454

La torre de sabiduría - Javi Navas

Embed Size (px)

DESCRIPTION

Más libros en http://teasusto.com/

Citation preview

Page 1: La torre de sabiduría - Javi Navas
Page 2: La torre de sabiduría - Javi Navas
Page 3: La torre de sabiduría - Javi Navas

La Torre de Sabiduría ―El libro deMikel―

Colección: Fantasía y aventuras, nº 1

***

Más información sobre esta y otrasobras del autor y dónde conseguirlas en:

http://javinavasllorente.wix.com/javi-navas

[email protected]

***

© 2015 Javier Navas Llorente Primera edición. Noviembre de 2015

Page 4: La torre de sabiduría - Javi Navas

Maquetación: Javi NavasPortada: Javi Navas. Gráfico: Fotalia

Corrección: Víctor J. Sanz(http://victorjsanz.es)ASIN: B018CCHIF2

***

Todos los derechos reservados. No estápermitida la reproducción total niparcial de este libro, ni la recopilaciónen un sistema informático, ni latransmisión por medios electrónicos,mecánicos, por fotografías, por registroo por otros medios, salvo brevesextractos a efectos de reseña, sinautorización previa y por escrito delautor de la obra.

Page 5: La torre de sabiduría - Javi Navas

Sinopsis

Page 6: La torre de sabiduría - Javi Navas

Mikel es un adolescente que estáatrapado dentro de un sueño junto consus dos gatos, Pole y Pit. Si quiereregresar a la realidad deberá cambiar sumodo de ver y de afrontar la vida.

El asunto no será fácil. Aconsejado porun hombre sabio ha de encontrar un nexode unión con su mundo y atravesarlo.Pero para conseguirlo será necesarioutilizar una llave que primero deberáconstruir durante el tiempo que dure subúsqueda.

Tanto la naturaleza como sus propiaslimitaciones le pondrán en serios apuros

Page 7: La torre de sabiduría - Javi Navas

y descubrirá el valor que tiene laamistad para afrontar las situacionesdifíciles.

Su viaje le llevará a atravesarfantásticos mundos y a vivir aventurasque solo pueden existir en los sueños, ¿ono es un sueño?

¿Y realmente quiere regresar? ¿Oprefiere quedarse para siempre en eselugar?

Page 8: La torre de sabiduría - Javi Navas

Dedicatoria

A Pole y a Pit, que me inspiraron.

Agradecimientos

A Ainhoa Navas, que hizo laprimera lectura y las primeras

críticas constructivas.

A Mercedes Figuerola, por sussabios consejos.

Page 9: La torre de sabiduría - Javi Navas

Índice de contenido

SinopsisÍndice1. ¡Qué pereza!2. ¿Estoy soñando?3. El árbol-casa4. Prisionero del sueño5. Mundo subterráneo6. Entrenamiento7. Camino a la Biblioteca8. La Biblioteca Central9. El Bibliotecario10. Reflexiones en Aurora

Page 10: La torre de sabiduría - Javi Navas

11. Volando12. Tormenta13. Mojadia14. El plan15. El iglú del volcán16. Pesadilla17. Reprimenda18. Barcos y mareos19. Tempestad20. Bolas21. El Pico Sarantes22. La Torre23. Despierto24. Diez años despuésMuchas gracias por la lectura.

Page 11: La torre de sabiduría - Javi Navas

1. ¡Qué pereza!

LA cuerda era infinitamente larga. Laagarré con una mano y miré hacia arriba.Tuve que apartarme la melena de la carapara poder ver algo; el techo estabalejísimos. Mi profesora de Gimnasia meobservaba con el ceño fruncido, ¿deverdad esperaba que trepase hasta allí?Detrás de mí sonaron algunas risitas.«La chica mono y sus amigos», pensé.

―Bueno, Mikel, que es para hoy ―dijola profe.

Page 12: La torre de sabiduría - Javi Navas

Di un salto y me agarré con ambasmanos. «Jooooo, ¿cómo puede ser quesiendo tan flaco pese por lo menostreinta toneladas?», pensé. Empecé aelevarme brazadita a brazadita.

―Debes dar brazadas más largas, si novamos a estar aquí hasta pasado mañana―dijo la profe con voz cansina. Másrisitas.

¡Qué pereza! En realidad no es que mecostase tanto, pero no me apetecía nadaesforzarme. Total, ¿para qué?, si iba asuspender de todas formas. No me habíaaplicado nada durante todo el trimestre,así que, por muy bien que lo hiciese enel examen no iba a aprobar. Además,

Page 13: La torre de sabiduría - Javi Navas

cada vez estaba más alto y el suelo seempezaba a ver bastante lejos. ¿Y si mecaía? No me apetecía estar todo el mesescayolado. Ese último argumento mepareció tan bueno que me detuve yempecé a bajar. Las risas se habíanconvertido en carcajadas.

―No puedo, profe ―dije con un hilo devoz.

―¿No puedes, o no quieres? Llevastodo el curso igual. Me tienes harta contus dudas, tus miedos y tu falta de ganasde hacer nada.

―Lo he intentado. No tengo fuerzas―dije. Más carcajadas y comentariospor detrás. Los miré, lo que provocó

Page 14: La torre de sabiduría - Javi Navas

más hilaridad. Era el grupito desiempre, los cachitas.

―Sabes que vas a suspender, ¿verdad?

―Me imagino ―dije, sabiendo que amis padres les daría igual un suspensoen Gimnasia cuando les enseñase lascalificaciones de las demás asignaturas.

―Pues como creo que el problema esque no te quieres esforzar no solo te voya suspender sino que, además, tendréque hablar con tus padres. A no ser quete decidas de una vez y lo repitasmañana. No te voy a dar másoportunidades.

―Pues vale ―dije. Al día siguiente no

Page 15: La torre de sabiduría - Javi Navas

pensaba aparecer por el gimnasio. Meescabullí intentando pasardesapercibido, cosa imposible conJessica y sus amigos, que me llamaronempollón, tío mierda y cosas así. Porsuerte pude refugiarme entre otros trescompañeros que, como yo, odiaban laclase de Educación Física. No se podíadecir que fuésemos amigos, pero almenos nos arropábamos entre nosotros.

Afortunadamente era la última clase, asíque el suplicio solo duró media horamás, en la que casi todos, hasta los mástorpes, consiguieron trepar la dichosacuerda. En cuanto salí del instituto enfiléel camino a casa. Marcos me alcanzó.

Page 16: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Bah, tranquilo, Mikel, ¿de qué nossirve subir por una cuerda? ¡Ni quefuésemos gorilas!

―Ya, díselo a los demás.

―La mayoría van a suspender enmatemáticas y en física y nosotrosvamos a sacar buenas notas.

―Eso es cierto. Bueno Marcos, me voya casa que tengo que estudiar.

―¿Y no te apetece salir con nosotros?Vamos a dar una vuelta.

―Buf, no, gracias. Tengo que irme, deverdad. ―Y me alejé.

Page 17: La torre de sabiduría - Javi Navas

En realidad no tenía nada importante quehacer, simplemente me daba muchapereza irme a pasear pudiendoquedarme tumbado en mi cama viendo latele. Además, en junio en Madrid hacíaya un calor asfixiante. Nada, nada, encasa se estaba mejor.

No vivía muy lejos así que apenas mecansé. Me reí al caer en la cuenta de quecasi todos mis pensamientos rondabansobre lo mismo: si esto o aquellorequería demasiado esfuerzo y si me ibaa fatigar; ¡suerte que los estudios se medaban bien! Apenas necesitaba estudiary, simplemente atendiendo en clase yrepasando después un poco en casa,conseguía recordar las cosas. Si no llega

Page 18: La torre de sabiduría - Javi Navas

a ser así dudo mucho que hubieseconseguido sacar adelante el curso; nipor mil millones me gustaría tener quequedarme toda la noche estudiando, o loque sería peor, madrugar por lasmañanas como hacían muchos de miscompañeros.

―Hola, hijo. ¿Qué tal tu examen deGimnasia? ―preguntó mi madre.

―Voy a suspender, pero es Gimnasia,tampoco es que sea un drama.

―Mikel, me empiezas a preocupar.Tienes casi quince años y ya eres unvagazo. Te pasas el día tumbado viendola tele y jugando con la videoconsola.¿Por qué no sales con tus amigos un

Page 19: La torre de sabiduría - Javi Navas

rato? Y mira qué pelos más largos,¿cuándo vas a ir a cortártelos?

―Ay, mamá, déjame en paz, anda, yasabré yo si quiero ir con mis amigos―respondí, haciéndome el enfadadopara que no siguiera insistiendo, y mefui hacia mi cuarto.

Me daba vergüenza explicarle que notenía demasiados amigos, o que siguieseinterrogándome y descubriese que, enrealidad, no tenía ni uno solo. Solo depensarlo… ¡Tener amigos es tancansado! Salir a «dar una vuelta», ¿unavuelta adónde?, ¿y para qué? Y nodigamos lo de ir a jugar partidos, andaren bici o ir corriendo hasta no sé dónde.

Page 20: La torre de sabiduría - Javi Navas

Bah, ya me echaría una novia másadelante, no necesitaba más amigos.Bueno sí, tenía dos, y los necesitaba, yellos a mí. Eran mis dos gatos: Pole yPit. Tenían cuatro meses y llevaban unoen la familia. Mi padre los habíaadoptado y ellos me habían adoptado amí. Éramos inseparables y me seguían atodas partes, incluso me esforcé poreducarlos un poco; eso no me dio nadade pereza, y sí muchísima satisfacción.Sí, estaba decidido, mis gatitos eran losúnicos amigos que necesitaba. Lo maloes que los estaba convirtiendo en unosvagos, como yo. Desde que entré en casano se habían despegado de mí,cruzándose todo el tiempo entre mispiernas; ya me había acostumbrado a

Page 21: La torre de sabiduría - Javi Navas

andar arrastrando los pies para nopisarlos.

Entré en mi habitación, cerré la puerta yconecté la tele. Aparté el libro que habíasobre mi cama y me tumbé. Mi madre sehabía empeñado en que leyera Lahistoria interminable, de Michael Ende.Yo lo intentaba, pero me desconcentrabaenseguida; prefería ver la tele o vídeosde Youtube y jugar a videojuegos. Y esoque lo poco que había leído me habíaparecido divertido, pero… yacontinuaría otro día. O mejor, buscaríala película; teniendo la tele y elordenador no sé para qué necesitabaesforzarme en imaginarme las cosas. Losgatos se acurrucaron a mi lado.

Page 22: La torre de sabiduría - Javi Navas
Page 23: La torre de sabiduría - Javi Navas

2. ¿Estoy soñando?

EL día que mi vida dio un vuelcoempezó justo cuando ya se terminaba, alirme a dormir.

Es por todos conocido que, muchasveces, tenemos sueños que son tanvívidos que nos cuesta distinguir lo quees real de lo que no. Algo así ocurrióaquella noche.

Me quedé dormido viendo la tele. Mástarde me despertó el desagradable

Page 24: La torre de sabiduría - Javi Navas

sonido de una telenovela. Entoncesdescubrí que mis gatos no estabanacurrucados a mi lado como erahabitual. Me levanté y vi que se habíanido a dormir al alfeizar de la ventana,los dos juntitos y medio abrazados,como buenos amigos.

«Bueno, pues nada ―pensé―. Es bonitoverlos juntos».

Así que regresé a la cama. No pudeconciliar el sueño, dando vueltas a losmotivos por los cuales mis gatitos noquerían dormir conmigo: «¿Será elcalor? ¿Estarán enfadados conmigo?¿Serán las malas energías? ¿Será que noles gusta volar?... ¿Volar?». ¡No! Sin

Page 25: La torre de sabiduría - Javi Navas

darme cuenta me había quedadodormido, y me había caído dentro de misueño.

Fue una fea caída, sin ninguna gracia.Hay gente que sabe cómo caer bien, conagilidad y gracilidad, como losacróbatas de circo o los gimnastas. Encambio yo caí despatarrado de cualquiermanera, haciendo el ridículo másespantoso y también bastantedespeinado.

Por suerte, el sueño era mío, así que medio tiempo a ponerme una colchonetadebajo para amortiguar la caída. ¿Quede dónde saqué la colchoneta?, pues lasoñé, evidentemente.

Page 26: La torre de sabiduría - Javi Navas

Después de rebotar seis o siete veces,por fin me detuve y pude mirar dóndeestaba. Había caído en una isla, un pocorara, eso sí, porque no había mar porninguna parte. No obstante, estabacompletamente seguro de que se tratabade una isla. Veía el arenal, la montaña,las palmeras, un bosque…, y se oíantrinos y cantos de pájaros por todaspartes.

Me acerqué al borde de la playa. Solovi un vacío enorme que rodeaba todo ellitoral. No podía entenderlo, pero al finy al cabo estaba dentro de un sueño,¿quién entiende todo lo que ocurre enlos sueños?

Page 27: La torre de sabiduría - Javi Navas

Al principio me asusté bastante, aunquepronto me puse muy contento; del cielobajaban mis dos gatitos en paracaídas.Pit llevaba, incluso, un casco deprotección: siempre ha sido másprecavido que Pole.

Cuando llegaron al suelo enseguida fui aabrazarlos y a agradecerles lacompañía. Ellos ronronearon y sefrotaron contra mis piernas y mis manos.

Después me dispuse a explorar elentorno, a ver si descubría dónde estabay qué debía hacer. Además, tenía unaenorme curiosidad por descubrir lasmaravillas que habría dentro de unsueño tan extraño.

Page 28: La torre de sabiduría - Javi Navas

Cerca había un bosque de enormesárboles, altísimos y gruesos. Y allí medirigí. Sus ramas y sus copas lo cubríantodo y apenas dejaban ver el cielo. Elambiente se notaba mucho más frescoque en la playa. El suelo estaba cubiertopor una alfombra de hierba verde y dehojas caídas que se apartaban de micamino como si se las llevase el viento.Eso me hizo bastante gracia e intentépisar alguna, sin conseguirlo. Mis gatostambién trataron de atraparlas; las hojassiempre lograban escabullirse. Variosconejos corrían por entre los arbustos yuna pareja de ardillas me miraban desdeuna rama baja. A lo lejos, pude ver a unciervo pastando que, de vez en cuando,me observaba receloso. Lo primero que

Page 29: La torre de sabiduría - Javi Navas

pensé fue que me iba a perder en unbosque tan denso. Al fijarme mejor medi cuenta de que muchos de esos árbolestenían puertas.

―¡Pues vaya con el sueño! ―les dije aPole y a Pit.

―¡Miauu! ―dijo Pole sabiamente.

―Bueno, menos mal que no hablas, ome habrías dado un buen susto.

Pit me miraba fijamente, sentado sobresus posaderas, como diciendo, ¡pues túdirás qué hacemos ahora! Pues hice lonormal, llamar a la primera puerta.Nada. La golpeé de nuevo ―las puertaseran igual de rugosas que el resto del

Page 30: La torre de sabiduría - Javi Navas

árbol, así que me estaba despellejandolos nudillos―. Cuando ya me estabaplanteando darle patadas, de repente, seabrió. Un señor mayor, con cara demalas pulgas, vestido con un ridículopijama y un gorro de dormir, me mirabasin decir nada.

―Eeeeh… Hola, buenos días, o tardes,o lo que sea. ¿Me podría decir dóndeestamos? ―El señor arrugó más la caray achicó los ojos; se notaba que seestaba enfadando por momentos.

―¡Pues en mi casa! ¿No ves que esteárbol está ocupado? ¡Búscate el tuyo ydéjame continuar con mi siesta!

Y dicho esto, cerró con un portazo que

Page 31: La torre de sabiduría - Javi Navas

hizo que me cayeran encima algunashojas de las ramas superiores queinmediatamente se alejaron de mí, ytambién un mono, que se quedó un ratoaturdido sobre mi cabeza antes deregresar al árbol y trepar, refunfuñandoen el idioma de los monos.

Pole y Pit, sentados en suelo, no mequitaban ojo, y se notaba que estaban tansorprendidos como yo.

―Pues vaya ―les dije―. Habrá queintentarlo con otro árbol.

Por si acaso, me alejé bastante antes dedecidirme a llamar de nuevo, no fuese aser que los vecinos del señormalhumorado fueran como él; ya se sabe

Page 32: La torre de sabiduría - Javi Navas

el refrán: «Dios los cría, y ellos sejuntan».

Esta vez utilicé un palo para aporrear lapuerta y no hacerme daño en las manos.Y de nuevo, tras un rato, se abrió. Unaseñora con cara de boba me mirabafijamente.

―Esto…, hola, ¿qué tal? Me llamoMikel y estoy un poco perdido, ¿podríadecirme dónde nos encontramos? ¿Quéisla es esta?

―No, no puedo ―respondió la señoraboba tras un momento de duda.

―Ah, ¿no? ¿Y quién se lo impide? ¿Porqué no puede decírmelo?

Page 33: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Porque no lo sé. Estoy de paso, lleguéanoche y todavía estoyacostumbrándome a mi nuevo árbol-casa.

Su respuesta me dejó atónito.

―Pero, ¿cómo puede ser? Usted habrállegado desde algún sitio, y habrávenido aquí por algún motivo. Habrátenido que comprar o alquilar su nuevacasa. Tiene que saber dónde estamos.

―No, no lo sé. Estaba viajando, ¿oestaba soñando? No lo sé. El caso esque busqué un árbol que estuviese librepara poder descansar. Y tú deberíashacer lo mismo.

Page 34: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Vaya, ¿y cómo puedo saber si unárbol-casa está libre?

―Ah, es muy fácil. Si puedes abrir lapuerta es que está libre. Buenas tardes.―Y cerró, aunque esta vez no huboportazo, ni hojas, ni mono.

Me quedé boquiabierto de nuevo. Almenos había obtenido algo deinformación: estábamos en la tarde;había árboles-casa libres que podían serocupados; y las personas que habíaconocido eran bastante ariscas y pocosociables.

Estaba claro que mi sueño se estabavolviendo un poco siniestro.

Page 35: La torre de sabiduría - Javi Navas
Page 36: La torre de sabiduría - Javi Navas

3. El árbol-casa

TARDÉ un buen rato, y tuve querecorrer medio bosque, para encontrarun árbol-casa libre. Muchas puertasestaban cerradas y no se movieron ni unmilímetro. Otras se abrieron, perodentro había gente; me miraronsonrientes, disculpándose por no haberlaatrancado. «Acabamos de llegar y nosabemos muy bien cómo funciona todoesto», dijeron la mayoría. Nadie parecíasaber el nombre de aquel lugar y muchomenos decirme dónde había un árbol que

Page 37: La torre de sabiduría - Javi Navas

pudiese ocupar.

Finalmente conseguí hallar uno.

La primera impresión fue increíble. Eraun lugar maravilloso. Parecía unavivienda de gnomos. El interior eramucho más amplio de lo que hubieseesperado. No tenía ventanas, sinembargo estaba suavemente iluminado:de alguna forma, el árbol se las apañabapara filtrar la luz del día.

Colgados de las paredes había cuadrosque mostraban escenas de la naturaleza,estanterías con libros y armaritosrústicos, en el centro de la sala una mesaredonda con cuatro sillas a juego y,pegado a la pared, destacaba un hogar

Page 38: La torre de sabiduría - Javi Navas

de chimenea. Pensé que no sería yoquien hiciese un fuego dentro de unárbol, pero lo cierto es que ya empezabaa esperar cualquier cosa por rara quefuese.

Unas bonitas escaleras circularescomunicaban con los pisos superiores einferiores. No daba crédito a lo queestaba viendo; o el árbol había crecidoal entrar yo, o era yo quien habíaencogido.

Subí las escaleras y llegué a undormitorio. Subí otro piso y encontré unaseo. En la siguiente planta estaba lacocina, que incluso disponía de unmontacargas; supuse que sería para

Page 39: La torre de sabiduría - Javi Navas

llevar las mercancías hasta allí y paratransportar la comida cocinada hasta lasotras salas. No continué subiendo, perolas escaleras aún no se habíanterminado.

Regresé a la planta baja y me aventuréen el piso inferior en el que descubrí unalmacén con diferentes útiles,herramientas y una gran despensa con unamplio surtido de provisiones, todo bienordenado en armaritos y estanterías.Como ya esperaba, las escalerascontinuaban descendiendo.

–Pero bueno. Esto es infinito –les dije amis gatos.

A pesar de estar maravillado y sentir

Page 40: La torre de sabiduría - Javi Navas

una curiosidad enorme por descubrirmás cosas, decidí que ya era hora dedespertarme; las cosas se estabanponiendo demasiado raras, y mi lógicano servía de mucho en aquel lugar,donde parecía que las leyes físicas queyo conocía se habían ido de vacaciones.

Así que volví a la planta baja y me sentéen una silla a ver si conseguíadespertarme y regresar a mi mundo.

–¡Venga ahora! ¡Despierta ya! –medecía, pellizcándome hasta hacermedaño.

No funcionó, y no tenía ni idea de quémás podía hacer para salir del sueño. Locurioso es que empezaba a sentirme

Page 41: La torre de sabiduría - Javi Navas

hambriento, así que pensé que lo mismodaba esperar a despertarme sentado sinmás, que comiendo algo de lo que habíaen la despensa, cosa que hice,compartiéndolo con Pole y Pit.

–Bueno, no sucede nada. A lo mejor loque tengo que hacer es irme a dormir.Seguro que al despertar todo ha vuelto ala normalidad –se me ocurrió.

Así que subí al piso superior y meacosté. Mientras, los gatos, se dedicarona perseguirse a toda velocidad,acechándose y atacándose mutuamente y,no sé si por casualidad o adrede, lamayoría de sus carreras pasaban porencima de mi cuerpo.

Page 42: La torre de sabiduría - Javi Navas

Enfrente de la cama había una estanteríacon libros y, como no tenía mi televisorni mi ordenador portátil, me entró unaenorme curiosidad por ojearlos. Peroestaba tan preocupado que lo único quequería era dormirme para despertarmede nuevo en mi cama.

Di las buenas noches a Pole y a Pit y laluz de la habitación se atenuó. Enseguidame quedé dormido.

Page 43: La torre de sabiduría - Javi Navas

4. Prisionero del sueño

POCO a poco me fui despertando.Medio adormilado todavía, vi unaescena de lo más familiar: Pit abrazadoa mi pie y mordisqueándome el dedogordo. Estaba sin el casco, como debenestar los gatos. Pole dormía tumbadosobre mi cuello y parte de mi cara,medio asfixiándome. Aquello ya era másnormal. Sonreí mientras terminaba deespabilarme, hasta que vi el casco de Pittirado en el suelo. Me incorporé derepente. Pole se asustó y saltó a la

Page 44: La torre de sabiduría - Javi Navas

estantería de libros que había frente a lacama.

―¡Miuuuuu! ―se quejó mientrasvolaba. Derribó algunos libros alaterrizar sobre el estante.

Nada había cambiado. Todo estabaigual; continuaba atrapado dentro de mipropio sueño. Ahora sí que me preocupéde verdad: había agotado mis ideas.Pensé que de nada me serviría ponermenervioso, así que me fui a desayunaralgo de lo que encontrase en el almacén.Lo hice allí mismo, sobre una pequeñamesita.

Después, decidí explorar un poco ydescender más por las escaleras, a ver

Page 45: La torre de sabiduría - Javi Navas

si entretanto se me ocurría algo.Atravesé el almacén y seguí bajando,llegando a una gran sala… ¡de juegos!

Disponía de un sinfin de juguetes,alfombras, colchonetas, pelotas… Poley Pit tardaron medio segundo envolverse totalmente locos, corrieron portodas partes, saltaron y tropezaron conla mayoría de las cosas. No podíareconocerlos, tan tranquilos y perezososcomo eran. Estaban disfrutandomuchísimo. Mi alegría por verlos tanfelices duró hasta que descubrieron ungran y redondo agujero en la pared porel que se introdujeron a toda velocidad,ante mi gran sorpresa y susto.

Page 46: La torre de sabiduría - Javi Navas

―¡Pole, Pit, no entréis! ―grité. Temíaque se pudiesen perder por algúnpasadizo.

Resultó que las paredes eran como ungran queso de gruyer. Los gatos entrabanpor un agujero y salían por otro, inclusopor alguno en el techo. No me explicocómo hacían para no caerse.

Al principio los dos desaparecían yaparecían juntos. Pronto llegó unmomento en el que cada uno asomabapor un agujero diferente. Fuedesesperante. No había forma dealcanzarlos.

Aquello era como un parque deatracciones para gatos. Cuánto más les

Page 47: La torre de sabiduría - Javi Navas

gritaba y más los perseguía mejor se lopasaban ellos; seguramente pensaronque yo estaba participando del juego.

Era imposible pillarlos. Nunca los habíavisto tan excitados. Entre todos lostrastos descubrí una red cazamariposas.La cogí sin pararme siquiera. De estaforma tendría alguna oportunidad deatraparlos. Aun así me tocó correr ysaltar como una cabra por toda la sala.

Sorprendentemente estaba empezando adivertirme. Rápidamente até un cordel aun palo largo y con eso atraje laatención de Pit, que siempre había sidoel más juguetón. Cayó en la trampa y loapresé con la red cuando se acercó. Ya

Page 48: La torre de sabiduría - Javi Navas

tenía a uno.

Faltaba el más difícil. Encerré a Pit enuna caja de cartón mientras pensaba enla treta para engañar a Pole. Recurrí a supunto débil: la comida. Así que subí a lacarrera al almacén a por un bote de patéque había visto anteriormente.

Al regresar, la caja de cartón en la quese encontraba Pit estaba dando saltos ydesplazándose por toda la sala. Chocabacontra las paredes y contra todos losobjetos que había desperdigados. En unplato preparé el cebo para Pole. Estavez fue facilísimo. Solo tuve que decir:

―¡Pole, toma!

Page 49: La torre de sabiduría - Javi Navas

Y salió disparado desde uno de losagujeros de la pared, dando grititos deplacer. Llegó al plato y se puso alamerlo. Antes de que se diese cuenta leagarre y le introduje en la caja con Pit,aunque antes tuve que correr detrás deaquella un rato. Les dejé dentro el paté yla cerré bien. Estaba seguro de que Poleno dejaría comer gran cosa a su amigo.

La escalera seguía descendiendo. Antesde aventurarme más lejos decidíllevarme algunas provisiones, por siacaso. Regresé al almacén, me fabriquéuna especie de mochila con un saco detela que guardaba patatas y lo llené contodo lo que se me ocurrió.

Page 50: La torre de sabiduría - Javi Navas

Reanudé el descenso donde se habíainterrumpido. Me llevé a los dos gatosdentro de la caja, un poco como castigo,un poco por si acaso. Ya se habíanterminado el aperitivo y no hacían másque maullar y revolverse dentro. No losdejé salir hasta que nos hubimos alejadobastante de la sala de juegos. Cuando lohice, se sentaron en el suelo y memiraron con cara de buenos chicos,pidiéndome disculpas.

―No pasa nada. Yo también me hedivertido. ¡Pero que no se vuelva arepetir!

Las escaleras se alternaban conpasadizos que daban vueltas y revueltas;

Page 51: La torre de sabiduría - Javi Navas

a veces bajábamos por pendientesempinadas; otras por cuestas mássuaves, y durante todo el caminoencontré estanterías llenas de libros ycómodos sillones. «Es como si mimadre se hubiese puesto de acuerdo conel sueño para tentarme con alguno»,pensé. Por fin llegamos a otra salacircular, bastante pequeña. Tenía unamesita, varias sillas, un armarito y uncuartito anexo con un aseo. Enfrentehabía una puerta cerrada, con un cartelque rezaba: «Estás a punto de abandonarel árbol-casa, que quedará disponiblepara otro usuario si no regresas antes deque termine el día».

―Y ahora, ¿qué hago?

Page 52: La torre de sabiduría - Javi Navas

Los gatos y yo comimos algo, más quenada para darme tiempo a pensar en quéhacer y, cuando terminamos, habíadecidido que seguiría adelante; parecíael camino más lógico.

Utilicé el aseo. Rellené mi cantimplorade agua. Me dirigí a la puerta de salida,la abrí y salí.

Page 53: La torre de sabiduría - Javi Navas

5. Mundo subterráneo

ANTE mí tenía una nueva sala circular,bastante más pequeña que las anteriores,de hecho, era casi claustrofóbica a pesarde estar bien iluminada. Lo único queallí había eran dos agujeros circularesen el suelo, de más o menos un metro dediámetro, y otros dos iguales justoencima, en el techo.

Decir que me quedé estupefacto seríadecir poco.

Page 54: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Vaya. Creo que hemos encontrado loshuecos de los ascensores, pero sinascensores.

Con mucho cuidado me asomé por unode los pozos; una fuerte corriente de aireascendente me puso el pelo de punta.Con más cuidado todavía me asomé alsegundo. Me alegré sobremanera poraquel exceso de precaución: aquí lacorriente era tan fuerte que casi melevanta. Era un verdadero huracán.

―Ja, ja, si no fuese demasiada locuradiría que hay que meterse por estoshuecos y dejarse llevar por la corrientede aire. El de la izquierda para bajar yel de la derecha para subir.

Page 55: La torre de sabiduría - Javi Navas

Me imaginé que venía hacia mí unascensor, tal como hice para queapareciese la colchoneta que frenó micaída al llegar a la isla. Esta vez nofuncionó. No sabía si era que no loestaba haciendo bien, o que necesitabaestar en peligro para que funcionase, oque ya no tenía ningún control sobre elsueño.

―Bueno, creo que vamos a regresar y abuscar otro camino.

Sabía que estaba en una especie de isla,así que no iba a ser fácil, pero no memetería por uno de esos agujeros niloco.

―Chicos, nos vamos ―dije a los

Page 56: La torre de sabiduría - Javi Navas

gatos―. A no ser que queráis ir por elhoyo ―dije en tono de broma.

Y Pole, sin dudarlo, se lanzó por el de laizquierda.

―¡Pole, noooo!

Asustado, me asomé y vi cómo caía agran velocidad. Poco a poco fuedecelerando hasta descendermansamente. A pesar de eso sentí unmiedo terrible. Ahora no sabía quéhacer. Yo quería mucho a mi gato, nopodía abandonarlo. Tenía quedecidirme. «El aire me sujetará», pensé.Me asomé de nuevo y ya no veía a Pole.¡Tenía que darme prisa o le perdería!

Page 57: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Bueno, pues ahora sí que no hay másremedio que seguir por aquí ―dije,intentando infundirme valor. Cogí a Pitentre mis brazos y, con mucho miedo ydesesperado por reunirme con Pole,salté dentro.

Descubrí que algo que, a priori, parecíauna locura resultaba ser enormementedivertido. Pronto alcanzamos a Pole.Apenas descendía ya, debido a quehabía llegado al punto en el que su pesose había igualado con el empuje delviento, y estaba estático en el aire sinpoder ir para ningún sitio, inclusoparecía ir elevándose poco a poco. Lorecogí al vuelo según bajaba y, con losdos gatos entre mis brazos, seguimos

Page 58: La torre de sabiduría - Javi Navas

descendiendo durante un buen rato.

De repente, el túnel desapareció y nosencontramos en el techo de una bóvedaenorme. Estábamos a unos veinte metrosde altura, ¡tan altos como la azotea de unedificio de seis o siete plantas! Lasensación de vacío, vértigo y terror fueindescriptible. Me vi en el aire, sin nadaa que agarrarme y sin la seguridad queofrecían las paredes del pozo por el quehabíamos bajado.

Cerré los ojos. ¡No me atrevía a mirar!Tampoco quería salirme del chorro deaire que nos sujetaba, cosa que podríaocurrir en cualquier momento si mis dosgatos no se calmaban y no dejaban de

Page 59: La torre de sabiduría - Javi Navas

revolverse entre mis brazos. Intentétranquilizarlos hablándoles consuavidad, lo que sirvió para sosegarmea mí también.

Tras un rato encontré valor paraabrirlos. Íbamos por la mitad de laaltura. Había otras personas quedescendían en diferentes lugares. Y lomás sorprendente: algunos que seelevaban rápidamente hacia el techo,con los pelos rectos hacia arriba (todoel mundo, subiese o bajase, llevaba lospelos de punta, excepto los calvos, claroestá). Vi a un señor que no se habíacolocado bien el sombrero y subía conla cabeza metida hasta la nariz dentrodel mismo.

Page 60: La torre de sabiduría - Javi Navas

Finalmente, y sin darme apenas cuenta,aterricé suavemente en una plataformaagujereada, de donde salía el aire.

Suspiré aliviado, pero estaba tanperplejo que me quedé allí parado sinsaber qué hacer, abrazado a mis gatos.Miré alrededor, aquello era inmenso,parecía algo así como una «estación depozos huracanados». Cada viajeroterminaba o iniciaba su recorrido en unaplataforma similar a la mía, adóndellegaba o de dónde salía (en función desi iba a ascender o había descendido)dando grandes saltos que en esemomento no fui capaz entender: losviajeros que aterrizaban daban un pasofuera de la pequeña plataforma y salían

Page 61: La torre de sabiduría - Javi Navas

rebotados a toda velocidad perdiéndoserápidamente de mi vista. Era demasiado.No entendía nada.

Una fuerte voz me sacó de mispensamientos.

