La traducción del cuidado. La teoría del actor-red y el estudio de la interdependencia en la teleasistencia para personas mayores

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    La traduccin del cuidado: la teora delactor-red y el estudio de la

    interdependencia en la teleasistencia parapersonas mayores

    TOMS SNCHEZ-CRIADO Y DANIEL LPEZUniversidad Autnoma de Madrid; Universitat Oberta de Catalunya

    ResumenEn los ltimos aos las polticas de cuidado han dado un giro importante hacia la promocin de la autono-

    ma frente a la asistencia a la dependencia. Esto ha generado un importante debate entorno a las nociones deautonoma y dependencia en las ciencias sociales. El presente texto es una contribucin a este debate a travs delbreve anlisis de la instalacin de un servicio de teleasistencia domiciliaria, una de las tecnologas de atencinque se inscriben ms directamente en la lgica de la promocin de la autonoma. Nos centraremos en la nocin deinterdependencia que, a nuestro juicio, permite salvar la tendencia al individualismo y al sociologismo queimpera en estos debates, pero creemos que debe ser completada incorporando a los otros-no-humanos. A travs dela nocin de traduccin argumentaremos que la interdependencia se da siempre como resultado de un proceso decorporeizacin y estabilizacin de diversas ecologas de prcticas.

    Palabras clave: Teora del actor-red, traduccin, cuidado, personas mayores, interdependencia, tele-asistencia.

    Translating care: Actor-network theoryand the study of interdependence in

    telecare for the elderly

    AbstractIn recent years care policies have taken an important turn towards autonomy promotion in preference to

    dependency assistance. This has generated an important debate around the notions of autonomy and depen-dence in the social sciences. The present paper is a contribution to this debate through the brief analysis of a hometelecare service installation: an attention technology especially devised for the promotion of autonomy hence ins-cribed in its logics. We focus on the notion of interdependence, which we consider saves the trend towards indivi-dualism and sociologism that dominates these debates. However, this notion needs to be completed by incorpora-ting non-human-others. Using the notion of translation we would like to illustrate how interdependence is

    always a possible result of a process of embodiment and stabilisation of diverse ecologies of practices.

    Keywords: Actor-network theory, translation, care, elderly, interdependence, telecare.

    Agradecimientos: Una borrador de este texto se present en un seminario organizado por Alberto Rosa y JorgeCastro en la UNED. Agradecemos a los anfitriones la invitacin y a los asistentes sus interesantes comentariosconstructivos. Asimismo, nos gustara agradecer la importancia de discusiones mantenidas con FlorentinoBlanco, lvaro Pazos, Miquel Domnech, Francisco Tirado, Blanca Calln y Nizai Cassin para su elabora-cin.Corrrespondencia con los autores: Toms Snchez-Criado. Departamento de Psicologa Bsica, Facultad de Psicolo-ga, Universidad Autnoma de Madrid, 28049 Madrid (Espaa). E-mail: [email protected]

    2009 Fundacin Infancia y Aprendizaje, ISSN: 0210-9395 Estudios de Psicologa, 2009, 30 (2), 199-213

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    Introduccin

    En el presente trabajo nos gustara hacer una contribucin de orden terico-

    metodolgico para el estudio de la teleasistencia desde el mbito de la psicologasocial de la ciencia y la tecnologa. Esta contribucin cobra sentido en el seno deun proyecto de investigacin emprico: los dos autores nos encontramos en estosmomentos realizando un trabajo de investigacin de tipo etnogrfico en Madridy Barcelona en el seno de una organizacin proveedora de servicios de teleasisten-cia para personas mayores, con el objetivo de conocer los discursos y las prcticassobre el uso de la teleasistencia y las consecuencias ticas que se pueden derivarpara la redefinicin de los diseos tecnolgicos y los servicios del cuidado de laspersonas mayores.

    En consonancia con los recientes desarrollos de la disciplina (muy influidospor la teora del actor-red), nos aproximamos a los servicios de teleasistenciacomo dispositivos discursivos, tecnolgicos y organizacionales singulares queafectan a los procesos de constitucin funcional y subjetiva de los usuarios en elseno de determinadas prcticas.

    En concreto, estos dispositivos y organizaciones de teleasistencia se encuen-tran en la encrucijada de toda una serie de estrategias disciplinares que, en losltimos treinta aos, vienen definiendo nuevas aproximaciones a los modos devida de las personas mayores alrededor de conceptos como independencia,dependencia o autonoma. Si pensamos en la implementacin en contextos natu-rales de todos estos nuevos dispositivos, quiz resulte intuitivo que traen de lamano numerosos cambios de hbitos, en tanto que afectan a cmo los usuariosdeben de vivir: por ejemplo, modificando sus nociones sobre la seguridad y laautonoma personal o propiciando nuevas formas de practicar el espacio, relacio-narse con sus familiares o cuidadores y pedir ayuda en situaciones de emergencia,por no citar ms que algunos aspectos.

    Se trata de un complejo entramado de cuestiones que, para ser observado entoda su complejidad y singularidad, necesitara de herramientas conceptuales ymetodolgicas apropiadas a tal efecto. En concreto, en este texto introduciremoscrticamente la nocin de traduccin, desarrollada en la teora del actor-red, atravs de un ejemplo de nuestro trabajo de campo como una posible contribu-cin terico-metodolgica para estudiar los entramados socio-tcnicos de la tele-asistencia para personas mayores, o entornos anlogos, y sus consecuencias ticas(Mort,Milligan, Roberts y Moser, 2008).

    El cuidado de los mayores a debate

    La teleasistencia y el discurso gerontolgico

    Segn algunos estudiosos de las representaciones culturales sobre el ciclo vital(Hockey y James, 1993; Neugarten, 1999), al menos en el ltimo siglo se haconceptualizado la infancia como un proceso que va desde la heteronoma hastala autonoma y la vejez como una des-agenciacin, como una prdida de la agen-cia o capacidad de actuar, que provoca la transicin desde la autonoma hacia unanueva heteronoma. Es decir, la infancia se vera como un proceso evolutivo (deprogresiva ganancia de independencia), mientras que la vejez sera un procesoinvolutivo (de progresiva dependencia). Se manejan concepciones de la vidacomo un ciclo circular, en el que la edad avanzada se vuelve a aproximar a lainfancia (lo que ha provocado durante muchos aos el tratamiento paternalistade los mayores).

