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Representantes de las Casas Reales más importantes del mundo la acompañaron durante la gala que presidió en el Museo Nacional de Amsterdam (Rijksmuseum). Durante la velada, en la que la moda y las joyas más espectaculares ocuparon un lugar de privilegio, el heredero Guillermo y la princesa Máxima fueron sus grandes cómplices. Escoltada por los todavía príncipes de Orange Nassau, que siempre se mantuvieron un paso detrás de ella para no restarle protagonismo, la sexta soberana de la historia holandesa no podía esconder su emoción. El pueblo, que vibró con este acontecimiento histórico, la saludaba y vitoreaba con cariño. lA ultiMA CeNA beAtRiz se DespiDio CoMo ReiNA De los pAises bAjos

lA ultiMA CeNA Representantes de las Casas Reales más ......vieron un paso detrás de ella para no restarle protagonismo, la sexta sobera-na de la historia holandesa no podía esconder

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Representantes de las Casas Reales más importantes del mundo la acompañaron durante la gala que presidió en el

Museo Nacional de Amsterdam (Rijksmuseum). Durante la velada, en la que la moda y las joyas más espectaculares

ocuparon un lugar de privilegio, el heredero Guillermo y la princesa Máxima fueron sus grandes cómplices.

Escoltada por los todavía príncipes de Orange Nassau, que siempre se mantuvieron un paso detrás de ella para no restarle protagonismo, la sexta soberana de la historia holandesa no podía esconder su emoción. El

pueblo, que vibró con este acontecimiento histórico, la saludaba y vitoreaba con cariño.

lA ultiMA CeNA beAtRiz se DespiDio CoMo ReiNA

De los pAises bAjos

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e ra su despedida, la última ce-lebración que la tendría como anfitriona y en la que sería tra-

tada como Su Majestad. La fiesta, además, marcaría el inicio de una nueva era en la historia de los Paí-ses Bajos: el trono, en pocas horas, sería ocupado por su hijo Guillermo Alejandro y su mujer, Máxima, para darle una bocanada de aire fresco a la corona, tal como se escucha decir por estas horas en toda Holanda. Así, rodeada del cariño y el respeto de su pueblo, la reina Beatriz presidió una comida en la Galería de Honor del Museo Nacional de Amsterdam (Rijksmuseum) en presencia de treinta príncipes de todo el mundo, nueve delegaciones oficiales y auto-ridades y personalidades de la socie-dad holandesa e internacional.

INSEPARABLE DE SU FAMILIAEscoltada por los todavía príncipes de

Orange-Nassau, que siempre se mantu-vieron un paso detrás de ella para no restarle protagonismo, la sexta sobera-na de la historia holandesa no podía esconder su emoción. Desde que aban-donó el Palacio Real, pasadas las seis y media de la tarde, se congregaron miles de personas en las calles para vitorearla. A bordo de una limousine, Beatriz sa-ludaba a su pueblo. Su rostro era el de una mujer conmovida y agradecida por el cariño y el afecto recibido.

Detallista, llegó junto con toda su familia, una hora antes de lo previsto al Rijksmuseum, donde más tarde se llevó a cabo el besamanos. La espera-ban sus tres hermanas –las princesas Margarita, Irene y Cristina–, que fue-ron grandes apoyos a lo largo de sus treinta y tres años en el trono holan-dés. También estaba su hijo menor, el príncipe Constantino, que llegó llevando del brazo a su mujer, Lau-rentien, y a su cuñada, la princesa Mabel. Si bien se había especulado con que la mujer del príncipe Friso –quien se encuentra internado en un sanatorio en Londres en estado de coma– no asistiría, ella acompañó

En un gesto de austeridad, Máxima repitió el vestido que llevó en la fiesta del 60˚

cumpleaños del príncipe en Buckingham, un diseño de Valentino de la Colección Alta

Costura Otoño-Invierno 2006-2007. Lo acompañó con una tiara bandeau de chatones y una impresionante rivière de la que colgaba

una de las piedras que adornan la tiara del gran diamante Stuart y que la reina Emma

encargó al joyero Schürmann en 1897.

