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La Virgen Maria y los protestantes de ayer y de hoy TEÔFANES EGIDO El no especializado en teologia e historia deI protestantismo -y mas si pertenece al ambito hispano, con residuos inquisi- toriales y contrarreformistas profundos- quiza reaccione con cierta extrarreza ante el intento de estudiar la presencia de Maria en el mundo protestante. Pesan mucho los t6picos de la apolo- gétioa facil. Pero, al menos los iniciados, saben muy bien que el dialogo ecuménico, la reflexi6n biblica de los ûltimos arros, los encuentros de te610gos conscientes, inc1uso una Iinea progresiva de pensamiento, estan :contribuyendo a derribar murallas arrejas. En un tiempo no muy largo se va invalidando.la categ6rica res- puesta que el pastor calvinista Roux daba a la pregunta auto- formulada en tomo al lugar que la Virgen ocupa en la piedad protestante: "podemos y debemos responder: absolutamente nin- guno" 1. De todas formas, aunque la mayoria inmens'a deI pueblo reformado siga pensandoasi, todos estan de acuerdo en que este cons'enso no rima con las actitudes de un Lutera que de- fenilla, cuando las cos as estaban poco c1aras, la concepciôn inma- culada de Maria, 0 que, tres arrosantes de su muerte, apostaba cien gulden fuertes a quien, biblia en mano, fuese capaz de de- mostrarle que la expresi6n isaiana "almah" significa doncella, mujer joven, y no sencilla y llanamente virgen 2. No hay que negar que la mariologia -que en ningûn mo- mentoes licito identificar con Maria- plantea unD de los pra- 1 H. Roux, Por une doctrine biblique de la Vierge Marie, en Le protestantisme et la Vierge Marie, Paris, 1950, p. 89. 2 Von Schem Hamphoras (1543), WA 53, 634.

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La Virgen Maria y los protestantes de ayer y de hoy

TEÔFANES EGIDO

El no especializado en teologia e historia deI protestantismo -y mas si pertenece al ambito hispano, con residuos inquisi­toriales y contrarreformistas profundos- quiza reaccione con cierta extrarreza ante el intento de estudiar la presencia de Maria en el mundo protestante. Pesan mucho los t6picos de la apolo­gétioa facil. Pero, al menos los iniciados, saben muy bien que el dialogo ecuménico, la reflexi6n biblica de los ûltimos arros, los encuentros de te610gos conscientes, inc1uso una Iinea progresiva de pensamiento, estan :contribuyendo a derribar murallas arrejas. En un tiempo no muy largo se va invalidando.la categ6rica res­puesta que el pastor calvinista Roux daba a la pregunta auto­formulada en tomo al lugar que la Virgen ocupa en la piedad protestante: "podemos y debemos responder: absolutamente nin­guno" 1. De todas formas, aunque la mayoria inmens'a deI pueblo reformado siga pensandoasi, todos estan de acuerdo en que este cons'enso no rima con las actitudes de un Lutera que de­fenilla, cuando las cos as estaban poco c1aras, la concepciôn inma­culada de Maria, 0 que, tres arrosantes de su muerte, apostaba cien gulden fuertes a quien, biblia en mano, fuese capaz de de­mostrarle que la expresi6n isaiana "almah" significa doncella, mujer joven, y no sencilla y llanamente virgen 2.

No hay que negar que la mariologia -que en ningûn mo­mentoes licito identificar con Maria- plantea unD de los pra-

1 H. Roux, Por une doctrine biblique de la Vierge Marie, en Le protestantisme et la Vierge Marie, Paris, 1950, p. 89.

2 Von Schem Hamphoras (1543), WA 53, 634.

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blemas agudos en el entendimiento ecuménico. Las afirmaciones de Roux, las convicciones de Quanbeck ° las deI propio Barth manifiestan que se ha abocado a situaciones francamente en­contradasentre la teologîa protestante y los mariôlogos catô­licos, hasta el extremo de dar la impresiôn de moverse en dos lenguajes, en dos universos con!ceptuales distintos 3. Y, sin em­bargo, como manifiesta la historia y expresan hoy protestantes revisionistas, las prevenciones actuales obedecen a determinantes tempomles,al ambiente creado por una época larga de confron­taciones e intolerancias mutuas, cuyo arranque no se puede enla­zar con el punto de partida de los primeros reformadores. "La teologîa de los reformadores -observa el pastor Jean Bosc­permite apreciar la atenciôn que éstos prestaron a Marîa, a su funciôn, a su significaciôn netamente positiva, en contraste 'con las reticencias e, incluso, con el silencio que el protestantismo ulterior arrojara sobre la Virgen, como efecto de la reacciôn contra el catolicismo, que, por su parte, intensificara el desarrollo progresivo deI dogma mariolôgico y de la piedad marial" 4.

No intentamos exponer las acritudes que alcompanaron tales cambios de perspectiva; sin embargo, creemos conveniente el esfuerzo por captar los dos momentos, el originario y el punto de llegada actual, puesto que posiblemente convenga advertir, coma veremos, que los replanteamientos de algunos sectores pro­testantes se formulan, naturalmente, a partir de la reflexiôn bîblica, pero también porexigencias deI retorno al espîritu pri­motivo de la Reforma y de sus protagonistas.

I. MARIA y LOS REFORMADORES PRIMITIVOS

Cuando el protestante Tappolet ofreciô su preciosa antolo­gîa de loas marianas de Lutero, Calvino, Zwinglio, Bullinger, no pudo caIlar su sorpresa ante la riqueza y el calor descubiertos en los padres de la Reforma 5. Histôricamente, la actitud reen­contrada es comprensible. Hijos de su tiempo, identificados coma pocos con sus exigencias, vivieron una época en la que la Virgen dominaba en la piedad y, juntamente con Cristo, con la muche-

3 Buen planteamienta de esta cuesti6n par G. M. PAPINI, Tealogia ecumenico­mariana in Occidente, en Marianum, 35 (1973) 113-ss_

4 J. Bosc, La mariologie des Réformateurs, en Etudes Mariales 20 (1963) 26. 5 W. TAPPOLET, Das Marienlob der Reformatoren, Tübingen, 1962.

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dumbre de los santos, abrigaba todas las expresiones espiritua­les y hast a materiales de la existencia; una existencia que urge su protecci6n y su compafiia para afrontar problemas coma la enfermedad, la muerte ineludible y -la mâs importante, la sal­vaci6n-. La religiosidad popular, la de los analfabetos -es decir, la inmensa mayorîa-, ha dado con mil resortes que han cuajado en ese cuadro abigarrado, en el que sobres ale de forma eminente Cristo, a su lado Maria, pero en el que no es dificil adivinar un cûmulo de excrecencias contra las que gritarian los humanistas es decir, ese otro mundo que lucha par imponer una piedad mâs directa, biblica y aristocrâtica 6. Esta tensi6n es la que vivieron los primeros reformadores.

