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Relatos cortos 2010-2015
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© La tristeza vista desde afuera, Luis Ángel Vanegas Diseño: Luis Ángel Vanegas Imagen de portada: Soledad Impreso
en México D.F. 2015 [email protected]
Esta obra está bajo una licencia de Creative Commons
Reconocimiento-No Comercial-Sin Obra Derivada 4.0 Internacional.
“Lo que conoces
Es tan poco
Lo que conoces
De mí
Lo que conoces
Son mis nubes
Son mis silencios
Son mis gestos
Lo que conoces
Es la tristeza
De mi casa vista de afuera
Son los postigos de mi tristeza
El llamador de mi tristeza.”
Mario Benedetti
A los amigos.
Buenos Aires
Matías esta acostado en su cama fumando un cigarrillo
se siente triste y lleno de bronca, como cada quince días
fue a la cancha y alentó al equipo sin embargo de nada
sirvió que haya quedado afónico, los gritos no
alcanzaron y los goles tampoco y el “globo”
descendió…
Mientras esta ensimismado en sus pensamientos su
madre llama a la puerta de su cuarto, para sorpresa suya,
le entrega un paquete que ha llegado de México. Apenas
lo recibe Matías sabe que es de ella; de Luciana su
antigua compañera de colegio, su amiga, la que él
considera es el amor de su vida y a la cual lleva cinco
años sin ver, desde que él tenía 17 y ella 18, desde que
se mudó a México por que su padre encontró un trabajo
mejor, por un momento siente a la tristeza
abandonarlo y al instante su pecho se infla y una
sensación de alegría y nerviosismo lo embriagan. Abre
la pequeña caja y en ella encuentra el mismo dibujo que
cinco años antes le regalo a Luciana como sello de
amistad y una carta que dice:
“Hola Matías:
Como te va, espero que te encuentres bien, en unos días regresare
a Buenos Aires, me gustaría mucho verte, platicar, salir a
caminar con vos como cuando íbamos a la secundaria, que te
parece si nos vemos en aquel café al que solíamos ir, ese que está
en Palermo; el Nostalgia, claro si aún existe. Quiero que sepas
que te he extrañado mucho y espero que vos también me hayas
extrañado a mí, hay muchas cosas importantes que decir. Espero
verte allí en unos días.
Besos, Luciana.”
Los ojos de Matías se iluminaron, estaba nervioso, por
fin en mucho tiempo la bronca que sentía parecía
desaparecer.
Los siguientes días casi no durmió, contaba las horas
restantes para el reencuentro y recordaba aquel tiempo
cuando miraba los ojos verdes de Luciana, lo nervioso
que se ponía cuando lo llamaba “Mati”, las tardes grises
en que bebían mate en su casa y la primera vez que
fueron a ver al “globo” juntos o cuando jugaban a
aventarse manís en el “nostalgia”, la vez que ambos
resbalaron y se llenaron de lodo en medio del parque
porque estaba lloviendo, cuando le dijo que la abrazara
porque tenía frio, ese preciso momento en que empezó
a enamorarse de ella mientras escuchaba su voz con
frases que le llegaban siempre directo al corazón y sobre
todo recuerda aquella ultima tarde en la que él le pediría
que fuera su novia, la tarde en que le declararía su amor,
en la que pensó que nada saldría mal, la tarde en que
lograría vencer su timidez y se llenaría de valor, sin
embargo por alguna razón no se lo pudo decir, cuando
intento hacerlo sintió como las palabras se atoraban en
su garganta sin poder salir. Unas semanas después
Luciana y su familia dejaban Buenos Aires para viajar a
la Ciudad de México: su nuevo hogar. Entonces a
Matías se le hizo un hoyo en el corazón, se sintió más
solo que nunca y aunque conoció a otras chicas nunca
encontró una como Luciana, que le hiciera sentirse
realmente enamorado del mundo…
Aquel 23 de julio fue bastante frio, el invierno pegaba
con todo, Matías estaba tremendamente nervioso, igual
o más que la primera vez, la vería, la abrazaría y volvería
a oír esa voz que iba siempre directo a su corazón.
