo comienzo

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Capitulo 1

“El Páramo”

¿Dónde estoy? ¿Cómo he llegado aquí? ¿Por qué no recuerdo nada? ¿Por qué tengo la sensación de que ha vuelto a ocurrir? Maldito dolor de cabeza, otra vez…

Cuando abres los ojos y ves lo que no es posible, la mente se bloquea y se queda en blanco, sin respuesta. Incluso cuando te niegas a ti mismo que no es posible y que tus hinchados ojos te juegan una mala pasada, te das cuenta que es demasiado real para no ser verdad.

No sabría describir con claridad lo que mis ojos veían en ese momento, pues mi mente estaba abotargada y extrañamente lenta. El sol se encontraba oculto bajo un cielo lleno de nubes amarillentas y grisáceas, el cual tenía un aspecto desalentador, plomizo y realmente feo, jamás había visto un cielo así de triste y apagado, donde los colores vivos y brillantes de un cielo azul estaban ocultos bajo espesas nubes con colores dignos de un pintor demente. Un suave viento calido y con un extraño olor metálico recorría todo el lugar, haciendo que las nubes se movieran lenta e implacablemente en su extraño y oscuro viaje. Cuando baje la vista al suelo mis ojos se abrieron un poco más por la sorpresa, aunque tuve que cerrarlos inmediatamente, pues el viento


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levantaba una fina nube del arenoso suelo y mis ojos comenzaron a llorar. La primera idea que me vino a la cabeza era que todo era de color marrón, sí, de una gran cantidad de tonos marrones y negros, grises y mas rojos oscuros, en cada piedra, cada putrefacto árbol y en cada hectárea de terreno árido que veían mis ojos.

No había plantas, al menos no vivas, el inconfundible color pálido de las plantas secas y muertas estaba por todos lados y se confundían con el terreno, era imposible diferenciar entre unos arbustos resecos y un montón de piedras amontonas al azar. Todo parecía falto de vida, inerte, calcinado por el sol o dios sabe que otra cosa, mecido por el calido viento. El silencio era sepulcral. Allí donde mirara no había más que árboles sin hojas, colinas sin vegetación, bosques muertos, llanuras vacías, la tierra ennegrecida por el calor y calcinada.

El segundo pensamiento que me vino a la cabeza es que me encontraba en mitad de un terreno calcinado por un gran incendio, pues solo el fuego podría dejar tan vacío y muerto un lugar tan grande, aunque lo que realmente me preocupaba no era que estuviese en un terreno muerto, sino que no veía su fin, no había final para aquella desolación, miraba en todas direcciones y todo era exactamente igual. Calculé que aproximadamente mi vista podría llegar a los tres o cuatro kilómetros de distancia en todas direcciones, por lo que hablamos de mas de 10000 hectáreas de terreno calcinado, y fue solo lo que tenía a la vista. ¿Qué demonios había pasado aquí? y ¿Cuándo?

Un terrible dolor de cabeza me iba y me venía, como una palpitación, confundiendo mis pensamientos y haciéndome dudar de que todo fuera real. No recordaba con claridad lo ocurrido horas antes, incluso días antes, supongo que debido en parte al aterrizaje de emergencia. Sí, debía ser por eso…


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Después de observar con calma lo que había a mi alrededor, me dispuse a comenzar a moverme y a liberarme del pesado traje que llevaba encima, pues me estaba cociendo dentro. La temperatura era de aproximadamente 35 grados en el exterior y unos 45 en el interior, mi traje de fibra de carbono con doble acolchado se había convertido en un horno, por lo que sino me deshacía pronto de él, me deshidrataría en unos pocos minutos, y eso no era buena idea.

Intente caminar, pero mis pesadas botas no me lo permitieron, parte de la suela de acero y carbono se había hundido en la amarillenta tierra que pisaba, así que lo primero que debía hacer, era liberarme de ellas, y después, dirigirme a la capsula de escape para buscar un calzado mas cómodo.

La capsula estaba muy deteriorada por el impacto y parte de la estructura se había deshecho en la atmosfera. No es habitual perder las alas de control, las baldosas TPS, ni parte del morro en la reentrada, a no ser que la inclinación hubiese cambiado al entrar desde el espacio exterior; pero no era algo probable, puesto que el ordenador no había detectado ningún error en los pasos previos ni en los posteriores a la maniobra. Me inclino a pensar que algo desconocido me hizo cambiar en la trayectoria sin que el ordenador lo detectase, lo cual, es muy extraño. Más tarde me dedicaré a ello y haré los cálculos pertinentes para poder saber que ha ocurrido.

Ahora debo dedicarme en cuerpo y alma a desconectar, desarmar y liberarme de este condenado traje, que me esta haciendo sudar como una si estuviera en una maldita sauna, y buscar algo que beber para reponer los líquidos antes de que este implacable sol me deje como todo lo que me rodea, seco y muerto.

Antes de poder desatar mis botas, primero tenía que poder agacharme o sentarme, y para ello debía liberar primero la parte superior del traje en orden descendente. Mientras me disponía a


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desconectar las mangas del traje espacial saltó una de las alarmas de la capsula, el molesto pitido me hizo darme aun más prisa para librarme de los pesados ropajes espaciales, y volver a sentir el aire no tan fresco del exterior.

Las mangas cayeron al suelo con un golpe seco levantando una pequeña polvareda, y con mayor movilidad en mis brazos comencé a desconectar los anclajes del peto y armazón que cubrían mi torso, el calor era insoportable y sentía como mi ropa interior se empapaba por momentos. La armadura de fibra de carbono exterior cayó al suelo junto a las mangas, y a los pocos segundos también el armazón de doble capa. Al dejar la parte superior del cuerpo al aire, sentí incluso frío, un falso frío de haber pasado desde casi 50 grados a los 35 que imperaban en ese momento.

Con gotas de sudor cayendo por mi frente y mejillas, comencé a desabrochar las botas y los pesados pantalones del mismo material que el armazón del pecho. Desconozco de que material son, seguramente algún tipo de polímero de metal y plástico de estructura mega-sólida capaz de aguantar un impacto en un aterrizaje forzoso, eso es lo único que sabia y es lo único que quería saber cuando me lo puse. Aunque soy un militar, tengo un doctorado en Física y conocimientos avanzados en química, pero el trabajo de campo es lo mío sin lugar a dudas.

Normalmente, en caso de aterrizaje forzoso, la capsula emite una señal que llega a más de 800 Km. de distancia, aunque dispone también de un dispositivo digital que es detectable desde cualquier parte del mundo por nuestros satélites, por lo tanto no faltaría más de 3 o 4 horas para que llegase la caballería y me sacase de este tórrido lugar.

Me puse una camiseta de recambio a modo de turbante en mi cabeza, para protegerme de los pocos rayos de sol que quedaban en


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este extraño atardecer, pero de los que aun emanaba un calor sofocante, ¿Cómo era posible?

Pese a mis escasos conocimientos de medioambiente y de climatología, estaba claro que algo extraño había ocurrido en esa zona, la temperatura era demasiado alta, y era evidente por la vegetación, que no era un árido desierto, sino un lugar de frondosos árboles, extensos campos de cultivo, arbustos de mil colores y variada vegetación, al menos durante un tiempo. Todo eso se había convertido en secos matojos, árboles marchitos y calcinados, como si un incendio milenario hubiera pasado por allí una y otra vez durante varios años, dejando el lugar terroríficamente seco y sin un ápice de vida.

Mis sospechas se incrementaron en el momento en que tome en una de mis manos un arbusto reseco a escasos metros de mi y lo observe de cerca; tenia las raíces que se deshacían en las manos y las escasas ramas que tenia se rompían al menor contacto; era evidente que sea lo que fuere que hubiera ocurrido, había pasado hace mucho tiempo, quizás años.

Dadas las características del terreno y de los regulares incendios, posiblemente haya aterrizado en algún lugar de Australia, la morfología del terreno y vegetación tan reseca por las inclemencias de las altas temperaturas son muy corrientes en este continente, y si es así, no hay lugar a dudas de que la capsula de salvamiento ha errado en los cálculos de aterrizaje y me trajese a este lugar tan lejano de casa.

Pase las siguientes horas poniendo en orden la capsula, revisando todo el material intacto que disponía, analizando los datos del aterrizaje de la capsula, observando con los prismáticos en todas direcciones, y soportando los dolores de cabeza que me obligaban a detenerme de vez en cuando y respirar con calma, antes de continuar; era evidente que se estaban tomando las cosas con mucha calma o que aun no sabían donde buscar. Prácticamente era las 22:00 horas y el sol


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había desaparecido en el horizonte, dejando un cielo de extrañas tonalidades moradas y rojizas.

La temperatura bajo rápidamente, y tuve que ponerme una sudadera que utilizaba para hacer ejercicio y así poder continuar trabajando. El pitido de la señal de la capsula era lo único que se escuchaba en la noche y me dispuse ha preparar una fogata con la cual poder hacer una señal visual de mi posición, al igual que calentarme. A los pocos minutos, cuando miraba el púrpura horizonte que se apagaba lentamente, el silencio se hizo total, mire hacia la capsula y suspiré abatido.

No me había dado cuenta de un importante detalle, la energía de la capsula tiene una vida de 10 horas sin energía solar, pero dado que los paneles solares se evaporaron en la reentrada en la atmosfera, que seguramente ya estaba a medio cargar antes del descenso, añadimos entonces el impacto en la superficie y que lleva emitiendo 3 horas, entonces obtenemos como resultado una capsula dañada y de muy limitado tiempo de vida.

Mi posibilidades de entrar en contacto con la base en Huston habían descendido, pero no desistiría en encontrar otra forma de entrar en contacto con mis superiores y organizar la recuperación de la capsula de salvamiento y mi traje, que seguramente debían costar mas de lo que yo ganaría en varios lustros.

Dado que pasaría aquí algo mas de tiempo, me dispuse a acelerar la fogata que estaba preparando y a la vez hacer otras dos mas pequeñas dibujando un triangulo bien visible desde el aire. Mi experiencia en combate y en supervivencia me dice que cuanto mas visible sea en un rescate antes me encontraran, y así lo hice.

Sin energía posible que me permitiera tener luz artificial, me concentre en recolectar ramas y pequeños arbustos para poder hacer una fogata en condiciones, la temperatura bajaba rápidamente y pronto


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la sudadera que tenia puesta en esos momentos seria insuficiente para pasar la noche. Tome varias ramas de un árbol reseco, varios arbustos medianos y un montón de hojas y pequeñas ramas para iniciar el fuego; las amontone de forma correcta, poniendo los mas pequeños trozos en el interior junto con las hojas secas y un manual de vuelo que encontré en la capsula de escape, troceado y arrugado adecuadamente para que ardiera con facilidad. Tome mi mechero, el cual siempre llevaba junto con una pequeña navaja bien afilada, y encendí varias hojas del manual metiéndolas inmediatamente a la elaborada fogata. Casi de inmediato todas las ramas ardieron con fuerza y un placentero calor emanó de ella, haciéndome sentir un poco mejor dadas las circunstancias.

Al sentir de nuevo el calor, mi cara y mis brazos comenzaron a arder de extraña forma, como si me hubiera quemado al sol, pese a que solo había estado un par de horas de la tarde y el sol se encontraba oculto sobre las espesas nubes; palpe mis brazos y vi que tenían un color rojizo y estaban calientes, al igual que parte de mi cara, era sorprendente e inquietante, pero me había quemado todas partes expuestas al sol en tan solo 2 horas.

Tome una crema hidratante del botiquín y me la extendí por las zonas afectadas, echándome un poco mas en la cara y en los hombros; el efecto fue casi inmediato y sentí como la piel se refrescaba y relajaba.

Me senté a una distancia prudencial para no afectar mi piel quemada y me dispuse a disfrutar del calor, la temperatura había bajado a los 9 grados, y hacia realmente frío. Ahora que tenia un momento para relajarme y dejar hacer efecto la crema, miré con calma las cosas que había conseguido recobrar de la capsula de rescate, y que el impacto del aterrizaje no hubiera dejado inservibles; Tenia a mi disposición varios lapiceros, un traje de vuelo prácticamente en perfecto estado, una radio de onda corta que tenia un alcance de 3 Km.,


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mi mechero y mi pequeña navaja, varias raciones de comida energética en barra, 2 litros de agua en botellas de aluminio, un botiquín abollado pero con su contenido aun utilizable y una pistola de bengalas con 3 cartuchos; No era gran cosa, pero al menos me daría una buena cena y recuperaría el agua perdida en las últimas horas de duro trabajo, mientras me relajo y espero a que llegue el rescate.

La soledad y el tedio llegan de forma gradual una vez que uno se relaja, realizadas las tareas inmediatas, uno se sienta a esperar y la mente comienza a divagar y a jugarnos malas pasadas. Con ellas aumenta la depresión y disminuye la voluntad de sobrevivir. Por lo que hay que combatirlos de la misma manera que el miedo y el pánico: manteniendo la mente ocupada.

Cualquier cosa es buena con tal de que nuestra mente y nuestra actitud no zozobren, aunque ahora mi cuerpo ya agotado y dolorido no daba más de si. La cabeza aun me dolía, pese que había intentado no darle importancia, pero ahora comenzaba a dolerme tanto que era prácticamente imposible hacer nada sin que un dolor intenso recorriera mi nuca. Los ojos se me cerraban del agotador día, el cuerpo cansado y quemado por el sol se me relajó con la crema y el estomago lleno, y lentamente, y sin darme cuenta, me quedé dormido.

DEFINICIONES

Reentrada: delicada maniobra de entrada desde el espacio a la atmosfera terrestres. La reentrada ocurre a velocidades muy altas, en lo que se denomina régimen hipersónico (velocidades mayores de Mach 5). En estas condiciones se forma una onda de choque parecida a la del vuelo supersónico, aunque con efectos mucho más drásticos. A pesar de todo esto, una nave durante la reentrada sigue calentándose mucho, de modo que son necesarios sistemas de protección térmica.

El sistema de protección térmica (TPS) está diseñado para que la temperatura de la estructura de aluminio del orbitador o nave se mantenga por debajo de los 177 grados Celsius aunque en algunas superficies que están más expuestas, la temperatura puede llegar hasta los 1.260 grados Celsius.

El tipo de losetas utilizadas son de dos colores: de color blanco y negro. Las blancas están ubicadas en las zonas donde las temperaturas son relativamente inferiores al resto de la nave, lo contrario sucede con las de color negro; éstas, por su color, absorben las mayores temperaturas y están ubicadas en la parte inferior y delantera del orbitador, además de recubrir la parte delantera de las alas.


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Capitulo 2

“El Barco”

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- ¡Capitán, no hay tiempo, evacuen la lanzadera de inmediato, solo disponen de minutos!- gritaba una voz en el intercomunicador situado en la zona de carga. - ¡Ahora!

- ¡Señor, mi misión es protegerle, no puedo irme sin usted y sus hombres! – grité apretando el botón de respuesta, esperando que sus cálculos fueran erróneos y que mi misión no fracasase de esta absurda manera.

- ¡Capitán! ¡Váyase de aquí, diga al resto de la tripulación que salgan sin nosotros, estamos encerrados y no tenemos ninguna posibilidad! ¡Solo disponen de 3 minutos! – gritó nervioso al otro lado del intercomunicador.

- ¡Ya he dado la orden de evacuación al resto pero no me iré sin ustedes! –grité por el intercomunicador, esperando poder convencerles de que había una posibilidad. - ¿Dónde se encuentra doctor? ¡Dígamelo!


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- ¡Maldita sea Campbell, la nave ha sellado automáticamente nuestra sección y en poco menos de 3 minutos entrará en la atmosfera, salga de aquí! ¡Es una ord…!- la voz del doctor se cortó repentinamente cuando la energía de la nave se desconectó por completo, dejando los intercomunicadores inutilizados.

-¡Joder! – Grité furioso golpeando el intercomunicador, había perdido el contacto con el equipo científico e iba a ser imposible saber en que nivel y en que laboratorio se encontraban en tan poco tiempo. Me giré abatido y caminado hacia las capsulas de salvamento que tenia tras de mi, grite muy alto para que toda la zona del muelle me oyera con claridad - ¡Si queda alguien capaz de llegar a la zona de carga, no tiene mas de 2 minutos y 45 segundos! ¡Sálvense quien pueda! ¡Repito, sálvense quien pueda!

Entré en la capsula de escape individual y accioné el botón de encendido rápido y lanzamiento inmediato, ideado precisamente para salvamientos que se deben hacer de forma repentina y no programada. Pero la capsula no respondía, en la pantalla de información, aparecía un gran mensaje con fondo rojo de “error de sistema, capsula defectuosa”. Faltaban sólo 2 minutos para que la nave se deshiciera debido a la reentrada y mis manos buscaban la palanca para desacoplar de manera manual la capsula, pero no estaba, no estaba donde debía estar ni en ningún sitio a la vista. 1 minuto y 50 segundos. Mis manos buscaban nerviosamente la palanca bajo mi asiento y en el techo de la capsula, pero no era capaz de encontrarlo, grite docenas de palabrotas y mi corazón latía desbocado, oía a mi espalda la cuenta atrás de la nave y no podía hacer nada, grité pidiendo ayuda, implorándole a Dios un milagro pero...

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Me desperté sobresaltado, empapado de sudor y con un terrible dolor de espaldas de haber dormido en el duro e incomodo suelo. ¿Mi mente me había hecho revivir mis últimos minutos en la nave donde servía?, si era así, ¿por qué no podía recordarlo con claridad sin depender de las pesadillas? ¿Por qué recordarlo de manera tan cruel? Nada estaba claro, solo que me encontraba aquí, solo y confundido, con un dolor de cabeza que no se iba, y había perdido supuestamente a la tripulación que debía proteger con mi vida, había perdido el rastro del resto de las capsulas de salvamiento donde estaban el resto de mi destacamento. Podrían estar en cualquier parte del mundo, quien sabe…

Miré mi reloj y mi sorpresa fue aun mayor, cuando vi que eran las 5:35 A.M., ¿cómo era posible que llevara aquí casi 10 horas y no había equipo de rescate?, ¿Por qué tardaban tanto?, ¿Estaba defectuoso el emisor de señales de la capsula y no habían sido capaces de triangular la posición?, al menos un avión o un helicóptero debía haber volado sobre ella para saber su posición y después enviar a un equipo de tierra; No me gustaba nada como estaban las cosas, aun estaba oscuro, pero las nubes habían desaparecido durante la noche dejando un cielo estrellado precioso, por lo tanto me esperaba un día endemoniadamente caluroso, así que debía pensar que hacer a continuación, pues era evidente que no podía quedarme al descubierto en un terreno tan poco agradable y con tan poco agua.

Mi primera prioridad era protegerme del sol y buscar agua, puesto que la noche anterior acabé por desgracia con la mitad de las existencias en una copiosa cena, en el cual festejé con demasiada antelación que estaba vivo pese al accidentado aterrizaje.

Me volví a dar la crema hidratante en el rostro y brazos, insistiendo en las zonas más afectadas, que eran: mejillas y hombros. Recogí todo el material rescatado de la capsula de salvamiento en un


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macuto militar donde llevaba mis cosas personales y analice la situación con calma, aun era muy pronto y tendría una hora antes de que el implacable sol saliera por el horizonte. Si mis cálculos eran correctos, comparando mis quemaduras con la hora del aterrizaje, la inclinación del sol y el tiempo de exposición, determiné un aterrador resultado, que me hizo preocuparme aun más, si era posible; una exposición al sol directo en esta zona en inclinación mas recta, por lo que sobre el mediodía, podría causar quemaduras de segundo grado en menos de dos horas, lo cual era imposible, no hay ningún lugar en la tierra donde el sol sea tan ardiente y letal.

Generalmente se cree que los lugares mas cálidos están en el ecuador, pero esta zona, caliente todo el año, es muy nubosa. Los desiertos mas cálidos están en los trópicos donde, en verano, el sol cae a plomo; al ser las lluvias muy escasas y de haber muy pocas nubes en el cielo, el sol brilla durante todo el día y las temperaturas son elevadísimas.

El Sahara oriental es el más soleado, con 4,300 horas de sol al año, lo que da una media de 11 horas. y 47 min. de sol al día. Por ello es natural que las temperaturas mas elevadas siempre se registren en el desierto del Sahara. Pero era evidente que este lugar no era un desierto en todo el sentido de la palabra, ni estaba cerca de ninguno.

Como militar, la supervivencia es ante todo una actitud mental en la que influyen numerosos mecanismos que hay que conocer para enfrentarse con éxito a situaciones límite y para ello debemos tener en cuenta que una situación de supervivencia es una prueba de resistencia. Y en este tipo de pruebas el músculo que jamás debe fallar es la voluntad. Voluntad de vencer, voluntad de sobrevivir, este es el factor más importante. Al final todo se reduce a una actitud psicológica fuerte que nos permita enfrentarnos sin desfallecer a la desesperación, la angustia, el tedio, el dolor, el hambre, la fatiga... Si no estamos


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mentalmente preparados para enfrentarnos con lo peor tendremos pocas posibilidades de sobrevivir.

Es imposible no sentir miedo cuando uno se encuentra aislado y perdido lejos de la civilización. El miedo es una reacción natural de todos los animales frente a elementos hostiles, una descarga de hormonas en la sangre que agudiza los sentidos y prepara el cuerpo para luchar o huir. En este sentido, el miedo es, sin duda, beneficioso. La cara oscura del miedo es el pánico. El miedo descontrolado e irracional. Jamás debemos caer en él. El pánico es destructivo, conduce a la desesperación, impide analizar la situación con claridad y tomar decisiones positivas. Conocer las técnicas de supervivencia inspira confianza y es un paso muy importante para evitar sucumbir al pánico. Por otro lado, debemos concentrar nuestro pensamiento en el análisis de la situación y las tareas que debemos realizar para aumentar nuestras probabilidades de supervivencia, y eliminar de inmediato cualquier pensamiento autocompasivo, o de desesperación.

Así que antes de perder mas tiempo en cavilaciones y en datos que ahora mismo no tenían ningún interés, debía concentrarme en sobrevivir, y para ello, debía cuanto antes buscar un lugar donde refugiarme del sol, tomar medidas para encontrar agua y comida, y entrar en contacto con la base para dar mi posición.

Eran las 6 menos cuarto, y con todo recogido comencé a valorar en que dirección dirigirme, lo mas sensato era ir hacia la costa o hacia un río cercano, pero dado que desconocía mi situación exacta y no disponía de ninguna referencia para guiarme, opté por dirigirme a una formación montañosa que se pude divisar con mis prismáticos a unos 6 u 8 kilómetros y que me darían un respiro antes de continuar mi viaje. Posiblemente tendría que pasar allí el resto del día ya que no podía arriesgarme a exponerme demasiado tiempo al sol.


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Comencé a caminar con todo el equipo a la espalda y a visualizar con más calma el terreno que veía frente a mí. Tanta desolación me entristeció por dentro, una tierra calcinada por el sol, sus colores vivos habían desaparecido hace mucho, ni pájaros ni animales recorrían estas tierras, solo algunos pocos insectos se escondían bajo pequeñas rocas y varias moscas revoloteaban cerca de algún pequeño animal muerto hace días, sin lugar a dudas, era un lugar donde uno no quisiera quedarse más de unas pocas horas.

Subí una pequeña colina desde la cual pude vislumbrar mucho mejor la extensión del terreno que rodeaba el lugar donde había aterrizado, allí donde miraba solo veía mas colinas, alguna mas pequeñas que otras, una gran llanura que se extendía al Este, llena de árboles resecos y sin hojas, por el norte había una formación montañosa no muy alta que se extendía de noroeste a nordeste, por el Sur el terreno ondulado subía y bajaba dejando a la vista arbustos y pequeños árboles resecos hasta donde se perdía la vista, el oeste era aun menos prometedor, el suelo similar a un desierto de piedra se extendía hasta donde llegaba la vista.

Sin mas dilación acelere la marcha hacia las montañas, no disponía de mucho tiempo y el cielo iba poco a poco clareándose, los reflejos de luz invaden la sombra y poco a poco, la luz gana lugar entre las sombras, envolviéndolo todo.

Tenía a mi espalda unos 20 kilos de peso, y a los pocos minutos de comenzar a andar ya sentía el sudor recorriendo mi cuerpo, me quedaban aun un buen tramo que recorrer hasta las montañas y con este peso iría mas lento, pero por lo que pudiera pasar debía llevarme todo el equipo necesario. Lo primero que debe uno pensar antes de comenzar a tirar cosas que ahora pueden parecernos inútiles es que es posible y a veces muy probable que las necesitemos cuando menos lo esperamos, la ley de Murphy en estos casos es muy acertada.


Caminé a paso ligero 2 kilómetros y llegué a una zona algo más alta donde tomé un pequeño descanso, jadeaba del esfuerzo y tenía la cara empapada de sudor. Tome un poco de agua de la última lata que disponía y observé como los rayos del sol comenzaban a surgir en el horizonte, estaba amaneciendo.

Mi amplia experiencia en sobrevivir en terrenos hostiles me hizo cuestionarme varios puntos a tomar en cuenta de manera inmediata, pues ahora, los conocimientos y toda mi habilidad se pondrían en juego.

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un huev

La intensa luz del sol y el calor están presentes en las áreas áridas. La temperatura del aire puede subir tan alto como 60 ºC durante el día. Los resultados son el aumento de calor de la luz solar directa, los vientos calientes que soplan, el calor reflexivo (los rayos del sol que rebotan sobre la arena), y el calor conductivo del contacto

directo con la arena del desierto y piedras, cociéndote como si fueraso duro.

Mi segunda preocupación producto de otro factor importante en la supervivencia del desierto está entendiendo la relación entre la actividad física, temperatura ambiente, y el consumo de agua. El cuerpo requiere una cierta suma de agua para un cierto nivel de actividad a una cierta temperatura. Por ejemplo, una persona que realiza un trabajo al sol a 43 ºC requiere de 19 litros de agua diariamente y en estos momentos no disponía más que de medio litro. Faltando la cantidad de


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ría deshidratado en pocas horas si no buscaba refugio y algo que beb

isualizar e inspeccionar cualquier área antes de sentarse

mi cuerpo con varias camisetas, dejando solo al d

agua requerida, causa un descenso rápido en la habilidad de un individuo para tomar las decisiones y realizar las tareas eficazmente, por lo que mori

er.

Pero la cuestión no acaba aquí, hay otros riesgos únicos a tomar en cuenta en un lugar como este. Estos incluyen insectos, serpientes, plantas con espinas y cactus, y agua contaminada. Los insectos de casi todos los tipos abundan en el desierto. El hombre, es como una fuente de agua y comida que atrae a piojos, ácaros, avispas y moscas, y son extremadamente desagradables y pueden transportar enfermedades. Por no decir también que bajo piedras o en cuevas son hábitat favoritos de arañas, escorpiones, ciempiés, piojos y ácaros. Estas áreas proporcionan protección de los elementos y también atrae a la vida salvaje. Por consiguiente, debo tener un cuidado extra al quedarme en estas áreas, si es que las encuentro. Es de sentido común que siempre hay que v

o recostarse.

Después de meditar estos pensamientos, acelere la marcha, cubriendo todas las partes de

escubierto mis ojos.

Me quedaban aun varios kilómetros, no había calculado del todo bien la distancia y al subir y bajar las áridas colinas que me separaban de la montaña, me di cuenta de que tardaría más de lo esperado. Al sortear una alta colina, descubrí algo semioculto en la arena a unos 2 kilómetros de mi posición. Mi primer pensamiento era que un edificio se había quedado enterrado en la arena y se había quedado allí abandonado hacia ya mucho tiempo por sus ocupantes; pero al acercarme lentamente, y mirar desde otro ángulo, analicé las medidas y la forma de la mole oscura que tenia frente a mi, y me di


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cuenta

ajan anclados en bahías protegidas y los que

ballenas a bordo, una vez

ma de congelación a bordo, permitie

Y si eso era cierto, podría significar que había agua en ese lugar, y l

de que era un barco, si, ¡un enorme barco inclinado y semienterrado en la arena!

En concreto era un navío pesquero grandísimo, las grúas y la forma del barco lo delataban. Había oído hablar a mi colega de la marina, el Teniente Tom Harris, sobre este tipo de navíos en una de nuestras múltiples y provechosas noches de borrachera en Nueva York. Era un gran apasionado de los barcos y sus múltiples usos, por ello y por sus dos titulaciones universitarias, se había convertido en el consejero de la marina más experimentado y valorado que puedes encontrar. No es de extrañar, que los barcos más grandes, los gigantes del mar le apasionaran, ya sea un portaviones militar o un ballenero, como en este caso. Me relató que los buques factoría son los barcos pesqueros más grandes que existen y se utilizan para la pesca de ballenas y de merluzas en alta mar. Me contó que existen dos tipos de barcos factoría: aquellos que trab

se desplazan continuamente en mar abierto; ambos reciben la captura de los barcos-cazadores.

Contaba apasionadamente, como en estos barcos pesqueros de ballenas, se utiliza grúas muy potentes que suben las

allí se descuartizan totalmente. Toda la ballena es utilizable, incluso los residuos de ésta, se emplean como abono.

Relataba como los navíos factoría modernos alcanzan enormes proporciones, con una eslora que puede llegar a 175 metros, y con una capacidad de carga de 20000 toneladas; Aparte de estas características, este tipo de barco lleva instalado un siste

ndo congelar la carne de calidad para el consumo en fresco en los lugares de destino. Era impresionante.

o que era mejor, había un lugar donde poder resguardarme del sol.


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posición en tiempo real, hasta tener una conexión de voz, data o fax y email. Por fin, buenas noticias. Gracias por tus clases marítimas Tom.

Además de agua, tenía otro motivo mas para poder llegar cuanto antes, ya que los barcos usan modernos sistemas de comunicaciones, que van desde localizadores satelitales que reportan su

Para ello hay dos sistemas de radio muy importantes que podría utilizar: el primero tiene una cobertura de todo el globo terrestre, y el segundo tiene una cobertura de menor, pero permite tener un viaje en alta mar con comunicación con otros barcos y tierra en todo momento. Y si estaban en buen estado o al menos en un estado lo suficientemente decente para poder repararlos adecuad

Sonreí con el corazón reconfortado de positivismo bien fundado, me encaminé hacia el barco.

amente, tendría la manera de poder emitir una señal de socorro a nivel planetario.


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“HACIA LA INMENSA OSCURIDAD”

barco de estas car

rpo, esperan

Capitulo 3

Con ánimos renovados y con otra perspectiva de los nuevos acontecimientos me dispuse a acelerar la marcha hacia el buque encallado en la arena. Posiblemente por la zona tendría que haber algún río lo suficientemente profundo como para poder navegar un

acterísticas, o sino la costa no debía estar muy lejos.

El sol comenzaba a salir por el horizonte y no tendría mucho más tiempo antes de comenzar a sentir el abrasador sol sobre mí. Me tape bien con toda la ropa que tenia todas las partes de mi cue

do que de esta manera no quemarme como el día anterior.

Parecía estar mas cerca de lo que pensé, pero después de caminar veinte minutos me di cuenta de que no era que el barco estuviera cerca, sino que era grande, muy grande. Tenía unos 120 metros de largo y estaba cubierto por varias capas de polvo y arena, el


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encontraban tan sucios que era

s donde se encontraba apoyado

egase el rescate. ¡Maldita sea! ¿Dónde

na cubierta

zona de puente de mando y ponerme a cubierto, el sol se encontraba ya

color original del barco había desaparecido para dejar al descubierto el hierro oxidado, la pintura arrugada y desgarrada de la cubierta, las cuerdas, cables y otros materiales corroídos por el sol, podridos o simplemente esparcidos alrededor del barco. El barco se encontraba inclinado unos 7 grados a un lado, apoyado sobre unas grandes rocas, las grúas, tumbadas a un lado, estaban rotas, como el resto de los dispositivos pesqueros del buque, el puente de mando tenia la mayoría de los cristales rotos, y los que no lo estaban, se

imposible saber de que color eran.

Treinta y cinco minutos después, llegue hasta la línea de flotación del barco y pude tocarlo con mis manos; tenia un aspecto de llevar mucho tiempo aquí, 15 o 20 años, quizás más. El sol se encontraba ya en una posición nada apacible para mí y me dispuse a rodear el buque; así que intenté subir por las roca

placidamente este montón de chatarra.

A medida que lo rodeaba, pensé que quizás no encontraría nada de utilidad en ese lugar, pero al menos podría protegerme del sol hasta que llegara la noche o hasta que ll

se encontraban esos bastardos?

Ascendí lentamente, pero con firmeza, a través de las rocas sobre las que se apoyaba la mole oxidada que tenia a la vista, lancé mi mochila sobre la cubierta, y después me lancé yo dando un salto prudencial, para no caer en un agujero oxidado o matarme en una mala caída. No era la primera vez que veía a uno de mis hombres pisar u

de barco podrida y hundirse bajo los tablones de esta.

Para mis sorpresa, la cubierta y el barco en general se encontraban en mejor estado que el exterior; la cubierta sonaba sólida y parecía tener buen aspecto. Con la preocupación de exponerme en exceso al sol, me dirigí con decisión hacia la compuerta de entrada a la


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a una altura considerable y tenia un calor horrible y sofocante, la ropa me quemaba sobre la piel.

Empujé la entreabierta puerta, entré en la estancia y la cerré rápidamente, el sol se había vuelto mucho más potente tanto en calor como en fuerza en esta zona, cosa que me desconcertaba ingratamente.

Dentro se respiraba un aire cargado y con extraño sabor metálico, todo se encontraba prácticamente a oscuras excepto unos pocos rayos de sol que entraban por las ventanillas llenas de suicidad y una claraboya que prácticamente no daba nada de luz, pues estaba prácticamente cubierta por arena. Al estar inclinado el barco, la sensación era muy extraña, pareciera que uno se había bebido dos copas de mas, y no lo voy a negar, me bebería ahora cualquier cosa, ya sea un whisky escocés de mil dólares o una botella de lejía, cualquier cosa que quite esta maldita sed.

No había electricidad y el intercomunicador del buque hacia tiempo que se había deshecho por el oxido, desapareciendo en su totalidad. El suelo de la entrada se encontraba cubierto por polvo y arena, seguramente alguna tormenta de arena o simplemente el viento habían roto alguna ventanilla y había permitido entrar al despiadado desierto del exterior.

Caminé unos metros y llegué a una estancia anexa a la entrada, la cual me produjo un profundo rechazo. El lugar era una especie de sala de control de calefacción, puesto que unos tubos grandes y oxidados entraban en la sala y se concentraban en un colector general donde se podían ver palancas, paneles con botones y varios indicadores de presión. Una solitaria y destartalada silla se encontraba en el centro junto con varias latas de comida vacías. El lugar era sin duda un estercolero de comida reseca y podrida, de metales oxidados y de un extraño olor, que no era capaz de identificar con claridad, sin sentir ganas de vomitar. De esta estancia no sacaría gran cosa, por lo que me


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dispuse a explorar el resto del buque, con la cautela que requería las nuevas circunstancias.

Al pasar sobre las latas vacías, distinguí que varias de ellas tenían aspecto de llevar allí años, pero otras tenían aspecto de haber sido abiertas hace unas pocas semanas o incluso días; sea quien fuere venia aquí a comer con regularidad, pero no era muy limpio la verdad.

Con tan inquietantes pensamientos, recogí del suelo un cristal roto de unos 30 centímetros, y lié una de las mangas de mi camiseta alrededor de un extremo, improvisando un cuchillo de respetables dimensiones. Uno nunca esta suficientemente preparado, y mas aun cuando se encuentra en territorio desconocido; dos docenas de bajas de compañeros en territorio enemigo, por descuidos absurdos y no estar alerta lo corroboran.

Caminé lentamente, intentando no hacer el más mínimo ruido, sabia por experiencia que a estas horas la gente normal duerme y la gente no tan normal también, por lo que si había algún hostil cercano debía moverme con sigilo antes de dar por seguro el buque.

Pasé a otra estancia, tan sucia como la anterior, pero de igual inquietante aspecto. No pude salvar nada de esta habitación, además de que era imposible de describir su utilidad o finalidad, dada la cantidad de basura, comida, ropa amontonada y otros objetos que no había visto en mi vida, y que estaban amontonados hasta prácticamente el techo en el más absoluto desorden. Bien podía ser un almacén, una sala de estar o cualquier cosa, sinceramente no lo se.

Desde la habitación pase a un pasillo con mas luz, donde se podía observar lo deteriorado que estaba realmente el barco por dentro. El pasillo conectaba varias estancias ambos lados y tenia una longitud de al menos 30 metros. Al fondo del pasillo la luz del sol entraba con más fuerza, seguramente un gran ventanal se encontraba en aquella zona. Las puertas de todas las estancias estaban abiertas, rotas o


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simplemente no estaban, el suelo estaba cubierto de arena y polvo, y el techo dejaba al descubierto cables y tubos de refrigeración ahora ya inutilizados. El pasillo daba la sensación de estar en otro lugar, quizás un colegio o un edificio, pero para nada parecía un navío, eso era debido a la singular proporción de este buque y de que debían tener muchos hombres trabajando aquí, y debían estar muchos meses en alta mar.

Pasé lentamente por las estancias, buscando cosas de utilidad, mi equipo actual era muy limitado, y aparte de encontrar comida y agua, mi segunda prioridad era encontrar el modo de comunicarme con la base y pedir ayuda. Por cada estancia que pasaba, mi desanimo se acrecentaba, solo encontraba basura, muebles podridos y viejos, papeles arrugados, polvo y arena, hierro oxidado, latas de comida vacías, y un constante e irreconocible olor por doquier.

Aunque con pasos lentos y seguros, es inevitable que entre tanta basura uno sin querer golpeara alguna lata o objeto del suelo, y así fue cuando entre en la ultima estancia del pasillo de la cubierta superior, sin querer golpeé un madera que sujetaba una puerta, y esta, calló como una lápida al suelo, dando un sonoro golpe que retumbó en todo el pasillo. Inmediatamente me puse en guardia y agudicé mis sentidos, previendo que podrían haberme escuchado y de esa manera, haber puesto en alerta a cualquiera que estuviera en el barco. Me apoye la espalda contra la pared a un lado de la puerta con el improvisado puñal en mis manos, me puse en posición defensiva, y en mi otra mano tenia una barra de acero algo oxidada que me valdría para bloquear cualquier ataque que superara mi filo.

Me mantuve quieto, tenso y alerta, respirando lenta y profundamente para poder concentrar mis oídos en cualquier sonido cercano o lejano. Si yo había hecho ruido con mi entrenamiento,


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cualquier persona se le oiría venir a cientos de metros de distancia, era cuestión de tiempo.

Pasaron varios minutos y no se oyó nada, por lo que me relajé un poco y miré, asomando la cabeza lentamente el pasillo que conectaban las estancias superiores, nada se movía y nada se veía. Con los nervios en calma y con la convicción de que el lugar posiblemente estuviera abandonado, caminé con más calma hacia las escaleras que conectaban los niveles del barco. Los dos ascensores estaban inutilizables, el oxido de las puertas se había soldado con la herrumbre de la pared y eran una gran única masa anaranjada y negra. El ascensor daba acceso a 5 niveles.

Las escaleras al parecer conectaban esos 5 niveles, y seguramente lo que estaba buscando se encontraría en la cocina y en la parte inferior del barco, donde se deberían encontrar los depósitos de agua y los refrigeradores para mantener el pescado fresco.

Bajé lentamente, pues las escaleras no se encontraban en buen estado, esquivando basura, objetos que parecían esparcidos por todos lados. No me pare en ninguno de los niveles intermedios, puesto que mi mayor urgencia ahora era beber algo de agua, tenía la garganta reseca y había sudado mucho en las últimas horas.

Los niveles 2 al 4 los observé con cautela y asomándome lo estrictamente necesario, los enormes pasillos interconectaban docenas de grandes estancias, algunas cerradas y otras simplemente sin puertas. El nivel 3 y 4 era extrañamente limpio y ordenado en comparación con los niveles superiores, al parecer a estos niveles no habían llegado los vándalos o ladrones que habían limpiado y destrozado los niveles superiores años atrás. Después vendría con más calma y exploraría estos dos niveles, si el interior de las habitaciones estaba tan bien como el aspecto del pasillo, quizás podría sacar algo en claro de todo este montón de chatarra.


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El nivel 4 era el nivel donde se interconectaban los diferentes almacenes con los hornos, varias indicaciones en la pared en ruso lo indicaban. El pasillo central llegaba de lado a lado del barco, y era realmente largo y oscuro, solo era capaz de ver unos pocos metros, más allá solo se encontraba la mas absoluta oscuridad.

Un olor de óxido, a agua estancada y otra cosa… lo inundaba todo, posiblemente en el otro extremo del barco se encontraran los restos de peces, huesos y otros materiales obtenidos por el buque, aunque después de tantos años, prefería no pensar en que estado estarían o que aspecto tendrían.

Volví a la escalera dejando este nivel para otro momento y me dispuse a bajar al 5 nivel, donde deberían encontrarse los depósitos de agua. Para mi sorpresa el barco tenía otro 6 nivel, que no estaba numerado en el ascensor, por lo que antes de entrar al quinto nivel, baje por las escaleras al 6,

Pero al llegar, vi que todo estaba anegado por las aguas hasta una altura de 70 centímetros, era imposible ir por aquí. El agua era de un color amarillento y rojizo seguramente debido a la constante y enorme oxidación de todas las partes metálicas en contacto con el agua. Prefería no meterme en un lugar donde cualquier corte con esta agua empantanada y con aspecto tan insalubre pudiera darme una infección de tan conocidas consecuencias.

Una vez, hace 3 años, en un pantano de Colombia, un equipo de 5 hombres fue a rescatar un helicóptero caído en combate, en una operación encubierta. Lo que no sabíamos era que el pantano era utilizado por la guerrilla colombiana como basurero de todo el material que no utilizaban: camiones estropeados, aparatos electrónicos, armas inutilizadas, munición, basura, cuerpos ejecutados, etc. El equipo se lanzó en paracaídas desde un avión de reconocimiento, a una altura considerable, para no alertar el campamento que se encontraba a 13


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kilómetros del pantano. Para nuestra sorpresa, al aterrizar nos encontramos que nuestros pies se quedaban atascados entre dios sabe que cosas bajo el barro del pantano. Dos hombres se quedaron ensartados en barras de acero y otros objetos al soltar los paracaídas antes de tomar tierra, pensaron que el barro y agua les pararía el impacto, no fue así. El resto, nos hicimos heridas y cortes que se infectaron casi inmediatamente, haciendo que la misión tuviera que cancelarse, debido a las fuertes fiebres y infecciones que sufrimos. 24 horas después, yo y dos hombres fuimos evacuados, con terribles dolores, cuerpos hinchados y amoratados por las infecciones. Tres de los hombres murieron allí por no tener cuidado donde pisar aquel día.

Por lo tanto, sé con absoluta certeza que no me pienso meter en ese lugar y terminar pudriéndome en este lugar sin que nadie pueda encontrarme.

Di media vuelta y subí al 5 nivel, donde tendría mejores posibilidades, y donde esperaba que el agua no hubiera hecho estragos. Al pasar por la puerta principal de acceso a la zona de depósitos la visión no era nada alentadora, mas bien era decepcionante.

El 5 nivel y el 6 estaban al parecer interconectados y el agua había salido de los depósitos y congeladores hacia ya mucho tiempo para anegarlo todo. El agua en este nivel superaba el metro y medio, y los depósitos estaban semiocultos en el agua. Ratas muertas y cientos de objetos flotaban placidamente en la desagradable agua, parecida a una gran diarrea de diez millones de litros.

El agua era no potable en toda la extensión de la palabra, y con tan penoso resultado, decidí irme a la cocina que debía estar en los niveles superiores y rezar para que tengan alguna garrafa de agua medianamente potable. Yo no era un hombre que rezaba normalmente, ni que tenia ninguna religión predilecta; Casualmente después de una misión en la que tuviera el tiempo libre suficiente como para hacer


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turismo, antes de incendiar el templo del poblado o campamento eliminado, lo fotografiaba y coleccionaba, pero no podría considerarse ir a misa precisamente, ¿no es cierto? Aunque me consideraba un excelente fotógrafo.

Al girarme, abatido por las malas noticias y con una sed atroz, me encontré de bruces con un gran tablón que venia a mi cara, tan rápidamente, que no puede reaccionar a tiempo. Me quedé quieto, con los ojos abiertos de par en par, congelado por la sorpresa.

Con un gran golpe, quedé inconsciente en el suelo.

Definiciones:

Operación encubierta: Una operación encubierta es «Una operación planeada y ejecutada para ocultar la identidad de su hechor, tratando de obviar las consecuencias legales de ella. Una operación encubierta se diferencia de una operación clandestina en el énfasis para ocultar al hecho en vez de ocultar la operación per se». (Fuente: The U.S. Department of Defense Dictionary of Military and Associated Terms — Joint Publication JP1-02.

Básicamente, una operación encubierta es aquella que ira a ser conocida por el mundo o por el enemigo, pero la responsabilidad no será rastreada ni menos probada.

«Encubierta» es confundida a menudo entre los militares o civiles con «sigilosa». El sigilo y el secreto son una de las características más deseadas de las planificaciones militares y para aproximarse a sus blancos. Provee el elemento sorpresa y reduce la resistencia. Pero el sigilo no es encubrimiento, y el encubrimiento no es sigilo.


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Capitulo 4

“Supervivientes”

***

- Coronel, debería tomarse más en serio esta partida, o perderá todo su dinero.- dijo sarcásticamente el capitán Meyers, sentado frente a mí.

- No tema por mi, capitán, se muy bien lo que hago.- le respondí con seriedad y acritud.

Eran las dos y media de la madrugada y la partida de cartas había durado ya más de 3 horas, prácticamente la mayoría de los jugadores se había retirado con perdidas enormes y observaban desde sus asientos con caras cansadas y miradas perdidas. Solo quedábamos tres jugadores en la mesa, el capitán Meyers, un jugador empedernido con una suerte pasmosa, el coronel Rico, que no tenia tanta suerte como Meyers, pero tenia una facilidad extrema para recuperarse, y


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finalmente yo mismo, que desde hacia veinte minutos estaba perdiendo tres mil dólares y la cosa no tenia pinta de mejorar.

Me sentía furioso y nervioso, no era la primera vez que Meyers me limpiaba y me dejaba con lo puesto, pero por todos mis muertos, que son muchos, que no lo permitiría esta vez.

- Tienes demasiada suerte Meyers… - Dijo Rico, observando atentamente sus cartas y saboreando su habano. –…y no te durará mucho tiempo.

- Es posible, pero hoy me queda suficiente suerte para limpiaros a los dos. – dijo sonriente y eufórico Meyers, descubriendo sus cartas sobre la mesa.

Como era demasiado habitual, Meyers descubrió una jugada maestra y posiblemente imbatible, un póker real. Rico y yo nos miramos con cara mezcla de asombro y de rabia contenida, pues no era la primera vez que sacaba ese maldito póker. Mis manos temblaban, no por el cansancio, sino por la rabia que hervía dentro de mi desde hacia media hora y que estaba a punto de ebullición. Me conocía bien, y si mezclaba varias copas, una larga y costosa noche de póker, varios jugadores que odiaba más que a varios enemigos a los que había degollado con sumo placer, obtienes una situación profundamente incomoda y de desagradables consecuencias.

- ¿Qué le ocurre coronel? ha vuelto a perder, ¿verdad? – dijo Meyers sarcástico, mirándome fijamente y sonriendo victorioso. – ¡Ha perdido una vez más!

Sin poder contenerme, algo se rompió dentro de mí, mi cabeza comenzó a dar vueltas, como si alguien gritase por querer salir, y me lancé sobre él, apartando de un manotazo la mesa, levanté mi puño en alto y…

***


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Malditos sueños… ya no sabía con claridad si eran reales y habían ocurrido, o por el contrario eran simples pesadillas. Me incorporé sobresaltado, con mis puños listos para golpear, pero mis manos estaban esposadas a una tubería mediante una cadena. Intente forcejear, pero era inútil, las cadenas eran muy gruesas y no podría romperlas ni con una tenaza de zapador. Frente a mí, había un bidón de gasolina oxidado y corroído de donde salían unas llamas, con las cuales se alumbraba penosamente una habitación completamente vacía, aunque no menos limpia que el resto del barco. Una curiosa y peligrosa manera de iluminar una habitación cerrada.

¡Me habían sorprendido por la espalda!, y no se si estaba mas fascinado por el hecho de que hacia años que nadie me había sorprendido de esta manera o por el hecho de que cuando tuviera las manos libres le iba a destripar con mucha calma.

Miré a mí alrededor buscando la manera de liberarme, buscando algún objeto que me permitirá romper las cadenas o abrir esas toscas esposas a las que me encontraba fatídicamente atado. Desistí de inmediato, al oír unos pasos que se acercaban.

La puerta rechinó al abrirse, y dos hombres entraron lentamente en la habitación.

- No deberías malgastar tus energías intentando escapar, Sangrante. – Dijo un joven vestido con ropas viejas y sucias. Era un chico de no más de 16 años, flaco y de cuerpo fibroso, con una altura de no mas de metro ochenta, tez muy morena y oscura, con pelo moreno y corto, que portaba un arma muy vieja y deteriorada. Juraría que era una M16, pero daba realmente pena verla...

- No sé quien pensáis que soy, chicos, pero estáis cometiendo un error… -dije malhumorado.


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- ¡¿Un error?! ¿Qué error podemos cometer con alguien como tú?- gritó el joven, acercando el cañón del arma a mi rostro de forma amenazante.

- Silencio, por favor. – interrumpió el otro, que parecía el mayor de los dos, el cual se ocultaba bajo una pesada y andrajosa tunica marrón y negra. La voz de éste, era de un hombre mayor o un anciano, no estaba seguro.- En este lugar no podrán encontrarte tus amigos, así que más vale que nos digas qué hacías por aquí.

- Mirad, si lo que queréis es dinero o pedir un rescate por el material del aterrizaje, os diré que el ejército no hace tratos con secuestradores ni piratas. – les dije con calma, esperando que entendieran que habían secuestrado a la persona menos adecuada.

- ¿Ejercito? No pareces un soldado ario, ¡sino mas bien un asqueroso sangrante! – dijo el joven nervioso.

- He dicho silencio, Jara. Y el silencio es la abstención de hablar o en su defecto la falta de ruido. – Corto nuevamente el anciano al joven. – y ahora, trae algo más de luz para que le veamos el rostro a nuestro invitado.- ordenó con calma al joven.

- Si… pero… - dudó el joven Jara.

- Ve, no temas. No estoy desarmado. – dijo el anciano indicado que se fuera con una mano.

- Mire amigo… no estoy de humor para secuestros ni piratería cutre… soy un comando de la marina de los Estados Unidos y he tenido una semana muy jodida, por que no me suelta, me largo de aquí y nos evitamos un montón de desagradables sorpresas. ¿Eh?

- ¿Marine? ¿Estados unidos? Entonces es usted un Ario…-dijo el anciano, quedándose pensativo. - ¿Dónde se encuentra el resto de su unidad?- me preguntó.


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- ¿Unidad? No tengo ni la menor idea, es posible que desperdigados por toda la tierra a estas alturas…- dije sarcástico.

- No se tome a broma mis preguntas, soldado. Los Arios en estos paramos son empalados, desangrados y cabalizados por los sangrantes, debería usted saberlo.- dijo totalmente serio el anciano.

- Oiga, no me lo tomo a broma, le estoy diciendo la verdad. Mi equipo creo que evacuó una estación orbital científica hace unas horas por un accidente, y ahora no se donde demonios han caído, ¿comprende? – expliqué con calma.

- ¿Esta diciendo que viene del espacio? ¡Pero que desfachatez! ¡Los omnipresentes Arios os creéis que los demás somos unos inútiles incultos, ¿no es cierto?! – dijo el joven Jara, que en ese momento entraba por la puerta con una rudimentaria lámpara apagada.

- Jara… -dijo el anciano suavemente.

- si, perdóneme… silencio.- repitió Jara, conectando la lámpara a una batería pequeña y oxidada que llevaba en la otra mano.

- Conozcamos con más detalle a nuestro invitado Ario.- dijo el anciano, descubriendo su rostro y acercándose a mí. Para mi repulsa, el anciano parecía tener cientos de años, su cabello blanco y despeinado, con barba grisácea y larga, miles de arrugas en un rostro mal nutrido y enjuto, tenía un aspecto mas parecido a una momia milenaria que a un ser humano vivo. Tenía un rostro demasiado flaco, sus labios estaban quemados y resecos, sus dientes estaban ennegrecidos por la falta de evidente aseo y tenía algunos tatuajes desconocidos para mí, en el rostro y manos. El extraño anciano tenia la tez muy morena, como el joven Jara, los dos parecían ser familiares de algún hombre negro o de aborígenes de la zona.

Jara dio al anciano la rudimentaria lámpara, y este se acercó a mí, alumbrando mi rostro. El anciano se quedo petrificado al verme


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con mas claridad, y acercó aun mas la lámpara, examinándome como lo haría un medico profesional. Puso especial atención, por razones que en ese momento desconocía a mi rostro y la textura de mi piel. Pero, ¿Por qué motivo? Ni idea. Estaba claro que estos dos estaban locos de atar.

- Jara… ve y llama a Helen, debe ver esto. Date prisa. – dijo el anciano al chico, con un evidente nerviosismo que comenzaba respirarse en el aire.

El anciano no dejaba de observarme tan detenidamente como lo haría un arqueólogo a una pieza recién adquirida. Me miraba con ansiedad e incredulidad, como si era la primera vez que viera a un ser humano. Era posible que fuese la primera vez que se topaban con un norteamericano, puesto que su ingles, aunque entendible, era tosco. No conseguía saber de donde demonios era el acento que tenían estos dos, y era algo que me molestaba, ya que soy muy bueno descubriéndolos.

A los pocos segundos, mientras el “doctor” me observaba con incredulidad mis ojos y la forma de mis orejas, la puerta de mi celda chirrío abriéndose, y dos personas entraron. Jara venia acompañado de una chica, de unos treinta años, no muy bien vestida, pero con bonitas formas. Era de tez oscura como todos los presentes y con un cabello negro largo que le caía hasta los pechos. Llevaba unos ropajes no mucho mejores que los del muchacho, que le tapaban todo el cuerpo, una pesada capa marrón de tela vieja completaban sus ropajes. Su rostro era bello, realmente bonito, de ojos grandes y rasgados, labios carnosos… me recordaba vagamente a una camarera que conocí en Boston, en mi fatídico viaje… del que ahora no hablaré, pero en la que tuve que invertir trescientos dólares de copas y hotel, para poder tener algo de interés con ella. A veces lo bueno sale caro.

- ¿Qué ocurre, padre? – Preguntó la mujer, mirándome con desprecio.


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- Acércate y mira esto. – dijo el anciano, alumbrando con la lámpara mi mejilla y mentón.

- No deberías acercarte a ese salvaje, padre.- dijo la mujer, sacando una pistola automática ennegrecida. – Es peligroso.

- Este hombre no es un sangrante, y menos aun un ario. Pero necesito que lo veas con tus ojos y me des tu opinión. Acércate. –invitó a su hija, señalándole con la mano que se acercara. Suponía que eran familia, dado que se llamaban de esa manera.

La mujer, con resignación, se acercó lentamente, pero sin soltar la pistola en todo momento. La apuntó directamente a mi pecho y se agachó al lado de su padre. Su rostro pasó en pocos segundos de una expresión de seriedad y cautela a una expresión de sorpresa e incredulidad.

- Padre… ¡es blanco! – dijo la mujer sorprendida, mirando a su padre.

- Si, es blanco, totalmente blanco. Y su estructura craneal es normal, sin deformaciones o alteraciones.- repitió su padre mirándola con una mezcla de alegría e incredulidad.

- Pero… ¿Cómo es posible? No… - balbuceo la mujer observándome sorprendida.

- No lo sé, aun debo hacer algunas pruebas para descartar mutaciones o radiación. Pero…

- ¡Ey, Ey, Ey! ¡Quietos ahí! ¿De qué radiación o mutación habláis? No se quien creéis que soy, pero si soy un prisionero de guerra, debéis tratarme como tal. ¿De acuerdo? – dije cansado y esperando una reacción de esos tres locos que me tenia retenido.

- ¿De dónde vienes, extranjero? – Preguntó el anciano, con más suavidad.


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- No estoy del todo seguro, desde que me estrellé no recuerdo las cosas con claridad, tengo unos malditos dolores de cabeza que no me dejan pensar… pero creo que vengo de la estación espacial Surveyor. Soy el capital Bruce A. Campbell, y he tenido un accidente a pocos kilómetros de aquí. En pocas horas vendrá el ejército y el equipo de la NASA a buscarme y estaréis metidos en un buen lío. Así que para ahorrarnos problemas, ¿Por qué no me desatáis? – dije sonriendo, intentando suavizar la situación.