1. Lutera

Por 10 que se refiere a Maria, Lutero tiene que ser encua­drado dentro de su época, que le condicion6 en mayor medida de 10 que habitualmente suele creerse. El ambiente de su casa y de su comarca respiran devoci6n a la Virgen, a la madre de la Virgen (Santa Ana, patrona de los mineras), y la orden agus­tiniana, como todas, tiene un carâcter netamente mariano. Nada de extrafio, por tanto, y aunque ello disuene en muchos oidos, que Lutero viviese durante toda suexistellicia una piedad mariana tanto mâs profunda cuanto heredada y penetrada después por la reflexi6n ,evangélica. Aunque se suela asimilar -y él mismo dio pie para ello a veces- la trayectoria de su actitud hacia los santos y hacia la Virgen, sin embargo la una y la otra se rigen por criterios distintos. Hacia 1520 ha roto con el cuIto y la ve­neraci6n a los santos 7; Maria estarâ presente a 10' largo de su vida: a ella acude cuando en la fecha temprana de 1503 el estu­diante de Erfurt se ve en peligro de muerte y a ella se dirige cuando recupera la salud; en el tiempo de su madurez refor­madora, y en el cenâculo de amigos y dis:cipulos de Witten­berg, cuando se encrespa contra la Oarta de Santiago 0 contra determinados ritos papistas, la exc1amaci6n que surge espontâ­nea en lugar de las palabrotas cordiales de otras ocasiones es

6 Slntesis mas detalladas de esta situaci6n religiosa y de la presencia de Maria, cfr., entre tantas monograflas como existen, en P. CHAUNU, Le temps des Réformes, Paris, 1975, p. 205; F. RAPP, La iglesia y la vida religiosa en Occidente a fines de la Edad Media, Barcelona, 1973, pp. 105·ss.

7 D. PREUSS, Maria bei Luther, Gütersloh, 1954, p. 24; en realidad esta ruptura tuvo lugar en fechas anteriores.

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la de "Ei Marge, Gotts Mutter"; pocos dfas antes de morir, uno de los ûltimos encendidos sermones que predico estuvo re­servado precisamente a la purificacion de la Virgen 8.

Los condicionantes de estas actitudes personales obedecen a sus conexiones con la funcion critica deI Humanismo y a los presupuestos (y consecuencias) de su teologia. El primer aspecto le identifica con las corrientes de la época en uno de los escasos capitulos de coin!cidencia con los humanistas. Hay tonos gemelos a los de Erasmo al fustigar las desviaciones de la piedad popu­lar, acentuados en su casa por la asimilacion constante entre tradiciones,aberI'aciones, folklore religioso y papismo. Dado su cristocentrismo absoluto, la invectiva se agria en cuanto des­cubre eI signo mas nimio de sustitucion de Cristo 0 de su accion exc1usiva redentora por la invoca\cion a Maria.

Asi, se une al coro ilustrado de su tiempo cuando ataca reli­qui as pintorescas de la Virgen: la leche virginal, venerada en algunos -muchos- lugares, que seguramente 10 es de alguna cabra 0 ... , y de la que se rie estrepitosamente en conver­saciones y sermones 9. No puede sufrir el éxito de ciertos lugares preferidos de peregrinacion: son los antros predilectos dei demonio, artefactos papis tas, sobre todo si se trata deI de la "Schoene Maria" de Regensburg, bastion contra la penetracion de su Reforma -es d~cir, deI verdadero evangelio y de Cristo auténtico-, 0 de la afortunada mansion de Loreto, transportada milagrosamente en un barco de piedra y que el papa ha engra­nado tan estupendamente en su sistema economico. La burla descamada, a tono con el estilo deI tiempo, radica en que reli­quias, cofI'adias, rosarios, los tipos iconograficos de Maria me­diadora y protectora -como si Cristo no fuese mas que sufi­ciente-- desvian la atencion del ûnico mediador, porque se ope­ra con excedentes que merman la suficieD!cia de la redencion como son las indulgencias, y porque todo elio es considerado por los papistas coma "buena obra", es decir, como actos meritorios y con cierto valor perdonador 10.

Entre la devocion personal y la critica obligada fluye una teoJogia mariana dispersa, trazada a golpe de pinceladas, no tan

8 V. en Tischreden, WA, ndms. 119, 5443, 5589, Y en WA 51, 163·173. 9 Tisch, 679; Senn6n sobre Mt. 8, 23·ss, WA 51, 137. 10 Cfr. extracto de estas ideas en G. VON HORW, Das Marienbild Martin Luthers,

en Ephemerides Mariologicae, 24 (1974) 407·425.

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lejana a la tradicional, aunque subordinada, naturalmente, a los principios determinantes de su sistema. Bajo esta perspectiva, su Comentario al Magnificat ,constituye el auténtico modelo de su pensamiento mariolôgico. Aunque a primera vista pueda pro­vocar cierto desconcierto, huelga, a nuestro juicio, la polémica en tornoal fondo catôlico 0 reformado que entrafie 11: se olvida con frecuencia que el Comentario se gest6 en la época critica y dramâtica de 1520-1521, afios en que elementos briosos de su dogmâtica cabalgan sobre residuos de su catolicismo. Por eso, junto a las invocaciones ,a la intercesi6n de Maria que abren y cierran el tratado, gravita todo un fondo de exaltaciôn a la gracia, a la fe, coma unicos protagonistas deI prodigio, frente al hombre que no es nada y frente al mâs minimo atisbo de mérito en las "ob ms" y en la excelencia de la Virgen. Se olvida, sobre todo, el género que acoge estas pâginas entusiasmadas, dirigidas al futuro principe elector y vertidas en el modelo bien conocido de uno de tantos "espejos de principes". Toda la obra, por otra parte encantadora, se vertebra en tomo ,a un artifiicioantitético que ,enfrenta a los poderosos con los pequefios, a ricos con po­bres, a hambrientos con hartos, a encumbrados con abatidos, para que sirviese a la reflexiôn del joven Juan Federico de Sa­jonia.

La antitesis se realiza de forma maravillosa entre Dios y Ma­ria: la insignificancia -traduce "humilitas" por nonada- de la "mozuela de N azaret", de una muchacha encargada deI gana­do y de la casa, menospreciada y sin apariencia, es un recurso bien explotado por Lutero para contrastar la grandeza de la gracia de Dios que se ha fijado en eHa. El Magnificat se convier­te as! en un canto exaltado a la gracia y entonado por la "dulce madre de Dios", que no se atribuye nada a si, que todo 10 dirige hacia el Sefior. En esta consciencia de su nada, en esta humildad auténtica se cifra la grandeza de Maria:

"Fijate en como refiere todas las cosas a Dios; ninguna accion, ningun 'bonor, ninguna fama se atribuye a si misma. Obra ex ac­tamente igual a coma obraba antes, cuando nada poseia; no re­clama mas honra que antes, no se ufana, no se hincha, no va proclamando aca y alla la forma en que ha llegado a ser madre de Dios. No reclama honor alguno, se marcha y se dedica a las faenas caseras como antes, sigue ordefiando las vacas, cocinando,

11 Cfr. las diversas posturas en D. FLANAGAN, Luther on the Magnificat, en ibid., pp. 162·163, 175-178.

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fregando la vaji1la, barriendo. Se comporta 10 mismo que una criada 0 un ama de casa, entregada a quehaceres insignificantes y viles, como si no la hubieran afectado tantos y tan extraordina­rios bienes y gracias. No es mas estimada que antes entre las mu­jeres y vecinas, ni ella 10 ambiciona; sigue siendo una pobre ciu­dadana entre gentes corrientes. j Qué corazon mas senc.i11o y tan limpio palpita aM! j Qué persona tan maravillosal j Qué cosas tan enormes encubre su humilde figura! jCuantas personas la habran tocado, habran hablado, comido y bebido con eIla, tratandola: de seguro como una mujer corriente, pobre, simple, y que se habnan extremecido ante ella de haber sabido quién era" 12.