    Esta representacin, quiz demasiado esttica, ha sido atacada por muy dife-rentes tipos de colectivos. Sin ir ms lejos, a esta representacin se opone la

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    gerontologa centrada en las personas de los ltimos treinta aos, muy enraiza-da en el discurso psicolgico (Fernndez Ballesteros, 2009). En sus muy variadasformas busca fomentar la autonoma y la actividad de las personas mayores,tanto para que sean productivos, como para que envejezcan de forma saluda-ble: el mayor debera tratarse como un ser activo y se debera promover queexplotara sus capacidades, deviniendo atltico, vigoroso, productivo dado quede esta forma mejorara su calidad de vida en un entorno en el que se han creadonuevas posibilidades para que su vida sea cada vez ms duradera. Esto supone undeterminado movimiento de dignificacin de los mayores a travs de la articu-lacin de una posicin crtica con su discriminacin (denominada edasmo, entanto que procedimiento de exclusin basado en la edad), as como fomentar losvalores de un cuidado y un envejecimiento con calidad de vida.

    Asimismo, como parte de todo este movimiento se han propuesto cambios enlos modelos de atencin residencial: desde hace unas dcadas, sobre todo en losmbitos anglosajones (Andrews y Phillips, 2005; Schaie, Wahl, Mollenkopf y

    Oswald, 2003) y ms recientemente en Espaa, se plantea la implantacin de unnuevo modelo de servicios de cuidado para las personas mayores no dirigido alenclaustramiento en el seno de una institucin, como los antiguos asilos y resi-dencias geritricas, sino a mantener a las personas en sus hogares y comunidadestodo el tiempo que sea posible. Por ejemplo, en uno de los ltimos nmeros dela revista de divulgacin del IMSERSOSesenta y ms se hace una defensa de laindependencia de las personas mayores, de forma conjunta con una crtica y unapropuesta de cambio en el modelo residencial, y se presentan estas tendenciascomo parte de las nuevas estrategias de envejecimiento saludable y activo sensi-ble a las necesidades de estas personas, que fomente la autonoma y no la depen-dencia (IMSERSO, 2008). En una lnea paralela se empieza a hablar y a construiruna imagen positiva del envejecimiento, que ya no es visto como un perodode decadencia, lo que supone para algunos el advenimiento de una nueva erapara las personas mayores (Gergen y Gergen, 2000).

    Es en el seno de estos debates y articulando, supuestamente, una aplicacinprctica de todas estas ideas como emergen las tecnologas y servicios de provi-sin de teleasistencia. Es previsible que en Espaa estas tecnologas reciban deahora en adelante un espaldarazo institucional y meditico como parte de laLey39/2006, de 14 de diciembre, de Promocin de la Autonoma Personal y Atencin a laspersonas en situacin de dependencia, dentro de cuyo catlogo de servicios consta lateleasistencia (lo cual, y esto es necesario precisarlo, no quiere decir que sea unnuevo derecho para los ciudadanos ni un nuevo deber de los ayuntamientos msall de los convenios previamente establecidos). En cualquier caso la teleasisten-cia, ya sea en su versin domiciliaria o mvil, se est convirtiendo en uno de losrecursos para la asistencia social de mayor expansin en los ltimos aos en dife-

    rentes pases occidentales (Fisk, 2003).La teleasistencia es un dispositivo tecnolgico y organizacional variable1 quese propone, por parte de algunas instancias vinculadas con la poltica o la organi-zacin de los sistemas de servicios sociales (tcnicos de la administracin u otrasentidades como psiclogos, gerontlogos, trabajadores sociales; institucionescomo partidos polticos, organizaciones civiles vinculadas con el cuidado, asocia-ciones de personas con discapacidad y de mayores, empresas tecnolgicas, etcte-ra), como la solucin a la inversin de la pirmide poblacional y a los altos costesdel cuidado asociados al envejecimiento poblacional. Esta solucin cobrara sen-tido en los marcos discursivos del envejecimiento activo y el envejecimientoindependiente (Brownsell, Bradley, Porteus y Hawley, 2003; Fisk, 2003), puestoque permitira que las personas mayores pudieran vivir el mayor tiempo posibleen sus hogares mientras pudieran valerse por s mismos, retrasando su entrada en

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    un entorno residencial, disponiendo de un aparato que les permitira pedir ayuday/o asistencia cuando lo necesitaran.

    Ciudadana, agencia y cuidado: Independencia, dependencia e interdependencia

    Sin embargo, todos estos avances de la gerontologa en la dignificacin de laspersonas mayores han sido ampliamente problematizados por otra serie de colec-tivos. De ello da cuenta la emergencia de disciplinas como la gerontologa crti-ca, que aparece como espacio de re-politizacin y anlisis cultural de las concep-ciones sobre la vejez y su cuidado, en tanto que formas de produccin y gestinde cualidades de ciudadana, sistemas de consumo, etctera (Katz, 1996, 2005).A pesar de apoyar la indudable importancia de la labor gerontolgica, intentanejercer la funcin de vigilancia epistmica y, sobre todo, tica con respecto a lasprcticas y teoras de las ltimas vertientes de la disciplina.

    Por ejemplo, en algunas de las acaloradas discusiones que mantienen acusan ala disciplina de la promocin y perpetuacin de una esttica y una tica declase (destinada a aquellas personas pudientes y con recursos), que se integra enun determinado sistema de produccin de bienes y formas de trabajo que necesi-ta de personas independientes y autnomas (Featherstone y Hepworth, 1991,1995; Minkler y Estes, 1999), fomentando la creacin de un nuevo nicho demercado, como as lo atestiguan los cada vez ms frecuentes anuncios comercia-les destinados a estos segmentos poblacionales.

    Entre las cosas que preocupan a estos acadmicos y activistas se encuentran losposibles efectos de precarizacin y enmascaramiento de problemas de aislamien-to producidos por el uso de estas estrategias y el modelo neoliberal de los cuida-dos (Mort et al., 2008): la externalizacin de recursos (con la transformacin delos ciudadanos en clientes o usuarios que slo pueden pedir cuentas a laadministracin en tanto que posibles destinatarios de dotaciones econmicas) y

    la mercantilizacin de los cuidados, que, adems de perpetuar y mantener rolesde gnero vinculados a los cuidados, incorpora el reciente uso de inmigrantes encondiciones precarias para el cuidado no cualificado (Vega, 2006).

    Como algunos de estos tericos enuncian, en no pocos planteamientos sobreel envejecimiento activo o positivo se manejan las siguientes relaciones de iden-tidad: independencia = autonoma (independiente es quien hace lo que unoquiere, quien es capaz de dotarse de una ley propia) y dependencia = heterono-ma (dependiente es quien est sometido a la normatividad u orden de legali-dad de otros). Efectivamente, aunque estos trminos tengan una genealogacomplicada y polismica que va ms all de la filosofa (neo)liberal y sus nocionesde libertad (Rose, 1999), como lo atestiguan las tradiciones anarquistas, pare-ciera que se da una defensa en los planteamientos gerontolgicos del envejeci-

    miento activo del individuo como unidad a promover y sobre la que trabajar.En contraposicin con esto, algunos gerontlogos crticos, con una clara influen-cia de las reflexiones feministas, proponen la distincin conceptual de la inde-pendencia y la autonoma (Fine y Glendinning, 2005; Reindal, 1999; Syby-lla, 2001; Verkerk, 2006).