Sentado junto a la ventana del colectivo miraba el
paisaje de la ruta para llegar a la esquina donde se
encontraba “el Nostalgia”, café que ya no frecuentaba,
con suma emoción bajo una cuadra antes, su corazón
se aceleraba con cada paso que lo acercaba a aquella
esquina donde después de cinco años volvería a ver a
Luciana.
De inmediato la noto, estaba sentada en una mesa junto
a la ventana, había pasado mucho tiempo pero en la
memoria de Matías estaba intacta su imagen, con su
cabellera zanahoria, sus ojitos verdes y las pecas que
adornaban su cara, después de todo no había cambiado
tanto pero si se había vuelto más guapa, ella a pesar de
los años lo reconoció al instante y se fundieron en un
gran abrazo, un abrazo que Matías llevaba esperando
cinco años, pidieron unos cafés y se contaron sus vidas,
Matías le hablaba sobre como pensaba en soledad que
nunca la volvería a ver, de tantas cosas que hubieran
sido más llevaderas si ella hubiera estado aquí en
Buenos Aires, la muerte de su padre, el asesinato de
Gonzalo, la tristeza de ver el descenso de su “Huracán”
tan querido, tantas cosas que no hicieron juntos, el viaje
a Puerto Madryn para fotografiar pingüinos, ese
concierto de los “Decadentes” y de “ Ataque” al que ya
no asistieron, le hablaba de sus planes a futuro, entrar
al CBC de la Universidad de Buenos Aires para estudiar
letras, comprarse un coche y publicar alguna de sus
novelas, ella le contaba de cómo lo extrañó en México,
de los alfajores que compartían en el cole, de las tardes
caminando por Corrientes, de que ya casi no bebía
mate, de los problemas de vivir en una ciudad tan
grande, de que ya se había licenciado en contaduría y
finanzas, de la música que lo hacía acordarse de él, de
aquella canción que le recordaba a ella.
Matías se sentía tan contento que se animó a decirle lo
que llevaba en la garganta desde la última vez que se
vieron, pero Luciana lo interrumpió, lo vio fijamente a
los ojos con esa encantadora mirada verde que siempre
lo había hipnotizado y con claridad le dio la noticia:
“sabes que me trajo de nuevo a Buenos Aires, conocí a
alguien muy especial en México, alguien al que quiero
mucho, y vine para invitarte a mi boda, me caso en dos
meses y me encantaría que vos estuvieras allí”
Matías sintió como algo le rompía las alas, como las
palabras que llevaba atoradas en la garganta después de
tanto tiempo por fin lo asfixiaban, no supo que
contestar, quiso por un momento salir corriendo y
aventarse al Rio de la Plata, la lluvia caía copiosa del otro
lado del cristal, el “Nostalgia” parecía un cementerio,
un abismo vacío en el corazón de Buenos Aires, todo
estaba en silencio, a pesar de que por el parlante sonaba
una canción de Cerati, para Matías solo se escucharon
esas palabras de Luciana, que desde
siempre y hoy más que nunca le llegaban directo al
corazón…
Ilusiones
Hacia un par de años que no regresaba a la universidad,
obligado más por el compromiso social que significa
terminar una licenciatura que por motivación propia, lo
hice.
En los últimos días mis impulsos biológicos me hacían
notar que necesitaba una chica, hace no mucho leí un
poema sobre eso, qué fácil es tener a una chica, si hasta
el granuja más grande de este mundo puede tener una
¿Por qué yo no?, tampoco es algo que más allá de mis
impulsos biológicos y la presión social me llene de
preocupación.
Reflexionaba un poco sobre ello mientras caminaba por
los pasillos de la facultad rumbo al “Honorable
Departamento de Servicio Social” (contra el cual tengo
ciertas quejas que no expondré aquí), apoyado sobre el
alfeizar de la ventanilla esperaba mi turno.
Algunos minutos después se acercó una chica cargando
con cierto esfuerzo su enorme foto de graduación, era
blanca, de cabellos negros y largos, sonrisa suave y ojos
delicados, era mi momento para experimentar con el
sabio poema que había leído días antes.
Pero entonces, enormes dudas laceraron mi sagaz
instinto de “seductor”, ¿con que pretexto podría
abordarla?, ¿bajo qué premisa iniciaría una
conversación?, nada se me ocurría, parecía que una vez
más regresaría solo a casa.