El Magnificat entonado por la dulce Maria resulta el modelo universal de cômo hay que alabar a Dios ("jqué hermoso Mag­nificat cantariamos si siguiésemos su ejemplo!"), de cômo hay que honrar a la Virgen y de cômo no hay que hacerlo. La critica contra los abusos de la piedad madal salta a cada instante coma era de esperar. Lutera piensa en los predicadores, en los es­critores, en los artistas que centran la admiraciôn en Maria sin relacionarla con Dios, que es el que, en definitiva, da todo y hace todo:

"Quien la quiera honrar correctamente tiene la precision de no representarsela aislada, sola, sino de colocarla en relaci6n con Dios y muy por debajo de él, de despojarla de toda excelencia y de contemplar su nada, como ella dice. Después llegara la ad­miraci6n ante esta maravilla de la sobreabundante gracia de Dios."

Por eso brama contra los ladrones de la gracia divina, contra los charlatanes que hacen de la Virgen un idolo, contra los oan­tores deI "Regina coeli laetare", que quieren conferirla autoridad sobre el mismo Dios y que implicaria confiar mas en ella que en éIl3.

La dogmatica mariana deI siglo XVI se 'centra en la mater­nidad divina y en la virginidad. En la perspectiva luterana, no hay ni queadvertirlo, estos dogmas oatôlicos tienen una formu­laciôn fuertemente, exclusivamente cristocéntrica, pero los con­tenidos son los mismos. No se cansa de proclamar la verdad de la Virgen madre de Dios. Efeso, en este sentido, no estableciô

12 Las citas dei Magnificat comentado estan tomadas de nuestra edici6n: LUTERO, Obras, Salamanca, 1977, pp. 176·204.

13 Muestra también Lutero SU hostilidad hacia la «Salve Regina» que se atreve a invocarla como vida, esperanza, consuelo, atributos excluslvos de Dlos. V. WA 13, 321; 30/2, 253; 50, 115; 10/3, 325.

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novedad alguna; sôlo defendi6 contra las oscuridades de Nesto­rio este artîculo, "presente en la fe de la Iglesia desde el prin­cipio, contenido en el EvangeIio y en la Sagrada Escritura", coma afirma en una obra poléInica de 1539 14• Seria tarea i'llterIninable seguir los incontables lugares de sus escritos, de sus sermones y cartas, en los que salta la adhesi6n hacia un dogma que, en reaIidad, compromete todo su concepto cristolôgico y soterio­l6gico. Como muestra baste trasladar su entusiasmo derramado ante la contemplaci6n de la exaltaci6n de Maria en estas pa­labras que hubiemn llenado de gozo a los mari6logos catôIicos de los bue'llos. tiempos de busqueda de primeros principios:

"Las grandes cos as -deI Magnificat- no son mas que el haber sido ella la madre de Dios; con ello le han sido otorgados tantos y tales bienes, que nadie es capaz de abarcarlos. De ahi provienen todo el honor, toda la felicidad, el ser una persona tan excepcional entre todo el género humano, que nadie se le pueda equiparar, porque, con el padre celestial, ha tenido un hijo. jY qué hijo! Tan enorme, que ni darle nombre puede por esa magnitud super­excelente, y se ve precisada a quedarse proclamando balbuciente que es algo muy grande, que no puede expresarse ni mensurarse. y de esta suerte ha encerrado en una palabra todo su honor, por­que quien la llama madre de Dios no puede decirle nada mas grande, aunque cantase con tantas lenguas como hojas y hierbas hay en la tierra, como estrellas en el firmamento y arenas en la mar. Hay que pensar muy de corazon en qué consiste eso de ser madre de Dios."

En cuantoa la virginidad, los tonos vigoros·amente afirma­tivos se reiteran sin cesar. El sermôn predicado el 2 de febrero de 1546, al final de su vida, reafirma su fe en la "virgen antes de la concepci6n y deI parto, en el parto y después deI parto". No es mas que el refrendo de 10 que ha estado repitiendo a 10 largo de su actividad, y que cobra un acento especial cuando se enzarza en polémicascon los hebreos, ya fuese con la esperanza de su conversiôn en la sosegada disertaci6n sobre la condici6n judîa de Jesus en 1523, ya en la despiadada Von Schem Ampho­ras de 1543, cuando los judîos, atacados con durez a increîble, se habîan trocado en ·auténtica fobia· de Lutero 15.

14 Von den Konzlliis und Kirchen, WA 50, 591,592. 15 WA 51, 167·168; 11, 320·324; 53, 634. Buena colecci6n de textos a este respecto

cfr. en TAPPOLET, o. c., pp. 49·ss. Estudios mas elaborados, D. BERTETTO, Maria e i protestanti, Roma, 1957, pp. 29·40; G. GHERARDINI, La Madonna in Lutera, Roma, 1967, pp. 138·159.

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En ello procede con el rigor exigido por los contenidos evan­gélicos. En otros aspectos, que afectan mâs a la tradici6n que la Escritul'a, no puede manifestarse con el mismo vigor. TaI sucedecon el privilegio de la inmaculada concepci6n: hast a los anos 1527 y 1528 se pronuncia paladinamente -como 10 hada en sermones de esta festividad- en pro de la "pia opini6n comun" inmaculista 16. Aigunasaiusiones posteriores, muy aisla­das, no dan pie para sospechar que se apeara de esta convicci6n, aunque expresada en terminologia discutible, como discutibles y oscuras eran las posturas de las escuelas cat6licas en tomo al problema 17. Algo similar sucede con laasunci6n, en tomo a la cual se muestra menos explicito. Como la anterior, ésta sera otra fiesta que se dejara de celebrar en Wittemberg: en la Escri­tura no consta, y al hablar de "Himmerfahr" puede ser una con­cesi6n papista que comprometa el rango unico y exclusivo de Cristo 18.