    Para ello proponen distinciones terminolgicas y metodolgicas que evitaranel agujero negro de las discusiones dialcticas entre el individualismo y el socio-logismo, con el intento de dar cuenta de lo que est ocurriendo en un entorno decuidado de mejor manera, resituando el debate en torno a la nocin de interde-pendencia, lo que supone un desplazamiento de las distinciones individuo-sociedad a otras distinciones que parten de una definicin relacional de la vidahumana. Con este nuevo inicio para algunos colectivos la autonoma supondrauna forma de interdependencia, una forma particular de darse el cuidado, que no

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    remite a los ideales del individualismo, sino al reconocimiento de todo el entra-mado de relaciones que posibilitara tener la capacidad de controlar y tomardecisiones sobre la vida de uno mismo. La independencia no [][estara], portanto, vinculada con hacer las cosas solo o sin ayuda, sino con tener asistenciacuando y como uno la requiera (Reindal, 1999, p. 353).

    Pero tambin ha sido discutida esta reformulacin, por no suponer nada msque un nuevo nombre para un viejo problema, dado que apelar al hecho de quenadie en una moderna sociedad industrial es completamente independiente entanto que vivimos en un estado de interdependencia no es suficiente (Reindal,1999, p. 354), puesto que se hace necesario [e]xponer las limitaciones de unmarco terico que ha influido en las visiones sobre el sujeto y la autonoma per-sonal (Reindal, 1999, p. 354). Por ello, numerosos de estos acadmicos argu-mentan la necesidad de un giro ms radical que pudiera posibilitar la generacinde otros referentes ticos y morales para dirigir el cuidado de las personas mayo-res.

    El estudio de la interdependencia a partir de la nocin de traduccin

    Es en ese sentido que proponemos este texto como una contribucin de ordenterico-metodolgico para el estudio de las formas de la interdependencia enentornos de cuidado. Para ello querramos someter los argumentos sobre lainterdependencia a un giro: a nuestro juicio toda reflexin sobre la interdepen-dencia debe mostrar una atencin primordial a las prcticas de cuidado. En elseno de toda prctica de cuidado son muy importantes las categoras o represen-taciones culturales de la edad, qu significa cuidar y quin debe hacerlo, qu esun cuerpo saludable, etctera. Estas dotan de una cierta direccin, enmarcan elproblema y contienen un catlogo de posibles situaciones y actuaciones. Sinembargo, las condiciones singulares de toda prctica albergan una serie de sutile-

    zas que se perderan si pensramos esas actividades desde la primaca de las cate-goras o representaciones compartidas por un grupo, como si fueran el elementoms importante para determinar por qu se hacen las cosas de una determinadamanera, independientemente de su contexto de enunciacin y accin.

    La nocin de prctica, desarrollada de formas muy diferentes en diferentesmbitos de las ciencias sociales, remitira a una unidad que transita entre y entre-laza los polos individual y colectivo, haciendo referencia al carcter activo de laimplicacin y participacin de los sujetos en rdenes sociales (tanto simblicoscomo operacionales) que ayudan a crear y que les crean a su vez. Asimismo, lanocin de prctica remite a un nexo de unin entre mente y cuerpo, a la encar-nacin de la actividad del sujeto y su situacin en contextos prcticos de activi-dad (en su diversidad material), as como al desplazamiento del mecanicismo

    naturalista de las concepciones sobre el cuerpo (Bourdieu, 1991; de Certeau,1990; Ingold, 2008). Se trata, por tanto, de una aproximacin concreta y detalla-da a las condiciones de actuacin, que asume agentes activos que construyen ytransforman.

    En el presente texto querramos realizar este giro a las prcticas empleando lanocin de traduccin de la teora del actor-red (Tirado y Domnech, 2008). Lateora del actor-red es una corriente que emerge en el seno de los estudios de laciencia y la tecnologa, desarrollada inicialmente por Bruno Latour, John Law yMichel Callon. El uso de la nocin de traduccin en la teora del actor-red remite auna concepcin relacional (no slo el ser humano o el animal construye) y trans-formacional (no hay posibles meros desciframientos) acerca de la emergencia delo real. Se trata de un planteamiento empirista basado en el proceso, que no asumela existencia de esenciasa priori (como la agencia humana) y que se dedica a estu-

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    diar las maneras en las que las cosas vienen al mundo, no como resultados de undescubrimiento, sino de la creacin relacional y la configuracin de ecologas.

    Desde esta teora lo real emerge de encuentros agonsticos, de ejercicios deprueba entre entidades con determinadas tendencias, que no son nada por s mis-mas sino en relacin con otras, como resultado de la relacin o encuentro conotras (Latour, 2001b). Se denominarn fuerzas o debilidades (entendiendoestas como gradientes) a las entidades resultantes en funcin del resultado delencuentro. En ese sentido, estos autores despliegan un gran conjunto de metfo-ras que remiten a una concepcin de la ontologa dialgica y retrica2: en tantoque lo real es un gradiente, ser ms real (se realizar) aquello que cuente conms alianzas o con alianzas mejores, que pueda hacerse fuerte (ya sea en trmi-nos temporales o espaciales) y menos real (se desrealizar) aquello que tengamenos alianzas o de peor calidad.

    A este proceso de construccin y ruptura de alianzas y consiguiente creacinde fortalezas/debilidades a partir de un encuentro agonstico lo denominan tra-

    duccin. Pero se trata la traduccin en su acepcin hermenutica, aunque nomeramente lingstica. Es decir, como un proceso que puede incluir una necesa-ria transformacin de lo traducido, no como una mera decodificacin:

    La operacin de traduccin consiste en combinar dos intereses hasta ese momento diferentes[] con el fin de obtener una nica meta compuesta (Latour, 2001a, p. 108).Uno debera tener cuidado de no fijar sus interesesa priori; los intereses se traducen. Es decir,tan pronto como se frustran sus metas, los actores dan rodeos a travs de las metas de otros, loque produce un deslizamiento general, ya que el lenguaje [en un sentido metafrico] de unactor se ve sustituido por el lenguaje de otro (Latour, 2001a, p. 109).He utilizado el trmino traduccin con la intencin de que signifique desplazamiento, deriva,invencin, o mediacin: la creacin de un lazo que no exista con anterioridad y que en ciertamedida modifica (Latour, 2001a, p. 214).