Los 3 me miraron entre asombrados y extrañados, no estaba seguro, si es que no me habían entendido ni una sola palabra de lo que les había dicho, o que no me había explicado con suficiente claridad. Les señalé con la mano el parche que llevaba mi camiseta donde se veía claramente el logotipo de la NASA y la bandera de Estados Unidos, y después señalé enérgicamente las dos barras plateadas en mi hombrera, que eran mis galones de capitán.

- Estáis reteniendo a un soldado y astronauta, y eso es algo muy serio. – dije con claridad, haciéndoles entender que habían secuestrado a la persona incorrecta.

- ¿Un astronauta? Desconocemos ese término, amigo. Pero la bandera que llevas en el hombro es del ejército Ario… pero es imposible…- señaló el anciano llevándose una mano a la barbilla, pensativo.

- Padre, ¿la NASA de la que habla no era la agencia espacial? Nos hablaste de ella alguna vez. – preguntó Jara al anciano. ¿Era realmente su padre?

- Si, es correcto. Hubo una agencia que llevo el hombre a la Luna y otras proezas en el antiguo mundo. Pero de eso hace ya mucho tiempo, amigo. – le respondió el anciano. Se giró hacia mí y me miro fijamente -¿De donde has salido? ¿Eres un experimento del ejército ario?


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- ¡¿Ejercito ario?! ¡No se de que demonios me hablas! ¡Maldición! ¿Dónde demonios estoy? ¿Australia? ¿Afganistán? – dije malhumorado, todo aquella broma estaba sacándome de quicio por momentos.

- Esto es America amigo, estas en Texas, Estados Unidos. – dijo el anciano.

- ¿Texas? ¡No me lo puedo creer!, tíos, os habéis metido en un lío de cojones… ¡soy un puto capitán del ejercito! ¡Soltadme! – dije furioso. El pensar que estaba en casa, y que unos paletos me habían retenido en un barco de mierda en medio del desierto, me sacaba de mis casillas cada vez más.

- Un momento, soldado. Mantén la calma, por favor. Si eres un soldado, y es evidente que no perteneces al ejército ario, eso quiere decir que el antiguo gobierno esta reactivándose. ¿Es eso cierto? – me preguntó el anciano con calma.

No entendía nada de lo que me decían, y la frustración de estar esposado a estas mohosas tuberías me estaba poniendo furioso. Se lo difícil que es contenerme y lo complicado que es tratar con un loco; no era la primera vez que trataba con gente a la que le había dado el sol demasiado tiempo, y al final solo habría una solución para ellos, una bala en la cabeza.

- No sé de qué manicomio os han dejado salir, pero os aseguro que cuando salga de aquí yo os voy a… - comencé a decir, pero una voz metálica que comenzó a hablar me interrumpió, la voz surgía de dentro de las túnicas del anciano, al parecer tenia un walkie.

- ¡Padre Janos, Martin y sus muchachos han atacado un convoy de abastecimiento de la hermandad que se dirigía a Fort Worth! ¡Creemos que tomaran represalias en las próximas horas! ¡Necesitamos ayuda! – gritaba la voz nerviosa desde el walkie.


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- Tranquilo, John. Dime exactamente donde ha atacado Martin y donde se encuentra ahora.- dijo el anciano, manteniendo la calma.

- Estamos en la colonia de Salvación, Martin está escondido en entre la gente de la colonia, seguramente en los almacenes clandestinos que ha montado con su gente allí. Pero la hermandad arrasará el pueblo primero y después se pondrá a buscar sus cosas… ya sabes como funcionan.

- Si, lo sé, y eso es un gravísimo problema. El Coronel Kreiss lleva tiempo esperando una escusa para limpiar el poblado y eliminarnos.- Dijo el anciano pensativo. – Saldremos inmediatamente para allí. Mientras tanto, comunícate con el comandante Terry de la base central y que envíe camiones para la evacuación. No nos esperéis, estamos a más de dos horas de la colonia, evacuar a todo el que puedas, comenzando por niños y mujeres. ¿Ha quedado claro?

- De acuerdo, padre. El comandante Terry no estará muy contento con esto…- dijo la excitada voz al aparato, y se corto la comunicación.

- No, no lo estará en absoluto. –Dijo el anciano sin apretar el botón de respuesta.

- Bueno, “soldado de la NASA”, ahora quizás nos seas de algo de utilidad. – me dijo el anciano, mirándome con seriedad.

- Ya os he dicho que el ejército no negocia con secuestradores ni terroristas…- dije abatido y cansado, de explicarme una y otra vez.

- Ahora veremos a que esta dispuesto Kreiss para recuperar su preciado experimento. – Me dijo el anciano, sonriéndome levemente.

Estos locos y sus locas historias… Esto no tenia buena pinta, no.


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Capitulo 5

“La verdad”

El cochambroso camión, había tomado una velocidad considerable pese a su penoso estado, y en su interior todo se movía bruscamente de un lado para el otro mientras rodaba por las onduladas dunas del desierto. De vez en cuando daba un ligero salto, y al volver a tomar tierra, mi cuerpo se golpeaba con la metálica silla de la parte de atrás del camión, a la que estaba atado. Después de más de una hora de marcha, tenía la espalda hecha polvo, los continuos golpes, movimientos bruscos que tensaban las cuerdas y las esposas, me había dejado la espalda dolorida y tensa. Me habían atado a la parte trasera, con la lona de la zona de carga echada para proteger toda la mercancía del sol, yo incluido. Me encontraba junto con un montón de cajas de diferentes tamaños, la mayoría de madera y metal, varios bidones, seguramente de agua y combustible, y varias cajas de municiones, fácilmente identificables, por las marcas impresas en ellas.


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Finalmente, el camión aminoró la marcha y se fue deteniendo lentamente. El motor resonaba como si tuviera 100 años, y pese a estar quieto sobre la arena, todo vibraba en su interior, como si estuviera a punto de desmontarse pieza por pieza.

Durante esa fatídica hora, no había escuchado nada, el gastado motor y su ensordecedor sonido lo colmaba todo, y no era capaz de escuchar ni una sola palabra de la que hablaban los tres tripulantes que se encontraban en la cabina del camión.

Para mi deleite, docenas de moscas habían encontrado la manera de entrar dentro del camión y martirizarme una y otra vez con su molesta presencia. Intentad estar 1 hora atados a una silla con docenas de moscas en vuestro rostro y os haréis una idea del cabreo que puedo llevar encima…

Con un sonido metálico del freno de mano, el conductor del camión desconectó finalmente el motor, y el viejo vehículo se quedo mudo. El tan añorado silencio volvió a reinar y pude centrarme en escuchar que ocurría fuera del camión y que planeaban esos tres locos para conmigo.

Lo primero que note era el inconfundible olor a humo y muy concretamente, el aroma de la carne humana quemada, para muchos considerada un hedor horripilante, pero a la cual te acostumbras en determinadas circunstancias y terminas cogiéndole cariño.

Ahí fuera, sin lugar a dudas, había habido una batalla, el olor a pólvora, vehículos carbonizados y otros tan característicos de una refriega, lo inundaba todo por igual. Pero si aun me quedaría alguna duda, que no la tengo, el llanto de horror de la mujer que acompañaba al viejo y al chaval, me lo confirmó doblemente. Algo gordo había pasado ahí fuera, y por lo que parece habíamos llegado tarde.


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Alguien se acercó caminando por un lateral del camión hasta la parte trasera y abrió parte de la lona. El anciano, cubierto completamente por sus ropajes, subió junto a mí y se acerco a mi lado, me desató de la silla pero no libero mis esposas; desde fuera, la malhumorada chica me apuntaba con su rifle, evitando por supuesto, que hiciera alguna tontería.

- Tu gente ha cometido un crimen… que no puedo describir. – Dijo el anciano bajando su capucha, con voz apenada y triste, completamente abatido.

- Mire amigo, “mi gente” como usted dice, no hace ataques de esta clase en territorio americano, es demasiado… como decirlo… ilegal. – le intenté explicar.

- Dejémonos de tonterías, soldado, no estoy para juegos. Puedes irte. – dijo con voz apagada, mientras abría las esposas con una llave oxidada.

- Parece que empezamos a entendernos… - dije sonriente, mientras masajeaba mis muñecas doloridas por las esposas.

Mientras tanto, desde fuera, la voz de Jara, el chico, maldecía con palabras hasta aquel día que nunca había oído, mientras que la mujer, sollozaba en bajo, intentando que nadie la oyese sin conseguirlo. Sea lo que sea que había ocurrido ahí fuera, tenía que ser digno de ver…

- Así que mis chicos están ahí fuera y me va a entregar tranquilamente, sin pedir rescate ni nada a cambio, ¿verdad? – le pregunté al anciano, que se había sentado abatido, sobre unas cajas.

- Si, eres libre de irte donde plazcas. Aunque tu gente no esta ahí fuera, solo hay un montón de cadáveres y de muerte…- me dijo, afligido.


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- No me jodas… ¿me vais a dejar en medio del puto desierto? – pregunté cada vez más indignado.

- Podemos darte agua y algo con lo que cubrirte del sol, pero no podemos acompañarte más. Antes de irte, ¿me harías un favor? – me dijo el anciano, alicaído por los acontecimientos.

- ¿Hacerte un favor? ¡Por supuesto!. – Dije sonriente, a la vez que me lancé sobre él, le agarré del cuello con una llave bien entrenada, y le desarmé. En tan solo medio segundo, lo tenia aprisionado con mis brazos y su pistola semiautomática 9mm modelo fn750 parabellum era mía. Una excelente pistola 9x19 mm parabellum extraordinaria.

Con ella en la mano derecha, y teniéndolo atrapado con mi brazo izquierdo, apunte el arma a su sien, y lo giré para que cualquiera que estuviera fuera y quisiera entrar, viera la escena con claridad cristalina. El sonido del ligero forcejeo del patético anciano, alertó a la mujer y al chico, y como era previsible, abrieron la lona, con sus armas apuntando al interior.

- Yo me lo pensaría dos veces antes de disparar… - dije sonriente, ahora los tenia donde yo quería. Era evidente que este anciano, aunque fuese o no su padre biológico, era alguien valioso para esos dos, y lo respetaban como si fuera su líder.

- ¡Suéltale, ahora! – Gritó el chico, con un creciente nerviosismo y miedo; sus manos temblaban y su arma apuntaba ineficazmente a mi cara.

- ¡Suelta al Padre Janos! ¡Él no es un luchador, no ha hecho nunca daño a nadie, Por favor! – Dijo la bella mujer, apuntando con su oxidado rifle hacia mi rostro.

- Me importa una mierda quienes seáis o lo que hagáis, pero me habéis secuestrado, golpeado y retenido ilegalmente en suelo americano, debería mataros ahora a los tres, y ya se me ocurriría algo


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como escusa. –dije apretando la pistola sobre la sien del anciano, el cual se mantenía extrañamente silencioso y tranquilo.

- Quiero que me des un móvil, o cualquier manera para comunicarme, inmediatamente. – solicité con seriedad y decisión.

Normalmente un rehén, es una persona capturada para obligar a otra persona, organización o nación a cumplir unas condiciones dadas. Tomar rehenes siempre supone una amenaza para el propio rehén y para la parte coaccionada, ya que obligas a llevar al límite a personas técnicamente secuestradas y amenazadas de muerte. Hoy en día, esto se considera un delito, y en determinados casos incluso un acto terrorista. Sin embargo, y dadas las circunstancias, me he visto obligado a poner en su sitio a estos tres chiflados. Además, la captura de rehenes tiene un largo historial militar que data de hace miles de años, y como buen militar que soy, no voy a desperdiciar una oportunidad tan clara de darle la vuelta a la tortilla.

El chico y la mujer estaban muy nerviosos, sus manos temblaban y las armas con ellas; eso no era nada bueno. Siempre que me encontraba en una situación similar, me venia a la cabeza aquel pueblo olvidado de la mano de dios en el Oeste de Colombia, del que ni recuerdo el nombre.

Un grupo de los mejores hombres de mi unidad fueron desplegados en una zona caliente, para poder realizar una misión de destrucción y limpieza, en la que debíamos acabar con las actividades de varios laboratorios clandestinos de droga y otros productos problemáticos para el mundo libre. Como era habitual, y mas seguro, tomamos como rehenes a los familiares de los dueños de los laboratorios, para de esta manera, cortar su posible huida y además, utilizarlos como moneda de cambio llegado el caso. No éramos un equipo muy ético, y nos regíamos por nuestras propias normas, las cuales nos salvaron muchas veces de caer en la trampa del protocolo


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militar, y perder la vida. Al llegar el punto más tenso de la misión, teníamos a dos mujeres y a sus hijos apuntados con sendas pistolas y estábamos en mitad de una angustiosa negociación, donde por un lado las mujeres gritaban pidiendo ayuda, y por el otro los hombres, coléricos, nos apuntaban con todo un arsenal con unas manos temblorosas. Para nuestro asombro, y repentinamente, los hombres comenzaron a disparar, y aquello se convirtió en una pesadilla de balas y de sangre. El líder de aquellos infelices, viéndose acorralado y vendido por sus propios matones y trabajadores, disparó en primer lugar a una de las mujeres retenidas, desencadenando una lluvia de balas en las dos direcciones, con resultados catastróficos. Ningún rehén sobrevivió y ocho de mis diez hombres cayeron ese día. En resumen, no hay que tensar la cuerda demasiado, o se rompe…

- No quiero problemas. En cuanto me deis un modo de comunicarme, dejaré libre a este hombre, sano y salvo. – dije, suavizando mi tono de voz y intentando relajar el ambiente. – Tú, chico, seguro que tienen un móvil por ahí, pásamelo.

-¿Un móvil? ¿Qué demonios es un móvil? – Preguntó el chico desconcertado, sin dejar de apuntarme,

- Un teléfono, joder, un teléfono móvil.- Dije malhumorado.

- No tenemos ningún aparato con ese nombre, pero tenemos una radio, aunque no funciona muy bien. – explicó el anciano, apartando su túnica.

- Excelente... – dije observando el aparato que tenia oculto bajo la túnica. – En cuanto a vosotros dos, soltad las armas y apartaros de la puerta. – les dije a los dos que se encontraban fuera.

Bajo su túnica, el anciano tenía atado a su cinturón, una vieja radio de radio-aficionado bastante potente, comúnmente llamado “walkie talkie”, que aunque tenía un aspecto desgastado y centenario,


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funcionaba al parecer a la perfección; Este tipo de aparatos, en terreno descubierto como en el que nos encontrábamos ahora, tenía un alcance excelente. Este aparato era el mismo que había utilizado en el barco para hablar con alguien unas horas antes.

Con energías renovadas ante tan buenas noticias, tome el walkie y empuje al anciano, sin dejar de apuntarle, para que saliera del camión delante de mí.

- No es buena idea salir sin que te protejas, amigo. – Dijo el anciano, justo cuando estaba al borde de la puerta del camión. – Si sales al sol, morirás.

- ¡Padre! ¡No ayudes a ese bastardo!- gritó furiosa la mujer.

- Lo último que quiero, Helen, es que Kreiss tome nuevas represalias contra otra colonia por que este hombre muera. – explicó el anciano.

- Cúbrete el cuerpo que tengas al descubierto con una capa de esa caja y no dejes que el sol toque tu piel. – continuó el anciano, señalando una caja de provisiones dentro del camión.

Era evidente, que el sentido común, al fin, había hecho acto de presencia entre estos tres locos, y en conclusión, se habían dado por rendidos. Seguramente el miedo a retenerme y a las graves consecuencias de sus actos, habían hundido la posibilidad, si es que la había, de pedir algún tipo de rescate por mí. Por lo que abrí, antes de salir, una de aquellas cajas, tomé una sucia tunica, de un color entre negro y marrón, con un olor mezcla de aceite de motor y orina, y me la puse a mi alrededor, resguardándome del implacable sol del exterior. Finalmente empujé al anciano con la pistola y le saqué fuera del camión.

La luminosidad del exterior me cegó momentáneamente y tuve que cerrar unos segundos los ojos, el sol estaba ya en una posición muy


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alta y me deslumbraba literalmente; después de estar varias horas en la oscuridad del barco y después en la parte de atrás del camión, mis ojos se habían acostumbrado a las tinieblas y no estaban preparados para tal desmesurada claridad. Mirando hacia el suelo, para aclimatar mi vista, observe por largas sombras que proyectaba el camión, que quizás eran las 5 o 6 de la tarde, y como estaba siendo habitual desde que llegué a tierra… hacia un calor inhumanamente ardiente.

Sin dejar de apuntar, y teniendo bien agarrado al anciano, levanté la vista para estudiar el terreno y aclarar todas mis dudas sobre qué había ocurrido en el exterior, en ese lugar al que me habían traído.

Al llegar a este punto, y antes de describir lo que vieron mis llorosos ojos, aclararé que he visto muchas batallas en mi vida, quizás demasiadas, y casi siempre he estado en el lado vencedor, ya sea por superioridad técnica o por humana, pero al fin y al cabo, en el lado ganador.

Y tomando esto en cuenta, puedo afirmar con certeza, que he visto suficientes campos de batalla, como para diferenciar lo que es una masacre indiscriminada sin ningún tipo de control, y la que es una operación de limpieza quirúrgicamente ejecutada. Las dos obtienen el mismo resultado, eliminar una posición, pueblo, campamento o lo que se tercie, pero se diferencian en varios detalles, algunos sutiles y otros no tanto, que unos ojos militares entrenados pueden fácilmente identificar y diferenciar.

El primero, la masacre indiscriminada, es un acto de cólera, violencia y tiene como objetivo, destruir lo mas rápidamente posible, de la peor forma posible y dejando claramente a la vista los actos realizados. Este tipo de acción, es muy habitual, aunque cueste creerlo, en muchos lugares del mundo hoy en día, y la mayoría de las veces, son acalladas por avergonzados gobiernos irresponsables, que no saben como tratar con esos terroristas o revolucionarios. Estas acciones


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tienen como objetivo hacer daño, ensañarse con el objetivo y producir terror en los que viven para contarlo. Esta es una clásica masacre, que solo tiene como objetivo dar un mensaje claro a alguien.

La segunda en cambio, es una organizada acción, en la que habitantes y con toda seguridad el lugar al completo, desaparecen del mapa sin dejar rastro; pruebas o detalles son evaporadas para que no puedan evidenciar al causante. Con este tipo de acción, gobiernos de todo el mundo, realizan misiones en lugares recónditos y ocultos, donde grupos paramilitares, terroristas o laboratorios de droga, acampan a sus anchas. La mayoría de las veces, y por razones evidentes, este tipo de misión jamás se revelan a la opinión pública.

Esta que tenia ante mi, era una autentica masacre, sin ninguna ética o piedad; todo un campamento, construido sobre un terreno algo mas fértil que el ardiente desierto que habíamos dejado atrás, había sido completamente arrasado y calcinado. Un centenar de cuerpos estaban amontonados en el centro de aquel asentamiento, en una especie de plaza central, posiblemente les habían reunido allí a todos a punta de pistola, y una vez que estuvieran concretados y rodeados, los habían ejecutado en masa, sin ninguna piedad. A los lados de aquella dantesca plaza, varias cabezas de aquellos ejecutados estaban ensartadas en sendas estacas, formando un macabro círculo alrededor.

Aquellas ensangrentadas cabezas, poseían un atroz gesto en sus rostros que me causaron un retortijón en mi estomago; el hecho de que no hubiera comido nada en todo el día, no impidió que sintiera ganas de vomitar ante tal atrocidad. Aquellas cabezas habían sido cortadas o arrancadas mientras aun estaban vivas, no cabía duda.

Posiblemente, los que habían realizado tales actos, habían permitido ver a sus captores, como esos pocos seleccionados eran asesinados de forma tal atroz, causándoles un profundo terror antes de


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matarlos. Estaba observando algo realmente fuera de lo común, que se escapaba a mi experiencia como profesional.

Observé los detalles de resto del lugar, y descubrí que la masacre no se resumía en esa pavorosa plaza central, sino que en algunos edificio, aun humeantes, había gente clavada en la pared, crucificados, los cuales habían ardido con la casa, mientras esta se carbonizaba lentamente. Sus rostros indicaban que aun continuaban con vida cuando la casa ardía…

A los pies de algunas de aquellas casas, bajo el desafortunado crucificado, se encontraban varios cuerpos tumbados boca a bajo, y un charco seco de sangre les rodeaba. Los bastardos no habían tenido piedad con el desdichado que se quemaba, degollando posiblemente a su familia frente a él. Pero… ¿Por qué?

Violaciones y asesinatos era una cosa, pero arrancar cabezas delante de sus familiares, para después fusilarlos a todos, era sin duda, un acto de violencia que superaba todo lo que había visto, al menos en el mundo supuestamente civilizado del siglo XXI. Tales actos, era una practica medieval, quizás aun mas vieja… No podía entenderlo. ¿Qué grupo terrorista había hecho tal cosa en suelo americano? ¿Por qué matarlos de esa manera? ¿Qué objetivo tenían? No podía entenderlo…

Me quedé paralizado, sin saber que decir, con la mente ofuscada por lo que veían mis llorosos ojos.

- Esto es lo que hace tu glorioso ejército… - Dijo apesadumbrado el anciano, mirando la pila de cadáveres.

- Esto no lo ha hecho ningún ejercito que yo conozca, no tiene sentido…- le respondí, dudando de mis propias palabras.

- Este es el proceder del ejército Ario desde que llego a Texas, esto no es nada nuevo. – Dijo sollozando, Helen.


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- No se de que ejercito de habláis, no conozco a ningún ejercito Ario, ¿es quizás algún tipo de secta de la zona? – pregunté con mas calma.

- ¿Secta religiosa? No, amigo, para nada, es el ejército que ha invadido todo Estados Unidos desde hace más de 50 años. Tu ejército. – dijo señalando la bandera que tenia mis ropas. La gloriosa bandera de barras y estrellas.

- Maldita sea, no se de que me estáis hablando… no entiendo nada…- me sentía mareado por momentos, el olor a carne quemada, el estomago vacío y el sofocante calor, me estaban pasando factura.

Sin poder mantenerme en pie, y sintiéndome débil, hinque las rodillas en el suelo, soltando al anciano. No pude mantener la presión sobre la pistola, y la solté, cayendo sobre la arena. Parecía que había perdido todas mis fuerzas, y mi cuerpo agotado y cansado, dejaba de responderme. ¿Qué demonios me pasaba? Había estado en situaciones peores, sin agua y sin comida en desiertos similares a este, pero por más que lo intentaba, el calor sofocante estaba pudiendo conmigo.

Finalmente, y sin poder hacer nada por evitarlo, me desmayé.


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Capitulo 6

“Un sol abrasador”

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El policía militar golpeó los barrotes con su arma reglamentaria, y gritó con su chirriante y molesta voz; me despertó de un incomodo y dantesco sueño, del cual estaba desde hace horas deseando escapar sin éxito. ¿Dónde me encontraba?

- ¡Despiértese y vístase de inmediato, hoy tiene la vista! ¡Cerdo!.

Me incorporé en mi celda, con la camiseta empapada y observe como había dejado la cama, estaba completamente mojada. Fruto de una de muchas penosas noches, donde las pesadillas eran mi única compañía.

- Volveré en 5 minutos, mientras tanto, vístase adecuadamente e intente aparentar ser un jodido soldado esta mañana ante el juez. Maldito bastardo. – Gritó burlonamente el policía militar, mientras se alejaba a una sala contigua, destinada a los policías que custodiaban las 24 celdas de la prisión militar de la base de Grants.

La base de Grants, era públicamente, una base militar de abastecimiento, suministro de munición a otras bases y donde se


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desarrollaban algunas de las armas que en un futuro, se utilizarían para combatir a los malos, al menos, eso es lo que oficialmente se contaba. En realidad, Grants, era un montón de cosas diferentes, cada una no mucho mejor que la anterior, la mayoría de alto secreto, y la otra minoría, simplemente no existían.

Era un lugar donde científicos y militares danzaban un baile conjunto y se creaban las armas más inútiles e increíbles que se pueden llegar a construir por la mente humana. Bombas de agua, capaces de implosionar un área del mar al completo, balas de acido, capaces de hacer un agujero a un tanque y matar a los ocupantes con un gas tóxico, granadas de sonido que dejan sordo a un batallón completo de por vida, anulando su combatividad, y muchas otras cosas terribles de las que ni tuve, ni tendré conocimiento jamás. Todo esto, toda esta información, te pudre por dentro, no solo por el mero hecho de que existan cosas así, que existen, sino por el hecho de que las prueban una y otra vez, en lugares habitados, para poder obtener resultados fiables y reales.

Pero Grants, no solo era un gran laboratorio armamentístico, también desde allí se planificaba muchas de las misiones clandestinas en otros países, a las cuales se enviaban comandos para todo tipo de tareas. Sobra decir, que era todo totalmente secreto y nunca se hicieron. Como todo lo que ocurría en la base, se quedaban en la base, los altercados, problemas o conflictos internos, se solucionaban a puerta cerrada, y también se ocultaban. Dada la presión a la que estábamos sometidos, no era de extrañar, que de forma mas frecuente de la que debería, alguien se suicidaba, moría de manera desconocida o era simplemente, asesinado.

Dados los múltiples y cada vez más frecuentes disputas y jaleos nocturnos, la base abrió una prisión donde encerrar a todos aquellos que se habían pasado de la raya, como yo.


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Me levanté penosamente, aun me dolía la cabeza de la noche anterior, me acerque al espejo y observe mi patético estado físico; tenia el labio partido, varios moratones por el rostro, y tenia la ceja derecha hinchada y morada. ¿Qué había ocurrido esta vez? No lo recordaba.

Pese a mi aspecto, no sentía nada, no me dolía nada. Tenia resaca si, pero no me dolían las heridas de mi rostro, todo mi cuerpo estaba adormecido y fatigado por la falta de sueño, y no podía pensar con claridad.

- ¡¿Aun sin vestir?! ¡La ley no espera por usted Coronel, sino esta listo antes de 2 minutos, le llevare tal y como esté, a rastras! – Gritó malhumorado el policía militar. Todas las celdas estaban controladas por cámara, y todas ellas, podían vigilarse cómodamente desde la sala de control, donde se encontraban los MP.

- ¡Déjame en paz! ¡Joder! – Grité malhumorado. La resaca, me pasaba factura.

- ¡¿Al fin recorre sangre por sus venas, coronel?! Ahora que ha tomado conciencia de su situación, vístase de una puta vez; su juicio comienza en 10 minutos, y tengo deseos de conocer que van a hacer con usted. – Comentó irónicamente desde el pasillo.

- ¡Que te jodan! ¡Que os jodan a todos! – Grité furioso.

- ¿Sabe, Coronel?, me encantaría no llevarle a la vista del juicio y que el juez decretase la pena máxima para usted, pero entonces yo me llevaría la peor parte, por no hacer bien mi trabajo y no puedo permitirlo. ¡¿Ha entendido, coronel?! Vístase ahora mismo o tendremos que hacerle una visita mis compañeros y yo como la semana pasada y no le va a gustar. ¡Vístase!– Gritó excitado el MP al otro lado de los barrotes.

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- Capitán, ¿puede oírme?

Abrí los ojos con dificultad, me encontraba totalmente falto de reflejos, la mente la tenía abotargada y desorientada, todo me parecía dar vueltas a mí alrededor. Las imágenes borrosas se mezclaban delante de mí, como una pintura surrealista, donde las caras se mezclaban con los aparatos, y los cables parecían infinitos y de múltiples colores. Sentía mi cuerpo caliente, extremadamente caliente, mi corazón latía rápidamente y mis manos temblaban. Las formas frente a mi poco a poco se fueron definiendo y separando, creando y modelando nuevas figuras. Voces lejanas y confusas poco a poco se fueron aproximando, y pronto se oyeron más nítidas. Mis ojos comenzaron a llorar, había demasiada luz en el entorno y tuve que realizar un gran esfuerzo para mantenerlos abiertos; A los pocos segundos, los cerré, ya que la luminosidad era insoportable.

- ¿Capitán? ¿Puede oírme? No se mueva por favor, esta usted demasiado débil y debe descansar. – dijo una voz femenina.

- ¿Cómo es posible que se haya despertado? – Preguntó una voz masculina.

- Es posible que el sedante no sea lo suficientemente fuerte, parece un hombre que ha sido expuesto a sedantes múltiples veces, y es posible que haya creado una resistencia a sus efectos. – explicó la voz femenina.

- Quizás debamos intentar con algo más fuerte. – propuso otra voz masculina.

- ¿Dónde… estoy? ¿Quiénes… sois? – pregunté lenta y dificultosamente. Tenía la garganta seca, y me costaba pronunciar con claridad.


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- Capitán Campbell, soy la doctora Sara Winter, intente no moverse demasiado, le hemos vendado gran parte de su cuerpo, y hay que dejar actuar los medicamentos. – dijo la voz femenina.

- Doctora, ¿Dónde estoy? – Pregunté a la doctora, que por su voz, la situaba a mi derecha.

- Esta usted en la base Montaña de Fuego, no tiene nada que temer, esta usted entre amigos. – Dijo la voz masculina a mi izquierda. – Soy el doctor Elias Canetti.

Poco a poco volví a abrir los ojos, dándoles tiempo para acostumbrarse a la claridad de la sala donde me encontraba tumbado. Me encontraba fatigado y pesado físicamente, me sentía afligido, triste y extrañamente afectado por lo que mis ojos vieron antes de despertar del reino de Hades. Las pesadillas, mis eternas compañeras, no me daban tregua ni una sola noche desde hacia ya demasiado tiempo, me atormentaban noche tras noche, haciéndome revivir y mezclar la realidad con la ficción, acrecentando las escenas del día anterior. No podía borrar de mi mente aquellas imágenes que daban vueltas a mi cabeza una y otra vez, atormentándome.

Resultaba curioso que una visión tan particularmente violenta como la que vi en la matanza del pueblo, abriera en mí, viejas heridas que creía haber curado hace muchos años, pero que por los avatares del destino, uno se encuentra con esas veteranas lesiones abiertas de par en par. ¿Cómo era posible? ¿Cómo era posible que a estas alturas de mi vida, después de tantas y tantas muertes a mis espaldas, me llegase a afectar ver una más? Siempre pensé, que me había vuelto inmune a los efectos de esas terribles visiones, incluso llegué a pensar que realmente me había habituado y familiarizado con tales acciones. Después de más de cien dispares misiones, donde tuve que matar de cien formas distintas, uno llega a pensar que ya nada puede sorprenderle, incluso que ya nada puede importarle.


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Y ahora, después de haber sobrevivido a tantas cosas, de haber superado tantas dificultades, me encontraba indefenso, débil y aterrado. De nuevo.

Me incorporé un poco, levantando la cabeza, pero a los pocos segundos desistí, puesto que me encontraba más débil de lo que pensaba. Mi cuerpo ardía, y pude observar como gran parte de mi cuerpo se encontraba higiénicamente vendado.

- ¿Qué me ha ocurrido? ¿Por qué estoy vendado? – pregunté a la doctora Winter.

La doctora Winter, era una joven mujer de complexión muy gruesa, con un rostro redondo y muy agradable. Tenía unos ojos claros y brillantes, pelo largo rizado y moreno y era impresionantemente alta, quizás, un metro noventa y cinco. Vestía una gran bata blanca, a juego con su amplia figura, junto con un brazalete rojo en el brazo derecho. La doctora me observaba con una apacible sonrisa.

- Capitán, ha tenido usted una serie de quemaduras de primero y segundo grado en gran parte de su cuerpo. Le hemos tenido que administrar morfina para el dolor, y varios tranquilizantes para hacerle dormir, pero no le afectan demasiado. – Explicó el doctor Elias Canetti.

Al parecer, aquel escuálido y esquelético hombre, era el mando medico en aquel lugar, normalmente es el superior al mando el cual informa al soldado de lo que le ha ocurrido, al menos así se hace en un hospital militar.

El doctor Canetti, de aproximadamente 50 años, era un hombre de una altura considerable, y parecía que fuera a romperse de un momento a otro, por su extrema delgadez. Su rostro, lleno de arrugas, era serio e inquietante, posiblemente por cientos de noches de


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duro trabajo. No tenia nada de pelo, y sus ojos se ocultaban tras unas gafas de gruesos cristales.

El doctor vestía otra bata blanca, similar a la de la doctora, con un brazalete rojo, con una banda negra en su interior.

- ¿Quemaduras? ¿Cuándo… donde…? – pregunté confundido.

- Se expuso usted al sol directo del mediodía sin ningún tipo de protección. Tuvo suerte de que el Padre Janos y sus chicos le llevasen dentro del camión a tiempo.- Explicó con calma el doctor Canetti.

- ¿El padre Janos y sus 2 crios? – Pregunté malhumorado.

- Si, capitán, los mismos. Le han salvado la vida.- Dijo la doctora Winter.

- No se fíen de esos 3, me han tenido retenido en un barco en mitad del desierto y después me… -comencé a decir pero el doctor me interrumpió.

- Un momento, Capitán Campbell, creo que no es consciente de su situación y confunde usted las cosas. Le he administrado varios medicamentos para el dolor, pero va a necesitar un tiempo para recuperarse totalmente. Tómeselo con calma. – Interrumpió educadamente el doctor Canetti.

Malhumorado por la posibilidad de que esos tres secuestradores hubieran quedado como salvadores, en vez de lo que son realmente. Tomé energías para incorporarme levemente y solicitar ver a un mando militar de la base.

- Quiero ver al General o quien sea el mando superior de esta base, de inmediato, mi código de seguridad es Alfa-nueve-Alfa-cero-cero-Alfa. –Grite a todos los presentes.

Normalmente cuando un soldado, como yo, tiene este tipo de código, con solo pronunciarlo, saltan las alarmas de toda base militar


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que se precie. El código A9A00A es un código usado tan solo por unos pocos para solicitar trato especial de forma inmediata en cualquier base americana. El código activa unos protocolos de emergencia, totalmente secretos, que obligan al oficial superior de toda la base, a presentarse de inmediato ante el que lo solicita. El oficial esta obligado a escuchar y estudiar la solicitud del demandante. Estos protocolos y códigos, se crearon, para poder demostrar que algunos espías dobles, eran realmente dobles, o para que comandos encubiertos pudieran volver a casa.

- No entiendo que significa ese código, Capitán, pero si me deja…- comenzó a decir el doctor Canetti.

- ¡Maldita sea! ¡Mi código de seguridad es Alfa-nueve-Alfa-cero-…!

- No hace falta que lo repita Capitán Campbell, aquí nadie conoce esos códigos, ni los ha conocido nunca.- Dijo una voz desde la puerta de la enfermería.

- Pero… no entiendo, es una clave de seguridad… deben conocerlas… - Repetí confundido.

El hombre que hablo desde la puerta se acercó lentamente, hasta tenerlo finalmente a la vista. Era un hombre bastante más joven que el doctor Canetti, calculé que tendría unos 28 o 30 años. Era de estatura normal, moreno y con pelo corto, ancho de espaldas y con una cierta barriga debida posiblemente a sus hábitos sedentarios. Su rostro, receloso y con un gesto de aparente desconfianza, me observaba con curiosidad.

- Creo que no le ha contado aun donde se encuentra, ¿no es cierto, doctor? – Preguntó el suspicaz hombre.

- Se acaba de despertar, no hemos tenido tiempo.- Explicó el Doctor Canetti.


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- Y los análisis, ¿se han vuelto a realizar?- preguntó el hombre al doctor.

- Si, Comandante, han sido exactamente iguales a los anteriores, no hay duda.- Contestó el doctor, acercándole un informe en papel al hombre recién llegado.

- ¿Es usted comandante? Señor, ¿En que base me encuentro? ¿Qué demonios es este lugar? – pregunté cada vez más confundido.

El hombre, al cual habían llamado comandante, revisó con calma y en silencio el informe, pasando lentamente hoja por hoja, sin dejarse ningún detalle sin analizar y meditar. No sabia que ponía en ese informe, pero tenía una extraña sensación de que hablaba sobre mí, y fuera lo que pusiese en esas hojas, parecía que era algo serio, muy serio.

- ¿Están todos estos datos confirmados con el doctor Steiner? – Preguntó serio, el comandante.

- Si, comandante, el equipo al completo ha revisado y analizado las pruebas con las muestras que teníamos de antes de la guerra, ha dado positivo.- Explicó el doctor Canneti.

- Pero, ¿Cómo es posible? ¿De donde ha salido este hombre? – Preguntó desconcertada la doctora Winter.

- El Padre Janos nos ha proporcionado una historia de lo más curiosa, y muy difícil de creer. Pero dado que el paciente ha despertado, creo que lo correcto seria preguntárselo directamente, ¿no creen? – Preguntó irónicamente el comandante.

- No esta en condiciones de responder a un interrogatorio, comandante, ni siquiera creo que sepa qué esta ocurriendo a su alrededor. – Explicó con seriedad el doctor Canetti.

El comandante se acerco a mí, observando los vendajes de mi cuerpo, fijo su mirada en las partes que estaban al descubierto, sin


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vendajes. Mi piel rosada y blanca le fascinaba por alguna extraña razón. En ese instante, me di cuenta de algo significativo y singular, las tres personas que estaban en la sala junto a mi, eran de piel oscura, prácticamente negros. La verdad es que estaba acostumbrado a trabajar con soldados de color, e incluso a realizar misiones en zonas de África y Asia, donde podías estar meses enteros trabajando y viviendo entre ellos, pero no era habitual que en Texas, no te cruzaras con algún blanco tarde o temprano. Algo no encajaba en todo esto.

- ¿Quiénes sois? Es evidente que esto no es una base militar americana… - pregunté al comandante, mirándole fijamente.

- De acuerdo, me presentaré. Soy Terry Willianson, el comandante y líder del monte de fuego. Somos el último grupo armado de resistencia que queda en todo Texas contra la hermandad Aria. Estos son el doctor Canetti y la doctora Winter, las dos personas que han salvado su culo del tan querido sol de nuestros días.

- Pero… –comencé a decir, pero Terry me interrumpió.

- Paciencia amigo, todas las preguntas serán respondidas a su tiempo, pero antes, necesito que usted me responda a unas cuantas mías. ¿De acuerdo? – Terry comenzó a pasar las paginas del informe que tenia entre las manos y continuo.- ¿De donde viene realmente usted, Capitán Campbell?

- Ya se lo conté a aquel cura y sus hijos; La estación orbital donde trabajaba tuvo un accidente y fue destruida. La estación fue evacuada en sus últimos minutos, y mi capsula de escape aterrizó a unos pocos kilómetros de donde me capturaron esos tres. – Repetí cansado.

El comandante Terry caminaba de un lado para otro, observando los informes, y lanzándome de vez en cuando una mirada, mezcla entre incredulidad y miedo. Me sentía muy débil, y poco a poco


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notaba como mi cuerpo se adormecía lentamente, debido a los múltiples medicamentes que recorrían mi cuerpo y que empezaban a hacer efecto.

- Así que ha venido desde el espacio en una nave espacial…- Repitió con sarcasmo. – Mire, no es que no le crea, que no lo hago, es que me parece una broma de pésimo gusto, utilizar historias fantásticas para encubrir una realidad, cuando ahí fuera esta muriendo miles de personas cada día. ¡Dígame de donde viene! – gritó malhumorado.

- ¡Si no me cree, envíe a alguien a 4 kilómetros al norte del barco pesquero donde me encontraron esos tres! – Repliqué con seriedad.

- No te preocupes, amigo, ya hemos enviado un equipo a peinar la zona y ver de qué demonios estas hablando. Ahora volveremos al tema principal… ¿Por qué demonios no ha mutado tu color de piel? ¿De qué agujero sales? ¿Un bunker de antes de la guerra? – Preguntó con franqueza el comandante Terry.

- ¿Mutar? ¿Bunker? ¿Pero de que demonios me hablas? ¡No entiendo nada! – pregunté abatido. Mi mente poco a poco comenzaba a confundir las ideas y a mezclar las palabras, pronto me quedaría dormido sin remedio alguno.

El doctor Canetti puso su mano sobre el hombro del comandante, y le dijo:

- No es buena idea presionarle en su estado, ya te dije que estaba drogado por los fármacos y posiblemente no sepa ni que le estas preguntando. Déjale descansar.

En ese mismo instante, un sonido parecido a un pitido surgió de la cintura del comandante. Este tomó la radio que tenia atada a su cintura con su mano derecha y accionó el botón de respuesta.

- Adelante. – Ordenó Terry.


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- Comandante, estamos aproximadamente a 5 kilómetros al norte del buque del Padre Janos. Es una zona desértica entre dos valles donde no hay absolutamente nada, pero… señor… no va a creerlo… hemos encontrado una especie de bola de metal gigante con un asiento en su interior. Esta muy deteriorada, parece que se hubiera estrellado aquí. También hemos encontrado un rudimentario campamento, donde al parecer, una persona ha pasado la noche.

El comandante Terry se quedó pensativo, paralizado por las noticias que había oído por la radio. No sabía como reaccionar ante tales novedades, no contaba con que el hombre que se encontraba moribundo en la camilla de la enfermería, estaba diciendo la verdad. Pero si era verdad, y ese hombre, o sea yo, había llegado desde las estrellas en una verdadera capsula de escape, ¿por qué nadie nunca había oído hablar de tales estaciones del espacio, o que hubiera nadie fuera de la tierra después de la gran guerra? Nada tenía sentido en ese momento para él.

Y sin poder soportar mantenerme despierto, me quede dormido.


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Capitulo 7

“Futuro Oscuro”

Ojala pudiera decir que la recuperación fue buena, incluso que prácticamente no me enteré, pero mentiría. La cruda realidad es que los primeros 2 días estuve prácticamente dormido, recuperando fuerzas, sin enterarme prácticamente de qué ocurría a mi alrededor. Una fiebre de lo más inoportuna me dejo indefenso y desorientado, por lo que poco os puedo contar de aquellos días. A partir del 3º día, saturado de medicamentos, comencé a tener consciencia de donde me encontraba. Me encontraba en una sala de recuperación donde me monitorearán cuidadosamente la presión arterial, el pulso y la respiración. Me vigilaban estrechamente mi estado clínico, para garantizar que me estaba recuperando adecuadamente. Y así permanecí en el hospital, entre unos pocos días hasta una semana o más, no estoy del todo seguro.

Por lo que pude oír a los doctores y enfermeras, que entraban y salían religiosamente de mi habitación en turnos de 4 horas, tenía quemaduras múltiples de segundo grado por todo el cuerpo,


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¡¿quemaduras solares?! Era increíble. Ya lo había oído anteriormente, cuando desperté en la camilla, a la doctora Winter, pero sinceramente, no les creí una sola palabra. Con el tiempo, me di cuenta de que estaba totalmente equivocado y que mis quemaduras eran reales. Al llegar a la conclusión de que todo era cierto, me lleve una monumental sorpresa, puesto que jamás me había quemado de esta manera, incluso habiendo pasado días enteros al tórrido sol de Afganistán o Egipto. No podía llegar a entender, como el dócil sol de Texas, había quemado mi cuerpo casi al completo en tan solo unos minutos.

La teoría la conocía, la quemadura solar se presenta cuando el grado de exposición al sol o a una fuente de luz ultravioleta excede la capacidad del pigmento protector del cuerpo, melanina, para proteger la piel. Una quemadura solar en una persona con piel muy clara puede ocurrir en menos de 15 minutos de exposición al sol del mediodía, en tanto que una persona con piel oscura puede tolerar la misma exposición por horas.

Según había podido oír a la Doctora Winter y a varias enfermeras en una de muchas visitas cada cuatro horas, los primeros signos de una quemadura solar pueden no aparecer durante unas cuantas horas y el efecto total para la piel puede no aparecer durante 24 horas o por más tiempo. Los posibles síntomas abarcan: Piel roja y sensible que es caliente al tacto, ampollas que se desarrollan de horas a días después, reacciones severas (algunas veces llamadas "alergia solar"), incluyendo fiebre, escalofríos, náuseas o erupción cutánea. Y por desgracia, tenia todos los síntomas.

La doctora, recitaba a sus ayudantes, palabra por palabra lo que estaba impreso en un grueso libro de medicina. Al parecer no habían tenido ningún quemado por sol desde hacia mucho tiempo.

Días después, descubrí, que los doctores Winter y Canetti, no eran médicos titulados o universitarios, sino gente corriente, que había


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sido forzada por los avatares del destino a terminar sus días curando a los demás. Los dos habían aprendido con un verdadero doctor que había muerto hacia ya varios años, con 86 años. El pobre viejo, aguanto todos los años que la salud le permitió, enseñando la medicina mas practica a varios pupilos entre los que se encontraban sendos doctores. La doctora Winter hablaba de ese “verdadero” doctor con mucho cariño, mientras me cambiaba las vendas, y otras dos enfermeras primerizas observaban. Hablaban de los tiempos de paz, cuando los conocimientos se transferían con calma, pausadamente y experimentando. Añorando a aquel doctor, simplemente aludiendo a él como “el doctor”.

Aquellos primeros días en cama, cuando la fiebre fue disminuyendo y tome mayor consciencia de donde me encontraba, fueron de lo mas reveladores.

A medida que la gente entraba y salía de mi habitación, fui obteniendo información desconcertante inicialmente, pero muy significativa al final. La mayoría de los que entraban a verme, murmuraban entre ellos sobre mi color de piel, las quemaduras que había tenido y el hecho de que había venido del espacio; todo ellos, estaban fascinados por el hecho de que podría haber gente viviendo en estaciones espaciales desde la gran guerra preparándose para invadir y tomar el control de Estado Unidos; incluso había alguno que se aventuraba a decir que el gobierno de los viejos tiempos volvería para liberar a su pueblo del yugo Ario. No comprendía muy bien quienes eran esos llamados Arios, pero estaba claro que nadie los quería por allí, y que tenían un conflicto militar que duraba ya muchos años.

Me encontraba completamente vendando, de pies a cabeza, embadurnado en cremas y potingues de olores más bien desagradables, pero efectivos. Además, me habían vendado la cabeza de tal manera que me era imposible articular una sola palabra,.


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La doctora Winter, era quizás la única persona durante aquellos primeros días que charlaba directamente conmigo, aunque yo no pudiera responderle. Esa entrañable mujer, me hablaba de las cosas más insignificantes que ocurrían en la base, pero que me hicieron descubrir como era la vida en aquel lugar. Me hablaba de cómo la gente buscaba nuevas zonas para cultivar y mantenerse alejados de la Hermandad Aria, como se había conseguido cultivar tomates, aunque su color nunca llegase a ser del todo rojo, como las parejas se escapaban por las noches para pasar un rato a solas, antes de una misión de dudosos resultados, como el cocinero Jones Barkton había conseguido por fin cultivar patatas y champiñones en una plantación en el sótano de la base, como el comandante, un buen hombre, había premiado a todos los trabajadores de la base montaña de fuego con una ración extra de comida y bebida… era una mujer que difícilmente podía dejar de hablar, puesto que siempre, por muy humilde que fuese la noticia, me la contaba. Creo que intentaba mantenerme quieto en mi cama, con sus interminables historias.

El 5º día me quitaron las vendas de la cara y otras partes del cuerpo menos dañadas, permitiéndome incorporarme, y poder al menos dar las gracias a la doctora en una de sus múltiples visitas diarias.

La tímida enfermera, desviaba la mirada mientras me quitaba los vendajes de los brazos y torso, no pronuncio ni una sola palabra, mientras metódicamente desenvolvía tira por tira mi cuerpo. En ese mismo instante, la doctora Winter entraba en la habitación con un bote de crema hidrante en sus manos. Sabía que era crema hidratante, por que no era la primera vez que me embadurnaba con él.

- ¡Al fin podemos ver como es su rostro, señor Campbell! ¡Es una buena noticia! – Dijo sonriente, la doctora Winter. Realmente estaba contenta de que me hubiera recuperado lo suficiente.


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- Déme un poco de agua, por favor. – pedí amablemente, con una voz ronca y la garganta reseca.

- Si, por supuesto. Alice, déle un poco de agua al señor Campbell. – pidió la doctora Winters a la tímida enfermera que me estaba tratando.

- Si, doctora. – respondió la enfermera.

La enfermera, dejo los vendajes en un cubo y se encamino hacia una pequeña cisterna de agua potable, que se encontraba en un extremo de la habitación. Llenó un vaso de agua fresca, caminó con rapidez hacia mi cama y me dio de beber con sus propias manos; era evidente, que no se fiaba de que tuviera la suficiente fuerza, como para tener algo entre mis manos.

- ¿Cómo se encuentra hoy?, ya no tiene que asentir con la cabeza, ya que puede usted hablar. – Comentó la doctora con excelente humor.

- Mucho mejor, ya no me arde todo el maldito cuerpo… - dije con esfuerzo, mientras ingería un segundo trago de agua. – Muchas gracias por todo.

- No tiene por que agradecerlo, señor Campbell, es nuestro trabajo. ¿Tiene usted hambre? ¿Quiere beber más agua? – peguntó amablemente la doctora.

- No, gracias- respondí cordialmente.

- Se que ha tenido unos días muy duros, y que tendrá muchas preguntas que hacer, pero no tema, el comandante ha sido avisado de que se le han quitado las vendas y viene de camino, podrán charlar con calma ustedes dos. – Explicó la doctora, mientras se acercaba abriendo el bote de crema hidratante, para embadurnarme al completo.


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Los siguientes 8 minutos, fue imposible articular cualquier tipo de palabra, puesto que el dolor, mientras la doctora extendía la crema por todo mi cuerpo, era insoportable. Segundos después, una placida sensación de frescor me invadió por completo.

Dos inyecciones, una de antibióticos y otra de analgésicos después, mi cuerpo volvía a sentirse calmado otra vez. La mente tiene sus propios mecanismos para tratar el dolor y la causa de estos, pero a veces el estrés causado por un dolor masivo extremo, pueden dejarte muy deteriorado. Si alguna vez os preguntáis que siente en una situación así, es mejor que os ahorréis tal experiencia, no la recomiendo a nadie. Bueno, quizás a alguien si, pero es una pena que este muerto…

La doctora recogió con rapidez todo el material médico, y limpió sus manos en un lavabo que se encontraba junto al bidón de agua. El comandante estaba entrando por la puesta, cuando ésta se estaba secando las manos con un trapo limpio.

- Buenos días, doctora Winter, ¿esta el paciente listo? – Preguntó el comandante, con rostro mas relajado que la última vez.

- Por supuesto, ahora mismo acaba de despertar. – Respondió la doctora.

- Excelente. – Dijo el comandante Terry, situándose a mi lado, observándome. – Veo que se encuentra mucho mejor, capitán, al parecer su cuerpo ha reaccionado mucho mejor de lo que los doctores esperaban.- continuo Terry, mientras tomaba mi ficha medica y comenzaba a mirarla con curiosidad.

El tan admirado comandante Terry, me observaba de otra manera esta vez; por algún motivo que aun desconocía, ya no me veía como un bicho raro, con desconfianza y recelo.

- ¿Me toca preguntar? o, ¿debo esperar otro interrogatorio por su parte? – pregunté, con evidente ironía.


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- Discúlpeme, si me tome demasiadas libertades con usted capitán, pero dadas las circunstancias, no podía andarme con chiquilladas. ¿Lo comprende verdad? – me dijo con seriedad, pero a la vez con humildad, el comandante.

Todo aquello me desconcertaba, el rudo y agresivo comandante de hacia 5 días, ahora estaba frente a mi, calmado, educado, e incluso humilde. ¿Cómo era posible? Algo no me cuadraba.

- Antes de poder responder a sus preguntas, capitán, quisiera pedirle disculpas por lo ocurrido. El resto de oficiales del monte de fuego se encuentran en el pasillo, y desean darle la mano. Sino le importa.- Explicó el comandante Terry con solemnidad.

- No es necesario, por favor, solo deseo saber donde estoy y que ocurre aquí. Necesito que me cuente que esta ocurriendo.- Le pedí con educación.

El comandante, se acercó a la puerta, y despachó con un gesto a todos los oficiales que esperaban fuera de la habitación, había comprendido, que no era necesario exponerme ante los demás en mi deteriorado estado. Se lo agradecí profundamente.

- Le dejare aquí, un viejo libro, que ahora utilizamos como libro de historia para que se documente sobre lo ocurrido. No entendemos como, ni por qué, pero parece ser que en su estación, ¿han estado muchas generaciones incomunicadas, y no han tenido conocimiento de lo ocurrido en la tierra? Han sido más de 150 años, y no es muy probable que no tuvieran noticias de nosotros aquí abajo.- Preguntó Terry, con una creciente excitación en su voz.

- Eso es imposible, la estación en la que estuve destinado, fue construida y puesta en orbita en el 2013. Tres meses después, durante uno de los frecuentes experimentos del grupo de científicos, algo debió salir mal, puesto que dos minutos después, la estación al completo


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comenzó a deshacerse, desintegrándose lentamente. Prácticamente no tuve tiempo de salir de allí, junto como el resto de mi equipo. Así que, ya le digo, que solo han podido pasar 3 meses, eso quiere decir, que estamos en el mes de Julio del 2013. ¿Me comprende?

- No se que tipo de experimento realizaron en su estación, capitán Campbell, pero está usted equivocado. Estamos en Julio del 2253.- Dijo tajantemente Terry.

Terry, me acercó mi propio informe medico, bajo el cual tenia un pequeño panfleto, separo uno del otro, y me lo enseño, para que pudiera ver con claridad la fecha de publicación.

En el panfleto ponía: Diario del frente. Nº 9.344 TEXAS. 18 julio 2253. Era un pequeño periódico militar, impreso hoy mismo.


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Capitulo 8

“230 años antes”

Eran las 00:45 de la noche, y me encontraba en mi habitación, tumbado sobre la cama, sin poder conciliar el sueño. Estuve pensando en todo lo que me había ocurrido en estas semanas, y aun no era capaz de recordar lo ocurrido en la estación, ni siquiera recordaba como fui destinado allí o cual era mi función. Por algún motivo solo era capaz de recordar lo ocurrido unos meses antes en la Base Grants y dos detalles más sin importancia, quizás era un efecto secundario del accidente, pero aun así, me preocupaba sentirme tan vacio. ¿Por qué? ¿Quizás me daba miedo tener lagunas tan grandes en mi mente? No era la primera vez, pero nunca había sido tan grande…

Me centré en temas más inmediatos e intente no pensar en el pasado por ahora. Durante todo el día había estado ojeando el periódico que me había dado Terry, y lo había releído una y otra vez, buscando algo que me indicase que todo era una gran broma, pero no lo era, todo era genuino. Pasaron por mis manos otros informes, libros y documentos, que la doctora Winter me los ofreció para entretenerme en mis largas horas inmovilizado en la cama, los cuales me


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corroboraron todos mis temores. Comprobé fechas, nombres, datos militares, y todo tipo de referencias y cifras, y todo ello me conducía a una gran y terrible realidad, me encontraba en un futuro lejano. ¿Cómo? No tenía ni idea.

Entre todos los documentos que tuve entre manos, el más esclarecedor, interesante y detallista, era un extraño libro considerado entre las gentes de estos tiempos, como un libro de historia antigua, de gran importancia. Un libro casi considerado sagrado por la importancia de sus palabras y de a quién va dirigido. Este libro, que no era otra cosa que un extenso diario, comenzaba unos 20 años después del accidente de la estación espacial orbital en la que trabajaba, la sola mención de este hecho, el cual era totalmente secreto, daba una total credibilidad a la totalidad del texto.

El diario del desconocido, como era conocido por todos, era un documento extenso, de más de cincuenta mil páginas, a lo largo de sesenta años; toda una proeza por parte de un hombre que sobrevivía a un Apocalipsis sin parangón.

Es imposible resumir o transcribir todo lo que leí en aquellos días sobre el desconocido, pero quiero incluir en mis recuerdos, los capítulos más significativos de los que tuve en mis manos, y que para mí, marcaron un antes y un después en mi nueva vida.

***

Diario de John, el desconocido. Transcripción del original, copia

para archivo. Resumen de Bruce A. Campbell.


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19 de Mayo de 2018

Hoy comienzo un nuevo diario, papa me ha dicho que sería bueno poder escribir las cosas que se me ocurran, además de que así, aprenderé a escribir mejor.

Estoy muy contento, hoy me han asignado con otro grupo de niños para estudiar cosas nuevas; todos los niños debemos comenzar a estudiar pronto para poder ser útiles al refugio.

Mama es la nueva profesora de los niños que estudiaran para ser médicos, no les envidio nada, mama es muy dura.