En la relaci6n Maria-Iglesia, en acentuar la maternidad espi­rltual de la Virgen sobre todos los creyentes, derrochara elo­cuencia cuando llegue la ocasi6n en sus encendidos sermones navidenos: "Estoy seguro de que no habra nadie entre nosotros que no esté dispuesto a dejar a su propia madre para convertirse en hijo de Maria", predÏ[caba en la navidad de 1523. "Estees el gran gozo de que habia el angel: que el humano pueda glo­riarse de un tesoro tal como es el de que Maria sea su madre, Cristo su hermano, Dios su padre". No son exabruptos mas 0

menos liricos, es todo el "leitmotiv" de las fiestas cordiales. En las de 1529, como en tantas otras, sigue exaltando el regalo di­vino: "Maria es la madre de Jesus y la madre de todos noso­tros. .. Todo 10 suyo es nuestro, y, por tanto, también la suya es nuestra madre" 19. Asi, y aunque tenga que poner barreras a la argumentaci6n papista que supravalora la presencia de Maria junto .a la cruz y esta expuesta a robar a Cristo la unicidad deI gran sacrificio, se derrama toda una rica tipologia apoyada en la contraposici6n Eva (madre que ya no 10 es)-Maria (la autén-

16 Serm6n en el dia de la lrunaculada, 1527, WA 17/2, 282-289. 17 R. SCHIMMELPFENNIG, Die Geschichte der Marienverehrung im Deutschen Protes­

tantismus, Paderborn, 1952, tiene a Lutero como adelantado de la futura deflnici6n dogmâtica; es exagerada su postura, as! como son inexactas las precisiones crono-16gicas de Preuss, o.c., p. 26, Y de J. GALOT, L'inmaculée conception, en Maria, 7 (1964) 82-83 que no IIevan la creencla de Lutero mas aIIa de 1528.

18 Cfr. J. GALOT, L'assomption de nôtre Dame, en ibid, 190. 19 WA 11, 219; 10/2, 72-73; 29, 655·656.

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tica madre que alumbra sin pecado), 0 en esa simbologia de Isabel (la vieja Iglesia, la sinagoga, 0 el papismo) y Maria que corre por las montafias en una marcha de la iglesia liberada, de esa iglesia joven y nueva (la evangélica) que se mira en la Virgen, como distinta de la vetusta que se figura en la anciana deI tem­plo, etc. 20 •

La dinamicidad de esta maternidad espiritual se cifra en una corriente redproca. Maria constituye una interpelacion constante al creyente: su fe y su humildad, su virginidad, su soledad de viuda y sus sufrimientos de madre son el mejor modelo de una Iglesia pobre, perseguida (piensa, naturalmente, en la suya), sufriente y virgen 21. La mejor respuesta a tal modelo no puede ser otra que la imitacion y la gratitud; aquélla es el mejor cuIto que se le puede rendir, en lugar de tanta excrecencia como se habia apoderado de la piedad bajomedieval y papista la gratitud se tiene que trocar en cas'Ûada de alabanzas a la joya mâs pre­ciada de la cristiandad, después de Cristo, hacia la que super­excede toda nobleza, sabiduria y santidad, que es mâs que reina y emperatriz, la mujer sobre todas las mujeres deI género huma­no, que merecerîa ser portada por carroza de oro arrastrada por cuatro mil corceles 22.

La piedad mariana de Lutero, a medida que se vaya con­figurando el talante de su teologia, se irâ adaptando también a los principios fundamentales deI Evangelio, a la obsesion anti­papista,al miedo a oscurecer la funcion exclusiva de Cristo. Permanecio, no obstante, y precisamente en fu~cion de su cris­tocentrismo vigorosa. La asimilaci6n total de la suerte de Maria a la de los santos no fue una conviccion suya; pero la insistencia en desterrar su poder intercesor y medianero, la brega por erra­dicar la invocacion de privilegio, las sutiles distinciones entre "Fürsprecherin" y "Fürbitterin", indica la contradiccion entre actitudes personales y postulados de su dogmâüca. La historia posterior de la reforma, a largo plazo, seencargaria de deshacer los elementos antitéticosen una sintesis simple que explica la actitud final negativa deI protestantismo.

20 WA 28, 402-403; 29, 243; 12/2, 305-306; 11, 144; 12, 615-616_ 21 La fe y la humildad son las respuestas que Maria ofrece a los creyentes en

su Magnificat; los restantes aspectos cfr. WA 7,565; 12, 457; 10, 72-73; 29, 444-467; 36, 207-ss; 37, 287-288; 21, 62-ss; 41, 353, etc_

22 WA 7, 1963, 553-ss; 34, 2; 45, 106; 36, 208; 52, 684, etc_

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2. Zwinglio y Calvino.

Hemos fijado deliberadamente nuesta atenci6n en Lutero, punto indispensable de referencia. Ante la imposibilidad de po­der contrastar su 'actitud y su pensamiento con los hombres de aquella primera generaci6n de reformadores, tendremos que con­tentarnos con seguir -insinuar s610- las posturas que en rela­ci6n con Maria adoptaron unos de los primeros disidentes como Zwinglio y el reformador tîpico de segunda hora coma fue Cal­vino, 'con influjos decisivos enelespectro reformado deI siglo XVI.

Zwinglio, tan lejano de Luteroen otros aspectos, en el maria­no se muestra casi gemelo. En Zürich sobreviven festividades como la purificaci6n, la anunciaci6n e inc1uso la asunci6n; se mantiene el rezo de la salutaci6n angélica, al mismo tiempo que desaparecen mas 0 menos tranquilamente reliquias de toda alcur­nia 23, en conformidad con su fuerte negativa deI cuIto a los san­tos. "Si quieres honrar a Maria de forma especial -dice- imita su pureza, su inQcencia y su fe" 24.

El radicalismo connatural dio pie a que sus contendientes lan­zasen la acusaci6n de convertir a la Virgen en pecadora. La protesta ante tales insinuaciones dio pie a Zwinglio para confe­sar reiteradamente su fe en la maternidad divina y en la virgi­nidad sin tacha. En 1524 imprimi6 su conocido Sermôn sobre Maria, siempre virgen pura, madre de Dias:

"J amâs he pensado, y menos ensefiado ° dicho en publico, nada deshonroso, impio, indigno 0 malo a prop6sito de la pura Virgen Maria, madre de nuestra salvaci6n... Baste con haber expuesto a los cristianos piadosos y sencillos mi conviccion clara y decidida acerca de la madre de Dios: crea firmemente, a tenor de las pala­bras deI Evangelio, que esta virgen pura nos ha dado a luz al hijo de Dios y que ha permanecido, tanto en el parto como después de él, y por toda la eternidad, virgen pura e intact a" 25.

En el otro ambito suizo de Ginebra, Calvino, perteneciente a otra generaci6n y mUjcho mas radical que susantecesores, no deja lugar para fiestas que no sean las deI Selior; cualquier in­vocaci6n -aunque se trate deI saludo angélico- tiene que ser

23 W. DELIUS, Geschichte der Marienverehrung, Mtinchen-Basel, 1963, 230; w. KOHLER, Huldrich Zwingli, Leipzig, 1953, p. 118.