    A esas entidades que se intentan traducir unas a otras las denominan actoreso, mejor dicho, actantes. Este trmino lo importan de la semitica narratolgi-ca de Algirdas Greimas (Hstaker, 2005), en la que la cualidad y capacidad deactuar de alguien o algo remite a un vnculo relacional. Este vinculo relacionalen Greimas era la trama, pero estos autores lo exportan a dominios no-textua-les, extendiendo la nocin de trama ms all de lo textual y lo discursivo. Portanto, el papel de actor no puede atribuirse a nadie o a nada apriorsticamente,puesto que es una atribucin de competencias que emerge de un vnculo relacio-nal con el resto de elementos de la trama. La agencia, en esta definicin, es algodistribuido (Callon y Law, 1995), que remite a un vnculo, a una asociacin deelementos que configuran a alguien o algo como agente3:

    La accin es una propiedad de entidades asociadas (Latour, 2001a, p. 217).La accin no es una propiedad atribuible a los humanos,sino a una asociacin de actantes [] Sipodemos atribuir papeles provisionales de actor a los actantes es slo porque los actantes seencuentran inmersos en un proceso de intercambio de competencias, es decir, se estn ofrecien-do mutuamente nuevas posibilidades, nuevas metas, nuevas funciones (Latour, 2001a, p. 218).

    Resumiendo, lo que tenemos, ms bien, son diferentes entidades que se com-ponen unas con otras, cuya fuerza o debilidad, cuyas funciones y competenciasemergen de los encuentros concretos y de las negociaciones a las que se someten.O, dicho de otro modo, procesos de produccin de des/rdenes, en trminos prc-ticos y materialmente heterogneos, como relaciones agonsticas. Akrich y Latourdenominarn a estos procesos de traduccinsemitica, en la siguiente acepcin:

    El estudio de cmo se construye el significado. Pero la palabra significado se toma en suinterpretacin original no-textual y no-lingstica: cmo una trayectoria privilegiada se cons-truye a partir de un nmero indefinido de posibilidades. En ese sentido, la semitica es el estu-

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    dio de la construccin de rdenes o de caminos y puede ser aplicada tanto a escenarios, mqui-nas, cuerpos y lenguajes de programacin como a textos (Akrich y Latour, 1992, p. 259).

    En ese sentido, la descripcin de un proceso de traduccin se topa primor-dialmente con el problema de la inespecificidad referencial del trmino. Latourhabla del concepto como un infralenguaje que permitira estudiar el curso de laaccin entre diferentes materias (Latour, 2008). Todo proceso de traduccin debeser anclado narrativamente en un caso emprico concreto a partir del cual ganeespecificidad.

    En resumen, hay dos razones programticas del planteamiento de la teora delactor-red por las que nos parece interesante remitir a esta serie de reflexiones te-ricas: (1) se suspende cualquier atribucin de agencia previa a una investigacinemprica en la que se daten o detecten modos de operar. Esta primera cuestin esmuy importante para describir cmo y de qu manera se pueden producir proce-sos de cambios en las capacidades para o modos de actuar en un entorno dado; (2)se plantea como una teora relacional que intenta pensar las relaciones entrevivientes y no-vivientes (tecnologas, artefactos, textos, el entorno, etctera)como relaciones de co-afectacin, co-operacin, co-configuracin, ms all dedistinciones duales del tipo sujeto-objeto, por lo que esos procesos de cambio enlas capacidades de actuar remiten a ensamblajes de materias heterogneas. Estasdos razones nos parecen muy pertinentes para el caso de la teleasistencia, puestoque se trata de un aparato y un servicio que, en teora, se disean y proponen parapermitir llevar a cabo una vida autnoma. Sus planteamientos nos parecenespecialmente interesantes, por tanto, para pensar cmo abordar la interdepen-dencia de toda relacin de cuidado incorporando no slo el cuidado cuerpo-a-cuerpo entre seres humanos, sino toda la materialidad (tecnolgica, corporal,espacial y discursiva) que implica el dispositivo de la teleasistencia.

    La teleasistencia intenta entrar en el hogarPara ilustrar lo que hemos dicho hasta el momento nos gustara mostrarles un

    relato etnogrfico de un caso observado por uno de nosotros en el seno de lainvestigacin en curso.

    Acompao a L, tcnico de mantenimiento e instalacin. Estamos en un pue-blo grande del sur de Madrid. Son las 10:30 y L tiene que hacer una instalacinde un dispositivo de teleasistencia domiciliaria en casa de la seora A, de 86aos. L llama a la puerta. Nos abre la seora, vestida completamente de negro,con ceo fruncido y mandil de color azul. Entramos y se vislumbra, sentado enuna silla apoyado en la mesa de la cocina, a alguien que parece ser el marido, queslo nos saluda, pero que ni se inmuta y sigue todo el rato mirando a un puntofijo, moviendo la mandbula inferior, como quien masca en el aire o aprieta los

    labios sin dentadura.El telfono est a la entrada, nada ms abrir la puerta. La casa est bien acon-dicionada y con electrodomsticos bastante nuevos. Ella nos dice, con un marca-do acento manchego, ustedes dirn qu tengo que hacer. L observa el telfono ypregunta a la seora A si tiene ms telfonos. Resulta que es el nico y, adems,est enchufado a la nica roseta de toda la casa. L le dice que necesita un enchufede luz. No hay en el recibidor y L mira en la cocina (que est pegada a la entradaa la casa), mientras la seora A le observa, sin hablar, flanqueando la puerta entreel recibidor y la cocina. L encuentra dos enchufes en la cocina, uno prximo a lapuerta y otro al fondo. Comenta que tendra que hacer un pequeo agujero en lapared para sacar un cable desde cualquiera de los dos enchufes que hay en la coci-na (el que les resulte ms conveniente o ms esttico) hacia el recibidor, donde Lestima que debe instalarse el terminal de teleasistencia para poder captar una

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    buena seal de audio desde cualquier punto de la casa (que no es demasiadogrande). Ella se muestra reticente a la operacin y dice si no hay enchufe lo deja-mos. L intenta negociar con ella y convencerla de que no es una obra sino algomenor, pero ella insiste yo ya soy muy mayor y no tengo ganas de que me ensu-cien ni nada. En ningn momento pasamos de la entrada. L sigue intentandoconvencerla, con su tono de voz agradable y sereno, pero ella dice lo anulamos ylo dejamos, siento que hayan tenido que venir para nada.

    Salimos de la casa sin haber hecho la instalacin. L me dice esto no es habi-tual y comenta lo raro de la situacin, porque es una usuaria que iba a contratarel servicio de forma privada, pagando ntegramente el servicio ella misma.Mirando entre sus papeles por lo visto ha sido la hija la que ha gestionado el con-trato del servicio. Hablando del asunto digo, mientras L asiente, pareca quebuscara cualquier excusa para no ponerlo.

