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La verdad sobre el caso Antúnez El dossier definitivo Estudio sobre el más discutido affaire de rivalidad entre el Sevilla Fútbol Club y el Real Betis Balompié Por Enrique Lavid Febrero 2010

La verdad sobre el caso Antúnez: El dossier definitivo

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El Caso Antúnez, el más polémico affaire de rivalidad entre el Sevilla Fútbol Club y el Real Betis Balompié

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La verdad sobre el caso Antúnez

El dossier definitivo

Estudio sobre el más discutido affaire de rivalidad

entre el Sevilla Fútbol Club y el Real Betis Balompié

Por Enrique Lavid

Febrero 2010

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ÍNDICE

Página

DRAMATIS PERSONAE 4

SINOPSIS 6

I. ANTECEDENTES 7

II. EL PORQUÉ DE UN FICHAJE 9

III. SALTA EL ESCÁNDALO 11

IV. LOS RECURSOS 15

V. LA MANO DE MOSCARDÓ 17

VI. REACCIONES AL FALLO 22

VII. EL JUGADOR VUELVE AL SEVILLA 26

EPÍLOGO 27

Bibliografía 30

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Dedicado a Francisco Antúnez Espada – In Memoriam

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DRAMATIS PERSONAE

El Sevilla Fútbol Club se proclamó Campeón de Liga de Primera División

en la temporada 1945-46. Hasta el momento, es el único título liguero que posee en sus vitrinas. Sin embargo, estuvo a punto de verse privado del mismo a consecuencia de una reclamación de su eterno rival, el Real Betis Balompié. Nunca nadie, ningún club, en la ya larga historia del fútbol español, ha pretendido quitar a otro un título liguero en los despachos, menos aún sin tener un interés deportivo directo en ello. El caso Antúnez es la única excepción, y éstos fueron sus protagonistas:

Francisco ANTÚNEZ Espada: Jugador de fútbol objeto de la transacción que dio origen al caso.

Eduardo BENJUMEA Vázquez: Industrial, Presidente del Real Betis Balompié, abiertamente vinculado al régimen franquista como Delegado Sindical de C.N.S. y Jefe Local de Falange Española Tradicionalista y de las JONS en Sevilla.

Antonio CALDERÓN Hernández: Médico, Presidente de la Federación Regional Sur, antiguo Secretario del Sevilla Fútbol Club, futuro Gerente del Real Madrid durante el mandato de Santiago Bernabéu.

Alfonso DE LA TORRE: Secretario del Real Betis Balompié.

Carlos HERNÁNDEZ Nalda: Vicepresidente del Real Betis Balompié y hombre fuerte en la directiva de Benjumea.

Jerónimo Domínguez Pérez de Vargas, MARQUÉS DE CONTADERO: Presidente del Sevilla Fútbol Club, Ex-Presidente del Real Betis Balompié y posterior Alcalde de Sevilla.

José MOSCARDÓ Ituarte: General del Ejército, Presidente de la Delegación Nacional de Deportes, miembro de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, con reconocidas amistades en el entorno bético.

Arturo OTERO Sánchez: Abogado, Secretario del Sevilla Fútbol Club.

José SÁNCHEZ LAULÉ: General del Ejército, Presidente del Real Betis Balompié en sustitución del dimitido Benjumea.

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Ramón SÁNCHEZ-PIZJUÁN y Muñoz: Ex-Presidente del Sevilla Fútbol Club y directivo de la Federación Española de Fútbol. Con posterioridad, nuevamente Presidente del Sevilla Fútbol Club.

Antonio SÁNCHEZ RAMOS: Vicepresidente del Sevilla Fútbol Club.