24 Texto en TAPPOLET, o. c., pp. 248-249. 25 Ibid., 240-88.

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abandonada por el riesgo que se corre de usurpar a Dios el honor a él unicamente debido. No obstante, Maria puede resul­tar un modelo 'envidiable, sobre. todo por su actitud de le. Y es virgen; virgen perpetua, como repetira en batallas renovadas contra la locura de Elvidio y de quienes puedan simpatizar con él. La matemidad se matiza hasta convertirla en un titulo estric­tamente cristol6gico: por precisiones pastorales suplanta la de­noIninaci6n "madre de Dios" para convertirla en "madre deI Sen or" , 'como confia a la comunidad londinense, y que, por otra parte, justifica la acusaci6n que se ~e hace de dertas tendencias nestorianas en su cristologia 26.

Esperar de Calvino defensas de la inmaculada concepci6n, de la asunci6n, equivaldria a desconocer su férrea logica mentaL Sin embargo, en sus Inismos tiempos, otros reformados -el casa de Bullinger es explicito- e inc1uso en el siglo XVII refor­madores como el pastor Dreli11;courtentonaran a la senora loas plet6ricas de calor y de pied ad Zl.

La impresion general que salta deI estudio desapasionado de los padres de la Reforma es la que apunta Roger Schutz: "En los inicios de la Reforma noexistîa aun la conspiracion deI silencio. No tuvo Lutero la conciencia de una ruptura con el conjunto de la comunidad cristiana y aun menos de las conse­cuencias que vivimos hoy. Veneraba él a la que fue la primera en creer en Cristo, ~a primera en pronu11;ciar el SI y elamén de un corazon fiel, a la que, en virtud de su consentimiento, es el reflejo de la perfeccion de Cristo" 28. Quiza se exceda algo este campeon deI 'ecumenismo; pero 10 que resulta indudable es, en palabras de Tappolet, "que la culpa de nuestro rechazo y de nuestra negaci6n (de Maria) no se puede buscar en los padres y doctores de nuestra fe" 29.

26 B. D. Dupuy, Mariologie de Calvin, en [stina 4 (1958) 478·ss; J. Bosc, a. c., 19·20. 21 En la o. c. de Tappolet se recogen estos testimonios. ,. Pr6logo a la edic. deI Magnificat, Edic. Salvador, 1967, p. 16. 29 O. c., p. 356.

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II. EL SILENCIO y LAS REACCIONES DEL PROTESTANTISMO

ACTUAL

1. El silencio impuesto

Milcomprensibles circunstancias explican que en la aotua­lidad sehaya llegado a situaciones diametralmente opuestas a las iniciales deI siglo XVI. La insistencia reformada en la me­diaciôn ûnica, la rigidez natural en tomo a la invocaciôn de los santos, reacciones ante la exaltaciôn mariana de los rigores contrarreformistas, la inercia deI pueblo, fueron factores en ca­dena y icasi instintivos que contrapusieron al clamor catôlico el silencio protestante. Tras las fuertes corrientes de la "Hustra­ciôn", pesaron en ambitos germanos -yen un tiempoen que Alemania jugô el papel dominante en el universo teolôgico-filo­sôfico~ tendencias coma las deI protestantismo liberal, el idea­lismo 0 el antropologismo. No es de extranar el poder de pe­netraciôn de Schleiermacher, que no sôlo rechaza la virginidad, sino que en su bello Weihnachtsfeier reduce la funciôn de la Virgen al simbolismo de la expresiôn maternaI femernina y al refiejo de 10. que ioda madre ve 0 quiere ver en su hijo; deI polémico Karl von Hase, al proyectar en la fe y en el culto ma­rianos la idealizaci6n de io femenino; de la creaciôn antropo­m6rfica que Feuerbach asimila a Maria de los catôlicos, 0 de las conexiones mitolôgicas de Harnack, tan afortunadamente re­novadas, aunque con estilos distintos, por otros teôlogos actua­les 30.

Definiciones de dogmas coma el de la inmaculada y asun­ciôn, apote6sicamente celebrados por un sector de la cristiandad, tuvieron la virtualidad de exacerbar los animos de quienes es­taban prevenidoscontra el magisterio pontificio, tan propicio -segûn ellos- a operar sin basesescriturîsticas y a identificar su tradiciôn con la revelaciôn comûn. Algunas voces protestan­tes, conciliadoras, fueron acalladas por el torrente de reproches que sucitô en ambientes ya sensibilizados hacia el ecumenismo 31.

La mariologîa, como disciplina y contenido independiente de la

30 Cfr. evoluci6n de la teologla mariana, de sus actitudes, de los ataques deI mundo protestante en W. DELIUS, O. C., p. 300·ss.

31 El golpe que supuso para las relaciones ecuménicas, narrado por un compro· metido en ellas. Y. M. CONGAR, Une passion: l'unité, réflexions et souvenirs, Paris, 1974, p. 73. Las reacciones protestantes: A. BEA, La definizione dell' Assunta e i protestanti, en Studia Mariana, Roma, 1954, n. 8, 75·92.

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cristologia y de la Iglesia, con su ofensiva maximalista, condensaba para los te610gos protestantes todos los motivos de hostilidad, no s610 hacia un planteamiento te6rico, sino hacia la actitud anticristol6gica implicita. Contra el tratado -que tuvo la habi­lidad de implicar a su objetivo- se revolveria Barth. El pro­fesor de Strasburgo, pastor R. Mehl, resume las quejas funda­mentales contra la mariologia cat6lica: "Enella se conjuntan todas las herejias deI catolicismo: el poder aut6nomo que se confiere a la tradici6n, el magisterio doctrinal arbitrariamente otorgado al soberano pontifice y a los obispos, el equfvoco de la doctrina deI mérito, la descomposici6n de la gracia unica deI Padre, fragmentada en gracias particulares y que confiere al hombre la posibilidad de adquirir méritos, la negaci6n de la mediaci6n unica de Cristo, el falso entendimiento de la encar­naci6n total de Cristo" 32.

Estos factores, asi coma otros quaa mas profundos, han for­zado (al menos explican)el clima de sile1ljcio 0 de hostilidad, cuando no de franco olvido, que es el que da la tonica de los intelectuales deI protestantismo actua1 33• Una encuesta estado~ unidense dej6 ver como entre 100 ministros protestantes s6lo 22 creian en la maternidad divina en 1955 34• No parece, por tanto, exagerada la lamentaci6n de Basilea Schlinck: "Maria, la madre de nuestro Sefior, es una extrafia para nosotros, los evangélicos" 35.

2. Los gestos marianos

A pesar de todo,en el ultimo tiempo es imposible no captar ciertas feacciones renovadoras en ambitos protestantes; hay que reconocer que se trata de gestos aislados, pero, al fin y al cabo, son indices evidentes de que se esta registrando un deshielo secular, fechable a partir de los afios cincuenta.

Precisamente en esa fecha, tan tensa en el aspecto marial, el Sinodo General de la Iglesia Reformada de los Paises Bajos

3Z Oit. por M. J. LE GUILLOU, Mariologie et protestantisme, en Etudes Mariales, 20 (1963) 7.