Sin embargo el destino se ponía de mi lado, le hacía falta
una fotostática para terminar su trámite, entonces me
miro y con una linda sonrisa me pregunto si podía
encargarme de su enorme foto mientras ella iba por
aquel papel, a lo cual no sin un esfuerzo mental tras
estar ensimismado en mi reflexión respondí que sí.
Esa era mi oportunidad, cuando regresara podría
decirle, “¿oye si quieres puedo cargar tu foto y
acompañarte a la salida?” y ella podría contestar “me
harías ese favor, eres muy amable” y en esos 100 metros
que separan el departamento de servicio social de la
salida de la universidad, le pediría su número telefónico
y saldríamos cualquier día de estos al cine, o tal vez a
Coyoacán y mientras caminamos por las calles pobladas
de gente, le contaría que toco la batería, que me gusta
escribir poesía y otras cosas más, y ella me hablaría de
sus clases de natación, de que le encanta el box y le
gustaría aprender a pintar, después saldríamos otras dos
o tres veces y entonces le pediría que fuera mi novia y
ella aceptaría y se vendría a vivir conmigo al sur de la
ciudad, y pasaría un año y yo seguro de mi amor por
ella, quemaría mis libros de Schopenhauer al tener la
certeza irremediable de que él estaba mal, de que la vida
no es sufrimiento y que la felicidad se puede encontrar,
me casaría con ella, tendríamos uno o dos hijos, la niña
se llamaría como ella y el niño llevaría el nombre de mi
papá, y yo escribiría y escribiría, y el día que ganara el
Nobel haría lo que Vargas Llosa y viajaríamos por el
mundo en nuestra segunda luna de miel…
Pero vaya que la vida es impredecible y llena de azar (no
sabes que tu destino está en manos de extraños), no
regreso sola, alguien estrujaba su cintura mientras con
su gran sonrisa ella me agradecía por el pequeño favor,
solo asentí, me puse mis audífonos, di media vuelta y
empecé a caminar, no me percaté de que comenzaba a
llover, no me importo, camine bajo la lluvia mientras
escuchaba a The Smiths…
Since…
A veces me cuesta trabajo creer que fue tan solo un
otoño, es mas no fue una semana ni siquiera un día, fue
solo un momento, un instante.
Viajaba, recuerdo, de Seattle a Mississippi, a pesar del
largo trayecto, mi pavor hacia los aviones hacia que
prefiriera tomar la carretera antes que pararme en el
aeropuerto. Tardaba tres días en llegar, pero el ocre
paisaje americano, la cerveza en los restaurantes de paso
y la sensación de libertad que experimentaba al manejar,
compensaban el cansancio y cualquier incomodidad
que pudiera presentarse en el camino.
Esa mañana era soleada pero fría, lo que más me
gustaba del trayecto era el majestuoso paisaje que se
observaba durante todo el viaje, las montañas y los
arboles resplandecían dorados ante los primeros rayos
del sol autumnal y para disfrutar de ese espectáculo,
viajaba solo de día, por lo regular hacia la tarde paraba
en el poblado en turno y me hospedaba en algún hotel
donde comía y bebía por hasta ya entrada la noche.
Aquella tarde pare a las afueras de Helena un diminuto
poblado en medio de la llanura americana entre
Montana y Wyoming, por suerte no tuve que buscar
mucho y encontré un pequeño restaurante que también
hacia las veces de hotel, perfecto para los viajeros.
Recuerdo que subí mi equipaje al cuarto y baje al
pequeño bar a tomar un poco de cerveza, el sitio ya
estaba algo lleno, y solo pude ocupar una mesa que daba
hacia el pasillo que conectaba con las habitaciones.
Fumaba y bebía mientras sonaban canciones de
Aerosmith y Pearl Jam, me sentía decepcionado de mi
vida, estaba en aquel momento en una etapa de
definiciones, sin estabilidad, viajando a cada rato,
hablando con personas extrañas, lejos de mi país y de
mi verdadero hogar.