―¡Chaval, sal de ahí! ¿No ves quepuedes provocar un accidente si llegaalguien por tu ventisquero? ―me gritóun señor, vestido de forma muy rara, queestaba sentado sobre una silla altísima,como si fuese un socorrista de la playa oel juez de un partido de tenis.

―¡Sí, lo siento! ―me disculpé.

Di un paso al frente y me llevé uno delos mayores sustos de mi vida. Nada

Page 62: La torre de sabiduría - Javi Navas

más poner el pie fuera de la plataformametálica salí rebotado a toda velocidad,sin ningún control, ni equilibrio, haciaarriba. Al caer y apoyar las manos parano romperme los dientes lo que conseguífue rebotar de nuevo hacia un lado. Diun salto mortal o dos, ni lo sé, y caí demorros sobre el suelo de tierra.Segundos después Pole y Pit aterrizaronviolentamente sobre mi cabeza. Allevantarla vi que la plataforma deaterrizaje estaba rodeada de un grancírculo de una superficie de colorgranate y, como había podidocomprobar, formada por un material tanelástico que prácticamente te hacíavolar. Me puse en pie, Pole y Pittambién se levantaron, y me quedé

Page 63: La torre de sabiduría - Javi Navas

totalmente bloqueado, sin saber quéhacer o hacia dónde dirigirme.

―Chico, ¿estás bien? ―oí que decían amis espaldas. Al girarme descubrí alseñor vestido raro, que habíadescendido de su torre de vigilancia y sedirigía hacia mí con cara de risa―.¿Pero es que no sabes rebotar? ¿Dedónde sales tú?

―¿Rebotes? No, lo siento. No queríaorganizar todo este barullo. Es que no sédónde estoy, ni hacia dónde tengo que ir―le dije, todavía aturdido.

―No me digas más. Seguro que eres unsoñador que te has caído dentro delsueño ―me respondió

Page 64: La torre de sabiduría - Javi Navas

sorprendiéndome.

―¡Sí! ¡Gracias! ¿Usted sabe quéocurre? ¿Y cómo puedo regresar, odespertar, o lo que sea que deba hacer?―le pregunté esperanzado.

―No, no. Yo no sé nada de eso ―medijo con tranquilidad―. Aunque tepuedo decir quién lo sabe.

―¡Sí, por favor! ¡Necesito ayuda!

―Debes ir a ver al Bibliotecario. Él tedirá qué hacer.

―Genial, gracias. ¿Y dónde puedoencontrarle?

Page 65: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Pues en la Biblioteca Central,evidentemente ―me respondió,mirándome como si fuese tonto. ¡Mira túqué raro!, un bibliotecario en unabiblioteca: eso lo había deducido yosolito. En realidad le preguntaba por unadirección o por la forma de llegar hastala biblioteca, pero no se lo expliquépara no molestarle más y arriesgarme aquedarme sin las respuestas que tantonecesitaba. Como vio que no decía naday le miraba expectante, continuódiciendo―: Mira, debes tomar lagalería número seis. Sigue todo recto ypronto encontrarás carteles que teindicarán cómo llegar.

―Galería seis. Muchas gracias. ¿Y

Page 66: La torre de sabiduría - Javi Navas

podría decirme dónde queda esa galería,por favor?

―Chico, no me extraña que andesperdido ―dijo resoplando, comohaciendo acopio de una pacienciainfinita―. Mira allí arriba; la tienesencima.

Al elevar la vista vi unas oquedadesenormes en la pared de la gruta. Eranboquetes circulares de unos cuatrometros de diámetro y estaban situados aunos diez de altura. Cada uno de estas«galerías» tenía un número encima: G3;G4, G5, G6... Por ellas entraban y salíanpersonas dando enormes saltosimpulsándose en los círculos elásticos

Page 67: La torre de sabiduría - Javi Navas

de color granate. Por unos entraban ypor otros salían, como si fuesen loscarriles de una autopista. Y todo ocurríaen medio de un gran orden y concierto.

Aunque, en mi interior, ya sabía larespuesta, alucinado como estaba, notuve más remedio que preguntar:

―¿Y cómo se supone que voy a pasarpor ahí?

―¡Pues botando, naturalmente! ¿Cómoquieres pasar? ¿Volando? ―Entoncesdebió recordar mi accidentada llegada ysus modales se relajaron―. Ah, ya, queno sabes botar. Mira, pasa por esapuerta que ves allí delante, es la entradaa una sala de entrenamiento para los

Page 68: La torre de sabiduría - Javi Navas

niños que todavía no han aprendido abotar, dentro podrás practicar. Ahoratengo que dejarte, que debo controlar alos viajeros de los ventisqueros paraque no ocurra nada raro. Adiós y suerte.

Y sin darme tiempo a darle las graciasse alejó y se encaramó a su silla devigilante.

Con la sensación de que jamás lograríapasar por la galería número da igualcuál, me dirigí despacio hacia la puertaindicada, Pole y Pit me siguieron sindecir ni ¡miau!

Page 69: La torre de sabiduría - Javi Navas

6. Entrenamiento

NADA más entrar por la puertaconfirmé que aquello solo podría ocurrirdentro de un sueño.

La sala era enorme y estaba llena decírculos elásticos, como los que habíavisto antes, de diferentes tamaños. Elsuelo era más mullido que el de la grutaanterior, seguramente para que nadieterminase con la cabeza demasiado rota.Entre algunos de los círculos habíaobstáculos que los niños aprendían a

Page 70: La torre de sabiduría - Javi Navas

sortear. Estaban los que simplementedaban saltos verticales, los que hacíandiferentes acrobacias y también los quesaltaban de uno a otro círculo. Parecíacomo si los grupos estuviesenorganizados por niveles y había unentrenador con cada uno, marcando laspautas y dirigiendo los ejercicios.

La cara de sorpresa que puse debió sermonumental y, enseguida, uno de losentrenadores se acercó extrañado.

―Hola, chico. ¿Buscas a alguien?

―Hola, no. Lo que ocurre es quenecesito ir a la Biblioteca Central, perono se botar. Y como parece que ese es elúnico modo de llegar…

Page 71: La torre de sabiduría - Javi Navas

―¿No sabes botar? ¿De dónde sales tú?¿Y no te han dicho que la bibliotecacerrará dentro de doce horas, para haceralgunas reformas, y estará así durantevarias semanas?

―No, no me lo han dicho ―respondíalarmado―. Pues debo llegar cuantoantes para hablar con el Bibliotecario.

―Chico, vas a tener que espabilarte.Aquí te podemos enseñar y, si te aplicas,seguramente tendrás tiempo de sobra.―Me ofreció amablemente.

―¡Sí, por favor! No sé ni por dóndeempezar.

―Ven conmigo. Me llamo Ramón y soy

Page 72: La torre de sabiduría - Javi Navas

coordinador de los entrenadores. ―Mellevó hasta un grupo donde unos niñoshacían saltos que parecían ser la mar desencillos―. Antón este es…

―Mikel ―dije para completar la pausa.

―Mikel necesita un cursillo urgentepara aprender a botar cuanto antes. Siquieres yo me encargo de tus chicos.

―Hola, Mikel ―dijo Antón―, vamos aese botil que está libre. ―Señaló con eldedo. Deduje que por «botil» se referíaa los círculos elásticos. Nos plantamosdelante y, recordando mi experienciaanterior, lo miré con temor―. Muy bien,entra deslizando los pies despacio. ¡Sindespegarlos del botil! Apoya tu peso en

Page 73: La torre de sabiduría - Javi Navas

cada pie. ¡En equilibrio! ―fueindicándome.

Lo hice, con mucho miedo, pero pudellegar al centro. La superficie eramullida, tenía tensión y una ciertavibración, como si estuviese viva yquisiera lanzarme por los aires.

―Perfecto. Ahora empieza a botar muydespacio arriba y abajo. Intenta nodesviarte hacia los lados y pisa con losdos pies por igual. Para frenar solodebes flexionar las piernas, al aterrizar,para amortiguar el rebote.

Entrar en el botil siguiendo susinstrucciones había sido relativamentefácil. En cuanto empecé a botar salí

Page 74: La torre de sabiduría - Javi Navas

despedido contra una de las enormesraíces que, a modo de columnas,atravesaban de arriba abajo la sala.Menos mal que las tenían acolchadas yno me hice daño.

Yo creía que los gatos no podían reírse,pero al mirar a Pole y a Pit me parecióque estaban carcajeándose de mí.

―Bueno, empecemos otra vez. Esto seconsigue a base de repetir ―me dijoAntón, con una sonrisa de oreja a oreja.

Volví al botil, mirando de reojo a misgatos, que me recordaron a los cachitas«graciosillos» del instituto. Después decuatro o cinco intentos conseguí caerdentro tras el primer rebote. Lo malo era

Page 75: La torre de sabiduría - Javi Navas

que al segundo salía tan alto y torcidoque de nuevo hacía un aterrizaje forzosoen diferentes lugares.

Los niños cercanos estaban pasándoloen grande viendo mi descontrol, misgrititos y mis ridículas caídas. Trasvarios minutos fui capaz de hacer elejercicio sin ser el centro de atención, locual era bueno. Me sentí genial. Nuncahabía hecho cabriolas parecidas. Paramí, esto era un éxito enorme.

―Está dominado ―confirmó Antón―.En condiciones normales deberíaspracticarlo más. Como tenemos prisahay que pasar a lo siguiente.

―Antón, ¿y no hay un autobús o algo así

Page 76: La torre de sabiduría - Javi Navas

que llegue a la biblioteca? ―preguntéesperanzado.

―¿Autobús? ¿Cómo quieres que unautobús vaya dando botes y pasando porlas galerías? No digas tonterías, anda, ysígueme.

Sonreí para que pareciese que lo habíapreguntado en broma y no quedar comoun bobo. Me llevó a una zona en la quehabía dos botiles enfrentados, separadosunos diez metros uno del otro.

―Bueno, ahora debes botar en uno,aterrizar en el otro y regresar. Así todoel tiempo. Practica y yo volveré enmedia hora.

Page 77: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Vale, aquí estaré ―respondínervioso, pero ilusionado con el nuevoreto.

Pole y Pit no habían perdido detalle demis prácticas y me habían seguido ensilencio. Estaban sentados juntosmirándome con cara de divertidos, igualque si estuviesen viendo pájaros desdela ventana de mi casa.

―Vamos a por ello ―dije.

Empecé a practicar. Al principio nocalculaba bien la intensidad del bote, deforma que me quedaba corto y nollegaba al siguiente; o daba demasiadoimpulso y lo sobrepasaba volando ypegando ridículos grititos. Después

Page 78: La torre de sabiduría - Javi Navas

ocurrió que, cuando conseguía caer bienen el segundo botil, salía rebotado contanta energía que era incapaz decontrolar la dirección, y de nuevoaterrizaba fuera del mismo.

Ya no había dudas. Pole y Pit se estabanpartiendo de la risa.

―Pues que sepáis que cuando vayamosa la biblioteca vosotros vendréisconmigo; si yo me estrello, vosotros osestrelláis ―les dije malhumorado.

Se miraron el uno al otro y dejaron dereír. A partir de entonces, solo medieron ánimos con maulliditos.

Cuando regresó Antón ya conseguía

Page 79: La torre de sabiduría - Javi Navas

hacer el ejercicio correctamente, ysaltaba de un botil al otro como si nada,siendo capaz de frenar y todo.

―Muy bien, Mikel. Aprendes rápido.Veamos cómo te las arreglasfranqueando obstáculos. ―Apretó unpulsador que hizo elevarse un muretedesde el suelo hasta alcanzar unos tres ocuatro metros de altura―. Muy bien. Laidea es la misma que antes. Ahora debespasar por encima del muro. Lo difícil esque cuando saltas no ves el botil derecepción. Te diré el truco: si tu impulsotiene la energía justa para franquearlo―señaló el muro―, entonces laparábola del salto te llevarádirectamente al siguiente botil. Si te

Page 80: La torre de sabiduría - Javi Navas

asusta golpearte contra la pared y saltasmuy alto irás demasiado lejos y losobrepasarás, y créeme, el aterrizaje noserá bonito.

―Antón, ¿quién ha diseñado este mediode desplazarse? ¿Algún enemigo?

―No bromees y concéntrate enpracticar ―respondió con seriedad.

Miré el muro y me asaltó el miedo. Unacosa era botar de un botil a otro, que eradivertido y parecía un juego; ahora noconfiaba en poder acertar sin verloantes.

―No sé si voy a poder…

Page 81: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Todo el mundo puede. Tú haz lo quehas aprendido.

Me costó mucho decidirme, peroavergonzado ante las miradas de Antón ylos otros chicos finalmente salté. Meentró el miedo, no controlé el salto y meestrellé contra el muro.

―Debes confiar y botar sin dudar―dijo Antón.

«Qué fácil es decirlo», pensé.

En los siguientes saltos lo único queconseguí fue quedarme agarrado almurete, sin llegar a pasar al otro lado.Pole y Pit no pudieron contenerse más yde nuevo empezaron a reírse de mí,

Page 82: La torre de sabiduría - Javi Navas

poniéndome más nervioso. Además, eltiempo pasaba y tenía prisa por llegar ala biblioteca.

Al cabo de un rato mi salto me llevaba acaer de pie encima del murete.Comprobé que era capaz de saltar deregreso al botil, amortiguandocorrectamente la caída para no salirdespedido de forma indeseada. El miedoempezó a remitir.

Tras varios minutos más ya conseguíahacer el ejercicio correctamente:saltaba, franqueaba el muro y rebotabade regreso. Repetí y repetí hasta queAntón estuvo satisfecho. Habíadescubierto que era mucho más fácil de

Page 83: La torre de sabiduría - Javi Navas

lo que parecía a priori, y que lo quepodía complicarlo era afrontar el saltocon dudas o con miedo. Una vez vencidoel temor simplemente saltabas y todofluía con facilidad.

―Bueno, muy bien, Mikel. Vamos a porlo siguiente. Vas a hacer lo mismo y estavez con los botiles y muretes situados alas distancias y alturas reales de loscircuitos urbanos. ¿Sí?

―Vale. Estoy listo ―dije con voztemblorosa; no era cierto, estaba viendoa varios niños practicar ese ejercicio yno me pareció ni fácil, ni seguro―.Gracias Antón.

―Nada, nada. Sígueme ―dijo.

Page 84: La torre de sabiduría - Javi Navas

Tras esperar un poco a que los niñosterminasen su turno me tocó intentarlo amí.

Impresionaba una barbaridad. El botilera bastante más grande que losanteriores, y el muro, con una galería ala altura reglamentaria, se encontraba aunos veinte metros de distancia y, porsupuesto, no se veía el botil deaterrizaje, que era de esperar que seencontrase también a veinte metrosalejado del muro, con lo que tendría quedar un salto de cuarenta metros pasandopor la galería.

El miedo que ya sentía se estabaconvirtiendo en verdadero pánico.

Page 85: La torre de sabiduría - Javi Navas

Entonces recordé mis conclusionesanteriores y pensé: «Adelante. Sabeshacerlo. Solo tienes que decidirte».

Con esta idea en la cabeza cerré los ojosy respiré profundamente paratranquilizarme. Subí a la plataforma desalida, desde dónde debía iniciar elejercicio y, sin darme tiempo aarrepentirme, salté.

Fue impresionante, asombroso ydivertido. El primer intento fue un pocodesastre; me di demasiado impulso ytuve que poner las manos delante de lacara para no golpeármela contra la partesuperior de la galería. Pasé por el huecodando volteretas hacia atrás. Caí en el

Page 86: La torre de sabiduría - Javi Navas

otro botil y de nuevo reboté contra unacolumna. Sonaron risas, pero no meenfadé y reí también.

Conseguí hacerlo bien a la segunda.Tanto disfruté que quise repetirinmediatamente. Tras varios intentos yaestaba totalmente confiado y saltaba conseguridad.

―Muy bien. Ahora deberías practicarllevando a los gatos contigo, para que teacostumbres a su peso y no te pille porsorpresa después.

―¿Miau? ―le dijo Pit a Pole mirándolecon los ojos muy abiertos.

Los dos gatos, que no eran tontos y

Page 87: La torre de sabiduría - Javi Navas

habían entendido perfectamente lo quevenía a continuación, salieron corriendoa toda velocidad alejándose de nosotrosy dirigiéndose hacia la puerta de salida.

―¡Cerrad la puerta! ¡Coged a esosgatos! ―gritó Antón.

Inmediatamente, varios de los niñosempezaron a perseguirlos, botando debotil en botil.

Cuando estaban a punto de escapar porla puerta, una niña de trenzas y cara detraviesa les pasó volando por encima yaterrizó delante de ellos. Les cerró elpaso y también la puerta.

Pit no pudo frenar a tiempo. Pasó por

Page 88: La torre de sabiduría - Javi Navas

debajo de las piernas de la niña y seestampó contra la puerta. Pole saltósobre la niña y corrió por su pecho ycabeza. Hizo un brusco cambio desentido y corrió en otra dirección. Pitenseguida se le unió.

Entonces empezó una actividadfrenética. Todos los niños saltabanpersiguiendo a los gatos. La velocidadera tal que costaba ver todas lascabriolas y virguerías que hacían. Eracomo estar en un circo de acróbatas.Aparecían niños y niñas volando portodas partes.

Aunque al principio había un ciertoorden, el incremento de la velocidad,

Page 89: La torre de sabiduría - Javi Navas

del número de niños participantes en lapersecución y los repentinos cambios dedirección de los gatos estabanprovocando infinidad de choques en elaire, desequilibrios, aterrizajes fuera delos botiles y, sobre todo, muchísimascarcajadas.

Hasta que, en un descuido, Pole entrócorriendo en un botil y salió rebotado decostado contra los brazos de un chicoque venía volando por el airepersiguiéndole. Ambos cayeron al suelo,rodando, hasta estamparse contra una delas raíces acolchadas. Por suerte, elchico consiguió abrazarle paraprotegerle.

Page 90: La torre de sabiduría - Javi Navas

Pit, que se vio solo, se despistó unmomento y terminó acorralado entre unapared y un grupo de chicos que seacercaban a él andando tranquilamente,rodeándole. Así que se vio atrapado y serelajó, bajó la cabeza y empezó aregresar despacio hacia mí. No dejó derefunfuñar y bufar durante todo elcamino. Los chicos le iban abriendopaso, formando un pasillo para evitarque se escapase de nuevo. Sonreíandivertidos. Cuando Pit llegó yo ya teníaa Pole metido en mi mochila, con lacabeza y las patas delanteras asomandopor fuera y con cara de malas pulgas.Me daba sonoros manotazos en elcuello.

Page 91: La torre de sabiduría - Javi Navas

Poco rato después, con los dos gatosbien sujetos, me sentía preparado paraempezar el ejercicio.

―Vamos, confiad en mí. Va a serdivertido ―les dije, a la vez quepensaba que yo también tenía queconfiar un poco más en mí mismo.

Siguiendo las instrucciones de Antón mesitué en la plataforma de inicio y salté.Los maullidos de susto de los gatos seoyeron por todo el recinto. Tras repetirvarias veces no solo enmudecieron sinoque además empezaron a disfrutar y, lomás importante, a dejar de clavar susuñas en mi cuello.

―Vale, vale. Prueba superada ―dijo

Page 92: La torre de sabiduría - Javi Navas

Antón.

Y me bajé del botil, satisfecho, aunquesin verme capaz todavía de afrontar elcamino hacia la biblioteca. Se lo dije aAntón.

―¡Ah, no!, tranquilo ―me dijo―.Debes hacer un último ejercicio paraasegurarme de que no te vas a hacerdaño, o a provocar accidentes, o acausar problemas de circulación ―seexplicó―. Y así compruebas si te vescapaz de emprender el viaje.

―Vaya. Pues dicho así parece que haymuchas cosas que pudieran salir mal…¿Y al final me vais a dar un carné desaltador? ―pregunté.

Page 93: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Ja, ja. Pues es una idea interesante. Laguardaré para otro día.

Tras descansar un rato, tomar algo dealimento (ya era mediodía) y haceralgunas amistades en una sala dedescanso anexa, Antón, me condujo auna zona que llamó «el circuito». Allíme presentó al grupito que esperabapara practicar.

―Bueno, chicos. El ejercicio consisteen completar este circuito tres vecesseguidas. Serán diez botes por vuelta.Quiero poner especial énfasis en queNO ES UNA CARRERA. Si vais a irtodos juntos es para simular unasituación de circulación urbana real. El

Page 94: La torre de sabiduría - Javi Navas

objetivo es completar el ejercicio sinestorbaros y lo más rápido que podáis.Importante: sin llegar al punto de perderel control. ¿De acuerdo? ¿Preguntas?

Ninguno dijimos nada.

―Bien, pues colocaos sobre laplataforma de inicio. ―Lo hicimos,situándonos bien alineados. Me sentínervioso, pero ahora estaba con máschicos y no podía mostrar mi temor si noquería hacer el ridículo―. Pues podéisempezar cuando queráis ―dijo.

Todos nos miramos, y en especial losdos chicos de la izquierda y una chicaque estaba a mi lado, que sonrieron conmalicia. Uno de ellos dijo:

Page 95: La torre de sabiduría - Javi Navas

―¡A la de tres! Uno… dos… y…¡TRES!

Nos pusimos en marcha. ¡Yo también!¡Yuju! El chico pelirrojo que tenía a miderecha y yo decidimos seguir losconsejos de Antón y fuimos rebotandocontroladamente intentando salir airososde la prueba.

En cambio, la chica y sus dos traviesoscompañeros botaban y volaban,compitiendo por llegar en primer lugar.Tuve que hacer verdaderos esfuerzospara no mirarlos y poder concentrarmeen mi ejercicio. Su velocidad erapasmosa. En algunos casos pasaban porlas galerías haciendo saltos mortales y

Page 96: La torre de sabiduría - Javi Navas

otras virguerías. Antes de terminar mistres circuitos ya me habían adelantadopor segunda vez.

No solo fui perdiendo el miedo, sinoque, además, estaba disfrutando comonunca. No se me ocurriría ponerme asaltar a la pata coja o cosas así, perodesde luego que me sentía capaz depasarme el día botando.

Cuando llegué al final, ellos ya llevabanun rato discutiendo sobre quién habíaganado la carrera, intentando que Antónlos sacase de dudas, sin conseguirlo;este no quería participar en la disputa.Cuando nos calmamos un poco,comentamos el ejercicio. Antón nos hizo

Page 97: La torre de sabiduría - Javi Navas

algunas correcciones y, finalmente,preguntó:

―Bueno, ¿repetimos o qué?

―¡Síííí! ―dijimos al unísono. InclusoPole y Pit entendieron la pregunta y seunieron al entusiasmo general con unsonoro: «¡Miau!».

Esta vez afronté la prueba con otraactitud. Y el disfrute fue mucho mayor.Me sorprendí riendo en mitad de losenormes saltos. En ningún momento measaltaron las dudas.

Casi me dio pena terminar y despedirmede Antón y los chicos, pero debía llegara la biblioteca y el entrenamiento había

Page 98: La torre de sabiduría - Javi Navas

durado ya varias horas, que di por bienempleadas. Jamás hubiese pensado quesería capaz de hacer algo parecido. Mesentí superrealizado. Ahora ya estabalisto para afrontar la siguiente etapa demi viaje.

Antón me acompañó hasta el botil departida para la ruta de la galería númeroseis y me deseó suerte. Le di las graciasy, tras mirar el boquete de la pared, queaquella gente llamaba galería, de unmodo muy diferente a como lo hice laprimera vez… salté.

Page 99: La torre de sabiduría - Javi Navas

7. Camino a la Biblioteca

LOS primeros saltos apenas me enteréde nada, tan preocupado como estaba deacertar por las galerías y de botar con laintensidad justa para no estamparmecontra el muro, chocarme con alguien ocaer fuera del botil.

Hasta ese momento había podido medirmis progresos con otros niños enperíodo de aprendizaje y pensaba que nose me daba tan mal. Sin embargo ahoraestaba en medio de una marea de gente

Page 100: La torre de sabiduría - Javi Navas

de todo tipo, que daba botes a todavelocidad, que llevaba años de prácticadiaria y para quienes esa forma detrasladarse de un lugar a otro resultabatan natural como pasear lo era para mí.

Mi avance, comparado con el de ellos,resultaba torpe y lento. Tan solo fuicapaz de adelantar a un señor bastanteanciano que botaba sentado en su sillade ruedas. Al pasar por su lado, en lomás alto del salto, me miró y sonrió. Yosonreí también; era bastante graciosover volar a un señor en silla de ruedas,con una mantita sobre las piernas y conuna gorra en la cabeza, colocada con lavisera hacia atrás como si fuese unrapero. Me pregunté qué es lo que haría

Page 101: La torre de sabiduría - Javi Navas

para frenar.

Si el adelantar a alguien, aunqueaparentase tener por lo menos cientocuarenta años, me dio ánimos y me hizosentirme orgulloso, todo esodesapareció cuando una señora pasó ami lado como una exhalación llevando¡un cochecito con un bebé dentro!, quien,en lo más alto de la parábola del bote,se elevaba fuera del coche para caerdentro de nuevo al descender. A pesarde la gran velocidad a la que pasaronpude escuchar las risas de gozo delniño.

Algunas bóvedas eran muy pequeñas,con un solo botil enorme en el centro y

Page 102: La torre de sabiduría - Javi Navas

caminos alrededor; otras eran inmensasy era necesario brincar varias vecespara atravesarlas y alcanzar la siguientegalería.

La vida se desarrollaba alrededor de losbotiles como si nada. Había gentepaseando, niños jugando, comercios,parques, casitas, campos de deportes ytodo lo que se pueda imaginar en unagran ciudad, excepto edificios altos. Losviajeros saltaban sobre todo lo anteriorsin que a nadie le resultase extraño.

Había puertas que conectaban unasbóvedas con otras, pensé que quizáspodría haber ido a la biblioteca andandoen lugar de dedicar varias horas a

Page 103: La torre de sabiduría - Javi Navas

aprender a utilizar los botiles. Pronto meconvencí de que hubiese sido imposible,dada la distancia que había que recorrery que, además, varias de las salas queatravesé tenían lagos centrales; los másgrandes eran verdaderos mares, que sepodían atravesar de botil en botil,situados, a modo de islas, de formaestratégica.

En esos lugares «volé» sobreembarcaciones de recreo y pesca. Pudever grandes peces saltando sobre el aguaque parecían planear y que, por suerte,no sabían usar los botiles; no sé quéhubiese hecho si me llego a encontrar aun pez espada viniendo de frente haciamí. Faltó poco para que me despistase

Page 104: La torre de sabiduría - Javi Navas

admirando las vistas y aterrizase en elagua.

Si hubiese ido andando tendría quehaber recorrido infinidad de kilómetros;el camino era circular y bordeaba loslagos con un enorme perímetro exterior;hubiese sido un bonito paseo: los bordesestaban plagados de personas haciendodeporte; pintando cuadros; leyendosentados en bancos, en la arena o en lahierba; músicos callejeros; gente enterracitas de lo que parecían bonitascafeterías; y existían diversos comerciose incluso casas con sus jardincitos.

No me hubiese importado vivir parasiempre en una de esas casitas y

Page 105: La torre de sabiduría - Javi Navas

olvidarme de la vida real, pero recordéque tenía familia en el otro mundo, asíque tenía que concentrarme en continuarmi camino.

Todas las galerías estabanadecuadamente numeradas, con lo queno era fácil perderse. Pero aún no habíavisto nada que me orientase hacia labiblioteca. En cambio sí que habíadescubierto cómo hacía esa gente paraindicar las direcciones hacia losdiferentes lugares de interés: a los ladosde cada galería, a veces, había flechascon indicaciones tales como«Ayuntamiento», «Colegio»,«Ventisqueros del Bosque Norte»,«Hospital», etc. Y también había otras

Page 106: La torre de sabiduría - Javi Navas

parecidas en el suelo, escritas congrandes letras que podían verse desde elaire. Finalmente, los botiles quellevaban a algún sitio concreto loindicaban con letras o símbolos pintadosdirectamente sobre ellos y cambiaban decolor. Así que supuse que encontraría labiblioteca cuando estuviese cerca.

Y así fue. En un momento dado empecé aver indicaciones que advertían de que labiblioteca estaba a treinta botes, veintebotes…; y después, al entrar en una salaenorme, la más amplia que había visto,una línea de botiles verdes con grandesletras atravesándolos por su diámetroque decían: «BIBLIOTECACENTRAL», se desviaba hacia la

Page 107: La torre de sabiduría - Javi Navas

derecha. Seguí las instrucciones.

Los botiles se iban haciendo máspequeños y estaban más próximos entresí, hasta que llegué al último, rodeadode luces rojas intermitentes para quenadie se despistase. De todos modos,ese, apenas rebotaba, así que fue fácilfrenar. A su lado se alzaba una torre devigilancia con su correspondiente señorvestido raro sentado encima. A pocosmetros estaba la biblioteca cuya fachadaera la pared de la bóveda.

Aterricé con el mayor salero posible ymiré al vigilante con cara de orgullo,esperando que me dijese lo bien que lohabía hecho. Como es lógico, ni se

Page 108: La torre de sabiduría - Javi Navas

inmutó; estaba atento al tráfico y a losviajeros. Salí tranquilamente y observéel edificio.

Tenía puertas de madera, muy altas,abiertas de par en par. Al elevar la vistavi grandes ventanales y enormes terrazasen las que había gente leyendo,estudiando y charlando. Los pisosllegaban hasta el techo de la bóveda, locual era mucho. Viendo una bibliotecaasí, la verdad es que hasta a mí, quesiempre había sido perezoso para lalectura, me daban ganas de pasar allítodo el día, y eso que todavía no habíavisto el interior.

Con impaciencia y expectación me

Page 109: La torre de sabiduría - Javi Navas

encaminé hacia las puertas y penetré enla Biblioteca Central.

Page 110: La torre de sabiduría - Javi Navas

8. La Biblioteca Central

LA planta baja era más bien unalibrería, cafetería y centro de reunión,todo a la vez. Había expositores conlibros, revistas y cómics. Grupos dejóvenes y mayores charlaban en mesasredondas de madera con libros yrevistas encima de cada una. No habíaruidos molestos ni barullo.

La altura de la sala era la de las cincoprimeras plantas de la biblioteca, queeran circulares y abiertas por el centro,

Page 111: La torre de sabiduría - Javi Navas

como si fuesen balcones.

Me sorprendí muchísimo al pensar que,si no hubiese sido por mi urgencia enhablar con el Bibliotecario, me hubiesegustado explorar cada rincón, e inclusohaberme sentado a leer algotranquilamente mientras me tomaba unrefresco. «Seguro que este sueño lo hadiseñado mi madre para que lea algúnlibro, aunque sea dormido», pensériendo.

Al fondo había un mostrador con variaspersonas que atendían a los usuarios, asíque allí me dirigí.

―Hola. Me gustaría hablar con elBibliotecario, por favor.

Page 112: La torre de sabiduría - Javi Navas

―¿Tienes cita concertada? ―mepreguntó una señora con tono amable.

―No, pero es urgente que hable con él.Necesito que me ayude.

―Vaya, siento decirte que no puederecibir a todo el que pregunte por él. Esun hombre muy ocupado; yo te puedoayudar en cualquier cosa.

La señora había sido muy agradable,pero lo que yo necesitaba era hablar conel Bibliotecario, así que le dije connerviosismo:

―Usted no lo entiende. Necesito hablarcon él para que me diga qué debo hacerpara regresar a mi casa.

Page 113: La torre de sabiduría - Javi Navas

Mi voz sonó más angustiada de lo quehabía previsto, así que la señora se diocuenta de que pasaba algo fuera de lonormal.

―¿Eres un soñador? ¿Estás atrapadoaquí?

―¡Sí! ¡Por favor, tengo que hablar conel Bibliotecario!

―Espera. Déjame un segundo―respondió. Descolgó lo que parecíaun teléfono bastante raro y habló conalguien―. ¿Te llamas?

―Mikel.

―Vale, te recibirá ―dijo segundos

Page 114: La torre de sabiduría - Javi Navas

después, dejándome aliviado―. Debessubir a la quinta planta y allí dirigirte ala zona de pértigas para poder llegar alpiso catorce.

―Se lo agradezco mucho, aunque no heentendido la segunda parte de susinstrucciones.

―No importa. Mira, allí está el botilque te subirá a la quinta planta, despuésbusca la zona de pértigas.

Con una sonrisa me despedí y me fui allugar indicado. Había cinco botilesalineados de diferentes tamaños; el máspequeño de tan solo un metro dediámetro. Sobre cada uno de ellos habíaun número escrito que se correspondía

Page 115: La torre de sabiduría - Javi Navas

con el piso al que te impulsaba. Supuseque para llegar a plantas superioreshabría que utilizar las mencionadaspértigas; a saber qué sería eso. Al ladohabía un larguísimo tubo vertical yalgunos lo estaban utilizando para bajardeslizándose abrazados a él.

Boté en el número cinco y volé hasta laquinta planta. Las mesas de los lectoresestaban orientadas hacia el interior de lasala, de forma que aquellos disfrutabande una espectacular vista. Estas plantas,por uno de los lados, disponían debalcones que daban hacia la ciudad,como ya había descubierto antes deentrar.