33 Aunque limitado al campo de la teologfa, es interesante para comprobar tales reacciones el artic. de S. BENlm, An intellectual History of changing protestant attitudes towards Mariology betwen 1950 and 1957, en Ephemerides Mariologicae, 24 (1974) 211-226.

J4 Encuesta de K. DOMGHERTY, Contemporary protestant attitudes toward the divine mathernity, en Marian Studies, 6 (1955) 143.

35 Oit. por G. M. PAPINI, a. c., p. 183.

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publicaba una pastoral que confesaba el lugar central de Maria en la fe y en el cuIto, dada 'Su ceroania con Cristo. Luteranos alemanes han promovido un movimiento, protagonizado por Heiles y Glinz, que auspicia el retorno al luteranismo primitivo y a la sana pied ad mariana. Justamente en Darmstadt se ha constituido una comunidad ~emenina con finalidad y denomi­na;ci6n mariana: [a fundadora de la "Oekumenische Marien­schwesternschaft", Madre Basilea Schlinck, es la autora de un precioso libro de meditaciones 'Sobre la Virgen. La obra de Thu­rian es un indice de la reacci6n calvinista, en cuyo subfondo hay que leer la representatividad de Karl Barth, mientras que en Francia laempresa deI abate Couturier ha logrado encuen­tras positivos biconfesionales: el volumen Dialogue sur la Vierge es todo un testimonio de 'esfuerzos conjuntos 36.

Nada de ello compromete al protestantismo colectivamente; pero son slntomas reveladores de la apertura de carninos nuevos que van quebrando tantas prevenciones y tantos resquemores viejos. Por otra parte, y ,como se habrâ podido observar, las iniciativas provienen de un claro anhelo ecumenista; Maria, por tanto, entrana cierto valor subordinado ,en esta serie de acerca­mientos mâs ambiciosos, 10 que, a despecho de entusiasmos ana­cr6nicos, no quiere decir que se trate de daudicaciones, sino de anâlisis casi siempre serenos. Por eso fue bien aceptado par bastantes pratestantesel rasgo deI Vatieano II, que supo resistir presiones deentusiasmo legitimo, limar aristas y dedicar a la Virgen un lugar no exento, sino enmar,eadoen el esquema de la Iglesia. El enterado Philips nos ha dejado conoeer el peso de posiciones protestantes en la auténtica obra de arte lingüis­tieo que implie6 la fijaci6n de la terminologia medianera y si­milares en un euerpo rico de teologia mariana 37.

36 Estos y otros gestos en J. HAMER, Marie et le protestantisme, à partir du dialo­gue écumenique, en Maria, 5 (1958) 983-1006; C. CRIVELLI, Notre Dame et les protes­tants, en ibid., 1 (1949) 675-693, donde ofrece muestras de la publicistica antes de 1950; J. HEMERY, Positions protestants hier, aujourd'hui, en Cahiers Mariales, 7 (1963), 30-ss.; TH. A. O'MEARA, Mary in Protestant and Catholic Theology, Nueva York, 1966; K. BALIC, De motu mariologico-mariano et motione oecumenica saeculi XIX et XX, en De Mariologia et oecumenismo, Roma, 1962, 519-573; A. BRANDEN­

BURG, Maria in der evangelischen Theologie der Gegenwart, Paderborn, 1965. 37 G. PHILIPS, L'Eglise et son mystère au Deuxième Concil du Vatican. Histoire,

texte et commentaire de la Constituci6n ((Lumen Gentium», II, Paris, 1968, 257-268.

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3. Los te6logos protestantes

En sin toma con los gestos y con lacorriente ecumenista, cobra vigor especial la autocritica de la refiexi6n teol6gica, aten­ta a la Escritura mas que a posturas seculares, y en claro retorno a las posiciones de los padres de la Reforma. Al menos se ha llegado a una convergencia bastante unanime en mirada a la "Theotokos" 38. Como muestreo escueto y desigual, pero creemos que iluminador, aludiremos al pensamiento mariol6gico de al­gunos te6logos representativos; mas no sinadvertir que en bas­tantes casos constituyen una auténtica izquierda de la ortodoxia actual y que sus posturas disuenan con las seguidas por la ma­yoria, por la corte de E. Brunner, de P. Tillich, por ejemplo, que no conceden ninglin significado -ni ninguna realidad- a la maternidad 0 la virginidad marianas 39.

a) Karl Barth. El creador de la teologia dialéctica supo~ ne una ruptura, en cierto sentido, con las posiciones tradiciona­les deI siglo XIX en adelante. Frenle a los simbolismos, biolo­gismos 0 parabolismos habituales, introduce a Maria en su Dog­matica eclesial y afirma sin reticencias el credo en la virginidad y en la maternidad divina. "N atus ex Maria virgine es una afirma­ci6nabsoluta; no se trata de una verdad que me haya inventado yo mismo, sino de una declaraci6nexpHcita de la fe de la Iglesia", a la que hay que adherirse gozosamente. El titulo de "Theotokos" (madre de Dios) es otra derivaci6n clara deI dato escriturist1co y que tiene que reconocerse, pese a los abusos a que ha sido sometido todo por d catolicismo.

Los limites le provienen de su raigambrecalvinista y de su contemplaci6n hostil de la mariologia. Virginidad, madre de Dios, son realidades puramente cristol6gicas: la virginidad careceria de sentido si no se refiriese directa yexclusivamente al origen Inilagroso de Jesus; la maternidad es el signo de la encarnaci6n: una <explicaci6n de la verdadera humanidad de Cristo, de su di­vinidad, de su autenticidad, en una palabra. Vaciadas de con­tenidos mariol6gicos, ambas realidades evidencian la pasividad mas radical, condicionante que no obvi6 en la Humanidad de

3S S. C. NAPIORKOWSKI. Le titre de «Theotokos)) dans la théologie protestante ac­tuelle, en Ephemerides Mariologicae, 24 (1974) 371·381.