12 de Diciembre de 2019

Electrónica es muy aburrida, no entiendo cómo pueden enseñarnos esto…

Papa dice que es necesario que cada grupo de niños estudie lo que le ha sido encomendado, pero a mí no me gusta nada.

Hoy nos han dado clases prácticas en el taller del profesor Langton, y dos niños han salido heridos por jugar con los aparatos que había allí. Yo esperaba que los papas de esos niños regañasen al profesor, pero en cambio han castigado a esos niños duramente, por no hacer lo que se les decía.

¿Tan importante se ha vuelto estudiar?

1 de Diciembre de 2022

Llega la navidad otro año más al refugio, y ya comienzan a hacerse los preparativos para decorar los pasillos y salas de la reunión.


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Aunque en el refugio no hay mucho tiempo para la diversión, una vez al año nos reunimos para estar simplemente juntos y disfrutar de la compañía. En la noche de navidad todo está permitido, y por ello, la esperamos con ansias durante todo el año. Muchas parejas se forman entre los jóvenes más mayores, y de ahí, si los padres lo permiten, les dejan verse una vez a la semana, siempre que el trabajo y las clases lo permitan.

Mi padre siempre dice, que no hay que racionar el amor, sino dejar que crezca, y yo pienso lo mismo. Mi madre en cambio, no da ni un solo día de descanso a los que serán el día de mañana médicos o enfermeros; no entiendo muy bien el por qué, pero mi padre me sonríe y siempre me dice que ya lo comprenderé.

30 de Marzo de 2024

Hoy he conseguido mi primer rango como técnico aprendiz, de lo cual estoy muy orgulloso. Mi padre me ha dado mi primer buzo, de color rojo carmesí, y me ha pegado con satisfacción y honra, mi nombre en el.

Con este buzo, ya tengo mis primeras responsabilidades, que no son muchas, pero que me permitirán salir de mi sala de estudio y del laboratorio. Conmigo están John y Alison, un año más mayores que yo, y que por las miradas que se lanzan, mas unidos de lo que creía.

Nos encargamos de que las tuberías de la sección C, estén siempre limpias y sin oxido, además de revisar los niveles de presión de cada una de ellas.


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Lo único malo de este trabajo, es que John y Ali, se van todos los días a dar una vuelta solos y me dejan con todo el trabajo… no tiene gracia. ¿A dónde irán?

3 de Octubre de 2026

He comenzado a apuntar en mi diario, además de las cosas que me ocurren y mi día a día, las anotaciones que oigo en las personas de mi alrededor con las que tengo confianza y converso frecuentemente.

Me he hecho amigo, quizás más que amigo, de una chica de la clase de Física, llamada Sam. A veces nos cruzamos en los pasillos e intercambiamos unas cuantas palabras, además de alguna mirada indiscreta que otra… no lo voy a negar, me tiene loco.

Ella está destinada a un trabajo muy complejo y le quita demasiado tiempo del reglamentario en fin de semana, pero aun así, buscamos la manera de poder vernos unos minutos por aquí y otros por allá al día.

Hoy ha habido un accidente en el departamento de radiación y química, dos personas han fallecido al salir a la superficie e intentar medir los niveles de radiación exterior. Los cálculos realizados años atrás, daban como margen 10 años, antes de salir a la superficie, pero las dos personas han vuelto con terribles quemaduras.

Se murmura que la radiación no ha sido la culpable, sino el implacable sol del exterior.


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10 de Enero de 2027

No entiendo muy bien porque continúo este estúpido diario, aunque el día que no transcribo en él, me siento mal por no escribir las cosas que me ocurren.

A los chicos le parece una estupidez, y a veces me da ganas de dejarlo, pero papa me anima a continuar, ya casi nadie escribe nada por el mero placer de hacerlo, es una práctica en extinción.

Ya nadie escribe cuentos o novelas, todo el mundo estudia o está demasiado ocupado haciendo cosas como para relajarse y escribir. Los únicos libros que se nos permiten son libros de texto o archivos informáticos muy específicos; mi padre siempre dice en voz baja que los líderes del refugio no entienden que somos niños, y que como tales, necesitamos hacer cosas de niños. Aunque… ¿Cuáles son las cosas de niños?

La señora Paterson, de maternidad, ha comentado que los nacimientos comienzan a ser cada vez más escasos. ¿Es que las parejas no tienen tiempo para sí mismas? ¿En qué nos estamos convirtiendo?

Parece que con los años y con el miedo a perder los conocimientos, los mayores quieren transferirnos todos los conocimientos posibles, pero… ¿a que precio?

2 de Enero 2028

Hoy hemos tenido una reunión en la sala principal del refugio, al parecer los líderes han comunicado algo a los padres y gente mayor, que ha inquietado mucho a todos. Al parecer otro refugio ha sido silenciado, y se ha perdido el contacto para siempre.


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Yo sabía que los diferentes refugios estaban interconectados, lo había estudiado en clase de electrónica y mantenimiento, y sabia también, que con frecuencia se realizaban contactos entre los diferentes refugios para simplemente saber que hay alguien al otro lado.

Los frecuentes contactos entre los diferentes refugios, se realizaban también para intercambiar soluciones a problemas que surgían sobre la marcha, de diferentes cuestiones. Todos nos enfrentábamos constantemente a la posibilidad de que cualquier sistema crítico fallase, después de más de 12 años de funcionamiento continuado, y fuésemos el próximo refugio en dejar de emitir.

Es aterrador.

Un segundo grupo de exploración, mucho mejor equipado para la radiación y rayos solares, ha salido al exterior. Desconocemos los datos que ha traído, pues inmediatamente se han reunido con los líderes del refugio. ¿Qué ocurrirá?

2 de Julio de 2030

¡Qué gran noticia!

Gracias a Dios, hoy hemos podido ver el sol tras las espesas nubes, aunque fuera con equipos anti radiación. La mayoría temía que durante este año no pudiéramos al menos salir unos días, pero las predicciones han sido totalmente erróneas, como el año anterior. La radiación que tenemos en el exterior solo nos permite estar fuera del refugio diez minutos antes de resultar mortales. Los científicos aseguraban que este año las cosas cambiarían, pero todo continúa igual.


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Al parecer las leyes de la naturaleza han cambiado, bueno, las hemos cambiado nosotros, y nada es ya como debería ser.

En el refugio todo continua como siempre, la gente por suerte se está tomando las cosas con calma, al menos en este lugar, puesto que hemos oído noticias que otros refugios han sucumbido a la locura o enfermedad. Somos afortunados. ¿Lo somos realmente?

23 Julio 2035

Llegué a este refugio con 4 años, y hoy he cumplido 24 años, quizás tenga una pequeña fiesta con el equipo de mantenimiento, quien sabe, tampoco importa mucho. Tal como dice Arthur, el jefe de mantenimiento de nuestra sección, lo más importante es hacer bien nuestro trabajo y tener todos los sistemas operativos, el refugio depende de nosotros.

Cada día me doy más cuenta de lo importante que es nuestro trabajo, puesto que de nosotros depende todo el sistema eléctrico de toda la zona de ventilación; un fallo en el sistema significaría el paro del generador, y con ello, el fin del oxigeno limpio en todo el refugio.

Con mi nuevo fulgurante mono rojo y negro, de técnico superior, tenia nuevas responsabilidades y con ellas, dos chicos nuevos de 8 y 9 años al mando. La nueva generación de los nacidos en el refugio, comenzaba a tomar sus puestos.

Hoy le he dicho a Sam que quiero hacer una familia con ella, y hemos realizado la solicitud al consejo de ancianos. Esperamos que la acepten, puesto que no es nada fácil que nos permitan tener hijos hoy en día, el refugio esta sin espacio.


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2 de Julio de 2040

Hoy comienzan los preparativos para la salida al exterior del segundo equipo de exploración, todo el refugio está muy inquieto y ansioso. Los familiares de los que saldrán al exterior son los que peor están pasando; después de las terribles noticias del primer equipo, el segundo espera tener mejores resultados. Mi padre esta con ellos…

El corazón de todos estará con ellos.

2 de Julio de 2042

Las noticias han sido más optimistas de lo esperado, la radiación del exterior se ha movilizado por los fuertes vientos, y se ha concentrado solamente en las zonas de exposición. Gracias a Dios, podemos salir al exterior, pero… otro problema quizás aun mayor, totalmente inesperado, va a retrasar la salida al exterior.

La capa de la atmosfera que nos protegía de las radiaciones solares, está dañada por la exposición indiscriminada a las explosiones nucleares y las reacciones químicas que estas originaron. Grandes agujeros de ozono se han abierto y extendido por zonas muy extensas, arrasando todo ser vivo que las explosiones nucleares no destruyo.

Casi el 99% de la radiación ultravioleta del Sol que alcanza la estratosfera se convierte en calor mediante una reacción química que continuamente recicla moléculas de ozono (O3). Cuando la radiación ultravioleta impacta en una molécula de ozono, la energía escinde a la molécula en átomos de oxígeno altamente reactivos; casi de inmediato, estos átomos se recombinan formando ozono una vez más y liberando energía en forma de calor. A pesar de que todo el


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ozono atmosférico sería una capa de sólo unos 3 mm. de grosor, su concentración es suficiente para absorber la radiación solar. La capa de ozono funciona como un escudo que nos protege de la radiación UV.

Gran parte de la tierra esta calcinada por el sol y la otra gran parte, esta calcinada por las explosiones nucleares. ¿Qué tipo de mundo no espera ahí arriba?

2 de Agosto de 2044

Sam y la niña han enfermado hoy de un extraño virus, del cual se ha contagiado medio refugio. Algunos piensan que el virus ha sido traído de fuera, de un grupo de exploración y estudio, otros, piensan que es posible que haya surgido de uno de los laboratorios de bioquímica del refugio mismo, pero otros, los más radicales y preocupantes, comienzan a pensar que es un castigo divino. Ese grupo, cada vez más numeroso, cree que Dios nos espera arriba para castigarnos de nuestros terribles pecados.

Gracias a Dios, esta alarmante minoría, no causa mayor peligro, que el que puedan llegar a causarse a si mismos. La seguridad del refugio los tiene totalmente controlados.

Mi opinión personal, es que Dios no tiene nada que ver con todo esto, lo hicimos nosotros y las consecuencias son nuestras. No soy de los que busca un chivo expiatorio divino para las obras humanas realizadas.

24 de Noviembre de 2045

Estas navidades serán menos festivas que los años anteriores, muchos familiares han muerto a causa de las radiaciones


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solares y otros virus del exterior. Las continuas salidas de los grupos de exploración, no han traído nada bueno.

Algunos, en cambio, no hemos enfermado, ni siquiera debilitado, otros, después de pasar la enfermedad, se han fortalecido y continúan trabajando. Pero, el 25% de los habitantes del refugio han muerto a causa de todo tipo de enfermedades raras y reacciones a la radiación.

Sam se ha recuperado, pero por desgracia, la niña no ha tenido tanta suerte. Parece ser que los nacidos dentro del refugio han desarrollado ciertas debilidades, quizás por la falta de sol u otros factores que aun se están estudiando.

Por decisión de los líderes del refugio, se continúa de forma nocturna, a realizar salidas para encontrar zonas en el exterior donde poder asentarnos y comenzar una nueva vida. La gente dentro del refugio continúa muriendo, y nadie quiere continuar más de lo necesario.

23 Julio 2055

Hoy he cumplido 40 largos años. No recuerdo ya ni como comencé a escribir en este diario, y tengo demasiadas pocas ganas de releer las más de diez mil páginas que llevo escritas. Solo espero que aquellas personas que ya no menciono, me perdonen por no recordarlas con tanta claridad.

En el exterior, la vida es dura, demasiado dura. Solo podemos salir de noche de nuestro nuevo refugio en una montaña, durante el día, el implacable sol es demasiado peligroso.

Pese a todo, el equipo científico, en el que esta mi madre, continua su infatigable estudio para buscar una solución y


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permitirnos salir al exterior sin miedo del sol. ¿Será eso posible algún día?

Algunos de lo que han sido expuestos a los rayos solares durante mas tiempo del permitido, se han quemado y oscurecido la piel, y para sorpresa de muchos, es irreversible. La mayoría muere agónicamente en la enfermería de terribles quemaduras.

12 Octubre 2075

Hoy Sam ha muerto, tenia solo 62 años, aunque es una edad muy superior por encima de la media estos días. Aunque a mi me da lo mismo los datos o estadísticas, el gran y único amor de mi vida, se ha ido.

Me queda el consuelo de que mis dos hijos, Richard y Noemi, están conmigo en el asentamiento 3, y los dos niños que esperan de sus respectivas parejas, harán de mi vejez sea mas llevadera. Doy gracias a dios, y le pido, que mis nietos sean la nueva generación del nuevo mundo.

10 Octubre 2085

Hace prácticamente 10 años que mama murió, y ahora padre, también se va con ella, allí donde estén los héroes que soportaron tanto y tanto, en este nuevo mundo.

He releído una y otra vez estas miles de paginas, y seria injusto que este texto acabase con la vida de mi padre, seria injusto para el, y seria injusto para las generaciones venideras. Por lo tanto, continuare el legado de mi padre, y relatare con mis palabras todo lo que ocurra.


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1 de Enero 2098

Hoy por fin los resultados han sido satisfactorios, los nuevos sueros de antirradiación solar y las cremas de protección, han sido un éxito total. Los primeros grupos han estado 1 hora en el exterior y han vuelto sanos y salvos.

La dirección del refugio ha decretado que el día 1 de enero, además del comienzo de año, será el comienzo de la repoblación de la tierra. Todos sabemos que es un poco precipitado, incluso sabemos que quizás nuestra generación no lo consiga, pero igualmente celebraremos este día con orgullo, puesto que por fin hemos encontrado un modo de engañar al sol.

2 de Julio 2115

Han pasado 100 años desde que todo comenzó, los mayores, que ahora somos nosotros, continuamos el legado de nuestros padres y abuelos. Continuamos transfiriendo nuestros conocimientos, atesorados durante años, y ayudamos a las nuevas generaciones a enfrentarse a un nuevo mundo, donde las reglas han cambiado.

Los nuevos sueros, ya no necesitan cremas, y comienzan a poder soportarse mayores niveles de radiación solar, pudiendo llegar a soportar 13 o 14 horas en el exterior.

Algunas familias, no pudiendo soportar estar más tiempo encerrados, se han ido hacia el norte y hacia la costa. Mis hijos Tom y Alex, se han ido con ellos. Espero que encuentren su lugar en el mundo.

Mi hijo Tim, en cambio, se quedara con su familia para acabar sus clases de ingeniería nuclear, y poder llegar a ser un


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profesor algún día. Doy gracias a Dios por que al menos un hijo, se quede a mi lado para poder ver mis últimos días.

14 Agosto de 2135

Mi padre se ha ido, al fin podrá estar con mama y descansar. El incansable hombre que llego a ser mi padre, no dejo de escribir ningún día, ni siquiera en la agonía del cáncer que le carcomía por dentro, y para honrarle, yo tampoco dejare de hacerlo.

Hoy no hay mucho que contar, los cargamentos de comida han llegado desde el asentamiento 8, cerca de Huston, y el resto de colonias continúan su creciente expansión. Nuestra colonia en las montañas, es la más veterana, y como tal, tenemos ciertos privilegios a la hora de intercambiar comida o agua.

Han llegado noticias de que se han encontrado otros supervivientes en refugios de los que no teníamos conocimientos, en zonas que creíamos exploradas, y se les ha ofrecido ayuda con los nuevos sueros solares.

Para sorpresa de muchos, el nuevo suero protector de sol, o comúnmente llamado SolNegro, produce unos curiosos efectos secundarios en la piel, la oscurece.

Han llegado nuevos mensajes desde muchas partes del país, para solicitar el suero y poder salir de los refugios donde se encuentran.


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10 Diciembre de 2145

Hoy se celebra el décimo aniversario de la creación del SolNegro, todas las colonias, celebran fiestas y una gran comida popular.

El suero se continúa repartiendo allí donde se necesita. Se crea una red de servicio de envío del suero por todo el país, desde Los Ángeles hasta Nueva York, volvemos a estar interconectados. La gente vuelve a tener esperanza de que volvamos a reunificar un país donde el 40% es tierra radiactiva y sin posibilidades de vida.

Los exploradores, han hecho un mapa del país, y han decretado zonas prohibidas, donde la radiactividad es y será durante muchos años, mortal.

Los niños nacidos de padres que han tomado el SolNegro, no necesitan tomar ni inyectarse nada, al parecer la sustancia ha mutado de alguna manera sus genes. Todos los niños que nacen son de piel oscura, sin excepción, y son llamados grupo Alfa.

En cambio, los niños de padres afroamericanos, nacen si ningún cambio significativo en su piel. Son llamados el grupo Beta.

1 Diciembre de 2158

El país entero es una zona de comercio y prosperidad, por todos lados se crean nuevas colonia, repoblando zonas abandonadas antes de la guerra. Solo las zonas marcadas como prohibidas son evitadas por todos. El antiguo mundo, las grandes ciudades, han quedado cercadas y olvidadas por todos, allí donde hubiera grandes rascacielos, ya solo queda el olvido.


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Se crean nuevos pequeños pueblos, lejos de la zona prohibidas, y prosperan con una nueva agricultura adaptada a las nuevas condiciones climáticas.

Nuestros científicos, preparados durante 3 generaciones, han conseguido poder crear nuevas semillas, capaces de soportar las inclemencias del tiempo.

Comienza una nueva época, de agricultura, de paz y libre comercio. Se crean pueblos y asentamientos totalmente Alfas y Betas, y no se sabe muy bien la razón.

24 Enero de 2169

Las noticias desde el norte no son muy alentadoras, al parecer, un grupo de renegados ha tomado la base militar de Huston, arriesgándose a adentrarse en una zona excluida de los mapas oficiales, y se han hecho con material militar prohibido.

La leyes escritas hace ya 40 años, prohíben el uso de cualquier arma, vehiculo o instalación militar, de antes del día del holocausto. Aunque una serie de facciones, no están de acuerdo con este tipo de decisiones, achacando que en el nuevo mundo, debemos estar seguros ante cualquier incidencia. Creo que la sombra del miedo comienza a caer sobre el ser humano, de nuevo.

Creemos que el grupo de rebeldes fundamentalistas, es un grupo Beta. Se han decretado los únicos que dios ha permitido vivir bajo el sol abrasador, ya que su piel jamás ha sido alterada. Ya muchos no quieren recordarlo, pero todos nuestros padres y abuelos han tenido que tomar el suero tarde o temprano, así que nadie entiende sus extrañas ideas.


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Estos grupos, cada vez más numerosos, tienen la loca idea de que Dios no cambio su piel, por que eran los elegidos para el nuevo mundo, desterrando al hombre blanco bajo tierra.

¿De donde habrán sacado esas ideas? ¿Quién hay detrás de todo esto? Y… ¿Por qué?

2 Marzo de 2195

Las noticias no pueden ser peores, las ciudades de Abilene, Odessa y Midland, han sido tomados por Betas. Las comunicaciones han sido rotas en todo el estado, y es imposible comunicarse con el exterior. Solo la radio de onda corta, funciona.

Mi abuelo tenía razón, cuando preveía estos conflictos entre las diferentes facciones, ya que desde el comienzo, se fueron agrupando cada uno por su lado. En vez de mezclarse y convivir, los dos grupos desde el inicio se fueron a pueblos y ciudades diferentes, manteniendo solamente tratos comerciales.

Las envidias, por zonas de mejor cultivo y mejores tratos comerciales entre Alfas, trajeron desconfianza y la semilla del conflicto que ahora teníamos entre manos.

La guerra ha comenzado.

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Capitulo 9

“Recuperación y descubrimiento”

Los días que continuaron a la visita del comandante Terry fueron de lo más esclarecedor, por fin pude comprender donde me encontraba sin lugar a dudas, y a su vez, pude hacerme una imagen clara de cómo estaban las cosas.

Las continuas visitas de Terry, la doctora Winter y las cada vez más frecuentes del Padre Janos, junto con su joven hija Helen, me ofrecieron información extra que ansiaba encarecidamente. Gracias a las largas charlas sobre mi tiempo, el siglo XX y XXI, pude contarles


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como era su “antiguo mundo” del que solo conocían por decrépitos libros e informes almacenados en un ordenador central; y ellos a su vez, me ponían al día de la situación actual, la base y de la gente que vivía en ella.

Después de 8 días en cama, pude encontrarme con las fuerzas necesarias para poder caminar por la habitación y poder pasear por los pasillos de la base Montaña de fuego. Aunque, pronto desistí de salir, pues sin quererlo, me había vuelto todo un “espectáculo”, y era perseguido como si fuese una estrella de cine, interrogado amablemente y observado con extrema curiosidad, por todo aquel con el que me cruzase. Nunca me había gustado ser el centro de atención, y me sentía realmente incomodo.

No pasaba el día que varias personas se concentraban en la entrada, observándome como si fuese un ser de otro planeta recién llegado a la tierra. Era una sensación tan extraña ser la comidilla de todos y estar en boca de todas las conversaciones, no por mis acciones, sino por simplemente ser quien era, un tipo de otro tiempo.

Siempre he pensando que un hombre debe ser valorado por sus acciones y no por cómo se llama o de qué raíces tenga; yo me había ganado una reputación en el campo de batalla, no precisamente por mis “buenas” acciones, pero de poco me valía esa información aquí y ahora, si solo yo era el único que lo recordaba. Simplemente, ahora era un extraño de piel blanca, de un lugar extraño. Solo eso.

Era algo frecuente despertarme con varias caras observándome y comentando el color de mi piel; inmediatamente la doctora Winter o la enfermera Alison los despachaba a empujones, mientras explicaba con seriedad que no estaba del todo recuperado y no se admitían visitas.

Finalmente, y para preservar mi intimidad, se instalo un cerrojo a la puerta de mi habitación y solo tenían acceso el personal médico y


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gente seleccionada por el comandante Terry. Agradecí poder estar sin mirones y descansar sin sobresaltos.

Durante aquellos días, pude leer muchos libros y ojee con profundidad el diario del desconocido y sus generaciones. A medida que bucee en aquellas páginas de locura, me imaginaba un mundo horrible, que superaba con creces el cruel mundo de donde yo venía. Pensé que la humanidad no podía degenerar aun más, en su locura de conquista, poder y gloria. Me equivoque.

Nada había cambiado, nada parecían haber aprendido estos pocos supervivientes, que malvivían en un mundo calcinado y devastado por la radiación, la guerra y la intolerancia.

Los informes recopilados durante años en la base de la montaña de fuego, no eran nada positivos, todo un despropósito de ideas que rozaban la locura se recopilaba en ellos.

La intolerancia de un grupo de personas, que por su color de piel, habían exiliado a los que no eran como ellos a un destino incierto… ¿Por qué me sonaba tanto esta historia…? ¿Por qué volvía una y otra vez a caer en la misma piedra la cruenta humanidad? ¿De qué valían las duras lecciones aprendidas, las miles de vidas perdidas a lo largo de muchos años, luchando por la igualdad y la fraternidad, si cuando el hombre, que ha estado a punto de extinguirse, de desaparecer, vuelve a comenzar la guerra por dominar a los demás, en un mundo en ruinas?

El hombre reducido a un animal, a un esclavo, se había recluido de nuevo en los lugares de donde sus bisabuelos y los padres de estos, salieron tantos años atrás, con la ilusión de comenzar una nueva vida. Los refugios y bases subterráneas, eran ahora los nuevos hogares de los Alfa, o mestizos.


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En cambio, los Beta, o afroamericanos, se habían nombrado los elegidos por Dios, para repoblar la tierra, esclavizando a los mestizos y utilizándoles como mano de obra, para sus nuevas ciudades.

Corruptos por una fatal idea de que Dios les permitió continuar siendo del mismo color con el que nacieron sus antepasados y que al hombre blanco, se le castigo con un cambio de piel, se nombraron los nuevos dueños del planeta, proclamándose los dueños absolutos de lo que el hombre blanco no había sabido cuidar. Sus ideas absolutistas, decretaban que el hombre blanco y sus ansias de conquista, habían llevado la tierra a un Apocalipsis, y por ello, debía ser erradicado y exiliado.

¿Será quizás esto un desquite por tantos y tantos años de esclavitud y desigualdades reprimidas? ¿Ahora que tienen el poder, nos devuelven el golpe? No era posible, no podía ser tan simple.

Yo no soy racista, nunca lo he sido, mis mejores amigos han sido siempre aquellos que me han dado su confianza, sin importar color de piel o su procedencia. En mis múltiples años de trabajo para con el ejercito de los Estados Unidos, siempre hubo varios soldados de color en mi equipo, grandes y valerosos hombres que hacían bien su trabajo, incluso, mi capitán era un Afroamericano. Jamás tuve problemas con ellos, todos hacíamos lo que se nos ordenaba, y cumplíamos con respeto nuestras misiones. Aunque, si que es cierto, y con vergüenza lo digo, que la historia americana no es precisamente una historia de libertad y felicidad, sino una de sometimiento y servidumbre para con estos hombres.

Tengo que matizar en este punto, que el fenómeno de la esclavitud se remonta a las civilizaciones antiguas, e históricamente se ha demostrado que su razón de ser radica en el fortalecimiento y sostenimiento de la actividad económica, ya que normalmente los esclavos eran empleados como mano de obra. En Estados Unidos


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finalmente, la esclavitud es abolida primero en el norte industrial, siendo ésta una de las causas de la Guerra de Secesión, para finalmente abolirse en todo el territorio al caer derrotado el sur en 1865 por el Presidente Abraham Lincoln. Pero, a pesar de la entrada en vigor de la Convención sobre la Esclavitud y de estar “oficialmente prohibida” en casi todos los países, la esclavitud seguía existiendo en gran escala, tanto en sus formas tradicionales como en forma de “nueva esclavitud”. En muchos lugares del mundo seguían existiendo zonas donde hay gran cantidad de personas viviendo en un régimen de esclavitud similar a los de la antigüedad. Sobre todo en zonas donde las administraciones prácticamente no existen, no llegan fácilmente o no se oponen y luchan contra ella debido a la corrupción de los funcionarios que deben controlarla. En mis muchos años de misiones… mate a muchos de esos funcionarios corruptos.

El siglo XXI comenzó con un presidente afroamericano, y muchas cosas cambiaron para siempre en Estados Unidos, por lo que no entiendo el por qué de todo esto. No se como ha podido degenerar tanto el concepto de la libertad, para que de nuevo, hombres son convertidos en esclavos. No lo entiendo.

Absorto en mis pensamientos, no me di cuenta de que la doctora Winter había entrado silenciosamente en la habitación y se disponía a revisar mi temperatura. Abrí los ojos y la mire sonriente.

- Discúlpeme, Capitán Campbell, no sabia que estaba despierto…- dijo con un susurro.

- No se preocupe, me acabo de despertar y estaba simplemente tumbado, disfrutando de la soledad.- Expliqué.

- ¿Sabe? Todo esto esta muy triste sin sus fans.- comentó la doctora, con excelente humor.


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- Por favor, no me lo recuerde… no sabe lo que es dormir de un tirón sin miedo a despertar y encontrarse con un rostro o varios, mirándote directamente.

La doctora lanzó una carcajada, y continuó realizando sus pruebas matutinas, que realizaba cada mañana, desde que viene a esta base. Tomar la temperatura, cambiarme vendajes y extenderme medio kilo de cremas y ungüentos de un olor demencial. Después, me traía un copioso desayuno, y con él, un vaso de plástico pequeño, donde me dejaba religiosamente dos pastillas, una de antibiótico y otra para calmar los dolores de la recuperación.

- Se que se resiste a salir y pasear por el exterior, pero le vendría realmente bien, estirar un poco las piernas. – Me dijo amablemente la doctora.

- Lo se. Hoy le haré caso, y pasearé un poco, no se preocupe.- le respondí, con una gran sonrisa.

- Si se refiere a la reunión que tiene con el comandante Terry en su oficina, no es precisamente un paseo… - Comento la doctora mientras me extendía las cremas por los brazos muy delicadamente.

- Si, lo se. Pero es al único lugar donde iré por ahora, mientras tenga a los fans agrupados en mi puerta esperando, que se yo, qué mensaje divino por mi parte.- explique abatido. Desde que había corrido la voz por toda la base, cada día era mayor el número de personas que se agrupaban por turnos en la puerta. ¿Qué demonios esperaban de mí?

- No le de mayor importancia, dese cuenta, que nunca habíamos visto a nadie con la piel blanca desde hace mas de 100 años. – explicó la doctora, mientras extendía una segunda crema en mis piernas. - Solo conocen la existencia de gente como usted en libros o fotos antiguas, compréndalo.


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- Lo se, pero…me siento incomodo.

La doctora acabó su trabajo y recogió todo el material, tiró los vendajes sucios a una bolsa de basura, que se llevaría minutos después, y me dejo, sobre mi silla, ropa limpia para que me cambiara. Me quedé unos minutos tumbado, para que la crema se absorbiera perfectamente por mi piel, y así, poder vestirme e ir a mi cita con el comandante de la base cuanto antes.

Tenia ganas de poder ver algo nuevo de la base, y poder conocer mas detalles del mundo donde me encontraba. Durante los días previos a la reclusión voluntaria en mi habitación, solo había podido ver algo del nivel donde me encontraba: varios largos pasillos, una gran estancia destinada como sala de operaciones, otras cuatro habitaciones dobles como la mía y un ascensor, que con total seguridad interconectaba toda la base.

Estaba impaciente y ansioso por conocer cosas y poder verlas con mis propios ojos, estaba cansado de leer e imaginar como serian, de escuchar y oír historias a los demás y sin ninguna referencia visual, representar mentalmente lo que ellos me relataban. Notaba como crecía en mí, una ansiedad, una necesidad incontrolable de saber y aprender, como jamás había sentido.

Me levanté y me vestí con sumo cuidado, pero con toda la prisa que me permitían mis vendajes. Necesitaba salir de esa habitación y poder llegar a otros niveles de la base. Y precisaba, aunque sabia que por ahora no era posible, respirar aire no reciclado, y poder sentir de nuevo el frescor de la noche sobre mi piel. No me gustaba estar bajo hormigón, mas tiempo del necesario…

Dejé a la doctora en mi habitación, rellenando el informe matutino en mi ficha de paciente. Me despidió con una calida sonrisa y continuó con sus anotaciones. Fuera, en el pasillo, mi sorpresa no fue


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encontrarme con todo un nutrido grupo de fans desbocados, sino dos soldados completamente equipados para el combate.

- Capitán Campbell, el Comandante le esta esperando. Acompáñenos por favor. – Dijo con sobriedad el soldado más mayor de los dos. No sabría decir que rango o de que tipo de batallón eran aquellos soldados, las ropas que tenían y la equipación, aunque tenía un evidente origen en las ropas que yo mismo había llevado, había evolucionado hacia un uniforme de lo más extraño y pintoresco. Los dos soldados llevaban unos uniformes negros y amarillos, parecidos a buzos, pero con una configuración diferente. El casco era totalmente negro y la forma era un casco táctico policial, muy diferentes a los cascos militares convencionales. El uniforme, era negro, con una especie de armadura en codos, rodillas y pecho, de color amarillo oscuro. El uniforme estaba complementado con docenas de accesorios que no reconocí, a excepción de una linterna, un puñal de combate y algo parecido a una granada de mano. Las botas, de color negro, estaban reforzadas por una puntera amarilla y una suela del mismo material. Con total seguridad, era un uniforme de combate nocturno, bien preparado para el combate en un desierto.

- Si es tan amable, señor.- Me indicó amablemente el soldado mas joven, señalando hacia el ascensor al final del pasillo.

- Si, claro. Estoy impaciente por ver al Comandante Terry.

No me había equivocado en lo mas mínimo, la base, efectivamente, tenia una profundidad mayor de la que había calculado en mis horas de aburrimiento, por el sonido del generador del aire impulsando oxigeno a los niveles inferiores, y lo conductos de ventilación, que estaban numerados con el numero 7 en cada sección del hospital. Efectivamente, el siete correspondía al nivel bajo tierra donde me encontraba, y no era el último, bajo mi nivel, había otros dos


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más. Los solados pulsaron el nivel 2 y el ascensor comenzó a ascender con un sonoro chirrío.

El segundo nivel, para mi sorpresa, no era el cuartel general, ni la zona de mando, sino un grandísimo jardín subterráneo, que se perdía en el interior de una cueva subterránea, de inmensas proporciones. Gran cantidad de enormes lámparas, que emitían una extraña luz azulada y a veces amarilla, alumbraban y daban calor a las plantaciones que se encontraban divididas por zonas, claramente valladas y delimitadas. Cada zona, podría tener unos 50 o 100 metros cuadrados, llenos de plantas, árboles y arbustos frutales de todo tipo. Pude distinguir: naranjos, manzanos, nogales, almendros, y todo tipo de árboles y arbustos frutales, maravillosamente cuidados y mimados.

Aquel lugar era un hervidero de trabajadores, que mantenían cada zona, recolectaban los frutos que estaban maduros y que cuidaban cada hoja, como si fuesen sus propios hijos. Me quede fascinado observando como aquella monumental sala olía poderosamente a fruta, un olor tan acido y dulce a la vez, que te hace sentirte vivo de nuevo.

- Señor, el comandante le espera en la sala de control.- Dijo el soldado más veterano, señalando un edificio construido a un lado de la cueva. El edificio, tenía un gran ventanal, desde donde se controlaba todo lo que ocurría en las plantaciones, muy parecido a una torre de control de un aeropuerto.

Nos dirigimos hacia el edifico, evitando molestar mas de lo necesario a las docenas de personas con las que nos cruzábamos, y que se encontraban en constante movimiento, llevando cajas, moviendo mangueras de agua, o transportando todo tipo de herramientas a las plantaciones. Todos ellos, se quedaban observándome con curiosidad, y cuchicheaban con el que estaba a su lado. No era de extrañar, que todo el recinto, por muy grande que fuera, supiera que ya me encontraba por allí.


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Los soldados me guiaron hasta el edificio-torre de control y se quedaron en la puerta, erguidos contra la pared, quietos como estatuas. Supuse, que se quedarían allí fuera para velar por la seguridad del edificio, así que, sin más dilación, me dirigí al interior.

Accedí a una gran sala de control, donde varios operarios trabajaban incansablemente, observando y vigilando cientos de pilotos y pantallas, que visualizaban diferentes partes de la inmensa cueva y los tesoros florales que allí se cultivaban y custodiaban. Era una imagen impresionante, ver como toda aquella gente trabajaba, comunicándose con los operarios y obreros del exterior, e informaban de donde era necesario realizar un trabajo o rectificar otro. Pese a la gran cantidad de gente que trabajaba allí, todo se realizaba con la tranquilidad y la eficiencia, más propia de robots que de personas; era increíble verles trabajar.

Junto a una gran pantalla, de unos cuatro metros de altura por cinco de largo, se encontraba el Comandante Terry. Permanecía ante la gran pantalla, con los dedos entrelazados a la altura de la cintura, y los ojos perdidos entre los miles de datos que surgían y se visualizaban en ella. Bajó el cabeza pensativo y se giró. Junto a él estaba un soldado, pulcramente uniformado y con cara de pocos amigos, que rápidamente relacione con un oficial al mando. Los uniformes limpios, siempre definen a un oficial del alto mando, rígido como el acero. A diferencia de los demás presentes en la sala de control, el serio oficial me miraba con desprecio, más que con curiosidad.

Todos en la sala murmuraban desde mi entrada, y comentaban con total indiscreción con el de al lado, sus pensamientos sobre mi existencia y el color de mi piel.

El Comandante miró a todos los presentes, y de inmediato, todos comprendieron el matiz extraordinario de la situación que estaban viviendo.


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- Capitán, disculpe a mis hombres, es la primera vez que ven a un hombre totalmente blanco. – Comentó el comandante, mientras me ofrecía la mano, en forma de saludo. – Si me permite, le explicaré con detalle qué es todo esto.

- Creo tener una ligera idea de qué es todo esto. No es la primera vez que veo una granja hidropónica, aunque jamás la vi tan grande. – comenté, tomando su mano y saludándole formalmente.

Miré a través de los grandes ventanales, los cuales permitían tener una visión global de todo el inmenso recinto, y contemplé la magnitud de todo el complejo hidropónico. Donde pensé en un inicio que trabajaban centenares, ahora parecían miles. Era una visión sobrecogedora que abarcaba varios kilómetros de instalaciones, aprovechando varias cuevas naturales impresionantemente grandes, y otras cuevas y túneles tallados en piedra de manera artificial. Toda una ciudad subterránea, dedicada a la agricultura.

El erguido e impecable oficial que se encontraba junto al comandante, estaba visiblemente nervioso, aunque no entendía el motivo, pero pude observar con claridad los detalles que le delataban. Pequeñas y casi inapreciables gotas de sudor surcaban su frente, mientras intentaba soltar adrenalina golpeando su mesa con los dedos suavemente pero de forma continua.

- Este es el Capitán Burke, esta al mando de la seguridad de toda la base y en especial de “la granja”, como llamamos amistosamente a este nivel.- Explicó Terry, señalando al nervioso oficial a su lado.

Extendí la mano, para saludar educadamente al Capitán Burke, pero este se mantuvo erguido e inmutable, evitando todo contacto conmigo.

- No se preocupe Capitán, no tengo nada contagioso.- Bromee, enseñando la palma de mi mano al capitán Burke.


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- No se confunda, no temo que pueda contagiarme nada. Simplemente, no me fío de usted. –dijo con frialdad y aridez.

Su respuesta no me pilló desprevenido, sabía que su respuesta no era debido a que yo le pareciera un extraño entre gente extraña, de la que nadie sabía nada de mi; sino simplemente, por que sabia como funcionaba la mente de un oficial como éste que tenia frente a mí; un soldado frío como el acero y entregado totalmente a su trabajo. Un oficial, que odia los cambios, las novedades, las nuevas caras y cualquier cosa que se salga de la rutina. Pero por suerte, también sabía como tratarlos.

- No tiene por que hacerlo, Capitán. Pero le diré algo, aquí todos somos soldados, y todos estamos del mismo lado, yo quizás venga de un tiempo muy diferente a este, pero puedo asegurarle, que estoy del lado de la libertad, y de eso, si puede fiarse.- Le explique con respeto.

- Ya habrá tiempo de demostrar, qué tipo de libertad es por la que lucha. – Me dijo con seriedad el Capitán.

- Burke, déjelo ya. El capitán Campbell ha demostrado con creces su procedencia, rango e historia, y no tenemos por qué desconfiar de él. ¿Esta claro?- Interrumpió Terry con brusquedad. Burke asintió con la cabeza, y me sonrío con media sonrisa, aceptando las palabras de su superior, pero los dos sabíamos, que la conversación no había acabado en absoluto.

En algún lugar de mi memoria, tenia el vago recuerdo de haber conocido a alguien parecido al capitán Burke, y por alguna extraña razón, que aun desconocía, me dieron unas incontrolables ganas de partirle la cara, ¿Por qué seria?

- Acompáñeme por favor, Capitán Campbell, quisiera enseñarle algo. – dijo el Comandante, señalando una pantalla donde un


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operario se encontraba controlando varios niveles de humedad y exposición.- quizás para usted sea algo muy común, el encontrar frutas y verduras de todo tipo, pero créame cuando le digo, que ha sido un trabajo de varias generaciones el construir, adaptar y mantener todo este complejo. Eso que esta usted viendo, es nuestra última adquisición y se encuentra en desarrollo, traída desde el laboratorio de genética 3, Calabacines. ¿Los conoce?

- Si, por supuesto, era una verdura muy frecuente.

- Nos ha costado 250 años, el poder recuperarla de semillas secas y muertas, encontradas en varios lugares de Texas. Ha sido una gran proeza para el equipo científico del laboratorio 3, el poder recuperar una verdura como esta.- tomo una pausa el comandante, y caminó lentamente hasta la gran pantalla de la sala de control. - Cada día, todo este complejo, funciona con el esfuerzo de muchos hombres y mujeres, que desean un futuro mejor para sus hijos; pero como bien sabe, todos los esfuerzos, todo el trabajo, pueden desaparecer repentinamente por la ignorancia y la sombra de los que no aceptan la realidad. – Terry hizo una pausa, trago saliva, se giro dando la espalda a la pantalla y me miró fijamente con seriedad.- El ejercito Ario, ha eliminado esta mañana el Laboratorio 3, y con ello, a mas de 300 personas.

- ¿Cómo dice? – Pregunté sorprendido.

- El bastardo del Coronel Kreiss y sus perros Arios, han matado a 300 personas, han capturado las instalaciones, y han robado todas las semillas nuevas que estaban desarrollando.- Interrumpió rabioso, el Capitán Burke.

- ¡¿Pero no entiendo, qué buscan esos malditos locos?!- Pregunté confundido y airado.- He leído algunos informes actuales, y el diario del “desconocido”, y por ello entiendo la filosofía con la cual se


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creen superiores, incluso que quieran eliminaros, pero, ¿por qué matar a científicos que quieren recuperar la vegetación perdida?

- Ellos creen que las cosas que hacemos, las cosas que tocamos, están malditas. Por lo tanto, quieren eliminarnos de raíz, y con nosotros, todo lo que hemos creado. Su enfermiza idea del nuevo mundo, ha degenerado en gran medida con los años, y su nuevo líder, un fundamentalista negro, acrecienta los ideales Arios. – Explicó abatido el comandante Terry.

- ¿Ese fundamentalista, es ese tal Kreiss? – pregunté.

- No… ese autodenominado “Coronel”, es el perro de caza del General Ario, del cual no tenemos ningún dato de relevancia. El líder, es un enigmático hombre que jamás ha salido de Huston, y al cual nadie ha visto con vida. – Escupió el Capitán Burke, progresivamente enfadado.

- Ese líder, de que tanto se habla en los informes e historias, nadie ha podido verlo nunca, ¿Cómo saben que realmente existe? ¿Cómo saben que no es el mismísimo coronel Kreiss? – pregunté, intentando buscar una explicación lógica, a una situación cada vez más ilógica.

El comandante Terry miró al capitán Burke, y éste le devolvió la mirada, los dos se quedaron mirando con una expresión extraña de complicidad, esperando que uno de los dos comenzase a hablar. Finalmente, el comandante, soltando un suspiro, me miro con un rostro lleno de cansancio y tristeza.

- Sabemos que existe, por que… es el hermano pequeño del padre Janos.- Concluyó el comandante, cruzando sus brazos, bajando levemente la cabeza.

- ¿Janos? ¿El hombre que me salvó la vida? Eso no tiene ningún sentido… ese hombre es…


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- Ese hombre es un buen hombre.- Interrumpió con seriedad, el Comandante. - Un hombre que pese a ser un Beta, eligió otro camino hace ya mucho tiempo y se entrego a Dios y a los demás. Sin importar quien sea de una raza y otra.

- Un beta, un negro.- repetí, absorto en el significado de la palabra.


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Capitulo 10

“Rehenes”

- Igualmente, comandante, ¿Para que me ha traído aquí? – Pregunté dejando a un lado mis pensamientos e intentando aclarar mi situación.

El comandante, había comenzado a andar de un lado para otro, ligeramente nervioso, con los brazos cruzados. Miraba de vez en cuando las pantallas que se encontraba a su paso, intentando desviar la intención de lo que rondaba por su cabeza. Finalmente, se encaró a mí, y soltó lo que llevaba todo el día, al parecer, esperando decirme.

- Todo esto me lleva a una situación delicada, no por el hecho de que el laboratorio 3 tenga que ver algo con usted, ni mucho menos, no le culpo en absoluto de las obras de otros; pero usted ha originado, sin querer, una serie de acontecimientos en cadena que están siendo desastrosos para toda nuestra colonia, y quizás, para todo Texas.- Explicó con calma el comandante. – El desencadenante de tan terribles actos no ha sido otro que el simple comentario de un hombre, hecho


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prisionero, sobre su presencia entre nosotros. Imagine por un momento, que el líder radical de los Arios o Betas, descubre que un hombre como usted, de su color de piel y de su procedencia, camina entre nosotros, dando esperanzas a los mestizos, como un emisario del antiguo mundo. – Hizo una pausa para tomar aliento, y continuó.- Tiene que haber sido una locura para él, pensar siquiera tal posibilidad, y enfrentarse al hecho de que un hombre blanco, como un demonio surgido de sus peores pesadillas, viene para destruir su imperio, tan perfectamente organizado y definido, desde lo mas profundo de sus temores.

- En tan solo 24 horas, ha movilizado todas sus tropas a lo largo y ancho de todo el estado, para encontrarte y a la vez, encontrar este lugar, que con tanto recelo hemos ocultado. – Dijo Burke, completando la información.

- Pero… no pueden culparme de lo que hablen los demás sobre mi. Yo no… - dije inquieto y aterrado, por el hecho de que me culparan de la muerte de 300 civiles.

- No tema, se que usted no tiene la culpa, al menos no directamente, y por lo tanto, no puedo tomar represalias de ningún tipo, no seria justo. Pero, tiene que entender, que muchos de los que están en esta base, no entenderán por que han muerto sus familiares y amigos, y seguramente usted se llevara la peor parte.

- ¿Por ello he venido acompañado por dos guardias? – Deduje en ese momento.

- No quisiéramos que un airado ciudadano se tomara la justicia por su mano, cegado por la perdida de sus familiares. Bastante hemos perdido ya hoy…- Dijo Terry con seriedad.

El capitán Burke, se mantenía inquieto y silencioso, apoyado contra la pared; al acabar de escuchar al comandante, se irguió y tomo la palabra.


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- Sigo pensando, que deberíamos entregarle a Kreiss y nos ahorraríamos mayores represalias. – Dijo con brusquedad el Capitán Burke, mirándome fijamente, con cara de pocos amigos.

- Capitán…- dijo secamente el comandante Terry, mirándole de reojo.

- Discúlpeme señor, pero Kreiss nos ha dejado en paz mientras hemos mantenido el tratado, ahora… no nos dará cuartel.- Explicó con humildad el capitán.

- Capitán, se que somos amigos desde hace tiempo, pero si le digo que se calle, ¡se calla!, ¿de acuerdo? – Dijo autoritariamente Terry, girándose y mirándole fijamente a los ojos.

- Pero... Señor...- Tartamudeo el capitán Burke.

- ¡Silencio! Maldita sea Burke, calle su maldita boca, ¡cállese!- gritó Terry, golpeando con su puño derecho, la mesa en la que se había apoyado. El comandante, había perdido los nervios ante las palabras del capitán, y se levanto airado, masajeando su mano derecha, nerviosamente.

- ¿De qué tratado hablan?- Pregunté con curiosidad, intentando quitar algo de tensión al momento.

- Nunca estuve de acuerdo con ese tratado, pero mi predecesor lo firmó esperando que la paz llegase algún día entre nuestras dos razas. Pero, por desgracia, el tiempo ha demostrado todo lo contrario. Mientras nosotros nos dedicábamos a sobrevivir y recuperar lo que algún día llegó a ser una fértil tierra, los Betas, ahora llamados Arios, se han dedicado a armarse y a conquistar medio país. Hemos hecho las cosas tan mal, que dudo que podamos dar marcha atrás a los acontecimientos que ahora nos desbordan. – Explicó el comandante abatido, dejándose caer de nuevo sobre la mesa. Cambio su mano derecha por la izquierda, y comenzando a masajearla, nerviosamente.


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En ese mismo instante, comprendí el cuadro, el lienzo completo de lo que estaba ocurriendo en este nuevo mundo. Miles de ideas vinieron a mi cabeza, para formar el puzzle completo, rellenando con la nueva información, los huecos que era incapaz de rellenar días antes. Con las nuevas piezas, fui formando definitivamente, la historia al completo, y por fin, obtener una idea clara de lo que había ocurrido.

No era dos bandos en guerra, ni siquiera era una guerra como tal, sino más bien una conquista bélica, de unos hombres despiadados y corruptos, por una idea malsana e ilógica, hacia otros hombres que luchaban día a día por sus hijos, por la supervivencia, y por un mundo mejor. Unas gentes dedicadas en cuerpo y alma, desde muy pequeñas, a aprender por la fuerza, una profesión lo mas relacionada posible con las cualidades innatas de la persona. De esa manera, impulsar ese aprendizaje con cualquier medio necesario, para no perder tan preciados conocimientos, atesorados en libros y ficheros, y crear un profesional cualificado, para las tareas más duras. Las gentes se habían sacrificado a sí mismos, para convertirse en libros vivientes, con los cuales instruir a las nuevas generaciones, que algún día, podrían disfrutar de un mundo compasivo, piadoso y benévolo.

Cuando veía aquellas pantallas, aquellos parpadeantes pilotos, esos cientos de botones de diferentes colores, y esas miles de personas cultivando y cuidando algo tan simple, y a la vez tan complejo como un calabacín, no pude mas que sentir una profunda admiración y respeto. Jamás me había cruzado a lo largo de mi vida, con una sola persona tan dedicada como todas estas miles. Tan centrados en sus labores, tan dedicados a la comunidad, y tan protectores de los tesoros que durante generaciones, habían conseguido.

- ¡Pero algo podrá hacerse! aunque sean unos fascistas y estén mejor equipados, destruir todo esto, es una locura y una idiotez, y no creo que sean tan estúpidos. – comenté, fijándome en una pantalla,


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donde un operario controlaba un conjunto de huertas, con tomates y pimientos verdes.

- El Coronel Kreiss y sus hombres, son de todo menos estúpidos. Han utilizado a los nuestros durante años como esclavos para sus huertas e instalaciones de comida. El tratado que firmó mi predecesor, mantenía que no capturarían más esclavos ni destruirían ninguna instalación nuestra, mientras les diéramos un porcentaje de lo recolectado anualmente. Así ha sido durante más de 40 años. Pero el ataque sin sentido al laboratorio 3, nos desconcierta y nos sorprende desagradablemente. – Relató el Comandante, con la vista perdida en las pantallas frente a él.

- Comprendo… aunque, si me permite comentar algo… - Pregunté con educación.

- Sí, por supuesto, hable con libertad, necesitamos otro punto de vista ante estos terribles acontecimientos. Hable, por favor.- Me señaló el comandante, levantando su mano con un gesto de aprobación.

Me relajé y respiré profundamente, el cuerpo comenzaba a escocerme un poco, seguramente debido a que los analgésicos comenzaban a dejar de hacer su efecto.

- Creo entender, que ustedes nunca han tomado la iniciativa contra ellos, solo se han dedicado durante años a defenderse, bajar la cabeza y esconderse, ¿Es así? – Pregunté al comandante.

- Si, así es. Solo hemos luchado cuando era necesario.

- Es una estrategia penosa a largo plazo. Con mi experiencia, puedo decirle que las guerrillas, por muy loable que sean su existencia y su motivación, en la mayoría de los casos, ha terminado siendo engañada, cazada y destruida. Puedo declarar con total seguridad, que tarde o temprano, la gente que esta en el poder, o que se ha impuesto


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en el poder…, termina eliminando a todo aquel que podría usurpar el estatus quo, aunque fuera de forma hipotética. El miedo a perder el poder o la posición política, es muy poderoso. Lo he visto por todo el mundo, bueno, lo vi por todo mi antiguo mundo, y créame, esto no acabará bien.- Expliqué al comandante.

- ¿Qué demonios es una guerrilla o una política? – Preguntó airado el Capitán Burke.

Terry golpeó la mesa con un sonoro golpe, que hizo sobresaltarse a varios de los operarios, que se encontraban trabajando en sus mesas, girándose para ver qué ocurría. Terry miro a Burke, esperando que con una simple mirada fulminante, entendiera que debía callarse. Se lo agradecí profundamente.

- Olvídense de los tecnicismos, no importa como se llame una cosa u otra; lo que realmente importa es que su estrategia no sirve, y deben tomar la iniciativa cuanto antes. Ellos juegan con la ventaja de que no tienen nada que perder, puesto que tienen acceso a otras reservas y disponen de esclavos o rehenes que hacen el trabajo sucio por ellos, ¿no es así?

Terry se quedó pensativo unos segundos, y me miro con seriedad.

- Así es.

- Por lo tanto, y antes de que esos tipos vuelvan a atacar, deben mandarles un mensaje claro y contundente.- Dije, mirando a los dos oficiales por igual.

Los dos veteranos oficiales, parecían entender con claridad cristalina, el mensaje que les estaba enviando. Se quedaron observándome, esperando que yo acabase mi sorprendente discurso con suma curiosidad. Burke, menos discreto, simplemente me miraba con un desprecio difícil de evitar, aunque los dos sabíamos


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perfectamente, como militares que somos, que lo que había dicho era cierto. La situación se había convertido en insoportable.

- Deben golpear, y hacerles saber que seguirán golpeando aun más fuerte. Si lo desean, podría ayudarles a preparar una operación ofensiva, creo que mi experiencia como oficial táctico, les puede ser de mucha utilidad. – me ofrecí.

El comandante Terry, con una tímida sonrisa, se acercó a mí y me extendió la mano, a forma de saludo.

- Su experiencia será de gran utilidad, aceptamos su ofrecimiento.

Le devolví el saludo, chocando con energía nuestras manos. Conocía poco de aquel líder que tenía frente a mí, solo comentarios de otras personas e informes escritos, pero en aquel momento, me di cuenta de que era alguien fuera de lo común, abierto a todas las posibilidades y capaz de adaptarse a cualquier problema. Había conocido pocos hombres tan flexibles y pacientes al mando como Terry.

Desde la puerta de la sala de control, a mis espaldas, un puño martilleaba sonoramente el marco de la puerta metálica, haciéndose oír. Una mujer entraba sonriente, saludando a todo con el que se cruzaba a su paso, con movimientos gráciles y amables. Finalmente se acercó hasta nuestra posición, sin dejar de sonreír. Al principio no caí en la cuenta, puesto que estaba totalmente diferente a como la había visto días anteriores, pero sin lugar a dudas aquella mujer era Helen, con un uniforme nuevo y limpio, un peinado diferente y lleno de color, y finalmente, un rostro bello y fascinante, que despertaba en mí extrañas sensaciones.

Vestía ahora un elegante uniforme, de color negro y gris, con galones e insignias que me eran desconocidas, aunque pude deducir que


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no era un simple uniforme de soldado, puesto que varias flamantes condecoraciones colgaban de su pecho. Tenía el pelo teñido de un rojo caoba, y recogido con una elegante coleta. Parecía otra mujer, incluso me atrevería a decir que mayor o mas madura.

Se puso rígida ante el capitán Burke y el comandante Terry, se cuadro, y saludo marcialmente.

- ¿Que ocurre teniente?- Preguntó el capitán Burke, extrañado por su presencia.

- Señor, he venido a informar de los preparativos del entierro de esta noche están listos y dispuestos. Además, tengo que entregar un encargo de la doctora Winter al señor Campbell.- Explicó con seriedad Helen, manteniéndose firme frente a ellos.

Me revolví inquieto, recordando las terribles noticias de la masacre del laboratorio 3 y de mi responsabilidad, aunque fuese de forma indirecta en todo ello. Un calor comenzó a recorrer todo mi cuerpo, y comencé a sudar de inmediato, nervioso por las consecuencias de todo lo ocurrido. Helen aun no se había vuelto para mirarme, y dudo que pudiera hacerlo, sabiendo que yo estaba relacionado con la muerte de sus amigos. Ahora entendía aquel uniforme de gala, de una gala siniestra y oscura, como solo podía ser un entierro masivo de sus camaradas. Respire profundamente, para coger fuerzas y poder soportar la mirada de una mujer, por la que solo podía sentir admiración y atracción, profunda atracción.

- Es una excelente noticia, teniente, le felicito por su buen hacer. A las 10 Pm estaremos en la sala comunitaria para celebrar la misa. ¿Están todos avisados?- preguntó el capitán Burke.

- Por supuesto señor, los refugios 3, 4 y 7 están sobre aviso. Se comunicarán por radio para oír la misa en directo a la hora convenida. – explicó Helen con detalle.


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En ese momento, giró sus talones, y se me acercó, sin mirarme directamente a los ojos. Intente buscar su mirada, saber lo que sentía, pero fue inútil, evitaba todos mis intentos de descifrar sus sentimientos, lo cual me preocupo aun más, y volví a sentir el sudor recorriendo mi espalda.

- La doctora me ha dado esto para usted.- me extendió un pequeño bote con dos pastillas en su interior.- Dice que las tome antes de media hora, y que debe volver a su habitación para el tratamiento, cuanto antes.

- Muchas gracias…- tartamudeé con nerviosismo, mientras tomaba el bote.