    Llegamos al coche y l saca el telfono mvil de la institucin para llamar a latcnico de zona (trabajadora social que se encarga de administrar todo lo concer-

    niente a un rea de la provincia en la que opera el servicio tanto para usuarios pri-vados como pblicos) para ver si ella sabe algo. Mientras marca, L lee el informeen voz alta la seora A tiene a su hija C y a su hijo J y comenta que el contrato lotiene firmado el marido.

    Habla con la tcnico de zona dicindole la seora no ha querido que lo pon-gamos [] que no quera obras [] [menciona el cdigo de usuario para quecon quien habla encuentre la ficha en el ordenador]. Despus de colgar me cuen-ta que la tcnico de zona va a llamar a la hija y que vamos a esperar 5 minutos.Hace fro y nos refugiamos dentro del coche con el motor apagado. Comento conl lo chocante de la situacin. L dice alguna gente es reticente con la teleasisten-cia, pero les acabas convenciendo, no s si es que he estado poco convincente.Yo le contesto que me parece que no ha sido as. Y contina: estos casos acabanen que viene la hija y lo acabamos instalando, pero hemos perdido la maana,es una situacin violenta.

    Mientras esperamos me explica algunas cosas de cmo funciona el servicio. Alrato vuelve a llamar la tcnico. L le aclara que no estamos ya con la seora. Por lovisto la hija llamar a la madre, la tcnico llamar a la hija y nosotros esperamosrdenes. Cuelga. L est inquieto porque estamos perdiendo tiempo para lassiguientes cosas que tiene que hacer y mira su plan de trabajo. Al poco llama denuevo la tcnico y L le comenta que esto lo idneo sera que la hija estuvieraaqu, porque est obligada y al final no va a servir de nada, no es complicado,es slo hacer un agujero. Segn le cuenta la tcnico de zona a L, la hija dice ques, que s (que lo instalen), pero la seora dice que no. La tcnico le dice que lodejemos y que se aclaren. L apunta en su hoja de registro, arranca el coche y nosvamos a su siguiente tarea (Fragmento del diario de campo).

    El presente ejemplo nos permite observar todo el entramado de traduccionesque es necesario para que la teleasistencia empiece a funcionar y que, normal-mente, parece invisible. Lo que podemos ver a partir de este ejemplo es que lapropia entrada en un hogar de la teleasistencia es de todo menos un proceso sen-cillo de instalar un aparato. Para que la teleasistencia tenga el efecto que preco-nizan las instituciones que lo promueven necesita traducir (y, por tanto, confi-gurar) al usuario de una determinada manera. Podemos pensar en resultadosparciales o momentos de las negociaciones, capas de un proceso de traduccintotal que vendra a ser que el usuario se rigiera segn los intereses del servicio(adaptando los pasos mencionados por Latour, 2001a, p. 220):

    (a) Partimos de una situacin de desinters recproco. En los servicios de teleasis-tencia se dan casos de familiares que han contratado el servicio para sus padres yse quejan de que han cado y no aparece nadie para socorrerlos, cuando lo que ha

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    pasado es que sencillamente el usuario no ha pulsado la alarma de la teleasisten-cia. Por este motivo (entre otros), desde el servicio se destinan muchos esfuerzospara insistir a los usuarios, a travs de las llamadas de los operadores, de losvoluntarios que van a visitarlos, de los tcnicos de mantenimiento e instalacin,e incluso de los propios familiares, en la necesidad de que se pongan y usen elcolgante, que no lo dejen en un cajn, que pulsen la alarma ante cualquier pro-blema, sea grave o sin importancia, y que no esperen a ver o llamar a los hijos o almdico.

    Para que el servicio funcione es necesario que se traduzcan de una determi-nada manera a la familia, a la persona concreta o el usuario y al servicio o, deforma ms concreta, el terminal. Cuando decimos que en este proceso de tra-duccin hay desinters recproco lo que tenemos es una situacin en la que unapersona mayor deja el colgante en un cajn y cuando necesita ayuda llama a unmdico o a sus familiares. Sin embargo, pensemos que incluso para que se desto al menos debe haber entrado el terminal en la casa, lo cual tambin conlle-

    va un proceso de negociacin entre los familiares (o los tcnicos de serviciossociales) y las personas destinadas a ser usuarias del servicio as como entre eltcnico y los elementos que componen la casa, como puede observarse en el casode la seora A.

    El caso que les presentamos al inicio del aparatado nos hace pensar queotras instalaciones ms sencillas seguramente remiten a toda una serie detraducciones previas que han sido cerradas y que nos aparecen como algo yaresuelto. Es un proceso en el que no slo son relevantes el instalador y elfuturo usuario en el momento de la instalacin, sino que tienen un papelmuy especial los familiares y la propia materialidad de la casa donde se va ahacer la instalacin. Los familiares, como el caso de la seora A, muchasveces quieren poder seguir trabajando o viviendo en un lugar diferente delde sus padres, pero pudiendo tenerlos controlados, tal y como ofrecen estetipo de servicios (por tanto, traduciendo el coste de esfuerzo de estar pen-diente de los padres en todo momento a un terminal de teleasistencia, pormedio del pago del servicio, que ellos piensan les podra dotar de una ayudaquiz ms eficaz en el caso de una emergencia). Como puede inferirse quizel hecho de rechazar el agujero en la pared no remita nicamente a que laseora A no quiere que le ensucien o le cambien la casa con el hecho de tala-drar y colocar un cable, cosa que indudablemente puede constituir un moti-vo de molestia. Sin embargo, en el caso que les mostramos, el servicio deteleasistencia debe traducir tambin la casa de la seora y abrir el agujeroen la pared para poder hacer que el servicio funcione, pero en ese punto nece-sario de traduccin la seora para el proceso.

    Con mucha probabilidad lo que seguramente est ocurriendo, como se

    puede observar a travs de la llamada de la tcnico de zona, es que la hijaquiere que se lo instalen (y muy probablemente es la que ha contactado conla entidad proveedora y haya hablado con la trabajadora social o tcnico dezona previamente para ello), pero no ha podido convencer del todo a sumadre. El padre no parece ocupar un lugar demasiado relevante en estasnegociaciones entre madre e hija ms all de la firma en el contrato (aunquequiz podramos hipotetizar, a partir de su estado aptico, que el ms necesi-tado sera l). Muy seguramente esta negociacin o discusin entre la hija yla madre tenga que ver con concepciones de la vida muy diferentes o, quiz,con representaciones dispares sobre los roles de cuidado. Quiz la instalacinde la teleasistencia suponga una crisis para lo que se ha entendido durantemuchos aos que eran las funciones de los hijos con los padres una vez estosson mayores (me cuidars cuando sea mayor como yo cuid de ti), pero no

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    podramos conocer esta cuestin concreta sin hacer una entrevista a todos losprotagonistas de esta historia.