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SINOPSIS

En 1946, un Real Betis Balompié que militaba en Segunda División intentó en los despachos que se desposeyera al Sevilla F.C. de su único título liguero. Asfixiado por las deudas, el club bético había traspasado a su defensa Antúnez al eterno rival, pero la airada reacción de sus seguidores llevó a los dirigentes verdiblancos a denunciar al Sevilla por supuestas irregularidades en el fichaje. Curiosamente, la reclamación del Betis se basaba en un defecto originado por el propio club bético, la extralimitación en el uso de los poderes de dos de sus directivos. Las autoridades federativas negaron la razón al Betis, y todo parecía zanjado, sin embargo, un mes más tarde, cuando los sevillistas se encontraban enfrascados en las últimas y decisivas jornadas del campeonato que finalmente les daría el título, la directiva bética decidió apelar ante el General Moscardó, personaje de reconocidas simpatías verdiblancas, solicitando expresamente no sólo la anulación del traspaso de Antúnez, sino también que se quitasen al Sevilla los puntos conseguidos con el concurso del jugador en la liga, algo que deportivamente no le reportaba beneficio alguno. Moscardó anularía el fichaje, pero mantuvo los puntos del Sevilla. La salomónica decisión provocó dimisiones en pleno de diversas federaciones territoriales, entre ellas, la andaluza y la española, y numerosas muestras de solidaridad con el Sevilla por parte de clubes de toda España, incluido el F.C. Barcelona, subcampeón de liga, y principal beneficiado en caso de haber prosperado las pretensiones béticas. De forma inexplicable, esta historia ha llegado hasta nuestros días como un ejemplo del caciquismo sevillista contra un débil e indefenso Betis, presuntamente oprimido por el poder militar franquista. Incluso se dijo que Radio Moscú se había hecho eco del asunto.

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I. ANTECEDENTES

1935 fue un año extraordinario en la historia del fútbol sevillano. El Real Betis Balompié se proclamó Campeón de Liga, mientras que el Sevilla Futbol Club lograba el doblete en la Copa de España con su primer equipo y con su equipo amateur. Sin embargo, todo parecía torcerse en la temporada siguiente, última disputada dentro de la normalidad antes de la Guerra Civil. Los verdiblancos, pese al resonante éxito del ejercicio anterior, pasaban por una difícil coyuntura económica. Los tiempos de mecenazgo de Ignacio Sánchez Mejías habían pasado, así que decidieron traspasar a sus mejores elementos, los vascos Areso y Lekue al F.C. Barcelona y Real Madrid, respectivamente, así como a su entrenador Patrick O’Connell, que firmó también con los blaugranas, lo que se dejó sentir en la Liga, ocupando una discretísima séptima plaza en Primera División. Para los sevillistas, aquel campeonato liguero 1935-36 sería aún peor, salvándose del descenso en la última jornada, y en el último suspiro, gracias a un penalti fallado por su rival, el Atlético de Madrid, en la pugna por evitar el descenso. Luego vendría la Guerra Civil con sus devastadores efectos, aunque en Sevilla, deportivamente hablando, se sentiría menos que en otras zonas del país. De hecho, ni Betis ni Sevilla dejaron de disputar encuentros durante el periodo bélico, aunque los sevillistas llegaron mucho mejor que sus eternos rivales al fin de las hostilidades, gracias principalmente a la fortaleza de su cantera. Si el Betis había traspasado a sus mejores elementos norteños antes de que estallara la guerra, el Sevilla perdió con ésta a los suyos, los exalavesistas Euskalduna y Deva, y el interior izquierda Tache, así como a su principal estrella, el guardameta Guillermo Eizaguirre, quedándose así sin la defensa campeona de España. Aún con todo, logró conservar a su goleador Campanal, renovando el equipo con la entrada de figuras emergentes de su plantilla amateur, los medios Félix y Alcázar, y los futuros

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componentes de su famosa delantera “stuka”, Pepillo, Raimundo y Berrocal. Los sevillistas conquistaron la primera Copa de España disputada tras la guerra, en julio de 1939, un trofeo que curiosamente les sería entregado por un personaje decisivo en el caso Antúnez, el entonces Teniente General Moscardó. En la Liga, sin embargo, la excesiva bisoñez de su defensa canterana les condenaría a conformarse con el subcampeonato, tras un codo a codo con el equipo del régimen en aquellos tiempos, el Atlético Aviación, a quien las autoridades deportivas rehabilitaron para la Primera División en sustitución del Oviedo, con la excusa de la destrucción del campo asturiano de Buenavista. Por su parte, el Betis fue eliminado en el torneo copero de 1939 precisamente por el Aviación Nacional, terminando la Liga en penúltima posición, lo que le llevaría a la división de plata, de la que retornaría a Primera apenas un par de años más tarde. Para los verdiblancos, sin embargo, la posguerra no sería precisamente una época amable. Faltos de recambios de nivel para su primer equipo, debido al abandono de la cantera, y escasos de militancia social, la ya difícil situación económica que atravesaba en la preguerra continuaría empeorando hasta provocar el descenso de los heliopolitanos a la Segunda y a la Tercera División del fútbol español. El Sevilla se mantuvo en Primera, y fue paulatinamente creciendo con su ya clásica fórmula de combinar jugadores locales, como Joaquín, Villalonga, López, Herrera o Araújo, con fichajes acertadísimos del calibre de los Busto, Mateo, Alconero, Arza o Doménech.