Helen no me dio tiempo a pronunciar nada más, se volvió a girar para situarse frente a sus superiores, se cuadró elegantemente, los saludó, y caminó dirección a la salida. Antes de desaparecer por la puerta, pude llegar a verla aunque fuera por tan solo una milésima de segundo, dirigirme una mirada furtiva antes de desaparecer; su mirada no era de cariño ni deseo, como yo sentía por ella, en cambio, un sentimiento horrible recorrió mi cuerpo, al ver como sus ojos, me asesinaban con una venenosa mirada de odio. Me odiaba. Posiblemente, todos en aquel lugar me odiaban a estas alturas…

- No le de importancia, Campbell. Simplemente, comprenda que no tienen a nadie a quien culpar.- Comento Terry, intuyendo como me sentía y lo que pasaba por mi cabeza, al verme abatido mirando hacia la puerta.

- Kreiss y sus hombres son los culpables, a ellos deberían odiar, no a mi.- dije visiblemente afectado.

- Acompáñeme, por favor. – dijo Terry, señalándome la puerta de la sala de control.- Antes de que vuelva a su habitación, quiero que vea una última cosa.


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Terry, comenzó a caminar lentamente, pero sin esperarme, hacia la puerta principal del complejo. Los dos guardias del exterior, hicieron acto de presencia y se pusieron a los lados de la puerta en el interior de la sala, vigilándome en todo momento. ¿Me vigilaban o me protegían?

Miré a Burke extrañado, el cual me miraba fijamente, como si quisiera atravesarme de lado a lado con su oscura mirada. Sintiendo que allí sobraba, literalmente, seguí al comandante apretando el paso, para situarme a su altura.

Salimos del recinto y caminamos lentamente entre los campos de cultivo hidropónicos, pasando junto a docenas de silenciosos trabajadores, que a veces, se atrevían a levantar su mirada y observarme por unos segundos. La mayoría, se mantenía ocupado en sus tareas, y simplemente hacían como si no estuviera, lo cual agradecí cuantiosamente.

Pasamos juntos a varios huertos, estratégicamente situados, en los cuales varios operarios regaban con mangueras las diferentes hileras de verduras y hortalizas. Caminamos junto a varios árboles frutales, donde la fruta maduraba de forma espectacular, gracias a las condiciones tan bien creadas por las lámparas solares, sistemas automatizados de abono natural y los novedosos métodos de regadío. Era espectacular, ver manzanas de color verde, amarillo y naranja, decorar cientos de metros de diferentes manzanos, de un aroma delicioso.

Caminamos un rato más, adentrándonos en la caverna que se abría en uno de los muros de hormigón de la base, penetrando en un mundo totalmente inesperado y sobrecogedor. La caverna, de más de 90 metros de altura y varios kilómetros de profundidad, bullía de actividad, donde cientos de trabajadores realizaban su incansable trabajo, y un murmullo continuo se elevaba hasta formar ligeros ecos


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en la caverna. Daba la sensación de que me encontraba en un campo de fútbol lleno a rebosar, aunque claro está, un campo de fútbol de varios kilómetros. A un lado de la caverna, había una zona de hormigón y acero, que tenía el aspecto un pequeño hangar tapiado, pero no aparentaba haber sido construido después de abrirse la caverna, por el contrario, parecía erguirse allí, desde hace centenares de años.

- Ésto que ve aquí, fue encontrado por mis antepasados cuando ampliaron la caverna 200 metros a lo ancho hace 75 años. Necesitaban más espacio para las nuevas especies que iban rescatando. Por desgracia o por suerte, el equipo de demolición encontró esta estructura bajo toneladas de escombro, y no supieron que hacer con ella. Al mirar en su interior la mayoría huyo despavorida, y algunos clamaron al cielo dando gracias. El comandante de la base en aquellos días, en un alarde de valentía y para preservar la tranquilidad en la base, seleccionó parte del material encontrado y después, selló la puerta con acero y cemento, ocultando el resto del contenido.

- Parece un hangar o almacén, reconozco esas marcas y números.- dije, observando cómo varios números de serie y dos carteles con el mensaje “propiedad del ejercito de los E…” decoraban un edificio totalmente descolorido y sucio.

- Si, así es. Es al parecer un almacén de armas de su tiempo capitán. El comandante Gillian, uno de mis predecesores, estudio su interior, lo catalogo a su manera, usó todo lo que creía conveniente y después tapió el resto. He ojeado durante años esos informes, que pasan de comandante a comandante, y solo tenemos acceso a ellos mediante varios sistemas de seguridad muy peculiares. Pero volviendo al tema… quería comentarle algo, que siempre me ha tenido intrigado, y ahora que está usted aquí, quizá pueda por fin aclarar una de mis dudas.- Me dijo de forma intrigante, el comandante Terry.


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Terry, sacó de su bolsillo un sobre muy usado y amarillento, lo abrió lentamente, sacando varios listados y fotografías, las seleccionó cuidadosamente, y me las ofreció para que las mirara. Tome con curiosidad aquellos documentos e inmediatamente comencé a leer.

Las hojas, estaban sucias, muy usadas, y parecían tener cien años, lo cual con total seguridad seria cierto. Comencé a leer los membretes de los folios, para poder empezar descubriendo a quien pertenecían. Los encabezados de las hojas estaban firmados por el gobierno de los estados unidos y el ejército de tierra, los nombres y direcciones no me decían nada, aunque confirmaban que pertenecían a una base de Texas. Después de ello, toda una lista de armas, municiones y misiles de todo tipo eran listados de forma ordenada y conforme a los parámetros militares de: menor potencia a mayor potencia y calibre. Los listados continuaban en varias hojas, sumando todo tipo de armas, cada vez más poderosas y destructivas, la lista no parecía fina, y en la 4º hoja, en la última línea, mis ojos se quedaron clavados, congelados por las palabras que allí estaban escritas.

S/N: 2535663 – TER 120M - M1C1 - 10 UNIDADES

Leer aquella línea me produjo un escalofrió que recorrió todo mi cuerpo, erizando los pelos de mi nuca, y dejándome completamente helado.

- veo que reconoce los números y armas que aparecen en esa lista.- afirmó el comandante Terry, observándome con curiosidad.- ¿Puede decirme que significa esa última línea?

- Si… los reconozco…- balbucee, sintiéndome profundamente enfermo. Significa… que tiene usted ahí… 10 misiles termonucleares de clase M1C1, de 120 megatones de potencia. Un solo misil de esos, podría desintegrar 80 Km. de superficie en diez segundos.


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Capitulo 11

“Consecuencias”

***

La alarma martilleaba mi cabeza y continuaba su implacable cuenta atrás, el sudor recorría mi cuerpo humedeciéndolo desagradablemente, mis torpes manos intentaban encontrar una solución imposible ante mi inminente muerte, y mi mente se había quedado simplemente en blanco de terror. Veía y escuchaba, como los segundos desaparecían, desperdiciando el poco tiempo que me daba el destino para despedirme, e ir directamente al infierno. Porque en lo más profundo de mi ser, sabía que sin lugar a dudas, había un gran y apestoso agujero, listo para mí en el averno. Allí me esperarían mis amigos, mis compañeros, mucha gente a la que mate y muchos otros que ni recuerdo. El hecho de que mi vida se acababa en pocos segundos, me hizo llorar, berrear como un niño, golpear las paredes y maldecir a todos los dioses; estaba encerrado allí, y ya nada se podía


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hacer, más que esperar a sentir las llamas de la perdición fulminándome de un momento a otro.

De repente, un golpe tras de mí, me sacó de mis desastrosos pensamientos autocompasivos, y me giré para ver de dónde venía. En la puerta de mi cápsula, un hombre gritaba y golpeaba, pidiéndome ayuda. Pude reconocer al cabo Ramírez, un joven soldado destinado a la estación espacial como refuerzo de seguridad hace 2 semanas.

Sin perder un segundo, salté desde el asiento a la puerta, y comencé a girar la manivela que permitía abrir la puerta estanca; con toda la rapidez que pude moví mis brazos girando el mecanismo, mientras que al otro lado Ramírez, intentaba tirar de la puerta y ayudarme a abrirla, sin éxito. Entre los dos, pudimos abrirla con un titánico esfuerzo, y pude salir al pasillo que interconectaba las cápsulas con la estación.

- Capitán Campbell, ayúdeme por favor, mi capsula está deteriorada y no eyecta, algo ha ocurrido con el ordenador.- Gritaba histérico el soldado.

- A la mía también le ocurre algo, pero es un fallo imposible de reparar, ¿Cuál es la suya?- Le grité al soldado, intentando que se me oyera sobre el estruendoso sonido de la estación muriéndose.

- Aquella de allí, la que está entre las dos aplastadas.- gritó el soldado.

Observé que su nave de salvamiento, se encontraba como la mía, sin energía y completamente en silencio.

Segundos antes, de entre las muchas capsulas aplastadas o quemadas por el incidente de la estación espacial, tanto el soldado Ramírez como yo, habíamos encontrado dos capsulas diferentes, que creíamos en perfecto estado, pero por desgracia, las dos se encontraban inservibles. Nuestros compañeros ya habían partido minutos antes en el


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resto de las funcionales, y nosotros en cambio, estábamos atascados, con el tiempo corriendo en nuestra contra.

Ya nada funciona en aquel lugar, el último pulso electromagnético había destruido todos los sistemas electrónicos básicos, y solo funcionaban de manera manual, ya que las baterías estaban agotadas.

Revisé rápidamente el estado de los controles, tocando todos los botones que mis manos me permitían, intentando encender los paneles, que se mantenían oscuros y silenciosos. Miré al soldado Ramírez, abatido por las malas noticias, y comprendió sin decirle una sola palabra, que su capsula, también estaba muerta.

Mi mente, confundida por los estridentes sonidos de las alarmas, y aterrada por los escasos segundos que faltaban, tuvo una lúcida idea, que podría salvar la vida a uno de los dos.

Ramírez se había arrodillado para rezar a Dios y pedirle perdón por todos sus pecados, que estaba seguro, de que eran muchos. Tomé, una barra medio doblada de acero, de una de las vigas de soporte de la estación, y sin dudarlo un solo segundo, golpee con todas mis fuerzas el casco de Ramírez. La rápida descomprensión, posiblemente sumada a las radiaciones que emitía la estación, hizo que en menos de 5 segundos, su cuerpo seguramente muriera entre terribles dolores y espasmos. Gracias a dios, no pude oír sus gritos, mientras moría intentando agarrarme y salvar su vida.

Desconecté rápidamente su mochila espacial mientras aun me sujetaba, la abrí, y tomé un pequeño aunque potente generador, capaz de mantener con vida a un astronauta 5 horas en un paseo espacial, empuje el cuerpo aun en movimiento de Ramírez a mi capsula de una patada y corrí hacia la capsula que quedaba; conecté la batería a la capsula de Ramírez, cerré las puertas, y accioné el botón de encendido general. La cuenta atrás corría ahora más rápido: 20, 19… mientras yo


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apretaba con todas mis fuerzas el botón de extracción rápida y la capsula, con un movimiento brusco, se liberaba de la estación. ¡Si! ¡Lo había conseguido!

14, 13, 12…

Aun estaba demasiado cerca y la onda expansiva podría destruirme, debía agotar la pequeña batería con un repentino acelerón, que me permitiera alejarme lo máximo posible.

10, 9, 8…

Maldita batería, maldito Ramírez, ¿Qué ocurre? ¿Por qué no funcionan los motores? ¿Olvidaste recargarla? ¡Malditos soldados novatos, nunca cumplen con la normas! tienen siempre que tener los cargadores llenos y las baterías completas, ¡joder!

5, 4, 3…

¡Maldición!- Grité con todas mis fuerzas.

***

- ¡Maldición! – Grité sobresaltado y aterrado por la escena que acababa de revivir. Me incorporé jadeante de la cama, me palpé la camiseta, y noté que había sudado hasta empaparla por completo. Otra noche más de oscuras pesadillas. ¿Hasta cuando me perseguirían? Ni siquiera a 250 años de distancia, era capaz de tener una sola noche de paz. Una sola.

Y ¿Por qué no tenían ningún sentido para mí? ¿Por qué soñaba con cosas que yo nunca haría? Jamás mataría a un hombre por salvar mi vida. Malditas pesadillas deformes y confusas…


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Después de tantas y tantas noches reviviendo escenas de mi vida, deformadas por el tiempo y mi creativa mente, había veces, que uno no era capaz de distinguir la realidad de la ficción, y no sabia con total seguridad, si una pesadilla, era un recuerdo real o un sueño.

Necesitaba una buena ducha fresca

Me levanté, me lavé la cara con agua fresca, y me miré en el espejo; mientras dejaba caer el agua recorriendo mi rostro, observé que mis ojos estaban irritados y mi piel se encontraba aun rojiza por las quemaduras. Aun necesitaría algunos días para poder borrar totalmente los efectos del sol de mi cuerpo. Poco a poco, tomé conciencia de donde me encontraba, dejando a un lado las pesadillas y centrándome en mi nueva situación, en la base montaña de fuego, en Terry, en Helen… y en los misiles…misiles nucleares.

La noche anterior no pude dejar de pensar en la lista de Terry, los misiles y en su significado; y sobretodo, en las consecuencias de haber compartido parte de mi conocimiento con alguien, que hasta ayer, pensaba que su base era un lugar seguro y feliz. ¿Qué podría pensar ahora, que sabe que a 300 metros de sus queridas huertas, descansaban 10 misiles, a saber en qué estado, capaces de borrar Texas de la faz de la tierra? Y lo que más me preocupaba, ¿Qué haría con ellos, ahora que sabe que los tiene?

Decidí apartar a un lado las preguntas que bombardeaban mi mente, y darme una ducha de agua helada, que además de despertarme totalmente, refrescaría mi cuerpo, aun en recuperación. La doctora Winter me recomendaba que al menos 1 vez al día, me diera una ducha fría y sin nada de jabón, evitando así cualquier irritación de mi piel.

Mientras me duchaba, recordé la noche anterior, una triste noche, en la cual se celebraron los entierros de los fallecidos en el Laboratorio 3. Esa noche, me quedé en mi habitación del hospital, por orden explicita de Terry. Fui custodiado hasta mi habitación, y varios


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guardias se apostaron en el pasillo, velando por mi seguridad. Fueron unas horas muy largas.

Aproveché esa solitaria tarde-noche para trabajar un poco, y comencé leyendo algunas páginas más del diario del desconocido, anotando varios puntos de interés, que me serian muy útiles; después, me puse de lleno a preparar una estrategia especifica de combate para Terry; para ello, leí múltiples informes de los últimos ataques de Kreiss y sus hombres, estudié los mapas de la zona, posiciones de los refugios, y situación de estos respecto a las posiciones del enemigo. Por desgracia para esta gente, Kreiss y los suyos habían establecido un nutrido número de puntos de control a lo largo de todo Texas, bien comunicados y a escasos kilómetros de varios fuertes y pequeñas bases. Estas bases, distribuidas a lo largo de todo el estado, disponían de su propio campo de prisioneros, destinados exclusivamente a servir a sus amos, y a su vez, servían de escudo humano ante cualquier intento de rebeldía, de los pocos hombres libres que quedaban. No era mal plan, aunque evidentemente tenía sus puntos débiles, y los había encontrado.

El mayor problema en el despliegue del ejercito Ario, era sin duda la gran extensión de terreno que debían cubrir y custodiar, y por consiguiente, algunas de las pequeñas bases estaban muy separadas unas de otras, permitiendo a un grupo bien organizado, atacar antes de éstos pudieran dar la alarma a la próxima estación.

El único problema, en toda esta organización que estaba preparando, eran los propios soldados, nuestros soldados; la escasa experiencia, la pésima calidad de armas y munición, y la poca moral eran deficiencias fácilmente superadas por un enemigo bien dotado, en todos los sentidos.

Esa noche, mientras estaba perdido en mis anotaciones y planificaciones, llamaron a mi puerta con dos pequeños golpes, y un soldado entró silenciosamente.


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- Señor, la Teniente Holmes, quiere hablar con usted.- me solicitó con educación el serio soldado.

¿Teniente Holmes?, no conocía a ningún Holmes…que apellido tan curioso, pensé. Al mirar hacia la puerta, pude ver a Helen, que se mantenía a la espera, observándome con indiferencia. ¿Helen se apellidaba Holmes?. A sus dos lados, un soldado armado y equipado, custodiaban la entrada impidiendo a curiosos y no tan curiosos, acceder a mi habitación. Desde que la noticia de que mi relación, por ahora indirecta, con el asesinato de 300 colonos, se había propagado por toda la base, y se había caldeado y enrarecido el ambiente hasta cotas por ahora desconocidas. Ahora, la gente más que con admiración, me observaban con un profundo desprecio generalizado.

- Si, déjenla entrar, por favor.- Le dije al soldado, cuadrado frente a mi.

El soldado se giró y señalo educadamente a Helen para que entrara. Helen entró en la habitación, y el soldado ya fuera de esta, cerró la puerta en silencio.

Helen traía consigo varios paquetes, los cuales intuí que eran más informes y planos de la zona, que los que yo aun no disponía. Es increíble como aquellos supervivientes, atesoraban todo lo que ocurría en informes y libros, para que nada, por muy horrible que fuese, se olvidara. Era admirable.

- Buenas noches, Capitán Campbell. Le traigo los informes de Noviembre y Diciembre del año pasado y los planos de Laredo y San Antonio, como solicitó. ¿Donde se los dejo?- Dijo con seriedad Helen.

- Aquí mismo. – Señalé la mesa donde se amontonaban los informes.- Puede llamarme simplemente Bruce, no soy un capitán desde hace 250 años… – dije intentando bromear y quitar un poco de tensión al ambiente.


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Helen, dejó los informes sobre la mesa como un autómata, amontonándolos de manera ordenada.

- Buenas noches.- Dijo secamente Helen, girando sobre sus talones y dirigiéndose a la puerta. Notaba en ella, una aversión a estar más de lo necesario junto a mí en la habitación. ¿Tanto me odiaba?

- Siento mucho lo ocurrido, ojala pudiera hacer algo…- dije con humildad sincera, esperando que mis palabras la detuvieran.

Helen se detuvo en seco, y suspiró. Sabía que yo no tenía la culpa, pero pese a todo, tampoco podía dejar de sentir aquellos sentimientos tan negativos por mí. No era la primera vez que estaba en una situación asi…

- ¿Qué es lo que siente usted? ¿La muerte de 300 personas valiosas e irremplazables? O ¿Qué 300 familias han perdido toda razón de ser?- Preguntó furiosa la teniente, sin girarse, dándome la espalda despectivamente en todo momento.

- ¡Helen, no puede usted culparme de que alguien se ha ido de la lengua, y ha delatado mi existencia al enemigo! ¡No es justo!- imploré a la teniente.

- Soy la teniente Holmes. – Rectificó secamente.- Y me importa poco que sea justo o no para usted. Mientras siga usted aquí, mis hombres estarán custodiando su seguridad en vez de proteger a mi gente, y eso si que es totalmente injusto.

La teniente abandonó la habitación, antes de que yo pudiera siquiera abrir la boca. Sus últimas palabras realmente me dolieron, no por el hecho de que me sintiera o no de sobra en aquel lugar, sino por que ella me lo había dicho, y la notaba cada vez más lejos de mí.

El destino me había traído a un mundo nuevo, caótico y al borde de la locura, pero todas esas cosas, se quedaban eclipsadas por una simple frase de aquella mujer. ¿Por qué me importaba lo que esta


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mujer pensara de mí? ¿Por qué me afectaba tanto? No… no era posible.

Dejé a un lado los sucesos de la noche anterior, para centrarme en el nuevo día, tenía un buen montón de planes y apuntes preparados para Terry. Acabé mi ducha, y me vestí con nuevas ropas donadas por la intendencia de la base. Era un uniforme de soldado raso, algo oscura para mi gusto, pero útil al fin y al cabo; Era de una tela de color negro, sorprendentemente dura e incómoda, (necesitaría unos cuantos lavados para llegar remotamente a ser confortable), similar al algodón, aunque sería poco probable que lo fuera; y para completar el uniforme, una gorra de color negro del mismo material.

Supongo que el algodón o la materia prima para hacer las telas, aun no estaba del todo perfeccionada, aunque habían conseguido confeccionar unos uniformes de gran calidad. Era sorprendente.

Ya completamente vestido, llamé a los dos guardias para que entraran en la habitación, y poder solicitar una audiencia de forma inmediata con Terry y sus oficiales. La información que había recopilado y esquematizado, aunque lejos de ser maestra, podría servir para poder iniciar una serie de misiones, que podrían darnos una pista de las reacciones enemigas. La única información que me faltaba, era sin duda la estrategia del enemigo y su armamento, era imposible saber por los informes de los que disponía, como trabajaban esa gente o que tipo de jerarquía tenían. Si utilizaban la estructura militar, y era rígida, podría utilizar eso en el futuro…

Los guardias, siempre educados, me dejaron a la espera, mientras iban a avisar a sus oficiales superiores, y yo a su vez desayunaba algo. Me dejaron en la mesilla de mi habitación, una pequeña cesta de fruta variada, dos rebanadas de pan grueso y oscuro, muy parecido al pan de centeno, y una botella de cristal con agua cristalina. Pude deleitarme con tranquilidad, de la sabrosa fruta que se


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cultivaba en la montaña de fuego, a la vez que bebía un agua pura y refrescante. Después de varios días tumbado, comiendo puré de fruta y verduras, y bebiendo en pajita, uno comienza a valorar los pequeños placeres de comer algo sólido y servirse por uno mismo.

Después del delicioso desayuno, preparé con cierto nerviosismo todos los papeles en seis carpetas ordenadas y etiquetadas, para presentarlos adecuadamente ante todo el alto mando. Nunca fui un hombre de grandes discursos y menos aun delante de tanta gente, pero era imperativo dada mi situación actual, quedar como un aliado y amigo, incluso como un valioso activo, antes de que por petición popular acaben por lanzarme al desierto.

Tomé las carpetas, los amontoné en una pequeña pila de documentos y los agarré en mis manos, me situé en la puerta, esperando noticias de los guardias del exterior. Intenté desviar mi nerviosismo, silbando y caminando cerca de la puerta, poniendo especial atención a cualquier sonido del exterior, que delatara que alguien viniera a buscarme. Era extraño, tardaban más de lo habitual.

En ese instante, dos disparos semi-ocultados por un silenciador de gran calibre me pusieron en estado de máxima alerta. Alguien había disparado, y de manera muy certera; el más absoluto silencio, delataba que al menos una fracción había sido eliminada en su totalidad. No se oyeron ni gritos de socorro ni alarmas, por lo que posiblemente, mis guardias estaban muertos o inmovilizados.

Reaccioné de inmediato, buscando en milésimas de segundo, cualquier cosa con la que poder defenderme de un arma de ese tipo; Calculé el tipo de arma, la potencia, y qué tipo de material de los que tenia frente a mí, podría servirme de escudo. Tomé dos bandejas de acero, utilizadas para desayunos, los apilé una sobre otra, creando así un pequeño, aunque posiblemente inefectivo escudo. Mi segunda prioridad, era buscar algo con lo que defenderme y contraatacar llegado


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el caso. Mis opciones eran pocas y todas ellas prácticamente inofensivas, solo un par de tenedores de madera, un cuchillo redondo y sin filo de plástico, y material medico completamente inútil para este caso.

En ese momento el sonido casi imperceptible, del pomo de la puerta girándose muy lentamente, me hizo pegarme contra la pared a un lado de la puerta y preparar la pila de bandejas a modo de arma. Si mi instructor de defensa personal de los marines me viera en estos momentos, no pagaría ni dos dólares por mi pellejo…


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Capitulo 12

“Venganza”

Seguro que alguna vez os habéis sentido con el deseo imperativo de salir corriendo de un lugar potencialmente peligroso, y no mirar atrás; si es así, me comprenderéis perfectamente. Sabia que estaba entrenado para este tipo de situaciones, y sabia también, que era capaz de enfrentarme cuerpo a cuerpo contra casi cualquier cosa, excepto contra un arma de fuego. La pega que tienen las armas de fuego, es que dependen del tirador; si es un buen tirador, por muchas artes marciales o lucha urbana que sepas, con total seguridad acabaras tumbado en el suelo con un agujero en la cabeza; aunque las cosas cambiaban bastante, si el tirador era un aficionado.

Primera regla de combate: Juega siempre con ventaja, y sino, búscate la ventaja.

Tomé un vaso de cristal y lo lancé contra la lámpara que alumbraba mi habitación, de esta manera, por mucho que intentara


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encenderla desde el exterior, no podría. Mientras tanto yo, jugaría con la ligera y momentánea ventaja de moverme en la oscuridad y buscar un punto desde donde atacar.

Después, inutilicé la cerradura, metiendo varias puntas de un tenedor de madera en su interior, atascándola por completo. Esto me daría algo de tiempo.

Los pasos en el exterior se detuvieron al escuchar el sonoro golpe de la lámpara cayendo al suelo, rompiéndose en pedazos. Seguramente ya sabría que le estaba esperando.

Segunda regla de combate: Si te quedas quieto, el enemigo sabrá donde golpearte. Mantente en movimiento.

Inmediatamente cambie de posición, moviéndome en la oscuridad, situándome en el otro lado de la puerta. La lámpara había caído a tan solo unos metros de mí y el suelo estaba lleno de minúsculos cristales, muy molestos, los cuales se quebraban al pisarlos. Intente no moverme demasiado rápido, para evitar ser identificando por el sonido.

Tercera regla de combate: Protégete con cualquier cosa y busca el punto débil del contrario.

Preparé las bandejas para protegerme de un predecible asalto y me mantuve alerta. Los pasos se habían detenido frente a la puerta, y por la tranquilidad con que caminaban, deduje, que sabían a la perfección que no disponía de ningún arma de fuego para defenderme. Si hubiera tenido una, hubiera disparado a ese bastardo. Sea quien fuese, era sin duda un hombre o mujer, con entrenamiento militar.

Para mi sorpresa, no fueron dos pasos, sino cuatro, los que se detuvieron frente a la puerta. Intentaron abrirla, primero con una llave, posiblemente obtenida de mis guardias, y después, comenzaron a forzarla haciendo palanca con algo metálico. Se mantenían


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inquietantemente callados y no hablaban entre ellos en ningún momento. Por algún motivo que desconocía en aquel momento, pareciera que disponían de todo el tiempo del mundo, lo cual me hizo inmediatamente tomar la iniciativa.

Cuarta regla de combate: No esperes a que te ataquen para valorar si son más fuertes que tú, podrías descubrir que realmente lo son. Ataca.

La puerta podía abrirse desde el interior sin necesidad de depender de una llave, por lo que me acerque rápidamente, antes de que los atacantes volaran la cerradura y entraran por la fuerza. Separé las bandejas, poniéndome una en el pecho, a modo de peto protector, y levanté la otra con mi mano derecha, como si fuese una tosca arma de filo.

Sin dudar un segundo más, abrí la puerta de un brusco tirón, sorprendiendo a dos hombres que se encontraban a punto de derribar la puerta. Lancé mi brazo con tal rapidez y fuerza que incrusté la bandeja de aluminio de mis manos en la frente del primer sujeto, matándolo de un solo golpe, con un horrible crujido de huesos. El otro atacante se quedó paralizado por la agresividad de mi ataque, y se quedó mirando como la sangre emanaba de la frente de su compañero muerto. Para sorpresa del otro atacante, me giré con rapidez sobre mí mismo y proyecté mi codo con tal fuerza que el impacto lo lanzó sobre la pared de enfrente.

Durante los breves segundos que tuve en el lapso de tiempo que el otro atacante caía sobre la pared, exhalando un grito de dolor, pude observar el pasillo y qué había en él. Tres guardias estaban abatidos a disparos, sorprendentemente certeros, y al lado del ascensor, en el extremo de pasillo, otro hombre comenzaba a levantar su arma para apuntarme. Había un tercer soldado, que tan sorprendido por mi actuación, había tardado unos segundo en reaccionar.


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Tomé rápidamente el arma de uno de mis guardianes abatidos y me puse a cubierto al otro lado de la puerta. El soldado que había sido lanzado contra la pared, tomaba su arma y sin dudarlo un segundo, comenzó a disparar sobre el muro intentando darme a través de el. Para mi suerte, la pared estaba blindada, como todo buen bunker que se precie, y calculé mentalmente los disparos realizados. En el momento en que el soldado se disponía a recargar, y su compañero comenzaba a disparar sobre el muro para cubrirle, saqué mi brazo por la puerta, exponiéndome lo menos posible y lancé una ráfaga letal sobre el desdichado que tenía frente a mí. Varios aullidos de dolor y el característico sonido del cuerpo cayendo inerte, me dejaron tan solo con un enemigo.

Miré el cargador de mi arma, una variante de un fusil de asalto americano en bastante mal estado, descubriendo que me quedaban unas 24 balas de 30, no estaba mal. Al otro lado del pasillo, el último atacante, había perdido los nervios al ver a sus compañeros muertos de manera tan horrible, y comenzaba a desperdiciar los cargadores de manera inútil y poco práctica.

Quinta regla de combate: Aprovéchate siempre de las debilidades del enemigo, él hará exactamente lo mismo contigo. No dudes.

En el mismo instante que los disparos cesaron, seguramente por el derroche de munición, lancé por la puerta la bandeja de aluminio que me quedaba, intentando desviar su atención, durante la milésima de segundo que necesitaba, para volarle la tapa de los sesos.

Todo hubiera salido a la perfección, y según lo esperado, si no fuese porque mi enemigo, cambió de estrategia de manera sorprendente y singular, adelantándose a mis movimientos, y esperándome justo al otro lado del muro donde me encontraba.


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Sin poder detenerle, se lanzó como una pantera sobre mí, apartando mi fusil con un golpe seco con su mano derecha, y intentando atravesar mi cuello con un puñal de combate en su mano izquierda. Rodamos por el suelo, forcejeando brazo contra brazo, intentando poder separarme del fatal filo que estaba a punto de degollarme. Sin mi entrenamiento, hubiera caído sin dudarlo, pero ello no me libraba de sentir como me escocían los brazos y la espalda, puesto que me encontraba aun en recuperación médica, y mi piel aun estaba rojiza y sensible. Aquello dolía más de lo esperado...

Mi agresor, cubierto por un mono completamente negro, y oculto bajo un pasamontañas, no dejaba de jadear del esfuerzo que requiere un combate de este tipo; yo a mi vez, sintiéndome más débil por momentos, veía acercase milímetro a milímetro la hoja dentada del cuchillo hacia mi palpitante cuello. Intente forcejear, lanzando rodillazos, cabezazos y mordiscos, pero aquel tipo estaba bien entrenado y se mantenía a una distancia de seguridad en todo momento. Poco a poco, el cuchillo ganaba terreno y mis fuerzas se desvanecían, evidentemente no me encontraba para nada en forma, y aquello me molestaba profundamente. Si mi sargento instructor esta mirándome desde el agujero del infierno donde este pudriéndose el muy cabrón, debe estar partiéndose a carcajadas viendo mi final.

Repentinamente, un disparo me liberó de la tensión del filo sobre mi cuello, dejando a mi contrincante paralizado y sin fuerzas; los ojos de este se quedaron mirando el vacio, cayendo sin vida sobre mí, como un muñeco.

- ¿Está usted bien? – preguntó una voz femenina en la puerta la habitación.

Me incorporé, apartando a un lado el cuerpo inerte del hombre, que había estado a punto de acabar con mi preciada vida. Me limpié la sangre que manaba de mi nariz, y miré hacia la puerta, para


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agradecer a mi salvadora, su excelente puntería. Para mi sorpresa, Helen era la mujer que había salvado mi vida, y no puedo decir que no me gustase.

- Gracias… ¿qué demonios ha pasado? ¿De dónde han salido estos tipos? – pregunté, levantándome dificultosamente apoyándome sobre mis rodillas. Al otro lado de la puerta, Helen llamaba con un silbido, a dos soldados que se mantenían alerta en el pasillo.

Con todo el equipo de combate equipado, parecía más un rudo hombre equipado para la batalla, que una bella mujer bajo un uniforme. Igualmente, estaba imponente. Helen pasaba con rapidez de uno a otro de sus hombres caídos en la refriega, revisando su estado y si era posible salvar sus vidas. Pero por desgracia, los asesinos habían hecho demasiado bien su trabajo, y no se podía hacer nada por ellos. Después, se arrodilló junto a los dos silenciosos soldados que habían venido junto a ella, equipados de la misma manera, e inspeccionaron a los asaltantes, despojándoles de armas y munición. Agradecí que junto a Helen hubiera llegado la caballería…

- Bruce, debemos evacuar la base de inmediato. Es imperativo que le saquemos de aquí.- Comentó con gravedad Helen acercándose a mí.

- ¡¿Qué demonios está ocurriendo?! ¿De dónde han salido estos?- pregunté señalando el cuerpo sin vida, resultado de mi reciente lucha a muerte.

Helen tomó el puñal y toda la munición que llevaba el soldado abatido y los introdujo en los bolsillos de su chaleco de combate. Registró además, sus bolsillos interiores, buscando cualquier tipo de documento o identificación.

- Es un comando NOCHE, compuesto normalmente por 4 hombres. Al parecer, tenían la misión de acabar contigo a toda costa.


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Estos hombres son parte de la elite de Kreiss para las misiones más peligrosas, incluso si es necesario, suicidas. Has tenido mucha suerte… - Concluyó Helen, acabando de registrar al asesino.

- ¿Has dicho un comando? Pero… ¿Cómo han podido llegar hasta aquí?- pregunté sorprendido por tales noticias.

- No lo sabemos aun, pero si han llegado hasta a aquí, es posible que Kreiss ya sepa como acceder a la seguridad de este complejo. Por ello, el comandante Terry ha ordenado la evacuación de todo el complejo, incluido personal militar y civil.- Explicó Helen, mirando a sus hombres.

Los dos soldados que estaban junto a Helen, habían acabado de tomar todo lo que necesitaban y ya estaban dispuestos para abandonar la enfermería junto a nosotros. Se les veían terriblemente preocupados y nerviosos, seguramente debido a que su hogar y todo lo que ellos consideraban casa, estaba en peligro inminente.

- El comandante ha dado orden de evacuar de forma separada, nosotros 4 nos iremos por la salida sur de inmediato.- Explicó Helen a sus hombres.

Los dos soldados se miraron sorprendidos, sin entender lo que les acababa de decir su teniente.

- Se que sus familiares están ahora movilizándose para irse al refugio 3, pero por la seguridad del señor Campbell han sido asignados a su protección, hasta nueva orden. ¿Ha quedado claro?- Dijo Helen, mirándoles con seriedad. Esta mujer sabía como imponerse, sin lugar a dudas.

Los dos soldados dudaron por unos segundo, mirándose mutuamente, pero una vez que sus miradas se desviaron a su alrededor, para ver las paredes manchadas de sangre y a sus compañeros abatidos en el suelo ante tan perverso enemigo, respiraron hondo, se miraron


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nuevamente, y con un simple gesto en sus rostros, comprendieron que debían hacer lo correcto, .

- ¿Ha dicho que estos son hombres de Kreiss? Si es así, todo el ejército Ario podría estar esperando fuera para evitar precisamente una evacuación. – Le dije a Helen, mientras asimilaba la nueva información en mi mente.

- El comandante Terry había llegado a la misma conclusión, y por ello enviamos exploradores a 20 kilómetros a la redonda hace unos minutos, aunque por ahora, no han encontrado absolutamente nada. Por lo tanto, debemos evacuar de inmediato, mientras tengamos oportunidad.- Me dijo Helen, mientras me señalaba con la mano que nos marcháramos hacia el ascensor.

Caminé junto a ellos hacia el ascensor, aclarando mis ideas sobre el ataque del comando y la motivación de éste. Nada encajaba en todo esto, y por muy extraño que pareciera, lo más evidente en estos casos es siempre lo incorrecto. Lo sé por experiencia.

Nos introducimos en el ascensor, Helen pulsó el nivel 1, y comenzamos a movernos lentamente hacia arriba. El sonido de varias explosiones que venia desde arriba, puso alerta a Helen y los dos soldados, que tomaron sus armas en sendas manos y comenzaron a maldecir.

- Creo que Terry está haciendo exactamente lo que Kreiss quiere… debemos parar esta evacuación ahora mismo.- Dije mirando el techo del ascensor, imaginando lo que ocurría en niveles superiores.

- ¿Está usted loco? Quedarnos aquí seria esperar la muerte entre estas cuatro paredes.- Me dijo Helen nerviosa y visiblemente preocupada por los sonidos que venían de arriba.

- La estrategia de Kreiss, siempre ha sido aprovecharse de las debilidades de sus enemigos. Aprovechando sus puntos débiles y


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utilizando sus mayores miedos. Hasta ahora os ha cazado esperándoos en los lugares elegidos por él y en los escenarios más efectivos a su favor. Créeme cuando te digo, que salir ahí fuera en la oscuridad de la noche, es algo que él ya ha previsto, planificado y organizado para acabar con todos vosotros de una vez. ¡Debemos parar esto! – Grité con desesperación a los 3 soldados que tenía delante, haciéndome entender de la mejor manera.

Antes de que ninguno pudiera decir nada más, el ascensor llegaba a la planta segunda y se detenía lentamente. Los dos soldados se pusieron alerta, levantado sus armas y apuntando hacia la puerta. El ascensor se detuvo, y con un pitido metálico, las puestas comenzaron a abrirse. Antes de que las puertas estuvieran totalmente abiertas, una sombra tan rápida que a duras penas pudimos verla, se lanzó sobre el primer soldado ensartando un cuchillo en el pecho de éste, abatiéndolo con un solo movimiento. El segundo soldado intentó disparar al asesino “Noche”, pero éste ya había previsto su acción y tenía a su maltrecho compañero a modo de escudo. A su vez, Helen levantaba su pistola e intentaba apuntar a la cabeza del extraño personaje, pero éste, de improviso, lanzó el cuerpo moribundo del soldado sobre ellos, causando un terrible caos en el ascensor.

Con Helen encima de mí arrinconándome contra la pared del ascensor, me sentía totalmente atrapado. El extraño asesino me miró reconociéndome, y de inmediato se lanzó como un poseso para llegar hasta mí olvidándose de todo lo demás. Mientras veía como aquel tipo, con los ojos inyectados en sangre apartaba todo lo que encontraba a su paso y se acercaba a mí implacablemente, lo único que pude agradecer, era que mientras llegaba mi muerte, podía sentir el agradable calor del cuerpo de Helen sobre mí.


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Gracias a los rápidos reflejos del furioso soldado al mando de Helen, un disparo fue suficiente para abatir a aquel asesino energúmeno, con el único objetivo de eliminarme.

- ¡Maldición! ¡Ese debe ser el 4º comando que no encontrábamos!- Gritó rabioso el soldado, jadeando de excitación.

Helen se incorporó de un salto, y se acercó al soldado abatido de una puñalada para reconocerle. No se podía hacer nada por él, el asesino había sido de lo más eficiente. Maldecía en voz baja, mientras le arrebataba la munición y cualquier cosa de utilidad.

- Bruce, ¿está usted bien? – Me preguntó Helen, girándose hacia mi, mirándome con ojos vidriosos.

- Sí, estoy perfectamente.- Respondí, mientras recuperaba el aliento del último sobresalto.

- De acuerdo, continuemos. Tenemos tan solo unos minutos.- Ordenó Helen, accionando el botón del ascensor del primer piso.

Mientras el ascensor reanudaba la marcha hacia el primer nivel, y mi cuerpo recuperaba sus pulsaciones normales, mis ojos observaron a Helen, y examiné su perfecto rostro, el cual se encontraba sorprendentemente inmutable pese a las circunstancias. Indudablemente, era un gran profesional, capaz de sobreponerse a sus sentimientos y miedos, y continuar con su trabajo.

Mientras tanto, por mi mente pasaba una sola idea una y otra vez… ¿me había llamado Bruce? Sí, Me ha llamado Bruce, estoy seguro. Sonreí por dentro.


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Capitulo 13

“Huida hacia el terror”

El ascensor comenzó a temblar, como consecuencia de varias explosiones escalonadas en los niveles inferiores. El comando NOCHE, había hecho un excelente trabajo, seguramente saboteando varios puntos vitales de la base subterránea, y a su vez, causando el suficiente caos que les permitiera evadirse sin peligro. Todo aquello comenzaba a ser sobrecogedoramente inquietante, y me encontraba en mitad de todo aquello, sin poder detener la locura que se había desencadenado. Me sentía realmente sorprendido por todo lo ocurrido, y a duras penas, conseguía entender la magnitud de los acontecimientos.

Mientras nos apoyábamos en los laterales del ascensor, notábamos las vibraciones que llegaban de abajo, y un temor primordial, un pensamiento único se nos manifestó a todos por igual. ¿Y si el ascensor caía al vacío? ¿Estaba también saboteado? El comando seguramente había pensado en los únicos medios de huida que interconectaban los diferentes niveles, los ascensores y las escaleras. Por lo tanto, y tomando en cuenta que era posible no salir con vida de


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este lugar, habrían preparado un plan para morir matando, como todo asesino que se precie.

No era la primera vez que me encontraba en una situación así, no hacia ni cinco años, fui enviado a una misión secreta, junto con 4 compañeros más, a la caza de un general genocida en la zona de Bosnia. Fue una misión de lo más engorrosa y enrevesada, en la que debíamos infiltrarnos en un bunker instalado en el interior de un chalet construido sobre las montañas. La misión se hubiera podido solucionar con la utilización de un misil anti-bunker K9, pero el alto mando quería cerciorarse de la eliminación de éste, así que allí estábamos nosotros, adentrándonos en territorio enemigo, en un edificio de hormigón reforzado con acero, custodiado por unos bastardos duros como la piedra, para mandar al infierno a un asesino de masas.

Diez horas después de nuestra llegada, todo se había ido al infierno, me saltaré los detalles de cómo llegamos al sótano-bunker bajo la casa, pero no puedo evitar pensar en las dos horas que pasamos encerrados allí, en aquel maldito ascensor, por donde pasaba el ascensor, fue volado por los cerdos comunistas antisemitas de arriba. Mientras intentábamos salir de aquel lugar, ya sea a gatas, escalando o haciendo agujeros en la pared, arriba se divertían lanzándonos todo tipo de cosas, esperando que muriéramos de las maneras más horribles que pudiéramos imaginar. Granadas, disparos, cables eléctricos, electrodomésticos, gasolina, fuego… cualquier cosa era válida para disfrutar viéndonos caer entre gritos de socorro y llantos de dolor. Estar atrapados en un ascensor, mientras intentaban matarme, es la experiencia más claustrofóbica y estresante que quizás he tenido en toda mi vida, sin lugar a dudas...

Poco tiempo después, el ascensor no pudo soportar los impactos y el sobrepeso, por lo que caímos tres metros hasta el fondo; el impacto rompió las piernas de uno de mis compañeros, mientras el


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resto caíamos encima de él. Los gritos de mis moribundos camaradas, aplastados, cortados, desgarrados y heridos de muerte, aun me hacen temblar de espanto. Cuando todo quedó en silencio, los bastardos rojos, bajaron para rematarnos y terminar su horrible labor; pero me encontraron a mí, con mi brazo izquierdo fracturado en tres partes, y mi brazo derecho empuñando un AK-47.

Ahora, en este ascensor, junto a Helen, su silencioso soldado a sus órdenes y los dos cuerpos abatidos en el suelo, no dejaba de pensar en aquellos momentos en Bosnia y en volver a caer al vacío; donde seguramente sería yo quien se rompería las piernas y acabaría siendo pasto del inevitable destino. Si algo he aprendido en este trabajo de mierda, es que uno no tiene segundas oportunidades.

Antes de que pudiera hundirme de nuevo en mis peores temores, un pitido metálico anunciaba que habíamos llegado al primer piso, y solté un suspiro de alivio al ver como las puertas se abrían de nuevo.

A los dos lados del ascensor, un numeroso grupo de soldados, armados hasta los dientes, primero nos apuntaron con sus armas, y al reconocernos, reaccionaron inmediatamente, bajando sus armas y saludando a Helen de forma marcial; después, continuaron su labor de vigilancia volviendo a sus posiciones. Toda la base se enconrtraba en alerta máxima, debida sobre todo, a las numerosas y extrañas explosiones que venían de lo más profundo del complejo. Era una situación gravísima para todos.

Lo que pude contemplar fuera, me sorprendió tanto, que tarde varios segundos en salir del maldito ascensor que tanto temía. Lo que ví con mis observadores ojos, podría describirse en pocas palabras como un meticuloso y organizado montón de gente, trabajando en el más absoluto orden. Allí donde miraba, docenas, incluso centenares de personas, organizadas en grupos al parecer bien calculados, se pasaban


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de unos a otro todo tipo de material desde la caverna hasta toda una legión de vehículos perfectamente aparcados dentro de la entrada principal. Los trabajadores de aquellas huertas y plantaciones, desenterraban los arboles meticulosamente y pasándoselo a otro grupo que se mantenía a la espera, estos lo metían directamente a un imponente camión, listo para su traslado.

A otro lado del complejo, un nutrido grupo de militares, cargaba en camiones blindados, armas y municiones, para su traslado inmediato. Entre ellos, el Capitán Burke gritaba todo tipo de órdenes a sus hombres, intentando acelerar el traslado de su tan preciado material.

- Vayamos a informar al Comandante, está en la zona de carga 2. – Explicó Helen, señalándome que le siguiera.

Sin dudarlo, salí del endemoniado ascensor y seguí a Helen a través del gentío, que trabajaba incansablemente, hablando lo justo y necesario para realizar bien su trabajo. Mientras pasábamos entre ellos, evitando molestar todo lo posible, los trabajadores y soldados, me observaban y estudiaban con unos ojos imposibles de definir, mezcla entre sorpresa y un indiscutible odio profundo. Todos se giraban al verme pasar, clavándome sus miradas venenosas, con aun más rabia y violencia que los asesinos enviados por Kreiss. Varios de aquellos operarios, lanzaron gritos como “¡lárgate de aquí, asesino!”, “Deberíamos entregarlo a Kreiss” o “Él tiene toda la culpa”, mientras me daban codazos o intentaban sin éxito hacerme caer al pasar entre ellos. Me sentía realmente mal, y parecía como si de un momento a otro me fueran a linchar de forma brutal.

Helen puso orden, de manera muy sutil, sacando su arma reglamentaria y situándola a la vista, para que todo aquel que osara desafiar las ordenes, supiera, con absoluta certeza, que no tendría piedad con él.


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Rápidamente, y sin detenernos más de lo necesario, llegamos hasta la zona de carga numero 2, situada en la entrada principal del complejo. Esta gran compuerta de acero y titanio, tenía un espesor de más de 2 metros, y sin lugar a dudas, era capaz de aguantar una explosión nuclear directa sin abollarse siquiera. Allí, todo una legión de soldados, organizaba el reparto de armas y municiones entre los civiles; los cuales en pocas horas, quizás minutos, tendrían que enfrentarse a la noche y a sus peligros.

Mientras tanto, en el centro de la zona de carga, el comandante Terry, junto con varios oficiales, estudiaban lo que parecían unos planos de la zona; posiblemente calculando la forma más eficiente de evacuar semejante convoy de camiones, sin despertar sospechas. Lo cual era prácticamente imposible.

-Señor, le informo que un segundo comando NOCHE, se encontraba en el hospital, hemos tenido suerte de llegar a tiempo.- Informó Helen a Terry.

Terry dejó a un lado los planos, entregándoselos a un oficial a su izquierda, me miró de arriba abajo, y observó mi aspecto; después examinó al soldado que acompañaba a Helen, y por ultimo, miró a Helen misma; al mirar a ésta, entendió que nosotros tres, éramos los únicos supervivientes de la escuadra.

- Han tenido un encuentro duro ahí abajo, ¿no es cierto?- Preguntó observador Terry.

- Sí, señor. Meyer y Stenson han caído a manos de esos asesinos…- Informó con tristeza Helen.

- No sea dura consigo misma, Teniente. Esos bastardos han golpeado duro esta noche, y hemos perdido a mucha gente.- Le animó el Comandante Terry.


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- ¿Cuáles son las ordenes, señor? – Preguntó Helen, recuperando la compostura, volviendo a erguirse como una orgullosa soldado.

Terry, se volvió a sus oficiales, y les señaló que continuaran su trabajo sin él. Rápidamente, y entendiendo a la perfección a su comandante, la docena de oficiales se dividieron en grupos y se desplegaron por toda la zona de carga, continuando la urgente evacuación.

- Si me lo permite, Comandante Terry, todo esto es un terrible error.- dije con franqueza.

- No tengo tiempo para discutir con usted, Campbell. Comprendo que su conocimiento de la táctica y estrategia es mucho mayor que el nuestro, pero en este caso, la única opción es abandonar las instalaciones.- explicó con condescendencia Terry, mirándome con seriedad.

-Si salen ahí fuera, les cazaran como a perros, y todo esto, todo lo que han conseguido perecerá en la arena como todo lo demás.- dije levantando algo la voz, nervioso e inquieto por algo que era terriblemente evidente.

Terry se acercó a mí, puso su mano derecha sobre mi hombro y me sonrió, como si supiera exactamente lo que estaba pensando. Tomó su plano y me lo enseñó, señalando con la cabeza para que lo mirara.

- Este plano indica el camino que vamos a recorrer, pasando por varias zonas prohibidas para la Hermandad Aria. Por lo tanto, no hay nada que temer.- Dijo Terry, señalándome una línea de puntos, que surgía desde un gran punto rojo, la base Montaña de fuego, y continuaba sinuosamente hasta otro punto lejano, marcado como Refugio 3.


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- Y en ese refugio, ¿tendrán el espacio suficiente para hacerles sitio? Veo mucha gente por aquí.- pregunté inquisitivo.

- El refugio 3, lleva años ampliando un pequeño pueblo entre las montañas, donde podremos asentarnos e instalarnos, mientras planificamos el siguiente paso. Al menos tendremos una oportunidad de comenzar de cero.- Explicó con una evidente preocupación en su voz.

Seguramente, ni él mismo estaba seguro de cómo saldrían las cosas, pero posiblemente, necesitaba confirmárselo a sí mismo y a sus hombres, para poder continuar sin perderse en la desesperación. Pero, pese a todo, yo no estaba en absoluto de acuerdo con su plan.

- Permítame decirle, que tenia listo para usted todo un informe sobre los planes, forma y motivación de la estrategia de Kreiss; y esto, este ataque de hoy, entra en el perfil perfectamente.- Conté con creciente excitación y nerviosismo.

Un oficial, se acercó a nuestro grupo, con aspecto cansado y nervioso. Se situó junto a Terry y le susurró algo al oído, que puso a éste en alerta; Terry gesticuló de forma afirmativa mientras escuchaba la información, y una vez que finalizó, sin siquiera esperar una respuesta, el oficial se separó rápidamente de Terry y volvió a sus labores junto al resto de oficiales, los cuales se encontraban reunidos a unos metros.

Terry tomó de nuevo la palabra, sin variar en ápice su inmutable rostro y sin dar importancia a las noticias que había escuchado de su subordinado.

- Cálmese, Capitán. Kreiss no atacará este convoy en las zonas prohibidas, y si lo hace, le estaremos esperando. No tema por nosotros. – Concluyó Terry, recogiendo el plano que me había enseñado y guardándolo en un bolsillo de su chaleco. Se volvió hacia Helen y metió


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su mano en otro bolsillo, para sacar lo que parecía otro plano perfectamente plegado.

- Teniente, usted y Manson, continuarán su misión. Tomen la munición, el vehículo que necesiten y pónganse en marcha de inmediato. Tome el plano de su recorrido. – Dijo Terry, entregando el misterioso plano a Helen.

- ¡Si, señor!- Gritaron los dos al unísono, demostrando que ante todo eran dos buenos soldados, capaces de sacrificarse por los demás.

Helen, tomó el plano y lo guardó sin mirarlo en su chaleco; después, ordenó a Manson, el soldado que quedaba de su escuadra, preparar un jeep con comida, agua y municiones para al menos 3 días de largo camino. Manson salió al trote, sin esperar ni un segundo, dirección a donde se encontraba el personal de intendencia, para solicitar todo lo que necesitara y preparar el equipo.

- ¿Nosotros no vamos al refugio 3?- pregunté extrañado, mirando como Helen y a Terry intercambiaban una mirada de complicidad.

- Usted irá al refugio 7, no podemos arriesgarnos a llevarle al refugio 3 y que ocurra una desgracia. Siento decirle que no podemos garantizar su seguridad a partir de ahora... Como usted bien sabe y ha notado a su alrededor, el ambiente está muy caldeado aquí, y con total seguridad cuando lleguemos a un lugar seguro, la gente tenga que llorar a sus muertos, y necesitará entender lo sucedido. Necesitaran a alguien a quien culpar. Por desgracia, la gente no entiende que hace usted aquí, no entienden de donde viene; pero si entienden que desde que ha llegado, no ha ocurrido nada bueno para ellos. Lo comprende, ¿verdad?- Explicó con detalle y amabilidad Terry.


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Tras sus palabras, ¿se encontraba un profundo recelo hacia mi persona, y lo que había producido en su ciudad subterránea? Posiblemente me odiase tanto como los demás, pero lo disimulaba como un autentico profesional. No le culpo por ello.

- Antes de partir, Teniente Holmes, consiga que Manson encuentre un vehículo en condiciones, puesto que la mayoría están asignados a las patrullas militares del perímetro. Y que no olvide llenar los depósitos extras, el camino que les espera es largo. – Ordenó Terry con seriedad.

- Si señor, saldremos de inmediato. – Replicó Helen, saludando de forma militar con su mano derecha.

Era más que evidente, que por más que insistiera, aquel testarudo hombre, no iba a entrar en razones, y posiblemente, tendría sus motivos, para mi desconocidos, que él creía de peso, y tomar una decisión tan desastrosa como ésta. Deseaba con todas mis fuerzas, que tuviera razón, que todo ellos se salvasen ahí fuera, que no se cruzasen con Kreiss y llegasen al refugio 3 cuanto antes, por el bien de todo el mundo. Aunque me desconcertaba, la inesperada decisión de llevarme a otro lugar, donde quien sabe si me recluirían para no volver a dejarme salir.

- Mucha suerte, Terry.- Le dije, ofreciéndole la mano con cortesía, y a modo de despedida.

- Mucha suerte, a los tres. – Respondió Terry, devolviéndome el saludo, chocando nuestras manos con firmeza.

Terry se giró para volver con sus subordinados y continuar la ardua labor de evacuar semejante complejo. Los oficiales, le rodearon de inmediato, para informarle como proseguía los diferentes puntos de la evacuación, los problemas que se iban presentando, y los informes de las diferentes secciones.


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El lugar bullía de actividad, que se incrementaba por momentos, a media que llegaba la hora de partir. Al parecer, la hora clave, aun sin determinar, sería minutos después de que Terry equipase a todo el pasaje con armas, suficientes como para que cada uno de los habitantes de aquel lugar, se convirtiera en un potencial combatiente llegado el caso. No era mal plan, convertir un civil en un soldado, si era necesario; pero en caso de enfrentamiento directo, pocos hombres o mujeres con la sangre fría suficiente, serán capaces de disparar a otra persona y matarla. Si llegaba ese momento, muchos de ellos tendrían la oportunidad de conocer el tipo de hombre o mujer que son, y el tipo de límite que están dispuestos a cruzar.

Manson llegó minutos después, con 3 mochilas perfectamente equipadas que nos ofreció. Nos las colocamos a la espalda, y cuando todos estuvimos listos y equipados, caminamos en fila hasta el hangar de vehículos, donde un jeep remodelado de forma extraña, y pintado de color negro mate, nos esperaba con las llaves puestas.

El hangar estaba atestado de todo tipo de vehículos, algunos que no había visto en mi vida, posiblemente modificaciones de otras modificaciones de vehículos de mi época, adaptados mil y una veces, con piezas antiguas y partes de reciente fabricación, montadas para la ocasión. Era extraño ver como jeeps u otros vehículos de mi época, estaban forrados de un material parecido al acero, a modo de blindaje extra; además, varios extraños y complicados tubos metalizados salían del motor, posiblemente un motor nuevo y de manufactura reciente, con un funcionamiento inimaginable para mí. Todos aquellos tubos y barras, daban al vehiculo aspecto de que estuviera permanentemente en estado de fabricación, puesto que no había ninguna chapa que los cubriera, ni ningún tipo de acabado estético. Parecían montados simplemente para funcionar.


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Otros vehículos en cambio, eran totalmente nuevos, parecidos ligeramente a grandes camiones, pero con el aspecto de contenedores, exageradamente cuadrados y voluminosos. Estaba claro, que habían sacrificado la estética por una mayor utilidad.

Algún día, quizás pueda ver como son estos nuevos motores, estas nuevas fuentes de energía, y cómo funcionan. Pero ahora, debía salir de aquí, y por ahora, dejarme llevar. No estaba del todo seguro de a donde me llevaban o por qué; pero de algo podía estar seguro con absoluta certeza, por algún motivo confiaba plenamente en Helen.