    Todo este proceso de intentar hacer pasar el cuidado por el servicio de teleasis-tencia es previo a contactar con el servicio del proveedor y, por supuesto, una vezsolicitado previo al propio proceso de instalacin. El marco legal concreto en elque se da el servicio de teleasistencia (IMSERSO, 1999) hace que los proveedoresdel servicio no puedan imponrselo (aunque hagan uso de diferentes artimaas,como confiesa el tcnico) y, por tanto, tienen que contar con el consentimientoexpreso de la persona que ser la usuaria final del servicio, en nuestro caso laseora A, que no parece estar demasiado interesada en dejarse traducir a esos tr-minos. Al no poder contar con ese consentimiento para hacer el taladro y colocarel aparato, la tranquilidad de que su madre pueda estar controlada con la telea-sistencia se desrealiza para la hija y el servicio debe esperar a que se aclare elasunto para poder ir al hogar a realizar la instalacin, que seguira requiriendotaladrar y tender el cable para, al menos, poner el aparato en funcionamiento.

    Como ya les adelantbamos la nocin de traduccin no puede ser reducible anegociaciones entre personas, sino a todo un intrincado entramado de negocia-ciones entre diferentes materialidades (vivientes y no-vivientes), que suponen losdiferentes aspectos y elementos delsetting (Akrich y Latour, 1992; Latour, 1992)concreto que tratemos. Para que el servicio funcione de forma silenciosa esimprescindible que haya lnea telefnica y luz elctrica continuamente, paredesaptas para taladrar y colocar el terminal, paredes con un grosor o composicinmaterial que permita que la seal del colgante llegue al terminal desde los dife-rentes puntos de la casa, que se haya colocado en un lugar que favorezca la audi-cin desde diferentes puntos de la casa, que funcione la base de datos de la insti-tucin as como todo su entramado organizacional, por no hablar de otras cir-cunstancias ms especficas segn cada caso.

    (b) Podemos pensar en un segundo momento, una vez cerrada la instalacin,que sera el surgimiento del inters reciproco, es decir, cuando la persona mayorempieza a ver en el equipo una manera rpida de pedir ayuda y, a su vez, el servi-cio vislumbra la posibilidad de poder decidir de manera rpida y precisa qumedidas se deben tomar ante una necesidad inminente por parte del usuario.Todo ello contando con que el terminal y el servicio funcionen en todo momentode forma correcta.

    (c) el tercer momento de esta negociacin de los intereses mutuos sera la com-posicin de una nueva meta, que se logra cuando el usuario ve en el artefacto lagaranta de una ayuda rpida ante cualquier eventualidad. Es decir, el usuariocomienza a ser traducido a los trminos de uso del terminal que el servicioquiere;

    (d) el cuarto, cuando el artefacto se convierte en elpunto de paso obligado para

    cualquier asistencia, es decir, cuando los usuarios ante un problema dejan de uti-lizar el telfono para avisar a mdicos y familiares, adems del servicio, y pasan autilizar simplemente el botn de alarma del equipo de teleasistencia para quesean los operadores los que se encarguen de darles conversacin, avisar a losmdicos, familiares, etctera.

    (e) Y, por ltimo estn elalineamiento y la cajanegrizacin, que suponen la invi-sibilizacin de la mediacin tcnica entre usuario y equipo hasta convertirlos enuna unidad indisoluble, es decir, cuando no se puede entender el usuario sin elaparato y el aparato sin el usuario. En este punto, el servicio de teleasistencia noslo est integrado en la rutina vital del usuario, sino que gracias a ello se ha con-vertido en el centro de coordinacin de todos los recursos asistenciales, ya que eslugar por donde entran las demandas y por donde se seleccionan los dispositivosque deben ponerse en marcha. Pero una caja negra (algo que funciona siempre de

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    una misma manera sin mostrar por qu) puede estar compuesta de otras mlti-ples cajas negras, como seguramente hayan podido observar. Si nos centramos enel caso del intento de instalacin en la casa de la seora A, para que alguienpueda ser traducido a los trminos de uso ideales del servicio que les comentba-mos (composicin de una nueva meta), es necesario hacer pasar la necesidad del cui-dado por la instalacin de un aparato (inters recproco), taladrando y abriendo unhueco en la pared para tirar un cable elctrico desde la cocina hasta el recibidor yas poder poner a funcionar el terminal (punto de paso obligado).

    En ese sentido, este proceso que nosotros hemos descrito aqu de manera line-al (que remite a la cajanegrizacin de todo un ensamblaje socio-material en coo-peracin) es reversible (pueden abrirse las cajas negras). Por otro lado, ms allde esta idealizacin, que asume un posible punto de vista de la institucin queprovee del servicio de teleasistencia, existen numerosas lgicas superpuestas encombate, diferentes formas de intentar traducir (e intentar cajanegrizar), otrosmltiples intereses, como tambin puede verse a partir del ejemplo anterior-

    mente mostrado.

    Corporeizar la traduccin o traducir lo corpreo?

    Volviendo unos pasos atrs, quiz algunos de ustedes puedan pensar que lanocin de traduccin aqu expuesta parece dejarse de lado algunos aspectos delas condiciones de posibilidad de la agencia, como las virtualidades necesariaspara que los actores se constituyan como tales (Hstaker, 2005). Esta preocupa-cin se ha hecho especialmente aguda en lo que remite a las condiciones de posi-bilidad de la agencia humana y animal, como la corporeidad4. Efectivamente lamaterialidad humana y su corporeidad son importantes para considerar cmose dan de forma concreta los procesos de traduccin, la composicin y conduc-cin de las fuerzas en un entorno como el de los servicios de teleasistencia

    Podemos pensar que la corporeidad humana (sus sistemas prcticos de memo-ria somtica y extra-somtica, como los signos o las herramientas) nos permitedotarnos de una cierta continuidad en la accin, que algunos denominan suje-to o identidad. Es decir, podramos plantear la pertinencia de corporeizar latraduccin.

