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Nueva Escuela Tecnológica Campus Coacalco Literatura y Contemporaneidad II BG 406 Profesor Alfredo Flores Navarro Actividad LA CUARTA PÁGINA Vida sin cultura Casi han desaparecido el acto de leer y la mirada reflexiva sobre el arte producido durante milenios. Síntoma de este deterioro es la abrupta sustitución de la lógica filosófica por la del emprendedor en la reforma educativa Quizá lleguemos a ver cómo será la vida sin cultura. De momento ya tenemos indicios de lo que está siendo, paulatinamente, un mundo que ha optado, al parecer, por desembarazarse de la cultura de la palabra pese a poseer índices de alfabetización escolar sin precedentes. Hace poco un editor me comentaba que el problema —o, más bien, el síntoma— no eran los bajos niveles de venta de libros sino la drástica disminución del hábito de la lectura. Si el problema fuera de ventas, decía, con esperar a la recuperación económica sería suficiente; sin embargo, la caída de la lectura, al adquirir continuidad estructural, se convierte en un fenómeno epocal que necesariamente marcará el futuro. El preocupado editor —un buen editor, de buena literatura— añadía que, además, la inmensa mayoría de los libros que se leen son de pésima calidad, desde best sellers prefabricados que avergonzarían a los grandes autores de best sellers tradicionales hasta panfletos de autoayuda que sacarían los colores a los curanderos espirituales de antaño. De querer preocupar todavía más al editor, y a los que piensan como él, se podría analizar detenidamente la última encuesta sobre la lectura que hace unas semanas apareció en los medios de comunicación. No sólo un tanto por ciento muy elevado de la población jamás leía un libro sino que se vanagloriaba de tal circunstancia. Para muchos de nuestros contemporáneos la lectura se ha hecho agresivamente superflua e incluso experimentan una cierta incomodidad al ser preguntados al respecto. Dicen no tener tiempo para leer, o que prefieren dedicar su tiempo a otras cosas más útiles y divertidas. Nos encontramos, por tanto, ante una bastante generalizada falta de prestigio social de la lectura que probablemente oculte una incapacidad real para leer. Dicho de otro modo: el acto de leer se ha transformado en un acto altamente dificultoso y, para muchos, imposible. Me refiero, claro está, a leer un texto que vaya más allá de la instrucción de manual, del mensaje breve o del titular de noticia. Me refiero a leer un texto de una cierta complejidad mental que requiera un cierto uso de la memoria y que exija una cierta duración temporal para ir eligiendo en libertad, y en soledad, los distintos caminos ofrecidos por las sucesivas encrucijadas argumentales. El pseudolector actual rehúye las cinco condiciones mínimas inherentes al acto de leer: complejidad, memoria, lentitud, libertad y soledad. Él abomina de lo complejo como algo insoportablemente pesado; desprecia la memoria, para la que ya tenemos nuestras máquinas; no tiene tiempo que perder en vericuetos textuales; no se atreve a elegir libremente en la soledad que, de modo implacable, exige la lectura. En definitiva, nuestro pseudolector actual ha sido alfabetizado en la escuela y, en muchos casos, ha acudido a la universidad, pero no está en condiciones de confrontarse con el legado histórico de la cultura humanista e ilustrada construido a lo largo de más de dos milenios. Este pseudolector —en el que se identifica a la mayoría de

La Vida Sin Cultura

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La vida sin cultura

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  • Nueva Escuela Tecnolgica Campus Coacalco Literatura y Contemporaneidad II BG 406 Profesor Alfredo Flores Navarro Actividad

    LA CUARTA PGINA

    Vida sin cultura Casi han desaparecido el acto de leer y la mirada reflexiva sobre el arte producido durante milenios. Sntoma de este deterioro es la abrupta sustitucin de la lgica filosfica por la del

    emprendedor en la reforma educativa

    Quiz lleguemos a ver cmo ser la vida sin cultura. De momento ya tenemos indicios de lo que est siendo, paulatinamente, un mundo que ha optado, al parecer, por desembarazarse de la cultura de la palabra pese a poseer ndices de alfabetizacin escolar sin precedentes. Hace poco un editor me comentaba que el problema o, ms bien, el sntoma no eran los bajos niveles de venta de libros sino la drstica disminucin del hbito de la lectura. Si el problema fuera de ventas, deca, con esperar a la recuperacin econmica sera suficiente; sin embargo, la cada de la lectura, al adquirir continuidad estructural, se convierte en un fenmeno epocal que necesariamente marcar el futuro. El preocupado editor un buen editor, de buena literatura aada que, adems, la inmensa mayora de los libros que se leen son de psima calidad, desde best sellers prefabricados que avergonzaran a los grandes autores de best sellers tradicionales hasta panfletos de autoayuda que sacaran los colores a los curanderos espirituales de antao.