Page 116: La torre de sabiduría - Javi Navas

Las estanterías estaban por todas partes,con una impresionante cantidad delibros, «mi madre sigue insistiendo, aver si pico», volví a reír. Seguí lasindicaciones que llevaban a la zona depértigas.

Al llegar solo encontré a una persona yparecía estar esperándome. Antes de quepudiese siquiera saludar se me acercó.

―Hola. Debes de ser Mikel, ¿verdad?Yo soy Raúl. Ven, el Bibliotecario teespera. ―Sonreí, agradecido de notener que explicar todo de nuevo―.Mira. Estas son las pértigas.

―Gracias, pero no entiendo qué es loque estoy viendo ―contesté muy

Page 117: La torre de sabiduría - Javi Navas

extrañado.

Ante mí, alineadas a lo largo de lapared, había varias varas muy largasclavadas en el suelo, dobladas hacia elfrente gracias a unos cables queacercaban su extremo superior hasta máso menos dos metros del suelo. Justoencima no existía techo: había unaespecie de túnel larguísimo yligeramente inclinado hacia delante enlugar de ser totalmente vertical. Supuseque esas varas eran las pértigas, aunqueno entendía su funcionamiento.

―Muy bien. No te voy a explicar todo;lo vas a descubrir tú mismo, ¿vale?―dijo Raúl―. Tú haz lo que te diga y

Page 118: La torre de sabiduría - Javi Navas

en breve estarás en la planta catorce.

―De acuerdo. ¿Qué tengo que hacer?

―¿Cuánto pesas? ―me preguntó parami sorpresa.

―Pues no lo sé. No me ha dado porpesarme, pero estoy más bien flaco.

Raúl me miró divertido.

―Vale. Mides más o menos un metrosetenta y cinco y te calculo unos sesentay cinco kilos, así que si vas a la catorcenecesitarás la pértiga… seis punto cero.

―¿Cómo? ―dije sin entender nada.

Page 119: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Tú confía en mí. ―Me llevó ante unade esas pértigas y me dijo―: Agárratemuy fuerte con las dos manos, delextremo, donde está marcado.

Lo hice mientras le miraba intrigado.Raúl dio un brusco tirón a mi mochila,desde la que Pole y Pit se asomaban.

―Vale. Esto está bien sujeto ―dijohablando consigo mismo―. ¿Llevas loszapatos y los pantalones bienabrochados? ―preguntó.

―¿Eh? ¿Qué pregunta es esa? ―leinterrogué empezando a temer lo peor.

―Bueno, da igual ―dijo.

Page 120: La torre de sabiduría - Javi Navas

―¡Espera, espera, no estoy preparado!No se te ocurra hacer nad…

Bajó una palanca que tenía al lado, en lapared.

El cable que sujetaba a la pértiga sesoltó y esta se enderezó violentamente.Me lanzó para arriba a una velocidaddescomunal. No me dio tiempo ni agritar. Volé con tal rapidez que, antes dedarme cuenta, aterricé sobre unacolchoneta en la que había escrito unenorme número catorce.

Todavía temblando, lo primero que hicefue comprobar si Pole y Pit estabanbien. Me asusté muchísimo al no verlosasomados en la mochila. Al abrirla y

Page 121: La torre de sabiduría - Javi Navas

mirar dentro descubrí que estabanacurrucados contra el fondo con cara desusto.

Ahora entendía la pregunta de loszapatos y los pantalones, y aunqueaquellos continuaban en su sitio no asílos pantalones, que se habían bajado,dejándome en calzoncillos. Por suerteuna de las perneras se había enganchadoen mi pie y eso evitó que los perdiese.

Tras colocármelos levanté la vista y vi auna chica, algo mayor que yo, que memiraba divertida.

―Hola ―dije riéndomeavergonzado―. Creo que vuestrasinstrucciones sobre el uso de las

Page 122: La torre de sabiduría - Javi Navas

pértigas son un poco escasas.

―Sí, je, je, es que si te llegan a explicartodo no creo que hubieses querido subir.―Se rio.

―Bueno, hubiese intentado buscar otromodo.

―Dime una cosa. Si pudieses elegirentre subir por escaleras o ser lanzadopor una pértiga, ¿qué escogerías?

―Las escaleras. Aunque cansen y tardetodo el día en llegar ―respondí sinninguna duda.

―¿Te has visto en peligro? ―mepreguntó.

Page 123: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Pues… no, la verdad.

―¿Has sufrido algún daño?

―No, nada, estoy bien.

―Y ahora, pensando bien en todo esto,si te diese a elegir, ¿aún escogerías lasescaleras?

Tardé un rato en responder. Me di cuentade que solo había sentido miedo en losmomentos previos, cuando sospeché queiba a pasar algo raro. Durante ellanzamiento y el vuelo no me había dadotiempo a pensar en nada. Solo sentísorpresa y susto. Ahora que sabía cómofuncionaba quizá hasta lo disfrutaría.

Page 124: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Es posible que me atreviese con lapértiga ―reconocí―, pero no lo puedoasegurar del todo… Me abrocharíamejor los pantalones.

―Ja, ja. Bueno, ¿y extraes algunaconclusión de todo esto? ―me preguntócomo si fuese mi profesor de filosofíadel instituto.

―Eeeh, no sé, a lo mejor que si noquieres hacer algo porque te da miedo, ydespués lo haces, descubres que no erapara tanto ―contesté con una expresióninterrogante.

―Bueno, yo diría más bien que, lamayoría de las veces valemos más de loque nos creemos, tan solo hay que ser

Page 125: La torre de sabiduría - Javi Navas

decididos y afrontar los retos.

Me quedé pensando si no habríamosdicho lo mismo de diferente forma; medi cuenta de que prefería su explicacióna la mía.

―¿Eres tú el Bibliotecario?

―No, ja, ja. Tan solo una de susaprendices. Tengo que practicar todo loposible y este tipo de preguntas son laspreferidas del Bibliotecario,discúlpame. ―Rio de nuevo.

No supe qué responder.

Me invitó a seguirla:

Page 126: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Ven. El Bibliotecario te recibiráahora.

Page 127: La torre de sabiduría - Javi Navas

9. El Bibliotecario

DOS chicos aguardaban sentados en unaacogedora sala de espera, con su granalfombra, varios sillones, una mesacentral y libros por todas partes.

―Mikel, estos son Daniel y Joseba,también esperan para hablar con elBibliotecario.

Los observé detenidamente, igual queellos a mí. Saludé con un gesto. Los tresdebíamos tener una edad parecida.

Page 128: La torre de sabiduría - Javi Navas

Joseba estaba bastante sucio ydesaliñado, presentaba algunas heridas ymoratones; parecía que venía de laguerra o que había sido atropellado. Suexpresión era de tal susto y sufrimientoque consiguió angustiarme seriamente apesar de no conocerle.

En cambio, Daniel me recordó un poco amí; tenía cara de no saber qué pasaba,sin estar mal realmente.

―Bueno os dejo. Si necesitáis algo mellamáis. Mi nombre es Clara. Mikel, siquieres puedes dejar a los gatos sueltos.

Esperamos durante unos diez minutosque se hicieron eternos. Mientras ojeabaalgunos de los fantásticos libros oí

Page 129: La torre de sabiduría - Javi Navas

sollozar a Joseba. Cuando ya estaba apunto de acercarme a él para ver si lepodía ayudar, se abrió una gran puertadoble que teníamos enfrente. Aparecióun señor de pelo negro, con cara seria.Aparentaba entre cuarenta y cincuentaaños, tenía aproximadamente mi estaturay vestía como si fuese a salir a explorarla selva. Me llamó la atención el brillode sus ojos que parecía decir «yo séalgo que vosotros no».

―Hola, hola, hola ―nos dijo,mirándonos de uno en uno―. Me alegrode vuestra visita. Es curioso que hayáiscoincidido los tres. Pasad a midespacho, por favor.

Page 130: La torre de sabiduría - Javi Navas

Entramos despacio, bastantesobrecogidos; a pesar de parecer unseñor normal su presencia imponíabastante.

―Bueno ―dijo sentándose tras unescritorio. A su espalda una gran cortinaocultaba el ventanal que seguramentehabría―. Sentaos y contadme qué ospreocupa.

Los tres nos miramos sin saber quiénempezaría, ni cómo. Así que tomé ladelantera.

―Hola señor. Soy Mikel. Mi problemaes que creo que estoy soñando y noconsigo despertar. Me han enviado austed para que me diga cómo regresar a

Page 131: La torre de sabiduría - Javi Navas

la vida real.

―¡Ah! Entonces esta vida… ¿no esreal? ¿Yo no existo? ―me preguntóarqueando las cejas y dejándomeconfundido.

Miró a Daniel y le interrogó con lamirada.

―Hola, señor… ―Hizo una pausa paraver si el Bibliotecario le decía sunombre. No dijo nada, así quecontinuó―. A mí me sucede como aMikel. Estoy en una especie de sueño enel que pasan cosas muy raras. Es comosi hubiese viajado al futuro. Hay seresextraños que no reconozco. Ocurrencosas que no comprendo y veo

Page 132: La torre de sabiduría - Javi Navas

tecnologías que parecen magia. Alprincipio me pareció divertido. Peroahora necesito salir de aquí. Noentiendo nada y me siento perdido,desconcertado, inseguro…

El Bibliotecario asintió con la cabeza.

―¿Y tú? ―miró a Joseba.

Se sobresaltó. Parecía un conejilloasustado. Levantó la cabeza y dijo conojos llorosos.

―Estoy dentro de una pesadilla horrible―dijo―. Lo estoy pasando muy mal. Heperdido…, olvido cosas…, es un horror.Paso miedo todo el tiempo ―dijo sinaclarar nada―. No sé qué hacer.

Page 133: La torre de sabiduría - Javi Navas

Necesito ayuda, por favor ―pidiódesesperado.

―Tranquilo Joseba. Aquí estás a salvo.Cálmate, descansa, enseguidahablaremos ―intentó tranquilizarle elBibliotecario.

Y mirándonos a los tres nos preguntó:

―¿Entonces queréis saber cómo salir deaquí?

―¡Sííí! ―dijimos Daniel y yo casi a lavez. Joseba, de nuevo parecía estar ensu mundo.

―¿Y a nadie se le ha ocurrido unapregunta más adecuada? ―nos interrogó

Page 134: La torre de sabiduría - Javi Navas

misteriosamente. Los tres nos miramossin saber a qué se refería. Tras una largapausa, y moviendo la cabeza como siestuviese explicando algo que eraevidente, el Bibliotecario continuó―:¿No se os ha ocurrido preguntaros porqué estáis aquí? ―Nuestra cara depasmo debió ser mayúscula―.Necesitáis saber por qué ha ocurridoesto para poder buscar una solución.

―¿Entonces quiere decir que lasolución será diferente para cada uno denosotros? ―pregunté.

Sonrió y asintió.

―Y quizás no sea fácil de conseguir. Osí. Dependerá de cada uno. Yo solo os

Page 135: La torre de sabiduría - Javi Navas

puedo orientar, pero debéis solucionarlovosotros. ―Joseba puso cara de totaldesconcierto y a punto estuvo de echarsea llorar. El Bibliotecario preguntó denuevo―: No me has respondido antes,Mikel. ¿Es esto real o no?

―Pues sí que lo parece, señor. Aunquetodos los sueños lo parecen cuandoestás soñando.

―Ya. ¿Y quién te dice a ti que lo que túllamas «mundo real» no es en realidadel sueño y no este? ―No supe qué decir.Yo tenía claro cuál era el mundo real ycuál el sueño, o eso creía. Sin embargo,su argumento daba qué pensar―. Mirad,no os torturéis. La respuesta es simple.

Page 136: La torre de sabiduría - Javi Navas

Existen muchos, muchos, muchosmundos. Más de los que os imagináis. Ytodos están conectados de una u otraforma. El problema consiste enencontrar esa conexión que os puedehacer pasar de uno a otro. A veces,como os ha ocurrido, sucede de formaespontánea, entonces el camino deentrada y el de salida son distintos y nosiempre están claros. ―Hizo una pausay nos miró a cada uno―. En el caso deMikel, la forma de entrar ha sido uno desus sueños, por eso fue capaz demodificar cosas y crear elementos, comouna colchoneta que amortiguase sucaída. Tras pasar por «la puerta» ya seencontró en este mundo, sin laposibilidad de manejar la realidad como

Page 137: La torre de sabiduría - Javi Navas

lo había hecho hasta ese momento.

―Entonces ―interrumpió Joseba―. ¿Sinos ocurre algo aquí..., será de verdad?¿O nos despertaremos en nuestra casacomo si nada?

―Os acabo de decir que estáis en unmundo real. Si sufrís algún daño ya osaseguro que lo lamentaréis. Y no haynada que pueda cambiar eso.

―Es demasiado ―sollozó Joseba―. Séque voy a morir aquí. Y de mí dependetanto… ―murmuró enigmáticamente ycon lágrimas en los ojos.

Sentí lástima por él. Tenía muchacuriosidad por conocer sus desventuras

Page 138: La torre de sabiduría - Javi Navas

en ese mundo de pesadilla en el quehabía entrado, pero primero debíacentrarme en mi propio problema.

―Bueno, cálmate, Joseba. Lohablaremos más despacio, a ver qué sepuede hacer ―dijo el Bibliotecario. Deun armarito sacó dos tazones, los llenócon agua y comida y se los acercó aPole y a Pit―. Mikel, por favor,acompáñame, deja que coman aquí losgatos. Vosotros, esperadme tranquilos―dijo, mirando sobre todo a Joseba―.Podéis comer, beber e incluso dormir silo necesitáis. Pedidle a Clara lo quequeráis.

Le seguí a través de una puerta que cerró

Page 139: La torre de sabiduría - Javi Navas

tras de sí. La habitación era circular,grande, como casi todo en ese lugar,llena de estanterías con miles de libros.Había enormes ventanales orientadoshacia la ciudad, un serpenteante río ymuchos canales la atravesaban.Destacaba el desconcertante espectáculode los viajeros dando brincos con ayudade los botiles. Unos adolescentes hacíansaltos mortales y pasaban unos porencima de otros. Un vigilante empezó aperseguirlos tocando un silbato.

―Un sitio bonito, ¿verdad? ―mepreguntó.

―Sí. Es genial. He tenido mucha suerte,por lo que acabo de ver, Joseba me ha

Page 140: La torre de sabiduría - Javi Navas

dejado preocupado. ¿Se podría quedaraquí en vez de regresar a ese lugar tanhorrible? ―pregunté esperanzado.

―No. Es imposible. Él ni siquiera havisto este mundo. Ha accedido a labiblioteca directamente desde Pesadilla,al igual que Daniel desde el mundo en elque ha terminado.

―¿Cómo puede ser? ¿Está la bibliotecaen todos esos mundos a la vez? ―meextrañé.

―En esos y en todos los demás. Esdifícil de explicar. Esta biblioteca es unnexo de unión entre todos los mundos.Pero no puedes utilizarla para volver.No funciona así. Debes encontrar tu

Page 141: La torre de sabiduría - Javi Navas

propia salida.

―¿Y usted sí puede? ―preguntémolesto.

―Sí. Yo sí.

―¿Y eso por qué?, si puede saberse―dije enfadado.

―Yo creé la biblioteca, Mikel. Yademás es mi misión. Mira. ¿Ves todosestos libros?

―Como para no verlos ―dije en tonoáspero.

Sentía que me estaba comportando mal,mas me enojaba que no me dijese cómo

Page 142: La torre de sabiduría - Javi Navas

irme a mi mundo sin misterios niadivinanzas y que él pudiese ir de uno aotro cuando le apeteciese. Hizo comoque no se dio cuenta de mi enfado.

―Muchos de los libros están escritospor los habitantes de este mundo. Cadauno de ellos escribe uno o varios a lolargo de su vida, de ficción o basados ensus experiencias, mejor o peor escritos.―Sacó uno de una estantería y me lomostró―. Y así durante generaciones.Cuando hay uno de especial calidad, oque puede servir para transmitirconocimientos, o ayudar a los demás, lotraigo a la biblioteca. ―Devolvió ellibro a su lugar.

Page 143: La torre de sabiduría - Javi Navas

»Pero también hay libros de cada una delas civilizaciones que existen en eluniverso. ―Me acercó uno. Estabailustrado con fotos de extrañísimos seresy animales que jamás pensé que podríanexistir―. Aquí se traducen, a veces seilustran, y otras muchas, incluso, seescriben, debido a que en el mundo delque proceden no utilizan libros, perotienen historias o informacionesimportantes, que deben ser contadas,preservadas y compartidas. ―Extendiósu mano y le devolví el libro.

»Además, en este despacho, existen unosvolúmenes especiales, que cuentan lahistoria de gente como tú. ―Señaló unagran estantería―. Alguien que se perdió

Page 144: La torre de sabiduría - Javi Navas

en una realidad que no era la suya. Enalgunos casos ellos mismos escribieronsu historia. En los que no, es mi deberescribirla.

―¿Y cómo sabe todo lo que les pasó?―pregunté interesado.

―Es mi deber saberlo ―respondió.

―¿Y si les va a suceder algo malopuede intervenir para ayudarlos?

―La mayoría de las veces no me estápermitido, lamentablemente ―respondiócon verdadera aflicción.

―¿Y no podemos hacer nada para queJoseba se venga conmigo y podamos

Page 145: La torre de sabiduría - Javi Navas

buscar juntos la salida? ―insistí.

―¿Pero es que no has escuchado nadade lo que te he explicado? Joseba estádónde debe estar por determinadosmotivos, que tengo que hablar con él, nocontigo. Lo entiendes, ¿verdad?

―Sí, lo siento. Es que veo que está muyasustado.

―Hablemos de ti ―me cortó―. ¿Haspensado ya por qué razón podrías estaraquí?

―No tengo ni idea. Solo sé que mequedé dormido y de repente me vicayendo hacia una isla en medio de lanada.

Page 146: La torre de sabiduría - Javi Navas

―A ver, piensa. ¿Qué has encontradoque no tengas en tu mundo? ―insistió.

―Todo es raro, señor; nuevo, nocomprendo cómo funcionan muchascosas y algunas me han asustadobastante. Aunque por otra parte… ―dijepensando en voz alta.

―¿Sí? ―me animó.

―Pues que he disfrutado aprendiendonuevas habilidades y realizandoactividades que ni loco hubieseemprendido en la «vida real». He hechoun montón de ejercicio y he conocido aalgunas personas…

―Ahí lo tienes, Mikel, vas bien

Page 147: La torre de sabiduría - Javi Navas

encaminado. Tu vida es monótona,aburrida, sin motivaciones, sin nuevasexperiencias ni estímulos que alimentena tu mente y a tu cuerpo. De tu casa vasal instituto. Al terminar regresas a casa,o como mucho, charlas breve einsustancialmente con tus compañerosde clase. Siempre igual, sin variar, sinrelacionarte de verdad con los demás ysin querer hacerlo ―explicó―. Podríaser que estés aquí para ponerte a prueba,estimularte, aprender, afrontar retos,relacionarte con la gente, mejorar tuestilo de vida hacia uno más saludable yenriquecedor… antes de que te hagasmás mayor y te resulte más difícilcambiar.

Page 148: La torre de sabiduría - Javi Navas

Yo le escuchaba embobado. No podíacreer que me conociese tan bien; teníaque reconocer que había hecho unaveraz radiografía de mi vida.

―¿Cómo puede saber todo eso?―pregunté extrañado.

―Ya te lo dije. Es mi trabajo saberlo.Ahora lo que importa es que decidas quéquieres hacer: ¿regresar?, ¿quedarteaquí…?

Me dejó alucinado, ¿quedarme? Enrealidad no parecía tan mala idea;contrariamente a lo que le habíasucedido a Joseba, para mí este mundoera maravilloso y, hasta ahora, no habíaencontrado problemas para conseguir

Page 149: La torre de sabiduría - Javi Navas

alimentos, vivienda, ni situacionesestimulantes.

―¿Podría quedarme aquí si quisiera?

―Sí, pero entonces este viaje no teserviría de nada.

―Pero es que mi mundo es mucho peor.

―No, estás equivocado. Tu mundo escomo tú lo haces. Si tu vida es aburridaes porque con tu actitud haces que losea. En ti está el poder de transformarlo.

―¿Y qué pasa conmigo en mi mundo?¿Qué me sucederá allí si me quedo?―se me ocurrió de repente.

Page 150: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Allí, ahora, estás simplementedormido. Si decides quedarte, tu cuerpodesaparecerá y nunca te encontrarán.

Medité aquello. En ningún momento meapresuró y, en ese momento, no supe loafortunado que fui de disfrutar de suvalioso tiempo y de su paciencia.

―Creo que tiene razón. Además, a mispadres les daría un disgusto enorme.Aun así no tengo ni idea de cómoregresar.

―Bueno, aún tienes que completar tuviaje. Existe un lugar al que tienes quellegar y utilizar una llave que tedevolverá a casa. ¿Estás dispuesto?

Page 151: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Sí. Haré lo que haga falta. Continuarécon el juego ―dije, utilizando unlenguaje propio de los concursos detelevisión.

―¡Esto no es un juego! ―seenfureció―. ¡Estamos tratando de salvartu vida! ¡No solo existen los peligros deenfermedades o accidentes! Tu mayorpeligro eres tú mismo y tu vida rutinaria,que te están convirtiendo en un muertoen vida, durante años y años, esperandofallecer sentado en el sofá viendo latelevisión.

Por fin lo estaba entendiendo. Todo estoera más serio de lo que parecía y teníaun propósito bien claro y definido. El

Page 152: La torre de sabiduría - Javi Navas

Bibliotecario me había abierto los ojos.Pero los había llevado vendados durantedemasiado tiempo como para ser capazde ver la verdad de la situación tan derepente.

―Lo siento. Merezco la reprimenda.Escucharé sus instrucciones ―murmuréavergonzado.

Se acercó a una estantería en la quehabía unos libritos de tamaño más bienpequeño. Rebuscó entre ellos y escogióuno de color verde oliva.

―Mira, Mikel, esta es tu llave. ―Meentregó el librito.

Lo sujeté con cuidado, lo sopesé y

Page 153: La torre de sabiduría - Javi Navas

admiré su bonita cubierta de maderagrabada con motivos florales. Lo abrí yobservé el interior con la esperanza deencontrar las instrucciones para regresara casa. Las hojas, de un verde muchomás claro, estaban totalmente en blanco.

―Está vacío.

―Es cierto. Así no te servirá de nada.Deberás construir la llave tú mismo.Anotando tus experiencias, o tus ideas, otus reflexiones. Si resultan adecuadas,entonces tendrás tu llave de regreso.

―¿Pero qué debo escribir? ¿Un diario?Nunca se me dio bien la redacción ―ledije preocupado.

Page 154: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Eso nadie lo sabe. La llave vavinculada a ti. Quizás necesites escribirtodo el libro, o quizás te baste con unafrase. Lo importante no es la correccióno estilo en lo que escribas, sino que loque anotes sirva a los propósitos de tuviaje.

Parecía que cada respuesta que me dabame hacía concebir más preguntastodavía. Me estaba orientando en lo quetenía que hacer, aunque dejaba en mismanos la resolución final.

―¿Y qué hago con la llave una vezconstruida?

―Esta biblioteca tiene ramificaciones,llamadas «Torres de Sabiduría». Has de

Page 155: La torre de sabiduría - Javi Navas

llevar tu llave a una de esas Torres.

―¿Y cómo la encontraré?

―En esta época el viento es constanteen su dirección. Si lo sigues llegarás auna cordillera montañosa donde está laTorre. Busca el Pico Sarantes. Estáenclavada en lo más alto del monte. Note preocupes, no necesitarás hacerescalada ―dijo con una enigmáticasonrisa.

Lo de «seguir al viento» me pareció unainstrucción un poco ambigua y a puntoestuve de preguntarle si no me podríadejar un GPS, pero recordando suenfado anterior decidí callarme.

Page 156: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Gracias, señor. ¿Y al menos podríadecirme por dónde empezar mi viaje?

―Sí, por supuesto. Mas tengo queavisarte. Si tu llave no es correcta no tequedará más remedio que buscar otraTorre. No podrás utilizar la misma porsegunda vez ―dijo, dejándomepreocupado―. Y ahora debes partir.Clara te espera tras esa puerta.―Señaló con la cabeza―. Ella teayudará. Te deseo mucha suerte. Quizásvolvamos a vernos algún día.

―Gracias, señor. ¿Puedo hacerle unaúltima pregunta?

―Claro.

Page 157: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Cuando llegué aterricé en una especiede isla y la gente que encontré allí mepareció bastante perdida, nadie sabíadónde estaba…

―Ah, eso. Es un lugar de paso, unmundo en el que se mezclan los sueñoscon la realidad. La mayoría de esaspersonas están soñando, pero no sabenque lo están haciendo. Otras sí lo saben.Sin embargo el lugar les provee de todolo necesario para vivir, y es tanagradable que han decidido quedarseallí. Tú has optado por abandonar lacomodidad y la seguridad que ofrece laisla para encontrar tu camino. Te doy laenhorabuena por ello.

Page 158: La torre de sabiduría - Javi Navas

Dicho lo cual se giró y desapareció porla puerta que conducía adondeesperaban Joseba y Daniel.

Con el librito en mis manos me dirigía ala siguiente puerta cuando recordé aPole y a Pit, ¡los había dejado en el otrodespacho!

Alarmado, intenté regresar; la puerta nose abrió y tampoco contestó nadie a misllamadas. Corrí a pedir ayuda a Clara.Nada más verla descubrí a los gatos conella. Se me acercaron haciendomaulliditos y se frotaron contra mispiernas. Los abracé y los acariciéhablándoles cariñosamente. Claramiraba sonriente.

Page 159: La torre de sabiduría - Javi Navas

―¿Resolviste tus dudas? ―preguntó.

―Creo que ahora tengo más que antes.Aunque ya no estoy tan perdido.

―Pues eso es lo que importa. Ven, vas acontinuar con tu camino. ―Inició lamarcha sin perder la sonrisa.

La seguí dócilmente por varios pasillos,atravesando varias salas, todas plagadasde libros, útiles de escritura y dibujo,donde sentí que me hubiese gustadoquedarme durante horas. «Vale, túganas», reconocí pensando en mi madre.Finalmente llegamos a una habitación.Clara recogió una mochila bastante máselaborada que la que me hice con elsaco de las patatas y me la entregó.

Page 160: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Aquí tienes víveres, agua, comidapara los gatitos, y por la parte deatrás… dos bolsillos de tamaño especialpara que puedan viajar cómodamentesujetos y mirando por encima de tushombros.

―Gracias ―le dije, ilusionado. Probési Pole y Pit estaban a gusto dentro desus bolsillos gatunos. Se acurrucaron yronronearon. Sonreí satisfecho.

―Ahora saldrás, y una vez fuera debesseguir las instrucciones delBibliotecario.

―Una cosa más, Clara, ¿cómo se llamaeste mundo?

Page 161: La torre de sabiduría - Javi Navas

―¿Cómo se llama…? ¿Y el tuyo? ¿Cuáles su nombre?

―Vaya… ―No supe qué decir―.Supongo que «El Mundo», vivo en elplaneta Tierra ―expliqué sintiéndomebastante tonto.

―Pues este también es el planeta Tierra.Y es «El Mundo». Pero una parte que noconocías hasta ahora. Tras una largapausa, en la que intenté asimilar esainformación, Clara continuó―: Debesentrar aquí. ―Se acercó a una columnaque había en el centro de la sala, comosi fuese un tronco de árbol que cruzasepor allí, y abrió una puerta convexa. Unaespecie de huevo gigante se asomó por

Page 162: La torre de sabiduría - Javi Navas

el hueco y se quedó encajado. Vibrabaarriba y abajo y un líquido densorezumaba por los bordes. Clara abrióotra puerta más pequeña que tenía elhuevo y señaló el interior.

―Esta vaina te llevará siguiendo loscanales de la savia del árbol. Entra. Escómodo. ―Me empujó amable perofirmemente.

Nos dijimos adiós y, sin más, cerró lapuerta. Oí como cerraba la otratambién.

El interior de la vaina era estrecho sinllegar a ser claustrofóbico. Estabailuminado con una tenue luz que salía delas paredes y la superficie interior era

Page 163: La torre de sabiduría - Javi Navas

muy agradable. No había asientos, peroel suelo era mullido y confortable. Dejéa mis gatos jugar por allí.

Pronto, la vibración aumentó deintensidad. Se escuchó un ruido de algúntipo de mecanismo activándose yempezamos a movernos.

El desplazamiento era suave y veloz, dela misma forma que cuando se suelta unapelota en el fondo de una piscina y saleflotando hacia el exterior. Comoviajábamos por el interior de un árboldábamos vueltas y revueltas y bruscosgiros, mas la vaina nunca perdió lahorizontabilidad y, aunque se movíabastante, no llegó a asustarnos.

Page 164: La torre de sabiduría - Javi Navas

Tras un largo rato, que no sabríacalcular en minutos, escuché un sonidoque se parecía al que hacían las botellasde champán cuando las descorchaba mipadre en Navidad, y noté como sifuésemos lanzados por el aire. Poco apoco fuimos decelerando hasta que lavaina empezó a caer de nuevo. Entonces,sí me asusté: los tres nos encontramosflotando ingrávidos dentro de la vaina.Por suerte duró poco y sentí un blandoaterrizaje. La puerta se abrió sola.

Con Pole y Pit entre mis brazos, salí.Estábamos en el centro de una enormeflor, rodeados por los pétalos. Me abrípaso entre dos de ellos y me encontrésobre una gran rama.

Page 165: La torre de sabiduría - Javi Navas

Bastante a lo lejos me llamó la atenciónuna flor similar, cuyo tallo se fuehinchando hasta que disparó hacia arribauna vaina igual a la que me habíaservido de vehículo, para recogerladespués en su caída. Sonreí pensando enlas curiosas formas de viajar que estabaconociendo.

Tras comprobar que los gatos estabanbien, inspeccioné los alrededores. Todoapuntaba a que estábamos en lo más altodel bosque, en la copa de los árboles.La tarde estaba bastante avanzada yquedaban pocas horas de luz. Un limpiocielo brillaba sobre un manto de hojas yflores. Me enamoré de aquel paisaje,que se perdía en el horizonte. Sonaban

Page 166: La torre de sabiduría - Javi Navas

trinos de pájaros por doquier e inclusoalcancé a ver unos pequeños monosjugueteando por ramas más altas.

Comprobé hacia donde soplaba elviento y me encaré hacia allá. A lo lejosse veían luces, ¡parecía una población!¡En la copa de los árboles!

―Bueno, pues ya tenemos un objetivoinmediato: llegar a ese pueblo ―dije―.Ahora a ver cómo hacemos para andarpor aquí sin caer hasta el fondo delbosque y rompernos la cabeza.

Metí a Pole y a Pit en la mochila y seasomaron por encima de mis hombros,mirando con interés y tranquilidad.Comprendí, emocionado, que confiaban

Page 167: La torre de sabiduría - Javi Navas

a ciegas en mí.

Page 168: La torre de sabiduría - Javi Navas

10. Reflexiones enAurora

ENORMES hojas entremezcladas conflores y ramas tapizaban toda lasuperficie, conformando un espectáculosublime. De nuevo, tuve la sensación deser Gulliver en el país de los gigantes,pero estaba aprendiendo a aceptar lascosas que no comprendía tal comovenían, sin intentar encontrarleexplicación.

Page 169: La torre de sabiduría - Javi Navas

A lo lejos, observé a dos monitos que seperseguían, haciendo acrobaciasimposibles y balanceándose colgados deramas y lianas, igual que pequeñosSpiderman. Después saltaban al piso dehojas y avanzaban rebotando como si lashojas fuesen botiles.

―Anda mira, es así como funciona―murmuré.

Con cuidado pisé una hoja para probarsu consistencia. Comprobé que mesujetaba perfectamente. Boté despacito ydespués salté a otra cercana.

―Bueno, vamos allá.

Y empecé a botar de hoja en hoja. Aquí

Page 170: La torre de sabiduría - Javi Navas

los botes eran muchísimo más cortosaunque bastante más rápidos que en losbotiles subterráneos, así que me fuidesequilibrando hacia delante, cada vezmás, hasta que caí rodando y botandocomo una piedra sobre la superficie delagua. Me estampé contra una rama. Poley Pit bufaron y protestaron mediantemaullidos que, traducidos, eran un claro:«A ver si miramos por dónde vamos».

―¡Sí, lo sé, lo sé! ―respondí a sureprimenda.

Entonces probé otra cosa. Primerodespacio, y poco a poco más rápido,empecé a caminar-rebotar, como si fueseel Pulgarcito del cuento con sus botas de

Page 171: La torre de sabiduría - Javi Navas

siete leguas. Ahora sí funcionó. Meencontré dando pasos de gigante yaproximándome rápidamente al pobladoarborícola que tenía a la vista.

A medida que me acercaba fui viendoárboles-casa con jardines, candilesiluminando la entrada y otros adornos.Muchas de las viviendas permitíanobservar el trajín de sus moradores através de las ventanas. Algunos memiraron sonrientes y un par de niños mesaludaron con las manos. Además habíacasitas parecidas a cabañas encajadasentre las ramas y rodeadas de hojas yflores.