Cien quilates es el peso total de la tiara que usó Máxima

en la última celebración que presidió su suegra

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con cariño a su suegra, su aliada en momentos de tanto dolor. Lo que sorprendió, en cambio, fue no ver a los hijos de la princesa Margarita, que como sobrinos de la soberana holandesa seguían siendo oficial-mente miembros de la Casa Real.

UN DESFILE DE TIARASPara semejante ocasión, la Reina

eligió un diseño en gris claro y capa

Máxima y Alex rodean con cariño a Beatriz, que para su despedida

usó un Sheila de Vries de dos piezas de encaje color lavanda

que complementó con la tiara que llevó el día de su boda. La joya fue

creada para la reina Guillermina en 1897 y lleva treinta y cinco

perlas redondas naturales y once calabazos de la colección real y se puede lucir de cuatro formas

distintas. Izquierda: Constantino, el hijo menor de la reina saliente, ingresó al Rijksmuseum llevando del brazo a su mujer Laurentien

y a su cuñada, la princesa Mabel, cuyo marido, el príncipe Friso,

está en coma desde hace un año. Abajo: Laurentien y Margarita, la

hermana de Beatriz.

“usaremos el trono que fuera obsequiado a mi bisabuela, la reina Guillermina. Queríamos utilizar el de mi madre,

pero resultó demasiado bajo” (Guillermo)

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la princesa letizia de españa

deslumbró con una

impresionante tiara de flores de

la reina sofía

ribeteada en zorro color topo. La tiara que lució es la misma que llevó el día de

su boda, una de sus preferi-das, y que nunca utilizó Máxi-

ma. Según cuenta la historia, se hizo por encargo de la reina

Guillermina en 1897 y lleva treinta y cinco perlas redondas y once cala-

bazos de la colección real. El príncipe Guillermo Alejandro, en tanto,

lució un smoking cruzado de impecable cor-te. Y Máxima optó por el mismo vestido rojo

de Valentino que utilizó en el 60º cumpleaños del príncipe Carlos, celebrado en Buckingham en 2008. La princesa de Orange-Nassau deslumbró a la multitud que, al verla, no dejaba de gritar su nombre con entusiasmo: “¡Máxima, Máxima, Máxima!”, se oía desde todos lados. No hay dudas: los holandeses adoran los gestos de Máxima y se sienten muy orgullosos de ella. Por eso, el hecho de que recicle su guardarropa es algo que siempre le aplauden y que demuestra que los Orange tam-bién tienen gestos de austeridad en una Europa golpeada por una fuerte crisis económica.

Igualmente, la flamante Reina se las ingenió para darle un toque distinto a su atuendo: lo complementó con la tiara bandeau de chatones –una de las que más usó desde su casamiento–

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y una impresionante rivière, de la que colgaba una de las piedras que adornan la tiara del gran diamante Stuart y que la reina Emma encar-gó al joyero Schürmann en 1897.

Minutos después de la llegada de la Reina, treinta príncipes de todo el mundo arribaron en un autobús de la Casa Real desde el exclusivo hotel Okura, el mismo en el que se hospedó la comitiva argentina. Los primeros fueron los príncipes herederos Billah y Sarah de Bru-nei, seguidos por los herederos de Liechtenstein, Sofía y Alöis; el prín-cipe Salman de Bahréin, y el prínci-pe Haitham de Omán. Minutos más

tarde lo hicieron Federico y Mary de Dinamarca, Felipe y Letizia de España, Victoria y Daniel de Suecia, el príncipe Naruhito de Japón, Fe-lipe y Matilde de Bélgica, Haakon Magnus y Mette-Marit de Noruega y la princesa Lalla Salma, mujer del rey Mohamed VI de Marruecos.

Finalmente, se unieron al desfile de invitados los príncipes Hassan y Sarvath de Jordania, el príncipe Hamed de los Emiratos Arabes, el príncipe Alberto de Mónaco, Gui-llermo y Stephanie de Luxembur-go, el príncipe heredero de Tai-landia Maha Vajiralongkorn y su hermana, la princesa Maha Chakri

Acompañada por su marido, Daniel Westling, la princesa Victoria eligió un vestido largo drapeado en tono morado

que acompañó con la colección de amatistas de la emperatriz Josefina. Abajo: Lalla Salma de Marruecos, con

un espectacular vestido blanco con detalles plateados.Viajó sola, representando a su marido, Mohamed VI.