    Sin embargo, a pesar del indudable inters terico-metodolgico de este plan-teamiento, es necesario clarificar una cuestin: la nocin de traduccin emergeen un contexto muy particular, como un intento de ofrecer soluciones concep-tuales a una serie de debates que vienen teniendo lugar en las ciencias sociales enlos ltimos treinta aos (Snchez-Criado y Lpez, en prensa) y que remitiran apensar en cmo se ha traducido lo corpreo. La teleasistencia, por ejemplo,intenta traducir el cuidado a travs de un terminal y un colgante que vinculara

    un entorno familiar, unas determinadas caractersticas de las personas mayores yun domicilio con una central de alarmas, as como todo un conjunto de usos.Volviendo al caso, intentara traducir la corporeidad de la seora A y su marido yponerla en relacin con toda una ecologa en la que pudieran ser ms autno-mos (queriendo decir esta definicin, por ejemplo, vivir en el domicilio propioestando controlados y protegidos, pudiendo pulsar un botn de alarma parapedir ayuda sin tener que necesitar a la familia, en el caso de que exista).

    A partir de este ejemplo, podemos ver cmo y por qu la subjetividad(tematizada por parte de muchos como individualidad) se ha dejado deentender como algo sustantivo, ya sea en trminos simblicos (como sistemade pensamiento compartido) o naturales (como continuidad psicobiolgica).Se trata ms bien de una entidad tejida de forma prctica, encarnada, corpo-reizada, en relacin con otras materias ms all del organismo. Si retomamos

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    los debates desarrollados en la antropologa delself(Pazos, 2008), ha existi-do desde principios del siglo XX una fuerte controversia en torno a la atri-bucin a Occidente del monopolio del individualismo frente al resto deculturas, que han sido tratadas de colectivistas. Este ejercicio ha sido critica-do ampliamente en obras de los ltimos veinte aos, dado que se plantea laescasa pertinencia de atribuir apriorsticamente individualismo o colectivis-mo a grupos sociales en su totalidad.

    La atribucin de individualidad a los occidentales se considera una fala-cia en la misma medida que lo es la atribucin simtrica de colectivismo odividualidad a los otros. Segn autoras como Marilyn Strathern, la tareadel cientfico social consistira en observar en cada formacin social (porejemplo, el cuidado a travs de la teleasistencia) las maneras en las que seejecuta (de forma prctica y material) la individualidad o la dividuali-dad. Individualidad y dividualidad no seran formas rgidas y permanentes(por ejemplo, no necesariamente debera entenderse la individuacin a partir

    de la idea del cuerpo, como ocurre en la tradicin cristiana), sino formas quese dan de alguna manera particular en toda formacin social (en funcin delcontexto, los sistemas de prcticas y las creencias), estados concretos de uncomplejo entramado relacional (Strathern, 2004).

    A partir de esto, y volviendo al ejemplo de la seora A, podramos contestarque la corporeidad del organismo dota de una cierta continuidad necesaria paraque la seora A pueda hablar con su hija en el mismo idioma, acordarse de ella,ejecutar las posibles prcticas necesarias para utilizar el aparato o el colgante deteleasistencia. Pero en ningn caso remite a una entidad holstica armnicamen-te integrada, ni que acabe necesariamente en las categoras culturales de personaque acostumbramos a manejar. Hay innumerables casos de personas mayoresque no pueden utilizar la teleasistencia porque se han quedado sordas y el apara-

    to necesita de una comunicacin de audio para saber qu le pasa a la persona quepuede haber pulsado la alarma.En ese sentido, asumir la recursividad o la reflexividad de una enti-

    dad exige que la entidad de partida sea la misma que la de llegada (que nohaya, por tanto, discontinuidad en la transformacin), cosa que no ocurresiempre. Esto supone que se haya estabilizado esa entidad, que se le hayadotado de permanencia de mltiples maneras a travs del desarrollo de dis-positivos semitico-materiales. Pero tambin se pueden producir disrupcio-nes, modificaciones, transformaciones, etctera, como podemos observar conel ejemplo de la sordera, que desrealiza en buena medida el entramado hete-rogneo a partir del cual podra emerger una persona ms autnoma en ladefinicin que articula el servicio. Es decir, aunque la vida pueda ser

    importante como origen primigenio de la accin, esta se ve modificada porlos entornos con los que se relaciona y, por tanto, la agencia slo es atribuiblea una ecologa heterognea que rebasa al propio viviente, pre-individual ytrans-individualmente. Pero las relaciones de traduccin, la configuracinde esa ecologa en la que se distribuye la accin de una determinada manera,no implican necesariamente la produccin de una red en la que todo quedaigualmente distribuido (vase Lpez, 2008).

    Adems, no debemos olvidar que la relacin es siempre o puede volverseen cualquier momento friccional en cada punto de traduccin: se puede caerel colgante, puede provocar llagas y hacer que se deje de llevar, puede resul-tar extrao y contraintuitivo tener que quitrselo para salir de casa porqueno funciona ms all de un radio de 50 metros y tener que llevarlo en laducha o el bao (que uno suele realizar desnudo), puede no quererse porque

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    te lo imponen tus hijos, puede irse la luz o la lnea telefnica y dejar de fun-cionar adecuadamente, y as sucesivamente.

    Estafriccionalidadrelacional tiene que ver con la existencia de diferentesensamblajes-soportes que enmarcan, dotan de permanencia y estabilidad-cierre, que pueden autonomizarse o desligarse unos de otros (colgantes pen-diendo de crucifijos en el borde de la cama o en el interior de un cajn, ter-minales antiguos de teleasistencia que funcionan como nico telfono de lacasa aun cuando ya nadie lo use como terminal de alarma) fuera de los cursosde actividad en los que son capturados (traducidos) momentneamente y apartir de los cuales se producen relacionalmente efectos de permanencia,duracin o continuidad as como de transitoriedad, instantaneidad o discon-tinuidad5.

    A modo de conclusin: la interdependencia como ecologa de la accin

    Entendemos que la principal aportacin terico-metodolgica del con-cepto de traduccin reside en pensar la interdependencia como algo no slohumano que remite a toda una ecologa de accin materialmente heterog-nea que se (des)estabiliza relacionalmente y, en ese proceso, produce(in)capacitaciones e (in)habilitaciones. Pensar que la interdependencia esslo humana no permite explicar ninguna situacin en el seno de unentorno de cuidado (Mol, 2008), ni contemporneo ni ms antiguo (ysupuestamente menos tecnologizado).

    No podra entenderse el cuidado (sanitario y no sanitario) sin la existencia deuna gran cantidad de instrumental y de tcnicas, entendidas como modos dehacer (Snchez-Criado, 2008). Y no debemos dejar de pensar que cualquier tcni-ca o tecnologa introduce dinmicas que le son propias y que no suponen unamera traslacin de los intereses del diseo (por ejemplo, la teleasistencia integra

    dimensiones de las diferentes tradiciones del envejecimiento activo o positivo,pero les otorga una nueva direccin, supone un nuevo vector, que tiene que vercon su propio diseo y su implementacin, con el tejido prctico que concita).