Más adelante, una pareja de monitos se

Page 172: La torre de sabiduría - Javi Navas

colaron por una ventana abierta yescaparon segundos después, a todavelocidad, con trozos de algún tipo decomida entre los dientes. Acontinuación, una señora con bata yrulos salió de la casa y los persiguióbotando sobre las hojas. Se me escapóuna carcajada.

Al entrar en el pueblo pude dejar desaltar. Caminé por las ramas, pasarelasy escalas que conectaban las calles,comercios y viviendas que estaban adiferentes niveles en función de lascaracterísticas de las ramas quesujetaban todo el lugar.

Jamás había admirado una escena tan

Page 173: La torre de sabiduría - Javi Navas

bella, mezcla de civilización ynaturaleza.

Me topé con lo que parecía ser unataberna, y como tenía hambre ynecesitaba información, me acerqué yme senté a una mesa que estaba libre, enel exterior del local. Una chica vino aatenderme.

―Hola, ¿qué te apetece tomar?

―Hola. Pues el problema es que notengo dinero para pagar ―le dijeabochornado.

―¿Dinero? ¿De dónde sales tú?

―Bueno, no sé si te lo vas a creer…

Page 174: La torre de sabiduría - Javi Navas

Pertenezco a otro mundo…

―Y el Bibliotecario te ha dicho cómoregresar ¿no?

―¿Cómo lo sabes? ―preguntéalucinado.

―Bueno, el viento sopla en estadirección ―respondió―. No eres elprimero que me cuenta algo parecido.

―Vaya… De todas formas sigo sinsaber cómo pagarte.

―No lo necesitas. Aquí todo el mundotiene derecho a comida y alojamiento.Otra cosa es que quieras algún capricho.Así que dime, ¿qué te traigo?

Page 175: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Bueno, pues… un refresco bien frío,da igual cuál y, si es posible, algocaliente para comer, por favor.

―Vale, pues elegiré por ti. ―Entró enla taberna.

Por fin tenía un rato de tranquilidad.Dejé libres a Pole y a Pit y busqué sucomida en la mochila. Me habían surtidobien; incluso me habían proporcionadodos tazones. Se lo agradecí mentalmentea Clara.

Después, saqué el libro que me habíaentregado el Bibliotecario y lo observédetenidamente. Lo abrí y olisqueé sushojas. Era tan bonito que me daba penaestropearlo con mi fea letra, pero a la

Page 176: La torre de sabiduría - Javi Navas

vez parecía invitarme a plasmar en élmis ideas y mis experiencias. Rebusquépor la mochila hasta encontrar unbolígrafo forrado de madera (hubiesetenido su gracia haberme entregado ellibro sin nada para escribir).

En la primera página apunté mi nombrey, tras pensarlo un buen rato: «En elmundo de los libros», ya que libros es loque había por todas partes; desde dóndeestaba podía ver varios en el interior dela taberna.

La camarera regresó y dejó dos platos yuna jarra sobre la mesa. Aquello teníaun aspecto de lo más apetitoso; empecéa comer mientras reflexionaba y anotaba

Page 177: La torre de sabiduría - Javi Navas

algunas ideas en el librito, momentosque aprovechaban Pole y Pit pararobarme comida.

«Bueno ―pensé―, parece ser que estoyaquí porque soy un muermo y undesastre, y así no voy a ninguna parte».

Solo había repetido lo que me habíadicho el Bibliotecario. En mi interiorsabía que era cierto y que no bastabacon aprendérmelo de memoria, era unaspecto muy importante que tenía quecambiar y creía que ya había empezadoa hacerlo. «Pero bueno, llevo toda lavida diciéndotelo y ni caso, y ahorallega un señor que no conoces de nada,¿y a él sí?», imaginé que diría mi madre.

Page 178: La torre de sabiduría - Javi Navas

Sonreí.

Pasé a la segunda página del libro yescribí: «Tengo que mejorar mi estilo devida y esforzarme por hacer másactividades y salir con amigos…humanos, además de los gatunos».

Me propuse empezar de inmediato: teníaque hacer amigos en ese mundo. Nohabía tiempo que perder.

Satisfecho con mi primera frasecontinué: «Debo aceptar nuevos retos».Y tras pensar un poco más, añadí:«Tengo que ser realista y afrontar losretos cuando esté preparado para ello».Y debajo: «El aprendizaje y elentrenamiento son fundamentales para

Page 179: La torre de sabiduría - Javi Navas

poder enfrentarse a los retos conseguridad y garantías de éxito».

Cuando ya iba a cerrar el librito recordélo que me había dicho Clara, y reconocíque se podía aplicar a mí perfectamente,así que anoté: «El miedo me limita.Debo confiar más en mí mismo. Valgomucho más de lo que creo».

«Esto me va a costar más cumplirlo. Almenos queda escrito», pensé.

No sabía si eso era lo que se esperabaque hiciese para construir mi llave, peroes lo que me apeteció escribir en esemomento. Por suerte había muchashojas, así que tenía esperanzas deacertar con algo.

Page 180: La torre de sabiduría - Javi Navas

Cuando se acercó la camarera lepregunté el nombre del poblado.

―Aurora. ―Sonrió y recogió losplatos.

Así que, debajo de mis frases, rematécon un: «Aurora. Segundo día en elmundo de los libros». Y guardé ellibrito.

Le agradecí la comida y sus atenciones yle pregunté si podía hacer algo paracompensar el gasto. Ella me miro y dijo:

―Pues que no seas vago y hagas bien tutrabajo, sea el que sea.

Le aseguré que así lo haría e hice todo

Page 181: La torre de sabiduría - Javi Navas

lo posible por recordar esa frase paraanotarla más tarde.

Llamé a Pole y a Pit, que estabanjugando por los alrededores, y nosfuimos a pasear por el pueblo.

Atravesamos por puentes de cuerda quese balanceaban a cada paso. Vimoscasitas colgantes, viviendas excavadasen troncos, varias tabernas más, y unaplazoleta circular que parecía un circoromano cuyas gradas estaban formadaspor ramas y lianas, a modo decolumpios, en los que la gente se situabaen diferentes niveles mientrasdisfrutaban de una representaciónteatral, que miré un rato hasta que la

Page 182: La torre de sabiduría - Javi Navas

impaciencia de mis gatos me obligó aseguir caminando.

Más adelante había un recinto deportivo.Dos equipos se disputaban una pelota yse desplazaban por las ramas, subiendoy bajando por los troncos; secolumpiaban con ayuda de lianas yrebotaban en las hojas. Me pareció lomás divertido que había visto nunca.

Más adelante, el pueblo parecíaterminar abruptamente con una caídavertical de cientos de metros. Ese lugarestaba bastante concurrido.Controlándolo todo había varios señoresde los que vestían tan raro, al igual queen los ventisqueros o en los botiles.

Page 183: La torre de sabiduría - Javi Navas

Constantemente, el viento se llevabagrandes hojas y unas enormes bolasesponjosas que parecían dientes de león.

Una señora que venía con prisas ycargada de maletas, estuvo a punto dearrollarme cuando corría en dirección auna cola de gente que esperaba algo queno supe determinar.

―Uy, perdona chico. Ni veo por dóndevoy.

―No pasa nada… Disculpe, ¿es estoalgo parecido a una estación?

―Sí, es un puerto arbóreo. ¿Ves? Allíestá el andén ―dijo señalando a laspersonas que esperaban―. Mejor

Page 184: La torre de sabiduría - Javi Navas

pregunta a los vigilantes. Ellos teinformarán. Yo debo irme, que voy conprisas para poder aprovechar el viento yviajar con mi hoja lo más lejos posible.

―Gracias ―dije. Ya no me oyó; habíasalido corriendo hacia el andén desdedonde pensaba salir volando… ¿con unahoja? Bueno, pues vale, ¿y qué más?

Decidí que tenía suficientes emocionespor ese día y que sería mejor investigarpor la mañana. Ahora ya estabaanocheciendo y necesitaba descansar.

Regresé hacia el interior del pueblo conintención de preguntar por un lugar en elque pasar la noche. Lo que encontré portodas partes fueron preciosos

Page 185: La torre de sabiduría - Javi Navas

rinconcitos, muy tranquilos y con unasvistas impresionantes. Allí la gente sesentaba o se tumbaba a charlar, escribir,leer…

Como la temperatura era excelente nome molesté en buscar un albergue, y fueprecisamente en uno de estos pequeñosrefugios donde decidí tumbarme adescansar.

Pole y Pit optaron por irse a explorarlos alrededores. Me recosté sobre lashojas, cerré los ojos, y me dormí casi deinmediato.

Pronto, las ramas cercanas empezaron amoverse, construyendo una estructura amí alrededor. Después grandes hojas la

Page 186: La torre de sabiduría - Javi Navas

recubrieron, formando paredes y techo y,en poco más de cinco minutos, yodisfrutaba, sin saberlo, de un acogedorrefugio.

Page 187: La torre de sabiduría - Javi Navas

11. Volando

LA luz del día me fue despertandopaulatinamente. Pole y Pit aún dormíanapretujados contra mí, uno a cada lado.Al principio me sentí bastantedesorientado; me encontrabaconfortablemente acomodado dentro deuna casita vegetal. El refugio que habíaempezado a crearse durante la noche eraahora una vivienda en toda regla. Lasramas y las hojas habían conformadouna especie de porche. A mi espalda, eltronco del árbol había abierto una

Page 188: La torre de sabiduría - Javi Navas

oquedad y una gran sala interior. Ciertoque no había puerta ni ventanas, aunquesí estaban los huecos para poderinstalarlas. Tampoco había muebles.

Parecía como si Aurora estuvieseinvitándome a quedarme, y estuvetentado de hacerlo, ya buscaría un oficioen el que pudiese sentirme realizado yservir a la comunidad. Pero recordé laspalabras del Bibliotecario y me esforcépor continuar mi camino.

Agradecí al árbol su esfuerzo porprotegerme y agradarme y salí. Entoncesabrí mi librito y, antes de que se meolvidase, escribí: «Ama a la naturalezay esta te protegerá y te dará cobijo».

Page 189: La torre de sabiduría - Javi Navas

Y recordé que tenía que anotar algo asícomo: «Haz bien tu trabajo para quepuedas ayudar a quienes necesiten de tusservicios».

Ya había movimiento en el pueblo. Fui ala taberna para desayunar. La camarerame aclaró algunas dudas.

―Desde el puerto puedes viajarvolando en el polen o en las hojas. Si note importa adónde ir, y solo quieresviajar, es mejor utilizar el polen, tellevará el viento y también podrás sertransportado por insectos y pájaros.―Solo de pensar en el tamaño de esosbichos sentí verdadero terror y descartévolar en el polen―. En cambio, si tienes

Page 190: La torre de sabiduría - Javi Navas

claro que quieres viajar en la direccióndel viento, es mejor que utilices lashojas. Irás tan lejos como dure elvendaval.

―¿Y si decides bajarte antes?

―¿Y por qué querría alguien hacer eso?―me preguntó a su vez, extrañada.

Más me extrañé yo de su respuesta. Leagradecí el desayuno y me encaminéhacia el puerto.

Al llegar vi que la actividad estabadetenida. Había viajeros esperando enuna zona cercana, charlandoanimadamente. Me acerqué a un chicoque parecía tener mi edad más o menos.

Page 191: La torre de sabiduría - Javi Navas

Era delgado, algo más alto que yo y depelo castaño claro. Le pregunté contimidez:

―Hola. ¿Sucede algo? ¿No se puedeviajar hoy?

―Hola. No, no pasa nada. Estamosesperando a que llegue el vendaval queestá previsto.

―Ah, vale. Oye, ¿y qué tengo que hacerpara viajar en una hoja?

―¿No has volado nunca? Bueno, no tepreocupes, si quieres podríamos hacerlojuntos. ¿Hasta dónde pretendes llegar?

―Debo viajar con el viento para ir a

Page 192: La torre de sabiduría - Javi Navas

una Torre de Sabiduría ―dijeescuetamente. No me apetecía contarletoda la historia a un desconocido.

―Yo soy Julián. Viajo para tenerexperiencias y poder escribir mi primerlibro. Tú podrías ser uno de lospersonajes que aparezcan en él.

Me reí un buen rato al imaginarmecomo un personaje de un libro, o mejoraún, de un cómic.

―Vale, me gustaría mucho. Además, notengo ni idea de cómo viajar sobre unahoja. Espero que tengamos un buenpiloto.

―¿Piloto? Me va a salir un capítulo

Page 193: La torre de sabiduría - Javi Navas

estupendo contigo, je, je. Nuestro pilotoes el viento.

―No fastidies. ¿Y es seguro viajar así?

―Pues como cualquier otro medio detransporte. ¿Y tú?, ¿has escrito ya algúnlibro?

―Bueno, no. He empezado a anotarideas en un librito que llevo conmigo.Quizás al final me salga una buenahistoria.

―A lo mejor puedo ser yo un personajede tu libro ―me pidió ilusionado.

―Prometido. ―Sonreí.

Page 194: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Mira, parece que ya hay movimiento―dijo Julián señalando hacia elandén―. Vamos a acercarnos. ¿Tellamas…?

―Mikel.

―Pues adelante, Mikel, vamos paraallá.

Nos aproximamos y nos pusimos en lacola, que avanzaba rápidamente. Elproceso de embarque era bien sencillo.En el andén, a ambos lados de la gente,había sendos contenedores manejadospor los vigilantes. Al llegar un viajerole preguntaban si quería viajar en unahoja o en el polen y, según sucontestación, abrían uno u otro

Page 195: La torre de sabiduría - Javi Navas

contenedor del que caía su vehículo.Este quedaba anclado al suelo hasta queel pasajero estaba listo para partir, losvigilantes lo liberaban y se iniciaba elvuelo.

A medida que nos acercábamos micorazón se iba acelerando y empecé asentir miedo de nuevo. Agradecí lacompañía de Julián; no me hubieseatrevido a volar yo solo. Me di cuentade que ya había empezado a cumplirparte de mis buenas intenciones: ¡habíaconocido a alguien en ese mundo!

Delante de nosotros había una familiacompuesta por padre, madre y dos niñas.Escogieron el polen, así que los

Page 196: La torre de sabiduría - Javi Navas

vigilantes dejaron caer una enorme bolaesponjosa que se quedó parada delantede ellos. Se introdujeron dentroatravesando la superficie del supergrano―aún no tenía claro si aquí era todogigante, o éramos las personas las quehabíamos disminuido de tamaño―. Encuanto entraron, el polen se cerró comosi no hubiese pasado nada. Entonces fueliberado. Salió disparado llevado por elviento, con un vuelo algo errático, perobastante suave. Justo antes de perdersede vista una gigantesca libélula lo atrapóy se lo llevó en otra dirección. La genteaplaudió. Yo tenía la boca seca y lospelos de punta, me había quedadoatónito, y estaba retrasando la cola.

Page 197: La torre de sabiduría - Javi Navas

―¡Oye! ―me dijo un vigilante, bastanteenojado.

Entonces vi a Julián, ya tumbado debruces sobre una hoja, con su mochila enla espalda y listo para partir, mirándomecon cara de divertido. Gateé sobre lahoja y me tumbé a su lado.

―Podías haberme avisado.

―Es que parecías tan feliz viendo volarel polen… ―respondió riéndose.

Fue fácil sujetarse en la hoja. Era muyrugosa y tenía asideros en diferentessitios, de modo que incluso podríamosmovernos encima. La superficie era muycómoda. Una vez agarrado, con Pole y

Page 198: La torre de sabiduría - Javi Navas

Pit en los bolsillos de mi mochila, asentíy Julián dijo:

―Listos.

Y, sin más dilación, salimos volando.Como muchas otras cosas en estemundo, fue más fácil hacerlo de lo quehabía sospechado momentos antes, enlos que me habían asaltado las dudas ylos miedos. El vuelo era suave y muchomenos caótico de lo que había esperado.Las hojas estaban sabiamente escogidaspara volar con estabilidad y seguridad.El viento nos llevaba rápido, pero comoviajábamos a su misma velocidad, paranosotros era como si no soplase nada.

Al principio no me atreví a mirar hacia

Page 199: La torre de sabiduría - Javi Navas

abajo. Una vez adquirí confianza pudedeleitarme con el bellísimo paisaje queestábamos atravesando: un bosque deárboles bajos con fauna variopinta;lagos; varias casitas aisladas; algunaspoblaciones también, y todo en el mayorde los silencios. Escuché ruiditos aambos lados de mi cabeza y al mirardescubrí a Pole y a Pit tumbados de lamisma forma que yo, mirando concuriosidad. Sentí miedo de que secayesen y no los perdí de vista en ningúnmomento.

Estaba claro que ya no nosencontrábamos en la isla a la que llegué.Por más que miré hacia el horizonte novi ni rastro de una gran cordillera como

Page 200: La torre de sabiduría - Javi Navas

la que buscaba.

Durante el vuelo aprovechamos paracharlar y terminamos por conocernos ycaernos bastante bien. Le conté a Juliánmi historia y el propósito de mi viaje,cosa que le encantó, prometiéndome elprotagonismo de varios capítulos de sulibro.

Julián era estudiante, y al llegar susvacaciones algunos compañeros declase y él se habían retado a ver quiénescribía el mejor libro. Sería el primeropara todos ellos. Partieron en distintasdirecciones para poder vivirexperiencias diferentes y que el relatode cada uno no se pareciese en nada al

Page 201: La torre de sabiduría - Javi Navas

del de los demás.

En ese momento germinó en mí la ideade que estaría bien escribir mi propiolibro cuando terminase la aventura. Peroantes debería empezar por leer un poco.

Page 202: La torre de sabiduría - Javi Navas

12. Tormenta

―MIKEL, ¿cuál es tu libro preferido?

―Pues nunca me ha dado por leer librosde ficción, la verdad. Soy buenestudiante ―dije, sin mentir del todo,pero sin contar toda la verdad―, ahorame doy cuenta de que debería haberalimentado un poco más mi imaginacióncon ese tipo de lecturas. Quizás así mehubiese gustado más salir con losamigos y hacer alguna trastada, ja, ja.

Page 203: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Bueno, siempre estás a tiempo. Yo terecomiendo empezar con el libro de losviajes del Bibliotecario. Está plagadode aventuras y visitas a mundosincreíbles. Es mi preferido.

―Julián ―interrumpí―. Mira adelante.¿Es eso el mar?

―Sí. Es la línea de la costa.

―¿Y tenemos que pasar por ahí? ¿Y sicaemos al agua?

―Esperemos que no. Nunca he oído dealgo así.

―¿Y si se termina el viento antes deatravesarlo?

Page 204: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Demasiados «y si»; no tengorespuesta. En esto consiste la aventura.

Entretanto, habíamos alcanzado lavertical de la playa y ya estábamosadentrándonos en el mar. El vientocontinuaba soplando, así que, demomento, todo iba bien. No obstante, lasconversaciones se terminaron y Julián yyo vigilábamos en silencio el vuelo.Pole y Pit dormitaban. Con cuidado losintroduje en los bolsillos de mi mochila.

Tras una hora aproximada ya no se veíatierra por ningún sitio. Daba bastantemiedo, y me acobardé mucho máscuando vi unas negras y feas nubes quenos esperaban más adelante.

Page 205: La torre de sabiduría - Javi Navas

Cuando las alcanzamos, el viento se hizomás fuerte y racheado. Pronto, el vuelose convirtió en errático. La hoja girabacomo una peonza y sufríamos cambiosbruscos de altura y dirección.

Para entonces los gatos ya estabandespiertos, alerta y maullandodirectamente al interior de mis oídos.Por si el susto que llevaba fuese poco,además, empezó a llover. Temí quepudiésemos resbalarnos de la hoja, oque perdiese la sustentación y se cayera.

Si pensaba que ya nada podría empeorarla situación, estaba equivocado. Lalluvia dio paso al granizo. Grandestrozos de hielo nos apedrearon. Y lo que

Page 206: La torre de sabiduría - Javi Navas

fue peor, estaban agujereando la hoja.

De repente la parte en la que se apoyabaJulián se partió. Se quedó unida al restotan solo por una pequeña sección. Juliánestaba colgando agarrado con ambasmanos.

―¡Julián! ¡Sujétate! ¡Ya voy!

Al acercarme para ayudarle, la hoja serajó un poco más. Julián perdió elagarre de una mano y a punto estuvo decaer.

―¡No te acerques, Mikel! ¡Se romperá!―Su mochila se resbaló y le estabaimpidiendo sujetarse bien, la soltó y sealejó por el aire; pudo agarrarse de

Page 207: La torre de sabiduría - Javi Navas

nuevo.

Los rayos y truenos hicieron suaparición y las nubes oscurecieron elcielo. Todavía volábamos muy alto. SiJulián se caía no tendría salvación.

―¿Qué hago, Julián? ¡Tú eres el expertoen esto!

―¿Experto? Claro, todas las semanasme ocurre algo así una o dos veces.

―No bromees. Esto es muy serio.

La hoja crujió y continuó rasgándose,lentamente, sin detenerse.

―¡Mikel! ¡Mikel! ¡Se rompe! ¡Haz algo!

Page 208: La torre de sabiduría - Javi Navas

Me estaba volviendo loco. No podíaacercarme a Julián porque rompería lahoja con mi peso y le precipitaría contrael mar y tampoco tenía forma dedirigirla.

La solución me la ofreció Pole. Habíasalido de la mochila y estaba dandozarpazos a la hoja haciendo agujeros.Gracias a eso estábamos descendiendo.Viendo que Julián caería antes de estarcerca de la superficie del agua, ayudé aPole. Me emocioné al ver lo valienteque fue; no hay nada que aterrorice mása un gato que el agua que no es parabeber, y Pole estaba bajo la lluvia y elgranizo y nos precipitábamos hacia unocéano embravecido.

Page 209: La torre de sabiduría - Javi Navas

Bajábamos deprisa; más de lo que mehubiese gustado. Al menos no caíamos aplomo. Nos íbamos a mojar, perotendríamos alguna oportunidad desobrevivir. Cuando ya estábamos cercadel agua sujeté a Pole entre mis brazos.Cerré los ojos y luego… Nada.

Recuperé la consciencia. Tosí y escupíla desagradable agua salada. Julián mesujetaba y me mantenía a flote.

―¡Poleee! ―grité.

―Tranquilo, está con nosotros, mira.

Julián llevaba mi mochila enganchada asu brazo ¡FLOTABA! con los gatos ensus respectivos bolsillos. Vi que la pata

Page 210: La torre de sabiduría - Javi Navas

delantera derecha de Pole estaba muyhinchada.

―¡Le ha pasado algo en la pata! ―measusté―. ¿Qué podemos hacer? ―melamenté, perdiendo los nervios.

―¡No te preocupes, Mikel! Ahora nopodemos hacer nada, y de todas formascon el agua tan fría seguro que no sientedolor. Mira, debemos preocuparnos desalvarnos, hay muchas olas, agárrate amí y a la mochila y mantén la calma,sino nos vamos a ahogar todos.

Sin posibilidad de acariciar ni daránimos a Pole, obedecí a Julián.

―¡Hace mucho frío! ―me quejé.

Page 211: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Apóyate en la mochila, cruza losbrazos contra el pecho e intentamantener la cabeza y el cuello fuera delagua. Te ayudará a conservar algo másde calor si encoges las piernas contra tuestómago.

Hice lo que Julián me decía y sentí unpoco de alivio. Sin embargo estabaempezando a perder la sensibilidad enpiernas, brazos, pies y manos.

El tiempo que duró la tormenta se hizoeterno. Estábamos en alertacontinuamente y nos encontrábamosagotados de luchar contra las olas y elviento para mantenernos unidos. Al fin,el temporal fue remitiendo lentamente a

Page 212: La torre de sabiduría - Javi Navas

la vez que moría el día. Llevábamoshoras a merced de las olas y nossentíamos ateridos. Llegó la noche, loque me asustó muchísimo. La oscuridadera absoluta y el silencio tan intensoque, a veces, creí haberme quedadosordo. En todo ese tiempo Julián no dejóde darme ánimos y asegurarme queconseguiríamos salvarnos. Empecé aapreciarle de verdad.

Finalmente, ya de día, flotábamosplácidamente. Sin pretenderlo noshabíamos quedado adormilados,abrazados alrededor de mi mochila.Cuando desperté sacudí a Julián,diciéndole desesperado:

Page 213: La torre de sabiduría - Javi Navas

―¡Julián! ¿Qué vamos a hacer ahora?¿Y tú? ¿Estás bien?

A lo que Julián respondió:

―¡Vaya pedazo de libro que me va asalir!

Es imposible saber cuántas horas másestuvimos flotando a la deriva. Notabaque mis fuerzas fallaban, y me sentídesanimado y aletargado. Mis gatosaparentaban estar muy mal. Pole tenía lapata muy hinchada aunque el pobre no sequejaba.

Nos daba miedo abrir la mochila parasacar algo de comida y bebida porquedejaría de flotar y era lo único que nos

Page 214: La torre de sabiduría - Javi Navas

sujetaba. Pero finalmente tuvimos quehacerlo, ¡nos moríamos de sed! Nadamás abrirla se escapó el aire y se llenóde agua. Se hundió y arrastró a mis gatossin que pudiésemos hacer nada porevitarlo. Como estábamos demasiadodébiles para mantenernos a flote, nosfuimos también para el fondo.

No pude contener mis lágrimas al pensaren mis dos gatitos, que no tenían culpade estar allí. Tanto Julián como yohabíamos decidido emprender ese viajey asumir los riesgos, pero Pole y Pit nohabían tenido más opción que venir connosotros.

Mientras me hundía lentamente y me

Page 215: La torre de sabiduría - Javi Navas

quedaba sin oxígeno, como en un sueño,vi descender a Julián, desmayado, y a mimochila con Pole y Pit en sus bolsillos.

Entonces, desde el fondo surgió unanimal enorme. Era una mezcla entremedusa y pulpo. Tenía grandes ojos yluminiscencias alrededor de la cabeza.Se acercaba a toda velocidad hacianosotros.

«Se terminó la aventura», pensé.

El pulpo-medusa se giró totalmente.Separó sus tentáculos mostrando unaenorme boca que abrió con ferocidad.

Por suerte, debido al miedo, o quizás ala falta de oxígeno, perdí el

Page 216: La torre de sabiduría - Javi Navas

conocimiento antes de sentir los dientesdel monstruo marino.

Page 217: La torre de sabiduría - Javi Navas

13. Mojadia

ABRÍ los ojos y la luz me hizopestañear. Poco a poco pude irenfocando la vista y distinguiendoformas. Una cara me miraba sonriente.

―¡Qué!, ¿practicando un poco denatación? ―dijo.

Entonces recordé todo y me incorporéde golpe.

―¡Julián! ¡Pole! ¡Pit!

Page 218: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Tranquilo. Están bien. Mira, los tienesa tu lado.

Julián yacía a mi derecha, dormido yrespirando tranquilamente. Los gatos, enpie ante los recipientes para el agua ycomida, me miraban. Pole tenía la patavendada. Lo primero que hice fuelevantarme y abrazar y besar a misgatos. Pole se dejó hacer y apoyó sucabeza, ronroneando, contra mi mano.Pit, en cambio, maulló a modo deprotesta y pataleó para que le soltase.Pit solo quería mimitos cuando leapetecía a él.

«¡Qué majos son! ―pensé―. Los hepuesto en peligro y ni siquiera están

Page 219: La torre de sabiduría - Javi Navas

molestos conmigo».

―¿Y Julián? ―pregunté aldesconocido.

―Está bien. Ya ha comido algo; ahora tetoca a ti, ven. Por cierto, me llamo Rufo.

―Gracias. Yo soy Mikel. No entiendocómo nos has encontrado. Una medusagigante estaba a punto de engullirnos.

―Lo hizo, créeme. Bienvenidos alinterior de la medusa. Nosotros lollamamos medulpo. Su diseño se basatanto en las medusas como en los pulposy los calamares. Pero llamarlomedulpomar era demasiado largo. ―Mehizo reír.

Page 220: La torre de sabiduría - Javi Navas

Nuestro anfitrión me condujo a unasalita contigua. Era evidente que nosencontrábamos en algún tipo de navesubmarina.

―Mira, te presento a Rosa, nuestrapiloto. Ella fue quien os descubrió y osengulló.

―Gracias, Rosa, no sabes cómo te loagradezco.

―Tranquilo, sí que lo sé, casi todoshemos pasado alguna vez por unasituación de peligro y hemos sidoayudados por alguien.

―¿En serio? ¿Y eso es normal?

Page 221: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Bastante, sí, a pesar de las medidasde seguridad ―respondió Rufo―.Trabajamos en el fondo del mar ysiempre es peligroso. Nosotros somosuna patrulla de vigilancia y rescate.

―¿Y la pata de Pole?

―Debe vérsela alguien que sepa másque yo de medicina. Parece que se hadado un buen golpe. Le he atendido lomejor que he podido y creo que no ledolerá si no la apoya con fuerza.

Me colocaron ante una mesita conalimentos y durante un buen rato solocomí y bebí en silencio, observandocómo tripulaban la nave. Suconversación era exclusivamente técnica

Page 222: La torre de sabiduría - Javi Navas

y no entendí gran cosa. Sí escuché quenos llevaban a un lugar llamadoMojadia, situado en el fondo del mar.

―¿Mojadia? ¿En serio? ¿A vuestraciudad le habéis puesto de nombreMojadia? ¿Nada de Estación SubmarinaOmega o algo así? ―pregunté.

Rieron. Cuando se calmaron, Rufo dijo:

―Allí, la gente tiene mucho sentido delhumor… Ahora deberías descansar unpoco. Os avisaré dentro de un rato paraque veáis cómo nos acercamos a labase.

Regresé a la salita anterior y, trasacariciar a mis gatos, me tumbé al lado

Page 223: La torre de sabiduría - Javi Navas

de Julián. En cinco segundos los teníaacurrucados a ambos lados de mi cuello,ronroneando como motores fuera borda.No pude dormir nada, pero mi sonrisa ymi felicidad me recargó de energíacompletamente.

***

―Mikel, Julián, ¿estáis despiertos?―Rufo nos llamaba desde la entrada.

Nos incorporamos, nos dimos un abrazoy, charlando sobre la suerte quehabíamos tenido, le seguimos.

―Bienvenidos a Mojadia ―dijo Rosa.

A través de los ventanales, que yo había

Page 224: La torre de sabiduría - Javi Navas

confundido con los ojos de una bestiaabisal, podíamos ver una extensa ciudadcubierta por diferentes cúpulastransparentes.

En el exterior había buzos trabajando.Un tractor futurista circulaba cerca deellos. Incluso, pudimos ver lo queparecía un grupo de escolares con unprofesor a su cargo. Algunas pequeñasnaves flotaban alrededor montandoguardia por si ocurría algo. Más lejospatrullaban un par de medulpos.

Dentro de la cúpula habíaconstrucciones sencillas, tipo iglú,también huertos, árboles por todaspartes, un campo deportivo y varios

Page 225: La torre de sabiduría - Javi Navas

lagos o piscinas interiores: una dondehabía gente nadando y otras en las quevimos naves atracadas. La mayoría delos iglús estaban conectados mediantetubos gruesos, que supuse que seríantúneles.

―¿Esos túneles entre los edificios sonpor si acaso? ―preguntó Julián.

―Efectivamente. Si algo les ocurre alas cúpulas, los iglús pueden sellarsecompletamente, y todos estáncomunicados por esos túneles o bajotierra ―explicó Rufo.

Ya estábamos al lado de una de lascúpulas más pequeñas que, a modo deesclusa, se abrió para permitirnos el

Page 226: La torre de sabiduría - Javi Navas

paso. Una vez cerrada, el agua fuebombeada hacia el exterior, y quedamosflotando al mismo nivel que la ensenadaen la que estaba el muelle de atraque,adonde nos dirigimos tras abrirse lasiguiente compuerta. Varias personas seapresuraron a sujetar la nave al muelle.

―Ha sido un placer conoceros, Mirad,os aguardan. Nosotros tenemos queseguir trabajando, ya habéis visto quehay actividad exterior ―dijo Rufo. Nosdespedimos y desembarcamos.

En el muelle, una mujer alta, con el pelocorto y moreno, enfundada en ununiforme que hacía resaltar sumusculatura, nos esperaba.

Page 227: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Hola, soy la doctora Bárbara. DirijoMojadia. ¿Todo bien?

―Hola, él es Julián y yo Mikel. Y estosson Pole y Pit.

―Sí, lo sé. Hemos recibido un informecompleto desde el medulpo de Rufo.Tranquilos, ya nos han contado vuestraafición a los baños extremos, no hacenfalta explicaciones. Acompañadme―pidió―. No hay transporte a lasuperficie hasta dentro de unos días, asíque primero os llevaré a vuestrosaposentos. Después podréis visitarMojadia ―continuó.

La seguimos. Teníamos el mar sobrenuestras cabezas, protegidos tan solo

Page 228: La torre de sabiduría - Javi Navas

por una aparentemente frágil cúpula, através de la cual podíamos ver a losvehículos que faenaban, así como a lossubmarinistas, bancos de peces, a un parde tiburones que nadaban perezosamentey eran vigilados de cerca por una de lasnaves pequeñas, y algún que otro animalbastante grande que no supe identificar.

―¿Qué son estas instalaciones,Bárbara? ¿Qué hacéis aquí? ―pregunté.