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II. EL PORQUÉ DE UN FICHAJE

Los orígenes del caso Antúnez podemos situarlos a finales de 1945, cuando aparecen en prensa las primeras noticias sobre la necesidad de refuerzos para el Sevilla F.C., si quería conservar intactas sus posibilidades de optar a la consecución del título liguero, para el que mantenía una dura pugna con el R. Madrid, F.C. Barcelona y Ath. Bilbao, entre otros equipos.

Su entrenador, “Moncho” Encinas, quería introducir en el equipo la novedosa táctica de la “WM” de Chapman, que ya se empleaba en Europa, y para ello necesitaba retrasar al medio centro a la posición de defensa central, un puesto para el que el veterano jugador Félix no reunía las condiciones requeridas.

Mientras en la acera blanca de la ciudad las cosas marchaban viento en popa, su vecino el Betis andaba sumido en una aguda crisis deportiva e institucional.

En lo deportivo, el equipo verdiblanco se encontraba en Segunda División, sin posibilidades reales de ascenso aquel año. De hecho, la temporada siguiente bajaría incluso al pozo de la Tercera División, donde llegó a permanecer siete largos años, y no regresaría a Primera hasta la temporada 1957-58.

En lo institucional, la sociedad vivía una situación de semiabandono, con una escasísima nómina de socios y el Presidente, Eduardo Benjumea Vázquez, virtualmente al margen de la gestión, la cual recaía casi en su integridad en los dirigentes De la Torre y Hernández, que bastante hacían con mantener a flote la nave con su propio patrimonio. Sin apenas ingresos de sus seguidores, el club adeudaba importantes cantidades a su agencia de viajes, a algunos directivos y a los propios jugadores, y resultaba imperioso hacer caja para capear el temporal.

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Precisamente con los rectores béticos De la Torre y Hernández inician conversaciones los directivos sevillistas –Arturo Otero y Antonio Sánchez Ramos- para lograr el fichaje de Antúnez, conversaciones que se llevan con el lógico secretismo tratándose de dos equipos de la misma ciudad, alcanzándose un acuerdo rápido que se rubrica con aparente normalidad, y permite tramitar la ficha del jugador con su nuevo club ante la Federación Andaluza.

Esto sucede el 23 de enero de 1946.

El precio de la transacción se fijó en la nada despreciable suma de 80.000 pesetas, que fueron pagadas a tocateja, y que servirían para paliar la angustiosa situación de las arcas verdiblancas.

Por su parte, el Sevilla se hacía con un prometedor futbolista que ya había militado en sus escalafones inferiores, y que podía rendir en la posición de mediocentro y en la de defensa central desde el primer momento sin necesidad de adaptarse a la ciudad ni al club.

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III. SALTA EL ESCÁNDALO

Sin embargo, tras hacerse público el fichaje, la afición bética, sin duda

descontenta con la situación que reinaba en su club, reaccionó airadamente ante lo que consideraba una traición de sus directivos, en lo que parecía ser la gota que colmaba el vaso de su paciencia.

Antúnez, que formaba parte de la lista de expedicionarios del Sevilla que debía viajar a la capital de España para un decisivo enfrentamiento contra el R. Madrid en Chamartín, tiene que ocultarse tras un sombrero y una gabardina, y subirse al tren que lleva a los jugadores sevillistas en una estación distinta a la de sus compañeros, para evitar las represalias de los aficionados béticos ... y las pesquisas de sus abogados.

Es entonces, a la vista de la encolerizada respuesta de la hinchada bética, que apunta directamente con el dedo a Benjumea como responsable de lo sucedido, pidiendo que rueden cabezas, cuando desde el club verdiblanco se anuncian supuestas irregularidades en el traspaso, así como la inmediata presentación de los recursos pertinentes.

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Como puede observarse, el Secretario verdiblanco De la Torre, protagonista directo de los hechos, se negó a suscribir el comunicado, por estar en desacuerdo con lo expresado en el mismo. Alegando una supuesta enfermedad del titular, la nota fue cursada por el Vicesecretario del club, Evaristo Pérez Cortés.