39 G. M. PAPINI, a. c., pp. 144·147.

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Dias (Ginebra, 1956), aunque se percibe cierto interés por des­hacer los reproches que se le dirigieron. Las relaciones Maria­Iglesia chocan frontalmente con el sistema barthiano; es mas, el dogma marial y el de la iglesia es algo que da pie a su furi­bunda diatriba contra tal figurativismo peculiar de los cat6Iicos. Asi, la rica simbologia Maria-figura de la Iglesia se trueca, en fuerza de la invectiva reiterada, en algo peculiar de esa madre de Dios transmitida por la mariologia cat61ica y por su iglesia. Se han repetido por otros te610gos protestantes los dardos ace­rados deI patriarca suizo: "el dogma marial no es ni mas ni menos que el criterio dogmatico determinante de la iglesia cat6-lica romana, el dogma que permite comprender .fodas sus posi­ciones decisivas y con el cual subsiste 0 se desploma ... Es donde reside por excelencia la herejia de la iglesia cat6lica romana, herejfa a partir de la cu al se explican todas las restantes". Con­secuentemente, la mariologia es una excrecencia, un tumor que, como tal, liene el destino exclusivo de ser extirpado 40.

b) Hans Asmussen. En 1950 el pastor luterano Asmus­sen, autoconfinado en una parroquia de Kiel, observador luego deI Vaticano II, 'Sorprendi6 a te6logos protestantes y cat6licos con su obra Maria, die Mutter Gattes. Era una réplica a la nueva edici6n de La esencia del Cristianisma, de Harnack, y el utulo mismo puede dar una idea de la distancia entre los puntos de partida deI racionalismo deI XIX y las fronteras alcanzadas por algunos protestantes al mediarel siglo siguiente, asi como el libro permite medir 'las posibilidades deI acercamientoecume­nista. Lo que no quiere decir que satisficiera a cîrculos autode­nominados ortodoxos en ambas confesiones. Tiene mucho de retador, casi de provocativo, ese constante espoleo a revisiones luteranas en fuerza deI Evangelio y del retorno a los primitivos de la Reforma, y debieron hacer poca gracia conclusiones casi axiomâticas,como la de que "no s'e puede tener a Cristo sin Maria", 0 el ruego dolorido a los cat6Iicos hermanos de Roma, ante el ries go de neutralizar a Cristo, multipIicando mediaciones, que supuso la consagraci6n deI orbe al inmaculado coraz6n de Maria: "por favor, tened piedad de nosotros".

40 K. BARTH, Kirchliche Dogmatlk, 1/2, 3." edic., Zurich, 1945, PP. 157·ss; entre las varias sîntesls de su pensamiento mariano; J. GALOT, Marie et certains protestants contemporains, en Nouvelle Revue Théologique, 83 (1963)483·487, ademas de los citados en la nota 36.

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Bien leida, la postura de Asmussen se estructura sobre dos bases fundamentales: su enfoque plenamente cristo16gico, a te­nor de las esencias luteranas; y la imposibilidad de considerar a Maria individualmente, dado su destino de representante de la humanidad, dotada de cierta funci6n carismâtica que sobre­pasa su situaci6n personal. Ya no hay reticencias decimon6nicas ni sentidos meramente significativos en su visi6n de la materni­dad mariana, que asegura la conexi6n de Dios con el hombre por su naturaleza humana que habla de la imprescindibilidad de Maria. E~candalizaron -y fueron fuertemente contestadas­sus palabras: "si Maria no es la madre de Dios, la Iglesia de todos los tiempos ha permanecido en el error, 0, mejor, noso­tros, los que rehusamos otorgar este titulo a Maria, estamos separados de la Iglesia cristiana univers al" . La misma recrimi­naci6n en tomo a la virginidad: "La Iglesia verdadera cree en el nacimiento virginal de Jesus; donde no exista esta fe no hay Iglesia vel'dadera". Desde otro punto de vista -el crucial en el diâlogo actual-, y sin poder admitir el concepto cat6lico de mediaci6n mariana junto a Cristo, acusa alluteranismo de haber procedido a base de simplificaciones no biblicas. Sin afectar al principio insoslayable deI "unicus mediator", se atreve a pro­poner coma viable la consideraci6n de Maria coma mediadora "en Cristo".

Hay que saber leer 10 que supone el ingreso de esta termi­nologia en âmbitos luteranos, pero 'creemos que cs mâs revolu­cionario aun, dadas las mentalidades secularmente arraigadas, su planteamiento de la posibilidad de un cuIto mariano. No es que se trate de sacar 0 Maria de la esfera del hombre; pero Asmussen, que ha refiexionado sobre la mente biblica de los difuntos, que estâ convencido de que los personajes biblicos entrafian algo mâs que su propio destino, se atreve -otra vez- a retar a la iglesia luterana para que vea en la Virgen un modelo de vida cris­tiana y para que tenga la osadia de entonarle la alabanza debida: Es que Maria, cuando en el Magniijcat canta "me bendecirân todas las generaciones", "~no pensaba en nosotros, los evan­gélicos?" 41.

c) Max Thurian. Invitado personal por el cardenal Bea en el Concilio Vaticano II, presente en los encuentros intercon-

41 C. S. NAPIORKOWSKI, Le Christ avec Marie ou le Christ sans la Vierge? Le Pasteur Hans Asmussen et la Sainte Vierge, en Marianum, 3 (1976) 94·114.

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fesionales, comprometidoen esfuerzos ecumenistas, Thurian es el "mariôlogo" mas renombrado quizaen el ambito deI cato­licismo -al menos deI catolicismo de raigambre latina-. Lo que se suele ignorar cuando se leen las ultimas obras deI mon je calvinista, es la profunda autocrîtica a que ha tenido que so­meterse y esa evoluci6n notable de un punto de partida nesto­riano, de su concepciôn de Maria pecadora, plenamente inte­grada en la sociedad de hombres pecadores que es la Iglesia de la que no se la podia desvincular por la proclamaci6n de privilegios como los de la inmaculada y asunciôn, apenas per­ceptible en su obra mas divulgada, Marie, Mère du Seigneur 42.

El libro -con calor inesperado en uncalvinista- tiene la confesada finalidad de estudiar la vocaci6n de Marîa, sin pre­misas polémicas, incardinada en una teologia que afecte a la pied ad personal deI creyente, a las necesidades actuales deI pue­blo de Dios. La "llena de gracia", colmada de santidad por precisiones cristolôgicas, como efecto de la predestinaci6n divin a a ser la hija de Siôn, ~a realizaci6n deI resto pobre y santo de Israel, es una interpelaciôn para las concepciones naturalistas de la vida cristiana. Es un mon je el que habla, y, por tanto excep­cionalmente capacitado para captar la significaciôn plet6rica, no solamente pasiva al estilo de Barth, de la virginidad mariana, en cuanto entrafia realidades profundas, en su caracter pecuIiar de consagraci6n, de pobreza y humildad, de la novedad esca­tol6gica deI reino en que hace su irrupci6n Cristo. La fuerza deI Evangelio, de los padres de la Reforma, el lirismo de Dre­lincourt se derraman con caloren estas paginas sobre la virgi­nidad, y cobran vigor nuevoaplicadas a la maternidad. Sin renegar de posturas anteriores y, por supuesto, sin aislar este titulo de sucontexoto cristol6gico, la realidad maternaI se afirma sin reticencias: "Dios tuvo una madre en Marîa, madre de Dios, porque Dios estaba en Cristo; y porque era verdaderamente hom­bre, tuvo en Maria una verdadera madre hum ana" . No se trata de un maternidad instrumental, sino deI soporte de una au­téntica "relaciôn de madre a hijo en su sentido plet6rico, fisico, psicolôgico y espiritual" , con la apol'taci6n completiva en su

42 Cfr. su punto lniolal de la partida en Le dogme de l'asomption, en Verbum Caro, 5 (nn. 17/20, 1951) 2·48. Sus aotuales posioiones en el trabajo de envidiable clarldad Problèmes posés aux protestants par la Mariologie, en Etudes Mariales, 20 (1963) 79·94, explicitado en su obra Marie, mère du Seigneur, figure de l'Eglise, Taizé, 1963.