    De querer preocupar todava ms al editor, y a los que piensan como l, se podra analizar detenidamente la ltima encuesta sobre la lectura que hace unas semanas apareci en los medios de comunicacin. No slo un tanto por ciento muy elevado de la poblacin jams lea un libro sino que se vanagloriaba de tal circunstancia. Para muchos de nuestros contemporneos la lectura se ha hecho agresivamente superflua e incluso experimentan una cierta incomodidad al ser preguntados al respecto. Dicen no tener tiempo para leer, o que prefieren dedicar su tiempo a otras cosas ms tiles y divertidas. Nos encontramos, por tanto, ante una bastante generalizada falta de prestigio social de la lectura que probablemente oculte una incapacidad real para leer. Dicho de otro modo: el acto de leer se ha transformado en un acto altamente dificultoso y, para muchos, imposible. Me refiero, claro est, a leer un texto que vaya ms all de la instruccin de manual, del mensaje breve o del titular de noticia. Me refiero a leer un texto de una cierta complejidad mental que requiera un cierto uso de la memoria y que exija una cierta duracin temporal para ir eligiendo en libertad, y en soledad, los distintos caminos ofrecidos por las sucesivas encrucijadas argumentales.

    El pseudolector actual rehye las cinco condiciones mnimas inherentes al acto de leer: complejidad, memoria, lentitud, libertad y soledad. l abomina de lo complejo como algo insoportablemente pesado; desprecia la memoria, para la que ya tenemos nuestras mquinas; no tiene tiempo que perder en vericuetos textuales; no se atreve a elegir libremente en la soledad que, de modo implacable, exige la lectura. En definitiva, nuestro pseudolector actual ha sido alfabetizado en la escuela y, en muchos casos, ha acudido a la universidad, pero no est en condiciones de confrontarse con el legado histrico de la cultura humanista e ilustrada construido a lo largo de ms de dos milenios. Este pseudolector en el que se identifica a la mayora de

  • nuestros contemporneos no puede leer un solo libro verdaderamente significativo de lo que hemos llamado, durante siglos, cultura.

    El mundo poltico ha expulsado sin titubeos de su retrica cualquier conexin cultural

    Quien escuche una opinin semejante rpidamente alegar que hemos sustituido la cultura de la palabra por la cultura de la imagen, el argumento favorito cuando se conversa de estas cuestiones. De ser as, habramos sustituido la centralidad del acto de leer por la del acto de mirar. Surgen, como es lgico, las nuevas tecnologas, extraordinarias productoras de imgenes, e incluso las vastas muchedumbres que el turismo masivo ha dirigido hacia las salas de los museos de todo el mundo. Esto probara que el hombre actual, reacio al valor de la palabra, confa su conocimiento al poder de la imagen. Esto es indudable, pero, cul es la calidad de su mirada? Mira autnticamente? A este respecto, puede hacerse un experimento interesante en los museos a los que se accede con mviles y cmaras fotogrficas, que son casi todos por la presin del denominado turismo cultural.

    Les propongo tres ejemplos de obras maestras sometidas al asedio de dicho turismo: La Gioconda en el Museo del Louvre, El nacimiento de Venus en los Uffizi y La Piet en la Baslica de San Pedro. No intenten acercarse a las obras con detenimiento porque eso es imposible; apstense, ms bien, a un lado y miren a los que tendran que mirar. La conclusin es fcil: en su mayora no miran porque nicamente tienen tiempo de observar, unos segundos, a travs de su cmara: de posar para hacerse un selfie. Capturadas las imgenes, los ajetreados cazadores vuelven en tropel a la comitiva que desfila por las galeras. Alguien tiene tiempo de pensar en la ambigua irona de Leonardo, o en la sensualidad de Botticelli, o en el sereno dramatismo de Miguel ngel? Es ms: alguien piensa que tiene que pensar en tales cosas?