Con un potente rugido de motor, el blindado jeep arrancó su extraño motor, y lentamente, comenzamos a movernos hacia la salida sur de la montaña de fuego.


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Capitulo 14

“Una noche entre amigos”

***

- Señor, Bruce Ash Campbell, levántese por favor.- Gritó enérgicamente el teniente de la policía militar.

Me levanté, sintiendo como mis músculos faltos de fuerza, temblaban y se resistían a cumplir mis órdenes. Aun tenía la cabeza confusa y llena de extrañas imágenes, de las cuales no sabía qué era real y qué no lo era. Me notaba terriblemente cansado y deprimido, como si todo hubiera dejado de tener sentido en mi vida.

Pocos minutos antes me había despertado en una limpia y ordenada celda del bloque de prisión de la base Grants, junto con un gran vómito difícil de describir con palabras. Mis ropas estaban rasgadas, rotas, y muy sucias; todo eso, junto con mi cuerpo magullado y lleno de moratones, solo podía significar otra pelea, una gran borrachera y Dios sabe que más. ¿Por qué demonios no podía acordarme de nada?

-Tome asiento aquí. – Dijo secamente el teniente, indicándome un nuevo lugar donde sentarme.


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Me acerqué a donde me indicaba el Teniente, situándome en una mesa más pequeña, de color negro, con un gran micrófono en el centro de ésta. Me senté, me acerqué la silla para estar más cómodo, si era posible, y me mantuve a la espera. Pocos segundos después, todo un desfile de pulcramente uniformados y trajeados personajes hizo acto de presencia, sentándose de modo ordenado y casi podría decirse que sincronizado, en sus respectivos asientos.

No me di cuenta, hasta segundos después de que el primer alto mando se hubiera sentado, que toda la sala a mi espalda se había levantado para recibirles, de forma educada y respetuosa. Por algún motivo que se me escapaba en esos momentos, me mantuve fijo e imperturbable, desafiando a aquel jurado que tantas veces, por desgracia, había visto.

No era la primera vez que estaba en éste lugar, aunque no por las mismas razones. Sí que era ciento, que cada vez que pasaba por aquí, era más complicado y engorroso acordarse de qué había ocurrido, del motivo de mi encarcelamiento y en consecuencia, de mi juicio. Intentaba no meditar demasiado sobre mis visitas a este glorioso juzgado, pero a veces, cuando notaba que permanecía más tiempo en la cárcel que cumpliendo misiones, llegaba a pensar que algo no está funcionando bien conmigo, y comenzaba a preocuparme.

- Se abre la sesión. El ejército de los Estados Unidos contra el Coronel Bruce Ash Campbell. Por favor, siéntense. – Dijo en voz alta, un oficial encargado de iniciar el juicio y tomar acta de la sesión.

Todos tomaron asiento de forma silenciosa tras de mí, y la fila de serios oficiales al frente, abrieron al unísono sus respectivas carpetas e informes. Este tipo de juicios tiene un protocolo rígido y claro, para poder agilizar el proceso, y de esa manera, realizar el máximo número de juicios posible en una mañana. Yo era el primero del día, y posiblemente me despacharían en un santiamén.


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- Coronel Campbell, levántese por favor. – Dijo con seriedad y solemnidad, el General de División que presidía la mesa.

Levanté mi maltrecho cuerpo, soltando una maldición mientras activaba un amasijo de músculos que a duras penas recordaban cómo moverse.

- Coronel Campbell, estamos aquí nuevamente reunidos, y no puedo decir que satisfechos, para decidir qué hacer con usted por última vez. Los cargos que se le imputan son muy comprometedores y embarazosos para con el ejercito de los estados unidos. Ha puesto en peligro toda la reputación de este ilustre ejército, y no podemos tolerarlo. – Explicó con severidad, levantando ligeramente la voz.

- No podemos continuar tolerando sus continuos excesos y sus macabras reacciones, Coronel.- Añadió otro General, con un rostro tan serio que parecía tallado en piedra.

Me mantuve impasible, esperando la nueva condena. Las palabras de aquellos vejestorios no causarían ningún efecto en mí, pues ya nada me importaba lo suficiente para producir realmente algo en mi interior. Tantos años luchando, tantas batallas y sangre, me habían convertido en un hombre muerto en vida, sin sentimientos, sin compasión, sin razón de vivir que no fuera luchar y volver a matar.

- No ha solicitado ningún abogado defensor y ha rechazado el que se le asignaba de oficio, ¿es correcto?- Preguntó el oficial encargado de la acusación.

Asentí con la cabeza de manera despectiva. El no responder a las preguntas, de forma clara y audible, era algo que sacaba de quicio a estos carcamales.

- De acuerdo. Continuamos. – Dijo irascible el Juez general que presidía la mesa al oficial de la acusación.


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- Si, Señor… Coronel Campbell, se le acusa de asesinato de cuatro hombres, ayer noche a las 23:40 en la cafetería Howland. ¿Cómo se declara?- Preguntó el serio y frío Oficial.

Las palabras del General y el oficial me dejaron perplejo, sin poder articular una sola palabra. ¿Asesinato? ¿Ha dicho asesinato? No puede ser. Es imposible. ¿De qué demonios están hablando? ¡Es imposible!

- Coronel, ¡responda a la pregunta! – Gritó el juez, agotando la escasa paciencia de la que era característico.

Tardé quizás varios segundos, en tomar consciencia de que realmente estaba ocurriendo algo así, de que ciertamente, me encontraba en un juicio por asesinato, un litigio en el que nada tenía sentido para mí. ¿He matado a alguien? ¿Cuándo? ¿Cómo? Y… ¿Por qué no puedo acordarme?

- Tomaremos su silencio como un “inocente”. Su patético estado y la resaca que arrastra, no le permite pensar con claridad.- Dijo el juez, mientras se giraba mirando al abogado de la acusación.- ¿Cuáles son los cargos? ¡Quisiera acabar con este bastardo y continuar con la siguiente causa!

- Sí, señor. El Coronel Campbell atacó a dos soldados de los marines de los Estados Unidos, en una partida ilegal de Póker, fuera de la base Grants. 22 testigos han confirmado la historia. Al parecer, el señor Campbell había consumido una gran cantidad de alcohol, y la partida no iba como él esperaba; después de varias horas el ambiente se caldeó y comenzó una gran pelea. El Coronel, atacó de forma brutal y salvaje, matando o hiriendo a todos los que estaban en la mesa de juego. Dos murieron en el acto de forma horrenda, y dos más están gravemente heridos, quizás no se recuperen jamás de las lesiones. Después, atacó a dos policías militares y también fueron asesinados.


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¡¿Qué?! ¡¿Qué demonios están diciendo?! ¡Eso es imposible! Yo jamás atacaría alguien por algo tan absurdo como un juego de cartas. Sí que es cierto que odio perder, pero… no haría algo así. ¡Todo esto es una farsa!

- ¡Despierte del limbo donde se encuentra Coronel! – Gritó el oficial abogado de la acusación, golpeando la mesa con fuerza.

Me mantenía paralizado, inmóvil, perdido en preguntas imposibles de responder. No entendía nada. Todas esas acusaciones no eran reales. Es imposible.

- ¡Que alguien despierte al coronel de inmediato!- Gritó el juez, levantándose enfurecido, y moviendo sus manos nerviosamente señalándome. - ¡Despiértenle! – Gritaba una y otra vez.

***

- Despierte, Bruce. Hemos llegado.- Dijo una enérgica voz de mujer, haciéndome salir bruscamente de mis terribles sueños.

Mi primera reacción fue querer gritar tan alto como pudiese, que no era culpable de nada, pero antes de poder abrir la boca, pude contemplar a Helen observándome con un rostro entre inquieto y sorprendido. Nunca me había preocupado que alguien me viese soñar, pero al contemplar a Helen mirándome de esa manera, comencé a preocuparme por saber que había visto u oído. Uno no sabe cómo reacciona cuando no es dueño de uno mismo.

- ¿Una pesadilla? – Preguntó con curiosidad Helen.

- Si… una más. – respondí fatigado, incorporándome.

- ¿Las tienes con frecuencia? – Preguntó Helen, ofreciéndome algo de beber en una cantimplora metálica.


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- Más de lo que quisiera… ¿A dónde hemos llegado?

- Hemos recorrido unos 120 kilómetros, y antes de continuar buscaremos un lugar donde refugiarnos, el sol saldrá en 2 horas. –Explicó Helen, volviendo a recuperar la cantimplora, y cerrándola después.

Miré a mí alrededor y sorprendentemente, no vi absolutamente nada de nada. El cielo era un manto precioso de estrellas y no había ningún rastro de luna, por lo que no había suficiente luz para contemplar el paisaje. La obscuridad más absoluta impedía ver más allá de unos pocos metros del vehículo. Manson estaba comprobando varios aparatos del salpicadero del Jeep, mientras que saboreaba una especie de barra, muy parecida a una barrita energética deportiva, que masticaba lentamente.

- ¿120 Km? ¿Cuánto llevo dormido?- Pregunté estirando mi cuerpo levemente. Me había quedado dormido en el asiento trasero, y no era nada cómodo precisamente.

- Solo un par de horas. Pero ronca usted como un verdadero campeón.- Bromeó Manson, mientras disfrutaba sonoramente de su curiosa comida.

- Estamos buscando un lugar donde pasar el día. El Sargento Manson está estudiando el mapa de la zona para encontrar un puesto viable.- Explicó Helen, mientras sacaba de su mochila algo alargado metido en una bolsa metalizada, y me lo ofreció. – ¿Tienes hambre?

- No, gracias. Las pesadillas me dejan el estomago revuelto.- Confesé, tras haberme hundido unos instantes, en un pesado silencio.

- La doctora Winter, te recomendó comer de forma regular junto con la medicación. No lo olvides, que te necesitamos al 100%.- Me recordó Helen, volviéndome a ofrecer la barra energética empaquetada.


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- Esta bien…- Gruñí mientras tomaba aquella barrita, y comenzaba a abrirla. Era la primera vez en años que desayunaba a los pocos minutos de despertarme.

Abrí el molesto y sonoro envoltorio de plástico, y me lo llevé a la boca, esperando al menos que aquello me dejase un buen sabor de boca. Me equivoqué. Después de las desagradables medicinas de la doctora Winter, quizás aquella cosa alargada y de color amarillento era lo más repulsivo que había probado en mi vida. Con un sabor mezcla entre patata cocida, líquido de batería de coche y algo que no era capaz de identificar con claridad, sin tener unas ganas imperiosas de vomitar allí mismo.

- ¡Dios santo! ¿Qué es esto?- Pregunté sorprendido a Helen y al Sargento Manson, masticando lentamente aquella repulsiva barra de autentica basura.

Los dos rieron al unísono, dándose cuenta del aspecto de mi rostro mientras degustaba aquella infernal comida.

- Veo que no está usted acostumbrado a la comida deshidratada. No se preocupe, la diarrea desaparecerá en pocas horas. – Añadió Manson, riendo a carcajadas.

¿Había dicho diarrea? Oh… Dios mío…

- Al principio puede tener un sabor algo fuerte, pero te aseguro que tiene todos los nutrientes que un ser humano necesita para sobrevivir en este yermo y baldío desierto. Hace años que nuestros laboratorios de nutrición encontraron una formula con una serie de hortalizas y frutas, que combinadas, ofrecían todo lo necesario, excepto agua, para alimentar a los soldados durante las largas permanencias fuera de la base.- Explicó Helen, mientras comenzaba a saborear la suya, como si fuese un manjar exquisito. – Te acostumbrarás al sabor.- Añadió sonriente.


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- Yo no lo recomendaría más de una semana… o el cuerpo comienza a tener unas reacciones muy curiosas.- Comentó sarcástico Manson, mientras continuaba con sus cálculos en las consolas del Jeep.

- ¿A qué se refiere? ¿Qué reacciones curiosas? - pregunté inquisitivamente, mientras observaba la barrita en mis manos. Cada vez, aquella cosa, tenia peor sabor.

- Manson…- Regañó Helen a modo de broma, dando un ligero codazo a la parte trasera del asiento de Manson.

- Ja ja, de acuerdo… me callo, me callo. – Repitió Manson, volviendo a sus tareas.

Por unos instantes, y quizás imprescindibles, todos habíamos olvidado todo lo ocurrido horas antes. Pudimos sonreír y soltar unas necesarias y divertidas carcajadas, que reconfortaron nuestro corazón y nuestro ánimo. Pude observar a Helen, regalarme una preciosa sonrisa, que me contagiaba toda serie de buenas sensaciones, a la vez que me alentaba.

Acabamos nuestras barritas comentado toda serie de bromas y experiencias, con otros tipos de comidas que yo jamás había oído, pero que si sabían la mitad de mal que esta que tenía en mi manos, podía entender lo qué querían decirme a la perfección. Al parecer, esta era una de las pocas comidas que tenían ya realmente “algo” de sabor, puesto que los laboratorios de alimentación, habían decidido olvidar adornar los alimentos con productos inútiles que endulzaran o identificaran el gusto, para centrarse solamente, en su efectividad y resultados óptimos alimenticios.

Después, cuando pude recuperar el aliento, comenté el tipo de comidas y raciones militares que se consumían en mi época; para mi sorpresa, los dos se quedaron perplejos al oír hablar por primera vez de alimentos tan comunes como: Ternera o Cerdo. Al parecer, esos


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animales extintos hacia centenares de años, habían pasado a formar parte de la familia de los dinosaurios y otras especies, las cuales se exponían en pequeños y polvorientos museos.

Las gentes de estos tiempos, se habían vuelto prácticamente vegetarianos, a excepción de algo de carne de rata y otros pequeños animales; Estos animales, mezcla de varios animales de mi época, como perros, gatos y conejos, eran criados en granjas subterráneas, para protegerlos del implacable y mortal sol.

Era significativamente curioso, el descubrir que después de varios cientos de años, al fin, se habían implantado unos hábitos alimenticios de lo más saludables, aunque fuesen impuestos por necesidad. Cosas como el colesterol, enfermedades cardiacas o renales, y otras que eran tan normales en nuestro tiempo, prácticamente se habían erradicado. No había hombres o mujeres gruesas, y era raro encontrar a personas enfermas de forma crónica, sino era por exposición a la radiación.

Gracias a un complejo proceso, que se iniciaba con la reclusión en los búnkeres y refugios, en los cuales los hombres fueron purgándose de las antiguas enfermedades heredadas de sus padres, y después, con la constante y vanguardista medicina desarrollada por los nuevos médicos y científicos, que había logrado algo maravilloso, había curado al ser humano prácticamente en su totalidad.

Mientras el sorprendentemente alegre y dicharachero sargento Manson, contaba sus recuerdos e historias oídas de su padre, un científico que había formado parte de una de las investigaciones de varias fuentes de energía renovables nuevas, Helen y yo degustábamos una refrescante lata de algo parecido a la leche, pero que sabía a sopa de puerros. Su padre, y otros muchos como él, habían hecho de la base Montaña de Fuego, un lugar autosuficiente y completamente funcional.


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Gracias a ellos, la colonia, había podido sobrevivir y crecer por si solos, dependiendo únicamente de sus propios recursos.

Manson, centró sus preguntas en cosas relacionadas con el medio ambiente, energías renovables y motores de vehículos. Era un apasionado de todo lo que tuviera más de 2 ruedas, y le costaba entender como podían moverse millones de vehículos por todo el mundo mediante un motor de explosión, alimentado por algo tan contaminante e inflamable como la gasolina. No pude decirle por qué simplemente a los coches no se les cambiaron aquellos ruidosos motores por eléctricos de forma masiva. Los intereses económicos mundiales, de las grandes multinacionales petroleras, países productores de petróleo y múltiples gobiernos que dependían de sus impuestos, eran cuestiones ininteligibles para él.

Helen en cambio, tenía curiosidad por mi época, en cuanto a las diferentes culturas y sus costumbres. Contaba cuentos e historias, como si realmente fueran ciertas, sobre el antiguo mundo, el mío; cuando escuchaba aquellas frases y palabras, me surgía una sonrisa contenida, que delataba que intentaba no reírme a carcajadas de aquellas historias, mezcla de ficción y mezcla de leyendas decoradas por los años. Helen había leído los libros del Desconocido, y como tantos otros, habían tomado, incorrecta y precipitadamente, las palabras como ciertas y literales. Qué gran error, pero qué natural en la condición humana, el necesitar creer en algo, aunque no esté demostrado empíricamente…

Aun seguían pensando que el hombre había conquistado las estrellas, y que gran parte de la población, los más afortunados, habían abandonado el planeta para regresar cuando éste estuviera totalmente recuperado. Continuaban creyendo que había un gobierno en algún punto de Estados Unidos, un lugar verde y protegido por el sol donde un “presidente” les protegería, un refugio tan grande como para


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establecerse toda la colonia, y esperaban que ese gobierno, les liberase del yugo de la Hermandad Aria.

La parte más divertida, y que a duras penas me podía contener, era cuando me describieron su imagen de una ciudad como las de antes, como eran los animales que poblaban la tierra, y como eran las costumbres de sus gentes. Escuchar dejar volar la imaginación de Helen y Manson, me hicieron recordar cómo era la verdadera sociedad del siglo XXI, una sociedad corrupta, inhumana y llena de grandes errores, difíciles de contar o describir, sin sentir una profunda vergüenza. Una profunda tristeza me invadía cuando recordaba aquel implacable mundo, donde era toda una proeza sobrevivir.

Simplemente, y para evitar que se llevaran una profunda decepción, me conformé con rectificar sus errores y decirles como eran o como vivían mis contemporáneos en las grandes ciudades. Fue realmente divertido y reconfortante, poder disfrutar de la sonrisa de Helen, mientras les describía como los hombres vivían en casas unifamiliares, tenían una familia numerosa, tomaban su vehiculo familiar para ir a trabajar cada mañana, y finalmente, volvían a su casa para disfrutar junto a los suyos frente al televisor. Les relaté también como era la navidad, el día de acción de gracias, Halloween, los carnavales, las ferias, los circos…

Mientras tanto, rebusqué en mi mochila, y encontré además de docenas de barritas asquerosamente enérgicas, varias latas de comida de diferentes tamaños. Tomé una en mis manos y leí la etiqueta: Estofado de Rata, zanahoria y Rábano Negro. Dios santo, que absoluta asquerosidad.

Definitivamente, la comida enlatada era una autentica mierda, pero la compañía de aquellas dos personas, convirtieron aquella rápida cena, en algo digno de recordar.


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- Es apasionante tu época, Bruce. Aunque no entiendo muy bien cómo podían tumbarse al sol durante horas por el mero placer de hacerlo.- Dijo Helen, saboreando lentamente lo que quedaba de su barra energética.

- Es uno de los grandes misterios de la historia… Antes las gentes corrían a buscar el sol en playas y montaña, esperando tener un cálido día, en el cual ponerse morenos, y ahora... la gente huye del sol, además de que ya están completamente morenos. Es difícil de entender, incluso para mí.- expliqué con mis propias palabras.

- Pero, se ponían al sol, y ¿se quedaban quietos para quemarse? ¿Era algún tipo de rito de suicidio?- Preguntó pasmado Manson.

- No, por supuesto que no. Simplemente, era un modo para que la gente se sintiera más guapa. Si estabas bronceado, la gente te veía más atractivo.- Continué sonrojándome ante lo absurdo de mis propias palabras.

- ¿Atractivo? En tu tiempo, ¿la gente se sentía más guapa, estando quemada? ¡No tiene ningún sentido! – Rió Helen, perpleja ante mis afirmaciones, para ella sin sentido. Todos reímos unos segundos ante tal pensamiento.

- Quemadas no, morenas.- Rectifiqué con humor.

- Creo que en tu tiempo, estabais todos un poco locos…- Añadió Manson, moviendo su cabeza de forma negativa.

- No más que ahora, amigo, no más que ahora. – Respondí, riéndome junto a los demás.

Continuamos durante unos minutos más, charlando amigablemente, intercambiando impresiones sobre las cosas que para mí eran tan simples y cotidianas, pero que para ellos eran cosas olvidadas o desconocidas. Las risas y carcajadas, las bromas, y la malísima comida, había hecho que los tres nos sintiéramos más


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cercanos, y por una vez desde que llegué a aquel mundo nuevo, uno más de ellos. Agradecí a los cielos, que el rencor generado por todo lo ocurrido en la base, comenzasen a diluirse, al verme como un ser humano normal, perdido en un tiempo que no era el mío.

Repentinamente, una véngala de luz, tan potente que hizo que la noche se convirtiera en día, alumbró toda una gran extensión de terreno alrededor de nosotros.

Manson saltó sobre su silla, dando un grito de sorpresa, asustado por la deslumbrante luz que le cegaba por completo. Helen, más práctica, aunque igualmente impresionada por el suceso, soltó la lata de comida de sus manos y tomó el rifle de asalto en unas milésimas de segundo.

- ¡¿Pero qué demonios ocurre?! – Grité asustado, mientras me cubría el rostro para protegerme de la brillante bengala.

- ¡Nos han encontrado! ¡Mierda! – Gritó Helen, abriendo la puerta del Jeep, dispuesta a disparar a discreción.

Nos habían encontrado.


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Capitulo 15

“La Gran evasión”

La mayoría de la gente reacciona de manera racional ante el peligro. Unos corren para salvar su vida, y otros, simplemente se esconden de aquello que les amenaza. Es una reacción humana de lo más natural, y aunque nos empeñamos en decorarla con terribles adjetivos como cobarde, pusilánime o gallina, la verdad es que todo al fin y al cabo es supervivencia pura. Todos intentamos sobrevivir y prevalecer pase lo que pase, sin importar que haga falta hacer para ello.

Allí estábamos, completamente rodeados, sin saber con claridad cuantos eran o en qué posición se encontraban, pero el hecho era que no podíamos movernos y que nuestras vidas peligraban de forma muy real.

Alrededor de nuestro Jeep, dos focos de luz proyectados desde dos puntos diferentes, nos apuntaban directamente, cegando la posibilidad de determinar su número y fuerza. Uno de aquellos focos, proveniente del Sudeste, nuestra izquierda, tenía más potencia lumínica que el otro, y se mantenía fijo apuntando hacia nuestro lateral Izquierdo. En cambio, el otro pequeño foco, de un color más


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amarillento, deslumbraba desde adelante todo el interior de nuestro vehículo. Posiblemente eran proyectados desde dos vehículos de diferente tamaño, pero no podía asegurarlo, puesto que desconocía como eran o que aspecto tenían. Nunca había visto antes a un soldado o un vehículo de la Hermandad.

Helen se encontraba fuera, cubierta tras la puerta abierta de nuestro jeep, protegiéndose de cualquier posible disparo. Yo instintivamente me encontraba realizando exactamente lo mismo en la puerta derecha, pero no disponía de ningún arma.

- ¡Necesito un arma! –Grité a Helen.

Helen me miró, y sin mediar una sola palabra, señalo una caja metálica en la parte trasera del Jeep. Al parecer, habían traído las armas y munición de lo confiscado al comando NOCHE, después de su incursión exitosa dentro de la base Montaña de Fuego. Una excelente noticia.

Sin dudar un segundo, me acerqué hasta situarme a un lado del maletero, donde las cajas eran protegidas por una red de resistente tela, la cual impedía que se movieran con el zarandeo del desierto. Desaté una parte de la red, no sin dificultad, y abrí una de aquellas cajas; en su interior, había todo un conjunto de armas de diferente calibre, algunas de ellas imposibles de describir con palabras sin repetir una y otra vez: oxidado o chatarra. Tomé la que consideré en mejor estado, revisé el tipo de munición que utilizaba, y me adueñé de varios cargadores.

Rodeé el maletero hasta el otro lado y caminé con cautela hasta situarme detrás de Helen, impidiendo ser notado por aquellos potentes focos. En la parte trasera de nuestra posición no había nadie, o al menos nadie que nos quisiera muertos, sino posiblemente ya estaríamos hechos unos auténticos coladores.


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- Creo que en la parte de atrás no hay nadie, podríamos huir y escondernos en el desierto. – Informé a Helen, volviendo a mirar hacia atrás, cerciorándome de mis propias palabras.

- No serviría de nada, sus vehículos tienen armas y el nuestro no. Nos darían caza en pocos minutos. – Respondió Helen, cada vez más inquieta.

- ¿Qué tipo de vehículos son? y…¿Qué tipo de armas tienen? – Pregunté nervioso ante el pensamiento de que podríamos estar frente a tanques del futuro. Con solo pensarlo, se me erizaba todos los pelos del cuerpo.

Helen sacó una especie de prismáticos y observó el horizonte con ellos, deteniéndose unos segundos en las dos posiciones, origen de sendos fotos de luz. Al acabar la rápida exploración, bajo sus prismáticos, los abrió como su fuesen un pequeño libro, liberando una pantalla digital. En ella, podía verse con claridad cristalina, el número aproximado de enemigos apostados en el horizonte, al igual que dos vehículos, parecidos a nuestro Jeep, pero con diferente configuración.

- Son dos Jeeps de Reconocimiento, aunque son de unos modelos algo antiguos. Seguramente pertenecen a alguna estación o pequeña base alejada de la red de distribución de material de la Hermandad. Disponen de un solo cañón de corto alcance en el jeep más grande y una ametralladora pesada en el pequeño. Pero… es imposible, todo esto no tiene sentido… estamos a tan solo veinte kilómetros de zona sangrante. Estamos en zona prohibida. - Repitió Helen para sus adentros, perdiéndose en sus propios pensamientos de incredulidad.

¿Un par de vehículos viejos en mitad de la nada? ¿Zona prohibida? Esto se ponía mejor por momentos…


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- Tendrás que explicarme eso de “zona prohibida” en otro momento, ¿no crees? – Dije a Helen.

- En cuanto salgamos de aquí, será lo primero que haga.- Respondió irónicamente Helen.

- No sé vosotros, pero yo esto lo veo muy negro. – Gritó Manson socarronamente desde la parte delantera del Jeep.

- ¡Muévase rápidamente a mi lado sargento y prepare su arma! –Gritó Helen, portándose como un autentico profesional.

Manson, tardó tan solo unos dos segundos en saltar sobre su asiento, pasar a la parte trasera de Jeep, salir por la puerta derecha y cargar sonoramente su arma al quedarse cubierto tras la puerta.

- ¿Cuáles son las ordenes, teniente? – Preguntó Manson bromeando, orgulloso de la velocidad y precisión de la que era tan conocido.

Helen le miró con una media sonrisa, y Manson le devolvió un guiño de complicidad. Este tipo de confianzas, las cuales superaban cualquier tipo de rango o marcialidad militar, era algo muy común entre veteranos combatientes, que han compartido sangre, sudor y lágrimas. No pude más que sentirme reconfortado, al notar que me encontraba con dos buenos profesionales, que sabrían hacer su trabajo a la perfección.

- Quizás yo sepa cómo solucionar esto. – Dije con sinceridad.

Los dos me miraron, cual que mira un enigma indescifrable. Creo que realmente no sabían que mi rango de capitán, no era de capitán de vuelo o astronauta, sino que yo también era un soldado, y posiblemente, mucho más veterano que ellos dos juntos.

- Pero usted… - Comenzó a decir Manson.


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- Antes de ser Capitán, he sido soldado, sargento y otras muchas cosas. También he sido un soldado de campo. – Le increpé amistosamente.

- ¡Que sorpresa! ¡El capitán astronauta, sabe luchar! – Bromeó Manson, sin terminarse de creer mis palabras.

- De acuerdo, dejémonos de tonterías. ¿Qué tienes Bruce? – Cortó Helen, dándome la palabra.

- Esta bien, veamos que tenemos... El enemigo no nos rodea del todo, pero tampoco avanza. Es posible que estén esperando órdenes, y eso quiere decir que están informando o que han informado ya a la Hermandad. No tendremos mucho tiempo antes de que lleguen refuerzos. Por lo tanto, tenemos que atacar y largarnos de aquí de inmediato.- Expliqué con calma, precisando los puntos clave de mi idea.

- ¿Atacar a dos Jeeps de asalto de la hermandad? ¿Con estos rifles?- Preguntó Manson, moviendo negativamente la cabeza.

- Manson tiene razón. Esos vehículos están blindados, y nuestra munición no puede atravesarla. – Continuó Helen, mirándome esperando una respuesta.

- Todo tanque tiene un punto débil, y esos Jeeps no creo que sean una excepción. Manson, ¿eso que tiene tu rifle es una mira telescópica?- Pregunté, observando el imponente rifle de Manson.

- Si, pero no tiene mucho alcance…

- Dámelo y preparaos para atacar a discreción. Situaros en cuanto comience a disparar a no menos de un metro de nuestro Jeep.

Los dos se quedaron observándome sin saber que decir. Helen se mantuvo unos segundos, esperando que le explicase cómo era el supuesto plan, pero el encendido de los motores de los dos vehículos


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que teníamos a unos centenares de metros de distancia, nos hizo ponernos en alerta de forma inmediata, obviando explicaciones inútiles.

Los vehículos se movieron lentamente, sin dejar en ningún momento de apuntarnos con sus focos, ocultando tras su luz, el movimiento de los soldados que comenzaban a cercarnos.

- ¡Ríndanse! ¡La Hermandad Aria les tiene rodeados! ¡Cualquier movimiento será considerado como un acto de agresión y serán abatidos! – Exclamó una voz metálica desde un megáfono.

Tomé sin esperar un segundo más el rifle de precisión de Manson, le lancé el mío para que se preparara y estudié con detalle los pormenores de este novedoso e intrigante arma. Tenía ante mí una mezcla entre el diseño de un AK-47, junto con la potencia de un rifle de caza de gran calibre; posiblemente este pequeño animal haría un ruido de mil demonios al ser disparado…

Calculé la distancia hasta el primer foco, el de mayor tamaño y el que era más preocupante, dado el arma que le acompañaba, un cañón seguramente capaz de eliminar nuestro Jeep de un impacto. Sopesé el arma en mis brazos, apunté con ella, y pese a que jamás había disparado con ella, sentí la confianza y la seguridad que daba haber utilizado tantas armas a lo largo de mi vida.

Señalé con la mano y en silencio a Helen y Manson, para que se prepararan para saltar lo más lejos posible del vehículo a mi señal. Miré nuevamente por la mira telescópica cualquier movimiento alrededor de los vehículos enemigos, centrándome sobre todo en el interior de éstos. Y repentinamente, la confianza y superioridad del enemigo se convirtió en el mejor aliado que uno puede tener; dentro del Jeep principal, alguien había encendido una pequeña luz, seguramente alguna pantalla o monitor del salpicadero, que alumbraba su rostro en la oscuridad de la noche sin reparar en ello.


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Accioné el gatillo de manera firme y relajada, esperando que mi puntería se mantuviera tan fresca como hace años. El estruendoso disparo en el silencio de la noche, retumbó en el desierto, como si los dioses hubieran lanzado un rayo. El disparo, atravesó el cristal del Jeep, la cabeza del desdichado y cualquier cosa que estuviera tras él. Sin esperar ni un segundo más, volví a disparar de forma ordenada y certera a los focos de sendos vehículos. Primero uno, y rápidamente el otro.

En ese mismo instante, un caos de disparos y gritos comenzó en las líneas enemigas, sorprendidos y desconcertados ante nuestra reacción. Conocía perfectamente que estos tipos no estaban acostumbrados a que les devuelvan el fuego, o incluso a que les ataquen. Ahora veríamos cómo reaccionarían y de que pasta estaban hechos.

Una lluvia de disparos comenzaron a caer sobre el Jeep de forma caótica, disparando a la última posición donde nos encontrábamos segundos antes de acallar sus focos. Mientras tanto, Helen y Manson se habían desplegado, gateando por la arena, a unos metros de distancia, desde donde podían devolver el fuego sin miedo a ser identificados.

Mientras tanto, y evitando que me volasen la cabeza, me lancé cuerpo a tierra y comencé a reptar bajo una ráfaga de balas de una ametralladora pesada, seguramente la apostada en el vehículo enemigo más pequeño. Avancé unos metros hasta cubrirme por completo tras un montón de arena y maleza reseca, y preparé mi arma para iniciar un nuevo ataque, ahora que el enemigo se acercaba de manera desorganizada y dominado por la ira. Pronto aprenderían, que es mejor ser paciente y disparar después, que disparar sin pensar y acabar abatido en el suelo.


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Helen y Manson, a los cuales no veía con claridad, disparaban sendas ráfagas de fuego mortífero sobre la Hermandad, a la vez que cambiaban de posición continuamente, para no ser localizados con facilidad. Hay que decir, que aquellos dos habían nacido para ser soldados, sin lugar a dudas.

Mientras tanto, la Hermandad gritaba órdenes ininteligibles para mí, cubriéndose cuerpo a tierra para evitar nuestros disparados. Los suboficiales seguramente estarían cerca de los vehículos informando por radio a los superiores, por lo que apunté mi arma directamente a los vehículos, perfilados levemente por los disparos de sus propios hombres, y disparé dos cargadores a los lados de éstos. Los horrendos gritos de dolor, me confirmaron que había hecho blanco, al menos de forma indirecta.

Varios gritos de ayuda, me dieron la nueva posición de otros dos hombres ocultos tras una formación de arena y rocas; sin esperar un segundo, cambié inmediatamente de cargador por uno lleno y comencé a disparar a los desdichados que habían entrado en estado de pánico. Cuando comenzaron a correr hacia los vehículos, los dos fueron abatidos mediante varios disparos en la espalda, aullando como animales mortalmente heridos.

La situación parecía estar controlada durante unos segundos, en los cuales manteníamos la iniciativa de forma ordenada y precisa, pero rápidamente las tornas se cambiaron; el cañón del vehículo de mayor tamaño disparó y voló por los aires nuestro Jeep, lanzándolo como una gran bola de fuego a varios metros de distancia.

Hasta ahora habíamos mantenido la superioridad estratégica, aprovechando la oscuridad de esta noche sin estrellas para ocultarnos; pero ahora, con un punto de iluminación a nuestras espaldas, como era el Jeep en llamas, el enemigo podía vernos fácilmente.


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Al descubrir nuestra posición, los escasos enemigos que quedaban en el frente, comenzaron a disparar con mejor puntería. Los reconocidos soldados de la Hermandad, eran conocidos por su excelente destreza y habilidad, no tardaron en hacernos tragar el polvo y obligarnos a escondernos completamente.

El cañón les apoyaba disparando a discreción, evitando que levantáramos la cabeza para saber donde se encontraban o cual eran sus intenciones; por lo que supimos que tendríamos que cambiar rápidamente de estrategia, antes de que fuésemos superados por un enemigo con creciente confianza en si mismo.

Helen me señalaba en silencio con su brazo, diciéndome con señas que cambiase de posición y fuese con ella, puesto que me encontraba en la línea de visión del vehiculo pesado de la Hermandad, que continuaba su implacable y mortal ráfaga de explosiones y fuego a su paso. Miré a Helen, explicándole nervioso y sin palabras que me encontraba atrapado en aquél lugar, puesto que sabían perfectamente que me encontraba allí escondido. Helen silbó a Manson, que se encontraba en similar situación, pidiéndole que se retirara hacia el desierto, hasta encontrar un lugar donde esconderse, pero por desgracia, estábamos todos atrapados, y cualquier intento de huida significaría la muerte.

Notábamos, cómo el enemigo se acercaba de manera lenta pero segura, sin dejar de disparar; el Jeep pesado, continuaba buscando entre las formaciones rocosas del desierto donde nos escondíamos, disparando su mortífera arma a diestro y siniestro; Helen nos miraba histérica, esperando que a alguno de nosotros tomara la iniciativa, pero por desgracia, los certeros disparos impedían cualquier movimiento.

Estábamos jodida y completamente atrapados.


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Pero, repentinamente, un disparo de sonido diferente de los que escuchábamos pasar a nuestro alrededor, hizo cesar el fuego enemigo. Sorprendidos por los segundos de tregua de los que disponíamos, Helen nos señaló que esperamos antes de levantarnos y exponernos al enemigo.

Una gran explosión, proveniente de uno de los dos vehículos, hizo que el enemigo entrara en estado de pánico y comenzase a disparar en otra dirección. Sin lugar a dudas, alguien en alguna posición diferente a la nuestra nos había ayudado, y sin demorarme un solo segundo, aproveché el caos para levantarme y hacer frente a un enemigo luchando a dos bandos.

Al alzarme y arrodillarme sobre la arena, para obtener mejor estabilidad en los disparos, contemplé desconcertado el panorama que tenia ante mis ojos. Un vehículo, el más grande, estaba totalmente en llamas, en su interior, dos hombres luchaban, gritaban y golpeaban por salir sin éxito de él, mientras poco a poco se carbonizaban ante la impasible mirada de sus compañeros. Nadie hizo siquiera el amago de acercarse y abrirles la abollada y atascada puerta del gran Jeep de ataque. Mientras tanto, dos hombres a pie, cubiertos en parte por la seca vegetación, disparaban en dos direcciones diferentes, entretanto, el pequeño Jeep con una ametralladora mantenía a raya a Manson, el cual estaba al borde de perder la cabeza.

El inesperado aliado, volvió a disparar de manera certera, volando en varios pedazos de diferentes formas, la cabeza del operador de la ametralladora pesada, montada sobre el Jeep. Una vez acallada ésta, Manson se levanto devolviendo el fuego sobre la cabina del Jeep, acertando de pleno en todo el panel frontal.

Helen, se irguió sorprendida por vernos tranquilamente levantados y comenzó a su vez a disparar a los dos últimos soldados ocultos por una pequeña duna. Un nuevo potente disparo, empujó


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brutalmente el pequeño Jeep que aun quedaba en pie de la Hermandad a un lado, volcándolo, mientras en su interior el cuerpo de un hombre destrozado por las certeras ráfagas de Manson, se movía de un lado para otro como un muñeco de trapo, totalmente ensangrentado.

Ahora éramos 3 contra dos, además de la inestimable ayuda del potente cañón que nos cubría desde la oscuridad. Señalé a Helen con la mano que se acercara, para poder reagruparnos de inmediato.

- ¡Solo quedan 2 en esa duna, tenemos que rodearles! – Gritó Helen, mientras se acercaba hasta mi posición, respirando aceleradamente

- ¡De acuerdo! ¿Dónde está Manson? – Le dije con calma cuando ya la tenía a unos pocos metros de mí.

- Esta a unos 50 metros en aquella dirección, está bien cubierto tras una roca. – Me respondió Helen, ya a mi altura, situándose a mi derecha.

- Estupendo, necesitaremos que centren su fuego en una posición, mientras les rodeamos. Por cierto… ¿de dónde vienen esos disparos de gran calibre? – Pregunté estupefacto por la potencia de aquella arma desconocida.

- No lo sé, pero nos ha salvado la vida. Parece un arma antiblindaje de algún tipo, no estoy segura. – Dijo Helen, oteando levemente el horizonte, buscando el origen de la potente arma, ahora totalmente silenciosa.

En ese instante, los dos soldados enemigos, huyeron despavoridos a través de la noche hacia el desierto, antes de que pudiéramos comenzar a disparar. Manson, dándose cuenta de tal movimiento, empezó a disparar como un poseso con su fusil, en la posible dirección en la que estaban corriendo, pero posiblemente


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estuvieran haciendo eses o moviéndose en diagonal, evitando ser alcanzados.

Helen tomo sus prismáticos, los cuales tenían algún tipo de visión nocturna, accionó varios pequeños botones y observó el movimiento de los dos soldados.

-Es imposible poder alcanzarles a esta distancia. Corren como poseídos por la rabia radiactiva. – Dijo Helen, sin dejar de observarles.

- No sé qué tipo de rabia es esa, pero no podemos permitir que pidan ayuda.

- Lo sé. Tenemos que dar caza a esos bastardos. Es posible que su base no se encuentre lejos, y una vez que den la alarma, nos estarán esperando al pie de la montaña con todo un destacamento, donde no podremos defendernos. – Explicó con seriedad Helen.

Se me había olvidado que en pocas horas, el sol haría acto de presencia en este despiadado desierto, y por consiguiente, estaríamos muertos. Para salvar el pellejo el plan era llegar a unas montañas a unos pocos kilómetros y ocultarnos durante el día, pero si Helen tenía razón, y había una base de la Hermandad cerca, tendríamos serios problemas.

Súbitamente, un estruendoso disparo hizo soltar un suspiro a Helen de sorpresa. Nuestro intrigante aliado en la oscuridad había vuelto a disparar, y por el rostro de Helen, había dado de lleno en el objetivo.

- ¡Por todas las Ratas, le ha volado medio cuerpo! – Exclamó sorprendida y aterrada.

Un nuevo disparo, tan certero como el primero, acabó con la posibilidad de que esos desdichados llegasen a ningún lugar que no fuese el infierno más cálido. Helen, volvió a lanzar un sonido desagradable, producto de su más absoluta repulsa, al ver morir a aquellos hombres del modo más horrible. No pude ver lo que ella había


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visto, pero por su aspecto, deduje que debía de haber sido algo digno de Dante, y su entrañable infierno.

- ¿Estás bien?- Pregunté, posando mi mano sobre su hombro.

- Sea quien sea… tiene además de una excelente puntería, un curioso sentido del humor.- Respondió Helen, tomando aire e intentando recuperar la compostura.

- ¿Por qué lo dices? ¿Qué has visto? – pregunté

- Al último le ha volado la entrepierna, y le ha dejado desangrándose en la arena, revolviéndose de dolor… no lo ha matado. ¡Joder!- Gritó, nerviosa e inquieta.

- ¿Qué ha hecho qué? Pero… - comencé a decir, pero Helen me hizo callar, poniéndome su dedo índice sobre mis labios, a la vez que me lanzaba un característico sonido que lo acompañaba.

Inmediatamente, Helen se giró buscando a su salvador, oteando con el prismático cualquier movimiento, pero por desgracia, no pudo ver ningún vehículo capaz de las horribles proezas que acababa de ver. Era imposible poder ver más allá de unos pocos metros en esta noche tan cerrada, incluso con los prismáticos.

- ¡Maldición! Vamos a tener que escondernos y mantenernos callados. – Dijo Helen cada vez más nerviosa.

- ¿Qué ocurre Helen? No entiendo nada, ¿no deberíamos salir ahí y saludar a nuestros amigos? – Pregunté incrédulo ante el comportamiento de Helen.

- No tenemos tiempo para explicaciones, acércate hasta la posición de Manson a gatas, dile que se reagrupe aquí y que por Dios no se levante. – Ordenó Helen, ocultándose junto a mí, tras las piedras y maleza.


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Sorprendido y extrañado ante las palabras de Helen, opté por cumplir sus ordenes pese a que no las entendiera, y me encaminé a gatas, sin levantarme, hasta la posición de Manson, el cual se encontraba tumbado, esperando ordenes, como un buen profesional. Al verme, sonrió sorprendido por verme en buen estado, supongo que no se lo creía del todo que yo hubiese sido un soldado algún a vez.

- Manson, la teniente quiere que venga a gatas y no te levantes por nada del mundo. Venga conmigo. – Dije, repitiendo las órdenes de Helen.

- Ha sido sorprendente sus disparos, Bruce. ¿Ha sido la suerte del principiante? – Dijo Manson bromista, arrastrándose hasta mi posición sin dejar de sonreír.

- Dejemos las tonterías para luego, Helen, digo la Teniente, está muy nerviosa, no se que ha podido ver por los prismáticos pero no le ha gustado nada. – dije mientras gateaba junto a él rápidamente, dirección a la posición de Helen.

- No sé de qué deberíamos preocuparnos, sea quien sea nos ha salvado el pellejo. Deberíamos salir y darles un abrazo. – Dijo Manson, tan sorprendido como yo.

- Estoy de acuerdo contigo, pero por alguna razón Helen desconfía de nuestro salvador. Démonos prisa.

Aceleramos la marcha para llegar rápidamente a la posición donde se encontraba Helen. La teniente, se encontraba inquieta, observando la pantalla deslizable de los prismáticos digitales, y su rostro estaba lleno de preocupación y profundo desasosiego. Manson y yo nos acercamos hasta ella, y sin decir media palabra, pasó la pantalla a Manson para que éste la mirara. Al principio, Manson se quedó mirándola como si no supiese que veía, como si aquello que se dibujaba en la pantalla fuese la primera vez que lo veía, pero a los pocos


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segundos, su rostro comenzó a cambiar, perdiendo inicialmente la amistosa y amigable sonrisa, y finalmente, quedándose petrificado, asustado y hundido por lo que veían sus ojos. Yo por mi parte, les miraba a uno y a otro, esperando que alguno de los dos se dignara a decirme de una santa vez, qué demonios estaba pasando.

- Joder… No puede ser.- Exclamó Manson, asustado por lo que ocurría.

- ¡¿Qué ocurre?! ¡¿Podéis decirme que demonios pasa?! – Pedí a los dos que me explicaran lo que estaba ocurriendo.

- Sangrantes. – Respondió Helen.

- ¿Qué? – Pregunté sin haber entendido muy bien la palabra que habían pronunciado.

- Son sangrantes, el enemigo de todo, el fin de todo.- continuó Manson, como recitando un poema antiguo, melancólico y oscuro.


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Capitulo 16

“La zona prohibida”

No es nada sorprendente encontrarse con que uno desconociera muchas cosas de un nuevo lugar al que acababa de llegar, pero cuando se trata de una tierra post apocalíptica, en un futuro distante, un mundo totalmente diferente y lleno de gente al borde de la locura, te das cuenta de que sabes aun menos.

Manson y Helen se habían quedado pensativos, ausentes y extrañamente abatidos. No podía entender cómo podrían estar tan apáticos con nuestros salvadores, por muy extraño nombre que tuviesen, después de habernos salvado la vida de manera tan evidente.

- ¿Alguien me va a explicar qué demonios pasa?- Pregunté agotado de esperar una respuesta.

- Ah claro… tu no conoces a estos. Teniente, ¿no le ha contado que en el mundo hay algo más que Alfas y Arios? – Dijo sarcásticamente Manson.

- No hemos tenido tiempo. - Cortó Helen, ordenando silencio con un movimiento de manos. – Están cerca.

No podía entender qué es lo que estaba cerca, pero sí que podía ver el terror más claro y evidente en los rostros de mis dos


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nuevos amigos. Los dos se mantenían alerta, mirando a su alrededor con sus prismáticos, esperando que el hábil francotirador de antes, no estuviera apuntándonos a nosotros. Sus miradas, nerviosas e inquietas, oteaban el horizonte, esperando algo. No sabía el qué. Pero me daba la sensación de que de un momento a otro lo descubriría.

A los pocos segundos, algo o alguien se acercaba hacia nuestra posición, de tal manera que era casi imperceptible. Unos ligeros pasos, casi inaudibles, se convirtieron rápidamente en varios grupos de pasos, todos silenciosos y sorprendentemente ligeros. Era como escuchar un nutrido grupo de pequeños animales, agrupándose en nuestra dirección.

Helen, nos ordenó mantenernos agachados y tumbados, cada uno en su posición; yo me quedé donde antes me había protegido del Jeep de asalto enemigo. Nos mantuvimos juntos, hombro con hombro, intentando no mover ni un dedo, en total y absoluto silencio. Los tres teníamos nuestras armas listas y cargadas, por orden expresa de la teniente, que se mantenía murmurando algo casi en silencio, que identifique como un rezo. Sí, estaba rezando, sin lugar a dudas. Al mirar a Manson, descubrí con sorpresa que también estaba rezando, los dos se preparaban para algo que podrían depararles la muerte.

El extraño sonido de aquellas pisadas, se detuvo al otro lado del lugar donde estábamos resguardados. Helen y Manson se quedaron en silencio y contuvieron la respiración, como si algo tuviese la suficiente sensibilidad como para poder apreciar algo así. Yo les imité, dejando a un lado el motivo o los razonamientos que les habían llevado a tal acción. Sea lo que fuese, era algo serio, y estaba a tan solo unos metros de distancia.

Un singular crujido, acompañado de varios rugidos y aullidos, comenzó a elevarse allí donde habíamos oído los pasos. Unos sonidos guturales, parecidos a los de animales salvajes, comenzaron a vociferar, aullar y berrear. Los sonidos, que rápidamente identifique como


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mordiscos o dentelladas, me hicieron estremecerme, ante la fatal idea de que aquellos seres, se estaban comiendo los cadáveres de la Hermandad. ¿Estaba quizás ante una aberración de este mundo apocalíptico?, ¿Un mutante? o, ¿Un autentico monstruo de pesadilla?

Ese murmullo enfermizo y macabro, me llevó a recordar otro suceso en el que por desgracia, tuve que disfrutar obligatoriamente de un sonido tan peculiar. Se me ponía la piel de gallina al recordar a mis amigos, a mis hombres, devorados.

Corrían tiempos difíciles para el gobierno senegalés en 1994, los continuos cánceres políticos acababan con cualquier intento de una verdadera democracia, por lo que el gobierno americano, el mío, nos envió para acabar con dos de aquellos cánceres, con nombre y apellido.

Nuestra misión era fácil relativamente, llegar a un pueblo de nombre impronunciable cerca de un gran rio, tomar el control total de la periferia del poblado, atacarlo, y finalmente matar a todos, sin importar sexo, edad o nacionalidad. En este tipo de misiones, uno se mentaliza días antes, para la barbarie que va a cometer, evitando pensar demasiado con la inestimable ayuda de alcohol, drogas y alguna que otra mujer, quiera o no. En aquellos días, éramos hombres duros, complicados, dementes, despiadados, sucios y por último, inhumanos, autenticas maquinas de matar, con solo un objetivo, destruir.

Aquella misión fue un autentico éxito, contando que acabamos con más de ciento veinte personas, sin importar mucho la edad o color de piel. Eliminamos todo lo que nos delataba como posibles culpables, ya sea munición, casquillos de nuestras balas, raciones de comida o incluso nuestra sangre derramada durante el combate. Por último, y siguiendo el protocolo de este tipo de trabajos, eliminamos después los cuerpos, lanzándolos uno a uno al rio, donde un numeroso grupo de cocodrilos y otros reptiles se habían agrupado esperando la comida prometida. Sin entrar en demasiados detalles, aquellas idas y venidas,


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desde el pueblo al borde del rio, escuchando aquellos sonidos de huesos y carne desgarrarse, aun retumban en mi mente, como ecos perversos y tétricos, de una vida que intentaba olvidar. Aun recuerdo aquellos gritos de los desdichados que aun heridos eran lanzados hacia las fauces insaciables de esos brutales animales…

Ese sonido tan característico y que solo unos pocos podían haber escuchado en su vida sin volverse locos, era lo que volvía a revivir esa noche junto con Manson y Helen. El sonido de aquellos cuerpos siendo devorados por Dios sabe qué, me hizo imaginarme un montón de cocodrilos, quizás mutantes o algo peor, devorando a esos pobres Arios caídos en combate, pero por desgracia, esa imagen absurda no aclaraba mi principal duda. ¿Quién había disparado para ayudarnos? y… ¿Por qué le temían?

Helen, al escuchar aquellos atroces murmullos, tomó la iniciativa, y se incorporó levemente, indicándonos con señas que nos acercáramos todo lo posible, para oír con claridad lo que quería decirnos. Sin dudarlo, nos acercándonos lentamente, sin hacer el menor ruido, situándonos prácticamente unos encima de otros.

- Tenemos que atacarles ahora que están comiendo, es nuestra única posibilidad.- Dijo Helen susurrándonos.

- Joder… mierda.- dijo Manson, sin explicar por qué.

- De acuerdo. ¿Pero contra que nos enfrentamos?- Pregunté implorando una explicación a toda aquella locura.

- Son hombres, solo hombres. Pero han cambiado, han perdido toda condición humana. Son como animales… o algo parecido.- Dijo Helen dudando de sus propias palabras.

- A mi esos disparos no me parecían de animales. – Le dije incrédulo ante sus palabras. Ningún animal sabia disparar con tal exactitud como el de hace unos minutos.


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- Ya te he dicho que son humanos, pero… han desarrollado otras disciplinas, han evolucionado en otra dirección diametralmente distinta a la de los Alfas o Arios.- Dijo Helen, intentando explicarme sin éxito, algo que se me escapaba por completo.

- ¡Bueno, ¿atacamos o no?! Esos… devoran en minutos a una persona, y se nos acaba el tiempo.- Interrumpió Manson, cada vez más nervioso.

- De acuerdo. Según el manual en estos casos, lo mejor es cegarlos con una bengala y después dispararles rápidamente. No sé cuantos puede haber, pero es posible que sean 10 o 20. Por lo que nos centraremos en los que lleven armas. ¿De acuerdo?- Explicó Helen, como si estuviéramos en una clase de táctica básica.

- ¿Seguiremos el jodido manual?- Preguntó Manson estupefacto.

- Lo único que detiene a estos tipos es la luz, así que seguiremos el “jodido” manual, ¿de acuerdo?- Dijo seriamente Helen, imponiéndose a cualquier tipo de queja por nuestra parte.

Sin lugar a dudas, aquella mujer era un líder nato, y tenía información que era vital para sobrevivir en este duro desierto. Manson era quizás más impulsivo y seguramente nos hubiera hecho matar si de él dependieran las cosas; en cambio, Helen había hecho sus deberes, y tenía en mente el detallado manual en este tipo de casos y ante este tipo de enemigo. Nuevamente, daba gracias a esta maravillosa gente, que escribía todo en libros y manuales, para la posteridad.

Nos explicó un rápido plan de ataque, que en su simplicidad se encontraba la clave de la victoria. Ante un enemigo desconocido y seguramente superior en número, lo primero es neutralizar al líder, si lo tiene, y después concentrar el fuego, por muy poco que sea, en los enemigos armados o en puestos de vigilancia. El resto, estaría


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demasiado entretenido con las vísceras de algún desafortunado Ario, que le servía como cena fría.

Antes de que ningún de los tres estuviera realmente preparado, Helen dio un salto situándose de rodillas con su arma apuntando al centro del grupo de aquellos hombres, y comenzó a disparar de inmediato. Manson y yo la imitamos, nos situamos a su lado, y comenzamos a disparar a los hombres que se encontraban revisando las cercanías, buscando gente escondida o supervivientes.

Antes de explicar cómo eran aquellos hombres, no puedo más que sentir una incontrolable repulsa hacia aquellos hombres, sucios y manchados de sangre que se alimentaban en el centro de toda aquella espantosa e infernal escena. Un numeroso grupo, quizás 8 o 10 personas, estaban comiendo alrededor de los cuerpos caídos de la Hermandad, arrancando todo lo que fuese carne u órganos vitales, devorándolos prácticamente si masticar. Estaban vestidos con una especie de armaduras hechas de algún material que desconocía, pero forrados de huesos y otras partes de cuerpos a modo de decoración. Tenían el aspecto de guerreros medievales siniestros, con armaduras negras repletas de amuletos y ornamentos humanos. Era como volver a la edad media más oscura, con demonios salidos de una pesadilla.

Los hombres armados que revisaban y hacían el papel de guardias, no eran muy diferentes, llevaban armaduras similares, imposibles de describir a esta distancia, dada la oscuridad y suciedad de éstas; pero a diferencia de los caníbales del centro, éstos tenían armas de gran calibre, toscas y exageradamente grandes en sus manos. Era como si las hubieran construido ellos mismos de múltiples partes de otras armas. Seguramente así era.

Concentramos el fuego en estos siniestros personajes armados, abatiéndolos por sorpresa e inmediatamente, gracias a la exacta puntería de Manson y a la mía. Los cuatro guardias cayeron, algunos aullando


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mortalmente heridos, y otros totalmente, muertos con un gran agujero en el pecho o cabeza. Mientras eliminábamos a estos cuatro bastardos, el resto de aquellos salvajes era acribillado por Helen sin piedad, disparando ráfagas cortas y certeras hacia los grupos aglomerados alrededor de los cadáveres. La sangre de estos animales antropófagos, se mezclaba ahora con la de la Hermandad, convirtiendo aquel lugar en un tremendo y espeluznante escenario de rojo y vísceras.

Los Sangrantes intentaron tomar sus armas y disparar, defenderse, pero concentramos todos nuestros esfuerzos en impedir que siquiera tomaran un arma, y menos aun la levantaran en nuestra contra. En pocos segundos, todos fueron eliminados, y los aullidos, gruñidos y gritos, se fueron callando en el silencio de la noche, quedando solo el sonido de las llamas de los Jeeps, alumbrando todo el panorama.