―Pues nos dedicamos a lainvestigación, a la extracción deminerales y otros recursos del fondo delmar… al rescate de nadadores de largadistancia… ―respondió con unasonrisa.

Page 229: La torre de sabiduría - Javi Navas

Pronto, llegamos a una casita iglú de laspequeñas.

―Este será vuestro hogar hasta quepodáis iros ―continuó―. Acomodaos,y dentro de una hora vendré a buscaros.

―Bárbara, Pole necesita asistenciamédica, su pata…

―Sí, nos lo dijo Rufo. Creo que le hahecho un buen trabajo con los primerosauxilios, no parece urgente, mira, hastacamina sin cojear. Después vamos alhospital y os reconocen a todos, aunqueos veo bastante bien.

―Por favor ―pidió Julián―, ¿seríaposible conseguir una mochila y un

Page 230: La torre de sabiduría - Javi Navas

cuaderno con un bolígrafo? Perdí todoen el accidente.

―Sí, te lo traeré después.

―Gracias. Te esperamos ―dije.

Nuestro iglú tenía grandes ventanasredondas, tipo ojo de buey como las delos barcos, que desde un lado daban alinterior de la bóveda y, desde el otro,hacia el inmenso océano. Las viviendasestaban pegadas a la cúpula para dejaramplios espacios interiores. Laexcepción era un gran edificio central,de cuya azotea surgía un ancho tubo quese elevaba hasta el techo. Más tardesupimos que se trataba del hospital ycomedor, así como del centro de

Page 231: La torre de sabiduría - Javi Navas

evacuación. El tubo, además de ejercercomo columna de sujeción, era un túnelde evacuación rápida.

Dejamos que los gatos explorasen lavivienda, mientras, Julián y yocomentamos animadamente la aventuraque acabábamos de vivir. Nos aseamosy nos cambiamos de ropa; sobre la camanos había dejado unos uniformes comoel que vestía Bárbara: un mono muycómodo, de color verde azulado, muyparecido al color del mar, y que seajustaba al cuerpo como una segundapiel. Antes de darnos cuenta, Bárbaraestaba de regreso. Le acompañaba unchico rubio de nuestra edad.

Page 232: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Bueno, ¿preparados para una visitaguiada? Este es Ánder, y os va a servirde guía e instructor, ¿de acuerdo? ―dijoBárbara, entregando a Julián unapráctica mochila, a juego con eluniforme, quien la miró agradecido.

―Gracias. Hola, Ánder, soy Julián. Éles Mikel. ―Nos sonreímos y nosestrechamos las manos.

―Pues lo primero es ir al hospital. Osdejo a su cargo. Yo tengo que irme atrabajar. Nos vemos más tarde ―dijoBárbara a la vez que salía por la puerta.

―Pues vámonos, venga ―dijo Ánder.

―¿Vives aquí? ―pregunté, mientras le

Page 233: La torre de sabiduría - Javi Navas

seguíamos. Yo llevaba a Pole en brazosy Julián se encargó de Pit.

―Sí. Mis padres trabajan en Mojadia.

―¿Son científicos? ¿Mineros?

―¿Qué? No, no, son soldados.

―¿Soldados? Es la primera vez queoigo algo así en este mundo ―dije―.No he visto ni un solo policía, nimilitares. Lo más parecido han sido losvigilantes que se visten de forma tanrara, pero no llevan armas ni nada quese le parezca.

Ander me miró extrañado, quizás por miexpresión «en este mundo». No hizo

Page 234: La torre de sabiduría - Javi Navas

ningún comentario al respecto.

―Ni las verás. Las hay, por supuesto,pero solo entrenan con ellas, y tampocoes fácil encontrarse con las patrullas.

Por la mirada de Julián supe que éltambién estaba muy sorprendido y quejamás había visto un soldado.

Nos encaminamos al edificio central,atravesando una zona ajardinadaequipada con aparatos para elentrenamiento físico: barras fijas,espalderas, paralelas, anillas, cuerdas…y que estaban siendo utilizados porpersonas de diferentes edades. Al entraren el edificio, varios carteles indicabanlas direcciones y opciones posibles:

Page 235: La torre de sabiduría - Javi Navas

comedor, hospital, centro deevacuación…

―Como vais a estar aquí unos días,Bárbara quiere que os instruya en elprotocolo de evacuación y en el manejode los equipos de supervivencia. ¿Vale?

―¿Cómo es que no tenéis transporteregular a la superficie? ―pregunté.

―Aquí, la gente no va y vieneasiduamente y, además, nuestrovehículo, al que llamamos «proyectil»,es el mismo que utilizamos para viajararriba y para que nos lo devuelvancargado con los suministros y conquienes están ahora de descanso allí.

Page 236: La torre de sabiduría - Javi Navas

»Estamos esperando a que nos avisen deque han recibido nuestro pedido devíveres. Será entonces cuando regreséis.Ahora nos encontramos en período detempestades, como habéis podidocomprobar, así que llevamos algo deretraso ―explicó Ánder.

»Bueno, como os decía. En caso deemergencia sonará una sirena por toda laciudad. Debéis dirigiros a cualquier iglúque tengáis cerca. No intentéis llegaraquí si no estáis al lado. ¡Id al máscercano, aunque penséis que os datiempo a llegar a este! Es importante,¿entendido?

―Si ―respondimos Julián y yo.

Page 237: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Todos los iglús están conectados coneste edificio. Así que una vez dentro deuno, y con la puerta cerrada, podréisutilizar los túneles. Después lopracticaremos para que veáis cómofunciona la esclusa de seguridad que hayen cada entrada.

Llegamos a un despacho. Ánder golpeóen la puerta dos veces con los nudillos yla abrió sin esperar respuesta. Dentro,un señor vestido de blanco se levantó desu escritorio para recibirnos.

―Doctor, nuestros visitantes.

―Hola, os estaba esperando. Podéisllamarme Carlos.

Page 238: La torre de sabiduría - Javi Navas

Carlos dedicó casi una hora parareconocernos a Julián y a mí. Despuésquitó el vendaje a Pole y estudió su pata.

―Buena actuación. ¿Quién le haatendido?

―Pues… nosotros no. De hecho, nosabíamos qué hacer. Ha sido Rufo―dije.

―¿No sabíais qué hacer? Eso, aquí, nopuede ser. En caso de emergencia todosdeben saber socorrer a un herido.

―Pero es que estamos aquí poraccidente, y solo de paso ―contestóJulián.

Page 239: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Bueno, el caso es que estáis aquí, asíque, en cuanto terminéis la instrucciónde evacuación, quiero que vengáis parahacer un cursillo de primeros auxilios,al menos lo más importante. ¿Deacuerdo?

―Sí, genial ―dije encantado, ya queme había sentido desesperado al ver lapata de Pole y no saber cómo ayudarle.

Julián no dijo nada; no parecía muyentusiasmado con ocupar sus vacacionescon cursillos.

―Pues dejadme a los gatos e idos conÁnder.

Salimos del edificio y nos dirigimos

Page 240: La torre de sabiduría - Javi Navas

hacia la cúpula.

―Ánder, ¿por qué hay soldados aquí?―preguntó Julián, que parecía haberestado dándole vueltas al asunto durantetodo el tiempo.

―No lo sé. No me cuentan mucho.Entrenan en otra bóveda. No está unida aMojadia y hay que ir en vehículosubmarino. También tenemos algunasnaves de guerra.

―Pero si nunca he oído nada sobreninguna guerra o ejército en la superficie―se extrañó Julián bastantepreocupado.

―Tienes razón. Algo debe pasar aquí

Page 241: La torre de sabiduría - Javi Navas

que lo justifique, aunque nunca me lo heplanteado.

Llegamos a un pequeño iglú, cortado endos por la cúpula, que servía de enlaceentre las dos bóvedas anexas.

―Aquí es donde practicamos lasemergencias.

―¿Cuántas bóvedas hay? ―pregunté.

―Estas dos, más la de entrenamientomilitar, la de gestión de residuos, la degestión de recursos y la estación delproyectil. La más grande es la queconocéis.

―Vale, ¿y ahora qué hacemos?

Page 242: La torre de sabiduría - Javi Navas

―preguntó Julián.

―Vamos a simular una evacuación parael entrenamiento del personal. Comotodavía faltan dos horas os voy aenseñar cómo usar los trajes de buceo yde supervivencia y los vehículossubmarinos.

―¿Y no será peligroso? Rufo dijo quesuelen ocurrir accidentes ―dije.

―Todo tiene su riesgo, por esoensayamos las medidas de emergencia―contestó Ánder.

―Venga, vamos. Suena genial―respondió Julián―. Pedazo de librome va a salir… ―continuó susurrando.

Page 243: La torre de sabiduría - Javi Navas

Nos llevó a uno de los iglús en los queguardaban trajes de buceo y nos enseñóa colocárnoslos. Nos instruyó en elmanejo de las botellas de airecomprimido y los aparatos demantenimiento vital. Practicamos todoello en una piscina destinada a tal fin.Julián y yo estábamos divirtiéndonoscomo nunca, y eso nos permitiómantenernos concentrados y aprenderrápidamente.

―Muy bien, ahora os voy a enseñar amanejar los Vehículos SubmarinosIndependientes. Los llamamos V.S.I. Nocreo que tengáis necesidad deutilizarlos, pero es obligatorio conocersu manejo.

Page 244: La torre de sabiduría - Javi Navas

―¡Síííííí! ―se entusiasmó Julián―. Yoprimero, Mikel.

―¿No se utilizan para evacuar a lasuperficie? ―pregunté.

―En ese caso lo normal es que vayáisal centro de evacuación, os metan en unacápsula y salgáis directamente, sin quetengáis que hacer nada, por el tubovertical ese que habéis visto.

»Si alguien se encuentra en peligro, ysolo vosotros estuvieseis disponiblespara rescatarlo, tenéis que saber utilizarel V.S.I.

A través del tubo de conexión entreiglús, llamados tubotúneles, llegamos a

Page 245: La torre de sabiduría - Javi Navas

otro recinto. Varios pequeñossubmarinos flotaban en una piscina.

―Estos V.S.I. admiten dos tripulantes.Disponen de una cabina de carga en laque podréis transportar materiales o ados personas tumbadas, un pocoapretadas, pero es suficiente para llegara un sitio seguro.

―¿Y se pueden echar carreras conellos? ―preguntó Julián.

―Los V.S.I. no tienen mucha autonomía―dijo Ánder, sonriendo e ignorando lapregunta de Julián―. Son solo parallegar al lugar del rescate y regresar a labase aunque, como ha deducido Mikel,podrían servir para ascender a la

Page 246: La torre de sabiduría - Javi Navas

superficie gracias a la flotabilidadcontrolada.

―No hay esclusa para salir alexterior… ―dije.

―Se hace por el fondo. Y ahora,adentro.

Durante una hora estuvimos en la cabinadel V.S.I. aprendiendo a manejar losmandos e instrumentos y a interpretar losdatos del panel de control. La piscina noera muy grande, pero nos permitió hacerpequeñas maniobras parafamiliarizarnos con la respuesta delvehículo a los mandos. Julián estabadeseando salir al exterior pilotando elminisubmarino, y yo le había perdido el

Page 247: La torre de sabiduría - Javi Navas

miedo y también quería hacerlo.

―Muy bien. Una regla muy importante:siempre que salgáis al mar debéishacerlo, como mínimo, dos personas.Tanto si vais en un V.S.I. como si esbuceando.

―Entendido ―dijimos.

―Pues como casi es la hora delsimulacro, quitaos los trajes de buceo yvámonos al centro de la cúpula.

Ya había más personas esperando. Trasunos minutos, unos altavoces atronaroncon instrucciones:

―Se inicia el simulacro de evacuación

Page 248: La torre de sabiduría - Javi Navas

mediante V.S.I. No será necesariopracticar el ascenso autónomocontrolado, tan solo escapar de labase. El tercer toque de sirena indicaráel inicio del ejercicio.

―TUUUUUUTTTTTTT.

Ánder sonrió enigmáticamente.

―TUUUUUUTTTTTTT.

―Bueno, no os asustéis y haced lo quehemos practicado, ¿vale?

Al fondo, grandes compuertas seabrieron, dejando entrar el agua del mara borbotones. La bóveda empezó ainundarse. Nadie se movió, y si yo no lo

Page 249: La torre de sabiduría - Javi Navas

hice fue porque Ánder se dio cuenta yme tenía bien sujeto por el brazo.

―TUUUUUUTTTTTTT.

Ahora sí que corrimos, con el agua porlas rodillas y subiendo rápidamente,entramos en uno de los iglús, junto contres personas más. Una vez dentro de laesclusa cerramos la puerta. Esperamos aque el agua que había entrado fueseevacuada de forma automática y soloentonces se desbloqueó la entrada alhabitáculo. Pasamos y cerramos. Laesclusa se abrió de nuevo para permitirque entrasen otras personas.

Accedimos al tubotúnel y, sin perdertiempo, corrimos al iglú de

Page 250: La torre de sabiduría - Javi Navas

mantenimiento para colocarnos lostrajes de buzo. De ahí pasamos a lapiscina de los minisubmarinos. Ánder yyo ocupamos uno y Julián, junto con unachica, otro. Nos dejaron pilotar.Hundimos el V.S.I. hasta ver la salida y,con unas pocas maniobras, salimos alexterior.

El manejo era muy suave y laestabilidad sorprendente. Nos alejamosrápidamente de la base hasta que, porradio, nos llegó el aviso de fin delsimulacro; nos felicitaron a todos por eléxito en la evacuación.

Al mirar atrás vimos que casi toda labóveda había sido inundada. Entonces,

Page 251: La torre de sabiduría - Javi Navas

Ánder, solicitó permiso para enseñarnoslos alrededores.

Nos llevó a ver una gran máquina queperforaba el fondo marino en busca deminerales. Me extrañó que solo hubieseuna, en lugar de varias, como sería deesperar en una base dedicada a laminería y a la investigación. Cerca seveía un gran resplandor rojizo y grandeschorros burbujeantes que ascendían.

―Ánder, ¿qué es eso? ―pregunté.

―Es un volcán submarino.

―¿Y podemos ir a verlo de cerca?―preguntó Julián.

Page 252: La torre de sabiduría - Javi Navas

―No es aconsejable ir allí. Ese lugarestá vigilado para evitar accidentes.Bueno, supongo que podremosacercarnos algo más.

Pilotamos lentamente hacia el volcán y,cuando ya estábamos cerca, una grannave salió a cerrarnos el paso. Era muydiferente a las que habíamos visto hastaentonces; en su vientre destacaba lo queparecían ser cañones.

―¡La hemos fastidiado! ―dije.

―Bueno, pues mira dónde están losmilitares ―añadió Julián.

Detrás del submarino se veía el volcáncon el agua hirviendo encima y, justo al

Page 253: La torre de sabiduría - Javi Navas

lado, un gran iglú. Rodeándolo habíaotras dos naves más. Por megafoníasonó una autoritaria voz.

―Chicos, debéis alejaros. Este lugar espeligroso. No podéis estar aquí.

―Entendido. Regresamos ―respondióÁnder.

Y se terminó nuestro paseo submarino.

Ya en la base fuimos a ver a los gatos.Pole estaba bastante mejor. El doctornos citó para el día siguiente. Luegoregresamos a nuestro iglú a acomodar aPole y a Pit, y Ánder nos llevó alcomedor para cenar. Después, nossentamos en unos cómodos sillones de

Page 254: La torre de sabiduría - Javi Navas

una sala de ocio y relax anexa, paraponer en orden nuestras ideas.

―Bueno, está claro que aquí pasa algomás de lo que nos cuentan ―dijoJulián―. ¿Tú nunca has visto nada raro?―continuó, dirigiéndose a Ánder.

―No, para mí todo esto es lo habitual.

―Sí, pero ―añadí― exceptuando en lazona del volcán, en el resto de la baseno parece que hagan nada emocionante.

―Y da la impresión de que la principalactividad es custodiar ese iglú que estáal lado ―dijo Julián.

―Es cierto ―dije―. Y solo hay una

Page 255: La torre de sabiduría - Javi Navas

máquina de extracción de minerales, olo que sea que esté haciendo. No meparece que sea lo normal si la actividadprincipal fuese la minería.

―Bueno, también hay científicos queestudian la vida submarina ―anotóÁnder.

―¿Y cuántos había ahí afuera? Solohemos visto a gente haciendo trabajos demantenimiento y al grupito de jóvenescon el profesor. ¿O es que han venidohasta aquí abajo para encerrarse en unlaboratorio? ―comentó Julián.

―Quizás estaban comiendo algo…―Intentó excusarlos Ánder.

Page 256: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Ánder, ¿de verdad no sientescuriosidad por saber qué pasa en el iglúdel volcán? ―preguntó Julián.

―Pues sí, la verdad. Hasta ahora no mehabía planteado que pudiese sucederalgo anormal.

―Piensa que este es el único lugar queconozco en el que hay militares ―dijoJulián con un escalofrío.

Un silencio tenso flotó en el ambientedurante varios minutos, después, Juliánme miró y sonrió de soslayo. Empecé atemer lo que estaba pensando.

―¡Tenemos que entrar en el iglú delvolcán! ―dijo.

Page 257: La torre de sabiduría - Javi Navas

Me llevé las manos a la cabeza.

Nos reímos, aunque Ánder parecía unpoco más tenso que al entrar en la salade relax. 

Page 258: La torre de sabiduría - Javi Navas

14. El plan

AL día siguiente, Julián y yo asistimosal cursillo de primeros auxilios―humanos y gatunos― impartido por eldoctor Carlos.

Fue realmente interesante, y eso quehicimos una versión reducida,centrándonos casi exclusivamente encómo actuar ante accidentes yemergencias en el medio submarino.También hablamos de traumatismos yheridas como los que había sufrido Pole.

Page 259: La torre de sabiduría - Javi Navas

Por supuesto, el cursillo incluíaprácticas, y para alguna de ellasutilizamos a Pole, que se lo pasó engrande, y a Pit, que no disfrutó tanto.Aprendimos mucho y yo me quedé mástranquilo y con ganas de más. Mepropuse realizar un curso completocuando regresase a mi mundo.

Esa noche habíamos quedado en vernoscon Ánder en la sala de relax.

Mientras esperábamos su llegada (no lehabíamos visto en todo el día), Julián sededicó a tomar algunas notas para sulibro y yo hice lo mismo con mi librito-llave.

Con mucho respeto y cuidado lo abrí.

Page 260: La torre de sabiduría - Javi Navas

Me imponía bastante, casi como si fueseun ser vivo, y a pesar del poco texto quecontenía, sus frases me parecíanvaliosas y como si las hubiese escritootra persona, mucho más sabia que yo.

Pasé a la tercera página y anote:«Mojadia. Quinto día en el mundo de loslibros», y debajo: «Han pasado muchascosas. Quizás lo más interesante que heaprendido es: Necesito mantener lacalma en momentos difíciles, porque sino puedo agravar mi situación y la dequienes estén conmigo».

Pensando en cómo se había comportadoPole bajo la lluvia anoté: «Los másvalientes son aquellos que se enfrentan a

Page 261: La torre de sabiduría - Javi Navas

sus miedos, y hacen lo que deben apesar del terror que les produce».

«Es necesario aprender a actuar en casode emergencias o accidentes».

Lo repasé varias veces. Si nofuncionaba como llave al menos meestaba haciendo recapacitar y darmecuenta de cosas importantes. En el peorde los casos me serviría como guiónpara poder imitar a Julián y escribir miprimer libro. Inmediatamente puse:«Debo escribir, al menos, un libro. Todoel mundo debería hacerlo. Como dijo elBibliotecario: “Mejor o peor escrito, deficción o basado en experiencias opensamientos”».

Page 262: La torre de sabiduría - Javi Navas

Ahora sí me gustaba cómo habíaquedado. Cerré el librito y sonreí.

―¿Has estado escribiendo chistes?―preguntó Julián.

―Ja, ja, no, ¿y eso?

―Tienes cara de risa.

―Risa no, satisfacción. He decididoque voy a escribir un libro, igual que tú.

―Genial. Recuerda tu promesa dehablar de mí.

―Y tú recuerda la tuya de incluirme enel tuyo.

Page 263: La torre de sabiduría - Javi Navas

―¡Hecho! ―Chocamos las manos.

―¿Interrumpo vuestro amor? ―Ándernos miraba sonriente.

―Ja, ja, no, hasta puedes participar siquieres ―ofreció Julián.

―Perdón por el retraso. Estuveinvestigando un poco y he tardado másde lo previsto. Bueno, mirad, sicontinuamos adelante con el plan devisitar el iglú del volcán, ha de ser ya.Mañana por la tarde os vais para lasuperficie. Ya están preparando elproyectil.

―Vaya, ahora que teníamos unaverdadera aventura en marcha hay que

Page 264: La torre de sabiduría - Javi Navas

andar con prisas ―se lamentó Julián.

―He conseguido averiguar una cosa.Las naves están allí para evitar quesalga algo. No sé el qué. Pero no estántan pendientes de si alguien quiereentrar.

―¿Y cómo sabes eso? ―pregunté.

―Escuché hablar a mis padres con ladoctora Bárbara cuando los llamó paracontarles que nos habían pilladoacercándonos al volcán, y por lo quedecían he llegado a esa conclusión.

―Pues para no vigilar a los que quierenentrar, a nosotros nos pillaron a laprimera ―dije.

Page 265: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Claro. Dos V.S.I. con cuatro personascomunicándose por radio, en medio deun simulacro de evacuación…Seguramente estarían observando elejercicio ―razonó Ánder.

―Bueno, y si vamos a ir, ¿cómo loharíamos? ―preguntó Julián.

―Pues con trajes de buceo; no los queconocéis, sino otros más completos. Detodas formas el volcán no está lejos. Sinadamos pegados a la superficie no nosverán.

―Genial, me gusta ―dijo Julián.

―Pero al regreso sí que nos van a pillar―dije.

Page 266: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Seguro que sí, pero vosotros os vaismañana de todas formas, y yo solo mellevaré una reprimenda y quizás unpequeño castigo. Nunca les he hechotrastadas a mis padres, así que seráncomprensivos. Les diré que meconvencisteis vosotros…

―Ah, qué gracioso ―dije.

―¡También me gusta! ―exclamó Julián.

―¿Y cuándo iríamos? ―pregunté.

―¡Ahora! ―dijeron a la vez Ánder yJulián.

―Pero no se ve nada. Es de noche―observé.

Page 267: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Ja, ja, recuerda que estás en el fondodel mar: aquí siempre es de noche.Además, el volcán está iluminado, asíque no hay pérdida, y si tenemos queregresar, también veremos las luces deMojadia, así que… ―explicó Ánder.

―¿Qué distancia hay desde la ciudad alvolcán? ―pregunté.

―No mucho. Quizá un kilómetro.

―¿Tan poco? ¿Y no es peligrosoconstruir una ciudad tan cerca? ―meextrañé.

―No. Es muy manso. Solo burbujea unpoco. Y además hay tuberías que vandesde Mojadia al volcán llevando agua

Page 268: La torre de sabiduría - Javi Navas

fría y regresan trayéndola caliente, y esotambién sirve para generar electricidad.Así que no podríamos haber alejadomucho la ciudad si queríamoscalefacción y electricidad gratis.

―Ah, quizá podríamos seguir lastuberías y así nos aseguramos de llegarsin dar rodeos ―dijo Julián.

―Genial, ya tenemos el plan. ¿Salimosen una hora? ―dijo Ánder.

―¿Dónde quedamos? ―pregunté.

―En el iglú de los trajes de buceo―propuso Julián.

―Pues hasta entonces. Voy a

Page 269: La torre de sabiduría - Javi Navas

prepararme ―dijo Ánder.

Julián y yo regresamos a nuestroalojamiento, excitados con la idea de laaventura y el misterio.

Aunque tenía algo de temor, hacía muchotiempo que no sentía tanta ilusión ante laidea de realizar travesuras.

Page 270: La torre de sabiduría - Javi Navas

15. El iglú del volcán

EL lugar de reunión estaba vacío: en labase todos se conocían, no habíaintrusos, así que no necesitaban ponerguardias para custodiarlo. Como allíguardaban los trajes de buceo y desupervivencia, el iglú, debía estarsiempre abierto para que se pudieseacceder fácilmente en caso de unaemergencia.

Una vez reunidos, sintiéndonos comosuperespías de novela, nos dejamos

Page 271: La torre de sabiduría - Javi Navas

guiar por Ánder.

―Estos son los buzos que vamos autilizar. Son más robustos que los queconocéis, pero funcionan igual. Ademástienen escafandras, con sistema decomunicaciones. Y también… ¡botas!

―¿Botas? ¿No necesitaremos aletas?―pregunté.

―Son estas. Se acoplan a las botas.Después podemos quitarlas, y así no nosquedamos descalzos. Os enseñaré acolocaros el equipo y… ¡Vale, ya te lohas puesto! ―le dijo a Julián―, con elpequeño detalle de que llevas las aletascambiadas de pie, ja, ja.

Page 272: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Ya decía yo que había que hacerdemasiada fuerza para encajarlas.―Rio.

Una vez vestidos, probamos loscomunicadores.

―Son de corto alcance, si nos alejamosmucho no podremos oírnos ―explicóÁnder―, y otra cosa, si alguno necesitahacer un cambio de dirección, o dealtura, que lo avise antes a los demás.Hay que ser precavidos. Aquí abajotodo es peligroso y, además, notendremos mucha luz.

―Entendido ―dijimos.

―Comprobad que lleváis linterna y

Page 273: La torre de sabiduría - Javi Navas

cuchillo.

―Afirmativo ―dijo Julián.

―¿Es necesario llevar cuchillo? ¿Hayque defenderse de algo? ―Me asusté.

―Es sobre todo por si te enredas enalguna planta, cuerda o red pérdida; porsi tienes que excavar… ―comentóJulián.

―Sí, y si os quedáis sin comunicación yqueréis avisar de algo podéis golpearcon el mango del cuchillo sobre lasbotellas, se oye mucho ―añadióÁnder―. ¿Vale?

―Vale ―dijimos.

Page 274: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Probemos el sistema de respiración ycalefacción. ¡A la piscina! ―ordenóÁnder.

Saltamos dentro e hicimos lascomprobaciones correspondientes.

―Todo correcto ―dije.

―Perfecto ―añadió Julián.

―Pues vamos, ¡inmersión!

En el fondo se abría la salida al exterior.Nadamos lentamente y alineados. Ándernos dirigió hacia las tuberías. Ahorasolo había que seguirlas hasta el volcán,cuyo resplandor se veía perfectamente.

Page 275: La torre de sabiduría - Javi Navas

―¿Alguien ha pensado que si losmilitares guardan esa salida con armasserá porque dentro hay algo peligroso?―dije, quizás algo tarde.

―Bueno, echamos un vistazo, y sivemos algo raro nos volvemos ―dijoJulián.

―Si hubiese algo peligroso supongoque lo tendrían encerrado ―repusoÁnder.

―Bueno, os propongo que nada de abrirpuertas que estén cerradas o que digan«peligro» ―dije. Todos nos reímos.Nadie aceptó la propuesta abiertamente.

Rodeados de una oscuridad y un silencio

Page 276: La torre de sabiduría - Javi Navas

imponentes nos fuimos acercando alvolcán. Pronto tendríamos queabandonar la tubería para bucear haciael iglú. Las naves lo custodiabanrodeándolo, sin más signos de actividadque algunas luces intermitentes y las quese filtraban por sus ventanucos. Nosacercamos todo lo posible al suelo,nadando con cuidado para no levantarnubes de polvo. Sin haberlo habladopreviamente, cortamos todacomunicación verbal y solo noshacíamos gestos. Era muy excitante. Mesentía como si fuese protagonista de unapelícula, y ni siquiera pensé que pudiesehaber ningún riesgo o que estuviésemoshaciendo algo malo.

Page 277: La torre de sabiduría - Javi Navas

El iglú ya estaba cerca. Abandonamos latubería y nos dirigimos hacia lo queparecía la entrada de submarinistas. Aninguno se nos ocurrió que podría haberguardias dentro. Primero Ánder, ydespués los demás, entramos yemergimos. Estaba vacío. Salimos de lapiscina. Nos quitamos las aletas y lasbotellas de oxígeno.

―Dejaos la escafandra puesta para quepodamos utilizar las comunicaciones porradio y así no hacer ruidos. Cerrad laespita del aire y abrid la de ventilaciónexterior, que aquí se puede respirarnormalmente ―ordenó Ándertomándose en serio su papel de jefe dela incursión.

Page 278: La torre de sabiduría - Javi Navas

El interior estaba diáfano, solo tenía lapiscina. Al fondo, una de las paredeshabía sido sustituida por una cortina deagua, o algo parecido, que caíaverticalmente desde el techo hasta elsuelo, sin desbordarse, ni salpicar, nihacer charcos. Era una especie de fluidoluminoso. Al acercarnos nos pareció verformas dibujándose en su superficie.

―¿Qué será esto? ―pregunté.

―Una puerta… un portal… seguro―respondió Julián.

―¿Una puerta?, ¿adónde? ―preguntóÁnder.

―¿Recordáis lo que acordamos acerca

Page 279: La torre de sabiduría - Javi Navas

de las puertas? ―dije.

―Ya, pero no está cerrada, ni haycarteles de no pasar ―dijo Julián.

―¿Y si detrás hay un precipicio?―pregunté.

―¿Y qué sentido tiene colocar unapuerta hacia un precipicio? ―respondióJulián.

―Ya, lo estaba pensando según lo decía―reí.

―¿Entonces qué? ―preguntó Ánder.

―Mirad, mirad, son cámaras devigilancia ―avisé.

Page 280: La torre de sabiduría - Javi Navas

―¿Cómo? ¿Dónde?

―Allí arriba, y allí. ―Señalé―. Nohay soldados dentro porque vigilan conlas videocámaras.

―Entonces ya saben que estamos aquí―dijo Ánder.

―Si queremos entrar tenemos quehacerlo ahora, seguro que ya vienen abuscarnos ―apremió Julián.

Nos miramos, y a la vez, nosintrodujimos por la cortina ¿de agua?

Fue como si se me nublase la vista y sevolviera a aclarar. Algo fallaba. Noestaba clara del todo. ¿O era el

Page 281: La torre de sabiduría - Javi Navas

ambiente? Había una densa niebla y poreso no podía ver bien. A pesar del trajede buzo calefactado sentí un frío que mehizo tiritar. Los pocos pasos que dihabían sido sobre una especie de fangoinestable que se pegaba a las botas eimpedía caminar con normalidad.

La escafandra nos proporcionaba uncierto grado de insonorización, pero eselugar estaba lleno de sonidosaterradores, gruñidos, gritos yestridencias difíciles de reconocer, queme provocaron un miedo atroz.

Y por si fuera poco, el aire querespirábamos era nauseabundo, con unolor tan pútrido que daban ganas de

Page 282: La torre de sabiduría - Javi Navas

vomitar. El terror que sentí era algo queno había experimentado jamás.

―¡CHICOS, CHICOS, CHICOS!―Julián estaba fuera de sí―.¡TENEMOS QUE SALIR DE AQUÍ,YA! ―gritó histéricamente.

―¿Qué pasa, Julián? ¿Dónde estamos?―pregunté.

―¡ESTAMOS EN PESADILLA! ―gritóaterrado.

Page 283: La torre de sabiduría - Javi Navas

16. Pesadilla

INMEDIATAMENTE me giré pararegresar por el portal. ¡No estaba! En sulugar solo encontré la siniestra niebla. Asu través vislumbré tenebrosos árbolesque formaban un bosque mucho másoscuro todavía.

Solo había andado unos pocos pasoshacia delante, pero tuve que detenermeporque no sabía hacia dónde iba.

―¿Qué sucede? ¿Dónde está la puerta?

Page 284: La torre de sabiduría - Javi Navas

―grité.

Nadie respondió. Al mirar atrás pudecomprobar que estaba solo.

―¡Julián! ¡Ánder!

Miré alrededor aterrorizado. No podíaentender cómo nos habíamos separado siestábamos todos juntos hacía unosinstantes.

―¡Julián! ¡Ánder!

Avancé a duras penas, hundiéndome enel lodo hasta más arriba de los tobillos.La succión del terreno era tan fuerte queme estaba dejando agotado; aquel lugarquería atraparme y dejarme allí anclado.

Page 285: La torre de sabiduría - Javi Navas

El pánico atenazó mi corazón y mimente. Me bloqueé. ¡No sabía qué hacerni hacia dónde ir!

Oí un ruido de estática a través delcomunicador y enseguida escuché unavoz.

―¡Julián! ¡Ánder! ―llamé,esperanzado.

―Sí. Te oigo. Soy Ánder ―percibí condificultad.

―¿Dónde estás? No puedo verte.

―Yo tampoco, Mikel. Debemos estarcerca; nuestros comunicadores son decorto alcance.

Page 286: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Enciende tu linterna, yo haré lomismo, a ver si nos vemos ―dije,temblando de frío y de miedo.

Alumbré con la linterna y la movílentamente alrededor. Escudriñé labruma intentando encontrar el destellode la de Ánder.

―¡Espera! Vuelve hacia dónde estabas.Creo que he visto tu luz ―gritó Ánder.Me giré muy despacio―. ¡Te veo! ¡Note muevas! ―dijo.