Del brazo del príncipe Felipe, Letizia optó por un modelo de su diseñador favorito, Felipe Varela.

Se trata de un vestido de seda y encaje chantilly negro, bordado con flores azabache negras que

completó con clutch de cristal negro.

si bien la princesa Masako de japón viajó fuera de su país por

primera vez en once años, no asistió a la gala con su marido, Naruhito. se habría encontrado

para comer con sus padres

la clásica “alfombra roja” esta vez fue naranja, uno de

los colores emblemáticos de la Casa Real

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Sirindhorn. Los últimos en en-trar fueron Carlos de Inglaterra y su mujer Camilla.

LAS GRANDES AUSENTESAunque hubo asistencia casi

perfecta, faltaron Charlene de Mónaco, que viajó a Sudáfrica con fines filantrópicos; y Masako, de Japón. A la “princesa triste” se la esperaba con gran expectativa, ya que viajó con su marido des-de Tokio después de pasar once años sin realizar visitas oficiales. En cuanto se vio ingresar al prín-cipe Naruhito sin ella comenza-ron a surgir los rumores de que Masako habría preferido quedar-

se en el hotel debido a su avanza-do estado de depresión. Sin em-bargo, también se especula con que la heredera nipona pasó la noche del lunes con sus padres, que viven en La Haya y que no veía desde 2006, cuando viajó en visita privada a Holanda con su marido, invitados por Guillermo Alejandro y Máxima.

UN ENTORNO UNICODespués de que ingresaron to-

dos los invitados de Su Majestad, se sirvió un cóctel de recepción en la planta baja del edificio. Más tarde, pasaron a la Galería de Ho-nor, un lugar privilegiado dentro

A diferencia de Máxima, que llevó el pelo suelto,

las invitadas optaron por peinados recogidos. en cuanto al maquillaje,

todas eligieron verse naturales

La siempre espectacular Mary de Dinamarca, del brazo de su marido, el príncipe Federico.

Sin dudas, fue una de las invitadas mejor vestidas, con su traje nude bordado con

piedras doradas y mangas tres cuartos. Lo complementó con la tiara que recibió como regalo de sus suegros, la reina Margarita y

el príncipe Enrique, con motivo de su boda. Abajo: Haakon y Mette-Marit de Noruega, que

apostó a un look muy fresco con un diseño con estampa floral de Giambattista Valli que

combinó con cinturón joya y peep-toe.

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del edificio inaugurado en 1885, para disfrutar del banquete. La mesa prin-cipal se situó en la Sala Rembrandt, así bautizada en honor del renombra-do artista holandés y que alberga La ronda de noche, la pieza más valiosa y representativa del museo. En la sala, decorada con miles de tulipanes, tam-bién se encuentran dos importantes piezas de la pinacoteca: La lechera, de Vermeer, y el retrato de Isaac Abra-hamsz Massa, de Frans Hals. Ahí, la Reina presidió la mesa de honor, que estuvo integrada por los príncipes de Asturias, Federico y Mary de Dinamar-ca, Victoria y Daniel de Suecia, Naru-hito de Japón, Felipe y Matilde de Bélgica, Carlos y Camilla de Gran Bre-taña, Lalla Salma y Haakon y Mette-Marit de Noruega.

UN DISCURSO CONMOVEDORA la ocho y media de la noche, la

Reina saliente comenzó su discurso –que se transmitió por cadena nacio-nal–, en el que recordó con mucho cariño al príncipe Claus, su marido y

Charlene de Mónaco faltó a la cita porque

estaba cumpliendo tareas filantrópicas en

sudáfrica

Aunque el protocolo holandés recomienda que ningún rey o reina extranjero asista a las celebraciones de entronización de un

nuevo monarca, Alberto de Mónaco, príncipe soberano, viajó a Holanda para acompañar a Máxima y Alex. En la foto, se lo ve sonriente junto a los príncipes Guillermo y Stéphanie

de Luxemburgo. La futura gran duquesa llevó la tiara de laurel con un gran zafiro central que perteneció a María Ana de Braganza.