La reclamación bética se basaba en que sus directivos De la Torre y Hernández carecían de las competencias necesarias para decidir el traspaso del jugador, y que faltaba la firma y el consentimiento del Presidente, por lo que la transacción era nula. No deja de ser llamativo que los verdiblancos se amparasen en una irregularidad cometida por ellos mismos (sus directivos) para tratar de desactivar el traspaso. Cuando eran inquiridos por su posición en este affaire, Benjumea y los directivos que le quedaron manifestaban que no tenía nada que ver con el Sevilla, que simplemente pretendían que se cumplieran rigurosamente las normas reglamentarias.

Los sevillistas, por su parte, estaban indignados.

Les sorprendía, en primer lugar, el repentino celo de los verdiblancos con el cumplimiento de la legalidad, pues eran numerosos los impagos con que estaban obsequiando a sus acreedores, según se ha visto, amén de que venían incumpliendo sistemáticamente sus obligaciones federativas. En este sentido, en el siguiente recorte puede apreciarse cómo la directiva bética se apresuró a ponerse

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al día de sus obligaciones con la Federación Andaluza, para que su reclamación contra el Sevilla fuera atendida:

En segundo lugar, el Sevilla alegaba que De la Torre y Hernández eran los dirigentes que habían firmado todos los fichajes y traspasos béticos, según la documentación que constaba en la Federación Andaluza de Fútbol, sin que hasta ese momento se hubiera cuestionado nada al respecto. En esa misma temporada, los béticos traspasaron a los jugadores Muruaga y Bescos, al Celta y Murcia respectivamente, de la misma forma que a Antúnez al Sevilla, es decir, con la firma de los repetidos directivos, sin la intervención del Presidente. En estos casos, el Betis decidió no interponer ninguna reclamación.

Finalmente, y como argumento más relevante, los sevillistas afirmaban que en la última de las reuniones por el traspaso del jugador, los directivos verdiblancos realizaron una llamada telefónica a Benjumea, en la que éste les habría dado verbalmente el consentimiento para la operación. Respecto a este dato, lo dejamos simplemente señalado porque, como es lógico, no disponemos de

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soporte documental que lo certifique, y en consecuencia, no podemos darlo por seguro.

En cualquier caso, uno de los protagonistas directos, el Vicepresidente bético Carlos Hernández confesaba públicamente el sí de Benjumea al traspaso, si a criterio de los directivos no había otra solución, confirmando así la legalidad de la operación.

Y no sólo eran el Vicepresidente y el Secretario béticos quienes dentro del club no estaban dispuestos a consentir la rabieta de Benjumea, hubo más dimisiones:

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A nadie se escapa que este carrusel de dimisiones internas sólo podía estar motivado por la injustificada reacción de Benjumea, oponiéndose a un traspaso realizado bajo su conocimiento, por más que pretendiese trasladar a la opinión pública otra cosa.

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IV. LOS RECURSOS

Presentados los recursos correspondientes, el pleito por Antúnez se resuelve en sede federativa a favor del Sevilla por parte de la Federación Española, que llega incluso a sancionar a los béticos por airear los recursos.

Antes de resolver, la Federación Española había comisionado a su Secretario General, Sánchez Ocaña para instruir expediente, desplazándose éste a Sevilla desde Madrid para tomar declaración a las partes implicadas.

Sea como fuere, el asunto parece zanjado con la decisión oficial de la Federación Española, que confirma el criterio de la andaluza. Lo hace mediante una resolución que dicta en 14 febrero de 1946, de la que se hace eco la prensa:

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Los dirigentes del Betis se defienden acusando públicamente al Sevilla F.C. de manejos en la Federación, pues el Presidente de la andaluza era un hombre de pasado sevillista, Antonio Calderón, que posteriormente sería gerente con una trayectoria intachable en el R. Madrid de Santiago Bernabéu durante casi treinta años, y el Ex-Presidente sevillista Ramón Sánchez-Pizjuán ocupaba una de las vicepresidencias de la Federación Española.

Desde la resolución de la Federación Española, no se produce ninguna novedad en el caso hasta pasado un mes. Las competiciones habían seguido su curso y el Sevilla afrontaba las últimas y decisivas jornadas del campeonato, como líder de la Primera División, con el Ath. Bilbao y el F.C. Barcelona pisándole los talones.