    La interdependencia, en tanto sistema de prcticas, articula una ecologamaterialmente heterognea que posibilita o restringe cursos de accin dadasunas determinadas constricciones fisiolgicas y ambientales (lo que es similar alo planteado por Costall, 1995). Este tipo de reflexiones han hecho que, en disci-plinas como los disability studies, se entiendan la capacidad y la incapacidad comoproductos relacionales de ecologas de prcticas: una persona ciega no es lomismo (no puede ser funcionalmente determinada para cualquier entorno comocon o sin discapacidad) con bastn que sin l, o en un entorno con semforoscon o sin sealizacin sonora, en un entramado social con o sin nociones sobre el

    cuidado del prjimo y el humanitarismo, con subvenciones econmicas o sinellas, en un entorno oscuro o en un entorno donde predomina la luz (Moser,2006; Schillmeier, 2007).

    Resumiendo las implicaciones de lo hasta ahora comentado, sera necesariotratar la produccin de agencia y de subjetividad en trminos relacionales y enac-tivos. Dicho de forma ms sencilla: la agencia y la subjetividad no deberan asu-mirse y menos an su emplazamiento en el organismo como unidad de indivi-duacin, por lo que sera mejor observar los ensamblajes semitico-materialesque permiten la agencia y los modos de subjetivacin concretos empricamenteproducidos. Tomando en consideracin estos posicionamientos el problema quese plantea al analista es cmo dar cuenta de estas ecologas heterogneas del cui-dado y sus intrincadas tramas. A nuestro juicio, el concepto de traduccin puedeser muy til para ese ejercicio.

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    Notas1 Mientras que los primeros dispositivos consistan en sistemas de alarma social o telealarma (un llamador, un pulsador o un

    tirador para avisar, por ejemplo, de una cada en el bao) pensados para entornos residenciales o comunitarios, actualmenteexisten diferentes dispositivos. El ms comn es un terminal telefnico especial, situado en el hogar del usuario, que conectacon una central de llamadas y que se activa de forma remota mediante un botn de alarma inserto en un colgante o en unapulsera que el usuario lleva consigo en el domicilio. Una vez pulsado el botn de alarma el servicio de alarma vincula y movi-liza diferentes recursos de cuidado y atencin, desde los familiares o cuidadores hasta ambulancias o el mdico de cabecera.En la actualidad existen otros diseos extremadamente sofisticados, ya sea para el hogar (sensores pasivos: cada, presin,movimiento, apertura/cierre, etctera; o sistemas de prediccin automatizada de posibles riesgos) o para la calle (localizadoresGPS o sistemas de alarma basados en las tecnologas de telefona mvil).

    2 A pesar del posible belicismo de estos planteamientos (el propio Latour traza una analoga de la metodologa de la teora delactor-red con Guerra y paz de Tolstoi) lo que se busca es conocer la fuerza de la razn y su emergencia entre otras fuerzas(vase Latour, 2001b). Esto no la convierte en una no-fuerza, sino en una fuerza de un tipo particular. En ese sentido algunospodran vincular estas ideas con tradiciones orientales que no hacen la distincin entre razn y poder (como en elArte de laguerra de Sun Tz), aunque no deben olvidarse tampoco otras tradiciones ms cercanas (en la estela de Nietzsche o Spinoza),crticas con el racionalismo moral (y su postura de separar entre fuerza/poder y razn), que argumentan la necesidad demo-crtica de abordar lo poltico comoagon ypolemos (Mouffe, 2007). En ese sentido, los planteamientos de la teora del actor-redpodran ser ledos como una extensin a las relaciones entre diferentes materialidades de los planteamientos dialgicos y rela-cionales de Bajtin, tal y como son desarrollados por Julia Kristeva o Michel de Certeau como prctica significante (de Cer-

    teau,Giard y Mayol, 1994). Es decir, un tratamiento semitico-material en el que lo retrico no slo remite a un proceso lin-gstico (por mucho que contenga una dimensin pragmtica), sino tambin operatorio y material.3 Latour denomina mediador (actante) a toda entidad que empricamente modifica el curso de accin a su paso por ella. An-logamente, podra llamarse intermediario (pasante) a aquella que no modifica la accin a su paso (Latour, 2008).

    4 Es bastante frecuente que determinadas lecturas de la teora del actor-red den lugar a virulentas reacciones en diversos mbi-tos (Bloor, 1999; Loredo, 2009), puesto que pareciera cancelar las condiciones biolgicas y simblicas de la subjetividadhumana e igualar su agencia con la de los no-humanos (intrincado trmino que Latour retoma de los estudios sobre ecologasy cosmologas humanas en la antropologa social en las que lo no-humano juega muy diferentes roles, para proponer una sali-da del dualismo que opone sujeto y objeto). Entendemos que en esto hay un error de lectura, dado que no hay un intento porautonomizar narrativamente a los no-humanos como si fuera una nueva corriente animista, sino ms bien por describir larelacionalidad operatoria de la agencia en el seno de ecologas materialmente heterogneas. Un ser vivo puede emerger en elseno de una trama tanto en accin como en pasin, en funcin de cmo afecte a o se deje afectar por el resto de entidades enrelacin. En cualquier caso, un actante puede ser un pelo, una llave o una entidad sin nombre que aparezca en el seno deun curso de accin cumpliendo una funcin, como ocurre en numerosos experimentos de laboratorio donde emergen entida-des an no conocidas (no hay, por tanto, un nominalismo intrnseco a la idea del actante). Asimismo, no hay una igualacinde la agencia entre diferentes materias (aunque haya una reticencia a considerar al ser humano como el eptome de la evolu-cin o como el ser vivo ms perfecto), sino de las condiciones de su estudio. En ningn momento se deja de observar lo que

    los actores traen a la situacin y, por tanto, cules son sus diferencias constitutivas. Estos planteamientos se encuentranbastante cercanos a los desarrollos de la filosofa de Gilles Deleuze (Calln, Domnech, Lpez y Tirado, 2005) y, nos parece,se sitan en una relacin de aire de familia muy fructfera con las tesis sobre los sistemas en desarrollo en mbitos psicobio-lgicos.

    5 Es por ello que el psiclogo social de la ciencia y la tecnologa Mike Michael intenta traducir esta doble vertiente a travs dela idea, completamente intraducible al castellano, de co(a)gency (Michael, 2000): los ensamblajes pueden emerger como coa-gencies (agencias compartidas, distribuidas; entidades en cooperacin) as como pueden ser descritos a veces como cogencies(contumacias, resistencias). La nocin mantiene este intrincado nombre con el fin de mostrar la ambivalencia y la tensinconstitutivas de todo actor-red: es tanto singular (actor) como plural (red), tanto contenido (en el sentido de sujetado, empla-zado, limitado, obstinado) como distribuido (fragmentado, discontinuo, disperso).

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