Todo quedo en silencio, incluso nuestra agitada respiración, nuestros corazones volvieron a retomar su pulso normal, y pudimos, aunque fuese un solo instante, tomar un respiro y revisar que todos estuviéramos bien. En el fragor de la batalla, siempre era posible que nuestros compañeros cayeran a nuestro alrededor sin darnos cuenta, pero gracias a Dios, todos estaban sanos y salvos. Miré a Helen, y la sonreí levemente, contento de verla en perfecto estado. Ella me devolvió la sonrisa, nos habíamos librado de una buena sin lugar a dudas.

- No había visto jamás nada parecido…- Dijo Manson, bajando el arma sin dejar de mirar los cadáveres.

- Hemos tenido la suerte, si puede decirse así, de que era un pequeño grupo, de no más de 14 sangrantes. Y les hemos atrapado en el único momento que dejan sus armas, la hora de comer.- Explicó Helen.


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- Así que estos son… los infames sangrantes que se mencionan en algunos pocos informes de la Montaña de fuego. Pensaba que eran unos piratas o mercenarios, pero esto…- Dije a Manson y Helen, aun impactado por la visión de aquellos humanos comiéndose a otros.

- Se ha intentado no hablar de ellos, pero es un problema creciente que el comandante Terry no ha querido enfrentar durante años, pensaba que mientras les dejara en paz, ellos harían lo mismo. Pero cada vez se acercan más a nuestra zona, y cada vez desaparece más gente de las colonias exteriores. – Relató Helen, revisando su arma, cambiando de cargador y volviéndola a amartillar, lista para el combate.

- ¿Qué son? ¿Alfas, Arios? – Pregunté intrigado.

- Son lo que queda del antiguo refugio 1. El primer y más grande refugio del mundo antiguo de Texas. Son Alfas y Betas por igual, mezclados sin importancia. Algo ocurrió en ese refugio, que cambio por completo a estos hombres y mujeres. Es todo un misterio, que varios equipos de científicos no han podido esclarecer con total seguridad. – Continuó Helen, indicándonos con la mano que nos volviéramos a esconder tras nuestra posición cubierta.

Todos nos juntamos en la posición inicial, esperando unos segundos por si otro grupo hubiera escuchado los disparos y vinieran en nuestra dirección.

- ¿Es posible que venga otro grupo?- Pregunté preocupado ante tal posibilidad.

- Nunca cazan en grupos tan pequeños, a no ser…- se quedó pensativa Helen, con la mano apoyada en mi mentón.

- A no ser, ¿Qué? – pregunté impaciente.

- A no ser que lleven comida a su asentamiento. Si es así, es posible que tengan algún tipo de vehículo donde transportan la carne. – Dijo Helen, expresando con una mueca de asco tal posibilidad.


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- ¿Me estás diciendo que es posible que tengamos un Jeep para salir de este lugar antes de que amanezca? – Recordó Manson, mirando al cielo esperando que las estrellas se quedasen unas cuantas horas más con nosotros.

- Si, pero no nos va a gustar nada…- dijo Helen, mirándome fijamente, haciéndome confirmar lo que ya pasaba por mi mente en ese momento.

Un vehículo cargado de comida, de comida humana, un camión o Jeep repleto de vísceras, cabezas, brazos y ropa ensangrentada de todo tipo, amontonado, atado y fijado con todo tipo de cuerdas y ganchos, para que ninguna parte se pierda en su traqueteo por este escarpado y abrupto desierto. Nos quedamos mirando, paralizados por la gran cantidad de gente que se encontraba acumulada de manera tan atroz a la parte trasera del gran camión. Un olor penetrante y asquerosamente desagradable lo inundaba todo, atrayendo a todo tipo de pequeñas moscas, insectos y todo tipo de animales reptantes carnívoros. Estos hijos de puta comían carne humana, sin importar el estado o cuánto tiempo llevase muerta. Era algo nauseabundo y vomitivo.

Los tres nos miramos, esperando que uno de nosotros dijese que era una locura meternos en este camión y conducirlo hasta las montañas más cercanas, pero todos sabíamos que era nuestra única posibilidad, y por muy desagradable que fuese, debíamos aprovechar lo que el destino, por muy cruel que fuese, nos había puesto en nuestras manos.

Era imposible desatar la parte trasera y soltar lastre, no solo porque daba autentico pavor acercarse a ese amasijo de formas humanas, sino porque los Sangrantes habían atado con varios candados de gran tamaño las cadenas y cables que lo ataban, y no disponíamos de


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tiempo para desatar todo aquello antes de que el implacable sol saliese a saludarnos.

En silencio, como una procesión, subimos al camión, sacando todo aquello que nos molestase. Los asientos estaban sucios, llenos de basura, munición y manchas de sangre; por lo que sacamos todo aquello que no necesitábamos y aprovechamos para recargar nuestras armas con la munición que al parecer sobraba a los Sangrantes. Además de la carne, también les despojaban de armas, munición y ropa.

Lentamente pero con seguridad, Manson se hizo rápidamente con los mandos del camión, lanzando fuera varias calaveras que decoraban el salpicadero, posiblemente de sus anteriores conductores. Arrancó el potente camión y sin esperar más ordenes, condujo hacia las montañas.

- No disponemos de mucho tiempo…- Recordó Manson, viendo como el horizonte comenzaba ligeramente a clarear.

- Yo no puedo estar ni un minuto al sol. – Añadí con seriedad, recordando lo que el inexorable sol hizo con mi cuerpo unas semanas antes.

- No te preocupes, llegaremos a tiempo.- Nos tranquilizó Helen a los dos.

- ¿Hacia dónde vamos? ¿Esas montañas son seguras?- Pregunté inquieto ante la posibilidad de dirigirnos hacia la boca del lobo.

- No lo es… no es una zona segura, es la Zona Prohibida.- Dijo Helen preocupada.

- ¿Zona Prohibida?- Pregunté cada vez más preocupado.

- Zona sangrante. – Concretó Manson, quedándose en silencio.


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Capitulo 17

“El Refugio 10”

Mientras intentábamos no vomitar, nos mantuvimos en

silencio, esperando llegar cuanto antes a la formación rocosa que teníamos frente a nosotros. El cielo comenzaba a clarear de forma peligrosa, y evitando posibles complicaciones, me tapé el rostro y manos con una tela a modo de bufanda y unos guantes a juego con mi uniforme. No quería volver a estar otras dos semanas sintiendo mi piel como se cocía.

Era algo sorprendente encontrarse en un camión como éste, cargando con semejante carga, a saber de qué lugar o de cuantas familias se habían quedado rotas por culpa de estos mal nacidos. Era inevitable pensar en todas esas personas que habían muerto y habían formado parte ahora de la cadena alimenticia de seres solo en apariencia humana, pero con un corazón negro como la noche.

¿Qué puede haber pasado con esta gente? Helen ha mencionado que ocurrió algo en el Refugio 1, el más grande de todos, pero… ¿qué puede ocurrir para que gente civilizada, organizada y en esencia buena, se transformara en auténticos asesinos caníbales, más parecidos a lobos esteparios que a seres humanos?


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El deteriorado camión había sido robado a la Hermandad al parecer semanas antes, y había servido desde entonces como transporte para todo tipo aberraciones de los Sangrantes. Manson encontró varios uniformes Arios, plegados en uno de los contenedores de las puertas; al igual que otros objetos que no eran de utilidad, como herramientas y repuestos. Tomamos todo aquello que podríamos necesitar improvisando unas mochilas, metiendo en ellas, algunas cosas de todo lo que habíamos perdido en el asalto esta noche. La comida y agua, se había esfumado, y eso a la larga seria un problema.

- No hay nada de comida ni agua, va a ser un problema. – Dijo Helen, después de revisar todo lo que había en el compartimento de atrás del camión.

- Yo no pienso comer, nada de ahí atrás…- Dijo sarcásticamente Manson, soltando un sonido de asco.

- ¿Es posible que haya algo de agua en las montañas?- Pregunté, intentando conocer todas las posibilidades.

- No lo creo, si esto es zona Sangrante, estará seca. Allí por donde pasan estas sanguijuelas lo agotan todo. – Dijo Helen, sacando sus prismáticos, para revisar el objetivo de nuestro viaje.

- De todas maneras, no tenemos muchas más opciones. – Dijo Manson, señalando el horizonte.

Lentamente, el cielo fue aclarándose, surgiendo colores rojos y amarillos que lo inundaban todo; el sol aun no había hecho acto de presencia y ya comenzaba a calentarse el ambiente. En pocos minutos, no más de 10 o 15, tendría que cubrirme por completo con todo lo que pudiese, para evitar quemarme.

Dado que las montañas se encontraban a una distancia aún considerable, Helen preparó una máscara de las que utilizaban los sangrantes para mí, añadiéndole una tela que cubriera el cuello y ojos.


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El sol comenzaba a levantarse, y antes de que fuese demasiado tarde para mi piel aún en recuperación, me puse esa especie de tosco casco o mascara, cubriendo así, todas las partes de mi cuerpo. Esperaba que fuese suficiente.

Manson aceleró la marcha hasta forzar la resistencia del motor del camión, sin importar los zarandeos, golpes o baches que encontráramos por el camino; lo único que teníamos los tres en mente, sobre todo yo, era poder llegar rápidamente a las montañas.

Nos mantuvimos en silencio, evitando vomitar o marearnos entre los repentinos meneos y sacudidas de Manson, añadiendo el horrible olor que venía de la parte trasera del camión y que lo invadía todo.

Aproximadamente 20 minutos después, con medio sol deslumbrando el horizonte, el camión se detuvo al pie de las montañas. Helen tomó mi brazo y me sacó fuera del camión, guiándome por un camino pedregoso hacia algún lugar, que era incapaz de ver. Me dejé encaminar y guiar por sus firmes manos hacia el interior de aquella imponente montaña; poco a poco todo se fue oscureciendo, y supuse que estaríamos dentro de alguna cueva o zona protegida del sol.

- Ya puedes quitarte el casco. Estamos en zona segura– Me dijo Helen, soltándome el brazo.

Me quité el casco, parpadeé mis ojos acostumbrándome a la nueva luminosidad, limpié mi cara de las manchas que seguramente había dejado esa mascara sangrante, la cual olía a mil demonios, y finalmente pude disfrutar del frescor y oscuridad que daban aquella gran cueva. La cueva tenía una entrada estrecha y casi imperceptible, el interior era completamente seco aunque reconfortantemente fresco; La cueva era de una amplitud increíble, de más de 400 metros de largo y unos 20 o 30 de alto en algunas zonas, al fondo podían verse otras dos cuevas más pequeñas perdiéndose en el interior de la montaña.


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- Deberíamos explorar esta cueva antes de relajarnos, no debemos bajar la guardia. – Informé a todos, apelando al sentido común.

- En esta zona, no hay un puto sitio seguro. – añadió Manson, con voz pesada y cansada.

- De acuerdo, nos dividiremos y exploraremos las dos pequeñas cuevas que salen desde ahí. – Dijo Helen, señalando las dos galerías que bajaban a las entrañas de la montaña.

Manson y yo fuimos por las galería mas grande, empuñando nuestras armas y apuntado hacia delante, listos y dispuestos ante cualquier contrariedad o sorpresa. Después de nuestras últimas dos experiencias, ninguno daba ya nada por sentado, nada era seguro, y nada era fácil.

Todos intentábamos no pensar en el maldito camión y en la horripilante carga que nos acompañó todo el viaje hasta este lúgubre lugar. El olor a carne putrefacta y a orina, se nos había pegado a las ropas como un perfume diabólico, el cual con el pasar del tiempo, su fragancia aumentaba, ahogándonos de asco en nuestras propias ropas.

Nadie hablaba del tema, pero todos al mirarnos sabíamos que habíamos presenciado algo que tardaríamos semanas en olvidar, si es que alguna vez podríamos llegar a olvidarlo.

Nos centramos en nuestra nueva tarea, encendiendo unas improvisadas antorchas que nos ayudarían a iluminar aquellas grandes galerías; caminamos lentamente, sin infravalorar ningún punto muerto en aquellas paredes o salientes, y lentamente llegamos a lo que nosotros considerábamos el final. El final de la galería más grande.

Al final de ésta, encontramos un montón de tablones podridos y viejos amontonados de manera desordenada, unos sobre otros. Había


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una gran capa de polvo y arena que lo cubría todo, por lo cual deducimos, que aquellas tablas llevaban allí muchísimo tiempo.

- Joder… alguien pensaba hacer una gran hoguera aquí, ¿eh?- Dijo Manson, moviendo una de las tablas con su arma, intentando sin éxito ver lo que había debajo.

- Demasiado grande para esta galería, se ahogarían en pocos minutos.- Concreté mirando con curiosidad al montón de tablones.

Los tablones estaban simplemente unos sobre otros, lanzados sin orden ni objetivo, la pila de maderos era demasiado grande comparado con la altura de la galería, y no estaban en el centro del final de ésta. Sin lugar a dudas alguien los dejó aquí, pero no para quemarlos, quizás para tapar algo o cubrirlo.

- ¿Ves algo debajo? –Pregunté, mientras me agachaba junto a Manson, que comenzaba a apartar los tablones intentando descubrir qué había debajo.

- Aun no. Ayúdame con éste. – Me pidió Manson, tomando un tablero por un extremo, señalándome que le ayudara a moverlo a un lado.

Dejé el fusil en el polvoriento suelo, tomé el otro extremo del tablón con mis dos manos, y comencé a moverlo hacia mi derecha, empujando con todas mis fuerzas. Manson empujó también, lanzando un pequeño grito de esfuerzo, mientras entre los dos movíamos unos pocos centímetros el gran tablón, haciendo desmoronar todos los que estaban a pilados encima. Con un gran estruendo y una nube de polvo, el montón de maderos cayeron al suelo, dejando a la vista una parte de lo que había debajo. Una gran losa metálica oxidada y ennegrecida por el tiempo, sobresalía entre el polvo y arena.

- ¿Qué es eso?- Pregunté fascinado.


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- Mierda… parece una…- Dijo Manson limpiando parte de la losa, dejando un gran numero 10 dibujando con color amarillo.

- ¿Una qué?- Volví a preguntar, impaciente.

A mis espaldas unos suaves e inconfundibles pasos, me anunciaron que Helen estaba ya con nosotros en nuestra galería.

- Una puerta de acceso a un bunker o refugio. – Dijo Helen a mis espaldas, inquieta por el descubrimiento.

- ¿Ha habido suerte en la otra galería?- Pregunté, mirando cómo se acercaba a nuestra altura.

- A los pocos metros de descender, la galería pequeña está completamente anegada por arena y piedras. Está asegurada. – Informó Helen, mientras se situaba junto a Manson y tocaba la losa metalizada del suelo, fascinada por el descubrimiento.

- ¿Es la entrada a un refugio? – Pregunté sorprendido por tal noticia.

- Si, sin lugar a dudas. Parece que es el numero 10. No sabía que estaba en este territorio.- Respondió Helen sorprendida como yo del hallazgo.

- Mira como está la compuerta, parece que esta soldada al suelo.- Dijo Manson limpiando un borde, descubriendo grandes puntos de soldadura.

- Esta sellada, para que nadie pueda entrar.- Dijo Helen tocando los puntos de soldadura con su mano, y continuó diciendo:- Ha sido sellada desde fuera.

- O quizás para que nadie salga…- Dije preocupado, pensando en la desafortunada historia de los hombres y mujeres que se convirtieron en Sangrantes.


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- Bueno, de todas maneras, nuestra principal preocupación y prioridad era asegurar la cueva al completo, y lo hemos hecho. – Dijo Helen, levantándose y sacudiéndose el polvo de las rodillas.

-Ahora deberíamos proteger la entrada y descansar algo, ha sido una noche larguísima.- Dije con un progresivo cansancio en mis ojos.

- De acuerdo. Manson, haga la primera guardia en la entrada. Debemos priorizar la seguridad en esta zona.- Ordenó tajantemente Helen.

- A sus órdenes. – respondió Manson, saludando con su mano derecha, con un gesto con total falta de seriedad.

Manson se dirigió hacia la entrada, por la cual ya un potente rayo de luz solar se proyectaba, formando una extraña forma angular sobre el suelo. Se asomó protegiendo su rostro con una gorra negra, vigilando la zona que le permitía ver nuestra posición. Se quedo allí, observando cada detalle insignificante, cada forma en movimiento, cada mota lejana que podría significar peligro.

Mientras tanto, Helen se sentó sobre una formación rocosa y pudo al fin tomar un merecido descanso sin sobresaltos o desagradables sorpresas. Se quitó el arnés lleno de munición y todo tipo de equipo, quedándose solo con su ropa reglamentaria, la abrió un poco para poder refrescarse del sudor que recorría todo su cuerpo, y se peino con las manos, haciéndose una nueva coleta, con el pelo bien recogido. Yo la imité, liberándome del equipo y sentándome en otra especie de estalagmita rota a modo de asiento, remangué mi chaqueta, y me tomé mi medicina. Los dos estábamos exhaustos, agotados de esta noche tan larga, en la cual solo habíamos corrido y luchado sin cesar.

Un buen combatiente, me refiero a uno que dispara y lucha cuerpo a cuerpo si hace falta, siempre se encuentra en este tipo de


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situaciones después de un combate. La adrenalina se dispara de tal manera, que durante los breves momentos en los que sientes que cualquier bala te va a volar tu cabeza, tu corazón se dispara a velocidades preocupantes, tu cuerpo deja de sentir el viento, el frio o el calor del exterior, no puedes pensar en nada, ni siquiera en por qué estas combatiendo, solo puedes sentirte a ti mismo al 100%. Te conviertes en uno entero, centrado, desbocado, salvaje, y al final, cuando todo acaba, vas sintiendo como el cuerpo deja de reaccionar, se agota como una batería barata de mercadillo, y ya no puedes soportar el peso de tu fusil.

Helen abrió su mochila y sacó una barra alargada de plástico, que desplego alargándola hasta un metro, muy parecida a primera vista a una lámpara halógena, la puso en el centro de lo que ahora seria nuestro improvisado campamento, de manera vertical, alumbrando con una luz agradable, cálida y de color naranja, una buena parte de toda la cueva.

Sin lugar a dudas, la cueva era el lugar propicio para aclarar varias cuestiones, que llevaban tiempo esperando ser aclaradas.

- ¿Ahora tendrás tiempo para responderme? – le pregunté a Helen mirándola con cortesía.

- ¿Podría ser después de dormir un rato?- Preguntó Helen, tumbándose con los brazos cruzados bajo su cabeza.

- No, no puede ser. Necesito respuestas ahora.- Dije secamente.

Manson se revolvió inquieto, quizás intuyendo qué preguntas eran necesarias ser respondidas a estas alturas.

- De acuerdo… ¿Qué ocurre?- Preguntó Helen, tumbada con los ojos cerrados.


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- ¿Por qué me lleváis a un refugio diferente y no con los demás? Y no quiero que me cuentes la misma mierda que Terry, quiero la verdad.- Pregunté con seriedad. No podía confiar plenamente en ellos mientras no supiera toda la historia.

- Se exactamente lo mismo que tú, Bruce, ¿Qué te hace pensar que se algo más? – Dijo Helen indignada ante la posibilidad de que le estuviera acusando de algo.

- ¿En serio? ¿Entonces que un equipo Ario nos encontrara exactamente en la ruta que nos tenía programado Terry no es más que una casualidad? ¡Eso sin contar con la cariñosa presencia de esos locos caníbales! – Pregunté inquieto y molesto.

- No sé que estas insinuando, pero Terry no tiene nada que ver con esto. Estoy segura. – Dijo Helen cada vez más nerviosa e indignada.

- Yo no insinúo nada, solo expongo los hechos. Y los hechos hablan por sí solos. – Dije con franqueza.

- ¿A qué hechos se refiere? – Preguntó Manson desde la puerta, también sorprendido por mis ideas.

- Por favor, Manson, ¿No creerás que…?- Empezó a decir Helen indignada.

- Prefiero no creer en nada por ahora, Teniente, solo quiero saber lo que tiene que decir el Capitan Campbell.- Cortó Manson, volviéndose hacia mí, dándome la palabra.

- No me entiendan mal, el comandante Terry me parece un hombre excepcional, un líder nato muy cualificado, pero también le veo capaz como buen soldado, de hacer los sacrificios necesarios para salvar a su pueblo, a sus plantas y a sus árboles. ¿Recordáis los focos que nos apuntaron durante los primeros momentos de nuestro


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encuentro con la unidad Aria? – Me expliqué con calma para elegir las palabras correctas en mi exposición.

- Si, los recuerdo perfectamente. – Dijo Manson.

- No es el procedimiento estándar de una patrulla Aria. Los informes, que son muchos, de los encuentros con patrullas similares, siempre disparan antes y preguntan después, el objetivo de estas patrullas es interceptar y destruir. Sobre todo por las noches.- Continué mi exposición. – Los dos focos intentando cerciorarse de que éramos nosotros, apuntando directamente al interior del vehículo y a nuestros rostros, solo puede significar que en realidad nos estaban esperando.

- Pero… eso quiere decir que alguien les ha avisado. – Dijo cada vez más irritado Manson.

Helen se mantuvo en silencio, analizando mis palabras, pensando cada silaba que escuchaba, buscando un hueco, un fallo o error, para poder rebatir mi exposición, pero cuanto más escuchaba, más dudaba de sus propias convicciones.

- Por supuesto que alguien le ha avisado, y diría aun más, estoy seguro que nos han entregado al enemigo para poder estar en paz con Kreiss y sus perros de guerra. Creo que nos han usado como moneda de cambio para la libertad de la gente de la montaña de fuego.- Dije en conclusión, acabando mi exposición.

- Pero el Comandante Terry no… no haría algo así.- Tartamudeó Manson, incrédulo ante mis conclusiones.

- El Comandante Terry quizás no, pero el Capitán Burke sí. – Dijo repentinamente Helen, como recordando algo que había pasado por alto.

- ¿El capitán Burke? El estirado de la vieja escuela. El oficial más duro de toda la base- Dijo Manson cada vez más irritado.


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- Unos días después de que llegaras a la base de la montaña de fuego, estando aun ingresado, el capitán Burke discutía con otros dos oficiales sobre que debían hacer contigo. No le di importancia puesto que yo en aquellos días no sabía nada de ti, no confiaba en ti, y sinceramente, pensaba que eras un experimento de algún tipo. Bueno, volviendo al tema, estaban discutiendo sobre tu destino y sobre devolverte al ejército Ario en pedazos si era necesario, dando un escarmiento a nuestros antiguos enemigos. Los otros oficiales apelaron que ellos no tenían autoridad para sacarte de la enfermería y mandar una unidad a la base más próxima de la hermandad, por lo que Burke entró en cólera, insultado a aquellos oficiales, gritando que el destino de los Alfas no podía estar en manos de mentecatos sin los huevos suficientes para hacer lo que hay que hacer. Finalmente, dijo que el mismo buscaría la solución sin ellos. – Helen tomó un respiro y continuó.- Ayer, cuando evacuamos la base, el Capitán Burke fue el encargado de administrar los planos a los oficiales al mando de los grupos de evacuación. Seguramente fue él mismo quien entregó a Terry el mapa que “supuestamente” nos llevaría al refugio 7. Es posible que ni el propio Comandante sepa que nos han entregado.- Finalizó Helen, encajando las piezas de tal manera que todo comenzaba a tener sentido.

Los 3 nos quedamos pensativos, sopesando los nuevos detalles de una traición por parte del rígido oficial Burke. Manson, no dejaba de mover la cabeza, negando la posibilidad de que todo fuese una trampa, pero como Helen y yo mismo, pronto se encontró aceptando la realidad.

- ¡Pero si todo ha sido una trampa, no ha salido como Burke esperaba, y por lo tanto, Kreiss no estará nada contento con el resultado!- Exclamé, dándome cuenta de algo desagradable.

- ¿A qué te refieres? – Preguntó Manson extrañado.


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- ¡Oh Dios santo! – Exclamó Helen, llegando a la misma conclusión que yo.

- Kreiss no me tiene, no me ha capturado, por lo que Burke no ha cumplido su parte. El ejército Ario creerá que ha sido todo un engaño para huir, y por lo tanto, se vengará de Terry y todos los suyos de manera terrible.- Dije profundamente preocupado.

- ¡Mierda… están jodidos!- Entendió Manson finalmente.

Sí, estaban jodidos. Burke va a producir exactamente lo que esperaba evitar, la muerte de su gente.


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Capitulo 18

“Pesadilla nuclear”

***

- ¿Qué piensas hacer, coronel? – Dijo socarronamente Meyers, lanzándome las cartas a la cara. - ¿Piensas golpearme?

Había lanzado a un lado la mesa redonda, donde segundos antes habíamos bebido y jugado al póker. Todo se había desarrollado como una noche más, pero al final de la partida, cuando todo estaba perdido y me estaba arruinando, algo dentro de mí se rompió. Una furia incontrolable me poseyó cegándome, impulsándome a agarrar a aquel mal nacido por el cuello y querer golpearle hasta deshacerle la cara.

- Bruce, por favor deténgase, todos hemos perdido esta noche. – Dijo el Coronel Rico, intentando calmar las aguas.

- ¿Ahora eres la putita del Coronel Rico? ¿Es quien te paga las partidas de póker que pierdes? – Preguntó sonriente e irónico Meyers.

Le miré a los ojos con mi puño levantado, miré su rostro, sus labios rojizos y carnosos, su barba mal rasurada, su carne palpitante y


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sonrosada, sus ojos llenos de placer y victoria, y no pude contenerme, no podía soportar verle sonreír así, disfrutar riéndose de mí. Mi puño bajo con tanta fuerza, que el primer impacto me sorprendió incluso a mi, rompiendo su tabique nasal y hundiéndolo en su rostro aun sonriente. Dejando a un lado toda razón o sentido, mi puño partió huesos y tendones de su cuello, mientras mi mano izquierda le sujetaba para que no escapara de mis poderosos puñetazos. El pobre desdichado no me veía capaz de enfrentarme a él, y se llevo la sorpresa de su vida.

- ¡¿Qué estas haciendo, Bruce?! ¡Por todos los santos! – gritó el coronel Rico, sorprendido por la brutalidad de mis golpes. -¡Detente!

Mi mente solo recuerda vagas palabras de los gritos de horror a mí alrededor, gente intentando separarme de la masa de carne sanguinolenta que golpeaba una y otra vez, deformándola más aun si era ya posible. Unos brazos fuertes como el acero intentaron agarrarme por detrás, haciéndome una llave bien entrenada, pero para su desagradable sorpresa, estaba más que acostumbrado a liberarme de este tipo de encerronas, por lo que me giré bruscamente golpeando con mi codo y con todas mis fuerzas, la sien del desdichado que se había acercado a mí. El crujido de huesos, me indicó que también había muerto.

Durante unos segundos, nadie se acercó a intentarlo de nuevo, observándome empapado de sudor y sangre, jadeando de excitación y furia. Mi mente estaba nublada por el alcohol y la adrenalina, no veía nada con claridad y ni siquiera sabía donde estaba. Me sentí mareado, con unas ganas terribles de vomitar y sentarme en algún lugar antes de caerme desmoronado.

- ¿Qué demonios has hecho, Bruce? – Me dijo Rico asustado y sorprendido por lo que acababa de presenciar. Lentamente se alejaba de mí, como todos los presentes en el Bar.


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No pude responder, mi boca tenia un extraño sabor que rápidamente pude identificar como sangre, ¿mi sangre? No, no era mi sangre, sino la de los dos hombres que yacían tumbados en el suelo junto a mí. Dios santo… ¿Qué he hecho?

Dos soldados de la policía militar hicieron acto de presencia, con sendas armas reglamentarias desenfundadas y apuntándome directamente al pecho.

- ¡No se mueva! ¡Levante las manos!- Gritó uno de los guardias, levantando su pistola automática de 9mm y encañonando mi cabeza.

Me quedé paralizado, no por el hecho de que ellos me lo ordenasen, sino porque mis músculos no me respondían, me sentía pesado y parecía que mis pies estaban pegados al parquet del bar con algún mágico pegamento. Unas pequeñas gotas de sangre caían desde mis manos, salpicando el suelo lleno de cristales y alcohol derramado.

Los dos policías, sin esperar una respuesta, se acercaron lentamente, pero con extrema precaución, cada uno por uno de mis lados, cubriéndome por completo. Uno de ellos, sacó con su mano izquierda unas esposas brillantes, posiblemente nunca usadas, y me las acercó con su casi inapreciable temblorosa mano.

- Coronel, queda usted arrestado. Colóquese las esposas, por favor.- Dijo secamente el soldado de mayor rango de los dos, posiblemente un sargento.

Antes de que ninguno de los dos tuviera tiempo de reaccionar, lancé rápidamente mis brazos a los lados, atrapándoles en el acto, después casi instantáneamente los lancé uno contra otro, chocando sus cabezas como si fuesen sacos de patatas, sin contemplación o piedad. Los dos cayeron heridos de muerte al suelo antes de poder siquiera apretar el gatillo. Después me agaché para agarrar a uno de ellos, lo


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tomé con mis manos, y comencé a apretar su cuello, intentando acabar con su patética vida.

Antes de que pudiese acabar mi tercera terrorífica obra, un brutal golpe a mi espalda, un traicionero Coronel Rico, me golpeaba con todas sus fuerzas con una silla, dejándome mareado, cayendo al suelo perdiendo el equilibrio.

- Bruce, ¿Qué demonios has hecho? ¿En qué te hemos convertido?- Dijo melancólicamente Rico, mientras levantaba la silla en el aire, y me remataba en el suelo, dejándome inconsciente en el suelo.

- Bruce, ¿Qué has hecho?...

***

- Bruce, ¿Qué has hecho?- Decía en voz alta Helen, zarandeándome en el suelo, sacándome de mi desagradable sueño.

- ¿Qué demonios pasa? – Gruñí incorporándome.

- ¿Otro mal sueño?- Intuyó Helen, regalándome una sonrisa.

- Si, otro… ¿qué demonios pasa?- Repetí, esperando una maldita respuesta.

- Te preguntaba por cuarta vez, que qué has hecho con las barras de comida? ¿Te queda alguna? Manson está que se muere por comer algo, y sinceramente yo también.- Respondió Helen, manteniendo su agradable sonrisa.

No hay nada como que te despierten con cualquier tontería absurda, para darte cuenta de que a veces las cosas más tontas, son las que te hacen feliz, y al escuchar a Helen preguntarme aquello después de mi horrible pesadilla, no pude más que lanzar una sonora carcajada,


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tumbándome sin poder parar de reír. Era la primera vez en años que alguien conseguía hacerme reír de esta manera.

- Pero… ¿qué he dicho? – me miraba Helen, sorprendida por mi cómica reacción.

- ¿Se ha tomado su medicación, capitán? – Bromeó Manson desde la entrada de la cueva, donde montaba guardia.

- Disculpadme, es que hacía tiempo que alguien no me despertaba con una pregunta tan tonta… - Dije recuperando el aliento, conteniendo mi risa.

- Bueno… esto… ¿tienes comida o no?- Repitió Helen, mirándome como si fuera de otro planeta.

- No, lo siento. No pude salvar nada de nuestro Jeep. – Respondí finalmente, ocultando mi sonrisa.

- Pues tengo un hambre de mil demonios. ¡Joder! – Gritó Manson para que le oyéramos claro. No era de los que ocultaban sus sentimientos a los demás.

- Todos tenemos hambre. Debemos pensar en el siguiente paso antes de que se convierta en un verdadero problema. – Dijo Helen, apelando a lo evidente.

El problema prioritario de la comida y el agua, ahogó mi buen humor matutino, haciéndome ver la dura realidad de nuestra penosa situación. No teníamos víveres de ningún tipo y estábamos en territorio enemigo, a plena luz del día, en una montaña de propiedad Sangrante. Creía que las cosas no podrían ir peor, pero sí, me equivoqué, si podían agravarse, puesto que una situación más grave que nuestra propia seguridad, estaba a punto de producir un genocidio de proporciones bíblicas. Había casi olvidado durante mi pobre hora de sueño, que los acontecimientos que había desencadenado la mala decisión de un hombre, podrían acabar con todo hombre libre de Texas.


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- Podemos estar sin comer un par de días, pero Terry no tendrá tanto tiempo. – Recordó Helen, volviendo a la mísera realidad. – Hemos hablado mientras dormías de qué debíamos hacer, dadas las circunstancias.

- No podemos salir durante el día, y no podemos estar todo el maldito día aquí encerrado sin poder avisar a Terry de la traición de Burke. Con comida o sin ella, tenemos que ir dirección al refugio 3, o al menos buscar una radio para poder avisarles.- dijo Manson oteando el horizonte, tan uniforme y bello, que era difícil no dejar de mirarlo.

- ¿Y qué hacemos con Bruce? El morirá ahí fuera, Manson, no es como nosotros.- Le recordó Helen.

- Manson tiene razón, debéis ir sin mí. Puedo aguantar lo que sea necesario hasta que volváis por mí. No puedo permitir que os retraséis por mi culpa. – dije con seriedad. No me hacía nada de gracia quedarme solo en aquel lugar apartado de Dios, pero no podía permitir que toda esa gente muriera por mi debilidad al sol.

- Estoy de acuerdo con el capitán, estoy seguro de que puede valerse por sí mismo un par de días. Le podemos dejar armas y munición suficiente del camión de ahí abajo. – Añadió Manson, exponiendo la realidad tal y como es.

Helen se mantuvo unos segundos en silencio, sopesando los pros y los contras del nuevo plan. La responsabilidad como oficial al mando la obligaba a cumplir la misión y protegerme, según las ordenes de Terry, pero la nueva situación le forzaba a dejar a un lado mi protección y centrarse en salvar a los suyos a cualquier precio.

- Ojala hubiese otra manera, Bruce, pero no podemos llevarte con nosotros. No puedo quedarme con los brazos cruzados viendo morir a los míos. – Dijo Helen, apenada por la decisión que estaba a punto de tomar.


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- Lo comprendo, no te preocupes. Te esperaré aquí.- Le dije, mirándola fijamente a los ojos, con total sinceridad.

Helen me miró, regalándome una cariñosa sonrisa, aceptando mi decisión de quedarme allí. Todos sabíamos que posiblemente no nos volveríamos a ver, pues conociendo a las bestias salvajes conocidas como Sangrantes, cualquier noche, podrían entrar y cuando se me acabase la munición, acabaría en las fauces de esas alimañas. Al menos me encargaría de llevarme a la mayor parte posible de esos bastardos conmigo. Así que le devolví una cálida sonrisa, esperando que entendiera que ella era lo que daba sentido a todo en mi vida ahora, de la manera más profunda de la que podría pensar.

- No tardaremos más que lo necesario. No te muevas de esta posición, ¿de acuerdo? Parece muy segura.- Dijo Helen, con una mirada que solo expresaba preocupación. Preocupación por mí.

- De acuerdo, voy a por un par de armas y toda la munición que pueda cargar, dadme diez minutos. – Dijo Manson, saliendo por la entrada de la puerta con mejores ánimos.

Helen y yo nos quedamos solos unos instantes. Mientras ella preparaba sus cosas, con la rapidez que le permitían sus manos, los dos nos mirábamos a veces, con una mirada esquiva que disimulaba la creciente tensión que crecía entre los dos, y que ya no podíamos evitar. Intentábamos estar ocupados con otras cosas, las más triviales, pero, los dos sabíamos que quizás no volveríamos a vernos, y rápidamente nos volvíamos a mirar, sonriéndonos mutuamente sin saber qué decir.

La verdad es que no era para nada bueno en este tipo de cosas, y me sentía como un verdadero idiota que no era capaz de enfrentarse a sus sentimientos, quizás porque llevaba demasiado tiempo intentando no sentir nada, y ahora, me encontraba volviendo a nacer, volviendo a sentir como latía mi corazón, y como me encontraba indefenso ante una prácticamente desconocida. Una desconocida que


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extrañamente comenzaba a sentir que la conocía de toda la vida. Qué extraño sentimiento…

Miraba hacia la puerta observando y contando los pocos rayos de sol que entraban por la entrada de la gruta, intentando no mirar a Helen, conteniéndome para no lanzarme sobre ella y rodearla con mis brazos. Algo dentro de mí, gritaba por salir y vociferar que no se fuera de mi lado, pero sabía también, que hacer lo correcto era lo prioritario en estos momentos, y solo ella, sería capaz de hacer llegar el mensaje a Terry.

- ¿Bruce? – me preguntó Helen sacándome de mis pensamientos.

- Si, perdona… dime.- Dije girándome para mirarla.

Antes de poder girarme del todo, la cara de Helen estaba prácticamente pegada a la mía, y me besó. Me beso suavemente, destruyendo por completo las patéticas defensas que podría llegar a tener contra esa mujer. Sentí sus labios pegados a los míos, apretándolos con suavidad, notando como su rostro temblaba levemente junto al mío, al sentir nuestras pieles encontrarse una junto a la otra.

Los dos nos quedamos unidos, acariciando nuestro pelo, mientras agarrábamos con cariño la cabeza el uno al otro. Sentía por primera vez, sensaciones nuevas que jamás había experimentado, emociones frescas y desconocidas que hacían latir mi corazón con fuerza, percibiendo cada uno de los detalles de aquella maravillosa mujer frente a mi.

Podría decir mucho, quizás demasiado de aquel momento que me pareció durar miles de años, pero al final, todo se reduciría a que durante esos breves instantes el mundo dejo de girar, y Kreiss, los


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Sangrantes y todo el maldito mundo dejo de existir. Solo éramos ella y yo, solo nosotros.

- Perdón… El camión está listo.- Interrumpió sonoramente Manson, totalmente perplejo por lo que veían sus ojos.

Helen no se separó como cabria esperar, ni siquiera se aparto un milímetro. Sus labios dejaron de tocar los míos y me abrazó con cariño, rodeándome con sus brazos con fuerza. Posó su cabeza junto a la mía, y con un hilo de voz me dijo. – Volveré a por ti, espérame.

- Esto… ¿Teniente? Podemos irnos…- Insistió incrédulo Manson, mirando en otra dirección avergonzado.

- Baje mi bolsa y arranque el motor, estaré en 1 min. – Ordenó con seriedad Helen.

- De acuerdo… -Dijo Manson con seriedad, tomando la bolsa de Helen como un autómata y volviéndose a dirigir hacia la entrada, para salir al exterior. Estaba realmente indignado, aunque aun no sabía muy bien el porqué.

- Debes irte. – Dije en voz baja, con su cabeza pegada a la mía, haciéndola entender que no debían perder más tiempo.

- ¿Me has escuchado?- Preguntó Helen, separándose de mí y mirándome a los ojos. Una lagrima caía por su precioso rostro.

- Si, volverás a por mí. Te prometo que no me moveré de aquí hasta que vuelvas. – Le dije cariñosamente, observando aquellos preciosos ojos.

Helen se acercó lentamente, dispuesta a regalarme el ultimo beso, pero antes de que pudiera volver a besarme, los dos nos quedamos paralizados al ver entrar a Manson jadeando, por la entrada de la caverna. Helen suspiró, girándose hacia el exhausto Manson y le lanzó una mirada de las que asesinaban.


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- ¿No te he dicho que ahora bajaba? – Preguntó Helen caustica.

- No… ufff, va a… poder… ser, uff. – Dijo Manson con dificultad, recuperando el aliento.

- ¿Qué ocurre?- Pregunté inquieto por el estado de Manson.

- Sangrantes… están por todos lados… han aparecido de la nada… Joder.- Jadeaba Manson, apoyándose en la pared.

- ¿Qué? ¿Dónde?- Dijo Helen, separándose inmediatamente de mí y tomando su arma. Yo le imité, tomando la mía.

- Al volver al camión, he visto que dos docenas de esos mierdas estaban hurgando en la comida que llevábamos de carga. Mierda… si me han visto rondar el camión de ahí abajo, ya saben que andamos cerca. Joder…- Relató nervioso e histérico Manson, mirando hacia la puerta de manera instintiva.

- Maldición, ¿tu arma?- Preguntó cada vez más nerviosa Helen.

- En el puto camión, no esperaba tener que liarme a tiros en pleno día. –Respondió Manson enfadado.

- ¿Estás seguro que eran Sangrantes? Nunca se han visto a pleno día. –Preguntó Helen acercándose a la entrada, lista para disparar a cualquiera que se atreviera a asomarse.

- ¡Joder, estoy seguro! Incluso creo que estaban sacando pedazos de atrás para picar algo. – Dijo sarcástico Manson.

- Si son dos docenas y están armados, aquí no tendremos muchas oportunidades. Si han visto a Manson, no tardaran en atraparnos y tomarse un desayuno caliente a nuestra costa.- Le dije a Helen.


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- ¡Joder! ¡Joder! ¡Joder! – Maldecía Manson, golpeando la pared de la caverna, enfadado por haber sido tan despistado de haber bajado la guardia.

- Tranquilízate, Manson. ¿Qué opciones tenemos? – Preguntó Helen mirándonos a los dos por igual, esperando que a alguno se nos ocurriera una solución factible.

- No podemos salir, y no podemos defendernos indefinidamente. Pero… se me ocurre algo. –Dije a Helen, volviendo mi mirada hacia la pequeña gruta de la derecha que se perdía en la oscuridad.

- Va tener que ser rápido, por que los veo a unos quinientos metros. Están peinando la montaña los muy cabrones. – Dijo nervioso Manson, asomando su cabeza unos segundos, volviéndose a esconder después.

- El refugio 10. Solo podemos escondernos allí. – Les indiqué a todos en voz baja, señalando a la gruta donde se encontraba la entrada sellada al refugio 10.

- ¡Joder! Salimos de la sartén para caer al fuego…- Dijo Manson en bajo, para que no se nos oyese desde el exterior.

- De acuerdo, no veo otra solución. Pero, necesitaremos algo para abrir las soldaduras. – Indicó Helen, tomando su arma y caminando hacia la galería de la derecha.

Manson y yo fuimos rápidamente junto a ella, llegando hasta la compuerta sellada que daba acceso al Refugio 10. Nos situamos alrededor de ella e intentamos forzarla, pero era más que evidente que necesitaríamos algo más que nuestras manos desnudas para poder abrirla. Helen nos indicó en silencio que cubriéramos la entrada de la galería, mientras ella dispararía su arma sobre las soldaduras, liberando así la puerta definitivamente.


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Manson tomo un puñal de su cinturón y se puso en modo combate, aunque sabía perfectamente que uno de aquellos Sangrantes era capaz de eliminarnos a los tres, cuerpo a cuerpo. Tomé mi arma y apunté a la escasa claridad que entraba a lo lejos, en la entrada de la cueva, situada a unos 100 metros. Calculé que desde el momento en que alguien entra en la cueva principal, bastan unos 10 o 15 segundos para llegar hasta nosotros, y eso era demasiado poco tiempo.

- El plan es simple. En cuanto rompa los sellos de soldadura, necesitaré a los dos para abrir esta puerta. Si es igual que la del refugio 3, pesará aproximadamente unos 200 kilos. Después, entraremos todos y cerraremos la compuerta. ¿Estáis listos? – Dijo Helen, nerviosa pero decididamente segura de lo que iba a hacer.

- No, no lo estoy. –Dijo Manson mirando su patético cuchillo.

- Yo sinceramente tampoco, pero si no lo intentamos moriremos igualmente. – Dije quitando el seguro de mi arma, lista para disparar. El corazón comenzaba a latir velozmente, y sentía como el sudor recorría mi espalda, humedeciendo mi ropa por dentro.


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Capitulo 19

“Dentro del laberinto”

Manson no dejaba de maldecir en voz baja, mientras miraba su imponente pero a la vez inútil cuchillo que tenia en sus manos. A unos metros de distancia, me encontraba cubriendo la parte derecha de la gruta, sin dejar de vigilar la entrada de la cueva principal. Todos estábamos nerviosos, inquietos y sabíamos perfectamente que no podríamos defendernos contra esas bestias, con dos armas automáticas y unos pocos cargadores. Helen en cambio, parecía mas tranquila, o al menos lo disimulaba mejor, y contaba una y otra vez los puntos de soldadura a los que tendría que disparar, afinando su puntería, para poder hacerlo lo más rápido posible.

Con una rapidez sorprendente y una destreza inigualable, dadas las circunstancias, Helen disparó a los seis puntos de soldadura, lanzando por los aires pedazos de estaño y acero, produciendo chispas en cada impacto. En cuatro segundos, las seis grandes soldaduras habían volado.

- ¡Ayudadme! ¡Rápido! – Gritó Helen, situándose en uno de los lados de la pesada puerta.


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Rápidamente, corrimos hasta situarnos cada uno en uno de los agarres que componían la pesada puerta, para levantarla lo antes posible. Manson y yo no dejábamos de mirar también hacia la entrada de la cueva, temiendo que los Sangrantes hubieran escuchado los disparos y estuvieran corriendo en masa hasta nuestra posición. Los dos comenzamos a tirar de la pesada puerta, mientras Helen giraba una palanca que sellaba los cerrojos de la puerta; este tipo de grandes compuertas circulares se pueden cerrar por dentro de manera hermética, por lo que esperábamos que estuviera abierta por dentro, o estaríamos muertos literalmente.

Helen giró totalmente la palanca, se sitúo en otro agarre y comenzó a tirar con todas su fuerzas, lanzando un pequeño grito del esfuerzo; nosotros dos comenzamos también a tirar con energía, sin dejar de girar nuestra cabeza para vigilar la entrada. Los tres tiramos con tal vigor e intensidad que sentíamos nuestros brazos temblar, comenzábamos a escuchar gritos y gruñidos en el exterior, y eso solo podía significar que esas bestias nos habían encontrado.

Los aullidos guturales comenzaban a escucharse cada vez mas cerca, prácticamente en la entrada de la cueva principal, y en cuanto una de aquellas bestias asomara su cabeza, estábamos perdidos.

- ¡Mas fuerte! ¡Tirad! – bramó Helen, soltando un grito de dolor debido al esfuerzo.

- ¡Joder! ¡Esto pesa como mil demonios! –Gritó Manson, lanzando varios tacos ininteligibles.

Yo no dije nada, no podía. Tenía los brazos doloridos por el esfuerzo, y no sabía cuando podría soportar; pero cada vez que mis energías flaqueaban, miraba a aquella mujer que tenia frente a mí, y Dios sabe que sacaría potencia para soportar mil puertas como esta por ella. No podía dejarla morir allí, devorada por esas malditas alimañas.


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La puerta lentamente fue elevándose, chirriando sobre sus engranajes viejos y oxidados, como si gritara de dolor al ser activada después de tantas décadas cerrada a cal y canto. Una vez que estaba unos cuantos centímetros elevada, pudimos meter las manos por debajo y hacer fuerza con más comodidad, aunque la endiablada puerta pesaba cada vez más, puesto que nuestras fuerzas se iban agotando rápidamente.

Antes de que pudiéramos tener totalmente vertical la pesada compuerta, unas sombras hicieron acto de presencia en la entrada de la caverna principal, tapando los rayos de luz del sol que pasaba a través de ésta. Manson y yo, comenzamos a tirar con mas fuerza, agotando nuestras ultimas fuerzas en conseguir que la compuerta se quedase aunque no totalmente abierta, si en una posición en la que podríamos entrar los tres.

Helen apoyó su rifle a modo de palanca para que la compuerta de acero no se cerrase y saltó a su interior sin dudar un segundo. Los gritos y aullidos comenzaban a hacer eco en el interior de la caverna, por lo que seguramente no tendríamos más de 10 segundos antes de tener a unas de esas bestias encima. Empujé a Manson al interior y me sitúe debajo de la compuerta, tirando del rifle de Helen que nos servia de soporte. Tiré bruscamente esperando que se soltara de un tirón, pero no fue así, la compuerta pesaba tanto que comenzaba a doblar el rifle, así que desistí de intentarlo antes de que aquella pesada losa de 200 kilos de acero cayese sobre mi cabeza.

Salté a la oscuridad del refugio, y caí en un extraño suelo quebradizo y blando, que fui incapaz de identificar. Palpé a mí alrededor y encontré a Manson y Helen, agachados a un lado, mirando hacia arriba. La oscuridad era total en el refugio, y un poco de luz entraba desde arriba iluminando nuestros rostros sudorosos y agotados.


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La compuerta chirriaba, señalando que poco a poco pero inexorablemente, que el fusil de Helen no podría soportar por más tiempo su peso. Los Sangrantes se acercaron a la compuerta y se asomaron para observarnos, unas extrañas cabezas decoradas macabramente comenzaron a gritar extrañas palabras de difícil pronunciación, mientras empezaban a acercarse más y exponer sus cuerpos. Apunté mi arma temblorosa por el esfuerzo de segundos antes, sentía mis dedos doloridos y mi muñeca hinchada.

- ¡La compuerta no aguantará, apartaros! –Grité al oír como los engranajes y rodillos de la puerta chirriaban de manera continuada, significando que ya no podía detenerse.

Efectivamente la compuerta no aguató más tiempo, el fusil de Helen se hizo añicos bajo el voluminoso peso de la puerta y a los pocos segundos se cerró con un estruendoso golpe metálico que retumbó en todo el refugio 10, dejándonos casi sordos. Para nuestra desagradable sorpresa, dos de aquellas bestias se habían expuesto demasiado, dejando medio cuerpo fuera y medio dentro cuando la compuerta se cerró, partiéndoles literalmente en dos. Nos apartamos a tiempo, antes de que una lluvia de sangre y vísceras aun calientes, cayeran desde arriba, moviéndose aun extrañamente, como si quieran atraparnos o matarnos con en su último suspiro.

Encendí la pequeña linterna acoplada a mi fusil, puesto que todo estaba completamente a oscuras ahora que se había cerrado la única fuente de luz, y apunté hacia arriba, pendiente de cualquier novedad.

- ¡Rápido, hay que subir y cerrar el seguro del cerrojo desde dentro! – Gritó Helen, dando un empujón a Manson.

-¡Joder! – dijo con resignación Manson, subiendo con toda la celeridad que le permitían sus pies, mediante una escalera metálica.


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Manson subió y giró la palanca interna que impedía que la compuerta se abriera desde fuera, dándonos por fin un merecido respiro.

- ¡Puerta asegurada! ¡Madre de Dios! Esta todo lleno de sangre… - Dijo Manson desde arriba, terminando de revisar la compuerta.

- ¿Qué demonios estamos pisando? – Dijo Helen, señalándome que apuntase con mi linterna a nuestros pies.

Bajé mi arma, alumbrando con algo de luz el pasillo que daba acceso a la compuerta de arriba. El suelo y paredes estaban repletos de esqueletos secos y polvorientos amontonados por todos lados, como si hubieran querido salir huyendo de aquel lugar hace mucho tiempo, pero algo se lo impidió. A nuestros pies, un montón de cadáveres quebradizos, se rompían al paso de nuestros pies, seguramente por que aquellos huesos tenían posiblemente más de 100 años. Aun tenían las ropas puestas, al menos lo que parecían unas ropas sucias y descoloridas, y estaban unos encima de otros, mezclándose sus huesos sin orden ni sentido. ¿Qué terrible lucha por la supervivencia había ocurrido aquí? ¿Habían intentado huir pero alguien les había encerrado soldado la puerta desde el exterior? ¿Por qué? Demasiadas preguntas sin respuesta, que por ahora deben esperar.

Nos quedamos unos segundos observando aquel espectáculo macabro, haciéndonos las mismas preguntas, incrédulos ante el destino de estas centenares de personas. Los golpes que venían desde arriba, procedentes de docenas de manos golpeando la compuerta, nos sacó a todos de nuestros pensamientos, mirándonos mutuamente, comprendiendo que teníamos que salir de aquel pasillo de inmediato.

- Movámonos. Ya que hemos bajado a este… lugar, debemos buscar la sala de control. –Dijo Helen, indicándonos continuar por el pasillo donde estábamos.


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- ¿Conoces este refugio? – Le pregunté sorprendido.

- Este en concreto no, pero he leído la configuración estándar de los refugios tipo A y B en planos; por las dimensiones de este, creo que es de tipo B. – Respondió Helen caminando entre los huesos, intentando no pisarlos más de lo necesario.

- ¿Qué diferencia hay de tipo A y B? – Pregunté estupefacto por la sorpresa de la información de la que disponía Helen. No dejaba de sorprenderme.

- Los de tipo A son el estándar para 5000 personas, los de tipo B son refugios masivos para 25.000 o más. Aunque hay mas tipos, pero son muy pequeños, y la mayoría desaparecieron de los registros en la gran guerra.- Respondió Helen sonriente.

- ¿Podemos continuar? – Dijo sarcástico Manson, pasando entre nosotros y acelerando el paso. Cada vez era más evidente, que estaba molesto porque nos lleváramos tan bien.

Continuamos con la escasa luz que emanaba mi linterna, buscando mientras caminábamos alguna fuente de energía, que nos permitiera ver más allá de los pocos metros que podíamos ahora. Manson estaba bastante nervioso e inquieto, rebuscando entre los restos de los desdichados a nuestros pies, intentando encontrar algo de utilidad.

Después de encontrar varias armas oxidadas e inútiles, desechar todo tipo de objetos deformes y rotos por el tiempo, tomó varias prendas y las lió alrededor de una barra de hierro, creando una improvisada antorcha. Más tarde, tomó una especie de mechero de su chaleco, que no tenía la forma característica, y encendió la antorcha, alumbrando de forma espectacular una buena área de visión.

-Ahora estamos mejor. ¿Continuamos? – Dijo triunfante Manson, siendo ahora el centro de atención como a él le gustaba.


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- De acuerdo, sigamos por ese pasillo y después… - Dijo Helen quedándose dubitativa.

- Después, ¿qué? –Preguntó impaciente Manson.

-Después, intentaré recordar cómo demonios se va a la sala de control. Hace 4 años que revisé esos planos y no lo tengo precisamente fresco en mi memoria... – Respondió Helen con franqueza.

Manson lanzó un gruñido de desaprobación, debido sobre todo a que se encontraba en un lugar oscuro y abandonado, y ninguno de los tres sabíamos con claridad, absolutamente nada de cómo poder salir de allí. Yo por mi parte no dije nada, las cosas ya estaban suficientemente tensas como para echar más leña al fuego, así que me mantuve callado y continué tras ellos, mirando de vez en cuando atrás por si las moscas.

Hay veces en que las tinieblas son un gran aliado, y sin la total y más absoluta oscuridad, muchas de las cosas que he hecho en mi vida, hubieran salido de bien distinta manera. Estoy acostumbrado a luchar, ocultarme y enterrarme si es necesario en mitad de la noche, es parte del entrenamiento básico del batallón donde hice mi instrucción del cuerpo especial de marines; allí podíamos tirarnos días enteros metidos en recintos aislados, soportando los mayores calvarios, solamente para medir nuestra resistencia, entereza y valerosidad.

Aun recuerdo aquella cuarta noche, en la oscuridad más absoluta, encerrado en aquellos túneles bajo una fábrica abandonada del sur de Dakota, con la única compañía que la ratas y tres compañeros cada vez mas asustados e incapaces de soportar aquella tensión. Habíamos sido seleccionados para aquella prueba, con la esperanza de poder optar a un puesto más interesante en los escuadrones de misiones secretas del ejército de los Estados Unidos. Todos nos apuntamos con un ánimo envidiable, y con todas las


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ilusiones que un soldado experimentado puede tener, después de tantos fracasos y muertes a sus espaldas.

Todo fue bien los dos primeros días, privados de luz, agua y comida, encerrados en miles de túneles de ventilación de un metro y medio de altura, llenos de insectos y ratas, con el único objetivo de llegar al final del laberíntico túnel de forma cooperativa.

La tercera noche, todo se torció, uno de los muchachos más jóvenes perdió los papeles y atacó a otro de los chicos, creyendo que tenia comida escondida bajo sus ropas, matándolo. Previendo que esto desencadenaría una serie de acontecimientos peores, abandoné el grupo antes de que éste acabara conmigo. Mientras me escapaba de los gritos y golpes, corrí escapando de ese lugar, tanteando las pareces, perdido en los túneles, con el único objetivo de salvar mi vida y obtener el merecido puesto como premio.

Solo salí yo con vida de ese lugar. Tardaron 2 semanas en encontrar parte del equipo, desperdigado por toda la red de túneles, muchos de ellos comidos por ratas y pequeños animales. Otros hombres, simplemente no aparecieron, nunca se supo el motivo.

Ahora, de nuevo bajo un techo de cemento y acero, en la oscuridad y en el más absoluto silencio, me sentía de nuevo transportado a aquel lugar maldito. Intenté no darle importancia y dejar a un lado esos pensamientos, pero por más que lo intentaba, me parecía oír a mis espaldas los gritos y golpes de aquellos hombres fuera de sí, matándose entre ellos. Volví a mirar atrás con mi linterna acoplada a mi arma, sabiendo que nada encontraría, pero igualmente lo hice.

- ¿Hacia dónde ahora?- Preguntó Manson, en el centro de una bifurcación de pasillos.