Tan quieto me quedé que hasta meolvidé de respirar. Como si fuese unaaparición fantasmal, una sombra se fueformando y vi que Ánder se acercabalentamente, luchando contra el lodo del

Page 287: La torre de sabiduría - Javi Navas

terreno. Corrí a su encuentro. Noconseguí avanzar casi nada. Nosabrazamos, y creo que ambos estuvimosa punto de llorar de alivio y también depuro terror.

―¿Sabes algo de Julián? ―pregunté.

―No, ¿tú?

―No, nada ―dije―. ¿Cómo hemospodido separarnos? ―pregunté.

―Es Pesadilla ―respondió Ánder―.Aquí las cosas no funcionan de la formaque conocemos, y además este mundonos afecta de forma diferente a cada unosegún nuestros miedos. Esimprescindible salir de aquí cuanto

Page 288: La torre de sabiduría - Javi Navas

antes.

―Pero hemos perdido la puerta ―dijeapesadumbrado.

―Quizás Julián la ha atravesado y haido a pedir ayuda.

―No. No se iría sin nosotros ―aseguré.

―¿Y qué podemos hacer? ―preguntóÁnder.

―Debemos buscar el portal y dirigirnosallí. Julián hará lo mismo con todaseguridad. ―Un espeluznante aullidosonó a pocos metros de nosotroshaciéndonos saltar del susto―. ¿Qué hasido eso? ―grité.

Page 289: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Ni idea, pero no quiero averiguarlo.Centrémonos en buscar la puerta.

―Dame la mano, para no separarnos denuevo ―dije.

Con las linternas encendidas fuimosavanzando a través de la niebla con laesperanza de ver el resplandor delportal o a Julián. Mi corazón se habíaconvertido en el batería loco de ungrupo de rock, temblaba y echabarápidas miradas a todas partes,sobresaltándome constantemente; miimaginación me hacía ver mil ojosacechándonos desde las sombras yhorribles bestias esperando el momentopropicio para atacarnos. No fue mi

Page 290: La torre de sabiduría - Javi Navas

imaginación: algo pasó corriendo entremis piernas y noté un agudo dolor en mipantorrilla derecha.

―¡Algo me ha mordido! ―grité. Miréhacia abajo y vi el traje de buzodesgarrado y manchado de sangre. Misterrores estaban cobrando vida―.¡Tenemos que salir de aquí! ¡Sigue,sigue!

Una sombra cayó del cielo dando ungruñido espantoso. Aterrizó sobre laespalda de Ánder. Le derribó sobre ellodo y se quedó sobre él. Impotente,gritaba y manoteaba. ¡Estabaasfixiándose! Su escafandra estabatotalmente cubierta por el repugnante

Page 291: La torre de sabiduría - Javi Navas

barro.

En cuanto me recuperé del susto ataquéal bicho a patadas y golpeándole con lalinterna. No alcancé a ver qué era, soloque tenía alas negras y membranosas,como de murciélago, y unos grandescolmillos. La espalda de Ánder estabaensangrentada.

El bicho saltó contra mí. Unas afiladasgarras se me clavaron en el pecho. Susmandíbulas se cerraron sobre miescafandra, que crujió, pero resistió.

Desenfundé el puñal y me defendí. Conel nerviosismo y mi falta de prácticatambién me golpeé a mí mismo. Menosmal que el cuchillo de submarinista no

Page 292: La torre de sabiduría - Javi Navas

tenía punta, para evitar pinchazosaccidentales.

Al fin, conseguí ponerle en fuga justocuando otro de esos monstruos bajaba enpicado hacia nosotros. Ambos chocaronen el aire y salieron disparados endiferentes direcciones, emitiendo loshorribles alaridos que habíamosescuchado antes. Desaparecierondesdibujándose en la espesa atmósfera.Sus gritos continuaron escuchándosedurante un buen rato.

Ánder se incorporó. Estaba aturdido. Nohabía visto nada y no sabía qué habíaocurrido.

―¡Tu pecho! ―exclamó al verme

Page 293: La torre de sabiduría - Javi Navas

ensangrentado.

―No importa. Vamos. Tenemos queseguir ―apremié, aguantándome eldolor.

―¡Me duele la espalda! ―se quejó.

―Lo sé ―dije―. Debemos continuarantes de que regresen ―añadí,mostrando una tranquilidad que nosentía.

Cogidos de la mano avanzamos denuevo. Más gruñidos y alaridos sesumaron a los ya existentes, y si pensabaque no se podía tener más miedo del queya tenía, estaba equivocado.

Page 294: La torre de sabiduría - Javi Navas

Sobre nuestras cabezas la niebla seaglutinó formando una pavorosa forma.Una oscura sombra, como una pesadamanta de pegajosa materiaindeterminada, nos cayó encima y noscubrió, enterrándonos e impidiéndonosrespirar.

No podía hablar. Pataleé y golpeé aaquella cosa con el puñal, a ciegas ycompletamente aterrorizado. Sentí laspatadas y manotazos de Ánder, presa dela desesperación. Toda esa materia seadhirió a mi cuerpo. Los brazos se mequedaron pegados a los costados y unpeso muy superior a mis fuerzas empezóa hundirme en el lodo. ¡No podíarespirar! La cosa se encogió e hizo que

Page 295: La torre de sabiduría - Javi Navas

me doblase por la cintura. Presionabacada vez con más fuerza y noté que mispulmones se quedaban sin aire. El cuellose me dobló y la escafandra crujió y seme clavó en el pecho. Las rodillas se meplegaron hacia el vientre. La presión seincrementó. En cuestión de segundos ibaa morir asfixiado y aplastado.

Un atisbo de luz asomó sobre mí y sentícómo mi cabeza y cuello emergían através de aquella cosa. ¡Ánder se habíaliberado! Y ahora me estaba ayudando,abriendo una abertura con su puñal.

Boqueé en busca de aire. Mi pechocontinuaba aplastado y no entró ni pizca.

―¡Aguanta, Mikel! ¡Ya te tengo!

Page 296: La torre de sabiduría - Javi Navas

―gritó. Yo no podía ni gritar.¡Necesitaba aire, ya!

Ánder continuó ensanchando el hueco ydespués tiró de mí. Salí de repente entreun crujido de tela que se desgarra. Abríla boca y respiré con ansia. Grité, tosí, ylloré como un recién nacido.

―Vamos, reacciona. Debemos irnos―dijo Ánder con voz temblorosa eintentando arrastrarme de la mano.

Me incorporé y continuamos caminando.

―Gracias. He estado a punto de palmar―dije cuando recuperé el resuello.

―Hemos tenido suerte ―contestó.

Page 297: La torre de sabiduría - Javi Navas

―¡Ánder! ¡Mikel! ¿Me escucháis?―oímos a través del comunicador.

―¡Sí, Julián! ¿Dónde estás? ¡Nos estánatacando! ¡Estamos heridos! ―grité.

―Me pasa lo mismo. Escuchadme, veola puerta. La tengo enfrente. Debéisencontrarme. No puedo moverme o laperderé de vista.

―Ni se te ocurra dejar de mirarla―dijo Ánder―. Mueve tu linternadespacio alrededor, a ver si te vemos.

Ánder y yo, espalda contra espalda,ateridos, doloridos y aterrorizados,forzamos la vista a través de la niebla,sin atrevernos siquiera a pestañear.

Page 298: La torre de sabiduría - Javi Navas

―¿La veis o qué? ―apresuró Julián.

―No, no. Intenta moverla de otra forma,o levantándola, o yo qué sé ―dije.

―Hay que darse prisa. La puerta se estádifuminando. Creo que la niebla se estáespesando.

―¡Sí! Espera. Haz eso de nuevo ―gritóÁnder, proporcionándome el mayoralivio de mi vida―. ¡Ahí estás! ¡No! Teperdí. Es un punto muy concreto. Muevela linterna muy despacio hacia dónde latenías antes. ¡Quieto! ―gritó Ándertirando de mí―. ¡No te muevas!

Le seguí sin soltar su mano, pero meencontraba muy preocupado.

Page 299: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Ánder, no veo nada. ¿Estás seguro?

―Sí, sí, no me distraigas. Es un puntitoque va y viene, como deje de mirarloseguro que lo pierdo.

Caminamos trabajosamente durante unaeternidad.

―Daos prisa, por favor. La vamos aperder, y me están acechando variosanimales que no consigo ver ―gritabadesesperado Julián.

―Vigila arriba también. Hay un bichoque vuela y se te tira en picado ―leavisé, omitiendo que había una cosapeor.

Page 300: La torre de sabiduría - Javi Navas

Los gruñidos se intensificaron. Nosseguían de cerca. Los escuchaba portodas partes y a veces creí tenerlos justodelante.

Ahora yo también podía ver la luz de lalinterna de Julián y avancé con másconfianza y con renovadas energías. Derepente, la luz desapareció a la vez queun grito horrible sonaba por nuestroscomunicadores.

―Julián, no te veo. ¿Qué pasa?―pregunto Ánder angustiado.

―¡Me atacan! ¡Aaaaah! Daos prisa. Meestán mordiendo.

Continuamos lo más rápido que pudimos

Page 301: La torre de sabiduría - Javi Navas

en la dirección en que pensábamos queestaba y, por suerte, fuimosvislumbrando su figura, retorciéndose yluchando contra sombras oscuras quesaltaban a su alrededor.

Al llegar junto a él nos unimos a la luchay conseguimos espantar a las bestias conpatadas y puñaladas.

No nos dimos tiempo ni paraabrazarnos. Julián, ensangrentado ysollozando, no había perdido el aplomoni la compostura. Enseguida nos obligóa seguirle en dirección a la puerta.

Pronto tuvimos que detenernos; allíestaba. Era un arco de piedra, con lacortina luminosa que debíamos

Page 302: La torre de sabiduría - Javi Navas

atravesar. La teníamos cerca. Pero entreella y nosotros estaban aquellos bichos:eran una mezcla de lobo con jabalí, ratay rinoceronte. Y todo eso con el tamañode un perro grande, y que habíandemostrado tener la agilidad de unmono. Eran muchísimos, todos gruñendosalvajemente, con un sonido gutural,ronco y ansioso.

―¿Y ahora qué? ―pregunté.

―Preparad los cuchillos ―recordóÁnder.

Lo hicimos sin soltarnos de la mano.Tuvimos que guardar las linternas. Elresplandor de la puerta era suficientepara iluminar la escena.

Page 303: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Escuchad. Hay que atravesar lapuerta. Debemos pasar entre los perros―dijo Julián.

―Nos van a matar ―se lamentó Ánder.

―Si perdemos la puerta quizás no lavolvamos a encontrar jamás. Y si nosquedamos aquí moriremos más pronto omás tarde, o estaremos condenados depor vida a vivir en estas tinieblas y,creedme, no hemos visto nada de lohorrible que es este mundo ―dijoJulián.

―Tenemos que pasar ―dije sollozando,sorprendiéndome de mi determinación.

―Va a doler mucho ―lloró Ánder.

Page 304: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Los perros están aquí y no se van a ir.Si perdemos la puerta nos quedaremoscon ellos igualmente y a oscuras―apuntó Julián.

―Pues empiezo a perderla. Creo que seestá alejando. No sé qué es lo queocurre. Se está difuminando ―anuncióÁnder, manchando de lágrimas laescafandra.

―¡Hay que decidirse ya! ―gritó Julián.

―¡Vamos! ¡Lo más rápido posible!―grité.

Y corrimos hacia la puerta.

Lo de correr se quedó en un intento

Page 305: La torre de sabiduría - Javi Navas

agotador; por más que me esforcé, enrealidad, me moví con una lentituddesesperante. No podía entenderlo. Eracomo si se me hubiese olvidado decómo se corre o soplase un huracán encontra que me impedía avanzar. Y a losdemás les pasaba igual.

Mi angustia se incrementó brutalmente alver que a los perros no se les habíaolvidado cómo correr a toda velocidad.

En un instante los tuvimos encima y, apesar de los puñales, no dudaron lo másmínimo. Cada uno de nosotros se vioatacado por media docena de perrosmutantes.

Los primeros mordiscos y zarpazos

Page 306: La torre de sabiduría - Javi Navas

fueron tan violentos que me provocaronun dolor insoportable. Una de las bestiasclavó su cuerno frontal en una pierna deÁnder, quien gritó desesperado.

Al cabo de un rato sentía los mordiscosy desgarros, pero el dolor habíadisminuido. Creo que había entrado enshock. Nuestros gritos se confundían: nopodía distinguir los míos de los de misamigos. Nuestra única suerte era que laescafandra nos protegía la cabeza y elcuello, que era adonde se dirigían lamayoría de los ataques.

Entonces, unos estampidosensordecedores que se fueron acercandopusieron en fuga a aquellos engendros

Page 307: La torre de sabiduría - Javi Navas

de Pesadilla. Unas sombras se fueronperfilando ante nosotros y, al poco,aparecieron varios soldados, unidosentre sí por largas correas.

―¡Los hemos encontrado! ¡Hay queevacuar de inmediato! ―oí a través delos comunicadores.

Nos engancharon con mosquetones a suscorreas y dos soldados nostransportaron a cada uno de nosotros. Sehabían ido apostando en fila desde lapuerta hasta donde estábamos, de modoque no costó nada encontrar la salida. Amedida que nos acercábamos, lossoldados se iban replegando, cubriendola retirada con disparos al aire. A pesar

Page 308: La torre de sabiduría - Javi Navas

del alivio que sentí, mi miedo nodisminuyó hasta que atravesamos elportal de regreso.

En volandas nos llevaron hasta lapiscina y nos introdujeron en sendosV.S.I.

Mientras navegábamos camino a la baseescuché a nuestro piloto avisar alhospital.

―Vamos para allá. Están todos heridosy magullados. Ánder es quien está peor,sufrió una cornada en el muslo derecho.Podría necesitar sangre. Llegamos encinco minutos.

Después me desmayé.

Page 309: La torre de sabiduría - Javi Navas
Page 310: La torre de sabiduría - Javi Navas

17. Reprimenda

ABRÍ los ojos. El dolor era intenso,pero soportable. Me di cuenta de quehabía estado sintiéndolo inclusodormido. Estaba tumbado en una camadel hospital, con Julián a mi lado y, másallá, Ánder, quienes me sonrieron ysaludaron. Pole y Pit dormían a amboslados de mi cabeza hasta que, almoverme, Pole se despertó y empezó amaullar y a lamerme el cuello, dándomela bienvenida, a la que se sumó Pitenseguida.

Page 311: La torre de sabiduría - Javi Navas

―¡Qué! ¿No puedes vivir sin hacermeuna visita de vez en cuando? ―dijo unsonriente doctor Carlos acercándose amí. Por la mirada de mis amigos dedujeque los había recibido con la mismabroma.

―Por favor, no me haga reír que meduele todo el cuerpo ―dije.

―Y vas a estar así un tiempo. Puedeslevantarte. Por fortuna no tienes nadagrave, el equipo de buzo que llevabaisos protegió bastante bien, aunque haquedado destrozado. Así que duranteunos días vais a estar un pocomagullados. ―Los tres nosincorporamos―. Tú no, Ánder, ya te lo

Page 312: La torre de sabiduría - Javi Navas

he dicho ―le ordenó el doctor―, debespermanecer tumbado todo el día.

―Jo ―se lamentó.

―Podéis estar contentos de estar convida. Si no hubiese sido por lossoldados… Bueno, el caso es que todoha salido bien.

―Puede echarnos la bronca, doctor, noslo merecemos ―dije.

―Ah, no, yo no. Eso es asunto de ladoctora Bárbara. Tenéis una reunión conella tan pronto como os sintáis confuerzas, que será pronto, y os comentarálos detalles de vuestra aventura―ironizó.

Page 313: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Pues qué bien ―respondió Julián.

―Casi prefiero a los perros mutantes―dijo Ánder. Enseguida se arrepintiócuando Julián y yo le mostramos algunosde nuestros vendajes.

Media hora después habíamos comidoalgo y nos habíamos vestido con losmonos de supervivencia queutilizaríamos para nuestro viaje alexterior. Saldríamos a un mar picado yseríamos recogidos por un barco, segúnnos explicaron.

La directora de Mojadia entró en nuestrahabitación con paso decidido, deuniforme y seguida por un hombre y unamujer, igualmente uniformados, que

Page 314: La torre de sabiduría - Javi Navas

deduje que serían los padres de Ánder,quien cruzó con ellos una mirada tras laque no les hizo falta decirse más.

―Espero que seáis conscientes de lograve que ha sido vuestra actuación.Habéis puesto vuestra vida en peligro yhabéis hecho que los rescatadoresarriesguen la suya ―dijo a bocajarro.

―Lo siento ―fuimos diciendo con unhilo de voz.

―Sí, es muy fácil sentirlo después; lodifícil es pensar las cosas antes. ¿No escierto?

―Doctora, Ánder no tiene la culpa. Leconvencimos Julián y yo, él no quería ir,

Page 315: La torre de sabiduría - Javi Navas

pero… ―dije.

―¿Es eso verdad? ―interrumpió lamadre de Ánder, mirando a su hijo.

―Sí ―respondió Julián.

―¡No! ―negó Ánder―. Fue un plan detodos. Y yo me encargué de los aspectostécnicos, así que soy igualmenteculpable, si no más.

―Debéis saber que habéis estropeadomaterial muy valioso, difícil de fabricary de conseguir ―continuó la doctora―,y además habéis retrasado ellanzamiento del proyectil, importunandoa muchas personas y al equipo derecogida en la superficie.

Page 316: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Lo siento mucho, doctora. No sé quédecir. Si hubiese algo que pudiésemoshacer para compensarlo ―dijeapesadumbrado.

―Lo que podéis hacer es prepararospara poder lanzar el proyectil, convosotros dentro, cuanto antes.

―Sí, ahora mismo si quiere ―contestóJulián.

―Doctora, ¿puedo preguntarle algo?―dije con cautela.

―No estoy de humor para responder avuestras preguntas ahora.

―Pero es importante. Conozco a alguien

Page 317: La torre de sabiduría - Javi Navas

atrapado en Pesadilla. El Bibliotecariodijo que era imposible que pudiesequedarse conmigo en este mundo ybuscar juntos la salida, pero nosotroshemos podido entrar en Pesadilla…

―No ha podido decirte eso. Muchosmundos están conectados medianteportales que no se pueden cerrar nibloquear, aunque sí se pueden custodiarpara evitar sorpresas desagradables.

―Pero… el Bibliotecario dijo queJoseba estaba dónde debía estar y nopodía ser de otro modo ―insistí.

―Lo que intentó explicarte es que tuamigo tiene tareas pendientes enPesadilla, y no podrá abandonar ese

Page 318: La torre de sabiduría - Javi Navas

mundo hasta que las termine. Ahorapreparaos. Os conduciré al proyectil.

Nos despedimos de Ánder converdadera pena. No sabíamos sivolveríamos a vernos. El doctor nosentregó una bolsita con medicinas quedebíamos tomar durante unos días.Después, nos dejamos guiar por ladoctora.

Atravesamos todo el recinto hasta llegara otra de las bóvedas. Parecía unaeropuerto o una gran estación deferrocarril. En el centro había un enormevehículo parecido a una bala gigante. Suparte delantera estaba introducida en untubo que se elevaba dando amplias

Page 319: La torre de sabiduría - Javi Navas

vueltas en espiral hasta lo alto de lacúpula, la atravesaba y seguía por elexterior hasta terminar en una porciónlarga y recta que estaba siendo movida,supuse que para orientar la dirección enque seríamos lanzados.

Bárbara continuó seria, pero nos dio unabrazo a cada uno. Un chaval que llegó ala carrera, nos entregó nuestrasmochilas, algunos bocadillos y agua. Leagradecimos todo a la doctora, nosdisculpamos de nuevo y entramos en elproyectil.

Dentro había asientos orientados en elsentido de la marcha, como en losvagones de los trenes de largo

Page 320: La torre de sabiduría - Javi Navas

recorrido. Entramos por la parte traseray los pasajeros se giraron paraobservarnos. Vimos expresiones dereproche. También algunas sonrisas yuna cierta ironía en los más jóvenes.

Un vigilante nos acomodó. Abracé aPole y a Pit y nos relajamos. Pormegafonía anunciaron que estábamoslistos para partir; realizarían las últimascomprobaciones y en diez minutosiniciaríamos la marcha. Me sentíafortunado de estar allí, viendo ya comoalgo lejana la horrible experienciasufrida. Rebusqué en la mochila yextraje el librito verde y, luchandocontra mis gatos que intentaban robarmeel bolígrafo, anoté:

Page 321: La torre de sabiduría - Javi Navas

«Mojadia. Sexto día en el mundo de loslibros».

«Tengo que pensar bien en las posiblesconsecuencias antes de embarcarme enaventuras que puedan ponerme enpeligro a mí y a otras personas».

Pensando en lo valiente que había sidoÁnder al asumir su parte deresponsabilidad a pesar de que podíahaber aceptado nuestroautoinculpamiento: «Un verdaderovaliente acepta las consecuencias de susactos».

Al recordar a Joseba, atrapado enPesadilla, se me escaparon las lágrimas,y escribí, plasmando mis pensamientos

Page 322: La torre de sabiduría - Javi Navas

en el librito como si fuese una anotaciónen un diario: «Ahora entiendo ladesesperación de Joseba. Desearíapoder ayudarle. Pero aunque se meofreciese la oportunidad… ¡No meatrevería a ir allí de nuevo y hacerlo!».

Al verlo por escrito me di cuenta de loterrible que era mi afirmación y llorédesconsoladamente. Algunas de mislágrimas cayeron sobre el librito,emborronando varias palabras, haciendoque el texto llorase conmigo. Julián, sinsaber exactamente los motivos de millanto, me abrazó y me animó.

Mientras me tranquilizaba vino a mimente una nueva y terrible idea y, de

Page 323: La torre de sabiduría - Javi Navas

nuevo, anoté: «Una vez que has caído enun sórdido mundo de pesadilla, la salidasiempre será difícil y dolorosa. Pero noserá nada comparado con la tortura devivir para siempre en la oscuridad».

Y después: «Siempre hay personasdispuestas a ayudarte».

Finalmente, reflexioné sobre lo que mepareció más importante de toda laaventura y lo escribí con manostemblorosas debido a la emoción: «Esbueno tener amigos. ¡No! Es necesario».

Miré a Julián y sonreí. Me devolvió lasonrisa.

Las luces del proyectil se atenuaron. Por

Page 324: La torre de sabiduría - Javi Navas

megafonía anunciaron la inminentepartida. Con un movimiento suave y unaaceleración constante, el proyectilempezó a ascender por la espiral, cadavez más rápido, hasta que, con un granestruendo, fuimos disparados a todavelocidad a través de las aguas del mar.Nos quedamos clavados en el asiento.Todos gritamos de júbilo. Mis gatos,asustados, me hincaron las uñas en lasheridas del pecho. Aullé de dolor.

Page 325: La torre de sabiduría - Javi Navas

18. Barcos y mareos

EL impulso proporcionado por el cañónnos hizo viajar durante más de una hora.Supuse que el proyectil dispondría dealgún medio de propulsión, al menospara corregir el rumbo en casonecesario, pero no escuchamos ningúnsonido de motores. Como el ascenso fuemuy progresivo no hubo problemas dedescompresión. A través de losventanucos pudimos ver bancos depeces y, a lo lejos, algunas ballenasbastante grandes. Me pregunté qué

Page 326: La torre de sabiduría - Javi Navas

pasaría si alguna se cruzaba en nuestrocamino, ya que llevábamos unavelocidad muy alta y aunque pudiésemosmaniobrar habría que hacerlo con muchaantelación. Mas eso no ocurrió. Supongoque todo el viaje había sido planificadohasta en sus mínimos detalles.

Al emerger saltamos fuera del aguacomo si fuésemos un delfín, con tantaenergía que pasamos sobre nuestrobarco de rescate. Su tripulación nossaludó mientras los sobrevolábamos ydesde el proyectil devolvieron el saludocon gritos de excitación. Caímos y nossumergimos de nuevo, pero enseguidaestuvimos flotando a merced de grandesolas.

Page 327: La torre de sabiduría - Javi Navas

Un brazo de grúa nos enganchó y nosacercó al costado del barco. Una vezsujetos, ambas naves funcionaron comouna sola. Nos dieron a elegir entre subira la cubierta o continuar en el proyectil.La mayoría se quedó en sus asientos,Julián y yo preferimos salir al exterior através de una escala de seguridad.

El mar estaba bastante agitado. Llovía yhacía viento. El espectáculo erasobrecogedor. En un momentodeterminado la sirena del barco atronó ysalimos disparados surfeando las olas.

Diez minutos más tarde vimos, a lolejos, lo que parecía una pequeña isla. Amedida que nos acercábamos cobró un

Page 328: La torre de sabiduría - Javi Navas

aspecto bastante extraño. Se movía deforma serpenteante, como si estuvieseflotando.

Por fin, estando ya al lado yaprovechando que nuestro barco seelevaba sobre la cresta de una ola,tuvimos una panorámica inmejorable ypudimos resolver el misterio.

Era una isla flotante compuesta porcientos de barcos unidos entre sí. Teníaun aspecto ovalado y se apreciaban treszonas o anillos concéntricos: en elexterior estaban las naves más grandes ylas plataformas que servían de muelles,con sus grúas de carga y descarga. Paracuando el mar estuviese demasiado

Page 329: La torre de sabiduría - Javi Navas

revuelto se había creado una ensenadaprotegida, con una entrada estrecha, quealbergaba un puertecito. Este primeranillo funcionaba también comoprotección contra la furia del mar.

El segundo estaba formado por barcosmás pequeños, adaptados comoviviendas con su terrenito alrededor (lascubiertas). Había algunos quefuncionaban claramente a modo decalles. También se veían pasarelas quecumplían con esa función. Muchos delos barcos eran de madera.

La parte interior estaba más despejada,a modo de plaza o parque.

Cuando nuestra embarcación bajaba

Page 330: La torre de sabiduría - Javi Navas

hasta el valle de la ola y la isla seelevaba sobre la cresta daba laimpresión de que nos meteríamos debajoy moriríamos aplastados. Pero nuestropatrón, de forma magistral, fuerodeándola hasta flotar de formasincronizada con ella. Atracó en uno delos muelles.

Un ejército de personas atrapó los cabosy nos sujetaron. Desde ese momentopasamos a formar parte de la ciudad.Julián, los gatos y yo estábamosempezando a mostrar los efectos de unimportante mareo. En el muelle nosesperaba una pareja.

―Julián y Mikel, ¿verdad? ―nos

Page 331: La torre de sabiduría - Javi Navas

preguntaron. Eran un señor y una señorabajitos y gorditos. Se parecían bastante,llevaban el mismo corte de pelo yvestían igual.

―Sí, hola ―dije, conteniendo unaarcada y viendo por el rabillo del ojocómo vomitaba Julián.

―Bárbara nos avisó de vuestra llegaday nos puso al corriente de vuestras«hazañas», espero que os hayáisquedado más tranquilitos ya.

―Sí, sí. No nos quedan más ganas deaventuras ―mintió Julián, tomando elrelevo de la conversación mientras yovomitaba sobre la cubierta.

Page 332: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Excelente. Os doy la bienvenida. SoyBruno, alcalde de Flotowndo. Ella es miesposa, Bruna, la alcaldesa.

―¿Bruno y Bruna? ¿Es casualidad?―dijo Julián con una sonrisa y unaevidente falta de tacto.

―Ja, ja. Ese fue el motivo por el quenos conocimos ―respondió Bruna.

―Venid, tenemos un lugar para que osalojéis mientras estéis aquí, y tambiénropas más adecuadas. Continuaréisvuestro viaje cuando amaine eltemporal.

―Gracias, muy amables ―dije.

Page 333: La torre de sabiduría - Javi Navas

Los acompañamos. Era muy difícilmantenerse en equilibrio sobre un sueloque se movía arriba y abajoconstantemente y nos hacía caer cadapoco. A veces, nos encontrábamosflotando en el aire sin ningún apoyo yofreciendo a los habitantes deFlotowndo un espectáculo a la pargracioso y desagradable ―debido anuestros frecuentes vómitos― muy anuestro pesar. En cambio, los alcaldes,siempre encontraban la forma desujetarse de forma instintiva y parecíanestar pegados al suelo, así como el restode los viandantes con quienes noscruzamos, y que nos daban consejosimposibles de seguir.

Page 334: La torre de sabiduría - Javi Navas

No tardamos mucho en llegar a unbarquito de madera.

―Este será vuestro hogar mientrasestéis aquí ―dijo Bruna.

Julián y yo nos miramos encantados. Elcamarote del barco estaba sobre la popay era una preciosidad: pequeño, congrandes ventanales, resultaba muyacogedor. Desde allí podíamos ver granparte de la isla e, incluso, el mar,cuando nuestra zona se encontraba en lacresta de una ola. La cubierta estabaacondicionada como los jardines ypatios de una casita en tierra, conplantas, hamacas, sillas, una mesa…todo ello convenientemente sujeto al

Page 335: La torre de sabiduría - Javi Navas

piso.

―¿Os gusta? ―preguntó Bruno.

―¿Si me acostumbro al meneo… mepuedo quedar a vivir aquí? ―respondí.

―Ja, ja, sí que puedes. Eso es solodecisión tuya.

―Lo pensaré entonces ―dijesonriendo.

Los barcos estaban sujetos entre sí poramarres elásticos, de forma quepermitían el movimiento de unos sobreotros, y eso es lo que hacía que laciudad conservase su integridadestructural a pesar del balanceo de las

Page 336: La torre de sabiduría - Javi Navas

olas. Se oían crujidos y rozamientos portodas partes. Lejos de ser molesto,resultaba muy agradable, quizás eraporque lo estaba comparando con elrugir del viento y del mar, que asustababastante.

El horrible malestar que sentía era yapreocupante, y hacía que estuviesedeseando tumbarme en la cama. Mispobres gatos maullaban constantemente.Quería tranquilizarlos, pero no sabíacómo librarme de los alcaldes sinparecer desconsiderado. Miré a Julián yadiviné que pensaba lo mismo. Porsuerte, Bruna se dio cuenta.

―Ahora debéis descansar y

Page 337: La torre de sabiduría - Javi Navas

acostumbraros al movimiento de laciudad.

―Yo, ya, ni lo noto ―ironizó Julián,llevándose una mano a la boca paracontener una arcada.

―En los armaritos encontraréis ropa deabrigo e impermeables. Para comerpodéis acudir a alguna de nuestrastabernas ―continuó Bruna.

―Y lo más importante ―añadióBruno―. Por encima de la ropa tenéisque vestir siempre el chalecosalvavidas. No molesta, no abulta, peroos puede salvar la vida en caso deaccidente. Los días de tempestad, comohoy, hay que llevarlo incluso mientras

Page 338: La torre de sabiduría - Javi Navas

dormís. Debo ser insistente en estepunto. ¿Está claro?

―Vale, nos lo colocaremos ahoramismo ―dije mientras me aguantaba elvómito y veía cómo Julián vaciaba sustripas inclinado sobre la borda,aprovechando los momentos en que seabría hueco entre nuestro barco y eladyacente.

―Esto es serio, Mikel. El chaleco seinflará automáticamente si caéis al agua,¿vale? ―recalcó Bruna.

―Sí, sí, de verdad. Muchas gracias. Esque estoy un pelín mareado…

―¿Entendido, Julián? ―insistió Bruno.

Page 339: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Sí, sí. Gracias ―dijo, limpiándose laboca con la mano.

Y cuando ya se iban Bruna se giró ydijo:

―Casi lo olvidaba. Tenéis pastillascontra el mareo en el armarito delcamarote que hay bajo cubierta. No oslo quitará del todo, pero os aliviaráalgo.

¡Podía haber empezado por ahí! Ledimos las gracias educadamente. Losalcaldes se marcharon y nosotros nosabalanzábamos sobre el armarito de laspastillas. Tomamos una cada uno.Después nos derrumbábamos sobre unade las camas.

Page 340: La torre de sabiduría - Javi Navas

Entonces recordé que los pobres Pole yPit estaban en mi mochila acurrucados ycon una cara horrible. Partí una pastillacontra el mareo en cuatro partes y di unaa cada uno. No tenía claro quefuncionase en gatos, tan solo esperabaque no los perjudicase, pero los veíarealmente mal y decidí arriesgarme. Metumbé al lado de Julián.

―Así qué Bruno y Bruna alcaldes deFlotowndo, ¿verdad? ―no puderesistirme a decir entre mareantes risas.

―Si no quieres que te vomite encima,no me hagas reír ahora ―respondió.

Dos horas más tarde, entrada la noche,con bastante mejoría, y feliz de ver a

Page 341: La torre de sabiduría - Javi Navas

mis gatos recuperados y jugando entreellos, nos quitamos los trajes desupervivencia y los dejamos colgadospara que se secasen, nos abrigamos, noscolocamos el chaleco salvavidas ysalimos a pasear y a visitar la ciudadflotante.

El temporal había remitido bastante,aunque todavía llovía ligeramente. Losrelámpagos rasgaban el horizonte ysonaban lejanos truenos. TodaFlotowndo se movía con el mar deforma suave y ondulante. Resultabafabuloso cuando la parte en queestábamos se encontraba en lo más altode la ola; era como estar en la cumbrede una montaña desde la que podíamos

Page 342: La torre de sabiduría - Javi Navas

ver la ciudad y el mar circundante. Enotras ocasiones el efecto era contrario,pero más espectacular e irreal; el restode la ciudad se elevaba sobre nosotrosinclinando ligeramente los barcos haciaadentro, dando la impresión de que senos venían encima.