Antúnez se había destapado como un excelente mediocentro, con actuaciones decisivas, incluida la sustitución de Busto bajo la puerta sevillista en San Mamés, en uno de las finales del campeonato que los blancos debieron jugar contra un rival directo, y en la que el defensa, con sus paradas, colaboró para que el Sevilla conservase la ventaja del goal-average particular con los bilbaínos, en su derrota por cuatro a tres.

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V. LA MANO DE MOSCARDÓ

El 10 de marzo de 1946 se produce la presentación de un nuevo recurso

por parte del Betis, esta vez, ante la Delegación Nacional de Deportes, presidida por el General Moscardó.

José Moscardó Ituarte, considerado un héroe militar por los vencedores de la Guerra Civil, y que se hizo célebre por su protagonismo en el asedio del Alcázar de Toledo, tenía notables amistades con la cúpula verdiblanca, histórica y actual.

En primer lugar, era conocida su amistad con quien fuera fundador y futbolista en los inicios del Real Betis Balompié, el también militar José Hermosa, llegando a instaurar un trofeo en su memoria. En este sentido, cabe recordar que el equipo verdiblanco fue fundado en septiembre de 1908 bajo el nombre de España Balompié por un grupo de alumnos de la Escuela Politécnica de Sevilla, que se preparaban para la carrera militar, principalmente del arma de artillería, como Moscardó, y que durante toda su historia han sido numerosos los altos cargos del ejército español que han ocupado puestos relevantes en la cúpula directiva bética.

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Por otro lado, el Presidente verdiblanco, Eduardo Benjumea, era uno de los mandos en Sevilla de la Falange Española Tradicionalista y de las JONS, órgano estrechamente vinculado al poder militar franquista, al que por supuesto pertenecía también el General Moscardó.

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En este punto, merece la pena hacer un pequeño inciso, para situar al lector en el contexto de lo que era la Delegación Nacional de Deportes, siguiendo las palabras de Dña. Rosa Bielsa Hierro y D. Manuel Vizuete Carrizosa, en su estudio “Historia de la organización deportiva española de 1943-1975”:

Como puede comprobarse, juzgador (Delegación Nacional de Deportes) y juzgado (Real Betis Balompié) estaban convenientemente alineados a través de sus máximos representantes, Moscardó y Benjumea, ambos miembros de ese “Partido” al que se refieren los autores citados, lo que dejaba pocas opciones, si es que tenían algunas, al Sevilla Fútbol Club y al jugador Antúnez. Comenzaba a vislumbrarse porqué Benjumea se mostraba tan seguro de triunfar.

La noticia de la nueva reclamación verdiblanca causa un enorme revuelo a lo largo y ancho del panorama futbolístico nacional, pues se produce justamente cuando el Sevilla se está jugando el todo por el todo en la conquista de su primera liga. Llama la atención que los dirigentes del Betis hubiesen esperado casi un mes para decidirse a reclamar. Da la impresión de que estaban esperando a ver si el Sevilla tenía o no opciones de proclamarse campeón de liga para recurrir. Esto quedará confirmado más tarde, al analizar el fallo final de la Delegación Nacional de Deportes.

La tramitación del recurso se dilata por razones desconocidas, y en el ínterin los nervionenses acaban proclamándose campeones de liga el 31 de marzo de 1946, tras un dramático partido final en Las Corts contra el otro candidato al título, el F.C. Barcelona. Un solo punto separa a ambos equipos en la clasificación final.

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Pero cuando todo deberían ser festejos y homenajes por el éxito conseguido por el club de Nervión, en pleno éxtasis por el resonante triunfo, el Betis recuerda que aún está pendiente de resolución su recurso ante la Delegación Nacional de Deportes, y que la Liga podría quedarse en Barcelona.

Esta actitud se deja notar en el ambiente de las celebraciones que en Sevilla se organizan para rendir tributo a los nuevos campeones de liga, pero los sevillistas se resisten a que sus vecinos pretendan empañar los méritos de su reciente entorchado.