Helen miró los pasillos, leyendo las indicaciones prácticamente borradas de las pareces mohosas, y se puso la mano en la barbilla,


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meditando la dirección a tomar. Dado que las indicaciones estaban deterioradas por el tiempo, era complicado saber realmente hacia donde se dirigía un túnel, un pasillo o una puerta.

- No estoy muy segura pero creo que el Norte está por allí, por lo que debemos ir hacia allí.- Dijo Helen, señalando un túnel que se perdía en la oscuridad.

- Quizás, podríamos encender el generador y dar algo de luz al lugar. –Le señalé a Helen, proponiendo quizás antes de ir a la sala de control, poder ir a la sala de maquinas o del generador.

- ¿El señor Campbell tiene miedo a la oscuridad? –Preguntó bromista Manson, lanzando una sonora carcajada.

- Simplemente prefiero ver hacia donde voy y por donde piso. Esa antorcha no durará mucho, y mi linterna está en las últimas.- Expliqué molesto por la insinuación de Manson, ¿quizás me había visto girarme continuamente, mientras caminábamos por el pasillo principal?

- No es una mala idea en absoluto. Aunque siento decir que las dos salas están en la misma dirección, hacia allí.- Insistió Helen.

Caminamos por el segundo pasillo, llegado a una gran sala que parecía ser un vestuario de algún tipo, aunque toda la ropa y perchas estaban desperdigadas por el suelo, totalmente desgarradas y deshechas por el tiempo. Manson aprovechó parte de aquellas irreconocibles ropas para recargar su antorcha con más trapos; después me la restregó por las narices, diciendo sin palabras y con un gesto de burla, que su antorcha duraría más de lo esperado por mi parte. Curioso personaje sin duda.

Desde la destartalada sala, pasamos a un pasillo central más amplio, que interconectaba diferentes puertas y pasillos más pequeños, para nuestra desagradable sorpresa, aquel lugar estaba nuevamente


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atestado de esqueletos amarillentos y resecos, amontonados por aquí y por allá, haciendo del lugar un verdadero osario multitudinario.

Muchas de las puertas estaban atascadas, por el oxido de varios escapes de agua de los conductos que pasaban sobre nuestras cabezas, que posiblemente dispensaban agua potable a todo el complejo. Otras puertas simplemente estaban selladas con más soldaduras, encerrando lo que en su día estuviera dentro.

Nos mantuvimos en el más absoluto silencio, en parte motivado por el respeto que nos daba aquella cantidad de muertos, posiblemente miles, y en parte porque la gran cantidad de goteras, las cuales producían un desasosegante golpeteo que nos molestaba profundamente, ocultando cualquier posible sonido de las cercanías.

Un gran y estruendoso estallido nos golpeó a todos, sobreponiéndose al incomodo sonido de las goteras, retumbando en todo el completo. Nos quedamos paralizados, pensando que el lugar se desplomaría de un momento a otro, pero a los pocos segundos todo volvió a la normalidad.

- ¿Qué ha sido eso? –Pregunté inquieto.

- Juraría que ha sido una explosión. –Dijo Manson, mirando en todas direcciones, buscando el origen de ésta.

- Una explosión… no es posible…- Tartamudeó Helen.

Los tres nos miramos, estupefactos por el pensamiento unánime que teníamos en aquel instante. Después miramos en la dirección por la que habíamos venido y apunté mi linterna hacia ella.

- ¡Sangrantes! ¡Están intentando abrir la compuerta!- Gritó Helen llena de pánico, perfectamente comprensible.

-¡¡Joder!! ¡Mierda!- Gritó Manson, nervioso ante tal posibilidad.


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- Tenemos que llegar ya a la zona de mando, antes de que esos bastardos entre en el refugio, ¡debemos continuar!- Les grité, sacándoles de sus pesimistas pensamientos.

Una nueva explosión hizo que todos comenzáramos a movernos con rapidez, corriendo incluso si era necesario para poder llegar cuanto antes a la sala de control principal. A medida que nos alejábamos de nuestra zona de acceso los impactos de las explosiones se hacían más débiles, pero no por ello dejaron de sucederse.

Conté doce explosiones de diferentes intensidades antes de que llegáramos a una gran sala llena de monitores y grandes paneles, que sin lugar a dudas era la sala que estábamos buscando, pero por desgracia, estaba completamente apagada e inoperativa, y eso era un grave problema.

La sala de unos 200 metros cuadrados, estaba llena de paneles con monitores, docenas de extraños teclados, cuatro grandes mesas llenas de planos y documentos polvorientos, y una docena de sillas desordenadas.

- No hay energía… –Dijo Helen accionando varios teclados sin éxito.

- ¿Dónde está la sala del generador? – Pregunté nervioso.

- Está en el nivel inferior, justo debajo de esta sala. Pero no sé cómo se podrá acceder a ella. Tendréis que buscar alguna trampilla o escalera en los pasillos que salen de aquí.- Explicó Helen, revisando los cables que conectaban las consolas, por si éstos tuvieran algún contacto estropeado.

Una nueva explosión, más grande que las anteriores, nos hizo acelerar la marcha para buscar esa sala de maquinas, que ahora tanto necesitábamos. Manson buscó por un pasillo que salía hacia el Oeste, y yo busqué por el pasillo por el que habíamos venido. Con un poco de


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suerte, alguno de los dos obtendría resultados y podríamos encender el sistema principal de energía del refugio 10.

Continuaron dos explosiones más y varios gritos de decepción antes de que Manson encontrara por fin la sala de maquinas, solo accesible desde una esclusa en el suelo, oculta bajo varios esqueletos amontonados de forma grotesca. Sin más dilación me dirigí para encontrar la manera de encender aquellas maquinas tantos años apagadas, lo cual no fue nada fácil, y nos encontramos con que la mayoría estaba en un estado lamentable, los motores se habían oxidado a tal punto que parecían una gran masa de hierro pútrido y amarillento, los cables habían desaparecido hace tiempo, y el agua había anegado unos veinte centímetros del suelo, oxidando todo lo demás. Era penoso y patético.

-¿Qué haremos ahora? –Preguntó Manson hundido en el pesimismo más absoluto.

No respondí, me mantuve observador, revisando todo aquello que podría ser útil, pese a su lamentable estado. En una balda por encima del nivel del agua pude ver unas extrañas aunque reconocibles baterías envueltas en duras bolsas de plástico al vacio, protegiéndolas de toda corrosión y suciedad. Para mi sorpresa, estaban a mitad de su carga, seguramente porque el envoltorio antiestático había protegido el interior contra todos los elementos.

- ¡Helen, tenemos dos baterías! ¿Es posible que podamos utilizarlas para usar la radio?– Grité desde la sala de maquinas.

- ¡No es mucho, pero servirá al menos durante unos minutos! ¡Subidlas! –Gritó Helen desde arriba.

Antes de que pudiéramos siquiera cogerlas en nuestras manos, una terrible y formidable explosión, de mayor potencia que todas las anteriores, nos avisó de que los Sangrantes habían abierto la puerta.


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Capitulo 20

“El Álamo”

La impresionante explosión retumbó por todo el complejo,

haciendo vibrar el suelo y paredes, como si de un terremoto se tratase. La baterías estuvieron a punto de caerse al suelo cuando las viejas baldas de madera podrida se derrumbaron con las vibraciones, pero con una agilidad envidiable, Manson se lanzó hacia ellas tomándolas antes de que se hundieran en la rojiza y pútrida agua.

- ¡Han conseguido entrar! ¡Daros prisa! –Gritó histérica Helen desde arriba.

- ¡Ya subimos! ¡No sabes como esta esto! ¡Qué asco!- Gritó Manson respondiéndola, escupiendo en el agua, del rechazo que le daba el estar mojado casi hasta las rodillas en aquella vomitiva agua.

- Tendremos unos pocos minutos antes de que encuentren la sala de control, por lo que deberemos prepararnos para la defensa.- Le dije a Manson, ayudándole a subir las baterías por las escaleras.

- ¡Joder! ¿Con qué se supone que voy a defenderme? –Preguntó enfadado Manson, mientras tiraba hacia arriba de las pesadas baterías.


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- Supongo que tendrás que buscar algo con lo que defenderte. Quizás este refugio tenga una especie de polvorín donde guarden las armas. –Le respondí pasándole la segunda batería hacia arriba.

- Todos los refugios lo tienen, pero no tengo ni idea de donde esta. –Dijo Helen apareciendo al lado de Manson, para ayudarle a subir las pesadas baterías y llevarlas a la sala de control.

- Oh, genial… No sabemos donde esta nada en este jodido lugar.- Dijo suspirando Manson, tomando con energía la segunda batería y tirando con fuerza hacia él. Helen apareció a los pocos segundos y le volvió a ayudar a tirar de ella y subirla por completo entre los dos.

- ¡Ya está! sube y prepara la defensa en el pasillo por donde hemos venido, eres el único que tiene arma por ahora, así que tendrás que hacerlo prácticamente tu solo.-Dijo Helen desde arriba, tendiéndome la mano para que subiera amablemente. Manson había desaparecido de la trampilla, para ir a la sala de control con las baterías.

Subí en un suspiro, me dispuse el arma en mis manos, lista para disparar, y me dirigí en silencio hacia el pasillo que daba acceso a la sala de control. No soy un hombre que se pone nervioso ante la inminente batalla, quizás debido en parte a que después de cientos de batallas, muchas de ellas comenzadas por mí, había llegado a controlar la tensión y nerviosismo que son inherentes a este tipo de situaciones, y debido en parte también, a que me había mentalizado tantas veces con la idea de que la muerte me atrapase, que había hecho las paces con Dios y el Demonio tantas veces, que dejó de tener sentido al final.

Me situé en una posición donde pudiera cubrirme, con varias cajas metálicas vacías, de las cuales no pude reconocer su utilidad o finalidad, simplemente estaban a un lado del pasillo, como todo lo demás en esta base desordenada y caótica. Situé mi arma sobre la caja


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mas grande, dejando solamente al descubierto mi cabeza y mis brazos, apunté hacia el fondo del pasillo, y relajé mis músculos.

Sin lugar a dudas lo peor que puedes hacer en una situación similar es ser pasto de los nervios, perder el control, y agotar los cargadores antes de que el enemigo sea neutralizado. No es algo tan poco frecuente como la gente pensaría, el descubrir que muchos de los enemigos que se rinden o simplemente dejan de luchar, no es porque sean cobardes o malos luchadores, sino que simplemente se quedan sin munición en mitad de un combate, y prefieren huir y volver a luchar otro día, o rendirse antes de perder la cabeza. A todos por desgracia nos había ocurrido en algún momento, encontrarnos con que disponemos de munición insuficiente, y por muy absurdo que parezca, incluso ridículo, con un cargador de treinta balas, no matas a treinta personas. Una bala una persona, era algo irreal y que cualquier profesional puede negar con rotundidad, ya que es algo que ni siquiera los mejores francotiradores pueden asegurar.

Por lo tanto, y contando que solo disponía de los cargadores propios y de los donados por Helen para la causa, solo podía contar seis cargadores de 50 balas y el que ya tenía cargado, con la mitad de la munición. Eso significaba en el mejor de los casos 325 disparos, a unos 5 o 10 por persona, serian de 30 a 60 bajas antes de acabar siendo la cena de un Sangrante. ¡¡Estupendo!!

Mantuve mis ojos fijos en el oscuro fondo del pasillo, alumbrando con la escasa luz que emanaba de mi pequeña linterna acoplada a mi arma, y respire largo y profundo, intentando apurar los disparos mediante ráfagas cortas y certeras.

No se escuchaba absolutamente nada en mi zona, a excepción de los molestos sonidos de goteras que llegaban de todas partes, que había podido fácilmente eliminar en mi mente del sonido ambiente. Era


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algo que había aprendido a hacer con los años y mis múltiples misiones en los lugares más dispares.

A mis espaldas, Helen y Manson habían cerrado la compuerta que daba acceso a la sala de control, permitiéndome retirarme a ella solo cuando todo se pondría realmente mal; la sala se encontraba a unos ciento cincuenta metros de mi posición. Mientras tanto, estaban haciendo todo lo posible para que la radio y otros sistemas de interés, se activaran lo más rápidamente posible. La misión de poder avisar a Terry de la traición de Burke, era primordial, y de ella pendían más de 4000 personas que ahora navegaban por un mar de arena abrasadora.

Después de unos minutos, empecé a extrañarme de aquellas cosas no entraran en tropel por el pasillo buscándonos, lanzando gritos como salvajes, pero después de recordar lo que ocurrió en el desierto la noche anterior, supuse que vendrían en silencio, casi imperceptibles, evitando ser vistos, y acechando en la oscuridad hasta que sea demasiado tarde. Por lo que apagué la luz, esperando que cayeran en mi trampa, y esperé. Ahora jugaríamos con mis reglas.

Pasaron unos cinco minutos, hasta que pude notar como el característico sonido de los polvorientos esqueletos pisoteado, venía desde el pasillo más allá del mío, a unos ochenta metros de mí. Ya estaban aquí.

Preparé mi arma, solté aire de mis pulmones para afinar la puntería, y encendí repentinamente la linterna, descubriendo la totalidad del pasillo que vigilaba. Media docena de caras deformes y sucias me miraron directamente, sorprendidos por mi luz, quedándose unas milésimas de segundo paralizados, y antes de que se arrancasen a gritar y siquiera mover uno de sus músculos, comencé a disparar a discreción.

Los primeros seis disparos, demasiados por cierto, impactaron directamente en la cabeza de uno de aquellos seres, partiendo en tres


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partes la cara, abriéndola como un precioso libro rojo de navidad. La segunda ráfaga, impactó en el pecho del otro bastardo, provocándole la pérdida de uno de sus pulmones que asomaba ahora por la parte de atrás. La tercera ráfaga, ahora de cuatro disparos bien calculados, produjo una profunda gastroenteritis a otra alimaña de aquellas, de la cual no encontraría cura. La cuarta ráfaga, se me desvió un poco y conectó con el quinto cabroncete, eliminándolos a dos, al volarles literalmente a uno un brazo desde el hombro, produciéndole una hemorragia digamos complicada, y al otro subiendo ligeramente el arma e impactando en su cuello, haciendo que su cabeza colgase como la de un muñeco de trapo. El sexto desdichado no fue más afortunado, cuatro balas más le dejaron retorciéndose en el suelo, sujetándose sus propias tripas y quizás algo más. Primera ronda: Sangrantes 0, Campbell 6. No estaba mal.

Ahora las cosas se pondrían serias, había descubierto mi posición y el enemigo vendría en masa hacia mí. Cambié de cargador, temiendo que no quedasen mas balas, y puse uno completo. Los gritos de furia y odio que escuchaba en los pasillos mas allá, provocaron que se me revolviera mi vacio estomago. Había tenido mucha suerte de haberles sorprendido, pero aquello dudo mucho que volviera a funcionar. Así que deje la luz puesta, y aguanté las punzadas de dolor que me producía tal desasosiego.

A mis espaldas, Manson y Helen continuaban trabajando con toda la celeridad que le permitían aquellas pesadas baterías, y comenzaban a conectar los diferentes dispositivos tantos años acallados.

Me centré en mi pasillo y en mi propia guerra. Mi supervivencia dependía ahora de mi astucia y de mis años de experiencia, por lo que comencé a dilucidar otra nueva estrategia que me diera más tiempo, dado que había agotado prácticamente un


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cargador con 6 de esos malnacidos. Me situé en otra posición algo mas adelantada, aunque no estuviera tan bien protegida como la anterior y revisé visualmente si los Sangrantes disponían de armas. Para mi desagradable sorpresa, algunos llevaban rifles Alfas o Betas indistintamente, mientras que otros solo llevaban armas hechas con huesos y piedras de la manera más tosca posible. Rápidamente, avancé hacia ellos, intentando tomar alguna de aquellas armas, que permitiera a Manson ayudarme en aquella refriega inminente.

Me acerqué hasta el cuerpo inerte más cercano y tiré del arma, que se había quedado atrapada bajo un montón de malolientes y aun palpitantes intestinos llenos de sangre. Pero antes de que pudiera cogerla, dos Sangrantes aparecieron en la puerta con sendas armas y dispararon al arma que iba a tomar en mis manos, destrozándola en pedazos. Yo instintivamente me lancé a un lado, evitando ser disparado de nuevo, girando con una entrenada pirueta por el suelo hasta una posición cubierta tras unas pequeñas cajas metálicas. Allí tome mi arma sin pensar y disparé una ráfaga hacia la puerta, esperando pillar a aquellos dos en el umbral de ésta.

Me incorporé inmediatamente y apunté mi arma, exponiéndome lo menos posible hacia la puerta, en la cual no había nadie a la vista. Se habían vuelto listos de repente o seguramente, apreciaban su vida lo suficiente como para no dejarse matar como a su compañeros. Nunca pensé que fueran tontos ni mucho menos, pero sin lugar a dudas la furia y el ansia de comer, produce hacer tonterías.

Maldecía en voz baja el haber perdido la oportunidad de haber dispuesto de aquella arma, seguramente con el cargador lleno. Maldita sea.

- ¿Bruce? ¿Me escuchas? – Preguntó una voz metálica, entrecortada y llena de interferencias de mujer.


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- ¡Sí! ¿Cómo van las cosas por ahí? – Dije lanzando una sonrisa llena de alegría al volver a escuchar a Helen. Aunque sabía que ella no me escucharía, puesto que no había ningún intercomunicador cerca.

- He conectado solo los sistemas de emergencia, tenemos que ahorrar energía. Vamos a encender la radio y a proceder a la comunicación a larga distancia. Manson va en tu ayuda. – Informó Helen. Y las tenues luces del pasillo, se encendieron parpadeando perezosamente, alumbrando el pasillo que estaba defendiendo.

Estupendo, hay luz, pensé. Pronto esto se pondría al rojo vivo y necesitaría a alguien con quien turnarme para cargar y disparar. Al otro lado de la puerta un incomprensible grupo de voces gruñía y se reagrupaba para lanzar en breves instantes lo que sería la batalla definitiva. Daria un millón de dólares por saber exactamente cuántos de aquellos bastardos se estaban agrupando al otro lado.

Antes de que pudiera siquiera acabar de reflexionar sobre la idea de tener energía y lo que ello podría significar, un torrente de gritos, aullidos y alaridos agrupados en un clamor que ponía la piel de gallina, surgió de aquellas puertas, junto con todo un ejército de seres listos para destriparme con sumo placer. Me sorprendió la rapidez y furia con la que aquellos medios seres humanos corrían y disparaban a la vez, haciéndome cubrirme bajo las cajas para no perder la cabeza.

No era la primera vez que sufría este tipo de ataques en mi vida, pero jamás, si puedo decirlo, me enfrenté a gente que apreciaba tan poco su seguridad personal con tal de hincarle el diente a algo.

Subí mi arma, exponiendo mis manos lo menos posible y comencé a disparar al bulto, girando levemente mi arma a los lados para abrir el ángulo de impacto a los dos lados, repartiendo plomo por todo el pasillo. En ese instante, mientras mi arma se iba quedando sin munición y sentía sus voces cada vez más cerca, pude al fin sentir, lo


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que podría llegar a sentir el cazador que finalmente es cazado por su presa, al quedarse sin munición ni apoyo. Maldita sea.

Pero, para mi sorpresa, una potencia de fuego sorprendente e imparable, hizo acto de presentica a mi lado del pasillo. Unas ráfagas increíblemente potentes y sonoras, comenzó a eliminar a las docenas de enemigos que se arriesgaban a pasar por el pasillo, lanzándose como locos a la caza. Me levanté para seguir disparando y aprovechar la inaudita pero agradecida ayuda desde atrás, cambié de cargador y empecé a masacrar a aquellos, tan sorprendidos como yo, animales que ahora corrían para salvar sus vidas.

Disparé mis últimos cinco disparos, sobre la nuca del último salvaje que intentaba cubrirse tras la puerta y que desgraciadamente solo consiguió empotrarse contra la pared, dejando un reguero de sangre sobre esta.

Miré hacia atrás, y pude ver a Manson, sonriente como un niño con un juguete nuevo, portando una imponente arma multitubo de cinco cañones, capaz de disparar mil cartuchos al minuto, aunque fuera con muy escasa puntería, lo cual la convertía en un arma imponente.

- ¿De dónde has sacado eso? –Pregunté sonriente.

- ¿Tienes envidia?- Respondió Manson con su característico tono de burla

- Demasiado imprecisa para mi gusto. – Dije devolviéndole la burla. Los dos nos sonreímos levemente, aunque por diferentes razones.

- Mientras te defendías aquí, pude encontrar una armería segundaria en este nivel. Esto era lo único que he encontrado de utilidad. – Dijo Manson, lanzándome varios cargadores en una pequeña mochila, del mismo calibre que mi arma.


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- Estupendo… ¿Cómo va las cosas ahí atrás?- Pregunté cambiando de cargador otra vez, y metiendo uno completo.

- La teniente tiene la radio prácticamente lista, le ha costado encontrar recambios para los cables corroídos y conectores oxidados. ¿Listo para otro baile, capitán?- Preguntó Manson, cambiando de tema y volviendo su atención hacia las compuertas situadas a cien metros.

Efectivamente, mientras habíamos mantenido nuestra breve conversación, aquellos salvaje se habían vuelto a reagrupar de forma masiva al otro lado de las compuertas y tramaban algo, como era de esperar.

Un impacto de gran potencia nos sorprendió a los dos por igual, lanzando a Manson hacia atrás a unos metros de distancia. Estaban comenzando a usar la artillería, y me había quedado solo en la primera línea de combate, estupendo. Una nube de polvo y humo saturó todo el pasillo, cegándonos momentáneamente.

Manson maldecía a unos metros de mi posición, lanzando insultos y palabras ininteligibles para mí, pero que posiblemente en esta época serian de lo más malsonantes. Yo por mi parte, me limpié los ojos y previendo lo que ocurriría, empecé a disparar de forma lo más ordenada posible hacia la puerta. La niebla de humo y polvo era más espesa a mis espaldas, por lo que pude fácilmente vislumbrar las formas que avanzaban de forma cautelosa hacia nosotros.

Mi cuarta ráfaga dio en el primer blanco confirmado, haciendo un profundo agujero de lado a lado en uno de los ojos de un sangrante, mediante una explosión de sangre y huesos muy precisa. Continué disparando, mejorando la cadencia de mi arma en cada acierto, aprovechando al máximo la munición, al menos hasta que el sargento Manson, pudiera levantarse con el arma de 70 kilos y comenzase a apoyarme de nuevo.


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A los pocos segundos, lanzando un grito de rabia contenida, Manson comenzó a disparar hacia la puerta, sin importar que prácticamente que estuviera en su línea de tiro, obligándome a tomar cuerpo a tierra y cubrirme la cabeza con las manos. Estos jóvenes impulsivos siempre habían sido un verdadero problema.

A los tres minutos de comenzar a disparar, ocurrió algo evidente, que Manson no había calculado. Se quedó sin munición, y su potente y pesada arma, se convirtió en un peso muerto. Como decía y vuelvo a repetir… estos jóvenes inexpertos…

Entre el humo de nuestras armas, el polvo levantado, y el fuego que había originado el explosivo lanzado por los sangrantes, aquella sala empezaba a convertirse en un lugar imposible de defender sin ahogarse. La munición de Manson había llenado todo el suelo de casquillos de bala plateados, muy resbaladizos; la puerta y paredes del fondo del pasillo, se había convertido en un amasijo de carne, vísceras, huesos y tela, mezclados con hierro y sangre, formando un muro de muertos de difícil descripción sin perder la cordura; y comenzamos a retirarnos hacia atrás lentamente, sin dejar de cubrir la puerta del otro extremo.

- ¡Cof! ¡Retirémonos! ¡Cof! ¡cof! –Le dije a Manson con dificultad, tosiendo debido a la humareda que había en el pasillo.

- ¡Joder! ¡cof! ¡Estoy sin munición! – Dijo Manson, soltando la pesada arma en el suelo, mientras caminaba a mi lado.

Nos mantuvimos en silencio, aunque sin dejar de carraspear y toser, ya que el fuego se había propagado por una de las paredes y lentamente el humo empezaba a ser más denso y concentrado. No sé de qué mierda de material estaban construidas estas paredes, pero sin lugar a dudas era algo tóxico.


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- Manson, Bruce, volved de inmediato a mi posición, tengo control establecido sobre los sistemas de seguridad. Voy a cerrar las compuertas. – Dijo la voz metálica de Helen en el intercomunicador.

Apretamos la marcha, olvidándonos por unos momentos de los Sangrantes y de todo lo que dejábamos a tras, concentrándonos en avanzar lo más rápido posible, y entrar en la sala de control donde estaba Helen. El pasillo se había convertido en unos pocos segundos en un verdadero infierno de llamas y humo negro espeso, imposible de respirar, ya sea por nosotros o por esos bastardos de Sangrantes.

Llegamos rápidamente al extremo donde estaba la compuerta, la abrimos entre los dos, y entramos junto con una densa humareda que hizo toser incluso a Helen que nos esperaba al otro lado. La cerramos con toda la celeridad que la pesada puerta nos permitía, y Helen accionó una serie de botones, seguramente para asegurar que no volviera a abrirse.

- He cerrado la cerradura magnética de la puerta, no podrán abrirla si llegan hasta aquí.- Dijo Helen, limpiándose la cara del sudor y hollín.

- Tienen armas pesadas, no podremos contenerlos mucho tiempo. – le informé a Helen, limpiándome la cara y escupiendo al suelo, el maldito hollín y polvo.

- Eso es un problema… no esperaba que bajasen las armas pesadas hasta aquí abajo.- Dijo Helen haciendo una pausa y continuó: - He comunicado con Terry, bueno, con su convoy, lo que ha ocurrido y donde nos encontramos, he informado de nuestro estado y situación. No me ha dado tiempo de mucho más antes de que la primera batería se agotase. – Dijo Helen nerviosa.

- ¿Estás segura de que era el convoy de Terry? –Preguntó molesto Manson, añorando su juguete perdido en el pasillo.


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- Si, he hablado con el Capitán Meran, su mano izquierda en la montaña de fuego, y... un antiguo amigo personal. Le ha sorprendido en gran manera nuestra historia y se ha comprometido a ayudarnos. – Relató Helen.

¿Un amigo? ¿Qué clase de amigo?

- Dices que podremos salir de aquí, ¿por dónde?- Pregunté recuperando el aliento y el buen sabor de boca.

- Todos los refugios tienen una o varias salidas de emergencia oculta, de tal manera que nadie del exterior puede acceder a ellos. He estudiado los planos de la sala de maquinas, y más allá del generador dos, hay una exclusa de refrigeración que da acceso al exterior, como una chimenea para humos. Podemos huir por allí. – explicó Helen, recuperando también la tranquilidad.

- Deberíamos usar la segunda batería y pedir ayudar, fuera nos esperan un ejecito de Sangrantes. –Dijo por una vez sensato, Manson.

- Creo que Manson tiene razón, no duraremos mucho ahí fuera. –Secundé con lógica, la idea de Manson.

- Si usamos la radio, solo tendremos 5 o 6 minutos de energía, antes de que nos quedemos en la más absoluta oscuridad. Después, todo quedará desactivado como cuando entramos, ¿preferís eso? –Preguntó Helen, dándonos la opción. Y continuó diciendo: - Y de todas maneras son solo las 10 de la mañana, no podemos salir al exterior o Bruce morirá. Debemos atrincherarnos aquí hasta la noche.

Mierda… se me había olvidado que ahí fuera era de día.


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Capitulo 21

“Conversación con el diablo”

Cruel destino, me habías dado la oportunidad de empezar de cero, de encontrar mi lugar aunque fuera en un cruel mundo nuevo, me habías regalado una persona con quien compartir y olvidar mi pasado, si es que algún día llegase a contárselo, y cuando todo comenzaba a tener sentido, cuando por fin empezaba a sentir algo nuevo en mi duro corazón, me encierras entre cuatro frías paredes bajo tierra, y me lanzas a los leones. Cruel y puto destino.

Se me había olvidado por completo que fuera era de día, y dadas mis características… no podría estar al sol; pero debía al menos, dar la oportunidad a mi querida Helen y al impetuoso Manson, de intentar salvar sus vidas.

- Debemos esperar hasta la noche, y dar tiempo a nuestros hombres a que vengan a rescatarnos. – Dijo Helen seria.

Manson se mordió los labios.


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- ¿Rescatarnos? Olvidas que nadie en toda la montaña de fuego va a mover ni un dedo por Bruce, después de todo lo ocurrido. Y nosotros después de todo solo somos dos soldados más. –Dijo enfadado Manson.

- Hace casi una hora estabais a punto de marcharos para buscar a Terry, y como en ese momento, os volveré a pedir que salgáis de aquí si podéis y salvéis vuestras vidas. Quedarnos todos aquí significará la muerte tarde o temprano. Esas alimañas terminaran encontrando otra forma de entrar o tiraran la puerta abajo. – dije con seriedad, mirándoles a los dos. Sabían que tenía razón.

Los dos se volvieron hacia mí y nos quedamos pensando unos segundos, sopesando los pros y las contras; y sin lugar a dudas, la peor opción era quedarnos a oscuras y al alcance de aquellos hijos de perra, pero ¿después qué ocurriría? ¿Saldrían fuera y estarían en manos de los que aguardan en el exterior?

- ¡Nos quedaremos y te apoyaremos hasta el anochecer! –Dijo Helen resolutiva. No estaba dispuesta dejarme morir aquí, aunque todo le indicase que era la peor idea de todas.

Manson se quedó con la boca abierta, como queriendo decir algo, pero la cerró lentamente, recordando que después de todo era un soldado y la Teniente Watson era su superior. Dentro de sí, un fuego abrasador difícilmente disimulable se avivaba por momentos en mi contra, con una mirada llena rechazo que ya era imposible de camuflar. ¿Qué relación han tenido la teniente y el sargento? ¿Por qué me mira de esa manera?

- Joder, a sus órdenes… Teniente. Moriremos como auténticos soldados, con todo el honor y toda esa mierda… - Dijo Manson apático y serio, mirando hacia el suelo.

- Helen, yo… - Comencé a decir, pero Helen me interrumpió.


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- Cállate. No dejaremos a nadie detrás. He cumplido la misión de avisar a Terry, ahora cumpliré la misión principal, protegerte a ti y llevarse a un lugar seguro. ¿De acuerdo? – Me dijo Helen amablemente de forma tajante.

- A sus órdenes, Teniente. – le respondí, disimulando una sonrisa.

- De acuerdo, pongámonos en marcha. –Dijo Helen, iniciando las operaciones de supervivencia.

El problema principal ahora no eran los Sangrantes, sino el incendio que se había propagado por varios pasillos de manera pasmosa, sirviéndonos como muro infranqueable para futuros ataques. Las llamas habían hecho retroceder seguramente paso a paso a aquellas bestias, pero a su vez, nos enfrentaba a un enemigo nuevo, y posiblemente más mortal, los gases tóxicos que producían la combustión de paredes, muebles podridos y todo tipo de objetos viejos, incluido por supuesto, todos los productos médicos, de mantenimiento o limpieza que podría haber en este lugar.

La compuerta sellada magnéticamente de la sala de control, no permitía el paso del humo, protegiéndonos por ahora de cualquier mal que se estuviera fraguando al otro lado; pero como todo buen estratega, necesitaba más información, para poder estar preparado ante cualquier variación de los acontecimientos.

Muchos pensaran que la academia de oficiales solo es para maricones estirados que no saben ser soldados, y seguramente sea así para la gran mayoría, pero si sabes ver más allá, y aplicarte en algunas de sus extrañas clases teóricas, te llevaras una agradable sorpresa. La verdad es que después de partir un par de narices, y dejar en el hospital a tres autodenominados veteranos el día de la novatada, el resto del curso fue del todo interesante. Muchos podrían pensar que a la hora de hacer la guerra lo único importante es disparar y cubrirte cuando te


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disparen, pero nada más lejos de la verdad, lo único importante en una guerra es la información, los detalles de esa información y saber como utilizarla. Antes de una batalla, el saber qué armas, donde y quien las usa puede cambiar los acontecimientos posteriores; el saber el entrenamiento al que han estado sometidos una unidad enemiga, puede cambiar la estrategia del modo y cuando del ataque; ncluso el saber a qué hora comen y cagan, pueden hacer que una misión se convierta en un paseo por el bosque, sin altibajos. La información era vital, necesaria y sobretodo útil, por lo que la prioridad antes de realizar cualquier movimiento, era responder a las preguntas básicas. ¿Dónde está el enemigo? ¿Qué está haciendo? ¿Cuáles son sus intenciones? ¿Cuántos son? ¿Qué armas llevan y cuanta munición?

- ¿Este complejo tiene cámaras? – pregunté a Helen, mirando a mi alrededor, buscando lo que podría ser un puesto de vigilancia de seguridad, tan típico en toda sala de control que se precie.

- Si, pero acceder a ellas, o a alguna de ellas agotaría rápidamente la segunda batería.- Explicó Helen, señalando un puesto, con varias pantallas polvorientas, y un teclado prácticamente oculto bajo una gruesa capa de polvo.

- ¿De cuánto tiempo dispondríamos? –Pregunté

- Si seleccionamos algunas en concreto, descartando las más grandes, creo que unos diez minutos, puede que menos. – concretó Helen, sin llegar a entenderme con claridad.

- ¡¿Para qué demonios queremos saber lo que hay al otro lado, si ya sabemos lo que hay?! ¡Jodidos Sangrantes por todos lados! –Bramó Manson, apelando a lo evidente.

- No es lo único que me preocupa al otro lado. El fuego que se ha iniciado en el pasillo ahí al lado, seguramente se ha propagado por el pasillo anexo, y después al siguiente, produciendo un peligroso e


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impredecible incendio que podría poner en peligro toda la integridad del refugio. Seguramente este refugio tenga todo tipo de materiales tóxicos almacenados para limpieza, mantenimientos y por supuesto, material médico; cualquiera de ellos podría explotar con las llamas, convirtiendo este lugar en un problema serio. He visto que los generadores están parados desde hace decenios, por lo que el aire no se recicla, no hay oxigeno que se renueve o se limpie en este lugar; eso significa que el aire que respiramos es el que hay, y todo el complejo esta interconectado por los tubos de ventilación. – Me expliqué, señalando con mis manos los conductos de ventilación de unos treinta centímetros que había sobre nuestras cabezas. Como he dicho, los detalles salvan vidas.

-Entonces… el humo llegará por esos conductos. –Añadió preocupada Helen, mirando hacia el estrecho tubo.

- ¡Oh, estupendo! –Dijo Manson, enfadado ante las nuevas noticias tan negativas.

- Tenemos que ver qué ocurre al otro lado y prepararnos siempre para lo peor. –Les dije a los dos, recitando una frase militar tan cierta como realista.

- De acuerdo. Conectaré la cámara del pasillo anexo al que habéis defendido y veamos que hay. – Dijo Helen, moviendo un largo cable eléctrico desde la batería conectada a un panel, hasta la sala de control de seguridad. Hizo un par de arreglos debajo del panel, y conectó el monitor.

Nos acercamos a observar como la vieja pantalla comenzaba a clarearse y parpadear, despertándose de su largo sueño, definiendo poco a poco las formas y colores. La calidad de imagen era muy mala, sobre todo al estado de la ya averiada pantalla, pero pudimos mirar con detenimiento lo que al otro lado ocurría. Las llamas, efectivamente, se habían propagado hasta los pasillos y habitaciones anexas, produciendo


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pequeñas explosiones de aparatos eléctricos y todo tipo de objetos inflamables; no había rastro de Sangrantes, salvo los calcinados por el fuego. Helen conectó la siguiente cámara, del pasillo principal más cercano y las llamas aun no habían llegado hasta ella, todo se encontraba en la más absoluta penumbra, seguramente porque la puerta estuviera cerrada. Pude observar unos puntos de luz, como pequeñas linternas o bombillas minúsculas, se movían nerviosamente de un lado para otro. Al principio pensé que sería cosa de la pantalla que ya no daba más de sí, pero lo pregunté igualmente.

- ¿Qué es eso? ¿Ratas? – Pregunté señalando con el dedo los puntos de luz.

- Son sangrantes, ven perfectamente en la oscuridad. –Dijo Helen, señalando que los puntos efectivamente eran dobles, aunque con la mala calidad de la pantalla a duras penas podía apreciarse.

- Parece que están atrapados a ese lado, como nosotros. Si el fuego se agota entre ellos y nosotros, pronto volverán a atacar y con más fuerza. Ya deben saber que solo tenemos un arma útil. – Dije, calculando la cantidad de luces que se movían en la pantalla. Eran docenas, quizá más.

- Apagaré la pantalla, tenemos que ahorrar energía. –Dijo Helen, desconectando desde abajo, los circuitos que obtenían electricidad de la ya agonizante batería.

Un sonido proveniente del panel a nuestra espalda, parecido al de una antigua radio vieja de los años cuarenta, nos hizo girarnos nerviosos ante la posibilidad de que un Sangrante hubiera encontrado el camino hasta nosotros. Tomé mi arma y apunte hacia esa posición, con el corazón palpitando con fuerza ante tal posibilidad. Los demás, se pusieran tras de mí, Manson con su puñal en la mano, listo para una muerte patética, y Helen con una barra de acero oxidada, lista para partir la cabeza al primero que osara tocarle.


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- ¿De dónde viene esa voz? –Preguntó inquieto Manson.

-Creo que del panel de radio… pero pensé que la primera batería se había agotado. No es posible. –Dijo Helen incrédula, acercándose lentamente a la mesa donde estaba la radio.

- ¿Del panel de radio? ¿Pero cómo? –Pregunté acercándome a su lado, mirando como algunos de los pilotos de la radio parpadeaban.

- ¿Teniente Watson? ¿Me escucha? –Repitió la voz metálica desconocida.

Helen tomó el auricular y apretó el botón para comenzar a hablar.

- Aquí la Teniente Watson, ¿Quién llama?- Dijo Helen, dudando de que lo que estuviera ocurriendo fuese cierto. Se agachó para revisar los circuitos y cables, y todo estaba correctamente conectado.

- ¡Oh, por fin! Es un placer poder entrar en contacto con usted. ¿Está a su lado el Capitán Campbell?- Preguntó amablemente la voz metálica.

Manson y Helen me miraron sorprendidos, esperando que yo conociese la voz que surgía de la radio. Lo negué con la cabeza, moviéndola de un lado para otro.

- ¿Quién lo pregunta? Responda.- Preguntó tajante Helen.

- El Coronel Kreiss, lo pregunta. ¿Está con usted el Capitán Campbell? – Respondió la voz metaliza con firmeza.

Manson, Helen y yo nos quedamos paralizados por la respuesta, el infame coronel Kreiss al otro lado de la línea, preguntando por mí, con total tranquilidad. Sabíamos que la traición de Burke habría avisado a Kreiss de nuestro viaje hacia el refugio 7, pero que supiera


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que estábamos encerrados en el refugio 10, solo podía significar que había interceptado nuestra anterior transmisión o simplemente, el amigo de Helen, no era tan amigo, y por lo tanto los tentáculos de la conspiración de Burke tenían un alcance mayor de lo esperado.

Me acerqué decidido y tome el micrófono de la radio, miré a Helen haciéndola entender, que ahora era mi turno de tratar con el enemigo.

-Aquí el Capitán Bruce Campbell, ¿Qué quiere? –Pregunté con curiosidad. La cosa se ponía interesante.

- ¡Oh! Es un placer oírle Capitán, he oído mucho de usted estos días y tenía mucha curiosidad por oír su voz, ver cómo suena…, su tonalidad.... –Dijo pausadamente Kreiss, muy diplomáticamente.

-Aquí me tiene. ¿Qué quiere de nosotros? –Pregunté cortante.

- No es usted muy conversador, ¿verdad? ¿Tiene usted prisa quizás? –Preguntó Kreiss, algo menos diplomático.

- No se ande con juegos, coronel. Si ha interceptado la comunicación anterior, eso quiere decir que sabe donde nos encontramos, así que, ¿Qué quiere de nosotros?- Pregunté con seriedad. Nunca me han gustado los juegos inútiles de palabras, sobre todo con varias docenas de Sangrantes a unos metros de distancia.

- Se donde están, efectivamente. En el refugio 10, desinfectado hace unos 85 años, si mis datos son correctos.

- ¿Desinfectado? –Pregunté sorprendido.

- Mis predecesores eran… como decirlo, apasionados, en su labor de limpiar Texas de la escoria descendiente de la gran guerra.

La noticia cayó como un jarro de agua fría sobre todos, nos miramos asustados ante la verdad de los hechos sucedidos en este


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lugar. No había sido un virus, una rebelión o los sangrantes, sino que habían sido los malditos Arios y su corrupta visión de la existencia.

- ¡Dios santo! ¿Habéis matado a 5.000 personas por el mero hecho de ser diferentes en su color de piel? –Grité enfurecido.

- Como he dicho, fueron mis predecesores. El general tuvo que pararle los pies antes de dejarnos sin existencias de esclavos en la zona. Pero sin duda, unos ilustres soldados.- Relató sereno e imperturbable.

Helen y Manson se apartaron para hablar a unos metros de distancia, con cara de pocos amigos. La historia relatada por Kreiss había levantado ampollas, en las almas de aquellos dos soldados que habían supuesto seguramente, que casi todos los refugios que habían desparecido, era porque sus habitantes los habían abandonado para rehacer sus vidas en el exterior, en un mundo nuevo. Pero ahora, la verdad les había golpeado con fuerza, sintiéndose impotentes y dolidos ante tan terribles noticias.

- ¿Qué quiere? ¿Por qué nos ha llamado? ¡Maldito cabrón! – Pregunté furioso y malhumorado.

- Quiero conocerle, aprender de usted. Quiero que se entregue, Capitán Campbell. –Dijo amablemente Kreiss.

Ya comenzaba a cansarme aquel tonito amable y extremadamente tranquilo del capullo de Kreiss. Estaba a punto de perder la paciencia y dar una patada al panel de la radio, mandado a la mierda toda esta conversación.

- ¿Qué te hace pensar que hare tal cosa?- Pregunté cansando.

- Yo tengo algo que tú deseas, y tú tienes algo que yo deseo. Información. Estoy seguro que puede serle de extrema utilidad. –Respondió cortésmente Kreiss.


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- ¿Información? ¿Qué le hace pensar que tiene algo que yo desee? - Pregunté algo intrigado.

La radio se mantuvo unos segundos en silencio, supongo que el sosegado Kreiss necesitaba medir y calibrar sus palabras para obtener el efecto deseado. Por desgracia para él, estaba entrenado para todo tipo de interrogatorios, y podría mantener una conversación profundamente banal de varias horas sin decir absolutamente nada.

- Usted vino de una gran estación en órbita. La estación se desintegró prácticamente antes de entrar en la atmosfera, pero por suerte, varias partes han llegado intactas, entre ellas algunas capsulas de salvamiento, como la suya. – Dijo pausadamente, con la tranquilidad de quien recita un poema.

¿Había oído bien? ¿Más capsulas como la mía? Si eso era cierto, hay más gente como yo ahí fuera. Podrían ser algunos de mis hombres, los cuales saltaron en sus capsulas minutos antes que yo. Y por último, la estación, ¿es posible que parte de ella se salvase del accidente? ¿Cómo era posible?. Nada de todo esto tenía nada de sentido.

- ¿Ha capturado a alguno de mis hombres? ¿Hay algún superviviente?- Pregunté nervioso ante las nuevas noticias.

- Por desgracia, los dos únicos supervivientes que hemos encontrado, murieron de quemaduras extremadamente graves hace unos días. Pero fueron de lo más conversadores, antes de irse con sus antepasados. Estoy seguro de que podríamos aprender mucho el uno del otro.- Explicó Kreiss con tranquilidad.

Por mi mente pasaron miles de posibles hechos e ideas, entre ellos las posibles torturas de mis hombres a manos de esos bastardos con tal de obtener cualquier información que les sirviera para mantener el estatus quo, y dominar su maldito reino a su antojo. Con cada


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pensamiento, mi corazón latía con más fuerza, y mi cuerpo se calentaba, empezando a suspirar, a punto de perder el control.

Helen se acercó a mí, posó su mano sobre mi hombro, haciéndome entender que pasara lo que pasara, estaba a mi lado. Retomé el control, soltando aire y volviendo a tomar el micrófono en mi mano.

- No pienso entregarme para que me torture como a mis hombres. Jamás obtendrá más información que la que ya sabe.- Dije recuperando la compostura, volviendo a tomar la iniciativa en la conversación.

- ¿Cree que tiene otra opción? Quizás no me he explicado con claridad, o el idioma haya cambiado desde su época a la nuestra. Deseo que se entregue por voluntad propia. –Dijo cordialmente Kreiss.

- ¿Sabe lo que creo? Creo que usted solo dispone de esa información, y está usted desesperado por encontrar a un hombre blanco vivo que pueda entregar a su superior, el fanático genocida que tiene como líder. No seré su regalo, ni obtendrás nada de mí. Antes moriré en este agujero. –Dije tajante.

Kreiss se mantuvo en silencio, seguramente no le gustaba que nadie escuchara o le viera perder los nervios, era un tipo listo. Intentaba dar una fachada de hombre solido e imperturbable, pero creo que había encontrado su punto débil.

La radio comenzaba a escucharse más débil, Helen intentó darle más energía de la batería segunda, pero la detuve, haciéndole entender, que no merecía la pena malgastar nada más por Kreiss, puesto que no tenía nada que nos sirviera. Estaba seguro que cuando la radio se silenciara, Kreiss sería el único en salir perdiendo, y eso… me hacia feliz.


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- No me malinterprete, Capitán. No le estoy dando opciones, ni siquiera posibilidades. Deseo que se entregue voluntariamente a nuestras fuerzas, y dejaremos con vida a su amiga, y a quien quiera que este con usted. Tengo información de sus amigos blancos, que le será de mucha utilidad, créame. –Dijo tranquilamente Kreiss. Si estaba cabreado lo disimilaba muy bien el muy cerdo.

Me acerqué a Helen y le dije al oído.

- Desconecta esto, no soporto a este tipo.

Helen asintió con la cabeza, y desconecto el cable que daba energía a la gran radio. Seguramente se hubiera desconectado solo con el tiempo, pero necesitábamos esa energía para sobrevivir.

- Capitán Campbell, estoy seguro de que Ramirez se… - Comenzó a decir Kreiss, pero la radio quedó en silencio.

-¡Espera! ¡¿Ha dicho… Ramírez?! Es imposible… -Dije tartamudeando ante semejante noticia. Hacia unas semanas había ocurrido un accidente en la estación espacial y no estaba seguro de lo ocurrido con Ramírez, mis sueños me indicaban que lo había matado para salvar mi vida, pero ¿Qué había ocurrido en realidad? ¿Por qué mi mente estaba nublada y no recordaba nada? Si Ramírez estaba vivo, eso significaba que mis sueños eran falsos, que yo no había hecho esas cosas terribles que cada noche venia a visitarme. Sentí que quizás me había precipitado con Kreiss y había perdido la oportunidad de saber donde se encontraba Ramírez. Necesitaba saber que había ocurrido en esa estación, y saber que había ocurrido conmigo.

- Bruce, ¿Estás bien?- Preguntó Helen, mirándome con cariño.

- Tenemos que salir de aquí, pero no antes de que Kreiss rodee este refugio y crea que nos tiene. Debemos esperar.- Dije tajante.

-¡¿Qué?! –Dijeron al unísono, Manson y Helen estupefactos.


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Capitulo 22

“Batalla al atardecer”

Tenía miedo de mi mismo. La posibilidad de que varios de mis

hombres hubieran caído en las manos de esos nazis, me hizo enfurecerme aun más, las nuevas noticias me quemaban por dentro, como un volcán a punto de estallar y devolverme a otro tiempo, cuando era otra persona, y hacia otras cosas... tenía que controlarme.

Estaba claro que Kreiss estaba acostumbrado a mentir y obtener lo que desea con el mínimo esfuerzo, es lo que tiene ser el conquistador de gente que no desea luchar; y mi negativa a entregarme le habría enfurecido lo suficiente como para enviar a todo su ejército a este lugar, con tal de apoderarse de lo que él creía que sé. Esta gente estaba lo suficientemente loca para enviar todo lo que tendría a por un solo hombre, y eso era precisamente lo que esperaba.

Sí. Tenía algo pensado para el bueno de Kreiss…


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- Estoy seguro de que ha mandando a todos sus perros de la guerra contra este lugar. En unas pocas horas tendremos todo un ejército ahí fuera. Justo donde lo quiero. - Le dije a Helen, sonriente.

- No entiendo lo que quieres decir. Si por un lado tenemos a los sangrantes acosándonos en estos pasillos, y fuera tenemos a Kreiss… no tendremos salida- Dijo sorprendida Helen.

- Quizás no quiere que salgamos nunca… -Dijo maliciosamente Manson, sin quitarme ojo de encima.

- Confiad en mí, creo que tengo una solución para que todos saquemos algo de todo este lio. – Dije con convicción.

- ¿Todos? – Dijo Manson frunciendo el ceño, confuso.

- Incluso, los amables Sangrantes tendrán menú doble esta tarde.- Dije con doble sentido, mirando a Helen, que ya comenzaba a entender mi plan.

- Necesitaremos un lugar al otro extremo de la base, a ser posible una entrada principal. Allí deberemos montar una distracción para poder atraer a Kreiss y los suyos. ¿Alguna sugerencia?- Pregunté enérgico.

- Podríamos mirar si encontramos algún vehículo en el hangar de la entrada principal. Como distracción, quizás pueda preparar una serie de detonaciones con los vehículos restantes, o lo que sea de utilidad. –Dijo Helen.

- Estupendo, creo que sería el lugar ideal para que nuestros amigos se conozcan.- Le dije a Helen sonriente e irónico.

Manson miró a Helen, como si estuviera mirando un cuadro abstracto y se quedó esperando que alguno de nosotros nos explicáramos.


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- ¡Joder! ¿Alguien me va a explicar que vamos a hacer? – Dijo cansado de intentar descubrir qué estaba planeando.

- Manson ve con Helen y revisa el estado de la salida principal en el hangar de este refugio, lo necesitaremos para escapar dentro de unas horas. Necesitaremos también alguna distracción, así que ayuda a Helen con lo que se le ocurra. Mirad a ver que podéis encontrar. –Le pedí amablemente a Manson, esperando que aunque fuese una vez, me permitiera sugerirle qué hacer.

- De acuerdo. Hay mucho que hacer, y tan solo… 5 horas antes de que anochezca.- Dijo Helen, revisando la hora de su reloj. – Manson, ven conmigo y te informo del plan por el camino.

- ¡Oh! ¡Genial! Ahora tenemos al Capitán rosa al mando.-Dijo resignándose Manson, caminando al lado de Helen hacia la puerta que daba acceso a otro pasillo.

- ¿Rosa? – Pregunté desconcertado. Levanté mis manos y las observé, estaban entre rosas y rojas, aun no curadas del todo de mi encuentro con el implacable sol. Estaba realmente rosa. Este Manson tenía gracia después de todo.

Los dos salieron por el pasillo hablando sobre los pasos a seguir para los preparativos que debíamos realizar. Manson se fue a regañadientes, maldiciendo en voz baja el quedarnos a la espera de Kreiss en este agujero. En parte estaba de acuerdo con él, era una mala idea, pero por otra parte, el poder devolver el golpe por parte del refugio 10, aunque fuera de forma póstuma, me animaba a continuar adelante. Toda esta gente asesinada de forma tan cruel, no debía quedar en el olvido. Todos estos mohosos esqueletos, pedían a gritos en la oscuridad, venganza. Venganza.

Mientras los demás se encargaban de preparar la evasión del refugio por una de las salidas principales, yo me encargué de observar y


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vigilar con las cámaras de seguridad y mi arma, cualquier movimiento de lo sangrantes, los cuales ya se encontraban golpeando paredes y puertas para encontrar un camino hasta nosotros. Por ahora, y no sabía cuánto tiempo, el fuego era lo único que los retenía a unos metros de nosotros.

Era momento de tomar un respiro y disfrutar de la espera, con el arma cargada en la mano, por supuesto.

***

Tres horas y media después, Manson llegó hasta mi posición, sacándome de mis pensamientos, mientras vigilaba los inquietos puntos luminosos, que se movían en las pantallas como miles de luciérnagas histéricas.

- ¡Joder, esto es una locura! – Dijo Manson entrando por la puerta.

- ¿Cómo va todo? –Pregunté girándome para mirarle.

- Lentos, vamos lentos. Contando que no hemos podido encontrar prácticamente un vehículo útil en todo el hangar. Este refugio es un autentico basurero de chatarra. – Informó Manson, mirando hacia la pantalla de seguridad.- ¿Cómo están los nenes? ¿Inquietos?

- Están apagando el fuego con algo que han traído del exterior. En una hora, quizás menos, los tengamos encima. –Le dije con seriedad.

Manson tragó saliva y me miró sonriente, se había dado cuenta que con algunas cosas es mejor no bromear. Durante estas tres horas, había visto como estas cosas avanzaban apagando el fuego, habitación


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tras habitación, pasillo tras pasillo, extinguiendo todos los focos que se habían creado horas antes. Un líquido que era incapaz de identificar era utilizado para tapar las llamas con la textura y aspecto de la gelatina, ahogando las llamas en segundos.

-Deberíamos ir a informar a la Teniente de estos… hechos, y acelerar los preparativos. – dijo Manson, viendo como los Sangrantes estaban ya muy cerca del pasillo donde habíamos combatido juntos. Prácticamente en el pasillo anexo a la sala de control.

- Es mejor que sellemos esta zona, y nos vayamos hasta el hangar. La batería aguantará un rato más, sellando la puerta magnéticamente, pero a partir de aquí, es cuestión de tiempo que nos encuentren. – Le informé, tomando mi arma y caminando tras él para salir de la sala de control.

- Necesitaremos la batería para la compuerta principal… asi que tendremos menos tiempo todavía.- Dijo Manson, preocupado ante la posibilidad de que dispondríamos de menos tiempo.

- Entonces, desconectémosla. Tendremos que retenerlos de otra manera. Necesitaremos algo de tiempo.- Le dije también preocupado ante la posibilidad de que los Sangrantes llegasen a nosotros antes de que todo esté preparado.

Desconectamos la batería y salimos de la sala, cerramos la puerta entre los dos y pusimos una serie de cajas amontonadas tras ella. Tomamos toda serie de objetos pesados que encontramos por el pasillo y habitaciones anexas para hacer un muro de escombros y chatarra lo suficientemente pesada como para aguantar la primera embestida de esos animales. Seguramente, con la potencia de fuego que tenían, solo aguantaría unos pocos minutos, pero eso nos daría tiempo para poder salir de aquel lugar de una vez por todas, y por la puerta grande.


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Preparamos varias trampas y obstáculos más, que ralentizará el avance indudable de los devoradores de hombres. Pusimos especial énfasis en situar nuestros explosivos en las zonas que producirían el mayor daño posible. Nuestras pocas granadas de mano se convirtieron en minas antipersonal perfectamente escondidas, que fuimos dejando por el camino según avanzábamos por los pasillos y escaleras, alumbrando con la única luz de mi linterna y una andrajosa antorcha de Manson.

Tardamos unos treinta minutos en acabar de bloquear todo el camino que llevaba hasta el hangar donde ya estaba trabajando Helen. No había encontrado un vehículo entero que poder reparar o preparar, por lo que optó por organizar una serie de distracciones para poder escapar cuando llegase el momento. Helen, amontonaba toda serie de objetos inflamables en una de las compuertas de acceso al refugio, agrupando bidones de combustible y todo tipo de botellas de materiales de soldadura, capaces de crear una gran explosión, de gran poder de destrucción.

- ¿Necesitas ayuda? –Dije acercándonos a su lado. Helen se secaba el sudor sonriente, contenta indudablemente de verme.

- Ya casi está lista tu distracción. He improvisado un poco y he preparado dos explosiones secundarias, y esta, que va a ser realmente grande. Te va a encantar. ¿Cómo va todo por allí arriba? – Preguntó Helen, refiriéndose a la sala de control.

- Por desgracia, no disponemos de todo el tiempo que creía. Los Sangrantes son bastante más creativos de lo que pensaba, sin duda, no son animales sin cerebro.- Le respondí, pasándole algunas botellas de litro de aguarrás amarillento por el tiempo, que había en unas cajas.

- Siempre había oído que eran animales sin organización ni cerebro. Es sorprendente que tengan armas, y sepan cómo utilizarlas con esa precisión. – Dijo Helen, tomando mis botellas y situándolas


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estratégicamente en el interior del montón de objetos inflamables amontonados.