Costaba acostumbrar a nuestra mente aese tipo de paisaje y referencias tancambiantes. Aun así me pareció unpaseo increíble, quizás por lo extraño dela situación, así como por la belleza dela ciudad y de los barquitos-vivienda.

Cenamos en una taberna y charlamos conalgunas personas. También había unabiblioteca, comercios y casi todo lo que

Page 343: La torre de sabiduría - Javi Navas

se puede encontrar en una ciudad tierraadentro.

El centro era, efectivamente, un parqueque albergaba la plaza del pueblo. Bajolas pérgolas la gente leía y escribía,como era habitual en todas las partes deeste mundo.

Atravesamos la plaza y nos dirigimoshacia el anillo exterior. Nos paramos aobservar el mar y el imponenteespectáculo de la tormenta quedescargaba sobre las olas.

Cerca de nosotros, un pintor trabajabaen su lienzo bajo la lluvia. Las gotas deagua se deslizaban lentamente por la telay, sobre ellas, el pintor, utilizando un

Page 344: La torre de sabiduría - Javi Navas

gotero, iba colocando estratégicamentediferentes colores que despuésmanipulaba con el pincel, con trapos,dedos, a veces con un secador de aire, eincluso dejaba que algunas hiciesen sucaprichoso recorrido influido por elviento y el movimiento de las olas delmar. El resultado era una composiciónmaravillosa, producto del artecombinado del hombre y la naturaleza.

Hacía ya un buen rato que escuchábamosuna agradable música, aunque nohabíamos sido realmente conscientes deello hasta ese momento; delante denosotros, unos cuantos barcos más allá,sobre una estrecha cubierta, había unapareja de ancianos tocando sendos

Page 345: La torre de sabiduría - Javi Navas

pianos bajo la lluvia. Nunca había oídonada igual, ni siquiera parecido. Lamelodía estaba totalmente sincronizaday acompasada con el sonido de la lluvia,el rugir del viento, el ruido de las olasque golpeaban contra los cascos de losbarcos y los crujidos de estos almoverse y rozar unos con otros. Lo másespectacular era que los ancianos teníanen cuenta el sonido de los truenos parasu interpretación. Hasta los rayosiluminaban en el momento adecuado.Daba la impresión de que era la parejaquien decidía cuándo caería un rayo ysonaría el trueno.

Ni sé el tiempo que estuvimos allí,deleitándonos, mojándonos, sin querer

Page 346: La torre de sabiduría - Javi Navas

marcharnos. Fue el concierto másincreíble al que había asistido, yseguramente jamás disfrutaría de algoigual.

Una cosa curiosa fue que, cuandollegamos a nuestro alojamiento,continuamos escuchando la música delos ancianos hasta bien entrada la nochey, ni Julián, ni los gatos, ni yo, osamosinterrumpir con nuestras voces nisiquiera para desearnos «buenasnoches».

Antes de quedarme dormido anoté en milibrito: «La música es la medicina delalma». Esa frase la había leído en algúnsitio. No sabía quién era su autor, pero

Page 347: La torre de sabiduría - Javi Navas

en ese momento la hice mía.

Page 348: La torre de sabiduría - Javi Navas

19. Tempestad

EL amanecer y las carreras ypersecuciones de mis gatos meimpidieron seguir durmiendo. Me hacíamucha gracia que, de todas las rutasposibles para sus juegos, escogiesenprecisamente la que pasaba por encimade mi cuerpo. Había escogido elcamarote superior ―más bien fueron losgatos; cuando quise darme cuenta yaestaban durmiendo sobre la cama―, asíque Julián ocupó el inferior.

Page 349: La torre de sabiduría - Javi Navas

Me levanté. Julián ya había recogido sutraje de supervivencia y lo habíaguardado en la mochila. Yo hice lomismo para no perder tiempo cuandonos dijesen que podíamos irnos. El marestaba en calma y no se notaba el másmínimo movimiento. Julián estaba en lacubierta, escribiendo en su cuaderno.

―¿Cómo va eso? ¿Ya toma forma oqué? ―le pregunté.

―Sí. Creo que voy a ganar el reto.Seguro que el Bibliotecario escoge milibro para la biblioteca.

―Bueno. No sabes qué están haciendotus amigos. A lo mejor están luchandocontra dragones y duendes…

Page 350: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Ja, ja, lo dudo mucho. Y de todasformas, el viaje a Pesadilla va a serdifícil de superar.

―Venga, vamos a desayunar ―propuse.

Un rato después llegaron Bruno y Brunaa la taberna.

―¿Cómo habéis pasado la noche? ¿Y elmareo? ―preguntó Bruno.

―Muy bien, gracias. Ayer paseamos unpoco por aquí. Este sitio es una pasada―comenté.

―Pues podéis quedaros tanto tiempocomo queráis. ¿Qué sabéis hacer quepueda sernos de utilidad? ―dijo Bruna.

Page 351: La torre de sabiduría - Javi Navas

―El caso es que tenemos quemarcharnos en cuanto sea posible.Tenemos tareas que hacer y no podemosretrasarnos… ―dijo Julián, que noquería dejar de visitar lugares y de viviraventuras.

―Pues es una pena. Bueno mirad, ahoratenemos una calma total, pero esengañoso. Esperamos que la tormenta sereanude dentro de un par de horas, asíque no creo que hoy os podáis ir. Esdemasiado peligroso ―explicó Bruno.

―¿Por qué no aprovecháis paraterminar de visitar la ciudad? Despuésserá más complicado ―dijo Bruna.

―Es una buena idea ―asentí.

Page 352: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Pues adelante, os avisaremos cuandopodáis partir. No olvidéis los chalecos.

―No, no, descuide.

***

Esta vez utilizamos los pasillos aéreos.Estaban formados por una red de escalasy pasarelas a través de las cuales sepodía cruzar la ciudad sin apenas pisarlas cubiertas de los barcos y hacían delpaseo toda una aventura. Algunosvecinos también se desplazabanbalanceándose de cuerdas que pendíande los mástiles más altos, como sifuesen los monitos que había visto enAurora.

Page 353: La torre de sabiduría - Javi Navas

Finalmente continuamos por lascubiertas para que los gatitos pudiesenandar y corretear, que se les notabahartos de viajar encerrados en lamochila.

Caía una fina lluvia. Bruno había dadoen el clavo con lo de la tormenta. Eltiempo empeoraba por momentos,aunque parecía como si el temporaldotase de mayor belleza a Flotowndo.

Al principio lentamente y después másrápido, la tempestad se acercaba. Eramucho más violenta que la del díaanterior. La lluvia y el agua de la mar,arrastrada por el viento, nos golpearoncon furia.

Page 354: La torre de sabiduría - Javi Navas

El movimiento de la ciudad arriba yabajo llegó a ser de tal calibre queincluso sus habitantes perdían elequilibrio. Decidimos regresar a nuestrobarco tan rápido como pudiésemos.

Una brusca elevación seguida de unadepresión más violenta todavía nos dejóen el aire durante varios segundos. Seoyeron gritos seguidos de carcajadas.

Entonces, un enorme crujido cortó todaslas risas y las conversaciones. La gente,sorprendida, se quedó a la escucha,intentando descubrir el origen de aquelsiniestro sonido. Solo nos llegó el ululardel viento, el rugir de las olas, lostruenos y los roces entre barcos.

Page 355: La torre de sabiduría - Javi Navas

Tras interminables minutos, sonó denuevo, con mayor intensidad y de formamás prolongada. Pero no ocurría enFlotowndo, ¡procedía del exterior! Algoenorme y amenazador venía hacianosotros traído por el viento y elocéano. Todos los ojos estaban puestosen el horizonte y, aunque las negrasnubes habían oscurecido el día, todavíase podía ver algo cuando estábamos enla cresta de la ola.

Pero fue precisamente cuando más abajoestaba la ciudad que vimos el horror quese cernía sobre nosotros. Un enormeiceberg, tan ancho como la mitad de laciudad y mucho más alto, se elevabasobre nosotros, a punto de abalanzarse

Page 356: La torre de sabiduría - Javi Navas

sobre los primeros barcos del anilloexterior.

Debido a su increíble tamaño crujíabrutalmente cada vez que erabalanceado por las olas. Sonaron gritosde terror y una sirena ululó para alertara los habitantes.

―¡Mi libro-llave! ¡Está en el barco!Tengo que ir a buscarlo ―le dije aJulián.

―Mis notas también están allí―respondió―. ¡Démonos prisa!

Corrimos y saltamos barandas,arriesgándonos a caer al mar cuando losbarcos adyacentes se separaban. Los

Page 357: La torre de sabiduría - Javi Navas

Flotowndeses nos gritaban para que nosquedásemos donde estábamos.

―¡Mikel! ¡Los barcos se están soltando!―gritó Julián.

La ciudad se estaba dividiendo. Losbarcos se alejaban unos de otros paraemprender la huida e intentar evitar laembestida del iceberg.

Volábamos más que corríamos.Aprovechábamos los bruscosmovimientos de los barcos paraimpulsarnos hasta el siguiente. Quienesmejor lo hacían eran Pole y Pit, que nosllevaban bastante delantera. Me sentíamuy preocupado por ellos. Esperaba quesupiesen a dónde íbamos. Pero era

Page 358: La torre de sabiduría - Javi Navas

imposible alcanzarlos en ese momento;debíamos continuar así.

De repente, los barcos que teníamosdelante y que necesitábamos atravesarpara llegar al nuestro, rompieron susamarres y nos encontramos ante unabismo que no podíamos superar. Pole yPit ya habían pasado.

Para evitar caer al mar tuvimos queagarrarnos a la barandilla. Cerca, unasoga se deslizaba veloz sobre lacubierta. Era una de las que utilizabanlos habitantes de Flotowndo paracolumpiarse de un barco a otro, y estabaunida a lo alto de un mástil cercano anuestro destino.

Page 359: La torre de sabiduría - Javi Navas

―¡Julián, la cuerda, agárrala!

En el último momento ambos laalcanzamos y nos balanceamos porencima del enfurecido mar hasta lasiguiente cubierta. Nos golpeamos alcaer. Rodamos y nos deslizamos sincontrol. Patinábamos de culo sobre elpiso encharcado sin poder sujetarnos anada. Pronto saldríamos despedidos porla borda ya que la barandilla había sidoarrancada al separarse de su barcovecino. Julián manoteaba desesperado.Vi que pasaríamos cerca del borde rotode la baranda. Si me estiraba podríaalcanzarla, pero Julián no.

―¡Agárrate a mi tobillo! ―grité.

Page 360: La torre de sabiduría - Javi Navas

Estiré una pierna tanto como pude yJulián logró asirse con ambas manos. Ala vez lancé mis manos hacia lamaltrecha borda. Me agarré con fuerza.Julián salió volando hacia el mar. Sequedó colgando de mi pierna. El tirónque me dio estuvo a punto de hacer queme soltase y que cayésemos ambos. Nosgolpeamos contra el casco del barco,pero pude aguantar.

―¡Date prisa! ¡Trepaaa! ―grité.

Julián ya estaba en ello. Pasó sobre mí yllegó a la cubierta. Después me ayudó asubir y seguimos corriendo. Saltamos anuestro barquito.

Pole y Pit nos esperaban sobre el

Page 361: La torre de sabiduría - Javi Navas

camarote. Desde un buque cercano losalcaldes nos llamaban a gritos. Veníanmuy rápido hacia nosotros. Julián y yonos apresuramos a buscar mi librito-llave y su mochila, en la que guardaba elvalioso cuaderno de notas. Sentimos unfuerte impacto; el buque nos habíaarrollado. El barco comenzó aresquebrajarse.

―¡Deprisa Mikel! ¡Salgamos de aquí!

―¡Los gatos! ¡A ver si los ves! ―grité.

Salimos sin perder un instante. Juliánsaltó inmediatamente al barco queteníamos al lado. Yo me detuve unmomento para buscar a mis mascotas.Nuestra vivienda se partió por la mitad.

Page 362: La torre de sabiduría - Javi Navas

La proa se elevó y rápidamente empezóa hundirse. Me lancé hacia la cubierta enque estaba Julián y me golpeé contra labaranda. Julián consiguió atraparme yme ayudó a ponerme a salvo.Desesperado, llamé a gritos a mis gatos.

―¡Mira, ahí están! ―gritó Julián.

―¡No los veo!

―En el barco de los alcaldes, estántrepando por la red que han echado porla borda.

―¡Debemos llegar allí! ―grité.

―No podemos, se están alejando.

Page 363: La torre de sabiduría - Javi Navas

El iceberg embistió a los barcos que aúnno habían podido escapar. Unosimpactaron con otros y la cadena dechoques y rebotes alcanzó al nuestro.Fuimos empujados tras el buque. Pole yPit nos observaban a través de losbarrotes de la barandilla, agazapados enla cubierta. El buque chocó contra unbarquito-vivienda y se frenó un poco, loque nos permitió adelantarle, aunque nosalejábamos igualmente.

¡Polee! ¡Piiit! ¡Quedaos ahí! ¡Iré abuscaros! ―grité angustiado.

Ambos me miraron y maullaron. Nopude oírlos debido al rugir del temporal,a los crujidos y a los impactos. Cuando

Page 364: La torre de sabiduría - Javi Navas

vi que nuestros barcos se iban a alejarirremediablemente, sin dudarlo, salté alagua.

―¡Mikel! ¿Qué haces? ¡No seas loco!―gritó, demasiado tarde, Julián.

Me hundí como un saco de piedras, entrerestos de embarcaciones y trozos dehielo que caían sobre mí. El frio megolpeó como un puñetazo y mesorprendió tanto que me desorienté. Nosabía hacia dónde nadar para salir a lasuperficie. Entonces, el chaleco se inflóy me sacó a flote. «Gracias, alcaldes»,pensé.

De improviso, en lo alto de una inmensaola, apareció el buque en el que iban

Page 365: La torre de sabiduría - Javi Navas

mis gatos. Se precipitó sobre mí. Intentéalejarme utilizando las olas. Yo no eramás que un pelele a merced del mar.¡Me iba a atropellar!

El barco realizó un brusco giro, como sifuese un surfista sobre su tabla, y evitóarrollarme. Me encontré a su costadocon las redes acercándose. Desde arribame gritaban y animaban para que lasagarrase. Luché contra las olas y braceécon todas mis fuerzas, intentandoacercarme. El agua me golpeaba en lacara obligándome a cerrar los ojos yescupir. Rocé las redes con una mano ypataleé estirándome todo lo posible.Alargué el otro brazo… y se meescaparon. El barco empezó a alejarse.

Page 366: La torre de sabiduría - Javi Navas

Pole me miraba desde la popa con ellomo y la cola erizados.

―¡Poleeee!

Desde el barco salió disparado algo.¡Era Pole! Y llevaba un cabo firmementesujeto entre los dientes. Su salto lo llevóa zambullirse cerca de mí. Desaparecióbajo las aguas. Nadé desesperado a suencuentro. ¡No le veía! Localicé la sogay tire de ella con suavidad. ¡Pole aún latenía entre los dientes! Le saqué a lasuperficie y le abracé. Me enganché lacuerda al mosquetón que tenía elchaleco en el pecho y sujeté a Pole confuerza. Desde la cubierta nos arrastrarony nos izaron.

Page 367: La torre de sabiduría - Javi Navas

Al llegar arriba vi que Pit tenía el otroextremo de la soga en la boca y quehabía dado varias vueltas a un poste,enrollándola.

Los alcaldes y el resto de la gente mefelicitaron, y también a los gatos que mehabían salvado la vida. No hubo muchotiempo para celebraciones niagradecimientos; el peligro no habíadesaparecido.

El iceberg se abría paso entre los restosde la ciudad flotante y se nos acercabapeligrosamente. Se estaba partiendo engrandes trozos y eso lo empeoraba todo;los pedazos más pequeños se movíanmás rápido y todavía eran lo

Page 368: La torre de sabiduría - Javi Navas

suficientemente grandes como paraenviarnos al fondo.

Nuestro buque avanzaba sin control,embistiendo a pequeños barcos-vivienda, por suerte vacíos en sumayoría.

Busqué a Julián, pero no conseguíencontrarlo. No podía estar muy lejos, ano ser que hubiese sufrido algúnpercance serio; el temporal continuabalanzando a unos barcos contra otros,haciendo que los más frágiles se fuerana pique. En todos los que quedaban aflote había gente ayudando a losnáufragos a subir a bordo con ayuda decuerdas y redes, tarea a la que me uní

Page 369: La torre de sabiduría - Javi Navas

tras dejar bien asegurados a mis gatos.

―¡Cuidadoooo! ―gritaron.

Desde lo alto de una ola se nos vinieronencima dos barquitos, todavía unidos.Corrimos para apartarnos. Amboscayeron sobre nuestro buque. Uno rebotóy se hundió en el mar. El otro se quedósobre la cubierta, moviéndosepeligrosamente con el balanceo de lasolas.

Por suerte, la violencia del temporal nosestaba alejando del iceberg y de otrosbarcos contra los que podríamoscolisionar.

Gracias a que disponíamos de un patrón

Page 370: La torre de sabiduría - Javi Navas

de primera, que manejóextraordinariamente la nave, fuimossurfeando hasta que, poco a poco, lanavegación se hizo más tranquila.Veíamos más barcos que estaban a unadistancia prudente.

Pasaron varias horas hasta que eltemporal remitió y, al retirarse lasnegras nubes, el sol brilló de nuevo. Lagente estaba agotada y algunos bastantemagullados, pero felices de habersobrevivido.

Tras mucho otear el horizonte descubríel barco de Julián, quien ya me habíavisto. Saltaba y hacía exagerados gestoscon sus brazos. Lo saludé, alegrándome

Page 371: La torre de sabiduría - Javi Navas

de verlo a salvo. Le mostré a Pole y aPit y se entusiasmó aún más. Al fin pudesentarme y respirar tranquilo, igual queel resto de los sobrevivientes.

Cuando todo se quedó en silencio, unrumor fue creciendo en intensidad. Nosabía qué lo producía, pero era muyleve, así que no le di importancia.

Un rato después me di cuenta de que elbarco cobraba velocidadprogresivamente. Miré por la borda paraver si era el temporal que estabaregresando y descubrí que no había olas.Sin embargo navegábamos muy rápidosobre una corriente marina.

El rumor se convirtió en un trueno

Page 372: La torre de sabiduría - Javi Navas

constante. Un montón de delfinesnadaban en contra de la corriente, comosi escapasen de algo. Me deleitéadmirando a unos grandísimos pecesvoladores que daban potentes saltos yplaneaban por encima del mar. Dirigí lamirada al frente, hacia los barcos másadelantados, y no comprendí lo queestaba viendo: llegados a un punto, losbarcos desaparecían.

Los tripulantes del buque empezaron unanueva actividad frenética y deduje quevolvíamos a estar en peligro. Lavelocidad del agua y del buque seincrementaron, y al mirar otra vezadelante descubrí horrorizado la causadel alboroto: ¡el mar terminaba de

Page 373: La torre de sabiduría - Javi Navas

repente! Una cascada de agua seprecipitaba hacia quién sabe quéprofundidades, arrastrando a los barcosen su caída.

Aterrado, busqué a Julián. Estabadelante, a punto de llegar al abismo.Miraba al frente. Se giró hacia nosotrosy levantó una mano. Su barco cayó porel precipicio.

―¡Julián, nooooo! ―Me desplomé alsuelo. Escondí la cara entre mis manos ylloré desconsolado. Pole y Pit seacurrucaron a mi lado.

No pude lamentarme mucho tiempo. Unode los tripulantes me agarró y me colocóun arnés alrededor del cuerpo. Atrapó a

Page 374: La torre de sabiduría - Javi Navas

los gatos y los introdujo en mi mochila,sujetándolos fuertemente. Después mearrastró hasta el puente de mando. Yaestaban reunidos casi todos lospasajeros y tripulantes.

Mientras terminaban de llegar los demásy se colocaban el arnés, un gran cañónque había sobre el puente fue disparado.Un arpón enorme salió proyectadoarrastrando un cable tras de sí. No sabíaa qué disparaban. Al fijarme mejor vique más allá del precipicio habíaacantilados y una playa. ¡Tierra firme!

El arpón voló por encima de la cataratay se hincó en la arena de la playa. Nadamás clavarse ya había gente con el arnés

Page 375: La torre de sabiduría - Javi Navas

enganchado al cable. En cuantocomprobaron que la tensión era correctaempezaron a deslizarse sobre el marcolgados del cable. Un motor lo tensabaconstantemente a medida que nosacercábamos al salto de agua.

La gente aterrizaba a salvo en la arena,aunque de forma bastante brusca yaparatosa. Antes de darme cuenta,alguien me había enganchado y me habíaempujado. Mientras me deslizaba vi quemás barcos estaban haciendo lo mismoque nosotros. También había otros queseguían cayendo por el precipicio. Alpasar por encima vi que era mucho másprofundo de lo que había creído; no seveía el fondo y no había ni rastro de los

Page 376: La torre de sabiduría - Javi Navas

que habían sido engullidos por aquellagarganta siniestra. La imagen de los queestaban cayendo en ese momentoresultaba espeluznante.

Tan aturdido estaba por la pérdida deJulián que tuve un aterrizaje bastanteduro. Tampoco fueron nada suavesquienes me desengancharon del cable,¡no había tiempo que perder!, tenían quequitarme del medio para permitir lallegada de los que venían detrás.

Con el buque empezando a caer, llegó elpatrón, quien se vio obligado adesengancharse él mismo mientras ibasiendo arrastrado de nuevo hacia el marpor el cable. En cuanto lo consiguió se

Page 377: La torre de sabiduría - Javi Navas

aplastó contra el suelo para evitar sergolpeado por el arpón. Otras personasque se encontraban en su trayectoriatuvieron que saltar a los lados. Más deuno recibió su impacto, por suerte sinconsecuencias graves.

La tristeza y el desánimo contagiaron atodos los supervivientes, quienesmiraban hacia el mar, incrédulos.

Lejos de rendirse, enseguida, empezarona organizar un campamento dirigidos porBruno y Bruna, sobre todo para atendera los heridos.

Yo no podía dejar de mirar hacia elabismo, esperando que algún milagrotrajese de regreso a mi amigo. Me

Page 378: La torre de sabiduría - Javi Navas

derrumbé y lloré.

Un buen rato después habían habilitadouna zona para atender a los heridos, otrapara cocinar y comer, y unas cuantaspara descansar. Ayudé en todo lo quepude y confirmé lo importante que habíasido ese cursillo de primeros auxilios.

Horas más tarde pude irme a descansar.El campamento se quedó en silencio.Mil pensamientos atormentaron mimente, todos malos, todos tristes. Noquise llorar más. Pensé que meresultaría imposible dormir esa noche,pero estaba tan cansado que caí rendidoen poco tiempo. Ni siquiera lashorrendas pesadillas que sufrí lograron

Page 379: La torre de sabiduría - Javi Navas

despertarme.

Page 380: La torre de sabiduría - Javi Navas

20. Bolas

LA mañana siguiente la pasé ayudandoen el campamento. Los alcaldes nosdieron un discurso en el que decían quelos servicios de emergencias ya veníande camino, que estaban casi todos loshabitantes de Flotowndo en la playa, yque ya había potentes barcos buscando alos desaparecidos; tenían esperanzas deencontrar a muchos con vida.

A mediodía, tras comer, Bruno se meacercó.

Page 381: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Mikel, aquí está todo bajo control. Silo deseas puedes continuar con tu viaje.

―¿No me necesitáis? No me importaquedarme algo más de tiempo, aunque escierto que debo seguir.

―Como he dicho antes, ya viene laayuda, no te preocupes.

―Pero… Bruno, ¿cómo ha surgido unacatarata en medio del mar? ¿No losabíais?

―Ni idea, Mikel. Somos una ciudaditinerante, como otras muchas.Llevábamos pocas semanas en esaposición. Aquí, el océano, puede hacerestas cosas de repente, sin avisar.

Page 382: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Entonces, ¿vuestra relación conMojadia?

―Mojadia nos alcanza en un ampliorango de espacio marino, y si noestamos cerca, entonces otra ciudadflotante, o buque, lo está.

―Esta mañana he escrito esta carta, enla que explico lo que le ha pasado aJulián. ¿Podría hacérsela llegar cuantoantes a Ánder? Es un chico de Mojadiade mi edad, amigo nuestro, no sé suapellido. Quizás él pueda conseguir quevayan a buscarle, por si continúa vivo.―Le entregué la carta.

―Yo me encargo, no te preocupes. Y,además, Mojadia ya está ayudándonos.

Page 383: La torre de sabiduría - Javi Navas

Así pues, puedes seguir tu camino, si lodeseas.

―De acuerdo, entonces me iré. ¿Ustedsabe hacia dónde está la Torre deSabiduría del Pico Sarantes?

―No está lejos. Debes seguir al vientoy llegarás. Ahora lo más inmediato esque subas ese acantilado, es la únicasalida. Nosotros volveremos pronto almar. Te agradecemos mucho lo quehiciste anoche y esta mañana, y te deseoun feliz regreso a tu mundo.

Bruna llegó a tiempo para poderdespedirme de ella. Después, recogí miscosas y, junto con mis gatos, meencaminé hacia el acantilado.

Page 384: La torre de sabiduría - Javi Navas

Tenía unos cien metros de altura. Eramuy vertical, pero pensé que podríaremontarlo debido a sus paredes coninnumerables grietas, salientes, arbustosy pequeños árboles. Debía tener cuidadocon algunos arroyos que bajaban, aveces haciendo espectaculares saltos, yque llegaban hasta la playa ydesembocaban en el mar.

Lo miré y recordé mi examen deeducación física. «Menuda bobada lo detrepar la cuerda», pensé. Una levesonrisa volvió a aflorar en misemblante.

―Bueno, esto sí que va a ser realmentecansado ―anuncié a Pole y a Pit.

Page 385: La torre de sabiduría - Javi Navas

Al principio fue fácil; mi estado deconcentración era tal que no podíapensar en nada más que no fuese escalar.No sentía nada de miedo. A medida queascendía, me fui acomodando con lasituación. Me confié en exceso y micabeza empezó a dar vueltas a otrostemas.

Sobre todo pensé en Julián; esperabaque se hubiese salvado y saber de élalgún día, pero era bastante pesimista alrespecto. Sin darme cuenta entré en unaespiral de pensamientos negativos. Mesolté de una rama antes de estar biensujeto a la roca que tenía encima… Asíque… caí.

Page 386: La torre de sabiduría - Javi Navas

Me giré en el aire para intentaragarrarme a algo y también para nogolpear a mis gatos contra las ramas.Varias frenaron y amortiguaron mi caída.Cinco metros más abajo, me estampécontra el tronco de un árbol quesobresalía. El dolor fue horrible. Mequedé sin respiración.

Al menos me había salvado. Descanséun buen rato antes de poder continuar,quejándome de vez en cuando. ¡Me dolíatodo el cuerpo!

Tardé más de dos horas en alcanzar lacima. Durante los siguientes treintaminutos solo pude quedarme tumbadosobre la hierba y, en todo ese tiempo,

Page 387: La torre de sabiduría - Javi Navas

mis gatos no dejaron ni un instante depedirme que jugase con ellos.

Un violento crujido, que me trajoterribles recuerdos, hizo que me pusieraen pie de un salto. Los trozos másgrandes del iceberg estaban llegando ala catarata marina. El primero sedespedazó mientras empezaba a caer.Otros dos impactaron entre sí antes decorrer la misma suerte. Varios mássiguieron a los anteriores. En la playa,los náufragos también estabanpendientes del espectáculo.

Cuando terminó, me giré y miréalrededor. Al fondo, en la direcciónhacia la que soplaba el viento, se veía

Page 388: La torre de sabiduría - Javi Navas

una gran cordillera. No estabademasiado lejos, pero a pie iba a tardardías en llegar.

―Cuanto antes nos pongamos en marchamejor ―les dije a los gatos.

Caminamos alrededor de una hora entreprados y arroyos hasta llegar a un valledonde crecían unas plantas rarísimas.De un tallo corto y grueso surgía unabola esponjosa que me recordaba alpolen que vi en el puerto arbóreo. Lashabía de todos los tamaños; desde unoscentímetros de diámetro, hasta variosmetros. Eran transparentes y al mirar através de varias a la vez se provocabaun curioso efecto de distorsión del

Page 389: La torre de sabiduría - Javi Navas

paisaje. Toqué una y mi mano seintrodujo en ella. Me hizo gracia, sinembargo no le vi ninguna utilidad, hastaque Pole, de un salto, se coló dentro deuna bola pequeña que se desprendió deltallo y empezó a rodar.

Pole corría en su interior, y cuandoaquella adquiría velocidaddesequilibraba al gato, que daba vueltasdentro, sin ningún control. Viendo lodivertido que parecía decidí imitarle.¡Necesitaba distraer mi mente depensamientos tristes! Escogí una de mitamaño, y con un poco de presión logrémeterme dentro. Solo con apoyarme ensu superficie interior la bola empezó arodar, haciéndome dar vueltas de

Page 390: La torre de sabiduría - Javi Navas

campana y rebotar de un lado a otro.

Era muy divertido, mas poco prácticocomo medio de transporte. Entoncesatropellé a Pole y lo engullí junto con subola. Descubrí que, aunque yocontinuaba haciendo volteretas, Poleaguantaba estable en el centro de la mía.

Me detuve como pude y salí al exterior,llevándome al gato y su bola conmigo.Busqué una un poco mayor que la queocupaba y le introduje dentro,empujándolo para ponerlo en marcha.

Ahora, Pole se mantenía erguido ycontrolado dentro de la bola interiormientras ambas rodaban y hacían que elgato se desplazase a toda velocidad,

Page 391: La torre de sabiduría - Javi Navas

dando curvas y esquivando obstáculossin problemas. Enseguida se puso aperseguir a Pit que, asustado, intentóescabullirse de aquel Pole fantasmal.

Probé conmigo la técnica de la doblebola y practiqué persiguiendo a Pole.Fue casi una hora de juego, que terminócuando estuvimos agotados, momentoque escogió Pit para descubrir el truco yacosarnos para jugar. Me tocó hacer elesfuerzo un rato más antes de poderdescansar. Ya teníamos medio detransporte.

***

Ahora sí que avanzábamos deprisa, yoen línea recta; Pole y Pit cruzándose en

Page 392: La torre de sabiduría - Javi Navas

mí camino cada poco. Pensé que habíadescubierto una nueva y extravaganteforma de viajar por este mundo, y mealegré de poder aportar algo, hasta que,casi sin darnos tiempo a verlos, ungrupo de adolescentes nos adelantódando grandes saltos con sus bolas,riendo y gritando. Estas eran más opacasque las nuestras, así que deduje quellevaban varias, unas dentro de otras, yno solo dos como mis gatos y yo. ¡Quédecepción! Bueno, al menos pudeconsolarme pensando que había sidocapaz de descubrirlo yo solo, sin ayudade nadie.

«¡Mentira! ¡Ha sido Pole!».

Page 393: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Bah ―dije.

Al seguir con la vista en la direcciónque llevaban los chavales, distinguí a lolejos un poblado o ciudad pequeña, yallí nos dirigimos.

Cuando estuvimos más cerca vi quecrecía en la base de la cordillera. Habíacasitas bajas de madera y piedraTambién un caudaloso río que bajaba dela montaña, haciendo varios saltos y,después, atravesaba todo el municipio,ofreciendo una bellísima estampa.Además de por el suelo el pueblo habíacrecido a lo alto, en la pared vertical.Había viviendas excavadas en la roca, oquién sabe si aprovechando grutas

Page 394: La torre de sabiduría - Javi Navas

naturales. Ventanas y terrazas iluminadasmostraban la animada vida de aquellugar a esas horas. En algunos tramos,varias viviendas compartían una cornisay tenían escalas de cuerda y madera queconectaban los diferentes niveles.Sonreí al ver a la gente subiendo ybajando por aquellas escaleras.

―Bueno, al menos aquí no habrámuchos problemas de obesidad ―medije.

Ya anochecía cuando llegamos.Abandonamos nuestras bolas (Pit noquería y tuve que correr tras él paraobligarle), y busqué alojamiento.

Page 395: La torre de sabiduría - Javi Navas

21. El Pico Sarantes

EL sol naciente me saludó a través de laventana de mi habitación en la segundaplanta del albergue de Jarturela, que erael nombre de aquel lugar. Me levanté yme deleité con las vistas y el aire fresco.En las riveras del ancho río ya habíapersonas pescando, haciendo deporte ymuchas más actividades. El pueblo erauna parte más del bosque y continuabapor la pared del acantilado como si deuna enredadera se tratase. Era unverdadero poblado vertical. Esperaba

Page 396: La torre de sabiduría - Javi Navas

no tener que escalarlo; bastante habíatenido que trepar ya.

Bajé a la recepción. Un joven atendía alos huéspedes.

―Hola. Ya he dejado libre mihabitación. ¿Sabes dónde está el PicoSarantes? ―le pregunté.

―¿Buscas la Torre de Sabiduría?―escuché a mi espalda.