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En este sentido, son muy elocuentes las palabras de Ramón Sánchez-Pizjuán en la cena-homenaje a los campeones:

El 10 de abril de 1946 se publica en prensa la decisión de Moscardó:

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Como se puede observar, la resolución final contenía un doble pronunciamiento. Por un lado, se anulaba el traspaso del jugador Antúnez al Sevilla F.C., pero por otro lado, se le mantenían al Sevilla Fútbol Club todos los puntos obtenidos con el concurso del citado jugador.

Desde un punto de vista jurídico, el hecho de que la resolución dictada por Moscardó, en su parte dispositiva o fallo, se pronunciase expresamente acerca del mantenimiento de los puntos ganados por el Sevilla en la Liga 1945-46 con la participación de Antúnez, sólo puede significar que el recurso verdiblanco pedía expresamente que dichos puntos le fuesen despojados a su eterno rival.

Esto lo sabemos a ciencia cierta porque ya entonces el procedimiento administrativo –y el posterior proceso contencioso-administrativo- en Derecho español estaban informados por los principios de congruencia y de justicia rogada, que en resumen, y para no aburrir a los legos en Derecho, vienen a significar que la resolución final del procedimiento debe resolver “todo” lo que ha sido planteado por el recurrente y “sólo” lo que ha sido planteado por éste. Por lo tanto, si el Consejo Nacional de Deportes se pronunció expresamente sobre los puntos obtenidos por el Sevilla con la participación de Antúnez fue porque el recurso de los béticos pedía que se les quitasen.

Aún hoy resulta difícilmente comprensible esta petición expresa bética, no sólo porque la anulación del traspaso habría bastado para reparar la supuesta irregularidad reglamentaria, sino porque el tema de los puntos en la Primera División ni le iba ni le venía (recordemos que el Betis militaba en Segunda División).

La resolución de la Delegación Nacional de Deportes justifica expresamente que no se prive al Sevilla de los puntos obtenidos en la liga por las tremendas repercusiones deportivas que ello tendría sobre el campeonato recién finalizado, lo que desde sectores sevillistas de opinión fue interpretado como evidencia de que la anulación del contrato de Antúnez carecía de fundamento, tal y como ya lo habían sancionado previamente las federaciones competentes, y que por ello la Delegación Nacional de Deportes no se había atrevido a quitarle los puntos al club decano.

La mano de Moscardó alcanzaría también a las garantías de defensa procesales de los sevillistas, mejor dicho, a su vulneración. El Sevilla denunció que no se le había permitido presentar alegaciones ni al club ni al propio jugador Antúnez. Este tipo de “olvidos legales”, desgraciadamente, se había

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convertido en costumbre cuando la maquinaria ejecutiva del poder militar franquista decidía hacer de las suyas si era menester.

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VI. REACCIONES AL FALLO

Ni que decir tiene que en el club verdiblanco la decisión de Moscardó

fue festejada por todo lo alto.

Pero mientras eso sucedía en el Betis, el resto del fútbol español se solidarizó con el Sevilla Fútbol Club. Fueron muchas las muestras de cariño y apoyo recibidas, y las dimisiones presentadas en señal de protesta ante el agravio sufrido por el club de Nervión, destacando la dimisión en pleno de la práctica totalidad de las federaciones territoriales, entre ellas, la Federación Regional Sur y la propia Federación Española, que habían sido desautorizadas por Moscardó, en un gesto de enorme valentía en aquella época, apenas seis años

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después del inicio de la dictadura, teniendo en cuenta cómo se las gastaba por entonces el gobierno franquista ante cualquier disidencia.

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A nadie se le escapa que esta reacción de las federaciones dice muchísimo de cómo fue interpretada dentro del fútbol español la injerencia de Moscardó desde su púlpito de la Delegación Nacional, en contra del Sevilla y en contra también del propio aparato organizativo del balompié nacional.

En este sentido, podemos reseñar para el anecdotario, entre las muchísimas dimisiones producidas, algunas ciertamente curiosas, como la de la directiva de la Gimnástica de Tarragona, a la que teóricamente no le afectaba el asunto y que desde luego no tenía ninguna responsabilidad en lo acontecido, evidenciándose una vez más la magnitud del desprecio con que el mundo del fútbol en general asumió la peculiar decisión de Moscardó.

Mención especial merece el comportamiento noble y ejemplar del F.C. Barcelona, club que hubiera sido el máximo beneficiario de la privación de puntos al Sevilla, pues automáticamente se hubiera proclamado campeón liguero. Desde el primer momento, los catalanes declinaron obtener en los despachos un título de liga que sus adversarios sevillistas habían conquistado brillantemente sobre la hierba, felicitándoles en cambio por ello.