Estaba yo en eso cuando por la puerta entro una chica
de cabello largo y castaño, su cara estaba roja y a pesar
de que yo ya estaba algo ebrio, note en sus ojos algo
extraño, ella miro a su alrededor y rápidamente se
dirigió hacia mi mesa, me quito la “coronet” de las manos,
bebió un sorbo grande hasta dejar la botella vacía, me
tomo del brazo y me dijo “vamos a tu cuarto” yo
embelesado y un poco mareado, no reaccione hasta que
tiro nuevamente de mi brazo y logro ponerme en pie,
rápidamente caminamos hacia el pasillo y entramos a mi
habitación, yo sin salir de la sorpresa me senté en la
cama, quise preguntarle quien era pero ella puso su
dedo sobre mi boca, mientras, afuera se escuchaba un
alboroto, que tras un par de minutos ceso.
-Se ha ido-, ¿Quién eres? Y ¿Quién se ha ido? pregunte,
no contesto, se acercó a mí me dio un beso en los labios
y caímos juntos en la cama, hicimos el amor…
A la mañana siguiente, el frio férvido que se sentía me
despertó, ella ya no estaba, pero en su almohada aún se
distinguía su olor, en mi mente solo alcance a escuchar
since i dont have you….
La tristeza vista desde afuera
Miro hacia la ventana, la tarde lluviosa se impregna en
el cristal, mientras, en mi mente tarareo la canción que
suena en el bar, nanana, nanananana, nunca he
entendido la letra, el inglés jamás ha sido mi fuerte, este
día huele a nostalgia, a cierta ausencia y un poco de
adiós…
El murmullo de las mesas vecinas se estrella contra la
soledad que separa a la nuestra
-Uff, que canción, sabes, ayer cuando iba de camino al
trabajo me pareció haberla visto, fue un instante corto, casi
nada.
Pronuncia lánguidamente al tiempo que fija su mirada
adusta en la acera de enfrente donde arboles mojados
chorrean sin parar, da una calada a su cigarro y bebe un
poco de cerveza,
¿La saludaste?, ¿te reconoció?
-no, yo iba en el bus y ella caminaba sobre la acera-
Hay veces que la mente se me queda en blanco, he
llegado a la conclusión que en días tan fríos como este
las ideas se me congelan, el parece darse cuenta de mi
estupefacción y me pregunta:
¿Qué habrá pasado con ella desde la última vez que la
vi?
No sé si es una duda existencial o una pregunta absurda,
pienso decirle que simplemente continúa con su vida,
que seguramente habrá conocido a otras personas, que
trabaja todos los días, pero creo adivinar que ese no es
el contexto de su pregunta, bebo un gran sorbo de mi
pinta de guiness.
Bueno, no sé, hay personas que nunca se terminan de
ir, las ves todos los días a todas horas y en cualquier
instante, de repente cuando lees una novela o caminas
por un parque, cuando tienes una gran idea y
telepáticamente se la cuentas, aunque nunca sabrás a
ciencia cierta si ella te habrá escuchado, de algún modo
y si los amigos en común no comentan nada, ella está
contigo y sigue tan intacta como cuando la dejaste.
¿Crees que sería bueno buscarla?
Doy una calada a mi cigarro y dibujo unas figuras sobre
la ventana, el bar está lleno como de costumbre y la
tarde se consume en una melancolía que contagia el
alma
No, a veces es mejor permanecer a la distancia, no
entrometerse, es más bonito así, como cuando veo una
pintura, o escucho una canción, es tan hermoso
contemplarla, pero si yo llegase a tocar un pincel, o
escribir una palabra lo estropearía todo, su vida debe de
ser hermosa tal y como está ahora, un buen trabajo, un
chico apuesto que la hace reír, y un tipo como tú que a
pesar de la distancia y el tiempo la amas, es lindo así, un
bonito cuadro de la vida…
Sí, pero es triste.
Bueno, hay canciones tristes que son hermosas, hay días
lluviosos, como este, que son esplendidos, hay pinturas
melancólicas que son bellas, también hay vidas tristes
que son hermosas y nosotros somos así, la tristeza vista
desde afuera…
Mientras le digo esto, fijo la mirada en mi pinta de
guiness, que ya va casi a la mitad, la lluvia empieza a caer
nuevamente, yo también hace tiempo que no la veo,
pero siempre será mejor así… la tristeza vista desde
afuera…
Y el humo del cigarro, y las charlas de un martes por la
tarde se entremezclan con el himno de aquel número 6
de la calle del adiós…
….and the same black line that was drawn on you
was drawn on me and now it's drawn me in
6th Avenue heartache…*
*6th Avenue heartache, The Wallflowers
Los 36 billares
De vez en vez renuncio a mi trabajo en turno, cojo el
libro pendiente de concluir y me subo al primer avión
con destino al cono sur.