    Paradjicamente, nuestra clebre cultura de la imagen alberga una mirada de baja calidad en la que la velocidad del consumo parece proporcionalmente inverso a la captacin del sentido. El experimento en los museos, aun con su componente pardico, ilustra bien la orientacin presente del acto de mirar: un acto masivo, permanente, que atraviesa fronteras e intimidades, pero, simultneamente, un acto superficial, amnsico, que apenas proporciona significado al que mira, si este niega las propiedades que exigira una mirada profunda y que, de alguna manera, se identifican con los que requiere el acto de leer: complejidad, memoria, lentitud, libre eleccin desde la libertad. Frente a estas propiedades la mirada idoltrica es un vertiginoso consumo de imgenes que se devoran entre s. Al adicto a esta mirada, al ciego mirn, le ocurre lo que al pseudolector: tampoco est en condiciones de confrontarse con las imgenes creadas a lo largo de milenios, desde una pintura renacentista a una secuencia de Orson Welles: las mira pero no las ve.

    Los ciudadanos han dejado de relacionar su libertad con la bsqueda de la verdad y la belleza

    De ser cierto esto, la cultura de la imagen no ha sustituido a la cultura de la palabra sino que ambas culturas han quedado aparentemente invalidadas, a los ojos y odos de muchos, al mismo tiempo. El pseudolector, que ha aceptado que a su alrededor se desvanezcan las palabras, marcha al unsono con el pseudoespectador, que naufraga, satisfecho, en el ocano de las imgenes. La casi desaparicin del acto de leer y, pese a la abundante materia prima visual, el empobrecimiento del acto de mirar llevan consigo una creciente dificultad para la interrogacin. En nuestro escenario actual el espectculo tiene una apariencia impactante pero las voces que escuchamos

  • son escasamente interrogativas. Y con bastante justificacin puede identificarse el oscurecimiento actual de la cultura humanista e ilustrada con nuestra triple incapacidad para leer, mirar e interrogar. Cuando en la ltima reforma educativa se defiende enfticamente que la lgica filosfica va a ser sustituida, en la enseanza escolar, por la lgica del EMPRENDEDOR no hace sino sancionarse el fin de una determinada manera de entender el acceso al conocimiento. Aunque ni siquiera quien ha acuado esta frase sabe qu diablos significa la lgica del emprendedor, aquella sustitucin es perfectamente representativa del modo de pensar dominante en la actualidad.

    El mundo poltico se ha adaptado sin titubeos al nuevo decorado, expulsando de su retrica cualquier conexin cultural. Esto habra sido imposible en los ltimos tres siglos. Pero el mundo poltico, el que ms crudamente expresa las oscilaciones de la oferta y la demanda, no es sino la superficie especular en la que se contemplan los otros mundos, ms o menos distorsionadamente. La expulsin de la cultura o de una determinada cultura: la de la palabra, la de la mirada, la de la interrogacin es un proceso colectivo que afecta a todos los mbitos, desde los medios de comunicacin hasta, paradjicamente, las mismas universidades. No obstante, en ninguno de ellos es tan determinante como en el de los propios ciudadanos, que han dejado de relacionar su libertad con aquella bsqueda de la verdad, el bien y la belleza que caracterizaba la libertad humanista e ilustrada. La utilidad, la apariencia y la posesin parecen, hoy, valores ms slidos en la supuesta conquista de la felicidad.

    Y puede que sea cierto. Igual la vida sin cultura es mucho ms feliz. O puede que no: puede que la vida sin cultura no sea ni siquiera vida sino un pobre simulacro, un juego que sea aburrido jugar.

    Rafael Argullol es escritor.

    Disponible en: http://elpais.com/elpais/2015/03/02/opinion/1425310111_943827.html

    INSTRUCCIONES: Resuelve el siguiente cuestionario argumentando tus respuestas con citas textuales:

    1.- Define la palabra cultura.

    2.- A cules razones se debe la cada de la lectura?

    3.- A qu se debe la cada de la lectura?

  • 4.- Qu esconde la falta de prestigio social de la literatura?

    5.- Cules son las cinco condiciones mnimas de la literatura?

    6.- Qu desventajas tiene un pseudolector ante un lector de cultura clsica si aqul nunca ha ledo un libro de lo que llamamos cultura?

    7.-Cul es la calidad de la mirada del hombre actual? Mira autnticamente?

    8.- Compara la cultura de la imagen con la cultura de la palabra.

    9.- La cultura de la imagen ha quedado sustituida por la de la palabra?

    10.- Cul es la triple incapacidad de un hombre actual?

    11.- Segn el texto qu es un pseudolector?

    12.- Consideras que la vida sin cultura es ms feliz? Argumenta.

    Vida sin culturaCasi han desaparecido el acto de leer y la mirada reflexiva sobre el arte producido durante milenios. Sntoma de este deterioro es la abrupta sustitucin de la lgica filosfica por la del emprendedor en la reforma educativa