Izquierda: Alois de Liechtenstein y su mujer, la princesa Sofía. La única heredera nacida

con título de princesa impactó con una tiara fringe que perteneció a la infanta María Teresa

de Portugal. Derecha: El Hassan bin Talal y Sarvath al-Hassan de Jordania.

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más cercano confidente, que murió en 2002. “Du-rante muchos años estuve acompañada en mi tarea por mi marido. Su sobriedad y su manera de relati-vizar me ayudaron en momentos difíciles. Nuestros hijos aprendieron de él, desde su infancia, de la importancia de estar cerca de la sociedad y de no mirar de lado a aquellos que en el mundo se en-cuentran en un estado de necesidad”, dijo Beatriz.

Sin embargo, el momento más emotivo llegó cuan-do se refirió a Máxima, a la que ve como la hija que nunca tuvo: “Que mi hijo esté acompañado en esta misión por la encantadora princesa Máxima, con su inmenso corazón y su emocionante capacidad para relacionarse con la sociedad, es para toda mi familia una auténtica bendición”, dijo emocionada. Desde su lugar, la futura reina la miraba tiernamente.

Después agradeció al pueblo holandés por el gran respeto con el que recibió la noticia de su abdicación: “¡Desde que anuncié mi retiro he reci-bido tantas muestras de afecto! Pero también mis compatriotas me mostraron su comprensión por mi decisión. Ahora la tarea recaerá en mi hijo, el príncipe de Orange. El príncipe, gracias a su in-tenso trabajo dentro de nuestra nación pero tam-bién en el extranjero, y por su amplio interés por el tiempo que le toca vivir, está totalmente prepa-rado para esta tarea”, agregó.

ESPECIAL PARA LA OCASIONEl menú, de cinco pasos, fue un reflejo de la

Carlos de Inglaterra y su mujer, Camilla Parker Bowles. La duquesa de Cornwall llevó la diadema en forma de abanico diseñada por la casa Boucheron que perteneció a la madre de la reina Isabel II. Derecha: Felipe de Bélgica junto a Matilde, íntima

amiga de Máxima que estaba impecable con un vestido de corte sirena, con escote asimétrico y drapeado en la cintura. Lo acompañó con la tiara de Laurel que le

regaló un grupo de aristócratas belgas para su boda, en 1999. El broche “cascada” pertenece a la colección privada de la reina Fabiola

su posición como sucesor “a la espera” durante 55 años hizo que Carlos de inglaterra asistiera

a la proclamación de la reina beatriz, en 1989, y 33 años después, a la de Guillermo Alejandro

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La mesa principal se situó en la Sala Rembrandt, así llamada en honor al maestro de la obra que la preside, La ronda de noche, la más valiosa de la pinacoteca

en un marco tan imponente se destacaron las flores: diez mil tulipanes que recordaban el célebre jardín

holandés Keukenhof

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gastronomía holandesa. El primero fue una cola de langosta con timbal de caviar de Baeri, crema y salsa de lima, seguido por un consomé de cola de buey y por un filete asado de ciervo con salsa de romero, tomillo y hongos beech. El cuarto fueron puntas de espárragos blancos y chauchas, acompañadas con mousseline de finas hierbas. Por último, se sirvieron fresas Lambada con crema de lemoncello, merengue y coulis de frutillas.

La ceremonia que despedía a Bea-triz del trono de los Países Bajos ter-minó con un baile en el Front Hall, un impresionante espacio con luz natural decorado con vidrieras y mo-saicos. Antes de la medianoche, to-dos los Orange regresaron al Palacio Real de Amsterdam, frente a la plaza Dam, para pasar la noche y preparar-se para el gran día. •

en un marco artístico imponente, treinta

príncipes despidieron a beatriz como reina

El menú consistió en una verdadera muestra de especialidades holandesas, que incluyó

langosta y ciervo, entre otros manjares.

Texto: Rodolfo Vera CalderónFotos: ANP, Getty Images, Gtres e Ignacio Arnedo