Era un frio día de julio, debo admitir que a propósito
suelo visitar Buenos Aires en época invernal, primero
porque así evito el calor agobiante de la Ciudad de
México y segundo porque soy un melancólico
irremediable y necesito de esta clase de climas para no
sentirme ansioso e irascible.
Soy un tipo de rutinas y así como rara vez cambio una
pinta de guines en el bar de costumbre en Coyoacán, así
también cuando visito Buenos Aires siempre me
hospedo en el mismo hotel: “El Castelar”; está cerca del
obelisco y el hecho de saber que en ese sitio alguna vez
se alojó García Lorca, me consuela y me hace recordar
que es lo único que compartiré con un grande de las
letras.
Cada vez que estoy en Buenos Aires hay un suceso que
rompe mi estabilidad emocional, por eso siempre
regreso.
Aquélla tarde después de desempacar decidí ir al “36
billares” uno de los míticos cafés de la ciudad, ahí en
uno de mis viajes anteriores conocí a Natalia, una linda
pelirroja con labios zanahoria y un montón de pecas
que adornaban su pecho. Quería sentarme en la mesa
de fondo, pedir un café con crema Baileys, canela y
chocolate, y pasar la tarde recordando, a cada sorbo de
café saborear sus labios, sentir el aroma de su piel, a
cada nota musical mirar su cuerpo moviéndose al ritmo
de un tango triste.
Entonces me sentía como el “soñador” de Noches
Blancas que en ciertos lugares de San Petersburgo se
ponía a recordar la felicidad de otro tiempo. Pero ¿Qué
pasaría si esos lugares donde algún día fuimos felices
desaparecieran? ¿Moriría también el recuerdo? Porque
esos sitios son como la tumba para llorarle a nuestros
recuerdos.
Así que me encamine al 36 billares, recorrí la cuadra que
según yo lo separaba del hotel, sin embargo algo
extraño sucedió, camine unos metros más, mire a
ambos lados de la avenida y nada, no vi el letrero
luminoso, ni el postigo de madera, ni las mesas de billar.
Retrocedí, confundido, le pregunte a un mozo que
atendía la puerta de un local en cuya fachada había un
letrero que decía “La Continental, Pizzería”:
-¿Los 36 billares?
- cerro en diciembre del año pasado, ahora es “La
Continental”, pizzería, ¿gusta probar la especialidad de
la casa?, queso fundido con ternera y chorizo.
-No, gracias, soy vegetariano.
Di media vuelta, encendí un cigarrillo y seguí adelante,
comenzaba una ligera llovizna…
Fragmentos de saudade
Cotidianeidad
La tristeza siempre está detrás, bueno, es algo que
siempre he pensado, o tal vez sin darme cuenta alguien
me hizo repetirlo tanto en mi infancia (como las tablas
de multiplicar) que se me quedo grabado, o
simplemente es lo que yo he buscado leyendo esas
historias de amores no correspondidos y escuchando
música melancólica, esa que siempre deja una pincelada
de algo que siempre se añora…
Lejanía
-Me siento lejos de mi patria y sin embargo estoy en ella-
me dijo un joven escritor cuando compartíamos el
humo del cigarro en un extremo del Retiro, a ciencia
cierta en Madrid se siente uno nostálgico por todo y
más a estas horas de la tarde, le conteste…
De último minuto
Otra vez de último minuto maldijo Gonzalo, otra vez
esa maldición de fallar en la defensa en la hora buena,
cuantos campeonatos van pasar, siempre en la orilla
lamentábamos- llevamos la derrota en nuestra piel le
dije. Por eso nuestra remera es purpura…
Extrañándote
Hace un año que se fue y todavía siento su presencia
alrededor, cuando escribo estas cosas siempre pienso
que ella las va a leer, y que me va decir que esto es una
gran broma, esos poemas que le di eran muy malos,
bueno, al menos su novio le regala vestidos.
Esta obra se terminó de imprimir en Milpa Alta, D.F.
en el mes de enero de 2015.
Se utilizó tipografía Garamond 12
VERSOFRENYKA 604 [email protected]