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papel educador de Cristo, cumplido en espiritu de fe, como au­téntica "sierva deI Sefior". Esta maternidad se desdobla en sus relaciones con la Iglesia, a las que se dedican gran parte de la ultima obra de Thurian. No es que se trate de una maternidad de la Iglesia, sino de que Maria es madre en la Iglesia, 0 mejor, figura de la Iglesia -madre suprema-; en este figurativismo fuerte pueden hallarse titulos de cie1.1ta mediaci6n ejemplar, emi­nente, que justificaria inc1uso cierta liturgia mariana, con sentido teocéntrico, y encaIninadaa pedir a Dios la gracia de seguir el ejemplo de Maria 43.

d) El pastor Chavannes y la contienda sobre la mediaci6n. Como se habrâ podido entrever, la auténtica barrera de inteli­gencia, mejor dicho, de concordancia, se situa en la frontera de la mediaci6n de la Virgen. La acepci6n de Asmussen supuso un paso considerable,asi 'como los tonos de la "Lumen Gen­tium" manifestaron la buena voluntad de la iglesia oficial. Sobre estas bases, en el Congreso Internacional Mariol6gico de Za­greb (1971) y en el seminario posterior de Fâtima los partici­pantes de varias confesiones se vieron sorprendidos por los plan­teaInientos deI pastor suizo -evangélico reformado de tradici6n calvinista- Henry Chavannes. Hablaba de la posibilidad de una mediaci6n anal6gica que trascendiese deluniverso mental no­Ininalista y ockamista de la reforma priInitiva y que engarzase con Santo Tomâs, representante auténtico de la tradici6n cris­tiana. Hay que romper la concurrencia, la casi hostilidad, de la causa primera (Di os) y las segundas (el hombre) -presupuesto que cond~cion6 la soluci6n luterana-, y concIuir que cabe una mediaci6n mariana secundaria, participada, derivada de y hacia Cristo, sin competencias de ninguna c1ase, sin que el hombre -Maria- robe nada a Dios.

Las respuestas al texto base deI diâlogo suscitado 44 no pue­den ser mâs reveladoras: es manifiesta la buena voluntad de protestantes y cat6licos, pero se ve que se mueven en horizontes diversos, de dificil cercania y -todavia- propicios al mutuo

43 M. J. LE GUILLOU, Maria, vista par el hermano Max Thurian de Taizé, en Selecciones de Teologia, 3 (1964) 123·126, extracto deI largo articulo publicado en Istina, 2 (1963) 211-238.

44 Texto base redactado par Chavannes y ofrecido en diferentes idiomas, en Ephemerides Mariologicae, 24 (1974) 29-66; las respuestas de los dos n11meros de la revista deI mismo ano, y las precisiones a estas respuestas, par Chavannes, Ibid. 26 (1976) 135-141.

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desconcierto (escandalo serîa decir demasiado). De todas formas -----como acota Laurentin-, "es todo un signo de los tiempos que un pastor protestante asista a un congreso mario16gico, que después peregrine a Roma y a Fatima, que recomiende la filo­sofîa de Santo Tomas de Aquino y que le Hame el "Doctor co­mun" en una circunstancia en que la mayorîa de los te6logos cat6licos -dominicos incluidos- se van apartando de él, que considere con simpatîa la doctrina cat6lica de la mediaci6n ma­riana cuando el Concilio ha tomado sus distancias ante tal no­ci6n y cuando tiende a desaparecer de los tratados cat6licos" 45.

e) El manifiesto ecuménico de Roma. En el otro y re­ciente Congreso Mario16gico de Roma (1975) tuvo lugar una mesa redonda con los participantes en el debate anterior. De e1la sali6 un documento, sin valor oficial, naturalmente, pero que supone un paso adelante en esta especie de reconciliaci6n. Puede percibirse el esfuerzo que protestantes (representados por P. Meinhold, el pastor sueco Kan Selm, por el propio Chavan­nes), mtodoxos y cat6licos (los mas numerosos) por aquilatar conceptos y por investir de una dimensi6n nueva y dialogable el papel mediador de Marîa. Transcribimos el documento, evi­tando deliberadamente todo tipo de comentario:

"1. Es preciso mantener coma dogma de fe que el unico me­diador entre Dios y los 'hombres es el 'hombre Jesu-Cristo (1 Tim 2, 5). Cristo une en su persona la divinidad y la humanidad. La mediacion de Cristo consiste en la redencion, la pacificacion entre Dios y los hombres. Por tanto, a Cristo pertenece ser nuestro me­diador irreemplazable.-2. Dios ha querido asociar en diversos grados y en la obra de la redencion a colaboradores creados, entre los que la Virgen Maria tiene una dignidad y una eficacia excep­cionales.-3. Maria ha sido elegida para concebir y dar a luz al redentor, que ha recibido de su madre la Ihumanidad que necesi­taba para cumplir su sacrificio en el calvario como victima y sumo sacerdote.-4. El "fiat", que conserva un can'icter permanente, ha sido el libre consentimiento de Maria a la maternidad divina y, por tanto, a nuestra salvacion.-5. La colaboracion de Maria se mostro de forma singular cuando creyo en la redencion realizada por su hijo y cuando estuvo al pie de la cruz, mientras casi todos los apostoles habîan huîdo.-6. Las plegarias de intercesion dirigi­das a la Virgen tienen coma fundamento, ademâs de la confianza que el Espîritu Santo ha suscitado hacia la madre le Dios en el

4S Ibid., 24 (1974) 143.

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pueblo cristiano, el hecho de que Maria permanece siempre unida a la obra de la redenci6n y, en consecuencia, a su aplicaci6n a través de los tiempos y lugares" 46.

Conclusion. Quiza pueda inducir a un error de perspectiva el analisis de los avances liltimos. En principio, entrafian un caracter tan ecumenista como mariano, 0 mas ecumenista que mariano. En segundo lugar, no trascienden de actitudes excep­cionales que no alteran los habitos seculares dei protestantismo. La Virgen Maria, tal como es pensada y venerada por los cato­licos, implica problemas profundos para los protestantes, puesto que afecta a niveles muy profundos y que van desde el propio concepto de la relacion Dios-hombres, de la lectura de la Sa­grada Escritura,el rechazo de Roma, hasta la imposibilidad de invocarla y de una liturgia de cariz mariano. Puede ser, no obs­tante, que estas paginas hayan puesto de relieve como la refle­xion biblica, el escrutar la postura de los padres de la Reforma, contribuira alencuentro ecuménico en la Virgen, convertida pa­radojicamente por unos y otros en signo de desunion.

46 El texto, con comentario de G. Concetti, en L'Osservatore Romano, 14 junlo 1975. Un comentario interesante de Chavannes, en Ephemerides Mariologicae -que se ha convertido en palestra de estos diâlogos-, 26 (1976) 143-158.