―Sí ―contesté girándome.

Un señor de mediana edad con aspectoabatido se me acercó.

―¿Eres un soñador? ―preguntó.

Page 397: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Sí.

―Espero que tengas más suerte que yo.Mi llave no ha funcionado.

―¿No? ¿Y qué tienes que hacer ahora?

―Mira, mejor vámonos a la tabernapara que desayunes y así hablamos.

Unos escalones de piedra nos elevaronhasta el primer nivel de la pared.Después, una pasarela de madera nospermitió ascender hasta el segundo y eltercero.

Había dos tabernas contiguas.Escogimos la llamada «Ojo Derecho»,que estaba más tranquila, y nos sentamos

Page 398: La torre de sabiduría - Javi Navas

en la terraza exterior. Me encantó suaspecto rústico, con su mobiliario demadera y las vistas que ofrecía. Pedimosalgo para desayunar y agua para misgatos, que ya comían sobre la mesa.

―¿Puedo ver tu libro-llave? ―mepidió.

Se lo entregué, con la esperanza derecibir algún consejo de alguien quehabía comprobado cómo no se debehacer una llave. Lo examinóatentamente.

―No sé qué pensar. Se parece un pocoal mío, aunque como cada cual tiene suforma de decir las cosas…

Page 399: La torre de sabiduría - Javi Navas

―¿Puedo verlo? ―pregunté.

―No, nadie puede. Quedó destruido alintentar regresar. Tengo uno nuevo, aúnvacío.

―¿Y qué tienes que hacer ahora?―insistí en mi pregunta.

―Buscar otra Torre de Sabiduría, perocomo solo hay una en cada mundo…pues se me ha complicado bastante.

―Lo siento. No sé qué decir.

―No hay nada que decir. Ya meapañaré. No sé si me ha ayudado ver tulibrito, aunque sí que me han gustadoalgunas de tus frases. ¿Te importa si las

Page 400: La torre de sabiduría - Javi Navas

copio?

―Es que no creo que sea adecuado. Loque escribas debería ser importante ytener algún significado para ti. Algo quehayas aprendido de verdad ―dije, máspensando en voz alta, para convencermede que a mí sí me funcionaría, queintentando dar lecciones―. Quizás poreso no te funcionó.

Se quedó pensativo.

―Ya, bueno. Pues me has dicho más queel Bibliotecario, que no quiso darmeninguna pista… ¿Sabes?, no tengo muchaimaginación, ni soy nada aventurero, ylo que más me gusta es la comodidad demi hogar. No quiero estar aquí.

Page 401: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Pues si eras así en tu mundo y aquí nohas cambiado nada… Hasta que nocumplas con las tareas que debesrealizar…

―Sí, es lo que me temo ―dijo―.Bueno. Te voy a dejar. Tengo que pensaren lo que voy a hacer. Mira, para ir a laTorre sigue la cornisa de la derecha yllegarás a la plataforma de ascenso, notiene pérdida ―me dijo.

―A lo mejor podrías empezar tu llaveescribiendo lo que ha pasado con laanterior y anotando lo que creas que teha fallado ―le sugerí.

―Pues mira, es una buena idea, lo voy ahacer. Gracias, y mucha suerte.

Page 402: La torre de sabiduría - Javi Navas

También le deseé suerte y salió. Laverdad es que me dejó bastantepreocupado. Jamás se me había ocurridoque la llave pudiese fallar. Abrí milibrito, lo repasé detenidamente, yrealicé una recapitulación escrita de losúltimos acontecimientos.

«Jarturela. Noveno día en el mundo delos libros».

«He perdido a Julián. Me ha dejado muytriste. Lo he llegado a apreciar mucho.Es un buen amigo. Espero que hayasobrevivido».

«El amor que te pueden demostrar tusgatos es difícil de comprender paraquienes no disfrutan de su compañía».

Page 403: La torre de sabiduría - Javi Navas

«Lo más duro de mi viaje es mantener ladecisión de regresar, en lugar depermanecer en este fantástico lugar. Perodebo volver. Creo que ahora sé cómocambiar algunas cosas para hacer de mipequeño universo un lugar mejor y teneruna vida más rica y motivante. Es lo quedijo el Bibliotecario: “Los mundos soncomo nosotros mismos los hacemos”.Puedo crear uno maravilloso si trabajo ytengo una actitud adecuada».

Incluso a pesar de los momentos malos,y del miedo sufrido, tuve que reconocer,y anotar, que: «Muchas veces el premiono está al final, sino que es el propioviaje realizado».

Page 404: La torre de sabiduría - Javi Navas

Cerré el librito. Me quedé mirando lasestanterías llenas de libros que colgabande las paredes de la taberna y, porprimera vez en mi vida, sentí lanecesidad imperiosa de ojearlos ysumergirme en sus historias. Me levanté,escogí varios al azar y me los llevé a mimesa.

Empecé por uno que me dejó alucinadocon su portada: mostraba a un escaladorque trepaba infinitamente una montañaque se iba deslizando hacia abajo, comolos gráficos animados que veía en miordenador.

Algunos estaban mecanografiados.También había otros hechos totalmente a

Page 405: La torre de sabiduría - Javi Navas

mano, con mágicas ilustraciones(muchas de ellas también estabananimadas), que hasta me daba miedotocarlos por temor a mancharlos oestropearlos.

Pasé varias horas leyendo y disfrutandode las aventuras y experiencias, asícomo de la inventiva, de aquellosautores. El tabernero me miraba ysonreía; estaba claro que había visto mialucinada expresión en multitud deviajeros. En casi todos habíaanotaciones del Bibliotecario, ya fuesepara presentar al autor, explicar pasajespoco claros, o para ceñirse a la realidadcuando el escritor se dejaba llevar porsu imaginación al narrar un episodio

Page 406: La torre de sabiduría - Javi Navas

supuestamente real.

Con verdadero pesar los devolví a sulugar en la estantería.

―Unos libros geniales ―dije altabernero― ojalá yo consiga hacer unoparecido algún día.

―Bueno, tú lee mucho y empieza porescribir el primero. Bastará con que teguste a ti. Olvídate del resto del mundo―respondió. Sonreí agradecido por elconsejo. Salí de la taberna y me dirigíhacia la plataforma de ascensión.

Seguido por mis gatos caminé por laestrecha cornisa, asegurada gracias auna barandilla de madera y cuerda. Al

Page 407: La torre de sabiduría - Javi Navas

llegar a una gran terraza, que continuabahacia el interior de la montaña, encontrévarias personas mirando hacia arriba.Cuando lo hice yo no vi nada. Todo elmundo empezó a aplaudir y a comentarlo que fuese que habían visto. Me encogíde hombros y me dirigí hacia uno de losvigilantes, inconfundibles, con susropajes tan extraños.

―Hola. Deseo alcanzar la Torre…

―Ah, muy bien, pues ven conmigo ―meinterrumpió―. ¿Los gatos van contigo?

―Sí, son mis gatos, claro que vanconmigo ―dije, pensando que no eramuy listo aquel señor.

Page 408: La torre de sabiduría - Javi Navas

―¿Y cómo piensas llevarlos?

―Aquí, en mi mochila. Tiene unosbolsillos especiales para ellos. Regalodel Bibliotecario ―dije orgulloso.

―Pues venga, a los bolsillos, ciérralabien, y te aconsejo que la lleves en elpecho en lugar de en la espalda.

―¿Y me sujeto los pantalones y meabrocho los zapatos? ―bromeé.

―¿Cómo?

―Nada, nada. Cosas mías. ¡Pole! ¡Pit!¡A la mochila!

Media hora después habíamos

Page 409: La torre de sabiduría - Javi Navas

conseguido atraparlos y estabanrefunfuñando dentro del macuto,dándome manotazos en el cuello y en lacara para demostrar lo enfadados queestaban.

Con toda la gente que había participadoen su captura, mirando y sonriendoenigmáticamente, el vigilante mecondujo hacia una silla de maderatapizada, muy cómoda, atornillada a unatarima circular que estaba sobre elsuelo.

―Siéntate ahí y quédate quieto ―medijo.

Lo hice y miré hacia arriba sin sabercómo me iban a izar hasta lo alto de

Page 410: La torre de sabiduría - Javi Navas

esos ciento cincuenta metrosaproximados de montaña vertical.

―¿Debo esperar mi turno aquí?―pregunté, abrazado a la mochila yacariciando a los gatos.

―¿Esperar? ―Accionó una largapalanca que surgía del suelo.

Inmediatamente salí disparado haciaarriba. La catapulta, pues de eso setrataba, me impulsó, sentado comoestaba, sin darme tiempo siquiera agritar. Vi deslizarse la pared hasta quefui perdiendo velocidad sin haberascendido más que unos veinte metros.

Cuando empezaba a detenerme ―y a

Page 411: La torre de sabiduría - Javi Navas

gritar, buscando algo a lo queagarrarme―, una nueva catapulta, conun largo brazo, surgió de la pared.Suavemente adaptó su velocidad a lamía, me recogió con su acolchadacazoleta y me lanzó otros veinte metrosmás. Suspiré aliviado.

Seguimos así hasta que vi la cumbre ypensé que se había terminado aquellatortura. ¡Error! La montaña seguíaascendiendo, no ya de forma vertical,sino como cualquier otro monte.

Las catapultas continuaron lanzándomede una a otra, haciéndome parecer unsaltamontes gigante y llevándome laderaarriba. Sobrevolé bosques y arroyos,

Page 412: La torre de sabiduría - Javi Navas

hasta que llegué a la última. Lasobrepasé. Grité al ver que me iba aestrellar. Entonces, la cazoleta mealcanzó y me recogió en el aire, se giróy amortiguó la velocidad. Me dejósuavemente en el suelo.

Dos vigilantes me observaban con unagran sonrisa, como diciendo: «No te loesperabas, ¿verdad?». No les dije nada,solo los mire con cara de asesino,mientras decidía que si la bajada eraigual de espectacular, prefería quedarmeallí arriba.

Frente a mí había una senda, cubierta dehierba y hojas caídas, que se introducíaen el bosque. Con un gesto, uno de los

Page 413: La torre de sabiduría - Javi Navas

vigilantes me indicó que debía seguirpor allí.

Sin darles las gracias, solté a los gatos yseguimos el camino.

Escuché sus risas. «¡Qué graciosillos!»,pensé.

Muy en el fondo también creía que micara de susto debía haber tenido sugracia.

Page 414: La torre de sabiduría - Javi Navas

22. La Torre

AQUEL camino serpenteaba entre losárboles y atravesaba riachuelos graciasa pequeños puentes de piedra y madera.Abundante fauna: conejos, ardillas,pájaros y otros pequeños animales,vigilaban nuestros pasos.Sorprendentemente mis gatos selimitaron a mirarlos sin dedicarse aperseguirlos. Una media hora después,al salir a un claro del bosque, se erigíala Torre de Sabiduría.

Page 415: La torre de sabiduría - Javi Navas

Se trataba de un enorme árbol, con ungrueso tronco que tenía unas puertasdobles abiertas de par en par, porencima de las cuales había grandesventanales.

El Bibliotecario leía, sentado a lasombra del árbol.

Corrí hacia él.

―Hola, Mikel ―saludó. Cerró su libroy se puso en pie.

―No esperaba encontrarle aquí. Mealegro mucho de verle ―dije.

―Yo también me alegro. ¿Ha sido unviaje provechoso?

Page 416: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Sí… Con algunos momentos tristes.

―Es una parte natural de todas lascosas. Hay que aprender de lo bueno…y de lo malo ―dijo.

―¿Sabe si Julián está bien? ¿Y Joseba?¿Y Daniel?

―Calma, calma, que no soy adivino.Esas respuestas deberán esperar hastaque los libros hayan sido escritos,entonces tú mismo podrás leer lashistorias.

―Pero si regreso a mi mundo…

―Recuerda que la biblioteca estápresente en todos los mundos. Tan solo

Page 417: La torre de sabiduría - Javi Navas

deberás buscar la Torre que existe en eltuyo.

―¿Y me puede decir dónde está?

―Encontrarla es parte de la aventura,así que… no, no te lo puedo decir―respondió. Suspiré resignado―. ¿Y tullave? ¿La has terminado? ―continuó.

―¿Terminado? No sé. Creo que podríaestar escribiendo en el librito toda lavida. Algunas cosas sí que he anotado.Aquí está. No sé si esto es lo que seesperaba que hiciese. ―Se lo acerqué;no hizo ademán de tomarlo.

―¿A ti te gusta cómo ha quedado?

Page 418: La torre de sabiduría - Javi Navas

―Sí. Y me da ideas para escribir más, ypara hacer muchas cosas.

―Excelente, eso es una buena noticia,aunque no sabremos si funcionará hastaque la probemos.

―¿No va a revisarla?

―No me corresponde a mí hacerlo―respondió―. Así pues, ¿estáspreparado para regresar?

―No. No lo estoy, pero sé que deboirme.

―Vaya… ―El Bibliotecario se quedócallado, pensativo―. Te propongo unacosa. Quédate aquí el tiempo que

Page 419: La torre de sabiduría - Javi Navas

quieras. Pon en orden tus ideas. Lee loslibros que te apetezca. Revisa tu llave.Y cuando estés listo la utilizaremos.

―¿Puedo hacer eso?

―Por supuesto.

―¿Está intentando confundirme? ¿Oponerme a prueba?

―Estoy intentando fortalecer tuvoluntad. Además, la llave no es solo loque hayas escrito sino lo que hayasinteriorizado. Tu actitud es determinantepara tener éxito.

Pensé durante varios segundos.

Page 420: La torre de sabiduría - Javi Navas

―De acuerdo. Me quedaré un tiempo―respondí.

***

Durante una semana viví en la Torre,con la compañía ocasional delBibliotecario, quien aparecía ydesaparecía sin avisar, y sin que supiesecómo iba de un sitio a otro. Simplementeentraba en la torre para no volver, hastaque de repente, en cualquier momento,salía por las puertas con un par de tazasde café, como si nada.

Charlamos muchísimo de todo tipo detemas. Aproveché para leer fantásticoslibros escritos por gentes de diferentesmundos. Jugué con mis gatos. Hice

Page 421: La torre de sabiduría - Javi Navas

largos paseos por el bosque. Escribísobre los animales que veía y losdibujaba si se estaban quietos el tiemposuficiente. Hice limpieza en la Torre;aprendí a cocinar platos sencillos conayuda de libros y con la ocasional guíadel Bibliotecario; corté leña para lachimenea y la almacené; y empecé aescribir mi libro, bueno, más bien aanotar ideas sueltas y a hacerme unguión. En todo ese tiempo no añadí nadanuevo a mi llave. Me encontraba másfuerte gracias al ejercicio y aprendí adisfrutar con los paseos y la lectura.

Un día, por fin, decidí que mi voluntadde regresar y afrontar mi vida real debíaprevalecer sobre la idea de quedarme en

Page 422: La torre de sabiduría - Javi Navas

ese fantástico mundo. Además, echabade menos a mis padres. En cuanto vi alBibliotecario se lo anuncié. Sonrió y meinvitó a seguirle.

Con Pole y Pit en la mochila y el librito-llave en la mano fui tras él. Llegamos auna sala que no conocía. Una estantería,que ocupaba toda la pared, estaba casirepleta de libritos como el mío.

―¿Todos esos libros son llaves de otrossoñadores? ―pregunté admirado. ElBibliotecario asintió―. ¿Qué debohacer ahora?

―¿Tú qué crees que debes hacer?

Localicé un hueco libre y me acerqué.

Page 423: La torre de sabiduría - Javi Navas

Miré al Bibliotecario, a quien sonreí, eintroduje mi llave.

Un brillante destello surgió de mi libritoy me deslumbró hasta hacerme perder lavisión. Sentí vértigo. Después, todo sevolvió negro.

Page 424: La torre de sabiduría - Javi Navas

23. Despierto

DESPERTÉ. Continué con los ojoscerrados por miedo a descubrir que lallave no había funcionado. Un ratodespués respiré aliviado; no podríaexplicar cómo lo sabía, quizás losolores o los sonidos familiares… estabaseguro de que había regresado. Abrí losojos y miré alrededor, ¡era mihabitación!

Mis sensaciones eran confusas; por unlado estaba el éxito de mi viaje y la

Page 425: La torre de sabiduría - Javi Navas

experiencia vivida; por otro la vuelta almundo real, con mis problemas, misdefectos… Después recordé lo quehabía aprendido… ¿en un sueño? ¿Ohabía sido real?

―¡Pole! ¡Pit!

Me levanté y busqué a mis gatos. Allíestaban, dormidos. ¡En los bolsillosespeciales de la mochila que me habíaregalado el Bibliotecario!

Reí. Abracé y besé a los gatos. Ellos melamieron y correspondieron a miscaricias. Pole aún conservaba elvendaje de la pata delantera. Revisé lamochila y encontré las notas que habíatomado para escribir mi libro. Ahora

Page 426: La torre de sabiduría - Javi Navas

tenía muchas nuevas metas yaspiraciones y no iba a esperar ni unsolo día para ponerme manos a la obra.

Miré el reloj y vi que solo había pasadouna noche. Recordé algo importante:¡tenía una cita con la cuerda delgimnasio!

Me vestí. Di de comer y de beber a losgatos. Metí el libro de La historiainterminable en mi mochila y corrí adesayunar.

―Vaya, qué alegre te veo esta mañana―me dijo mi madre, sorprendida delfuerte abrazo que le di.

―He tenido sueños agradables

Page 427: La torre de sabiduría - Javi Navas

―respondí. Allí mismo, mientrasdesayunaba, en un cuaderno, empecé aanotar las tareas que tenía por delante,para no olvidar ni una sola.

La primera: Escribir mi primer libro.

La segunda: Buscar la Torre deSabiduría.

La tercera…

***

Solo cinco teníamos que repetir laprueba de la cuerda. Los demás debíanpracticar algunos ejercicios debaloncesto. Sin embargo, la tentación dereírse de nosotros era demasiado

Page 428: La torre de sabiduría - Javi Navas

grande, así que toda la clase estabapendiente de nuestro segundo intento detrepar hasta el techo.

―Mikel, te toca. ¿Vas a quereresforzarte hoy o te suspendo ya? ―dijola profesora.

Avancé hasta la soga. Elevé la vista yrecordé el acantilado que tuve queescalar. Sonreí. Pensé en el ascenso conlas catapultas y, sin poder evitarlo, reí.Miré a mis compañeros de clase quemurmuraron y se rieron de formaextraña, desconcertados.

―¿Te estás burlando de mí? ―preguntóla profesora frunciendo el ceño. La miréfijamente.

Page 429: La torre de sabiduría - Javi Navas

―No, profe. Y siento no habermetomado en serio sus clases. No volveráa ocurrir. ―Detrás de mí sonaron másrisas. Escuché a alguien susurrar«pelota». Mi profesora abrió mucho losojos y me miró con expresión deincredulidad.

Me senté en el suelo. Mis compañeros,ahora sí, empezaron a partirse de la risa.La profesora hizo un gesto de fastidio yescribió mi suspenso en su tabla decalificaciones.

Entonces, empecé a trepar. Las risasdejaron de sonar. Manteniendo mispiernas en ángulo recto subí por lacuerda a buen ritmo, dando amplias

Page 430: La torre de sabiduría - Javi Navas

brazadas, como me había indicado lamaestra la primera vez. Llegué hasta eltecho y toqué la campana que indicabael final del ejercicio. Me detuve arriba yvi a todos observándome con la bocaabierta. Nadie reía ahora. Bajé despaciohasta sentarme de nuevo en el suelo. Melevanté y miré a la profe. Tras un rato ensilencio dijo:

―Vale, Mikel. Disculpas aceptadas. Simantienes tu actitud durante lo quequeda de curso estarás aprobado.

―Gracias ―dije. Pasé entre miscompañeros, que me miraban ensilencio, y agarré un balón debaloncesto―. ¿Alguien me enseña a

Page 431: La torre de sabiduría - Javi Navas

hacer el ejercicio? ―pregunté. Vi suscaras de sorpresa y tuve que aguantarmela risa.

―Yo mismo ―dijo Francisco, uno delos jugadores del equipo del colegio.

Estuve practicando durante toda la hora.Después acompañé a mis amigos, losempollones, a dar una vuelta.

Me sentía feliz.

Page 432: La torre de sabiduría - Javi Navas

24. Diez años después

MI vida había cambiado drásticamente;a mejor, por supuesto. Pole y Pit eran yamayores pero no ancianos. Jugaba conellos cada día y gozaban de buena salud.Mi libro, que narraba las aventuras queviví en aquel mundo, ocupaba un lugarde honor en mi biblioteca, aunque erauna autoedición privada y todavía no mehabía decidido a compartirlo con máslectores. Practicaba deporte. Y jamásdejé de buscar la Torre.

Page 433: La torre de sabiduría - Javi Navas

Había viajado por muchos países,visitado monasterios, cuevas, colegios,bibliotecas, librerías, bosques y selvas.Todo ello me había enriquecidoenormemente y me había permitidoescribir varios libros más y guías deviajes que sí había publicado y mepermitían vivir de la escritura yfinanciar mi búsqueda.

Pero hoy, por fin, mis investigacionesme llevaban a un lugar donde parecíaque podría hallar la Torre.

Me encontraba en la Antártida,continente helado en el hemisferio surdel planeta.

Algunos textos hallados en la India, mi

Page 434: La torre de sabiduría - Javi Navas

anterior destino, me dieron una pistasólida: hablaban de un lugar, nexo deunión entre mundos, que albergaba lasabiduría de todos ellos.

Estaba muy cerca de mi objetivo. Habíaviajado acompañado hasta aquellaremota zona. Ahora me había aventuradoen solitario, a un par de kilómetros de labase, dirigiéndome hacia una gruta dehielo. La entrada de la cueva no teníanada de especial, excepto que a su ladohabía un pequeño árbol, totalmenterecubierto de hielo y, por increíble queparezca, verde y vivo.

Emocionado, entré. Al fondo había dosgrandes puertas de hielo, totalmente

Page 435: La torre de sabiduría - Javi Navas

abiertas. Dentro había un mostrador yuna chica leía, ¿cómo no?, sentadadetrás.

―Hola ―acerté a decir.

―Hola. Bienvenido. ¿Te puedo ayudar?―Sonrió.

―Me llamo Mikel… Conocí alBibliotecario…

―Mikel… Ah, sí. He leído tu libro, enel que cuentas tus aventuras.

―¿En serio? ¿Y eso cómo es posible?¡No lo he publicado!

―Un libro es importante. Lo tenemos en

Page 436: La torre de sabiduría - Javi Navas

la biblioteca. Es tarea del Bibliotecarioescoger aquellos que puedan ser deutilidad para los demás, haya sidopublicado o no.

―¿Él está aquí?

―No, está ocupado en otros asuntos.Pero tengo algo para ti de su parte. Hacetiempo que te espero.

Salió por una puerta y tardó un rato enregresar, traía tres libros en sus manos.

―Este es tu libro. Editado por laBiblioteca Central.

Admiré la encuadernación, de tiporústico, con tapas de madera, como la de

Page 437: La torre de sabiduría - Javi Navas

la mayoría de los libros que había vistoen aquel lugar. En la portada, un joven,llevando a sus dos gatos en la mochila,se deslizaba a toda velocidad sobre elmar colgado de un cable. Al fondopodían verse barcos despeñándose porun abismo marino. Al abrirlo vi mitexto. Estaba adornado con maravillosasilustraciones que firmaba el mismoBibliotecario.

―Es… genial.

―Es tu libro.

―Gracias.

―Este otro creo que lo conoces ―dijo,entregándome mi librito-llave.

Page 438: La torre de sabiduría - Javi Navas

Lo cogí con respeto y agradecimiento.

―Y este es, seguramente, el que estabasesperando ―dijo, entregándome elúltimo.

Lo miré y suspiré aliviado. Era lo quellevaba diez años buscando: el libro deJulián y sus amigos. Lo abrí conansiedad y busqué el capítulo dondeJulián caía por el precipicio marino, yleí…

***

«Cuando Mikel saltó al agua me asustémuchísimo. En un primer momento nosupe qué hacer. Enseguida decidí quetenía que seguirle, sobre todo al

Page 439: La torre de sabiduría - Javi Navas

comprobar que su chaleco salvavidas lehabía sacado a flote. Esos chalecosestaban dotados de anillas ymosquetones donde poder engancharcabos de salvamento, así que pensé quepodíamos unirlos y esperar a que nosayudasen.

»Entendía perfectamente por qué habíasaltado Mikel y compartía esa emoción,sobre todo después de haber vividotantas aventuras en compañía de susgatos.

»Estaba a punto de arrojarme al aguacuando una ola golpeó mi barco y mealejó. Caí a la cubierta y no fui capaz deponerme en pie durante un buen rato.

Page 440: La torre de sabiduría - Javi Navas

Cuando por fin lo conseguí ya no losveía, tan solo inmensas olas, trozos demadera, barcos a la deriva y otros congente que, como yo, luchaba pormantenerse en pie, esperando noterminar en el fondo del mar.

»Bastante tiempo después, el temporalcesó. Me encontraba agotado y muypreocupado por Mikel, pero no podíahacer nada más por el momento. Meincorporé y busqué por la superficie delmar, temiendo no encontrar ningúnindicio que me indicase qué le habíaocurrido. Había más barcos, pequeñoscomo el mío, que navegaban al antojodel mar… y a lo lejos… ¡Sí! El buqueen el que los gatos se habían subido. ¡Y

Page 441: La torre de sabiduría - Javi Navas

Mikel mirando por la borda! Mi alegríafue inmensa. Me puse a hacer todo tipode exagerados gestos para atraer suatención mientras me quedaba ronco detanto gritarle. Por fin me vio. ¡Y memostró a sus gatos! ¡Qué buenasnoticias!

»Así que pude tranquilizarme ydescansar un poco, lo que sirvió paradarme cuenta de algo que no habíapercibido hasta entonces.

»“Nos movemos demasiado deprisa”,pensé.

»Un ruido, que cada vez era más fuerte,me hizo mirar hacia el frente. Los barcosmás adelantados caían por un agujero

Page 442: La torre de sabiduría - Javi Navas

que se abría en el mar. ¡Me quedéhelado! Mis tripas se encogieron y apunto estuve de vomitar debido a losnervios. Después de todo lo que habíapasado, aquello era injusto. Grandespeces voladores y delfines huían encontra de la corriente. De formairracional corrí a popa, decidido aarrojarme por la borda para intentarescapar de aquel terrible destino. Supeque no tendría ninguna posibilidad.

»Tan aterrorizado estaba que no fuiconsciente de las voces que mellamaban desde un barco cercano.Cuando lo hice vi a una familia alcompleto que me hacía gestos y meindicaban algo con las manos. Me

Page 443: La torre de sabiduría - Javi Navas

estaban mostrando alguna cosa. Se loabrocharon sobre el chaleco salvavidas.Entonces todos me miraron e hicierongestos dando tirones de esa especie dearnés.

»Por fin lo entendí. Me pedían que mecolocase uno similar. Entré a la carreraen el camarote. Busqué el armarito en elque se guardaban los chalecossalvavidas. Allí estaban: los chalecos ylos arneses.

»Decidí cambiar mis ropas por el trajede supervivencia que nos habían dadoen Mojadia y que guardaba en mimochila. Después me puse el chalecosalvavidas y encima el arnés ―estaban

Page 444: La torre de sabiduría - Javi Navas

pensados para funcionar de formaconjunta―. Salí corriendo a la cubiertay vi algo asombroso.

»Desde un gran buque, a unos cienmetros de distancia, dispararon un arpónque arrastraba un cable y fue a clavarseen la cubierta del barco de la familia. Elpadre, a toda prisa, desenganchó elarpón y utilizo el cable para engancharloa los arneses de todos. Saltaron al aguay, flotando gracias a los chalecos, fueronarrastrados hacia el buque salvador.

»Cuando fueron izados a bordoprepararon un nuevo arpón y loapuntaron hacia mí. Corrí a ponerme acubierto. Dispararon. Pero la velocidad

Page 445: La torre de sabiduría - Javi Navas

de mi barco se había incrementado muyrápidamente; el arpón se quedó corto ypenetró en las aguas.

»Miré el abismo al que me acercaba. Yano había tiempo para nada más. Me giréy busqué a Mikel, que me observaba a lolejos. Aunque no distinguía su expresiónestaba seguro de que se encontraría muyasustado por mí. Intenté tranquilizarleaparentando una calma que no sentía.Elevé mi brazo a modo de saludo y de“hasta pronto”.

»El barco empezó a caer.

»Inmediatamente miré al frentesopesando mis posibilidades. Caíamos aplomo en medio de un atronador rugido.

Page 446: La torre de sabiduría - Javi Navas

Ni siquiera se veía el fondo. Debíahacer algo. ¡Y tenía que hacerlo ya!

»Algunos de los delfines se precipitabanhacia el abismo. En cambio, los pecesvoladores, a pesar de su tamaño,remontaban la catarata dando grandessaltos, con sus aletas extendidas a modode alerones. Su cola golpeaba con unafuerza descomunal y su ascenso era lentopero constante.

»“No tengo más alternativa”, pensé.

»Esperé a que uno de los peces pasasecerca de mí y me impulsé con laspiernas sobre la cubierta del barco. Meestampé contra él. Intenté agarrarme portodos los medios a sus aletas. No lo

Page 447: La torre de sabiduría - Javi Navas

conseguí. Reboté en su dura piel y seguícayendo.

»Otro que venía detrás me embistió.Esta vez sí pude sujetarme. Pero elimpacto le había desequilibrado ycaímos juntos.

»El pez luchó por nadar corriente arriba.Sus bramidos eran espeluznantes. Jamáshabría creído que un pez pudiese emitiresos sonidos. Empezamos a remontar,saltando entre una lluvia de escombros:restos de Flotowndo; mi propio barcoque acababa de abandonar; delfines ytrozos de hielo, que el pez ibaesquivando a duras penas. Por fin seveía el borde de la cascada. Con un

Page 448: La torre de sabiduría - Javi Navas

último impulso de su cola cayóhorizontal sobre la superficie del mar.

»Ahora, nadar contra corriente era de lomás sencillo para ese coloso. Sus aletasextendidas parecían alas y le hacíanplanear cuando saltaba fuera del agua,que bien podría decirse que volábamos.Nos alejamos hacia el horizonte.

»Aún tuve tiempo de ver cómo, desdelos grandes buques, la gente se ponía asalvo, deslizándose sobre el mar graciasa unos larguísimos cables que losdejaban ilesos en la playa. A lo lejos vipasar colgados a Mikel y a sus gatos,acercándose a gran velocidad hacia lacosta.

Page 449: La torre de sabiduría - Javi Navas

»Entonces, ya más tranquilo, pudedisfrutar de mi montura; ya pensaría mástarde en cómo resolver el problema dellegar a tierra.

»―¡Menudo pedazo de libro me va asalir!, grité».

***

Una gran carcajada salió de mi interior.Me sentí feliz, aliviado, y por fin pudecerrar una herida que tenía abierta desdeaquel triste día.

Llorando de alegría miré a la chica y leagradecí los presentes.

―Bien, ¿puedo hacer algo más por ti?

Page 450: La torre de sabiduría - Javi Navas

―me preguntó sonriendo.

―No, gracias… Bueno… sí. El librodel Bibliotecario… ¿Sería posible?

―Me dijo que me lo pedirías. Supongoque te refieres a su primer libro. Aquí lotienes ―dijo sacándolo de detrás de suespalda, donde lo había tenido oculto.

―Gracias. ¿Podré volver otro día?

―Claro. Serás bien recibido.

Y abandoné el lugar.

***

Cuando semanas más tarde había

Page 451: La torre de sabiduría - Javi Navas

regresado a casa y leído cada uno de loslibros, me di cuenta de que habíaolvidado preguntar por los libros deJoseba en Pesadilla y el de Daniel enese mundo futurista al que había llegado.Así que eso me dio la excusa perfectapara empezar a planificar un nuevo viajea La Torre de Sabiduría de nuestromundo. Lo que descubrí en sus libros yaes parte de otra historia.

FIN

Page 452: La torre de sabiduría - Javi Navas

Muchas gracias por lalectura

Si tienes un rato me ayudaría mucho quedejases una valoración y algúncomentario en la página del libro enAmazon.

También te agradecería que, si hayalguna opinión de otro lector que te hayamotivado a comprar este libro, votesque sí a la opción de que esa opinión teha parecido útil, que aparece al lado dela opinión en cuestión.

Page 453: La torre de sabiduría - Javi Navas

Si te apetece leer algún otro de mislibros o estar enterado de mis proyectos,por favor, visita miweb: http://javinavasllorente.wix.com/javi-navas

Además, si deseas comentarme algosobre esta u otra de mis novelas. Oincluso, si quieres sugerirme algunahistoria que te gustaría leer escríbeme [email protected]. Tengo muchasideas y proyectos, pero siempre sonbienvenidas nuevas ideas y sugerencias.Eso sí, recuerda que los géneros que megustan y sobre los que quiero escribirson sobre todo: fantasía, ciencia ficcióny terror, aunque no descarto hacerincursiones en otros géneros (excepto

Page 454: La torre de sabiduría - Javi Navas

novela romántica o dramones tipotelenovela, ¡ni me lo propongas si noquieres que te envíe un demonioescupidor de fuego!).