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VII. EL JUGADOR VUELVE AL SEVILLA

Francisco Antúnez Espada debió reincorporarse a la disciplina

verdiblanca pero, una vez pasada la tormenta, y con Benjumea ya fuera de la presidencia bética, Sevilla y Betis renegociaron el traspaso definitivo del jugador, pagando los sevillistas 10.000 pesetas adicionales por el futbolista a su eterno rival. El supuesto orgullo bético que impedía el traspaso del jugador al Sevilla se había reconvertido a los pocos meses, una vez que el club blanco había sido confirmado como campeón liguero y ya no resultaba posible despojarle del título, en una simple maniobra para sacarle más dinero a su eterno rival. Es más, desde algunos sectores de opinión incluso se ha planteado la posibilidad, a la vista del desarrollo de los acontecimientos y de la longitud de los tentáculos políticos de Benjumea, de que todo lo sucedido pudiese responder a un plan premeditado urdido desde los despachos de Heliópolis para sabotear un título liguero sevillista que se veía venir desde el inicio del caso.

El defensa llegaría a ser internacional y mundialista con España en Brasil en 1950, y ofreció un gran rendimiento en el equipo sevillista, añadiendo a su palmarés, junto a la Liga conquistada en Barcelona en 1946, una Copa de España en 1948 y un subcampeonato de Liga en 1951. Tras dejar el Sevilla F.C. jugaría varias temporadas en el C.D. Málaga.

Benjumea, verdadero responsable de esta historia, presentó su dimisión irrevocable en agosto de 1946, siendo premiado por su club por los servicios prestados con la nominación como Presidente de Honor del Betis. Le sustituyó otro de la misma cuerda, el General José Sánchez Laule.

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EPÍLOGO

Lo más increíble de todo este caso será, sin embargo, cómo ha sido contado desde entonces hasta nuestros días. En muchas fuentes, con reiteración mecánica, se indica que el tema fue incluso tratado por Radio Moscú, la emisora republicana desde el exilio, que supuestamente denunciaba “la injusticia del sistema español con el Sevilla, como equipo de los capitalistas, contra la lucha

proletaria del equipo bético”. Cómo es posible que esto sucediera teniendo en cuenta quiénes gobernaban al Betis y sus relaciones con el poder franquista, y cómo usaron de sus influencias ante Moscardó para remediar el entuerto, sólo puede explicarse gracias al dominio de una de las principales artes militares, la propaganda, orientada en este caso al lavado de imagen del club bético y al infundio del sevillista.

Con posterioridad, algunos estudios se hicieron eco del asunto para dar una visión tópica y manida de la supuesta dualidad sociológica que representan Sevilla y Betis, presentando el caso como ejemplo de un Sevilla autoritario que habría usado sus influencias con el régimen de Franco para aprovecharse del Betis. Es el caso de autores con claras filias verdiblancas, como Nicolás Salas o del libro “La Sevilla del balón” de Mercedes de Pablo, quienes por acción u omisión han permitido e incluso fomentado que esta corriente de opinión se instalase en la conciencia social, ante la pasividad del entorno sevillista. Cuánto hay de simple incompetencia o cuánto de voluntariedad en transmitir esta falsa versión de lo acontecido sólo lo saben los propios autores. Ahí estaban, a su disposición, las mismas hemerotecas que nosotros hemos utilizado para realizar este estudio. De hecho, y como ejemplo de lo contrario, podemos destacar un excelente artículo de Manuel Rodríguez López, reconocido periodista bético, titulado “El caso Antúnez: Sevilla y Betis frente a frente”, publicado en las páginas de ABC el 18 de julio de 1988, una de las mejores aproximaciones al caso que se han publicado.

Ni que decir tiene que desde posiciones abiertamente verdiblancas, y salvo escasísimas excepciones, aficionados, escritores, incluso directivos, la tesis victimista del affaire Antúnez es la que se ha venido defendiendo históricamente, por razones muy del gusto de la masa social bética, que no son difíciles de imaginar.