- Es posible que bajo toda esa rabia sin control sigan siendo hombres, con todas las habilidades y cualidades. Los cuales les convierten en unos formidables soldados. – Dijo Manson, sumándose a la ayuda, tomando un gran bidón de combustible y acercándolo lentamente, haciéndolo rodar.

- ¿Nunca habéis oído nada más sobre ellos? ¿No existen registros de su origen?- Pregunté a los dos indistintamente, recordado los escasos datos que tenia sobre ellos.

- Poco más de lo que te conté en el desierto. Se cree que los experimentos iniciales con el suero que después nos permitirá estar bajo los rayos del sol sin morir, tuvo unos inicios turbulentos, que por algún motivo nadie quiere comentar. Se oye, aunque no deja de ser un rumor, que los sueros iniciales volvieron loco a la gente, produciendo mutaciones y cosas aun peores. Se cree que los Sangrantes son fruto de uno de los sueros iniciales en pruebas.- Relató Helen, dando por finalizado la montaña de productos inflamables, de un aspecto terriblemente amenazante.

- ¿Se sabe algo de la población de Sangrantes? ¿Cuántos pude haber?- Pregunté interesado.

- No se sabe, pero las poblaciones se mueven en masa, dependiendo de la comida y la zona de caza. Se han llegado a ver miles aglomerados en un lugar. Aunque bueno, solo son rumores.- Respondió Helen.

- ¿Miles? ¡Joder! Eso es un puto problema. – Dijo Manson, progresivamente más preocupado.

- Al contrario, es justo lo que necesitamos. –Les dije, enigmático.


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Una explosión, originada a unos cientos de metros de nuestra posición, nos sorprendió a todos, haciendo temblar las botellas de cristal de múltiples productos inflamables, con un tintineo peligroso. Los Sangrantes habían destruido la primera de las barreras y habían caído en la primera trampa, seguramente causándoles daños suficientes como para que corran desesperadamente a acabar con nosotros. Contaba con esa furia incrementada, para nuestros propios fines. Venid a por nosotros, venid.

La explosión nos hizo dejar todo lo que estábamos haciendo y reagruparnos en el punto seleccionado por Helen para escondernos. Este sería el sitio donde nos situaríamos cuando la tormenta comience dentro de unos minutos.

- Me ha dicho Manson que no has encontrado un vehículo vivo entre toda esta chatarra.- Le dije mirando hacia la entrada del hangar, apuntando con mi arma.

- La mayoría esta tan oxidado que no se puede ni abrir las puertas, las goteras del techo han convertido el hangar en un autentico vertedero. Tendremos que improvisar una vez que estemos fuera. –Dijo Helen, sin quitar ojo de la entrada, como todos.

- Bueno, contaba con esa posibilidad, aunque esperaba no tener que tomarla en consideración. Tendremos que tomar un Jeep Ario cuando la cosa se ponga caliente, y largarnos de aquí antes de que se den cuenta.- Les informé, meditando el sutil cambio de planes.

- ¡Joder! ¡Estupendo! Ahora tendremos que enfrentarnos a todo un ejército ahí fuera, robar un jeep y salir con vida. Esto se pone mejor por momentos.- Dijo indignado Manson.

- Pero antes, tenemos que conectar la batería y abrir la puerta. –Recordó Helen, mirándonos nerviosa.


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Todos teníamos una sensación extraña en nuestro estomago, como si un nudo nos ahogase. Los nervios estaban a flor de piel, y debíamos aspirar profundamente y hacer las cosas con calma pese a los acontecimientos que empezaban a desencadenarse sin descanso.

- De acuerdo, iremos Manson y yo. Mientras conecta la batería, yo cubriré. – Dije sonriendo levemente, pese que al igual que todos, comenzaba a sentir los nervios previos, tan típicos y necesarios, de la batalla.

Manson estaba demasiado excitado como para decir nada, tomó con fuerza la pesada batería y caminó sin esperarme hacia la maquinaria de la compuerta, un viejo sistema de poleas y engranajes metálicos, que gracias a gruesas capas de grasa sobre grasa, se había mantenido intacto. Conectó el cable positivo y negativo a los respectivos paneles, encendiendo varios pilotos de color rojo, que representaban que la puerta estaba cerrada y bloqueada; revisó que el circuito estuviera funcional, haciendo un chequeo rápido de movilidad de voluminosa puerta de acero, y me miró haciéndome entender, que todo estaba listo.

- No podemos abrirlo antes de que…- Comencé a decir, pero una segunda explosión más cercana, me hizo girarme sobre mí, apuntando con mi arma hacia la entrada del hangar. Los Sangrantes estaban más cerca, había superado ya la segunda barrera.

- …de que lleguen a la segunda trampa.- Terminé la frase, señalándole con la mano que activase la puerta en ese momento, seguramente los Sangrantes habían sufrido ya demasiadas bajas como para contener su furia, y llegarían hasta nuestra posición en menos de un minuto. Contaba con ello.

Manson activó los circuitos de la puerta, juntando un cable que tenia suelto con un conector; la puerta tembló como si despertase de un largo sueño, con un chirrido metálico y el sonido de los engranajes


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moviéndose, la puerta comenzó a elevarse lentamente, centímetro a centímetro. Rápidamente nos retiramos a la posición elegida por Helen, tras una serie de placas metálicas y cajas apiladas, las cuales nos daban una cobertura ideal en el caso hipotético de que los Sangrantes actuaran de forma diferente a la esperada, aunque no muy probable.

Las compuertas comenzaron a elevarse lo suficiente para que una serie de luces provenientes del exterior apuntasen al interior del hangar, seguramente el coronel Kreiss estaba esperando con toda su legión al otro lado. Los vehículos enemigos usaban unos focos como los utilizados en el desierto, mientras que los soldados de a pie, estaban agachados y usaban pequeñas linternas para buscarnos. Todos llevaban armas automáticas en sus manos, y algunos estaban cubiertos tras unos escudos de un material parecido al cristal, seguramente para protegerse de nuestros posibles disparos. No pude contar con claridad cuantos había ahí fuera, pero por la cantidad de focos y de voces que gritaban órdenes a diestro y siniestro, podrían ser perfectamente mil hombres y un centenar de vehículos de todo tipo, quizás más. No esperaba tal cantidad de hombres, pero sinceramente, era una excelente noticia.

Los primeros soldados se acercaron cautelosamente, sin dejar de apuntar sus armas, mientras los situados en una línea bien formada a su lado les cubrían con escudos transparentes. Tras ellos, otra línea de soldados apuntaban con sus linternas y focos, para darles luz a los situados en la primera línea. Sin lugar a dudas, eran unos excelentes soldados, bien entrenados.

Tres o cuatro docenas de soldados pasaron bajo la compuerta que ya se elevaba hasta a una altura del metro y treinta centímetros, y continuaba elevándose lentamente. Apuntaron en todas direcciones, buscando cualquier signo del lugar donde estábamos escondidos, sin duda, contaban con una superioridad numérica pasmosa, con la cual podrían peinar todo el refugio en media hora.


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La repentina aparición delante de ellos de dos Sangrantes, gritando como posesos, corriendo directamente a ellos, sorprendió a todos, volviendo sus armas hacia ellos, pero tardando en reaccionar, puesto que nadie esperaba encontrarse a nadie excepto a nosotros. Los dos soldados más cercanos a la puerta, antes de poder girar sus armas y poder apuntarles para disparar, fueron superados por los Sangrantes, antes de que pudieran hacer nada. En menos de un segundo, los dos fueron heridos de muerte de la manera más cruel, perdiendo la tráquea de un zarpazo, y cayendo al suelo, ahogándose y desangrándose, sin poder hacer nada por sus vidas.

Los Sangrantes estaban furiosos, fuera de sí, lanzando gritos de furia y odio, escupiendo sangre y espuma por la boca, y sin el menor rasgo de humanidad en sus ojos.

El resto de soldados reaccionaron al fin y comenzaron a disparar, abatiendo a los dos salvajes que ya se encontraban sobre otros dos desdichados y sorprendidos soldados, que pedían piedad. Pero, mientras los soldados concentraban su fuego en los dos feroces asesinos, de la puerta comenzaron a surgir como una marea, docenas de salvajes bestias hambrientas de venganza, corriendo como locos sin piedad, sobre todo lo que encontraban a su paso. Docenas, quizás cientos de esos seres, comenzaron a surgir uno tras otro, alcanzando rápidamente entre las líneas Arias, produciendo terribles bajas a la vanguardia del ejército de Kreiss.

Los soldados comenzaron a huir despavoridos al exterior, mientras los Sangrantes comenzaban a surgir de forma descontrolada e imparable desde el interior del refugio, como si hubiese miles dentro esperando luchar a muerte contra cualquiera que estuviera fuera. Nos mantuvimos agachados y en silencio, evitando ser detectados por los furiosos Sangrantes, que comenzaban a destrozar los cadáveres


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amontonados en el suelo, de los aun calientes soldados abatidos. Había llegado el momento.

- Es hora de hacer fuegos artificiales. –Le dije a Helen.

- ¿Fuegos qué?-Preguntó sorprendida.

- La distracción… –rectifiqué.

- ¡Ah! De acuerdo.- Dijo poniéndose la manos en los oídos protegiéndolos, al igual que Manson.

Apunté con mi arma a la base de la montaña de productos inflamables y disparé sin esperar ni un segundo más. Las compuertas estaban ya a dos metros y medio de altura, y había llegado el momento de igualar las cosas. Los sangrantes ya comenzaban a salir al exterior, y estaban siendo masacrados por las armas automáticas pesadas del exterior.

La explosión hizo que el fuego invadiera todo el hangar, obligándonos a cubrirnos cuerpo a tierra tras el muro de acero improvisado. Los vehículos y todo el material del hangar explotaron por los aires como todos los Sangrantes a su alrededor y que aun correteaban hacia el exterior. La explosión hizo que toda la montaña temblara con un espasmo que hizo temblar todos los cimientos y resquebrajarse toda la estructura. Las explosiones secundarias, estratégicamente situadas cerca de la compuerta, hicieron que ésta saliera volando por los aires, lanzándola contra los vehículos que estaban fuera, formados ordenadamente. Sería imposible describir la destrucción que ocasionó en el ejercito Ario, pero indudablemente la llamarada de fuego y hierro que surgió pudo verse desde kilómetros de distancia, como yo esperaba.

Jaque por ahora contra Kreiss. Vamos a por el Jaque Mate.


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Capitulo 23

“Batalla al anochecer”

Estaba anocheciendo, y el cielo rojizo, como un mar de llamas, comenzaba a apagarse tras el horizonte.

Cuando todo volvió a una cierta calma, y los hombres comenzaban a levantarse desorientados y aturdidos, una espesa nube de humo y cenizas lo cubría todo, algunos vehículos que se había encontrado demasiado cerca de la compuerta, estallaron en llamas. Pero para la desgracia de los soldados Arios que llamaban a gritos a sus superiores y compañeros, se encontraron con un mar de Sangrantes que volvía a surgir del interior del refugio, con una furia incontrolable. Muchos de aquellos animales, heridos algunos horriblemente, otros ardiendo en parte y algunos incluso arrastrándose por el suelo sin las dos piernas. Nada podía detenerles, parecían no sentir dolor, ni miedo, ni cansancio, ni que se estuvieran desangrando sin remedio mientras se arrastraban a por su siguiente victima; habían entrado en un extraño estado de furia asesina, incontrolable, implacable e imbatible.


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Los oficiales y suboficiales comenzarían a gritar órdenes para reorganizar a un ejército conmocionado por la potencia de las explosiones y las terribles bajas que había causado. Pero pronto los desorientados soldados cercanos a las compuertas destruidas, se encontraron superados por una legión de Sangrantes que parecía no tener fin.

Nosotros aun estábamos bajo la protección de varias planchas de acero y grandes cajas metálicas, que habían servido como escudo ante la embestida del fuego; se habían caído una sobre otras, apilándose de forma extraña, formando una especie de tienda de campaña deforme, que peligraba con caerse encima de nosotros y aplastarnos. Era el momento de salir de allí, antes de que alguien se diera cuenta de nuestra presencia.

La explosión había creado una barrera de fuego entre nosotros y los Sangrantes que surgían del interior del refugio, y además de impedirles que se acercaran, nos ocultaba perfectamente. Nos movimos a gatas, intentando que nuestra presencia no fuera detectada por ninguno de aquellos animales descontrolados, y nos acercamos lentamente al borde de donde se encontraba la compuerta antes de la explosión, ahora convertido en un gran agujero en la pared de hormigón armado, todavía humeante. Nos pusimos a cubierto, ocultos tras unos escombros, esperando el momento oportuno para salir.

Pudimos contemplar el terrorífico espectáculo que estaba ocurriendo a unos cincuenta metros de la entrada del Refugio. Los soldados del ejercito Ario, luchaban cuerpo a cuerpo contra toda una marea humana de Sangrantes, armados con todo tipo de armas, tanto cortantes como mazas, espadas serradas, lanzas de formas extrañas y varias armas de fuego, que disparaban de forma descontrolada y poco precisa. La rabia descontrolada les hacia ser unos patéticos tiradores,


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pero en cambio los había convertido en autenticas maquinas de matar cuerpo a cuerpo, jamás vistas por mis experimentados ojos.

Había visto suficientes combates cuerpo a cuerpo contra blindados, como para saber que el ejercito de Kreiss, impresionante en número y armamento, finalmente tendría las de ganar en aquella batalla. Los vehículos blindados de la retaguardia, al igual que los jeeps con cañones y ametralladoras pesadas, barrían los incautos Sangrantes que se lanzaban sobre ellos, sin importar contra que se enfrentaban. Pronto los Sangrantes serian eliminados bajo el concentrado fuego de los hombres de Kreiss, y después seriamos los siguientes.

Aun me faltaba una pieza clave en todo este conflicto, y pronto, muy pronto, seria el momento oportuno de salir y escapar.

- ¡Joder! ¿Qué se supone que haremos ahora? ¡No podemos salir! –Gritó Manson, limpiándose la nariz de sangre que manaba, debido a un golpe durante la gran detonación de hace unos minutos.

- ¡Paciencia! Debemos esperar un poco más.- Le grité, haciendo que Manson y Helen me escucharan sobre el estridente sonido de los gritos y disparos, que era ensordecedor.

- Manson, toma un arma y munición. –Le dijo Helen a Manson, acercándole un rifle Ario y toda la munición que portaba, de un cadáver cruelmente despedazado en el suelo. Helen ya tenia en sus manos otro para ella misma.

Cuando los Sangrantes dejaron de surgir del hangar, decidí que era el momento oportuno de salir al exterior con extrema cautela y correr hasta uno de los vehículos que habían quedado vacíos en la vanguardia del asalto. Sus ocupantes habían sido asesinados en la misma cabina y los sangrantes había avanzando dejando atrás un reguero de sangre. Era la oportunidad perfecta de escapar de aquel lugar en el fragor de la batalla.


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Pese a que a unos metros de nosotros, entre la nieblas de humo y cenizas, producidas por los vehículos destruidos y la explosión del hangar, se encontraban luchando aun contra los últimos Sangrantes, decidimos lanzarnos a correr hacia el vehiculo mas próximo y en mejor estado.

Vimos un Jeep que estaba parado con las puertas abiertas y dos soldados colgaban de sus asientos, uno de ellos degollado y el otro había perdido parte de la cara, al parecer de un mordisco. Debíamos subir con rapidez y arrancar el motor antes de que los disparos de los soldados nos confundirán con Sangrantes ocultos entre la humareda. Helen salió la primera, con la cabeza agachada y el cuerpo inclinado, para no ofrecer un blanco tan claro en caso de que alguien le identificara, Manson y yo, corrimos tras ella, vigilando a nuestro alrededor al igual que la parte de atrás, por si aun quedaba algún Sangrante con ganas de guerra. Llegamos hasta el Jeep, nos agachamos cubriéndonos con él, y observamos si algo se movía a nuestro alrededor. Nada se movía en los escasos metros de los que teníamos una visión clara. Subió primero Manson, mientras Helen y yo le cubríamos desde fuera, esperando que desatase los cadáveres y dejase los asientos libre para los tres. Manson no tardó más de dos minutos en desatar sus cinturones de seguridad y empujarlos al exterior.

-¡Vamos, todos arriba! –Gritó Manson, situándose en el puesto del piloto, y encendiendo el panel de mandos.

Helen se lanzó dentro de un salto, mientras me quedé fuera cubriéndola, esperando que la progresiva disminución de disparos, no significara que los Sangrantes habían muerto en su totalidad.

Desde que Manson subiera, los disparos y explosiones habían ido apagándose, quedando solamente alguno que otro disparo aquí y allá, dando por finalizada la batalla. Miré a mi alrededor esperando que los tanques y vehículos enemigos no se acercasen y nos mandasen al


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infierno antes de que mi plan estuviera completado. Aun era demasiado pronto, y no podríamos escapar entre sus líneas, mientras el enemigo no estuviera entretenido con problemas mayores.

Todo quedó en silencio, y opté por subirme con Helen y Manson al Jeep, para al menos estar protegidos dentro de un vehiculo ligeramente blindado. Los focos de luz y linternas volvieron a surgir por cientos, apuntando en todas direcciones a nuestro alrededor, buscando enemigos que aun se movieran o que tuvieran la insensatez de moverse. Los disparos de gracia comenzaron a unos metros de distancia, mientras cientos de soldados se movían lentamente, hacia el refugio 10. Estábamos atrapados.

Los solados avanzaron a nuestro alrededor revisando todos los vehículos destruidos en la primera oleada de Sangrantes y en las explosiones posteriores. Algunos disparos sueltos indicaban que iban encontrando hombres heridos de muerte que no podían ser salvados de ninguna manera, rematados con piedad antes de dejarles morir entre terribles agonías. Pude contar quizás dos centenares de soldados armados y alertas, avanzando en líneas dejando solamente medio metro entre soldado y soldado peinando toda el área, y asegurando que no existirían mayores sorpresas. Habían encendido las linternas de sus armas, y la luz era deslumbrante, solo bloqueada en parte por el humo de los incendios que poco a poco iba dispersándose, permitiendo ver con total claridad. Maldecía en bajo, mientras veía acercarse cada vez más el muro de soldados; mi plan iba a terminar en desastre total, sobre todo por la escasa sincronía de los hechos que había ideado para la huida. Maldición…

- ¿Qué se supone que vamos a hacer? –Preguntó Helen en bajo, viendo como la línea de soldados se acercaba peligrosamente.

- Esperaremos todo lo que podamos. Aun tenemos tiempo. –Le dije con optimismo.


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- ¿Qué tenemos que esperar? ¡Todos los Sangrantes han sido eliminados! ¿Por qué esperar? – Preguntó en bajo Manson, nervioso e inquieto.

- Paciencia, Manson. Si mis cálculos son correctos, y esos animales han aprendido la lección, nos darán una grata sorpresa. –Le dije sonriente. Manson movía la cabeza de forma negativa, indignado ante mi respuesta. Por alguna extraña razón comenzaba a ponerse cada vez más nervioso. ¿Estaba perdiendo la fe en salir de este lio? o ¿era otra cosa?

- Bueno, es suficiente. No os mováis ninguno de los dos. Se acabó toda esta mierda.- Dijo en alto Manson, apuntándonos con el rifle directamente a la cara. Antes de que pudiéramos reaccionar, abrió la puerta del Jeep y lanzó un silbido, avisando a los soldados de donde nos escondíamos.

- Pero… ¿qué demonios haces? –Preguntó confusa Helen, esperando una explicación por parte de Manson.

- Se acabo el juego, Teniente. Están detenidos por el ejercito Ario. No intenten una estupidez o lo lamentaran. –Dijo secamente, mientras docenas de soldados rodeaban el Jeep, apuntando sus armas al interior.

La voz se pasó rápidamente de unos suboficiales a otros y posiblemente el mismísimo coronel Kreiss pronto haría acto de presencia para tomar lo que es suyo, nosotros. Manson se mantenía como una estatua, apuntándonos con su rifle y mucho más tranquilo de lo que podría esperarse de él. Al fin, se habían descubierto todas las cartas y mis sospechas se convirtieron en realidad. Manson estaba con los traidores que les habían vendido desde el principio a los Arios. Maldito cerdo…


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- Cómo has podido, después de tantos años juntos… no te entiendo Manson, eras mi compañero, un soldado de confianza. ¿Qué te ha pasado? – Dijo Helen, aun sin asumir lo que había ocurrido. Estaba abatida por la sorpresa, aunque seguramente había algo más que aun no comprendía.

- Bruce. Me ha ocurrido Bruce, y su maldita llegada a nuestro mundo, con todas esas historias del pasado, tan perfectas y maravillosas, tan brillantes y limpias. ¡Una mierda! ¡No ha traído más que desgracias a los nuestros! – Dijo furioso Manson, señalándome con su dedo, acusándome con total impunidad. - ¡Ellos fueron los que destruyeron nuestro mundo, los que lo convirtieron en un erial radiactivo y lleno de muerte, no lo olvides!

- ¿Quién te ha ordenado que nos entregues?- Preguntó con seriedad Helen, conteniendo sus ansias de machacarle y planteando lo esencial de toda la cuestión.

- Creo que puedo continuar desde aquí, soldado. –Dijo una grave voz, surgiendo desde la derecha de Manson. Un hombre de tez oscura, quizás la más negra que había visto en mi vida, hizo acto de presencia, con un uniforme negro con galones plateados y lleno de medallas desconocidas para mí, de varias formas y colores. Aquel imponente hombre de casi dos metros, corpulento y musculoso, se irguió ante nosotros, sonriente.

- Capitán Campbell y Teniente Watson, ¿me acompañan por favor?- Dijo amablemente el Coronel Kreiss, indicándonos con su mano, que le acompañáramos. Era indudablemente un maestro del teatro.

- Dejad las armas ahí y salid. – Dijo un soldado completamente trajeado y equipado de color negro, ocultando incluso su rostro tras una bufanda del mismo color. Posiblemente era un oficial, ya que tenía unos galones plateados en los hombros parecidos a los de Kreiss.


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Caminamos en silencio entre las filas de soldados, que me miraban, con Manson a nuestra espalda, sin quitarnos ojo de encima. No podía decir que estaba del todo sorprendido por lo ocurrido, sobre todo porque debido a mis muchos años entre mercenarios, soldados al mejor postor y traidores, había terminado por aprender las pautas básicas de comportamiento de este tipo de gente. Era curioso como estos hombres eran capaces de proteger sus vidas a costa de los demás, luchaba lo necesario para cumplir su misión y sólo entraban en combate cuando todo estaba a favor o claramente la balanza estaba de su parte. Tuve que matar a muchos, cuando las cosas se pusieron complicadas y se descubrían a sí mismos, corriendo para salvar sus vidas. Después de destriparles delante de los demás soldados, los que tuvieran intención de escapar o traicionarnos, perdían cualquier voluntad de hacerlo, aunque si soy sincero, los destriparía después a todos igualmente, por si las moscas. Uno aprende que si no puedes confiar en tus hombres, es mejor hacer borrón y cuenta nueva lo antes posible.

Caminamos hasta un vehículo de grandes dimensiones, parecido a un tráiler, pero con unas ruedas de dos metros de diámetro impresionantemente grandes. Todo el vehículo estaba blindado y armado con varias ametralladoras pesadas apostadas en las alturas, con varios servidores en sus posiciones. Era una pequeña fortaleza móvil digna del glorioso ejército Ario. A sus lados, dos tanques, o al menos dos grandes vehículos parecidos a tanques extremadamente blindados, estaban haciendo guardia a la fortaleza móvil, protegiéndola. Era la primera vez que admiraba, aunque fuera un poco, la increíble capacidad de estos soldados para volver a tener un ejército activo y completo, con todo lo necesario para una guerra moderna.

Subimos al camión por una pasarela lateral, custodiados por varias docenas de soldados fuertemente armados, y entramos en una sala donde había un gran sofá, una pantalla de televisión, un pequeño


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bar lleno de licores de diferentes colores, y todas las comodidades que un hombre podría desear. Kreiss nos indicó amablemente que tomáramos asiento, y dejó a Manson y dos guardias más custodiándonos.

- ¿Quieren tomar algo? ¿Una cerveza? ¿Vino verde? ¿Alcohol de Calabaza? – Preguntó cordialmente Kreiss. Aunque los nombres de las bebidas me causaban mas gracias que interés.

- Yo tomaré calabaza, Coronel. – Solicitó Manson, sonriente.

- A usted no le he invitado a tomar nada, sargento. – Dijo Kreiss dándole la espalda, mientras se servía a si mismo algo que no reconocí por el color.

- Pero…- Comenzó a decir Manson, indignado.

- Sargento, aunque crea usted, que es bienvenido a mi casa después de entregar a sus compañeros, créame que no es así. La hermandad Aria no soporta a los traidores, incluso a los que son del otro bando. – Dijo Kreiss con suavidad pasmosa. Parecía un político más que un soldado.

- ¿Qué espera de nosotros? –Preguntó Helen.

- De usted nada, escoria alfa. Si vuelve a abrir la boca sin que yo se lo pida, hare que mis hombres la empalen viva para espectáculo de todos. ¿Ha quedado claro? – Dijo seriamente, cambiando su expresión hasta ahora amable, por un rostro cruel y despiadado, más cercano a la realidad de su personalidad.

Helen tragó saliva y asintió con la cabeza, haciéndole entender que comprendía a la perfección las instrucciones de Kreiss. Mientras tanto, me mantuve en calma, respirando profundamente y dedicándome a observar tanto el modo como las formas de Kreiss. Era un personaje digno de un manual militar de psicóticos.


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- Capitán Campbell, astronauta, superviviente, soldado y el último de su especie, según nuestras últimas pesquisas. Es un placer tenerle frente a mí, a un autentico hombre blanco del antiguo mundo, no sabe la satisfacción y el honor que es para mí. – Dijo Kreiss volviendo a sonreír, recuperando su compostura tan correcta y amable.

- Creía que odiaban a los hombres blancos. –Le dije con sequedad.

- No me entienda mal, por supuesto que le odio profundamente, ustedes acabaron con el mundo verde y fértil que ya sólo podemos ver en cuevas ocultas del sol y fotografías antiguas. Pero su presencia aquí, me llena de curiosidad y me produce un profundo placer. – Dijo cortésmente, bebiendo de su copa.

- No seré su ofrenda, ni regalo, ni nada que se le parezca, a su líder de mierda. Me da igual lo que crea que va a sacar de mí, le aseguro que no obtendrá nada. –Le informe con seriedad, es hora de destapar las cartas y dejarse de conversaciones banales.

- Usted hará lo que yo desee o su… alfa que tanto estima, morirá. – dijo repentinamente Kreiss, sacando su arma y apuntando directamente a la cabeza de Helen.

Viéndole perfectamente capaz de matarla sin pestañear, desistí de presionar a este loco que tenia frente a mí. Maldito psicópata…

- De acuerdo… pero no le haga nada. –Le dije suavizando mis palabras.

- Por supuesto. Aunque no se haga demasiadas ilusiones, no solemos tomar prisioneros. Si quiere que ella continúe con vida, cooperará, ¿de acuerdo?- Dijo volviendo a ser amable, guardando su arma en su cartuchera, y tomando su copa para continuar bebiendo. Era un como un monstruo de dos caras, completamente diferentes.

- De acuerdo… -Respondí profundamente enfurecido.


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Capitulo 24

“¿Quién es Bruce A. Campbell?”

- ¡Bien! ¡Estupendo! El General necesitará una serie de datos

de vital importancia, cuando regresemos a la base central. Si no le importa, luego le pasaré una lista para que la lea y la vaya preparando. Nuestro líder es algo impaciente, y no soporta las improvisaciones. – dijo Kreiss sorbiendo otro trago de su amarillenta bebida y continuó hablando.

- El General piensa que podemos utilizar sus conocimientos y su procedencia para poder dominar a los que aun piensan que el hombre blanco vendrá a liberarles. Cree que con usted a nuestro lado como símbolo, nadie osará ya cuestionar nuestra autoridad en todo el país. Personalmente me parece una locura, pero… ¿Quién soy yo para cuestionar a nuestro honorable líder?- Dijo Kreiss dando otro trago a su bebida con sumo cuidado, como si la copa fuera a romperse en sus manos.

- No entiendo que cree haber visto en un ser de piel blanca como usted, que puede remotamente ser de utilidad para nuestra gloriosa causa, pero por algún motivo, quiere que sea parte de nuestro


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ejército, ¿Puede creerlo? –Dijo Kreiss soltando una sonora carcajada que sorprendió a todos. –Aunque… puedo imaginarme que habilidades ha visto en usted que podamos utilizar…

- Jamás formaré parte de una banda de nazis negros de mierda. –Respondí con seriedad, dejando bien clara mi postura.

- Capitán, no sea maleducado… ¿cree quizás que tiene alternativa?- Preguntó jovialmente Kreiss.

- Siempre hay alternativa. No soy como vosotros, no creo en vuestros métodos, ni comparto vuestras ideas aberrantes y corruptas. Jamás formaría parte de un ejército de asesinos.- Dije tajantemente.

- Capitán… creo que se sorprendería de lo que es capaz o de lo que puede llegar a ser. Es usted un diamante en bruto de lo más curioso.- Dijo enigmáticamente Kreiss, sonriéndome con total normalidad. Aquel bastardo comenzaba a cansarme de verdad.

- ¿Qué hay de nuestro trato, coronel? – Dijo Manson impaciente, cortando nuestra conversación.

Kreiss se giró para mirar a Manson, con una expresión difícil de describir, aunque sin duda estaba muy cabreado. Se levantó de forma pesada y lenta, como si estuviera cansado, se acercó a Manson sin dejar de mirarle con esa extraña expresión, y cuando estaba a unos pocos centímetros de él, finalmente habló.

- Sargento Manson, debe usted aprender dos cosas cuando esta usted en mi presencia. La primera es que rogar por su vida en vez de solicitarme absolutamente nada, y la segunda es que debe mantener su asquerosa boca cerrada. Para ayudarle a entenderlo, haré que mis hombres le expliquen con calma y pausadamente en que consiste. – Dijo sonriente Kreiss, hablando lenta y pausadamente. - Lleváoslo y empaladlo.


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- ¡Pero, teníamos un trato! ¡¿Qué significa esto?! –Dijo indignado Manson, mientras dos soldados le desarmaban y le agarraban de los brazos.

- Usted lo ha dicho. Tenía un trato con su comandante, y ya ha finalizado. No dijo expresamente nada sobre usted ni la teniente, por lo tanto puedo y debo hacer lo que me plazca. – Dijo tranquilamente Kreiss, como si la vida o la muerte fueran de lo más cotidiano. – por favor, lleváoslo y que no nos moleste mientras grita, amordazadle bien.

Manson nos miraba asustado y sorprendido por el tan repentino cambio de circunstancias. Nos miraba llorando, esperando que intercediéramos por él, pero tanto la Teniente como yo, giramos nuestras cabezas a otro lado, dándole la espalda. Tarde o temprano a los traidores les llega su día, y suele ser el menos sospechado.

- ¡Helen, Bruce, solo cumplía ordenes, no dejéis que me asesinen de esta manera! ¡Joder! ¡Ayudadme!– Gritaba Manson mientras le arrastraban hacia el exterior entre tres musculosos soldados negros.

Nos quedamos en silencio, sin siquiera mirarle o expresarle ningún tipo de sentimiento a su favor. Los dos nos sentíamos traicionados, dolidos y profundamente decepcionados, aunque Helen, había pasado más tiempo con él, y lloraba en silencio, mientras una lágrima recorría su mejilla ocultándose en su cuello.

- ¡Helen, por favor, ayúdame, estuvimos juntos tres años! ¡Nunca deje de quererte! ¡Por favor! –Gritaba desesperadamente Manson, mientras las puertas del trailer blindado se cerraban. Después, solo se escuchaban vagamente unos gritos y sollozos ininteligibles desde el interior.

Helen se levantó, aunque intentaba contener sus sentimientos, los gritos de aquel hombre, ya sean su amigo o un enemigo, eran insoportables para ella. Kreiss la miró sorprendido y sonriente. Era


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evidente que a aquel loco psicópata, se divertía a costa del sufrimiento de los demás.

- Le suplico que no acabe con su vida. Pese a que ha sido una sorpresa el descubrir que me engañaba como soldado y amigo, no puedo permitir que le asesinen de esa manera. Por favor. – Suplicó Helen, mirando fijamente a Kreiss.

- Lo siento mucho, teniente. No suelo retractarme de mis decisiones. Además, han causado muchas bajas entre mis hombres, gracias a esa sorprende estrategia con los Sangrantes, y ahora, mis tropas necesitan relajarse un poco oyendo los gritos de otros para variar. ¿Me comprende, verdad? – Dijo complaciente Kreiss, volviendo a su cómoda silla y a su copa.

Helen se derrumbó sobre el sofá, abatida por la incapacidad e ineficaz de su petición. Se llevó las manos a la cabeza y comenzó a llorar en silencio, conteniendo sus llantos a duras penas. Mientras tanto, yo me mantuve firme e inalterado, dejando a un lado mis sentimientos o las ganas que tenía de destrozar la cara de aquel tipo frente a mí. Kreiss me observaba curioso, quizás incluso sorprendido por mi invariable estado.

- Volviendo a temas de mayor interés, Capitán Campbell, revisaremos algunos puntos que me interesan personalmente.- tomó un portafolio metálico y comenzó a leer. - ¿Qué ocurrió en la estación?

- Los gritos de un hombre a punto de morir no me producen absolutamente nada. No puede torturarme con nada que no hayan hecho ya, y francamente, no funcionaran. No hablaré con usted. –Le dije con seriedad y firmeza.

- Quizás los gritos de esta mujer si le hagan reaccionar. - Kreiss levantó su arma y apunto a Helen, la cual aun sollozaba cubriéndose el rostro. - Responderá a mis preguntas, ahora.


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- No se qué ocurrió en la estación. Creo que estaba en mi compartimento cuando una explosión desconocida puso en alerta a todo el personal. Después de aquello, solo tuvimos unos minutos para evacuar y escapar con vida. –Le relaté, aunque no recordaba con claridad lo ocurrido. Kreiss no había bajado el arma en su mano y aun apuntaba a Helen.

- Y Ramírez, ¿qué ocurrió con él? –Preguntó sonriente Kreiss, con una expresión divertida.

- ¿A qué se refiere? –Pregunté inquieto. ¿A qué venían esas preguntas ahora? ¿Qué demonios quería este tipo?

- ¿No era Ramírez un soldado a su cargo en la estación? –Preguntó Kreiss.

- Si… por supuesto. –Dije cada vez más inquieto y confundido.

- ¿Qué le ocurrió entonces? ¿Puede contarme cómo escapó? –Preguntó Kreiss cada vez más divertido y sonriente. Algo tramaba.

- No lo sé realmente. No se lo que ocurrió.- Respondí, un poco más nervioso.

- No sabe qué le ocurrió, no sabe como escapó, no sabe nada, Capitán. Me sorprende desagradablemente. Aunque es algo completamente predecible, dadas las circunstancias. –Dijo Kreiss dando un sorbo a su amarillento brebaje.

- No entiendo a que juega, Coronel, pero le aseguro que no se de qué me esta hablando. – le dije, intentando desviar el tema, que cada vez era más confuso.

Helen se había limpiado las lágrimas del rostro y recuperaba la compostura, mirándonos sorprendida por la extraña conversación que


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estaba escuchando. Supongo que le sorprendía tanto como a mi, que Kreiss tuviera información que nadie podría saber. ¿Cómo era posible?

- De acuerdo, Capitán, intentaba ser amable con usted, que fuese sincero consigo mismo y tuviese el valor de contármelo, pero veo que quizás su memoria este algo más dañada de lo que esperaba, o simplemente es usted un cobarde como todos los blancos bastardos de su época. – Dijo seriamente Kreiss, dejando la copa sobre la mesa, y tomando de nuevo el portafolio.

- Hace 2 semanas y media, nuestros exploradores en Nuevo México y Oklahoma encontraron tres capsulas salvavidas de carácter desconocido. En un de ellas encontramos un cuerpo momificado debido a la deshidratación, completamente quemado por el sol. En la segunda encontramos el rastro de un hombre que había recorrido veinte kilómetros desde el lugar de aterrizaje antes de caer muerto debido a las radiaciones solares. La tercera capsula venia acoplada a parte de la estación que fue destruida en el espacio. Una sección completa de la estación se salvó en la explosión y aterrizo por suerte al pie de una montaña, donde se ha mantenido alejado de curiosos todo el tiempo. –Leia con calma Kreiss, lanzándome algunas miradas de complicidad y alguna que otra sonrisa maliciosa.

Comenzaba a ponerme nervioso, inquieto por alguna extraña razón, con un miedo creciente que empezaba a invadirme en lo más profundo de mi corazón.

- Pudimos salvar toda la sección y la capsula de salvamiento, con un cuerpo en su interior, el Cabo Ramírez. Para nuestra sorpresa, el cabo estaba aun vivo, pero tenía las dos piernas rotas, y un gravísimo golpe en el cráneo que le había dejado en coma, lo cual le había impedido salir al exterior y morir bajo el sol. Nuestros médicos lo llevaron a la base central e intentaron salvar su deteriorada vida, pero a los dos días, murió entre terribles dolores en silencio. Nuestros técnicos


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pudieron salvar parte de la tecnología sorprendente que guardaba la sección salvada de la estación, y pudimos ver y estudiar en primera persona cómo era la el hombre blanco de la antigüedad. Fueron días de extremo interés para toda la Hermandad. Pero para nuestra sorpresa, los registros del ordenador de la zona de carga que pudimos salvar, debían haber estado conectados al ordenador principal y aun guardaban los últimos accesos; en esos archivos se encontraba su nombre, su rango y parte de su historial, Capitán. –Hizo una pausa Kreiss para tomar un trago.

¿Ramírez con un golpe en la cabeza? Tragué saliva, intentando lubricar mi seca garganta. Todo aquello no tenia nada de sentido para mí, pero por alguna extraña razón, todo me era familiar. ¿Qué ocurría exactamente? ¿Tendría que ver con mis sueños?

- Continuemos… nuestros forenses y científicos analizaron todos los datos esperando poder rescatar información de utilidad para nuestra causa, pero por desgracia el ordenador central se desintegró con el resto de la estación y se perdieron irremediablemente. Pero no todo estaba perdido, la lista de capsulas expulsadas, nombres y rangos de soldados y los últimos cinco minutos de video de la zona de carga fueron salvados de manera fortuita. – Hizo otra pausa para acabar su copa.

Helen escuchaba atentamente, sorprendida como yo de que Kreiss dispusiera de los medios y la tecnología para obtener todos esos datos de unos restos estrellados. Aunque personalmente, había algo que me preocupaba sobre todas esas cosas, y era que Kreiss sabía cosas que yo no recordaba, o que tenía nublada en mi mente. ¿Qué había descubierto?

- Tuvimos acceso a todos los registros de la zona de carga y a las últimas grabaciones de sonido y audio de esos cinco minutos previos. Al parecer la cámara era de seguridad y grababa el pasillo que


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custodiaba. El pasillo era el único acceso a las celdas de prisioneros. – Relató Kreiss con sumo placer. Su sonrisa parecía no tener fin.

Me revolví en mi asiento, incomodo y sorprendido; los datos de los que disponía eran parte realidad y parte fantasía, sin duda. ¿Pero por qué inventarse tal cosa? ¿Para qué inventarse esas mentiras?

- No se de donde ha sacado esos datos, pero en mi estación no había celdas de prisioneros. Era una estación científica de gran importancia. Por eso estábamos allí.- Le corté nervioso y confuso. Algo en todo lo que había contado no era del todo mentira, pero ¿por qué sonreía si lo demás era falso? ¿Esperaba provocarme para matarme con una escusa?

Helen no entendía nada de lo que estaba ocurriendo. Solo sabia lo que yo le había contado, y toda aquella nueva información le costaba encajarla con la información que yo había relatado.

- ¡Fascinante! Señor Campbell, creo que después de todo, es cierto lo que nuestros doctores decían sobre usted. Realmente esta enfermo y no es capaz de darse cuenta de ello. – Dijo Kreiss dejando el portafolio en la mesa, acercándomelo para que lo viera por mi mismo. – Lea por favor. Esto estaba almacenado en el ordenador de seguridad.

Helen estaba tan confundida como yo, y mientras secaba sus lagrimas de su precioso rostro, me observaba esperando rebatiera las conclusiones de Kreiss. Mi silencio quizás le sorprendió más, que las confusas palabras ininteligibles para ella.

Bajé la mirada hasta la hoja que estaba como primera en el taco de hojas del portafolio, y pude reconocer mi nombre en ella. Comencé a leer, y una sensación horrible comenzó a recorrer todo mi cuerpo.

Una sensación que recordaba vagamente, pero no sabía por qué.


Informe de recluso A123287 18 Enero 2010.

Propiedad de los Estados Unidos de América, Departamento de Defensa.

Nombre: Bruce Ash Campbell. “ASH” (“Cenizas” como mote de batalla)

Edad: 38 Años.

Rango: Coronel del cuerpo de marines, División 127. Destituido.

Misiones adicionales o secretas: Alto secreto – Consultar.

Bajas confirmadas: 746. (Sin contar misiones secretas)

Dirección actual: Desconocida.

Familiares: Desconocidos.

Amigos o pareja: Desconocido.

Diagnostico: Trastorno de identidad disociativo.

Última revisión psiquiatra:

Fuerte alteración de la personalidad, trastorno de identidad disociativo, con fuertes ataques descontrolados de extrema peligrosidad. Se requiere confinamiento permanente.

Propuesta de sujeto para proyecto VORTEX espacial: Apto.

Objetivo en Proyecto:

El sujeto es ideal para las pruebas en humanos para el proyecto VORTEX. El sujeto es no apto para la reinserción dado su estado límite en el que se encuentra, su personalidad dual ya es completa, y pueden pasar meses hasta que un suceso altere e intercambie su estado. Es extremadamente peligroso por lo que se recomienda sedación continua. Se recomienda su uso de forma inmediata.

Se recuerda que el sujeto es extremadamente peligroso y dado su historial agresivo-delictivo, se ordena su reclusión en celda de máxima seguridad.

Firmado por: Doctor A. Schwarzenegger

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- ¿Qué mierda es esto? ¡Esto es imposible! ¡No es cierto! –Grité indignado e histérico, negando con la cabeza.

- Veo que no recuerda usted nada… que decepción… No quería llegar a esto, pero no me deja otra opción. –Dijo Kreiss tomando el portafolio, y levantándose de su silla. Dejó toda la documentación en una mesa llena de papeles perfectamente ordenados y sacó su arma, una pistola automática plateada brillante, totalmente limpia; apuntó con ella a Helen de nuevo y su rostro cambió al mismo que antes había ordenado sin ningún remordimiento, el empalamiento de Manson.

- ¡Espere! ¡No se que esperan de mi! ¡Por favor, no dispare, ella no tiene nada que ver con todas estas mentiras! –Grite desesperadamente, viendo como se acercaba el final de nuestra existencia sin remedio.

- ¿No lo entiende verdad? No son mentiras, simplemente, estoy hablando con la persona equivocada. Necesitamos que el verdadero Bruce aparezca, y por lo que sé, solo aparecerá si existe un trauma que desencadene el cambio. – Dijo Kreiss mientras apretaba el gatillo y disparaba antes de que pudiera hacer nada.

El disparo atravesó la cabeza de Helen de lado a lado, manchando el muro que estaba a su espalda de sangre, mientras ella con un golpe seco, caía abatida en el suelo del trailer, muerta en el acto.

La miré asustado, tembloroso, estremecido, con todo el bello de mi cuerpo erizado; mi mente comenzaba a girar descontroladamente, como si fuese a marearme dentro de un torbellino de pensamientos, como si algo dentro de mi quisiera gritar y arrastrarme hacia el centro el huracán y tragarme; mi cuerpo tiritaba de miedo, perdía el equilibrio, y finalmente me desvanecí, incapaz de soportar el dolor y el sufrimiento.


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Capitulo 25

“Un nuevo comienzo”

Vuelvo a respirar, o al menos vuelvo a sentir que respiro. No se cuanto tiempo he estado en el otro lugar, pero al fin he encontrado un camino para salir de ese agujero oscuro donde me habían encerrado. Que reconfortante volver a sentir los pulmones llenos de aire y el tacto de la ropa, aunque sea una autentica mierda áspera y seca, sobre mi piel. Siento el aroma de la sangre recorrer de nuevo el ambiente a mi alrededor, ese dulce aroma que me hace recordar campos de batalla gloriosos y el placer que produce destrozar a tus enemigos.

Abrí los ojos lentamente, intentando acostumbrarme a la gran luminosidad que había en aquel lugar, pero, la jodida luz me hizo comenzar a llorar, mientras maldecía al que iba a destripar por no haberla apagado.

- ¿Capitán Campbell? –Me preguntó una voz horrible en el otro extremo de la habitación, que no reconocía en absoluto. ¿Dónde mierda me encontraba?


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- ¿Puedes apagar la puta luz? Acabo de llegar de unas vacaciones en un agujero y no estoy acostumbrado a… tanta claridad. –Le respondí al tipo.

- Si por supuesto.- Me respondió aquella molesta voz.

Cuando la luz se atenuó, pude abrir los ojos con tranquilidad, y pude al fin descubrir donde me encontraba. Había miles de ideas confusas y mezcladas en mi mente, como siempre y era habitual, que me impedían pensar con claridad y descifrar qué demonios estaba haciendo aquí y por qué. Me sentía aun mareado, como si hubiera salido de una prueba de reactores dentro de un jet defectuoso y me hubiera estrellado en miles de pedazos.

- ¿Quién mierdas eres tú? y… ¿Dónde cojones estoy? –Pregunté al payaso que estaba frente a mi, fascinado con mi presencia.

- ¡Impresionante! ¡Realmente impresionante! Que placer conocerle al fin, Capitán Campbell. El general y yo estamos encantados de conocerle al fin. –Dijo sonriente, el negrata de mierda que tenia frente a mi.

- Mira payaso… no se de donde has salido, pero me duele la cabeza y estoy desorientado. Más vale que me cuentes que esta pasando o voy a tener que arrancarte la puta cabeza, aquí mismo. –Le dije, mientras notaba que la sangre me hervía y mi cuerpo comenzaba a calentarse. Que sensación tan placentera.

El negro uniformado como un payaso, me miró dudando de que seria capaz de hacer lo que le había dicho, lo cual por mi rostro serio y mi mirada llena de un profundo odio, le hizo darse cuenta de que era más que capaz. Su rostro cambió de expresión y comenzó a mirarme de otra manera, respetándome.

- Esta usted en el camión de mando, de la segunda división del ejército de la Hermandad Aria de los Estados Unidos. Puede que le


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cueste entenderlo en un inicio, pero esta usted en el futuro, en un futuro muy lejano, exactamente 250 años en el futuro. Y queremos ayudarle.

- ¡¿Qué mierda estas diciendo?! ¿En el futuro? ¿Cómo es posible? –Pregunté lanzando una maldición.

- Permítame presentarle al General y líder de la Hermandad Aria, y él le explicara todo lo que desea saber. –Dijo educadamente el negro, acercándose a un panel y activando una serie de botones.

Una imagen no muy clara comenzó a formarse en la pantalla, perfilando lentamente un rostro. Pocos segundos después, el rostro fue aclarándose, apareciendo un perfecto rostro de un hombre negro, joven y sorprendentemente bello, como sacado de una revista de moda.

- Encantado de conocerle, Capitán Campbell. Creo que puedo ayudarle a aclarar sus dudas. –Dijo la grave voz del General en la pantalla.

- Mi nombre es Ash. –Le rectifiqué.

- Por supuesto, Ash. ¿Recuerda el proyecto VORTEX?- Preguntó el general.

- ¡Si, joder! ¡Esos cabrones militares querían utilizarme como carne de pruebas con su nueva mierda de puerta espacial! ¡Los hijos de puta me tenían como primer sujeto de pruebas! – Escupí furioso y profundamente indignado.

- Sabemos que intentaron crear el experimento pero algo salió mal y todos ustedes fueron abandonados en la estación a su suerte, mientras esta se desintegraba. Usted y algunos otros presos pudieron escapar y evacuar antes de que se destruyese, pero la puerta que crearon no se cerró, y fueron arrastrados a ella, viajando posiblemente hasta nuestra época. Es una tecnología que nos fascina. –Relató el General Ario.


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- Me duele la cabeza, y no recuerdo nada de toda esa mierda. –Dije secamente.

- Es comprensible. Lleva usted demasiado tiempo en la sombra de su propia mente. Pero al fin, hemos podido recuperarle. – Dijo el General, sonriendo.

- Tengo… imágenes en mi cabeza, ideas… que no son mías, que no las reconozco… joder, estoy hecho un puto lío. –Dije confuso, mientras recuerdos que no eran míos se mezclaban con sensaciones desconocidas para mí.

- Esta usted procesando muchas de las cosas que ha vivido su alter ego, y necesitará tiempo para bloquear su personalidad. Nuestros médicos le ayudaran con sumo placer. –Dijo el General.

Miré a mí alrededor, y encontré el cuerpo de una mujer tumbada boca arriba, con un precioso agujero en la cabeza. Su rostro me era vagamente familiar, posiblemente por su parecido a alguna prostituta mulata brasileña que estrangulé después de disfrutar de sus servicios.

- Sinceramente, me da igual si estoy en el futuro o en el pasado, o si esos cabrones me utilizaron para su puto experimento, lo que realmente quiero saber, es si estoy libre o no. –Pregunté con seriedad.

- Por supuesto, Ash. Esta usted libre de hacer lo que le plazca. Pero también quiero que sepa, que nuestro ejército ofrece unos placeres, que usted estoy seguro que sabrá apreciar. – Dijo el General.

- ¿Qué tipo de placeres? –Pregunté intrigado.

- Todo lo que un hombre como usted pueda desear. Mujeres, drogas, alcohol, asesinatos en masa, ejecuciones, empalamientos, cacerías, violaciones, pueblos que destruir, ejércitos a los que masacrar, cientos de batallas que disfrutar. Con usted de nuestro lado, podremos aprender mucho, con usted de nuestro lado… podrá hacer todo lo que


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le plazca sin límite ni contemplación. No habrá nadie que le vuelva a meter en ese oscuro agujero que tanto tiempo ha estado encerrado. – Dijo el General, orgulloso y exaltado.

A medida que escuchaba aquellas palabras y frases, mi cuerpo comenzaba a sentir el placer que producía cada una de aquellas maravillosas cosas que me ofrecía el General. Podía sentir el calor de las llamas de pueblos en llamas, o los gritos de dolor de los hombres a mis pies, implorando por su vida.

- ¿Dónde hay que apuntarse? Es la mejor proposición que me han hecho en mi vida. –Dije sonriente y eufórico.

- Antes, hay algo que debe hacer por mí… Capitán Ash. –Dijo el General.

- Dígame, General. ¿Qué puedo hacer por usted?- Pregunté.

- Destripe a Kreiss y tome el mando de su ejército. Jamás he tolerado aquellos que fracasan dentro de mi ejército.

- ¡Pero Señor! ¡He capturado al Capitán Campbell! –Gritó Kreiss implorando por su vida.

- ¡Mandó sin mi consentimiento un escuadrón Noche, extremadamente valioso, cuando descubrimos la posición de la montaña de fuego, con la intención de eliminar al Capitán Campbell, poniendo en peligro una excelente granja para nuestro pueblo! ¡Le ordené detener el convoy de Terry y capturar el valioso cargamento que llevaban! ¡Desobedeció mis órdenes y desvío todo su ejército para perseguir a éste hombre, hasta ese refugio vacio e inútil, donde además ha perdido la mitad de mi ejército! ¡No toleraré tal fracaso! ¡Capitán Ash, acabe con é! –Gritó furioso el General.

- ¡Usted me dijo que el Capitán Campbell era la prioridad absoluta! ¡No puede hacer esto!- Gritó Kreiss desesperadamente.


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- No hay nada más importante que nuestro pueblo y nuestro futuro. Su determinación por complacerme y capturar a Ash, se volvió una obsesión que ha costado muchas vidas y la oportunidad de capturar la montaña de fuego y todo su contenido. ¡No toleraré tal ineptitud, incluso en usted, Kreiss!- Gritó el General, fulminándole con la mirada.

-Yo solo… quería…- Tartamudeaba Kreiss, congelado por el miedo.

- Usted solo quería el mando de todo el ejército. Su codicia ha crecido tanto como su crueldad. Creía que con Ash en su poder, podría chantajearme o incluso amenazarme… Que decepción Coronel, después de tantos años de intachable servicio.- Dijo el general, recuperando poco a poco la compostura.

-¡No es cierto! ¡Yo jamás le traicionaría! –Gritó Kreiss cada vez más nervioso.

- Ash, cumple tu destino. –Dijo apaciblemente el General.

Antes de que Kreiss se volviera para apuntarme con su arma, ya me había deslizado, con un rápido movimiento, y me había situado a su espalda. Lancé un golpe con mi mano derecha, haciéndole soltar el arma y tomé un cuchillo sin filo, de los cubiertos que tenia en su mesa, posiblemente para comer, y se lo inserté en su tripa, deslizándolo de un lado para otro, mientras gritaba como un cerdo el día de matanza. Una vez que sus tripas comenzaron a manar y caer sobre el frío suelo, tomé su cabeza con mi mano izquierda y se la gire bruscamente, rompiéndole el cuello. El cuerpo cayó al suelo aun palpitante.

- ¡Excelente! Será usted un líder y un estandarte para nuestro ejercito en el nuevo mundo que se avecina. No habrá nadie que no le tema o se arrodille a sus pies. –Gritó complacido y satisfecho el general.


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- A sus ordenes, General. – Respondí orgulloso y pletórico. El haber vuelto a matar, había renovado mis fuerzas y mi ilusión, al fin había vuelto a ser yo mismo.

Algo dentro de mí gritaba por salir, haciendo temblar mis entrañas, seguramente sería mi parte más cobarde y pusilánime, que rogaba por salir y tomar el control, pero por desgracia, era demasiado tarde, ahora era yo quien tenía el control.

Al fin, había recuperado lo que soy.

Con la sangre de Kreiss todavía en mis manos, abrí la puerta del tráiler de mando y observé a mi nuevo ejército, como se arrodillaba ante mi presencia. Sonreí, y caminé entre mi nuevo ejército, respirando el suave aroma de la muerte a mi alrededor.

En ese momento, toda una legión de Sangrantes atacaba por los lados de la montaña en masa, disparando contra mis tropas situadas en los flancos. La explosión y llamas de la puerta principal habían atraído a toda la colonia de Sangrantes de la zona. Alguien había calculado bien, que atraeríamos toda la atención en kilómetros a la redonda, ¿quien puede haber sido? Ya tendría tiempo de encontrar respuestas.

Mientras tanto, en el fragor de la batalla lejana, pude ver a un hombre temblando y suspirando de dolor, mientras su cuerpo se deslizaba lentamente por un fino tronco al ser empalado. Sí, esto era lo que me esperaba a partir de ahora, era maravilloso, era música para mis oídos…

Cargué la pistola que había tomado de Kreiss, y grité a todos los oficiales que me observaban como si vieran un fantasma:

- ¡Moveos, pedazo de cabrones! ¡Nos atacan! ¡Vamos a ver de qué estáis hechos!


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EPILOGO

Terry consiguió llegar al fin con su convoy hasta el refugio 3, donde atrincherarse ante el acoso del ejercito Ario, que les perseguía a través del desierto.

Desde Huston llegaron rumores de que el Coronel Kreiss había sido destituido por un hombre desconocido, oculto bajo una mascara que le protegía del sol. Ese hombre había llevado al ejército Ario en una nueva era de atrocidades y masacres nunca vistas, superando con creces la barbarie de Kreiss. Docenas de pueblos y ciudades fueron esclavizados o torturados de formas desconocidas, sin importar niños, mujeres o ancianos.

Los refugios ocultos en montañas y zonas prohibidas fueron destruidos de forma cruel y despiadada. Los sangrantes fueron empujados hacia el sur, hacia México.

La gente libre, a las ordenes de Terry y el apoyo espiritual del padre Janos, no pudieron contener el poder que el nuevo líder del ejercito, el Coronel Ash, imponía de forma férrea en todo el estado.

Una nueva era de terror implacable e imparable, había llegado.


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VOLUMEN 2

“Punto de inflexión”

Próximamente, en el 2010

Gracias por leer este libro, y no te preocupes si te has quedado con la sensación extraña o mala, de que el final no era como esperabas. Todo ha sido premeditado. Mi idea ha sido sorprenderte, y te aseguro que la sorpresa será mayor con el nuevo libro.

Te espero muy pronto… en lo más profundo del desierto.

S. Plissken.


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La tierra oscura vol 1 - un nuevo comienzo