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Sólo así se explica que incluso el Presidente de la entidad, José León Gómez, en una conferencia-discurso impartida el 16 de febrero de 2007 en el club Antares con ocasión de las celebraciones del centenario bético, se atreviese a declarar lo siguiente:

“El Caso Antúnez puede resumir la serie de zancadillas que desde todos los estamentos se le tendieron al REAL BETIS BALOMPIÉ… Y es sintomático que, en una época en la que nadie dimitía ¡cómo no sería el escándalo y la cacicada, que el caso terminó con la dimisión de los presidentes de la Federación española y de la andaluza!... ¡Hasta en las emisiones de Radio Moscú se comentó la injusticia!”

Fuente: www.realbetisbalompie.es

Y sólo así se entiende que el día del fallecimiento de Antúnez, cuando se disputaba en el estadio del Real Betis Balompié un derbi contra su eterno rival sevillista, le fuera negado al difunto jugador el tradicional minuto de silencio en su memoria.

Será a partir de los estudios de un autor no sevillano, el recientemente fallecido Félix Martialay, en sus obras “Las grandes mentiras del fútbol español” y “Aquellos domingos de gloria”, cuando empezará a comprobarse que la verdad sobre el caso Antúnez no era precisamente la que se venía contando, sino otra bien diferente.

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Por ello, y a modo de conclusión, queremos rematar este trabajo con sus palabras, que mejor que las nuestras resumen la esencia de lo acontecido en todo este asunto:

“La Federación andaluza, presidida por el minucioso Antonio Calderón, había admitido la correcta documentación sevillista y se la mandó a la Española, que también la admitió. Pero a la vista del escándalo que estallaba en Sevilla, el Presidente bético se volvió atrás, desautorizó a sus vicepresidentes y, en un público ataque de victimismo, habló de una conjura de las federaciones contra el Betis.

Es más, por extraños conductos, Benjumea llegó con tal agravió hasta el general Moscardó, que tomó cartas en el asunto. Desde la Delegación Nacional se decretó la nulidad de tal operación y se desautorizó a las dos federaciones que habían aprobado la operación. La respuesta de éstas, la Andaluza y la Española, fue la dimisión en bloque que contaba MARCA [en su portada del 15 de abril de 1946, MARCA titulaba: “Dimisión en pleno del comité directivo de la Federación Española de Fútbol”].

Antúnez volvió al Betis. Pero, naturalmente, el Sevilla le exigió las 80.000 pesetas que le había entregado religiosamente. Esas pesetas ya obraban en poder de los jugadores y de Viajes Marsans. El señor Benjumea, sin sus vicepresidentes destituidos, no soltaba ni un duro y se limitó a dimitir. Antúnez, que posteriormente sería internacional y llegó a disputar con la Selección española el Mundial de Brasil, se quedó en el aire. Ni podía volver al Betis hasta que éste no pagara, ni estar en el Sevilla, por decreto.

Al tomar posesión de la presidencia del Betis Alonso Coeli se fue al Sevilla cogido del brazo de Antúnez y se lo entregó. Incluso pidió unas pesetillas más para tapar el agujero que les había proporcionado el pintoresco señor Benjumea.

El “Caso Antúnez” quedó resuelto, pero en su trayecto se había llevado por delante a muchos federativos muy válidos, tanto en la Andaluza como en la Española, y había hecho dar un patinazo clamoroso a la Delegación Nacional de Deportes.”

Fuente: Aquellos domingos de gloria (MARCA, 2002)

Page 33: La verdad sobre el caso Antúnez: El dossier definitivo

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BIBLIOGRAFÍA

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Aquellos Domingos de Gloria, por Félix Martialay y otros, Marca 2002

Cuadernos de Fútbol - CIHEFE (www.cihefe.es/cuadernosdefutbol)

El Mundo Deportivo, Hemeroteca Digital

Enciclopedia del Fútbol, por Ramón Melcón y Miguel Vidal

Historia de la organización deportiva española de 1943-1975, por Rosa Bielsa Hierro y Manuel Vizuete Carrizosa

Historia del Real Betis Balompié, por Manuel Rodríguez y otros, Biblioteca de Ediciones Andaluzas, 1980

Historia del Sevilla Fútbol Club, por Manuel Rodríguez y otros, Biblioteca de Ediciones Andaluzas, 1980

La Sevilla del balón, por Mercedes de Pablo, Biblioteca de Temas Sevillanos, Universidad de Sevilla

Los primeros pasos del football sevillano, por Juan Castro Prieto, Editorial Punto Rojo, 2004.

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